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MÁGICA, 01
LA MAGIA DEL
AMOR
ÍNDICE
Prólogo.....................................................................3
Capítulo 1.................................................................4
Capítulo 2...............................................................15
Capítulo 3...............................................................23
Capítulo 4...............................................................29
Capítulo 5...............................................................35
Capítulo 6...............................................................41
Capítulo 7...............................................................49
Capítulo 8...............................................................55
Capítulo 9...............................................................62
Capítulo 10.............................................................69
Capítulo 11.............................................................76
Capítulo 12.............................................................83
Capítulo 13.............................................................90
Capítulo 14.............................................................98
Capítulo 15...........................................................104
Capítulo 16...........................................................111
Capítulo 17...........................................................120
Capítulo 18...........................................................127
Capítulo 19...........................................................135
Capítulo 20...........................................................141
Capítulo 21...........................................................148
Capítulo 22...........................................................155
Capítulo 23...........................................................161
Capítulo 24...........................................................169
Capítulo 25...........................................................176
Capítulo 26...........................................................182
Capítulo 27...........................................................190
Capítulo 28...........................................................197
Capítulo 29...........................................................204
Capítulo 30...........................................................210
Capítulo 31...........................................................216
Capítulo 32...........................................................222
Capítulo 33...........................................................228
Capítulo 34...........................................................234
Capítulo 35...........................................................240
Capítulo 36...........................................................247
Capítulo 37...........................................................253
Capítulo 38...........................................................259
Capítulo 39...........................................................266
Epílogo.................................................................273
RESEÑA BIBLIOGRÁFICA...........................................278
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Prólogo
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Capítulo 1
Northumberland, 1750.
Sola, al borde del claro, Ninian Malcolm Siddons estaba sentada sobre
una piedra dada la vuelta que pertenecía al círculo que una vez había
dominado esa colina, y contemplaba la hoguera y las parejas que bailaban
y reían abajo. Ser una Malcolm era algo muy solitario. Esa noche, hubiese
preferido bailar, cantar y gritar de alegría a la luz de la lumbre, como
todos los demás.
Deseaba gritar y chillar: «¡Estoy aquí! ¡Aquí! ¡Soy yo!». Pero era
peligroso atraer ese tipo de atención. No podía satisfacer su naturaleza
volátil y tener una rabieta ante la injusticia de la vida; solo acrecentaría el
temor que el pueblo sentía por ella. Según le había enseñado su abuela,
debía recordar quién era, qué era, y sentirse orgullosa de ello. Tenía un
don y un talento como los que nunca se le habían concedido a nadie, y
debía utilizarlos con sabiduría. Hacer que los aldeanos le temieran no era
acertado.
Suspiró y puso los ojos en blanco por la exasperación. Los «dones» y
los «talentos» no eran tan valiosos ni apasionantes como la magia en los
cuentos de hadas. Si tan solo poseyera magia verdadera, podría evocar a
un enamorado para que bailase con ella. Sonrió cuando la fantasía se
representó en su mente. ¿Qué clase de enamorado evocaría? ¿Moreno y
apasionado? ¿Rubio y cariñoso? ¿Uno que le diera bebés regordetes y
alegres?
Uno que bailara con ella.
Nunca había ni siquiera pensado en compartir su vida con alguien
hasta que su abuela murió el invierno anterior. Dadas las circunstancias,
no valía la pena pensarlo ahora. Debía dedicar su vida a la gente de
Wystan, al igual que lo había hecho su abuela... o negar su herencia y
perder todo, como lo había hecho su madre.
La fogata brincó más alto en la noche estrellada de mayo cuando
alguien agregó broza nueva a las llamas. Con la ayuda de la luna, el claro
destellaba con el brillo plateado de mil velas y colmaba la noche de
encanto.
Beltane era una noche para celebrar la fertilidad de la tierra, para
librarse de la oscuridad del frío invierno. Debería regocijarse con la
promesa de la primavera, no preocuparse por lo que nunca podría tener.
Era hora de superar el dolor por la muerte de su abuela y seguir viviendo.
Ojalá supiera exactamente de qué se trataba. Ocuparse de sus
hierbas, curar a los enfermos y asistir partos no era exactamente la
promesa que había esperado, ahora que se enfrentaba sola a esas tareas.
Con impaciencia, se incorporó cuando un exceso de hilaridad y
alegría la sacudió con la proximidad de los bailarines.
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Capítulo 2
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timidez.
Solo porque en algún lugar en la noche de los tiempos una Malcolm y
un Ives formaron una pareja desdichada no significaba que ella tuviera
que creer que todos los Ives provocaban desastres. Ni siquiera tenía
derecho a pensar en un hombre con tres esposas.
Era una época de naturalismo. Lord Ives no creería en leyendas, ni en
brujas.
Con un suspiro, Ninian salió de la cabaña hacia la exuberancia de
plantas que se extendían en su jardín. Dado que había plantado semillas
de manera anticipada, tenía hojas de laurel lo suficientemente grandes
como para recolectar, menta tupida alrededor de los tobillos, aguileñas y
dedaleras que florecían en magnífica abundancia en cada uno de los
rincones y grietas. Sabía tratar a las plantas; en cuanto a los hombres, era
mejor que no pensara en ellos.
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—Más bien un tipo de ácido, a menos que prefiera revisarme para ver
si tengo cuernos y cola.
El tono de su voz era tan seco como las hojas quebradizas sobre las
que caminaban, y Ninian se animó en aprecio a su humor. Alzó la vista y
su sonrisa flaqueó bajo el impacto de su mirada intensa. No deseaba
apartar la mirada.
Respiró hondo y rompió el hechizo.
—Ya les he explicado a los aldeanos que los cuernos y la cola no
caben bien bajo las sedas y las pelucas. —Con osadía, levantó una ceja
hacia el cabello negro sin adornos de él—. Aunque sin duda pueden ver
por sí mismos que no esconde nada en ese lugar.
Él se encogió de hombros y volvió a clavar las rocas al costado de la
orilla.
—No creo que el azufre sea una sustancia química del agua que se
produzca de manera natural.
Ninian recordó su lugar y se ajustó con más firmeza la capa.
—Si es así, debo explorar y ver dónde comienza esta plaga.
—¿Entonces puede echarle un hechizo?
—O agitar mi varita mágica —respondió ella a la ligera, mientras
comenzaba a caminar río arriba.
—Creo que no. —La cogió del codo y la hizo regresar.
El aire de primavera se calentaba a su alrededor y el calor le recorría
las venas. No sabía si responder con interés o pánico, pero siguiendo las
advertencias más prácticas de su abuela acerca de los hombres, se soltó.
Incapaz de leer los pensamientos o las emociones del conde, observó
sus duros rasgos para obtener respuestas. Tenía la nariz como una hoja
afilada, una mandíbula firme y dura, vestigios de arrugas de risa alrededor
de los ojos, y una curva sensual hacia el labio superior que la cautivaba de
manera particular. Un interés masculino se encendió en los ojos de él ante
su análisis.
Conmocionada, volvió a la discusión.
—No puede montar guardia en todo el arroyo, día y noche.
—Enviaré a alguien mejor preparado para que camine estos bosques
solo. —Miró de manera intencionada su diminuta figura—. Es mi
propiedad. Cuando encuentre la fuente de la plaga, lidiaré con ella como
lo considere conveniente.
Ella ocultó una ira que bullía detrás de sus cautivadores hoyuelos.
—¿No con los encantamientos de una bruja? Qué poco animado de su
parte.
Sus cejas oscuras formaron una «V».
—La magia no existe.
—Desde luego que no —dijo con tono tranquilizador—. Estoy segura
de que hay una razón natural para que el arroyo fenezca y una solución
también completamente natural. Solamente revisaré algunos árboles, ¿sí?
Sus faldas se mecían de manera burlona mientras se alejaba. Un rayo
de sol inesperado atravesó la cortina de nubes y hojas para coger sus rizos
dorados, recordándole al conde con un sobresalto el talento de ella por
reconocer a un intruso oculto en los arbustos.
Quizás solo tenía una vista extraordinaria.
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Capítulo 3
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Capítulo 5
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Ninian estaba instalada. El ala se veía un poco más nueva y con reformas
más recientes. Tuvo tiempo de vislumbrar caoba reluciente y una
alfombra con magníficos diseños antes de que su escolta abriera de un
empujón una puerta y la introdujera en una habitación iluminada
plenamente por la luz del sol y en la que había mujeres vestidas de
manera exótica.
Para ser precisa, eran tres mujeres vestidas de manera exótica, Sarah
incluida. Con rapidez, Ninian redujo el bombardeo sensorial para contar a
su escolta en seda azul y peinado empolvado, a una dama con un
embarazo en estado avanzado en capas sueltas de esmeralda y un
sombrero con volantes de delicado linón, y una mujer delgada y tímida
oculta en las sombras.
—Señoras, ella es Ninian Siddons. Señorita Siddons, lady Twane y
lady Lydie son buenas amigas mías. Y de Drogo, por supuesto.
La muchacha embarazada soltó una risita tonta. Ninian notó el
destello de unos vivaces ojos oscuros y supuso que lady Lydie tenía el
cabello tan oscuro como el del conde debajo de su sombrero. Era más
joven que las demás, apenas lo suficientemente mayor como para llevar
un niño en el vientre. Ante la observación de Ninian, sonrió.
—Creí que las comadronas eran criaturas ancianas y con manos
nudosas —aseguró con falsedad.
—Se refiere a mi abuela —Ninian sonrió para aliviar el efecto de su
franqueza—. Tenía las manos artríticas, por lo que yo actuaba como sus
manos. He aprendido todo lo que ella sabía, que es más de lo que saben la
mayoría de los médicos de Londres. —El sarcasmo fue instintivo. Había
sido en manos de médicos de Londres como su madre había perdido cinco
niños.
—Hemos preguntado y has sido muy recomendada —respondió Sarah
en tono tranquilizador—. No tenemos duda de que eres la mejor persona
para el parto de Lydie. Pero es el... —Agitó las manos sin poder contenerse
y miró a las demás—. Me siento tan estúpida al decir esto...
—El fantasma —aseguró con firmeza lady Twane, aún mirando
fijamente a Ninian—. Queremos que espantes a los fantasmas. Es muy
agobiante que unas rabietas invisibles nos despierten en medio de la
noche.
Ninian no creía que hubiera nada que pudiera hacer con respecto a
los espíritus que rondaban el castillo de Wystan, pero esas mujeres jamás
lo creerían hasta no verlo por sí mismas. Habían nacido en la riqueza y el
privilegio y creían que todo lo que deseaban se podía llevar a cabo con
una orden. No comprenderían que algunas cosas no eran de esta tierra y
no se les podía ordenar.
—Como le dije a lord Ives, soy herborista, no cazadora de fantasmas.
Para eso necesitarán a un sacerdote. Pero si lo queréis, intentaré hablar
con los espíritus. No prometo nada.
—Los sacerdotes usan túnicas elegantes y chalinas de seda y llevan
incienso y velas —dijo lady Lydie con aire meditabundo, mientras miraba
con interés el atuendo sencillo de Ninian—. Tal vez los fantasmas se
impresionen más con tu poder si te vistes con algo más...
—Moderno —terminó lady Twane con mordacidad.
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escote. Jadeó cuando le ajustaron el corsé armado con ballenas hasta que
apenas pudo respirar, pero sus quejas fueron desoídas hasta que declaró
que el fantasma nunca le oiría si se desmayaba por la falta de aire.
El hermoso brocado azul celeste se deslizó por sus hombros y su ropa
interior como una cascada, y ella, con disimulo, alisó la sensual tela
mientras se la pellizcaban y se la remetían en su lugar. Como era previsto,
caía hasta pasarle la punta de los dedos de los pies, pero le improvisaron
una faja de seda color azul más oscuro, tiraron del excedente de tela
alrededor de la cintura y lo sujetaron en su lugar. Se sentía como un cerdo
embalsamado, pero las damas exclamaban con placer y sorpresa y
elogiaban tanto su propio trabajo que no podía ser tan grosera de decirlo.
Además, la seda se sentía hermosa, y decadente.
—Supongo que no tienes conocimientos de astrología —inquirió lady
Lydie mientras las demás arreglaban el vestido de Ninian—. Las estrellas
nos cuentan cosas completamente maravillosas. Sarah ha encontrado este
astrólogo...
Sarah la interrumpió deprisa.
—La señorita Siddons sabe sobre hierbas, no planetas. Necesitamos
que nos enseñe a librar este lugar de los fantasmas.
Lydie se cubrió la boca con una risita tonta y no volvió a decir ni una
palabra. Ninian podía sentir la confusión de emociones que la rodeaba,
pero era imposible determinar qué venía de quién y por qué. Sabía que
escondían algún secreto conspirador, y no costaba mucho darse cuenta de
que tenía que ver con ella.
Luego, atacaron el cabello de Ninian, cortaron un flequillo de rizos
alrededor de su rostro y cepillaron los gruesos bucles hasta que ondearon
sobre sus hombros y cayeron por su espalda. Lo sujetaron con un trozo de
encaje y luego, retrocedieron para admirar su obra.
—El toque de modestia no es muy modesto —advirtió Claudia, lady
Twane, justo cuando un gong tañía desde las entrañas del castillo.
Sobresaltada, Ninian brincó ante los estruendos. Las damas se veían
indiferentes ante el clamor.
—Pues bien, está un poco mejor dotada que Lydie —aceptó Sarah—.
Pero no tenemos tiempo. Drogo desaparecerá en el escondite si...
—¡Esperad! No puedo ir así. —Ninian miró el trozo de tela
transparente que apenas cubría el valle entre la curva que subía por el
corsé, pero Sarah la cogió del brazo y la arrastró hacia la puerta. Ninian
había visto a su madre con menos, pero nunca se había visto a sí misma
como su madre.
—Claro que puedes, querida. Solo estamos nosotras, y te ves
maravillosa. Lydie, querida, ¿deseas que te suban la comida o puedes
bajar las escaleras?
De manera instantánea, eso desvió los pensamientos de Ninian sobre
sí misma.
—No, ¡no debería bajar esas escaleras en esta etapa! Iré a buscar una
bandeja y se la subiré.
Sarah rio.
—Tenemos criados, señorita Siddons. —Miró por encima del hombro a
lady Lydie, quien no parecía estar interesada en moverse de su posición
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la cual revolvía sin ver si la cuchara estaba llena o no. Ninian lo observó
hasta que él por fin notó que la escudilla estaba vacía, pareció sorprendido
y parpadeó a su alrededor.
La mirada de sus ojos era irresistible. Tenía unos ojos muy cálidos y
oscuros, ojos que podían incitar a una travesura de diablillo.
—La sopa de pescado ha estado deliciosa, milord —comentó ella con
coqueta timidez.
—Sí, sí, es verdad. —Se lo vio algo perplejo. Luego, hizo una señal
para que trajeran el plato siguiente y pareció perderse en el pescado en
cuanto llegó.
¡Vaya por Dios! Un conde poderoso y perfecto podría no interesarle,
pero ese... Ese de alguna manera estaba desorientado dentro de su
cabeza. La sopa había sido un caldo, no una sopa de pescado. Ninian
levantó una ceja inquisidora hacia Sarah.
—Es completamente a propósito, estoy convencida —respondió con
un encogimiento de hombros—. Nos ignora a todos por contar estrellas o
lo que sea que hace en su cabeza mientras parloteamos. Ni siquiera ha
notado que Lydie no está aquí.
Ninian no pensaba que el conde estuviera tan inconsciente como les
agradaba creer a las damas, pero no expresó su opinión en voz alta. Toda
una vida de guardar sus pensamientos para sí misma le resultaba útil en
ese momento. No creía que hubiera imaginado su reacción ante ella. El
conde no estaba solo ignorando el parloteo. Por alguna razón, negaba la
existencia de la compañía femenina. No le agradaba que le negaran la
atención masculina que había anhelado durante tanto tiempo. A modo
experimental, le rozó con la mano la manga de su abrigo.
El conde dio una sacudida ante la conciencia inmediata. Sus ojos
brillaron con algo oscuro y poderoso cuando se volvió hacia ella, quien
sintió el calor de esa mirada en lo profundo de su ser, en un lugar que
nunca había despertado con anterioridad.
Un grito agudo penetró el aire y retumbó desde los elevados muros
de piedra.
En el silencio que siguió, se pudo oír a Lydie gritar.
—¡No he sido yo! ¡Debe ser el fantasma!
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Capítulo 6
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vela y una piedra del hueco que estaba junto a la puerta y encendió el
pabilo. Tras encender una llama, empujó contra el sólido panel, sin notar
que la dama entraba sigilosamente a su lado.
En la habitación revestida con paneles, hacía un frío terrible y había
muchas sombras debido a la vela parpadeante. Sin embargo, nada brincó
hacia ellos ni les gritó.
—No puedo sentir nada con usted aquí —se quejó su compañera de
pechos grandes—. Permanezca afuera y déjeme escuchar.
Drogo ignoró esa estupidez, levantó la vela y comenzó una búsqueda
meticulosa en las cortinas llenas de telarañas y los muebles antiguos. Era
probable que Lydie hubiera pronunciado el chillido inhumano. Haría
cualquier cosa que le pidiera Sarah.
La señorita Siddons estaba de pie en el centro de la alfombra, en
apariencia conectada con los espíritus. Al recordar la enorme cama en la
habitación contigua, Drogo se preguntaba si podría seducirla para
quedarse por la noche, a la espera de otra emanación. Toda esa suave
voluptuosidad rubia podía tentarlo con facilidad a resignar algunas horas
de su observación de estrellas.
Probó el cerrojo de la habitación. Cerrado. Tendría que hacer algo al
respecto.
Sin que él se diera cuenta, la señorita Siddons había abandonado su
puesto auditivo. Su pequeña mano asió el cerrojo que él acababa de soltar
y abrió.
Drogo elevó las cejas y la siguió al interior de la alcoba. Ella parecía
no ser consciente del todo de su presencia, ni de la proximidad de la
inmensa cama. Las damas que conocía reirían con timidez al estar a solas
con él en una habitación. O, más probablemente, se arrojarían a sus
brazos simulando miedo, o en abierta seducción. Juraría que la joven bruja
sabía que estaba allí, y solo creyó que no valía la pena fijarse en él.
Había utilizado su empresa de explotación de minas en
Northumberland como escape a una avalancha de exigencias familiares,
así como también de los ardides de las mujeres dispuestas a contraer
matrimonio. No tenía razón para sentirse irritado porque esa mujer no
exigiera su atención como todas los demás, pero así se sentía.
Enfadado, porque en realidad lo estaba, Drogo continuó la búsqueda
mientras la bella insensata caminaba hacia el hogar y escuchaba el viento
en la chimenea. Según su opinión, de vez en cuando el viento trababa
alguna piedra suelta o la rama de un árbol y producía chillidos que partían
los oídos. Contrataría un deshollinador y un podador de árboles por la
mañana.
—No hay nadie aquí más que nosotros —le informó ella mientras
dejaba caer su larga falda y se dirigía arrastrándola hacia la salida—.
Regresaré en algún momento cuando usted deje de inquietar a los
espíritus. ¿Esta es la única habitación en la que moran?
—Aquí no hay nada más que muebles podridos, ratas y corrientes de
aire lo suficientemente frías como para helarnos el cu... los pies —se
corrigió él. A pesar de que parecía lo contrario, supuso que era una dama
y, por consiguiente, protegió sus oídos.
—Y su gato. —Ella se inclinó para levantar un bulto de piel en sus
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brazos.
Bajo la luz parpadeante, el gato gris pareció lanzarle una mirada
malévola desde el refugio del pecho de la dama.
—No tengo ningún gato —dijo con frialdad.
En respuesta, sus hoyuelos aparecieron en una sonrisa
desconcertante e indescifrable mientras acariciaba el gato hasta que
ronroneó.
—Si usted lo dice, milord... Debe ser un gato fantasma.
Confundido por la sonrisa encantadora e irritado por su respuesta
ilógica, Drogo luchaba por responder de manera racional. Recurrió a la
superioridad de su posición, asintió con la cabeza de manera
condescendiente y la condujo desde la suite al pasillo.
—Es un gato vagabundo que quedó atrapado aquí mientras perseguía
ratones. Deben haber sido sus maullidos los que oímos.
—Desde luego, milord —respondió de manera sumisa. Sin embargo,
no había nada de sumiso en sus hoyuelos danzarines.
Hubiera deseado besar la picardía que mostraban sus labios
sonrosados. No debería mirarle los labios. Con rigidez, Drogo cerró la
puerta de un golpe.
Dejó que las damas se divirtieran. Tenía cosas más importantes que
hacer. Por experiencia, sabía que acabaría en su cama tarde o temprano.
Siempre lo hacían. No creía que se debiera a que las mujeres lo
encontraran abrumadoramente atractivo, sino a que su riqueza y su título
superaban cualquier objeción a su carácter o su físico. Y debido a que
Sarah había hecho correr el rumor acerca de que él deseaba tener un
niño. Debió haberle retorcido el pescuezo hacía tiempo.
Drogo hizo un gesto con la cabeza de manera brusca y le soltó el
codo.
—Comunique mis disculpas, pero tengo trabajo que hacer. La veré
más tarde.
Se marchó a zancadas hacia los escondrijos solitarios de su torre.
Ninian negó con la cabeza mientras lo observaba marcharse. La
habitación que acababan de dejar olía a angustia y enfado, pero no
esperaba que un seguidor del naturalismo lo advirtiera.
Mientras se preguntaba qué hacía lord Ives en su torre solitaria,
Ninian descendió las escaleras dándole palmaditas al precioso gato. Su
abuela nunca le había permitido tener mascotas. No había necesidad de
inspirar más de lo necesario las supersticiones de los aldeanos. Sin
embargo, a ella le encantaban los animales.
El ronroneo sonoro del gato casi compensaba la descortesía del
señor.
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Podrías...
—No —declaró con firmeza—. No necesito niños cuando os tengo a
todos vosotros para luchar. ¿No has aprendido nada de los matrimonios de
nuestros padres?
Encogió sus hombros casi desnudos.
—¿Qué alternativas tenemos? Vivimos existencias costosas y no
podemos mantenernos sin tierra ni dinero. Tu madre es afortunada de que
los tribunales hayan obligado a tu padre a pagar su casa y los gastos. Y tú
eres afortunado de que haya caído muerto y te dejara su riqueza antes de
que envejecieras. La vida es una jugada, solo podemos elegir en qué juego
de azar apostar nuestro dinero.
—Muy filosófico, querida, pero este juego de azar está cerrado.
Encuentra otro.
Hacer una mueca hubiera arrugado su polvo, por lo que se decidió
por un gesto reflexivo de llevarse un dedo hacia los labios. Drogo valoraba
la representación, pero su paciencia se acababa. Había esperado un
puñado más natural de rizos rubios y labios rosados esa noche.
Drogo esperaba que la joven bruja no fuera tan interesada como
Sarah. La señorita Siddons parecía tener una mente adiestrable. Eso podía
resultar tan interesante como sus abundantes encantos.
—La familia no te dejará solo —le advirtió Sarah mientras se
levantaba del asiento con un crujido de las enaguas—. Puedes esconderte
tanto como desees pero, te guste o no, eres la cabeza oficial.
—Y los brazos y las manos —murmuró Drogo, y regresó a su
telescopio.
—Hombre cruel. —Le dio un beso en la mejilla y se retiró deslizándose
de la habitación.
Su perfume perduró en la torre hasta mucho después de su partida.
Drogo blasfemó por la distracción y miró fijo el cielo nocturno. Se
preguntaba por millonésima vez si había tomado la decisión correcta
cuando decidió no contraer matrimonio.
Parecía ser la única decisión racional que podía tomar. Recordaba
muy bien la conmoción y la angustia del día en que su padre había echado
del hogar a su madre, llorosa e histérica. Sus hermanos más pequeños
habían llorado día y noche después de su partida. Su padre se volvió un
alcohólico perdido. No le deseaba esa devastación emocional ni a su peor
enemigo.
Durante los años posteriores, tras observar a otras personas, a otros
matrimonios, había llegado a la conclusión de que la única manera en la
que un hombre y una mujer podían vivir juntos en algún tipo de armonía
era si tenían intereses e intelecto en común, evitaban escenas
emocionales y respetaban reglas definidas con claridad. En el mundo que
él habitaba, eso parecía casi imposible.
Por el bien de un heredero, había estado dispuesto a intentar lo
imposible, hasta que poco a poco se dio cuenta de dos cosas. Cuando sus
hermanos crecieran y se volvieran más maduros, se percataba de que
podrían aceptar su parte de responsabilidad, y comenzó a comprender
que, en verdad, no necesitaba un hijo como heredero. Sus hermanos
cumplirían bien con ese objetivo.
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Y puesto que aún tenía que tener algún bastardo por los que su
familia era famosa, se había vuelto evidente que nunca podría engendrar
un hijo. La única buena razón para contraer matrimonio era fecundar un
heredero legítimo.
Ergo, no necesitaba contraer matrimonio.
No podría evitarlo si la lógica no borraba el anhelo por el niño que no
podía tener, el niño que nunca había sido, el niño al que nunca abrazaría.
En todos los años que había mantenido a sus hermanos, no podía
recordar ni siquiera una vez haber tenido alguno en sus brazos.
—¿Qué hace? —exigió saber Drogo cuando entró a su alcoba en la
torre y la luz del día dejó ver con facilidad una silueta femenina
reconocible cerca de las ventanas. La había deseado la noche anterior, no
ahora.
La joven bruja se volvió. Esa mañana, de vuelta con su habitual
vestimenta de color apagado y su delantal, parecía estar acariciando un
gatito. Un gatito. Al mirar por segunda vez, localizó al gato gris de la
noche anterior sentado en su silla mientras lo observaba con una mirada
calculadora.
—Su gato inexistente al parecer ha tenido gatitos inexistentes. Estoy
acariciando a uno —le explicó con amable sinceridad, como si fuera un
idiota que no podía ver lo que estaba justo debajo de su nariz prominente.
No sabía si estaba más enfadado con ella por tratarlo como un idiota
en lugar de conde, o consigo mismo por desilusionarse debido a que no lo
había buscado la noche anterior.
—¿Ha venido aquí con algún propósito? —Con rapidez, se dirigió a
zancadas hacia el escritorio para buscar unos papeles para su
administrador.
—Sarah me envió para buscar un chal que dice haber olvidado aquí
anoche —Ninian creyó haber evitado bastante bien que la acusación
saliera de su voz, pero la mirada de complicidad del conde descartaba esa
teoría. Ella le dio la espalda y observó las plantas en la ventana. Sin duda,
no se veían saludables—. ¿Qué son?
—Hierba. —La brusca respuesta llegó justo por detrás de su hombro.
Intentó no dar un brinco por su proximidad, pero hizo una mueca ante
su respuesta típica.
—¿Ha estado experimentando cómo inundarla?
—No.
Creyó que acabaría allí, pero para su sorpresa, él levantó una
regadera.
—He traído esta agua desde el arroyo y la estoy utilizando en estas
macetas de aquí. —Señaló la hierba moribunda de un lado de la ventana
—. A las demás macetas las riego con agua del pozo.
El entusiasmo encendió pequeñas chispas en la piel de Ninian cuando
reconoció la importancia de su experimento.
—¿Entonces puede ver si en verdad es el agua del arroyo la que
causó la peste? —Solo tenía las enseñanzas de su abuela para guiarse,
pero ese hombre tenía mucha más erudición y conocimientos que ella, y
anhelaba adquirirlos.
—Sí, pero parecen estar igual de apestadas. —La indiferencia regresó
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a su voz.
—No, solo las ha regado por demás. No tienen aire ni sol aquí, por lo
que no pueden absorber tanto líquido. Les iría mejor en un invernadero,
con más luz solar y ventanas que se abran. —Introdujo un dedo en la
hierba regada con el agua apestada—. La tierra de estas macetas huele
peor.
—Quizás debería llevar las macetas afuera.
Esta vez creyó oír un naciente interés en su voz. Era difícil interpretar
los signos que daban las personas en palabras y gestos cuando solo
estaba acostumbrada a sentir lo que sentían, pero con ese hombre estaba
aprendiendo.
—Eso, o regarlas menos —convino ella.
—¿Desea ver lo que hice con su arroyo? —preguntó de manera
abrupta, mientras le extendía la mano.
Ella le miró la mano como si fuera la pata enguantada del mismo
demonio, pero con cautela, la aceptó.
—¿Ha encontrado la fuente del problema?
Su pulso latía debajo de los dedos de él, y Drogo se negó a dejarla
cuando ella lo soltó. Las mujeres rara vez le despertaban curiosidad. Esa lo
hacía. La mantendría cautiva hasta que hubiera analizado de manera
minuciosa la razón.
—No, pero creí que si filtraba el agua, podríamos detener cualquier
daño que estuviera causando el ácido. —Sus dedos fríos se calentaron en
los de él. De manera ociosa, mientras la llevaba hacia abajo, Drogo se
preguntaba cuánta intromisión le causaría alojar a la joven bruja en el
castillo y tomarla como amante mientras estuviera allí. No se le había
ofrecido aún, pero tal vez desconfiaba de su posición social.
—Habrá una tormenta esta noche.
El comentario irrelevante volvió a atraer la atención de Drogo hacia el
presente. Habían atravesado la sala y estaban de pie en la puerta con la
vista hacia los jardines lamentablemente mustios. Su compañera
observaba las densas nubes de arriba como si fuera lo único que
importaba a su alrededor. Quizás ella necesitaba que volviera a asegurarle
su interés. Él aún tenía que conocer una mujer libre que no se tentara con
la promesa de un título y riquezas.
—¿Le teme a las tormentas? —le preguntó con lo que esperaba que
fuera comprensible. Guardó la mano de ella en el doblez de su codo y la
condujo hacia el sendero que había hecho despejar hasta el arroyo. Con
los árboles cubiertos de hojas, nadie podía ver su marcha.
—Las tormentas tienen un propósito —aclaró ella de manera
enigmática, mientras pateaba las hojas del año anterior—. Aunque la
atracción apasionada del cielo hacia la tierra puede ser algo inquietante.
Drogo rio para sí mismo. La mente de ella podía tener un enfoque
retorcido, pero sabía que la seducía.
Una vez que estuvieron bajo la protección de los árboles, deslizó el
brazo alrededor de la espalda de ella y la acercó hacia él. Le resultó suave
y dócil en todos los lugares apropiados cuando él le rozó con delicadeza
los labios con los suyos, poniendo a prueba su aceptación. Se encendían
chispas en cada lugar que se tocaban.
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Capítulo 7
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Capítulo 8
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nuestro fantasma?
Practicaba beber a sorbos, solo para demostrar que sabía hacerlo.
Notaba que el vino en verdad hacía efecto en su temperatura corporal. Ya
no sentía el frío de la habitación. O tal vez fuera el calor de la mirada de él
en su escote mientras pasaba el dedo por el borde de la copa.
—Dado que no cree en la existencia del fantasma de la mujer —
respondió ella de modo cortante—, no creo que le interese mi opinión.
—Vale ya, no juzgues a Drogo con tanta dureza. —Sarah se inclinó y
le dio una palmadita en la mano que estaba apoyada sobre el mantel—.
Debe ver para creer, lo reconozco, pero no creo que sea un caso perdido.
Solo necesita a alguien que le haga ver con una mirada diferente.
Ninian retiró la mano y asió el pie de cristal de su copa.
—Le deseo buena suerte con esa tarea, milady.
Drogo rio.
—Os ha pillado, Sarah. Creo que habéis subestimado la perspicacia de
la señorita Siddons.
Los lacayos volvieron a llenar su copa mientras una criada retiraba el
plato de la sopa y un tercer sirviente servía el plato de verduras. Ninian
notó que el señor estaba más interesado por la calidad del vino que por la
comida que tenía en el plato. Había que reconocer que las patatas a la
crema tenían un poco de exceso de condimento, pero ella prefirió comer a
sumergirse en el vino.
Parecía extraño que no la callara como lo había hecho la noche
anterior. ¿Por qué la miraba de esa manera? Y, ¿eran gotas de sudor lo
que se formaba en su frente en ese aire húmedo? Su manera de asir la
copa parecía extrañamente tensa.
—Las joyas parecen ser algo que usaría Lydie —observó lord Ives
mientras Claudia y Sarah conversaban—. Son tentadoras, pero la verdad
es que no le sientan bien.
El tono ronco de su voz y la extraña intensidad de su mirada se
filtraban a través de su cuerpo hasta latir con rapidez por su sangre.
Sentía su propia piel tirante y febril.
Dado que ella no creía que las joyas, ni el vestido, ni esa compañía le
sentaran bien, Ninian se abstuvo de responder. No podía hacerlo. Su
cabeza giraba con demasiada indecisión. Cada vez era más consciente de
la atención de él, de la luz de la vela parpadeante, de la constante caída
de lluvia contra el tejado y las ventanas. Un relámpago restalló,
iluminando con ilusiones fantasmales la mesa adornada con candelabros,
y debió pestañear para no ver a otras personas y tiempos pasados en esa
sala.
Siempre había estado sensibilizada con el mundo y su esencia a su
alrededor, más que la mayoría de la gente. Por lo general, estaba del lado
de afuera, observando con melancolía como si ella fuera el público y todos
los demás, actores en escena.
Esa noche, se sentía como si en verdad fuera parte de la función.
Coincidía plenamente con las corrientes de aire, y las velas parpadeantes,
y los fantasmas que reían y bebían al otro lado de la longitud de la mesa
más allá de la luz de las velas.
Intentaba no incluir al hombre que estaba a su lado en el mundo que
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Capítulo 9
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que no creía poder detenerse. Según recordaba, era la primera vez que
actuaba solo por instinto, por instinto de supervivencia. Si no la poseía, sin
duda no sobreviviría. Ahuecó la mano en la pulpa de su seno y volvió a
acariciarlo, sentía una tensión en la entrepierna igual a la que ella debía
sentir en su útero.
—No es correcto... —protestó ella con debilidad. Sus pechos se
enrojecían ante su atención, y sus dedos se clavaron con más firmeza en
los hombros de él, desmintiendo su negativa.
Él encontró las cintas de la falda y las soltó. Sabía que había cosas
que debía decir, pero aún no podía formar las oraciones con lógica. Los
aros de alambre en sus caderas golpearon el suelo, llevando con ellos las
extensiones de seda.
Quedó helada cuando le quitó el suave linón de su vestido camisero y
ella quedó de pie y desnuda delante de él. La luz jugaba en su piel más
delicada que la crema, inmaculada, salvo por una bella marca donde el
muslo se juntaba con la cadera. Allí no había huecos, ni planos, ni ángulos
marcados, observaba con el gusto de un experto; solo curvas redondeadas
y una suavidad dúctil en la que un hombre podía extraviarse. Deslizó el
pulgar desde la curva de su pecho hasta la cintura, bajó hasta su cadera y
lo apoyó justo por encima de su monte. Con la mente confundida, se
concentró en la entrada acogedora entre sus piernas.
Ella intentaba cubrirse con las manos, pero él las asió y las separó
para observarla mejor.
—Exquisita —murmuró—. Ha nacido para algo mejor que los pastores.
—Mi abuela me mataría —susurró Ninian en una última protesta,
aunque sintió la fuerza de él que la atraía, y supo que las palabras eran
inútiles. Miles de quejas se amontonaban en su mente, pero no podía
pronunciar ninguna de ellas. Solo podía actuar como una criatura que se
guiaba por el instinto.
—Su abuela no lo sabrá a menos que dé fruto, y entonces sería la
abuela más feliz del reino. —Le soltó las muñecas para quitarse el abrigo
—. Todos saben que los hombres Ives solo engendran varones, por lo que
me vería moralmente obligado a contraer matrimonio con usted.
El chaleco cayó para unirse al abrigo, y Ninian miró a lord Ives con
asombro cuando se aflojó la chorrera. En mangas de camisa, el conde era
alto y de hombros anchos, sus músculos se tensaban debajo del delgado
lino. Cada centímetro arrogante de él gritaba nobleza y privilegio. Solo un
hombre acostumbrado a montar los caballos más veloces, que honraba los
salones más elegantes, que disfrutaba de juegos de ocio de tiro con arco y
pelea a puñetazos, podía desarrollar la gracia y la fuerza que él poseía.
Aquí no estaba el científico estudioso, sino el semental en la flor de la
vida, dispuesto y capaz de servir a cualquier yegua que acorralara.
Por otra parte, los comentarios burlescos con respecto a los hijos y el
matrimonio le resultaron más serios. Si debido a su unión engendraban un
niño, contraería matrimonio con ella, y una Malcolm volvería a ocupar el
castillo Malcolm. La aparición del fantasma parecía ser extrañamente
profética. ¿El fantasma de la mujer estaba advirtiéndole que no se uniera
a un Ives? Su abuela le había dicho que fuera fiel a sí misma y que evitara
a todos los Ives. Pero en ese mismo momento, ser fiel a sí misma
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esposa y niños hacía muchos años. El cinismo había llegado con los
acontecimientos del año anterior. Las mujeres harían cualquier cosa por
un título. Esa no le parecía que fuera mañosa, ni que estuviera
desesperada, pero tampoco lo había parecido la última.
Era más simple y productivo meterse de lleno en las matemáticas y la
astronomía que amaba que dejarse llevar por las dolorosas relaciones
humanas.
Pero solo por una noche, había vuelto a conocer la verdadera pasión.
Le daría las gracias por ello.
Y con el transcurso de las cosas, cuando se marchara de allí, como
sabía que debía, se aseguraría de que estuviera cuidada, como cuidaba de
todas las personas en su vida.
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Capítulo 10
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—No me lo ha hecho.
Para su asombro y profundo placer perdurable, ella dejó caer la
manta y de un paso se apartó de sus pliegues, bendiciéndolo con el
paisaje de sus firmes curvas cubiertas solo por la gasa.
—Aunque le advierto que no tendrá herederos de mi parte. Las
mujeres Malcolm solo engendramos niñas.
—Alguna vez debe haber habido un hombre Malcolm que le diera su
nombre. —El debate espurio sobre los hijos que aún no existían no tenía
importancia para él. Había asumido eso hacía mucho tiempo. No había
tenido tiempo de asumir los encantos de la bruja. Drogo alargó la mano
para cogerla, la apartó del suelo frío para que se pusieran de acuerdo,
mientras disfrutaba de su sensibilidad—. No grite que la violé cuando
llegue la mañana —le advirtió.
Ella envolvió sus brazos alrededor de su cuello y presionó los labios
con un beso que él le había enseñado; luego, agregó una picara lamida
propia.
—Siempre que usted no lo haga —afirmó ella.
Drogo rio por primera vez en meses y la llevó hasta abajo, a su
alcoba, donde pudiera plantarse entre suaves muslos, despreocupado por
las consecuencias.
Como una alumna entusiasta, respondía con presteza a sus lecciones.
Le enseñó tan bien, que en verdad se olvidó de las estrellas y se durmió.
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segura de cuál de ellas se había vuelto loca: las damas por idear ese
enredo, o ella misma por caer en él.
Se preguntaba qué historias había encontrado Sarah sobre las
mujeres Malcolm y si eran la razón por la que había buscado a Ninian. Sin
duda, cualquier leyenda relataba el desastre de la unión de los Ives con
las Malcolm. Sarah no podía ser tan miserable como para...
Ninian se detuvo de golpe bajo un serbal al borde de un claro que
nunca antes había cruzado. La luz del sol danzaba en un anillo de hadas
en la hierba cargada de rocío, y al sentir una presencia que no podía ver,
vaciló y sus dedos se clavaron en la corteza del serbal.
En el instante en que su mano tocó la corteza, algo se movió en su
interior, igual que lo había hecho lord Ives la noche anterior.
Con un grito entrecortado, soltó la corteza y con rapidez cubrió con la
mano el espacio entre sus caderas. Recordaba cómo lord Ives se había
arrodillado sobre ella la noche anterior, reclamándola como si fuera suya,
y murmuró con rapidez un conjuro de protección contra el mal. Sin duda,
no habían podido engendrar un hijo en una noche. Pero si lo habían
hecho... Su abuela había tenido razón sobre las hadas. Un espíritu
acababa de renacer dentro de ella.
Bajó la mirada hasta el lugar que protegía su mano. ¿Un bebé? Madre
de todos los santos...
«Una Malcolm», susurró el viento. «Mientras haya una Malcolm en
Wystan, habrá brujas Malcolm».
Lord Ives diría que eso era una locura supersticiosa. Era probable que
tuviera razón. Eran tiempos modernos; las hadas no existían. Sin embargo,
sintió lo que había sentido, y muy consciente de ello, bordeó el claro
fingiendo que el golpeteo en su vientre no era más que las secuelas de la
pasión de la noche anterior.
En verdad, había comido del fruto de la locura.
Su abuela le había dicho que negar sus instintos era negar su poder.
Pero la diferencia ente el instinto y el deseo era muy difícil de distinguir.
Quizás solo deseaba tanto tener un hijo que imaginó el toque del
hada. No obstante, el instinto también le indicaba que el desastre se
avecinaba. ¿Qué auguraba?
Preocupada, Ninian se apresuró a recorrer lo que quedaba. Los
desvíos alrededor de los restos desparramados por la tormenta le llevaron
más tiempo de lo que había previsto, incluso al tomar por el atajo. Era
entrada la tarde cuando llegó a la amada cerca de su jardín. Frunció el
entrecejo al ver las varas de los rosales rotas y el lugar en el que el viejo
roble había perdido una rama y esta había destruido un poste de la cerca.
A salvo en el interior de los muros sólidos, no se había notado la severidad
de la tormenta. Un roble roto era un mal presagio.
Asustada por un aullido frenético del viento, Ninian traspasó con prisa
la puerta y entró a la cabaña. Todo parecía tranquilo.
Su mirada cayó en el libro de cuentos que estaba sobre la mesa de la
sala. Sus páginas se abrieron con lentitud con una corriente misteriosa.
Cuando las miró, se abrieron y quedaron quietas. Pudo haber jurado que
había dejado el libro cerrado. Con inquietud, leyó la página:
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Capítulo 11
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—El pueblo —se ahogó—, soy responsable. Debo ayudar. —La palabra
se quebró en un sollozo.
No la abrazó, era probable que no supiera dar abrazos de compasión.
Solo bajó la mirada hada su rostro manchado de lágrimas y la adentró aún
más en las sombras, hacia la cabaña.
—Yo me encargaré de ellos —dijo con total certeza, como si ella
debiera haberlo sabido.
Y para su asombro, Ninian finalmente miró a través de su velo de
tristeza para ver que era eso lo que estaba haciendo. Desde las sombras,
aparecieron unos hombres cargando palas, azadas y horcas. En el prado
del pueblo, el administrador del conde dirigía a los trabajadores hacia los
animales muertos y las zanjas de desagüe crecidas. Otros, que llevaban
escaleras y paja, se doblegaban cuando el conde pasaba, intercambiaban
breves comentarios acerca de cuáles eran las siguientes casas que
necesitaban reparación.
No la necesitaban a ella. Tal vez nunca la habían necesitado. Su
mente giraba en blanco ante el golpe. El conde podía darles lo que ella no
podía.
Drogo se detuvo para corregir la manera en la que desviaban la
zanja; miraba con aire pensativo hacia dónde verter el agua desde el
bosque y hacia el pueblo por un nuevo cauce del arroyo. Luego cogió a
Ninian del brazo y la condujo hacia adelante. Demasiado aturdida como
para aceptar por completo su descenso de categoría a inútil, no se negó a
que la guiara. Era un Ives. Y los aldeanos seguían al extraño, no a la
Malcolm que había vivido tanto tiempo con ellos. No podía pensar más allá
de ese increíble obstáculo.
Para la extenuada sorpresa de Ninian, Sarah los esperaba en la
cocina.
—He recogido sus cosas —le dijo a él—. Con la misma seguridad que
creo que este lugar es pintoresco y encantador, no deseo permanecer
aquí. El fantasma lloraba cuando me marché. Claudia está desesperada y
Lydie jura que el bebé llegará en cualquier momento.
—Vendrás con nosotros —le ordenó el conde a Ninian, dejando claro
que esperaba no discutir mientras la llevaba hacia la puerta.
Ninian sabía que debería resistirse. Su abuela hubiera deseado que
permaneciera allí, que atendiera el jardín y encontrara algún medio para
ayudar al pueblo. Según sabía, ese era su lugar en el mundo.
No obstante, su abuela la había dejado allí sola, y el pueblo no la
quería.
Por el momento, no podía reunir el valor ni el espíritu para pelear.
Siempre había creído que la amistad funcionaba de ambas partes, pero al
parecer, nadie la quería excepto cuando les resultaba útil. Ahora no era
útil. No para el pueblo. Tal vez, nunca lo había sido. Quizás sus talentos
solo eran producto de la imaginación de su abuela y de su propio orgullo.
En silencio, Ninian siguió al conde y a Sarah al salir de la cabaña. En
el castillo la necesitaban. Tal vez en algunas semanas, las cosas volvieran
a la normalidad y pudiera regresar de nuevo a su hogar y a su jardín. Tal
vez entonces vería las cosas con más claridad.
Sin mirar las varas rotas de los rosales de su jardín, cerró la puerta de
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Capítulo 12
Ninian despertó con la luz del día que entraba a raudales por las
ventanas. Durante un breve instante, abrigó la idea de que había soñado
aquellos últimos días, o quizá solo su extraño encuentro con lord Ives la
noche anterior. Al tiempo que se forzaba por salir de la cama en búsqueda
de comida, a sabiendas de que ya no era en su propio lecho donde
dormía, aceptó a regañadientes que todo había sido muy real, y ahora
debía decidir qué hacer con el resto de su vida.
Podía regresar a su cabaña, criar gatos y plantar hierbas que nadie
emplearía nunca, y así convertirse en la anciana bruja que los aldeanos
esperaban que se volviera. Sola.
Incapaz de aceptar aquel futuro de abandono todavía, buscó a
aquellas mujeres en el mismo lugar que el día anterior, o al menos dos de
ellas esperarían allí. Sarah tenía un inmenso mamotreto atestado de polvo
sobre la mesa frente a ella, en tanto que Claudia se hallaba bordando el
dobladillo de un camisón perteneciente a un niño.
Sarah alzó la vista de la lectura e hizo un gesto en dirección a la silla
que se hallaba vacía.
—Drogo acaba de salir. Ha ido a rescatar a mi hermano Joseph de
Newgate. Sírvete un pastelillo. La mermelada es una delicia.
Sin estar segura de si sentir alivio o no por la noticia de la partida del
conde, Ninian tomó asiento en la silla que se le había indicado y aceptó
una taza de té.
—¿Joseph? ¿Es un Ives? —Según la leyenda, debía tenerse cuidado
con ellos. ¿Cuántos eran?
Sarah sonrió.
—Un Ives bastardo, pero todos crecimos juntos.
Ninian no tenía la certeza de hallarse preparada para tanta
información relativa a la inmoralidad de los estratos sociales más
elevados. Untó un pastelillo con mantequilla para evitar discurrir nada con
demasiada profundidad. El dolor se hallaba solo a un pensamiento de
distancia.
—¿Puedo preguntar cuántos son? —Quizá pudiera hacerse de datos
suficientes como para mantenerse informada. En verdad, si supiera más
acerca de aquella gente, tal vez no les temería tanto. Ante el recuerdo de
su diatriba contra el conde la noche anterior, volvió a pensar. Quizá sí
debería sentir miedo. No tenía la certeza de que sacaran a la luz lo mejor
de ella.
Sarah arrugó el entrecejo, pensativa.
—Bueno, Drogo es el mayor de los hijos legítimos, por supuesto, dado
que ha heredado los títulos de su padre. Dunstan es quien le sigue. Él se
encarga de administrar la finca Ives. Ewen es el tercero. Creo que debió
ser en ese momento cuando la pobre lady Ives decidió que no podía dar
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Los gatos la seguían tanto como Sarah. Ninian adoraba la facilidad con la
que demostraban aceptación. Eran criaturas egoístas que solo
necesitaban que las alimentaran—. Esa debería ser decisión de Lydie, no
suya.
—Lydie es joven y demasiado estúpida como para saber qué le
conviene. Ningún hombre la aceptará con un bastardo. Puede quedarse
con la niña y padecer hambre en las calles, o puede brindarle un buen
hogar y comenzar una nueva vida para ella, una vida segura, con un
hombre que pueda llegar a amarla.
Ninian se sentó sobre sus talones y se limpió la suciedad de las
manos.
—Los hombres no son la solución para todo. ¿Acaso lord Ives
amenaza con echarla del castillo?
Sarah se encogió de hombros.
—Drogo nunca amenaza a nadie. Pero sus padres pueden ocasionar
un escándalo si descubren que está protegiéndola.
Ninian levantó la cabeza para mirarla.
—¿Y usted hará lo que sea para proteger a Drogo?
Sarah pareció enfadada.
—Ves demasiado. Ahora date prisa. Puede que Claudia ya haya
encontrado ese volumen de la historia familiar.
Ninian nunca señaló que, si poseía algún don para ver, no le había
ayudado con el pueblo. Lord Ives había enviado el dinero y las
herramientas para la reconstrucción, pero los aldeanos continuaban
dándole la espalda, el arroyo continuaba haciendo daño y no se hallaba
cerca de solucionar ninguno de sus problemas. Era ciertamente un fracaso
como bruja.
Sin embargo, en los últimos tiempos había tenido motivos para
sospechar que tenía mucho más éxito con algunas cosas que con otras.
Habían transcurrido dos meses desde su noche con lord Ives.
Su abuela había dicho siempre que las mujeres Malcolm eran fértiles.
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Capítulo 13
Agosto, 1750
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plantas que Ninian tocaba. ¿Cómo lograba que las plantas florecieran con
aquella luz?
Sacudiendo la cabeza, Drogo regresó al foco de su atención. Si existía
alguna posibilidad de que Ninian llevara en su vientre a su heredero, debía
hacer que lo verificara un médico reputado inmediatamente. Haría todo lo
que fuera necesario para lograrlo.
—No puedes dar a luz a un hijo sola —dijo en búsqueda de una
apertura en sus defensas—. ¿Tienes otros familiares a quienes acudir?
Drogo supuso que, si aquello terminaba en matrimonio, debía saber a
quién invitar. La idea de contraer matrimonio con una lunática, de hallarse
posiblemente emparentado con una familia de trastornados, lo hada
vacilar. Pero se había prometido no hacer lo que había hecho su padre.
Cualquier hijo que tuviera llevaría su nombre, sin importar quién fuera su
madre.
—Mis tías —respondió Ninian de manera despreocupada—. Pero no
las necesito. Estaré bien aquí. Cuento con un fondo de fideicomiso.
—Si contraemos matrimonio, tendrás más que un fondo de
fideicomiso —la embaucó sin piedad—. Puedes tener todo el Castillo
Wystan y más. Pero debes venir a Londres primero.
—No —respondió Ninian suavemente—. No puedo.
Drogo llevaba días sin dormir, había desgastado los extremos
desgarrados de la esperanza y la desesperación hasta consumirlos, y su
paciencia poco a poco daba lugar a su terquedad.
—No podemos contraer matrimonio aquí. No hay iglesia.
—Yo no necesito un esposo —expresó con indiferencia—. Supongo
que debías saber que concebimos una criatura. —Ninian dudó y luego
continuó con gran reticencia—. Y supongo que no podré discutir si insistes
en darle un nombre, porque sería en su propio beneficio. Pero no podría
ser un matrimonio de verdad. Si continuaras insistiendo con esta idea
absurda, podemos hacerlo cruzando la frontera en Escocia, está a solo
unas cuantas millas de distancia y no se requiere iglesia.
—No permitiré a los abogados roer las fincas cuando muera mientras
mis hermanos discuten la legitimidad de mi hijo a causa de una boda
pagana —exclamó con frustración—. Será en Londres y en una iglesia,
frente a todos los testigos de la familia, como corresponde a un conde.
Ninian encorvó los hombros.
—No será varón. Estás condenado a la decepción si ese es tu deseo.
—He estado condenado a la decepción toda mi vida. —Refunfuñando,
volvió a pasearse por la habitación, al tiempo que batallaba contra un
pánico punzante—. Si partimos ahora, podemos llegar a Londres antes del
fin de semana.
Ninian se volvió, y la desolación presente en sus ojos casi agrietó el
duro corazón de Drogo en dos. De repente, ya no parecía una criatura
indefensa, sino una mujer que sabía demasiado de los oscuros secretos de
la vida.
—Soy una bruja y al parecer, no muy buena. ¿Por qué me tomarías
por esposa?
Drogo pensó que aquello podría ser una prueba de algún tipo. No
podía ver ninguna otra razón lógica para una pregunta tan ilógica. De
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Capítulo 14
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que tendría que sujetarla a la cama, pero le había prometido un paseo por
los jardines de recreo y una visita a la costurera a fin de ordenar el ajuar
para el bebé. Por su parte, Sarah le había dicho garantías al oído hasta
que finalmente capituló. Era verdaderamente bueno que no prefiriera oro
ni joyas, puesto que estaría en bancarrota en pocas semanas. Drogo
odiaba hallarse a merced de esta o de cualquier otra hembra
impredecible.
Entonces, percibió lo que casi con seguridad era la risita de Ninian
desde detrás de la puerta. Nunca la había oído reírse así. Demonios, de
hecho nunca la había oído reír, pero ya sabía que tenía más estados de
ánimo que todos sus hermanos juntos. Justo lo que no necesitaba como
esposa: un arsenal emocional.
Como esposa. Si todo salía bien. Sin deseos de enfrentar aquel
obstáculo todavía, Drogo volvió a desgastar la alfombra. ¿Era acaso una
buena señal que estuviera riéndose y no arrojándole cosas al médico a la
cabeza? Supuso que en realidad no importaba. Podía manejar cualquier
idiosincrasia femenina tanto como las maquinaciones de sus hermanos.
Las personas eran personas, se tranquilizó. Encontraría aquello que la
hiciera feliz, ella se ocuparía de sus quehaceres y él podría retornar a los
suyos. Se trataría de un trastorno menor considerando otros que había
tenido que afrontar en su vida.
En el caso de que estuviera embarazada.
Maldiciéndose por esperanzarse, sin comprender por qué tenía
esperanzas, Drogó se colocó frente a la puerta tan pronto como oyó los
sonidos de una salida inminente. Inclinado con un hombro contra la pared
y con los brazos cruzados, buscó adoptar una postura despreocupada
cuando el médico salió, cerrando la puerta detrás de él.
Este último sonrió satisfecho.
—Felicidades, milord. Está a punto de ser padre.
Los pulmones de Drogo se quedaron sin aire. Su corazón se detuvo.
Sus rodillas se desplomaron. La pared era todo lo que lo mantenía erguido.
Se quedó con la mirada fija en la mano extendida del médico durante un
eterno instante antes de recuperarse y estrechársela con fervor, al tiempo
que aceptaba la por demás conocida palmada en el brazo de aquel
hombre mayor que él.
Mientras contemplaba con ansiedad la puerta cerrada, Drogo dejó
que el médico encontrara la salida por sí mismo. El corazón le latía con
tanta fuerza que pensó que se le desprendería del pecho. Se ajustó el
pañuelo que llevaba al cuello, se remangó los puños de la chaqueta y
abrió la puerta con cuidado.
Al verlo, Ninian estalló en un vendaval de risas.
Sarah se le unió en su carácter de obvia partícipe de la conspiración.
Contrariado, Drogo les dirigió una mirada de odio a ambas. Ninian
llevaba puesto un ligero camisón que Sarah le había prestado para la
ocasión. Sus rizos dorados caían como una cascada sobre la ropa de
cama, pero no había nada aniñado en la muchacha que se reclinaba
contra las almohadas. Representaba a cada mujer seductora que hubiera
sido retratada en una obra literaria o de arte. Era dueña de una mirada
cómplice con la que podía ver directamente en el alma de un hombre y de
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una provocativa sonrisa enmarcada por gruesos labios que le decía que
era capaz de hacer realidad todos sus secretos deseos. Asimismo, poseía
unos ojos tan azules e inocentes que podía jurar que nunca lo había
llevado a su cama o desplegado sus piernas para él.
Tuvo una visión momentánea de aquellas piernas torneadas
desplegadas sobre su lecho y casi se desvanece a causa del torrente de
sangre en su ingle.
—Parece que has logrado lo que otras no pudieron —dijo con
sequedad mientras se aproximaba a la cama con recelo.
Aquello produjo otro vendaval de carcajadas.
Drogo permaneció junto al borde del lecho, contemplando a la
misteriosa mujer que se transformaría en su esposa a pesar de todas sus
protestas, y se preguntó qué demonios había hecho.
—¿Puedo escuchar cuál es la broma?
Todavía riéndose, Ninian se mordió los labios y sacudió la cabeza en
señal de que todavía no podía hablar. Dominando su paciencia, Drogo se
sentó en el borde de la inmensa cama. Tendría que cruzar las mantas para
estrangularla, conjeturó. Era más sencillo esperar.
Sarah le ofreció a Ninian un sorbo de agua y esta lo aceptó
agradecida. Hipó una sola vez, y luego, recuperó la calma. Drogo pensó
que casi cualquier otra mujer en el mundo estaría observándolo dubitativa
en aquel momento, sopesando las ventajas de sus riquezas y título y su
apariencia. Sabía que el suyo no era un semblante bonito, de esos por los
que las damas se desvanecían, a menos que fuera a causa del miedo. Sus
espantosas cejas y su oscura tez resultaban suficientes para ubicarlo más
cerca de un gitano que de un conde. El marcado perfil de su nariz y los
cuadrados ángulos de su mandíbula, sin mencionar su condenada altura,
le otorgaban una apariencia temible, que había empleado de manera
bastante exitosa para asustar a sus hermanos y así, lograr que se
comportaran.
Su futura esposa —que no estaba asustada en lo más mínimo— le
confirió una enorme sonrisa.
—Eso ha sido bastante edificante.
Drogo le dirigió a Sarah una mirada feroz. Esta se puso de pie
rápidamente y se pasó las manos por el vestido para quitarle las arrugas.
—Les dejo solos ahora para... que discutan la boda. —Sarah salió de
la habitación enseguida, cerrando la puerta con firmeza.
Drogo volvió sus ojos hacia Ninian, intentando que estos preguntaran
lo que él no preguntaría.
Ninian suspiró.
—¿Alguna vez sonríes?
—Todavía no has conocido a mis hermanos —respondió gravemente
—. Una sonrisa no es la reacción general ante lo que sucede en esta casa.
—Entonces esperó.
Ninian hizo una mueca.
—De verdad no querrás oír el motivo de nuestras risas —le advirtió—.
No te hará feliz en lo más mínimo.
—¿Por qué no me sorprende? —Relajándose, se inclinó hacia atrás
sobre una mano—. Sin embargo, prefiero saber a ignorar. Déjame oírlo.
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Capítulo 15
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Esa era la primera vez que Drogo escuchaba algo de eso. No estaba
seguro de si estaba de acuerdo en que una mujer poseyera sus propios
fondos, en especial una con la mente tan confundida como ella. Sin
embargo, no necesitaba sus centavos, y en parte, disfrutaba de la manera
en que ostentaba de su dinero frente al rostro del padre. Solo que no
deseaba que la escena se convirtiese en histeria.
—Creo que, quizás, querida mía —interrumpió con cautela—, tu padre
simplemente desea asegurarse de que el matrimonio fuera lo que tenía en
mente cuando te traje aquí.
Por encima del hombro, ella le echó una mirada de irritación que no
mostraba ninguna confusión.
—Mi padre siempre está escaso de fondos, aunque supongo que
puedo darle crédito por no intentar venderme, de hecho.
—¡Ninian! —gritó el vizconde, escandalizado otra vez.
—La boda entre miembros de la aristocracia es una manera de
intercambio monetario —le aclaró Drogo a ella, calmando el humor del
viejo hombre. Ninian se veía más divertida que irritada ante su generosa
interpretación—. Quizás, querida, si nos disculpas, pueda asegurarle a tu
padre que soy un hombre honorable.
—Sería interesante saber cuánto valgo, milord. Pero recuerda,
mientras regateas, que únicamente puedo engendrar hijas, que soy una
bruja, aunque él lo niegue, y que no tengo intenciones de contraer
matrimonio —diciendo esto último con bastante énfasis, antes de
escabullirse de sus manos y salir por la puerta, llevándose la luz del sol
tras ella.
Drogo volvió a hundirse en la silla. El vizconde se secó la frente con
un amplio pañuelo. El débil aroma a rosas y pino aún flotaba entre ellos,
junto con la imagen de dorados rizos y burla femenina. Drogo creyó tener
una nueva definición para «bruja» ahora. La maldita mujer podía leer la
mente.
—Le deseo lo mejor junto a ella, milord —dijo el vizconde, con
pesadez, hundiéndose en la silla de cuero sin ser invitado—. Su madre era
una delicia, una pura delicia. La mujer más hermosa, con la naturaleza
más dulce, que haya conocido jamás. Pero esas viejas chillonas que ella
llama familia... —Se estremeció ante el recuerdo.
—Ninian es una muchacha excepcional. —Drogo creyó que era
adecuado defender a la potencial madre de su hijo, incluso cuando
estuviera tan loca como el padre. También creyó oportuno averiguar más
—. ¿Ella mencionó unas tías...? —Descubrir a un vizconde en el árbol
genealógico ya había sido sorpresa suficiente. Había tardado mucho en
comenzar a investigar a la novia en potencia. Corregiría eso
inmediatamente.
Mascullando, el vizconde se guardó con violencia el pañuelo otra vez
en el bolsillo y echó una maldición cuando el extremo de la costura se
rompió.
—Persephone, mi esposa, era la más joven, por lo que no les
importaba si ella contraía matrimonio con un simple vizconde —explicó,
menospreciándose—. Sin embargo, Stella y Hermione... —Puso los ojos en
blanco—. Stella es la duquesa de Mainwaring. Hermione es la marquesa de
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con sarcasmo, al tiempo que un gatito se bajó de una silla de un salto para
enroscarse alrededor de sus tobillos—. Hemos enviado a alguien en busca
del abogado de tu abuela para determinar la legalidad del fideicomiso. No
tienes por qué preocuparte. El dinero seguirá siendo tuyo, sin importar lo
que decidamos. No lo necesito.
Con la mirada fija en las curvas voluptuosas dibujadas contra la
ventana, Drogo la deseó con una urgencia tan potente que estuvo a punto
de atravesar la habitación y arrastrarla de donde estaba. Si tenía que
contraer matrimonio con ella de todos modos, ¿qué diferencia había si
llevaba su hijo o no?
Porque ella sabía tan bien como él mismo que nunca confiaría en
Ninian fuera del alcance de su vista hasta que supiese con seguridad que
llevaba su semilla, y eso podía significar mantenerle prisionera por
siempre allí si se acostaba con ella ahora. Ya le había perjudicado lo
suficiente.
Ninian bajó de la silla por voluntad propia. Apenas podía discernir la
figura de la mujer contra la debilitada luz de la luna, pero estaba redonda
en todas las partes que deseaba, curvada en todos los lugares que quería
sujetar. Como una diosa pagana de la fertilidad, exudaba sensualidad, y él
se sentía atraído por ella como un hombre condenado por la libertad.
—¿Debo confiar en tu palabra como tú confías en la mía? —preguntó
ella, con dulzura.
Ella le tenía allí. No encendió la vela, pero admiraba el brillo trémulo
de un rizo dorado.
—Aprenderemos. Soy un hombre paciente.
Ella rio suavemente; una brisa de hada más que un sonido humano.
—Eres un hombre testarudo. Quizás no pueda leerte como leo a otros,
pero eso lo tengo claro.
Sería su esposa. No sabía qué debía esperar de una. Ciertamente no
sabía qué esperar de una tan tocada como esa. En un instante, brillaba
con la seducción bañada en luz de luna; al segundo siguiente, le
molestaba como una niña. Había visto sus lágrimas y había oído su risa.
Con cautela, permaneció donde estaba.
—He notado que cumplo mejor mis objetivos cuando no cedo ni un
centímetro —admitió él.
—Parece que has continuado con testarudez con los intentos hasta
que encontraste a la mujer adecuada —admitió ella. Estaba de pie, al
alcance de su mano, tentándole—. Sí, serás padre el año próximo, lo
prometo. Pero eso no cambia nada. Sigo siendo bruja, y mi lugar está en
Wystan. Debo regresar.
—Una cosa después de otra, hija de la luna —contestó con tono
grave, manteniendo la distancia y prometiéndole nada.
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Capítulo 16
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muy vigoroso.
Extendió la mano con la maqueta a escala de una mansión
palladiana.
—Es tan adorable...
Él tomó la maqueta y la llevó bajo la débil luz que entraba por la
ventana.
—Son muy fáciles de hacer. La mayoría son copias. Quiero diseñar
edificios propios. —Como si se hubiera dado cuenta de su propia
descortesía, bajó la mano que sostenía el modelo—. Soy Joseph, el mayor
de los hermanos bastardos.
Ninian parpadeó de sorpresa ante tan rotunda presentación.
Comenzaba a creer que el peligro de los hombres Ives era su poder para
transformar a las mujeres Malcolm en títeres atónitos. Asintió con
indecisión en expresión de saludo.
—Soy Ninian Siddons. —No se atrevió a presentarse como una bruja,
aunque el valor de la sorpresa parecía relevante.
—Lo sé. Sarah nos lo ha dicho. —Colocó el modelo sobre una mesa—.
Las mujeres no duran mucho en esta familia. Mi madre se niega a vivir
aquí. La madre de Drogo se marchó hace mucho tiempo.
El expresivo gesto de Ninian asimiló la lúgubre habitación y una
planta moribunda en una maceta.
—No puedo imaginarme por qué. Creí que el arpa con las teclas de
clavicordio era muy ingenioso, y estoy segura de que el artilugio en la sala
tiene un uso excelente.
Joseph luchó contra una incipiente sonrisa al recorrer el lugar con la
mirada y ver el caos de modelos de juguete que transformaba a los sofás
y a las sillas en algo inútil.
—Ewen quería aumentar el sonido del arpa y William creyó que podía
acelerar el proceso de servir las comidas con el artefacto. Prefiero
construir objetos que destruirlos.
Ella asintió con un movimiento de cabeza, como si le comprendiera
por completo.
—Una excelente filosofía, estoy segura, dado el estado de los objetos
por aquí. —No recordaba que Sarah hubiera mencionado a ningún William,
pero si todos los hermanos eran así de imaginativos, quizás uno de ellos
podría echar un poco de luz al dilema del arroyo sucio—. ¿William? —
preguntó.
Avergonzado, Joseph se encogió de hombros.
—Hum, nuestro hermanastro por el lado de la lechera.
Ninian pensó que esa información era más de lo que necesitaba saber
y cambió de tema.
—¿Hay sirvientes o alguien los está construyendo también?
—Drogo amenazó con repudiar al próximo de nosotros que intentara
hacer un sirviente mejor. En general, se mantienen alejados de nosotros.
¿Juegas a las cartas?
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Capítulo 17
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pequeñas dosis sería mucho menos abrumador que acechando cada uno
de sus movimientos. Solamente debía ser firme, como no lo había sido en
el pasado.
Hermione echó una mirada por la ventana, y el pálido, delicado
entrecejo se le arrugó por lo que vio debajo.
—Ese debe ser un Ives llegando ahora. No se ve feliz, querida. Has
estado aislada demasiado tiempo y simplemente no tienes idea de en qué
clase de familia te estás metiendo.
Ninian podía sentir cómo se gestaban los nubarrones de ira cuando el
mayordomo contestó a los golpes de la puerta principal. No había
conocido a ese Ives en particular. La tía Hermie tenía razón.
Definitivamente, no estaba nada feliz.
—No presiento ningún peligro, tía Hermione. Sé que los hermanos de
Drogo son un poco ásperos, pero son jóvenes bastante interesantes.
¿Podría en verdad tener algo de malo conocerles un poco mejor?
Hermione le observó con curiosidad.
—Stella lleva las riendas porque es la mayor, pero nuestra madre te
eligió a ti para seguirle los pasos. Tú eres la única con las mismas
habilidades. ¿Es esto lo que habría elegido para ti? ¿Qué hay de Wystan?
¿No te necesitan allí?
Ninian escondió la incomodidad que sentía al espiar por la ventana.
Aparentemente, el visitante había ingresado pero no había preguntado por
ella. No tenía necesidad de bajar y saludarle. En cambio, tenía que
regresar a la sala y acicalarse en preparación para el banquete de bodas.
—Creo que, durante un tiempo, debo aprender acerca de otra gente y
otros lugares, tía Hermie —dijo ella lentamente, buscándole la salida a ese
laberinto de lógica sin mucha habilidad—. El pueblo de Wystan ha acudido
a Drogo, no a mí. Debe haber una razón. Y quizás, si me marcho por un
tiempo, se habrán olvidado de los prejuicios para cuando regrese.
Hermione suspiró, se enroscó el pañuelo de seda rosado alrededor del
cuello y dio unos golpecitos sobre el hombro de Ninian.
—Pues bien, siempre pensé que eras demasiado inteligente para
acabar enterrada viva en Wystan. Quizás tengas razón, querida. Solo
quería que supieras que tú y ese bebé siempre tendréis un hogar con
nosotras, sea lo que fuera que decidas. Si algo aprendimos de esa vieja
historia al menos, es que las mujeres Malcolm deben cuidarse unas a
otras.
—Debo hacer un nuevo perfume para ti —concluyó Hermione con voz
más firme—. Ya has crecido demasiado para seguir con el viejo.
Se marchó deprisa, dejando a Ninian observando la calle esperando la
llegada de Drogo.
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bebé, y ese asunto aún es discutible, podría bien ser una mujer. No
quedes como un estúpido hasta que sea necesario.
—Habrá un bebé. Tarde o temprano, siempre hay un bebé. Las
mujeres se encargan de esas cosas. —Dunstan bebió el resto del licor y
extendió el brazo para alcanzar el decantador.
Drogo se lo quitó de su alcance.
—¿Problemas en casa?
Dunstan le fulminó con la mirada.
—No te interesa. Has sufrido la confabulación femenina en carne
propia antes y has salido ileso. Esta debe ser taimada.
Drogo pensó en aquello, haciendo rebotar el abrecartas contra la
madera al hacerlo.
—No. Tendrás que conocerla. Debo reconocer que no es la mujer
simplona que se empeña por representar, pero no es taimada. Si alguien
es el cerebro aquí, esa persona es Sarah. Ninian... —Echó una mirada
sobre el hombro en dirección a la planta—. Bueno, Ninian hace crecer
cosas.
Dunstan rio con un hipo medio ebrio.
—¿En el vientre, verdad?
Con calma, Drogo arrojó la afilada hoja de acero del abrecartas hacia
el estante detrás de la cabeza de Duncan. El mango tronó con la fuerza
del impacto.
Dunstan se despejó inmediatamente y levantó una mano en señal de
rendición.
—Lo lamento. Sin embargo, no me estás haciendo la vida más fácil.
Drogo tamborileó los dedos contra el escritorio y dio un nuevo sorbo
al brandy.
—El título no significa nada para ti, ¿verdad?
Dunstan encogió sus escarpados hombros.
—Quizás no para mí, pero sí para mi esposa, y para los hijos que
tengamos.
—¿Celia está encinta?
Dunstan se vio incómodo.
—No. —Fulminó con la mirada las cejas enarcadas de Drogo—. Es
Celia, no yo. Lo sabes.
Lo sabía. Drogo se reclinó hacia atrás en la silla y apoyó los pies sobre
el escritorio. Dunstan había estado perdidamente enamorado de una de
las sirvientas en su juventud. Había estado soportando los resultados
durante años. Los hombres Ives no tenían inconvenientes en engendrar
hijos. La mayoría de sus problemas radicaban en engendrar hijos
legítimos.
—Puedo encargarme de que obtengas la propiedad del campo de por
vida —concedió Drogo—. Puedes utilizar tu porción de las ganancias para
invertir en tierras para tus hijos.
—Celia preferiría invertir en una casa urbana en Londres —respondió
Dunstan con tristeza—. No tienes idea de cómo las esposas pueden
convertir tu paz en un infierno. La tuya probablemente quiera la propiedad
del campo, una casa nueva en la ciudad y un guardarropa adecuado para
una reina. No quedará nada para el resto de nosotros.
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Capítulo 18
Septiembre.
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el libro contra el pecho y luchó por encontrar las palabras para lograr que
él pudiera entenderlo. De repente, fue importante que ese hombre que
tomaría como esposo comprendiera quién y qué era ella—. Engendramos
un bebé en una noche. ¿No es eso una clase de magia?
Drogo se sentó apoyado sobre los cojines y le acunó contra el
hombro, acariciándole el cabello. Nunca contestaba sin pensar
cuidadosamente la respuesta, pero ella deseaba poder seguirle el hilo del
pensamiento en ese momento.
—Como has dicho, lo que hicimos engendra bebés —dijo lentamente
—, pero supongo que, si quieres llamar magia al éxito de las
manipulaciones de Sarah, entonces fue mágico que nos descubriéramos el
uno al otro.
Ninian debería haberse sentido satisfecha con aquello, pero no fue
así. Sabía que él no aceptaba por completo lo que significaba para ella ser
una Malcolm.
—¿Es tan difícil de creer que tengo poderes que otros no tienen?
Le besó la frente y le acarició el lugar donde estaba tendido su bebé.
—Serás mi esposa, condesa de Ives, madre de mi hijo. ¿No es
suficiente?
—No. Decir eso y decir que soy tu mesa o tu silla es lo mismo. Ser
una posesión no tiene sentido. Debo ser quien soy, y soy la sanadora
Malcolm, lo primero de todo. Si no puedes aceptar esto, entonces será
mejor que reconsideres nuestro matrimonio antes de que sea demasiado
tarde.
—Ya es demasiado tarde. —Le quitó el libro y lo dejó a un lado—.
Puedes ponerte el nombre que quieras, pero la gente te llamará condesa.
No es un puesto fácil de cubrir. —La mano acarició más arriba, llenándola
con la suave carne. —Haré lo que pueda para ayudar, pero como he dicho,
no estaba preparado para tener una esposa. Aprenderemos juntos.
Cuando él la besó y la llevó a la rendición una vez más, Ninian
recordó por qué había caído en la esclavitud de ese hombre. No solo
poseía las tentaciones del diablo, sino que tenía una mente abierta que no
la excluía como lo habían hecho tantos otros. Ella podía aceptar eso, por
ahora, como su cuerpo le aceptaba a él.
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árboles!
Ninian se estremeció cuando todos los ojos oscuros giraron
inquisidores hacia ella. Se aclaró la garganta.
—Las Malcolm usualmente contraemos matrimonio en el bosque. Mis
tías se han adaptado a los tiempos que corren.
—¿Hay algo más que deba saber antes de que entremos? —preguntó
Drogo con ese tono desapasionado que tan bien conocía ella.
Probablemente le debería haber advertido antes, pero rara vez
pasaban mucho tiempo conversando. Se sentía un poco culpable por no
haberle explicado nada acerca de su familia con un poco más de
profundidad.
—¿Hay algo que pudiera hacerte cambiar de opinión respecto a llevar
esto adelante? —le preguntó con más cinismo que ansiedad.
Drogo no lo pensó mucho tiempo. Sin dejar de controlar a los
hermanos mientras ingresaban a empujones a la iglesia, volvió a mirar el
lugar donde el sencillo vestido blanco aún disimulaba el creciente vientre.
—No, no se me ocurre nada.
—Entonces, no tiene sentido atrasar el procedimiento. —Con
determinación, dio el primer paso.
—¿Por qué eres la única persona aquí que no está nerviosa? —
masculló aferrándose al brazo de ella con más fuerza al proceder
escaleras arriba.
—Tus hermanos no están nerviosos —contestó mientras observaba a
la nueva familia correr al interior para obtener los mejores lugares—.
Están enfadados y vacilantes, un poco celosos, y todos desconfían,
probablemente de mis primas. Supongo que han escuchado la leyenda,
también. ¿Quién era el hombre que estaba de pie al fondo?
Vio la mirada de Drogo completamente vacía. «Por una vez, pensó, él
no se está escondiendo de ella». Realmente no tenía idea.
—Era un Ives —insistió ella—. Se parece más a ti que cualquiera de
los otros.
—Pobre cabrón —dijo Drogo entre dientes—. Espero que tenga mucha
pasta para compensar.
—Hay algo que no le hace feliz —volvió a insistir.
Drogo le miró con curiosidad.
—¿Y tú cómo puedes darte cuenta de eso?
Le dio unos golpecitos en el brazo. Ahora no era momento para darle
esa explicación.
—Porque soy una Malcolm. ¿Te ayudaría a creer si blandiera una
varita mágica o montara una escoba?
Le fulminó con la mirada y le tomó del brazo con más firmeza al
guiarla subiendo las escaleras.
—No somos una familia de narradores. Si tu estúpida leyenda está
causando sospechas, es tu familia la que está contando el cuento.
—Todo esto es idea tuya —le recordó al tiempo que llegaban a la
puerta—. Te lo advertí. Mi abuela decía que los Ives y las Malcolm nunca
se juntan. No tenemos ni idea de qué clase de desastre podríamos estar
creando.
—Tengo una idea bastante clara de qué clase de desastre se crea si
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Capítulo 19
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Capítulo 20
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Ninian sonrió al recordar a las dos tías discutiendo por ese incidente.
Hermione era tan gentil como Stella arrogante; sin embargo, las mujeres
habían discutido sin herirse una a la otra ni una vez. Quizás las Malcolm
resultaban extrañas ante los ojos de los demás, pero ella creía que
podrían enseñarle al resto de la población una lección o dos.
Al notar la tensión en la mandíbula de Drogo cuando las tías y las
primas revolotearon a su alrededor para despedirse, Ninian se tragó las
dudas y cruzó la habitación para liberarle de la pesada tarea. Si Drogo se
parecía en algo a los hermanos, el bombardeo femenino de aromas, voces
y roces le llevarían al extremo, de la misma manera que los viriles
hombres Ives estaban distrayendo a las primas. Pensó que las dos familias
juntas podrían parecerse a múltiples Adanes y Evas después de la orgía de
la degustación de la manzana, pero la casa de Drogo no era el jardín del
edén.
Él giró y extendió el brazo hacia ella antes de que pudiera anunciar su
presencia. Aunque a menudo tenía el aspecto de estar sumido en sus
propios pensamientos, siempre parecía notar cuando ella estaba allí. Era
extraño, ya que ella nunca podía sentirle a él.
—Ahora, si solo pudieras ahuyentar a mis hermanos —le susurró al
oído mientras estrechaba la mano del duque y observaba a la última de
las damas Malcolm marcharse con revuelo por la puerta.
—Abracadabra —murmuró ella como respuesta, sintiendo su propio
revuelo femenino ante el calor del aliento junto al oído.
No rio por la broma, sino que le observó con sospecha. Ninian suspiró.
Le agradaba mucho más como el filósofo natural que creía que ella era
una estúpida, y no el macho arrogante que protegía a todos bajo su techo.
Ya podía observar la desventaja de ser esposa.
El miedo le estremeció la piel al pensar en eso. Estaba casada. Su
bebé tenía apellido. ¿Su marido le permitiría regresar a Wystan, o sería
prisionera de su propia decisión?
La mano de Drogo se despegó del hombro de ella para juguetear en
el punto sensitivo justo debajo de la oreja.
—Si dejo a mis hermanos con el champán, ¿crees que podríamos
esfumarnos a la planta superior?
Deseaba girar y encaminarse hacia las escaleras en ese preciso
instante. La mera provocación ronca de su voz despertó un hormigueo que
danzó por la piel de Ninian. El recuerdo y la anticipación de hacer el amor
con él le había acechado en la mente durante todo el caótico día. El lazo
entre ellos era ahora más profundo que el físico, bendecido por la iglesia y
la familia. No había razón en absoluto para negar lo que ambos deseaban.
Excepto el instinto de supervivencia de las mujeres Malcolm.
—Quisiera partir hacia Wystan en la mañana —dijo ella con inocencia,
testando los límites.
—Las sesiones en el Parlamento no han terminado, hija de la luna —
murmuró tales palabras de cariño con seducción, como si no importaran
otros términos más que esos.
—Puedo viajar sola —sugirió ella, pero el revoltijo que sentía en el
estómago dio un vuelco por la expectativa de una respuesta que no quería
oír.
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Capítulo 21
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perderse allí.
A menos que Ninian hubiera huido —y pensó que ella tenía el
suficiente coraje como para hacerlo—, quedaba un solo lugar para
encontrarla.
Tomando la puerta trasera hacia las cocinas, Drogo levantó la
lámpara y buscó en el oscurecido jardín. El corazón se le atascó en la
garganta cuando vio la figura solitaria sentada en el suelo húmedo, con la
neblina revolviéndose alrededor de la cascada de su cabellera. Nunca
llevaba los rizos en alto como lo hacían otras mujeres, y él estaba
agradecido por ello. Le encantaba ese salvaje abandono.
Se acercó con pasos suaves, sin querer asustarla, pero ella debió
haber visto la luz de la lámpara. Giró y miró hacia arriba a través de la
húmeda neblina. Se veía casi embrujada, tenía las mejillas muy pálidas, y
el corazón de Drogo latió con un fuerte golpe de pánico.
—¿Te encuentras bien?
Le observó sin emitir sonido; luego, regresó la mirada al deteriorado
jardín.
—El alma se ha ido de esta tierra.
Había partido en otro de sus viajes mentales. Algunos días, le daba
razones para temer que había desposado a una mujer loca; pero sea lo
que fuere, era un alma gentil, y hasta la fecha, le tocaba unas
desconocidas fibras del corazón.
—Vas a pillar un resfriado.
—En general, no me sucede. —Sentada con las piernas cruzadas
sobre el suelo desnudo, y ataviada con uno de los viejos vestidos,
tamizaba tierra entre los dedos—. Hay ruedas de carruajes sobre las rosas,
y una caldera quemada en el tomillo. Creo que incluso los indios salvajes
cuidan mejor la tierra que esto.
Drogo tomó asiento en el banco del jardín cercano a ella. A ella quizás
no le importaba la tierra húmeda, pero a él, sí.
—Los indios salvajes tienen que comer de la tierra. Nosotros, no. Mis
hermanos han utilizado este patio como lugar de juego durante años. No
vi la importancia de cuidarlo.
Ella giró la cabeza para observarle.
—Ahí es donde diferimos, milord. Yo soy de esta tierra. Debo cuidarla.
A veces me pregunto si tú no eres del cielo, y si alguna vez nos
encontraremos. Creo en los asuntos del espíritu, pero tú solo ves con la
mente.
Quizás no es que estuviera loca, sino que habitaba otro lugar
diferente a él.
—No pretenderé que te comprendo —admitió—. Pero hemos hecho un
bebé juntos y debemos aprender a vivir con lo que hemos hecho. ¿Qué
sugieres?
Creyó verla sonreír. En la penumbra, era difícil distinguirlo. Quería
tomarla entre los brazos y acogerla, pero sospechaba que se desvanecería
entre sus dedos como la neblina si lo intentaba.
—Me agrada la manera en que funciona tu mente. —Se inclinó hacia
adelante, arrancó un trébol de la aporreada hierba y se lo entregó a él—.
Tiene cuatro hojas —le informó—. Eres un hombre muy afortunado. Hay
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Capítulo 22
¡Al diablo! No iba a permitir que se saliera con la suya. Esa era su
noche de bodas. Un esposo tenía derechos.
Con los perros aún aullando en la distancia, Drogo subió las escaleras
estruendosamente. Se retrasó un poco porque tuvo que hacer una parada
para tranquilizar a los sirvientes de que no serían asesinados mientras
dormían por una pandilla salvaje de ladrones arrojadores de regaderas.
Había aprendido a ser firme con los hermanos. No veía la razón por la cual
una esposa debería ser diferente.
Preparado para aporrear la puerta cerrada con llave, casi se cae
cuando esta se abrió de par en par. Se enderezó y clavó la mirada en la
cama, iluminada por la luz de las velas.
Ninian se había quitado el viejo vestido y estaba sentada con un
simple camisón contra los cojines, leyendo el libro que él le había
regalado. Cuando Drogo entró, ella levantó la vista con curiosidad, pero
sin miedo.
Se sintió como un ogro. Él no perdía los estribos, maldición. Nunca
perdía los estribos.
Suspiró y volvió a respirar profundamente antes de enterrar la mano
en el cabello. A diferencia del de sus hermanastros, el cabello de Drogo
era grueso y lacio, en lugar de rizado, y el lazo cayó con facilidad. Debía
verse como un hombre salvaje.
—Es nuestra noche de bodas —le recordó.
—Ya hemos tenido nuestra noche de bodas —le corrigió ella—. Ese es
el problema. Lo hemos hecho al revés.
Ninian observó a su esposo allí de pie, con toda su masculina
confusión, y casi se echa para atrás. La luz del fuego parpadeaba sobre las
tensas planicies de las oscuras facciones, y ella recordó la noche que se
conocieron, cuando creyó que era el diablo. Aún lo pensaba algunas
veces, pero para bien o para mal, era su diablo. Admiraba la manera en
que controlaba el temperamento antes de hablar. También le agradaba la
manera en que un grueso mechón de cabello se liberó para quedar
colgando junto a la oreja, un obvio signo de que le había perturbado la
usual vida ordenada.
Ella se moría por su atención y afecto, y el calor en los ojos de Drogo
casi le atraviesa abrasivamente la resolución. Quería arrojar el libro y abrir
los brazos hacia él.
No podía hacerlo. No se abriría al rechazo de nadie nunca más. Debía
aprender a valerse por sí misma y hacer el trabajo para el cual le dieron
los dones.
—¿Al revés? —repitió él, obviamente desconcertado.
—Tuvimos nuestra noche de bodas primero, y ahora debemos
atravesar el período de noviazgo, donde una pareja aprende a conocerse
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el uno al otro.
Parecía atónito. El marido lógico y sensato tenía dificultades para
entender la versión intuitiva de ella del problema.
Con su mera presencia, él agitaba espontáneamente respuestas que
hacían que Ninian se arrepintiera de su decisión. Nunca había visto a
Drogo a la luz del día sin la camisa. Quería ver todo de él, a la luz de la
mañana, en la cama, antes y después de hacer el amor. Quería ver su risa.
Acarició a la gata gris sobre la cama junto a ella y observó a Drogo
con frialdad —esperaba que fuera con frialdad—.
—¿Quieres el cortejo? —preguntó él con asombro.
—Hemos tenido la noche de bodas, luego la boda. Parece lógico. —
Sonrió al aprobar su propio razonamiento.
—El cortejo. —Se tambaleó hasta una de las sillas de la chimenea y se
derrumbó allí, clavando su mirada en ella con incredulidad—. Estoy
sentado aquí, en la habitación de mi esposa, mientras ella no lleva puesto
más que un camisón, el cual, dicho sea de paso, deja ver tus hermosos
pechos y la redondez de nuestro hijo con mucha exquisitez, ¿y tú quieres
el cortejo?
Un calor burbujeó en ella al escuchar tales palabras. Ahora que lo
mencionaba, podía sentir los tensos puntos de los pezones rozando contra
el delgado lino, y deseaba ansiosamente que se los tocara como se los
había tocado la noche anterior. Pero el futuro de su hija dependía de que
ella se resistiese a un momento de placer.
—Puedes llamarlo como quieras, pero debes verme como soy antes
de que podamos avanzar. —Levantó la mirada y preguntó con alegría—.
¿Quieres que lea para ti?
Le echó una mirada feroz. Ella apostaba a que él no era un hombre
que tomara a las mujeres contra su propia voluntad. Era una apuesta muy
grande y peligrosa. Podía dominarle sin siquiera intentarlo, porque ella se
había derrumbado con el primer beso.
—Creo, esposa mía, que estás tan loca como creí que estabas la
primera vez que te vi. ¿Deseas enviarme a los brazos de otras mujeres?
Ella le observó con interés.
—¿Has tomado a otras mujeres desde nuestra noche de bodas?
Él arrugó el entrecejo.
—No fue una noche de bodas. Fue un momento de locura —dijo él
rotundamente—. Tomé lo que deseaba, y te deseaba a ti. —Como ella
continuaba mirándole con interés, él se encogió de hombros con
incomodidad—. Eres la única mujer que he deseado desde entonces.
Aunque sospechaba que se trataba de una adulación amable, la
noticia de que no había tomado a ninguna mujer excepto a ella desde que
se conocieron, la excitaba. Irradiaba confianza ahora.
—Pues bien, en pos de la igualdad, si tomaras a otra mujer, yo sería
libre de mirar a otros hombres.
—¿Qué? —Casi sale disparado de la silla cuando rugió esa pregunta,
pero ahorcó los apoyabrazos como si fueran la garganta de ella y volvió a
sentarse—. Entonces, ¿de eso se trataba el voto de igualdad?
—Bueno, no estoy completamente segura, dado que nunca he estado
casada antes, pero suena pertinente.
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Capítulo 23
—¿Joseph? ¿Qué estás haciendo aquí? Creí que habías tomado una
habitación en el bar. —Ninian dejó la palita de jardinería a un lado cuando
Joseph se desplomó junto a Sarah en el banco del jardín.
—Sí, lo hice. Tengo la habitación. —Hizo una mueca de dolor—. No fui
hecho para ser abogado.
Con mucho cuidado, Sarah ató semillas de aster en el pañuelo antes
de esparcir los pétalos secos en el suelo.
—Bien, ahí tienes una buena observación —dijo alegremente.
Paul, el hermano más joven de Joseph, salió de un salto del cobertizo
pegado a los establos.
—Podríamos coger esas viejas ruedas de carreta, pasar un poste por
entre los agujeros del eje y hacer una torre que puedas utilizar como
soporte para los rosales.
Se suponía que los hermanos menores de Drogo estarían en el
instituto, pero habían sido expulsados, otra vez. En esa ocasión, fue por
soltar un globo de hidrógeno del campanario e incendiar el techo del
decano en el consecuente aterrizaje. La madre de los muchachos estaba
aún en Escocia, por lo que acabaron con Drogo, como era habitual.
Preocupada por Joseph, Ninian asintió con un movimiento de cabeza
distraído ante la sugerencia de Paul.
—Si tú crees que funcionará... pero debes acabarlo y no dejar cosas
tiradas por ahí —le advirtió. Mientras Paul daba un grito de alegría y
arrastraba una rueda abandonada hacia el cobertizo, ella volvió a dirigirse
a Joseph—. ¿Qué sucedió?
Joseph se encogió de hombros e intentó mostrarse despreocupado.
—Supongo que soy un poco mejor para dibujar rostros que edificios.
—¿Has sido tú? —preguntó Sarah con un grito agudo—. ¿Tú has
echado al buzón de la imprenta esa caricatura del esposo de Claudia?
Ninian podía sentir la confusión rebotando de ida y vuelta entre el
hermano y la hermana, pero no entendía la causa de ello. Esperó una
explicación mientras los hermanos menores trabajaban en sus proyectos
detrás de ella.
—En fin, era un buen dibujo cómico y no quería que se desperdiciara.
Creí que nadie sabría quién lo hizo. No lo firmé ni nada. El bastardo de
Twane creyó que podría demandar a Drogo con nada —dijo con
indignación.
—¿Realmente tenía intenciones de alegar adulterio? —gritó Sarah.
Joseph se rastrilló el cabello con los dedos.
—Drogo tiene dinero y, aparentemente, Twane ha descubierto dónde
se esconde Claudia. Quizás espera que Drogo llegue a un acuerdo solo
para evitar un escándalo.
Eso fue suficiente. Ninian arrojó los guantes al suelo. Si alguien tenía
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Se puso de pie del banco frío de piedra para mostrarle a David dónde
quería las margaritas.
—Haz un hueco profundo en la tierra para ablandarla. Le pediré al
cocinero cáscaras de huevo y sobras para plantar. En verdad, necesitamos
un buen cubo o hueco para arrojar las sobras de la cocina en el jardín.
Para cuando llegue la primavera, será un suelo adorable.
David le miró como si ella estuviera demente; en cambio, Paul, el
menor, de hecho asintió con un movimiento de cabeza mientras se
deslizaba hacia el suelo en busca de otra rueda.
—He leído que la tierra puede mejorarse con más que abono.
Capability Brown1 dice...
—Capability Brown es un viejo granjero bobo —declaró Joseph—. Vi lo
que ha diseñado para Wakefield Lodge. Quiere arrancar árboles en
perfecto estado solo para plantarlos en otro sitio. Es estúpido, si me lo
preguntas.
—Nadie te lo ha preguntado.
Ninian les dejó discutiendo. De acuerdo con lo mencionado en el
diario de Ceridwen, todos los hombres Ives eran propensos a ser
luchadores, ingeniosos y escandalosamente arrogantes. Nada había
cambiado en los últimos cien años.
Se sujetó la falda en alto y se apresuró a volver a la casa. Drogo había
pasado las tres últimas semanas cortejándola con cautela, no con bailes ni
veladas, sino con clases y viajes a museos, cuando los otros asuntos
apremiantes le dejaban tiempo libre. A ella le agradaban mucho los libros,
e intentaba con mucho ahínco aprender acerca de los métodos naturistas
para poder estudiar el arroyo, pero prefería mucho más estar escarbando
la tierra. Aun así, había sido la que sugirió esa lección en particular.
Deseaba que Drogo la llevase para poder hablar con él acerca de Joseph,
pero había dicho que tenía otros compromisos.
Ninian deslizó la mano a lo largo de la madera recién lustrada del
pasamanos y admiró el nuevo tapete de la escalera cuando se apresuró
hacia la habitación. Bajo la supervisión de Sarah, el desordenado hogar
masculino de Drogo estaba obteniendo un renovado aspecto. Al haber
vivido durante la mayor parte de su vida en una casa de campo
deprimente y con corrientes de aire, Ninian solo sabía cómo mantener la
cocina limpia y las camas hechas. Podía notar la desorganización en la
casa de Drogo, pero nunca habría sabido qué hacer al respecto sin la
ayuda de Sarah.
Rápidamente, Ninian se lavó las manos y se cambió el vestido de lana
por uno más a la moda, de seda. Dejó que la recientemente asignada
sirvienta le recogiera el cabello y lo sujetara debajo del sombrero.
Corrió escaleras abajo, y casi se tropieza y cae al ver a Drogo de pie
con Ewen en el salón del frente. Solo bastaba que mencionase un capricho
para que uno de los hermanos de Drogo se pusiera a su disposición.
Quizás, tal vez, debería haberle mencionado a Drogo que Ewen se había
ofrecido voluntariamente en esa ocasión. Ewen acababa de regresar del
1
Capability Brown (1715-1783), paisajista británico que glosó y popularizó las
pautas del jardín inglés. Él sostenía que los lugares tienen poderes (capabilities en inglés)
que pueden manifestarse, y por ello adquirió tal apodo.
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—¿Por qué te diría que el bebé era tuyo cuando no lo era? ¿Por qué
no acudió al verdadero padre de la criatura?
Se cruzó de brazos y clavó la mirada sobre la cabeza de ella.
—Porque tengo un título y soy adinerado, y el padre del bebé no lo
era. No tiene importancia.
No necesitó su don para leer el dolor de Drogo. Había querido a esa
criatura. En cambio, le habían traicionado. Con un suspiro, toda la ira
manó fuera de ella.
—Soy sanadora con el don para la empatía, milord —dijo tan
rotundamente como él—. Algunos me llaman bruja. Pero nunca se me ha
acusado de leer las mentes. Si me acusas de ser similar a una criatura tan
malvada, entonces por favor, dilo con palabras de manera que pueda
contestarte del mismo modo.
—No estoy acusando a nadie de nada.
—Puedo leer las emociones de todos, menos las de mi esposo —
masculló, disgustada.
—¿Por qué no las mías? —preguntó con curiosidad.
Al parecer, toda la ira en él se había esfumado en cuanto la hubo
expresado. Asombrada, negó con un movimiento de cabeza.
—¿Porque no tienes ninguna? —sugirió ella.
—Entonces, la lujuria no debe de ser una emoción.
Antes de que ninguno de los dos pudiera reaccionar ante la acalorada
mirada en los ojos de Drogo, el carruaje se detuvo frente a la sala de
conferencias.
Ninian suspiró, aliviada. Estar atrapada en un carruaje con Drogo era
lo mismo que estar atrapada en una caldera sin escape. No creía que
pudiera rechazarle por mucho tiempo más. Igualaba su calor y se moría
por sus caricias, una innoble admisión para una bruja independiente, la
cual debería dejarle si él no comprendía.
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Capítulo 24
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—Has hecho bien, niña, pero debes enseñarle a este zoquete a no...
—O brujería —bramó una voz cruel desde el fondo de la multitud—.
¿No os habéis enterado? ¡Ives ha contraído matrimonio con una bruja!
Eso fue la gota que colmó el vaso. No volverían a llamarla «bruja» de
esa manera peyorativa. Se soltó del abrazo de la tía y del brazo de Drogo
que no le permitía moverse y le arrebató el estoque de la vaina. Lo blandió
frente a ella y avanzó por la multitud. Preparados para ver el espectáculo,
los espectadores se movieron para dejarle paso.
Esquivó a Drogo cuando intentó atraparla y, amablemente, la
multitud se cerró tras ella cortándole el paso al marido, mientras miraban
para ver lo que sucedería a continuación.
Colocándose frente a frente con el hombre de rostro largo y angosto
que había blandido el látigo con tanta crueldad, Ninian sonrió,
sorprendiéndole.
—Por lo que le hizo a su esposa, lord Twane, le condeno al infierno —
dijo ella con calma—. Por lo que podría haberle hecho al pequeñuelo por
su falta de atención, simplemente solicito los botones de su chaquetón.
Perplejo por la mirada de furia escondida bajo la maléfica sonrisa,
Twane no reaccionó suficientemente rápido. Atrayendo la ira que él
proyectaba y utilizándola para blandir la espada con una habilidad que no
sabía que poseía, Ninian despojó el chaquetón con trenzas doradas de
Twane de los costosos botones con un corte limpio, descubriendo un largo
chaleco decorado con una doble hilera de más dorado. Mostrando una
sonrisa verdaderamente malvada, volvió a cortar, esparciendo los botones
por el empedrado y directamente a las manos de los mugrientos golfillos
que luchaban, reñían y perseguían los discos brillantes entre el polvo de la
calle.
—Las brujas lanzan maldiciones, milord —dijo ella como si estuviera
conversando cuando Drogo finalmente llegó a ella y le cogió de la muñeca
para quitarle el estoque—. Pero usted ya es desventurado. Preveo una
muerte miserable y solitaria para gente como usted.
El creciente miedo de Twane cortó la energía de furia que ella estaba
utilizando para alimentarse.
Drogo llegó en el preciso instante en que a Ninian se le ponían los
ojos en blanco. La tomó de la cintura y la cogió antes de que cayera. Una
mujer gritó y los hombres murmuraron a su alrededor, pero él focalizó
toda su atención en el problema que estaba, literalmente, cayéndole en
los brazos. Abrazando a su estúpida y embarazada esposa contra el pecho
y sosteniendo el estoque como protección frente a ella, fulminó a Twane
con la mirada.
—Te sugiero una larga estancia en París, Twane. Tengo entendido que
ya has entrado en conflicto con uno de mis hermanos. El resto de ellos te
atormentará con agrado cada segundo de tu vida, sin importar cuánto les
recomiende no hacerlo.
Creyó que lo había dicho con tanta calma como lo había hecho Ninian,
pero Twane palideció aún más. La amenaza de desatar el nido de avispas
de los hermanos de Drogo debía aterrorizar a los hombres más valerosos;
sin embargo, Drogo no creía que Twane tuviese la imaginación como para
comprender el peligro en el que se encontraba. Quizás era algo en su
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propio rostro lo que le provocó a Twane echarse hacia atrás, buscando una
vía de escape. Drogo se sentía ciertamente capaz de asesinar.
Stella llegó junto a él a grandes pasos, dinámica, y sacudió el quitasol
debajo de la nariz de Twane.
—Si te atreves a mostrar tu rostro en esta ciudad otra vez, ¡te lo haré
quitar personalmente!
Si Twane entendió precisamente quién era Stella o no, no importaba.
Atacado por demonios enloquecidos, tomó el único camino sensato y
corrió a su faetón en busca de seguridad.
Los golfillos le siguieron detrás haciendo burlas mientras intentaba
virar el carruaje y quitarlo del enredo de tráfico. Sin importarle lo que le
sucedía al bastardo, Drogo regresó torpemente el estoque a su lugar
mientras sostenía a la aún inconsciente esposa.
—La pasión la venció otra vez —comentó Stella, prosaica, sin
mostrarse preocupada en lo más mínimo—. Solía hacerlo de niña. Llévela
de regreso a Wystan, Ives. Quizás sea capaz de lidiar con Londres cuando
esté más fuerte, pero el bebé la deja vacía.
Sin explicar más a fondo esa loca afirmación, Stella se marchó por la
calle como si nada hubiera sucedido. Un lacayo y una sirvienta corrieron
tras ella, y la impresionada multitud le permitió pasar, hasta que Stella
desapareció entre la muchedumbre como si nunca hubiera estado allí en
absoluto.
Sin saber si correr detrás de la tía de Ninian con más preguntas o
apartar a su esposa de la entrometida muchedumbre, Drogo dio por
descartada una opción e intentó la otra. Solo deseaba ver a Ninian a salvo
y asegurarse de que ella y el bebé no hubieran sufrido daños por el
desmedido comportamiento de la madre. El corazón le latía de manera
irregular al no obtener respuesta de ella.
—¡Fuera del camino de la señora! —gritaron un par de golfillos con
botones dorados en las manos y abriendo un camino hacia el carruaje—.
¡Haced lugar para la señora!
—Quizás podríamos utilizar unas brujas más para limpiar las calles de
desdichados como Twane —murmuró alguien por detrás de Drogo.
—¿Cómo lo hizo para ver a ese niño? —preguntó otro—. Ni siquiera
estaba cerca.
—Esa es la señora Ives —Drogo escuchó a uno de sus colegas
eruditos informarle a otro—. Una muchachita dulce. Igualmente rara, sin
embargo. Me preguntó una vez si sabía qué es lo que vuelve ácida al
agua.
Suspirando, Drogo ubicó a Ninian en el asiento del carruaje a la vez
que ella comenzaba a agitarse. A él podría no agradarle llamar la
atención, pero lo quisiera o no cualquiera de ellos dos, él bien lo había
hecho al contraer matrimonio con Ninian. Tendría que aprender a vivir con
las consecuencias.
Podía vivir con las consecuencias. Simplemente no estaba seguro de
si podría repetir la pesadilla de Ninian sufriendo un colapso frente a sus
ojos. No creía que el corazón volviera a latirle como correspondía otra vez.
La puso sobre su regazo mientras ella batía las pestañas, e ignorando
todas las ofertas de ayuda, ordenó que cerraran las puertas. No creía que
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Capítulo 25
Octubre.
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siempre preparaba para la familia en esa época del año, Stella se marchó
y dejó a su sobrina contemplando la lujosa habitación con desesperación.
Nada había estado perfectamente bien jamás, y ahora que tenía la
mínima noción de lo que era ser parte de una familia, quizás nunca estaría
bien de nuevo, porque esa familia necesitaba a Drogo más que a ella. Y
Drogo no sabía que ella existía. La soledad se filtró por todas las grietas
abiertas del alma de Ninian.
Había intentado agasajar a su marido con historias del diario de su
antepasado, con la esperanza de que comprendiera a la familia de la cual
provenía. Cuando llegaron a la parte en que Ceridwen contrajo matrimonio
con uno de los ancestros de Drogo, Ninian indicó los errores que habían
cometido, y Drogo estuvo de acuerdo con ella en que Ceridwen había sido
demasiado impulsiva y el ancestro, demasiado insensible. Sin embargo, su
esposo no pudo ver la aplicación más allá de eso.
Había dejado de leerle extractos cuando Ceridwen estaba
embarazada de una niña y el esposo Ives le repudió, alegando que ningún
Ives había engendrado jamás a una niña. Envió a Ceridwen a la casa que
Ninian supuso era la que la abuela llamaba hogar, y él se había quedado
con el castillo que había sido dote de su esposa. Ella no podía soportar
seguir leyendo.
¿Qué podría aprender de un libro que solo le develaba su propio
destino?
La gente de Londres no necesitaba sus talentos sanadores. Contaban
con los supuestos médicos que velaban por ellos. No creerían que una
mujer sería mejor. La familia de Drogo le necesitaba a él allí, en Londres. Y
Drogo amaba sus tareas tanto como ella amaba las suyas.
Deseaba el reconocimiento de su marido con desesperación, pero
para conseguirlo, debía dejar de ser quien era. Se convertiría en su madre,
y moriría.
No podía permitirle que le hiciese tal cosa. Si no podía ver que era
una persona por derecho propio, con habilidades y necesidades propias, y
no una calientacamas, entonces no tenía más opción que regresar a
Wystan, sola.
Los aldeanos la necesitaban mucho más que él.
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Un baile era lo último que ella quería. ¿Cómo era posible que no lo
viera? Si la comprendiera lo más mínimo, si hubiera escuchado una sola
cosa de lo que había dicho, entonces lo sabría.
La manera en que la observaba ahora, la intensidad en la mirada
mientras esperaba la respuesta, le dio una pequeña esperanza de que
quizás, con el tiempo, la escucharía.
—Lo que deseo es regresar a Wystan —comenzó con cuidado—. Si tu
administrador no puede encontrar la fuente de la peste, quizás podrías
ayudarme...
No le dio tiempo a decir más. Le rozó la mejilla con un beso.
—Podrás visitar a tus amigos en la primavera, después de que nazca
el bebé. Payton estará haciendo todo lo que pueda hasta entonces. Quizás
Sarah tenga razón. Necesitas nuevos amigos aquí. Planea una pequeña
cena y un baile y te ayudaré con la lista de invitados.
Acomodó un rizo detrás de la oreja de su esposa y le dedicó una
mirada expectante.
—Hazlo rápido y la llamaremos nuestra fiesta de bodas y
comenzaremos de nuevo —dijo él, sugestivamente.
Aprobando, en apariencia, su propia generosidad, le besó los dedos y
subió los escalones de dos en dos hacia el escritorio, silbando
alegremente.
Debajo, Ninian le observó consternada con el corazón roto.
Simplemente no entendía la importancia de Wystan ni la necesidad que
sentía de ayudar. No entendía que ayudar era su responsabilidad.
Como un jugador, apostaría todo en una mano. Le obligaría a verla y
luego, él tendría que decir, de una vez por todas, si quería a la persona
que ella era.
El potencial desastre era enorme, aunque, claro, la leyenda ya se lo
había advertido todo el tiempo. Había sido una estúpida por no creerlo.
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Capítulo 26
Noviembre.
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Sarah apareció junto a él, con una sonrisa triunfante brillando sobre el
maquillado rostro. Arrugó el ceño al ver el fulgor de los diamantes en el
cuello.
—Llevaste esto un pelín demasiado lejos, ¿no? —dijo entre dientes
mientras Ninian conversaba con las tías—. ¿Y si nadie se presenta?
—Lo harán. —Agitó un abanico frente a ella y un regocijo profano le
iluminó la mirada—. Me aseguré de eso. Y las estrellas prometen un gran
éxito para esta velada.
Drogo puso los ojos en blanco y se esforzó por llevar una sonrisa a los
labios mientras los primeros invitados se quitaban los abrigos en el salón
de entrada sin ser vistos. Quería que Ninian estuviera feliz. Eso significaba
que sería mejor que no se enfadara y ahuyentara a los invitados con gritos
ensordecedores por la puerta.
—Esos son los Throckwaite —predijo la duquesa en un suspiro que
podría haber pasado por una sirena de niebla—. Los Burnham están justo
detrás.
—Acabo de estar con lord Burnham —le murmuró Drogo a Ninian—.
No mencionó nada acerca de asistir esta noche.
—La tía Stella sabe de estas cosas —dijo, distraída, sin quitar la vista
de Ewen, quien había acorralado a una de las primas. La muchacha no
parecía darse cuenta de las intenciones del hombre—. Hemos invitado a
Dunstan y a su esposa, también.
—Esa no es una idea inteligente —se quejó Drogo—. Dunstan odia
Londres, y la esposa está tan fascinada con la sociedad que esto no será
nada cómodo para ninguno de los dos.
Hizo una mueca cuando la prima Malcolm abofeteó la mandíbula
cuadrada de Ewen y se marchó indignada. En fin, el maldito estúpido se lo
merecía por merodear alrededor de la hija de un adinerado marqués. Echó
una mirada a las tías de Ninian para ver cómo reaccionaban ante el
contratiempo. Hermione se inquietó con preocupación pero sonrió un poco
ante la acción de su hija. Stella saludó a los Throckwaite
estruendosamente. Drogo descubrió que tenía un indudable tic nervioso
en el borde del ojo.
—Qué agradable es finalmente conocerla, milady —trinó el primer
invitado al llegar hasta Ninian—. Hemos oído hablar mucho de usted.
—Sarah ha hecho un trabajo particularmente espléndido
transformando esta habitación, ¿no es verdad? —contestó Ninian, al
parecer, irrelevante—. Estoy segura de que estará feliz de contarle dónde
encontró las mejores gangas.
Sorprendida, la señora Throckwaite parpadeó y abrió la boca para
decir algo. Al parecer, notó la severa expresión de Drogo y, asintiendo con
un movimiento de cabeza, se apresuró a preguntarle a Sarah acerca de los
cortinajes.
—Envidiosa —Ninian susurró mientras los siguientes invitados
saludaban a Stella—. Simplemente rebosa de envidia.
Antes de que Drogo pudiese digerir el completo significado del
comentario, el señor y la señora Burnham se presentaron, como se le
había anticipado.
—Música y buena comida son siempre la mejor manera de aliviar las
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músicos.
Haciendo la cuenta que no había oído la palabra «aura», Drogo indicó
que comenzara el primer baile, se inclinó sobre la mano de Ninian y la
condujo hasta el centro de la pista. Habría preferido mucho más una cena
tranquila y unas partidas de cartas, pero si las mujeres creían que la
pompa era necesaria, él la aceptaría, especialmente si acababa con Ninian
en su cama.
—Nunca antes he bailado, Drogo —susurró Ninian—. Solo sé los pasos
en teoría.
—Entonces fingiremos que es la última variación y nuestros invitados
nos imitarán.
La cansada mueca de tristeza desapareció de los labios de Ninian y
fue reemplazada por una cegadora sonrisa de expectativa. Los latidos del
corazón de Drogo se aceleraron ante la promesa en sus ojos mientras la
guiaba en los majestuosos pasos del minué. Era la mujer más hermosa del
lugar, y le pertenecía total e inequívocamente. Esa noche, entonces. Tuvo
que luchar para reprimir una feroz oleada de excitación. La certeza en el
resultado de esa velada borró parte de la confusión anterior.
Ninian bailaba con la misma gracia con la que hacía todo, sonriendo
con cada movimiento, girando con deleite al ritmo de la música. Drogo
pensó que ver su felicidad era casi tan conmovedor como llevarla a la
cama. Casi.
No se quejó cuando el baile llegó a su fin y Sarah se llevó a Ninian
para presentarle al cuadro de solteronas y viudas. No objetó cuando tuvo
que evitar que Joseph construyera una torre de alcachofas, croquetas y
canapés para divertir a las primas. Arrugaba el entrecejo al escuchar a las
mujeres murmurar la palabra «bruja» detrás de los abanicos cuando él
pasaba por ahí, pero incluso esa tonta ilógica no podía oscurecer la euforia
que sentía. Esa noche, finalmente tendría una esposa en la cama.
Lanzó una mirada fulminante cuando descubrió a Ninian y a Ewen
inclinados, inmersos en una intensa conversación cerca de los árboles en
macetas, pero se detuvo con amabilidad cuando lord Burnham le tomó del
brazo.
—Bueno, Ives, ¿qué se siente al estar casado con una bruja?—
preguntó Burnham con jovialidad.
—Le preguntaría a Mainwaring y a Hampton, si fuera tú. —Irritado por
la continua repetición del chismorreo de la noche, Drogo se lo quitó del
medio. Era obvio que Burnham había probado demasiado oporto si se
rebajaba ante tal absurdo. Si había alguna bruja allí, serían Stella y
Hermione, pero no Ninian. La esposa podría ser un poco dispersa y
extravagante, pero la madre de su criatura era perfectamente normal en
todos los aspectos. El asunto de leer las emociones era producto de una
imaginación hiperactiva. Las brujas pertenecían a los cuentos de hadas.
No permitiría ni loco que Ewen llevara a Ninian a la mesa, e ignorando
los susurros furtivos que dejaba a su paso, Drogo caminó indignado a
través del atiborrado salón. Los chismorreos tenían tanta importancia para
él como los fuertes perfumes que se olían en la sobrecalentada habitación.
La sociedad chismorreaba. Esa era su única función, por lo que él podía
entender. Podían inventar cuentos de hadas si les entretenía.
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Capítulo 27
No, no. Ella no iba a volver a utilizar ese truco. Él la había cortejado y
hecho el papel de estúpido durante demasiado tiempo ya. Quería que esa
fuera su noche de bodas y, maldición, dejarían esas tonterías de lado y lo
harían de una vez.
Drogo salió a la carga detrás de la errante esposa, esquivó a Stella en
completa presentación de batalla, eludió a una ansiosa Hermione, solo
para chocarse de frente con Dunstan y su esposa, quienes habían elegido
ese momento para entrar en el salón de baile, viéndose como si hubieran
discutido todo el camino desde la casa.
—Estamos aquí, a tu disposición —clamó Dunstan, rígido, bloqueando
la puerta.
—Yo no dispuse tal cosa, pero sois bienvenidos. Ahora, quitaos de mi
camino.
El puchero de la señora Dunstan desapareció bajo la embelesada
expresión al observar el populoso salón.
—¡Ay, has convertido este sombrío y viejo salón en una habitación
adorable! ¡Y mira la multitud! Es tan perfecto... —Ladeó la cabeza en
dirección al marido—. Podríamos tener esto también, si no fueras tan
tacaño. Solo piensa en la diversión que podríamos tener.
—No es divertido; es un arduo trabajo —corrigió Drogo—, y ahora, si
vosotros dos me dejarais avanzar...
—William está ebrio y se está acoplando a los músicos —anunció
Joseph, apareciendo junto a Drogo—. Está aburrido de los minués y quiere
un violín.
—Debo encontrar a Ninian. —Frenético, Drogo intentó sobrepasar la
creciente multitud de familiares.
—Sarah ha ido tras ella. —Ewen llegó, viéndose hostigado—. Pero si
no llamas a esas primas de ella, tendremos un caos entre manos. Y las tías
están en pie de guerra. No creo que hayas estado atinado al comportarte
con tanta vehemencia acerca de tu opinión sobre lo sobrenatural.
Drogo cerró las manos en puños y les miró con furia.
—Ninian no es una bruja —declaró con frialdad y energía—. Es una
Malcolm. Pueden ser excéntricas, pero no son brujas.
—Pues bien, otra de las no brujas dibujó una imagen de nuestro
estimado representante de Tetbury, y se ve convincentemente igual a él y
a un cerdo adulto a la vez —remarcó Ewen, echando miradas nerviosas
sobre el hombro—. No está en absoluto contento con todo el asunto.
—Aquí viene la tía Stella —susurró Joseph—. Creo que buscaré la
ponchera.
Al tiempo que Ewen y Joseph se escapaban antes de que la duquesa
llegara hasta ellos, Dunstan sonreía con lúgubre diversión.
—Creo que tu vida matrimonial quedará grabada en los anales de la
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historia de los Ives, hermano mayor. —Con un saludo con la mano, escoltó
a su esposa al pasar junto a Drogo, y entraron en el salón de baile.
Un violín irrumpió en medio de una contradanza, arrastrando al
completo círculo de alegres bailarines a la desorganización.
—Ahí tienes, Ives. ¡Espero que tenga una explicación para semejante
comportamiento!
Drogo gruñó y giró sobre los talones al tiempo que la duquesa se
plantó con firmeza frente a él, bloqueándole cualquier esperanza de
alcanzar a Ninian pronto. Quizás Sarah le haría entrar en razón.
Quizás Sarah había planeado ese desastre en primer lugar.
Girando como una veleta emocional, tal como su abuela tuvo por
costumbre llamarle, Ninian oscilaba de la pena a la furia mientras arrojaba
prendas de bebé recién adquiridas, panfletos sobre estudios del agua y
paquetes de hierbas prolijamente etiquetados dentro de un baúl. ¡Él no
creía en brujas! ¿Cómo se atrevía a decir semejante cosa después de todo
lo que ella le había mostrado? ¿No creía una sola palabra de lo que le
decía? ¿Simplemente creía que estaba loca cuando atacaba a hombres
como Twane, o cuando le decía cómo se sentían sus hermanos, u
organizaba ese baile de etiqueta para mostrarle los talentos de las tías y
las primas? ¿Exactamente cómo creía ese estúpido hombre que la tía
Stella sabía quién llegaría y cuándo? Y suponía que creía que las hierbas
aromáticas de la tía Hermione no eran otra cosa que un adorno y no una
fragancia de tranquilidad para evitar que las combatientes ramas de la
familia crearan el caos mientras calmaba las sospechas de la sociedad en
cuanto a lo extraño y lo anormal.
Anormal. Él creía que las brujas eran anormales. Su esposo creía que
ella era anormal. Que pertenecía a los cuentos de hadas.
Si le hubiera arrancado el corazón del pecho, no podría dolerle más.
Ella había tenido la esperanza...
Ya no importaba lo estúpidamente que había estado esperanzada.
Hizo lo que fue a hacer. No podía hacer nada más. Era hora de regresar a
Wystan, adonde pertenecía.
Algún día, cuando las brujas verdaderamente volaran sobre escobas,
podría recuperarse del vacío dolor que le había abierto su centro en dos.
Una lágrima cayó sobre el diario escrito a mano que Drogo le había
dado como regalo de bodas mientras lo empacaba cuidadosamente con
sus otros tesoros. Quizás debería haber estudiado las advertencias de
Ceridwen con más atención.
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Una lluvia helada azotaba las ventanillas del carruaje mientras Ninian
se acurrucaba más profundamente dentro de las cálidas pieles que le
habían dado las tías. Odiaba dejar al cochero a la intemperie con ese
clima, pero si no se alejaban la mayor distancia posible antes de que
cayera la noche, la lluvia probablemente se convertiría en nieve. El
cochero había estado de acuerdo.
Hicieron un gran avance alejándose de Londres al atardecer. El clima
había estado agradable y el día, despejado, lo que le daba más confianza
de la que se merecía. En verdad, no tenía alternativa. Incluso las tías
estuvieron de acuerdo en que debía regresar a Wystan. Era evidente que
nunca convencería a Drogo de creer que los aldeanos necesitaran su
ayuda o su responsabilidad por socorrerles.
Sabía que Drogo, con su mente práctica y lógica, nunca podría
entender un instinto que no podía ver ni analizar. Se burlaba de las
leyendas, del don, del poder de la familia. Si no podía creer en todo
aquello, no podría creer en ella ni en sus instintos.
Deseaba que las cosas fueran diferentes. Hizo todo lo posible para
hacerle creer. Había permanecido allí más tiempo de lo que debía con la
esperanza de convencerle a escuchar. Sin embargo, él no lo había hecho.
Le extrañaría horrores. Él nunca la perdonaría por haberle abandonado.
Nunca. El dolor le carcomía el corazón, pero no podía rendirse ante eso.
El carruaje dio un bandazo en un surco de lodo y ella pudo sentir la
rueda trasera girando. Contuvo el aliento, y la rueda se trabó en una
piedra, saliendo de la huella con una sacudida por el tirón de los caballos.
El duque tenía animales buenos y poderosos. Ellos lo lograrían. Cada
sacudida y tirón la alejaban más y más de Drogo y del sueño que nunca
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sería el propio. Ser leal consigo misma era increíblemente difícil. Con
razón su madre había fracasado.
La helada lluvia se convirtió en aguanieve que golpeaba las
ventanillas. Si las grietas lodosas se helaban, ¿era más peligroso o menos?
No había viajado lo suficiente como para saberlo.
Las maldiciones del cochero le habrían vuelto las orejas azules si el
frío no lo hubiese hecho ya. Se cubrió mejor la helada nariz con la capucha
pelliza y se acarició las incómodas sacudidas que le daba el vientre con la
mano. A su hija no le agradaba el agitado viaje mucho más que a ella.
Los frenéticos gritos del cochero y los chirridos aterrados de un
caballo coincidieron con el peligroso bamboleo del carruaje. Ninian se
sujetó de la correa e intentó espiar por la ventanilla cubierta por una capa
de hielo. Solo podía ver el fantasmagórico gris del hielo, la lluvia, la niebla
y las oscuras formas de los árboles junto al camino.
Tendrían que detenerse. No podrían avanzar más con ese clima. No
sabía siquiera cómo el cochero podía ver el camino.
Se quitó las pieles que le envolvían para alcanzar el hueco de
comunicación cuando el carruaje dio otra sacudida y ella casi se golpea la
cabeza contra la pared opuesta. Debía estar loca, como Drogo había
pensado de ella una vez. ¿Cómo era posible que viajara a Wystan de esa
manera?
No quería perder al bebé por su propia estupidez.
Frenética, gritó al tiempo que el carruaje tembló y se detuvo en seco.
Estaban en el medio de la nada. Se helarían hasta morir allí afuera. ¿Qué
estaba sucediendo? Seguramente, salteadores no...
Alguien dio un golpazo contra la puerta del carruaje. Ninian se lanzó
hacia el rincón opuesto del asiento y clavó la mirada mientras la puerta
helada temblaba y se sacudía. No escuchaba al cochero protestar. ¿Quién
estaría allí afuera con esa tormenta? Unas maldiciones en voz baja
manaban desde el otro lado de la puerta al tiempo que alguien intentaba
abrirla a través de una capa de hielo.
Otro golpe dio contra el costado del vehículo, destrozando la capa
helada de las ventanas.
Ninian dio un grito al tiempo que la puerta se abrió de pronto y una
figura empapada y cubierta por una capa se metió adentro,
desparramando aguanieve y nieve sobre el interior acolchado con
terciopelo. Tragó el grito tan pronto como el intruso arrojó el sombrero al
suelo, descubriendo unas oscuras cejas que le resultaron familiares, una
trenza sin empolvar, y un entrecejo que debería haberla petrificado.
En cambio, una sacudida de furia le agitó hasta el centro de su ser. La
furia de Drogo. Verdaderamente debía hacerle vibrar hasta los cimientos
si ella podía sentir las emociones de él. Eso le aterraba más que el ceño
fruncido.
La puerta se cerró de golpe y el carruaje comenzó a avanzar de un
tirón, lanzándoles a ambos a asientos diferentes. La furia se deslizó,
disimulada, bajo el tenso control de Drogo, una vez más.
Rápidamente, Ninian se quitó una de las batas de alrededor del
cuerpo y la arrojó sobre la capa empapada de él.
—No voy a regresar. —Mientras él utilizaba el pelaje para secarse el
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Capítulo 28
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Toddy (plural: toddies): Bebido hecha con whisky, brandy u otro licor mezclado
con agua caliente, azúcar y otros condimentos.
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—No hay necesidad de que te veas tan engreída, esposa mía —se
quejó Drogo en broma cuando, al día siguiente, emergieron de la hostería
hacia la clara luz de sol—, solo porque ayer por la noche generamos
suficiente calor como para evaporar las nubes durante el resto del
invierno.
Tímidamente, Ninian escondió la sonrisa en el manguito mientras él la
guiaba de la mano hasta el carruaje.
La sola sonrisa tenía el poder de empujarle el cerebro hacia una
estrepitosa inconsciencia. Eso le asustaba tanto como la sonrisa le llenaba
de orgullo. Él sabía que no debía confiar en las mujeres, en el matrimonio
o en partes del cuerpo que se sacudieran. Sabía que lo mejor que podía
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esperar era una cama cálida y una incómoda tregua hasta la próxima
diferencia de opinión. Pero incluso a la clara luz del día, podía recordar con
nitidez la alegría y la esperanza que su enloquecedora esposa le había
arrancado de adentro la noche anterior. Definitivamente, era una bruja de
algún tipo.
Le vendría bien recordar que ella le había retorcido a voluntad con
ese disparatado viaje hacia la nada. Había dejado todo lo que tenía entre
manos para verle sana y salva. No podía recordar a nadie nunca
desviándole del camino que había elegido, no desde que tenía catorce
años y su padre murió, dejándole una montaña de deudas. Incluso los
abogados del Estado se habían inclinado ante su autoridad. Ninian, no.
Afortunadamente para él, ella ni siquiera sabía lo que había hecho.
Solo sonrió y se acurrucó cerca al tiempo que él se unió, como si
estuvieran en una mera excursión vacacional. Nunca antes se había
tomado una, y esa no sería una de ellas ahora. Regresarían a una
apestada tierra, a una nada helada, sin amigos ni familia para recibirles, y
ella le sonreía como si él le hubiera prometido el paraíso.
Él podría sobrevivir un invierno en Wystan a cambio del niño que ella
le daría. Pero no apreciaba en absoluto el chantaje que le había llevado
hasta allí. Durante los meses siguientes, tendría que enseñarle quién
estaba a cargo.
—¿Has recibido noticias del administrador? ¿Se ha recuperado el
arroyo? —preguntó ella.
Pensándolo bien, Drogo le arropó firmemente bajo el brazo.
—El arroyo estará helado. Concéntrate en empollar al jovenzuelo y no
en lo que no se puede cambiar.
No le agradó la manera en que ella entrecerró los ojos y se cruzó de
brazos de esa manera testaruda que él ya comenzaba a reconocer.
—¿Quién dice que no se puede cambiar? —exigió saber ella.
No dijo nada más, y Drogo se permitió creer que ese era el fin del
asunto. Las madres embarazadas no caminaban por el campo helado
explorando arroyos muertos.
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—No me digas que has traído ese horroroso libro contigo, ¿o sí? —
exclamó Drogo cuando fue a la cama esa noche para descubrir a su
esposa sentada contra los cojines, leyendo.
Ella pasó una quebradiza página e inclinó el libro para obtener mejor
luz de la lámpara.
—Sigo albergando la esperanza de que resuelvan las diferencias y
que todo salga bien. El castillo era de ella —dijo Ninian, con indignación,
sin levantar la mirada.
—Era de ella —le corrigió—. El padre se lo dio al esposo como dote.
—Él no tenía ningún derecho. El castillo le pertenecía a la madre de
ella. Simplemente no es justo. Eran muy felices al principio. El incluso
mejoró el cuarto del bebé. La criatura nació allí. Pero no creer que era de
él solo porque era una niña...
Drogo suspiró y se quitó la chaqueta y el chaleco. Era obvio que no
tendría la completa atención de su esposa esa noche.
—Ella contrajo matrimonio con un Ives, querida. No somos famosos
por confiar en las mujeres, ni por nuestra sabiduría en el matrimonio.
Supongo que él ya había engendrado un bastardo o dos a esas alturas.
—Dos —dijo ella, enfadada, con la vista clavada en las páginas—.
Hombre estúpido. Ambos niños, dando así su masculinidad, supongo,
mientras la esposa sufre la soledad y deja que el amor se marchite. En
este punto, él ha regresado a Londres en un coche, y el pueblo está
sufriendo inundaciones, y nadie está haciendo nada al respecto. —
Finalmente, levantó la vista hacia él—. No había notado que la estupidez
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cuando tenía trabajo que hacer? El aire fresco debía de estarle afectando
el cerebro.
—Por supuesto, Huntly. ¿Qué sucede? —Abandonando la persecución,
Drogo cruzó la amplia extensión del prominente salón.
—Es el arroyo, milord. El señor Payton dice que debía contároslo tan
pronto como regresarais. La señora insistió en que le llevase a la fuente de
la plaga. Se han marchado hacia las colinas y no han regresado desde
temprano esta mañana.
El corazón de Drogo se le deslizó hasta la garganta. Creyó que le
mataría, si no se mataba sola antes de que él llegara allí.
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Capítulo 32
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admitiendo que había poco que él pudiera hacer, y salió en busca del
brebaje caliente.
Tan pronto como se marchó, Ninian arrastró una silla junto a la de
Dunstan. Él no levantó la vista ni respondió a su presencia. Rara vez
lidiaba con dolientes hombres adultos. Venían a verle por cortes y
raspaduras, pero no con heridas tan profundas que no eran visibles. No
estaba totalmente segura de cómo proceder, excepto que sabía que debía
hacerlo. Era el heredero de Drogo.
—Dunstan. —En silencio, le tomó de las manos, deslizando las propias
entre las callosas palmas y el rostro. El potencial por la violencia que
sentía en él era casi insoportable, pero eso era algo que sabía controlar.
Lo canalizó hacia una parte de su mente que podía lidiar con ello mientras
se concentraba en el paciente.
—Dunstan. Soy yo. Dime qué es lo que va mal.
Los puños del hombre le apretaron las manos tan fuerte que le
dolieron. La amplia estructura se estremeció por la fuerza de su tormento.
La ira le quemaba tan profundo como el dolor; sin embargo, la ira ganó la
partida.
Quitó las manos de allí, se enderezó en la silla y le clavó la mirada.
Toda la poderosa ira Ives estaba escrita en el duro entrecejo y la
mandíbula barbuda.
—Voy a asesinar a mi esposa.
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uno.
Pero no tenía ese poder. La había reducido al rol de esposa otra vez.
La había escuchado y traído hasta allí, y se habían unido más que nunca
en los pasados meses. Y ahora, estaba negando que esa intimidad hubiese
existido jamás.
—Milord, te estás comportando como un estúpido detestable otra vez,
¡y no lo consentiré! —Con un amplio movimiento de la manga adornada
con encaje, Ninian mandó a volar por los aires todos los papeles del
escritorio. El frío desprecio en la expresión de Drogo al girar hacia ella fue
peor que la furia—. ¡No soy una imbécil indefensa para ser frecuentada y
tratada cual yegua de cría! Dunstan es ahora mi hermano tanto como el
tuyo, y si tú no lo ayudas, ¡lo haré yo!
Drogo se puso de pie, y sujetándole los agitados brazos, la alzó del
suelo y la llevó hacia la puerta y escaleras abajo.
—Milady, me traes más problemas que todos mis hermanos juntos. Si
no te mantienes alejada de estas escaleras, te encerraré en tu habitación.
Los débiles intentos de patear y balancearse no produjeron ningún
efecto, salvo una mueca de dolor cuando le cogió de la trenza y tiró con
todas sus fuerzas. Aprovechando esa única ventaja, enroscó los gruesos
rizos alrededor de la palma de la mano y se sujetó de allí al tiempo que él
la depositaba en la habitación del amo. No le permitiría marcharse
fácilmente.
Sin decir palabra, la tomó de la muñeca y la giró hasta que los dedos
de Ninian se aflojaron; luego, salió a paso firme de la habitación, con el
rostro de granito tan inamovible e inflexible como su mente.
¡Maldición! Si ella fuese una verdadera hechicera, le conjuraría un
embrujo, le convertiría a él en sapo y a la maldita torre en un nenúfar
donde pudiese croarse a sí mismo todo lo que quisiese. Estúpidos,
estúpidos, estúpidos y ciegos hombres Ives.
Arrojó el diario íntimo de Ceridwen contra la puerta y se echó a llorar.
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supuesto, todos sabemos que así será. Supongo que él cree que eso le
dará la libertad de matarme a mí, o a Celia.
Drogo se preguntaba si la sidra con especias que su esposa estaba
sirviendo contendría una fuerte dosis de brandy. No podía creer que su
sensato y cuerdo hermano creyera en esas mentiras.
Él sí podía creer que Ninian estuviera completamente convencida de
que el bebé era una niña y que estaba salvando a ambos, a Dunstan y a
Ewen, de sus estupideces.
De pie, cogió el descartado abrigo mientras Ewen le observaba.
Drogo se lo colocó y ajustó el pañuelo alrededor del cuello.
—La mujer es una bruja, pero no de la manera que tú crees. Ven
conmigo, hagamos que Dunstan se humille un poco más. Escúchame lo
que te digo: los condes en esta familia necesitan aprender humildad.
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Capítulo 34
Ninian observó más con ira que con temor al tiempo que su marido
descendía las escaleras con las oscuras cejas enarcadas en forma de
nubes de tormenta. Había pensado que la temprana partida de Ewen de
las fiestas navideñas no presagiaba nada bueno, y el rostro de piedra de
Drogo verificó su instinto.
Ella habría estado feliz de discutir el asunto con él si Drogo no la
hubiera ignorado durante toda la semana. Podría haber regresado a la
casa de su abuela y criar gatos, por todo lo bueno que traía aparejado
estar casada con un hombre como él.
Sí, debería haberse mudado a la casa de la abuela. Al menos allí no
tendría lacayos apostados en todas las escaleras, impidiéndole que las
utilizara.
Pero, en rebeldía, decidió que no quería vivir sola. Aunque debía
reconocer que la última semana viviendo con Drogo la había dejado más
solitaria de lo que se había sentido jamás en toda la vida. Extrañaba el
humor mordaz, la conversación atenta, la presencia física en la cama. Vivir
sin el Drogo que ella había llegado a conocer la mataría, sin duda, si no
encontraba una alternativa. Quizás, si él no podía darle el amor y la
aceptación que tanto ansiaba, podría obtener algo de satisfacción en su
familia, que era definitivamente más abierta.
Al observar a Drogo descender con la expresión de granito, se dio
cuenta de que ella nunca había exigido lo que deseaba hasta ese
momento. Siempre había aceptado lo que la abuela le decía, lo que los
aldeanos pensaban de ella, lo que la familia quería. Pues bien, era hora de
que todo eso cambiase. Ciertamente no podía continuar viviendo de esa
manera por siempre.
Haciéndole cosquillas a la gata en la barriga, observó a Drogo
inspeccionar la silla que Ewen había enganchado al pasamanos con
poleas. Si Drogo quería desperdiciar sirvientes cuidando las escaleras, al
menos ahora eran útiles al subirle y bajarle en el artilugio de Ewen.
La risa explotó alrededor del muérdago cuando el panadero atrapó a
Lydie con las manos llenas de masa y le plantó un beso en la mejilla.
Tartas y pastelitos salieron volando por doquier y a continuación, se
produjo un barullo caótico cuando los niños del pueblo corrieron tras ellos.
El pueblo estaba de lo más inhóspito en esa época del año, con la
munificencia del verano muy lejos detrás de ellos y los peores meses del
invierno aún por venir. Ninian no le permitiría a Drogo arruinar la diversión
de la fiesta. En lugar de mirarla, echó una mirada a Sarah conversando
con Mary. Al menos, Sarah no era una verdadera Ives. No podía causar
demasiados problemas. Aunque darles silbatos a todos los niños
ciertamente causaría algunos dolores de cabeza.
—¿Estoy invitado a esta reunión?
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La presencia de Drogo golpeó a Ninian con tal fuerza que ella pudo
sentirle dentro de sí, donde yacía su corazón. Ya no necesitaba buscar las
emociones del marido para saber dónde se encontraba. Podía sentirle de
maneras que no podía sentir a nadie más. No se molestó siquiera en girar
para mirarle. Continuó acariciando al gato.
—Es tu casa —dijo ella—. Apenas si puedo prohibirte tu presencia
aquí.
—Inmensamente práctico. —Arrastró una silla junto a ella y observó a
dos niños corretear y esconderse detrás de las faldas de su madre—. ¿Los
niños me ven como un ogro?
—No te han visto antes y cualquier cosa nueva puede ser aterradora,
incluso para los adultos. —Acomodó la falda para que la gata pudiera
partir, ahora que ya había obtenido la requerida porción de atención.
—¿Dónde está Dunstan?
—En la cocina, girando el espetón.
—¿Está en la cocina? ¿Por qué demonios no está aquí afuera en lugar
de estar haciendo el trabajo de los sirvientes?
—Dudo que me entendieras o me creyeras si te lo dijese, por lo que
no debes preocuparte. Se está manteniendo ocupado, y escondí todo el
alcohol.
—Soy capaz de entender su dolor —contestó, con rigidez.
—Tal vez, pero no tiendes a compartirlo. El resto de nosotros, pobres
mortales, simplemente tendremos que revolcarnos en nuestra debilidad
emocional mientras tú persigues intereses más pretenciosos e
intelectuales.
—Hago lo mejor que puedo para mantener a mi familia. Es todo lo
que cualquiera podría pedir.
—Ciertamente. —Acordó, inclinando la cabeza con un amable
movimiento; luego, hizo una seña a un pequeño niño que sujetaba con
fuerza un silbato nuevo para que se acercara—. Ven aquí, Matthew,
muéstrame lo que has ganado.
Bordeando a Drogo con cautela, Matthew se subió al regazo de Ninian
y con orgullo le mostró su última adquisición. Rila sintió a Drogo ponerse
rígido a su lado, e instintivamente, sin pensarlo un segundo, depositó el
niño sobre las piernas del marido.
—Muéstrale a lord Ives cómo juegas, Matthew.
Para el asombro de Ninian, Drogo se quedó helado. No mostró
evidencia de saber cómo sostener al niño, cómo manifestar interés en el
niño, cómo hablar siquiera con él. Con los ojos abiertos de par en par, niño
y hombre se miraron con incertidumbre.
Drogo había pasado la mitad de su vida manteniendo a los hermanos,
pero nunca había aprendido cómo demostrarles su amor. Para calmar el
nerviosismo del marido, Ninian se reclinó sobre el brazo de Drogo y colocó
el silbato en los labios de Matthew. Él lo sopló brevemente, luego se
escabulló del regazo de Drogo y corrió en busca de su madre.
—¡Tienes seis hermanos! —exclamó ella, con impaciencia—. ¿No les
has cogido ni jugado con ellos ni una vez?
—Tienen madres y niñeras para que les cojan —contestó sin mirarle
—. Ni que yo fuera el padre. No era más que un niño.
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Enero, 1751
—Será mejor que te apresures y tengas ese bebé de una vez para
que puedas subirte entre las sábanas de tu esposo otra vez —dijo Lydie—.
Está a punto de arrancarles la cabeza a los sirvientes. Incluso Ewen se
enojó con él y se marchó a la mina en lugar de quedarse aquí un minuto
más.
Lydie colocó con eficiencia y prontitud una sábana limpia en la cuna
vacía de la enfermería. Ninian acababa de regresar de despedir a su
último paciente.
—Le pedí a Ewen que revisara el agua de las minas para ver si podía
localizar la fuente del daño —dijo ella—. Me temo que muchos de estos
bebés están naciendo demasiado temprano por el agua. Nunca antes ha
sucedido así.
Cansada, Ninian se sentó en una silla y dejó que Lydie hiciese todo el
trabajo físico. Realmente necesitaban contratar más ayuda. Sarah no tenía
mucha inclinación por la partería.
—Ewen despidió a todas las criadas con un beso, pero ni siquiera
intentó besarme a mí —se quejó Lydie—. Debo haber perdido todos mis
encantos. Me he vuelto vieja y decrépita.
Ninian sonrió ante la vanidad.
—Tienes apenas diecisiete. Tienes un par de años más antes de que
la decrepitud se instale. Y le advertí a Ewen que haría que le dispararan si
jugaba con tus sentimientos. Ten un poco de respeto por ti misma y los
hombres te respetarán.
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Capítulo 35
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libro muy viejo con cubierta de cuero de los estantes que había llenado
con ejemplares de la biblioteca de la abuela—. Nunca he hecho esto para
mí misma. Lamento que suceda tan pronto. Contaba con que mis tías
llegaran a tiempo.
Abrió el libro en una página marcada.
—Tendrás que recitar la ceremonia de bienvenida. Quizás pueda
decirla contigo, si hablas lo suficientemente lento.
—¿Ceremonia de bienvenida? —gritó. En lugar de sujetar a la
maníaca esposa, Drogo se hundió ambas manos en la cabellera y tiró para
asegurarse de que no estaba soñando. O teniendo alucinaciones. ¿Estaba
a punto de parir al bebé sí o no?
Si así era, ¿por qué demonios no estaba acostada en la cama,
rodeada de mujeres?
—Siempre le damos la bienvenida a las nuevas Malcolm —le contestó,
encogiendo los hombros con indiferencia—. Parece que facilita el trabajo
de parto. Me parece que no estoy lidiando muy bien con el dolor. No tenía
ni idea... —Dio un grito ahogado y se dobló por la mitad.
Esta vez, el rugido de él atrajo al resto de la casa corriendo.
Para cuando ellos llegaron, Drogo tenía a Ninian en la maldita cama.
Estaba aferrada al libro mientras jadeaba, cantaba y se retorcía en agonía.
Él creía que el dolor de su esposa le arrancaría el corazón y los pulmones
del pecho si no cesaba pronto. El sudor le humedecía los rizos dorados
para cuando se enderezó y le volvió a tender el libro.
—He marcado el lugar. Puedes comenzar cuando quieras. Tu hija
tiene prisa.
—Mi hijo, señora, no necesita ninguna estúpida superstición cantada
sobre su cabeza. —Drogo giró y clavó la mirada en Lydie, quien estaba de
pie en el umbral de la puerta trayendo un recipiente con agua humeante
—. ¡Ayúdale! —exigió.
—No hay nada que pueda hacer todavía —dijo Lydie simplemente,
dejando el recipiente.
El rostro de Ninian se veía pequeño y extremadamente frágil contra
los cojines. El enorme bulto del vientre pareció colmar la cama cuando
Lydie le cubrió con una sábana. Drogo tragó en seco. Ninian era
demasiado pequeña. Incluso él podía notarlo. Había creído que era una
campesina saludable pero no, era más como un espectro transparente que
se luiría añicos al más mínimo sonido. El mero viento aullando en la
nefasta habitación podría romperla.
—Ninian —susurró cuando ella cerró los párpados de venitas azules
sobre las adorables lagunas de sus ojos. La piel parecio como el más fino
vidrio cuando él la rozó con los dedos, e igual de frío.
Abrió los ojos de repente y le regaló una vaga sonrisa.
—Me temo que no seré muy útil durante un tiempo. Dunstan debe
encargarse del filtro, si eres tan amable de asegurarte que se haga
adecuadamente. Quizás, si envías a buscar a Ewen... —Se mordió el labio
y respiró profundamente, con la mano cubriendo el bajo vientre a fuerza
de instinto.
—¡A la mierda con el arroyo, y con Dunstan y todo lo demás! Solo
diles a estas desorientadas mujeres qué hacer para que ayuden a traer
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este hijo al mundo a salvo. —Drogo podía percibir a varias de las mujeres
del pueblo en las sombras a sus espaldas. Dunstan estaba en algún lugar
del fondo, también. No podía concentrarse en ninguno de ellos.
Ella sonrió débilmente.
—No pueden hacer otra cosa que esperar, milord, como tú. Te iría
mucho mejor si me escucharas al menos esta vez.
—Pues bien, escucho. —Con firmeza, empujó una silla y gesticuló a
alguien para que le alcanzara el abandonado anotador. Eso era algo físico
que él podía manejar.
Con obediencia, tomó cuidadosas notas mientras Ninian divagaba. No
tenía idea de lo que estaba escribiendo o de lo que ella estaba diciendo,
pero el mero ejercicio de aplicar la pluma al papel era suficiente para
calmarles a ambos, hasta que ella gimió y, arqueándose, se aferró a la
ropa de cama. Entonces, pluma, anotador y tinta volaron por el aire
cuando la sujetó.
Mientras una criada se apresuraba a limpiar el desorden, Drogo se
transportó a la cama y sostuvo a su esposa con torpeza, sin saber cómo
consolarla pero dándole lo que podía, mientras Ninian se mordía para no
gritar y se aferraba a las mangas de la chaqueta de él. La agonía de ella le
quemaba, y no podía imaginar cuánto peor sería para ella. El hijo la estaba
partiendo en dos. Él estaba matándola.
Seguramente, moriría si ella moría. Eso dejaría a Dunstan como
heredero.
Aferrándose a ese pensamiento con frenesí, Drogo buscó al hermano
al tiempo que la contracción mermaba y Sarah se apresuraba a secar la
frente de Ninian. No era nada bueno en ese asunto de dar consuelo.
Necesitaba algo sólido donde hincar los dientes. ¿Dónde estaba Dunstan?
Sin pronunciar palabra, Drogo se puso de pie de la cama y avanzó a
codazos entre la multitud de mujeres hasta que localizó a Dunstan
caminando de un lado al otro frente al fuego, en la sala.
—Si el niño muere, y Ninian muere con él, no tendré otro —le anunció
cuando Dunstan giró para mirarle. Contraer matrimonio con Ninian fue la
primera cosa egoísta que hizo en su vida y había creado un desastre.
Debería haberlo sabido.
Con la mirada vacía, Dunstan no dijo nada.
Drogo tenía deseos de sacudirle.
—Alguien debe ocuparse de nuestras madres, de las propiedades, de
los más jóvenes. Cuento contigo. ¡No me decepciones! —le ordenó.
—Vivirás y seréis cientos —contestó Dunstan con amargura—. No me
mires a mí.
—¡Estoy seguro de que la estoy matando, más de lo que alguna vez
has soñado con matar a Celia! —No gritó. Estaba seguro de que no había
gritado. Caminó de un lado al otro, sin atreverse a enfrentar al hermano
con su temor, sin atreverse a ver el mismo dolor en los ojos de Dunstan.
Toda la vida se las había ingeniado para mantener el miedo y el dolor a
raya concentrándose en lo que podía hacerse con lógica. No sabía cómo
lidiar con el miedo ni con el dolor cuando no había parámetros lógicos
para aferrarse. Si hubiera podido tirar del niño él mismo en ese momento,
lo habría hecho.
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primera línea.
Viendo que la agonía le arrugaba la frente una vez más, Drogo se
apresuró a ofrecer el siguiente verso, leyendo lentamente, de manera que
ella pudiese seguirle entre respiración y respiración.
—Viento y lluvia, pena y calamidad, huid de este nacimiento. Traed la
felicidad.
Ninian sonrió y pareció relajarse, incluso mientras se retorcía con la
presión que le contraía y le oprimía las entrañas. El aullido del viento
desapareció, al tiempo que Drogo se concentraba en Ninian.
Juntos, leyeron todo el tonto ritual de flores y árboles, nacimiento y
vida. Drogo ignoró cuando ella tomó una bols-ta de hierbas aromáticas del
sostén y las espolvoreó sobre las mantas. Él decía las palabras siempre y
cuando le calmasen.
Sentado en la cama frente a su esposa, dándole la espalda a las
mujeres, Drogo leía bajo la titilante luz de la lámpara, bloqueando el
lamento del viento y los aullidos de la chimenea. Ninian extendió la mano
y apretó los suaves dedos, él leyó más fuerte.
—Gracias —murmuró, los ojos azules se abrieron y enfocaron directo
al rostro del marido, justo antes de ella levantar las rodillas y gruñir tan
profundamente, que él hubiese jurado que el sonido provenía de las
entrañas de la tierra.
—Aquí viene —gritó Lydie con excitación—. Empuja con más fuerza,
Ninian.
Con el cabello enredado y húmedo de sudor, luchando contra el dolor,
Ninian no quitó la vista de los ojos de Drogo.
Con el corazón en la boca, él se aferró de la mano de su esposa con
ambas manos y deseó poder darle su fuerza, vertiendo todo su poder en
los delgados dedos. Podía jurar que ella sonreía más ampliamente debajo
de las lágrimas.
—Te amo, Drogo.
Las palabras le susurraron a través del cuerpo incluso cuando el
rostro de Ninian se estrujó de dolor y el grito partió el aire.
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Capítulo 36
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apostaría.
Ella reconoció la inquietud masculina. Se las había ingeniado para
sumergirla en el trabajo, pero ella le había atrapado mirándole con ansias
más de una vez durante las pasadas semanas. Estaba agradecida de que
no se hubiese llevado a otra mujer a la cama, como muchos hombres
hacían, pero aún tenían problemas que resolver antes de que ella se
rindiera ante esa mirada otra vez. No acabaría como la madre de Drogo,
cargada con hijos perpetuamente y ningún marido presente.
—¿Y Dunstan? —preguntó ella con suavidad.
—No puede marcharse, del mismo modo que tu familia no puede
llegar. Está durmiendo con los caballos ahora mismo para quitarse la
borrachera. Parece que encontró un compañero de bebida en algún lugar.
—Se encogió de hombros y regresó a revolotear sobre ella mientras
alimentaba a Alan.
La mirada imperturbable de Drogo le calentó la piel, y Ninian
sospechó que él lo sabía. Una sonrisa en ciernes le curvó la boca cuando
ella intentó acomodarse el sostén de una manera más modesta.
—No puedes ocultar lo que te dio la naturaleza —notó él con
satisfacción mientras se despatarraba sobre una silla junto a la cama.
—No necesitaba darme tanto —dijo Ninian entre dientes.
Él llevaba una camisa sin mangas y un chaleco, con la camisa
desabrochada para revelar la fuerte columna de la garganta. Ninian
permitió que su mirada vagase hasta la bragueta de los pantalones, y
tragó en seco al ver el bulto allí. La mirada de él siguió la de ella cuando
Ninian se apresuró a volverla al rostro del marido.
—¿Debería decir lo mismo? —le preguntó, con el rostro impertérrito—.
Apenas puedo esconder el hecho de que extraño compartir tu cama.
—Tú eres el que se ha marchado —dijo ella, de manera cortante,
cambiando a Alan al otro pecho a pesar de la soñolienta protesta—.
Quizás, es mejor que dejemos las cosas como están. No te cargaría con
más responsabilidades.
La luz de chanza huyó de los ojos de Drogo.
—Y yo no te usaría para mi conveniencia ni te mataría con las agonías
del parto. Puedo mantener las braguetas cerradas.
Oh, Dios. Cuando decía esa clase de cosas, le recordaba cuánto le
amaba, sin importar cuan exasperante, calculador, o una simple cabeza
de muía vieja pudiera ser. Amaba al hombre detrás del frío porte, al
hombre vulnerable que debía aprender a sostener al niño que adoraba.
Pero ese hombre era tan inaccesible como el Himalaya.
Si no lograba enseñarle a amar, ¿qué clase de futuro podrían tener?
—Ciérralas por al menos un mes más —acordó ella. Quizás no podía
amarle en la misma manera que ella le amaba, con cuerpo y alma, pero
ella creía que le tenía afecto a su manera. Tal vez era un don Malcolm
amar tan profunda y completamente, y no debía esperar que los otros lo
correspondiesen. No pensaba que él alguna vez le creyera, todo
evidenciaba lo contrario, que ella tuviese habilidades más allá de lo
natural, y si él no podía aceptarla como era, tampoco podía esperar que la
aceptara como algo más que alguien que le mantenía la cama caliente.
Drogo respiró profundo y quitó la vista de ella para estudiar el fuego
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con atención.
—Un mes. Para entonces, ¿estarás lo suficientemente recuperada
para viajar?
Debería haber sabido que hablarían de eso.
—Será marzo. Los caminos estarán pantanosos. —Ella estaba más
preocupada por el arroyo y las inundaciones, pero sabía que no debía
mencionar un tema difícil a continuación del otro.
Él enarcó una rizada ceja en dirección a ella.
—Si pudimos viajar a Wystan bajo el aguanieve, podemos hacer el
camino de regreso en el barro.
La abuela le había dicho que ella pertenecía a Wystan, que la gente la
necesitaba allí. Ella necesitaba ser necesitada. Sentirse necesitada. Por
supuesto, si Drogo la necesitaba...
Las lágrimas del marido durante el nacimiento de Alan le habían
generado esperanzas, pero Drogo era un Ives inmensamente
autosuficiente, hombres que se enorgullecían de conquistar y lograr. Ella
solo tenía amor que ofrecer. ¿Podría él aceptar eso?
Parecería que no. Nunca respondía a sus palabras de afecto.
Cuando quitó a Alan del pecho y se abotonó el sostén, miró los
amplios hombros del marido casualmente encorvados contra el respaldo
de la silla, las largas y musculosas extremidades estiradas sobre la
alfombra, y dudó de la posibilidad de que Drogo alguna vez necesitara
algo. El noble señor ya lo tenía todo, incluida a ella.
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saber más acerca del arroyo de manera que pudiese evita la inundación,
quizás incluso la enfermedad, y regresar al hogar junto a Ninian.
El hombre más grande le miró con cautela.
—No tiene mucho tiempo para discutir. —Indicó las crecientes aguas
con un movimiento de cabeza—. La inundación alcanzará los muros del
castillo pronto.
El castillo. ¿Había dejado a Ninian y a Alan en un peligro peor que si
hubiesen ido al pueblo? El pánico le lamió las venas.
—¿Quién es usted? —exigió saber—. O debería preguntar, ¿qué es
usted?
Pareció que el otro hombre se negaría a contestar, pero se encogió de
hombros.
—Medio Malcolm, medio Ives, y el más demente de los dos por
permanecer aquí. ¿Está en esto conmigo o no?
¿Un hijo de una Malcolm y un Ives? ¿Por qué las mujeres Malcolm no
sabían de esa anormalidad? ¿Por qué no lo sabía él? Los Ives habían
desparramado bastardos a lo largo y ancho de las tierras durante
generaciones, pero ninguno se veía como él.
Drogo estudió la expresión cauta del extraño, luego asintió,
aceptando que no tenía tiempo de investigar a fondo. Necesitaba ayuda, y
ese hombre se la estaba ofreciendo.
—Venga a conocer a mis hermanos. Estamos en esto juntos.
Y así era. Por primera vez desde que tenía uso de razón, no era el
único a cargo.
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Capítulo 38
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Con una historia así en la que basarse, ¿por qué un Ives cuerdo habría
de confiar en una esposa?
Drogo arrugó el entrecejo al ver la mirada expectante de Adonis. Una
pregunta más que resolver: ¿quién demonios era ese maldito Adonis? Por
lo que sabía, su padre era el único hijo del conde que había sobrevivido la
adolescencia. Suponía que podría haber tíos y primos por algún otro lugar.
Los Ives no eran precisamente una familia muy unida, dada la tendencia a
perder esposas e hijos como cosa de todos los días. Y los condes se habían
marchado de esos lares cincuenta años atrás, año arriba, año abajo. Las
características podrían haberse transmitido por varias generaciones.
La mente se le había desviado del quid de la cuestión. ¿Por qué un
Ives confiaría en su esposa?
El aplastante peso de esa pregunta casi le derriba. ¿Podía creer en la
mirada con hoyuelos de abstracción inocente? ¿O debería creer que la
noche que había llegado a la torre había sido una treta en una
maquinación Malcolm para forzarle a sufrir el tormento de los condenados
en una oscura venganza que no podía discernir? Ella le había dicho
demasiadas veces que las Malcolm y los Ives no se mezclaban, y tenía el
diario íntimo para probarlo.
Sin embargo, Ninian le había dado un hijo.
Pensó en Ninian alzando de manera informal a un niño del pueblo y
besándole en la mejilla, en Ninian reprendiendo a los hermanos más
jóvenes de él para que regresaran al instituto, en la expresión sorprendida
y contenta cuando le llevó un mohoso libro viejo como regalo de bodas.
Si había sido engañado con esas actuaciones, entonces se merecía
jugar el papel de estúpido ahora. Confiar en Ninian y los instintos, la
empatía, significaba arriesgar el pueblo, los hermanos y todos a su
alrededor, pero él no tenía opción. No confiar en ella, significaría la muerte
de todo en lo que había llegado a creer desde que la había conocido.
Significaba perder las esperanzas.
Clavó la mirada en el extraño en quien Ninian confiaba, el extraño
que se veía como una versión apenas más vieja de él mismo. Adonis le
devolvió la mirada de forma directa, desafiante. ¿Podía confiar en ese
hombre con dinamita? Ninian confiaría. Él confiaría en su esposa, pero
mantendría al hombre vigilado. No tenía mucha opción. Ninian nunca
dejaría Wystan mientras que existiera la amenaza de la inundación, y
salvarle a ella y a la familia era su prioridad.
—Ewen, ordena a los hombres que comiencen a cavar pozos para
plantar la carga. Adonis, búsquese un nombre nuevo y llévese a Dunstan
con usted para buscar la pólvora.
Adonis bajó la silla al suelo y asintió con un movimiento de cabeza.
Ewen y Dunstan observaron a Drogo como si hubiera perdido la cabeza.
Drogo ignoró la preocupación de los hermanos. Había llegado la
maldita hora de que cargasen con algunas responsabilidades.
—Si la carga explota mal, podría mandar a volar a toda la ladera y
enviar al río por el valle. Tengo que avisar a Ninian.
Adonis tragó la cerveza mientras Drogo salía a la lluvia.
—Bien, bien —murmuró cuando nadie más dijo palabra—. Llamadme
Hades, entonces.
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Capítulo 39
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Epílogo
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las sombras fuera de la luz del fuego. Los murmullos de otras parejas se
mezclaron con los gritos de los pájaros de la noche y los susurros de otras
criaturas nocturnas, mientras la latente excitación de la sangre de ellos
copiaba el ritmo del rasgueo de la tierra.
—Ahora —ordenó Drogo, lanzando la capa sobre un lecho de agujas
de pino detrás de una pared de arbustos y acercándola en un abrazo—. No
esperaré otro minuto.
—Es Beltane —le provocó ella, quitando los botones del chaleco de los
ojales y buscando el corazón de su pecho—. Una noche de poder. ¿No
puedes sentirlo? —La vibración le latía en la punta de los dedos al tiempo
que las frotaba contra él—. Un hijo concebido esta noche...
—No me digas —gruñó él, intentando quitarle los dedos de las
prendas—. La luna está en la fase adecuada, y a menos que quiera pasar
el próximo invierno en Wystan, será mejor que deje mis pantalones
abrochados.
—Bueno, acordé pasar los inviernos en el sur contigo —murmuró ella,
con decoro, evitándole las manos con destreza y alcanzando los botones
de los pantalones que él acababa de difamar—. Y la luna está
definitivamente en la fase adecuada. Haremos un hermoso bebé esta
noche.
—No. —Con firmeza, le asió las deambulantes manos y las retuvo—.
Si insistes en tener a nuestros bebés aquí, ínsito en que vengan en el
verano para que pueda mandar a llamar a doctores y parteras y a toda tu
condenada familia. Tú y Alan sois más importantes para mí que un
momento de placer.
—Te adoro, Drogo. —Se puso de puntillas y le besó la mandíbula,
luego se movió para cubrirle la boca con los labios mientras quitaba las
muñecas de su agarre y volvía a arremeter contra los botones.
—Ninian —gimió él en protesta contra los labios de ella, intentando
sostenerle y cogerla de las manos sin soltarle los labios, luchando contra
la impetuosa irresponsabilidad que ella incitaba.
—Está bien —murmuró ella, finalmente abriendo las ataduras de la
camisa y el pañuelo del cuello y rozando la mota de rizos en el pecho con
las manos—. Esta es una campiña de ovejas. Tengo un obsequio para ti.
Incluso le tejí un moño alrededor. Si eres muy, muy bueno, no tendremos
que preocuparnos por las fases de la luna esta noche.
—Eres una bruja —dijo entre dientes cuando le abrió el corsé y deslizó
las manos por debajo—. Y será mejor que estés hablando de lo que creo
que estás hablando.
—Les he enseñado a todas las mujeres cómo hacerlos —contestó
antes de inhalar en busca de aliento después del beso. Ninian parpadeó
sorprendida por el cielo nocturno sobre ellos. ¿Cómo es que había acabado
acostada ya?
—Excelente. Haré que Ewen instale una fábrica con el único propósito
de abastecer a todos mis hermanos —contestó Drogo con un tono adusto
cuando se arrodilló entre las piernas de ella y la mano se deslizó por un
muslo—. ¿Por qué no pensaste en esto antes? Joseph acaba de escribirme
para solicitar un incremento en su mensualidad para pagar por su nuevo
amorcito.
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RESEÑA BIBLIOGRÁFICA
PATRICIA RICE.
Una firme creyente del "y vivieron felices para siempre", Patricia
Rice está casada con su amor de instituto y tiene dos niños. Natural de
Kentucky y Nueva York, vivió en Carolina del Norte y actualmente reside
en San Louis, Missouri. Ella es miembro de Romance Writers of America,
the Authors Guild, and Novelists, Inc.
Tanto sus novelas contemporáneas como las históricas han ganado numerosos premios,
incluyendo el Romantic Times y el Career Achievement Awards (Premio a la carrera) por sus
series, también ha sido nominada a dos Romantic Times Book Reviews en el 2008.
SERIE MÁGICA.
1. Merely Magic (2000) – La magia del amor (2009)
2. Must Be Magic (2002)
3. The Trouble with Magic (2003)
4. This Magic Moment (2004)
5. Much Ado About Magic (2005) – Un poco de magia (2008)
6. Magic Man (2006)
***
© Título original: Merely Magic.
© 2000 Patricia Rice.
ISBN: 978-84-92688-83-8
Depósito Legal: M-38921-2009
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