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Los resultados claman cambios II


- Invitamos al 2º Foro Regional para los Colegios de Economistas de occidente
“Hacia un Nuevo Proyecto Nacional de Desarrollo”, verificarse en Guadalajara,
Jal., el 4 de Febrero próximo para definir el rumbo que nuestro país necesita.

En las aportaciones semanales, los de El Colegio Nacional de Economistas hemos venido


reiterando nuestra preocupación por el incesante deterioro de la economía mexicana -en
términos de lento crecimiento, ascendente desempleo y mayor incidencia de pobreza- que
ha seguido una tendencia sin antecedentes históricos y totalmente diferente a lo que ha
ocurrido con nuestros vecinos sudamericanos.

Dichas tendencias no se explican por los efectos de la recesión mundial de 2008, y nos
preguntamos: ¿qué le habrá sucedido al México exitoso del pasado con altos crecimientos
-de más de 6% anual en promedio- y bajos ritmos de inflación, que tipificaron a nuestro
país durante 50 años, desde finales de la gran depresión en 1932, hata 1982?

No eran del todo sorprendentes los resultados negativos a inicios de los 80’s, por la
irresponsabilidad fiscal de los gobiernos que ejercieron el poder en los 70s; pero nada de
eso justificaba 30 años de atonía.

De ahí que hemos llegado a la conclusión de que algo está muy mal con el Proyecto
Nacional de Desarrollo Vigente, que ha permitido cerca de 30 años de crecimientos
anuales anormalmente lentos del ingreso nacional (PIB), de 1.5% en promedio anual de
1982 a 2002, y de 1% anual promedio en la década que acaba de concluir.

Como es de suponer, un acontecimiento de esa naturaleza no podía ser uni-causal. De


nuestros análisis encontramos varios elementos que aportaron a esos resultados, pero de
entre ellos uno sobresale: el cambio en la percepción del papel del Estado en la economía,
y el consecuente rechazo gubernamental a intervenir en ella, por la convicción de que el
mercado, en sus procesos hacia el equilibrio, siempre los encontraría con pleno empleo de
los factores de la producción.

Pero ha ocurrido lo contrario; el Estado mexicano ha perdido capacidad frente a los


problemas actuales que enfrenta la sociedad:

• La incapacidad del gobierno para garantizar el estado de

derecho y la igualdad ante la ley;

• Lo difícil que ha encontrado eliminar la inseguridad por las

acciones de la delincuencia organizada;

• La excesiva monopolización en la economía, especialmente en las áreas vinculadas a


concesiones públicas;

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• La acción limitada en lo relacionado con el cambio climático, y la difícil lucha para


propiciar apoyo de la sociedad para propiciar un manejo adecuado de los recursos
naturales y la protección del medio ambiente;

• El pobre desempeño en el manejo económico por:

-La ineficiencia de sus instrumentos de política;

-Una hacienda pública incapaz de cumplir su función esencial de financiar los gastos
públicos que demanda la

población;

-Débiles sistemas tributarios -federal, estatales y municipales- plagados de privilegios,


discrecionales, y con desperdicios de su potencial;

-Excesivo gasto corriente en todos los niveles de gobierno, manejado con opacidad,
discrecionalidad e ineficiencia;

-Riesgos de insolvencia de los fondos pensionarios a cargo de la Hacienda Pública;

-Sistema de coordinación fiscal (entre la Federación y los Estados) obsoleto e inadecuado


a la nueva realidad política del país.

En síntesis, la debilidad y pérdida de solvencia del Estado en el manejo de sus políticas


económicas obliga a revisar a fondo instituciones, políticas y la estrategia de desarrollo.

El problema de fondo ha sido el predominio de tesis ideológicas, que reprueban la


actuación del gobierno en la economía, y que llevaron al debilitamiento y retraimiento de
las políticas públicas, especialmente las promotoras del desarrollo; porque según dicen,
distorsionan las fuerzas del mercado al favorecer, en forma discrecional, a segmentos de la
población, por ser pobres, o a sectores de la producción, por ser prioritarios.

Pero más grave aún es que también se ha debilitado el Estado mexicano, al grado de
comprometer la gobernabilidad; como se aprecia en la poca autoridad de los organismos
públicos encargados de supervisar el cumplimiento de las leyes en sus respectivos
sectores, y de las secretarías y entidades como la laboral, la financiera, la educativa y la de
comunicaciones, que no han podido hacer valer su autoridad.

Lo más serio de todo esto es el impacto profundamente negativo en la economía nacional,


porque casi no hemos crecido en años, mientras que los demás países latinoamericanos nos
dejan atrás, evidenciando que somos nosotros los que no hemos sabido actuar.

Hasta el promotor de este pensamiento en el mundo, causante de la crisis económica con


su “Consenso de Washington”, supo tirar por la borda lo inservible de sus políticas, y
actuar con decisión para enfrentar su crisis mundial desencadenada hace tres años.

Hoy, los Estados Unidos luchan contra los efectos de la recesión y todo apunta a que están
pudiendo salir del bache, no obstante la compleja dificultad que entraña, y la acérrima
oposición de los grupos de interés y segmentos conservadores de su sociedad.

Mientras tanto, nuestra política económica sigue con la misma brújula del último cuarto de
siglo y ha optado por no hacer casi nada. Hoy el liderazgo es de China, la India y Brasil
como los motores de la economía mundial y México ni aparece en el radar.

(*) Presidente Nacional de El Colegio Nacional de Economistas

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Jesús Alberto Cano Vélez

2011-01-24 05:00:00

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