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Lucas 4,38-44 Admirarnos del amor de Jesús

Introducción

Hoy quiero sincerarme con ustedes. Quizás es un defecto que tengo que muchas veces en mis
homilías, por lo general, trato de sacar enseñanzas prácticas para nuestra vida (que me
enseña, que debo hacer). Y mas allá de que podamos sacar muchas enseñanzas prácticas de
todos los evangelios, creo que a veces es importante simplemente maravillarnos, admirarnos
de lo que Jesús nos dice, simplemente dejando que Dios sea el que hable a nuestro corazón.

Por eso que hoy quiero compartir con ustedes algunas frases para simplemente maravillarnos
del amor de Jesús por nosotros y que él hable a nuestro corazón.

¿Qué es lo que mueve a Cristo a entrar en casa de Pedro? Jesús sale en nuestra búsqueda

“Conocéis ya lo que movió a Cristo a entrar en la casa de Pedro: no ciertamente el placer de


recostarse a la mesa, sino la enfermedad de la que estaba en la cama; no la necesidad de
comer, sino la oportunidad de curar; la obra del poder divino, no la pompa del banquete
humano. En casa de Pedro no se escanciaban vinos, sino que se derramaban lágrimas. Por eso
entró allí Cristo, no a banquetear, sino a vivificar. Dios busca a los hombres, no las cosas de los
hombres; desea dispensar bienes celestiales, no aspira a conseguir los terrenales. En resumen:
Cristo vino en busca nuestra, no en busca de nuestras cosas” (San Pedro Crisologo).

Curación de la suegra de Pedro

“Entrando Cristo en casa de Pedro, vio lo que venía buscando. No se fijó en la calidad de la
casa, ni en la afluencia de gente, ni en los ceremoniosos saludos, ni en la reunión familiar; no
paró mientes tampoco en el decoro de los preparativos: se fijó en los gemidos de la enferma,
dirigió su atención al ardor de la que estaba bajo la acción de la fiebre. Vio el peligro de la que
estaba más allá de toda esperanza, e inmediatamente pone manos a la obra de su deidad: ni
Cristo se sentó a tomar el alimento humano, antes de que la mujer que yacía en cama se
levantara a las cosas divinas. La cogió de la mano, y se le pasó la fiebre.  Veis cómo abandona la
fiebre a quien coge la mano de Cristo. La enfermedad no se resiste, donde el autor de la salud
asiste; la muerte no tiene acceso alguno, donde entró el dador de la vida”

«Jesús se acerca y la coge de la mano» (Paralelo de Marcos)

“Es bello leer lo que le sucede a la suegra de san Pedro en el Evangelio. Esta buena mujer,
estando enferma de una fiebre extraña, escuchó decir que el Señor estaba en Cafarnaúm, que
hacía grandes milagros, curando a los enfermos, expulsando a los demonios de los poseídos, y
otras maravillas. Sabía que su yerno estaba con el Hijo de Dios y podía decirle a san Pedro:»
Hijo mío, tu Maestro es poderoso y tiene poder para librarme de esta enfermedad». Algún
tiempo después, el Señor vino a su casa, pero ella no demuestra, en absoluto, impaciencia por
su dolor; ni se queja, ni pide nada a su yerno, ni al Señor, al que podía decirle:» Sé que tienes
poder de curar todo tipo de enfermedades, Señor; ten compasión de mí». Sin embargo, no
dice nada de todo eso, y nuestro Señor, viendo su indiferencia, mandó a la fiebre dejarla, y en
el mismo instante quedó curada” (San Vicente de Paul).

San Francisco de Sales

“Fijaros en el amor con que esta mujer servía a su querido Maestro, con cuánto gozo y alegría.
Cómo le miraba y cómo su corazón se abrazaba de amor por El”
SVM

Pidamos a la virgen nos alcance la gracia de asombrarnos y maravillarnos cada vez más del
amor de Jesús por nosotros

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