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Agradecimientos especiales:

- Aina, por traerme a Lilith.

- A.i.16, por componer la banda sonora de Lilith.

- Alejandro León, por crear la imagen de Lilith diseñando la portada.

- GusapirA, por crear a Lobo.

- Rhay, por los componer los versos del capítulo X.

- Tirititrantran, por crear a 4ojos.

- Francisco Espinosa, por escribir el capítulo XVIII

- Y a todos los componentes del grupo Lamedores, por su apoyo, sus ánimos, sus
correcciones, sus comentarios, ideas, e influencias, sin los cuales tampoco
habría sido posible Lilith.

Lilith Maat tiene todos los derechos reservados.

Textos: Ferran Canetenc ©

Portada: Alejandro León ©

Música: A.i.16©

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LILITH MAAT I
Me llamo Lilith, Lilith Maat, y soy enterradora. Mi padre también lo era y mi madre
era hija de otro. Desde niña siempre he huido de los vivos, a no ser que poseyeran una
botella de vino, aunque fuera del barato.

Vivo a las afueras de un pequeño pueblo, en la cima de la loma más alta de la


comarca, rodeada de cipreses y lápidas. Siempre soñé con ser farera, farera del Cabo de
Gata. Muchas noches me siento en el suelo apoyando mi espalda en el gran tronco de Ceres
y con una linterna guio por el buen camino a todos aquellos que lo quieran seguir. Las
luces del pueblo me parecen miles de barcos que se hayan en tinieblas y a Ceres, el olivo
viejo, le hago interpretar el papel de faro.

Cuentan en el pueblo la leyenda de que en las noches que se ven luces en el


cementerio, es el presagio de que no habrá ningún muerto.

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LILITH MATT II
Siempre voy a comprar al pueblo de al lado, aunque me conocen igual, por lo
menos ellos saben que no los voy a enterrar yo. Es bien pronto, cojo la bicicleta y cuelgo el
cartel en la verja: “Vuelvo dentro de un rato. 99 2012 666 Lilith”. La bajada es rápida y
fría. Mentalmente me preparo para una vuelta lenta y calurosa.

Aparco delante del ayuntamiento. Me quito el sombrero y entro en la tienda. Nada


más pasar la puerta un escalofrío me recorre todo el espinazo. Continúo caminando hasta
llegar a la mitad del establecimiento. Sé que alguien me mira por detrás y no el culo
precisamente, está clavando su mirada llena de pensamientos negativos en mi nuca. Me
giro y me topo con el cura de mi parroquia. Me saluda con un leve movimiento de cejas y
devuelve sus ojos a la revista que hace ver que lee. Me quedo mirándolo de forma
descarada hasta que él vuelve a levantar la vista. No me mires, le digo moviendo los labios
y sin pronunciar sonido alguno. Con tranquilidad deja la revista en la estantería y sale de la
tienda.

El tendero se ha dado cuenta de todo. Compro cuatro cosas para pasar la semana y
vuelvo a casa.

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EL GATO (O LILITH MATT III)
Miau.

Miaaaaaaauuu.

Desde hace un par de noches hay un gato rondando por el cementerio, pero hoy
está especialmente pesado, no calla.

Abro la puerta. – Mishineta… Bisbisbisbi… - Miro el termómetro, 2 grados bajo cero.


– Mishineta, ven- Lo oigo maullar de nuevo y por fin lo veo, está encima de una
rama de Ceres. Salta a la valla y de la valla al interior del cementerio. Con la cola
levantada y el lomo subido cual gallo empavonado camina hacia mí.

- ¿Qué te pasa Mishineta? ¿Cómo te llamas? Pasa para casa, corre. Entra va, que
hace mucho frío.

Entra en casa con ese descaro que solo conocen los gatos. Del cenicero cojo el
cigarro de maría y lo vuelvo a encender. Me siento en el sofá delante del fuego y el gato se
me sienta en mi regazo. Le acaricio el lomo. - ¿Tendremos que ponerte un nombre, no?- Me
mira y achina los ojos mientras le paso la mano por encima de la cabeza. Esa cara me
recuerda a la de un lobo. Pero está tan dócil, tan manso… Un lobo con piel de cordero.

Me da la impresión de que ya ha decidido, se queda a vivir aquí. Su ama no


soportaba sus devaneos nocturnos y ante la disyuntiva, prefiere la calle a la comodidad.
Creo que aquí estará bien. Lo que yo decía, un lobo con piel de cordero.

Los gatos son como los libros, tú no los eliges a ellos, ellos te eligen a ti. Apago el
porro en el cenicero y me voy a dormir. Lobo duerme en mis pies.

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EL NACIMIENTO DEL SOL (LILITH IV)
21 de diciembre, solsticio de invierno. La PDA de Lilith aparece en rojo y el
despertador ha tocado diana. Hoy todo es especial. Y extraño. Por un día deja de lado su
mono tejano azul y su gorro de cowboy y se viste de colores. Colorete, rímel, pintalabios,
la casa patas arriba. Coge la bici y baja al pueblo, tal cuál, a las nueve en punto está
delante de la puerta de la escuela.

Andrés, el maestro, ayuda en la función y empieza la clase con normalidad. Como


de la nada, ante la expectativa de los niños que esperan su visita anual, Lilith entra por la
ventana suspendida por el viento. Se postra ante ellos y se deleita con sus caras, piensa
que son ellos los que actúan para ella.

Les explica un cuento muy antiguo sobre el Dios Sol, tan antiguo que no hay ninguna
referencia escrita sobre él. Al acabar, Andrés les habla de la rotación de la tierra
alrededor del sol. Y de Copérnico. Y de Galileo. Lilith, en su pupitre, inmóvil, sigue la
clase. Y sin embargo, se mueve.

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LILITH MAAT V
Cada mañana abro la reja de acceso al cementerio a las nueve en punto. Nunca hay
nadie esperando que abra, es más, casi nunca viene nadie en todo el día. Hoy el día es muy
frío, y muy húmedo. No tengo ganas de hacer nada. De vuelta cruzo todo el cementerio y
vuelvo a casa. Enciendo el fuego. Pongo la radio.

Oigo el chirriar de la puerta, el reloj ya marca las once de la mañana. Subo al piso
de arriba desde donde diviso todo el recinto. Es Doña Angustias, una viuda que viene muy a
menudo a visitar a su marido, no le queda más familia ni ninguna otra cosa de este lado del
mundo a la que aferrarse. Veo que Lobo anda cerca de ella, haciéndole compañía. Doña
Angustias siempre lo acaricia y le habla de sus cosas, parece que se llevan bien.

Por la tarde salgo a pasear por los alrededores. Aprovecho la luz todo lo que puedo,
a las cinco es oscuro y empieza a caer el relente. Vuelvo a casa y me conecto a internet.
Sentada en el sofá, con el portátil encima de las piernas, veo como el fuego se refleja en
el cristal de la ventana, a través de la cual veo un gran ángel pidiendo silencio, mientras,
el último leño que he puesto en la chimenea no cesa de crujir.

Actualizo mi blog. Me llega un correo del ayuntamiento, Doña Angustias ha muerto.


Mañana tendré que enterrarla.

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LILITH MAAT VI
Don Fabián, de reojo, ve en el espejo la cantidad de vaho que él mismo expele. La
mañana es muy fría. El monaguillo le ayuda a colocarse la casulla y le tiende la estola,
color morado por ser misa de difuntos. Hace tres años que no había un entierro en el
pueblo, la última, Doña Asunción y fue la última vez que habló con la enterradora. Después
vino el desagradable episodio en la tienda de Don Aurelio, hace pocas semanas. Pensando
en ella besa la estola como manda el ministerio. Se la coloca alrededor del cuello y sale al
Altar Mayor sumamente excitado.

Cuatro beatas en los primeros bancos y el resto de la enorme iglesia desierta.


Empieza el ritual. Alguien entra en la iglesia, es ella. Qué hace aquí, piensa el cura. Lilith
se dirige a un altar lateral y permanece en silencio postrada ante la Virgen de Guadalupe.
Don Fabián no le quita ojo. Nuevamente recordó a Doña Angustias, de cuerpo presente,
muerta al volver del cementerio.

La enterradora se levanta y se marcha.

- Malefica incantatrix eris - susurra el cura en un tono grave desde el púlpito, sin
que sus palabras consigan ya llegar a los oídos de Lilith. Las cuatro feligresas se giran con
descaro buscando destinataria de tal improperio.

- In nomine Patrii, et Filii, et ...

Subo la bici para volver a casa. Cada año me cuesta más cumplir la promesa que le
hice a mi abuela, sobretodo desde que llego el Padre Fabián. Voy a darme prisa, se me
hace tarde.

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LILITH VII

- Liliiiiiiiith. Liliiiiiith.

- ¿Síííí? Andrééééés, estoy en el huertooooo. Subeeee.

Andrés accede al huerto desde una pequeña puerta. Lobo está subido en una de las
enormes ramas de Ceres. Desde la parte trasera del cementerio se tiene una vista
privilegiada de todo el pueblo.

- ¿Qué tal tus alumnos?- Le pregunta Lilith poniéndose de puntillas para besarle en
la cara. Andrés se toca la comisura de la boca tras el roce de sus labios. Ella se agacha
como para atarse los cordones de las botas en un intento desesperado de disimular su
rubor. Silencio.

- ¿Qué tal tus alumnos?- Le repite.

- De vacaciones.

Otro silencio comprometido. Incomprendido.

- ¿Qué querías?

- Traerte este regalo. Me lo han dado mis alumnos para ti. No lo comentes con
nadie, ya sabes que hay padres a los que no les haces gracia.

- ¡Qué majos son!

- ¿Cómo puedes caer tan bien a los pequeños y tan mal a muchos de sus padres?

- No sé. Quizás los niños vean cosas que los mayores no. O quizás sea al revés.
Vamos dentro, empieza a hacer frío.

- No, no. Me tengo que marchar, mejor otro día.

- Pensé que hoy no iba a cenar sola.

- Mejor otro día.

- Me lo has prometido, ¡eh!

- Adiós

Lo deja marchar con la mirada. Cuando ya no lo ve entra en la casa, cierra la


puerta y pega su espalda contra ella. No para de darle vueltas sobre lo que siente por este
chico. No es capaz de entenderlo y se acuesta con esa preocupación.

Entra el sol por la ventana. Lobo sube a su cama y la despierta lamiéndole la cara.
Contenta y desenfadada. Ha sido una noche muy movida. Y húmeda. Piensa que de
momento puede dejar de preocuparse. Ha tenido un bonito sueño. Bonito. Y húmedo.

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LILITH MAAT VIII
Ha tenido un bonito sueño. Bonito. Y húmedo. Se levanta de la cama sin prisa,
excitada aún y disfrutando el momento. Escoge detenidamente su ropa interior y rebusca
algo que pueda ser realmente especial. Siempre cuida mucho la lencería que lleva puesta,
es su gran pasión y a la vez su gran obsesión.

Escoge con detenimiento un conjunto rojo. Se quita el pijama, y se ve delante del


espejo. Desnuda. Se encuentra muy sensual. Hoy se siente muy guapa. Sentada en la cama
se acaricia un pecho al tiempo que aprieta las piernas y se muerde el labio. Respira hondo,
hoy hará una excepción, no se va a poner lencería, de hecho no se va a poner ropa
interior. De un salto se viste y sale de la habitación sin más ropa que su mono tejano azul
pegado a su piel y su sombrero. Coge una magdalena de encima de la mesa, le guiña el ojo
a Lobo mientras le susurra - Deséame suerte. Voy a ver a Andrés. –

Lilith aparca la bici en la verja de la escuela. Ve a Andrés decorando el aula en


espera que en un par de días regresen sus alumnos. Se acerca silenciosamente por detrás y
le tapa los ojos con las manos. Andrés se deja hacer. Ella le susurra “quieto” mientras le
pone su sombrero cubriéndole los ojos. Se desabrocha los botones de su mono y deja que
resbale por todo su cuerpo hasta el suelo. Se acerca más a Andrés, por su espalda, y
empieza a lamerle suavemente el cuello.

Andrés se siente embrujado.

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LILITH IX

El cielo está cubierto y empieza a chispear, no podía ser más acorde para el
entierro de doña Angustias. Al funeral ha venido casi todo el pueblo. Entre los asistentes se
encuentran personas que hace años que no veía, como Antonio el electricista, o Fernando,
el quiosquero. A primera hora de la mañana han abierto el nicho familiar y lo han vaciado.
Ahora reagruparán al matrimonio y por fin Doña Angustias podrá estar con su marido tal y
como anhelaba.

La lluvia arrecia cada vez más, pero nadie se marcha. Manuel, un funcionario del
ayuntamiento jubilado hace varios años y que ya ayudaba al abuelo y al padre de Lilith, se
acerca con la plataforma. Ella sube con la caja de herramientas y se elevan hasta la cuarta
fila. El trabajo se hace de forma rápida y efectiva. Sólo queda meter el ataúd, lo encaran,
empujan y llegando al final algo hace tope y no lo deja entrar completamente.

- ¡Vamos, fuera con él! - Le dice desesperada a Manuel. Empieza a oírse un


murmullo que va en aumento entre los asistentes. Una vez sacan el ataúd Lilith mira
nuevamente hacía dentro del agujero. Ve que algo impide el paso del ataúd y sin
pensárselo dos veces se quita el sombrero, coge la linterna y entra en el nicho. Estirada,
reptando por el suelo del habitáculo mortuorio, parece que esté siendo devorada. Cuando
desaparecen los pies, el silencio en el campo santo se torna escalofriante. El cura, atónito,
retrocede hasta esfumarse del cementerio.

A medida que se va acercando, Lilith ve como cuatro grandes trozos de piedra se


convierten en una lápida partida. Parece que el nuevo ataúd es un poco más ancho y no
pasa por uno de los trozos que están apoyados contra la pared. Como puede, lo mueve
unos pocos centímetros hacia adentro y cruza los dedos para que sea suficiente. La lápida
está muy sucia, pero por lo que puede ver es una verdadera obra de arte. ¿Quién habrá
puesto esto aquí y para qué? De momento nadie más lo ha visto.

Sale del nicho. Marcha atrás. Al darse la vuelta se da cuenta de que el silencio es
sepulcral. Todos la están mirando. Con la mano le indica a Manuel que empuje y el féretro
entra sin problemas. Colocan la nueva lápida y empiezan a bajar con la plataforma
rodeados de silencio, hasta que uno de los asistentes, de una manera tímida y espontánea,
empieza a aplaudir a medida que se retira. Poco a poco la ovación va en aumento hasta
reinar en todo el cementerio.

Lilith busca con la mirada al responsable. Es el informático, cuatro ojos, como le


llamaban en el instituto. Siempre le ha caído bien. Lobo se restriega entre sus piernas.

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LILITH X
No ha parado de llover en toda la noche. Son casi las dos de la mañana y Manuel y
Lilith han conseguido sacar la lápida. Andrés no ha querido perdérselo y se presentó antes
de la cena.

- No sé que te has encontrado, pero sé que vas a abrir esa tumba y no te voy a
dejar sola.

- No lo iba a hacer sola, va a venir Manuel a ayudarme.

Una vez fuera los cuatro trozos, los extienden en el suelo. Es preciosa. Los motivos
son una verdadera obra de arte. Aprovechando la lluvia, Andrés la limpia y empieza a
leerla en voz alta. Tras la primera estrofa, Manuel empieza a recitar de memoria y leen el
verso a dúo.

Aquí yace el recuerdo silencioso


de un hombre que morir en paz no pudo,
y sólo es el recuerdo lo que queda,
a falta de una tumba con sus huesos.

Que quede aquí la lápida vacía


como homenaje póstumo de entrega
de una vida entera a la poesía
truncada por la incomprensión humana.

Aquí yaga por siempre la memoria


de un hombre perseguido por ser hombre,
que tuvo que marchar con su maleta
por tierras y caminos desolados.

Aquí yazca el recuerdo a aquel poeta


que presa de la sinrazón humana
murió de una tristeza dolorosa
sin poder despedirse de su patria.

- Lilith, yo era un chiquillo cuando aprendí este poema, me lo enseño tu abuelo.


Recibió una carta de su buen amigo Corpus Barga pidiéndole que le hiciera una lápida con
este epitafio para Antoni Machado. A las pocas semanas llegó la noticia de la muerte de su
también amiga Doña Ana Ruiz, madre del poeta. Nunca más llegó a coger un cincel. Creo
que conservo esas cartas.

- ¿Y cómo ha llegado aquí?

- No lo sé. Esto pasó en el 39 y yo era un crío.

En recuerdo de Ana Ruiz Hernández (Sevilla 1854 – Colliure, 25/02/1939)

http://www.geneall.net/H/per_page.php?id=981402

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LILITH XI

El tiempo está lluvioso. Empieza a rugir el viento y cae agua helada. Al llegar a 500
metros de la frontera, una aglomeración de seres humanos en romería detiene el avance
de los coches. Lilith se baja del vehículo y de dirige a la frontera empapada hasta los
huesos. Justo antes de cruzar, Andrés la levanta en volandas y atravesando una espesa
niebla entra al país vecino. Lilith rodea con sus brazos su cuello y acerca su boca a sus
labios.

Al anochecer llegan a Colliure. El cementerio ya ha cerrado y parece que no hay


nadie. Saltan la valla y tras dos horas, tal y como habían planeado, cambian la lápida. A la
mañana siguiente vuelven de visita. Todo parece correcto y nadie percibe nada extraño.

Antes de volver dan un paseo por el pueblo. Andrés se acerca a un tenderete de una
tienda de suvenires. Sorprendido llama a Lilith y le enseña una postal de la tumba de
Machado. Las postales han cambiado y sorprendentemente, en todas aparece la nueva
lápida. Parece como si nunca la hubieran cambiado.

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LILITH XII
Al llegar a casa se encuentra con Lobo maullándole en la puerta. Ha estado tres
días fuera de casa y la recibe como si hiciera una eternidad. Le acaricia una y otra vez,
pero el gato no cesa en sus cariñosas demandas. Entra en casa pero él permanece fuera,
maullando. Parece que la reclama. Lilith hace el ademan de salir y Lobo emprende la
marcha mirando de reojo hacia atrás, cercionándose de que le sigue.

Al llegar a la puerta trasera, la que da al huerto, el gato se detiene para que su


dueña le abra y descubra a Fermín, muerto encima de su silla de ruedas. No parece tener
ningún signo de violencia pero es evidente que lleva más de un día sin vida.

¿Pero cómo ha llegado hasta allí? ¿Quién le ha abierto la puerta? ¿Y cómo ha


muerto?

A Lilith no le queda más remedio que dar parte a las autoridades y esperar
acontecimientos.

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LILITH XIII

Aprovechando un momento de confusión, Lilith se retira a la zona del huerto y se


sube encima de una rama de Ceres. Desde arriba puede ver todo el espectáculo, el
cementerio se ha llenado de gente, muchos policías, un forense, el juez, curiosos del
pueblo y toda la parafernalia que acompaña al descubrimiento de un muerto. Llega Andrés
en su busca.

- No te preocupes, seguro que hay una explicación lógica a todo esto.

- ¿Y por qué ha de haber una explicación?

- Llevamos tres muertos seguidos en las inmediaciones del cementerio, demasiadas


casualidades.

- Dos han sido de muerte natural y con Fermín veremos que pasa.

- Lilith, a Fermín lo han asesinado.

- ¿Y tú cómo lo sabes?

- No lo sé, pero esto empieza a ser sospechoso.

- ¿Sospechoso de qué?

Por detrás de Ceres se alza la voz del inspector Gutiérrez. Lo han enviado
expresamente desde el Ministerio, por protocolo, se ha justificado a primera hora de la
mañana al presentarse – Sospechoso de nada.- Se acerca en silencio al árbol y sigue
hablando mirando fijamente a los ojos de Lilith desde abajo.

- Las dos primeras muertes son por causas naturales. La tercera parece que
también. Simplemente no hay caso. Hoy desaparecemos todos y te quedarás tranquila. Con
el tiempo todo el mundo se irá olvidado de este asunto y… Y nosotros esperamos no tener
que volver más.

Lobo se acerca al inspector y arqueando el lomo se refriega entre sus piernas


mientras maúlla de forma cariñosa.

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LILITH XIV

- Pase Padre, pase. ¿A qué se debe tanta prisa?

- Señor Alcalde, hemos de hacer algo con la bruja. Van tres asesinatos en el
cementerio en menos de un mes.

- Mantenga la calma Padre y deje a cada cual hacer su trabajo. Que se ciega usted
solo, Padre, y la ira le nubla la cabeza.

- Señor Alcalde, la ira es pecado capital y le recuerdo que yo soy un siervo de Cristo.
Le ruego que mida sus palabras. Y volviendo al tema que nos ocupa, creo que
hemos de actuar en para evitar más muertes inocentes.

- Paciencia Padre, confíe en mí.

Retirando la cortina mira a través de la ventana. La Plaza Mayor está tranquila. Lilith
aparece montada en su bicicleta y Don Fabián la sigue con la mirada y piensa en la
paciencia. Lilith cruza la plaza y gira por la esquina de la Iglesia. Fabián deja de verla y
susurra con la intención de que lo oiga el Alcalde - Quo usque tandem abutere,
Catilina, patientia nostra?

- ¿Qué dice Padre?

- Nada, nada. Me he acordado de Cicerón.

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LILITH XV
Lilith miró por la ventana. La luna estaba en su punto más álgido, era el momento.
Salió de casa y cruzó el cementerio dirigiéndose al patio trasero. A los pies de Ceres se
quitó toda la ropa colgándola en una de sus ramas.

Invocó a los Dioses de la tierra y del cielo. Les pidió protección en un ritual que
repetía cada dos lunas llenas, en una lengua antigua, tan antigua que ya sólo la
hablaban algunos Dioses y unas pocas mujeres que la habían aprendido de sus madres.
Al finalizar se abrazó a Ceres, dio gracias a todos los ancestros al mismo tiempo que
frotaba su cuerpo desnudo en el tronco del árbol.

Recogió la ropa y empezó a vestirse cuando advirtió la presencia de alguien que la


miraba desde el otro lado de la valla. Cogió la linterna y al enfocar pudo ver a 4ojos, el
informático, huyendo en la oscuridad de la noche. Tenía claro que la había visto
realizar el Ritual Sagrado.

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LILITH XVI
Lilith se levantó muy temprano, antes de que se acostara la luna. Se preparó el
desayuno y estuvo revisando su correo. Pensaba ocupar el día limpiando la casa y
ordenándola un poco. Si le daba tiempo se había propuesto cambiar algunos muebles
de sitio para darle otro aire.

Empezaba a despuntar el día cuando apareció Andrés muy alterado.

- Lilith, ¿no has salido a la calle, verdad? ¿No te has enterado aún? Han matado a
4ojos.

- ¿Cómo?

- Ha aparecido esta mañana descuartizado en las inmediaciones del camino que viene
al cementerio. Lilith, debes marcharte de aquí.

- ¿Por qué?

- Tienes que huir. Todo el pueblo se te va a tirar encima. ¿No lo entiendes? Tengo un
amigo en el norte de Finlandia, podríamos ir los dos…

- Andrés, esta es mi casa y yo no he hecho nada. ¿No te das cuenta de que si


intentamos huir la policía nos cazaría como a dos conejos antes de llegar a la
frontera, y además eso incrementaría las sospechas. Andrés, yo no tengo motivos
para huir ¿o acaso lo dudas?

- A mí no me importa lo que pasase ayer aquí, a mí lo único que me importa es lo que


pase hoy.

- Andrés, márchate de mi casa por favor...

Lilith se quedó conmocionada. ¿Qué le habría pasado a 4ojos? ¿Y qué pasaría a partir de
ahora?

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LILITH XVII
UNA PEQUEÑA MUERTE

(por Francisco Espinosa)

Aire. Le faltaba aire. Tampoco estaba seguro de lo que había visto. El bosque
estaba totalmente apagado, hacía frío y él corría todo lo deprisa que su débil cuerpo se
lo permitía. La cabeza le funcionaba a toda máquina. ¿Qué demonios había visto? Lilith.
Lilith hablando en un idioma desconocido para él, haciendo cosas que él no entendía.
Lilith desnuda. ¿Qué demonios había visto? Fuese lo que fuese, le había excitado, la
erección en los pantalones casi no le dejaba correr, pero sentía que no podría
detenerse, aunque quisiera.

Esa sensación de haber estado donde no debería haber estado.

Haber visto lo que no debería haber visto.

No era la primera vez que se sentía así. Lejos del mundo. Como detrás de una pared
de cristal, desde donde podía ver cosas que los demás no podían ver. Desde donde
nadie se acercaba lo suficiente como para tocarle. Lilith. Tal vez estaba secretamente
enamorado de ella, o tal vez no. Se sentía confuso, detrás de su pared de cristal,
respecto a sus sentimientos. Se detuvo de golpe. Aire. Le faltaba aire. Podría volver en
ese mismo momento con Lilith. Recordaba el camino de vuelta, por muy oscuro que
estuviera todo, sabía dónde encontrarla. Podría acercarse a ella, sigilosamente, y
seguir observándola. Ver el movimiento hipnótico de su cuerpo, sus labios pronunciando
palabras desconocidas, pero sensuales. Incluso podría acercarse más a ella y sabía que
Lilith no se sentiría amenazada. Porque nunca nadie se siente amenazado por 4ojos. El
bueno de 4ojos. El raro. En realidad odiaba que le tomasen por un imbécil. Odiaba
estar detrás de la pared de cristal, tan alejado de la vida diaria, como en su propio
mundo, al que la gente no se interesaba en penetrar. Podría salir de entre los
matorrales y presentarse en mitad de la noche, como el príncipe que Lilith estaba
esperando. Ella estaba recogiendo sus cosas y vistiéndose, tapando su cuerpo delicado
y perfecto con una bata. Podría salir de los matorrales, saltar la ridícula valla y
dirigirse hacia ella, decirle que no tenía que tener miedo de él, que no la haría daño,
que no le contaría a nadie lo que había visto. Se besarían bajo la luz de la luna y ella
dejaría caer su manto al suelo. Y allí mismo, en mitad del patio, sobre el manto de
Lilith, le haría el amor apasionadamente.

Mentira.

Eso no ocurriría.

Lo que debería hacer es saltar la valla. Lanzarse sobre Lilith y obligarla a tumbarse
en el suelo. Nadie la escucharía gritar ni pedir ayuda. Podría romper la pared de cristal
y agarrar el cuerpo de Lilith, violarla bajo la luz de la luna y sentir la calidez de sus

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pechos en su cara, entrar en ella y poseer ese cuerpo. Poseer a Lilith. La erección se
abría paso entre sus pantalones y se decidió a hacerlo. Lilith estaba a punto de irse.
Pidió perdón en secreto, apenas un susurro. “Lo siento Lilith, no me he podido
controlar”. Y rompió la pared de cristal en su mente.

Pero algo más rompió la noche. Una chispa. Un reflejo. ¿Qué había sido? Aire. Le
faltaba aire. Cuando bajó la vista, se vio sangrar. Se llevó las manos a la garganta, allí
de dónde manaba la sangre. Levantó la vista lo suficiente como para verle, con el
cuchillo en la mano, lo que había producido el destello. Ni siquiera había notado el
corte, para cuando se dio cuenta, litros de sangre corrían por su cuerpo. Intentó gritar,
pero fue inútil. La pared de cristal que le alejaba de todos los demás se había roto.
Pero no entró quien él quería que entrase.

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LILITH XVIII
- Buenos días señor Comisario. No vengo en calidad de alcalde de este pueblo, sino
como abogado de Don Fabián. Ya me han comentado que se niega a hablar con
nadie, espero que yo pueda hacerlo cambiar de opinión. ¿Está usted seguro de que
él ha matado al chico?

- Completamente seguro.

- ¿Y al resto de muertos?

- No lo sabemos pero creemos que no. Todas las autopsias anteriores concluyen que
fueron muertes naturales, de todas formas, investigaremos cualquier posibilidad.

- ¿Puedo pasar a ver al señor cura?

- Faltaría más, pase, pase. De momento le hemos acondicionado esta sala hasta que
el juez nos indique a donde hay que trasladarlo.

Don Gustavo entra en la estancia. Está fría pero muy bien iluminada. El sol entra
por la ventana iluminando la cara del cura. El Padre Fabian está al fondo, sentado, y
con los dedos de la mano izquierda repicando encima de la mesa. Parece alegrarse al
verlo.

- Buenos días Padre, ¿cómo está?

- No muy bien hijo, no muy bien.

- ¿Qué ha hecho Padre?

- Mi deber, me guste o no, ese era mi deber.

- ¿No se da cuenta de que ha matado a un chico y de una forma terrible?.

- He matado a un siervo de Satán… y en cuanto a la forma, es mejor no ahondar en


detalles, pero la forma era necesaria.

- ¿Ha perdido usted la cabeza o qué? Ese chico era una persona del pueblo de toda la
vida, honrada, …

- Soy el Pastor de las almas de este pueblo y no podía consentir que el mal se
propagará por toda la comarca. Usted no ha visto lo que yo. Vi el ritual y no hay
duda de que era Satánico. Vi al mismísimo diablo saltar del cuerpo de la bruja al de
ese chico. Vi como corría campo a través a propagar el mal de forma despiadada.
Había que detenerlo.

- Padre, mi secreto profesional vale lo mismo que su secreto de confesión. Le ruego


me diga la verdad porque se lo voy a preguntar sólo una vez. ¿Tiene usted algo que
ver con las otras muertes?
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- Por supuesto que no. El responsable de las muertes de esos buenos cristianos es el
mismísimo Satán. Pero ahora, una vez inutilizado su brazo ejecutor, verá como no
vuelve a actuar. ¡Se acabaron las muertes extrañas en este pueblo!

Don Gustavo abandona la sala.

- ¿Lo ha oído todo, verdad?

- Sí, y creo que dice la verdad. Él no tiene nada que ver con las otras muertes.

- Decididamente ha perdido la cabeza. Está más para un frenopático que para la


cárcel.

- Dónde lo encierren será un juez quien lo decida, ni usted, ni yo, tenemos potestad
para ello.

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LILITH XIX
Lilith ha pasado los peores días de su vida. No es fácil vivir cuando el resto del
mundo te ha condenado. Con la detención del cura todo parece más tranquilo, pero el
caso no está resuelto y Lilith no se fía, en un par de días dejará el pueblo que la ha
visto nacer.

Hace frío fuera y falta poco para que caiga el sol. Tira un tronco más a la chimenea
y se sienta en el sofá. Lobo se acerca a la puerta y maúlla, está intranquilo, parece que
quiere salir. Insiste e insiste hasta que su ama le abre la puerta y sale como una
exhalación. ¿Dónde irá ahora? — Cierra la puerta de nuevo. — Sí, la decisión está
tomada, y más si Andrés ha decido acompañarla. No hay planes, no hay rumbo, el
camino les dirá que hacer en cada momento.

El portátil le advierte de la entrada de un correo electrónico y se levanta a leerlo.


Es de Pascual el tendero:

“Gracias por cuidar de tu amigo. Él nos trae la calma que algunos ya necesitamos, sin
dolor, sin estertores, desatando una atadura clínica que nos amarra a la vida en contra
de nuestra voluntad. He sentido como me ofrecía sentarme debajo del gran árbol para
recibir su fortaleza. Maúlla. Está a mi lado y me siento acompañado. Me voy en paz. La
vida es una caja de sorpresas, ¿por qué no lo va a ser también la muerte? Sé feliz sobre
todas las cosas.

D. Debía contártelo.

Pascual.”

Lilith sale corriendo y cruza el cementerio como una exhalación. Abre


apresuradamente la puerta y se encuentra a Pascual recostado a los pies del viejo
árbol. Los ojos cerrados. En el suelo su Blackberry aún encendida. Le toca el cuello
buscándole el pulso. Está muerto. Lobo, a sus pies, la mira con ojos de niño travieso.

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LILITH XX
- Y así es como Lilith y Andrés se marcharon de este pueblo acompañados por
el gran Lobo. Cuenta la leyenda que desde entonces deambulan de cementerio en
cementerio ayudando a morir en paz a todos aquellos que su vida ha entrado en una
espiral descendente, una espiral que los arrastra sin solución a perecer de forma
indigna y dolorosa, y sin que nadie pueda hacer nada por ellos. — Hizo una pequeña
pausa y prosiguió como si midiera especialmente las palabras que iba a pronunciar. —
Mi padre contaba que cuando él era pequeño, estando un domingo muy temprano
delante de la escuela, una pareja de forasteros que no superarían los treinta años y
acompañados de un gato negro se pararon en la puerta, pronunciaron una serie de
palabras en una lengua extraña y antes de marcharse, ella se le acercó, y mientras le
acariciaba la cabeza le dijo que sería una buena persona el resto de su vida. Mi padre
tenía la creencia de que aquella chica era Lilith, pese a que toda esta historia de
muertes misteriosas había ocurrido hacía más de ochenta años. La gran preocupación
de mi padre durante toda su vida fue no fallarle a Lilith.

- ¿Y lo consiguió?

- Creo que sí

- Abuelo, ¿y qué pasó con Ceres? – Le preguntó el mayor de los tres


adolescentes.

- El gran árbol sigue en pie en el cementerio, a pesar de su edad – sonrió el


abuelo – podemos ir a visitarlo cuando queráis. Se calcula que ese árbol debe tener más
de mil años. También cuenta la leyenda de Lilith, que cada año vuelven los tres al
cementerio y realizan un rito sagrado junto a Ceres y parece ser que ahí está el secreto
de la longevidad de Lilith, Andrés y Lobo. Para que acabéis de entender la grandeza de
esta historia, sólo os diré que por raro que os parezca, en aquella época los humanos
difícilmente superaban los ochenta años de edad.

- ¿Sólo ochenta años? Entonces, abuelo, ¿es imposible que esa chica fuera
Lilith?

- Pues ahí reside el misterio -– le respondió mientras le señalaba con el dedo


— que por imposible que parezca, esa chica, era la misma Lilith en persona.

FIN

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