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TÍTULOS Y AUTORES: 29.

M A R C U S E , FROMM, R E I C H : E L
FREUDO MARXISMO
1. ¿QUÉ E S FILOSOFÍA?
José T a b e m e r Guasp
EL H O M B R E Y SU M U N D O v Catalina Rojas Moreno
Manuel Mace) ras 30. U N H U M A N I S M O DEL S I G L O X X : EL
2. LA SABIDURÍA O R I E N T A L : PERSONALISMO
TAOf SMO, B U D I S M O .
CONFUCIANISMO A. D o m i n g o Moratalla
31. LA PSICOLOGÍA HOY:
Víctor García ¿ O R G A N I S M O S O MAQUINAS ?
3. MITOLOGÍA Y FILOSOFÍA: Pilar Lar asa
LOS PRESOCRATICOS
Ángel J. C a p p d l e i t i
v Concepción Pérez López
32. E L E S T R U C T U R A L I S M O D E
SERIE
4. D E LOS S O F I S T A S A PLATÓN:
POLÍTICA Y P E N S A M I E N T O
Tomás Calvo
LEVI-STRAUSS A DERRIDA
Antonio Bolívar Botia HISTORIA DE LA FILOSOFÍA
33. FILOSOFÍA Y ANÁLISI S D E L
5. ARISTÓTELES: S A B I D U R Í A Y LENGUAJE
FELICIDAD
J. J. Acero Fernández
José Montova v Jesús Con¡II
34. CRÍTICA Y UTOPÍA: LA ESCUELA D E
6. LA FILOSOFÍA H E L E N Í S T I C A : FRANKFURT
ÉTICAS Y S I S T E M A S
Adela Cortina
7.
Carlos García Gual
LA CULTURA C R I S T I A N A Y SAN
AGUSTÍN
35. LA CIENCIA CONTEMPORÁNEA Y
S U S IMPLICACIONES FILOSÓFICA S
A. Pérez de Loborda
46
J, A. Garcia-Junceda
8. EL P E N S A M I E N T O H I S P A N O Á R A B E :
AVERROES
R. Ramón Guerrero
36. LA ÚLTIMA FILOSOFÍA ESPAÑOLA:
UNA C R I S I S C R Í T I C A M E N T E
EXPUESTA
WITTGENSTEIN
Carlos Díaz
9. TOMAS D E AQUINO: M A E S T R O DEL
37. G R A C l A N
ORDEN
Jorge Avala
Jesús García López 38. PASCAL: CIENCIA Y CREENCIA
10. LA FORMACIÓN D E LA CIENCIA Alicia Villar Ezcurra
MODERNA
39. E S P I N O S A : RAZÓN Y F E L I C I D A D
11.
Carlos Mfnguez
EL RENACIMIENTO : H U M A N I S M O Y
SOCIEDAD
Sergio Rábade Romeo
4 0 . LA Q U I E B R A D E LA R A Z Ó N
JOSÉ LUIS PRADES CELMA
ILUSTRADA: IDEALISMO Y
12.
E. García Esiébanez
EL RACIONALISMO Y LOS
ROMANTICISMO Catedrático de I. B.
José Luis Villacañas
PROBLEMAS DEL MÉTODO 41. DILTHEY: VIDA-EXPRESIÓN
Javier de Lorenzo Ángel Gabilondo Pujol
tí. EMPIRISM O E ILUSTRACIÓN 42. E L P R A G M A T I S MO A M E R I C A N O :
INGLESA: D E H O B B E S A H U M E ACCIÓN RACIONAL Y
J. C. Garcia-Bonón Moral RECONSTRUCCIÓN DEL S E N T I D O
14. LA ILUSTRACIÓN FRANCESA:
ENTRE VOLT AIRE Y ROUSSEAU
43. B E R G S O N
Podro Chacón Fuertes
VICENTE SANFELIX VIDARTE
Arsenio Ginzo
4 4 . J. P. S A R T R E Y LA DIALÉCTICA D E
15. KANT: C O N O C I M I E N T O Y LA COSÍFICACIÓN Profesor de Filosofía en la Universidad de Valencia
RACIONALIDAD
Adolfo Arias Muñoz
S. Rábade. A. López v E. Pesquero
45. EL P E N S A M I E N T O DE JACQUES
Vol. 1: El v s o teórico d e la Razón
MARITAIN
Vol. 11: El u » practico de la Razón
Juan R a m ó n Calo v Daniel Barcal a
16. HECEL, FILÓSOFO ROMÁNTICO 46. W I T T G E N T E I N
Carlos Díaz J a c o b o Muñoz Vcieo
17. DEL SOCIALISMO UTÓPICO AL 47. H E I D E G G E R Y LA C R I S I S D E LA
ANARQUISMO ÉPOCA M O D E R N A
Félix García Morirán R a m ó n Rodrigue* García
18. MARX Y E N G E L S : EL M A R X I S M O 48. FOUCAULT: HISTORIA D E LA
GENUINO V E R D A D Y ONTOLOGÍ A DEL
19.
Rafael Jerez Mir
COMTE: P O S I T I V I S M O Y
PRESENTE
Juan Manuel Navarro Cordón
¡ s?**»»;-., ,.»r
REVOLUCIÓN
49. ZUBIRI: EL REALISMO RADICAL
Dalmacio Negro Pavón
Antonio Ferruz Favos
20. EL EVOLUCIONISMO: D E DARWIN A 50. E . L É V I N A S : H U M A N I S M O Y ETICA
LA SOCIOBIOLOCÍA Graciano González
Rafael Grasa Hernánde z 51. H E R M E N É U T I C A Y FILOSOFÍA
21. S C H O P E N H A U E R Y KIERKEGAARD: CONTEMPORÁNEA
S E N T I M I E N T O Y PASIÓN
Juan Manuel Navarra Cordón
Manuel Macciras Fafián 52. N I H I L I S M O Y ESTÉTICA (FILOSOFÍA
22. EL P E N S A M I E N T O D E N I E T Z S C H E D E F I N D E MILENIO)
Luis Jiménez Moreno
Carlos Díaz
23. F R E U D Y JUNG: E X P L O R A D O R E S 53. BAYLE O LA ILUSTRACIÓN
DEL I N C O N S C I E N T E ANTICIPADA
Antonio Vázquez Fernández Julián A travo Pomedu
24 EL K R A U S I S M O Y LA I N S T I T U C I Ó N
54. F I C H T E : ACCIÓN Y L I B E R T A D
LIBRE D E E N S E Ñ A N Z A
Virginia López Domínguez
A. Jiménez García
55. FOULCAUL
25. UNAMUMO. F I L Ó S O F O D E Jorge Álvancz Yaeiiez
ENCRUCIJADA
56. F R A N C I S CO DE VICTORIA
Manuel Padilla Novoa
26. ORTEGA Y LA CULTURA ESPAÑOLA
P. J. Chamizo Domínguez
27. H U S S E R L Y LA C R I S I S DE LA
RAZÓN
Isidro G ó m e z Romero
28. LOS E X I S T E N C I A L I S M O S : CLAVES COORDINADORES:
PARA SU C O M P R E N S I Ó N Carlos Díaz. Manuel Macciras Palian,
Pedro Fon tan Jubero Manuel Padilla N o i o a
A nuestros padres

2002 EDICIONES PEDAGÓGICAS, S. L.


Galileo, 26
28015. MADRID
Teléf./Fax:91448 06 16
ISBN: 84-411-0079-9
Depósito legal: M. 14.659-2002
Impresión: EFCA, S. A.
Parque Industrial «Las Monjas», Torrejón de Ardoz - 28850 Madrid
Printed in Spain

^m
índice

1. Cuadro cronológico 14

2. Introducción. La fidelidad a un proyecto filosó-


fico 18

2.1. La polémica de los dos Wittgenstein 18


2.2. El Tractatus y las Investigaciones o los límites
del lenguaje 20
2.3- El sentido ético del pensamiento wittgenstei-
niano 23
2.4. La unidad y continuidad del pensamiento de
Wittgenstein 27

3. El Tractatus Logico-Philosophicus: los límites exter-


nos del lenguaje 29

3-1. Génesis y estructura del Tractatus logico-philo-


sophicus 29
3.1.1. Los escritos anteriores al Tractatus 29
3.1.2. El Tractatus Logico-Philosophicus 31

7
3.2. La filosofía de la Lógica 33 4. La teoría del lenguaje de las Investigaciones Filo-
sóficas 119
3.2.1. La revuelta anti-psicologista 33
3.2.2. La revuelta contra el platonismo 36
4.1. Ruptura y continuidad: la obra de transición .... 119
3.2.3. El método de las tablas de verdad 38 4.1.1. La determinación del sentido y la nota-
3.2.4. El ataque a los objetos lógicos: las cons- ción perspicua 120
tantes lógicas 42 4.1.2. La aplicación de la pintura y las actitudes
3.2.5. El ataque a los objetos lógicos: los tipos proposicionales 125
lógicos 47 4.2. Los juegos de lenguaje 128
3.2.6. La lógica debe dar cuenta de sí misma 52 4.2.1. Acción humana y relaciones internas 128
3.3. La teoría del significado 55 4.2.2. Fuerza y sentido. Semántica y pragmática 132
3.3.1. La forma general de la proposición 55 4.3. "Seguir una regla" 134
3.3.2. La tesis de la extensionalidad 59 4.3.1. La determinación del sentido y la idea de
3.3.3. El problema de los contextos intensiona- "regla" 134
62
les 4.3-2. Platonismo y mentalismo: "La cadena de
3.3.4. ¿A la búsqueda de un lenguaje lógica- justificaciones tiene un fin" 137
mente perfecto? 65 4.4. La naturaleza social del lenguaje 145
3.3.5. El principio de la determinación del sen- 4.4.1. La concordancia comunitaria 145
tido 67 4.4.2. El concepto de "comunicación" 150
3.3.6. Las exigencias de una teoría del signifi- 4.5. Formas de vida. La autonomía de la gramática .... 153
cado 69 4.5.1. Lo dado 153
3.3.7. La génesis de la teoría pictórica del signi- 4.5.2. La concordancia en juicios 155
ficado 71
3.3.8. La teoría pictórica del significado: forma
pictórica, forma lógica y la multiplicidad 5. Epistemología y Filosofía de la mente en las In-
lógico-matemática 72 vestigaciones Filosóficas 164
3.3.9. La teoría pictórica del significado: el pen-
samiento 76 5.1. La concepción cartesiana de la mente 164
3.4. Ontología y Metafísica 85 5.2. El Ojo geométrico 170
3.4.1. El concepto de verdad 85 5.2.1. El sujeto-tras-el-mundo y la doctrina del
3.4.2. El mundo 90 ojo interior 170
3.4.3. El sujeto 99 5.2.2. La incoherencia del dualismo 173
5.3- "En el principio era la acción" 178
3.5. El ámbito del valor 108
5.3.1. La subjetividad y las actitudes proposicio-
3.5.1. El problema de la vida 108 nales 178
3.5.2. El ascenso hacia lo místico 111 5.3.2. La primera persona, la intencionalidad y
3.5.3. La Justificación del sin sentido 115 la acción 183

9
5.4. El lenguaje privado 186 NOTA DE LOS AUTORES.

6. Wittgenstein y la filosofía contemporánea 196 No es fácil resumir en doscientas páginas las opiniones de
un autor como Wittgenstein. Si nos hubiéramos inclinado por
6.1. Lenguaje ordinario y filosofía 196 la alternativa de proporcionar una información exhaustiva de
6.2. La cuestión del relativismo 200 sus puntos de vista en todas las áreas en las que se ocupó,
habría sido imposible mostrar con detalle las líneas funda-
6.3- Holismo y relativismo 204 mentales de su pensamiento. Hemos decidido, pues, escoger
6.4. La autonomía del mundo humano 211 algunos problemas como centrales, y hemos tratado de desa-
rrollar y evaluar sus argumentos con algún detenimiento. El
lector percibirá inmediatamente que, en nuestra opinión,
APÉNDICES Wittgenstein fue más un filósofo del lenguaje que un episte-
mólogo o un filósofo de la mente.
7. Textos Comentados 224
Muchos de los problemas de los que tratamos los hemos dis-
8. Glosario 228 cutido en numerosas ocasiones en los últimos años. Aunque
ni la interpretación que da V. S. del Tractatus ni la que da J.
9. Bibliografía 231 L. P. de las Investigaciones sean exactamente la que hubiera
dado el otro, existe la suficiente coincidencia entre nuestros
puntos de vista como para creer que la coherencia global de
la exposición no se ha visto afectada en absoluto.

Valencia, septiembre de 1988.

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10 II
1
DATOS BIOGRÁFICOS

1889. Nace en Viena en el seno de una rica fa- 1904. Se suicida en Viena otro hermano, Rudolf.
milia de ascendencia judía. Ultimo de 1906. El suicidio de Boltzmann le impide estu-
ocho hermanos, es bautizado en la Iglesia diar con él en Viena. Se decide por la in-
Católica a la que pertenecía su madre. geniería e ingresa en la Technische Hochs-
1893- Comienza su educación con tutores priva- chule de Berlin-Charlottenburg. Un año
dos en el propio hogar paterno, centro de antes Russell había publicado su trabajo
una gran actividad cultural, sobre todo On Denoting.
musical. Frege publica el primer volumen 1908. Se traslada a Inglaterra y formaliza su ins-
de los Grundgesetze der Arithmetik. Un cripción en la Universidad de Manchester,
año antes había publicado "Veüber Sinn donde prosigue sus estudios de ingeniería
und Bedeutung". interesándose por la aeronáutica.
1902. Se suicida en América su hermano mayor,
Hans.
1903- Ingresa en una escuela de Linz, donde es-
tudia durante tres años. Frege publica el
segundo volumen de los Grundgesetze
der Arithmetik; Russell, The Principies qf
Mathematics, y Moore, Principia Ethica y
"The Refutation ofldealism".

1912. Después de una entrevista con Frege, en 1914. Recibe en Noruega la visita de Moore, a
Jena, por consejo de éste se traslada a quien le dicta una serie de reflexiones so-
Cambridge para estudiar lógica y filosofía bre lógica. AI estallar la guerra se alista vo-
de las matemáticas bajo la dirección de luntario en el ejército del imperio Austro-
Russell. húngaro. Inicia su Diario Filosófico. Lee a
1913- Muere su padre y hereda una inmensa for- Tolstoi, quien le impresiona profundamen-
tuna, a la que renunciará en favor de sus te. Estudia los evangelios. Russell publica
hermanos convencido del poder corruptor Nuestro conocimiento del mundo externo.
del dinero. Visita Noruega con su amigo
David Pinsent, instalándose, finalmente, en
Skjolden. Redacta sus Notas sobre lógica.
CUADRO CRONOLÓGICO
1918. Acaba la redacción del Tractatus. Muere su 1922. El Tractatus es traducido al inglés por C.
amigo D. Pinsent, a cuya memoria dedica K. Ogden y F. P. Ramsey. Sigue ejerciendo
el libro. Es hecho prisionero e internado de maestro, primero en Hassbach y des-
en un campo de concentración en Monte- pués en Puchberg. Discute el Tractatus
cassino. Se suicida otro de sus hermanos. con Ramsey. Aparece la obra de Dewey:
Russell da unas conferencias a las que titu- Human Nature and Conduct.
la "La filosofía del atomismo lógico" y en 1924. Es trasladado a Otterthal. Entra en contacto
las que reconoce su deuda con Wittgens- con Schlick.
tein. 1925. Visita Inglaterra. Sufre una crisis y decide
1919. Es liberado en agosto. De vuelta a Viena se abandonar el trabajo de maestro. Muere
matricula en la escuela de Magisterio. Se Frege. Moore publica "Una defensa del
entrevista con Russell en La Haya. sentido común".
1920. Trabaja como jardinero en el convento de 1926. Vuelve a ejercer de jardinero, esta vez en
Klosterneuburg. Habiendo obtenido la titu- el convento de Hütterdorf. Muere su ma-
lación de maestro de escuela primaria, em- dre. Comienza a trabajar en la construcción
pieza a ejercer en Trattenbach. de una casa para su hermana en Viena. Se
1921. Se publica el Tractatus en el último núme- imprime su Wórterbucb für Volksscbulen,
ro de la revista Annalen der Naturphilo- vocabulario confeccionado por Wittgens-
sopfoie. Russell publica su Análisis of tein en Puchberg para facilitar a los niños
Mind. el aprendizaje de la lengua.

1927. Inicia sus reuniones con miembros del cír- 1931- Empieza a trabajar en la Philosophische
culo de Viena, algunas de las cuales serán Grammatik.
recogidas por F. Waissman bajo el título de
1933- Dicta a sus alumnos El Cuaderno azul.
Wittgenstein y el Círculo de Viena. Heideg-
ger publica Ser y Tiempo. 1934. Dicta a F. Skinner y A. Ambrose El Cua-
1928. Acude a las conferencias de Brower sobre derno Marrón. Comienza a estudiar ruso.
los fundamentos de la matemática. Decide 1935- Visita la Unión Soviética, país por el que
reemprender su labor filosófica. sentía una fuerte atracción.
Carnap publica Der logische Aufbau der 1936. Pasa parte del año en Noruega. Empieza a
Welt trabajar en las Philosophische Untersu-
1929. Se traslada a Cambridge a principios de chungen. Ayer publica su Lenguaje, ver-
año. Se le acepta el Tractatus como tesis dad y lógica.
doctoral. Publica "Some Remarks on Logi- 1937. De regreso a Cambridge, empieza a traba-
cal Form" y, posiblemente, pronuncia ante jar en sus Bemerkungen üher die Grund-
los miembros de la Sociedad de los Here- lagen der Mathematik.
jes su conferencia sobre ética. Se nacionaliza británico. Da unas confe-
1930. Es nombrado Fellow del Trinity College. rencias sobre estética y religión. Traba
Muere Ramsey. Se distancia definitivamen- amistad con N. Malcolm. Ryle publica su
te del Círculo de Viena. Trabaja intensa- trabajo sobre las categorías.
mente en las Philosophische Bemerkun-
gen. Waissmann publica sus tesis sobre el
Tractatus.
CUADRO CRONOLÓGICO (continuación)
1939. Sucede a Moore en la cátedra de Cam- y Cambridge. Vuelve a Irlanda y se instala
bridge. Visita nuevamente la Unión Sovié- en un hotel de Dublin. Russell publica El
tica. Moore publica su Prueba del mundo conocimiento humano.
externo. Estalla la segunda guerra mundial. 1949. Trabaja en la segunda parte de las Philo-
1942. Trabaja como voluntario en el Guy's Hos- sophiscbe Untersucbungen y en Zettel. Pasa
pital de Londres, manteniendo secreta su el verano en los Estados Unidos invitado
identidad y sin abandonar sus clases en por Malcom. A finales del año le diagnosti-
Cambridge. can cáncer de próstata. Carnap publica
1943. Trabaja en el laboratorio del hospital de Meaning and Necessity; y Ryle, El concep-
Newcastle. to de lo mental.
1944. Regresa a Cambridge. 1950. Viaja a Noruega. Vive unos meses en Ox-
1945. Final de la guerra. Popper publica La So- ford en casa de su discípula E. Anscombe.
ciedad abierta y sus enemigos; y Steven- 1951. Muere en Cambridge el 29 de abril, en ca-
son, Etica y lenguaje. sa de su médico el Dr. Bevan, quien le ha-
1947. Renuncia a su cátedra de Cambridge. Se bía acogido para cumplir su deseo de no
traslada a Irlanda. morir en un hospital. Sus últimas palabras
fueron: "Dígales que he tenido una vida
1948. Vive en una soledad absoluta en la costa maravillosa".
oeste de Irlanda. Visita brevemente Viena

o
g


gico-Philosophicus, y el que tenía proyectado hacer públicas
sus nuevas opiniones en las Investigaciones Filosóficas; una de
las obras postumas e inacabadas más influyentes de la historia
de la filosofía.
La complejidad de esta tarea resulta incrementada desde el
momento mismo en que se tiene conciencia de este hecho
porque las posibilidades de su resolución se duplican: ¿es el
pensamiento filosófico de Wittgenstein la propuesta de dos ca-
minos diferentes conducentes, no obstante, a uno y el mismo
sitio, o nos propone no sólo un cambio de itinerario sino tam-
bién de meta? Planteada la cuestión en otros términos, ¿perma-
neció Wittgenstein siempre fiel a un objetivo filosófico y sólo
cambió sus convicciones acerca de la manera más adecuada
de llevarlo a cabo, o alteró no sólo los medios sino el proyec-
to mismo? En definitiva, no tenemos aquí sino la reformula-
ción de una polémica ya casi tradicional, aquella que muchos
comentaristas han desarrollado a propósito de la relación entre
el primer y el segundo Wittgenstein y a la que él mismo dio
La Fidelidad ocasión con la siguiente observación del Prólogo de las Inves-
a un Proyecto Filosófico tigaciones:

"Hace cuatro años tuve ocasión de volver a leer mi


primer libro (el Tractatus Logico-Philosophicus), y de ex-
plicar sus pensamientos. De repente, me pareció enton-
2.1. La polémica de los dos Wittgenstein. ces que debiera publicar aquellos antiguos pensamientos
junto con los nuevos, que éstos sólo podrían quedar co-
En una conferencia sobre ética, que Wittgenstein pronunció rrectamente iluminados por oposición a —y contra el
en Cambridge en una fecha entre 1929 y 1930, advirtió a sus trasfondo de— mi forma de pensar más antigua.
oyentes de una dificultad que ineludiblemente tendrían que Porque desde que hace diecisiete años empecé, otra
afrontar; la de llegar a ver a la vez el camino que les proponía vez, a ocuparme de filosofía, tuve que reconocer errores
emprender y el fin al que el mismo conducía. graves en aquello que había escrito en aquel primer libro,"
En realidad, ésta se nos antoja como una de las más agudas
dificultades con la que cualquier lector de la obra de Por nuestra parte, creemos que están en lo cierto quienes
Wittgenstein se encontrará; la de entender no sólo las asevera- defienden la unidad esencial del proyecto wittgensteiniano
ciones que en sus escritos encuentre, sino también algo tan (Winch, 1971, p. DO, y se oponen a la consideración de las úl-
poco explicitado en ellos como es su propósito. Y la compleji- timas tesis como una pura y simple negación de las primeras.
dad de esta tarea se ve incrementada todavía más por el hecho Contra esta última interpretación hay varias consideraciones
de que, como es bien sabido, no parece haber —filosófica- que la desaconsejan. En primer lugar, el propio testimonio de
mente hablando— un único Wittgenstein, sino, cuando me- Wittgenstein en el sentido de que no debía tomarse el Tracta-
nos, dos: el que precipitó sus tesis en el famoso Tractatusío- tus como un montón de chatarra aparentando ser un reloj, si-

18
no antes bien como un genuino reloj que no daba la hora mas filosóficos y de la manera adecuada de resolverlos
exacta (Anscombe, 1977, p. 84). En segundo, y sobre todo, (Kenny, 1974, p. 28; Fann, 1975, p. 17). Se señala entonces
que las Investigaciones y el Tractatus se ocupan de temas en que siempre pensó que los mismos surgían de una mala com-
gran medida diferentes, con lo que difícilmente podría venir la prensión del funcionamiento del lenguaje, y que su solución
última obra a constituir la antítesis de la primera. consistía, no en formular alguna teoría (pues la filosofía no
En efecto, mientras que en las Investigaciones la filosofía debía ser, según él, nada semejante a la ciencia), sino en mos-
del lenguaje aparece indisociablemente ligada a cuestiones de trar, mediante el análisis, que carecían de sentido. El objetivo
carácter epistemológico o relativas a la filosofía de la mente, que daría unidad al pensamiento wittgensteiniano sería de ca-
este tipo de problemas apenas sí están esbozados en el Trac- rácter terapéutico: alcanzar la claridad acerca de los enigmas
tatus. Tal disparidad temática entre las dos obras fundamenta- filosóficos mediante su disolución.
les de Wittgenstein no es, por lo demás, accidental. Ya en el No vamos a negar que hay algo de verdad en esta opinión.
Prólogo del Tractatus había escrito que era consciente de no Basta consultar aquellas observaciones del Tractatus y de las
haber profundizado todo lo posible; si bien consideraba que, Investigaciones que se refieren a la naturaleza de la filosofía,
en lo esencial, había resuelto los problemas filosóficos que se para convencerse de que en este punto hay una aparente con-
había planteado. Pues bien, la vuelta de Wittgenstein a la filo- tinuidad entre una obra y otra. Sin embargo, no creemos que
sofía en 1929, después de que la hubiera abandonado tras la ésta pueda ser toda la verdad. Y si lo fuera, habría de con-
publicación del Tractatus, fue precisamente, al menos en un venirse que a un wittgensteiniano le resultaría harto difícil
primer momento, para "remachar ese clavo" que, según enten- justificar la práctica misma de la actividad filosófica, ya que,
día él, su primera obra había puesto en la historia de la filoso- sin negar que la claridad conceptual sea un valor por sí mis-
fía (Tractatus, Prólogo). Se trataba de detallar la solución a ma, el hombre común aún podría preguntar legítimamente
una serie de problemas tales como el de las relaciones entre la qué aportaría la filosofía, si ya no al campo más restringido
lógica y su aplicación, el pensamiento y el significado o la for- del conocimiento sí, por lo menos, al más amplio de la cultu-
mulación de una operación y su desarrollo, sobre los que su ra. Pues si el filosofar conduce en la mayor parte de los casos
primera obra había pasado como sobre ascuas. Y fue precisa- al extravío, y sólo en el mejor de ellos a la curación del extra-
mente la paulatina elaboración de estos temas lo que le llevó vío que él mismo provoca, ¿por qué empeñarse en continuar
a desengañarse de su primera convicción acerca de la verdad filosofando? Disolver los pseudo-problemas que él mismo en-
intocable y definitiva de sus primeros pensamientos (Trac- gendra no parece ser un viaje que requiera tales alforjas.
tactus, Prólogo). Quizá tendríamos que concluir que éste sería el destino de
La alternativa que se planteó más arriba creemos, pues, que aquellas mentes compulsivas que, como la de Wittgenstein, no
es justo resolverla quedándose con la primera opción; el pudieran evitar obsesionarse por tales pseudo-problemas. Pero
Tractatus y las Investigaciones conducen, cierto que por dife- para quienes no padecieran de tal peculiaridad caracterioló-
rentes caminos, al mismo sitio. El objetivo al que una y otra gica, o sea, para la inmensa mayoría de la humanidad, la con-
obra apuntan es idéntico. Pero exactamente ¿cuál es? secuencia de esta concepción de la naturaleza de la filosofía
difícilmente podría entenderse que fuera otra sino una reco-
mendación de abstenerse de ella. El propio Wittgenstein pare-
2.2. El Tractatus y las Investigaciones, ce que fue consciente de esta consecuencia de la concepción
o los límites del Lenguaje estrictamente terapéutica del análisis filosófico. En el Prólogo
del Tractatus, después de afirmar que la formulación de los
Varios son los autores que cuando tratan de precisar aque- problemas de la filosofía descansa en la falta de comprensión
llo que da continuidad al pensamiento de Wittgenstein se de la lógica de nuestro lenguaje, y que los mismos han sido
vuelven hacia su concepción de la naturaleza de los proble- resueltos por él en lo esencial, añade:

20 21
"Y si no estoy equivocado en esto, el valor de este tra- je, siempre esta tarea de determinación de límites tuvo la mis-
bajo consiste, en segundo lugar, en que muestra cuan ma finalidad.
poco se ha hecho cuando se han resuelto estos proble-
mas". 2.3. El sentido ético
Y sabemos también que hacia el final de su vida rechazó del pensamiento wittgensteiniano.
enérgicamente la catalogación de "positivismo terapéutico"
que algunos proponían para su segunda manera de pensar. En el Tractatus, Wittgenstein supuso que había un límite
Enfrentados a esta tesitura algunos comentadores no han absoluto de lo decible que valía la pena elucidar, y a ello de-
dudado en afirmar que la reflexión filosófica wittgensteiniana dicó sus esfuerzos. En una bien conocida carta dirigida a Lud-
cumple otras tareas aparte de la del exorcismo de viejos pseu- wig von Ficker hace, sin embargo, esta enigmática presenta-
do-problemas (por ejemplo, Pitcher, 1964, p. 324). Estamos de ción de su primera obra:
acuerdo por completo con esta opinión; y pensamos que, en
contra de lo usualmente supuesto, esta concepción tan restric- "El punto central del libro es ético. En cierta ocasión
tiva de la actividad filosófica, cuyas consecuencias acabamos quise incluir en el Prefacio una frase que de hecho no se
de analizar, no constituye el factor unificante del pensamiento encuentra en él, pero que la transcribiré para usted
wittgensteiniano. aquí, porque acaso encuentre usted en ella una clave de
A nuestro entender es cierto que la concepción de la filo- la obra. Lo que quise escribir, pues, era esto: Mi trabajo
sofía que se apunta en el Tractatus es formalmente coinci- consta de dos partes: la expuesta en él mas todo lo que no
dente con la que se apunta en las Investigaciones. Pero es du- he escrito. Y es precisamente esta segunda parte la impor-
doso que no lo sea sólo formalmente. Así, en una y otra obra tante. Mi libro traza límites a la esfera de lo ético como si
se nos sugiere la práctica de la filosofía como crítica del len- fuera desde el interior, y estoy convencido de que ésta es
guaje, pero mientras en el Tractatus esta crítica se concreta en la única manera rigurosa de trazar esos límites.
la tarea de fijar un límite a la totalidad del lenguaje, lo que nos En breve, creo que allí donde muchos otros no están
proponen las Investigaciones es el análisis particularizado de hoy en día haciendo mas que asfixiar con gas, he acer-
diferentes áreas del lenguaje. De ahí que el carácter sistemáti- tado en mi libro a ponerlo todo en su sitio de una ma-
co de su primera obra contraste tan nítidamente con el a-siste- nera firme, guardando silencio sobre ello. Y por esta ra-
mático de la segunda, que a los ojos del propio Wittgenstein zón, a no ser que me equivoque mucho, el libro dirá
no pasaba de constituir un mero "álbum" de reflexiones. Tam- una gran cantidad de cosas que usted también quiere
bién podríamos decir que mientras el Tractatus pretende fijar decir. Lo único que ocurre es que usted no verá acaso lo
el límite absoluto o externo del lenguaje, las Investigaciones que está dicho en el libro. Por el momento le recomen-
sólo tienen la pretensión de delinear límites internos a éste. La daría leer el prefacio y la conclusión, ya que contienen
coincidencia formal a propósito de la tarea filosófica —la fija- la expresión más directa del punto central del libro".
ción de los límites del lenguaje— esconde, pues, una discre-
pancia material —la fijación del límite externo, en un caso, la A la luz de esta confesión parece que es posible afirmar
de los internos, en el otro—. Y ahora podemos preguntarnos: que la intención de Wittgenstein al trazar el límite de lo deci-
si la concepción de la tarea filosófica materialmente determi- ble es antes práctica que teórica, más bien ética que epistemo-
nada no es el factor unificante del pensamiento de Wittgens- lógica. Pero como él mismo advierte, en una primera aproxi-
tein, ¿qué puede serlo? Nuestra respuesta es: el propósito con mación a su libro resulta difícil entender cómo éste podría
que tal tarea fue desarrollada, ya que si en cada etapa Witt- cumplir semejante propósito, pues es el caso que en él apenas
genstein prentendió fijar un tipo diferente de límites al lengua- si encontramos algunas pocas observaciones acerca de la éti-

9? 23
ca, y las que encontramos distan, desde luego, de tener un las Investigaciones Filosóficas. Pero es preciso que busquemos
significado transparente. más fundamentos a esta opinión, pues si ya en el Tractatus,
Quizá sea iluminador a este respecto recordar que en el donde se habla poco de la ética, no resulta fácil captar la fina-
Tractatus Wittgenstein identifica las proposiciones verdaderas lidad general de salvaguardar la autonomía del ámbito de lo
con sentido, con la totalidad de la ciencia natural (Tractatus, valioso, ¿qué diremos de las Investigaciones, donde las obser-
4.11-4, 113-4, 115), y sitúa la ética, junto con la estética y lo vaciones referidas a este tema brillan por su ausencia?
relativo a la religión, en el ámbito de lo inefable (Tractatus, De hecho, hay indicios de que no vamos del todo descami-
6,421-6,432); ámbito al que designa con el rótulo general de nados al atribuir al segundo Wittgenstein un objetivo distinto
"das Mystische", lo místico, y de cuya realidad no por ser inex- al meramente teórico de disolver enigmas conceptuales. Uno
presable debemos dudar (Tractatus, 6,522). Trazando un lími- de ellos lo podemos encontrar en algunas observaciones, un
te a lo que puede ser dicho, lo que Wittgenstein pretende es, tanto crípticas, del Prólogo de las Investigaciones. Dice allí:
por consiguiente, señalar que hay una dimensión de la reali-
dad, precisamente la más vital, la más valiosa, la que más nos
"Hago públicas estas observaciones lleno de dudas. Es
debe concernir, a la que sólo nos es posible acceder por me-
posible que pudiera cargarse en el haber de este trabajo,
dio de una actitud no-científica, por medio de la experiencia
aun con su precariedad y en la oscuridad de su época,
moral, artística o religiosa (Tractatus, 6,52). En este sentido, el
el arrojar luz en algún que otro cerebro. Pero, cierta-
Tractatus no es sino el intento de dar un mayor alcance y una
mente, no es probable."
sólida fundamentación filosófica a un estado de opinión con
el que Wittgenstein se familiarizó en la Viena de su juventud;
un estado de opinión que quizá tenía sus máximos portavoces Y el tipo de luz que sus observaciones podrían hacer en la
en el crítico literario Karl Kraus y en el arquitecto Aldof Loos, oscuridad de su —y aún nuestra— época quizá quede más
y según el cual nunca debieran confundirse ni entremezclarse claro en otras reflexiones recopiladas por G.H. von Wright en
las esferas de lo fáctico —el discurso descriptivo o los artefac- las Vermiscbte Bemerkungen (Observaciones; p. 21-25) que,
tos creados con miras a tener alguna utilidad— de lo valioso como las que comunicó a von Ficker respecto al Tractatus,
—el discurso emotivo o los objetos artísticos (JANIK & TOULMIN, también había pensado incluir en el Prólogo, en este caso de
1974, p. 223 y ss; HUDSON, 1975, p. 89-90). las Investigaciones. Lo que en ellas nos hace saber Wittgens-
Es aquí, más que en ningún otro respecto, donde se puede tein es, en resumidas cuentas, que su libro no participa del es-
ver la tan señalada (Stenius, 1964, p. 214; Pears, 1973, p. 48) píritu de la civilización europea y americana contemporánea,
ascendencia kantiana de la primera obra de Wittgenstein. Re- un espíritu que se caracterizaría por el creciente predominio
cuérdese que, no en vano, había dicho el autor de la Crítica de la perspectiva científica del mundo sobre la perspectiva ar-
de la razón pura en el prólogo a su segunda edición, que tu- tística. En cierta manera, pues, podemos decir que el objetivo
vo que "abrogar el conocimiento para reservarle un sitio a la de su primera y de su segunda obra es el mismo: criticar el
fe" (Kr, V. B., XXX), iniciando con ello una línea de pensa- rasgo cientifista cada vez más acusado de nuestra cultura. Ya
miento filosófico cuya pretensión era separar claramente aquel hemos visto cómo tal empresa se intentó llevar a cabo en el
ámbito de la realidad, susceptible de un tratamiento científico, Tractatus. ¿Qué decir respecto a las Investigaciones?
de aquel otro que es el de los valores; una línea que retomarí- En esta obra, Wittgenstein ha dejado ya definitivamente,
an Schopenhauer y Kierkegaard —dos de los pocos filósofos por decirlo con su propia metáfora, de concebir el lenguaje
con los que Wittgenstein reconoció una deuda— y que pro- como una jaula (Ludwig Wittgenstein y el Círculo de Viena.
longarían la crítica externa del lenguaje que el Tractatus logi- Observación del 17 de diciembre de 1930, p.104). No hay, por
co-Phüosopbicus pretendía llevar a cabo y, a nuestro entender, consiguiente, reconocimiento de la existencia de un límite ex-
también la crítica interna del mismo que supone el enfoque de terno del lenguaje, ni de una dimensión de la realidad que se

24 25
sitúa más allá de éste. Sobre lo que antes se consideraba como completo la naturaleza de la realidad que expresan; con lo
la región de lo inefable, piensa ahora Wittgenstein que existen que la pretendida crítica o justificación pierde por completo su
una serie de discursos totalmente legítimos. Se reconoce una eficacia.
ampliación del ámbito del discurso significativo: Ciertamente que en las Investigaciones no se lleva a cabo
de manera explícita esta defensa, pero tampoco esto ocurría
"Reconocemos —nos dice ahora Wittgenstein, marcan- en el Tractatus. Como en su primera obra, Wittgenstein se li-
do distancias con su pensamiento en el Tractatus— mita a poner los fundamentos, la justificación lógica de su
que lo que llamamos "proposición"y "lenguaje" no es la nueva concepción del lenguaje, que permitan realizarla. Qui-
unidad formal que yo me imaginé, sino una familia de zá también a propósito de esta segunda obra pudiera haber
formaciones más o menos interrelacionadas." repetido que su parte más importante era la no escrita.
(Investigaciones -108)
2.4. La unidad y continuidad
del pensamiento de Witgenstein
Lo que ahora se entiende por lenguaje es un conjunto múl-
tiple de diferentes prácticas lingüísticas, de diferentes "juegos
de lenguaje", jugados o practicados contra el transfondo de Podemos ahora concluir esta Introducción resumiendo un
distintas formas de vida. Y es posible mantener esta concep- poco las tesis que en ella hemos expuesto. No queremos ne-
ción porque se han flexibilizado también los rígidos criterios gar que se pueda hablar de dos Wittgenstein. Hay la suficiente
de significatividad que el Tractatus asumía (véase Investiga- divergencia entre muchas de sus tesis filosóficas centrales de
ciones 1-22); a la, como veremos, antigua interpretación esen- un período de su pensamiento y de otro como para que tal
cialista y reductiva del lenguaje en el Tractatus , opondrá el modo de expresarse resulte completamente legítimo. Lo que
segundo Wittgenstein el reconocimiento de su diversidad. No afirmamos es que entre una etapa y otra no hay una ruptura
hay un único uso legítimo del mismo, el uso descriptivo con- brusca sino continuidad. Porque Wittgenstein llegó a su se-
cebido además restrictivamente como un cálculo veritativo- gunda filosofía desarrollando la problemática que la primera
funcional, sino muchos. Hay muchos tipos de reglas diferentes había dejado pendiente. Y afirmamos también que además de
que pueden seguirse al utilizar las palabras; diferentes gramáti- continuidad se puede apreciar en el pensamiento wittgenstei-
cas. Y las reglas que respetamos en un determinado juego lin- niano una clara unidad de propósito; en contra de lo que su-
güístico, su gramática, nos muestran el tipo de realidad con el puso Russell (Russell, 1976, p. 227-8), éste siempre fue el de
que ese concreto juego nos pone en relación: entender la realidad y mostrar que hay dimensiones de la mis-
ma a las que un acceso cientifista resultaría inadecuado. Es la
manera concreta como intentó cumplir esta tarea la que varió,
"La gramática nos dice qué clase de objeto es algo (la
pues aunque siempre fue mediante el análisis y la crítica del
teología como gramática)." lenguaje, primero buscó determinar el límite externo del mis-
(Investigaciones, -373) mo; después sus límites internos. Volviendo a la metáfora witt-
gensteiniana con que iniciábamos esta Introducción, podemos
Si la estrategia defensiva de lo valioso había pasado antes decir que, ahora que vamos a intentar reandar los caminos de
por situarlo fuera del lenguaje con significado, ahora consiste su pensamiento, bueno será que tengamos presente el punto
en señalar la manera peculiar en que sus manifestaciones lin- al que los mismos siempre quisieron conducirnos.
güísticas resultan significativas. Pretender aplicar a tales mani-
festaciones los criterios que rigen en otras áreas del lenguaje
y, muy particularmente, los del discurso científico, ya sea con
afán de criticarlas o de justificarlas, supone confundir por

26 27
,<s*

El Tractatus Logico-Philosophicus:
Los límites externos del Lenguaje

3.1. Génesis y estructura


del Tractatus Logico-Philosophicus

3.1.1. Los escritos anteriores al Tractatus

En 1912, Wittgenstein decidió abandonar sus estudios de in-


geniería aeronáutica para dedicarse a la investigación filosófi-
ca, para lo cual se trasladó a Cambridge. En la Universidad en-
tonces de Russell y de Moore —los precursores de lo que se
ha llamado luego "la filosofía analítica"— realizó cinco estan-
cias; primero en calidad de estudiante y luego como gradua-
do. Y, para ser un principiante en la nueva disciplina a la que
había decidido dedicarse, parece que hacía rápidos progresos,
ya que en septiembre de 1913 había acabado de redactar sus
Notas sobre lógica, el primero de sus escritos pre-tractarianos
que ha llegado hasta nosotros. Como su propio nombre indi-
ca, se trata de una serie de reflexiones sobre problemas de fi-
losofía de la lógica tales como el de la naturaleza de la pro-
Correcciones de Wittgenstein
a la primera traducción inglesa de/Tractatus 29
28
!
sus intereses filosóficos: la lógica le llevó a la filosofía del len-
posición y de los elementos de que ésta consta —o sea: de los guaje, ésta a la metafísica y desde ella desembocó en la ética.
así llamados indefinibles— o el del status de la verdad lógica.
Además, Wittgenstein critica posiciones mantenidas por Frege
3.1.2. El Tractatus Logico-Philosophicus
y Russell —la teoría de los tipos de éste último, por ejemplo.
Sin embargo, al terminar su quinta estancia en Cambridge
Wittgenstein decidió abandonar el ambiente universitario y vi- En agosto de 1918, mientras disfrutaba en Viena de un per-
vir en completo aislamiento en una cabana que él mismo miso, y sólo tres meses antes de que cayera prisionero en el
construyó en Noruega. Y hasta allí viajó Moore, impresionado frente sur siendo internado en un campo de prisioneros de las
por su talento, para tomarle notas al dictado en la primavera proximidades de Montecassino (Italia), Wittgenstein concluyó
de 1914. Es a este gesto de humildad que debemos la existen- un libro al que tituló Logisch-philosophische Abhandlung y
cia de otro de los puntos de referencia que pueden orientar- que habría de hacerse famoso por la versión latina de ese títu-
nos a la hora de comprender el proceso de gestación del lo que propuso G. E. Moore: Tractatus Logico-Philosophicus.
Tractatus. En realidad, las Notas dictadas a G. E. Moore en El libro fue publicado en el último número de la revista An-
Noruega no van mucho más allá de las Notas sobre lógica, pe- nalen der Naturphilosophie en 1921, y un año después apare-
ro se pueden sacar de ellas dos conclusiones claras: la prime- cía publicado en el Reino Unido el texto original acompañado
ra, que Wittgenstein empezaba a concederle una importancia de una traducción inglesa debida a C. K. Ogden y F. P. Ram-
creciente a una dicotomía que luego resultaría clave en su sey. Una versión anterior del Tractatus que contiene pocas al-
pensamiento, la dicotomía entre decir (sagen) y mostrar (zei- teraciones significativas con respecto a la que sería definitiva,
gen); la segunda, que el problema de cómo pudiera relacio- fue publicada en 1971 bajo el título de Prototractatus.
narse la lógica con el mundo estaba ocupando cada vez más Como impresión de conjunto podemos decir que se trata de
el centro de sus intereses filosóficos. un libro breve pero difícil hasta rayar en lo enigmático. Uno
bien puede leerlo tranquilamente en una tarde, pero tampoco
Estallada la primera guerra mundial, Wittgenstein se alista
se extrañará, después de hacerlo, al saber que hay quien ha
voluntario en el ejército de su país y combate, según parece,
dedicado más de veinte años a la tarea de descifrarlo (véase
con gran heroísmo, en diversos frentes, todo lo cual no le im-
Mounce, 1983, p. 11). Escrito con un estilo austero y elegante,
pide —otra muestra más de la excepcionalidad de su carác-
no puede discutirse por nadie que conozca, aunque sólo sea
ter— llevar un denso Diario filosófico que se extiende a lo lar-
sucintamente, la tradición filosófica occidental que se trata de
go de casi dos años y medio; desde el día 22 de agosto de
una obra clásica, pues en él encontramos un tremendo esfuer-
1914 —fecha de la primera observación— hasta el 10 de ene-
zo por llevar adelante esa difícil síntesis entre rigor conceptual
ro de 1917. En este Diario ya se encuentran presentes casi to-
y profundidad especulativa típica de aquélla. Y también qui-
dos los temas del Tractatus, y varios de ellos son tratados más
siéramos añadir que, incluso cuando se comprende que mu-
explícitamente de lo que lo hará su primera gran obra. Witt-
chos de sus presupuestos básicos resultan insostenibles, es
genstein empieza, otra vez, haciendo observaciones que po-
con todo difícil sustraerse al sentimiento de que en él se ex-
dríamos encuadrar en el campo más estricto de la filosofía de
presa una visión valiosa del mundo y de la vida capaz de so-
la lógica, pero pronto introduce reflexiones sobre la teoría del
brevivir a todo naufragio teórico.
significado para deslizarse, después, al campo de la ontología
y, por último, al de lo que podemos denominar ya el de la El libro consta de un conjunto de observaciones, algunas
metafísica trascendental y de la ética. tan lacónicas que bien merecen el rótulo de auténticos aforis-
mos, ordenadas según una notación decimal. El objetivo de tal
Por lo que hemos dicho a propósito de estas obras pretrac-
notación no parece ser otro que el de indicar al lector la ma-
tarianas, parece claro que la evolución del pensamiento del nera en que debe relacionar las diferentes tesis del libro. Así,
primer Wittgenstein se produjo por una sucesiva ampliación de
31
30
el que determinadas observaciones tengan el número 1.1 o 1.2 gicas facilita la tentación de interpretar que, para Wittgenstein,
indica que deben leerse en relación con la que lleva el núme- era la naturaleza del mundo la que determinaba la naturaleza
ro 1; como desarrollando lo que ésta dice. El que otras lleven de la lógica. Y, sin embargo, pocas interpretaciones del Tracta-
los números 1.11, 1.12 y 1.13 muestra que están relacionadas tus pueden haber más erróneas que ésta realista, por otra parte
con la observación 1.1. Este sistema de ordenación ha engen- tan difundida. Pues el caso es justamente el inverso. La lógica
drado una manera ya canónica de referirse a las afirmaciones tiene, para el primer Wittgenstein, un status trascendental y,
del Tractactus por su numeración. Las tesis centrales del li- por esta razón, si bien no depende de ella el que el mundo
bro, en consecuencia, son aquellas cuyo número no contiene exista, sí que lo hace el cómo el mundo pueda ser, la forma
decimal alguno; siete en total. Son las siguientes: que pueda presentar (véase Tractatus , 5.552 y 6.13)-
1. El mundo es todo lo que acaece. En consecuencia, creemos que la primera condición que
2. Lo que acaece, el hecho, es la existencia de los estados debe cumplir una buena exposición del Tractatus es la de no
respetar el orden en que en el mismo se nos presentan los di-
de cosas.
ferentes temas que lo constituyen. En su lugar creemos que
3. La figura lógica de los hechos es el pensamiento. hay que empezar por presentar sus puntos de vista lógicos pa-
4. El pensamiento es la proposición con sentido. ra, utilizando como puente su teoría pictórica del significado,
5. La proposición es una función de verdad de la proposi- clarificar sus posiciones ontológicas para desembocar, por últi-
ción elemental. mo, en su metafísica trascendental y en la ética. Y ello no só-
(La proposición elemental es una función de verdad de lo porque de esta manera se hace justicia al orden en que se
sí misma). generaron todas estas tesis sino, sobre todo, porque se hace
6. La forma general de una función de verdad es: l(~p" X, justicia a las relaciones internas que existen entre ellas.
N(S)1. Una vez concluido el Tractatus, Wittgenstein abandonaría la
Esta es la forma general de la proposición. actividad filosófica y no volvería a reemprenderla hasta finales
7. Sobre lo que no puede hablarse, se debe callar. de los años 20. De esta época datan dos conferencias, una so-
bre ética y otra sobre el concepto de forma lógica, que, junto
Todas ellas van precedidas o seguidas por otras observacio- con sus conversaciones con algunos destacados miembros del
nes que las explicitan o justifican, excepto, claro está, la pri- círculo de Viena, transcritas por su entonces amigo y discípulo
mera —a la que este tipo de observaciones sólo le suceden— F. Waissman, podemos considerar como las últimas obras de
y la última —a la que sólo le preceden. En concreto pueden su primer período, si bien en ellas ya empiezan a vislumbrarse
verse como observaciones que preparan la conclusión que se importantes rectificaciones de algunas de las tesis centrales del
expresa en 7 las que empiezan con 6,4—. En el Tractatus, Tractatus.
pues, se nos presentan, en primer lugar, las teorías ontológi-
cas, luego las relativas a la filosofía del lenguaje y a la lógica
y, por último, las pertenecientes al ámbito de la metafísica y 3 . 2 . La Filosofía de la Lógica.
de la ética. Un orden expositivo que, por lo que ya sabemos,
no coincide en absoluto con el orden en que Wittgenstein 3.2.1. La revuelta anti-psicologista.
afrontó y resolvió los problemas de que el libro trata.
Tal desajuste no tendría por sí mismo nada de grave de no En los mismos "Preliminares" de las Notas sobre lógica a los
ser porque podemos decir, parafraseando al propio Wittgens- que ya hemos hecho alguna referencia dice Wittgenstein:
tein, que el orden elegido para expresar sus pensamientos dis-
fraza el significado de los mismos. Así, por ejemplo, el hecho "La filosofía consta de lógicay metafísica, laprimera es
de que las tesis ontológicas precedan en el libro a las tesis ló- su base. La epistemología es la filosofía de la psicología."

32 33
Esta observación plantea una serie de problemas interpreta- cirnos ahora es que las han llevado adelante erróneamente,
tivos —¿Qué hay que entender por lógica?; ¿qué por metafísi- basándose en la epistemología.
ca?; ¿cómo puede aquélla ser la base de ésta?; ¿por qué se Tal acusación parece especialmente pertinente por lo que ha-
equipara la teoría del conocimiento con la filosofía de la psi- ce a la filosofía moderna, pues no en vano a partir de Descartes
cología?—, cuya respuesta entendemos que puede suministrar los filósofos han pretendido determinar la naturaleza del mun-
un buen punto de partida para la clarificación de la filosofía do aclarando el grado de validez objetiva de nuestras ideas
del primer Wittgenstein. acerca de él o, dicho de otra manera más sencilla, determinan-
¿Qué entendía Wittgenstein por metafísica? Realmente resul- do qué es lo que podemos conocer de él. Lo que habría de
ta difícil responder esta pregunta dado que en los escritos de erróneo a los ojos de Wittgenstein en tal estrategia no sería el
su primera época pocas veces vemos mención ninguna a esta idealismo de su punto de partida, sino el psicologismo en el
vieja disciplina filosófica. Y cuando tal mención ocurre, Witt- que más temprano que tarde desemboca; un psicologismo que
genstein, más que a clarificar su naturaleza se dedica a valo- tiene sus síntomas más evidentes en doctrinas tales como la de
rarla negativamente según todas las apariencias, dado que po- la identificación de la tarea del análisis conceptual, que ha sido
demos deducir de varias de sus observaciones que no consi- propia de la filosofía cuanto menos desde tiempos de Platón,
deraría que las proposiciones metafísicas fueran otra cosa sino con la del análisis genético de la adquisición de conceptos; o
insensateces (Unsinnig). Con todo, no estamos totalmente des- en el intento de explicar el conocimiento en términos de una
provistos de recursos para afrontar esta cuestión. Una pista percepción interna del acuerdo o desacuerdo entre entidades
nos la suministra B. Russell con lo que dijo en sus conferen- mentales y la consiguiente consagración de la introspección co-
cias sobre "la filosofía del atomismo lógico"; conferencias que mo método filosófico por excelencia; o, sobre todo, en la su-
el propio Russell reconoce fuertemente inspiradas en las ideas bordinación de la lógica a la psicología (Hacker: 1972. p.34).
de su "amigo Ludwig Wittgenstein" (véase Russell, 1966, p. Es precisamente esta última tesis definítoria del psicologis-
249)- Leemos en ellas: mo la que eligieron como caballo de batalla los autores que a
finales del siglo pasado reaccionaron contra el mismo: Husserl
"Pienso que la tarea de la metafísica es describir el y Frege muy especialmente. ¿Cómo podría la psicología, una
mundo." ciencia que al fin y a la postre no descubre sino conexiones
(Russell, 1966, p. 302) fácticas y contingentes, fundar la lógica, cuyos principios son
necesarios y normativos? Es más, ¿cómo podríamos, sin incu-
rrir en un craso abuso de circularidad, pretender fundar la ló-
Por una serie de anotaciones recogidas en su Diario Filosó- gica en la psicología? ¿Es que acaso en esta última disciplina
fico en las que Wittgenstein se declara empeñado en la tarea científica no debemos razonar lógicamente? Y si es así, como
de presentar cierto orden del mundo, la naturaleza de éste y obviamente lo es, ¿no estamos dando por sentado de antema-
de los seres que lo pueblan (véanse las anotaciones del 22 del no aquello que con nuestra investigación psicológica querría-
1 de 1915; del 1 de junio del mismo año y del 2 de agosto de mos precisamente probar: la validez de los principios lógicos?
1916) podemos colegir que, al menos, una de las cosas que
entendía por metafísica no distaba mucho de lo que Russell Que Wittgenstein participa de esta revuelta anti-psicologista
entendía por tal: aquella parte de la filosofía encargada de dar lo deja muy claro Tractatus, 4.1121, en donde nos advierte
una descripción, de alguna manera básica y general, del mun- que por considerar el estudio de los procesos del pensamiento
do. Y si estamos en lo cierto sobre esto, el carácter polémico como esenciales para la filosofía de la lógica, los filósofos se
del conjunto de la observación de los "Preliminares" aparece enfrascaron en inesenciales investigaciones psicológicas. Y su
claro. Cierto que los filósofos han estado siempre comprometi- receta contra tal amenaza está en principio clara: desterrar a la
dos en tareas metafísicas, pero lo que Wittgenstein quiere de- epistemología a una región más periférica del reino filosófico.

34 35
En lugar de considerarla, tal y como se hacía en la tradición precisamente esta concepción de la lógica lo que le llevó a cri-
moderna, como una disciplina fundamental, base de la metafí- ticar los sistemas de Frege y de Russell-Whitehead.
sica, había que pasar a considerarla como una disciplina subsi- Estos autores, siguiendo el modelo de la geometría, habían
diaria: encargada de llevar a cabo el análisis de las proposicio- expuesto el cálculo lógico en un sistema axiomático. A tal
nes en las que intervienen predicados psicológicos. Lo que ur- efecto, escogían determinadas costantes lógicas (la implicación
gía para Wittgenstein era sustituir a la epistemología por la ló- y la negación en el caso de Frege; la negación y la disyunción
gica en aquella función fundamentante. en el de Whithead-Russell) y en base a ellas construían cier-
tos axiomas a partir de los cuales, y utilizando una regla de in-
ferencia previamente fijada, resultaba posible deducir, a guisa
3.2.2. La revuelta contra el Platonismo.
de teoremas del sistema, todas las restantes verdades lógicas.
El inconveniente de este procedimiento, a los ojos de Witt-
En la década posterior a la publicación del Tractatus, R. genstein, no era otro sino el de que, aparte de dejar ciertos
Carnap escribió las siguientes palabras que parecen condenar problemas pendientes, invitaba a adoptar una filosofía de la
de principio el proyecto filosófico del primer Wittgenstein.: lógica de corte platónico radicalmente errónea.
Admitamos que su deducibüidad de los axiomas justifica la
"Puesto que todas las proposiciones lógicas son tauto- validez de los teoremas, la cuestión es: ¿qué justifica la validez
lógicas y vacías de contenido, no podemos inferir de de los axiomas y aún de la misma regla de deducción? La ex-
ellas lo que sea necesario o imposible en la realidad. Así posición axiomática de la lógica plantea inmediatamente el
pues, el intento de basar la metafísica en la lógica... re- problema de la validez de sus principios, la amenaza del re-
sulta injustificado." greso de premisas. Y tal regreso sólo podría cortarse si en de-
("La antigua y la nueva lógica" en Ayer: 1965, p. 149) terminado momento —cuando lo que se nos pide es que justi-
fiquemos los axiomas y las reglas de deducción mismas—
Lo curioso del caso es que la conclusión de Carnap está sa- apelamos a la evidencia. Pero ¿no es acaso éste un concepto
cada desde premisas —una filosofía de la lógica— estricta- psicológico? Además ¿qué garantía tendríamos de que lo que
mente wittgensteinianas, pues fue Wittgenstein, y no otro, el parece más evidente vaya a coincidir en todos los casos (de
primero que insistió en el carácter tautológico de las proposi- hecho los axiomas de que partían Whithead y Russell eran di-
ciones de la lógica (.Tractatus, 6,1) y en su vacuidad (Tracta- ferentes de los que había propuesto Frege)? Después de todo,
tus, 6,11). Como la proposición "Llueve o no llueve", las pro- el proceder axiomático no parece ser la manera más adecuada
posiciones de la lógica son ciertas y no sólo posiblemente ver- de eliminar todo rastro de psicologismo y arbitrariedad en ló-
daderas (Tractatus, 4.464); nada que acaeciese en el mundo gica. En Tractatus, 5.4731 reprocha Wittgenstein a Russell su
podría refutarlas ( Tractatus, 6,1222), pero ello sólo es así por- constante apelación a la evidencia; y lo mismo hace con Frege
que en realidad nada nos dicen acerca del mundo, del mismo en 6.1271. Por otra parte el proceder axiomático carece de la
modo en que aquella nada nos dice acerca del tiempo atmos- conclusividad que sería de desear. Si no hemos podido dedu-
férico (Tractatus, 4.461). cir una proposición del conjunto de axiomas del que partimos,
En consecuencia, Wittgenstein concibió la lógica como un aún no podemos decidir si es que dicha proposición no es un
cálculo mecánico y absolutamente a-priori, en el que no cabrí- teorema posible del sistema o si sólo ocurre que carecemos de
an las sorpresas, útil únicamente para detectar el carácter tauto- la pericia suficiente para demostrarla. Y en este sentido, pien-
lógico de ciertas combinaciones de símbolos, sin que tengamos sa Wittgenstein, este proceder defrauda nuestras expectativas
que atender, para ello, al significado de los mismos (Tractatus, de simplicidad referentes a la lógica (véase Tractatus, 5.4541).
5.551; 6.1251; 6.1261; 6.1262) sino sólo a las reglas sintácticas Con todo, quizá no sean éstos que acabamos de exponer los
que rigen sus combinaciones (Tractatus, 6.124). De hecho, fue peores inconvenientes que el proceder axiomático presenta.

36 37
Quizá lo peor del mismo es que no resulta exclusivo de la ló- la filosofía de la lógica y el de su cálculo. Tenía que demostrar
gica sino también resulta aplicable a las teorías empíricas. De que no existe un mundo de entidades abstractas y, además,
esta manera, al utilizarlo se oculta el carácter absolutamente di- demostrar que se podría prescindir de la clasificación de las
ferente del resultado de la prueba en lógica y en las teorías proposiciones lógicas en primitivas y derivadas y, correspon-
científicas, y se sugiere, por contra, que tal diferencia no existe dientemente, de las reglas de inferencia habilitadas para con-
(véase "Notas dictadas a Moore", Diario Filosófico, p. 189). ducir desde las unas a las otras; pues sólo atacando la presen-
Al demostrar una proposición empírica a partir de otras tación axiomática del cálculo podemos estar seguros de estar
proposiciones empíricas y verdaderas lo que establecemos es atacando la raíz del platonismo. Empezaremos por exponer
una nueva verdad acerca del mundo, una nueva verdad que éste último punto, sin duda el más sencillo.
lo será en virtud de las propiedades del mundo. Así, cuando a Como alternativa a los sistemas axiomáticos Wittgenstein in-
partir de las proposiciones: "En todos los primates el sentido ventó lo que suele ser conocido con el nombre de método de
de la vista es el predominante" y "los hombres somos prima- las tablas de verdad, aunque él mismo lo denominó de otra
tes", concluimos que "en los hombres la vista es el sentido forma: como método cero (Tractalus, 6.121). Según este méto-
predominante", estamos estableciendo una tesis que es verda- do, para saber si una proposición pertenece a la lógica o no,
dera en virtud de ciertas propiedades, en este caso biológicas ya no debemos preguntarnos si es auto-evidente o deducible
y anatómicas, que tienen algunos de los seres que pueblan el de proposiones auto-evidentes; basta con que presentemos su
mundo. Pues bien, dado que el mismo proceder deductivo es tabla de verdad. Un ejemplo, en este como en otros casos, val-
empleado para demostrar las proposiciones de la lógica ¿qué drá más que mil palabras.
podría ser más natural que el considerarlas también a ellas co- Imaginemos que alguien quiere saber si la proposición "Si
mo verdaderas? Y una vez que damos este paso, inmediata- llueve, entonces llueve" es una proposición perteneciente a la
mente debemos preguntarnos ¿qué es lo que las hace tales? Y lógica. O para ser más exactos (pues cuando nos interesamos
puesto que no vamos a encontrar ninguna experiencia que las en la lógica no nos interesan proposiciones concretas, sino las
confirme o que las refute, lo primero que acudirá a nuestra relaciones entre formas de proposiciones) supongamos que
mente es que su verdad depende de las características de cier- quiere saber si pertenece o no a la lógica cualquier proposi-
tos objetos no-empíricos, de ciertos objetos lógicos. ción de su misma forma ("Si nieva, entonces nieva"; "Si Juan
Así el proceder axiomático, a no ser que se sea tremenda- viene, entonces Juan viene", etc.) que pueda, por tanto, ser
mente cauteloso, induce al platonismo, esto es: a considerar simbolizada por la proposición completamente generalizada
que junto al mundo empírico poblado por entidades concretas " p * - p " (en la que "p" es un signo para representar no impor-
situadas en el espacio y el tiempo, que, directa o indirecta- ta qué proposición —una variable preposicional— y "-^' es el
mente, pueden ser percibidas por los sentidos, existe otro signo para representar la relación "si... entonces" entre dos
mundo poblado de entidades abstractas que no están ni en el proposiones cualesquiera —la implicación material).
espacio ni en el tiempo y que sólo pueden ser percibidas por Lo primero que debemos hacer es considerar las combinacio-
el entendimiento. Es contra esta filosofía de la lógica, de la nes que pueden darse entre los posible valores de verdad de
cual Frege y Russell habían aceptado distintas variantes, contra las proposiciones que intervienen en aquella otra cuya naturale-
la que va a reaccionar Wittgenstein. za lógica pretendemos poner en claro. Puesto que sólo cabe
que una proposición sea o verdadera o falsa, esos posibles va-
3.2.3. El método de las tablas de la verdad. lores son sólo dos, y el número total de sus posibles combina-
ciones equivaldrá a 2 n , donde n es el número total de proposi-
El ataque de Wittgenstein contra el platonismo para ser ciones combinadas. En este caso, puesto que interviene dos ve-
efectivo, debía desarrollarse en dos campos aparentemente di- ces una única proposición: "p", el número de combinaciones
ferentes pero, como veremos, esencialmente conectados: el de posibles es 21, o sea 2, lo que podemos representar así:

38 39
de verdad de la primera proposición, la única combinación
que la hace verdadera, es también un fundamento de verdad
f f de la segunda, pero no a la inversa. Luego vemos que sería
posible deducir "pvq" de "p.q", mientras que la deducción in-
estando "v" y "f" por "es verdadera" y "es falsa", respectiva- versa no lo sería, porque en todos los casos en los que "p.q"
mente. Ahora bien, una implicación material sólo es falsa en sea verdadera lo será también "pvq", pero no al revés.
el caso de que los valores de verdad de las proposiciones que
relaciona sean el primero verdadero y el segundo falso; esto La relación inferencial entre dos proposiciones resulta ser,
es: cuando la condición de su valor veritativo sea la combina- así, una "conexión interna" (Tractatus, 5.131). Al estar en fun-
ción v-f. Puesto que ninguna tal combinación aparece en la ta- ción de sus respectivos fundamentos de verdad esa relación
bla de verdad de la proposición "p -^-p", esta proposición es no podría dejar de darse sin que se alterasen éstos, pero ello
siempre verdadera, o sea tautológica, lo que podemos repre- significaría tanto como decidir cambiar las condiciones en que
sentar así: consideraríamos verdaderas a esas proposiciones, o sea: cam-
biar su sentido. Que de dos proposiciones la una pueda dedu-
P -**P cirse lógicamente de la otra es algo, pues, que depende de sus
v V v sentidos, de su ser precisamente las proposiciones que son; si
f V f tal relación dejara de darse ello probaría que habíamos altera-
y por consiguiente, podemos concluir que es una proposición do el sentido de alguna de ellas y que, por lo tanto, ya no es-
lógicamente verdadera. tábamos considerando las mismas proposiciones.
Este método no sólo nos permite decidir si una proposición Si esta relación interna de deducibilidad no se aprecia de
pertenece a la lógica. Independientemente de que éste sea o manera inmediata ello es debido, simplemente, al sistema de
no el caso, también nos permite decidir si una proposición es notación que empleamos. Si nos acostumbráramos a escribir no
o no deducible a partir de otra. Basta para ello con construir sólo el signo proposicional sino junto a él sus condiciones de
sus respectivas tablas de verdad y comprobar que los funda- verdad, a escribir, por ejemplo, no "p.q" o "pvq" sino (VFFF)
mentos de verdad de una —o sea: aquellas posibles combina- (p.q) o (VWF) (pvq), decidir si una proposición resulta deduci-
ciones que la hacen verdadera— están contenidos en los de la ble de otra sería algo que podría hacerse de manera mecánica,
otra (Tractatus, 5.11; 5.12; 5.121 y 5.122). Tal es el caso, por bastaría con cerciorarse de que los fundamentos de verdad de
ejemplo, de las proposiciones "César llegó y venció" y "César la una son omnicomprensivos de los de la otra, o sea: de que
llegó o venció", cuyas formas completamente generalizadas todas las V que aparecen en el primer paréntesis de la una lo
pueden representarse por "p.q" y "pvq", o sea: la conjunción y hacen también en el correspondiente lugar del de la otra.
la disyunción de cualesquiera dos proposiciones. Si construi- Con todo esto queda claro que en lógica podemos pasarnos
mos sus tablas de verdad, que presentarán cuatro posibilida- sin la clasificación de las proposiciones en axiomas y teoremas
des por ser dos el número de proposiciones combinadas en (Tractatus, 6.127), y que tampoco necesitamos de leyes de in-
cada una de ellas, obtendremos el siguiente resultado: ferencia (Tractatus, 5.132), pues podemos presentar toda pro-
q p V q posición lógica, incluidas las que formulaban esas presuntas
p
V V leyes, como su propia prueba —mediante la construcción de
v V V V
su tabla de verdad— (Tractatus, 6.1265). La prueba lógica
v F f V V f
puede construirse de un modo totalmente mecánico, y de esta
f F V f V V manera Wittgenstein ha minado no sólo el psicologismo, pues
f F f f F f el recurso a la evidencia se hace innecesario, sino también
y por él apreciamos inmediatamente que el único fundamento una de las bases del platonismo, pues ya no tenemos porqué

40 41
suponer que cuando inferimos estamos descubriendo propie- existentes entre los hechos a los que daría lugar la combina-
dades o relaciones entre entidades abstractas existentes en un ción de las entidades a las que refieren sus peculiares símbo-
mundo supraempírico. los, entidades tales como cosas, propiedades, etc.; unas rela-
Vale la pena, por otra parte, subrayar la estrategia wittgens- ciones que, precisamente, son las que se expresarían con las
teiniana en todo este asunto. La misma ha consistido en hacer- constantes lógicas —palabras tales como "no", "o", "si... enton-
nos ver que lo que el partidario de la axiomatización de la ló- ces", etc.—. De esta manera, la diferencia entre la lógica y el
gica pretende aseverar, que una proposición pertenece a la ló- resto de ciencias sería una mera cuestión de generalidad; no
gica o que es inferible a partir de otra, es algo que un adecua- cualitativa sino de grado.
do simbolismo nos puede mostrar de manera inmediata. Witt- Es a esta concepción de la lógica a la que Wittgenstein se va
genstein la volverá a aplicar cuando critique directamente la a oponer con rotundidad desde los inicios mismos de su refle-
tesis ontológica del platonismo. xión filosófica (véase la carta a Russell del 22 de junio de
1912). La lógica es peculiar porque, a diferencia del resto de
3.2.4. £1 ataque a los objetos lógicos: ciencias, no es ninguna teoría, ningún cuerpo de doctrina so-
las constantes lógicas. bre una realidad más general, sino sólo un mero cálculo que
obedece a reglas estrictamente sintácticas, mostrando las rela-
Tal tesis consistía, como ya notamos, en defender que las ciones que se dan entre símbolos considerados totalmente al
proposiciones lógicas aseveran la existencia de ciertas relacio- margen de su significado. Para hacer ver lo correcto de esta
nes entre objetos abstractos. Pero ¿cuáles eran estos objetos y concepción de la lógica Wittgenstein tenía que refutar la tesis
en qué consistían esas relaciones? También habíamos dicho de ontológica del platonismo: hacer ver que los símbolos lógicos
pasada que la lógica no está interesada en proposiciones con- no refieren a ningún tipo de objeto ni las constantes a ninguna
cretas aun cuando éstas sean, como es el caso de "Todos los relación existente entre ellos. Empezaremos por esto último.
humanos son primates" o de "Todos los electrones tienen car- • Después de cuanto llevamos dicho suponemos que no ex-
ga negativa", proposiciones generales, sino que, por contra, su trañará el que Wittgenstein afirme en Tractatus, 4.0312 que
interés se centra en proposiciones completamente generaliza- uno de sus pensamientos fundamentales es que "las constan-
das tales como "Para toda cosa x, si x tiene la propiedad P en- tes lógicas no representan". Sin embargo, de entrada esta con-
tonces tiene también la propiedad Q"; esto es, en proposicio- clusión wittgensteiniana dista de ser obvia.
nes que expresan la forma común a una multiplicidad de pro- Consideremos la proposición, que según las reglas de sim-
posiciones concretas —en este caso, a las dos proposiciones bolización que hasta el momento hemos estado utilizando po-
generales que acabamos de mencionar. dríamos representar por "p", "César conquistó las Galias". En
Pues bien, es esta última observación la que puede suminis- la misma se pueden distinguir tres expresiones cuyo ensam-
trarnos una clave para responder la pregunta que hemos deja- blaje, por así decir, caracteriza su sentido (Tractatus, 3.31), a
do pendiente. ¿No tratan acaso las ciencias particulares de las saber; "César", que podríamos simbolizar por "a"; "conquistó",
relaciones entre las entidades a que refieren sus vocabularios que podríamos simbolizar por "R", y "las Galias" que podría-
particulares? ¿No trata la zoología de descubrir, por ejemplo, mos representar como "b".
las relaciones entre los seres a los que se refiere con palabras Frege, aplicando una terminología propia de la matemática,
tales como "humanos" y "primates", de manera análoga a co- denominó a cada uno cíe los tipos que estas expresiones ejem-
mo la física atómica trata de descubrir las relaciones entre plifican argumento y función respectivamete, pues de manera
aquellas partículas a las que nos referimos cuando hablamos análoga a como la función aritmética 2xn obtiene un valor de-
de "electrones" y de "protones"? ¿Por qué habría de ser dife- terminado cuando se la satura con un número concreto (por
rente la lógica? Esta se ocuparía de descubrir las relaciones ejemplo 6 cuando se sustituye n por 3), la expresión (funcio-

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nal) "x conquistó y", según se la sature con unas expresiones gación, por un lado, la negación y la implicación, por el otro.
(arguméntales) o con otras adquiere el valor verdadero (como Sin embargo, si construimos sus respectivas tablas de verdad
cuando se sustituye "x" por "César" e "y" por "las Galias") o veremos que una y otra proposición tienen exactamente las
falso (si, por ejemplo, aun manteniendo para "y" la misma in- mismas condiciones de verdad, ambas son verdaderas cuando
terpretación que en nuestro ajemplo, sustituimos "x" por "Na- "p" y "q" lo son, y resultan falsas para cualquier otra combina-
poleón"). ción posible de los valores veritativos de estas proposiciones.
Tenemos, pues, que nuestra proposición, como cualquier Por consiguiente, y en contra de las apariencias "(q.~r)" y
otra, puede ser entendida como una función de verdad de sus "~(q->-r)" dicen exactamente lo mismo, no son dos sino una
expresiones componentes (Tractatus, 3318), lo que podría- única proposición. Adecuadamente combinadas, la conjunción
mos hacer evidente si en lugar de simbolizarla por "p" la re- y la negación son equivalentes a la negación y la implicación.
presentáramos por "aRb", presentando de manera perspicua Podría replicarse que no hay aquí una diferencia sustancial
su naturaleza articulada y compleja. Pero ¿qué ocurre ahora si con el resto de las expresiones que constituyen la proposi-
negamos nuestra proposición, si en vez de decir "César con- ción. También algunas de ellas pueden tener expresiones si-
quistó las Galias" decimos "César no conquistó las Galias", lo nónimas. Tal es el caso, por ejemplo, con "las Galias" y "el pa-
que podría simbolizarse por "~p" o, siguiendo nuestra nueva ís de los galos". ¿Por qué no decir entonces que ciertas combi-
notación, por "~aRb"?. Obviamente, que nuestra proposición naciones de algunas constantes lógicas son sinónimas de
habría dejado de ser verdadera y se habría convertido en falsa. otras? Por la sencilla razón, respondería Wittgenstein, de que
Exactamente lo mismo que ocurría si sustituíamos "César" por no son ciertas constantes las que resultan definibles en térmi-
"Napoleón". nos de otras, sino todas ellas las que resultan interdefinibles
entre sí. Pues como en 1913 había demostrado el lógico norte-
Parece, por consiguiente, que la negación es también una
americano H. M. Sheffer, todas las conectivas veritativo-funcio-
función, como lo es "x conquistó y", sólo que, a diferencia de
nales o constantes lógicas, como les venimos llamando aquí,
esta última, no es saturable por expresiones nominales sino
pueden definirse en términos de una única: la negación con-
preposicionales, no por nombres sino por proposiciones ente-
junta, también llamada, en honor de su inventor, funtor de
ras. Y según cómo se la sature tendrá también ella un valor de
Sheffer, que suele reperesentarse por el signo "I" y que debe
verdad. El signo "~", por ser el signo de una función, referirá,
leerse como "ni.... ni...".
en consecuencia, a algo real; como real es la acción de con-
quistar a la que refiere en nuestro ejemplo el signo "R". Con Por aquí empezamos a ver que la identificación de estas co-
leves matices diferenciales, ésta era la tesis sostenida por Fre- nectivas o constantes con funciones, expresiones auténtica-
ge y Russell (véase Anscombe, 1977, p. 133 y ss.). ¿Qué podía mente integrantes de las proposiones, no resulta adecuada
objetar Wittgenstein a la misma? (Tractatus, 5, 25). Estaríamos dispuestos a admitir que una ex-
presión, en virtud de su sinonimia con otras, resultara sustitui-
Varias cosas. La primera es que las constantes lógicas pue-
ble por éstas. Pero de una expresión que fuera sustituible por
den interdefinirse. Consideremos el caso de "Lloverá y no sal-
cualquier otra de su mismo tipo sospecharíamos simplemente
drá el sol" y de "No es el caso que si llueve entonces sadrá el
que no juega ningún papel en la determinación del sentido de
sol", que podríamos formalizar como "q.~r", la primera, y co-
las proposiciones en las que apareciese. Y precisamente, por
mo "~(q-*-r)", la segunda. Si Frege y Russell tuvieran razón
lo que acabamos de ver, éste es el caso de las constantes lógi-
debiéramos tener aquí diferentes proposiciones, pues aunque
cas. Luego no deben identificarse con auténticas expresiones
las proposiciones elementales que se combinan en ambas son
ni, por ende, con funciones (Tractatus, 5.25).
idénticas, a saber: "q" ("Llueve") y "r" ("saldrá el sol"), las
constantes lógicas que toman a estas proposiciones como ar- No obstante, aún hay más diferencias entre las constantes
gumentos son en cada caso diferentes: la conjunción y la ne- lógicas y las auténticas funciones. Aquéllas pueden invertir o

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anular unas el efecto de las otras (Tractatus, 5.253), mientras bemos entender que una proposición representa (Diario Filo-
que éstas no. Ello quiere decir que mientras ninguna otra fun- sófico, 31-10-1914), la manera en que debemos entender su
ción que fuera aplicable a los argumentos "César" y las "Ga- sentido. Así la negación de una proposición nos indica que
lias" anularía o invertiría el valor de verdad que tiene la fun- debemos entender que la situación que ésta describe no es el
ción "x conquistó y" cuando es saturada por éstos, en cambio, caso; su disyunción con otras, el que tal situación u otras aca-
los fundamentos de verdad de, por ejemplo, la proposición ecen, etc. Es esta forma de considerar su sentido lo que la
"p.q" —VFFF— pueden ser invertidos, y esta inversión anula- aplicación de una operación a una proposición transforma.
da, simplemente aplicando nuevas constantes que siguen to- Por eso, todas las operaciones lógicas están ya contenidas en
mando a "p" y a "q" como sus argumentos. Por ejemplo, me- la proposición elemental (Tractatus, 5.47), en la proposición
diante la implicación y la negación de "q" [p.q}** ~q que aún no ha sido sometida a ninguna de ellas; porque está
—FVW—) y, de nuevo, mediante la implicación de la conjun- ya implícito en el sentido de ésta la posibilidad de ser consi-
ción de "p" y "q" ((Ep.qr>-~q) (-*) [p.q]) —VFFF—). derado de diversas formas.
Además, y por si esto no fuera poco, una constante lógica Una vez que su aplicación nos ha mostrado el carácter au-
puede tomar el resultado de su propia aplicación como argu- téntico de las constantes lógicas podemos ahorrarnos los sig-
mento, pero una auténtica función no (Tractatus, 5.251). Nada nos sustantivos para su representación, escribiendo, en su lu-
impide, por ejemplo, que apliquemos la negación a la nega- gar, el signo de las proposiciones a las que se aplican y el sig-
ción anteriormente realizada por nosotros de una proposición, no de las condiciones de verdad que determinan para tales
pero no podemos aplicar la función "x conquistó y" a la pro- proposiciones; en lugar de escribir "p->-q", podríamos escribir
posición resultante de su previa saturación. Mientras ~(~p) es "(WFV) (p.q)" (Tractatus, 4.442). Tal notación haría claro que
legítima, "(César conquistó las Galias) conquistó las Galias" no los signos para las constantes lógicas deben homologarse más
tiene sentido alguno. Todas estas observaciones refuerzan las con los signos de puntuación de nuestro lenguaje —los pun-
conclusiones negativas de Wittgenstein: que las constantes ló- tos, las comas, etc.— que con los sustantivos o los verbos que,
gicas no son funciones. Pero ¿cuáles son sus tesis positivas? desde un punto de vista lógico, serían ejemplos de auténticas
¿Qué son a sus ojos tales constantes? Su respuesta es que se expresiones (Tractatus, 5.4611).
trata de operaciones que tienen a las proposiciones por base. Vemos de nuevo que la forma en que Wittgenstein combate
La diferencia puede parecer sutil pero lógica y ontológicamen- una teoría lógica errónea —en este caso acerca de la naturale-
te es tremendamente importante. za de las constantes— consiste, en primer lugar, en hacernos
Lógicamente, porque las operaciones no son expresiones ver que la misma no ha considerado la manera efectiva en que
que determinen el sentido de la proposición (Tractatus, funciona nuestro simbolismo; y, en segundo, en proponernos,
5.2341). Más bien es justo lo contrario: la operación sólo pue- no una teoría alternativa, sino la adopción de una nueva nota-
de aplicarse si la proposición ya tiene un sentido determinado; ción que muestre, de manera inmediata, lo que aquella debiera
no es, por ejemplo, la negación la que da sentido a una pro- decirnos; una estrategia que Wittgenstein también utilizó para
posición, sino que el que la proposición tenga un sentido es asaltar la última trinchera del platonismo lógico que nos queda
lo que permite negarla (Tractatus, 4.0621; 4.0641; 5.44). Orto- por considerar: la teoría de los tipos lógicos.
lógicamente, porque si las operaciones no son expresiones
tampoco tienen referencia, no hay, por tanto, relaciones que 3.2.5. El ataque a los objetos lógicos:
formen parte de la situación que una proposición describe y los tipos lógicos.
que sean referidas por los signos de las operaciones (Tracta-
tus, 5.4, 5,42). De hecho, hay evidencia conclusiva de que fue precisamen-
La operación sólo sirve para señalizar la manera en que de- te al hilo de su crítica a la teoría russelliana de los tipos como

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Wittgenstein llegó a barruntar la distinción, a la que ya hemos
teoría de ios tipos (véase Diario Filosófico, p. 190). Veamos si
visto funcionando en su crítica de los sistemas axiomáticos y
podemos justificar esta tesis.
de la concepción relacional de las constantes lógicas, entre lo
que puede ser dicho y lo que puede ser mostrado (véase Grif- ¿Cómo podríamos decir el tipo de símbolo al que pertenece
fin, 1964, pp. 19 y ss); una distinción cuya aplicación iba Witt- determinado signo, por ejemplo: el signo "el Miguelete"? La
genstein a extender después a campos muy diferentes del de respuesta que inmediatamente acude a la mente del platónico
la lógica, hasta convertirla en una de las piedras angulares del es la de especificar el género de entidad lógica al que refiere,
Tractatits (véase la carta a Russell del 19 de agosto de 1919). en este caso, una cosa. Y puesto que cosas son lo que refieren
Si la teoría de los tipos fuera posible, entonces sería posible los argumentos de las funciones que son predicables de parti-
determinar las reglas que deben respetar los signos fijando la culares, o funciones de primer orden —sigue maquinando el
referencia de los mismos. Así, podríamos en lógica decir si, platónico— podemos concluir que "el Miguelete" es un nom-
por ejemplo, un signo debe aplicarse como un argumento, co- bre, un signo que debe funcionar como argumento de funcio-
mo una fución o como una proposición especificando si su nes de primer orden. Luego, he aquí su conclusión, decir que
significado es una cosa, una propiedad o un complejo. Tal te- "el Miguelete es una cosa" es una buena manera de especificar
oría no sólo daría contenido al platonismo —pues tas cosas, el tipo de símbolo que es (la función lógica que cumple) la
las propiedades, los complejos, etc., serían precisamente el gé- palabra o signo "el Miguelete".
nero de entidades sobre las que versaría la lógica— sino que Lo que Wittgenstein objetaría a tal argumentación, en apa-
además cuestionaría el papel predominante que Wittgenstein riencia convincente, sería que, en primer lugar, al decir "el Mi-
quería otorgar a la sintaxis en la misma, ya que nos estaría di- guelete es una cosa", en contra de lo que cree el platónico, no
ciendo que las reglas de ésta (las reglas que rigen las relacio- estamos diciendo algo sobre eí tipo de realidad que es el refe-
nes de los signos entre sí) dependen de reglas semánticas (las rente de la palabra "el Miguelete", sino algo acerca del tipo de
reglas que rigen la relación de los signos con el mundo) (véa- símbolo que es el signo "el Miguelete" (véase Diario Filosófi-
se Tractatus, 3.33 y 3.331). En resumen, que una teoría de los co, p. 190).
tipos sería una de las cosas más opuestas a la concepción witt- Esto, que en principio parece inverosímil, se ve claro si
gensteiniana de la lógica de cuantas pudiéramos imaginar. contrastamos la respuesta platónica ("el Miguelete es una co-
Quizá es por eso por lo que ya le vemos arremeter contra ella sa") con cualquiera de las respuestas ordinarias que daríamos
en sus primerísimos escritos: en las Notas sobre lógica y, de a quien nos preguntara qué es el Miguelete; por ejemplo, con
nuevo, en las Notas dictadas a Moore en Noruega en las que, la respuesta "el Miguelete es un monumento". Si a esta última
por primera vez, utiliza su arma predilecta contra la misma, la respuesta nuestro interlocutor nos replicara con esta otra nue-
contraposición entre el mostrar y el decir. va pregunta: "¿y qué es un monumento?", nos esforzaríamos
De lo que dice Wittgenstein en esta última obra creemos en buscar una respuesta en la que intervinieran palabras cuyo
que puede deducirse, para empezar, que en su opinión sí hay significado conociera y que, además, refirieran a entidades
diferentes tipos de símbolos; y que, además, el tenerlo presen- con características semejantes a las que tienen las entidades a
te es necesario para "prevenir malentendidos". Hasta aquí ha- las que, de hecho, refiere la palabra "monumento". Podríamos
bría acuerdo, pues, con Russell, ya que éste había elaborado intentarlo, pues, con "edificio histórico", "construcción de va-
su teoría de los tipos para no otra cosa que evitar los "malen- lor artístico", etc. Pero ¿qué ocurriría si le hubiéramos dado la
tendidos", las paradojas, a las que daban lugar los desarrollos respuesta que el platónico aconseja y su nueva pregunta fuera
de los sistemas lógicos. Las diferencias con él estriban en que, "Qué es una cosa"? Aquí nos bastaría simplemente con buscar
en opinión de Wittgenstein, el tipo al que pertenece un sím- una palabra cuyo funcionamiento en el lenguaje pudiéramos
bolo no es algo que se pueda decir, sino algo que el mismo sospechar que conoce, independientemente de cualesquiera
uso del signo debe mostrar; de manera que es imposible una características que tenga su referente, pues para ejemplificar lo

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que entendemos con la palabra "cosa" lo mismo sirve apelar a sinsentido, pues aún reconoceríamos un tema del que las mis-
una maceta, que a un elefante, que... ¡a cualquier cosa! mas tratarían: los propios símbolos. En cualquier caso, Witt-
genstein no se va a quedar aquí (y ello nos enseña que su fi-
Lo que esto pone de relieve es que "cosa" no es, en contra
losofía de la lógica es algo más que anti-platonismo) pues nos
de lo que el platónico piensa, el nombre de un tipo de enti-
va a decir que incluso cuando interpretamos esas proposicio-
dad al que los referentes de nuestras expresiones puetdan per-
nes como indicándonos el tipo de símbolo que un signo es,
tenecer en virtud de sus características; de manera análoga a
resultan ilegítimas. Intentemos ver por qué.
como los monumentos pueden, en virtud de sus característi-
cas, pertenecer al género de los edificios. Lo único que tienen Supongamos, para seguir el ejemplo del mismo Wittgens-
en común todas las entidades de las que pudiérmos decir que tein, que queremos especificar el tipo al que pertenece el sig-
son cosas es que a ellas nos referimos de la misma manera, no "R" que aparece en la proposición "aRb, para lo cual deci-
mediante expresiones nominales. Podemos decir, pues, que lo mos que "R es un símbolo relacional", o que "R pertenece al
que hace que un signo signifique una cosa no son las propie- tipo de los símbolos relaciónales". Las razones por las que es-
dades ontológicas de su referente; más bien lo que hace que tas proposiciones resultan sinsentido son las mismas por las
el referente de una expresión pueda ser tenido por una cosa que resultaba serlo la proposición "el Miguelete es una cosa"
son las propiedades lógicas del signo que lo simboliza. Esta (véase Diario Filosófico, p. 190).
conclusión la expresará Wittgenstein en el Tractatus con su teo- Si nuestro interlocutor entiende lo que significa "símbolo re-
oría de los conceptos formales (Tractatus, 4.126 y ss). Según lacional" no habrá ningún problema y podrá, a causa de nues-
la misma, cuando creemos estar hablando de los tipos más ge- tra información, hacerse una idea del tipo de símbolo que es
nerales de las entidades que pueblan el mundo, sólo estamos "R". Pero ¿y qué ocurriría si tal no fuera el caso?; ¿qué ocurriría
hablando de los tipos de símbolos que utilizamos para hablar si nos preguntara qué es un símbolo relacional? De nada servi-
del mundo. ría que le enumerásemos todos los signos que en nuestra no-
Lo que tenemos ahora, y ésta es la primera objeción witt- tación son símbolos relaciónales diciéndole, de cada uno de
gensteiniana a la teoría de los tipos, es que las proposiciones ellos, que es relacional, pues con ésta maniobra lo más que
de la misma, en contra de lo que piensa el filósofo de la lógi- conseguiríamos sería que supiera que el signo "R" es del mis-
ca platónico, no hablan de los tipos de entidades a los que re- mo tipo que... ¡el resto de signos de su mismos tipo!, pero no
fieren los signos, sino de los tipos de símbolo que son esos habríamos conseguido decirle qué es lo que diferencia a los
mismos signos. Lo hemos visto con la proposición "El Migue- símbolos pertenecientes a, precisamente, este tipo, de los sím-
lete es una cosa". Lo que decimos con ella (o, si se prefiere, bolos pertenecientes a otros. Vemos ahora que las proposicio-
con esta otra: «"El Miguelete" es el signo de una cosa») no es nes de una teoría de tipos —ya sea en su interpretación onto-
algo acerca de las propiedades del referente del signo, sino al- lógica, como especificando reglas semánticas, ya en su inter-
go acerca de la manera como éste último funciona. Algo no pretación lingüística, como especificando reglas sintácticas—
acerca de los tipos de entidades sino acerca de los tipos de son realmente supérfluas acercándose mucho al status de las
símbolos. meras tautologías (véase Diario Filosófico, p.190). Si "M es una
cosa" no decía nada más que el signo "M" simboliza de la mis-
Debemos fijarnos, no obstante, en que esta conclusión nos ma manera que el resto de símbolos que simbolizan como él,
prohibiría interpretar ontológicamente la teoría de los tipos, "R es un símbolo relacional", y todas las proposiciones de su
pero no eliminaría ésta. Quizá bastara para frustrar las preten- misma forma, no dicen otra cosa sino que "R" es un símbolo
siones del platónico, en tanto que nos llevaría a reconocer del mismo tipo que los símbolos de su mismo tipo.
que en las proposiciones en que atribuimos un tipo a un signo
no estamos realmente hablando sobre ninguna entidad abs- Si no podemos dar a conocer los tipos de símbolos que hay
tracta, pero no condenaría tales proposiciones al limbo del diciendo a qué tipo pertenece cada signo, ¿cómo podemos, en-

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tonces, hacer que alguien reconozca que, de hecho, hay diferen- pretar. Dado mucho de lo que hemos dicho previamente, po-
tes tipos y, aún, que reconozca a cuál de esos diferentes tipos dría pensarse que lo que Wittgenstein quería decir con ella era
pertenece "R"? Exactamente de la misma manera en que noso- que las proposiciones de la lógica, y en consecuencia la lógica
tros mismos llegamos a conseguirlo: dirigiendo su mirada a la misma, no dicen nada ni tratan de la realidad, ya sea ésta con-
manera como en nuestro lenguaje es usado el signo "R", pues siderada como empírica o supra-empírica; que no hay que
buscar, por consiguiente, ningún rasgo de la realidad que sea
"Lo que no me expresa (Ausdruck) el signo lo mues- responsable de su "verdad" ( pues no está muy claro que que-
tra (zeigt) su utilización (Anwendung). La utilización pa decir que las tautologías son verdaderas) a la manera como
declara lo que el signo esconde." buscamos en la realidad la justificación de la verdad de las
{Tractatus, 3.262) proposiciones de las ciencias.
"La lógica debe dar cuenta de sí misma" sería entonces una
Nuestro único recurso para explicitar cuál es el tipo de fórmula que Wittgenstein habría empleado para resumir su
ciertas expresiones no puede ser otro que el de mostrar la oposición tanto a cualquier interpretación empirista de la lógi-
aplicación que hacemos de ellas. Lejos de ser la adscripción ca que pretendiera justificar ésta en los rasgos más generales
de una expresión a un tipo la que regula su uso, es el uso de de la realidad sensible, como a cualquier interpretación plató-
la expresión la que permite reconocerla como perteneciendo a nica que pretendiera encontrar esa justificación en una reali-
determinado tipo. No cabe, por consiguiente, ninguna teoría dad inteligible. La lógica sería un mero cálculo de las relacio-
que describa en qué consisten los tipos a los que las expresio- nes existentes entre símbolos a los que se considera desde
nes constituyentes de las proposiciones de la lógica pertene- una perspectiva puramente sintáctica, haciendo completa abs-
cen. Esto es algo que sólo el funcionamiento de esas mismas tracción de su particular significado, cálculo cuyas reglas resul-
expresiones en el contexto de la proposición puede mostrar- tan injustificables externamente, siendo un dato último: la ma-
nos, no algo que pueda ser dicho {Tractatus, 4.1212). nera en que de hecho pensamos y punto (véase Tractatus,
5.4731 y también 3.031),
De conformidad con todo esto, para evitar las confusiones
de tipo o los errores categoriales de los que está llena la filo- Sin embargo, creemos que hay algo más en esta afirmación
sofía, la receta que Wittgenstein propone es, una vez más, no relacionado con la dicotomía entre el decir y el mostrar. Con
la formulación de una teoría (en este caso de los tipos a los la misma Wittgenstein está negando la necesidad y aún la po-
que pertenecen los símbolos representados por nuestros sig- sibilidad misma de una filosofía de la lógica, de una teoría que
nos), sino el perfeccionamiento de nuestra notación, de mane- describa —no digamos ya que justifique— la lógica.
ra que no empleemos el mismo tipo de signo para representar Despachadas las posiciones empiristas y platónicas que pre-
dos símbolos de tipos diferentes {Tractatus, 3.323, 3.324, tenden encontrar una justificación ontológica del cálculo, y
3.325). Esta es, al entender de Wittgenstein, la manera correcta convencidos ya de que éste obedece a reglas puramente sin-
de lidiar con las paradojas que se presentan en los sistemas ló- tácticas, podríamos caer en la tentación de creer que aún que-
gicos {Tractatus, 3.333). da una tarea para la filosofía de la lógica, a saber: formular
claramente un conjunto de reglas de este tipo que determine
3.2.6. La lógica debe dar cuenta de sí misma. lo que sea el uso correcto del simbolismo; reglas que nos di-
gan, por ejemplo, cuando una proposición está bien formada.
En Tractatus, 5A73 dice Wittgenstein que la lógica debe dar Lo erróneo de esta posición estriba no en que no se pueda
cuenta de sí misma. Esta observación, que también se encuen- hacer tal cosa, sino en que nos hace presumir que es posible
tra en el inicio mismo de su Diario Filosófico, resume en cierta dar una descripción de las relaciones internas que están a la
manera toda su filosofía de la lógica. Pero no es fácil de inter- base del cálculo sin presuponer éste, de manera semejante a

52 53
como se nos puede dar la descripción de un lugar en el que del mundo, ni se justifica en ningún rasgo de éste, llegar a dar
nunca hayamos estado previamente. Pero es claro que no po- una descripción de los rasgos más generales de la realidad?
dríamos entender a qué aluden tales descripciones si no hu-
biéramos captado ya esas relaciones internas en el cálculo
mismo; si éste no nos las hubiera mostrado. No podríamos, 3.3. La teoría del significado.
por ejemplo, entender lo que significa para un símbolo ser un
nombre si no supiéramos ya nombrar. Y lo mismo para las 3.3.1. La forma general de la proposición.
operaciones y la relación inferencial: no entenderíamos lo que
significa para una proposición el ser negada si no supiéramos Incluso, siendo más radicales, podríamos preguntar qué im-
negar, del mismo modo en que no entenderíamos lo que sig- porta la lógica si al fin y al cabo se trata de un mero cálculo
nifica para una proposición el ser inferida de otra si no supié- de relaciones entre signos que, ni está justificado en ningún
ramos inferir (véase, sobre este mismo punto, Mounce, 1983, rasgo de la realidad, ni nada dice sobre ésta.
p. 28). Lo que tales fórmulas pretenden decir no es sólo algo De una larga relexión que su Diario Filosófico recoge con
que el uso de los símbolos ya nos muestra, resultando por ello fecha del día 21 de junio de 1915 extraemos la siguiente ob-
mismo innecesarias (Tractatus, 3.334), sino, sobre todo, algo servación de Wittgenstein:
que sólo resulta inteligible merced a ese mismo uso. Sin pre-
suponer éste, resultarían absolutamente incomprensibles; de
ahí que Wittgenstein considere que en sí mismas tales fórmu- "Pero la lógica, tal y como está en, por ejemplo, los
las no dicen nada. Principia mathematica se puede aplicar perfectamente
bien a nuestras proposiciones ordinarias, por ejemplo,
Es un error, por consiguiente, creer que se puedan describir de "todos los hombres son mortales" y "Sócrates es un
las leyes de la lógica sin presuponer el funcionamiento de ésta. hombre" se sigue, de acuerdo con esta lógica, que "Só-
Las leyes que seguimos al razonar lógicamente no obedecen a crates es mortal", lo cual es obviamente correcto."
ninguna ley que se haya podido formular previamente {Tracta- {.Diario Filosófico, p. 117)
tus, 6.123). Es el uso del simbolismo el que nos permite enten-
der las leyes que sobre el mismo podamos formular, y no a la
inversa. La única tarea que queda para el filósofo no es, pues, El ejemplo que Wittgenstein ha puesto está sacado del len-
la de regimentar el uso de los signos, cosa imposible porque si guaje ordinario; se trata de un conjunto de proposiciones que
un signo tiene un uso entonces ya es correcto {Tractatus, 5A75, expresan una verdad histórica y biológica que forma parte del
5.4733), sino la de estudiar ese uso y proponer una notación acervo cultural del hombre medio occidental. Pero lo que
que no dé lugar a malentendidos sobre el mismo. Wittgenstein entiende por "proposiciones ordinarias" no es só-
lo la expresión lingüística de este tipo de verdades, sino cual-
En resumen, que no cabe ni una justificación ontológica de quier proposición que, por contraposición a las de la lógica,
la lógica, ni tampoco la formulación de una serie de leyes que pueda ser verificada o refutada por algún acontecimiento del
de manera previa a su funcionamiento determinen en qué ha- mundo, lo que incluye el ámbito más técnico de las ciencias
ya de consistir éste. Con su afirmación de que la lógica debe empíricas (véase el mismo Diario Filosófico, p. 113 donde
dar cuenta de sí misma lo que está señalando Wittgenstein es Wittgenstein identifica las proposiciones de la física con un ti-
su absoluta autonomía, la autonomía de la gramática, entendi- po de proposiciones ordinarias). Tenemos, por consiguiente,
da en el Tractatus como sinónima de la sintaxis (véase, por que en su opinión la lógica es aplicable a cualquier sistema de
ejemplo, 3.325). Pero dada esta concepción autónoma de la \ proposiciones —ya sea que éstas formen parte de lo que se
lógica que Wittgenstein tiene, la dificultad de entender su pro- ] llama el lenguaje ordinario {Tractatus, 5.5563), ya sea que for-
yecto de fundar en ella la metafísica se agrava. ¿Cómo podría-) men parte de una teoría científica— que pretenda describir la
mos, partiendo de un cálculo cuyas proposiciones no tratan'

M
I 55
realidad; y tal aplicabilidad es una condición sirte qua non de tautológicos. Pondremos un ejemplo, el más sencillo de los
que concedamos algún crédito al mismo, pues bastaría que posibles, para clarificar esto (el mismo que utiliza Kenny,
sospecháramos de un sistema semejante que resulta ilógico, o 1974, p, 85).
sea, contradictorio, para que dejáramos de tenerlo en cuenta Supongamos que tenemos un sistema lingüístico en el que
como un candidato adecuado a dar una descripción de la rea- las proposiciones base de toda operación son sólo dos; un sis-
lidad. En esto radica, pues, la importancia de la lógica: en que tema, por consiguiente, en el que el número de proposiciones
si bien ella misma no describe la realidad, es condición sirte básicas o elementales es dos. El número de posibles combina-
qua non de cualquier descripción de ésta. Pero si esta conclu- ciones de los valores veritativos de estas proposiciones será, se-
sión resulta innegable, no por ello resulta menos sorprendente gún dijimos antes, 2 n , o sea: 4. Pues bien, el número de posi-
¿Cómo es posible que la lógica resulte ser tal condición? Dicho bles resultados al tomar estas proposiciones como base de las
de otra forma: ¿cómo puede la lógica resultar aplicable a todo operaciones veritativas será 2 n n , en este caso 16. Podemos de-
lenguaje? tallar tales posibles resultados'en la siguiente tabla de verdad:
La primera respuesta que acude a nuestra mente es verda-
dera pero confundente, pues estamos tentados a decir que lo p q 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 1314 1516
común a la lógica y al resto de sistemas lingüísticos son las re-
glas de inferencia, lo que, siendo verdad, podría inducirnos a vv V F V V V F F F V V V F F F V F
pensar que las proposiciones de la lógica y las proposiciones vf V V F V V F V V F F V F F V F F
ordinarias (las del lenguaje cotidiano y las de las ciencias) son
de naturaleza diferente y sólo sus relaciones inferenciales serí-
f v V V V F V V F V F V F F V F F F
an comunes; una tesis, esta segunda, falsa por completo, por- f f V,V V V F V V F V F F V F F F F
que según hemos visto más arriba, las relaciones inferenciales
son relaciones internas, no externas, de manera que si rigen De todos estos posibles resultados los comprendidos entre
por igual en dos conjuntos de proposiciones, ello no puede el 2 y el 15, ambos inclusive, expresarían combinaciones entre
deberse sino a que unas y otras son de la misma naturaleza. "P" y "q" que dirían algo sobre el mundo, pues tales combina-
ciones sólo resultarían ser verdaderas dependiendo de que las
Esta afirmación puede parecer completamente absurda; situaciones descritas por "p" y por "q" resultaran o no ser el
¿acaso no hemos insistido una y otra vez en que la lógica es caso; o, lo que es lo mismo, dependiendo de que "p" y "q"
una disciplina peculiar precisamente porque sus proposiciones fueran o no verdaderas. También podríamos decir que todos
no dicen nada acerca del mundo? ¿Cómo podemos, entonces, estos resultados expresan proposiciones que tienen su valor
decir ahora que las proposiciones de la lógica y las proposi- de verdad en función del valor de verdad de las proposiciones
ciones ordinarias —que hemos definido precisamente como básicas o elementales; proposiciones que son funciones de
aquéllas que dicen algo sobre el mundo— son de la misma verdad de las proposiciones básicas o elementales. Pero ¿qué
naturaleza? decir de los casos primero y último, de 1 y 16? Estas expresan
Esta pregunta se responde fácilmente, sin embargo, si recor- las combinaciones de "p" y de "q" que pertenecen a la lógica
damos que las operaciones que podemos realizar sobre las y que la lógica excluye respectivamente, las combinaciones de
proposiciones están ya preinscritas, por así decirlo, en la natu- "p" y de "q" que o bien resultan tautológicas, o bien contradic-
raleza de las mismas, pues entonces vemos que las proposi- torias. Tales combinaciones, a diferencia de las anteriores, no
ciones de la lógica no son sino un subconjunto del conjunto dirían nada sobre el mundo —y por ello Wittgenstein caracte-
total de los resultados que se obtienen al aplicar a las proposi- rizaría a las proposiciones que las expresaran como carentes
ciones que forman la base de un sistema lingüístico toda posi- de sentido, "Sinnlos" {Tractatus, 4.461)— pues nada que acae-
ble operación; precisamente el subconjunto de los resultados ciese en éste alteraría su verdad o su falsedad. Independiente-

56 57
mente de que las situaciones descritas por "p" y por "q" fueran mente bajo las columnas 10 y 11, son coincidentes con las
o no el caso, la proposición expresada por el primer resultado condiciones de verdad de "p" y de "q" tomadas por separado.
de combinar "p" y "q" sería siempre verdadera, mientras que Lo que ello significa es que tanto "p" como "q", que son las
la proposición expresada por el último resultado de tal combi- proposiciones básicas, se pueden obtener como funciones de
nación sería siempre falsa. verdad de su mutua combinación, por ejemplo, conjuntando
cada una de ellas con una tautología construida a partir de la
Podría pensarse, en virtud de lo que acabamos de decir, otra ("p. [qv~q]=p" y "q. [pv~p]=q"). Por consiguiente, las pro-
que tales combinaciones tautológicas y contradictorias de "p" posiciones lógicas participan de la misma naturaleza o forma
y de "q" no son funciones de verdad de "p" y de "q", puesto general que las proposiciones ordinarias, son, como ellas, fun-
que el concreto valor veritativo de estas combinaciones no de- ciones de verdad de proposiciones básicas, proposiciones que
pende de p y q. Sin embargo, esta conclusión sería errónea se obtienen aplicando a las proposiciones básicas determina-
porque lo que no es de ninguna manera irrelevante es que "p" das operaciones, o una única operación, pues, recuérdese, ya
0 "q" tengan algún valor de verdad. Si éste no fuera el caso, si Sheffer había demostrado la reducibilidad de todas las cons-
"p" o "q" no describieran ninguna posible situación del mundo tantes u operaciones lógicas a la negación conjunta (Tracta-
y careciesen, por tanto, de valor de verdad (fueran lo que tus, 5.6 y 6.001).
Wittgenstein denominaba insensateces, "Unsinnig") todos los
posibles resultados de su combinación se desvanecerían sien-
do ellos también sin sentido, lo que en el supuesto contrario 3.3.2. La tesis de la extensionalidad.
no ocurre ni tan siquiera con las proposiciones que expresan
1 y 16 (véase Tractatus, 4.4611). Es por ello por lo que Witt- Si la lógica resulta importante es, en consecuencia, porque
genstein afirma en Tractatus, 6.124, que la lógica presupone resulta aplicable a cualquier sistema lingüístico que pretenda
que las proposiciones elementales tienen sentido. describir la realidad; y ello significa no sólo que en estos siste-
Tenemos, pues, que las proposiciones de la lógica, a pesar mas podemos utilizar las mismas reglas de inferencia que en
de no decir nada sobre el mundo, son, como las proposiciones el cálculo lógico sino, sobre todo (pues ésta es la razón por la
ordinarias que dicen algo sobre él, posibles resultados de com- que podemos utilizar esas mismas reglas), que estructuralmen-
binar las proposiciones básicas; funciones de verdad de estas te aquéllos son análogos a éste. Como el cálculo, todo sistema
proposiciones. Podría objetarse a ésto que las tautologías (y las lingüístico constará de un conjunto de proposiciones, funcio-
contradicciones) sólo son de la misma naturaleza que parte de nes de verdad de ciertas proposiciones básicas, y será la pecu-
las proposiciones ordinarias, a saber: de aquellas, que pueden liaridad de éstas la que determinará la peculiaridad de los dis-
denominarse complejas o moleculares, que resultan de operar tintos sistemas.
sobre las proposiciones básicas o elementales. Pero que siendo Esta tesis es conocida como la tesis de la extensionalidad y,
estas últimas también proposiciones informativas acerca del sin duda, como ha señalado Favrholdt (1967, p. 15 y 19), pue-
mundo, la anterior conclusión de la identidad de naturaleza de de ser considerada como la columna vertebral del Tractatus.
las proposiciones que pertenecen a la lógica, o que ésta exclu- Más adelante veremos algunos de los detalles; por ahora nos
ye, y las proposiciones informativas sólo es válida parcialmen- basta con la caracterización general de la misma que acaba-
te. Sin embargo, podemos proclamar nuestra conclusión sin mos de apuntar, pues aún con esta caracterización general,
restricción alguna, pues las proposiciones elementales también puede cuestionarse ya su validez. Veamos.
son funciones de verdad, sólo que de sí mismas. Según la tesis de la extensionalidad, tal y como hasta aquí
Si nos fijamos en la tabla de verdad que presenta los resul- la hemos presentado, todo sistema lingüístico constará sólo de
tados de todas las posibles combinaciones de "p" y "q" vere- proposiciones básicas y de proposiciones moleculares cons-
mos que dos de esos resultados, los que se encuadran precisa- truidas como funciones de verdad a partir de aquéllas, pero,

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en todo caso, tanto unas como otras serán susceptibles de ser bien, lo que quería decir es que todos los modos tienen algo
verdaderas o falsas. Pues bien, ambas premisas pueden cues- en común, y que es ese elemento común a todos los modos
tionarse. Ni está claro que todas las proposiciones que consti- —la forma proposicional a la que es consustancial la posibili-
tuyen un sistema lingüístico hayan de tener un valor de ver- dad de tener un valor veritativo— lo que constituye el objeto
dad, ni está claro que las que lo tengan, si son complejas, va- propio de la lógica. Esto se puede entender más claramente
yan a tenerlo en función del de las proposiciones elementales con un ejemplo y con una distinción terminológica. A partir
que intervienen en ellas. de ahora denominaremos oración a la proposición que venga
Consideremos el lenguaje ordinario. ¿No encontramos en él expresada en un modo particular. Consideremos, pues, las si-
proposiciones dotadas de perfecto sentido y de las que no ca- guientes oraciones:
be que digamos que son verdaderas o falsas? ¿No es éste el ca- —¡Que Juan venga a casa!
so, por ejemplo, de las órdenes, o de las preguntas, o de los —¿Vendrá Juan a casa?
ruegos, etc.? En realidad, nuestro lenguaje nos suministra la —Juan viene a casa.
posibilidad de presentar nuestras expresiones en diferentes La primera expresa una orden, la segunda una pregunta y la
modalidades, y Wittgenstein parece haber ignorado este punto tercera una aseveración. En este sentido, cada una de ellas sig-
al asumir la tesis de la extensionalidad. Es como si se hubiera nifica algo distinto. Sin embargo, hay un elemento común a to-
fijado sólo en el modo indicativo ignorando todos los demás, das, ya que la orden, la pregunta y la aseveración versan en
lo que le habría llevado a identificar proposición y proposi- este caso sobre lo mismo: sobre Juan y su venir a casa. Y es
ción aseverativa, pues de haber considerado la existencia de este elemento común, al que Wittgenstein llama en este texto
las proposiciones imperativas, de las interrogativas, de las de- "forma proposicional" y nosotros, siguiendo su terminología
siderativas, etc., difícilmente podría haber dado el carácter ve- más usual, hemos denominado "proposición", el que concierne
ritativo como forma general de la proposición. Esta reducción a la lógica. Esta no se preocupa de oraciones, ni aún si éstas
ilegítima de la proposición a la proposición aseverativa es es- vienen dadas en el modo aseverativo, sino de proposiciones.
pecialmente notoria en algún parágrafo del Tractatus (por
ejemplo, en 4.022); y sin embargo, no sería del todo correcto Podríamos adoptar un simbolismo que hiciera todo esto cla-
decir que Wittgenstein ignoró por completo este problema. En ro representando esa proposición que constituye el contenido
las "Notas sobre Lógica" encontramos una importante observa- del deseo, de la pregunta y de la aseveración mediante un sig-
ción relacionada con él. Leemos allí: no, "p" por ejemplo, y el elemento modal por otro, ¡! para la
orden, ¿? para la interrogación, y A para la aseveración, de
manera que cuando viéramos escrito "¡p!", "¿p?" y "£" sabría-
"La aserción es meramente psicológica. Sólo hay pro- mos que se trata de oraciones diferentes que, no obstante, ex-
posiciones no aseveradas. El juicio, la orden y la pre- presan un deseo, una pregunta o una aseveración referentes a
gunta están todos al mismo nivel; pero todos ellos tienen la misma proposición. Lo más importante, no obstante, es és-
en común la forma proposicional y ello es lo único que to: que no todas las oraciones son verdaderas o falsas, pero es
nos interesa. Lo que interesa en lógica son sólo las pro- consustancial a las proposiciones, aquello sobre lo que versan
posiciones no aseveradas." o que constituye su contenido, el ser, con respecto al valor ve-
(.Notas sobre lógica, p. 17) ritativo, bi-polares, esto es: el que quepa la posibilidad de
considerarlas tanto verdaderas como falsas (véase "Notas so-
Este texto parece dejar claro dos cosas: que Wittgenstein bre lógica", p. 10 y también Diario Filosófico, p. 34).
era bien consciente de la existencia de distintos modos, y que Si éste no fuera el caso la proposición o carecería de senti-
no tenía la menor pretensión de dar prioridad a uno de ellos do o sería un sinsentido (recuérdese la distinción entre "Sinnlos"
—el indicativo o asertivo— sobre cualquiera de los otros. Más y "Unsinn") y lo mismo ocurriría con las respectivas oraciones

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en que interviniera. Carece de sentido preguntar, desear o ase- nes del mismo tipo que la que acabamos de enunciar: "A
verar una tautología (que llueve o no llueve, por ejemplo), e piensa que p." Que aquí nos las tenemos que ver con una
igualmente es absurdo preguntar, desear o aseverar algo sin- proposición y no con una oración en el sentido técnico defini-
sentido (por ejemplo, que la luna es idéntica). do por nosotros en el apartado anterior está muy claro desde
Wittgenstein, por consiguiente, al afirmar que la lógica re- el momento en que nos percatamos de que podemos pregun-
sulta aplicable a cualquier sistema lingüístico no está afirman- tar, desear, ordenar, o simplemente aseverar que Emilia piensa
do que todo sistema lingüístico contenga únicamente oracio- que Juan vendrá o, más generalmente, que A piensa que p.
nes en el modo aseverativo o susceptibles de ser verdadera o Tal proposición, por otra parte, participa de la bi-polaridad ve-
falsas. Lo que está diciendo, más bien, es que independiente- ritativa que es para Wittgenstein el rasgo esencial de toda pro-
mente de la modalidad de las oraciones que puedan darse en posición, porque que A piense que p puede ser tanto verdad
tal sistema, el contenido de las mismas deberá ser proposicio- como no serlo. Hasta aquí todo va bien. El problema estriba
nes susceptibles de recibir valores veritativos. De hecho, las en que esa proposición alude a otra proposición, la que he-
diferentes modalidades de las oraciones deben ser analizadas mos representado por "p". Y sin embargo, la verdad o la false-
como diferentes actitudes psicológicas del sujeto que las emite dad de la proposición "A piensa que p" no está en función de
con respecto al valor de verdad de la proposición que consti- la verdad de "p", pues tanto si p es el caso como si no, A aún
tuye su contenido. Así, una oración aseverativa expresa la cre- puede pensar que p. Tenemos, por consiguiente, que en con-
encia de quien la emite en la verdad de la proposición que tra de lo que defiende la tesis de la extensionalidad existen
contiene; una interrogativa, su duda respecto a su valor de proposiciones que, a pesar de ser complejas, no son funciones
verdad; una imperativa, su deseo de que sea verdadera y su de verdad de las proposiciones que intervienen en su seno.
creencia de que tal deseo puede satisfacerse de cierta manera También Wittgenstein tuvo presente esta posible objeción.
(formulando la orden), etc. Todo esto nos hace desembocar Lo vemos afrontarla, sobre todo, en los parágrafos 5.541 y
en la segunda objeción que planteábamos a la tesis de la ex- 5.542 del Tractatus. Dice allí:
tensionalidad: la existencia de proposiciones complejas cuyo
valor de verdad no está en función del de las proposiciones
elementales que contienen. "A primera vista parece que una proposición podría
entrar en otra de modo diferente (que como base de
operaciones veritativos).
3.3.3. £1 problema de los contextos intensionales. Especialmente en ciertas formas proposicionales de la
psicología, tales como "A cree que p es el caso", o "A
En efecto, acabamos de hablar de adscribir a un sujeto una piensa quep", etc.
actitud psicológica relativa a una proposición. Pues bien, las Bajo una consideración superficial puede parecer
proposiciones que reflejan tal adscripción parecen constituir que la proposición p está en cierta clase de relación con
una excepción a la tesis de la extensionalidad, porque siendo un objeto A.
proposiciones complejas no tienen su valor de verdad en fun- (Y en la moderna teoría del conocimiento —Russell,
ción del de las proposiciones que intervienen en su seno; és- Moore, etc.— se han concebido estas proposiciones de
tas últimas, por consiguiente, aparecen en contextos intensio- este modo) 5-541.
nales. Lo que queremos decir esperamos que se aclare de Pero es claro que "A cree quep", "Apiensa quep", "A
nuevo con un ejemplo. dice quep" son de la forma "'p' dice que p"; y aquí no
Consideremos la proposición "Emilia piensa que Juan ven- se trata de la coordinación de un hecho y un objeto, si-
drá", o mejor consideremos la proposición completamente ge- no de la coordinación de hechos mediante la coordina-
neralizada que muestra la forma común a todas las proposicio- ción desús objetos" 5.542.

62 63

55-.,--::-- ;^L LJU:¿!¡ / Ü i ü ü i !


Tales observaciones son de gran importancia no sólo por- lo sea o no. Pero lo que no es indiferente para que las propo-
que en ellas afronta Wittgenstein una posible objeción a su siciones psicológicas tengan un valor de verdad es que p tenga
concepción extensional del lenguaje, sino porque las mismas algún valor de verdad. De no ser así, de carecer p de la bi-po-
son decisivas para entender otras partes de su reflexión filosó- laridad veritativa, no sería una auténtica proposición, con lo
fica: su teoría del pensamiento y su filosofía de la mente, su que sería imposible que constituyera el objeto de ninguna de
teoría del significado y su posición ante el solipsismo, etc. Pe- nuestras actitudes proposicionales. Tenemos, pues, que las
ro tanto como importantes suponemos que el lector se habrá proposiciones psicológicas no dependen del concreto valor de
dado cuenta de que resultan difíciles de interpretar. Por nues- verdad de las proposiciones que las integran, pero dependen
tra parte, nos limitaremos a intentar aclarar qué es lo que Witt- de que tales proposiciones tengan algún valor de verdad.
genstein está diciendo aquí y cómo ello puede ser una res- Hay otras proposiciones que también plantean problemas a
puesta a quienes aludan a los contextos intensipnales genera- la tesis de la extensionalidad, tales como las proposiciones ge-
dos por las proposiciones psicológicas para objetar la tesis de nerales y las modales. No está claro, a primera vista, cómo
la extensionalidad. Dejaremos para mejor ocasión sacar las prodríamos entender una proposición general del tipo "Todos
consecuencias que lo que aquí dice Wittgenstein pueda tener los x son P" como una función de verdad de proposiciones
para los otros importantes temas que hemos mencionado. elementales que dijeran de cada x que es P. Sobre todo si el
Wittgenstein ha dicho que las proposiciones "A cree que p", alcance de ese cuantificador universal es un conjunto de rango
"A piensa que p", "A dice que p" son de la forma "'p' dice Infinito. Y tampoco está nada claro cómo podríamos analizar
que p". El problema que debe resolverse es a qué se refiere como una función veritativa la proposición "es posible que p",
con la primera "p", la entrecomillada, y a qué con la segunda. pues aquí el problema es el mismo que con las proposiciones
Se han hecho múltiples propuestas al respecto; la nuestra es psicológicas, a saber: que en ellas interviene una proposición,
que debe leerse como refiriendo a un concreto signo proposi- p, cuyo concreto valor de verdad es indiferente para el de la
cional, esto es: a un hecho particular que es utilizado para ex- proposición en la que interviene ("es posible que p" puede
presar una proposición; y que la segunda sin comillas, debe ser verdadera tanto si p llega a ser el caso como si no). Witt-
leerse como refiriendo precisamente a la proposición expresa- genstein también afrontó el reto que estas proposiciones supo-
da por aquel signo proposicional. Por consiguiente, a nuestro nen a la tesis de la extensionalidad y sus soluciones cabe con-
entender lo que Wittgenstein está diciendo cuando afirma que siderarlas, sobre todo por lo que hace al problema de las pro-
"A cree que p", "A piensa que p", etc., son de la forma "'p' di- posiciones generales, como sumamente sugerentes. No obs-
ce que p", es que todas estas proposiciones expresan una rela- tante, no disponemos en este trabajo de espacio suficiente co-
ción, en cada caso diferente (según se trate de una actitud psi- mo para clarificar en qué consistieron las mismas. Si nos he-
cológica u otra), entre un concreto signo proposicional 'p' y mos detenido brevemente en su respuesta al problema que
una proposición p. O para ser más exactos, una relación entre planteaban las proposiciones psicológicas, ha sido porque esta
el signo proposicional y los polos veritativos de la proposición solución, como ya hemos dejado dicho, es importante para
(véase Notas sobre lógica, pp. 17-19). Pero, ¿cómo se supone ver algo más que la réplica wittgensteiniana a una objeción
que un tal análisis de este tipo de proposicones salva la tesis contra su tesis de la naturaleza extensional de todos los siste-
de la extensionalidad? mas lingüísticos.
Está claro, por una parte, que Wittgenstein admite que en
las proposiciones psicológicas del tipo "A cree que p", "A pien- 3.3.4. ¿A la búsqueda de un lenguaje lógicamente perfecto?
sa que p", etc., hay una proposición que entra en otra, a saber:
p. Está claro, además, que el valor de verdad de estas proposi-
ciones no depende del concreto valor de verdad de p, ya que En cualquier caso, independientemente de cuales sean los
ellas pueden ser verdaderas independientemente de que ésta escollos que puedan salir al paso de la tesis de la extensionali-

64 65-
dad, y de cuál fuera la pericia de Wittgenstein para soslayarlos, "Todas las proposiciones de nuestro lenguaje corrien-
la asunción por su parte de tal tesis nos permite entender mejor te están efectivamente, tal y como son, ordenadas de un
su pretensión de fundar la metafísica en la lógica. En efecto, si modo completamente lógico."
la lógica resulta ser el esqueleto de todo posible sistema des- (Véase también Diario Filosófico, p. 106)
criptivo del mundo, reflexionar sobre la estructura de su cálculo
y sobre sus condiciones de posibilidad, viene a ser lo mismo Será muy conveniente retener todo ésto en mente para
que reflexionar sobre la estructura y las condiciones de posibili- cuando volvamos sobre la ontología del Tractatus. Por el mo-
dad de toda posible descripción del mundo. En este sentido, mento, podemos seguir precisando las diferencias entre Rus-
bien cabe decir de ella que aunque sus proposiciones nada di- sell y Wittgenstein estudiando las consecuencias que uno y
cen del mundo, y que por consiguiente no debe clasificársela otro sacan de un principio que ambos toman de Frege: el de
como una doctrina o una teoría, resulta ser, con todo, un reflejo la determinación del sentido.
del mundo, pues es lo que posibilita, la condición trascenden-
tal, que haya descripciones del mundo (.Tractatus, 6.13).
3.3.5. El principio de la determinación del sentido.
No es la intención de Wittgenstein negar la posibilidad de
tener distintas concepciones y dar distintas descripciones del Hemos hablado más arriba de los presupuestos de la lógica
mundo (véase Tractatus, 6.341. y 6.342). Pero nos hará la ob- y hemos dicho que son también los de cualquier descripción
servación de que, no obstante las diferencias, todas las con- posible del mundo, pero hablando más concretamente, ¿cuáles
cepciones y descripciones del mismo comparten esto: el pre- son estos presupuestos? En Tractatus, 6.24. Wittgenstein nos
suponer que el mismo es lógico. Por consiguiente, una refle- remite a dos presupuestos de la lógica que la hacen "conectar"
xión sobre los fundamentos de la lógica nos permitirá desen- con el mundo: el que los nombres tengan referencia y el que
trañar cuáles son los rasgos más generales de la realidad que las proposiciones elementales tengan sentido. De los dos, nos
toda descripción más concreta de la misma debe asumir. Nos interesa ahora comentar el último.
permitirá desentrañar precisamente aquello que la metafísica,
en tanto que ontología, ha pretendido siempre sacar a la luz. En realidad, el presupuesto de la lógica no es sólo que las
proposiciones elementales tengan sentido sino que tengan un
Cuanto acabamos de decir nos permite apreciar cuan erró- sentido "determinado". Ahora bien, ¿qué significa esto? Sería
nea resulta la lectura global que Russell nos invita a hacer del erróneo suponer que lo que este principio exige es que las
Tractatus en la "Introducción" del mismo, cuando nos presen- proposiciones describan con toda exactitud una posible situa-
ta a Wittgenstein enfrentado al problema de establecer "las ción. La exigencia, más modesta, es sencillamente que la pro-
condiciones que se requieren para conseguir un lenguaje lógi- posición sea tal que quepa decidir o que ella, o que su nega-
camente perfecto" (.Tractatus, "Introducción", p. 12). Pero una ción, es verdadera. De hecho, si nos fijamos en cómo hemos
lectura sin prejuicios del Tractatus no nos permitirá encontrar construido las tablas de verdad, nos daremos cuenta de que
ni rastro de esta tesis. Cierto que en 3.323 Wittgenstein denun- hemos estado trabajando constantemente con este presupues-
cia las ambigüedades del lenguaje corriente, pero no es menos to, pues hemos partido de adscribir a las proposiciones ele-
cierto que su propuesta para evitar incurrir en los errores a los mentales sólo dos valores veritativos: la verdad o la falsedad, y
que tales ambigüedades nos empujan no es su sustitución o su : hemos supuesto que, sea cual fuere el que les correspondiese,
reducción a otro lenguaje (Sprache), sino sólo la adopción de su negación tendría justamente el valor inverso. No obstante,
una notación (Zeichensprache) que obedezca a las leyes de la J podría preguntarse si, dada esta interpretación modesta del.
sintaxis lógica (Tractatus, 3.325). De ahí quizá que en 5.5563 principio de determinación del sentido, no ocurrirá que todas
termine por reconocer, lo que debió sorprender mucho a Rus- las proposiciones lo cumplen. La respuesta es que, al menos
sell, que en apariencia, éste no era el caso.

99 67
En efecto, desde ya mucho antes de la publicación del serlo ella misma, resulta una función de verdad. La exigencia
Tractatus, B. Russell había llamado la atención sobre proposicio- de la determinación del sentido, o lo que ahora vemos es lo
nes tales como "El actual rey de Francia es calvo", en las que mismo, la exigencia de la existencia de proposiciones elemen-
intervienen expresiones a las que denominó descripciones de- tales en términos de las cuales puedan ser analizadas las pro-
finidas. Considerémoslas siquiera sea brevemente. ¿Qué ocurre, posiciones moleculares, deviene así una exigencia puramente
en concreto, con el ejemplo de proposición que acabamos de lógica, a-priori (véase Tractatus, 2.0211, 2.0212, 3.23 y 5.5562).
citar? Obviamente no es verdadera, pero ¿lo resulta su nega- Si tal requisito no se cumpliera, dependería el que una pro-
ción, "El actual rey de Francia no es calvo"? Ciertamente, tam- posición tuviera sentido (aquella que se analiza precisamente
poco. Tenemos, pues, o parece que tenemos, un ejemplo de por no presentar un sentido determinado de forma inmediata)
proposición que no tiene un sentido determinado, una propo- de que otra u otras proposiciones fueran verdaderas (aquéllas
sición tal que ni ella ni su negación son verdaderas. en términos de las cuales se analiza), pero entonces cualquier
Para enfrentarse a este tipo de situaciones, Russell elaboró descripción del mundo, ya fuera verdadera o falsa, resultaría
su célebre teoría sobre las descripciones definidas. Lo que la imposible, porque ¿cómo Íbamos a saber si esas proposiciones
misma venía a decirnos en esencia era que no debemos dejar- de las que depende el sentido de las otras son o no verdade-
nos llevar por la forma aparente de las proposiciones. En con- ras si, por hipótesis, también ellas carecerían de un sentido
creto, aquellas que involucran descripciones definidas apa- determinado? Para poder comprender lo que nos dicen y así
rentan ser proposiciones elementales cuando, en realidad, son decidir acerca de su valor de verdad, también ellas debieran
proposiciones complejas. Asi, el ejemplo que hemos puesto ser previamente analizadas en términos de otras proposicio-
debiera ser analizado correctamente en los siguientes térmi- nes, con lo que el regreso al infinito está servido. La conclu-
nos: "Existe un único individuo tal que es el actual rey de sión wittgensteiniana es, por consiguiente, que como de he-
Francia, y éste es calvo". Y una vez analizado de esta manera cho tenemos distintos sistemas que nos permiten describir el
se hace patente que su contradictoria, su auténtica negación, mundo, cada cual dispondrá de sus proposiciones elementa-
no es la proposición que habíamos supuesto sino esta otra: les, y ello con toda seguridad, independientemente de que se-
"No existe un único individuo tal que sea el actual rey de pamos o ignoremos cuáles son éstas.
Francia y sea calvo." A partir de aquí, Russell, complementan-
do sus intuiciones lógicas con tesis epistemológicas de carác-
ter fenomenista, concluía que sólo aquellas proposiciones cu- 3.3.6. Las exigencias de una teoría del significado.
yas expresiones refieran a entidades cuya existencia resulte
absolutamente indubitable tenían un sentido determinado. El La proposición elemental, de cuya existencia hemos visto
conjunto de estas proposiciones constituiría el ya aludido len- convencido a Wittgenstein por razones puramente a-priori, re-
guaje lógicamente perfecto al que se trataría de reducir el res- sulta ser, pues, el eslabón que conecta no sólo a la lógica sino
to de lenguajes. a todo posible sistema descriptivo con el mundo. Sin ella el
Wittgenstein, por su parte, aceptaba el aspecto estrictamente principio de determinación del sentido no estaría garantizado,
formal de la solución russelliana (véase Tractatus, 4.003), pero y sin tal garantía cualquier descripción del mundo verdadera o
fiel a su decisión de no entrar en irrelevantes cuestiones episte- falsa resultaría imposible. La pregunta clave es por consiguien-
mológicas, lo que deducía de ella era que toda proposición tie- te ¿cómo es posible que las proposiciones elementales tengan
ne ya un sentido determinado tal y como está, si bien ese sen- sentido? Resuelta esta pregunta habremos resuelto el problema
tido no se hace explícito hasta que se haya llevado a cabo su de cómo es posible que las proposiciones, en general, tengan
análisis completo; esto es: hasta que se haya presentado su sentido. Pues según la tesis de la extensionalidad asumida por
verdadera forma lógica, hasta que se haya hecho explícito el Wittgenstein, aquellas proposiciones que no sean elementales
conjunto de proposiciones elementales del que, caso de no deberán ser funciones de verdad de las proposiciones elemen-

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tales y el sentido de una proposición cuya verdad esté en fun- che por vez primera, y aunque no se tenga noción alguna de
ción de la verdad de otras está él mismo en función del senti- si el hecho que la misma describe es o deja de ser el caso. Po-
do de estas proposiciones (Tractatus, 5.2341), dríamos resumir todos estos requisitos, que una correcta teoría
Esta misma tesis de la extensionalidad impone, por otra del significado de las proposiciones debiera cumplir, en sólo
parte, una serie de requisitos para cualquier teoría del signifi- uno: explicar la autonomía del sentido de las proposiciones
cado de las proposiciones que aspire a ser correcta; el primero elementales, autonomía con respecto al resto de proposicio-
de ellos, y el más importante en cuanto que, como veremos, nes, y autonomía con respecto a los hechos del mundo.
el resto se sigue de él, es que el sentido de las proposiciones
elementales no puede ser explicado por otra proposición, sino 3.3.7. La génesis de la teoría pictórica del significado.
que debe mostrarse por sí mismo. La asunción de este presu-
puesto se hace explícita ya en la manera de construir las ta-
La respuesta wittgensteiniana a todas estas exigencias fue la
blas de verdad, en las que otorgamos los valores veritativos a
elaboración de su famosa teoría pictórica del significado. Tal
las proposiciones básicas de manera completamente indepen-
elaboración se produjo lentamente, al hilo de la crítica a las
diente. Pero la justificación de tal requisito estriba en la misma
posiciones al respecto de Frege. Este había sostenido que las
esencia de la tesis de la extensionalidad.
proposiciones mismas eran nombres cuyo significado quedaba
En nuestra opinión, Wittgenstein no negaría la evidencia de articulado en dos dimensiones: la del sentido y la de la refe-
que podemos dar una explicación verbal satisfactoria del sen- rencia, estribando la primera de ellas en el pensamiento, pecu-
tido de una proposición, pero nos haría ver que esto sólo es liarmente entendido no como una actividad subjetiva sino co-
posible si ya comprendemos el sentido de las proposiciones mo un contenido objetivo apto para ser captado por múltiples
en términos de las cuales efectuamos la descripción. En deter- individuos, y la segunda en el concreto valor veritativo de la
minado punto, pues, el sentido de las proposiciones deberá proposición en cuestión (véase Frege, 1971, p. 57 y ss).
ser captado de manera inmediata en el uso de la proposición,
La objeción de Wittgenstein a esta teoría del significado,
y sin ninguna explicación ulterior del mismo. Y ese determina-
aparte de que conduce al platonismo (pues obliga a postular
do punto coincidirá, en última instancia, con el acceso a las
la existencia de objetos lógicos que constituyen la referencia
proposiciones elementales pues son éstas, según vimos en el
de las proposiciones lógicas), radica en que, dado que de un
apartado anterior, las únicas capaces de desempeñar la fun-
nombre cuya referencia desconozcamos podemos decir que
ción de determinar el sentido del resto de proposiciones.
desconocemos también su significado, si la proposición fuera
Sabemos ahora el primer requisito que una correcta teoría un nombre el comprenderla exigiría conocer su referencia, o
del significado debiera cumplir: explicar cómo es posible que sea su particular valor de verdad. Lo que hemos visto que
una proposición muestre por si misma el sentido (Tractatus, contravendría una de las exigencias que la tesis de la exten-
4.022), de manera que nosotros podamos captarlo sin necesi- sionalidad imponía a cualquier teoría que aspirase a ser co-
dad de que nos sea explicado (Tractatus, 4.02-4.021). Y de él rrecta, amén de contradecir, como es obvio, nuestra práctica
se deducen estos dos más: explicar cómo es posible que po- lingüística (véase "Notas sobre lógica" p. 10),
damos entender proposiciones que nunca antes hemos oído
Frente a Frege, por tanto, Wittgenstein va a subrayar que
(Tractatus, 4.027, 4.030), y explicar cómo es posible que po-
nombre y proposición son expresiones que pertenecen a ti-
damos captar el sentido que una proposición tiene aún antes
pos diferentes, que el nombrar y la relación significativa invo-
de conocer el valor de verdad que le corresponde (Diario Fi-
lucrada en la proposición son distintos; el nombrar es simple-
losófico, p. 20). Pues obviamente, si la proposición muestra
mente el referir, la relación de estar por un objeto existente
por sí misma su sentido, sin necesidad de explicación ulterior,
(en el sentido intemporal de la lógica en el que resulta perfec-
ese sentido podrá ser captado aunque la proposición se escu-
tamente legítimo decir, por ejemplo, que Julio César existe

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aunque esté muerto. Véase Tractatus, 3.202, 03-203 y 3-22), en estar claramente expuesta, Wittgenstein multiplica el uso de tér-
tanto que la relación significativa de la proposición con el minos técnicos y, sin embargo, a veces resulta difícil sustraerse
mundo estriba en su describir una posible situación (Sachlage) y a la impresión de que no se atiene a una utilización consistente
no, necesariamente, un hecho efectivo (positive Tatsache) (véa- de los mismos. Habíamos dicho que, según esta teoría, la pro-
se Tractatus, 4.023 y, sobre todo, Diario Filosófico, p. 69). Por posición era una pintura de la realidad, o, para ser más exactos,
ello mismo su posición final frente a Frege será que los nom- de la posible situación que constituye su sentido, en virtud de
bres tienen sólo referencia en tanto que las proposiciones sólo poseer algo en común con la misma; nuestra pregunta más in-
sentido. Wittgenstein resume todo esto con una metáfora mediata es la siguiente: ¿en qué consiste este algo común?
cuando dice: En distintos lugares Wittgenstein parece sugerir respuestas
diferentes a esta pregunta. Así, a veces, parece que lo que
"Las situaciones se pueden describir pero no nom- proposición y situación deben compartir es la forma pictórica
brar. {Tractatus, 2.17), otras la forma lógica {Tractatus 2.2), y otras,
(Los nombres son como puntos; las proposiciones, por último, la multiplicidad lógica o matemática {Tractatus,
como/lechas: tienen sentido) 4.04). Tales respuestas no son, no obstante, incompatibles,
Tractatus, 3.144. pues si una proposición y una situación tienen en común la
forma pictórica, tendrán en común también la forma lógica, y
Por otra parte, y al ser la función de los nombres estar por si tienen en común la forma lógica, tendrán la misma multipli-
o sustituir a los objetos, ello significa que son símbolos esen- cidad lógico-matemática. Pero para entender todo esto hay
cialmente simples {Tractatus, 3.3411), lo que no quiere decir que tener presente una distinción a la que ya hemos aludido:
que sean signos carentes de toda composición, sino que cual- la distinción entre proposición y signo proposicional.
quier composición en ellos es irrelevante. Por su lado, y dado Consideremos la escena central de la famosa pintura de Ra-
que toda descripción lo es de determinada configuración de fael La escuela de Atenas. Las figuras centrales de la misma re-
elementos que constituyen un posible hecho, la proposición presentan a Platón y Aristóteles en actitud dialogante. Consi-
sólo puede cumplir su tarea descriptiva siendo ella misma un deremos ahora la oración "Platón conversa con Aristóteles".
hecho, algo ya no sólo esencialmente complejo, sino lo que es Obviamente, desde una perspectiva ya no estética sino física,
más importante, articulado {Tractatus, 3.14, 3.141, 3.142, 3-251 la pintura de Rafael y nuestra oración son muy diferentes.
y 4.032). Mientras aquélla consta de imágenes ésta está compuesta por
Esta última intuición, que Wittgenstein ya expresa en sus palabras. Sin embargo, una y otra podrían utilizarse para re-
"Notas sobre lógica", contiene el germen de la teoría pictórica presentar una misma situación posible. En este sentido, expre-
del significado. Sin embargo, ésta no se le ocurriría sino ya ini- san o representan la misma proposición. Podemos decir, pues,
ciada la guerra, cuando Wittgenstein pasó a defender que toda que la pintura de Rafael y nuestra oración son diferentes sig-
proposición, perteneciera al sistema de descripción que perte- nos preposicionales (diferentes hechos físicos) que represen-
neciera, es una pintura (Bild) de la realidad {Tractatus, 4.01) tan la misma proposición (puesto que cumplen la misma fun-
en virtud de poseer algo en común con ésta (véase Diario Fi- ción simbólica). Y podemos preguntarnos ahora cómo es posi-
losófico, p. 32). ble que tal sea el caso. Cómo es posible que la pintura y la
oración expresen el mismo sentido.
3.3.8. La Teoría pictórica del significado: Forma pictórica, La manera en que la pintura y la oración representan la
forma lógica y multiplicidad lógico matemática. misma posible situación es diferente. Rafael ha conseguido
concitarnos la idea de diálogo entre los dos filósofos pintán-
En el Tractatus esta teoría pictórica del significado dista de dolos en una de las actitudes típicas de los humanos cuando

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conversan: con los brazos gesticulando, las miradas entrecru- La clave para resolver esta aparente paradoja nos la da
zadas, etc. Por contra, la oración consigue transmitirnos ese Tractatus, 3-34. Leemos allí:
mismo sentido mediante una disposición ordenada conforme a
las reglas convencionales de gramática castellana de una serie "La proposición posee aspectos esenciales y acciden-
de palabras que, también merced a reglas convencionales, de- tales.
signan a dos personas, Platón y Aristóteles, y una acción, la de Accidentales son aquellos aspectos que se deben al
conversar. Cada uno de estos signos proposicionales tiene particular modo de producir el signo proposicional.
pues unos recursos específicos para cumplir su función simbó- Esenciales son sólo aquellos que permiten a la proposi-
lica, y es el conjunto de estos recursos lo que Wittgenstein ción expresar su sentido".
mienta cuando habla de la forma pictórica {Tractatus, 2.171).
Sin embargo, si tan diferentes signos proposicionales como los Lo que Wittgenstein quiere decirnos con esta observación
que estamos tratando pueden cumplir la misma función sim- es que, en virtud de su peculiar forma pictórica, hay elemen-
bólica y, por consiguiente, expresar la misma proposición, ello tos en el signo proposicional que carecen de una función sig-
se debe a que a pesar de su diferente forma pictórica compar- nificativa esencial; y que por tanto no deben contabilizarse a
ten una misma forma lógica. la hora de determinar su multiplicidad lógico matemática: es el
En efecto, aunque mediante diferentes recursos, el caso es caso de la preposición "con" en nuestra oración, o de las túni-
que tanto la pintura como la oración se las ingenian para re- cas que visten Platón y Aristóteles en la pintura de Rafael. Pe-
presentar los mismos personajes y la misma relación entre ro además, si se relaciona este parágrafo con otros del Trac-
ellos; y precisamente éste es el requisito que cualquier signo tatus (con 3.1432, sobre todo) cabe hacer aún otra lectura del
proposicional con el que quisiéramos expresar la proposición mismo. Según esta otra lectura lo que Wittgenstein nos estaría
que la pintura y nuestra oración expresan debiera tener en co- diciendo también es que en virtud de su forma pictórica cada
mún con ellas: su capacidad de simbolizar dos individuos y signo proposicional tiene una manera sui generis de presentar
una relación entre ellos o, dicho en otros términos, su capaci- sus elementos esenciales. Por ejemplo, la relación de conver-
dad de simbolizar una relación diádica {Tractatus, 2.18). Aisla- sar es un elemento esencial tanto de la pintura como de la
mos la forma lógica, por consiguiente, cuando haciendo abs- oración; sin embargo pintura y oración la representan diferen-
tracción de la peculiar manera en que un signo proposicional temente: la primera, relacionando de cierto modo las figuras
consigue representar una posible situación, prestamos aten- que representan a Platón y Aristóteles; la segunda, utilizando
ción al número y tipo lógico de elementos que intervienen en explícitamente un signo —una palabra— que refiere a ella.
ella; en este caso tres: dos individuos y una relación. Cada uno de estos recursos tiene sus peculiares ventajas e
Ahora bien, de aquí se sigue, y a esto es a lo que apunta inconvenientes. Así la manera en que la pintura representa la
Wittgenstein en Tractatus, 4.04, que para que un signo propo- relación tiene la ventaja de hacernos ver, de manera inmedia-
sicional pueda representar un posible estado de cosas deberá ta, que ésta no es el mismo tipo de entidad que un objeto, y
ser posible distinguir en él el mismo número de elementos que precisamente en ocultar ésto estriba el inconveniente de la for-
cabe distinguir en éste, esto es: deberá cumplir el requisito de ma pictórica de la oración, pues en ésta la palabra que desig-
tener la misma multiplicidad lógico-matemática que la situación na la relación es tan sustantiva como la palabra que designa a
que describe. No obstante, tal requisito no parece cumplirse en las personas. Por contra, la forma pictórica de la oración tiene
ninguno de los dos casos que estamos considerando. En la a su favor el que no nos extravía acerca del número de ele-
oración hay un elemento más que en la situación por ella re- mentos esenciales que intervienen en ella, al juzgar, por tanto,
presentada, pues, mientras según acabamos de decir, en ésta su multiplicidad lógico-matemática; cosa que sí hace la pintura
hay sólo tres elementos, la oración consta de cuatro palabras. al no utilizar ningún signo explícito que represente la relación.
Por su parte, en la pintura de Rafael hay sólo dos. Lo ideal, por consiguiente, sería disponer de una notación cu-

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ya forma pictórica no nos engañase ni acerca de la multiplici- dor esté sobre la mesa, son todos ellos hechos que tienen la
dad, ni acerca de los tipos a los que pertenecen los elementos misma multiplicidad y forma lógica que la oración "Platón con-
que integran el signo proporcional. La notación lógica "aRb" versa con Aristóteles" o que la pintura de Rafael considerada
de nuestra proposición podría cumplir esta función perfecta- de la manera reductiva que hemos propuesto; también en ellos
mente, pues los tres signos de que consta el signo proposicio- hay tres elementos: dos cosas y una relación diádica. Son, por
nal hacen patente que el mismo representa una situación la consiguiente, candidatos adecuados para constituir signos pre-
multiplicidad lógico-matemática de cuyos elementos es tres, posicionales que expresen la misma posible situación, el mis-
de los cuales uno pertenece a un tipo diferente del resto. mo sentido, la misma proposición, que expresan nuestros
Para terminar sólo hacer notar que ni su multiplicidad ni su ejemplos anteriores. Y, sin embargo, no lo hacen. Nuestra pre-
forma lógica son algo que la proposición diga, y que lo mismo gunta es ¿por qué?, ¿qué es lo que hay que añadir a un hecho
cabe afirmar de la forma pictórica (Tractatus, 2.172, 4.12 y que comparte la forma lógica con un posible estado de cosas
4.121). No podía ser de otro modo por lo que respecta a las para que represente a éste? La respuesta a estas preguntas nos
primeras dado que tanto una como otra están en función de hace desembocar, como vamos a ver, en la consideración de la
los tipos de símbolos que intervienen en la proposición, y ya otra condición de posibilidad de la lógica: el que los nombres
vimos que para Wittgenstein no es posible aseverar nada acer- tengan referencia (recuérdese Tractatus, 6.124)
ca de los mismos. Y por lo que hace a la segunda es no me- Wittgenstein las contestaría con un nuevo término técnico: la
nos obvio que no puede ser aseverada. Ninguna pintura, ni de relación pictórica (die abbildende Beziebung). Es la relación
Rafael ni de ningún otro pintor, dibuja su estilo o los recursos pictórica la que convierte a un hecho en un signo preposicio-
de que se sirve para representar una situación (ninguna pintu- nal que expresa una proposición (Tractatus, 2.1513). Esta rela-
ra, por ejemplo, pinta el cubismo). Esto es más bien algo que ción pictórica consiste en la coordinación de los elementos del
la pintura muestra (su cubismo es algo que la pintura muestra signo proposicional —los nombres— con los elementos del
en la forma como está pintada), de la misma manera en que posible estado de cosas —los objetos— para expresar el cual
es el uso de los signos el que nos muestra el tipo de símbolos vamos a utilizarlo (Tractatus, 2.1514). Así, si la oración "Platón
que representan y, por consiguiente, la multiplicidad y la for- conversa con Aristóteles" expresa la proposición que expresa,
ma lógica de la proposición que integran. Una vez más, aque- ello se debe a que sus elementos, los signos simples o nom-
llo que posibilita que el lenguaje tenga sentido, en este caso bres que la integran, "Platón", "Aristóteles" y "conversa con",
las formas pictórica y lógica y la multiplicidad lógico-matemá- están correlacionados con los objetos o elementos simples que
tica, es algo que lenguaje muestra pero no dice. integran la posible situación que la proposición describe: Pla-
tón, Aristóteles y la relación de conversar. Y es esta correlación
la que, al no darse en los nuevos ejemplos que hemos puesto,
3.3.9. La teoría pictórica: el pensamiento. hace que éstos, a pesar de ser hechos con la forma lógica re-
querida, no describan precisamente esa posible situación.
Sabemos ahora en qué consiste el isomorfismo de la propo- Para clarificar esta relación pictórica "Wittgenstein utiliza la
sición con el posible estado de cosas que representa: tanto en noción de proyección. Cuando relacionamos pictóricamente
una como en el otro deben ser reconocibles el mismo número un hecho —un signo proposicional— con un posible estado
y tipo de elementos. O dicho más brevemente: deben compar- de cosas, lo que hacemos es proyectar aquél en éste (Tracta-
tir la misma forma lógica. Sin embargo, este isomorfismo lógico tus, 3.11). De manera análoga, podríamos decir, a como me-
entre proposición y estado de cosas, con ser condición necesa- diante la luz que emite el proyector cinematográfico proyecta-
ria para que la primera represente al segundo, dista de ser con- mos el fotograma en la pantalla. Pero si aceptamos esta analo-
dición suficiente. La oración "Tetis implora a Júpiter", el cuadro gía inmediatamente se nos plantea una cuestión. Podemos
de Ingres del mismo nombre o, incluso, el que nuestro ordena- comparar la imagen proyectada en la pantalla con el posible

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estado de cosas que constituye el sentido de la proposición y sar cosas y callárnoslas, fenómeno que no resultaba fácil de
el fotograma que se proyecta con el signo proposicional, pero explicar si por pensamiento hubiéramos entendido sólo la ac-
¿a qué le corresponde jugar el papel que juega la luz en la tividad que relaciona un signo proposicional con un estado de
proyección cinematográfica? ¿Qué es el elemento que proyec- cosas posibles; pues siendo un signo proposicional algo pú-
ta, el método de proyección? blicamente perceptible, parecería deducirse que siempre de-
En Tracíatus, 3.13 responde Wittgenstein: el pensamiento biéramos pensar, por así decirlo, en voz alta. Pero lo que ga-
(das Denkerí). Parece, pues, que todo lo que se requiere para namos por un lado parecemos perderlo por otro, porque si el
obtener una proposición con sentido son un hecho físico para pensamiento es él mismo un hecho, entonces lo que no está
desempeñar el papel de signo proposicional (unas imágenes nada claro es cómo puede, a la vez, jugar el papel de método
dibujadas sobre un lienzo o sobre la pared, unas palabras es- de proyección, cómo puede ser el elemento que relaciona al
critas sobre un papel, etc.), un posible estado de cosas en el signo proposicional y al posible estado de cosas que es el sen-
que sea distinguible el mismo número y tipo de elementos tido de la proposición. Si el pensamiento es un tipo de foto-
que en aquél, y una actividad: el pensar, que correlaciona biu- grama, ¿cómo puede ser, a la vez, el responsable de que otro
nívocamente los elementos del primero con los del segundo. fotograma aparezca proyectado en la pantalla?.
En suma, dos hechos, uno efectivo y el otro posible, y una ac- Muchos comentadores del Tractatus (Favrholdt, 1967; Bou-
tividad que los relaciona. Sin embargo, por desgracia, las co- veresse, 1976; Malcolm.,1986) han pensado que la posición de
sas no están tan claras y la polémica entre los comentadores Wittgenstein era que el pensamiento puede desempeñar esa
se ha desatado en este punto. El problema estriba en que la función proyectiva en virtud, precisamente, de la naturaleza
noción wittgensteiniana del "pensamiento" parece ser mucho de los elementos que lo integran. Si el signo proposicional de
más compleja de lo que hasta aquí hemos señalado y, conse- una oración necesita ser proyectado para adquirir un sentido,
cuentemente, también parecen serlo los requisitos de la pro- ello se debe a la naturaleza física de sus integrantes: (las pala-
posición con sentido. bras), ya que entre un elemento físico y un objeto del mundo
En efecto, Tractatus, 3 define el pensamiento (Gedanke) no puede haber sino una relación externa, contingente, con-
como la pintura lógica (das logische Bild) de los hechos (Tat- vencional en suma. La palabra "Platón" sería el mismo signo
sachen), y dado que en 2.141 se nos ha dicho que toda pintu- aunque lo utilizáramos para designar a otra persona diferente
ra es también un hecho, de aquí parece que debemos concluir al famoso filósofo griego, del mismo modo que la imagen que
que el pensamiento, más que una relación entre hechos, es él en la pintura de Rafael lo representa no cambiaría porque de-
mismo otro hecho; un hecho, por así decirlo, interno o secreto cidiéramos interpretarla como representando a Leonardo da
que se hace explícito en el signo proposicional perceptible Vinci, dado que fue a él a quien tomó Rafael como modelo
sensorialmente (Tractatus, 3.1 y 3-12). Tal interpretación está para dibujarla. Pero el caso es completamente distinto con el
avalada, además, por una carta que Wittgenstein escribió a pensamiento y, por ende, con sus constituyentes, pues él no
Russell el 18 de agosto de 1919 en la que le confirma su opi- necesita, a diferencia del signo proposicional, ser proyectado
nión de que el pensamiento (Gedanke) es un hecho (Tatsa- para adquirir un sentido; su relación con el posible estado de
che), y puntualiza que está constituido por elementos psíqui- cosas que constituye éste es interna o esencial. Lo que esto
cos (véase Cartas a Russell, Keynes y Moore p. 69). Para obte- quiere decir es que un pensamiento es siempre un pensamien-
ner una proposición parece ahora que debemos disponer de to de algo, y que si ese algo de lo que es cambia —si cambia
tres hechos, y no de dos como dijimos antes: uno psíquico su contenido intencional— entonces el pensamiento ya no es
—el Gedanke—, otro físico —el signo proposicional—, y uno el mismo pensamiento sino otro nuevo. Tenemos, pues, que
posible —el estado de cosas que constituye el sentido de la mientras la relación proyectiva resulta extrínseca al signo pro-
proposición—. Este análisis parece hacer justicia a ciertos fe- posicional, es intrínseca y consustacial al pensamiento.
nómenos psicológicos como el de que a veces podemos pen- Tal interpretación es, qué duda cabe, sugerente, Sin embar-

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go, se encuentra con otra serie de escollos que conviene tener "¿Consiste un Gedanke en palabras? ¡No! Consiste en
en cuenta. Paradójicamente, los que más inmediatamente lla- constituyentes psíquicos que tienen el mismo tipo de re-
man la atención son los que se derivan del mismo texto de la lación con la realidad que las palabras. Cuáles son los
carta ya aludida que Wíttgenstein dirigió a Russell y en la que constituyentes, no lo sé."
le confirma su sospecha de que el Gedanke es él mismo una
Tatsache. Dice alli: y si esos constituyentes psíquicos tienen con los objetos reales
la misma relación que las palabras, nadie discute que ésta últi-
ma es una relación puramente contingente o externa. Necesi-
" No sé cuáles son las partes constitutivas de un pensa- tamos urgentemente una interpretación alternativa. Lo que a
miento, pero sé que debe tener tales partes constituyentes continuación vamos a decir debe tomarse como un esbozo de
que correspondan a las palabras del lenguaje. Asimismo, sus líneas maestras.
el tipo de relación de las partes constituyentes del pensa-
miento y del hecho representado carece de importancia. Resulta indiscutible que el pensamiento (Gedanke) es un
Determinarla sería un problema de psicología". hecho, la naturaleza de cuyos constituyentes no le da ningún
privilegio con respecto a los signos preposicionales físicos. Es-
to cuadra perfectamente con el análisis de Tractatus, 5.541 y
Para empezar es sumamente sorprendente que Wittgenstein 5.542 que ofrecimos antes, pues, según el mismo, lo que Wítt-
afirme que la relación entre los elementos del pensamiento y genstein estaba diciéndonos allí era que la relación entre un
los objetos que configuran el posible estado de cosas que pensamiento y su contenido era análoga a la relación existente
constituye el sentido de la proposición carece de importancia, entre un signo proposicional y una proposición. Es a la psico-
pues si la interpretación que acabamos de esbozar es correcta, logía a la que compete investigar la naturaleza de esos ele-
tal relación era nada menos que la que dotaba de significado a mentos psíquicos, pero a nosotros nada nos importa si descu-
las palabras. Pero es que, además, Wíttgenstein afirma que de- bre que los mismos son imágenes mentales, esquemas neuro-
terminar tal relación sería un problema de psicología. De don- nales acaeciendo en nuestro cerebro, o cualquier otra cosa,
de se siguen dos consecuencias fatales para esa interpretación. pues sean lo que sean no explicarán cómo es que las palabras
La primera, que entonces a la psicología le competería expli- tienen significado. Este hecho psíquico que es el pensamiento
car cómo es posible que se cumpla uno de los presupuestos (Gedanke) está contingente o externamente relacionado con
sobre los que descansa el mismo cálculo lógico, a saber, que esos otros dos hechos, efectivo el uno, posible el otro, que
las palabras tengan referencia, lo que chocaría con el exacer- son el signo proposicional por una parte, y el posible estado
bado anti-psicologismo que ya vimos asumía Wíttgenstein. La de cosas que constituye el sentido de la proposición, por la
segunda, más decisiva sí cabe, que entonces esa relación entre otra. Los problemas empiezan a partir de aquí. Si el pensa-
los elementos del Gedanke y los de la posible Tatsache no po- miento como hecho psíquico no garantiza la relación pictóri-
dría ser, en contra de lo interpretado, interna, pues si su ca, ¿qué otra cosa puede garantizar tal relación? Además, ¿no
estudio es competencia de la psicología no cabe que sea sino dice acaso Wíttgenstein que la relación pictórica pertenece a 3a
contingente, ya que la psicología, como el resto de ciencias pintura (Xractatus, 2.1513)? ¿Cómo podríamos reconciliar esta
empíricas, no investiga sino relaciones contingentes o externas observación con la conclusión anterior según la cual la rela-
entre los hechos (Xractatus, 6.3- Véase también Mounce, 1983, ción entre el pensamiento como hecho psíquico (como pintu-
capítulo 7)- La misma carta a la que estamos aludiendo confir- ra lógica) y el posible hecho por él pintado resultaría ser ex-
ma, por otra parte, que esta relación debe ser interpretada co- terna? Veamos sí podemos resolverlo.
mo una relación externa, pues un poco más abajo del texto ci- Por lo que respecta al factor garante de la relación pictórica,
tado comenta Wíttgenstein: que coordina directa o indirectamente, a través o no de las pa-

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labras, los elementos psíquicos de esa especie de signo prepo- ella misma impensada. Necesariamente, por consiguiente, el
sicional que es el pensamiento (Gedanke) con los objetos que pensar que dota de referencia a los signos que usamos queda
configuran los posibles estados de cosas que constituyen su siempre sin describir. Ocurre aquí como con los tipos a los
sentido, Wittgenstein no deja duda alguna; se trata, otra vez, que pertenecen las expresiones que utilizamos, o como con su
del pensamiento. De él nos dice en Tractatus, 3.11 que es el forma pictórica y su forma y multiplicidad lógica; el modo co-
método de proyección. Pero es obvio que después de cuanto mo pensamos, la concreta correlación que establecemos entre
hemos dicho ya no podemos indentificar este pensamiento ga- los elementos de nuestras pinturas (psíquicas o no) y los obje-
rante de la relación pictórica con ese otro que es un relato de tos del mundo, es algo que sólo puede mostrarse en el senti-
la misma. Quizás ésta es la razón por la que Wittgenstein no do que las proposiciones que mediante ellas expresamos tie-
utilice en este parágrafo la denominación "der Gedanke" para. nen, pero no es algo que pueda decirse.
el mismo y se refiera a él con el título de "dos Denken", que, Es obvio, por consiguiente, que el pensar no es una activi-
después de todo, quizás fuera más conveniente traducir por dad que pueda describirse. Pero entonces resulta no menos
"el pensar" antes que por "el pensamiento". Creemos, pues, obvio que tampoco es un proceso cuya investigación competa
que la interpretación de aquellos que insiten en la necesidad a la psicología ni a ninguna otra ciencia. Pues éstas, al no te-
de diferenciar entre el "Gedanke" y el "Denken", o el pensa- ner por objeto sino el suministrarnos una descripción verdade-
miento y el pensar, en el Tractatus es la correcta (véase Vicen- ra del mundo {Tractatus, 4.11), no pueden ocuparse de lo in-
te Arregui, 1984, Cap. III) descriptible. Y si el pensar no es una actividad psíquica, el su-
Por contraposición al pensamiento, el pensar no debe ser jeto que piensa no puede ser un sujeto del que la psicología
concebido como un hecho en absoluto, sino como una activi- pueda hablar, un sujeto psicológico, sino que será un sujeto
dad; una actividad por la que quedan correlacionados los ele- del que deba tratar la filosofía, un sujeto trascendental, en tan-
mentos de los distintos hechos involucrados en el fenómeno to que es condición de posibilidad del lenguaje, y, como vere-
de la expresión de una proposición, de manera tal que unos mos después, metafísico, en tanto que está fuera del mundo
representan a los otros. Ahora bien, ¿de qué naturaleza es esa (véase Kenny en Block, 1981, p. 146-7).
actividad y quién la ejecuta? Si contestáramos que se trata de Según lo que acabamos de ver, bien puede decirse no sólo
una actividad psicológica, sería el sujeto que estudia la psico- que (la actividad de) el pensar es algo distinto (del hecho) del
logía, el yo psicológico o empírico, quien la llevaría a cabo. pensamiento, sino también externamente añadido a él. Sin es-
Pero tal interpretación, aparte de tener el inconveniente de ta adición, el pensamiento carecería de su dimensión intencio-
que seguiría colocando a Wittgenstein en una posición no de nal, de su referencialidad a algo distinto de sí mismo. Esto
su agrado, bajo la sombra del psicologismo (pues de nuevo suena extraño porque, como ya reconocimos antes, de un
sería la psicología la que debiera dar cuenta de cómo es que pensamiento que no lo fuera de algo nos sentiríamos remisos
las palabras tienen referencia, uno de los presupuestos de la a decir que es un pensamiento, y además parece en contradic-
lógica), resulta muy poco verosímil, porque de esa actividad, ción con Tractatus, 2.1513, pues en esta observación se nos
por ser precisamente condición de posibilidad de toda des- advierte que la relación pictórica (que sería la que fija el pen-
cripción, no podríamos hablar. sar) pertenece a la figura, de donde podemos deducir, puesto
En efecto, ¿cómo podríamos describir el pensar, la actividad que el pensamiento es él mismo una figura, que la relación
de correlacionar los signos (psíquicos o verbales) con los ob- entre pensamiento y pensar debe ser esencial o interna, y no
jetos del mundo, sin ya presuponerlo? Para suministrar tal des- accidental. Todo se resuelve satisfactoriamente, no obstante, si
cripción debiéramos utilizar palabras, pero para que éstas suponemos que el pensamiento, el Gedanke, puede ser enten-
cumplieran su cometido debieran, a su vez, ser pensadas, co- dido en dos sentidos bien diferentes. Consideremos, de hecho,
rrelacionadas con su referencia, con lo que este pensar o acti- Tractatus-, 2.1513. Leemos allí:
vidad correlacionadora que las dota de significado quedaría

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"Según esta interpretación pertenece también a la pin- drían haberse escrito según otras reglas gráficas, los dibujos
tura la relación pictórica que hace de ella una pintura." podrían haber utilizado otras leyes de perspectiva, y nuestra
peculiar facultad imaginativa podría haber sido diferente por
razones biológicas). Pero si lo consideramos como una pintu-
Wittgenstein no está aquí hablando específicamente de esa ra, entonces la relación pictórica le pertenece, porque sin ella
pintura lógica que es el pensamiento, sino de toda pintura no sería una pintura sino un simple hecho. Como hecho obje-
(también, por consiguiente, de las oraciones, de los dibujos, y, tivo que accidentalmente tiene una significación será objeto de
en general, de cualquier cosa que podemos utilizar para repre- investigación científica (la psicología, por ejemplo, estudiará
sentar otra), y nos está diciendo que lo que hace de ellas una los elementos eidéticos de que somos conscientes, o los even-
pintura es, precisamente, la relación pictórica. Esta observa- tos que acaecen en nuestro cerebro mientras pensamos). Co-
ción nos invita a preguntar: y ¿qué serían las pinturas sin esta mo hecho que necesariamente debe reunir una serie de requi-
relación? sitos para expresar un sentido (tener cierta forma lógica, estar
Imaginemos, para responder esta pregunta, que involunta- en una relación proyectiva con el mundo, etc.) será objeto de
riamente alguien derrama un tintero sobre una hoja en blanco reflexión filosófica.
y que, milagrosamente, la tinta desparramada se dispone de
una forma idéntica a como lo hace cuando con una estilográfi-
ca escribimos la oración "Platón conversa con Aristóteles".
Quien ignore las circunstancias en que tal efecto se ha produ- 3.4. Ontología y Metafísica
cido y lo contemple podría pensar que, de hecho, está viendo
una oración escrita por alguien con la intención de describir 3.4.1. El concepto de verdad.
una posible situación. Pero en realidad, esta viendo una sim-
ple mancha sin significado alguno: un hecho del mundo tan Vemos ahora cómo la teoría pictórica del significado cum-
objetivo y carente de significación como cualquier otro. Ni tan ple los requisitos que la tesis de la extensionalidad imponía:
siquiera sería exacto decir que esa mancha constituye un sig- la autonomía del significado de las proposiciones elementales.
no proposicional, pues aunque este es un hecho objetivo, sólo Pues para entender el sentido de éstas todo lo que se requiere
es un signo proposicional si es usado para expresar una pro- es saber qué objetos designan los nombres que la integran.
posición. Y lo que vale para las oraciones escritas, vale para Conocida su referencia, la misma configuración de los nom-
los hechos psíquicos. Si dispusiéramos de una técnica para bres en la proposición nos muestra cuál es la posible configu-
suscitar imágenes mentales, y suscitáramos en un hombre que ración de las cosas en el mundo que representa. Por consi-
no sabe qué es un árbol una imagen idéntica a la que tene- guiente no es necesaria ninguna otra proposición que nos ex-
mos cuando contemplamos uno, no por ello podríamos decir plique su sentido y éste, por otra parte, se comprende antes, e
que él está pensando en un árbol (no puede referir la imagen independientemente por tanto, de que sepamos si la proposi-
a los árboles porque no sabe qué son éstos, ni tan siquiera ción es verdadera o no. Para decidir el valor de verdad de las
que existan). proposiciones elementales lo que deberemos hacer es, preci-
samente, compararlas con la realidad (Tractatus, 2.223), deter-
Tenemos entonces que las oraciones, los dibujos, los pensa- minar si el estado de cosas que pintan acaece efectivamente
mientos, en definitiva cualquier tipo de pintura, si hacemos en el mundo. La pregunta es ¿cómo se puede llevar a cabo tal
abstracción de su relación pictórica con el mundo, son un he- comparación?
cho objetivo del que no podemos decir estrictamente hablan-
do que sea una oración, ni un dibujo, ni un pensamiento ni En el Tractatus no puede encontrarse una respuesta elabo-
ningún otro tipo de pintura. Como tal hecho objetivo la rela- rada a esta pregunta. La razón quizás no sea otra sino que
ción pictórica le es absolutamente externa (las oraciones po- Wittgenstein estimó que la tarea de explicar las condiciones

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bajo las que consideramos verificada a una oración es de na- ciones tienen sentido sin conocer antes lo que es el caso acer-
turaleza epistemológica y, por consiguiente, perteneciente al ca de los objetos que pueblan el mundo.
campo, para él irrelevante, de la filosofía de la psicología. Pe- Obviamente, este razonamiento no es, ni pretende ser, una
ro aún si es cierto que el problema de la verdad tiene un as- refutación de la perspectiva externalista. Tan sólo muestra que
pecto epistemológico, no lo es menos que, por estar involu- ésta resulta incoherente con la teoría del significado que el
crado en él la cuestión de la relación de nuestro pensamiento Tractatus defiende. Sin embargo, pueden encontrarse en la pri-
y de nuestro lenguaje con el mundo, tiene también una di- mera obra de Wittgenstein las bases de algún argumento anti-
mensión lógica ineludible. No podemos creer que toda teoría externalista, de la misma manera en que pueden encontrarse
de la verdad sea lógicamente neutral. Por ejemplo, es fácil lle- en ella indicios de la adopción de una posición internalista.
gar a ver que una teoría de la verdad como correspondencia,
La presuposición que alienta al externalismo es la de que
interpretada desde un punto de vista externalista, pondría en
podemos indentificar separadamente la forma lógica del len-
peligro la autonomía del sentido de nuestras proposiciones, la
guaje y la forma lógica del mundo. Ahora bien, ¿cómo podría-
autonomía de la lógica y de la gramática, de manera que ven-
mos llevar a cabo esta identificación independiente de una y
dría a entrar en conflicto con las enseñanzas del Tractatus so-
otra? ¿Cómo podríamos identificar independientemente la for-
bre este punto.
ma lógica de las proposiciones cuya totalidad es el lenguaje
Lo que es la perspectiva externalista ha quedado claramente (Tractatus, 4.001), y la de los hechos cuyo conjunto constituye
caracterizado por H. Putnam: el mundo (Tractatus, 1.1)? Lo que hemos visto de la teoría
pictórica del significado y de la filosofía de la lógica que Witt-
"Según esta perspectiva, el mundo consta de alguna genstein defendió debiera permitirnos ver que tal tarea era,
totalidad fija de objetos independientes de la mente. por lo que concierne a las proposiciones, absolutamente im-
Hay exactamente una descripción verdadera y comple- posible de realizar. Pues la forma lógica de éstas es algo que
ta del "modo como es el mundo". La verdad supone una no puede describirse, sino sólo mostrarse en el uso que hace-
especie de relación de correspondencia entre palabras o mos de las mismas para referirnos a los hechos del mundo
signos mentales y cosas o conjuntos de cosas externas" (Tractutus, 4.12). Y por lo que respecta a la forma lógica del
(PUTNAM, 1988, p. 59).
mundo, es obvio que para poder identificarla debiéramos ha-
cernos alguna representación de la misma, pero toda repre-
sentación no es sino la proyección de algún pensamiento
Si adoptamos esta perspectiva, es claro que para saber si nuestro, de manera que cuando estuviéramos pretendiendo
una proposición es verdadera tendremos que comparar la si- identificar la forma lógica del mundo no estaríamos dejando
tuación que describe con los hechos que constituyen efectiva- de identificar la forma lógica del mundo tal y como lo pensa-
mente el mundo, pero, y ésto es lo más importante, también mos (Wittgenstein alude a esta imposibilidad de zafarnos del
tendremos que hacer lo mismo para dictaminar su signifícativi- ámbito del pensamiento tanto en el Prefacio, p. 3, como en
dad, pues recuérdese que ésta dependía de que los objetos a Tractatus, 5.61).
los que refieren los nombres de la proposición puedan combi-
narse de la misma forma en que se combinan en aquélla los Por todo ello, no cabe considerar a la proposición como un
signos que los designan, y ahora se nos está diciendo que es- modelo de la realidad tout court, sino como un modelo de la
tos objetos tienen una naturaleza ya determinada con anterio- realidad tal como la pensamos. Y por ello mismo, cabe hablar
ridad a cualquier cosa que podamos pensar o decir de los ciertamente de comparar la proposición con la realidad (Trac-
mismos, de manera que no podremos decidir lo que resulta o tatus, 2.223), pero no menos cabe hablar de comparar la reali-
no posible para ellos hasta que no conozcamos esa naturale- dad con la proposición (Tractatus, 4.05), pues la proposición
za. No podríamos, por consiguiente, saber si nuestras proposi- es como una escala métrica que se aplica a ésta (Diario Filo-

He 87
sófico, pp. 56-7 y Tractatus 2.1512). Del mismo modo en que Ahora bien, ¿no equivale todo esto a un puro y simple rela-
nada nos prohibe utilizar sistemas de medición alternativos, na- tivismo? ¿No estamos diciendo que es verdad simplemente lo
da nos impide utilizar diferentes sistemas de representación de que decidimos que lo sea? ¿Realmente, qué papel le queda re-
la realidad. Y los resultados que obtengamos, no serán inde- servado a la realidad en la verificación de nuestras proposicio-
pendientes, obviamente, del sistema de representación elegido. nes? Cuando explicamos la teoría pictórica del significado pu-
En las anotaciones del día 31 de octubre de 1914 recogidas simos el ejemplo de la proyección cinematográfica. Y ahora
en su Diario Filosófico explicita Wittgenstein esta idea: parece que estamos diciendo que de la misma manera en que
lo que vemos en la pantalla depende del fotograma, lo que
vemos en el mundo depende del pensamiento que proyecte-
"El modo de representar (Die Darstellungweise) no mos hacia él. Si leemos 4.063 —un ejemplo que Wittgenstein
pinta; sólo la proposición es unapintura. pone para ilustrar el concepto de verdad— juntamente con
El modo de representar determina cómo ha de ser 6.341 y 6.342 —donde reflexiona sobre la relación entre la ló-
comparada la realidad con la pintura." gica y ese peculiar sistema de descripción del mundo que es
la mecánica— podemos vislumbrar las correcciones que de-
y vuelve sobre ella en sus observaciones del día siguiente: biéramos introducir en nuestra metáfora para hacer justicia a
la posición de Wittgenstein.
Estas correcciones son básicamente dos. En primer lugar, no
"El método pictórico (die Abbildungsmethode) debe
debiéramos pensar la pantalla sobre la que proyectamos nues-
estar completamente determinado antes de que poda- tros fotogramas como una pantalla usual, una pantalla blanca
mos comparar la realidad con la proposición en abso- inmaculada, sino que debemos imaginárnosla como llena de
luto, para ver si es verdadera o falsa. El método de com- manchas negras irregulares esparcidas por su superficie; en se-
paración debe serme dado antes de que pueda realizar gundo lugar, tampoco los fotogramas debemos concebirlos, a
la comparación." la manera usual, como constituidos por imágenes coloreadas.
{Diario Filosófico, p. 42 y 44). Más bien hay que verlos como láminas transparentes en las
que dibujamos el contorno de distintas figuras regulares, Así,
Lo que todo esto significa es que cuando Wittgenstein habla cuando proyectemos esas láminas en nuestra peculiar pantalla
de comparar la proposición con la realidad, y parece adoptar en ella aparecerán esas figuras sobre un fondo blanco, o ne-
una teoría de la verdad como correspondencia, lo hace desde gro, o parcialmente blanco y parcialmente negro. Todo depen-
una perspectiva internalista completamente alejada de todo re- derá de la forma y de la dimensión de las figuras regulares
alismo metafísico dogmático. No podemos hablar de la des- que dibujemos en nuestras láminas, pero también de la dispo-
cripción verdadera del mundo en términos absolutos, sino de sición y de la forma irregular de las manchas en la pantalla. Y
una descripción verdadera del mundo relativa a determinado es esta congruencia entre las figuras de la lámina y las man-
sistema de descripción del mismo. Cada sistema de represen- chas de la pantalla, la que determina la verdad de las proposi-
tación tiene su propio criterio interno de verdad. Al represen- ciones. Acertaremos con ella si atribuimos a la figura que pro-
tarnos el mundo, nosotros podemos proyectar sobre él hechos yectamos el blanco o el negro, o la combinación de uno y
cuyas formas lógicas sean muy diferentes, y serán precisamen- otro, que cobrará al aparecer proyectada en la pantalla. Nos
te estas formas las que reconoceremos en los hechos que engañaremos en caso contrario. La verdad de nuestras descrip-
constituyen el mundo, pero de esta manera también estaremos ciones está pues en función de dos elementos: la forma de las
determinando los tipos de objetos que vamos a reconocer en figuras que decidamos proyectar y el contenido del que dota a
él, pues el objeto queda determinado por los hechos en los esas figuras el mundo mismo (véase "Some Remarks on Logi-
que puede entrar {Tractatus, 2.011 y ss). cal Form"). Nuestro pensamiento, y por consiguiente las reglas

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que lo rigen, la lógica, determina cómo vayamos a ver el mun-: del mundo, pero dado que, según vimos antes, todos esos sis-
do,pero no qué vayamos a ver en él {Tractatus, 5.552). Así la; temas poseerán en común la estructura de la lógica, la pers-
arbitrariedad de las formas de las proposiciones verdaderas no pectiva de ésta es la perspectiva más estrictamente filosófica.
quiere decir que todo en ellas sea arbitrario, del mismo modo Es la lógica la que hace posible todo particular sistema de des-
en que la arbitrariedad del patrón de medida —por volver a la •: cripción del mundo. En consecuencia, ella y no ninguno de
comparación de la proposición con una escala métrica— no: esos sistemas particulares ni el conjunto de todos ellos, es la
quiere decir que no haya nada en las cosas extensas que justi-1 que debe suministrarnos la explicación de la esencia del
fique la atribución a las mismas de determinada longitud! mundo. Ahora bien, ¿qué status tendrá tal explicación?
{Diario Filosófico, p. 69). Obviamente, si la lógica no se preocupaba sino de proposi-
Por otra parte, es obvio que según cuáles sean los tipos y^ ciones completamente generalizadas, no cabe esperar ahora
magnitud de las figuras que proyectemos sobre la pantalla se-; sino que su explicación del mundo sea también completamen-
rá más o menos fácil describir y predecir lo que vamos a veH te general. Esta es, pues, la perspectiva del Tractatus. Sus pri-
en ésta (habrá más o menos figuras completamente blancas o meros parágrafos nos presentan no los compromisos ónticos
completamente negras). Ello da pie a que pensemos en un; de ningún lenguaje particular, sino los presupuestos ontológi-
concepto idealizado de verdad, precisamente el de las propo-; cos que cualquier lenguaje, por ser lógico, debe asumir. Pero
siciones que pertenecieran al sistema de descripción del mun-] lo importante es que tengamos en cuenta que estos presu-
do más simple que pudiéramos pensar. Vemos, pues, que por; puestos son completamente formales y admiten las materiali-
hablar Wittgenstein de comparar la proposición con la reali- zaciones más diversas. De la misma manera en que la lógica
dad para determinar su verdad, no está comprometido con; no nos dice qué proposiciones efectivas hay, ni cuáles son los
ningún tipo de realismo externalista dogmático, ni tampoco elementos que configuran éstas en cada lenguaje particular, si-
con ningún tipo de relativismo escéptico. no que nos dice simplemente que si algo es un lenguaje cons-
tará de proposiciones y éstas, a su vez, de nombres articula-
3.4.2. El mundo. dos, no debemos esperar de ella que nos diga qué hay en
concreto {Tractatus, 5.61), sino sólo que nos diga cómo ha de
ser cualquier cosa que según cada lenguaje haya, para que
Si cuanto hemos dicho en el apartado anterior es correcto, podamos describirla con éste.
las tesis ontológicas de Wittgenstein no debieran ser ajenas a
cierto relativismo. La pregunta "¿qué hay en el mundo?" se Esta última observación nos permite entender que las tesis
contestaría con un "depende de la teoría o del sistema lingüís- ontológicas del Tractatus, a pesar de inaugurar éste, siguen,
tico que escojas para describirlo". Tal conclusión parece, no ya no sólo histórica sino también lógicamente, a las tesis acer-
obstante, quedar desmentida por la rotundidad de las observa- ca del lenguaje. Pues la ontología del Tractatus, que se en-
ciones con las que se abre el Tractatus. Wittgenstein semeja cuentra sucintamente expuesta entre los parágrafos 1 y 2.063,
estar presentándonos no una concepción del mundo sino la nos informa de cómo concebimos lo existente desde el mo-
única posible. Y ciertamente es así. Sin embargo, ello no con- mento en que hablamos sobre ello. Las conclusiones ontológi-
tradice el relativismo ontológico al que acabamos de aludir, cas se nos muestran así como el correlato exacto de las tesis
pues éste se sitúa a un nivel diferente de aquél en el que se acerca del lenguaje (compárese, por ejemplo, 4.001 con 2.06;
instalan los primeros parágrafos del libro. 4.22 con 2.01; 4.221 con 2.03; 4.23 con 2.0121; 3.202 con 2.02,
etc.), y es en la naturaleza de éste donde debemos encontrar
La perspectiva del relativismo ontológico es una perspectiva la justificación de las peculiaridades de aquélla. Prueba de ello
general, pero no completamente general. Postulamos la relati- es que los conceptos de esa ontología, conceptos como los de
vidad ontologica considerando la multiplicidad de los sistemas cosa, objeto, estado de cosas, situación, hecho, etc., son todos
particulares de descripción que podemos emplear para hablar

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tos: Juan, Emilia y la relación de pensar). Por consiguiente, si
conceptos formales; conceptos tales que para captar su aplica- queremos dar una descripción precisa del mundo tendremos
ción y significado no necesitamos atender a ninguna caracte- que utilizar proposiciones que describan las configuraciones
rística de la realidad, sino al funcionamiento de nuestro sim- efectivas de los objetos que lo pueblan; no bastará con una
bolismo (véase Tractatus, 4.126 y 4.1272). mera enumeración de los nombres de los mismos.
Estas tesis ontológicas pueden resumirse brevemente en los Despejada esta duda acerca del nivel ontológico más gene-
siguientes términos: el mundo, o la realidad total (2.063), es el ral, el del mundo, podemos pasar a intentar explicar las pecu-
conjunto de hechos (Tatsachen) que acaecen en el espacio ló- liaridades de lo que Wittgenstein dice sobre el nivel inmedia-
gico (1.13), o, lo que es lo mismo, el conjunto de los hechos tamente inferior: el de los hechos. Lo más sorprendente de
efectivos, o hechos positivos, más el resto de hechos que po- ello estriba, a nuestro entender, en la tesis atomista que atribu-
drían haber acontecido pero que no lo hicieron, los hechos ye una absoluta independencia a su acaecimiento. Tal inde-
negativos (2.06). Los hechos, efectivos o no, hay que enten- pendencia no hay que entenderla, no obstante, en un sentido
derlos como el acaecimiento o no acaecimiento de un particu- empírico, sino en uno estrictamente lógico. Lo que Wittgens-
lar estado de cosas (Sachverhalt) (2; 2.06) que resulta comple- tein quiere no es negar que en el mundo haya relaciones cau-
tamente independiente de cualquier otro (1.21; 2.061; 2.062) y, sales entre ciertos hechos, lo que quiere es defender la tesis
a su vez, tal estado de cosas es una combinación de objetos humeana de que tales relaciones son contingentes desde una
(2.01). Tales objetos, que son simples (2.02) y por ser el ele- perspectiva estrictamente lógica, esto es: que podemos identi-
mento común a todo mundo que podamos pensar (2.022) ficar el acaecimiento de los hechos así relacionados indepen-
constituyen la sustancia de éste (2.021), no pueden presentar- dientemente (Tractatus, 6.363 y siguientes). Pero entendida en
se sino en el contexto de algún estado de cosas (2.011; 2.021; su sentido estrictamente lógico, la tesis atomista de la absoluta
2.0122), dependiendo en cuáles puedan hacerlo y en cuáles independencia de los hechos ya no debiera sorprendernos,
no de su naturaleza o forma (2.0123, 2.0141); y son las propie- pues es la conclusión obligada de la asunción de la tesis de la
dades internas que tal forma o naturaleza determinan las que extensionalidad.
debemos conocer para conocer el objeto, no sus propiedades
externas o accidentales (2.01231). En efecto, si partimos de la base de que todo posible len-
guaje tiene la estructura de un cálculo lógico, de manera que
Así presentadas tales tesis resultarán, en el mejor de los ca- toda proposición del mismo debe ser interpretada, en última
sos, bastante oscuras. Consideremos, para empezar, por qué instancia, como una función de verdad de proposiciones ele-
dice Wittgenstein que el mundo es la totalidad de hechos y no mentales cuyo sentido es completamente autónomo del de
de cosas (1.1). Muchos autores han encontrado sorprendente cualquier otra, tenemos que asumir también que, en última
esta observación (véase Black, 1964 p. 28); sin embargo, hay instancia, todo lenguaje describirá al mundo como constando
buenas razones para justificar la posición de Wittgenstein. Una de estados de cosas cuyo acaecimiento es lógicamente inde-
de ellas (esgrimida, entre otros, por Pitcher, 1964, p. 19 y Mo- pendiente, pues tales posibles estados de cosas constituirán,
rrinson, 1968, p. 28) es la siguiente. Supongamos que quere- precisamente, el sentido de aquellas proposiciones.
mos dar una efectiva descripción del mundo; ¿acaso bastaría
con una lista en la que enumerásemos los objetos que lo pue- Por otra parte, y volviendo a la caracterización que Witt-
blan? Ciertamente no, pues los objetos aún podrían hallarse genstein hace del mundo, la tesis del atomismo lógico nos
relacionados de muy diferentes maneras, y esas posibles dife- permite entender por qué, cuando caracteriza éste como la to-
rentes relaciones de los objetos determinarían importantes di- talidad de los hechos, tiene que situar éstos en el espacio lógi-
ferencias en el mundo (un mundo en el que Emilia piense en co, y aún completar esa descripción apelando a los hechos
Juan, sería diferente de un mundo en el que Juan pensara en negativos. Dado que no hay conexión ninguna entre el acaeci-
Emilia, por más que uno y otro constaran de los mismos obje- miento de los distintos estados de cosas, de nuestro conoci-

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miento de los que efectivamente son el caso no se sigue nada siempre se opuso a toda concepción burdamente referencialis-
acerca del resto, a no ser que sepamos que ellos son, de todos ta del funcionamieento del lenguaje, y siempre pensó que la
los posibles, los únicos que acaecen, y que el resto no lo ha- definición ostensiva no bastaba para explicar cómo es posible
ce. Tener un conocimiento adecuado del mundo exigirá, por enseñar y aprender el significado de los nombres. De hecho,
consiguiente, no sólo conocer lo hechos positivos que acae- en 3-263 se nos dice que el significado de los signos primiti-
cen en él, sino teniendo presente el espacio lógico de todos vos, es decir, de los nombres, sólo puede explicarse mediante
los posibles estados de cosas, conocer el resto de hechos ne- elucidaciones, o sea, mediante proposiciones que contienen
gativos que no llegan a ser el caso. esos mismos signos y que, por consiguiente, sólo pueden ser
Podemos pasar ahora a la consideración de lo que se nos comprendidas si los significados de éstos lo son. Esta afirma-
dice acerca del nivel ontológico más elemental: el de los obje- ción parece absurda pero no lo es, sobre todo si consideramos
tos. Posiblemente las observaciones a este respecto quepa cla- los defectos de los que adolece la que sería la explicación al-
sificarlas como entre las más difíciles del Tractatus. Desde lue- ternativa del aprendizaje del significado de los nombres me-
go, son de las que más interpretaciones alternativas han gene- diante la definición ostensiva de los mismos. Wittgenstein nos
rado. Lo primero que quisiéramos explicar es por qué Witt- los presenta en muchos textos, pero quizás éste de las Philo-
genstein señala la esencial dependencia de los objetos con sophische Bemerkungen sea de los más rotundos:
respecto a los estados de cosas. En 2.0122, y confirmándose-
nos lo que dijimos antes en el sentido de que las peculiares "Supongamos que he dicho a alguien 'A está enfer-
tesis ontológicas del Tractatus siempre encuentran su justifica- mo', pero él desconoce a quien me refiero con 'A', y
ción en las tesis que en el mismo se postulan acerca de la na- ahora le señalo a un hombre diciendo 'Este es A'. Aquí
turaleza del lenguaje, leemos como una explicación de esa de- la expresión es una definición, pero ésta sólo puede ser
pendencia: comprendida si él ya ha captado de qué clase de objeto
se trata a través de su comprensión de la gramática de
"Es imposible que las palabras se presenten de dos la proposición 'A está enfermo'. Esto significa que cual-
modos distintos, solas y en la proposición" quier clase de explicación de un lenguaje presupone ya
un lenguaje" (Ph. B. I, 6).
(Véase también Tractatus, 3,3)-

Este principio revolucionario, que marca el desplazamiento En contra de las apariencias, la definición ostensiva sólo es
en semántica de la unidad básica del significado de los térmi- útil si ya conocemos al menos algo de cómo funciona el len-
nos a la proposición, es casi seguro que Wittgenstein lo tomó guaje. "Este es Juan" o "Esto es rojo" sólo resultarán informati-
de Frege (Frege, 1972, pp. 85-6) y, en principio, parece anti- vos si aquel a quien se lo decimos ya sabe que "Juan" es un
intuitivo, pues ¿acaso no podemos comprender el significado nombre de personas, y "rojo" el de un color; y una y otra cosa
de un nombre cuando lo oímos al margen de cualquier propo- sólo puede comprenderlas atendiendo a cómo funcionan una
sición? Es más, se ha pensado usualmente que la manera en y otra palabra en otras proposiciones distintas a aquélla que
que debemos aprender el significado de un nombre es expresa su definición ostensiva. No hay, pues, manera de defi-
utilizándolo precisamente al margen de cualquier proposición, nir el significado de los nombres que no presuponga un pre-
definiéndolo ostensivamente mediante una confrontación con vio conocimiento de los mismos. La única forma de romper
su referencia. Sin embargo, y a pesar de que no falta quienes este círculo, y a ello alude Wittgenstein en 3.263 cuando nos
basándose en una consideración muy superficial del Tracta- habla de las elucidaciones como explicitando, y a la vez pre-
tus (sobre todo, a partir de una lectura descontextualizada de suponiendo, el significado de los signos simples, es admitien-
3.203) han atribuido a Wittgenstein una tesis semejante, éste do que la comprensión del significado de los nombres y del

94 95
"Pregunté a Wittgenstein si al escribir el Tractatus se
sentido de las proposiciones no son procesos independientes
la había ocurrido algo que él considerase era un ejem-
sino interrelacionados (véase, al respecto, Ishiguro en Winch,!
plo de un 'objeto simple1. Respondió que por aquel tiem-
1971, p. 10 y Kenny en Vesey, 1974, pp. 4-6).
po él creía de sí mismo que era un lógico, y que no le to-
En el fondo, todo esto recuerda una vez más a la crítica; caba a él, por ser un lógico, el mirar de determinar si
wittgensteiniana de la teoría russelliana de los tipos, y como ésta o esa cosa era una cosa simple o compleja, ya que
entonces se ve involucrada de nuevo la distinción entre mos-, se trataba de un asunto puramente empírico"
trar y decir. Si allí Wittgenstein defendía que ninguna definí-
(MALCOLM en Varios, 1966 p. 85).
ción estipulativa del tipo al que pertenece un signo podría:
permitir la determinación del uso que vayamos a hacer de és-
te, sino que más bien es su efectivo uso el que nos muestra el. Tal respuesta sugiere que Wittgenstein llegó a convencerse
tipo al que el signo pertenece, ahora nos está diciendo que la, de la existencia de objetos simples por razones completamen-
comprensión de cualquier definición ostensiva que pretenda- te aprioñ e independientemente de considerar ningún ejem-
mos dar del significado de un nombre ya presupone por nues- plo de los mismos. Y, en efecto, en su Diario Filosófico encon-
tra parte la comprensión de las reglas que rigen su uso. Pero, tramos una confirmación de tal punto de vista:
tales reglas sólo se nos pueden mostrar en la utilización efecti-
va que hacemos de ese nombre en el contexto de las proposi- "Parece que la idea de lo SIMPLE debe encontrarse
ciones con sentido; una vez más, el uso nos muestra lo que la contenida ya en la idea de análisis, y en un tal modo
definición pretende decir. que llegamos a esta idea con completa independencia
Siendo un objeto aquello a lo que nos referimos con un de cualesquiera ejemplos de objetos simples, o de propo-
nombre, y no pudiendo el significado de éste ser captado más siciones que los mencionen, y percibimos la existencia
que en el contexto de la proposición, está pues claro que aquél de los objetos simples como una necesidad lógica —a
no puede presentársenos sino en el ámbito del posible estado priori— "
de cosas que constituye el sentido de ésta. Si conocer el signifi- {Diario Filosófico, p. 103).
cado de un nombre es conocer el conjunto de proposiciones
con sentido en que el mismo puede figurar, conocer la natura- En realidad, es el mismo principio de la determinación del
leza o la forma lógica de un objeto será conocer el conjunto de sentido que nos obligaba antes a concluir la existencia de pro-
posibles estados de cosas en los que puede intervenir: conocer posiciones elementales, el que nos obliga ahora a concluir la
lo que Wittgenstein denomina sus propiedades internas. existencia de objetos simples {Tractatus 2.0211 y 2.0212 y
Diario Filosófico , p. 109). En algún punto del análisis debere-
Con todas estas observaciones se nos puede reprochar que,
mos encontrar proposiciones configuradas por signos cuyo
no obstante, estamos soslayando el problema fundamental, y
significado ya no deba ser analizado, pues de lo contrario nos
que no es otro que el de determinar qué entiende Wittgens-
enfrentaríamos a un regreso infinito que haría imposible toda
tein por un objeto. Responder tal cuestión no es, por otra par-
descripción verdadera o falsa del mundo. Cuando tal punto se
te, tarea fácil, y prueba de ello es que hay prácticamente un
alcance, los referentes de esos signos serán objetos simples.
desacuerdo absoluto entre los comentadores sobre la manera
correcta de hacerlo (véase Maslow, 1961, p 9). Tal confusión Sin embargo, aunque Wittgenstein haya llegado a conven-
puede encontrar un motivo en el hecho de que Wittgenstein cerse de la existencia de tales entidades por razones puramen-
no pusiera en el Tractatus ningún ejemplo de lo qué entendía te lógicas y al margen de pensar en cualquier ejemplo de
por tal. Muchos años después de haber escrito y publicado su ellas, el problema estriba en que el mismo Tractatus parece
primera gran obra, le explicó a Malcolm las razones de este disponer una serie de condiciones para los objetos, que res-
proceder: tringen seriamente el número de candidatos posibles a mere-

96 97
cer tal título. Estas condiciones son, aparte de su simplicidad] propiedades que podamos predicar de él, sino que se muestra
absoluta (2.02), su inalterabilidad (2.027) y su constituir el ele-j en que podemos referirlo por un nombre. Las observaciones
mentó común a todo posible mundo (2.022; 2.023)- Ante tales] de 2.02, 2.022, 2.023, 2.027, no nos describen las propiedades
restricciones, no es de extrañar que haya quien ha concluido! de los objetos, sino la manera en que consideramos una enti-
que los objetos de los que habla el Tractatus son un tipo de| dad desde el momento en que la nombramos.
entidades metafísicas postuladas ad-hoc para satisfacer las] Así, si yo nombro a Sócrates cuando digo, por ejemplo, "Só-
exigencias de una peculiar teoría semántica (Klemke, 1971, p.j crates es sabio", estoy considerándolo como un ente simple,
44 e Ishiguro en Winch, 1971 p. 27), ya que, ciertamente, los] dado que aún sin negar que se trata de una entidad que pue-
que podrían aparecer como los candidatos más adecuados! de ser vista como compleja —como, por ejemplo, un ser vivo
para desempeñar el papel, los mínima sensibilia o las partícu-j compuesto de distintos tejidos celulares—, ésta, y cualquier
las físicas elementales, no reúnen las condiciones estipuladas. otra complejidad suya, me resulta en este contexto totalmente
A nuestro entender, no obstante, hay un extravío en la ma- irrelevante. También lo estoy considerando como inalterable
nera usual de los comentadores de plantear esta cuestión. Es-1 en el sentido de independiente en su identidad de lo que aca-
tos han pensado que el problema estriba en lo siguiente: dada] ezca, porque aunque yo identifique al referente del nombre
una serie de propiedades, descubrir qué tipo de entidad po-| "Sócrates" por ciertas situaciones en las que se vio involucrado
dría satisfacerlas. Del mismo modo en que nos podemos pre-| —su intervenir en disputas filosóficas, su ser objeto de un jui-
guntar que tipo de entidad reúne las propiedades de ser bípe-| cio, su morir envenenado, etc.—, tal identificación no depen-
do e implume, podríamos preguntarnos qué tipo de entidac de de su participar en ninguna de esas situaciones en particu-
tiene la propiedad de ser absolutamente simple. El propiol lar (pensaría, por ejemplo, que me estoy refiriendo al mismo
Wittgenstein, a decir verdad, empezó planteándose la cuestión] hombre aunque descubriera que no murió por beber la cicuta,
de este modo en su Diario Filosófico, y cuando así lo hizo su! sino de una pulmonía en el exilio). Por último, también lo
respuesta fue de corte fenomenista. Sin embargo, su manera] considero como un elemento común a todos los mundos posi-
de enfocar el asunto da un giro de 180 grados después de que] bles, no porque debiera suponer que existiría en todos ellos,
en la observación del día 30 de mayo de 1915 se pregunte si] sino porque en la descripción que diera de cualquiera de los
el de nombre no será un concepto lógico {.Diario Filosófico, p.j mismos siempre sería pertinente que especificase cuál sería su
9D- En las observaciones del mes siguiente en las que alude] suerte; lo que significa que Sócrates, como el referente de
al problema de los objetos simples, como ejemplo de éstos va cualquier otro nombre de los que efectivamente uso, siempre
a poner cosas tan familiares como libros, relojes, mesas y, ¡có-j será un elemento a tener en cuenta en la descripción de un
mo no!, a Sócrates. Entidades todas ellas que ni son simples,! mundo alternativo.
ni son inalterables, ni tenemos porqué suponer que existieran] Podemos concluir, por consiguiente, que no hay que buscar
en todos los mundos posibles. ningún extraño tipo de entidad para que juegue el papel reser-
Tal cambio de actitud por parte de Wittgenstein puede ver-] vado a los objetos en el Tractatus. Para el primer Wittgenstein
se como coherente desde el momento en que reflexionamos] un objeto era, simplemente, cualquier entidad que pudiera, en
sobre su afirmación en el Tractatus de que el de "objeto" no] cualquier sistema de descripción, funcionar como el referente
es un concepto propio, sino un pseudoconcepto o un concep-j de un nombre en el contexto de una proposición elemental.
to formal (4.126 y 4.1272). Ello significa que no podemos de-:|
cir "existen objetos" como diríamos que existen seres huma-i 3.4.3. El sujeto.
nos, ni, consecuentemente, podemos decir "estas entidades
son simples, inalterables y comunes a todos los mundos posi-!
bles (objetos)11 como diríamos "estas entidades son bípedos Al ser sus reglas respetadas por todo posible lenguaje que
implumes (humanos)". Si algo es un objeto no ío es por las utilicemos para describir el mundo, la reflexión sobre la es-

98 99
tructura del cálculo lógico nos ha permitido establecer los ras- Así pues, en las proposiciones psicológicas, una vez analiza-
gos más generales que la realidad deberá tener en tanto que das, desaparecería el nombre para el sujeto, y con ello el mo-
descriptible. De esta manera la lógica se constituyó en la base tivo para pensar que éste es una entidad simple referida por
de la ontología. Pero la reflexión sobre la misma, en este caso aquél, y en su lugar figuraría la descripción de ciertos hechos;
sobre las condiciones que hacen posible que sus presupuestos por lo que podemos colegir que la pretensión de Wittgenstein
se cumplan, permite a Wittgenstein adentrarse, además, en las era que su análisis de tales proposiciones viniera a apoyar una
aguas más profundas de la metafísica trascendental. Y si dos concepción humeana de la mente, una concepción según la
eran aquéllos presupuestos, el que las proposiciones tuvieran cual no cabría concebir a ésta como una sustancia anímica,
sentido y los nombres referencia, dos parecen ser también las como algo que la tradición siempre ha entendido simple, sino
condiciones para que estos presupuestos se satisfagan: la exis- que deberíamos entenderla como un conjunto de hechos psí-
tencia del mundo, por un lado, y la existencia de un sujeto, quicos la naturaleza de cuyos elementos sería, precisamente,
por el otro. Si la primera no se diera, no habría nada a lo que lo que competería investigar a la ciencia psicológica (Véase
nuestras palabras pudieran referir, ni nada que pudiera ser Hacker, 1971, p. 164-5).
descrito por nuestras proposiciones; si, por el contrario, fuera
el sujeto quien resultara no existir, el problema sería, más sen- Tenemos pues, de momento, que el yo filosófico no debe
cillamente, que no existirían palabras ni proposiciones. Lo que ser indentificado con el yo empírico, y que éste queda consti-
vamos a intentar elucidar en este apartado es, precisamente, la tuido por un conjunto de hechos psico-físicos, dado que iden-
naturaleza de este sujeto. tificamos a las personas de las que tenemos experiencia por el
hecho de que poseen ciertas características físicas y mentales.
Para empezar hay que tener en cuenta que, como ya adver- Las preguntas que nos quedan pendientes son qué es, por
timos cuando hablamos de la manera en que Wittgenstein en- contraposición, el yo filosófico, y cómo debemos entender
tiende el concepto de pensamiento y lo distingue de la activi- que está relacionado con este yo empírico.
dad del pensar, hay para él un sentido estrictamente filosófico Aún en el mismo parágrafo 5-641 podemos leer:
en el que cabe hablar del yo. Este yo filosófico no es, se nos
dice en 5.641, el hombre, ni el cuerpo humano, ni tampoco el "El yo entra en filosofía porque 'elmundo es mi mundo"1.
alma de la cual trata la psicología. Debemos distinguir, pues,
entre el yo filosófico y lo que podríamos denominar el yo em-
pírico, que, a tenor de lo que parece sugerir este parágrafo, La afirmación aquí entrecomillada por Wittgenstein, "el
hay que entender como una unidad psico-física, una entidad mundo es mi mundo" (Welt meine welt ist), cabe entenderla
compuesta a la que cabe atribuir tanto propiedades físicas co- como un resumen de la posición conocida como solipsismo. Y
mo psicológicas. aunque la misma ha adoptado a lo largo de la historia de la fi-
losofía distintas modalidades (véase Bouveresse, 1976, pp. 79
Precisamente la forma errónea en que la psicología trataba y ss), podemos decir, intentando comprometernos por el mo-
la dimensión psíquica de ese sujeto empírico, era algo que mento lo menos posible, que para el autor del Tractatus con-
Wittgenstein pensaba que su análisis de las proposiciones psi- sistía en atribuir al yo una posición de privilegio con respecto
cológicas ponía al descubierto CTractatus, 5-542). Según éste, al mundo (véase Diario Filosófico p. 144). Algunos comenta-
recordémoslo, las proposiciones en que atribuimos una actitud ristas han pensado que Wittgenstein no tenía la menor preten-
psicológica a un sujeto, proposiciones como "A cree que p", sión de defender ninguna versión de semejante tesis, pero en
"A piensa que p" etc, debían ser analizadas en términos de 5.62 puede leerse:
proposiciones análogas a "'p1 dice que p", en las que asevera-
mos la existencia de cierta relación contingente entre un he-
cho, en este caso un signo preposicional, y una proposición. "Lo que el solipsismo realmente significa, es completa-
mente correcto, sólo que no se puede decir sino mostrar".

100 101
razón por la que opinamos que la actitud del Tractatus con ello mismo, susceptible de ser descrito —inscribirse en los lími-
respecto al solipsismo es, como mínimo, ambivalente. Por una tes del lenguaje—, pero para que tal descripción sea inteligible,
parte, se asume que lo que el solipsista pretende decir no como ya vimos, la referencia de sus términos deberá haber si-
puede ser dicho con sentido —quizás de ahí las comillas de do pensada por mí. De esta manera el único lenguaje que re-
5.641—; pero por la otra se defiende que en el solipsismo hay sultará comprensible será siempre mi lenguaje, pues si un he-
algo de correcto (véase Pears, 1987, p. 164). Cabe, entonces, cho adquiere una significación ello no puede deberse sino a
que preguntemos: ¿cuál es, según Wittgenstein, la posición pri- mi proyectarlo hacia el mundo; y el mundo devendrá siempre
vilegiada que viene a ocupar el yo con respecto al mundo? mi mundo, ya que cualquier estado de cosas que pueda formar
Mientras que 5-61 se cierra con la siguiente afirmación: parte de él, deberá estar constituido por objetos que constitu-
yan el polo de referencia de mi actividad proyectora.
"Lo que no podemos pensar, no podemos pensarlo; y Todas estas consideraciones nos permiten avanzar en la de-
tampoco podemos decir lo que no podemos pensar" terminación de la función y de la naturaleza del yo filosófico.
Por lo que hace a la primera, podríamos decir, parafraseando a
Kant, que el yo pienso debe poder acompañar a todos nuestros
5.62 se abre diciéndonos que:
signos si es que estos van a tener un valor representativo. Por
consiguiente, sin el yo, sin su actividad, ni los signos cobrarían
"Esta observación da la clave para decidir la cues- significado, ni podría reconocerse un estado de cosas como po-
tión de en qué medida el solipsismo es verdad". sible, por lo que bien podemos decir que este yo adquiere una
función trascendental tanto con respecto al lenguaje, como con
Es importante hacer notar que Wittgenstein había escrito al- respecto al mundo. En cuanto a su naturaleza, parece que po-
go similar en su Diario Filosófico, y precisamente en un con- demos decir que se trata de la de un sujeto pensante.
texto en el que se estaba preguntando por las condiciones del El solipsismo lleva razón, pues, en ésto: en que el yo filosó-
nombrar (véase Diario Filosófico, pp. 86 y ss.). Teniendo ésto fico, el sujeto pensante, ocupa un lugar de privilegio, ya que,
en cuenta, y, sobre todo, teniendo en cuenta lo que ya sabe- dada su función trascendental, es un presupuesto tanto del
mos acerca del papel que la actividad del pensar juega en la lenguaje como del mundo. Sin embargo, ya habíamos adverti-
teoría del significado del Tractatus, creemos que podemos do que aunque la posición wittgensteiniana ante las tesis so-
conjeturar que lo que Wittgenstein quería defender, en línea lipsistas es, al menos en parte, simpatética, no resulta menos
con las tesis del solipsismo, era que el yo ocupa una posición cierto que también es crítica. Y es esta dimensión la que em-
privilegiada con respecto al mundo porque todo lo que pueda pieza a perfilarse en 5.631 donde leemos:
decirse inteligiblemente que existe o puede existir en éste, ha-
brá de ser, siempre y necesariamente, algo pensado por mi. Y "El sujeto pensante, representante, no existe".
éste sería el sentido de la tan discutida (véase García Suárez,
1976, p. 38 y ss.) observación que cierra 5-62: ¿Cómo interpretar esta observación? Quizás, lo que Witt-
genstein pretendía con ella era sugerir que el sujeto trascen-
"Que el mundo es mi mundo se muestra en que los lí- dental está más justamente caracterizado si no se le entiende
como un sujeto pensante o representante, sino, alternativa-
mites del lenguaje (el lenguaje el cual sólo yo entiendo)
mente, como un sujeto de la voluntad. De esta manera, lo que
significan los límites de mi mundo".
estaría haciendo Wittgenstein sería solidarizarse con Schopen-
hauer en su denuncia del signo marcadamente intelectualista
En efecto, cualquier estado de cosas que pueda ocurrir en el de la tradición filosófica, y en su reinvindicación del carácter
mundo —que quepa en los límites de éste— deberá ser, por volitivo del sujeto.

102 103
r Esta interpretación parece cuadrar perfectamente con algu-
nas observaciones recogidas en el Diario Filosófico, en las
que afirma que el sujeto es el sujeto de la voluntad o, aún más
para Wittgenstein, meramente contingente, sino que estaba en
función de la estructura misma de la conciencia:

rotundamente, que si bien el sujeto pensante es mera ilusión, "El yo no es un objeto.


sí que existe el sujeto volitivo (véase Diario Filosófico pp. 136 Yo estoy enfrentado objetivamente a cada objeto. Pe-
y 146). La clave de esta concepción del sujeto trascendental ro no al Yo".
podría encontrarse en esta anotaciónb del referido Diario: {Diario Filosófico, p. 136)

"Las cosas adquieren "significado" (Bedeutung) sólo Lo que luego Ryle denominará "la sistemática elusividad del
a través de su relación con mi voluntad" yo", obedece a que la actividad del mismo se encuentra siem-
{Diario Filosófico, p. 142. Véase también p. 132) pre en un orden superior al de los objetos sobre los que se
aplica; si pienso sobre un problema matemático, por ejemplo,
ya que con esta observación, que le permite a Wittgenstein se- entonces no pienso sobre mi pensar. Y si mediante un acto de
ñalar a la voluntad como la raíz común tanto de la lógica co- reflexión me vuelvo sobre la actividad de pensar el problema,
mo de la ética (véase Hacker, 1972, p. 47), lo que se nos quie- será el pensar sobre el pensar el problema lo que quedará im-
re recordar, al menos en parte, es que esa actividad de pensar pensado. Para caracterizar esta relación del yo con el mundo,
por la que los signos adquieren referencia no consiste, en últi- Wittgenstein acude a una de las comparaciones schopenhaue-
ma instancia, sino en un acto volitivo por el que se hace que rianas: el yo transcendental es como el ojo, permite ver pero
éstos estén por los objetos del mundo. no se ve a sí mismo {Tractatus, 5-633).
Pero aún cuando entendido el sujeto trascendental ya no Por otra parte, si la actividad del yo trascendental o filosófi-
superficialmente como un sujeto pensante, sino más adecua- co es siempre impensable, entonces, y dado que sólo lo pen-
damente como un sujeto de la voluntad, sigue habiendo un sable es decible, esa actividad, y el yo que la ejecuta, son, co-
sentido en que puede decirse del mismo que no existe, un mo ya advertimos cuando analizamos el concepto wittgenstei-
sentido que a lo que apunta es al carácter metafísco, extra- niano de "Denken", inefables. Y si son inefables, no podemos
mundano, de ese yo, de manera que si el mismo ocupa una reconocerlos como formando parte de ninguno de los posi-
posición privilegiada, esa posición no es una que pudiera ocu- bles estados de cosas que configuran el mundo, dado que és-
par cualquier objeto, no es un lugar dentro del mundo sino tos son, por propia naturaleza, lo que puede describirse inteli-
fuera de él. Wittgenstein alude a ésto cuando dice que si hu- giblemente. Así, ese yo deviene un sujeto metafísico que se si-
biera de escribir un libro en el que describiera cómo encontra- túa fuera del mundo y, a la vez, constituye, en tanto que con-
mos el mundo, hablaría en él de todo menos, precisamente, dición del reconocimiento de la posibilidad de los hechos que
del sujeto {Tractatus, 6.631), pues éste no puede observarse lo integran, su límite. {Tractatus, 5.631 y 5.641).
en ninguna parte del mundo {Tractatus, 5.633)- Está justificada ahora la reserva de Wittgenstein ante las te-
Wittgenstein está recurriendo de nuevo a una tesis cuyo ori- sis'solipsistas. Aún siendo cierto que el yo ocupa un lugar pri-
gen se remonta a Hume. Este, criticando a los filósofos que es- vilegiado con respecto al mundo, como lo muestran las condi-
timan que en todo momento somos conscientes de nuestro ciones de significatividad de nuestro lenguaje, ese lugar no
propio ego, había señalado en su Tratado de la Naturaleza puede describirse por no estar en el espacio lógico delimitado
Humana la inobservabilidad del yo, y es a esta inobservabili- por los posibles estados de cosas, Aún si lo que el solipsista
dad a la que Wittgenstein parece estar aludiendo. Sólo que si significa es correcto, sus tesis no pueden formularse con senti-
leemos algunas de las anotaciones del Diario Filosófico pode- do en el lenguaje fáctico. Pero si nos quedáramos aquí, obvia-
mos sacar la conclusión de que tal inobservabilidad no era, ríamos la parte más interesante de la crítica wittgensteiniana al

104 105
solipsismo, la parte cuyo desarrollo será uno de los puentes
que le servirá para transitar a las posiciones de su segunda fi- estrategia para dotar de identidad al sujeto similar a la que po-
losofía. dríamos seguir, dado que no podemos verlo, para localizar el
lugar del ojo, a saber; precisar su situación relativamente a la
En efecto, Wittgenstein no se limita a aseverar la imposibili- que ocupan aquellos objetos que se dan en el espacio visual
dad de formular sensatamente las tesis solipsistas, sino que basándonos en que, como el propio Wittgenstein reconoce.
además va a afirmar que estas tesis, si estrictamente considera-
das, en nada se diferencian de las aparentemente antagónicas
tesis del realismo, según las cuales lo que existe es el mundo "No se trata simplemente de que yo note mi presencia
y los seres humanos, las personas, dentro de él {Tractatus, en cualquier parte donde veo algo, sino que siempre me
5.64). Esta auténtica reducción al absurdo de las tesis solipsis- encuentro a mi mismo en un punto concreto de mi
tas, Wittgenstein la lleva a cabo mostrando el carácter comple- campo visual, que mi espacio visual tiene también cua-
tamente vacuo e impersonal del yo trascendental. si una forma"
{Diario Filosófico p. 144-5).
Si nos movemos en el nivel empírico, es obvio que cada
persona tiene sus peculiaridades que la distinguen de todas las
demás, y que cuando una de ellas utiliza la palabra "yo" lo ha- Sin embargo, Wittgenstein va a negar que esta estrategia
ce para referirse a sí misma por contraposición a todas las pueda servir para cumplir el objetivo para el que fue diseñada.
otras. La pregunta clave es ¿de qué criterios de identidad dis- En Tractatus 5.634 expresa las razones de esta conclusión:
ponemos que podamos aplicar a ese sujeto metafísico y tras-
cendental del que el solipsista nos quiere hablar? Puesto que "Esto está en conexión con el hecho de que ninguna
todo acceso directo a él nos está, como hemos visto, vedado, parte de nuestra experiencia es apriori.
la única posibilidad que nos resta sería intentar identificarlo Todo lo que nosotros vemos podría ser de otro modo.
tomando por base los objetos sobre los que su actividad se Todo lo que nosotros podemos describir podría tam-
proyecta; buscar en el mundo el hilo conductor que nos per- bién ser de otro modo.
mitiera identificar al sujeto que resulta ser su condición de po- No hay ningún orden apriori de las cosas".
sibilidad. Wittgenstein parece consciente de esta posibilidad
cuando en su Diario Filosófico se pregunta: Es absurdo pretender determinar el lugar específico que
ocupa mi ojo en base de su relación con los objetos que ocu-
"¿Qué clase de razón hay para suponer la existencia pan el espacio visual porque este espacio puede estar ocupa-
de un sujeto volitivo? do por los objetos más variados o, incluso, por los mismos ob-
¿No es suficiente acaso mi mundo para la individua- jetos en las relaciones más diversas, de manera que ese lugar
lización?" propio de mi ojo sería cualquiera o, lo que es lo mismo, nin-
guno. Del mismo modo, no puede indentificarse mi yo con su
Lo que particularizaría al yo filosófico sería entonces el mun- vida porque sería posible imaginar que todas las circunstan-
do cuya existencia posibilita, su murfáoXTractatus, 5.63), o, lo cias de ésta hubieran variado sin que la indentidad de aquél
que es lo mismo, el mundo que viviera, su vida (véase Tracta- se alterase. Y cuando hablamos de las circunstancias de la vi-
tus 5-621), entendida ésta no en el sentido biológico ni en el da, hay que entender no sólo las objetivas sino también las
psicológico, sino como la totalidad de hechos y posibilidades subjetivas, aquéllas que constituyen mi yo empírico, pues no
con los que tenemos relación a lo largo de nuestra existencia parece contradictorio pensar ya no sólo que yo hubiera vivido
(véase Diario Filosófico p. 132). Yo sería mi vida. Su particula- bajo circunstancias muy diferentes, sino incluso que mi cuerpo
ridad es la que constituiría mi particularidad. Se trataría de una y mis características psicológicas fueran diferentes de lo que
de hecho son.
106
<* 107
Dado, por consiguiente, que la relación del yo trascendental pues por ser independiente de nuestra voluntad {Tractatus,
con todos los contenidos de la experiencia, incluso aquellos 6.373), bien puede contradecirla. El mundo, nuestra experien-
que determinan la identidad de nuestro yo empírico, es total- cia de él, la vida, se convierte así en un problema, pero ¿cómo
mente contingente, ninguna vida podría particularizarlo. Cual- afrontarlo?
quier vida podría ser su vida; cualquier mundo, su mundo. El
sujeto metafísico, al que el solipsista quiere otorgar en virtud La opción de la cultura moderna ha sido, en este punto, la
de su función transcendental, un lugar privilegiado respecto al de la ciencia. La ciencia, confiamos, podrá explicarnos los
mundo, resulta carecer de todo criterio de identidad, de todo acontecimientos del mundo, y su aplicación habrá de permitir-
contenido; como el mismo Wíttgenstein dice, se reduce a un nos, parafraseando esta vez a Descartes, convertirnos en due-
punto ínextenso con el que está coordinada toda la realidad ños y señores del mismo. Wittgenstein, sin embargo, entiende
(.Tractatus, 5.64). Que el mundo es mi mundo, algo que que- que éste es un camino radicalmente extraviado, pues ni la
da mostrado por las condiciones de signíficatividad de nuestro ciencia puede resolver la dimensión teórica del problema de
lenguaje, dada la insustancialidad del yo a que ese "mi" refiere, la vida, ni puede resolver su dimensión práctica.
no dice nada realmente diferente a que el mundo es el mundo. Innegablemente, la ciencia nos permite explicar ciertos he-
chos, pero tal explicación no consiste, como ya demostró Hu-
me, sino en la subsunción de los mismos bajo ciertas regulari-
3.5. El ámbito del valor dades a las que consideramos como leyes de la naturaleza. El
problema estriba en que esas regularidades son, ellas mismas,
3.5.1. El Problema de la vida. fácticas y, por consiguiente, no menos necesitadas de una ex-
plicación que los hechos de que dan cuenta. Y si afrontamos
la tarea de explicarlas, todo lo más que conseguiremos será
El sujeto que por un acto de voluntad proyecta hechos ha- subsumirlas de nuevo bajo leyes más generales pero igual-
ciendo que los elementos de éstos adquieran un carácter re- mente inexplicadas. Al final de cualquier regreso de premisas,
presentacional es, ya lo hemos visto, una condición de la lógi- la ciencia terminará necesariamente, pues, en la constatación
ca, lo que equivale a decir una condición de cómo haya de de un hecho bruto.
ser la realidad por ser susceptible de ser descrita o representa- Desde esta perspectiva, la apelación moderna a las leyes
da. Pero esa proyección resultaría estéril si no existiera un naturales no difiere en gran medida de la apelación antigua a
mundo contra el que realizarse, un mundo que posibilita que la voluntad divina o al destino; en uno y otro caso se trata de
los elementos de los hechos pensados, proyectados, estén por decir: finalmente, así son las cosas. La única diferencia, si aca-
algo diferente de si mismos, y , de esta forma, que su combi- so, va en beneficio de los antiguos, ya que su proceder no de-
nación en el signo proposicional pensado represente un esta- ja duda alguna acerca del límite de la explicación, mientras
do de cosas posible. Dicho de otra manera, el sujeto, sólo diri- que los modernos, con sus construcciones científicas, quieren
giendo su actividad proyectora contra el mundo puede hacer aparentar que éste no existe, lo que por razones puramente
que los nombres tengan referencia y las proposiciones senti- lógicas resulta, como acabamos de ver, imposible (véase
do. No menos que él, la existencia de este mundo, su factici- Tractatus, 6.371 y 6.372).
dad, es, por consiguiente, una condición de posibilidad de la
lógica {Tractatus, 5.552). En cuanto a la dimensión práctica del problema, Wittgens-
tein considera no menos obvia la impotencia de la ciencia; im-
Ahora bien, esta facticidad del mundo resulta doblemente potencia que obedece no a una limitación contingente de ésta,
problemática para el sujeto. Problemática teóricamente, por- sino a la esencia misma de la relación entre nuestros deseos y
que cabe preguntarse por las razones de la misma —¿porqué el mundo; una relación lógicamente contingente. Pero esta te-
son las cosas así?—; pero problemática también prácticamente, sis exige una explicación.
108
[09
Obviamente, si aquello que anhelamos fuera a cumplirse ocurrir para ello, y voluntariamente emprendemos un curso de
sin ninguna intervención por nuestra parte, diríamos que se ha acciones para garantizar que tales condiciones se cumplan. En
tratado de un golpe de suerte, de una merced que el destino o última instancia, sigue siendo cierto que es el mundo el res-
la fortuna nos conceden, pues es innegable que nuestro anhe- ponsable. Pues la eficacia de nuestra voluntad, su capacidad
lo de algo no puede contar como razón suficiente de su acae- para producir ciertos acontecimientos, no es algo que depen-
cimiento (véase Diario Filosófico, p. 132). Hasta aquí la tesis da de ella misma, sino del mundo siendo como es. La cone-
de Wittgenstein está suficientemente clara como para no mere- xión causal entre mi voluntad y mi cuerpo, no es algo que yo
cer mayor comentario. Ahora bien, ¿qué ocurre si la satisfac- elija, sino un dato último, un hecho bruto que me viene im-
ción de nuestros deseos obedece a un curso de acciones em- puesto y que, aunque no puedo explicar, debo tener en cuen-
prendido premeditadamente por nosotros? ¿No cabe atribuir- ta ineludiblemente en todas mis actuaciones, pues él fija el lí-
nos en este caso la responsabilidad de lo que acaezca? ¿No mite de aquello que puedo llevar a cabo. La responsabilidad
podemos decir entonces que la aplicación de los conocimien- de mi voluntad respecto a los acontecimientos del mundo es,
tos que la ciencia nos suministra nos permite intervenir en el podríamos decir, una responsabilidad condicionada siempre
mundo para acomodar éste a nuestra voluntad? por la facticidad misma del mundo. Así pues, incluso aquello
En un sentido superficial no podemos negar que ello es así, que en el mundo acontezca de acuerdo con mi voluntad, será
como en un sentido superficial era cierto que la ciencia nos una gracia del destino, pues es el destino, el mundo siendo
suministraba explicaciones de por qué el mundo es como es. como es, el que permite que mi voluntad resulte efectiva. No
Pero en ultima instancia y, pensándolo más a fondo, Wittgens- otras tesis son las que Tractatus 6.373 y 6.374 expresan.
tein considera que la respuesta a estas preguntas debe ser ne- Tenemos, en conclusión, que la ciencia no puede resolver
gativa debido a que, aún con ciertos titubeos (véase Diario el problema de la vida. Ni nos puede dar una explicación
Filosófico, p.147) que probablemente obedezcan a la influen- completa de por qué el mundo es como es, pues sus explica-
cia schopenhaueriana (véase Gardiner, 1975, p. 420 n), estima
ciones no consisten sino en una subsunción de hechos bajo
que la explicación correcta de la acción debe ser de corte cau-
regularidades fácticas que en última instancia no pueden ser
sal. Lo cual significa que la relación entre nuestras decisiones
volitivas y cualquier cosa que acaezca en el mundo es pura- sino constatadas pero ya no explicadas; ni nos puede poner
mente contingente. por completo a salvo de las contingencias de éste, pues cual-
quier intervención que nos permita hacer en el mismo, debe
Supongamos, por ejemplo, que decidimos levantar el brazo; contar con el presupuesto de un rasgo del mismo ajeno a
nada nos impide imaginar que a pesar de nuestra decisión el nuestra voluntad: la eficacia de ésta.
brazo, por una serie de circunstancias, no se levante, y lo mis-
mo para cualquier movimiento de nuestro cuerpo que quisié- 3.5.2. El ascenso hacia lo místico.
ramos pensar relacionado con nuestra decisión (véase Diario
Filosófico, p. 145). Pero si el acto de voluntad puede concebir-
se al margen de cualquier movimiento de nuestro cuerpo, La insatisfacción de nuestros anhelos por parte de la ciencia
siendo en última instancia éste el medio a través del cual in- origina el impulso hacia lo místico (Diario Filosófico, p. 89).
tervenimos en el mundo, entonces la relación entre nuestra Si, como hace la ciencia, permanecemos en el interior del
voluntad y cualquiera de los acontecimientos que se produz- mundo, explicando los acontecimientos de ciertos hechos por
can en él será una relación fáctica. Es un hecho que se da, pe- el acaecer de otros, poco adelantaremos en la comprensión
ro que también podría no darse. cabal del mismo; pues en última instancia todos los hechos
son igualmente opacos —de ahí que las proposiciones que los
Volvamos con todo esto en mente a considerar nuestras describen tengan todas el mismo valor (Tractatus, 6.4), o sea:
preguntas. Deseamos que algo acaezca, sabemos lo que debe ninguno—. En cuanto reflexionemos radicalmente sobre su
conjunto, dado que lo veremos como una serie de hechos gitimidad, nuestro insistir en su bondad no le ayudará a hacer-
obedeciendo a regularidades infundadas, se nos aparecerá lo. El calificativo "bueno" que añadimos a la descripción del
también él como infundado o absurdo, sin sentido, carente propósito está, pues, de más. Lo que sea realmente bueno —y
por completo de toda significación o valor. Si es que ha de ca- no sólo parcialmente, en su calidad de medio adecuado— ten-
ber ver el mundo y nuestra experiencia de él, la vida, como drá las características que la tradición ha otorgado a lo místico;
algo valioso, habrá que buscar una perspectiva externa al ám- será algo que no podremos captar por lo que se nos diga, sino
bito de los hechos, al mundo mismo. Habrá que mirarlo no sólo porque se nos muestra a sí mismo como siéndolo de una
desde el ámbito de lo contingente (Tractatus, 6.41), sino des- manera necesaria e incondicionada (Tractatus, 6.522), Por eso
de el de aquello que, por ser necesario, es su propio funda- afirma Wittgenstein que "lo ético no se puede enseñar" (En
mento, el ámbito de lo absoluto o de lo incondícionado. torno a la ética, p. 33). Cuando, a diferencia de nuestro inter-
Tal recomendación puede sonar completamente esotérica, locutor, nosotros estimamos nuestro principio como bueno, no
sin embargo Wittgenstein considera que no lo es tanto; que se trata de que nosotros acertemos a ver en éste algo, una
hay ciertas actitudes humanas que ejemplifican esta relación propiedad objetiva, que a él le pasa inadvertida. Más bien, lo
con el mundo desde la óptica de lo absoluto. A su entender correcto sería decir que él ve la totalidad del asunto de mane-
tal es el caso, por ejemplo, de la ética, ya que aunque nuestras ra diferente a como lo hacemos nosotros.
valoraciones morales hacen referencia al mundo —son valora- Esta dimensión radicalmente personal (véase En torno a la
ciones, precisamente, de cómo debe ser éste— las mismas no ética, p.33) de los enjuiciamientos morales podría llevarnos a
aluden a ningún hecho (véase En torno a la ética, p. 17), co- pensar que , después de todo, los mismos sí que pueden ser
mo lo prueba el que no puedan ser expresadas mediante pro- analizados en términos fácticos. Podríamos pensar que aunque
posiciones con sentido {Tractatus, 6.42 y 6.421). cuando decimos de algo que es bueno no estamos atribuyén-
dole ninguna propiedad objetiva, estamos reconociéndole una
Esta última tesis parecerá extraña dado que estamos acos-
propiedad subjetiva: la de provocarnos cierto estado psíquico.
tumbrados a oir y a emitir juicios sobre la bondad o la perver-
Así, podríamos explicar la diferencia entre nuestro interlocutor
sidad de nuestras acciones; pero para apreciar su verosimilitud
y nosotros mismos diciendo, por ejemplo, que la considera-
consideremos lo que ocurre en un caso de disensión acerca
ción del fin nos causa una sensación agradable a nosotros pe-
de la moralidad de cierta actuación. Supongamos, por ejem-
ro no a él, o algo por el estilo. Sin embargo, Wittgenstein se
plo, que alguien nos pide una explicación de cierto comporta-
va a oponer radicalmente a esta reducción psicologista del
miento nuestro. Si estimamos que nuestra acción necesita ser
ámbito ético alegando el carácter incondícionado de la obliga-
justificada será, obviamente, porque no consideramos que lo
ción que engendra. Independientemente de cuáles sean mis
esté en sí misma. De esta manera intentaremos presentarla co-
deseos y aún el resto de mis estados psicológicos, indepen-
mo un medio para alcanzar un propósito; propósito que pue-
dientemente de que me agrade o desagrade, de que tenga o
de, a su vez, estar necesitado de legitimación. Pero, en última
no la intención de practicarlo, el bien moral me obliga de una
instancia, este regreso de justificaciones deberá tener un fin
manera categórica y ya no condicionada o hipotética, pues tan
que se alcanzará cuando presentemos la acción como adecua-
reprochable como no cumplir con mi deber es el no desear
da para satisfacer una finalidad que se nos muestra como va-
hacerlo (véase En torno a la ética, p. 16).
liosa por sí misma. ¿Qué ocurre entonces si nuestro interlocu-
tor sigue exigiéndonos una justificación? Obviamente que ya Cuando contemplamos el mundo con una actitud ética, es-
no podremos dársela, y que todo lo más que podremos hacer tamos sintiendo, pues, que el mismo tiene un límite, y que
es reafirmar la bondad de nuestro propósito. Pero si él ya la fuera de él se sitúa precisamente aquello que por ser incondi-
hubiera captado, nuestra aseveración de la misma sería inne- cionadamente bueno no puede en modo alguno deducirse ni
cesaria, y si al formular nuestro propósito él no ha visto su le- quedar cuestionado por ninguno de los hechos contingentes
cuyo conjunto lo integran. Aquello que, por estar al resguardo

112 13
de cualquier contingencia, bien podríamos llamar eterno. Te- no pudiera intervenir en absoluto en el curso de los hechos
nemos entonces que la consideración moral del mundo será que constituyen el mundo (véase Diario Filosófico, p. 131-2).
una manera de verlo sub specie aeterni (Tractatus, 6.45),
Esta autonomía de la voluntad moral hace que ésta lleve
De esta forma, la ética resulta trascendente (Diario Filosófi- en sí misma su propia recompensa (Tractatus, 6.422), pues
co, p. 134), pues al situarnos en su plano estamos contem- quien sólo abriga buenos propósitos podrá, independiente-
plando el mundo desde fuera, desde el ámbito del valor que mente de lo que acaezca, tener la conciencia tranquila y, de
lo trasciende, Y sin embargo, desde esta perspectiva el mundo esta manera, vivir feliz reconciliado con el mundo (véase
adquiere aquello que le estaba vedado en la perspectiva inter- Diario Filosófico, p. 129). Reconciliación que no obedece a
na propia de la ciencia: una significación, pues al evaluarlo que se alteren los hechos que se producen en éste, sino al
moralmente lo que estamos haciendo es considerarlo como tomar el sujeto una actitud diferente frente a ellos, ya que al
una posible expresión o manifestación de aquel valor que tie- comprender que la tranquilidad de su conciencia no depen-
ne sentido en y por sí mismo. de sino de sí mismo, comprende también que la significación
Sin embargo, el partidario de la ideología cientifista podrá que las cosas que suceden tengan es exactamente como la
protestar ahora. Concedamos que la ética permite lograr aque- de las palabras: aquella que quiera dárseles (recuérdese en
llo para lo que la ciencia resulta impotente: captar el mundo este punto el Diario Filosófico, p. 142). La ética deviene así
como dotado de sentido. Pero el problema de la vida no era ya no sólo trascendente sino, como la misma lógica, trascen-
un problema meramente teórico sino también práctico. Y si la dental (Tractatus, 6.421), una condición de cómo sea el
ciencia fracasaba al encarar esta dimensión del mismo dado mundo (véase Diario Filosófico, p. 132), pues aún sin alterar
que la facticidad del mundo se mostraba como irreductible a los hechos que lo integran, al cambiar al sujeto que constitu-
nuestra voluntad, ¿no habrá de ocurrir lo mismo cuando nos ye su límite modifica también la forma en que éste lo consi-
situemos en el plano ético? dera, de manera que bien puede decirse que el mundo del
hombre bueno es globalmente diferente del mundo del suje-
Si consideramos que la bondad o la perversidad no residen
to inmoral (Tractatus, 6.43).
en lo que se hace sino en el propósito con que se hace, o di-
cho de otra forma, si consideramos que todo auténtico juicio . El sujeto que adopta una actitud ética no tiene, pues, que
moral no puede ser sino un juicio de intenciones, concluire- hacer dos cosas diferentes: contemplar el sentido de la vida,
mos que la respuesta a esta pregunta ha de ser negativa. y ponerlo en práctica. Más bien lo que ocurre es que por
En efecto, una vez que tenemos esto en cuenta debemos adoptar tal actitud tiene ya una vida plena de sentido. Una
reconocer que un mismo comportamiento puede ser la expre- vida que ya no resulta para él problemática, pues el proble-
sión tanto de la mejor de las voluntades como de la peor, por ma estribaba en la facticidad que se oponía a la voluntad
lo que ésta no puede, como vimos que tampoco podría el (Tractatus, 6.4321), pero la buena voluntad y la buena con-
bien o el mal que constituye su objeto, identificarse a través ciencia resultan completamente independientes de ésta. Po-
de los hechos, a través, por consiguiente, de nada que pueda dría decirse que ha resuelto el problema de la vida hacién-
describirse (Tractatus, 6.425). La voluntad moral, el sujeto de dolo simplemente desaparecer (Tractatus, 6.521). Cumplirá
la misma, queda así fuera del mundo (véase Diario Filosófico, el propósito de la vida viviéndola gozosa, felizmente.
p. 135), teniendo en sí la garantía de su propio cumplimiento,
pues, a diferencia de lo que ocurre cuando lo que deseamos
3.5.3. La justificación del sinsentido.
es el acaecimiento de algún suceso en el mundo, para cumplir
nuestra intención de actuar moralmente basta nuestro propósi-
to sincero de así hacerlo, y éste propósito podría darse aún El Tractatus Lógico-Philosophicus se cierra con dos refle-
cuando nuestra voluntad resultara completamente ineficaz y xiones ciertamente escandalosas:

114
US
"Mis proposiciones elucidan de este modo; porque decirnos en qué consiste el sentido de la vida, cuando sólo pode-
quien me comprende termina por reconocerlas como mos llegar a saberlo si se nos muestra a sí mismo.
sinsentidos, cuando a través de ellas, encaramándose No debe pues extrañarnos que Wittgenstein afirme de sus pro-
sobre ellas, queda fuera de ellas (Debe, por así decirlo, posiciones que son insensatas. Como tampoco debe extrañarnos
arrojar la escalera una vez que se haya subido por el que, a pesar de ello, las considere no sólo verdaderas sino ca-
ella). paces de cumplir una importante función elucidatoria: nada me-
Debe superar estas proposiciones; y entonces ve el nos que la de mostrarnos la justa visión del mundo. Pues dado el
mundo correctamente" (6.54) carácter técnico con el que Wittgenstein habla de sus proposicio-
nes como insensateces, es obvio que no quiere decir con ello
"Sobre lo que no puede hablarse, se debe callar" (7).
que las mismas sean simples galimatías. También, a sus ojos, de-
cir de algo que es bueno, o de la negación que no es un objeto,
Las observaciones del Tractatus no son menos insensatas Ncría un sinsentido, y sin embargo el así hacerlo puede ser la ma-
que aquéllas que llenan las obras de metafísica anteriores a nera más directa de mostrar a nuestro interlocutor cuáles son los
él. Pero ¿acaso debiéramos extrañarnos por ello? Para empe- valores que orientan nuestra conducta, o cuál es la peculiaridad
2ar, si fueran verdaderas, como Wittgenstein pensaba que lo ele las constantes lógicas.
eran, tendrían que serlo ineludiblemente, pues con ellas no Lo único que podría parecer sorprendente es la recomenda-
se pretendía sino hacernos ver los rasgos y los presupuestos ción final de guardar silencio. Ya que si, aunque insensato, el dis-
necesarios del lenguaje, y del mundo en tanto que suscepti- curso filosófico no es en lo más mínimo estéril, ¿por qué debiéra-
ble de ser descrito por aquél. Pero, según la teoría tractaria- mos abstenernos de practicarlo? Creemos que la respuesta a esta
na del significado, sólo las proposiciones contingentes, aque- pregunta está directamente relacionada con la consideración fun-
llas que describen lo que puede tanto ser el caso como no damentalmente ética que Wittgenstein tenía de su propia obra. Lo
serlo, tienen sentido. que ésta mostraba era, a su entender, no algo teórico sino esen-
Esta característica de las proposiciones del Tractatus po- cialmente práctico: en qué podía consistir el sentido de la vida. Y
dría llevarnos a intentar equipararlas con las tautologías, pe- una vez comprendido éste, lo que tocaba ya no era seguir refle-
ro tal pretensión la creemos esencialmente desencaminada. xionando sobre el mismo sino intentar llevarlo a cabo.
Pues las tautologías, aunque también necesarias, no son in- Coherente consigo mismo, coherente con su propio pensa-
sensatas sino carentes de sentido, no son "unsinnig" sino miento, después de la publicación del Tractatus, Wittgenstein
"sinnlos". A diferencia de las tautologías, las observaciones abandonó la especulación teórica e intentó vivir conforme a lo
filosóficas del Tractatus no son funciones de verdad. Su in- que su conciencia le dictaba. Las confesiones que podemos en-
sensatez no obedece, como en el caso de aquéllas, a que contrar en la correspondencia que en aquellos años dirigió a sus
producen una cancelación de sus condiciones de verdad; amigos inducen a pensar que no encontró, no obstante, la felici-
más bien tiene su raíz en el intento de decir lo que sólo pue- dad que buscaba. Quizás por ello, y pensando que aún podía ha-
de ser mostrado. cer algo valioso reflexionando sobre los problemas que su prime-
Ellas pretendieron describirnos la naturale2a del cálculo ra obra había dejado pendientes, en 1929 decidió retomar la acti-
lógico cuando ésta no puede captarse si no es mostrándola vidad filosófica. Si fue así, desde luego no se equivocó.
en la manera en que éste funciona. O pretendieron decirnos
cuál es la estructura y cuales las condiciones de posibilidad
del lenguaje del mundo en tanto que representado, cuando
una y otras sólo pueden entenderse si atendemos a lo que el
uso del lenguaje nos muestra. O pretendieron, por último,

16 17
La Teoría del Lenguaje
de las Investigaciones Filosóficas

4.1. Ruptura y Continuidad


la obra de transición.
Volvamos la vista atrás y recapitulemos algunas de las tesis-
que Wittgenstein defendía en el Tractatus. Hemos considera-
do que esta obra fue, ante todo, una reflexión sobre las condi-
ciones de posibilidad de la lógica y el sentido. Su objetivo bá-
sico era el de elucidar cómo es posible la determinación del
sentido, cómo es posible que haya auténticas relaciones inter-
nas entre nuestras proposiciones: sólo porque las proposicio-
nes tienen un sentido determinado pueden mantener relacio-
nes lógicas con otras proposiciones. El que nuestras proposi-
ciones tengan el sentido que tienen debe estar determinado
independientemente del hecho de que sean o no verdaderas.
La relación lógica básica (la que existe entre una proposición
y su negación) sólo es inteligible si admitimos que ambas de-
terminan un mismo hecho como el que decide su valor de
verdad. Por supuesto, la determinación del sentido no garanti-
za que una proposición sea verdadera o sea falsa, pero sí de-
Wittgenstein en Cambridge. 1938
be determinar, con anterioridad a todo hecho empírico, con se comprometió con la tesis de que debían existir proposicio-
anterioridad a toda verdad o falsedad, qué hechos convertirían
en verdadera a una proposición. nes que no fueran función de verdad de ninguna otra; si ese
requisito no se cumplía, pensó que el sentido de toda propo-
sición dependería de que otras proposiciones fueran verdade-
4.1.1. La determinación del sentido ras. En su última obra, siguió aceptando que las relaciones ló-
y la notación perspicua. gicas son relaciones entre proposiciones que se desprenden
meramente del hecho de que éstas tengan determinado el sen-
tido. Es por ello por lo que no hay ninguna posibilidad de
Podemos decir que Wittgenstein siguió siempre interesado describir la lógica, ni de aceptar que algunos rasgos del mun-
en este tipo de problemas. Sin embargo, no es fácil caracteri- do pueden ser traídos a colación para justificar las convencio-
zar en pocas palabras cuál es la relación entre las soluciones nes básicas de nuestro lenguaje:
que a ellos aportan sus escritos posteriores a 1929 y las que se
nos ofrecían en el Tractatus. Podríamos contraponer la teoría
pictórica ( y el corolario de que la sintaxis no puede ser des- "Si pudiera describir el objetivo de las convenciones
crita sino sólo mostrada) a la teoría del "significado como uso" gramaticales diciendo (por ejemplo) que son ciertas pro-
(y su corolario de que lo que debe mostrarse es la actividad piedades de los colores las que las hacen necesarias, en
humana en la que el lenguaje es usado). Hay, sin embargo, este caso, esto haría de las convenciones algo superfluo,
una línea de continuidad importante: Wittgenstein siempre dado que podría decir exactamente lo que las conven-
pensó que el lenguaje no podía describir relaciones lógicas. ciones me impiden. Por el contrario, si las convenciones
En una obra tan tardía como sus escritos Sobre la Certeza se fueran necesarias, esto es, si ciertas combinaciones de
nos insinúa que la "lógica no puede ser descrita", 501, Hay un palabras estuvieran excluidas como sinsentidos, por esa
evidente paralelismo entre esta sugerencia y las tesis del misma razón, no podría citar ninguna propiedad de los
Tractatus sobre la diferencia entre decir y mostrar, o la tajante colores que hiciera de las convenciones algo necesario,
afirmación, ya comentada, de que "lá lógica debe dar cuenta dado que entonces sería imaginable que los colores ca-
de sí misma". De hecho, la mejor manera de percibir la conti- recieran de esa propiedad, lo que sólo podría expresar
nuidad y la ruptura entre el Tractatus y la filosofía del "segun- violando las convenciones."
do Wittgenstein" es reflexionar sobre lo que significaban estos Philosophische Bemerkungen, 4.
aforismos en sus primeros escritos y lo que sugería con ellos
en sus últimas obras.
Ahora bien, si ése es un argumento que muestra la línea de
La cuestión está relacionada con el problema de la determi- continuidad entre las dos etapas básicas del pensamiento de
nación del sentido. Podemos hacer afirmaciones falsas. Pode- Wittgenstein, las diferencias no dejan de ser considerables.
mos utilizar el lenguaje para describir ciertos estados de cosas ¿Qué se entiende por "lógica" en el Tractatus y qué se entien-
que de hecho no se dan. Para ello no necesitamos usar el len- de por "lógica" o "gramática" a partir de las Philosophische
guaje con un sentido distinto al habitual; precisamente porque Bemerkungen (1929-30)? Recordemos que la determinación
al decir "Hoy está lloviendo en Valencia" utilizo las palabras del sentido es la determinación de las relaciones lógicas entre
en su sentido habitual, resulta que mi afirmación es falsa. La proposiciones. A la lógica pertenece, pues, todo lo que esté
polaridad verdad-falsedad presupone que el sentido está de- vinculado no a los hechos que hacen que nuestras oraciones
terminado. Ahora bien, lo que no es posible es utilizar el len- sean verdaderas o falsas, sino al mero signo proposicional en
guaje para describir los significados de todas nuestras pala- su relación proyectiva con el mundo. (La relación proyectiva
bras. La razón es muy simple: cualquier descripción (verdade- determina no que la proposición es verdadera o falsa sino los
ra o falsa) presupone el sentido. En el Tractatus Wittgenstein hechos que, si sucedieran, la harían verdadera o falsa). ¿En
120
121
qué consiste, en sus últimas obras, ese "signo proposicional en,] bien el hecho de que nos comuniquemos al hablar el que de-
su relación proyectiva con el mundo"? termina el sentido de nuestras palabras.
Hay tres aspectos en los que las tesis del Tractatus sobre Otra divergencia fundamental entre la primera y la segunda
las condiciones de posibilidad de que el signo proposicional filosofía de Wittgenstein podemos encontrarla en su rechazo
entre en relación proyectiva con el mundo se verán modifica- ] de la idea de la "sustancia del mundo". La determinación del
dos sustancialmente. Ya sabemos que Wittgenstein creyó que | sentido exigía en el Tractatus que hubiera objetos, i.e. entida-
el signo proposicional debía ser pensado. En otras palabras, el des cuya existencia estaba presupuesta en el mero hecho de
signo proposicional sólo adquiría sentido porque tras él opera- que nuestras palabras tuvieran significado. Eran los referentes
ba la actividad trascendental del pensamiento que proyectaba . indescriptibles de los nombres propios, por tanto indestructi-
el hecho de que en el signo los elementos estuvieran combi- bles y absolutamente simples. En sus últimas obras, Wittgens-
nados de cierto modo sobre posibles estados de cosas. En su tein se verá llevado a aceptar que los requisitos de la determi-
última filosofía, se va a rechazar este tipo de apelación al pen- '- nación del sentido son de índole muy distinta a los objetos
Sarniento para explicar que nuestros signos adquieran vida. ¡ simples del Tractatus. El sentido está determinado por la ac-
- Wittgenstein mostrará en sus últimas obras que cualquier ape- ción humana. En ese papel de determinación del sentido, la
lación al pensamiento para resolver el enigma de la determi-1 acción humana es (como los objetos del Tractatus)
nación del sentido es vacía.-Sus críticas van dirigidas tanto a \ indescriptible. Por ejemplo, el sentido de nuestros términos de
las teorías semánticas que hacen de los procesos psíquicos la color está determinado por ciertas prácticas de discriminación
llave del significado, como a las que utilizan la noción de y comparación de los colores; esas prácticas no pueden des-
"sentido" de un modo más abstracto y general. Trata de resol- cribirse sin utilizar las expresiones de color mismas: no hay
ver la perplejidad producida por la idea de que la "vida" (el manera de describir qué rasgo del mundo nos justifica en la
sentido) que los signos adquieren en el lenguaje debe ser ex- utilización del predicado "rojo", sin utilizar expresiones refe-
plicada por un proceso independiente de la mera aplicación rentes al color de las cosas rojas. Pero, evidentemente, es ab-
de esos signos en situaciones específicas de la vida humana. surdo pretender que la acción humana es un rasgo necesario
Con ello, su crítica irá dirigida tanto al "Sínn" ("sentido") frege- del mundo. Entendemos (y podemos describir) mundos en los
ano como a sus propias ideas del Tractatus. - que no se ha dado ninguna actuación de seres vivos.
El principio de la determinación del sentido había sido utili- Sin embargo, el desencadenante de la ruptura de Wittgens-
zado por Frege, y por el mismo Wittgenstein, para explicar tein con el modelo del Tractatus hay que situarlo en otro as-
las conexiones que se establecen estre nuestras explicaciones pecto de sus teorías: los poderes del simbolismo. Había defen-
mundanas y nuestra mundana aplicación del lenguaje. Es un dido que el lenguaje debía poseer necesariamente una estruc-
hecho que somos capaces de entender el significado de seg- tura que mostrara ciertas relaciones internas entre las proposi-
mentos lingüísticos con los que nunca nos hemos enfrentado ciones. El tipo de relación en que están las proposiciones
y que todo lo que tenemos para justificar nuestra comprensión "Hoy llueve en Valencia" y "Hoy no llueve en Valencia" debe
son otros usos del lenguaje o ciertas explicaciones recibidas. poder mostrarse en la estructura del signo proposicional, dado
Sólo porque el sentido de una explicación está determinado, y que se trata de una relación de función-de-verdad. Determinar
de algún modo es comprendido por quien la recibe, puede el sentido de las proposiciones elementales y sus relaciones
entenderse que la explicación sea efectiva. El segundo Witt- de-función-de-verdad con otras proposiciones era, en el Trac-
genstein invertirá los términos del análisis: no es necesario tatus, determinar todo el sentido. La aceptación del principio
postular ninguna entidad intermedia ( en la mente, en la acti- fregeano de que eran las proposiciones, y no las palabras ais-
vidad de un sujeto trascendental, ni en un mundo platónico ladas del contexto proposicional, las depositarías del sentido
de relaciones ideales) para justificar la comunicación. Es más suponía aceptar que toda relación interna del lenguaje debía

122
123
poder ser expresada como una relación interna entre proposi- 4.1.2. La aplicación de la pintura y las actitudes
ciones. Y toda relación semejante debe ser tratable en el preposicionales.
Tractatus como una mera función de verdad. Esta concepción
de las relaciones internas entra en crisis a partir de 1929- En lo El problema es importante porque, a partir de este momen-
que había de ser su conferencia "On Logical Form", Wittgens- to, Wittgenstein se va a preocupar de ciertas relaciones inter-
tein se da cuenta de que el lenguaje que incorpora nociones nas que en el Tractatus no habían recibido atención. Las rela-
como "grado" o "cualidad" no es tratable según el modelo an- ciones entre el sentido del lenguaje y ciertas actitudes que los
terior. Por ejemplo, las relaciones internas entre proposiciones filósofos denominan "acitudes preposicionales": deseos, inten-
que versen sobre colores: si algo es azul no puede ser rojo. ciones, creencias, expectativas... Una actitud preposicional se
Intentemos atrapar en un simbolismo la relación entre "x es caracteriza porque tiene necesariamente un objeto: para creer
rojo" y "x es azul". Deberíamos ser capaces de encontrar una hay que creer algo, para desear se ha de desear algo... Y esos
notación en la que se mostrara que ambas son incompatibles, "algo" que constituyen los objetos de esas actitudes pueden
en el mismo sentido en que parece que no hay ninguna difi- ser especificados por medio de proposiciones. La intencionali-
cultad en encontrar esa notación para proposiciones como dad fue considerada por Brentano como una característica
"Hoy llueve en Valencia" y "Hoy no llueve en Valencia". Ello, esencial de los fenómenos mentales. Un juicio es un juicio so-
obligaría a que las propiedades cualitativas "ser azul" y "ser ro- bre algo, un deseo es un deseo de algo... Y, evidentemente, ni
jo" fueran analizables ambas como función de otras propieda-, el juicio de que p, ni el deseo de que p, garantizan que p ocu-
des más básicas. Ese fue de hecho el pensamiento de Wittgens- rra o que la proposición p sea verdadera. El objeto de un acto
tein en el Tractatus, 6.3751. Si esto es implausible, como pare- mental no necesita tener otra existencia distinta a su mera
ce que lo es, la única alternativa es la de considerar que hay existencia como objeto intencional.
relaciones de incompatibilidad entre la proposición de que x El sentido de una representación pictórica es su contenido
es rojo y la proposición de que x es azul que no son expresa- objetivo, y la verdad de la representación no está garantizada
bles en las relaciones de función-de-verdad de los símbolos por la representación misma. La teoría pictórica en el Tracta-
que utilicemos. Wittgenstein esboza la solución de considerar tus es un buen ejemplo de cómo esa relación interna puede
que el error fundamental del Tractatus había sido el de aceptar salvarse. De hecho, es una consecuencia de la aceptcion sin
que las proposiciones elementales pueden ser consideradas restricciones por parte de Wittgenstein del principio fregeano
aisladamente. El sentido ya no es la propiedad de una proposi- de la determinación del sentido: el principio de que el sentido
ción, aunque sea una proposición de la que ya no quepan aná- de nuestras expresiones debe estar determinado independien-
lisis ulteriores. Las unidades últimas del significado ya no serán temente de su verdad. Lo que mis palabras significan no está
las proposiciones aisladas, sino los sistemas de proposiciones. mediado por la verdad de ninguna proposición. En Wittgens-
— Lo relevante de la noción de "sistemas de proposiciones" es tein el principio se transforma en el de que lo que una pintura
que con ella se abre la puerta a la existencia de relaciones in- figura es independiente de la ocurrencia de cualquier hecho fi-
ternas que sólo pueden señalarse apelando a la práctica de gurable. Puede ser un descubrimiento que lo que una pintura
utilización del sistema de proposiciones.-Es su posición entre pinta existe realmente. No lo es que pinte eso y no otra cosa.
otras proposiciones de color la que determina el significado La relación entre una pintura y su sentido es interna. La que
de "x es rojo". Pero esa posición no es determinable indepen- existe entre ella y la ocurrencia del hecho figurado es externa.
dientemente del uso de la misma (Ph., B. 15). La única manera
en que es posible la comprensión del sentido de una proposi- En las Philosophische Bemerkungen Wittgenstein habla de
ción es mediante la comprensión de ciertas relaciones internas las actitudes proposicionales como pinturas porque considera
entre su uso y el uso de otras proposiciones. que la relación que deseos, intenciones o expectativas mantie-
nen con su objeto intencional es del mismo tipo que la que
existe entre una pintura y lo que la pintura pinta: para que yo

124 125
desee algo, debe estar establecido qué es lo que deseo inde-
Pero mi deseo de que (mañana) yo haga p está asociado de
pendientemente del hecho empírico de que yo consiga o no
un modo completamente distinto con el futuro. No se trata só-
satisfacer mi deseo. Por otra parte, hay tipos diversos de pin-
lo de que mi pintura ahora debe mostrar la especial caracterís-
turas. Que yo desee algo es distinto a que tenga miedo de que
tica de que deberá habérselas con el mundo mañana. Es más
ocurra, o a que esté expectante de si va a ocurrir, en el mismo
importante que percibamos que debemos incluir en la relación
sentido en que una afirmación de que p es distinta a la orden
pictórica misma (en lo que se desprende del mero hecho de
de que se haga p. Wittgenstein percibió inmediatamente que
que el sentido esté determinado) el tipo de pintura de que se
esta vinculación del problema de la determinación del sentido
trata. El método de proyección del Tractatus debería ser capaz
con el de las diversas formas de actitudes proposicionales era
de establecer no sólo el contenido de la pintura, sino el modo
demoledora para la vieja teoría de la pintura. Ello explica, por
específico en que ésta ha de ser comparada con la realidad. Y
ejemplo, que las tesis sobre la intencionalidad que aparecen
más importante aún es que el hecho de que mi pintura esté
en la segunda mitad de la primera parte de las Investigacio-
ahora determinada está conectado con ciertas verdades sobre
nes Filosóficas sean tesis que en los escritos de Wittgenstein
el mundo de mañana. Por ejemplo, si deseo comerme una
pueden encontrarse antes de 1933; en ninguna otra área temá-
manzana, mi deseo tiene cierta conexión con el hecho de que,
tica en las Investigaciones la posición de Wittgenstein puede
si mañana tengo una manzana accesible y no he cambiado de
retrotraerse a épocas tan tempranas.
opinión, me comeré la manzana. Este es un tipo de conexión
En primer lugar, consideró que la relación entre una actitud inexplicable para el modelo del Tractatus: ya hemos visto que
preposicional y su objeto intencional no podría ser empírica. allí Wittgenstein tuvo que admitir que la relación entre dos fe-
Dicho de otro modo, si deseo comerme una manzana, puede nómenos del mundo (y por tanto, la relación entre un pensa-
ser un hecho a descubir en el futuro si conseguiré comérmela miento-hecho y la conducta futura de un cuerpo) era una rela-
o no, pero no es un hecho a descubrir que lo que deseo es ción externa. Sin embargo, ahora deberá enfrentarse con el si-
precisamente, comerme una manzana. Es posible que mi de- guiente problema: aunque mi deseo presente no entraña, por
seo de comer desaparezca si me pegan un puñetazo, pero ello supuesto, que mañana me coma la manzana, sí entraña que la
no quiere decir que lo que yo deseaba antes era que me pe- verdad de ciertos enunciados condicionales sobre el futuro no
garan el puñetazo (Ph. B., 22). Por otra parte, debe admitirse es accidental. En el capítulo siguiente, veremos la importancia
que también ha de estar determinado ahora que mi actitud ha- de este tipo de conexión entre el presente y el futuro para la
cia una manzana es precisamente la de desear comérmela y filosofía de la mente.
no, por ejemplo, la de creer que me la comeré, o tener miedo
a comérmela. En otras palabras, debe estar determinado ahora La solución de Wittgenstein es la de considerar que no pue-
tanto el tipo de actitud proposicional como su objeto intencio- de haber dos tipos de relaciones internas independientes en el
nal —por más que la satisfacción de esa actitud deba hacerse caso de las actitudes proposicionales: tanto la relación entre
efectiva en el futuro. El problema es, ¿cómo pueden las cone- mi deseo y lo que deseo, como lo que determina que tenga
xiones intencionales en mi pensamiento llegar tan lejos? ¿Có- un deseo y no un temor, se establecen del mismo modo; del
mo puede estar determinado ahora el modo en que una pintu- modo en que, por ejemplo, se expresa ahora el que yo desee.
ra presente ha de habérselas con la realidad después? En el Son circunstancias del mismo tipo las que determinan que al-
caso de una proposición "pura", de un pensamiento no aso- guien busca y lo que está siendo buscado: "Dime cómo bus-
ciado a ninguna actitud proposicional, estas dificultades no cas y te diré qué buscas" (Ph. B., 27). Lo que se busca es sólo
habían sido tan obvias. determinable a través de una manera de buscar. Lo que deter-
mina que yo espero algo específico del futuro es una manera
Miremos la cuestión desde el siguiente punto de vista: mi de esperar ahora. No es una cuestión empírica para mí si yo
pensamiento de que p, está sólo asociado con un hecho pre- espero o no ni si yo espero p o no p. Y la explicación de am-
sente, mi pensamiento es o no verdadero según se dé o no p. bos fenómenos es la misma (Ph. B., 35). La manera de aplicar
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ciertas pinturas determina, a la vez, el tipo de pintura y el ob- esas proposiciones, pero sí pensaba que el resultado de la
jeto de la misma, comparación estaba determinado por dos factores: la fijación
Wittgenstein estaba obsesionado por la relación entre el sig- del sentido y las propiedades que de hecho el mundo posee.
nificado y la intencionalidad (véase Ph. B., 13, 20, 27, 30, 31, La alteración radical que se produjo en la teoría de la pintura
43, 50 ). "Comprender una orden antes de obedecerla es un a comienzos de los años treinta alteró también estos supues-
caso afín al de querer hacer algo antes de ejecutar la acción" tos. La determinación del sentido no puede utilizarse para ex-
(Ph. B., 13). Es tan inconcebible un lenguaje en el que en la plicar el resultado de la comparación del lenguaje con la reali-
expresión del deseo de que p no se usara p, como un lengua- dad, dado que el sentido sólo está determinado por medio de
je en el que se pudiera decir que no p sin usar "p" (Ph. B., la aplicación de la pintura.
30). Que al hablar afirmemos algo, o exijamos algo, plantea Pensemos, una vez más, en el vocabulario de color. El mo-
los mismos problemas de análisis que el hecho de que poda- delo del Tractatus supone que nuestro acuerdo a la hora de
mos expresar un deseo de que algo ocurra, o la voluntad de decidir el color de un objeto se deriva de nuestra captación
h'acerlo. De hecho, no es accidental que manifestemos deseos del sentido; es esa captación la que impone unas pautas obje-
y expectativas con signos no menos que pensamos con signos tivas y es el hecho de que nuestra actuación sea acorde con
(Ph, B., 30). La intencionalidad del lenguaje y la intencionali- esas pautas lo que determina la corrección de nuestra práctica.
dad de la mente son dos aspectos del mismo problema. Y La segunda filosofía de Wittgenstein va a considerar que la
cualquier explicación coherente de ese fenómeno debe respe- práctica es autónoma: no hay ningún patrón objetivo respecto
tar el hecho de que la intencionalidad que da vida a una pin- al que la globalidad de la práctica pueda evaluarse. Por su-
tura ha de manifestarse en la manera en que ahora se aplica la puesto, en el seno de la práctica caben errores: pero es sólo el
pintura (Ph. B., 65). La articulación necesaria que debe poseer resto de la práctica de indentificar colores el que determina
toda pintura para pintar algo no es expresable por la pintura que una identificación es o no correcta.
misma. Es la articulación de la complejidad de la aplicación
de la pintura. Las relaciones internas entre lo que decimos no Por decirlo de otro modo, no sólo la descripción de las pro-
son independientes de las relaciones internas entre lo que ha- piedades del mundo ha de efectuarse desde nuestra gramática.
cemos al decir lo que decimos. Sólo hay un tipo de relaciones Sucede también que la identificación efectiva de esas propie-
internas en la gramática y son relaciones internas que, en últi- dades constituye la gramática. Y ello es así porque es nuestra
mo término, ningún simbolismo puede atrapar. actuación la que determina los sentidos de nuestras expresio-
nes. Carece de contenido plantearse la cuestión de si la totali-
dad de nuestra práctica lingüística es o no acorde con los sen-
tidos de nuestras palabras. No se trata sólo de que la gramáti-
4.2. Los juegos de lenguaje. ca sea la condición de posibilidad de comparación del lengua-
je con la realidadr Nuestro lenguaje entra en contacto con la
4.2.1. Acción humana y relaciones internas. realidad por nuestra coincidencia en hacer ciertas cosas al ha-
blar —y reconocer mutuamente esa coincidencia-rY esa coin-
cidencia no se compara con nada. Es lo dado—
En el Tractatus Wittgenstein suponía que las proposiciones
del lenguaje podían compararse con la realidad. Del mismo Ya sabemos lo que para Wittgenstein es una relación inter-
antipsicologismo de esa obra se desprende que no pensaba na: una relación que afecta a la identidad de los elementos re-
que fuera su misión la de descibir cómo era posible semejante lacionados. La mejor manera de introducir la noción de "juego
comparación. Evidentemente, nunca mantuvo que los aspectos de lenguaje" es decir que en toda práctica lingüística las rela-
de la realidad que deciden la verdad de nuestras proposicio- ciones internas entre las expresiones, las relaciones que se de-
nes fueran descriptibles sin presuponer el mismo sentido de rivan de su "significado", son parasitarias de las relaciones in-

128 129
ternas en la actividad humana en la que esas expresiones son ya se dominan amplias áreas de un lenguaje. La idea de Witt-
usadas. Un juego de lenguaje está consituido tanto por deter- genstein va a ser la de que sólo el entrenamiento (i. e. la par-
minadas expresiones como por la actividad humana con la ticipación gradual en las prácticas en las que el lenguaje es
que esas expresiones se entrelazan. Por poner un ejemplo de usado) puede explicar la comprensión del lenguaje. Esta no es
Wittgenstein: los juegos 44-49 del Cuaderno Marrón tratan una tesis psicológica. Ya veremos que hunde sus raíces pro-
sobre diversos tipos de uso de la palabra "poder". En un caso, fundamente en las condiciones de posibilidad de lo que en-
sólo se dice que alguien puede hacer tal y tal cosa si de hecho tendemos por lenguaje.
la ha efectuado en el pasado. En otro, sólo se dice si alguien
tiene la apariencia física apropiada para la realización de un ti- Por otra parte, un juego de lenguaje es una práctica que
po de acción. En el primer caso, habría una relación interna puede ser inteligible con relativa independencia del resto de
entre la afirmación "x subió ayer a la montaña" y la afirmación la actividad lingüística. Si concebimos prácticas lingüísticas
"x puede subir a la montaña" distinta a la que existe en caste- sectoriales, podemos considerar que en ellas se exhiben cier-
llano y diferente también a la que se da en el segundo caso... tas relaciones internas (relativamente) independientes de las
Tales relaciones entre oraciones no explican la aplicación del. relaciones internas que se dan en otras zonas del lenguaje.
lenguaje, más bien están determinadas por lo que los hombres, De hecho, se nos pide en las Investigaciones que considere-
hacen: por ejemplo, en el primer juego de lenguaje si alguien mos un juego de lenguaje como "un lenguaje primitivo com-
pidiera hombres que "pudieran" subir montañas no aceptaría pleto" ^Investigaciones..., 2). Sin embargo, no es ése el uso
que se ofreciera alguien que nunca ha subido una montaña más habitual del término. Normalmente, se refiere a sectores
por contundente que fuera su apariencia física. En el segundo, de una práctica lingüística con algún tipo de peculiaridades
sí. Es importante que veamos las consecuencias de ello: el gramaticales que son relativamente inteligibles por sí mismas.
sentido.está determinado porque hay ciertas relacipnes.no efiv Juegos de lenguaje diferentes implican diferentes reglas gra-
píricas entre nuestras oraciones (en eso hay una continuidad maticales. Conocer la gramática es conocer las relaciones in-
con ei Tractatus)Tpeto para que esas relaciones sean posibles ternas, en una 'práctica lingüística, y esas relaciones internas
deben existir relaciones internas entre las acciones de Jos sólo pueden ser captadas como relaciones internas entre
hombres. Es, por ejemplo, el hecho de que podamos conectar nuestras ..actuaciones. Por supuesto, hay también relaciones
la conducta de rechazo o de aceptación de los candidatos por internas entre lo que decimos, pero con ello no nos estamos
parte del jefe de la tribu con su utilización de la expresión refiriendo a otro tipo diferente de relaciones. Nos estamos re-
"Quiero hombres que puedan escalar montañas" el que deter- firiendo, de otra manera, a las mismas: sólo porque hay rela-
mina el significado de esa expresión, y, por tanto, sus relacio- ciones internas entre lo que hacemos puede haber tal tipo de
nes internas con otras expresiones del lenguaje. El único cami- relaciones entre nuestras expresiones. La idea básica que sub-
no para elucidar el significado lingüístico es la captación de yace a la utilización de la noción de "juego de lenguaje" por
conexiones significativas en la acción. parte de Wittgenstein es su rechazo de la pretensión.de.bus-
car algún^po-de-ju5tificación-externa_.aJagramática, a las re-
Al comienzo de las Investigaciones Filosóficas, Wittgenstein alas _que_rigen_un.juego_.de Jenguaje. Hay muchas prácticas
criticará cierta concepción del lenguaje. La que permite supo- lingüísticas y no podemos buscar lo que las justifica sino lo
ner que un niño adquiere la competencia lingüística fijando su que las constituye: el hecho de que los hombres usen el len-
atención en las circunstancias en las que sus mayores utilizan guaje de cierta manera en su vida ordinaria y, con ello, esta-
las palabras pertinentes. La idea, que se va a repetir en nume- blezcan las relaciones internas que establecen entre sus ex-
rosas ocasiones en el libro, es la de que tal mecanismo es un presiones. Tales conexiones no pueden utilizarse para justifi-
puro mito: no es el prestar atención, ni las definiciones recibi- car o criticar la actividad humana en la que se expresan: tales
das, lo que pueda explicar la adquisición de la competencia conexiones son el reflejo de esa actividad.
lingüística. Tales mecanismos sólo pueden ser explicativos si

130 131
4.2.2. Fuerza y Sentido. Semántica y Pragmática. de instituciones tan diversas como órdenes, ruegos y pregun-
tas que pueda afirmarse lo mismo que sea posible preguntar.
Hay una distinción muy frecuente en la filosofía del lengua- Si una orden puede ordenar lo mismo que una pregunta pue-
je que se ve afectada por estas consideraciones de Wittgens- de preguntar, el concepto de "verdad" es esencial en esa posi-
tein. La distinción entre fuerza y sentido. Se supone, que en bilidad: debe haber alguna manera de reconocer la diferencia
todo uso del lenguaje hay que distinguir entre el contenido entre que la orden haya sido cumplida o no, debe haber algu-
proposicional (que sería común a la orden "cierra la puerta" y na diferencia entre que la contestación a una pregunta sea la
a la afirmación " la puerta está cerrada") y la fuerza (que de- adecuada o no. Del mismo modo que es fácil imaginar un len-
termina el tipo de acto de habla que se realiza: un enunciado, guaje en el que no existan insultos pero no lo es imaginar un
una orden, una pregunta...). Imaginemos, por ejemplo, el jue- lenguaje en el que no existan enunciados susceptibles de ser
go del lenguaje (2) de las Investigaciones. Un juego de lengua- verdaderos o falsos. Es eso, posiblemente, lo que ha inducido
je en el que un capataz le pide a un albañil ciertos materiales a muchos filósofos a pensar que haya una conexión
de construcción. Es importante observar que cuando hablamos privilegiada entre la noción de "verdad" y la noción de "senti-
de que le "pide" estamos utilizando una caracterización del ac- do": una conexión previa e independiente a la de "uso". Pero
to de habla que, en ese juego de lenguaje concebido como un son problemas diferentes. Nada de ello nos permite suponer
"lenguaje primitivo completo", no es del todo justa. Si alguien que sea posible, como han creído los filósofos atraídos por el
practicara sólo ese juego de lenguaje no podría contraponer la modelo fregeano, el primer Wittgenstein incluido, un conoci-
existencia de la institución lingüística "pedir" a la existencia de miento del sentido que no incorpore conocimiento alguno so-
otras instituciones, por ejemplo"suplícar" o "preguntar". Obvia- bre la fuerza. Ni tampoco que la distinción pueda atravesar to-
mente, en ese contexto, la distinción entre fuerza y sentido no da nuestra práctica lingüística: ¿cuál sería esa distinción en el
cumple función alguna. Es ininteligible, por ejemplo que uno caso, por ejemplo, de un insulto?
de los participantes entendiera qué se le pide sin entender si Un problema parecido es el de la supuesta autonomía de la
se le pide o no. semántica respecto a la pragmática. Se supone que los hablan-
tes de un lenguaje no sólo manifiestan su competencia en la
Como Rhees ha señalado (Rhees, 1959), es posiblemente in- manera de manifestar el contenido y la fuerza de sus actos de
correcto pretender, como parece que pretende Wittgenstein, había. Conocen, además, la relevancia de hacer ciertas obser-
que un juego de lenguaje como éste pudiera ser toda la vaciones en ciertos momentos, o la conveniencia de no afir-
actividad lingüística de una comunidad. Pero con ello no ha- mar lo que todos están dando por supuesto o de no preguntar
cemos más que retrotraer el problema. En último término, na- por cosas que son bien sabidas. Si te digo que hace sol, se
die podría captar el sentido sin captar la "fuerza" de algunos supone que la crítica al contenido del enunciado sólo estaría
actos de habla. Nuestras palabras no tendrían significado algu- justificada si lo que yo digo es mentira. La crítica al hecho de
no si no fueran de hecho usadas haciendo ciertas cosas. No es que lo afirme estaría justificada, por el contrario, si lo que digo
inteligible un estadio del análisis del significado en que pueda es una obviedad que no viene a cuento. Efectivamente, existe
abstraerse de tal hecho. El principio básico que subyace a esta una diferencia. Pero lo que la noción wittgensteiniana de "jue-
aceptación es el principio de que no es posible entender un go de lenguaje" muestra es que nadie podría entender una crí-
lenguaje sin entender la relevancia de ciertos actos de habla, tica del primer tipo sin entender ninguna del segundo. Nadie
sin manifestar, ipsofacto, cierta comprensión de qué es decir podría tener el concepto de "verdad" sin saber que las cosas
o qué es ordenar. asumidas como obvias en un contexto de comunicación no
Hay alguna intuición legítima en la distinción entre fuerza y deben decirse. El hecho de que lo que decimos sólo es verdad
sentido. Por ejemplo, la de constatar que existe cierta comple- en determinadas circunstancias no es independiente del hecho
jidad en nuestra práctica lingüística. Es esencial a la existencia de que no debemos decir lo que sabemos que todo el mundo

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sabe. La gran enseñanza de la noción de "juegos de lenguaje" vinculados tanto el principio de la autonomía de la gramática,
es la de que no es posible ninguna teoría semántica "pura"; el como la crítica de Wittgenstein a la tentación filosófica de in-
contenido de nuestras expresiones lingüísticas no es indepen- - terponer terceras entidades en la mente que puedan dar cuenta
diente de cosas tales como la finalidad del uso del lenguaje en J de la intencionalidad de nuestros sistemas públicos de repre-
nuestra vida contidiana. sentación, de la "vida" de los signos, de su significado. Es el ar-
gumento en el que Wittgenstein ataca de un modo más consis-
4.3- "Seguir una regla". tente la idea del Tractatus de un método de proyección.
Hay que leer esos parágrafos desde el trasfondo de un pro-
Wittgenstein ocupó más de veinte años de su vida en la ela- ] blema que fue siempre importante para Wittgenstein: el pro-
boración sistemática de las ideas que comenzaron a tomar for- blema de la determinación del sentido. Es una condición cons-
ma en 1929- El libro en el que quiso expresar su nueva con- titutiva de esa determinación (y, por tanto, de la misma exis-
cepción del lenguaje fue publicado postumamente, bajo el tí- tencia del lenguaje) que las palabras no puedan utilizarse ar-
tulo de Philosophiscbe Untersuchungen (^'Investigaciones Filo- bitrariamente. Si un niño utiliza las palabras de color de un
sóficas"'), en 1953, dos años después de la muerte del autor. * modo absolutamente aleatorio diremos de él que no ha enten-
Las Investigaciones no son un libro fácil. La primera parte es | dido el significado de esas palabrasr-Hay, por tanto, lo que he-
un continuo de parágrafos numerados y relativamente cortos. mos denominado "relaciones internas" entfe su significado y el
Los temas fundamentales (la nueva concepción del lenguaje, hecho de que en determinadas circunstancias debamos utili-
la defensa de la autonomía de la gramática, la crítica a la filo- zarlas de cierta manera. Wittgenstein, para referirse a esas rela-
sofía de la mente fílocartesiana) se entrecruzan con una agili- ciones internas, nos habla de "reglas". Una conducta reglada
dad e imaginación insólitas en lo que debe considerarse como es una conducta en la que existe la polaridad normativa entre
un clásico de la historia de la filosofía. En la segunda parte del lo "correcto" y lo "incorrecto". Una conducta reglada es aque-
libro, dividida en capítulos que son un poco más largos, los lla en la que no todo lo que se podría hacer de hecho sería
problemas dominantes son de filosofía de la psicología. En aceptado como correcto. Desde ese punto de vista, no hay du-
cualquier caso, no hay un argumento central, sino multitud de da de que el lenguaje es una conducta reglada.-
ellos. Y el tipo de exposición que escoge Wittgenstein es, po- -La noción de "regla" esta íntimamente vinculada a la de
siblemente, el único que le podía permitir mostrar la sutileza y "error". Una regla sólo determina lo que se debe hacer porque
complejidad de sus interconexiones. Si bien los temas centra- determina a la vez lo que no se debe hacer. ¿Cómo es posible
les de las Investigaciones siguen siendo la lógica y el lengua- que una regla determine qué actuaciones están de acuerdo con
je, las nuevas concepciones sobre el significado entran en ella y cuáles no lo están? ¿Dónde está la fuente de las propie-
contacto con problemas típicos de la epistemología y la filoso- dades normativas?-Uno de los objetos de ataque es la idea de
fía de la mente desde el siglo XVII. Hablaremos de ello en el que el pensamiento pudiera explicar la relación interna que to-
próximo capítulo. En las páginas siguientes afrontaremos la ta- da regla establece con algunas aplicaciones (las correctas): Su-
rea, nada fácil, de escoger un argumento como el núcleo ex- pongamos cualquier regla muy simple, por ejemplo, la que
positor de la concepción del lenguaje en el libro. consiste en escribir la serie de los números pares por orden, a
partir del "2", y hasta un número determinado. Esa es la regla
que se introduce en el parágrafo 185 de las Investigaciones.
4.3.1. La determinación del sentido Allí se nos plantea la posibilidad de un alumno que, tras haber
y la idea de "regla". sido instruido con los primeros números, continuara la serie de
un modo "erróneo" al llegar al 1000. Es decir, que escribiera
El argumento va a ser el conjunto de reflexiones, desde el 1000, 1004, 1008... Hemos de ser cuidadosos a la hora de leer
parágrafo 143 al 242, sobre la noción de "regla". En él están este parágrafo. La cuestión que Wittgenstein se plantea no es la

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de si el alumno continúa o no la serie correctamente. Es obvio gla, ninguna explicación del significado, sería una explicación
que no hizo lo que se le pedía que hiciera. La cuestión es la de completa. Parece que siempre debemos adivinar lo que en re-
cómo estuvo determinado en las explicaicones pasadas cuál alidad se nos quiere explican-Dado que —por hipótesis— lo
era el modo correcto de continuar la serie. —¿Cómo está inclui- que se nos quiere expUcar está bien determinado, debemos
do en un número finito de explicaciones, constreñidas a unas buscar en algún lugar distinto al escenario público el ámbito
específicas circunstancias, lo que se debe hacer en cualquier en que se da ese tipo de determinación. El candidato natural
aplicación futura de esa regIa?_Una ventaja de la manera en es el pensamiento: sería el pensamiento el locus en el que se
que Wittgenstein expone el caso (también en 143) es la de ha- produce la determinación del sentido
cer transparente-la conexión conceptual entre la noción de "re-
gla" y la noción de "hacer lo mismo V Si decimos que el alum-
no no sigue la regla correctamente estamos obligados a decir 4.3.2. Platonismo y Mentalismo:
que no hace lo mismo que había hecho hasta llegar al 1000. "la cadena de justificaciones tiene un fin."
Pero si él cree que la sigue correctamente, debe creer que sí
ha hecho lo mismo. La-^cuestión de qué sea "hacer lo mismo" Conviene distinguir dos estadios en la estructura del argu-
es una cuestión relativa a una regla.-Sólo porque una regla está mento de Wittgenstein. En los parágrafos 143-184 se analiza el
determinada puede plantearse qué es lo que debe contar como aspecto "subjetivo" del proceso de seguir una regla. Una tesis
"hacer lo mismo" respecto a esa regla. Toda relación de seme- de Wittgenstein en ellos es la de que-significar o entender no
janza es relativa a una regla. Con ello queda claro que-no deci- son genuinos estados mentales: No tienen lo que en otro lugar
mos demasiado si insistimos en que lo que la regla le pedía era denomina "genuina duración" (Zettel, 46, 47, 82, 281). Cuando
que continuara la serie de la misma manera^-Lo que debemos yo quiero decir algo no hay nada que suceda en mi mente du-
cuestionarnos es, precisamente,.como esa "misma manera" es- rante el tiempo en que yo lo quiero decir.-La gramática de
taba contenida en las explicaciones recibidas anteriormente^- "dar significado" o de "entender" es similar a la gramática de
¿Cómo puede determinar una serie de explicaciones un verbo de capacidad o de disposición—Cuando yo entiendo
recibidas que ahora yo debo aplicar la regla as& Supongamos de cierta manera una regla, lo único que sucede es que estoy
un proceso normal de enseñanza de una regla en el que diría- dispuesto a aplicarla de un modo particular en el futuro. La in-
mos que, de las explicaciones recibidas, se sigue que este ob- trospección no puede descubrir nada más que sea una carac-
jeto debe ser denominado "rojo". Supongamos que en las ex- terística esencial de haber interpretado así la regla. El requisito
plicaciones recibidas nunca se llegó a describir este objeto. de que debe haber un estado mental específico de "compren-
¿Cómo es posible que estuviera contenido en un número finito der" es de hecho falso.
de explicaciones el modo en que la regla debe aplicarse en En los parágrafos 185-242, Wittgenstein intentará mostrar
una nueva circunstacia? Parece obvio que ningún proceso real que la mitología mentalista que ha sido criticada anteriormente
de enseñanza —si nos atenemos a lo que sucede en el ámbito es la cristalización filosófica de una confusión mucho más ge-
público— puede determinar por sí mismo qué es lo que debe neral. En otras palabras, el mito del todo poderoso paradigma
contar como correcto o como incorrecto, como "hacer lo mis- mental -=KÍel específico acto de la mente que contiene en sí
mo" o "hacer algo diferente", en el futuro. Una posible res- todas las aplicaciones posibles de la regía— no sólo es una
puesta que Wittgenstein está interesado en atacar es labres- descripción inexacta, sino que además es contradictoria~En
puesta mentalista: la idea de que la normatividad de la regla cierto modo, podemos decir que el análisis de las condiciones
pudiera estar salvaguardada por un proceso psíquico que fue- de posibilidad de la relación interna entre una regla y sus apli-
ra capaz de ir "más allá" de lo que puedan ir los gestos o los caciones permite diagnosticar el origen del atractivo filosófico
procesos físicos implicados en la enseñanza y el aprendizaje." de una teoría de la mente manifiestamente injusta con los he-
Esta concepción entraña que ninguna explicación de una re- chos. La tendencia a pensar que el dar significado o el enten-

136 137
der deben ser procesos respaldados por específicos sucesos ciertas propiedades intrínsecas. La conclusión general de las
en el medio mental está relacionada con una-ilusión sobre la reflexiones de Wittgenstein en 195-242 podemos describirla di-
noción misma de "objetividad"."^ ciendo que tales propiedades son contradictorias.
Desentendámonos, si queremos, de cómo se realiza la cap-
Podemos describir esa relación entre los dos objetivos bási-
tación de la regla en la mente humana. Todavía estamos com-
cos del ataque de Wittgenstein como la relación existente en-
prometidos con la tesis de que tal captación determina las
tre cierta forma de mentalismo y cierta forma de platonismo.
aplicaciones que debemos hacer de esa regla. Y las determina
Debemos calificar de-"platónica" a la concepción de la rela-
independientemente de que, de hecho, las hagamosrLa regla
ción entre una regla y sus aplicaciones que afirme que las
en la mente era atractiva precisamente porque tenía propieda-
aplicaciones de una regla no pueden estar determinadas por
des platónicas. El "Sinn" fregeano, como el método de proyec-
sus formulaciones empíricas y mundanasrDeben estar deter-
ción en el Tractatus, explica que nos podamos poner de
minadas por la regla-en-sí. La regla-en-sí debería contraponer-
acuerdo a la hora de decidir la verdad de nuestros enuncia-
se, pues, a cualquier expresión sensible de ella. Por supuesto,
dos«EUo quiere decir que tal acuerdo debe ser explicado. Y
para que pudiera ser explicativa, la regla-en-sí debería poder
que nada de lo que sucede en la esfera pública del lenguaje
ser aprehendida por la mente finita e imperfecta de los hom-
basta para esa explicación. La regla transempírica es la única
bre y debería poder ser seguida en la conducta pública de los
regla que determina las aplicaciones. Sea lo que sea, la dota-
seres humanos... Pero, en ese caso, cuando habláramos de la
mos de propiedades platónicas para cumpir su cometido filo-
regla que los hombres están siguiendo no nos podríamos estar
sóficor-La transición entre la captación de la regla por las men-
refiriendo a ninguna de las expresiones sensibles. Una regla,
tes individuales y las actuaciones que tal captación determina
en tanto que entidad abstracta, determina de modo objetivo lo
se convierte en una relación objetiva,—
que de ella se sigue o no. Las aplicaciones que los nombres
hacen son correctas o incorrectas porque están o no de acuer- No es extraño que, a la hora de exponer su crítica a una
do con lo que se sigue de la regla misma. -Seguir una regla" concepción mitológica de cómo una regla podría llegar a de-
es una noción normativa; lo que los hombres hacen de hecho terminar sus aplicaciones, Wittgenstein preste especial aten-
no puede determinar qué sea seguir correctamente cada regla. - ción a la noción de "interpretación" ("Deutung"). Un filósofo
-Este punto de vista "platónico" está vinculada a las nocio- puede aceptar que la formulación de una regla no puede de-
nes fregeanas de "Sinn" ("sentido") y "Gedanke" ("pensamien- terminar, por sí misma y con independencia de nuestra mane-
to"). El sentido y el pensamiento fregeanos no son los conteni- ra de reacccionar ante ella, su aplicación: pero esto es enten-
dos subjetivos de las mentes individuales, sino contenidos ob- dido sólo en el sentido trivial de que-ninguna formulación de
jetivos que pueden ser aprehendidos por muchos hombres y una regla puede incluir todas las instrucciones para su uso^
que determinan por sí mismos cómo debemos aplicar el len- Nosotros, sin que nada nos pueda forzar a ello»-somos capa-
guaje. Es difícil, sin embargo, no dejar de sentir cierta perpleji- ces de interpretar la formulación de la regla en cierto modo
dad ante esta síntesis. Las imperfectas mentes humanas han de específico.-Aunque ^ nada nos fuerce a una interpretación,
captar contenidos objetivos, independientemente de sus parti- nuestra interpretación sí nos fuerza a actuar de la manera en
cularidades psíquicas. El núcleo del problema sigue siendo que lo hacemos.- Esto es puro platonismo, aunque sea coloca-
que las imperfectas mentes humanan han de captar tales con- do en hechos contingentes de la naturaleza humana. Dado
tenidos. Aunque-no estamos comprometidos con ninguna tesis que nada en las aplicaciones públicas de una regla determina
psicológica, sí estamos-íomprometidos con una forma de re- cuáles deben ser esas aplicacions en el futuro, es tentador
construcción lógica del proceso de comprensión^-Podemos no pensar que tal determinación debe buscarse en procesos de
preocuparnos de la mente como receptáculo de sucesos psí- comprensión que siempre están —por utilizar una terminolo-
quicos pero necesitamos dotar al proceso de comprensión de gía de Quine— "infradeterminados" por sus manifestaciones
públicas. Nada determina cómo debemos interpretar las for-

138
139
mulaciones y aplicaciones empíricas de una regla —dado que
cualquier conjunto de aplicaciones siempre es compatible con
multitud de interpretaciones— pero suponemos que, dado
que de hecho nos entendemos, debe haber una suerte de me-
canismo mental, la interpretación última, que sí determina
unas aplicaciones y no otras...
-Wittgensteín considera que la relación interna entre la ex- o cualquier otro. Un esquema de este tipo acompañaría
presión de una regla y sus aplicaciones no puede ser salva- a la tabla como regla para su uso. ¿No podemos imagi-
guardada por ninguna "regla en la mente". Para comprender el nar otras reglas que sirvieran para explicar ésta? Y, por
carácter superfluo de la introducción de terceras entidades en otro lado, ¿queda incompleta la primera tabla sin el es-
el medio mental, volvamos la vista a algunas de sus afirmacio- quema de las flechas? ¿Acaso lo están las demás sin su
nes al comienzo de las Investigaciones, En el parágrafo 86 des- esquema?"
cribe un juego de lenguaje que sería similar a otro introducido
en el parágrafo 2:
—Si el problema a explicar es el de cómo derivar las aplica-
ciones de una regla a partir de sus explicaciones mundanas,
"Podría practicarse un juego de lenguaje semejante a ese problema no puede ser resuelto introduciendo nuevas re-
(2) con ayuda de una tabla. En este caso, los signos que glas adicionalesr-Porque entonces nos enfrentamos de nuevo
A le proporciona a B son signos escritos. B dispone de la con él. Una solución es la de decir que no se trata de reglas
tabla; en la primera columna aparecen los signos escri- normales. Se trata de reglas especiales; la interpretación-en-la-
tos que han de usarse en el juego, en la segunda dibujos mente tiene la propiedad extraordinaria de determinar su pro-
de materiales de construcción. A muestra a B uno de pia aplicación. Pero el misterio es: ¿Cómo puede una regla de-
esos signos escritos; B consulta la tabla, mira el dibujo terminar su propia aplicación? Si debemos acabar el análisis
que le corresponde etc. De esta manera, la tabla es una postulando misteriosas propiedades en entidades misteriosas,
regla de acuerdo con la cual él actúa al ejecutar las ór- ¿por qué llevarlo tan lejos? ¿Por qué no decir que la flecha físi-
denes. —Se aprende a buscar el dibujo por medio de ca y tangible, o la expresión física y tangible de la regla, deter-
cierto adiestramiento y parte de ese adiestramiento mina su aplicación?
consiste en algo así como que el alumno aprenda a pa-
sar el dedo sobre la tabla horizontalmente de izquierda Conviene distinguir dos usos diferentes de la palabra "inter-
a derecha; así aprende a trazar, por decirlo de algún pretación" en estos contextos. En primer lugar, podemos decir
modo, una serie de líneas horizontales. que mi interpretación de una regla es distinta de la de otro
porque la aplico de forma diferente. En este contexto, éste se-
Imagínate que se introducen diferentes formas de ría en uso vacío de "interpretación" «-para explicar las diferen-
leer la tabla; al principio, como se hacía antes, de tes aplicaciones hablamos de "interpretaciones" diferentes. Pe-
acuerdo con el esquema: ro el criterio de que haya diferentes interpretaciones es la exis-
tencia de diferentes aplicacionesT-Es por ello por lo que en el
parágrafo 201 de las Investigaciones, Wittgenstein nos dice
que "debemos restringir el térrnino^interpretación' a la sustitu-
ción de la expresión de una regla por otraVEs decir, a aque-
llos casos en los que la interpretación de una regla puede ex-
presarse como una formulación adicional de la regla en cues-
luego de acuerdo con el esquema: tión. Y en los que hablar de "diferentes interpretaciones" es

140 141
hablar de formulaciones adicionales de la regla que son (per- ción reglada posible depende de ciertas reacciones que no
cibidas como) mutuamente incompatibles. El problema ahora pueden ser catalogadas como "correctas" o "incorrectas". Si un
es que, si una formulación de la regla no determina por sí niño no reacciona a las muestras de color amarillo de un mo-
misma sus aplicaciones, ¿cómo podrían determinarla las inter- do distinto a como lo hace respecto a las muestras de color
pretaciones que son sólo reglas adicionales? Si decimos que rojo, aún no podemos decir que está equivocado. Simplemen-
cualquier formulación de una regla puede ser interpretada de te no comparte nuestra manera de reaccionar y, por tanto, es
modos diferentes, deberemos decir también que cualquier in- incapaz de seguir nuestra regla de indentificación de colores.
terpretación puede ser interpretada de maneras muy distintas: O, por poner otro ejemplo, si el alumno del parágrafo 185 no
es capaz de realizar ciertas expansiones muy elementales de la
"...cualquier interpretación queda aún suspendida serie que le hemos definido, no hay ninguna posibilidad de
en el aire junto con lo que interpreta y no puede pro- que entienda cómo debe continuar la serie a partir del 1000.
porcionarle ningún soporte. Las interpretaciones por sí Un caso similar a aquél en que un niño no reaccionara como
mismas no determinan el significado." la mayoría ante gestos muy simples de señalamiento (195).
Investigaciones..., 198 A primera vista, es difícil entender dónde está el punto me-
dio entre dos opciones contra las que Wittgenstein se debatirá
Una manera habitual de resumir este tipo de reflexiones es la a partir de 185. Por una parte, la opción de la tercera entidad.
de decir que, para Wittgenstein, cualquier formulación de una La opción de que la esfera de la normatividad aparece gracias
regla puede ser mal interpretada o cualquier explicación de una a la interpretación en la mente que nos dota de una super-re-
regla es insuficiente. Es un modo de evaluar el alcance de sus gla que determina por sí misma cualquier aplicación. Por otra
reflexiones contra el que él mismo nos previenerEs una mane- parte, la opción, pura y simple, de negar la inteligibilidad de
ra de describir su posición desde el platonismo de las reglas.- la noción misma de "regla". Su sustitución por una noción no
Evidentemente, toda regla puede ser mal interpretada pero ésta normativa como pudiera ser la de "regularidad". Parece que si
no es una tesis filosófica sino una trivialidad. Lo que Wittgens- no aceptamos que algo-en-la-mente pueda determinar lo que
tein nos dice es que la noción de "interpretación" no puede uti- debemos hacer, "lo que debemos decir" debería significar "lo
lizarse para explicar nuestra coincidencia a la hora de aplicar que decimos". Hay muchos comentaristas que creen que, de
una regla efectivamente. Esa coincidencia es injustificable: hecho, ésa es la opción de Wittgenstein (v. gr. Kripke, 1982).
Pero no puede ser ésa la interpretación correcta. En ese caso,
estaríamos afirmando que Wittgenstein niega lo que es una
"Seguir una regla es análogo a obedecer una orden. premisa esencial en su argumento: el hecho mismo del len-
Hemos sido adiestrados para ello y reaccionamos de un guaje presupone la determinación del sentido. Si aceptamos
modo particular. Pero, ¿qué sucedería si una persona esa opción, estamos aceptando que el rechazo de la interpre-
reaccionara de una manera y otra de de otra a la or- tación-en-la-mente como factor de determinación nos obliga a
den y el adiestramiento? ¿Cuál estaría en lo correcto?" aceptar que el sentido no está determinado.
Investigaciones..., 206 Esta tensión es aparente. Nos vemos llevados a ella si esta-
mos sometidos a una profunda ilusión sobre el modo en que
Obviamente, la respuesta es la de que nadie puede tener están relacionados una regla y sus aplicaciones. En último tér-
derecho a reaccionar de un modo u otro. En otras palabras, mino, no hay nada que justifique la práctica de aplicar una re-
nuestra capacidad de seguir reglas necesita de nuestra capaci- gla en la manera que la aplicamos. Pero eso no quiere decir
dad de reaccionar de un modo injustificable ante ciertos estí- que, para nosotros, la distinción entre lo correcto y lo inco-
mulos. Esta no es una tesis psicológica sobre las peculiarida- rrecto no esté determinada. No hay justificación de nuestra
des de los seres humanos; es una tesis lógica: cualquier actua- coincidencia en que este objeto debe ser denominado "rojo".
142
143
Pero ello no impide que aceptemos que el sentido de nuestras decimos que una regla determina ciertas aplicaciones, y no
palabras determina que este objeto deba ser descrito como ro- otras, estamos describiendo la relación interna que existe entre
jo. Lo que sucede es que esa determinación no es indepen- la regla y la práctica de aplicarla. La cuestión de si una regla
diente de nuestra coincidencia en denominarlo así; esa coinci-
determina o no las aplicaciones que en nuestra práctica son
dencia es un hecho contingente e injustificable (del que podrí- •
aplicaciones de la misma es una cuestión ininteligible. Preten-
an quizá darse causas biológicas y fisiológicas), pero ella hace /
que aceptemos que el sentido de nuestras palabras impone / demos justificar la práctica, o un movimiento de la práctica,
una aplicación. 1 desde un punto de vista externo. Los hombres aplican reglas y
consideran que ciertas actuaciones son acordes con la regla y
"Entonces, ¿no están los pasos determinados por la fórmula ciertas actuaciones no lo son. Cuando justifican la corrección
algebraica?". En su diálogo con un interlocutor imaginario, de sus actuaciones comparan ciertas aplicaciones con otras. Lo
Wittgenstein contesta que "la cuestión contiene un error" {In- que no podemos cuestionar es la corrección o incorrección de
vestigaciones, 189). ¿Cuál es el error? La pregunta, que se su- ese proceso: la cuestión sobre si algo es realmente rojo no
pone expresión de la perplejidad que causa la idea de que, en puede dar sentido a la cuestión de si la práctica de determinar
último término, no podemos justificar el modo en que segui- lo "rojo" está o no justificada. La práctica no puede tener nin-
mos cualquier regla, incorpora un sentido ilegítimo de la ex- guna justificación.
presión "determinar". En el mismo parágrafo, Wittgenstein
procede a exponer dos sentidos legítimos en los que podría
decirse que una regla determina ciertas aplicaciones. El pri- 4.4. La naturaleza social del lenguaje.
mero: cuando decimos que la regla determina su aplicación lo
que queremos decir es que es, de hecho, una regla. Es decir, 4.4.1. La concordancia comunitaria.
que es usada por las personas para proceder de cierta manera,
para obtener ciertos resultados y esos resultados son normal-
mente percibidos como los correctos por la comunidad a la No es fácil descubrir el papel que en las reflexiones de
que pertenecen. Cuando decimos que una fórmula determina Wittgenstein sobre "seguir una regla" juega la apelación a la
ciertos resultados, en ese sentido, lo único que queremos de- práctica comunitaria. Ya hemos visto que en las Investigacio-
cir es que funciona como fórmula. Pero en ese sentido la regla nes Filosóficas se introduce explícitamente la necesidad de la
no determina sus aplicaciones con independencia de lo que coincidencia entre los hombres a la hora de aplicar ciertas re-
los hombres hagan, porque la manera de decidir que existe tal glas para que nuestro lenguaje sea posible. Para que el len-
regla es considerar lo que los hombres hacen. guaje sea un medio de comunicación es imprescindible la
coincidencia no sólo en nuestras definiciones, sino también en
Hay otro sentido en que podemos discutir si una fórmula las aplicaciones del lenguaje (242). Es esencial a las matemáti-
determina o no sus resultados. Por ejemplo, el caso de una cas que los hombres coincidan en aceptar cuándo la regía ha
función como "y = x2" en cuanto contrapuesta a/'y/=x". Pero sido o no obedecida (240). En principio, la ruta hacia este tipo
este sentido de "determinar" no es el que estaba implícito en de consideraciones parece clara. La aplicación de una regla en
la pregunta inicial. Se supone que la inecuación también tiene una determinada circunstancia es, en último término, injustifi-
un uso determinado. La orden "trae cualquier flor que no sea cable. Pero evidentemente nos entendemos en la medida en
roja" y la orden "trae una flor roja" determinan ambas qué es que coincidimos en nuestras (injustificables) aplicaciones. Ima-
lo que ha de contar, en cada caso, como su cumplimiento co- ginemos que alguien, instruido convenientemente en el uso
rrecto. Es importante esta reflexión porque apunta a una de del vocabulario de colores, a partir de cierto momento dejara
las fuentes últimas de perplejidad filosófica en este tipo de de aplicar los términos de color como nosotros los aplicamos.
problemas. Tendemos a confundir una pregunta externa con Hemos visto que nuestra discrepancia con él no sería una dis-
una cuestión interna respecto a nuestra práctica lingüística. Si crepancia respecto a nuestros derechos. Tan justificado podría
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145
estar él a actuar así, como nosotros a actuar como lo hacemos. no sea posible seguir una regla privadamente'; de otro
Sin embargo, si eso sucediera habitualmente, no existiría un modo, creer que uno la está siguiendo serta la misma
lenguaje comunitario. Una condición de posibilidad de que nos cosa que seguirla".
entendamos al hablar es que tales desacuerdos no se produz-
can con frecuencia. Si lo hicieran, no habría ningún mecanismo
interno a nuestra práctica lingüística que pudiera resolverlo. Ya hemos visto en la sección precedente que Wittgenstein
Hay que advertir que el anterior argumento sólo demuestra explota una característica esencial de lo que denominamos
la necesidad de una coincidencia colectiva para que el lengua- "actuar de acuerdo con una regla"; cuando alguien actúa de
je colectivo sea posible. No que tal coincidencia sea necesaria acuerdo con una regla, o prentende actuar así, debe saber que
para que cualquier lenguaje sea posible. La cuestión que nos no todo lo que hiciera estaría de acuerdo con la regla en cues-
gustaría afrontar es la de si hay en la obra de Wittgenstein un tión; debe entender qué es cometer un error al seguir la regla.
argumento más poderoso: i. e. un argumento que demostrara Es eso lo que se supone que el seguidor de la regla privada
que no es posible la práctica lingüística más que siendo miem- no puede hacer. Pero, si aceptamos el argumento que antes
bro de una comunidad de hablantes. El argumento que de- hemos considerado, nos vemos obligados a dar una descrip-
mostrara que no es posible seguir una regía más que siendo ción contradictoria de los objetivos de su estrategia. Se supone
miembro de una comunidad que sigue reglas. Desde la publi- que es un contexto social el que suministra criterios para la
cación de las Investigaciones, muchos comentaristas están de corrección o incorrección de nuestras actuaciones. Pero ¿có-
acuerdo en que Wittgenstein pretende demostrar tal cosa mo? A costa de introducir el asentimiento de los demás como
(Ayer, 1954, Rhees, 1954, Wright, 1980, Krípke, 1982). Sin em- una tercera entidad que rompe las relaciones internas entre
bargo, la discrepancia es mayor a la hora de identificar el ar- una regla y sus aplicaciones. Se supone que es el control so-
gumento específico. La interpretación más habitual es la de su- cial el que introduce la distinción entre lo correcto y lo que
poner que tal argumento no es sino un corolario de las consi- parece correctorpero eso implicaría que nadie puede tener un
deraciones sobre "seguir una regla", y podríamos reconstruirlo conocimiento del contenido de sus enunciados distinto al me-
del siguiente modo: (1) Debe haber una diferencia entre se- ro conocimientq empírico que pueda tener de lo que los de-
guir una regla correctamente y seguir una regla incorrectamen- más van a hacer tras ellos.-La afirmación de que alguien en
te, una diferencia entre creer que se sigue una regla correcta- cierto contexto (el haber vivido siempre aislado del contacto
mente y que de hecho se siga así la regla. (2) Un individuo con los demás) no podría distinguir entre lo correcto y lo in-
aislado no puede establecer esa diferencia ya que, al ser la correcto no puede introducirse para solventar la dificultad de
práctica de aplicar una regla injustificable, el individuo en que seguir una regla es actuar ciegamente. Si suponemos que
cuestión estaría en una situación tal que su único criterio de sólo eliminando, por medio del control social, el carácter cie-
actuación correcta sería que, de hecho, le pareciera que actúa go de las actuacions regladas podemos conseguir que el signi-
correctamente. (3) Sin embargo, eso no sucede en los contex- ficado esté realmente determinado, entonces sería mera apa-
tos sociales porque los demás —lo que los demás hacen y di- riencia la relación de control que el medio pudiera ejercer so-
cen— introducen un criterio de corrección independiente de bre las actuaciones del individuo. Si sólo lo que hacen los de-
lo que les parece correcto a cada uno de los individuos consi- más puede establecer, para mí, la diferencia entre lo correcto
derados aisladamente. Ese se supone que es el sentido de In- y lo que me parece correcto, hay que responder a la cuestión
vestigaciones..., 202: de cómo es posible establecer la diferencia entre lo que me
parece que los demás hacen y lo que realmente hacen. En úl-
timo término tendré que decidir, también ciegamente, que
coincido con los demás.
"Por lo tanto, 'seguir una una regla' es una práctica.
Y creer que se sigue la regla no es seguirla. De aquí que La introducción de la concordancia con los demás como la

146 147
tercera entidad que nos justifica a cada uno de nosotros en las del mismo nivel como la conducta de asentimiento por parte
aplicaciones de una regla es una maniobra contradictoria. Par- de los demás, la que se supone que explica nuestra capacidad
te sustancial de ella es la consideración de que tal concordan- de entender qué pueda significar actuar de acuerdo o no con
cia no es justificable. Pero ello quiere decir que no puede ha- ciertas prácticas pasadas o ciertas instrucciones. Pero ¿cómo
ber ninguna diferencia entre esa coincidencia y nuestra coinci- identificar esa coincidencia sin identificar aquello repecto a lo
dencia en reconocerla como presente. En otras palabras, la que es coincidencia? Si yo reconozco que toda la comunidad
coincidencia humana a la hora de aplicar el lenguaje es el sue- coincide en aplicar la palabra "rojo" a un cierto tipo de objetos
lo rocoso. En él no puede funcionar la contraposición entre ya conozco el significado de "rojo", ya soy capaz de aplicar el
apariencia y realidad.-No hay ninguna diferencia entre una co- término del mismo modo que los demás. No es posible descri-
munidad cuyos miembros creen que coinciden al aplicar el bir tal coincidencia sin ningún presupuesto acerca de lo que
lenguaje y otra cuyos miembros, además de creerlo, coinciden es correcto o lo que es incorrecto. Un niño no puede percibir
realmente .-Nuestra coincidencia a la hora de aplicar el lengua- que la gente coincide, por ejemplo, en aplicar la palabra "rojo"
je no puede ser justificada: por tanto no puede ser descrita.^ a cierto tipo de situaciones con independencia de tener una
Ese es el núcleo último de las reflexiones de Wittgenstein so- idea respecto si en una situación debe o no aplicarse la pala-
bre "seguir una regla". Para describir nuestra coincidencia en bra. La trivialidad a la que la interpretación que comentamos
el modo en que aplicamos una regla, tendríamos que poder no hace justicia es la trivialidad de que decir que algo es rojo
identificar una relación de similitud independiente de ese mo- no es decir que algo sería denominado "rojo" por la comuni-
do de aplicar la regla. Tendríamos que ser capaces de descri- dad, o la trivialidad de que mi conocimiento de que algo es lo
bir qué es hacer lo mismo sin referirnos a la regla en cuya que exige de mí una orden no es mi conocimiento de lo que
aplicación se supone que coincidimos. Algo que, ya hemos daría satisfacción a su emisor (Zettel, 429). Es cierto que la
visto, es imposible: práctica comunitaria es injustificable. Pero ello no quiere decir
que carece por completo de sentido pensar que los demás se
equivocan o son infieles al significado de sus propias palabras.
"¿Tiene sentido decir que los hombres coinciden en lí- Si alguien entiende un lenguaje, está comprometido a tomar
neas generales en sus juicios de color? ¿A qué equival- ciertas decisiones contra posibles usos del mismo por parte de
dría que no lo hicieran?—Alquien diría que era roja la los demás. Precisamente porque es cierto que seguir una regla
flor que otro llamaría azul, etc.— Pero ¿qué derecho es, en último término, actuar sin justificación, la coincidencia
tendríamos en ese caso, a decir que las palabras 'azul' y colectiva no puede ser la razón por la que yo creo que una re-
'rojo' de estas gentes eran nuestros 'términos de color'". gla debe ser aplicada en cierto modo:
Investigaciones..., p. 227, v. cast. p. 517.
"Los términos de color se aprenden de este modo: por
"Describo el juego de lenguaje 'trae algo rojo' a aquel ejemplo, 'esto es rojo'. Nuestro juego de lenguaje se esta-
que ya es capaz de jugarlo. A los que no lo son sólo po- blece, por supuesto, sólo cuando existe cierta concor-
dría enseñárselo". dancia, pero el concepto de concordancia no entra en
Zettel, 432 el juego de lenguaje...".
"¿Es la concordancia entre los hombres la que decide
El argumento que hemos expuesto en las páginas anteriores que algo es rojo? ¿Se decide apelando a la mayoría? ¿Se
y que se supone deducible de las consideraciones de Witt- nos enseñó a determinar así él color?"
genstein sobre "seguir una regla", necesitaría que nuestra coin- Zettel, 430-31.
cidencia pudiera ser descrita. Es esa coincidencia, o requisitos

148 149
4.4.2. El concepto de "comunicación" go del mismo tipo que el hecho de que un niño saludara efu-
sivamente a sus padres al minuto de haber nacido. Incluso,
podríamos argumentar que la posibilidad —si es que es una
Hemos visto hasta ahora, cuál no es el argumento de Witt- posibilidad— de tal tipo de situaciones no refutaría la tesis de
genstein, y ello nos ha servido para percibir algunas conse- que sin el concepto de "comunicación" con los demás es im-
cuencias de sus reflexiones sobre reglas que podían pasar der posible seguir regla alguna. Si el milagro permite que tales co-
sapercibidas. Pero conviene que volvamos la vista a otro tipo sas sucedan, podemos admitir que el milagro ha permitido
de argumentos de muy diferente índole; argumentos que tra- que alguien adquiera el concepto de "comunicación" sin haber
tan de mostrar que es necesariamente incorrecto eliminar a tenido nunca contacto con nadie.
priori la posibilidad de una conducta reglada en completo
aislamiento de la comunidad. De hecho, muchos filósofos han Cuando se pregunta cómo un individuo que no ha vivido
pensado que la implausibilidad de la filosofía de Wittgenstein en sociedad podría corregir sus errores, la respuesta que se
puede mostrarse demostrando la posibilidad de un seguidor nos ofrece es la de que lo podría hacer igual que nosotros:
de reglas que nunca ha gozado del contacto con los demás. podría mirar los objetos atentamente o podría repasar un cál-
Una de las objeciones más frecuentes es la de decir que negar culo (Baker y Hacker, 1985). Pero ese tipo de respuesta olvida
esa posibilidad es establecer una tesis conceptual sobre un algo sustancial: hay una diferencia infranqueable entre nuestro
asunto estrictamente empírico. Como Blackburn ha señalado mundo y el suyo. En nuestro mundo hay muestras, en el suyo
(Blackburn, 1984), parece que la cuestión de si podemos en- sólo hay objetos físicos. La noción de "muestra" aparece con
contrar que alguien que ha vivido siempre en una isla solitaria profusión en las primeras versiones de las consideraciones so-
es o no capaz de hacer ciertas cosas que contarían como pro- bre seguir una regla y del argumento contra la posibilidad de
cesos de "seguir una regla" es una cuestión absolutamente em- un lenguaje privado. Está íntimamente vinculada a un aspecto
pírica: supongamos que un individuo como el descrito en- esencial de las opiniones de Wittgenstein sobre las relaciones
cuentra un día un cubo de Rubick y lo resuelve. Supongamos entre "regla" y "aplicación": toda práctica reglada presupone la
que después lo deshace e invierte algún tiempo tratando de existencia de instancias paradigmáticas de corrección de apli-
resolverlo hasta que lo logra, al cabo del tiempo lo vuelve a cación de la regla. Ello es así porque, en último término, no
deshacer... Posiblemente, tenderíamos a decir que el individuo existe regla alguna si no se aceptan ciertas aplicaciones como
en cuestión está siguiendo una regla. aplicaciones correctas de la regla. La necesidad conceptual de
las muestras es una constante del pensamiento de Wittgens-
Sin embargo, no es justo plantear el problema de esta ma- tein.
nera, como si la cuestión fuera la de si podemos descubrir si
alguien sigue reglas o no antes de saber si ha vivido o no en
una comunidad. Podemos imaginar que un día un individuo "Las reglas no son suficientes para establecer una
hace lo que Blackburn nos describe, pero quizás debiéramos práctica; también necesitamos ejemplos. Nuestras reglas
concluir que, después de todo, en tal caso debe tener alguna dejan alternativas abiertas y la práctica debe hablar
idea de qué es comunicarse con otros seres. De hecho, no es- por sí misma".
tamos obligados a pensar que la imaginabilidad es un criterio Sobre la Certeza, 139
de posibilidad. ¿Puedo imaginarme que un niño sale del útero
materno gritando "¡ya estoy aquí!"? o ¿puedo imaginarme que La diferencia entre un niño y el hipotético hablante que
un león rompe a hablar? Concedamos que un individuo aisla- nunca hubiera tenido contacto con la comunidad radica en
do en una isla durante toda su vida nos deja un diario que al- que el primero vive en una sociedad en la que se usan mues-
gún experto consigue traducir... Lo que hay que mostrar es tras. Nuestro especial Robinson (diferente del de Defoe en
que no tendríamos que conceder también que ha sucedido al- que éste sí había participado en prácticas regladas antes de

150 151
llegar al aislamiento) tendría que inventar la práctica de usar ¡ crito "correctamente" la serie de pares y al llegar al 1000 pasa
muestras. Tendría que inventar el concepto de "muestra". El a escribir "1004, 1008, 1012..,". Después mira atentamente lo
concepto de "muestra" es uno de los conceptos que Wittgens- escrito y con evidente irritación lo borra y lo sustituye por
tein denomina "lógicos", lo que un filósofo tradicional deno- "1002, 1004, 1006...". Aunque supongamos que hace eso, no
minaría una "categoría". Una de sus características es la de que hemos introducido en la descripción la posibilidad de que él
están vinculados a la gramática profunda del juego de lengua- esté manifestando su comprensión de lo que es "cometer un
je. Son conceptos que no pueden ser descritos: como "mis- error" (por supuesto, de ello se sigue que sólo un extraordina-
mo", "regla" o "correcto". Podemos enseñarle a un niño que rio milagro permitiría que nuestro personaje hiciera ese tipo
las reglas se denominan "regla" pero no podemos explicarle de cosas): todavía habría una diferencia sustancial con el caso
el concepto de regla. Si ya sigue reglas, ya tiene el concepto. de un niño en sociedad. En el caso de nuestro particular Ro-
Sí no sigue regla alguna, la explicación es inútil. El problema binson, no podemos introducir en la descripción la noción de
no es psicológico, sino lógico: ¿sería posible manifestar que se "error" porque "la regla que sigue" no es .distinta a la "regla
comprende que es una muestra, sin manifestar ipsofacto que que quiere seguir". La regla a la que supone que estaría vincu-
se posee el concepto de "comunicación"? lada su conducta es sólo la que estaría determinada por lo que
de hecho hiciera. Cuando un niño hiciera las mismas "correc-
Por supuesto la adquisición del concepto de "muestra" (o
ciones" a sus inscripciones habría un patrón independiente de
de "regla", o de "lo mismo") es injustificable,. Pero lo esencial
esos movimientos. El niño podría manifestar su intención de
es que no tenemos que imaginar que un niño en sociedad ne-
ser fiel a la práctica en la que ayer fué instruido. Entiende qué
cesita conceptualizar regularidades antes de entrar en un inter-
es ser corregido porque es, de hecho, corregido. Y entiende
cambio significativo con los mayores. Si aceptamos, como una
que cuando se le pide que rectifique no se le pide sólo que
consecuencia de los argumentos de Wittgenstein sobre "seguir
sustituya lo que antes escribió por lo que ahora estaría dis-
una regla", que ninguna regularidad es independiente de las
puesto a escribir... Robinson no habría tenido nunca una ex-
prácticas de aplicar reglas —o de usar muestras— la diferencia
periencia semejante. Las primeras reglas que un ser humano
entre un niño en el medio social y nuestro Robinson es cru-
sigue han de ser independientes de su decisión.
cial. Aunque es injustificable, es inteligible que un niño entre
en intercambio significativo con sus mayores y, a la vez, pue-
da gradualmente manifestar su conceptualización de regulari-
dades. Robinson tendría que descubrir y conceptualizar alguna 4.5. Formas de Vida:
regularidad sin haber visto nunca usar una muestra. La Autonomía de la Gramática.
Sólo alguien que entienda qué es comunicarse con los de-
más puede entender algunas distinciones fundamentales; por 4.5.1. Lo Dado.
ejemplo, la distinción entre la regla que de hecho se sigue y la
regla que se intenta seguir. Sólo porque hay muestras (institu- No hay posibilidad de descubrir semejanzas en la experien-
ciones prácticas) pre-existentes a la actividad de un individuo cia más que a través de la aplicación de una regla (RFM, IV,
puede éste manifestar su comprensión de esa diferencia. El in- 2). Dicho de otro modo, "el uso de la palabra 'regla' y el uso
dividuo que nunca hubiera participado en la vida comunitaria de la palabra 'mismo' están entrelazados" {Investigaciones,
no podría tener una idea equivocada acerca de la regla que 225). Estas consideraciones son relevantes para algunas de las
pretende seguir —sólo lo que de hecho hiciera determinaría grandes cuestiones de la epistemología tradicional. La manera
qué regla querría seguir: lo que es una reducción al absurdo. en que aplicamos nuestras reglas no está justificada por las
Imaginemos que tal individuo exhibe una conducta todo lo propiedades de la experiencia. Por ejemplo, no es cierta simi-
sofisticada que queramos. Imaginemos que escribe series nu- litud entre los diversos objetos a los que aplicamos la palabra
méricas y que "corrige" sus errrores, que, por ejemplo, ha es- "rojo" la que justifica nuestra aplicación del mismo predicado.

152 153
La supuesta similitud entre esos objetos no es descriptible más den al hacer ciertas cosas y otra cuyos miembros sólo creen
que diciendo que todos son rojos, que respecto a todos ellos que coinciden al hacerlas. Esta concordancia es el último e
sería correcto utilizar la expresión rojo. Por supuesto, no to- irreversible dato si es que nociones como "regla", "correcto", o
dos nuestros predicados son del mismo status que los predica- "significado" han de ser posibles en absoluto:
dos de color. Un diccionario puede definir las condiciones de |
aplicabilidad de la expresión "elefante" de un modo distinto a "Podría decirse que lo que ha de ser aceptado, lo da-
cómo define las condiciones de aplicabilidad de "rojo". Pero, do, son las formas de vida (Lebensformen)"
en último término, esa definición es posible porque ya sabe- Investigaciones, p. 226, v. cast. p. 517.
mos aplicar algunos predicados respecto a los que no sería
posible tal tipo de explicación.
Wittgensteín apuntó repetidamente la idea de que nuestro
La vieja idea empirista de que el cemento del universo son | sistema de conceptos no está justificado por la experiencia; y
propiedades cualitativas que la mente humana capta por expe- una manera de subrayar eso fue insistir en que estaba vincula-
riencia directa debe considerarse como un caso especial de | do a ciertos hechos de nuestra naturaleza que subyacían a
platonismo sobre regías. No hay relaciones de semejanza da- nuestra concordancia al aplicar ciertas reglas. Si no coincidié-
das a la experiencia que puedan fundamentar la estructura de ramos a la hora de identificar colores, nuestro concepto de
nuestros conceptos. Sólo nuestros conceptos generan relacio- "color" no existiría. Imaginemos que ciertos hechos sobre
nes de semejanza. No es semejanza entre las condiciones de nuestra naturaleza fueran distintos a como son: imaginemos
aplicación correcta de una regla la que las hace tales condicio- que, por ciertos mecanismos evolutivos, nuestra capacidad de
nes, es el hecho de que sean condiciones de aplicación co- coincidir en la identificación de colores fuera mucho más re-
rrecta de la misma regla lo que las hace semejantes. Es perfec- ducida de lo que, de hecho, es. Si alguien piensa que nuestros
tamente posible una comunidad en que, por ejemplo, lo que conceptos de "color" están justificados por la experiencia, el
nosotros consideraríamos como instancias de un mismo color hecho de que en ciertas situaciones, en las que no fuera posi-
fueran consideradas como instancias de colores muy diferen- ble el acuerdo respecto al color de las cosas, no pudieran
tes. Y la única manera de describir esa diferencia sería descri- existir tales conceptos sirve para sacarle de su error. Wittgens-
bir cómo ciertas muestras son utilizadas para generar ciertas teín, cuando hace este tipo de reflexiones, no está interesado
prácticas de aplicación de un predicado. en establecer hipótesis empíricas sobre la dependencia causal
Una de las características formales de lo "dado" en la tradi- de nuestros conceptos respecto a ciertos hechos de nuestra
ción epistemológica es la de constituir el ámbito de los ele- naturaleza: está interesado en subrayar que no tiene sentido
mentos respecto a los que no es posible la dicotomía entre pensar que un sistema de conceptos está justificado, o es el
"ser" y "parecer". En ese sentido, "lo dado" para Wittgenstein sistema correcto {Investigaciones, p. 230, v. cast. p. 523, B. U.
es nuestra práctica social de aplicar ciertas reglas, de estar de PH., I, 46).
acuerdo en cuáles son sus aplicaciones correctas, de utilizar
ciertas muestras de cierta manera, de reprender cierto tipo de
actuaciones y no otras... Son esas las nociones respecto a las 4.5.2. La concordancia en los juicios.
que la diferencia "ser-parecer" no puede funcionar, son esas
actividades las que generan la posibilidad de esa diferencia. La El carácter injustificable de nuestra coincidencia a la hora
coincidencia humana en cierta manera de aplicar reglas no ad- de aplicar el lenguaje es la base de las polémicas afirmaciones
mite un análisis como "apariencia" de la coincidencia. No lo de Wittgenstein:
admite porque semejante coincidencia, lo hemos visto, existe
como tal sólo en la medida en que es reconocida. No hay nin- "¿De modo que afirmas que la concordancia entre
guna diferencia entre una comunidad cuyos miembros coinci- los hombres decide lo que es verdadero y lo que es falso?

154 155
Lo que es verdadero y falso es lo que los hombres dicen, ven de base a la crítica de Wittgenstein al escepticismo filo-
y ellos concuerdan en el lenguaje que usan. No es una • cartesiano. En cierto modo, podría decirse que esta posición
concordancia en opiniones sino en forma de vida". se origina por una percepción inadecuada del hecho de la au-
"La comunicación por medio del lenguaje requiere tonomía de la gramática. El hecho de que en último término
de la concordancia no sólo en las definiciones, sino nuestra práctica lingüística no esté justificada es convertido en
(por extraño que parezca) en los juicios. Esto parece un motivo de duda sobre la adecuación de muchas de nues-
abolir la lógica, pero no lo hace..." tras creencias ordinarias. Parte de la estrategia de Wittgenstein
Investigaciones..., 241 y 242 en esta obra puede utilizarse para aclarar la contraposición en-
tre "juicios" y "opiniones" que se hace en los parágrafos 241-
242 de las Investigaciones. El ataque al escepticismo filosófico
Nuestra coincidencia a la hora de aplicar el lenguaje no está en Sobre la Certeza se articula en torno a la elucidación de las
justificada por nada. Es el último dato al que hay que recurrir relaciones que guardan distintos tipos de enunciados con las
para describir nuestra práctica lingüística. La relación interna reglas de nuestra práctica lingüística. Consideremos, por ejem-
entre una regla y sus aplicaciones está determinada por las plo, las afirmaciones siguientes:
aplicaciones mismas. No es nuestra concordancia en ciertas
definiciones la que explica nuestra concordancia en ciertos jui-
cios. Es nuestra coincidencia en ciertos juicios la que da conte- (1) Acaba de pasar fuan por la calle. (Me he asoma-
nido a nuestras definiciones. Es importante, no obstante, que do a la ventana y lo he visto)
seamos cuidadosos en este tipo de cuestiones. La coincidencia (2) Tengo dos manos
en juicios a la que Wittgenstein alude no es una coincidencia (3) May objetos físicos.
en opiniones, y no es fácil ver cómo una concordancia del pri-
mer tipo puede no ser una del segundo tipo. Existe cierto paralelismo interesante en la forma en que,
Wittgenstein no está diciendo que hablar del principio de tanto la semántica clásica como la teoría del conocimiento filo-
no contradicción sea decir simplemente que los hombres coin- cartesiana, considerarían estas proposiciones. La estrategia car-
ciden en aceptar que una proposición no pueda ser verdadera tesiana incorporaría el supuesto de que es perfectamente posi-
y falsa a la vez. Los hombres no podrían aceptar que algo es ble discutir, en el mismo sentido en cada caso, sobre la verdad
verdadero y falso a la vez, del mismo modo que no podrían o falsedad de estas afirmaciones. Además, supondría que nin-
aceptar que una mancha es verde y roja a la vez. Si alguien di- gún enunciado de los tipos (1) ó (2) estaría completamente
jera que algo es verdadero y falso deduciríamos que por "ver- justificado a menos que lo estuvieran ciertos enunciados del ti-
dadero" o "falso" quiere decir algo diferente a la que nosotros po (3). La semántica clásica afirmaría que la única diferencia
queremos decir. Decir que algo no puede ser verdadero y fal- relevante entre estos tres tipos de enunciados la incorporaría
so es describir una propiedad interna de los conceptos de su análisis desde el punto de vista de la pragmática: podría ser
"verdad" o "falsedad", del mismo modo que decir que algo no superfluo afirmar un enunciado como (3) y, en la mayoría de
puede ser rojo y verde a la vez es describir una propiedad in- las circunstancias, uno como (2); pero nada de ello impediría
terna de los conceptos de color. No es decir que los hombres considerar a los tres como verdaderos, si es que Juan paseaba
coinciden en tales afirmaciones. Pero sin nuestra coincidencia por la calle, en el mismo sentido de "verdaderos".
al aplicar el lenguaje no habría lenguaje y, por tanto, no ha- De acuerdo con Wittgenstein la situación es más complica-
bría lógica. Y una condición del lenguaje es que coincidamos da. Lo que caracteriza a un enunciado como (2) es que, en los
también a la hora de aceptar la verdad de ciertos enunciados. contextos ordinarios, no parece tener ninguna finalidad comu-
Puede ser útil en este punto volver la vista a alguna de las nicativa. Es el tipo de ejemplo que utilizó Moore para demos-
consideraciones que en Ueber Gewissheit (Sobre la Certeza) sir- trar la existencia de un mundo externo (Véase su "Proof of an

156 157
External World", 1939, y su "A Defence of Common Sense", respecto a que está en su habitación cuando acabamos de ce-
1929, en Moore, 1959). No tiene ninguna finalidad comunicati- rrar su puerta sería un enunciado del tipo (2). Esto implica
va en contextos normales porque, en ellos, su verdad está que el lenguaje es posible porque coincidimos en considerar
más ailá de toda duda. Para Moore, eso lo convertía en para- que ciertas situaciones convierten a nuestros enunciados ordi-
digma de proposiciones verdaderas. Pensaba, de acuerdo con narios en verdaderos. Si no coincidiéramos en la verdad de
su adversario cartesiano, que si alguna proposición del tipo muchos de nuestros enunciados no habría lenguaje en absolu-
(2) era verdadera, entonces ciertas proposiciones del tipo (3) to porque no habría conceptos. Si nunca estuviéramos de
debían ser verdaderas. La diferencia con el cartesianismo con- acuerdo en el color de las cosas no habría conceptos de color.
sistía, obviamente, en que Moore pensaba que sí era posible Y por tanto no habría relaciones lógicas entre nuestros con-
fundamentar la verdad de (3) en base a la supuestamente in- ceptos de color. Sin coincidir en la verdad de ciertos enuncia-
controvertible verdad de (2). dos no habría lógica en absoluto.
¿Qué juicios son aquellos que Wittgenstein menciona en Pero la lógica sí es anterior a las opiniones. ¿Puede ser un
Investigaciones, 242? ¿Cuáles son los juicios en que debemos asunto de opinión que yo ahora tengo dos manos o que el co-
coincidir para que nuestro lenguaje sea posible? Algunos de lor del mar es azul? En un importante sentido Wittgenstein di-
ellos son los juicios del tipo (2). Sin la coincidencia respecto a ría que no. Podemos extraer la moraleja de muchos de sus
esos juicios sería imposible medir la corrección o incorrección ejemplos: si al niño se le enseñara que quizá el mar es azul.
de nuestras opiniones. Una coincidencia respecto a tal tipo de ¿Qué motivo tendríamos para decir que el "quizá" expresa la
juicios es sólo una coincidencia respecto a cómo determinar, posibilidad de que no sea (realmente) azul? ¿Cómo podría en-
en cada momento, la verdad o falsedad de los juicios ordina- tender nuestro "quizá"? (Véase Sobre la Certeza, 450). No es
rios del tipo (1). Por supuesto, Moore estaba equivocado al concebible que alguien aprenda el significado de alguna pala-
describir la relación entre los juicios del tipo (1) y los del tipo bra sin estar seguro de ningún hecho. La aceptación de algu-
(2). Nuestra certeza respecto a estos últimos es una condición nos juicios, en algunas circunstancias, no es asunto de opinión.
de la existencia de la misma práctica lingüística. Imaginemos Es asunto de mera competencia lingüística. Hay un límite al
una genuina discrepancia en opiniones. Imaginemos, por desacuerdo que los hablantes pueden manifestar entre sí. Hay
ejemplo, que yo crea que Juan está en su habitación y tú creas desacuerdos entre los miembros de una comunidad que están
que no lo está. La posibilidad misma de esa discrepancia está producidos por los diferentes niveles de infomarión que pose-
conectada con la posibilidad misma del lenguaje. Y no sería en. Pero la posibilidad de esos desacuerdos radica en que en
posible esa discrepancia sin ciertas coincidencias fundamenta- ciertas circunstancias la falta de coincidencia no se produzca.
les; en este caso, la aceptación por parte de los que discrepan La apelación de Wittgenstein a las formas de vida es una
de que, en ciertas circunstancias, algunas evidencias decidirían consecuencia del hecho de que nuestra aceptación de ciertos
si es verdad o no que Juan está en su habitación. Pero ello só- juicios como verdaderos en ciertas circunstancias no es justifi-
lo es posible si aceptamos algunos juicios del tipo (2) como cable. Es parte constitutiva de nuestra práctica lingüistica de
incontrovertiblemente verdaderos. tal modo que, si cambiara, se alteraría el significado de nues-
Es importante observar que no hay posibilidad de estable- tras palabras. Y está más allá de lo "correcto" y lo "incorrecto".
cer un límite preciso entre los juicios del tipo (2) y los juicios La "forma de vida" determina los aspectos más profundos de
del tipo (1). Es más, cualquier juicio del tipo (1) puede con- nuestra gramática. Podríamos llamar "mesas" a las manos, pero
vertirse en un juicio del tipo (2) en determinados contextos. Si no podríamos, viviendo como vivimos, dejar de reconocer en
yo tengo evidencias de que Juan está en la habitación de al la- ciertas circunstancias ciertos hechos. El hecho de que acepte-
do y tú no lo sabes, mi enunciado de que Juan está allí es un mos como suprema corte de apelación en ciertas circunstancias
enunciado del tipo (1). Si tú y yo acabamos de dejar a Juan en que aquí hay una mesa, o que ésta es la misma mesa que ha-
su habitación después de una discusión con él, mi enunciado bía ayer, está vinculado a nuestra manera de actuar. Las coinci-

158 159
dencias en nuestra práctica lingüística están determinadas pof! mis manos sobre la mesa", la palabra "manos" tengan dos sig-
nuestras acciones cotidianas. Sin alterar éstas es imposible alte-*'.) nificados bien distintos. El filósofo escéptico necesita aceptar
rar la gramática profunda de nuestro lenguaje. (Véase, Sobre que no los tiene. Sólo así puede considerar que la misma cre-
la Certeza, 148, 196, 204, 232, 395). Por ejemplo, recordemos encia que es aceptable en la vida ordinaria es injustificable fi-
Investigaciones, 185, la posibilidad de hacer comprender al ni- losóficamente. Si Wittgenstein tiene razón, el significado de
ño dependería de ciertas reacciones naturales en él; reacciones "manos" está determinado por nuestra concordancia cotidiana
del tipo de la de mirar en la dirección que marca la punta del a la hora de utilizar la expresión. No hay nada que pudiera
dedo. O la relación entre ciertas reacciones instintivas y la po- determinar ese significado sino nuestra coincidencia en reco-
sibilidad del razonamiento inductivo: un niño y un animal no nocer que en ciertas circunstancias estamos incontrovertible-
vuelven a acercarse al fuego cuando se han quemado. "La cre- mente autorizados a utilizarla. En ese caso, la duda filosófica
encia de que el fuego me volverá a quemar es del mismo tipo es una actitud contradictoria: equivale a pretender preservar
que el miedo a que me queme" {Investigaciones, 473). el significado de nuestras palabras y cuestionar los mecanis-
Es su ansia por una justificación de ciertos aspectos profun- mos cotidianos que determinan ese significado.
dos de la gramática la que convierte al escepticismo en una Antes de seguir, conviene hacer una puntualización. Es
maniobra contradictoria. Nuestra "creencia" en la existencia cierto que la teoría del significado de las Investigaciones pue-
del mundo independientemente de nuestra conciencia, o de utilizarse para fundamentar esta estrategia general contra
nuestra "creencia" en el curso regular de la naturaleza no son el escepticismo. Ello está relacionado, por ejemplo, con el
opiniones sobre el mundo. Son simplemente nuestra manera abuso que en la filosofía analítica post-wittgensteniana se hizo
de vivir. No hay razones para creer que el fuego nos va a que- del llamado "argumento del caso paradigmático". El argumen-
mar o que los objetos no desaparecen cuando nadie los ve. to supone que es parte del significado de un término el que
Pero ¿qué quiere decir que tenemos esas creencias? ¿Podría- ciertos enunciados en que el término es usado en circunstan-
mos creer lo contrario y vivir como vivimos? El escepticismo cias paradigmáticas —"Aquí hay una mesa", en las circunstan-
es bien consciente de que su posición no puede ser llevada a cias en que cualquier hablante estaría de acuerdo— sean ver-
la vida ordinaria. En esto la actitud de Hume es paradigmática. daderos. Pero debemos ser muy cuidadosos con la utilización
Pero las consideraciones de Wittgenstein sobre las relaciones de este tipo de estrategias. Es cierto que si Wittgenstein tiene
entre "regla" y "aplicación" le permiten diagnosticar la dicoto- razón son correctas. Pero ello no quiere decir que sean con-
mía entre creencia filosófica y creencia ordinaria, que es esen- vincentes. El problema es que el escéptico tenderá a conside-
cial para que la actitud escéptica sea inteligible, como una di- rarlas como una reducción al absurdo sobre la teoría del sig-
cotomía que no puede sostenerse. Un filósofo clásico puede nificado que las genera. Si un filósofo siente el tipo especial
mantener que las razones que serían válidas para defender fi- de perplejidad asociado a los grandes problemas de nuestra
losóficamente una creencia no pueden exigirse a las creencias tradición epistemológica, no es probable que acepte ninguna
que, como ciudadano del mundo, debe aceptar todos los días. teoría del significado que origine este tipo de argumentos. De
Pero lo que no puede mantener es que el significado de sus hecho, como veremos en el capítulo siguiente, la manera en
palabras cuando expresa sus opiniones filosóficas no guarde que Wittgenstein afrontó en las Investigaciones las más gran-
relación con los significados de las mismas palabras en la vida des cuestiones epistemológicas están relacionadas en formas
ordinaria. Una cosa es que las necesidades de la vida le obli- mucho más sutiles con su teoría del lenguaje.
guen a Hume a aceptar la creencia no fundamentable filosófi-
Wittgenstein distingue enunciados del tipo (2) ("Tengo dos
camente de que hay un mundo externo; y otra muy distinta es
manos") de enunciados del tipo (3) ("Hay objetos físicos").
que en la proposición filosófica "No podemos estar seguros de
La diferencia relevante entre ellos es que mientras los prime-
que estas manos tengan algún tipo de realidad independiente-
ros pueden, en algunos contextos ordinarios, convertirse en
mente de ser percibidas" y en la proposición ordinaria "Puse
enunciados del tipo (1), los segundo no. Hay contextos, no

160 161
el de una charla de filosofía, en los que sería relevante decir-
le a alguien que tengo un par de manos. No hay contextos
en los que pudiera ser relevante decirle a alguien que hay
objetos físicos. Tanto el filósofo escéptico como quien piensa
m
que la verdad del hecho de que tengo dos manos puede uti- 500-1*1 « r »«1W*1«* «>•> " * *•* * • • *
ooa
lizarse para justificar nuestra creencia en la existencia inde- MjM «!*• " *»"* •• *"• * •* • • * * 'f
pendiente del mundo, coinciden en suponer que la relación l u k ^ * wu **• «MI»***» • W?*
entre un juicio del tipo (2) y un juicio del tipo (3) es un caso "1
de la relación particular-general. La misma relación, por
ejemplo, que existe entre el juicio "Hay canguros en Austra-
lia" y el juicio "Hay animales en Australia". Pero el status ló-
gico de ambos es muy diferente. Las proposiciones tipo (2) 120
pueden ser tratadas como lo que está más allá de toda duda ¿y. fue ¿tf. '/mf-: * Jú *¿£js*^^
en la mayoría de los contextos, pero pueden ser cuestiona-
das en algunos otros. Las proposiciones del tipo (3) no pue- -•a-* *• --3*
den ser cuestionadas en ningún contexto ordinario. Eso está tu las áU Arvfóa; 4t# Mt al**
vinculado con una característica esencial de ellas: es inconce-
bible que los primeros enunciados que un niño aprendiera •i>t«r tm M»<mr >»•»—num^ n i n » t *•*-«*
de su lengua materna fueran proposiciones del tipo (3). Y es, Itav M t t l u g , l i M k día U i *U MtrsQ»«aaW> ' ,
i' ¡A
por tanto, inconcebible que alguien tuviera sólo competencia
lingüística en tal tipo de proposiciones. »ti*kc«n «*M M*j(át.m^, *****
n l a a 4«¿k, «i» «•*,***" t *aa» *
Las proposiciones del tipo (3), pertenecen a nuestro "mé-
todo de representación". Son el reflejo de ciertas característi-
cas profundas de nuestra práctica lingüística. Un niño apren- *•* •** •'«• i«"»;»i*i *T***> *** *Mc4 «••* «taaar A»**
de primero a identificar mesas y sillas... Luego quizá se le en- ••«••aitt?, •»*»* B w V t m , * # « * • ff«t • tetM •' |H^M
señe el uso de la palabra "objeto". Pero, sin una práctica lin-
güística previa, el concepto lógico de "objeto físico" es ininte- taUT 8ur« 0^/ímfL d i * pr»tó¡Uoh<> *u*«&4ta« Ata**»
ligible. "Todo lo que describe el juego de lenguaje es parte Btlwuptu^to*. G*dgii)ittu»j
de la lógica" (.Sobre la Certeza, 56). En este sentido, los enun- 1*1
ciados del tipo (2) y los enunciados del tipo (3) pertenecen,
unos en algunos contextos y otros en cualquiera, a la lógica. Ba S»t-^»«k^«:W
Su función es la de describir algunas facetas de nuestro uso •Mar tu* «
del lenguaje. Su justificación es la misma que la de nuestra
práctica lingüística: es decir, ninguna. Pero sin alterar la gra-
mática profunda de nuestro lenguaje no pueden ser altera-
dos. Y para cambiar aquella sería preciso que cambiara nues-
tra forma de vivir.
Borrador de las Investigaciones Filosóficas

162 163
amplio, podemos denominar "concepción cartesiana de la
mente" es un conjunto de doctrinas, no siempre compatibles
entre sí, pero que comparten un supuesto que fue sin duda
elaborado por el gran pensador francés: la primacía epistemo-
lógica del ojo interior de la mente. Como es sabido, el progra-
ma cartesiano consistía en la búsqueda de alguna verdad que
estuviera más allá de toda duda posible; Descartes pensaba
que este papel no podía ser atribuido a los juicios ordinarios
sobre el mundo: según él, nadie podría estar seguro de la ver-
dad de un enunciado como

Enfrente de mí hay una mesa,

a menos que estuviera seguro de la verdad de otros enuncia-


dos para los que prima facie no es posible encontrar eviden-
cias concluyentes; enunciados como
Epistemología y Filosofía
de la mente Cuando me parece que hay una mesa, y las eviden-
en las Investigaciones cias que tengo a favor de mi creencia son de un tipo de-
Filosóficas terminado, entonces es verdad que hay una mesa.

Descartes percició que no es fácil encontrar una demostra-


ción de los dos enunciados anteriores. Lo que había de correcto
en su intuición es el hecho de que cualquier demostración de
ellos debería depender de premisas que, como mínimo, serían
tan inseguras como los enunciados a demostrar. Si pretendo
5.1 La concepción cartesiana de la mente. justificar mi creencia en que mis sentidos no me engañan aho-
ra, tendré que basarme en mi creencia en que la información
Las Investigaciones Filosóficas no son sólo un ataque a que me están transmitiendo es coherente con lo que yo sé so-
ciertas concepciones del significado que hundían sus raíces en bre el mundo. Pero, ¿cómo lo sé? Porque confío en la informa-
la pretensión fregeana de una teoría del lenguaje cristalina y ción que me transmiten en la mayoría de las ocasiones... Evi-
aislada de la contaminación de la psicología. Lo que hace del dentemente, nada de eso puede ser una prueba de que los sen-
libro uno de los momentos cruciales de la filosofía de este si- tidos, en la mayoría de las ocasiones, no me engañan...
glo es el modo en que Wittgenstein vincula su crítica a ciertas El filósofo francés encontró la solución a este impasse en
concepciones incoherentes del lenguaje con su ataque a mu- los enunciados en primera persona sobre la propia mente.
chos de los planteamientos que habían sido terreno habitual Quizá no sea indudable que enfrente de mí hay una mesa, pe-
de los filósofos desde el siglo XVII. ro ninguna de las razones que podríamos dar para considerar
Es bien conocido el lugar crucial que ocupa Descartes en el que no lo es nos permite dudar de una multitud de enuncia-
desarrollo de nuestra tradición filosófica. Lo que, en sentido dos que tratan de los estados de mi mente. Por ejemplo,

164 165
Me parece que enfrente de mí hay una mesa. lismo cartesianismo. Por ejemplo, los filósofos empiristas. Los
Tengo una sensación visual como de una mesa en- empíristas británicos de los siglos XVII y XVIII aceptaron el
frente de mí. principio cartesiano de que el punto de partida epistemológi-
Creo que enfrente de mí hay una mesa. co —lo que mejor conocemos— es siempre la propia mente.
Descartes pensaba que ninguno de los enunciados anterio- Las ideas de Locke o las percepciones de Hume son, en ese
res puede ser precedido por una expresión de duda. No es fá- sentido, equivalentes a lo que Descartes había denominado
cil entender lo que alguien podría querer decir si afirmara que "pensamientos".
no está seguro de creer que delante de él hay una mesa. Por Esta teoría del "ojo interior" está a la base de muchos de los
supuesto, también creyó que esto se podría generalizar a to- problemas que han obsesionado a los filósofos desde el siglo
dos los enunciados psicológicos en primera persona: tampoco XVII. Si se supone que yo puedo identificar y comparar direc-
es inteligible que alguien dude de si tiene o no un dolor, o de tamente mis propios contenidos de conciencia, por medio del
si está dudando... mecanismo interior de la introspección, es inevitable pensar
En cierto sentido Wittgenstein aceptó siempre que había al- que hay especiales problemas a la hora de aceptar la posibili-
go de verdad en esa intuición cartesiana. Por ejemplo, en las dad de indentificar contenidos de conciencia que no sean los
Investigaciones, (p. 222, v. cast. p. 507) se nos dice que en la míos, o a la hora de analizar el status de la creencia ordinaria
asimetría gramatical entre la primera y la tercera persona de en la existencia de un mundo externo independiente de la
los enunciados psicológicos (no puedo dudar de si yo pienso, conciencia. De ahí surgen las cuestiones tradicionales de:
no tiene sentido que afirme que sé lo que pienso) está con- a) Las otras mentes. ¿Qué criterios fiables puedo utilizar pa-
densada "toda una nube de filosofía en una gota de gramáti- ra estar seguro de que hay, en otras conciencias, un contenido
ca". Ahora bien, la última filosofía de Wittgenstein es un ata- fenomenológico similar al mío? De hecho, la única evidencia
que continuado a la manera en que los filósofos post-cartesia- que yo tengo sobre los contenidos de conciencia en las otras
nos han extraído consecuencias filosóficas sobre la mente y el mentes es la conducta de los otros seres vivos. Ahora bien, en
conocimiento humano a partir de esa gota de gramática. Witt- mi propio caso yo sé que ciertas formas de conducta están sis-
genstein criticará lo que podemos denominar la teoría del "ojo temáticamente relacionadas con ciertos contenidos en mi men-
interior": la teoría que sostiene que el secreto de la incorregi- te; por ejemplo, sé que cuando sinceramente digo que veo
bilidad de los enunciados psicológicos en primera persona ha- "rojo" se produce en mi mente una sensación de determinadas
ya que buscarlo en el hecho de que la mente es un receptácu- cualidades. El problema es, ¿cómo puedo llegar a saber que
lo oculto a los demás, y cuyos objetos son percibidos de un tales correlaciones sistemáticas son las mismas en mi propio
modo tan directo que sobre ellos no cabe el error. Esta doctri- caso y en el caso de los demás seres humanos? Recordemos
na equipara la forma lógica de un enunciado como "Tengo que el supuesto de partida es el de que nadie puede percibir
dolor" a la de otro como "Veo un libro". La diferencia funda- las cualidades de las sensaciones de los demás.
mental entre el percibir un dolor y percibir un libro viene da- b) La reducción fenomenalista de la realidad. Si yo tengo
da por el tipo de objetos sobre el que se efectúa la operación: acceso directo a mis estados perceptivos, ¿cuál es el status de
los estados mentales son objetos privados en el sentido de nuestra creencia ordinaria en la existencia de un mundo exter-
que, a diferencia de los libros y las mesas, son los únicos que no y, por lo tanto, distinto a la conciencia? Dado el supuesto
pueden percibirse directamente y además sólo son percepti- inicial de que percibo directamente las propiedades de mis es-
bles por su poseedor. tados de conciencia, ¿cómo construir la noción de una propie-
Si utilizamos la doctrina del "ojo interior" como caracteriza- dad del mundo que no sea función de mis estados percepti-
dora de la concepción cartesiana de la mente, es obvio que vos? (Si una de las cosas que percibo son items perceptuales
puede decirse que tal concepción incluye muchos filósofos en el escenario de la mente,, parece difícil admitir que además
que, en principio, se encuentran bastante alejados del raciona- pueda percibir las cosas del mundo).

166 167
c) El solipsismo. ¿Qué sentido tiene la atribución de esta- cerebro. Como resultado de esa alteración se produce una re-
dos de conciencia a otra conciencia distinta a la "mía"? El pro- acción en el sistema muscular y mi cuerpo se agita... Bueno...
blema no es ya el conocer las cualidades de las mentes de mis aquí sí tenemos una cadena causal clara, ¿qué lugar ocupa en
vecinos, sino el de dotar de sentido a la idea de otra concien- esa cadena la sensación de dolor, tal y como es captada por el
cia. Es un hecho del mundo, para cada uno de nosotros, que ojo interior? No parece que pueda ocupar ninguno. (De hecho,
cada uno tiene conciencia. Pero toda la evidencia que yo pu- si se nos dijera que ocupa un lugar, nos sería difícil entender
diera recoger sobre la conciencia de los demás sería compati- en qué eslabón de la cadena había que colocarla). Lo que que-
ble con que, de hecho, los otros seres humanos fueran meros remos decir es que el papel causal de la mente parece nulo: lo
autómatas desprovistos de los colores, sabores, sufrimientos que ella explica... parece que podría ser explicado sin ella.
que, en mi propio caso, sé que coexisten con el movimiento Antes de proseguir, conviene hacer algunas matizaciones.
de mi cuerpo. Y si no puede haber evidencia que diferencie No existe un corpas de doctrina sistemática que pueda ser de-
las hipótesis de que los demás tienen conciencia y de que son nominado la "concepción cartesiana de la mente." De hecho,
meros autómatas —es decir, si ninguna evidencia posible es aceptar como inteligibles algunas de las cuestiones que hemos
capaz de hacer más plausible una hipótesis que otra— ¿qué mencionado en las páginas anteriores nos compromete con
sentido puede tener afirmar que la hipótesis de que los demás negar la inteligibilidad de otras (ningún fenomenalista en sen-
tienen una conciencia similar a la que yo experimento en mi tido estricto se siente atraído por el problema mente-cuerpo).
propio caso es una hipótesis con un genuino contenido? Lo que sí tienen en común es que, en todas ellas, una condi-
d) El problema mente-cuerpo. Descartes afirmó que la ma- ción de inteligibilidad es la aceptación de la doctrina del "ojo
teria y la mente eran dos sustancias distintas. De hecho, no interior". Por otra parte, tampoco debemos pensar que la doc-
hace falta una profunda reflexión filosófica para percibir algu- trina se agotó con Descartes y los empiristas. Recordemos por
nas de las diferencias: los estados mentales no tienen las pro- ejemplo, el sistema kantiano: la caracterización del mismo co-
piedades que son esenciales a la materia (no tiene sentido ha- mo realismo empírico e idealismo trascendental pretende re-
blar de la longitud de un dolor, o del peso de un deseo). Pero solver algunas formas de escepticismo que se habían origina-
existe una relación entre la mente y la materia: por ejemplo, do en las teorías empiristas de la mente. Pero es difícil creer
cuando alguien pincha mi brazo... siento dolor. Y cuando de- que la propia solución kantiana escapa a la doctrina del ojo
seo levantar el brazo... mi brazo se levanta. La teoría del ojo interior. El realismo empírico de Kant es también idealismo
interior nos obliga a pensar que la mente y la materia tienen transcendental porque acepta que el mundo objetivo no pue-
lo que podríamos denominar "existencias lógicamente inde- de ser definido como un mundo nouménico. El mundo de ob-
pendientes". Es decir, si es un hecho que mis sensaciones de jetos es un mundo de fenómenos (bien que sometido a ciertas
dolor son captadas por el ojo interior, son captadas indepen- estructuras que son lógicamente anteriores a la experiencia). Y
dientemente de la agitación de mi cuerpo. Lo que quiere decir todo fenómeno es para Kant una representación: incluso las
que es perfectamente imaginable que en mi conciencia se^die- representaciones, externas son, en tanto que representaciones,
ra un dolor de igual intensidad y, sin embargo, en ninguna internas. Es decir, el mundo objetivo extrae sus materiales de
parte del mundo se diera la tendencia a la agitación. Una solu- las representaciones de la mente. Tampoco parece posible du-
ción podría ser la de decir que las relaciones entre la mente y dar de la supervivencia de la doctrina del ojo interior en dos
la materia son meramente causales. Pero es difícil ver en qué de las grandes corrientes filosóficas del siglo XX: la fenomeno-
puede consistir la relación causal entre dos tipos de realidades logía y el neo-positivismo. El lema de los fenomenólogos, el
tan distintas como la mente y el cuerpo. Supongamos un caso de describir el mundo dado, supone que el punto de partida
muy simple: alguien pincha la piel de mi brazo, se produce es cartesiano: el mundo dado es el mundo dado a la concien-
una alteración en la periferia del sistema nervioso que de al- cia. El problema de la fenomenología es el de descubrir en la
gún modo se transmite a la médula o, en otros caso, al mismo conciencia el hilo conductor que permita introducir en lo da-

Í68 169
do las estructuras objetivas que hagan precisa y posible la ferenciar la identidad numérica y la identidad cualitativa. Es
apelación al mundo intersubjetivo. En cuanto al neo-positivis- distinto afirmar que el objeto x es numéricamente el mismo
mo, las doctrinas de Schlick y Carnap comenzaron siendo una que el objeto y (por ejemplo, que el libro que compré ayer y
variante sofisticada de puro y simple fenomenalismo. que ha leído Lolita son en realidad el mismo ejemplar) a afir-
mar que x e y son cualitativamente idénticos (dos ejemplares
del mismo libro). Lo importante de esa distinción en el caso
5.2. El Ojo Geométrico. de los objetos físicos es que la identidad numérica de un obje-
to no viene determinada por el hecho de ser poseído por una
5.2.1. El sujeto-tras-el-mundo y la doctrina del ojo interior. persona determinada (yo pude poseer un coche, y luego, el
—numéricamente— mismo coche puede haber sido tuyo). No
La crítica de Wittgenstein a la concepción cartesiana de la sucede lo mismo con los estados mentales; cuando decimos
mente es incomprensible sin tener en cuenta la propia evolu- que tú tienes el mismo dolor que yo, sólo podemos estar refi-
ción de su pensamiento sobre el sujeto de experiencias. En el riéndonos a la identidad cualitativa de los dolores; queremos
Tractatus y en los escritos de 1929-30, se aferró a la idea de decir que el dolor que tú tienes es de la misma intensidad o
un sujeto-tras-el-mundo que sólo estaba vinculado de un mo- de características fenomenológicas semejantes al mío.
do contingente a un ser vivo particular. Esta concepción se vio Hasta comienzos de los años treinta, la concepción que
alterada radicalmente cuando tuvo que aceptar que la determi- Wittgenstein tenía del sujeto metafísico y de su relación con el
nación de regularidades en la experiencia sólo podía ser expli- mundo le obligaba a rechazar, en el caso de la primera perso-
cada por la acción. En la próxima sección, insistiremos en las na, esta dependencia de la identidad de los fenómenos menta-
razones que tuvo para este cambio de opinión y en sus cone- les respecto a la identidad de su sujeto en el mundo. Y lo que
xiones con la filosofía del lenguaje. En ésta, describiremos un aceptó siempre (desde el Tractatus hasta las Investigaciones)
argumento contra las cuestiones tradicionales de filosofía de la es que lo que acabamos de caracterizar como un rasgo de
mente que fue usado de maneras distintas a lo largo de los es- nuestro concepto de estado mental era incompatible con la te-
critos de todas las etapas de su pensamiento. oría del ojo interior. Si esta teoría es correcta, entonces la
Cuando Wittgenstein aceptó la teoría del ojo interior aceptó identidad numérica de los estados mentales atribuidos en pri-
también que la conexión de la mente con un ser vivo particu- mera persona es independiente de sus conexiones con un ser
lar debería ser empírica, y pensó que tal conexión convertía a vivo particular. No es difícil comprender las razones de Witt-
las cuestiones mencionadas en las páginas precedentes en in- genstein: supongamos la teoría del ojo interior; es decir, su-
ternamente incoherentes. Cuando rechazó la teoría del ojo in- pongamos que la verdad de un enunciado como "Yo tengo
terior, siguió pensando que esas cuestiones necesitaban, como una sensación visual de rojo" se decide por una comparación
una condición de inteligibilidad, la idea del ojo interno, y por introspectiva de las experiencias que acaecen en el medio de
tanto, siguió aceptando que eran ininteligibles. Lo que Witt- la mente, por una comparación que es independiente de cual-
genstein siempre rechazó fué la idea de la mente y la materia quier suceso en el mundo físico. Si el funcionamiento del ojo
como dos mundos independientes y con relaciones autóno- de la mente tiene esa autonomía, entonces, ha de descubrir en
mas. La imagen de lo "interno" y lo "externo" que subyace en la experiencia la relación que hay entre el fenómeno mental
la filosofía de la mente post-cartesiana. clasificado de un modo autónomo y los movimientos de un
Vayamos poco a poco. Consideremos en primer lugar algu- cuerpo particular; en otras palabras, el (numéricamente) mis-
nas características de nuestro concepto ordinario de estado mo fenómeno de dolor, podría haber sido seguido por movi-
mental. Fijémonos en que los criterios de identidad de los es- mientos en un cuerpo distinto al mío. Lo que quiere decir que
tados mentales funcionan de un modo completamente distinto la identidad de mis dolores no está fijada por su relación con
a los criterios de identidad de los objetos físicos. Debemos di- el cuerpo con el que mi ojo interior está, de hecho, vinculado.

170 171
Por expresar la misma intuición de otro modo: para cada pronombre personal de primera persona no cumple función
uno de nosotros es un hecho de experiencia que ve el mundo alguna. Se refieren al "campo completo de la experiencia" en
a través de un cuerpo particular, que, por ejemplo, las expe- un momento determinado. El significado de "veo rojo" se re-
riencias visuales cesan cuando se cierran unos ojos, la expe- fiere a una propiedad de la experiencia; es verdad cuando es
riencia dolorosa surge cuando se golpea a un cuerpo... Si la te- verdad que la experiencia es roja. No hay ninguna parte de la
oría del ojo interior es verdad, esta relación no es necesaria; es experiencia que pueda ser quien ve el rojo de la experiencia.
decir, cada uno de nosotros podría habitar un cuerpo distinto Podemos decir, por utilizar la terminología que luego usará
al que de hecho habita, Recordemos los parágrafos del Trac- Wittgenstein, que quien ve rojo, cuando "Veo rojo" es verda-
tatus en los que se nos habla de la manera en que el sujeto dero, no es el ojo físico sino el geométrico. No es ninguna
trascendental puede descubir cuál es el cuerpo con el que está parte del mundo porque la relación entre el rojo de la expe-
unido (5.631). Allí Wittgenstein consideraba que el ojo interior riencia y cualquier parte del mundo, por ejemplo mi cuerpo,
no podía ser identificado con ningún componenete empírico es una relación contingente. Podría ver rojo, por ejemplo, ya
de la realidad. El ojo-tras-el-mundo estaba unido a un cuerpo no con mis ojos, sino cuando me estimularan eléctricamente el
particular, pero era un mero hecho empírico gue-no. estuviera cerebro, o cuando los ojos de "tu" cuerpo miraran cierto obje-
unido con otro cuerpo cualquiera. Es un hecho empírico que to. Nada de eso convertiría a la proposición "Yo veo rojo" en
el "Yo" transcendental ve el mundo a través 'de los ojos de una falsa. En otras palabras, el "Yo" del anterior enunciado no
persona particular, podría verlo a través de los ojos de otra. puede establecerse empíricamente, mientras que sí es una
Ya hemos visto que el Tractatus no fue una obra de episte- cuestión empírica cuál sea mi cuerpo.
mología o de filosofía de la mente. Los mínimos compromisos El supuesto básico de esta posición es el de que las propo-
sobre la mente humana que Wittgenstein suscribió en ella eran siciones de experiencia primera se comparan directamente
resultado de su teoría de la proposición. En el primer gran con la realidad. Si "Veo rojo" se compara directamente con la
manuscrito que nos queda tras el retorno de Wittgenstein a la realidad, esa comparación es lógicamente independiente de lo
filosofía, las Philosophische Bermerkungen, escrito a comien- que suceda a un determinado cuerpo. De ahí se debe concluir
zos de los años treinta, se defiende sin ambages lo que hemos (i) que el mundo es una función de (posibles) experiencias
denominado la teoría del ojo interior. Allí se nos habla de "ex- primarias y (ii) que el sujeto necesario de tales experiencias
presiones inmediatas". Tales experiencias son las que convier- primarias no puede ser considerado como una parte del mun-
ten en verdaderos a enunciados como "Tengo dolor" o "Veo do —cualquier parte del mundo sólo está contingentemente
rojo" (Ph. B. 57). Tales enunciados se comparan directamente vinculada a las experiencias primarias—. Una consecuencia de
con la realidad (Ph, B. 62). Las proposiciones del lenguaje "fí- todo ello es la de que el significado de los predicados menta-
sico" son concebidas como hipótesis cuyo contenido depende les debe ser asimétrico. "Yo tengo dolor" es reemplazable por
de las proposiciones "fenomenológicas" —de experiencia in- "Hay dolor" o "la experiencia es dolorosa". "El tiene dolor" ob-
mediata— a las que están vinculadas (Ph, B. 228-10). Se supo- viamente no. Ni siquiera sería posible utilizar, para la sustitu-
ne que la experiencia inmediata mantiene relaciones de simili- ción, la oración "Hay dolor en su cuerpo", porque el sentido
tud determinables introspectivamente y de un modo autóno- de ésta sería el mismo que el de "Se experimenta dolor en su
mo. De hecho, en base a esas relaciones de semejanza se de- cuerpo", lo que, siendo "yo" el sujeto de todas las experien-
terminan las relaciones de semejanza entre hechos u objetos cias vividas, equivale a "Yo tengo dolor en su cuerpo".
de los que no tenemos esa experiencia inmediata.
Ahora bien, Wittgenstein considera que problemas como el
de las otras mentes o el de la relación mente-cuerpo están ba- 5.2.2. La incoherencia del dualismo
sadas en una específica confusión. Una característica de las
proposiciones de experiencia primaria es la de que en ellas el ¿Qué queda ahora del problema de las otras mentes? Nada

172 173
en absoluto. No tiene sentido decir que "yo" —como opuesto necesario del mismo. También aquí, como en el Tractatus,
a alguien más— tengo una experiencia privada (Ph. B., 61). puede parecer atrayente definir la posición de Wittgenstein co-
Cuando yo me pregunto sobre si él tiene o no dolor, el signifi- mo de "solipsismo". Pero, también aquí, conviene ir con mu-
cado de "dolor" ha de ser distinto al de "dolor" en "Yo tengo cho cuidado: si digo que sólo "mi" experiencia es real no con-
dolor". Su dolor ha de ser, por ejemplo, lo que su cuerpo hace sigo referirme a la experiencia de ningún sujeto empírico. De
o lo que él dice: hecho el "yo" del solipsismo está fuera de lugar, porque, al
igual que el sujeto trascendental en el Tractatus, no puede ser
identificado con ningún componente empírico de la realidad.
"El fenómeno de sentir dolor de muelas con el que es-
Es importante tener esto presente porque el solipsismo será
toy familiarizado es representado en las formas de ex-
criticado del mismo modo años después cuando Wittgenstein
presión ordinarias por 'Yo tengtíuoioi-en tal diente'...
ya haya abandonado definitivamente el modelo de la mente
La totalidad del campo de la experiencia es descrita en
que se nos ofrece en las Bermerkungen:
este lenguaje por expresiones de la forma 'Yo tengo...'
Proposiciones de la forma 'N tiene dolor' se reservan
para un campo totalmente diferente. De modo que no "¿Dice también el solipsista que sólo juega él al aje-
debemos sorprendernos cuando, respecto a las proposi- drez?"
ciones de la forma TV tiene dolor", no queda nada que NFL, p. 283.
las vincule a la experiencia del mismo modo que se vin-
Si el solipsista afirma que sólo su experiencia es real, está
culan a ella las proposiciones del primer tipo".
comprometido, como quien afirme que sólo el juega al aje-
Philosophische Bemerkungen, 66. drez, con el absurdo de dotar a un sujeto empírico de las pro-
piedades que sólo puede poseer un sujeto-tras-el-mundo. El
La expresión "dolor" no puede significar lo mismo en pri- sujeto que juega al ajedrez tiene vecinos. Decir de él que es el
mera y en tercera persona (Ph. B., 61). Cuando digo que ten- único habitante del universo es una contradicción.
go dolor estoy refiriéndome a una propiedad de la experiencia Estas doctrinas de Wittgenstein tuvieron una enorme in-
de tipo diferente de la propiedad a la que me refiero cuando fluencia en el positivismo lógico. Schlick y Carnap aceptaron
digo que él tiene dolor. En el primer caso, la experiencia es el principio wittgensteiniano de que los datos inmediatos no
dolorosa, en el segundo no. No es posible dar sentido al podían tener poseedor, es decir, que su relación con la con-
enunciado "x tiene dolor" por analogía a partir de mi propio ducta de un determinado ser vivo no podía determinar su
caso (Ph. B., 62): la relación entre el dolor y la primera perso- identidad. Strawson se refirió en su célebre Individuáis a esta
na es de un tipo lógico distinto a la relación entre el dolor y la teoría como la teoría de la "no posesión" (Strawson, 1959). Es
tercera persona. No hay ninguna diferencia entre que él se difícil discutir si la doctrina sobre la comparación directa de
comporte de cierta manera, teniendo además dolor, o que se los contenidos de la mente implica la teoría de la "no pose-
comporte así sin dolor alguno (Ph. B., 64). No es posible dotar sión". Pero es difícil precisamente porque no puede haber tal
de contenido a la pretendida diferencia, porque no es posible comparación en la pura experiencia; y no es fácil discutir si
vincular todo el campo de la experiencia (el contenido feno- una teoría particular es la consecuencia inevitable de un su-
menológico de la sensación dolorosa) en una parte del mundo puesto incoherente. Hay muchos argumentos contra la tesis de
(un sujeto empiríro) (Ph. B., 66). El error categorial de asumir la "no posesión" pero es injusto no reconocer que, si admiti-
que "yo" en "Yo tengo dolor" es una instancia de la función mos la posibilidad de relaciones de semejanza entre nuestras
general "Para algún x, x tiene dolor" (Véase Ph. B., 63-4) es el experiencias, captadas autónomamente mediante la introspec-
error que está a la base del problema filosófico de las otras ción, entonces, no hay ningún argumento que pueda demos-
mentes: ninguna parte del mundo puede ser el receptáculo trar que la tesis es falsa.

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Wittgenstein, por supuesto, en su ultima obra rechazó la te- lógicamente comprometido con una tesis sobre el poseedor de
oría de la "no posesión", pero es importante entender que si- "mis" contenidos de conciencia y otra tesis respecto a la es-
guió pensando que esa teoría era la consecuencia ineludible tructura de la realidad que convierten en ininteligibles las
de la teoría del ojo interior. Hay un célebre párrafo en las In- cuestiones filosóficas mencionadas. La única conexión entre
vestigaciones en el que se hace referencia explícita a esa co- un dato mental concebido como una entidad autónoma y mi
nexión: cuerpo es empírica. ¿Qué quiere decir, ahora, hablar de la ha-
bitación visual de mi vecino? Si nos referimos a la misma habi-
"'Pero cuando imagino algo, o incluso cuando veo tación visual, la que se ve cuando se abre mi ojo, es sólo un
realmente objetos tengo algo que mi vecino no tiene'. Te hecho de experiencia que la habitación visual sólo se ve cuan-
comprendo. Quieres mirar a tu alrededor y decir: 'Sólo do se abre este ojo (el mío), y en ese sentido compruebo que
yo tengo ESO'. ¿De qué sirven esas palabras? No valen no aparece cuando, con los ojos cenados, tengo evidencias de
para nada. ¿No se puede añadir: 'No es una cuestión que se abre el ojo de mi vecino. Pero tampoco podemos refe-
de ver— y por tanto no es una de tener— ni de un su- rirnos a otra habitación. Porque el hecho de que esté asociada
jeto, ni, por consiguiente, de un Yo? ¿No podría pregun- con mi cuerpo es irrelevante para la identidad de la habitación
társete: en qué sentido tienes eso de lo que hablas cuan- visual —la misma habitación podría verse cuando se abriera
do dices que sólo tú lo tienes? ¿Lo posees? Ni siquiera lo su ojo. Por tanto, el que fuera captada con sus ojos no la con-
ves. ¿No deberías decir, en realidad, que nadie lo tiene? vertiría aún en una distinta a "mi" habitación.
También es algo obvio que si excluyes lógicamente que De hecho, éste no es un argumento original. Subyace en
otro tenga algo, pierde sentido decir que tú lo tienes. buena parte de la literatura filosófica sobre el "Yo" que se ha
Pero, ¿de qué estás hablando?... Creo que podría de- producido desde el siglo XVII. Recordemos las dificultades de
cirse que hablas (por ejemplo, si estás sentado en una Hume para encontrar un sujeto de experiencia dentro de sus
habitación) de la 'habitación visual'. La 'habitación vi- propias percepciones. Aunque Wittgenstein fue más lejos que
sual' es aquella que no tiene dueño. Puedo poseerla tan Hume al extraer una moraleja de esas dificultades. Si se acepta
poco como puedo pasear por ella, o mirarla o señalarla. que el mundo es lo que puede ser experimentado por el ojo
En la medida en que no puede ser de nadie más tampo- interior, no puede aceptarse que ninguna parte del mundo es
co es mía. En otras palabras, no me pertenece porque el sujeto necesario de la experiencia. En otras palabras, si hay
deseo usar para ella la misma foma de expresión que habitaciones visuales, éstas no pueden estar ocultas dentro de
aplico a la habitación material en que me siento. La las cabezas (visibles). Las cabezas visibles son también parte
descripción de esta última no necesita tener poseedor. de la habitación visual. No puede haber un mundo interno
Pero, entonces, la habitación visual no puede tener nin- hecho de "datos sensoriales" y, además, un mundo externo
guno. 'Ya que —podría decirse— no tiene dueño ni fue- hecho de partículas físicas. Las cosas y los "datos sensoriales"
ra ni dentro'" no pueden ser los dos materiales básicos de los que el mundo
está hecho porque, si hay "datos sensoriales", entidades men-
Investigaciones, 398. tales autónomas respecto a la actividad de un particular ser vi-
vo, debe haber también datos relacionados lógicamente con la
Sí me pregunto, como lo hace el escéptico, sobre las decisión de que una cosa tiene determinadas características
cualidades fenomenológicas de la mente de mi vecino, estoy ("hemos de usar la misma descripción" para la habitación vi-
suponiendo que hay relaciones de semejanza autónomas en el sual y la habitación física). Podemos aceptar que se comparan
ámbito de lo mental. (Si no las hubiera, debería aceptar que las cosas con las cosas, podríamos pensar que es posible com-
las cualidades de la mente en mi vecino están determinadas parar dos datos sensoriales, pero lo que es imposible es acep-
por lo que él hace o dice sinceramente). Pero, entonces, estoy tar que un dato sensorial puede ser comparado con una cosa.

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¿Qué ojo podría contemplar a la habitación visual y además a jeto no está requerida en las declaraciones psicológicas en pri-
la habitación física?. La idea básica del dualismo, la teoría de mera persona. Una diferencia entre la primera persona y la
los "dos mundos", es un notorio absurdo conceptual. tercera es la de que en una declaración como "Tengo dolor..."
o "Tengo la intención de... no hay que identificar el sujeto del
5.3. "En el principio era la acción". dolor o la intención. No sucede lo mismo en la tercera perso-
na. Esta diferencia fue respetada siempre por Wittgenstein. Pe-
ro ya hemos visto que cuando aceptó también que la mente
Volvamos la vista a las conclusiones que habíamos alcanza- es un conjunto de elementos que pueden ser clasificados por
do en la sección precedente. Si la mente es un territorio en el el ojo interior, se vio obligado a concluir que hay conexiones
que se dan relaciones de semejanza a las que el sujeto accede de diferentes tipos entre los sujetos de los estados mentales
directamente, no puede haber un vínculo necesario entre tales ajenos y ef sujeto de los propios.
fenómenos mentales y un particular cuerpo. Por supuesto, es
verdad que el ojo-tras-el mundo podía descubrir en el Tracta- En este contexto, la ruptura fundamental con su anterior
tus qué cuerpo era movido por su voluntad. Del mismo modo modo de pensar ocurrió cuando tuvo que aceptar un nuevo
que el ojo que comparaba las proposiciones con la experiencia vínculo entre la primera persona y el mundo: sólo la acción
inmediata en las Bemerkungen podía descubrir la parte del puede realizar las conexiones intencionales. Pero la identidad
mundo que estaba unida empíricamente con sus sensaciones de las intenciones y deseos de un sujeto que actúa no puede
dolorosas. Pero era esencial en el punto de vista de estas teorí- ser independíente de la acción de un particular organismo vi-
as que el mismo fenómeno (el mismo fenómeno de voluntad o vo, el organismo que las expresa.
el mismo dato doloroso) podía haber sido seguido por movi- Hay un ámbito de problemas en el que tanto la tesis sobre
mientos en otros cuerpo. La identidad de tales fenómenos no las propiedades pictóricas de la mente como la tesis de que el
es afectada por sus conexiones empíricas con ciertos cuerpos. ojo interior puede captar regularidades encuentran similares
Si el ojo de la mente puede observar el fenómeno de la volun- dificultades: las actitudes proposicionales. Russell había defen-
tad o el del dolor, puede fijar la identidad de esos fenómenos. dido, en su Analysis qf Mind (Russell, 1921), una doctrina que
Y cualquier conexión posterior de los mismos con un cuerpo aceptaba los aspectos esenciales del tipo de monismo que iba
en movimiento carecería de relevancia para tal identidad. a dominar en los años treinta —aunque fue mucho más inco-
herente que Wittgenstein o Schlick en relación al problema de
5.3.1. La subjetividad y las actitudes proposicionales. las otras mentes. En su libro, Russell defendió una teoría del
deseo que fue la obsesión de Wittgenstein por algún tiempo.
Nuestro concepto de "estado mental" incluye la "subjetivi- De acuerdo con ella, el objeto de un deseo debía identificarse
dad" como una propiedad esencial. Por "subjetividad" sólo al identificar un hecho que causaba el fin de cierto ciclo de
queremos decir que no hay ningún criterio para la identidad conducta, por ejemplo, la conducta de búsqueda. El problema
de los estados psicológicos independiente de la identidad de que Wittgenstein vio inmediatamente en este tipo de explica-
su sujeto, que no podemos reconocer la existencia de un esta- ción es el de que transformaba la relación entre el deseo y su
do mental sin atribuirlo a un sujeto. En el Tractatus y los pará- objeto intencional en una relación externa. En el parágrafo 22
grafos que hemos comentado en la sección anterior de las de las Bemerkungen se nos indica que esta teoría equivale a
Philosophiscbe Bemerkungen este vínculo necesario sólo pue- decir que
de ser mantenido para las atribuciones en tercera persona. Pe-
ro, en esas obras, la identidad de mis propios estados psicoló-
gicos no podría verse afectada por sus relaciones con la con- "Si le doy a alquien una orden y lo que él hace me
ducta de un cuerpo particular. La fuente de esta conclusión proporciona felicidad, entonces él ha ejecutado mi or-
puede rastrearse en un hecho crucial: la identificación del su- den.

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(Si deseara comer una manzana y alguien me diera rios a las Investigaciones y repetidos constantemente a lo lar-
un golpe en el estómago, calmándome el apetito, sería go del libro, es descriptiva. Wittgenstein describe casos en los
ese golpe lo que realmente deseaba)." que diríamos que alguien espera algo sin que nuestra atribu-
ción dependa en absoluto de lo que esté sucediendo en la
Pero la solución a esta dificultad requiere una transforma- mente de la persona en cuestión.
ción paralela de la vieja teoría de la pintura y de la también No se trata sólo de que, de hecho, no adjudiquemos deseos
vieja teoría del ojo-tras-el mundo. En otras palabras, si nos afe- e intenciones en base a lo que suponemos que sucede en la
rramos a la teoría del Tractatus sobre los pensamientos, debe- mente de los demás, ni en base a lo que sabemos que sucede
mos aceptar que la conexión entre, por ejemplo, mi deseo y el en nuestra propia mente. Esto es incontrovertible: suponga-
hecho de que va a estar normalmente seguido por la conducta mos que alguien me pregunta si, cuando comencé a teclear en
de satisfacción del mismo es sólo una conexión contingente; mi máquina de escribir el folio en el que ahora estoy escri-
en el mejor de los casos, una regularidad empírica como el biendo, tenía la intención de acabar la página. Mi contestación
propio Wittgenstein había aceptado. Con tales supuestos epis- es afirmativa: hace un minuto, yo tenía la intención de acabar
temológicos, es imposible aceptar que algo que está determi- la página que comenzaba a escribir. Y puedo asegurar que,
nado ahora (el objeto de mi deseo) pueda estar conectado in- hace un minuto, yo no pensé en nada relacionado con el fin
ternamente con el futuro (con la conducta futura de mi cuer- de la página que comenzaba... Sin embargo, sé que, si enton-
po). Por supuesto, lo que nos produce perplejidad en esta ces alguien me hubiera preguntado si iba a terminar la página
conclusión es que tenemos la intuición de que debe haber que comenzaba yo hubiera contestado afirmativamente. ¿Có-
una conexión más fuerte que la mera regularidad contingente mo es posible que yo sepa tal cosa, que mi veredicto sobre
entre ciertas actitudes preposicionales (intenciones, deseos...) ella sea —normalmente— decisivo, sin suponer también que
y la acción. Nos resistimos a aceptar que la conexión entre mi tal veredicto está basado en el recuerdo de algo que sucedió
intención de levantar la mano dentro de un momento y el he- en mi mente? La idea de que las actitudes preposicionales son
cho de que la mano se levante es meramente una regularidad sucesos-en-la-mente está relacionada con el "acceso privilegia-
como la que hay entre el relámpago y el trueno. Y, sin embar- do" que cada uno de nosotros tiene hacia lo que intenta, de-
go, esa es una posición que tendrían que aceptar todos aque- sea, espera, quiere decir... Lo más importante de la solución
llos que asumieran la tesis del ojo interior de la mente. Russeíl de Wittgenstein es que mostrará que la única explicación plau-
advirtió la conexión entre desear y actuar, pero entonces tuvo sible de tal acceso debería explicar por qué las actitudes pre-
que dejar de lado la conexión entre el deseo y su objeto. Para posicionales no pueden ser sucesos en la mente. En otras pa-
cualquier concepción de la mente como un conjunto de fenó- labras, no se trata sólo de que al examinar lo que sucede en
menos autónomos, dos requisitos que una teoría de la inten- nuestra mente cuando tenemos una intención no encontramos
cionalidad debe satisfacer son percibidos como contradictorios: nada que sea la marca de la intención. Se trata de que es posi-
la única alternativa parece ser la de ignorar uno de ellos. ble demostrar que nada de lo que sucediera en nuestra mente
podría ser tal marca. Lo único que puede determinar las actitu-
Wittgenstein aceptó en su última filosofía que las actitudes des proposicionales es la misma acción.
preposicionales no podían estar determinadas por fenómenos
en la mente. La esencia del desear o del intentar algo no pue- Las Investigaciones Filosóficas son un libro más preocupado
de buscarse en lo que suceda en la mente. De hecho, lo que con la teoría del lenguaje que con la filosofía de la mente. Y
en ella suceda puede ser un acompañamiento de nuestra acti- ya hemos visto cómo Wittgenstein relacionó las actitudes pro-
tud, pero siempre podemos imaginar la misma actitud despro- posicionales con la teoría de la pintura. No transformó la teo-
vista de tal acompañamiento mental. La estructura aparente de ría de la pintura a causa de las dificultades que causaba para
estos argumentos, muy importantes en los escritos preparato- la teoría de la mente. Alcanzó la conclusión de que ningún

180
proceso mental puede explicar la conexión entre una regla y objeto de mi deseo y está internamente vinculado a mi con-
sus aplicaciones ajustando diferentes casos de intencionalidad ducta futura.
en la teoría de la pintura, no ajustando la teoría de la pintura
en los requisitos que pudieran desprenderse de una teoría ge-
neral e independiente sobre la intencionalidad. Su argumento 5.3.2. La primera persona, la intencionalidad y la acción.
vino de la premisa de que cualquier caso de intencionalidad
es un ejemplo del "rigor de la necesidad lógica" (Investigacio- Ello implica el rechazo de la manera en que la asimetría
nes, 347). entre la primera y la tercera persona había sido elaborada en
"Dime cómo buscas y te diré qué estás buscando" (Ph. B., las primeras obras de Wittgenstein. Las auto-atribuciones de
27). Sólo la manera de buscar ahora puede determinar lo que las actitudes proposicionales son sólo una manera de expre-
se busca y además estar internamente vinculada con su propio sarlas, no son un informe de los procesos que suceden en la
desarrollo como conducta; determinar lo que busco es deter- mente del sujeto. Mis intenciones están relacionadas con el
minar que me hará cesar en mi conducta de búsqueda cuando particular ser humano que yo soy exactamente como sus in-
lo encuentre. Sólo la acción puede jugar el papel de lo que se tenciones están relacionadas con el particular ser humano que
denominaba "método de proyeccción" en el Tractatus; sólo él es. Y esto está vinculado con algo que Wittgenstein no pu-
ella puede tener vínculos internos con el objeto pintado y con do explicar en sus obras anteriores: el status de mi conoci-
las futuras aplicaciones efectivas. Esta transformación de la te- miento sobre la conducta futura de mi cuerpo. Conviene traer
oría de la pintura permite disolver el problema del doble vín- a colación aquí los textos comprendidos entre los parágrafos
culo de las actitudes proposicionales (el vínculo no empírico 627 y 637 de las Investigaciones-, la ausencia de sorpresa que
tanto con sus objetos intencionales como con la acción): las acompaña a la acción voluntaria es una característica interna
conexiones pictóricas necesitan conexiones internas entre dis- de la misma (627 y 628). Hay una diferencia fundamental en-
tintos aspectos de un ciclo de conducta. El objeto del deseo tre decir que me voy a tomar dos pildoras y decir que al poco
puede estar determinado porque hay una conexión interna tiempo estaré mareado (631). Mi intención de tomarme las
entre las distintas fases de la conducta de desear. El fenómeno pildoras está vinculada con el futuro (con que me las tome)
básico de la intencionalidad no es ningún mecanismo de la de un modo completamente distinto a como lo está mi hipó-
mente sino lo que podríamos denominar la "conducta expresi- tesis de que me marearán.
va": la conducta que pinta su objeto intencional al pintar tam-
Para comprender esa diferencia hay que retrotraerse al aná-
bién su propio desarrollo futuro. La atribución de actitudes
lisis de las auto-atribuciones de actitudes proposicionales. No
proposicionales es posible porque hay ciertos casos básicos en
están basadas en la introspección: cuando digo "Voy a levantar
los que su conexión con la acción es manifiesta. En estos ca-
mi mano" mí emisión lingüística es una manifestación (Áusse-
sos básicos, la actitud proposicional se expresa en la acción.
rung). El lenguaje me permite utilizar expresiones como "De-
Un niño cruza la habitación para comer el alimento que hay
seo comerme esa manzana" o "Voy a levantar la mano" para
en el otro extremo: diríamos que el niño cruzó porque desea-
manifestar mi deseo o mi intención. Tales expresiones están
ba comer. Una condición de la atribución de la actitud propo-
relacionadas con el futuro como lo están las conductas más
sicional, en este tipo de casos, es la de que percibamos que
primitivas de las que son una sustitución. Cuando un perro
hay una conexión entre la conducta del niño al cruzar la habi-
cruza la habitación y decimos que va a comerse un plato de
tación y el que se comiera el alimento. Y este tipo de cone-
alimento que está en el otro extremo, somos capaces de ver
xión entre diversos fragmentos de conducta está también pre-
una conexión interna entre dos fragmentos de conducta. La
sente en la adscripción de actitudes proposicionales más sofis-
misma que hay entre mi emisión-manifestación "Voy a levantar
ticadas. Cuando yo digo que deseo ir al cine, el lenguaje ocu-
la mano" y el hecho de que esa mano se levante. Es por ello
pa el mismo papel que la conducta expresiva: determina el
por lo que no hay ningún misterio en el hecho de que yo "se-

182 183
pa" que la mano se va a levantar. Mi conocimiento de cual es actitud proposicional como cualquier otra. La teoría de la re-
mi propio cuerpo no está basado en haber constatado multi- presentación pictórica en el Tractatus no estaba sólo compro-
tud de regularidades empíricas entre hipotéticos eventos men- metida con una descripción incoherente de la conexión inten-
tales y los movimientos en una parte del mundo determinada. cional, estaba también obligada a ignorar algo para lo que la
En contra de lo que había pensado Wittgenstein en el Tracta- teoría había sido diseñada: si suponemos, por ejemplo, que "lo
tus, es absurdo creer que los mismos deseos e intenciones que que quise decir..." o "lo que entendí..." determinaban lo que
mueven mi cuerpo pudieran haber movido un cuerpo distinto. hubiera dicho realmente si alguien me hubiese preguntado...,
El problema fundamental con el que se enfrentó Wittgens- todo el atractivo de la teoría depende de su capacidad de ex-
tein —y que explica la vertiginosa aparición en un manuscrito plicar la conexión interna entre mi comprensión o el significa-
acabado a comienzos de los treinta, la Philosophische Gram- do que di a mis palabras y lo que hubiera sucedido en el mun-
matik, de lo que serían las ideas básicas de las Investigacio- do si... (lo que yo hubiera contestado si me hubieran pregunta-
nes— es que el viejo edificio no podía ser demolido pieza a do). Pero eso es exactamanente lo que la teoría del significado
pieza. Si se acepta que la relación entre mis actitudes proposi- en el Tractatus no puede explicar, porque, para esa obra, se
cionales y la conducta dé mi cuerpo no es una mera regulari- trataría de una relación entre dos fenómenos distintos y sólo
dad que podría no darse en absoluto, se tiene que rechazar la vinculados contingentemente. Todo esto permite entender me-
idea de que el mundo sea reductible a una experiencia orde- jor las doctrinas sobre "seguir una regla" analizadas en el capí-
nada que exhibe en sí misma ciertas regularidades captables tulo anterior. Wittgenstein ataca una descripción incoherente
por el ojo de la mente. Y esto implica algo muy importante: la de la "necesidad pictórica (lógica)", de la conexión entre una
noción de "semejanza entre los contenidos de la mente" debe regla y las aplicaciones que la regla determina. Pero también
cambiar por completo. Si no es ella la que puede explicar está considerando el "comprender" o el "dar significado" como
nuestra capacidad de determinar semejanzas en el mundo pú- actitudes proposicionales: sólo la acción puede fijar cómo se
blico, debemos aceptar que las semejanzas en la mente no comprende o qué se quiere decir, el significado y la compren-
pueden ser determinabíes autónomamente. Ya habíamos visto sión deben estar completamente determinados por la acción.
que la teoría del ojo interior implicaba la idea de una mente-
receptáculo sin vínculos necesarios con ninguna parte del Las críticas de Wittgenstein al paradigma mental que deter-
mundo. Pero si esta noción del sujeto es incoherente, hemos mina por sí mismo la corrección de sus propias aplicaciones
de tener en cuenta que los pobladores de la mente no pueden tienen la misma estructura que sus críticas a las descripciones
ser del mismo tipo que los incorporados en el viejo modelo. de nuestras actitudes proposicionales como si fueran "terceras
En él, el flujo de la experiencia no tenía parte alguna como su entidades" en la mente, añadidas a las marcas conductuales
poseedor. Lo que es imposible es reducir el tamaño de la que muestran la intencionalidad (direccionalidad) de tales acti-
mente-receptáculo y pensar que continúa habitada por los vie- tudes hacia sus objetos. En la Philosophische Grammatik, se
jos moradores. Una suerte de mundo en la cabeza de cada nos dice que ninguna interpretación en la mente puede llenar
uno. Habitaciones visuales dentro de las habitaciones físicas. el vacío que hay entre una orden y su ejecución (9). Todas las
Pero, con ello, entramos ya en el argumento contra el lenguaje consideraciones sobre reglas en las Investigaciones se siguen
privado, del que trataremos en las páginas siguientes. de esa observación . Pero también se nos dice en la Gram-
matik que, aunque mi lápiz no haga justicia al modelo que es-
Debemos ser conscientes de la complejidad de los vínculos
toy copiando, mi intención sí le hace justicia (58). Esto signifi-
entre filosofía del lenguaje y filosofía de la mente. Por una par-
te, las relaciones entre deseos e intenciones son un caso espe- ca de nuevo que el vínculo entre la intención y el objeto es
cial de conexiones pictóricas (intencionales). Por otra, la pro- interno, pictórico. Pero es sólo la (descripción de la) conducta
pia teoría de la pintura es capaz de enfrentarse a algo que el de intentar la que establece el vínculo con el objeto de la in-
Tractatus se había visto forzado a ignorar: comprender es una tención. Es la misma expresión de la intención la que permite

184 185
la conexión intencional. Y el modo más básico de expresar el cados sólo pudieran ser entendidos por un único hablante da-
objeto de la intención es, exactamente, el de tratar de alcan- do que (ii) trataría de entidades que son epistémicamente ac-
zarlo. cesibles sólo a un sujeto, al ser sólo captables por la función
autónoma de la introspección. La imposibilidad de tal tipo de
5.4. El Lenguaje Privado. lenguaje es explícitamente abordada en algunos parágrafos
bien conocidos de las Investigaciones:
En la segunda sección del presente capítulo, hemos discuti-
do un argumento de Wittgenstein contra la imagen de la men- "Imaginemos el siguiente caso. Deseo llevar un diario
te como algo esencialmente oculto tras las manifestaciones pú- sobre la aparición recurrente de cierta sensación. Con
blicas. La imagen que transforma el hecho de que la identidad este fin, la asocio con el signo 'S'y escribo este signo en
numérica de los estados de conciencia depende de su sujeto un calendario cada día que tengo la sensación —Ob-
servaré, en primer lugar, que la definición del signo no
("Yo no puedo tener tus dolores") en una teoría epistemológi-
puede ser formulada— ¡Pero todavía puedo darme cier-
ca sobre la inaccesibidad a los estados de conciencia de otra
to tipo de definición ostensiva! —¿Cómo? ¿Puedo seña-
persona ("Yo no puedo saber cómo son tus dolores"). Eviden-
lar la sensación?— No en el sentido ordinario. Pero ha-
temente, sin la doctrina del ojo interior no es posible el tránsi- blo, o anoto el signo, y al mismo tiempo concentro mi
to de "Yo no puedo tener tus dolores" a "Yo no puedo saber atención sobre la sensación —y, así, por decirlo de al-
cómo son tus dolores"; pero, con ella, no podemos aceptar gún modo, la señalo interiormente—. Pero ¿de qué sirve
que la identidad numérica de los estados mentales dependa este ceremonial?. ¡Eso es todo lo que parece ser! Segura-
de la de su sujeto, con lo que no podemos aceptar el punto mente una definición sirve para establecer el significa-
de partida que haría inteligible tal tránsito. Por supuesto, en do de un signo. —Bueno, eso se hace precisamente
las Investigaciones Filosóficas Wittgenstein ya no creía en la te- concentrando mi atención; es así como imprimo en mí
oría del ojo interior, por lo que el argumento anterior sólo es la conexión entre el signo y la sensación.— Pero 'impri-
introducido en esta obra como una reducción al absurdo: la mo en mí' puede querer decir tan sólo que este proceso
imagen de la mente y el mundo físico como dos territorios in- provoca que yo recuerde la conexión correcta en el fu-
dependientes necesita de una premisa, la teoría del ojo inte- turo. Pero en este caso no tengo criterio alguno de co-
rior, que, si fuera cierta, convertiría a esa imagen en algo con- rrección. Se podría decir, todo lo que me vaya aparecer
tradictorio. La estrategia fundamental de las Investigaciones correcto es correcto. Lo único que esto quiere decir es
contra la concepción cartesiana es otra: el argumento contra el que no podemos hablar de 'correcto'"
lenguaje privado. Sin embargo, en las páginas que siguen ve-
Investigaciones..., 258.
remos que este argumento se vincula con las doctrinas ante-
riores de Wittgenstein.
En el parágrafo 256, Wittgenstein establece que nuestro len-
¿Qué es un lenguaje privado? Recordemos cómo habíamos guaje, el lenguaje en el que nos referimos a nuestras sensacio-
caracterizado a la doctrina del ojo interior: la doctrina que ad- nes, no es un lenguaje privado. No lo es porque las palabras de
mitía que la verdad de un "enunciado" psicológico en primera sensación están vinculadas a sus manifestaciones naturales y
persona era establecida por la introspección de un modo autó- públicas. En el 257 se plantea la cuestión de si los seres huma-
nomo, de un modo independiente de cualquier cosa que pu- nos podrían tener un lenguaje para sus sensaciones, aun cuan-
diera suceder en el mundo físico. Si tal teoría es correcta, el do carecieran de las expresiones naturales de tales sensaciones.
lenguaje de sensaciones sólo podría ser lo que Wittgenstein La respuesta es la de que cuando hablamos de "dar nombre a
denomina un "lenguaje privado": un lenguaje (i) cuyos signifi- una sensación" estamos olvidando que "si el mero acto de

186 187
nombrar ha de tener sentido debe presuponerse una enorme sus instancias correctas e incorrectas. El argumento supone
cantidad de escenografía en el lenguaje", que para dar nombre que el hecho de que debe existir la polaridad "correcto - inco-
a una sensación debe presuponerse su gramática, que "muestra rrecto" implica que no es posible seguir una práctica reglada
el lugar en el que el nuevo nombre ha de ser emplazado". en el escenario de la mente. En la mente no hay diferencia en-
El primer problema que se le plantea al hipotético hablante tre el ser y el parecer: cómo es mi sensación está determinado
privado de 258 es el de definirse a sí mismo qué ha de contar por cómo me parece que es. Ninguna definición en el medio
como la "misma" sensación. Evidentemente, no puede descri- mental podría determinar qué debe contar como "hacer lo
bir con el lenguaje público qué ha de contar como "lo mismo" mismo", qué debe contar como algo similar a "lo que ocupa
en ese caso. Debe confiar, pues, en la pura definición ostensi- mi conciencia ahora", porque la definición de un término o la
va. Es cierto que en nuestra vida ordinaria utilizamos defini- descripción de una regla sólo fijan lo correcto y lo incorrecto a
ciones ostensivas que son eficaces para determinar el significa- través de la práctica de aplicar la regla y, en el caso de la
do de una expresión. Pero lo que las reflexiones sobre "seguir mente, tampoco la hipotética práctica de aplicar la regla pue-
una regla" han demostrado es la incoherencia de cierta des- de fijar la diferencia entre lo correcto y lo incorrecto porque,
cripción mitológica de la posibilidad de la conexión entre una en el medio mental, no hay diferencia entre una práctica y la
regla y sus aplicaciones. Es esa consideración la que subyace apariencia de ella.
a los pasajes del Cuaderno Azul y de las Investigaciones en Esta lectura está suponiendo que hay una diferencia rele-
los que se nos habla de la definición ostensiva: el señalamien- vante entre una práctica-en-la-mente y una práctica pública:
to a un x, por sí mismo, no genera las relaciones de similitud está suponiendo que la mente se caracteriza porque en ella no
que permiten incluir a ciertos elementos del mundo en la cla- puede introducirse la diferencia "ser"-"parecer". Pero, ¿con qué
se de los "similares a x". Lo esencial es, por supuesto, el "por derecho se introduce ese supuesto? Podemos decir, si quere-
sí mismo". ¿Qué sucede en el caso de la definición ostensiva mos, que es cierto que en la mente no tenemos un mecanis-
en el mundo público que sí genera ciertas relaciones de se- mo independiente para controlar la corrección de una supues-
mejanza? Sucede que está inmersa en una práctica que deter- ta identificación —en ese sentido todos entendemos lo que
mina, por ejemplo, que estamos dando nombre al color y no a Wittgenstein quiere decir cuando afirma que no habría dife-
la forma de un objeto. Cuando el hablante privado se procura rencia entre lo que es correcto y lo que parece correcto. Pero,
a sí mismo una definición ostensiva, estamos imaginando que como varios autores han puesto de relieve (Ayer, 1954, 1985,
puede señalar a algo así como "lo que ocupa su conciencia Fogelin, 1976), no es aceptable el requisito de que debemos
ahora". El problema es que el concentrar su atención y "lo que tener siempre un medio independiente de control. Este requi-
ocupa su conciencia ahora" siguen sin determinar ninguna re- sito vaciaría de contenido a la noción misma de "corrección".
lación de similitud. En el caso de la definición ostensiva ordi- No hay ninguna práctica imaginable en la que el requisito
naria, esta relación está determinada por la práctica —anterior pueda cumplirse; de hecho, la práctica misma de clasificar ob-
y posterior— en la que la definición ostensiva está inmersa. Lo jetos físicos sería imposible si supusiéramos que toda identifi-
que alguien quiere decir con una definición ostensiva se cación ha de ser respaldada por evidencias independientes co-
muestra por su práctica, por lo que ha hecho y por lo que ha- mo la corte más alta de apelación. Cualquier identificación de-
rá al rechazar o aceptar ciertos objetos en relación con otras be depender, en último término, de lo que Ayer ha denomina-
utilizaciones del nombre. Lo que hace posible la ostensión es do un acto de "reconocimiento primario" que no puede ser
cierto trasfondo de aplicaciones que, en el caso de la hipotéti- justificado. Cuando yo reconozco que dos objetos tienen el
ca definición ostensiva con el ojo de la mente, Wittgenstein mismo color, ¿cómo se controla la corrección de mi reconoci-
cree imposible. miento? Un defensor de las tesis de Wittgenstein parece que
debe ser el primero en aceptar que "la cadena de justificacio-
Vayamos por partes. Es un hecho incontrovertible que un ti- nes tiene un fin". En último término, no tengo ningún funda-
po de actuación sólo es reglado si hay una diferencia entre

188 189
de semejanza en la práctica de identificar los colores. Lo que
mentó para decidir que este objeto es del mismo color que
quiere decir, que después de todo, no hemos adelantado nada
aquél.
al hablar de "práctica"... Hay unas entidades privilegiadas
La diferencia relevante entre las prácticas públicas y las hi- —mis percepciones— que, por sí mismas, generarían relacio-
potéticas prácticas-en-Ia-mente sólo puede introducirse de- nes de semejanza. Lo que contradice el requisito de la prácti-
mostrando que son importantes a este respecto algunas de las ca, que no es otro que el de que ningún elemento, por sí mis-
propiedades internas de los objetos físicos; el que —a diferen- mo, pueda generar relaciones de semejanza.
cia de lo que puedo hacer con mis sensaciones— yo pueda Podemos aceptar, por tanto, que la relevancia de la diferen-
acercarme a ellos, el que pueda conservarlos o el que pueda cia entre los objetos físicos y las sensaciones estaba incluida en
mirarlos bajo una luz apropiada... Pero la mera constatación el mismo núcleo de las reflexiones sobre reglas en los parágra-
de que hay esas diferencias no es bastante. Por ejemplo, fos anteriores de las Investigaciones. Pero, si hemos descubier-
adoptemos un punto de vista fenomenalista. Según él, yo pue- to un aspecto nuevo en esas reflexiones, deberemos evaluarlas
do conocer por medio de la introspección relaciones de seme- otra vez a la luz de esa nueva dimensión. Y la mejor manera
janza objetiva entre los elementos de mi experiencia sensorial. de ver por qué no es posible que los estados mentales sean
Un defensor del fenomenalismo diría que esa capacidad es elementos privilegiados que por-sí-mismos determinen relacio-
una condición de posibilidad de la capacidad de reconocer nes de semejanza en el medio de la mente es recordar algunas
cualquier tipo de relaciones de similitud entre los objetos del consideraciones que hicimos en la sección anterior sobre el ti-
mundo físico. Podemos concluir que las diferencias formales po de sujeto que debe poder determinar semejanzas. Había-
entre los objetos públicos y las sensaciones no pueden ser uti- mos alcanzado la conclusión de que considerar a las intencio-
lizadas en favor del argumento de Wittgenstein porque se su- nes, los deseos o los actos de comprensión como "fenómenos
pone que lo que éste debiera demostrar es exactamente la re- mentales" es introducir terceras entidades. Ello no quiere decir
levancia de esas diferencias. que no haya genuinos fenómenos mentales: a diferencia de
En este momento, puede ser útil volver la vista de nuevo a una intención o un deseo, un dolor o una sensación visual tie-
las reflexiones sobre las relaciones entre regla y aplicación. nen lo que Wittgenstein denominó "genuina duración"; hay
Porque, aunque no tengamos claro si el argumento del pará- ciertos aspectos fenomenológicos en la conciencia presentes
grafo 258 de las Investigaciones funciona o no, quizás ya pue- cuando tengo dolor y ausentes cuando no lo tengo (ya vimos
da demostrarse que la conclusión de Wittgenstein sí se sigue que ese no era el caso con las actitudes preposicionales...).
de sus argumentos sobre "seguir una regla" —en otras pala- Ahora bien, si las actitudes preposicionales no son genuinos
bras, cualquier duda sobre la validez del argumento contra el fenómenos-en-la-mente, es necesario abandonar la idea de que
lenguaje privado es ipsofacto una duda sobre el análisis de las es posible comparar cualquier fenómeno mental (dolores, im-
relaciones entre "regla" y "aplicación". No sabemos todavía presiones visuales etc. ) por medio del ojo interior. Hay una re-
por qué no puede haber correlatos en la mente de las prácti- ducción al absurdo bastante clara: si el ojo de la mente pudie-
cas públicas, pero sí podemos demostrar que, si hubiera tales ra comparar, entonces estaríamos obligados a aceptar la ima-
correlatos, cualquier introducción de la noción de práctica se- gen del ojo-tras-el-mundo con vínculos contingentes con su
ría vacía. Consideremos por ejemplo, la práctica pública de propio cuerpo. Pero ya hemos visto por qué esa imagen es in-
identificar colores. Supongamos además que fuera posible el sostenible; mi conocimiento de cuál es mi propio cuerpo no
lenguaje privado de sensaciones: en tal caso, mi decisión de está basado en el descubrimiento de regularidades empíricas
que dos objetos son del mismo color estaría fundamentada en que hubieran podido ser completamente diferentes, mis inten-
mi comparación de las propiedades de mis propios estados ciones y mis deseos no podrían haber "movido" un cuerpo dis-
perceptuales. En otras palabras, las relaciones de semejanza tinto al mío. Mis vínculos con mi cuerpo no son contingentes.
entre mis estados perceptuales fundamentarían las relaciones Cualquier análisis sobre la forma gramatical de las declára-

190 lo I
ciones de actitudes proposicionales (en primera persona) es nuestras percepciones del mundo físico y nuestra actuación «M
también un análisis sobre la estructura gramatical de las decla- él. En el lenguaje privado no habría la fricción necesaria entró
raciones sobre sensaciones en primera persona. Si aceptamos et lenguaje y el mundo, porque no podría estar internamente
que una auto-atribución de deseos o intenciones es lo que vinculado a ninguna acción. El verdadero requisito es el de líi
Wittgenstein denomina "Áusserung", una manifestación que fricción entre el sujeto y el mundo:sólo la acción puede dotar
ocupa el lugar de la conducta expresiva, debemos aceptar que de sentido a la idea de un sujeto de experiencias dentro del
la conducta del particular ser vivo que yo soy puede apuntar mundo; y si el lenguaje privado fuera posible, la acción no se-
al objeto de mi deseo, un objeto que yo puedo intentar alcan- ría más que pura experiencia de un ojo-tras-el-mundo.
zar y, a veces, percibir. Y obviamente, si lo que percibo es el Volvamos al parágrafo 258 en las Investigaciones. Si lo di-
objeto de mi deseo no puedo percibir, independientemente, cho hasta aquí es cierto, debemos ser precavidos a la hora de
mis percepciones de él. Si comparamos objetos, no podemos describir su alcance. Una actitud común es la de decir que
comparar, en el mismo sentido, contenidos mentales. Si el ojo Wittgenstein no puede negar el hecho obvio de que los seres
físico compara, el ojo geométrico no puede comparar tras él. humanos, que poseen competencia en un lenguaje público,
Si aceptamos que hay relaciones de semejanza en los objetos son capaces de identificar la aparición recurrente de sensacio-
públicos, no podemos aceptar otras relaciones independientes nes sin necesidad de vincularlas a manifestaciones públicas.
y del mismo tipo en los habitantes de la mente. Serían exacta- Por ejemplo, aunque para aprender el lenguaje de sensaciones
mente terceras entidades: convertirían a la conexión entre se- como los dolores, necesitamos manifestaciones públicas, pare-
mejanzas perceptivas y semejanzas físicas en una conexión ce que, una vez tenemos tal lenguaje, podemos arreglárnoslas
contingente. Si pudiéramos comparar las impresiones visuales para identificar sensaciones en el medio de la mente respecto
independientemente de la comparación pública, ¡sería un he- a las que no hay ninguna manifestación: "cosquilieos en el es-
cho meramente accidental que las impresiones visuales del tómago" "sensación de irrealidad..."
mismo color están vinculadas a la creencia de que dos objetos Conviene ser cuidadosos en este extremo. Nuestro lenguaje
tienen el mismo color! Es obvio que esa relación no puede ser de sensaciones tiene la gramática de la apariencia. Cuando al-
meramente accidental, y ya vimos que el contenido de nues- guien nos dice cómo le parece el mundo no hay ningún re-
tras creencias sólo puede estar determinado por la acción en quisito para la verdad de su enunciado distinto al mero cono-
el mundo público. En otras palabras, el argumento contra el cimiento del significado de las palabras que utiliza. Es por ello
lenguaje privado hunde sus raíces en la necesidad de propor- por lo que describir ciertas sensaciones como "cosquilieos en
cionar un análisis coherente de dos aspectos esenciales de la el estómago" o "sensación de irrealidad" es perfectamente le-
mente: fenomenología e intencionalidad. gítimo. Decir tales cosas es una manera de manifestar la sensa-
Ahora podemos ver que las reflexiones sobre reglas no tie- ción. Pero, como cuando hablamos de dolores o de cualquier
nen como una mera consecuencia particular el argumento otro tipo de sensación, ello no quiere decir que comparemos
contra el lenguaje privado. Ambos argumentos parten del mis- lo que decimos con lo que sentimos. En estos casos, el enun-
mo supuesto y se encuentran situados al mismo nivel. El su- ciado sincero determina al contenido de la sensación. No hay
puesto es el de que sólo la acción determina los contenidos fricción entre apariencia y realidad —como no la hay en la
intencionales. Si lo aceptamos, debemos aceptar que hay com- tendencia a escribir "S" del hablante privado, en el grito de un
paraciones públicas. Y si hay comparaciones públicas no pue- niño o en una expresión natural de terror. Pero hay otras dife-
de haber, independientemente, comparaciones en el medio rencias sustanciales. En el caso de predicados como "dolor" el
mental. En el mismo sentido en que una interpretación-en-la- contenido está determinado por expresiones pre-lingüísticas
mente no puede explicar la relación entre una regla y sus apli- que fijan el significado del predicado mismo. Y cuando no hay
caciones, la comparación de las impresiones visuales es super- manifestaciones pre-lingüísticas, el contenido de la manifesta-
flua (y contradictoria) si queremos explicar la relación entre ción ha de estar determinado por el significado independiente

193
192
de las palabras que se usan. No es casual que hablemos de
"cosquilieos" y no de "terremotos" en el estómago. (Un perro l(
f>itil/J¡¡
no puede tener cosquilieos en el estómago ni sensaciones de
irrealidad, porque no puede expresar tales contenidos). Pero
la "S" que utiliza el hablante privado de 258 no determina
contenido alguno. Su problema básico es el de que no consi-
gue transformar el acto de escribir "S" en ninguna manifesta-
ción de nada más que del acto de escribir "S".
La filosofía de la mente es, probablemente, el territorio
más difícil de transitar en las Investigaciones Filosóficas. No
es sencillo dejar de creer que el ataque de Wittgenstein a
ciertos modos tradicionales de pensar le compromete con la
negación de algo obvio: la existencia misma de contenidos
mentales distintos de sus manifestaciones conductuales. Witt-
genstein se opone en las Investigaciones a los supuestos fun-
damentales de lo que había sido la tradición epistemológica
dominante en nuestra cultura filosófica desde el siglo XVII: la
primacía de la primera persona, el supuesto de que la mente
es un escenario habitado por elementos que mantienen entre
sí relaciones de semejanza a las que el sujeto accede directa-
mente. Pero, a la vez, se opone también al conductismo: re-
chaza que un estado mental sea idéntico a una manifestación
conductual, o que los predicados "mentales" puedan reducir-
se a predicados "físicos". No es fácil entender dónde puede
estar la tercera vía entre estas dos alternativas.
No es fácil entenderlo, porque pensamos que, si mantene-
mos que los contenidos de la mente no son sólo manifesta-
ciones conductuales, entonces estamos abocados al dualis-
mo, a la teoría de los dos mundos autónomos y sólo contin-
gentemente vinculados. Esa es una falsa ilusión. Los conteni-
dos de la mente no son sólo manifestaciones conductuales
(¿qué puede querer decir el afirmar que no sufrimos sino só-
lo nos quejamos?). Pero la idea de que la mente y el mundo
"público" son dos territorios independientes es una idea in-
coherente: los contenidos de la mente están determinados
por las (posibles) manifestaciones públicas. La semejanza en-
tre los contenidos de la mente está determinada por la seme-
janza en las manifestaciones públicas.
WittgensteinyG. H. von Wright. 1950

194 195
lación de las Investigaciones con la llamada "filosofía del len-
guaje ordinario". Con este rótulo, nos referimos a la concep-
ción de la filosofía que se adueñó del mundo académico en
Gran Bretaña, y en menor medida en los Estados Unidos, tras
la segunda guerra mundial, y que rechazaba los supuestos bá-
sicos del análisis clásico, del análisis que veía en la obra de
Russell (básicamente en su teoría de las descripciones) y en el
mismo Tractatus, el método general para solucionar cualquier
problema filosófico. Muchos filósofos habían creído que las
obras de Russell y el primer Wittgenstein justificaban la pre-
tensión de que la búsqueda de las definiciones reales de nues-
tros términos, el descubrimiento de la lógica que subyacía al
lenguaje ordinario, permitiría mostrar que los problemas filo-
sóficos tradicionales, o tenían una solución transparente cuan-
do los expresábamos en una notación adecuada, o eran inex-
presables en ella, con lo que debían ser rechazados como
Wittgenstein y la filosofía pseudo-problemas. En general, la "filosofía del lenguaje ordi-
nario" rechazó los supuestos sobre el lenguaje que subyacían
contemporánea. a este programa del análisis clásicoí Se rechazó la idea de una
notación perfecta a la que el lenguaje ordinario con toda su
6.1. Lenguaje Ordinario y Filosofía. multiplicidad de usos pudiera reducirse. Se rechazaron tam-
bién los supuestos epistemológicos que habían acompañado
En las páginas siguientes, vamos a tratar de reflexionar so- en el caso de Russell, no en el caso de Wittgenstein, a tal idea:
bre el pensamiento del segundo Wittgenstein, contrastándolo por ejemplo, el supuesto de que era posible un análisis reduc-
con algunos de los debates filosóficos posteriores a su muerte tivo de los enunciados ordinarios sobre el mundo físico a
y con los que sus opiniones están íntimamente vinculadas. En enunciados sobre los llamados "datos sensoriales".
primer lugar, hay que decir que la influencia del Tractatus ha
En contra del análisis clásico, autores como Ryle, Wisdom y
sido bien distinta a la de las Investigaciones. El Tractatus es
Austin consideraron que un examen del modo efectivo en que
un trabajo filosófico admirado umversalmente como una obra
los hablantes usan el lenguaje podía ser relevante para la diso-
clásica, por más que no se pretenda que hubiera acertado con
lución de los problemas filosóficos. Estos surgirían en el olvi-
la solución correcta a los problemas a los que se enfrentó. En
do, por parte de los filósofos, del auténtico significado de
ese sentido, no es frecuente encontrarse con filósofos "witt-
nuestras expresiones, significado al que el uso efectivo en si-
gensteinianos" que se aferren a las soluciones del primer Witt-
tuaciones ordinarias debía ser la principal puerta de acceso. No
genstein. Sucede lo contrario con las Investigaciones. Sí hay
hubo, sin embargo, una actitud uniforme respecto a la relación
muchos filósofos que piensan que las doctrinas de este libro
entre lenguaje ordinario y filosofía. Wisdom, el más explícita-
deben considerarse como fundamentalmente correctas. Aun-
mente wittgensteiniano, concibió la filosofía como mera tera-
que, por otra parte, bastantes de las corrientes predominantes
. pia, una suerte de psicoanálisis conceptual. Austin fue el pala-
en la filosofía del mundo anglosajón, en la que la influencia
dín de la necesidad de exámenes muy minuciosos del lenguaje
de Wittgenstein ha sido más evidente, son profundamente
cotidiano, pero siempre pensó que éste no podía tener la últi-
contrarias a la letra y al espíritu de su última obra maestra.
ma palabra. Podemos decir que esta rehabilitación del lenguaje
Un buen punto de partida puede ser el de considerar la re- ordinario no introdujo una manera uniforme de entender la fi-

196 197
losofia; más bien, lo que tenían en común los filósofos que que esas cuestiones filosóficas no surgen en los contextos ordi-
participaron de ella fue el rechazo de la concepción filosófica narios de comunicación. Buscó la raíz de las perplejidades filo-
del lenguaje que subyacía tanto al atomismo lógico de Russell sóficas en la manera particular en que cada una de ellas involu-
y al Tractatus, como a ciertas teorías empiristas que se habían craba una confusión específica. Y no hay una receta simple
supuesto vinculadas a tal concepción, y que habían sido ex- que pueda dar cuenta de este procedimiento.
puestas en forma sistemática por autores como Carnap y Sch-
lick entre las dos guerras mundiales. Lo que queremos decir es que la tesis de que muchos pro-
blemas filosóficos surgen de confusiones conceptuales, confu-
La "filosofía del lenguaje ordinario" ha sido tradicionalmente siones respecto a la "geografía lógica" de nuestros conceptos,
vinculada a la última obra de Wittgenstein. Pero conviene que no debe confundirse con un principio meta-filosófico ingenuo
hagamos algunas matizaciones. Wittgenstein ya había aceptado respecto a los poderes de las apelaciones a lo que dirían los
en el Tractatus que el lenguaje ordinario está perfectamente en hablantes ordinarios. Es innegable que el filósofo debe utilizar
orden. Por supuesto, en las Investigaciones este orden hay que en algún momento los conceptos ordinarios —aunque sólo
buscarlo por caminos muy distintos a los del Tractatus. Allí se sea para comunicar a los demás sus teorías. Pero no es menos
había mantenido que la foma lógica del lenguaje podía hacerse cierto que ello no demuestra que sea imposible utilizarlos para
transparente por medio de una notación adecuada. Un simbolis- elaborar cuestiones o describir posibilidades que en la vida or-
mo adecuado sería aquél que hiciera perspiscuas todas las rela- dinaria no se tienen en cuenta. La cuestión crucial es la de si,
ciones internas. Eso, evidentemente, no quería decir que el len- en cada caso particular, tal proyección es o no legítima.
guaje ordinario debiera ser modificado, pero sí implicaba que el
sinsentido de ciertas cuestiones podía hacerse inmediatamente Y esa es la cuestión a la que Wittgenstein se enfrenta
evidente si operábamos con la notación ideal. En las Investiga- constantemente en las Investigaciones. Por ejemplo, en cier-
ciones, se abandona esta confianza en los poderes del simbolis- to momento trata de mostrar la analogía entre muchas difi-
mo. Ya hemos visto que una de las tesis básicas de esta obra es cultades clásicas en filosofía de la mente y ciertas confusio-
la de que el origen de las relaciones internas hay que buscarlo nes conceptuales muy evidentes (Investigaciones, 350-1). Ya
en los contextos efectivos de habla, en la vinculación del len- hemos dedicado un capítulo a la posición de Wittgenstein
guaje con la vida efectiva de los seres humanos. en filosofía de la mente, ignoraremos ahora el particular va-
lor de la analogía en esta área específica. Wittgenstein utiliza
El dictum "no busques el significado, sino el uso", con el que como ejemplos de confusión conceptual la de alquien que
muchas veces se resume la concepción del lenguaje del último se empeñara en afirmar que debe haber un "arriba" y un
Wittgenstein, no debe malentenderse. Las Investigaciones son "abajo" en el planeta Tierra, o la de alguien que se empeña-
una obra de filosofía del lenguaje más que una obra de episte- ra en afirmar que en el Sol también debe estar determinado
mología o de meta-filosofía. Wittgenstein intentó mostrar que la cuándo son las cinco en punto de la tarde. No es difícil en-
multiplicidad del significado lingüístico sólo podía ser descrita tender que un niño, por ejemplo, incurriera en esas confu-
atendiendo a las diversas formas en que los nombres se sirven siones. Pero es obvio que son confusiones. Son utilizaciones
del lenguaje en los contextos ordinarios de comunicación. Pero ilegítimas de nuestros conceptos. Y lo que las hace ilegítimas
no podemos extraer de ahí una receta universal para la meta-fi- no es el mero hecho estadístico de que los hablantes ordina-
losofía: Wittgenstein no supone que la mera constatación del rios no las realicen. Lo que las convierte en ilegítimas es el
uso sea el instrumento decisivo para la solución de los proble- hecho de que violan precisamente las condiciones de inteli-
mas filosóficos más importantes de nuestra tradición. Por su- gibilidad de la utilización de ciertos conceptos. Evidente-
puesto que su teoría del lenguaje entró en contacto con grandes mente, sería una reducción al absurdo de cualquier teoría
cuestiones epistemológicas y de filosofía de la mente. Pero su filosófica el que violara tales condiciones de un modo simi-
manera de afrontar éstas no fue nunca el limitarse a recordarnos lar a como lo haría quien pretendiera averiguar cuándo son

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las cinco de la tarde en el Sol. Pero lo interesante y (difícil) parágrafos 143-242 de las Investigaciones. De acuerdo con
es el mostrar que así ocurre, el demostrar que una teoría fi- Winch, para identificar un fenómeno social como un fenóme-
losófica hace ese tipo de violencia a las condiciones de inte- no de un determinado tipo (por ejemplo, una plegaria, una
ligibilidad de los conceptos en que se expresa. Ya vimos en votación, una petición, una emisión lingüística con determina-
el capítulo anterior la complejidad de los argumentos de do significado) hemos de determinar las reglas que lo rigen.
Wittgenstein para intentar mostrar que ése es el caso con Pero ya hemos indicado que, de acuerdo Wittgenstein, es la
muchas de las cuestiones propias de la epistemología y la fi- práctica de seguir la regla de determinada manera la que fija
losofía de la mente. su contenido: no es inteligible la pretensión de que hemos
identificado correctamente una regla pero no estamos de
6.2. La cuestión del Relativismo. acuerdo respecto a la manera en que, de hecho, tal regla es
seguida en el seno de una comunidad. En otras palabras, cier-
ta coincidencia en las prácticas institucionales de una comuni-
La idea de Wittgenstein de que el significado está determi- dad debe ser inaccesible a una crítica racional porque es esa
nado por el uso efectivo del lenguaje ha sido también asocia- coincidencia la que determina el contenido de las prácticas
da a la que podríamos denominar "relativismo conceptual" o mismas. El problema es el de elucidar correctamente a qué ni-
"relativismo del esquema conceptual", y, con ello, se le ha pre- vel debe situarse esa concordancia básica. Si, por ejemplo, po-
sentado como el precursor de las apelaciones a la irracionali- demos o no criticar racionalmente las creencias expresadas
dad que han dominado muchas reflexiones teóricas sobre los por la magia o las religiones de otras culturas.
fenómenos sociales en los últimos años. Evidentemente, una
conclusión de las Investigaciones, ya lo hemos visto, es la de Podemos resumir las conclusiones de Winch del siguiente
que, en último término, no hay (no puede haber) razones pa- modo: sólo podemos comprender una cultura distinta a la
ra la captación del sentido, ni para la coincidencia en una for- nuestra si ampliamos los límites de nuestra forma de vida. Ello
ma de vida. El problema es el de precisar a qué nivel de abs- es obviamente posible: podemos extender nuestra compren-
tracción debemos situar este "en último término". sión del mundo social percibiendo nuevas relaciones —nue-
Desde luego, de acuerdo con las Investigaciones, debemos vas formas del actividad significativa— desde el transfondo de
aceptar que entender las creencias que se expresan en un las formas de acción reglada con las que ya estamos familiari-
juego de lenguaje es entender su vinculación con las activida- zados. Hay un aspecto de esta solución que nos parece inob-
des extralingüísticas que son constitutivas de ese juego de jetable: no podemos tener otra base más que la propia com-
lenguaje; en ese caso, parece que no podemos pensar que la prensión del significado social en nuestro propio medio. Sería
mayoría de las creencias de un juego de lenguaje son falsas. absurdo pretender que pudiéramos comprender, desde nues-
Lo que entienden los hablantes por su "verdad", ¿no se mues- tra propia cultura, formas culturales distintas sin ver la cone-
tra en el papel de esas creencias en una práctica? Es cierto xión entre algunos de los nuevos significados percibidos y
que podemos rechazar el juego de lenguaje. Pero, entonces, aquellos con los que ya estamos familiarizados.
lo único que estamos haciendo es negarnos a compartir una Ahora bien, todavía hay varios problemas sobre los que
determinada praxis, no podemos ya pretender que ciertos Winch no ha sido tan explícito: consideremos, por ejemplo,
movimientos en su seno son incorrectos. sistemas de creencias que, según nuestro propio marco con-
Respecto a estas cuestiones, el caso de P. Winch (Winch, ceptual, son erróneas-. ¿Podemos descubrir que hay sociedades
1958) es sumamente importante, porque es un autor que ha regidas por tales sistemas de creencias? En principio, algunas
reflexionado sobre los fundamentos epistemológicos de su de las reflexiones del propio Winch no parecen permitir esa
propia posición. Se basa explícitamente en los análisis de Witt- posibilidad. Si, por ejemplo, nos encontráramos con una situa-
genstein sobre las relaciones entre "regía" y "aplicación" en los ción en la que parecería suceder que una comunidad se halla

200 201
equivocada respecto a la mayoría de sus creencias fundamen- vida" distintas no deja de ser una arbitrariedad terminológica:
tales, deberíamos recordar que es su acuerdo en tales creen- entendemos el problema que tratan de solucionar y sabemos
cias el que fija el contenido de los conceptos que en ellas in- que la solución que adoptan es menos eficaz que la nuestra.
tervienen. Parece entonces que no es una cuestión empírica la Quizás pudiéramos hablar con más propiedad de dos "formas
de si es o no posible descubrir una sociedad que crea, por de vida" distintas en el caso en que, por ejemplo, no entendié-
ejemplo, que "la lluvia en verano es un regalo de los dioses". ramos qué tratan de hacer cuando utilizan la magia con un en-
Si estamos tentados a traducir así sus palabras cuando hablan fermo. Sin embargo, es obvio que este tipo de situación no es
de la lluvia, lo que sucede es que no podemos dar por senta- generalizable: no podemos imaginar que respecto a todas sus
do que la traducción es impecable. Dado que para nosotros, actitudes e intenciones nos encontráramos con la misma inco-
la lluvia no es un regalo de los dioses, parece difícil encontrar municación. Si no entendemos para qué utilizan la magia, es
las bases desde las que pudiera afirmarse que ellos hablan de porque sí entendemos muchas de las otras cosas que hacen.
lo mismo cuando se refieren a lo que traduciríamos como "re- Todo esto tiene sólo una conclusión: si, cuando se nos dice
galo de los dioses", que para comunicarnos con otros paradigmas o con otras cul-
Es inobjetable que las creencias y enunciados de una comu- turas necesitamos confiar en un proceso de "conversión", sólo
nidad están determinados por sus "teorías", por su "sistema se nos quiere decir que la comunicación es, en último térmi-
conceptual" o por su "forma de vida". Pero la cuestión es la de no, injustificable, entonces no se nos ha dado ningún funda-
si dos comunidades humanas pueden tener teorías, esquemas mento para el relativismo. También es injustificable, en último
conceptuales, o formas de vida tan distintos que imposibiliten término, la comprensión y el diálogo intra-paradigmático e in-
un puente de diálogo crítico entre ellas. Por sacar a colación la tra-cultural. Como Wittgentein repitió constantemente: "la ca-
filosofía de la ciencia que aboga por la inconmensurabilidad de dena de justificaciones tiene un fin". Pero aunque no haya
los paradigmas (Kuhn, 1962), es un hecho bruto que científicos ningún fundamento racional para nuestra coincidencia a la ho-
de diversas épocas han considerado que sus propias activida- ra de entender el sentido de ciertas acciones o emisiones lin-
des eran incompatibles, que no se "entendían": cuando un güísticas, es un hecho que nos comunicamos.
científico que actúa dentro de determinado paradigma conside- El relativismo es el resultado de una posición ambivalente
ra que de ciertas observaciones debe seguirse una conclusión, respecto al problema de la comprensión y el significado. Por
otro científico, en el seno de otro paradigma, puede considerar una parte, abraza correctamente el principio de que compren-
que debe seguirse otra conclusión. Aceptemos que la historia sión y significado sólo pueden estar fijados si están internamen-
de la ciencia está plagada de situaciones semejantes. Pero aho- te relacionados con multitud de aspectos de la vida y la expe-
ra debemos resolver la cuestión: ¿se entienden o no al percibir riencia. Pero, por otra parte, no advierte cuáles son realmente
que hay conflicto? En términos de relativismo cultural, pode- las consecuencias que se siguen de esa aceptación. Debemos
mos plantear un problema similar: supongamos que los miem- aceptar también que hay un punto de partida, un lecho rocoso,
bros de una tribu cuando tratan de curar la enfermedad reali- en la vida ordinaria sobre el que toda comprensión y todo sig-
zan ciertos ritos que, según los cánones de la medicina occi- nificado deben fundarse. Percibir que hay sentido en absoluto
dental, son completamente ineficaces. Si nos entendemos con requiere comprender ciertas conexiones internas en la vida de
ellos al percibir que realizan esos ritos al tratar de curar la en- los seres humanos. Si no comprendiéramos éstas, no podríamos
fermedad, podemos decir que están equivocados: no es efecti- percibir conflicto alguno con otras teorías u otras formas de vi-
vo tratar de curar la enfermedad apelando a la influencia mági- da. Y a esas conexiones internas básicas (creencias, deseos, in-
ca de determinados ritos. Pero si no tratan de curar la enferme- tenciones elementales) debe retrotraerse todo el significado. Es
dad, ¿qué problema hay? Ya no podemos decir que la ciencia y decir, el único nivel de abstracción en que las consideraciones
la magia son dos maneras alternativas e inconmensurables de de Wittgenstein sobre el significado pueden introducirse cohe-
procurar la curación. En el primer caso, hablar de "formas de rentemente no favorece ninguna forma de relativismo antropo-

202 203
lógico. Si vemos a los miembros de otras culturas como seres posibilidad de la traducción radical es relevante precisamente
humanos, somos capaces de percibir cierto significado en sus porque nos lleva al problema de la naturaleza de las relaciones
acciones básicas (intenciones, deseos, temores, creencias). Eso más básicas entre experiencia y lenguaje, en la medida en que
es todo lo que necesitamos para aceptar que, en principio, el el traductor radical no está en situación de confiar en ninguna
diálogo racional con ellos no es imposible. Los seres que viven de las pistas que le son accesibles cuando se trata de traducir
en otras culturas pueden estar equivocados respecto a muchas entre dos lenguas próximas. En una situación semejante, el tra-
de sus creencias (respecto a la mayoría de sus creencias en al- ductor sólo tiene acceso a un tipo de datos: cuando suceden
gunas instituciones de orden más sofisticado como la religión o ciertos cambios en el medio, puede emitir algunas oraciones e
la magia), del mismo modo que es inteligible aceptar que un intentar descubrir cuáles son las reacciones de los hablantes
subgrupo de seres humanos de nuestra propia cultura está del lenguaje a interpretar. Quine acepta, como punto de parti-
equivocado respecto a muchas de sus creencias. da, la posibilidad de entender las gesticulaciones afirmativas o
negativas de los hablantes del lenguaje objeto de la traducción
radical. Con esta base, pudo definir el "significado estimulati-
6.3. Holismo y Relativismo. vo": la clase de estímulos que producían una respuesta "positi-
va" ("significado estimulativo positivo") o "negativa" ("significa-
El holismo es, sin duda, el rasgo formal más importante de do estimulativo negativo"). El significado de cualquier término
las reflexiones contemporáneas sobre el significado. Debemos viene dado por todos sus significados de estimulativos.
entender que es "holista" cualquier teoría del significado que No nos vamos a detener en una exposición exhaustiva de
suponga que ningún fragmento lingüístico puede ser dotado las tesis de Quine, pero sí es importante tener en cuenta que,
de sentido de un modo aislado. Sólo a partir de la relación de acuerdo con ellas, la traducción radical depende por com-
con la totalidad de las actuaciones lingüísticas de los hablan- pleto de las correlaciones de los gestos de asentimiento y di-
tes, puede determinarse el sentido de una oración determina- sentimiento con los estímulos de la experiencia. Tales correla-
da. Un punto de referencia ineludible para rastrear la génesis ciones son la única base epistemológica para la determinación
del holismo en la semántica contemporánea es el "Two Dog- del significado. El problema es, por supuesto, que, dada esa
mas of Empiricism" de Quine. En este artículo, se describía la base solamente, es imposible aislar la información colateral
conexión entre la epistemología del empirismo clásico y el que está siendo utilizada por un hablante a la hora de mostrar
atomismo semántico. Quine defendió que era imposible dotar su asentimiento ante una oración. La única solución es la de
de un sentido determinado a cada oración aislada de un len- intentar ajustar zonas enteras de la práctica lingüística de la
guaje en término de sus relaciones con la experiencia sensi- propia comunidad de la que proceda el traductor. Por ello
ble. Cualquier teoría que defienda esa posibilidad, está com- Quine acepta que cualquier intento de traducción radical de-
prometida con una distinción mitológica entre las oraciones penderá necesariamente de una hipótesis provisional sobre el
cuyo contenido depende del material empírico que las verifi- ajuste de zonas del lenguaje a interpretar con zonas del len-
caría y las oraciones que son meramente analíticas, es decir, guaje del traductor. Pero una hipótesis semejante está necesa-
las oraciones que se limitan a describir relaciones de sinoni- riamente infradeterminada por los significados estimulativos,
mia pre-existentes en un lenguaje. lo que crea una indeterminación radical en la traducción de
En su Word and Object, Quine dio un paso más. Intentó todas las oraciones, con excepción de una clase mínima de
iluminar el problema del significado por medio de un artificio oraciones de observación. Por poner un ejemplo de Quine,
teórico que ya se ha hecho famoso: la teoría de la traducción supongamos que los hablantes asienten a la emisión de "Ga-
radical. Por "traducción radical" debe entenderse la determina- vagai" si ésta se realiza en presencia de un conejo: nos encon-
ción de los significados de un lenguaje en el estadio en que no tramos con las traducciones alternativas de "conejo", "segmen-
conocemos ninguno de ellos. El examen de las condiciones de to temporal de conejo", "instancia de la propiedad de 'ser co-

204 205
nejo'".El significado estimulativo no nos da, por sí mismo, nin- clave es, quizás, que una condición de posibilidad del signifi-
guna garantía para escoger una de esas opciones más bien cado y la comprensión es que haya una relación más estrecha
que cualquiera de las otras... Siempre es posible que dos es- entre el significado y la acción de los hombres que la que in-
quemas de traducción bien diferentes nos permitan igualar troduce la noción de "significado estimulativo".
una oración del lenguaje a interpretar con oraciones incompa- Un desarrollo de la posición de Quine podemos encontrar-
tibles del lenguaje que sirve de base para la traducción. lo, sin duda, en las teorías de D. Davidson (Davidson, 1984).
Es importante reseñar que Quine necesita una distinción Este filósofo ha defendido que no es posible la determinación
crucial: la diferencia entre oraciones que no se ven afectadas del significado de los términos de un lenguaje sin determinar,
por la información colateral y las oraciones que sí se ven afec- ipsofacto, los contenidos de algunas de las intenciones y cre-
tadas. Piensa que hay oraciones de observación que pueden encias de los hablantes del mismo. Parte crucial de su estrate-
estar determinadas en la práctica por pura ostensión. Las ca- gia es el "Principio de Caridad": el principio de que la traduc-
racterizaciones del color de las cosas, por ejemplo. Por el con- ción radical debe tratar de maximizar la racionalidad de la
trario, una oración como "esto es un conejo" sí se vería afecta- conducta de los hablantes (entendiendo por ello, el que debe-
da por la indeterminación de la traducción. En otras palabras, mos suponer que cualquier hablante ha de compartir con no-
Quien elabora una serie de distinciones en los tipos de oracio- sotros multitud de creencias, deseos, intenciones...). Sólo un
nes y los tipos de términos de un lenguaje, tratando de encon- trasfondo masivo de razón y verdad en las actitudes y creen-
trar el punto de partida del que debe depender la elaboración cias de los demás permite percibir que hay sentido en absolu-
de hipótesis de traducción. to en lo que hacen o dicen. El principio no es sólo metodoló-
No está claro que, si aceptamos las teorías de Wittgenstein gico puesto que Davidson cree que la misma idea de "sistemas
sobre el significado, la relevancia de esas diferencias para su conceptuales" completamente distintos al nuestro es una idea
programa sea algo que el propio Quine pudiera justificar. Si ininteligible (Véase su "On the Very idea of a Concepual Sche-
no hay ningún mecanismo que impida que "Gavagai" se refie- me" en Davidson, 1984).
re a una instancia de la propiedad "conejo" más bien que al Davidson ha dado un paso significativo respecto al holismo
conejo mismo, ¿porqué pretender que sí hay un mecanismo de Quine, en la medida en que acepta que la conexión entre
que determina multitud de rasgos del uso de un nombre de semántica y pragmática es más estrecha de lo que éste ha podi-
color? Podemos recordar de nuevo las observaciones de Witt- do aceptar. Pero, sin embargo, nos encontramos todavía con
genstein sobre la definición ostensiva: ningún gesto de señala- una dificultad: ¿qué se nos quiere decir, exactamente, cuando se
miento, por sí mismo, puede determinar que estoy refiriéndo- nos asegura que interpretar un lenguaje es maximizar la racio-
me al color y no a la forma de ese objeto... Sólo la práctica, nalidad de la conducta de los que lo hablan? Evidentemente,
anterior y posterior al uso de la definición, puede permitir que Davidson no se está refiriendo necesariamente a un proceso de-
esté determinada tal cosa. Pero si permitimos que la práctica liberado y consciente de elaboración de hipótesis explicativas
muestre tal cosa, ¿por qué no permitir que lo muestre también de la conducta de los hablantes: en ese caso, no podría aplicar-
en el caso de otros términos? El problema puede retrotraerse se tal requisito al aprendizaje de la propia lengua materna, algo
al verdadero punto de partida: a la noción misma de "signifi- que sí es esencial en su estrategia. Se refiere, más bien, a que
cado estimulativo". Para dar contenido a su teoría, Quine ne- dotar de significado a cierto segmento de lenguaje es imposible
cesita suponer que no hay ninguna dificultad en el acceso al si con ello no se hubiera atribuido o descubierto cierto modelo
significado estimulativo. Pero , ¿por qué suponer que no es de racionalidad en la conducta de los que hablan. Si decimos
problemático el acceso al asentimiento y al disentimiento? que un niño entiende el significado de una descripción o una
Quine sólo podría decir que sin ningún punto de partida la orden elemental, no podemos mantener que el niño no ha en-
misma noción de "traducción" sería ininteligible. Pero, enton- tendido nunca la estructura interna de ciertos actos de habla y
ces, ¿por qué escoger ese punto de partida tan precario? La cómo esos actos están relacionados (maximizan la racionalidad)

206 i07
con las intenciones o las creencias de los adultos. Nada de esto la idea de que las creencias más básicas de un grupo humano
es suponer, por supuesto, que el niño haya llegado a determi- estén equivocadas. Pero ahora estamos en condiciones de
nar esa relación por un proceso de deliberación consciente. identificar el nivel profundo en que este requisito opera. Las
El principio de Caridad de Davidson está conectado con lo "creencias básicas" son el punto de partida de toda traducción,
que podríamos denominar el principio wittgensteiniano de la son las que debemos percibir en otros seres para poder pensar
"comprensión interna": comprender es participar (o ser capaz que captan y trasmiten significados. Es arbitrario e injustificado
de participar) en el sentido comunitario. No puede accederse pensar que tales creencias deben ser identificadas con las que
al significado sin comprender ciertas conexiones básicas con se expresan en actividades e instituciones más sofisticadas.
la vida de aquellos a los que ese significado está afectando. El En otras palabras, la relación entre esquema conceptual y
lenguaje natural (el ámbito más básico del sentido) sólo es in- contenido es tan estrecha que impide dotar de sentido a la
teligible a partir de sus relaciones con ciertas actitudes básicas misma idea de otros esquemas conceptuales alternativos. Con
(creencias, intenciones, deseos...) que están obviamente incor- ello, Davidson ha dado un paso crucial respecto a Quine: para
poradas en cualquier institución social. Y es importante adver- éste, la base de la traducción radical debería ser, lo hemos vis-
tir que Davidson sí consigue eludir, aparentemente, uno de los to, la capacidad de percibir ciertas respuestas de asentimiento
problemas que parecían derivarse de la tesis -que él tiene que en los miembros de otra comunidad. Para Davidson, esa base
aceptar- de que no es posible una identificación independien- es mucho más ancha: sólo si algunas (muchas) de las actitudes
te del esquema de conceptos y de las creencias sobre el mun- básicas de los hablantes de otro lenguaje son como las nues-
do que rigen en una comunidad. Acepta, evidentemente, que tras, tiene sentido hablar de otro lenguaje en absoluto. Con
no es inteligible pretender que los miembros de una cultura ello, puede afrontar el problema de la inconmensurabilidad en
sostienen creencias sobre los hechos más cotidianos que son relación a dos lenguas, dos teorías o dos culturas diferentes: la
incorrectas en la mayoría de las ocasiones: si nos encontrára- misma percepción de que son diferentes requiere que sean lo
mos en una situación semejante, deberíamos concluir que he- suficientemente semejantes a las nuestras como para poder
mos traducido mal. Sin embargo, está en condiciones de acep- dialogar con ellas. Pero el precio que tiene que pagar no es
tar también que podemos adoptar una actitud crítica respecto pequeño: podemos decir que la teoría permite una explica-
a zonas enteras de otras culturas. El nivel más profundo en ción de las condiciones de percepción del desacuerdo interpa-
que su reflexión se mueve le permite adoptar una perspectiva radigmático a costa de convertir en algo inexplicable la posi-
más consistente sobre las consecuencias que se siguen de la bilidad del acuerdo intraparadigmático, porque su estrategia es
relación estrecha entre un sistema de conceptos y la experien- la de reducir el caso de la comunicación interparadigmática a
cia del mundo. la mera comunicación en el seno de un paradigma, una cultu-
Defiende (véase "On the Very Idea of a Conceptual Seríe- ra o un lenguaje. Pero ¿cómo es esa comunicación posible? La
me" en Davidson, 1984) que el mismo método holista de inter- única solución que Davidson puede ofrecer es, lo hemos vis-
pretación es incompatible con la idea del relativismo de los to, la del principio de Caridad: comprender el propio lenguaje
esquemas conceptuales, de las formas de vida o de los para- es maximizar la racionalidad de las actuaciones de sus hablan-
digmas. Una consecuencia última del principio de Caridad es tes. Aunque no pensemos que tal proceso es un proceso deli-
la de que no podemos descubrir que otros tengan un equima- berado y consciente, subyace el problema de que tal maximi-
miento conceptual muy diferente al nuestro. Las diferencias zación es sólo posible en la medida en que rompamos el cír-
con las creencias de otro grupo humano sólo son descriptibles culo que va de lo particular al sistema y del sistema a lo parti-
como diferencias sobre el trasfondo de la percepción del cular. Si comprender es interpretar maximizando la racionali-
acuerdo en las zonas más profundas del lenguaje y la acción dad, ¿por dónde empieza a romperse el circuito? ¿Debemos
significativa. Es cierto que los conceptos sólo están fijados por ver cierta racionalidad en la conducta global antes de entender
las creencias, y que, por tanto, no podemos dotar de sentido a algunas conductas particulares, o debemos entender ciertas

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acciones particulares antes de percibir racionalidad en la con- sa hay alimento. Esto es lo que Wittgenstein denominó "proto-
ducta global? El problema está obviamente vinculado a las fenómenos" (Investigaciones, 654). El que fijemos de ese mo-
conclusiones de Davidson sobre la "indeterminación de la in- do el deseo y la creencia de alguien no depende de nuestra
terpretación". Siempre es posible encontrarnos con diversas capacidad de elaborar ninguna hipótesis que muestre que la
interpretaciones respecto al significado de acciones y oracio- atribución del deseo racionaliza la de la creencia y viceversa.
nes particulares que maximizan igualmente la racionalidad Captamos inmediatamente que alguien manifiesta ese deseo y
global de la interpretación propuesta. Ante este problema, la esa creencia. Y es ese tipo de captación el que hace posible el
única solución que puede ofrecernos Davidson es la de suge- ámbito del significado lingüístico. En otras palabras, una con-
rir que "la indeterminación del significado y de la traducción dición de posibilidad de cualquier relación interna es que ha-
no representa un fracaso a la hora de capturar diferencias im- ya relaciones internas en la acción. El significado es posible
portantes" (Davidson, 1984, pp. 153-4). Pero, en este punto, el porque está enraizado en ciertas conexiones que percibimos
argumento sí se vuelve circular. En principio, no se nos ofrece en la conducta más básica de nuestros semejantes.
ninguna razón por la que las diferencias no puedan ser im- Por supuesto, no hay ninguna justificación racional para
portantes. Y decir que, sean cuales sean esas diferencias, no nuestra capacidad de captar esas conexiones: todo lo más, po-
pueden ser importantes dado que no podemos descubrirlas, demos dar explicaciones causales (evolutivas) de nuestra coin-
es inaceptable sin la asunción de obvios supuestos verificacio- cidencia. Pero de ellas depende todo el ámbito del sentido.
nistas que no han sido demostrados. Con ello, también tenemos la clave de la explicación de lo que
Podemos comparar ahora estas discusiones con las conclu- había de incorrecto en el relativismo. Si percibimos alguna for-
siones que se pueden extraer de la teoría del significado de ma de sentido en la conducta lingüística, ya estamos instalados
Wittgenstein. El holismo está de acuerdo con el espíritu de las sobre la base que hace posible la emergencia del significado:
Investigaciones en la medida en que acepta que no es posible la conducta común de la humanidad (Investigaciones, 206).
determinar aisladamente el significado de las emisiones lin-
güísticas de una comunidad. En el caso de Davidson, el acuer-
6.4. La autonomía del mundo humano.
do es todavía mayor en la medida en que se vincula de un
modo sistemático el problema de la determinación del signifi-
cado lingüístico con el de la determinación de los contenidos Ya hemos indicado en la introducción que una de las cons-
de las actitudes proposicionales (deseos, intenciones, creen- tantes del pensamiento de Wittgenstein fue su oposición a la
cias...). La diferencia fundamental estriba en que Wittgenstein extensión ilegítima de los poderes de la ciencia. Recordemos,
nos permite creer que hay una manera en que el círculo en por ejemplo, que en el Tractatus se le impedía a ésta cual-
que cualquier teoría holista del lenguaje parece condenada a quier intromisión en el campo de lo místico o lo valioso. En
moverse sí puede tener una escapatoria. Nuestra captación del este sentido, las Investigaciones comparten el punto de vista
sentido no depende conceptualmente de hipótesis generales del Tractatus. La diferencia estriba, obviamente, en la manera
que racionalicen la coherencia de la conducta de otros hablan- en que Wittgenstein pudo justificar su actitud en una y otra
tes. Tales hipótesis siempre estarán infradeterminadas; otras hi- obra. En su última filosofía, esta actitud general la ciencia estu-
pótesis podrán dar cuenta perfectamente de los mismos he- vo basada en la manera en que elucidó las condiciones de po-
chos. El punto de partida para Wittgenstein debe ser el de la sibilidad de las relaciones internas. Una explicación científica
captación de significado en la acción. está siempre fundada en el descubrimiento de relaciones ex-
ternas entre fenómenos, sin embargo las conexiones que hay
Hay acciones básicas en los seres humanos en las que sus
entre nuestras actitudes, nuestros valores, nuestras institucio-
actitudes proposicionales nos son transparentes. Cuando al-
nes y ciertos modos de comportamiento son internas.
guien hace ciertos movimientos somos capaces de ver en ellos
su deseo de comer y su creencia de que al otro lado de la me- Recordemos un caso básico: la conexión que existe entre

210 211
ciertas actitudes preposicionales y la conducta que constituye diferencias que hay entre distintas actitudes preposicionales.
la marca de esas actitudes. Ya hemos dicho que las atribucio- Cuando decimos que algo es soluble y que esta propiedad de-
nes de actitudes preposicionales tienen la forma de atribucio- be ser el resultado de —o idéntica a— un determinado tipo
nes de capacidad o de disposición. No son fenómenos con de propiedades de su composición química estamos movién-
"genuina duración" (B.U.Ph.R, II, 45, Zettel, 46, 47, 82, 281, donos dentro de un supuesto que hace posible la actividad
Investigaciones, 583-7). Mi creencia de que p está determinada científica al respecto: el supuesto de que debemos reducir
por el conjunto de cosas que yo estoy dispuesto a hacer, in- comportamientos macroscópicos similares de los cuerpos a se-
cluyendo mis declaraciones lingüísticas, si me viera en ciertas mejanzas en los estados microfísicos correspondientes. Dos
situaciones. No debemos pensar que la creencia es la "causa", propiedades macroscópicamente similares se corresponden a
en sentido humeano, de esas formas de actuación. Son ellas dos estados microfísicos similares. Y en este caso podemos
las que determinan que hay creencia en absoluto. Una "cau- describir estas similitudes con independencia de saber que
sa", en el sentido en que la ciencia nos habla de "causas", tie- existe tal correspondencia, de otro modo nunca podríamos
ne que poder ser identificada independientemente de los fe- descubrir ésta. Nuestra pretensión de que hay una base micro-
nómenos que explica. física de la solubilidad es nuestra pretensión de que es posible
El anterior no es el punto de vista subyacente en muchas una descripción de propiedades microfísicas que clasifique a
teorías filosóficas y psicológicas. Parece fácil argumentar que los objetos de tal modo que todos los que tengan esas propie-
hay muchas capacidades y disposiciones a las que sí podemos dades tengan también la propiedad de ser solubles. Es una po-
incluir en la explicación científica (causal) de los fenómenos sibilidad de ese tipo la que defendemos cuando hablamos de
por los que se manifiestan (véase Quine, 1975, pp- 92-94). Por reducir las disposiciones "mentales" a estados fisiológicos. Pe-
ejemplo, la fragilidad de un vaso es un estado disposicional. ro esa reducción es un ideal contradictorio. Sucede que dispo-
No obstante, es perfectamente legítimo creer que es posible siciones como "x comprende la regla z" y "x no comprende la
reducir el predicado disposicional "ser frágil" a un estado mi- regla z" —o "x desea que muera z" y "x desea que z tenga
crofísico del vaso. Un estado que no tenemos ningún proble- éxito"— pueden tener en momentos distintos las mismas ma-
ma en considerar "causa" de la facilidad con la que el vaso se nifestaciones físicas... Y que la misma actitud proposicional
rompe. En ese sentido, podemos esperar que la ciencia nos puede manifestarse por formas de acción muy diferentes. Si
proporcione un análisis causal, reductivo, de por qué el vaso hubiera un estado de mi cerebro que estuviera causalmente
se rompe con facilidad. ¿Cuál podría ser la razón para afirmar correlacionado con, por ejemplo, el deseo de que Juan viniera
que el caso de la acción humana debe ser distinto? ¿Por qué pronto, tendría que pertenecer a un tipo de estados todos cu-
no es posible creer que cualquiera de nuestras acciones po- yos miembros deberían ser similares entre sí; pero, además,
dría ser explicada causalmente si tuviéramos un conocimiento cada una de las muy diferentes disposiciones conductuales
exhaustivo de, por ejemplo, los estados de nuestro cerebro? que, en contextos distintos, determinaran mi deseo de que
Por la sencilla razón de que ninguna descripción de los movi- Juan venga pronto debería estar asociada a uno de los miem-
mientos de nuestros cuerpos, en tanto que fenómenos físicos, bros de ese tipo. Eso es contradictorio con el supuesto de que
equivale a una descripción de la acción humana. Los movi- las similitudes en las disposiciones conductuales descritas en
mientos físicos por los que alguien manifiesta una actitud pre- términos físicos deben poderse asociar a similitudes en los sis-
posicional podrían ser, en otro contexto, expresión de una acti- temas nerviosos correspondientes. Dicho de otra manera: un
tud proposicional completamente distinta. predicado incorpora un criterio de similitud entre fenómenos;
pues bien, los predicados intencionales incorporan criterios de
En otras palabras, es conceptualmente contradictorio supo- similitud incompatibles con los que incorporan los predicados
ner que una clasificación de los estados fisiológicos de nuestro por los que clasificamos los movimientos corporales o los es-
cerebro (en tipos de acuerdo con sus relaciones causales con tados nerviosos del cerebro.
los movimientos de nuestro cuerpo) pudiera dar cuenta de las

212 213
Imaginemos que dos personas distintas manifiestan actitu- cada no es sólo una quimera imposible de llevar a la práctica,
des preposicionales diferentes por medio de conductas simila- sino un ideal estrictamente incoherente.
res. Evidentemente, alguna diferencia relevante debe haber en Por otra parte, Wittgenstein defendió, ya lo hemos visto, la
ellas. Esa diferencia puede estar, por ejemplo, en su historia autonomía de la gramática. El contenido de los enunciados
pasada —un soltero no puede esperar a su mujer cuando pa- que se realizan en un juego de lenguaje viene determinado
sea frenético por la habitación. Por supuesto, podríamos com- por las actividades de los hombres que son parte constitutiva
plicar la situación exigiendo que las dos personas, además de de ese juego de lenguaje. Consideremos este problema aten-
estar en la misma situación, tuvieran la misma historia. Y que diendo a una práctica lingüística específica: por ejemplo, los
eso estuviera codificado en su cerebro. No dejaría de ser cu- enunciados religiosos. Tradicionalmente, se había considerado
rioso: por este camino acabaríamos exigiendo que el orden que era parte de la tarea de los filósofos, no sólo explicar, sino
del cosmos pudiera leerse en el cerebro; no es accidental que también justificar o criticar muchas de las creencias religiosas
cuando hablamos de la reducibilidad de la solubilidad a pro- de los hombres ordinarios. Si Wittgenstein tiene razón, tal fun-
piedades de las micropartículas no pretendamos introducir re- ción parece difícil de entender. Un enunciado religioso extrae-
quisitos semejantes. ría su significado de la actividad humana en la que surge. La
Pero imaginemos ahora que el futuro de ambas situaciones "verdad" de los enunciados religiosos estaría determinada por
fuera diferente. El contenido intencional de las mismas con- su vinculación a ciertas prácticas de los seres humanos, prácti-
ductas físicas contemporáneas podría ser diferente. La descrip- cas por las que tratarían de expresar ciertos sentimientos bási-
ción en términos físicos no podría serlo. Lo que pasara en el cos hacia el mundo y los hechos fundamentales de la vida. Lo
futuro podría determinar diferentes contenidos intencionales a que una persona genuinamente religiosa afirma cuando emite
los mismos movimientos físicos. Wittgenstein se imagina un la oración "Dios existe" se muestra precisamente en el papel
caso extremo de una posibilidad similar (RFM, VI, 34) cuando que ese enunciado tiene en su vida. El análisis de Wittgenstein
concibe un país exactamente igual a Inglaterra que existiera de los enunciados religiosos como irreductibles a enunciados
sólo dos minutos. Los mismos movimientos físicos en las per- fácticos, coloca a la persona auténticamente religiosa al mar-
sonas, los mismos sonidos de sus bocas... Su argumento es gen de cualquier crítica racional. Entenderlos es participar de
que no podríamos decir que hablaran o que entendieran. El las actitudes básicas que se expresan por ellos.
motivo es obvio: hablar o entender no son el tipo de cosas Conviene, no obstante, que seamos cuidadosos en este
que, en la historia de una comunidad, se puedan hacer sólo extremo. Es posible que el creyente y el no creyente no se
durante dos minutos. Emitir ciertos sonidos y realizar ciertos entiendan. Pero ya hemos visto en las páginas anteriores que,
movimientos, sí. para percibir su conflicto, deben ser capaces de entenderse en
Por supuesto, el ámbito del significado no se reduce a ac- aspectos más básicos de sus vidas. En otras palabras, la di-
ciones básicas ni a conductas regladas elementales. Metemos mensión religiosa de la vida de algunas personas no puede es-
goles, firmamos cheques, reñimos a nuestros hijos, reponde- tar desconectada de su participación en formas más básicas de
mos cuestiones, votamos en las elecciones... En ningún caso sentido. Una forma religiosa de vida es una forma de vida hu-
es posible aceptar que la acción significativa de los hombres mana, que expresa una particular actitud ante hechos básicos
pudiera ser descrita atendiendo al tipo de conducta que inte- de nuestra existencia. Lo que hemos dicho sobre el relativis-
resaría a una descripción física del universo. Ello tampoco mo, puede ser relevante en este punto. Lo que debemos
quiere decir que las ciencias sociales sean imposibles. Lo que aceptar es que la pura actitud religiosa es distinta a la actitud
sí quiere decir es que sus explicaciones son de un tipo com- del no creyente. Pero, en ese sentido, no estamos obligados a
pletamente distinto a las explicaciones que nos proporcionan creer que toda divergencia entre lo que llamaríamos ordinaria-
las ciencias de la naturaleza. Que el ideal de una ciencia unifi- mente "creencias religiosas" es, apriori, inconmensurable. Del

214 215
mismo modo que dijimos que es posible pensar que ciertas religiosa debería manifestar una discrepancia muy distinta con
creencias en otras culturas son erróneas, en la medida en que el no creyente: una pura discrepancia de actitud.
la persona religiosa y el agnóstico retrotraigan su posición a
El mismo tipo de discrepancia que, por ejemplo, habría en-
creencias más básicas que ambos comparten, ya no estaríamos
tre ciertas actitudes morales. En último término, no puede ha-
ante un conflicto de puras actitudes.
ber ninguna justificación racional para ellas. Por supuesto, eso
Consideremos, por ejemplo, la teología. Si Wittgenstein tie- no nos impide poder discutir los principios morales que rigen
ne razón, entonces algunos textos de teología están equivoca- la vida de distintas personas o de distintas comunidades. Pero
dos. Cualquier teoría dualista sobre el hombre, cualquier pre- si esa discusión es posible, debe haber un acuerdo en las acti-
tensión, por ejemplo, de que la identidad personal puede tra- tudes morales básicas. Ese acuerdo existe, por ejemplo, cuan-
zarse independientemente de la identidad de nuestro cuerpo do las personas aceptan un diálogo racional sobre la bondad
es producto de una confusión conceptual. No tratemos ahora moral de una acción particular. Por otra parte, la autonomía de
la cuestión de si es posible una teología que incorpore una la pura actitud moral se transmite, al significado de nuestras
antropología no dualista. La cuestión es la de si hay un claro normas morales. Ellas son lógicamente autónomas de cual-
conflicto entre algunas creencias teológicas y algunas de las quier explicación fáctica del mundo. Son incluso autónomas
creencias filosóficas del propio Wittgenstein. Ello es útil, por- respecto a las explicaciones causales de por qué somos mora-
que nos permite abordar la cuestión ulterior de si hay alguna les. Posiblemente fuera correcto explicar la aparición de actitu-
relación lógica entre las creencias de la persona religiosa ordi- des morales atendiendo a la teoría de la evolución. El altruis-
naria y las de los teólogos. Si la hay, debe ser posible mostrar mo moral está conectado con conductas más primitivas de so-
que las creencias de las personas religiosas pueden entrar en lidaridad animal y, a su vez, quizá sea posible explicar evoluti-
conflicto lógico con creencias de índole muy distinta. Lo que vamente la aparición de estas formas de conducta en base a
quiere decir que el fenómeno social de la religión no coincidi- las exigencias de la selección natural —los sociobiólogos, por
ría con lo que Wittgenstein consideraría una "pura" actitud re- ejemplo, apelan a la selección genética. Lo importante es que
ligiosa. aceptemos que este tipo de cuestiones son moralmente neu-
Una persona considerada "religiosa" en nuestra sociedad se tras. La explicación causal de la formación de nuestras actitu-
siente obligada a confrontar otras posiciones teóricas sobre el des morales no es una cuestión interna a la práctica de justifi-
hecho religioso, es consciente de que la incompatibilidad entre car la moralidad de una acción particular. No deducimos nues-
ambas posturas no se reduce a una incompatibilidad entre acti- tros deberes morales de premisas que tengan en cuenta la su-
tudes básicas. Después de todo, la mayoría de las personas pervivencia futura de nuestros genes. No podríamos hacerlo
que consideramos religiosas comparten con los agnósticos su de ese modo. Ninguna explicación causal de por qué la natu-
confianza en que hay alguna posibilidad de mostrar la raciona- raleza nos ha hecho altruistas me puede dar a mí una buena
lidad de sus creencias: bien justificándolas a partir de las creen- justificación racional para actuar moralmente. Pero tampoco
cias más básicas que ambos comparten, o bien haciendo ver podría mostrar que, en realidad, no tengo obligaciones mora-
que son compatibles con ellas, Lo importante no es si la mayo- les.
ría de las personas religiosas son de hecho teólogos o filóso-
fos, sino que, implícitamente, al admitir la posibilidad de hacer
verosímil su actitud a partir de conceptos y creencias que to-
dos comparten, admiten también que el discurso teológico y fi-
losófico son relevantes para justificar su actitud. Cuando eso
sucede podemos encontrar una genuina discrepancia en creen-
cias. Y ya hemos visto que no podemos pensar que las creen-
cias distintas son inconmensurables. La persona genuinamente

216 217
Apéndice
Comentario de textos

Texto i

El método correcto de la filosofía.

El método correcto de la filosofía sería propiamente el si-


guiente: no decir sino lo que puede decirse, las proposiciones
de la ciencia natural —algo que no tiene nada que ver con la
filosofía—, y siempre que cualquiera quisiera decir algo meta-
físico, demostrarle que a determinados signos de sus proposi-
ciones no les ha dado significado alguno. Este método les de-
jaría descontentos —pues no tendrían la sensación de que les
estábamos enseñando filosofía— pero sería el único estricta-
mente correcto. Tractatus Logico-Philosophicus, 6.53-

Comentario.

De todas las observaciones del Tractatus, quizás sea ésta la


que con más fundamento podría esgrimirse para acercar las
posiciones de Wittgenstein a las de los positivistas lógicas. Así,
apenas diez años después de su publicación, Rudolf Carnap,

221
uno de los más destacados miembros del Círculo de Viena, es- Tractatus, en su opinión el sinsentido metafísico estaba per-
cribió un artículo, al que dio el significativo título de "La supe- fectamente justificado y, desde luego, no era prescindible.
ración de la metafísica mediante el análisis lógico del lengua- Aunque la metafísica fuera como una escalera de la que ha-
je" (el lector puede encontrarlo en la compilación de A. J. bía que desprenderse, la justa visión del mundo sólo podía
Ayer, 1965, pp. 66-87), en el que condenaba toda posible me- alcanzarse desde el lugar al que ella nos encaramaba.
tafísica no por ser una teoría falsa acerca de la naturaleza del Desde una perspectiva wittgensteiniana, podrían esgrimirse
mundo, sino por constituir un discurso estrictamente sin senti- al menos dos razones de esta ineliminabilidad de la metafísica.
do, y proponía como alternativa una práctica científica de la La primera, que dado que ningún valor es analizable en térmi-
filosofía que tendría por objetivo dar una fundamentación ló- nos de, ni reductible a, ningún hecho, siendo éstos los que
gica de las ciencias empíricas y de la matemática; lo que pare- constituyen el mundo, cualquier discurso sobre lo que pueda
ce coincidir con lo que se nos está diciendo en el texto que dar sentido a la vida deberá ser sobre lo que está fuera de és-
estamos analizando. te, un discurso metafísico. Y precisamente cierta orientación
Sin embargo, es bien sabido que Wittgenstein siempre re- sobre este sentido es algo de lo que se espera de la reflexión
chazó las propuestas que los miembros del Círculo de Viena le filosófica. Por eso advierte Wittgenstein que difícilmente podrí-
hicieron para integrarse en éste, y que nunca le agradó el cali- amos calmar las inquietudes filosóficas de nadie si nos limitá-
ficativo de positivismo referido a sus tesis filosóficas. ¿Cómo semos a decir aquello que puede decirse con sentido.
explicar esta actitud? ¿No hay acaso acuerdo entre él y los po- La segunda razón, quizás teóricamente más significativa,
sitivistas acerca de cuál deba ser la naturaleza de la filosofía? sería que toda práctica censora necesita de un discurso deli-
Una manera bastante usual de responder estas preguntas con- mitador que la legitime, pero éste no podrá, obviamente, go-
siste en afirmar que, si bien Wittgenstein coincidía con los po- zar del mismo status que lo por él delimitado. Si queremos
sitivistas al identificar el ámbito de lo decible con sentido con condenar la metafísica como discurso sinsentido, antes debe-
el alcance del discurso científico, quedando la metafísica fuera remos haber fijado el límite del ámbito de lo decible con sen-
de él, se diferenciaba de éstos porque su interés se centraba, tido, pero para así hacerlo, puesto que hemos tenido que
precisamente, en aquello sobre lo que debiéramos guardar si- avistar este ámbito en su totalidad, tendremos que habernos
lencio, mientras que el interés de los positivistas se ceñía úni- situado fuera de él. La terapia de la metafísica presupone así
camente a lo que puede ser dicho. Las diferencias no serían, la práctica de la metafísica.
pues, teóricas sino, por así decirlo, subjetivas; obedecerían a la Los propios positivistas sufrieron en sus carnes las conse-
peculiar ^idiosincrasia de Wittgenstein. cuencias de esta paradójica situación. Ellos creyeron ver en el
Merece la pena señalar que esta explicación fue también la famoso principio de verificación el criterio demarcatorio en-
que, en un principio, los propios positivistas dieron de sus di- tre el discurso legítimo y el ilegítimo. Según el mismo, toda
ferencias con él. En el artículo al que ya hemos hecho alusión, proposición que no fuera verificable carecía de sentido. Pero
Carnap, aunque niega a la metafísica todo contenido teórico, la pregunta que los defensores de la metafísica les espetaron,
le concede la función de expresar una actitud emotiva ante la y que los miembros del Círculo no se pusieron de acuerdo
vida, una función análoga a la que cumpliría el arte. Las incli- en cómo contestar, fue si el mismo principio de verificación
naciones metafísicas de Wittgenstein serían atribuibles, pues, a resultaba o no verificable. El hecho era que con este princi-
su talante artístico. Sólo que, a diferencia de los metafísicos pio los positivistas pretendían reducir el ámbito del discurso
clásicos, habría sido perfectamente consciente de la esterilidad legítimo al campo de las ciencias empíricas y de las ciencias
teórica de esta disciplina. formales, pero él mismo no era una proposición ni de las
Quien no creemos que hubiera aceptado esta manera de re- unas, ni de las otras.
solver la cuestión sería el propio Wittgenstein. Como ya seña- En resumen, pues, aunque el método filosófico que en
lamos en el apartado con el que cerramos nuestro estudio del Tractatus 6.53 se nos presenta como el único estrictamente

222 223
correcto, tiene claras similitudes con el que los positivistas ló- de las Investigaciones filosóficas, tras el argumento contra el
gicos intentaron llevar a la práctica, sería incorrecto alinear a lenguaje privado y algunas consideraciones sobre el carácter
Wittgenstein en las filas positivistas, y ello por algo más que expresivo de las declaraciones psicológicas en primera persona
por razón de sus diferencias de intereses. En oposición a los y sobre el sujeto de experiencias. Wittgenstein ya ha tratado de
positivistas, Wittgenstein pensó que si la metafísica era insen- mostrar que un lenguaje privado de sensaciones sería imposi-
sata, no por ello era menos ineludible. Como escalera dese- ble, e inmediatamente describe algunas de las opiniones que
chable, sólo lo era después de que nos hubiéramos servido van unidas a la defensa de tal tipo de lenguaje. Ha afirmado,
de ella. por ejemplo, que lo esencial de la idea de una experiencia pri-
vada es que implica la imposibilidad de conocer las propieda-
Texto 2. des de las experiencias de los demás (272). Asimismo, ha refle-
xionado sobre la vinculación que hay entre los fenómenos
El objeto p r i v a d o . mentales y la posibilidad de expresarlos, criticando la idea de
que es inteligible la existencia de conciencia en cualquier parte
del mundo (287-288). Wittgenstein ha puesto restricciones a lo
Si digo de mi mismo que sólo sé lo que significa la pala- que es un posible sujeto de conciencia: debe tener alguna si-
bra "dolor" a partir de mi propio caso —¿no debo decir tam- militud con un ser humano (283). A partir de 288, la discusión
bién lo mismo de los demás? ¿Y cómo puedo generalizar ese entra en una nueva inflexión. Se tratará de demostrar que las
caso único tan irresponsablemente? declaraciones psicológicas en primera persona tienen una gra-
Ahora bien, ¡alguien me dice que él sabe lo que es dolor mática muy diferente a la de las descripciones sobre el mundo
sólo a partir de su propio caso! —Imaginemos que todos tie- físico. No utilizamos criterios para "identificar" nuestras sensa-
nen una caja con algo en ella: llamémosle "escarabajo". Na- ciones, si decimos que "describimos" lo que sucede en nuestra
die puede mirar en la caja de los demás, y cada uno dice que mente, no podemos pensar que todas las "descripciones" tie-
sólo sabe lo que es un escarabajo mirando a su escarabajci—. nen una gramática uniforme (288-92).
En esta situación, sería posible que cada cual tuviera algo En la primera sección de la 293, se relaciona la idea de
distinto en su caja. Incluso podríamos imaginar que tal cosa una identificación privada de las sensaciones con lo que se
cambiara constantemente. —¿Y si suponemos que la palabra ha venido en denominar el "argumento por analogía": si al-
"escarabajo" tenía un uso en el lenguaje de esas personas?—. guien cree que el significado de un término perteneciente al
Si así fuera no podría ser usado para designar una cosa. La vocabulario de sensaciones está determinado por una identi-
cosa de la caja no tiene ningún papel en absoluto en el juego ficación privada de la sensación (el tipo de identificación que
del lenguaje; ni siquiera como un algo: ya que la caja podría se ha criticado en 258), entonces parece condenado a un di-
estar vacía. —No, podemos "pasar por alto" la cosa de la ca- lema del que no hay fácil salida. Debe renunciar a la idea na-
ja; sea lo que sea, queda anulada—. tural de que los demás se encuentran en su misma situación
O sea, si construimos la gramática de la expresión de sen- o debe proyectar ilegítimamente sobre los demás lo que Witt-
sación según el modelo de "objeto y designación", el objeto genstein denomina el "único caso" ("den einem Fall").
queda fuera de toda consideración como irrelevante. El rechazo del argumento por analogía es una constante
del pensamiento de Wittgenstein. El argumento pretende que
Investigaciones Filosóficas, 293. el hecho de que yo tengo conciencia me proporciona un in-
dicio razonable para suponer que otros seres, cuya conducta
Comentario. es semejante a la mía, también la deben poseer. No es difícil
ver cuál es el problema con lo que Wittgenstein denomina
El texto que vamos a comentar aparece en la primera parte una "generalización irresponsable": la forma lógica de tal ge-

224 225
neralización es distinta a la de las que consideramos acepta- el lenguaje intersubjetivo. Podemos decir que la interpreta-
bles. Una primera razón es evidente: la base de la generaliza- ción general de la filosofía de la mente de las Investigaciones
ción está constreñida necesariamente a un sólo caso. Pero se- depende de que apreciemos el verdadero sentido de la metá-
ría equívoco afirmar que ese es todo el argumento de Witt- fora de Wittgenstein. Muchos comentaristas han creído que el
genstein. La raíz del problema hay que buscarla en la asime- "escarabajo" era el contenido fenomenológico de la concien-
tría de lo mental. En el parágrafo 302 se nos hablará de una cia. Con lo que Wittgenstein estaría muy cerca del conductis-
dificultad lógica peculiar de esa generalización: si se acepta mo Según esta interpretación, lo que se nos quiere decir es
la premisa del argumento por analogía, entonces no es fácil que las cualidades de la conciencia son irrelevantes para el
imaginar el dolor que no se siente según el modelo del que significado. Así en las Investigaciones se nos estaría defen-
sí se siente. La razón de esa actitud no depende específica- diendo una doctrina de la mente muy cercana a algunas de
mente de la filosofía de la mente de las Investigaciones. El ar- las posiciones de Schlick y Carnap antes de la segunda guerra
gumento se retrotrae a algo que Wittgenstein ya vio mucho mundial. Schlick, en sus conferencias "Form and Content", ha-
antes de elaborar el argumento contra el lenguaje privado: el bía mantenido que el contenido de nuestra conciencia es
carácter redundante de las marcas sintácticas de primera per- inexpresable en el lenguaje intersubjetivo; el fisicalismo de
sona en las auto-atribuciones de estados mentales. El "Yo" en Carnap aceptaba que lo único que el lenguaje público puede
"Yo tengo dolor" no está justificado por la identificación de atrapar son las manifestaciones conductuales. Se supone,
que un particular ser humano está manifestando dolor. Si pues, que Wittgenstein estaría defendiendo que las cualidades
combinamos esto con la premisa que está dando por sentada reales de la conciencia nunca podrían ser determinables en el
el oponente de Wittgenstein en el primer párrafo de 293, la lenguaje público. Daría igual que cambiaran constantemente
de que "Yo sólo sé lo que significa 'dolor' por mi propio ca- o no, que fueran o no distintas en cada uno de nosotros...
so", nos encontramos con la consecuencia de que "mi propio Esta no es la interpretación correcta. Y es quizás uno de
caso" no puede tener alternativas, es realmente el único... No los aspectos de las Investigaciones más difíciles de compren-
está determinado por el hecho de que sea mi boca la que se der. El "escarabajo" no se refiere a los aspectos fenomenoló-
queja, porque "mi propio caso" aún podría ser el mismo si se gicos de nuestras sensaciones sino a una determinada inter-
quejara otra boca. El mismo dolor podría descubrirse empíri- pretación de los mismos. Precisamente, la interpretación que
camente vinculado a la conducta de otro cuerpo. La premisa se critica en la última sección del parágrafo 293: el modelo
inicial nos obliga a aceptar que la conexión entre el dolor y de cosa y designación. El "escarabajo" no es la sensación, si-
el cuerpo que se queja es contingente. Por lo tanto, que la no la sensación interpretada cartesianamente. Sólo si acepta-
hipótesis de que otro tiene dolor, si por "dolor" queremos mos que el ojo de la mente puede identificar los aspectos fe-
significar algo más que la "conducta de dolor", no tiene más nomenológicos de la conciencia según ese modelo nos en-
contenido que la hipótesis de que 'Yo tengo dolor en su contramos con la consecuencia de que lo así identificado es
cuerpo". La crítica al argumento por analogía no depende irrelevante para el significado. Pero ése no es el caso. El ar-
pues de ningún tipo de premisa verificacionista. Este es un gumento es, pues, una reducción al absurdo.
argumento que ya puede encontrarse desarrollado en los pa-
rágrafos 57-66 de las Bemerkungen, escritas entre 1929 y ¿Por qué no es ése el caso? Porque las cualidades de la con-
1930. ciencia están internamente vinculadas a la manera en que las
manifestamos. Es por ello por lo que la estructura gramatical
La segunda sección introduce una serie de reflexiones so- de las declaraciones psicológicas en primera persona no es si-
bre el hecho de que el "objeto privado" (entendido como milar a las de las descripciones de objetos. Mi descripción o mi
aquel que puede ser identificado independientemente de sus identificación de un objeto no determinan sus propiedades. Mi
conexiones con el mundo público, independientemente de declaración "Tengo dolor" (si es sincera y yo tengo competen-
las manifestaciones conductuales) no tendría ningún papel en cia lingüística) sí determina las cualidades de mi conciencia.

226 227
Contenido Intencional. El objeto de las actitudes preposi-
cionales.
Contexto intensionaL Aquel contexto en el que una pro-
posición aparece en el seno de otra sin que su valor de ver-
dad sea determinante del de ésta. Por ejemplo, "Creo que
mañana lloverá".
Escepticismo. Posición que niega la posibilidad del
conocimiento, la posibilidad de justificar la verdad de nuestras
creencias.
Expresión. Cada una de las partes de la proposición que
caracterizan el sentido de la misma.
Fenomenalismo. En sentido estricto, doctrina filosófica
que afirma que el ámbito de la realidad coincide con el de las
entidades mentales (percepciones, impresiones, sentimien-
tos...). En sentido amplio, la doctrina que afirma que sólo po-
Glosario demos conocer las entidades que constituyen la mente.
Forma lógica. En el Tractatus, propiedades que un hecho
tiene en virtud del número y tipo lógico de los elementos que
lo configuran. Toda figura debe tener la misma forma lógica
que el hecho figurado por ella.
Actitudes preposicionales. Actitudes psicológicas cuyo
contenido debe ser descrito mediante la introducción de una Fuerza ílocucionaria. Aspecto de un acto de habla que fija
cláusula proposicional. Son ejemplos de actitudes preposicio- el tipo al que el acto pertenece, de acuerdo con las conven-
nales pensar que, creer que, desear que, etc. ciones de un lenguaje. Por ejemplo, una orden y un enuncia-
do tienen distintas fuerzas ilocucionarias.
A prlori. Lo que puede ser conocido con independencia de
la experiencia sensible. Las proposiciones apriori serían aque- Función. Expresión que al ser saturada adquiere un valor
llas cuya verdad no dependiera de la experiencia. de verdad.
Argumento. Expresión que satura una función. Función de verdad. Relación funcional entre los valores de
Argumento del caso paradigmático. Argumentación filo- verdad de una proposición compleja (molecular) y los valores
sófica que parte del supuesto de que ciertas situaciones ordi- de verdad de las proposiciones simples que en ella intervienen.
narias, en las que los hablantes no dudan de ciertos enuncia- Holismo. En filosofía del lenguaje, doctrina que sostiene
dos, determinan el significado de los términos que en ellos apa- que no es posible determinar el significado de expresiones y
recen. oraciones aisladamente.
Axiomas. Principios o enunciados primitivos de un sistema Lógica. Estudio de las reglas correctas de inferencia.
deductivo. Logicismo. Posición en filosofía de las matemáticas que
Categoría. Cualquiera de los conceptos de orden más ge- defiende que éstas pueden deducirse desde axiomas puramen-
neral de nuestro sistema conceptual. te lógicos. Cuenta entre sus máximos defensores a G. Frege y
Constantes lógicas. Partículas tales como "no", "y", "si... a B. Russell.
entonces", "todos", "algunos", etc., que permiten la composi- Metafísica trascendental. En contra de lo usual, no hemos
ción de enunciados moleculares. empleado este término para referirnos a la manera de entender

228 229
la metafísica de una particular escuela. Con él hemos aludido,
más bien, a aquella parte de la metafísica que trata de las con-
diciones últimas de los caracteres más generales de la realidad.
Nombre. En el Tractatus, expresiones cuya articulación
constituye la proposición elemental. Los nombres denotan ob-
jetos simples.
Ortología. Parte de la metafísica que trata de hacer explíci-
tos los caracteres más generales de la realidad.
Platonismo. Posición de quienes defienden la existencia
de entidades abstractas no situadas ni en el espacio ni en el
tiempo.
Pragmática. Estudio de la relación de los signos con los
usuarios de los mismos.
Proposición. Conjunto de símbolos susceptibles de tener
un valor de verdad. Puede ser elemental, si en ella no figura
ninguna constante lógica, o molecular. Bibliografía
Psicologismo. Posición en filosofía de la lógica que defien-
de que los principios de ésta son meramente psicológicos:
modos de funcionamiento de la mente.
Reglas de inferencia. Principios que permiten la deduc- Citas y Abreviaturas empleadas. Normalmente, las ci-
ción de los teoremas a partir de los axiomas. tas breves que aparecen en el libro proceden de la traduc-
Regreso de premisas. Situación que origina el intento de ción de los propios autores. No obstante, se ha procurado'
justificar deductivamente todos los enunciados que intervienen dar el número de paginación en la versión castellana para fa-
en una prueba. cilitar la consulta de los lectores.
Relación interna. Aquella que no puede alterarse sin que Los libros de Wittgenstein se citan por número de pará-
lo haga la naturaleza de los elementos por ella relacionados. grafo, cuando es posible, y por número de paginación en
Semántica. Estudio de la relación de los signos con el otros casos. Se ha intentado no abusar de abreviaturas, pero
mundo. ha sido inevitable usarlas algunas veces. Son éstas:
Signo. Cualquier expresión considerada en sus propiedades B. U. Ph. P. Bemerkungen ueber die Philosophie der Psy-
físicas. cbologie.
Símbolo. Cualquier expresión considerada en tanto que NFL. "Wittgenstein's Notes for Lectures on 'Sense Data1
usada con un significado. and 'Prívate Experience'".
Sintaxis. Estudio de las relaciones que los signos mantie- Ph. B. Philosophiscbe Bemerkungen.
nen entre sí prescindiendo de cualquier consideración de su Ph. G. Pbilosopbische Grammatik.
significado. Ph. U. Philosophiscbe Untersucbungen.
Teoremas. Enunciados deducidos a partir de ios axiomas. PvFM. Remarks on the Foundations ofMatbematics.
Trascendente. Lo que queda fuera del mundo. T. Tractatus Logico-Philosophicus.

230 23 i
1. Ediciones y traducciones de las principales obras de — Lectures and Conversations on Aesthetics, Psycho-
Wittgenstein, en orden aproximado de redacción, no logy and Religious Belief. Edición de C. BARRETT.
de publicación. Blackwell, Oxford, 1970. Traducción castellana de E.
RABOSSI: Estética, Psicoanálisis y Religión, Editorial
Sudamericana, Buenos Aires, 1976.
— Remarks on tbe Foundations of Mathematics. Edición
Notebooks 1914-16. Edición de G.H. von WRIGHT y G.
de G. H. VON WRIGHT, G. E. M. ANSCOMBE y R. RHEES.
E. M. ANSCOMBE. Blackwell, Oxford, 1961. Contiene
Blackwell, Oxford, 1978. Traducción castellana de I.
también las Notes on Logic y las Notes dictated to
REGUERA: Observaciones sobre los fundamentos de la
Moore in Norway. Traducción castellana de J. MUñOZ
Matemática, Alianza Universidad, Madrid, 1987.
e I. REGUERA: Diario Filosófico. Ariel, Barcelona, 1982.
Hay una versión castellana de J. L. BLASCO y A. GAR- — Vermischte Bemerkungen. Edición de G. H. VON
CíA SUAREZ de las Notas sobre Lógica en Teorema, Va- WRIGHT. Suhrkam Verlag, Frankfurt, 1977. Traducción
lencia, número monográfico de 1972. castellana de E. C. FROST: Observaciones. Siglo XXI
Traciatus Logico-Pbilosophicus. ROUTLEDGE a n d KE- Editores, México, 1981.
GAN PAUL, London, 1961. Traducción castellana de E. — "Wittgenstein's Notes for Lectures on 'Sense Data' and
TIERNO GALVAN. Revista de Occidente, Madrid. 1957; 'Prívate Experience'". Edición a cargo de R. RHEES.
reeditada por Alianza Editorial, Madrid, 1973. Hay The Phüosophical Review. LXXVII, 1968, pp. 275-320.
una nueva versión de J. MUñOZ e I. REGUERA también
— Zettel. Edición de G. E. M. ANSCOMBE y G. H. VON
en Alianza Editorial, Madrid, 1988.
WRIGHT. Blackwell, Oxford, 1967. Traducción castella-
"Ethics" En The Phüosophical Review, January, 1965. na de O. CASTRO y U. MOULINES. UNAM, México, 1979.
Traducción castellana de A. SALAZAR; "En torno a la — Bemerkungen über die Philosophie der Psychologie.
ética y el valor." Universidad Nacional Mayor d e San (Vol. I y II). Blackwell, Oxford, 1980.
Marcos. Lima, 1967. — Philosophische Untersuchungen. Edición de G. E. M.
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