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VIVAMUS,

MEA LESBIA.

Los autores sitúan la vida de Catulo de Verona en distintos periodos. Las opciones varían entre 82
– 52 (según Schmidt), 77 – 54 (según M. Renard) y 84 – 54 (según Fernández Corte). De él nos han
llegado, casi de milagro, 116 poemas distribuidos en tres grupos: los primeros 60 son piezas líricas
breves, de métrica variada. Los ocho siguientes poemas de larga extensión. Los últimos están
escritos en dísticos elegíacos. El poema que hoy comentamos es el 5 y está escrito en verso
faleceo llamado también endecasílabo.

Está el poema dedicado a Lesbia, la mujer de sus amores y la musa de su poesía, no sabemos si
real (Clodia, una de las hermanas de Publio Clodio) o de ficción, pero ella fue la que marcó el
vaivén de sus sentimientos, que podían pasar del éxtasis al sufrimiento dependiendo del grado de
complacencia de esta musa / mujer. Es claro, transparente, sobre todo el primer verso y casi no
hace falta saber latín para entender ese deseo de vivir a borbotones rebosante entre miles de
besos. Miles y miles, cientos y cientos, números mágicos e inconcretos para que no haya fin ni
cuenta exacta, y así poder de nuevo empezar aprovechando esa breve luz de la vida que ni
siquiera siempre les alumbra porque a veces la propia Lesbia la hará temblar con sus devaneos.

No hace falta decir que seguimos _es un decir_ en la línea vitalista del Gaudeamus.
Alegrémosnos / vivamos porque en el futuro no nos esperan con una guirnalda. En el fondo
estamos, en ambos casos, comentando un carpe diem vital, salvando, eso si, la gran diferencia
entre un gran poeta métrico, como Catulo, y el alegre versificador rítmico que compuso el himno
estudiantil.

Viuamus, mea Lesbia, atque amemus,

rumoresque senum seueriorum

omnes unius aestimemus assis.

Soles occidere et redire possunt:

nobis, cum semel occidit breuis lux,

nox est perpetua una dormienda.

Da mi basia mille, deinde centum,

dein mille altera, dein secunda centum,

deinde usque altera mille, deinde centum.

Dein, cum milia multa fecerimus,

conturbabimus illa, ne sciamus,

aut nequis malus inuidere possit,


cum tantum sciat esse basiorum.

Vivamos, Lesbia mía y amémosnos, hagamos caso omiso a todas las habladurías de los ancianos en
exceso escrupulosos. Los astros pueden ocultarse y reaparecer, pero nosotros tendremos que
dormir en noche perpetua tan pronto como se apague la breve llama de nuestra vida. Dame mil
besos y después cien, otros mil luego, luego otros cien. Empieza de nuevo hasta llegar a otros mil y
a otros cien. Después, cuando hayamos acumulado muchos miles, los revolveremos todos para
perder la cuenta o para que ningún malvado envidioso sea capaz de embrujarnos cuando sepa que
nos hemos dado tantos besos.

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