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La visibilidad del proyecto revolucionario y las nuevas tecnologías

Carlos Lagos. 23 agoosto 2010

La llamada “corriente comunizadora” tiene un rasgo singular que la distingue de


otras tendencias comunistas contemporáneas, y es que sus participantes han
tratado de abordar viejos problemas del movimiento revolucionario sin acudir a
las fórmulas esclerotizadas del materialismo dialéctico sovietizado. Es así que una
de las controversias que más animan a esta corriente se refiere al problema de si
el comunismo es o no una consecuencia necesaria del capitalismo y de su inminente
colapso.

Dentro de la corriente comunizadora existen al menos dos interpretaciones de


este problema: los de Troploin (Gilles Dauvé y Karl Nesic, principalmente) son
tajantes en rechazar todo rastro de “objetivismo”, al que identifican con el
determinismo economicista y mecánico del marxismo socialdemócrata. La forma
más acabada de este objetivismo sería el leninismo, que asume que la revolución
sólo puede ocurrir una vez que se han quemado ciertas etapas: tiene que haber
imperialismo, democracia burguesa y nacionalismo para que haya revolución, y
ésta tiene que ser socialista para que luego venga el comunismo. Esta visión es la
que Troploin rechaza con fuerza. Y con razón, si consideramos los estudios de
Marx en torno a la cuestión rusa (especialmente su correspondencia con Vera
Zasulich), la obra de pensadores como José Mariátegui, y la actual catástrofe
ambiental, étnica y social engendrada por el capitalismo.

Al rechazar toda forma de objetivismo, Troploin afirma que la acción de las clases
explotadas es el único factor determinante en el devenir revolucionario. Llegan a
decir incluso que en el pasado la revolución comunista siempre fue posible, y que
si ésta no ha ocurrido no fue porque lo impidieran las condiciones estructurales
de la sociedad, sino porque la voluntad y la consciencia de los explotados no
estaban lo bastante desarrolladas. Dauvé y sus amigos a menudo han sido
acusados de defender un nuevo “humanismo subjetivista” que ignora la
importancia de aquellos factores estructurales que escapan a la acción inmediata
de las personas. Ellos se defienden argumentando que es inútil analizar factores
que en el pasado estuvieron fuera del alcance de los hombres, y que hoy
seguirían estándolo. Para ellos las “condiciones objetivas” son una frase que
oculta la sumisión de los hombres a una realidad alienante. Sólo se debe discutir,
para transformarlo, aquello que como explotados podemos hacer por nosotros
mismos para emanciparnos.

Por otro lado está el ambiente animado por el grupo Theorie Communiste,
quienes admiten una dialéctica histórica compleja donde intervienen tanto
factores subjetivos como objetivos. Para ellos el principal defecto de la
perspectiva de Troploin es que no aporta herramientas conceptuales útiles para
entender los movimientos revolucionarios del pasado, sus fortalezas y sus
debilidades, su fracaso. Asimismo, consideran que tal punto de vista no entrega
suficientes elementos que ayuden a potenciar las luchas sociales del presente,
más allá de una saludable voluntad de oponerse prácticamente a la dominación.
Los de Theorie Communiste piensan que se requiere un esfuerzo teórico mucho
mayor, que apunte al fondo del problema. Para ellos el fondo del problema es:
“La clase trabajadora desde su origen ha estado profundamente ligada a la clase
capitalista, en una relación dialéctica donde ambas representan polos opuestos de
una misma dinámica social alienada. De ahí provienen los límites y fracasos de los
movimientos revolucionarios del pasado. La cuestión ahora es criticar esa dialéctica
que mantiene unida a ambas clases en un antagonismo mutuamente dependiente,
tratando de identificar los factores que pueden poner fin a esa relación”. Pues bien,
¿dónde se encuentran esos factores? En la realidad material, concreta, inmediata,
de la lucha de clases. Es decir, en el terreno donde la clase trabajadora tiene que
elegir continuamente entre profundizar su antagonismo con la clase explotadora
tensando la cuerda al máximo, o llegar a acuerdos con ella con tal de seguir
subsistiendo como clase explotada.

Hasta ahora en la breve historia de este sitio hemos privilegiado la difusión de


textos producidos por la primera tendencia, la de Troploin.

En abril pasado subí un artículo de la revista Endnotes (al parecer proclive al


punto de vista de Theorie Communiste), titulado “Que los muertos entierren a sus
muertos”, donde se propone un balance general del movimiento revolucionario
del siglo 20 a la luz de estas discusiones sostenidas al interior de la corriente
comunizadora.

Ahora les dejo un texto producido por un activista anónimo que usa el nombre de
Raoul Victor, titulado: “La visibilidad del proyecto revolucionario y las nuevas
tecnologías”. El autor participa en el foro de discusión del Proyecto Oekenux,
que se define así:
“En el Proyecto Oekenux diferentes personas con diferentes opiniones y diversos
métodos estudian las formas económicas y politicas del Software Libre. Un
problema importante consiste en saber si los principios del desarrollo de
Software Libre pueden constituir las bases de una nueva economía, que podría
ser el fundamento de un nuevo tipo de sociedad”.

Esta preocupación por sí sola ya dice bastante en relación con la controversia que
describía antes. Lo que resulta interesante aquí es que se trata de unas
reflexiones nacidas de ambientes que no entroncan directamente en las
corrientes revolucionarias más tradicionales. Esto les permite abordar una serie
de problemas contemporáneos sin las trabas intelectuales que implica asumir – o
ser acusado de asumir – de antemano posiciones “objetivistas” o “subjetivistas”.
¿No es esta capacidad de prestar atención directamente a los hechos materiales
disponibles una condición para poder hacer la crítica de la economía política?

Ya a principios de los ochenta en la costa oeste de norteamérica un grupo de


obreros de cuello blanco había fundado la revista Processed World, donde –
influidos directamente por el radicalismo político de los setenta - publicaban sus
investigaciones acerca de las nuevas formas de explotación y resistencia obrera
ligadas a la introducción de la informática en el proceso productivo. Hoy en día
esta preocupación está renaciendo con fuerza, no sólo en el mundo anglosajón,
también en lugares que podrían parecer tan raros como la India o Chile (véase
por ejemplo esta discusión que se dio en un foro creado en este país).

Lo que los autores de Processed World lograron intuir hace 30 años, hoy es una
realidad palpable para una masa de explotados que pasan gran parte de sus
vidas enchufados a las cadenas de montaje digital… o bien creando, con espíritu
crítico, usos no alienantes para las herramientas tecnológicas disponibles. El
hecho es que una nueva generación de trabajadores dedicados a la informática y
las comunicaciones, empieza a preguntarse hasta dónde podrían llevarnos las
lógicas subyacentes a la producción digital. Curiosamente, es en los recovecos
de este sector productivo, y no en las reuniones de los viejos militantes, donde la
palabra “comunismo” vuelve a hacerse oír con un sentido concreto y
emancipador. Esto no es tan extraño. Lo extraño sería que alguien que se precie
de “revolucionario” no preste atención a estas tendencias nacidas del seno
mismo del modo de producción dominante. Eso significaría que ha entendido
muy poco o nada de lo que significa ser revolucionario.

Por último, quiero dejar clara una cosa: no adhiero a una visión cándida en la que
el desarrollo de las fuerzas productivas bajo el capitalismo abre las puertas a un
mundo por fin emancipado de toda la vieja mierda. Lo que me motiva en esta
discusión es la posibilidad de que ciertos desarrollos materiales como la
informática ayuden a hacer más visible, más palpable, el contenido del
comunismo. Pero no creo que esto sea un rasgo exclusivo de las nuevas
tecnologías. Hoy en día, de hecho, la lucha de las comunidades mapuche por
recobrar su vida en el Walmapu cuestionando el principio fundamental del
sistema capitalista, o sea el derecho de propiedad, contiene en germen esta
posibilidad de hacer visible el proyecto revolucionario. Quizás el mostrar cómo
esto funciona en relación con la tecnología, sirva para motivar a otros a mostrar
cómo funciona en relación con el territorio.

Uno puede prever la potencialidad comunista en el software libre tanto como en


la lucha de los pueblos que se resisten a la deshumanización y al ecocidio. No
creo que haya contradicción ahí.

Ahí va, entonces, el artículo en cuestión, en formato PDF:

“La visibilidad del proyecto revolucionario y las nuevas tecnologías”

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¿De dónde viene el terror?

ago 21st, 2010 by Carlos Lagos

El 11 de noviembre de 2008 la policía francesa realizó una espectacular operación


policial en Tarnac, un pueblito rural en el centro de Francia. Detuvieron a unas
veinte personas, de las que nueve acabarían siendo acusadas de “asociación ilícita
con fines terroristas” en relación con unos sabotajes que se habían realizado contra
la red ferroviaria francesa. Las detenciones fueron saludadas públicamente por la
ministra del Interior francesa, Michèle Alliot-Marie, que describió a los sospechosos
como “una célula anarco-autonomista” y a Julien Coupat como su líder. Seis meses
después Coupat y todos los demás acusados estaban en libertad por falta de
pruebas. La fiscalía había afirmado tener evidencias “sólidas”: videos, seguimientos,
escuchas telefónicas, evidencia material… sin embargo todos los cargos resultaron
incomprobables. El verdadero delito de los “9 de Tarnac” había sido publicar la
revista Tiqqun y algunos libros de crítica radical, e intentar vivir en comunidad sin
someterse a la esclavitud salarial.

La siguiente nota fue publicada en la revista Invariance, que es animada desde 1969
por Jacques Camatte. Tras la detención de 14 anarquistas chilenos acusados de
“terrorismo”, es muy oportuno leer y difundir este documento.

¿De dónde viene el terror?


Publicado en Invariance: D’où vient la Terreur ?

Traducido por Carlos Lagos P.


Los defensores de este mundo se sintieron amenazados no por las teorizaciones
revolucionarias de la gente de Tarnac – teorizaciones que fueron utilizadas para
justificar la represión – sino por su modo de vida, por su aproximación a una
comunidad humana. En efecto, los de Tarnac lograron establecer una hermosa
convivencia con los habitantes del pueblo donde vivían, tal como lo confirma la
gente del lugar y los periodistas. Varios detentadores del poder,
independientemente de cuánto poder tengan, reaccionaron ante este hecho de la
misma forma que lo hizo la persona anónima que le escribió a Louise Michel:

«Me gustaría verte atada a un poste y hacerte sufrir, quisiera someterte a la peor
de las torturas, porque me resulta detestable oírte decir que todo el mundo
puede ser feliz» (*)

Esto viene a desmentir todo lo que esos poderosos han vivido para ocultar el
hecho de que han tenido que abandonar toda naturalidad, que han sido
domesticados, que están reprimidos. Por eso no soportan que otros hombres y
mujeres se atrevan a vivir lo que, antaño, a ellos les habría gustado vivir. Es por
eso que hoy reactivan el terror y la amenaza que ellos mismos sintieron de no ser
aceptados, y de tener que doblegarse a un mecanismo infernal, reviviéndolo todo
al proclamar que los de Tarnac les amenazan. Y para justificarse, añaden que
también amenazan a todo el país.

Pero ese terror está en ellos, y no es desplazándolo hacia otros(as) como podrán
resolver su inmensa inquietud, su obsesión de sentirse amenazados.

Los poderosos siempre han tratado de manipular el terror con el fin de neutralizar
aquello que les acosa y que nunca podrán alcanzar. A pesar de las matanzas
perpetradas durante milenios, ellos jamás se han salvado porque nunca han
podido percibir que el enemigo está dentro de ellos mismos, y que para salir de
su encierro, deben primero sentir que no hay enemigos.

Miércoles 4 de diciembre de 2008

(*) Carta anónima enviada el 1 de julio 1890 a Louise Michel, citado por Francoise
Thebaud, Louise Z., en “Le Monde”, el 7 de enero de 2000. El contenido de la
respuesta al anónimo: lo que yo experimenté fue peor que la tortura. [Louis
Michel (1830-1905) fue una agitadora e intelectual revolucionaria francesa que se
destacó en la Comuna de París de 1871. NdT]

Si esto no es un régimen totalitario ¿qué es?

ago 21st, 2010 by Carlos Lagos


Estaba a punto de publicar aquí el primero de una serie de textos sobre software
libre y movimiento revolucionario, cuando me enteré del montaje político-
judicial-mediático perpetrado en Chile contra 14 anarquistas, a quienes se acusa
de formar una “organización terrorista” ¡con jefes, centros de mando y hasta
“niveles operativos”! Nada de un verdadero procedimiento judicial en que se
investigue para establecer la verdad. En cambio, los medios de prensa, la
fiscalía, el gobierno y hasta los magistrados súbitamente han ofrecido a las
audiencias una historia absurda de terrorismo organizado, lanzando a la fosa a un
grupo de chivos expiatorios… y anunciando que vendrán más, por si hay dudas.

Y bueno, como algunos textos que he traducido o escrito han sido publicados
en Hommodolars, sitio que parece estar en la mira del inquisidor Peña,
pensé: ¿seré acusado yo también de pertenecer a esa supuesta asociación
ilícita? ¿Serán acusados Ariel Zúñiga Núñez, Cristobal Cornejo y el autor del blog
punk+freejazz+dub… cuyos escritos han aparecido también en ese portal de
contrainformación? Si en su desesperación persecutoria los policías colocan
bolsas con pólvora o armamento de guerra bajo la cama de sus perseguidos, ¿por
qué no iban a escribir e-mails acusatorios para imputárselos a quien quieran ver
tras las rejas? ¿Acaso no consisten en eso las “evidencias científicas” de las que
se jactan los perseguidores de turno? No deberíamos pasar por alto este detalle.
Es importante, fíjense: con tal de poder encerrar a la gente por sus ideas, el
sistema judicial se dota de unos procedimientos probatorios tan “científicos” que
sólo pueden ser realizados por la policía y ¡nadie más puede replicarlos! Es decir
que esos “test científicos” se pueden usar para inculpar a las personas, pero no
para probar su inocencia, ni para que imparcialmente se compruebe la veracidad
de las “evidencias” ofrecidas. ¿No es esto una versión refinada de la policía del
pensamiento de la novela 1984 de Orwell?

Es curioso: el mismo dia en que la policía detuvo a los 14 anarquistas bajo


gravísimas acusaciones amparadas en “evidencias científicas”, yo acababa de
traducir un texto donde se discute la relación entre nuevas tecnologías y
movimiento revolucionario. El artículo echa una mirada optimista sobre el futuro,
mostrando que el uso de software libre y tecnologías P2P (red de pares) implica
desarrollar lógicas contrarias al intercambio mercantil, es decir, lógicas no
capitalistas. Ahora la macabra realidad impuesta por el Estado totalitario me hace
ver que, si no la tecnología, al menos el discurso tecno-científico es usado por el
Leviatán como un arma auxiliar para destruir a cualquiera que anhele la
transformación de la sociedad y el fin del capitalismo. Si esto no es un régimen
totalitario, ¿qué es entonces?

En fin, sobre este montaje a la vez ridículo y alarmante, otros ya han dicho lo que
había que decir, mejor de lo que podría hacerlo yo. Más abajo van los links para
que difundan la información.

- Carlos Lagos Paredes

Sobre las Organizaciones Terroristas Anarquistas y Otras Patrañas de


Jalandro (Ariel Zuñiga)

Contra la aplicación de la ley anti-terrorista y la persecución de las ideas


(Pikete Jurídico)

En esta entrada re-editada he decidido dejar fuera el texto sobre tecnología y


movimiento revolucionario. Lo pondré después como inicio de una serie sobre
este tema.

Desmontando a Darwin – Entrevista a Máximo Sandín

ago 21st, 2010 by Carlos Lagos

En más de un apunte puesto en este sitio y en otros lados, he sugerido la


importancia de revisar críticamente las ideas dominantes en el terreno de los
estudios sobre la vida. Por lo mismo, en la sección de enlaces a otros sitios, se
puede acceder al portal de Máximo Sandín, doctor en ciencias biológicas y en
bioantropología que enseña Evolución Humana y Ecología en la Universidad
Autonoma de Madrid.

Sandín afirma que el darwinismo no es más que una justificación ideológica del
sistema capitalista. La teoría de la selección natural – según la cual los más fuertes
son los más aptos y los únicos que deben sobrevivir -justifica la creencia de que
debemos vivir constantemente en competencia. Por el contrario, la naturaleza se
caracteriza por su armonía profunda: sus componentes y las interacciones que se
dan en ella siguen un orden propio, anterior y distinto a las valoraciones
humanas, que son siempre fruto de unas estructuras sociales determinadas. Al
revés de lo que afirma hoy en día una ciencia reducida al estado de servidumbre
económica, los seres vivos no deben su existencia a una despiadada competición
mutua, no hay tal cosa como unos “genes basura” ni tampoco virus o bacterias
“asesinos”. Tales términos sólo revisten al universo natural con los prejuicios
nacidos de una sociabilidad humana aún terriblemente subdesarrollada.

Es interesante observar que la ciencia moderna, en cuanto recobra el espíritu


crítico y la independencia respecto a los intereses de la clase dominante, tiende a
confirmar algunas de las intuiciones más profundas que han animado al saber
tradicional desde hace milenios. Así como la física de avanzada nos ofrece la
visión de un universo vibracional donde la separación entre lo material y lo
inmaterial queda en suspenso, las investigaciones de Máximo Sandín nos ayudan
a reconectar con esa antigua concepción que entiende al cosmos como una
entidad viviente, armónica y unitaria, y cuyas partes no compiten por la
supervivencia sino que se complementan. Tal visión corresponde de hecho a un
conocimiento que la humanidad fue forjando a lo largo de milenios, y que sólo en
tiempos muy recientes, con el desarrollo del capitalismo, se degradó en una
visión mecanicista, fragmentaria y desalmada, o sea una visión profundamente
ignorante del universo y la vida.

El desarrollo de una perspectiva unitaria del universo y del mundo social


humano, pasa por volver a las bases de ese conocimiento ancestral. Si el
comunismo es reconciliación de la humanidad con la naturaleza, también es
reapropiación de su saber proscrito y de sus tradiciones humilladas. Es inevitable
que las ciencias participen de esta reapropiación, en tanto persigan la verdad y el
bienestar de la humanidad.
- Carlos Lagos P.

El persistente atractivo del nacionalismo

ago 21st, 2010 by Carlos Lagos

Freddy Perlman, 1984

Gran parte de la lucha teórica y práctica de Perlman consistió en investigar el


proceso de alienación y fragmentación ante el cual los seres humanos entregan
su autonomía y participan en su propia aniquilación. Trató de este problema en
ensayos como La Reproducción de la vida diaria y su libro sobre C. Wright
Mills, La incoherencia del intelectual. En su propia existencia, Perlman resistió la
fragmentación y la incoherencia racionalizada, escribiendo enfáticamente en el
libro sobre Mills, “Lo que importa es el reconocimiento de uno mismo y la
ubicación de una realidad que haga posible toda acción coherente”.
Radical deriva de “desde la raíz”, y así fue la perspectiva radical de Perlman,
incluso en su vida privada. El problema consistía en ejercer la libertad
apropiadamente para convertirse en un ser humano antiautoritario, y poder
superar el corte entre el pensamiento y la acción. “El primer paso contra la
esquizofrenia social”, escribió, “consiste en unificar el propio yo, o por lo menos,
definir las condiciones para la coherencia de uno mismo.”

La seriedad con la que se enfrentó a este problema, le hizo tomar importantes


decisiones: la de abandonar los Estados Unidos al estallar la crisis de los misiles
cubanos y la de dejar su puesto de profesor en la universidad a finales de los
sesenta, y crear, junto con su esposa Lorraine y otros compañeros el proyecto
editorial Black and Red, así como la Cooperativa de Impresión en Detroit.

Fue un hombre de gran influencia en el círculo de Detroit. En los años setenta,


Perlman avanzó más allá de la teoría marxista y de la historiografía anarquista,
más allá de la tecnología y de la modernidad, y se centró en el redescubrimiento
de la comunidad humana primitiva para llegar a la comprensión de que el capital
no es el resultado inevitable del desarrollo histórico “material”, sino que es una
aberración monstruosa. Sin embargo, el tema central de sus preocupaciones,
siguió siendo el de la libertad -por qué las gentes eligen ser participantes pasivos
de su propia alienación, y por qué las gentes persisten en reproducir las
condiciones de su propia miseria.

(Extraído de Caosmosis)

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Un mundo sin dinero: el comunismo (Volúmenes I y II)

ago 21st, 2010 by Carlos Lagos

Les Amis de 4 Millions de Jeunes Travailleur, Paris, 1974

Traducido y editado por Etcétera: correspondencia de la guerra social, en


1977
Edición digital: Carlos Lagos P. (Junio 2010)

Este libro – aparecido primero bajo el título «Un Monde Sans Argent», en tres
entregas sucesivas entre 1975 y 1976.- expone con un lenguaje sencillo y directo,
lleno de humor y de sentido común, las premisas históricas y las tremendas
posibilidades del movimiento comunista. Pero no se trata para nada de un
“manual para principiantes” de ésos cuya eficacia descansa en la débil
curiosidad de unos lectores acostumbrados a consumir textos que no afectan en
nada sus propias vidas. «Un mundo sin dinero» es un libro de agitación
comunista, en el mejor sentido del termino: dado que en sus páginas se expresa
un movimiento viviente que implica de un modo u otro a todo el mundo, este libro
no puede dejar de afectar al que lo lee. En «Un mundo sin dinero» no sólo se
discute la posibilidad de una radical transformación social futura; sobre todo se
habla de lo que somos y hacemos aquí y ahora, de cómo es y cómo funciona
nuestra actividad diaria… Habla de lo real para ayudar a transformarlo. Como se
afirma al principio de este primer volumen: “Discutir sobre la organización
comunista de la sociedad es, a pesar de los riesgos de error, comenzar a levantar la
chapa de plomo que pesa sobre nuestras vidas”.

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DESCARGAR VOLUMEN 2

Dos textos sobre el terrorismo

ago 21st, 2010 by Carlos Lagos

Hace un tiempo subí a este sitio algunos textos donde se cuestiona la supremacía
dada a la organización en los círculos radicales («Sobre la
organización», «Apuntes sobre el ‘problema’ de la organización» y «La
organización como consecuencia de la práctica»).

Esas críticas vinieron a confirmar una tendencia anti-organizacional que ya se


hacía sentir en el ambiente. A fin de equilibrar un poco las cosas, subo ahora un
par de textos que discuten el rol de la violencia armada en el movimiento hacia el
comunismo. Puede decirse que, hechas ya las criticas a la tendencia
organizacionista, ahora se trata de dar vuelta la moneda y examinar su otra cara:
la del insurreccionalismo y el informalismo (este tema ya ha sido discutido con
bastante precisión por Miguel Amorós, en «Anarquía profesional y desarme
teórico», que vuelvo a linkear acá).

Lo que el tiempo ha demostrado es que la tendencia informalista, reacia a la


organización, no parte de las mismas razones de las que partía la crítica expuesta
en estas páginas. Los informalistas no rechazan las organizaciones formales
porque éstas se dediquen a hacer política, sino porque su política no es lo
bastante eficaz. Es así que los insurreccionalistas se creen superiores a los
“plataformistas” sólo porque en vez de usar métodos pacíficos, legales y
complicados, prefieren métodos violentos, ilegales y expeditos. Prefieren “hacer
política con las armas” y no con reuniones y reglamentos, eso es todo. Por lo
demás, las diferencias entre ambas corrientes son de poca monta.

Junto con subir dos textos donde se discute el sentido y la finalidad de los
atentados violentos tanto en contextos de paz social como de agitación
revolucionaria, dejo una nota que espero sirva para complementar la discusión.

Los textos son «¿Que es el terrorismo?» aparecido en A Corps Perdu # 1 (agosto


2009), y «Sobre el terrorismo y el Estado», artículo ya conocido que el situacionista
Gianfranco Sanguinetti publicara allá por 1979 en Italia.

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Desde hace algunos años abundan los atentados explosivos reivindicados por
grupos insurreccionalistas, y las discusiones a propósito de esas acciones y de la
ideología que las anima. Esa confrontación entre “organizacionistas” y partidarios
de la violencia apunta hacia un callejón sin salida: a la desesperación temeraria
de unos se opone la lucidez resignada de los otros, dejando en el aire la
sensación de que si uno rechaza el capitalismo está obligado a elegir entre ser un
forajido o un devoto de la organización. Ambos puntos de vista reflejan el peso
muert
o dejado por las ideologías revolucionarias del pasado, todas ellas variaciones de
la misma vieja melodía socialdemócrata: “las masas han de ser despertadas,
organizadas y movilizadas para que hagan lo que no podrían hacer dejadas a su
propia suerte”. Sobre ese tema de fondo desvarían los abnegados organizadores
de masas y los impacientes niños salvajes, comprometidos cada cual con los
medios que consideran mejores – aparatos organizativos o bombas, da igual –
para alcanzar el mismo fin: hacer que otros hagan lo que no han hecho
y deberían hacer.

El problema no es sólo que se asuma esa posición omnisciente respecto a la lucha


de clases, sino que el que la asume se obliga a definir por cuenta propia qué es lo
que el proletariado debería hacer, cómo debería hacerlo y cuándo. Esa
pretensión es exactamente la misma que animaba al socialismo lasalleano y al
kautsky-leninismo engendrado por él: los intelectuales, portadores de la ciencia
socialista, sabían mejor que el proletariado lo que el proletariado debía hacer
para emanciparse. Los insurreccionalistas, por su parte, desprecian la
intelectualidad tanto como los bolcheviques la veneraban, pero eso no dice nada
en su favor: sólo han seguido la tendencia dominante en esta época. La ideología
insurreccionalista, de hecho, al venerar la acción directa y autosuficiente,
invocando a cada paso la rebeldía pura y la libertad indomable, es una de las
ideologías más políticamente correctas de hoy: su fuente de legitimidad es la
ideología de la “naturaleza salvaje”.

Así que hay una continuidad esencial entre la ideologia revolucionaria de 1910 y
la del 2010, ambas condenadas, por su propia naturaleza, a servir a la
contrarrevolución. No hay que ser demasiado sagaz para percibir cómo en los
ambientes radicales los antiguos adeptos del vanguardismo leninista, ahora
reconvertidos en anarquistas insurreccionales, hacen sentir el peso muerto de su
historia de fracasos. Ya sea que defiendan la organización formal o la “afinidad”,
su discurso y su práctica parten siempre de la misma perspectiva alienada: al
proletariado uno se acerca, le despierta, le venga, le hace actuar… en nombre de
sus intereses y desde una posición exterior. Es así, y por más que algún
insurreccionalista actualizado invoque la concepción inmanente del comunismo
(“cada acto es expresión del movimiento real”, etc.), esto no pasa de ser una
justificación a posteriori y sin fundamento: lo que tiende al comunismo no lo hace
por obra y gracia de las intenciones que uno declara tener, sino por el significado
objetivo, social, de sus actos. Por más convencida que una persona esté de sus
razones, éstas no valen nada si no son contrastadas con las razones del resto: la
razón, como la lógica y el pan de cada día, es un resultado social.

«Communis. Echemos una mirada atenta a este adjetivo latino. Communis


significa “común”, “universal”, “generalmente compartido”. Munia significa
“deberes”, “mandatos públicos”, “tributos”, “impuestos” y cualquier tipo de
servicio o responsabilidad civiles para con la comunidad. Por lo tanto Cum
munis significa “con deberes”, “con obligaciones”, “con compromisos”, vale
decir, estar sujetos a formar parte de la vida de una comunidad regulada. Muy
curiosamente el antónimo de Communis es Immunis, que significa “sin deberes”,
“libre de compromisos”, “libre de aranceles”.» (Wu Ming, La partícula mu en la
palabra “comunismo”)

La ideología insurreccionalista es un himno a esa libertad libre e inmune. Para el


que ha “pasado al ataque” todo se trata de su personal duelo con las fuerzas
represivas. Fuera de esa aventura individual y grupal, no hay nada. Nada que
tomar en cuenta, nadie con quien ponerse de acuerdo, nadie a quien darle
explicaciones. El insurreccionalista mantiene una relación mucho más cercana
con sus enemigos que con sus amigos, ya que es vulnerable frente a la policía,
pero inmune frente al proletariado. Para él no existe nada parecido a un
movimiento que a duras penas trata de afirmarse y que sólo puede afirmarse, de
hecho, constituyéndose comomovimiento social. Nada como una comunidad que
debe ser construida sobre bases más amplias que las simples afinidades
personales, y que llegado el caso tendrá que saber imponer sus propias
condiciones minimizando el enfrentamiento con los esbirros, al suprimir de raíz el
poder político y económico que les alimenta.

La ideología de la organización, por otra parte, aunque no lo hace mejor, tiene al


menos el mérito de preservar, bajo una densa capa de incomprensiones, el
núcleo de lo que el movimiento comunista es en esencia. Fuera de eso, el
organizacionismo (o “plataformismo” como algunos lo llaman evocando el
célebre aparato de Archinoff) no pasa de ser la otra cara de la moneda del
insurreccionalismo. Su énfasis obsesivo en las formasasociativas, que reclama el
sentido de compromiso sin permitir jamás que se pregunte “¿compromiso con
qué?”, es una coartada que le permite a los jefes hacer olvidar el contenido de la
asociación que dirigen. O sea, para quitar de en medio el problema de fondo que
consiste en saber para qué nos organizamos y actuamos juntos. Para los
organizacionistas todo se reduce a un vulgar politiqueo: motivar a otros,
seducirlos, agruparlos, movilizarlos, organizarlos… ¿para qué? Para seguir así
indefinidamente, por supuesto, y que no se pregunte más.

Estar en condiciones de expresar los intereses comunes del proletariado,


manteniendo siempre “el interés del movimiento enfocado en su conjunto” (tal
como se afirma en el Manifiesto Comunista de 1847), pasa por sentir, pensar y
actuar de acuerdo a la experiencia concreta de estar proletarizado y compartir
esa experiencia con los demás. Sólo a partir de ese nivel concreto puede uno
juzgar las posibilidades y límites del movimiento proletario en su conjunto,
dándole una expresión directa y desmitificada a la lucha por sus intereses. Es así
porque en ese nivel, si se escarba un poco, se descubre que los intereses de la
clase proletaria en su conjunto coinciden con el interés personal de cada ser
humano reducido a la proletarización e impedido de reconocerse a sí mismo en la
colectividad. ¿Cuál es este interés? Dejar de ser proletario, desde luego, y llegar
a reconocerse en una comunidad humana y material auténtica. Los vanguardistas
de la organización o del ataque armado no entienden esto, porque ellos mismos
no han reconocido en qué medida su propio interés personal es el interés de su
clase. Se figuran en cambio que entre ellos y el resto de los proletarios hay un
abismo, pues creen que realmente el interés de los proletarios es ver el mundial
de fútbol o comprar el automóvil de moda, mientras que el de ellos es destruir el
capitalismo. Pero por más que un proletario tenga anhelos consumistas o sea
conformista en su vida diaria, su interés es igual al de todos los demás
proletarios, pues tiene que ver con necesidades y conveniencias colectivas y
objetivas. Que al proletario medio se le impida reconocer esa base de intereses
objetivos es ciertamente un problema; pero jamás va a descubrir sus intereses de
clase porque alguien más venga a organizarlo si él mismo no sintió la necesidad
de organizarse para descubrirlos y defenderlos. Tampoco va a reconcoer sus
intereses de clase mientras los noticieros le informan de escaparates destrozados
a bombazos por quién sabe quién, y quién sabe para qué. Esos intereses sólo se
le pueden revelar a partir de su propia experiencia cotidiana, de sus relaciones
con los demás, del empleo de su tiempo y de sus capacidades. Es allí donde cada
cual puede actuar, sin seducciones ni manipulación, para hacer realidad una
comunidad capaz de reanudar la revolución social.

Ésta es una verdad que, para los comunistas, no necesita ser demostrada. Los que
no han logrado experimentar esta verdad concretamente, en sus relaciones
cotidianas, sienten en cambio la necesidad de “organizar” a otros o de
“despertarlos”, para que esos otros hagan lo que se supone que tienen que
hacer. Ellos, organizadores o dinamiteros, creen que si los demás no se han
organizado o no han “pasado al ataque”, es porque no se han dado cuenta de algo,
algo que hay que hacerles ver organizándolos o impresionándolos
con golpes noticiosos. Pero al actuar así sólo están canalizando su propia
desconexión vital respecto a los intereses objetivos del proletariado, respecto a
sus reales posibilidades de desarrollo y a sus límites actuales. Esa desconexión
les lleva a identificarse con el proletariado, asumiendo que sus acciones son las
adecuadas sólo porque las hacen en su nombre. Pero uno sólo puede identificarse
y actuar en nombre de algo que no es uno mismo, algo que es otra cosa distinta
de uno; desde esa posición exterior cualquier intento por definir los intereses de
conjunto del proletariado y por defenderlos, parte de una falsedad fundamental.
El hecho de que existan proletarios que asumen esta posición dice poco sobre su
posición objetiva en la sociedad, pero mucho sobre su desclasamiento subjetivo.
Aunque ellos mismos sean proletarios, sus actos no expresan el interés de
conjunto del proletariado – que es auto-emanciparse de cualquier fuerza exterior
a su propio ser – sino su propio interés privado: sueñan con separarse de su clase
para volver a ella como salvadores.

La acción y la teoría que emana del proletariado mismo, en cambio, se manifiesta


directamente como movimiento de superación de las condiciones dadas. Este
movimiento no es exterior a la experiencia diaria de los proletarios en lucha por
vivir, sino que tiene lugar en el seno de esa experiencia, en el suelo mismo de la
sociedad de clases. Por más que en su desarrollo este movimiento encuentre
inevitablemente la necesidad de la organización y del enfrentamiento, su razón
de ser no es en absoluto “organizarse” ni “pasar al ataque”. Ésos son sólo
momentos parciales, aspectos secundarios, seguramente inevitables en su
devenir, pero que no lo definen. Lo que define al movimiento comunista del
proletariado es que consiste ante todo en un movimiento de auto-superación
radical e integral; es decir, un movimiento en que los proletarios se reapropian
sus capacidades colectivas usándolas para transformar el mundo y la vida, de
paso aboliéndose a sí mismos y a todas las clases. Una parte esencial de este
movimiento es recuperar el sentido de interés social objetivo que el capitalismo
ha denigrado por completo, así como el sentido de compromiso y
responsabilidad con ese interés comunitario (“cum munis”). Los que quieren
reducir este movimiento a una mera cuestión de “ataque armado”, sintiéndose
libres para imponer sus propias condiciones a una comunidad ahogada en
germen, son un obstáculo a superar; al igual que los que quieren reducirlo a una
simple exigencia de “organización”, sin decir para qué exactamente proponen
sus estructuras formales.

Carlos Lagos P.

Apocalipsis y sobrevivencia

ago 21st, 2010 by Carlos Lagos

Consideraciones sobre el libro «Critica dell’utopia capitale» de Giorgio


Cesarano y la experiencia de la corriente comunista radical en Italia

Francesco Santini (1994)

Traducido por Carlos Lagos P. del texto alojado en


http://www.autprol.org/public/news/apoeriv.htm
“Te lo digo: la insuficiencia de nuestro lenguaje da la medida de nuestra inercia
en las relaciones con las cosas, que ya no se pueden transformar cuando
han perdido el sentido” («Parigi, andata e ritorno»)

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organización, historia del movimiento comunista | No Comments »

Que los muertos entierren a sus muertos

ago 21st, 2010 by Carlos Lagos

Endnotes, octubre 2008

Traducido por: Carlos Lagos P. (Abril 2010)

El siguiente texto es la introducción al primer número de la revista Endnotes [1],


aparecida en octubre de 2008. En ella se incluyeron tres artículos de la
revista Troploin y dos del grupo Théorie Communiste [2]. Esta introducción de los
editores de Endnotes inicia la lectura de un debate teórico que constituye,
seguramente, el mejor intento por hacer un balance general del movimiento
proletario del último siglo. Es por lo mismo que hemos hecho esta versión:
pensamos que esta nota introductoria ayudará a los lectores de habla castellana a
orientarse en el contexto histórico y teórico de los materiales publicados en
nuestra página web. La mayor parte del intercambio aparecido en Endnotes # 1
no ha sido traducida al castellano [3].

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Sobre el sentido de este sitio web

ago 21st, 2010 by Carlos Lagos

Febrero 2010

El movimiento comunista tiende a desmitificar la actividad humana, suprimiendo


las condiciones que nos oscurecen el sentido de nuestros propios actos. El
comunismo crea las condiciones para una práctica directamente social, en la que
el individuo pueda realizar sus capacidades como ser comunitario sin
mediaciones políticas, económicas, ideológicas ni religiosas.

Sería utópico esperar que una actividad así emancipada pueda desplegarse bajo
las actuales condiciones capitalistas. Pero también sería iluso creer que se
pueden establecer relaciones comunistas mediante una actividad que profundiza
y refuerza las mistificaciones dominantes. No importa que esas mistificaciones se
defiendan en nombre del comunismo o de la revolución social: en sí mismas son
síntomas de debilidad e indulgencia frente al modo de vida capitalista.

Sobre todo en períodos de declive de la lucha proletaria, tienden a surgir grupos


e individuos que desesperan por dejar atrás inmediatamente la adversidad. En
eso no son distintos de cualquier ser humano que lucha por sobrevivir. Y también
como la mayoría de los seres humanos, los revolucionarios enfrentados a
circunstancias adversas tienden a dar soluciones imaginarias a los problemas
reales, creyendo a veces que basta con proclamar a los cuatro vientos sus
intenciones radicales para que la revolución esté más cerca. Ocurre también que,
sin poder realmente revolucionar sus condiciones de existencia, algunos se
equipan con una retórica grandilocuente para darse a sí mismos un sentido de
identidad, ganando mediante trucos publicitarios la ilusión de estar “más allá” de
un mundo insufrible. De ahí la excesiva importancia que se dan a sí mismos, y de
ahí su afán por proyectar públicamente una imagen distorsionada de su propia
actividad.

La miseria advertida ya en los años treinta por Sam Moss en su artículo «La
impotencia del grupo revolucionario», se ha plegado sobre sí misma dando origen
a una miseria redoblada: ya no se trata sólo de grupúsculos revolucionarios que
se creen imprescindibles y que son totalmente ignorados, sino de individuos que
al no poder siquiera formar tales grupúsculos, usan internet para hacer creer que
su obra individual es la de un grupo o de una corriente. Como si bastara con
escribir la palabra “nosotros” para superar la indigencia en que se hallan las
minorías revolucionarias, a menudo reducidas a los dedos de una mano. Pero esa
indigencia, que sólo refleja el repliegue generalizado de la clase trabajadora, no
se puede superar con fórmulas mágicas ni con acciones desesperadas de
“propaganda”. La actividad que puede favorecer el resurgimiento de una
perspectiva comunista concreta, no tiene nada que ver con “despertar” a los
otros mediante golpes publicitarios, ni con cultivar alguna forma de reputación
radical; su eficacia se da en un nivel más profundo: a nivel de las relaciones entre
los revolucionarios y de ellos con su entorno. Tal eficacia sólo se puede juzgar
por el contenido mismo de esas relaciones y de la actividad que expresan.

La auto-mistificación de los militantes más desesperados refleja la creencia,


profundamente errónea, en un supuesto principio que obligaría siempre a actuar
en grupo y en un sentido propagandístico, ya que sólo esas formas de acción
serían revolucionarias. A esto se suma la ansiedad agrupadora que bulle en los
ambientes radicales: los activistas desean que haya grupos para tener la
sensación de que el ambiente en el que se desenvuelven es más grande e
intrincado de lo que realmente es; así como sobrevaloran sus propios gestos
fatuos como manifestaciones de la lucha de clases. Con esta base subjetiva, no es
extraño que justamente el problema de la organización y de la acción colectiva se
plantee a menudo como si fuera un asunto de elección</EM
>libre y voluntaria. Pero en verdad, la cuestión no es si a uno le gusta o no actuar en
grupo, la cuestión es si en determinados momentos es posible o no desarrollar una
acción colectiva que tenga algún sentido. Pero no siempre es posible. Y en esto
como en cualquier otra cosa, entregarse al voluntarismo es una actitud que sólo
puede sostenerse al precio de la mistificación e incluso del delirio. El culto gregario
impone la aceptación acrítica de la vida grupal por enfermiza que sea, del mismo
modo que el culto por la acción impone el beneplácito hacia cualquier acción lo
suficientemente espectacular. Pero así como hacer explotar escaparates no tiene en
sí ninguna consecuencia necesariamente revolucionaria, tampoco es revolucionario
sacrificar posibilidades de subversión en nombre de una actividad colectiva que
puede resultar estéril o paralizante. La única razón de ser del grupusculismo y del
activismo es proporcionarle a sus epígonos un sentido de valía personal que no
encuentran en otras actividades, lo cual explica la tendencia del grupo a creerse
mejor que otros grupos, y del activista a creerse “más avanzado” que el resto de los
mortales.

Así que digamos las cosas por su nombre.

«Comunización» no es un grupo, sino un sitio web administrado por un individuo con


anhelos revolucionarios que, tras algunas experiencias colectivas exprimidas hasta
la última gota, empezó a colaborar con un buen amigo en la traducción de unos
textos que ambos consideraban relevantes. De ahí surgió la necesidad de contar con
una herramienta para difundir esos textos en internet. No para tener una identidad
grupal basada en un cuerpo monolítico de textos representativos, ni con el afán de
usar internet para “fundar” una corriente radical. Los textos reunidos en este sitio se
han seleccionado en la creencia de que afirman unos principios y una perspectiva
común, y porque se ha reconocido en ellos un fundamento que los anima por igual:
el esfuerzo por expresar teóricamente esa actividad social e histórica – y por eso
contradictoria – que llamamos el movimiento comunista. La respuesta a por qué este
sitio se llama “comunización” y no “comunismo”, hay que buscarla en estas páginas,
donde el concepto de “comunización” se discute ampliamente y en profundidad (*).

Si este medio tiene alguna consistencia, esto se ha logrado no mediante una


repartición equitativa de las tareas, sino manteniendo con vida una base común de
intereses y perspectivas. Se ha actuado así no por amor al trabajo en solitario, no
por desprecio a la actividad grupal en sí, sino porque las circunstancias no han
planteado ninguna alternativa mejor (tampoco pretendo que esta solución
específica sea adecuada a todo el mundo). Si esta falta de un auténtico “grupo”
resulta decepcionante o molesta de alguna forma, es porque en los medios
radicales suele importar más la cantidad de personas que lo que ellas hacen, así
como importa más saber con qué se identifican que lo que piensan. En este caso
debería bastar con saber que aquí se reúnen materiales producidos
por varios grupos y no por uno solo; y que en la producción de este sitio no ha
participado nadie dispuesto a defender el término comunización como si fuera su
marca de identidad.

La agitación teórica no puede hacer que la clase trabajadora se levante contra la


dominación. Pero aun así es necesaria, y de un modo u otro hay que tratar de
llevarla a cabo. Cómo se haga esto, depende de las condiciones que se nos
impongan. Hay momentos, como hoy según creo, en que la debilidad general del
movimiento es tal que los mismos círculos radicales que antes pudieron haber
expresado unas posiciones notoriamente avanzadas, quedan reducidos a una
caricatura de sí mismos, incapaces de hacer ningún aporte relevante al movimiento.
Puede ser que la actividad inmediata de esos círculos no pase de interminables
chismorreos en torno a tal o cual personaje o ambiente político. Puede que las
cuestiones más banales de gustos o antipatías personales hagan imposible la
discusión teórica y un compromiso serio en tareas concretas. Puede que la
comunicación entre los militantes se degrade a una eterna sospecha y a un continuo
examen inquisitorial destinado a “poner a prueba” la dudosa radicalidad de “los
otros”. Puede que algunos estén tan ocupados con la “acción” que n
o tengan tiempo para interesarse en cuestiones teóricas, limitándose a leer, escribir
y discutir únicamente lo que sirva de “propaganda” a la acción inmediata. Esta
miseria puede llevar tan lejos el desprecio por la teoría y por la comunicación
franca entre compañeros, que cualquier colaboración se vuelva imposible. Llegado
ese punto, no queda más que asumir que ciertas tareas es mejor realizarlas
individualmente o entre muy pocos. No tiene sentido porfiar en una actividad grupal
incluso cuando ésta se demuestra impracticable o sólo se puede realizar cediendo
al activismo o a la futilidad. Lo importante es distinguir en qué terreno cada cual
puede hacer su mejor aporte en un momento dado, y decidirse a hacerlo aunque
eso suponga un debilitamiento numérico de la militancia. El hecho de que
determinadas tareas no puedan ser asumidas grupalmente demuestra la profunda
debilidad del movimiento social, pero eso no es razón para dejar de hacerlas. La
debilidad del movimiento no va a desaparecer porque se renuncie a la agitación
teórica con tal de regresar a una actividad grupal del tipo que sea.

Si detrás de esta web no hay un grupúsculo, tampoco hay, por el momento, una
sólida capacidad de producción teórica propia. Sólo la capacidad para asignar
grados de relevancia a determinados textos, capacidad para traducirlos y para
darles alguna difusón (se han privilegiado textos que no estuvieran traducidos al
castellano o que hayan tenido poca difusión hasta ahora). Como siempre, ¡se hace lo
que se puede! Y ésta es la tarea de los comunistas en cualquier caso: darle el mejor
uso posible a sus capacidades, organizando sus esfuerzos en función de objetivos
concretos.

En un sentido menos inmediato, este sitio web refleja un esfuerzo por rehabilitar la
importancia de la teoría como arma de agitación: los materiales reunidos aquí
forman parte, de hecho, de una tendencia que se caracteriza por considerar la
crítica comunista como una actividad práctica por derecho propio, parte integrante
del movimiento proletario y no un simple “accesorio” o una “condición previa” de la
práctica. Una prueba de que la actividad teórica no ocurre en ningún limbo
separado del mundo real, es que la existencia de este espacio ha servido
concretamente para crear lazos de colaboración – como es el caso de la edición
mancomunada de tres libros con los compañeros de Editorial Klinamen – a la vez
que ha hecho posible un fructífero diálogo con compañeros de otras latitudes.
Teniendo en cuenta estos signos de vitalidad militante, no parece muy descabellado
pensar que un espacio de difusión como éste pueda ayudar a mantener con vida una
tradición de disidencia comunista que casi ha sido sepultada por la historia oficial.

Por último, queda aclarar la cuestión de por qué había que decir todo esto. La razón
es que cualquier discusión o intercambio sería absurdo si partiera de ideas
mistificadas sobre lo que se hace, cómo se hace y quién lo hace. Todo esfuerzo por
desarrollar una comunidad de crítica comunista debe partir por explicitar sus
propias condiciones materiales de producción. Esa es la primera precaución contra
el autoengaño y para impedir la resurrección de la ideología.

Simplemente, hay momentos en que debemos ser capaces de existir y de hacer, aun
si las condiciones adversas impiden, en algunos casos, una verdadera actividad
grupal o de tendencia.

Incluso en estas condiciones es posible perseverar en una militancia comunista con


un mínimo de coherencia, ligada profundamente a la vida personal y a la vez exenta
de todo voluntarismo.

Carlos Lagos P.
Febrero 2010

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