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FABIO ZAMBRANO
Profesor Titular Universidad Nacional
1
importancia que se constituye en un símbolo de este proceso de urbanización
hispanoamericana, y su uso, cargado de simbología política, define la imagen de la
ciudad y caracteriza la idea primordial de centralidad que desde un primer momento
expresa este urbanismo. Todo lo contrario a lo que sucedía en Europa, donde los
edificios que albergaban el poder civil y eclesiástico se encontraban distribuidos a lo
largo y ancho de la topografía urbana, en América todos ellos se concentraban en la
plaza mayor.
Sin embargo, si aceptamos que la función primordial de la ciudad es la de servir de
espacio de representación del poder, el espacio público deja de ser simplemente el
espacio no construido, aquel que se encuentra libre de edificaciones, para adquirir una
connotación política distinta a su condición de espacio abierto. En efecto, “Público nos
remite siempre a la política: a concepciones de la comunidad como asociación natural o
voluntaria, al gobierno, a la legitimidad de las autoridades. Lejos de ser sólo el
calificativo neutro y cómodo de un “espacio” o de una “esfera” que se opone siempre,
implícita o explícitamente, al campo de lo “privado”, a la esfera de los individuos y de
las familias, de las conciencias y de las propiedades, el público es al mismo tiempo el
sujeto y el objeto de la política: sea la del Antiguo Régimen (el bien común, los cargos
públicos, la “felicidad pública” de los ilustrados) o la revolución (el salut public de los
jacobinos) o del constitucionalismo liberal (los poderes públicos legitimados por la
soberanía)”1
Durante la dominación española, la política es "el gobierno de la república", así como
también es el "buen gobierno de Ciudad, que abraza todos los buenos gobiernos y trata
y ordena las cosas temporales que tocan a la policía, conservación y buen entendimiento
de los hombres"2. Así aparece la ciudad como el espacio "natural" de la política. "La
ciudad propiamente dicha y esas otras comunidades de rango menor que son como su
reflejo: las villas y los pueblos, incluidos los pueblos de los indios. La ciudad es la
comunidad política por antonomasia, la corporación que, por su carácter territorial,
"abraza todos los buenos gobiernos"3, los gobiernos de todos los otros cuerpos que
conformaban a esa sociedad tradicional.
Desde esta óptica, la ciudad aparece como el espacio público por excelencia, en el
sentido en el que el término era utilizado, es decir el lugar donde los vecinos, los
habitantes de un lugar podían discutir los asuntos sobre los cuales debían tomar una
decisión. Al mismo tiempo era el lugar donde se ejercía el gobierno del "público", del
pueblo, a la vez gobernado y origen primero de las autoridades que lo gobiernan. La
ciudad es una pequeña república y por eso en muchos lugares los regidores son
llamados "republicanos".
Todo esto cambia con el nacimiento de la política moderna, la cual comienza aplicarse a
partir de la independencia. Desde entonces, se supone el triunfo o la extensión de
principios como nación, pueblo, soberanía, representación, opinión, que contrastan con
el carácter mucho más concreto de los actores de la política antigua y, con ellas, la
aparición de nuevas prácticas políticas. Todo esto se produce como consecuencia de un
cambio del titular de la soberanía: la nación en vez del rey. Triunfa la noción de una
asociación voluntaria de individuos iguales, y por lo tanto se pone fin a la idea del
carácter natural de la sociedad y se aplica que la nación es una construcción resultado de
la libre voluntad de los individuos: una asociación contractual.
Para aplicar los nuevos principios fue definitivo el desarrollo de una opinión pública, la
1 François-Xavier Guerra y Annick Lemperiere. Introducción. En: François-Xavier Guerra y Annick
Léperiere, et. Al. Los espacios públicos en Iberoamérica. Ambigüedades y problemas. Siglos XVIII-XIX.
México. FCE. 1998, p. 7
2 Ibíd.., p. 112
3 Ibíd..
2
cual se comienza a construir a partir de la conformación de espacios de sociabilidad
política, tales como los clubes, la masonería, las sociedades patrióticas y las tertulias.
Estos lugares de encuentro fueron fundamentales en la construcción de un sistema de
representación, inicialmente simbólica y luego electoral. Este camino que toma la
evolución de la modernidad política subraya la importancia de la ciudad como espacio
de representación del poder, y que gracias a los nuevos códigos que regulan las
relaciones entre sus habitantes, introduce un nuevo significado a lo urbano. Así si bien
las ciudades no cambian en su forma, la cual continúa siendo el damero heredado del
siglo XVI, sí ha cambiado el significado del contenido, puesto que ahora, de la
verticalidad social que se representaba se pasa a la búsqueda de la horizontalidad que el
discurso de la igualdad va a procurar instaurar.
Todo esto sucedía sin modificación alguna en la traza urbana. Las ciudades se
expandían, el centro se tornaba más denso y en los nuevos barrios se reproducía la
cuadrícula. La inauguración del régimen republicano no estuvo acompañada de cambios
sustanciales que implicaran renovaciones urbanísticas. Las crisis económicas, las
guerras y las fragmentaciones impedían introducir nuevas dinámicas. Por ello se afirma
que, con diversas variaciones según los casos, la ciudad colombiana del siglo XIX
conservó su carácter hispánico, gracias a la conservación de numerosos principios del
urbanismo español, en especial la traza, la centralidad, la función de la plaza mayor, las
fiestas, los templos como edificios más importantes.
Sin embargo, a diversos niveles se dejaba sentir la necesidad de la ruptura. Inicialmente
ésta se limitó a los cambios exclusivamente simbólicos. Primero se sembraron los
árboles de la libertad en las plazas centrales, las cuales más tarde fueron transformadas
en parques, el cambio simbólico de mayor trascendencia de la época. La plaza, poco a
poco, perdió así una de sus funciones más importantes, la de dar cabida al mercado
público. Se construyeron entonces edificaciones especiales para albergar el centro de
abasto de las ciudades, que, sin embargo, las gentes continuaron denominando “plaza de
mercado”. Luego se cambiaron los nombres de los espacios públicos, y los nombres de
la patria inundaron la ciudad, puesto que los nombres impuestos por España, o por la
costumbre popular, fueron cambiados por los de los héroes o los lugares de las batallas.
Así el mapa de la ciudad se convirtió en la representación del de la patria. Igualmente,
las fiestas republicanas sustituyeron a las coloniales. De esta manera, la ciudad se
convirtió en el teatro de la “guerra de las imágenes”, cuando se sustituye el sistema de
representación del poder colonial por uno republicano.
Posteriormente en la ciudad se empieza a transformar el uso del espacio urbano. En el
siglo XX se deja notar que ya no es necesario que la centralidad política coincida con la
centralidad habitacional. Durante la colonia, y por extensión en el siglo XIX, los
habitantes de mayor jerarquía social vivían en los alrededores de la plaza mayor. Pero
en el XX, simultáneamente con la formación de barrios populares en la periferia, las
élites adineradas empezaron a abandonar el centro, al tiempo que las nuevas funciones
urbanas y las transformaciones en los modelos de vida introdujeron, a su turno, cambios
notables en los equipamientos urbanos. Con ello la ciudad se vuelve multi céntrica, y
cambia el sentido de la representación del poder, siendo ahora basada en los medios de
comunicación, puesto que, por sus dimensiones, la ciudad se convierte en el centro de la
“comunidad imaginada”, cuya existencia virtual depende de su capacidad de
comunicación.
Es entonces cuando vuelve a surgir una función urbana que en cierta medida se había
3
olvidado. El de la ciudad como espacio educativo. Los procesos de modernización de
las ciudades exigieron la introducción de nuevos saberes, así como un gran esfuerzo
educativo de parte de las élites para que el nuevo ciudadano adquiriera
comportamientos, hábitos y costumbres acordes con las exigencias modernas. Este
proceso de educación masiva fue el mecanismo que permitió que las gentes aprendieran
a habitar la nueva ciudad, con sus espacios, máquinas y aparatos que exigían
comportamientos diferentes a aquellos que se utilizaban en el siglo XIX 4. Cabe destacar
que todo esto sucede sin que la ciudad cambie la razón de ser que aparece en el siglo
XVI: servir de espacio de representación del poder, función urbana que sigue
desempeñando, para lo cual no hubo necesidad de cambiar la forma urbana, pero sí su
significado, pues la cuadrícula ya no representa el orden de una metrópoli distante, sino
que se convierte en uno de los componentes del espacio público, el cual incluye otros
elementos, además de las calles y las plazas.
La Nueva Granada comparte con el resto del mundo hispánico la mayoría de los rasgos,
como la de afectar en primera instancia a las élites culturales, y de una manera muy
restringida, y la de la variedad de espacios de sociabilidad que van apareciendo. Igual
que en el resto de colonias, las tertulias fueron la primera forma de sociabilidad
moderna, a donde asistían las élites intelectuales que compartían propósitos similares y
hábitos comunes. La primera en organizarse fue la tertulia que realizaba Antonio Nariño
en su casa. Fundada hacia 1790 con el nombre de EL CIRCULO LITERARIO, y sobre
el origen de este importante centro de difusión de nuevas ideas el mismo Antonio
Nariño nos dice:
4 Carlos Ernesto Noguera, Alejandro Álvarez y Jorge Orlando Castro. La Ciudad como Espacio
Educativo. Bogotá y Medellín en la primera mitad del siglo XX. Bogotá, Arango Editores, 2000.
5 François Xavier Guerra. Modernidad e Independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas.
Madrid, Editorial MAPFRE, 1992, p. 23.
6 Ibíd.
4
"Se me ocurre el pensamiento de establecer en esta ciudad una suscripción de literatos a
ejemplo de las que hay en algunos casinos de Venecia; éstos se reducen a que los
suscriptores se reúnen en una pieza cómoda, y sacados los gastos de luces, etc. lo
restante se emplea en pedir un ejemplar de los mejores diarios, gacetas extranjeras, los
diarios enciclopédicos y demás papeles de esta naturaleza, según la suscripción. A
determinadas horas se juntan, se leen los papeles y se critica y se conversa sobre
aquellos autores: de modo que se puede pasar un par de horas divertidas y con utilidad.
Pueden entrar: don José María Lozano, don José Antonio Ricaurte, don José Luís
Azuola, don Juan Esteban Ricaurte, don Francisco Zea, don Francisco Tovar, don
Joaquín Camacho, el doctor Iriarte, etc."7.
Era una Sala rectangular, que en uno de sus extremos tenía escrita la expresión "La
Libertad" y al otro "La Razón". Debajo de la primera había un epígrafe de Rousseau que
decía: "Aquel es verdaderamente libre que no necesita poner los brazos de otro al fin de
los suyos para hacer su voluntad"; bajo la segunda se lee: "Se sigue la razón cuando sin
oír las opiniones de los hombres se escuchan los gritos de la naturaleza". En la parte
superior de "La Libertad" se encontraban los retratos de Sócrates, Rousseau, Plinio y
Buffon. En el otro extremo de la habitación los de Jenofonte, Washington, Solón y
Montesquieu. A un costado la inscripción "Minerva", y en frente "La Philosofia".
Estaba previsto que a éstas las acompañaran los retratos de Tácito, Rainal, Newton,
Platón y Franklin, con el epígrafe "Quitó al cielo el rayo de las manos y el cetro a los
tiranos" y en el otro extremo los retratos de Nariño, junto al cual debería aparecer el
número 33, además de Cicerón, Demóstenes y William Pitt. Todos estos retratos y los
epígrafes debían rodear el gran fresco del centro de la habitación, según el diseño que el
mismo Nariño había hecho y que no alcanzó a terminar en razón de su detención.
Además, en el recinto se incluía un obelisco dedicado a la libertad, diseñado por Nariño,
con la expresión latina "Libertas nulle venditur auro".9
Todo indica que Nariño organizó en 1790 una tertulia que, luego, bajo la influencia de
Rieux derivó hacia un círculo de carácter político, que asumió símbolos de la masonería
y donde se rendía culto a la Ilustración, a los Enciclopedistas y a la revolución
7 Este testimonio le fue hallado a Nariño en su casa cuando se le aprendió en 1794. Citado por José
Manuel Pacheco, Ciencia, Filosofía y Educación en Colombia, Siglo XVIII, Bogotá, ECOE Editores,
1984, p. 149.
8 Louis François de Rieux y Sabaires, médico de nacionalidad francesa, llegó a Cartagena en 1784 y
pasa a Santafé de Bogotá en 1792, donde reside hasta 1793, ejerciendo su profesión. El Oidor Juan
Hernández de Alba, quien manifestaba que "Gracias a Dios, que no sé, ni quiero saber la lengua francesa"
informaba al rey en 1808 de la peligrosidad de Rieux, señalando que "pervirtió por su trato y continua
comunicación a Dn. Antonio Nariño" y agrega que no se le pudo probar sus delitos "porque su astucia,
sagacidad y penetración al caso que hizo exparcir las máximas de libertad, lo hizo con tal osadía que no
fue posible comprobarsele". (Sergio Elías Ortiz, Colección de Documentos para la Historia de Colombia,
Segunda Serie, Bogotá, Editorial Kelly, 1965, p. 81.
9 Esta descripción se encuentra en el proceso seguido a Antonio Nariño con motivo de la traducción y
publicación de los Derechos del Hombre, en septiembre de 1794. Citado por: Eduardo Ruiz, La Librería
de Nariño y Los Derechos del Hombre. Bogotá, Editorial Planeta, 1990, p. 141.
5
norteamericana. Si bien la historiografía hecha por masones insiste en que se trataba de
una logia masónica10, a juzgar por otros estudios no llegó a constituirse como tal, y más
bien se trataba de formas de sociabilidad política que tomaban de la masonería y de la
carbonería los símbolos, fórmulas, grados y hasta juramentos secretos, sin llegar a tener
carta patente que les autorizara a funcionar bajo los auspicios de una logia matriz, como
sucedió con el Arcano Sublime de la Filantropía. 11 De hecho, a Nariño no se lo procesó
por masón, y aunque en la década de 1790 se efectuaron algunos procesos por
masonería en México y se multiplicaron en España, probablemente en la Nueva
Granada no se estaba en capacidad de reconocer la masonería en caso de que la hubiera.
"De ahí que el papel asignado a la Inquisición sea más que el de perseguir masones, el
de investigar qué es la masonería"12.
Aquí se da inicio a la formación, en el mundo de las élites, a una "clase cultural" que
será la encargada de dirigir la revolución de independencia, y desde donde se construye
y difunde el nuevo imaginario de la modernidad, en un total contraste con la sociedad
de antiguo régimen, como era la Nueva Granada a fines del siglo XVIII. En efecto, en
las reuniones se cultivaba a la par la política y la literatura, y tanto se discutía de la
forma literaria como del fondo político e ideológico de las obras14. Los periódicos y
demás publicaciones que llegaban a manos de Nariño traían las noticias de la
Revolución Francesa con su respectivo imaginario político y un discurso elaborado, que
va a ser el que se impuso a partir de la independencia. Es importante destacar que a este
Círculo pertenecieron varios de los más importantes actores de los acontecimientos
revolucionarios, en especial de la primera etapa de la guerra de independencia, como
fueron, además de Nariño, Francisco Antonio Zea, Joaquín Camacho, José María
6
Lozano, entre otros, conocidos en la historiografía tradicional como los Precursores de
la Independencia.
Aunque las intensiones que animaban a sus asociados eran, sin ninguna duda, las
mejores, la tertulia no produjo obras de alguna importancia, ni en el campo de las letras
ni en el de las ideas. Ninguno de sus miembros participó en política, y las obras
literarias carecen de valor. En efecto, ni Manuel del Socorro Rodríguez, el fundador, ni
los asistentes, tales como José María Gruesso, José María Valdés y Francisco Antonio
Rodríguez, tuvieron alguna relevancia en la historia política del país. Sin embargo, hay
que destacar la continuidad y la periodicidad regular con que se reunía esta tertulia, y la
publicación en el Papel Periódico durante varios años de los temas de las reuniones.
Otra tertulia que floreció en la capital a fines del período colonial fue LA TERTULIA
DEL BUEN GUSTO, que fue una sociedad literaria por excelencia, estuvo auspiciada
por una mujer, doña Manuela Santamaría de Manrique, quien amenizaba con agradables
conversaciones y suculentos manjares las reuniones que realizaba en su casa. Esta forma
de sociabilidad no presenta interés especial desde el punto de vista político, y no
pretendió fines diferentes al de ser una tertulia literaria exclusivamente, que con
posterioridad fue de gran importancia en la historia de la literatura colombiana, por ser
la matriz formadora de diversos escritores. En sus periódicas reuniones nocturnas se
llenaba el salón con los mejores literatos de Santafé, en veladas donde se realizaban
ejercicios literarios en que tomaban parte los principales asistentes, o sea doña Manuela,
sus dos hijos Tomasa y José Ángel, Camilo Torres, José Fernández Madrid, José María
Salazar, Frutos Joaquín Gutiérrez, Francisco Antonio Ulloa, José María Gutiérrez y José
Miguel Montalvo. Sin haber sido su objetivo el debatir temas políticos, los miembros de
esta tertulia tuvieron un papel destacado desde el inicio de la independencia, lo cual
confirma el papel de espacio aglutinador de la élite cultural que tenían estos lugares de
sociabilidad.
7
mencionaba que la idea se había reducido a un bello pensamiento17.
Si nos aproximamos un poco a los miembros de las tertulias, podemos observar que los
asistentes a la tertulia de Nariño eran preferentemente laicos bogotanos, mientras que
los de la Eutropélica eran religiosos payaneses residentes en la capital. Así, de los ocho
miembros del Círculo de Nariño sólo José Luís de Azuola era religioso. En cambio, de
los cuatro miembros de la Eutropélica, ninguno era de Bogotá y sólo su fundador,
Manuel del Socorro Rodríguez no era religioso.
En el caso de la Tertulia del Buen Gusto, se cuenta con información de once de sus
asistentes, y ninguno de ellos era religioso, así como también es destacable que en su
mayoría provenían de fuera de Bogotá. Todos los dramaturgos conocidos de la época
asistían a esta tertulia, y algunos de sus miembros también lo fueron de la Expedición
Botánica. Un último detalle, común a los tres grupos, es la relación con el periodismo.
Cerca de la mitad de los miembros de las tertulias participaron en los diversos
periódicos publicado con anterioridad a 1810.
En este libro Nariño encontró la Declaración de los Derechos del Hombre, la cual
tradujo, imprimió en secreto en su imprenta y alcanzó a distribuir algunos ejemplares,
en los primeros meses de 1794. Esto sucedió, coincidencia desafortunada para Nariño,
en el momento en que España comenzaba a formar parte de la alianza contra la Francia
17 Gabriel Porras, Historia de la Cultura en el Nuevo Reino de Granada, Sevilla, CSIC, 1952, p. 348.
18 En la Nueva granada se fundaron algunas Sociedades Económicas de Amigos del País. En 1781 se
solicitó en Medellín permiso para fundar una de estas, aunque la que tuvo mayor trascendencia fue la
fundada en Mompox en 1784. En 1790 se fundó una en Santafé de Bogotá,
y desde 1791 Manuel del Socorro Rodríguez propone, a través del Papel Periódico, la fundación de estas
sociedades en cada población.
8
Revolucionaria, y la actitud de los administradores coloniales cambió radicalmente
contra todo aquello que proviniera de los franceses.
Esto coincidió con informes secretos de una supuesta rebelión que los principales de
Santafé iban a emprender contra la corona. Realmente, quien emitió esta alarma, un
funcionario escribiente de las Reales Cajas, conoció de la circulación de un ejemplar de
los Derechos del Hombre que Nariño había repartido, y con ello concluyó que este
documento formaba parte de una amplia conspiración. Así, las pesquisas juntaron
sucesos diferentes y convergieron en Antonio Nariño como cabeza de una sublevación,
que para el virrey “La principal causa de esta intentada sublevación, parece, que era el
odio que tienen los criollos a los Europeos…”. Era evidente que el temor de las
autoridades se enfocaba a las ideas francesas y aun supuesto apoyo de los franceses
revolucionarios a los “conspiradores” capitalinos.
Más allá de la veracidad de las sospechas españolas, lo que estos eventos mostraban es
el surgimiento de una profunda fractura en la confianza entre los funcionarios españoles
y la élite santafereña. Desde 1794, la confianza del gobierno se fijó exclusivamente en
los españoles peninsulares. Así, procedieron a juzgar a Nariño y a los demás asistentes
al Arcano Sublime, como Zea.
9
república.
“El desorden en que vivimos ocho o nueve meses, y algunas cosillas de que aun no nos
vemos libres, han hecho pensar a algunos que nuestra transformación fue prematura.”
Las ambivalencias del gobierno de Lozano fueron aprovechadas por Nariño, quien
publicó en La Bagatela del 19 de septiembre un artículo bajo el título de Noticias Muy
Gordas, donde denunciaba las amenazas de los realistas desde Cartagena, Cúcuta y
Popayán.
Cabe señalar que el periódico se vendía por las calles y también se fijaba en algunos
muros por donde la gente circulaba, y para superar el alto analfabetismo, había personas
letradas que leían en voz alta, como sucedía en el Altozano de la Catedral. De esta
manera se armaban corrillos de gentes que se acercaban a este sitio central, en le marco
de la Plaza Mayor. Al medio día del 19 de septiembre, de los lectores ocasionales se
pasa a tumulto, quienes se enteran, alarmados de las amenazas que acechan a la capital
y de la inacción del gobierno. Las gentes movilizadas exigieron y consiguieron la
reunión del alto gobierno para que escuchara sus peticiones. Lozano renunció y se
designo a Nariño como presidente del Estado de Cundinamarca. Nariño procedió a
asumir este cargo, exigiendo que se aplicara el artículo 53 de la Constitución, que le
otorgaba el poder dictatorial para asumir la solución de las amenazas por él denunciadas
en La Bagatela.
Cargado de simbolismo, desde 1791 se celebró en Francia la fiesta cívica del Árbol de la
Libertad, y los revolucionarios sembraron árboles en medio de cantos, discursos y arengas
loando la libertad y demás principios revolucionarios; adornado con los símbolos de la
revolución, como el gorro frigio, la bandera tricolor, además de los cantos revolucionarios.
22 años más tarde, el miércoles de ceniza, 3 de marzo de 1813, el cronista Caballero
reseñó que:
“Hoy amaneció clavado un sauce, junto a la pila, con la gorra de la libertad y unos lazos de
10
cintas anchas de arriba abajo”19
Este acto subrepticio fue seguido por uno público. El 29 de abril de 1813 el presidente
Nariño organizó una lucida fiesta cívica con el propósito de sellar la unión de los
ciudadanos santafereños, el apaciguamiento de los partidos, y la armonía entre las
provincias. Para ello, el 24 de ese mes se publicó un bando anunciando este acto cívico:
”Lejos de ser acilo a la iniquidad, y de designar el desenfreno, el libertinaje, y la
corrupción de las costumbres, indicaba la sujeción a la ley, y a las autoridades, constituidas
por el voto libre de los pueblos, exhortando a la paz, a la armonía, a la concordia, y a la
unión, prohibiendo toda especie capaz de trastornar el buen orden, encargando a los
ciudadanos ala concurrencia a un acto tan digno de celebrarse.”20
La fiesta del 29 de abril se convirtió una expresión de fiesta popular, de reafirmación del
pacto social y expresión de opinión pública, como lo reseña el cronista de la independencia
Caballero:
“29, jueves. Hoy se plantó el árbol de la libertad y en esta forma: a las dos de la tarde se
formaron en la Plaza Mayor todas las tropas; a este tiempo cayó un recio páramo, así que
se aplacó, que serían las tres y media, salieron de palacio todos los señores que estaban
prevenidos para el paseo de a caballo. Iban adelante cuatro batidores, seguían los
caballeros, decentemente vestidos y los caballos enjaezados a cual mejor; detrás seguía un
violento con un oficial, un sargento y ocho soldados de artillería, todos a caballo: detrás de
éstos seguían otros cuatro batidores; seguían los dos porteros del cabildo, que llevaban en
medio a don Pedro Maldonado, escribano del cabildo eclesiástico, con un alguacil por
delante; seguía después el cabildo. El señor corregidor presidía este acto con los señores
alcaldes, que lo eran el señor Chacón y el capitán de caballería don Juan Tobar, todos a
caballo; después seguía la caballería. Dieron vuelta por las calles acostumbradas, pues
aunque había de haber sido por toda la ciudad no se hizo, por haberse hecho tarde, pues
para este efecto se mandó que toda ella se compusiese y se blanquease, como efectivo a sí
se verificó, colgando todas las puertas ventanas de toda la ciudad. Después del paseo se
sacó el árbol del cabildo, el que traía sus tarjetas de versos y su gorro colorado. Era un
arrayán de cinco varas de alto, y se plantó en el lugar prevenido. Que era un triángulo de
piedra que se había fabricado para este fin, dos varas arriba de la pila y encima se puso una
media naranja de madera, con cuatro arcos enramados de laurel, con sus tarjetas de versos
alusivos al asunto, y faroles de cristal para las luminarias de noche. Encima pusieron un
farol bastante grande, que por otra parte tenía pintado el árbol, por otra un Jesús, por la otra
una María y por última la espada de la justicia. Consecutivamente se hicieron cuatro salvas
por cuatro pedreros”. 21
Si bien en el protocolo se guarda semejanza con las fiestas coloniales, en los símbolos hay
un cambio total, pues son tomados de la revolución francesa. Además, compiten con un
nuevo hito en la Plaza Mayor, donde solamente estaba el rollo de justicia, símbolo del rey,
y la fuente central.
Pero, ese mismo día, a las cinco de la tarde, se fusiló a un niño esclavo, Tomasito, quien
había acuchillado a su amo, a quien habían inducido a que tan pronto se plantara el árbol
de la libertad en la plaza todos serían libres. De esta manera, se quería acallar “los rumores
19 José María Caballero. Diario. Bogotá, Villegas Editores, Biblioteca de Bogotá, 1988, página 130
20 Gazeta No, 112, página 530
21 Caballero, op. Cit. Página 133
11
que se esparcían ya entre las gentes licenciosas, y principalmente entre los esclavos, de que
el Árbol de la Libertad era un salvoconducto para cometer todo género de excesos, la
necesidad que había de hacer un escarmiento que contuviese los crímenes”.22
De nuevo se sembró otro árbol, esta vez un olivo. Se lo guardó con centinelas, pero en un
descuido, de nuevo fue cortado. Para remediar esto, se levantó un triángulo alto de cal y
canto, cercaron con maderas muy fuertes, para proteger el nuevo árbol de la libertad.
Permaneció hasta febrero de 1814, cuando Bolívar y sus tropas entraron a Santafé.
Entonces, se sembró de nuevo un arrayán, que duró hasta unos días antes de la entrada de
Morillo a la capital cuando destrozaron la cerca y arrancaron el arrayán de la libertad.
La gran mutación cultural del siglo XIX se inicia con la introducción entre las élites de un
nuevo imaginario social basado en el individuo, considerado como el valor supremo con el
que deben medirse las instituciones y los comportamientos. El triunfo del individuo se
logra con el empleo de formas de sociabilidad modernas, que se caracterizan por la
asociación de individuos de orígenes diversos para discutir ideas en común, y es allí donde
nace la opinión pública moderna, resultado de la discusión y del consenso de sus
miembros. Estas son "igualitarias, ya que se establecen con un fin de simple discusión en
que sólo cuenta la opinión, la autoridad sale en ellas de la voluntad de los asociados, lo que
lleva consigo prácticas electorales de tipo moderno; por todo ello han podido ser
calificadas de "democráticas"."23 Estos espacios eran en un principio formas de
sociabilidad de las élites, con una extensión muy restringida a otros grupos sociales.Al
parecer, la primera forma de sociabilidad política moderna surgida con posterioridad a la
independencia,24 fue la SOCIEDAD PATRIOTICA, fundada en Cartagena el 17 de
septiembre de 1812, con el propósito de que
"...la opinión pública se eleve a aquel grado de vigor que exige la salud pública de la
Patria y los derechos de los Ciudadanos sean tan perfectamente conocidos como requiere
el orden interior. Que la verdadera inteligencia de los principios elementales haga
12
consolidar las bases de la organización social: que la unión, fuerza primera de un Estado,
no vacile por el choque de las pasiones...Una Sociedad de buenos Patriotas que vele sobre
estos objetos, difunda las luces políticas a todas las clases del Estado, excite el furor contra
el enemigo, la tranquilidad y la paz entre los que aman un mismo sistema, será una
institución saludable en la crisis actual de nuestros negocios."25
Al contrario de Miranda que no fue masón, Bolívar si perteneció a una Logia Masónica
durante su estancia en París entre 1804-1805, cuando asistió a la Logia San Alejandro de
Escocia de París, y de ella recibió los grados de aprendiz, compañero y maestro.29 Como
el, son numerosos los masones que participan durante la independencia, unos a favor y
otros en contra de ella, puesto que en uno y otro ejército habían masones. Todo parece
indicar que ser militar primó sobre ser masón. Así, cuando Santander ordenó el
fusilamiento del coronel español Barreiro, este envió a Santander, su hermano masón, "un
diploma e insignias de masón de alto grado, sabiendo que el general Santander era
hermano; pero éste dijo que primero estaba la patria que la masonería".30 Pero, al parecer
se trataba de una masonería militar, al estilo de la bonapartista, muy particular, que se
puede llamar emancipadora y que trabajaba por ella militarmente y no políticamente.
13
"AVISO AL PUBLICO. Una sociedad amante de la ilustración, protegida por el sr.
General Santander, ofrece al público dar lecciones para aprender a traducir y a hablar los
idiomas francés e inglés. El Sor. Francisco Urquinaona y el Teniente Coronel Benjamín
Henríquez, serán los preceptores. Los lunes y jueves de cada semana, de las 6 a las 8 de la
noche, darán lecciones en la casa en que habita el Sr. Lastra. Los que deseen tener
conocimiento en estos idiomas se pondrán de acuerdo con el Sr. José París, Contador
Ordenador del Tribunal Mayor de Cuentas, en inteligencia de que a principios de este mes
se abrirá la sala de lección."31
Esta Logia inició sus labores con el nombre de Libertad de Colombia, y un año después
cambió el nombre por el de Fraternidad Bogotana No. 1.32 A partir de esta Logia se
fundaron otras en la Nueva Granada, a saber: Beneficencia, Fraternidad, y Las Tres
Virtudes Teologales, en Cartagena, La Fraternidad Bogotana y Los Corazones Sensibles
No. 20 en Bogotá, Concordia de Boyacá, en Tunja, Hospitalidad del Magdalena en Honda,
La Mejor Unión en Panamá, además de logias en Zipaquirá, Cúcuta y Guatavita, todas
fundadas entre 1821 y 1828. 33
"Lo más importante es que se constituye así un medio cultural unido por densas redes
de intercambios epistolares y humanos. Se forma entonces una sensibilidad común, con
un mismo aprecio de lo útil, con una misma creencia en el progreso, con unas mismas
lecturas, con unas mismas prácticas societarias que enseñan el libre sufragio, la igualdad
de los asociados y el reino de la opinión".34
31 Gazeta de Santafé de Bogotá, No. 23, 2 de enero, 1820, página 4. Curiosamente en 1811 se publicaba
un periódico titulado Aviso Al Público, donde se publicaban artículos advirtiendo sobre la masonería. "Los
Franc-Masones en apariencia son menos crueles que los tiranos; pero son tan feroces como aquellos: y por ser
mas astutos y maliciosos son mas temibles que los primeros. La persona que tuviere la desgracia de contraer
amistad con algún Franc-Mason, dese por perdida". Aviso al Público No. 16, Bogotá, 12 de enero, 1811.
página 4.
32 Carnicelli, Américo. Historia de la Masonería Colombiana. Bogotá, 1975, s. p. i. Tomo I, página 78.
33 Ferrer Benimeli, José A. op. cit. página 682.
34 Guerra, François-Xavier."Lugares, Formas y Ritmos de la Política Moderna". En: Boletín de la
Academia Nacional de la Historia. Caracas, enero-marzo de 1989, Tomo LXXII, No. 285, página 15. Alexis
de Tocqueville, citado por Guerra señalaba:"En el fondo, todos los hombres situados por encima del pueblo
se parecían; tenían los mismos gustos, buscaban los mismos placeres, leían los mismos libros, hablaban el
mismo lenguaje"(L'Ancien Régime et la Révolution).
35 Ibíd., página 16.
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La difusión de las ideas de la modernidad se vio facilitadas por la pérdida del carácter
secreto y del sigilo de las logias, para convertirse en espacios semi-públicos, que buscaban
apoyo en otras capas sociales a donde pretendían llegar con el nuevo imaginario político.
Esto despertó la más viva reacción de la Iglesia, para quien estas sociedades servían
Fue el sacerdote Francisco Margallo el que encabezó la cruzada que se desató contra las
logias masónicas. En el folleto titulado "El Gallo de San Pedro" afirmaba que a las logias
se deben "todos los males que padecemos, porque de su seno es que han salido los planes
corruptores de los colegios y de las familias. Hoi se hallan las logias en toda la República, i
ellas continúan trabajando contra el orden natural establecido por el Evangelio." 37 Con
profusión se editan periódicos y hojas sueltas, algunas satirizando los ritos, ceremonias y
símbolos de las Logias, otras divulgando las interdicciones papales y citando los libros
sagrados en aquellos apartes donde se condena la pertenencia a este tipo de sociedades
secretas. La amenaza de excomunión por pertenecer a la masonería es un tema citado en
casi todas las publicaciones.38 La polémica llegó a su máximo punto en 1823, con la
publicación de numerosos impresos y hojas sueltas de diverso tipo que se pusieron en
circulación.39
En el folleto "El Verdadero Censor de Colombia", su autor resume con claridad el sentido
de esta amplia campaña contra los masones: "Si los masones debilitan la fé de Colombia,
Colombia será el teatro de la insubordinación, y asentarán en ella masónicamente la
anarquía moral, que es más peligrosa que la política".40
A su vez los masones tenían sus órganos de difusión a través de los cuales defendían los
principios masónicos. Entre estos se contaba el periódico El Patriota, (Bogotá, 1823), El
Correo de Bogotá, (1823), El Toro de San Marcos (Bogotá, 1826). Además, también
editaron folletos divulgativos para contrarrestar la campaña dirigida por el padre Margallo;
de esta serie forma parte el folleto " Advertencia al Público", donde los masones se
definían a sí mismos como:
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de fabricar calabozos para el vicio. Claro es que este templo y estos calabozos no pueden
ser más que unas alegorías que representan la multiplicación de actos virtuosos, y los
esfuerzos continuos que el hombre debe hacer para domar sus inclinaciones viciosas. El
fin principal de esta asociación es el mutuo socorro que deben prestarse unos hermanos a
otros en todos los trances y sucesos desventurados de la vida. Los sitios donde se reúnen
se llaman logias, y durante todo el tiempo que permanecen en ellas, desaparece toda la
distinción mundana. Allí no sirve de nada la elevación de clase, ni los distintivos
heredados o adquiridos, sino el grado en que cada cual se halle entre sus hermanos, o la
dignidad que estos le hayan conferido...Los Francmasones son todos los hombres de
cualquier religión...En una palabra, los francmasones, como tales, son unos perfectos
hombres de bien..."41
Nada más ajustado a la verdad que estas afirmaciones. Sin embargo, en la claridad de la
idea de masonería que se expresa en el testimonio citado, se nota que mucho más que una
sociedad secreta los masones se veían a sí mismos como miembro de una "sociedad de
pensamiento", para utilizar un término de Agustín Cochin 42, con el propósito de
desarrollar un interés abstracto, fundado en una aspiración común en un objetivo no
lucrativo y de ayuda mutua; basado en el principio de la igualdad, para ejercer el
sentimiento de la sociabilidad, esa aptitud del hombre "a frecuentar amablemente a sus
semejantes"43.
Poco importa aquí que la igualdad fuera real o solamente de principio, y que hubiese
contradicción entre los principios y la realidad. De hecho, existía una doble desigualdad,
por un lado masónica, entre iniciados y profanos, y con los civiles introducidos
subrepticiamente en ciertas logias como medio de selección pero también de
discriminación social.44 Lo que verdaderamente importa resaltar con este testimonio es que
se registra el rompimiento con las formas de representación y de sociabilidad de la
sociedad holista de la colonia, donde la vida de la gente se encuadraba en una serie de
solidaridades seculares e inalterables, alrededor de la familia, la parroquia, los gremios, las
cofradías, las castas sociales. Allí las tradiciones, los privilegios, las costumbres, las fiestas
y procesiones, actividades todas ellas comunitarias, que organizaban la vida en un cuadro
local, parroquial, giraban alredor del poder de la Iglesia en el ejercicio del control moral, y
por extensión, del control social. Fueron estos controles los que entró a romper la
masonería, lo cual explica la reacción de la Iglesia en una primera instancia. Esto se debe a
que estas "asambleas libres" estaban introduciendo una nueva concepción del individuo,
que desbordaba la sociabilidad tradicional controlada por la Iglesia. Por ello las
asociaciones voluntarias se constituían en gérmenes de conflicto y de divorcio con las
autoridades tradicionales, entre la recién nacida autoridad civil y la autoridad moral, entre
los cuerpos tradicionales y los ciudadanos.
41 Advertencia al Público. Examen Crítico de las Causas de la Persecución de los Francmasones. Bogotá,
s.p.i., 1825, página 43.
42 Citado por Ran Halévi. Les Loges Maconniques Dans la France D'Ancien Régime. Aux Origines de
la Sociabilité Démocratique. Prís, Librerie Armand Colin, 1984, página 9.
43 Término empleado por Maurice Agulhon. Citado por Ran Halévi, op. cit. página 11.
44 Ibid, página 10.
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ello el vicario general de Bogotá se fue en contra de los "libros impíos", organizando una
campaña contra ellos:
"Así es, venerables hermanos, que de poco tiempo a esta parte se introducen y circulan
sin pudor, sin vergüenza, sin temor de Dios, ni del Gobierno y Leyes tan católicas que
nos rigen: se introducen, digo, para vender públicamente multitud de libros llenos de
máximas obscenas, y de doctrinas impías que como un torrente impetuoso
arrastran en pos de sí, un crecido número de jóvenes de ambos sexos, que corren ansiosos
a comprar a cualquier precio esos malditos libros, con el fin (así dicen) de ilustrarse,
y salir de la ignorancia y preocupaciones fanáticas en que los han educado padres y
maestros. Si registramos los gabinetes o estrados de no pocas, que se aprecian de señoritas
ilustradas; en lugar del catecismo de la doctrina cristiana, el Kempis, Año Cristiano u
otros libros de devoción; lo que se halla es el infame y pernicioso libro de la Teología
Portatil, Ovidio de Arte Amandi, el Citador y otros de este calibre. Y si se les reconviene
sobre este desorden, responden con el mayor descaro, que ellas son libres para leer
los libros que quieran, y hacer todo lo que se les antoje."45
La presión logró sus objetivos pues Santander, vicepresidente encargado del poder
ejecutivo, expidió un decreto el 9 de octubre de 1823 con el cual prohibía la circulación y
venta de los libros La Filosofía de Venus, La Teología Portátil, El Sistema de la
Naturaleza, El Origen de los Cultos, El Cristianismo Descubierto y la Historia Crítica de
Jesucristo.46 Sin embargo, cabe anotar que Santander se limitó a incluir en el índice solo a
los libros que la curia consideraba antireligiosos de carácter panfletario, y "los herejes
respetables como Bentham y Voltaire quedaban por fuera de la lista, de modo que la
acción de Santander en este caso podía colocarse al lado de su decisión de velar la
prohibición de los entierros en construcciones eclesiásticas al mismo tiempo que firmaba
otras medidas infinitamente más dañinas para el clero."47
Es probable que esta haya sido la razón de que la resistencia contra la introducción de la
cultura política moderna cambiara de sentido a partir de 1824, cuando se dejó a un lado el
ataque frontal contra la masonería, y se haya continuado la cruzada abriendo fuego contra
Bentham. En la hoja suelta "Contra el Tolerantismo en Materia de Religión" se lo señalaba
como "un primoroso materialista" y su obra se la calificaba de "pésima, anticristiana,
sumamente dañosa"48.
45 Caycedo y Flórez, Fernando. Segunda Carta Pastoral a los Venerables Curas y Demás que
Componen el Ilustre Clero Secular y Regular del Arzobispado de Santafé de Bogotá. Bogotá, Imprenta de
Espinosa, 1823, página 4 y 5.
46 5Bogotá, Imprenta de Espinosa, 1823.
47 Bushnell, David. El Régimen de Santander en la Gran Colombia. Bogotá, Edición de Tercer Mundo y
la Universidad Nacional, 1966, página 274.
48 Bogotá, Imprenta de Espinosa, 1824.
Bogotá, Imprenta de Espinosa, 1824.
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Por ello se puede afirmar que el protagonismo de primera línea que ejerció la masonería se
puede circunscribir a los años de 1820 a 1823; luego compartió la función de socialización
con otros espacios. A esto se le agregaba el hecho de que la masonería se dividió a medida
que el grado de politización iba en aumento, y con ello perdió protagonismo. Esto se
reflejó en el momento de efectuarse la Convención de Ocaña, el 2 de marzo de 1828,
donde, de la misma manera que durante el movimiento emancipador donde no hubo
unidad masónica, en esta acontecimiento la división fue a muerte. La formación de las
tendencias de bolivarianos y santanderista creó dos bandos irreductibles al interior de la
masonería que permeó la Convención donde se formaron dos corrientes antagónicas.
"Enemigos entre sí los mismos hermanos masones, ya no se daban el saludo con el
fraternal abrazo masónico. Entre los delegados a la convención de Ocaña figuraban los
siguientes masones de las distintas logias de la república de Colombia: Partidarios de
Santander. Coronel José Hilario López, coronel Francisco Montoya, coronel Juan N.
Toscano, presbítero Juan Fernández de Sotomayor y Picón, Vicente Azuero, Francisco
Soto (siguen once convencionistas masones más). Partidarios de Bolívar: José María Del
Castillo y Rada, Joaquín José Gori, Francisco Aranda, Joaquín Mosquera, Pedro Briceño
(siguen once más)."49
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dirección del Estado. En lo que respecta a nuestra argumentación central, queremos
destacar que, a pesar de todas estas dificultades, las logias masónicas, durante la primera
época que comprende de 1820 a 1828, cumplieron a cabalidad la función de servir de
"sociedades de pensamiento", y forjaron el prototipo de la sociabilidad moderna en la
Nueva Granada, además de convertirse en las bases de la difusión de la nueva cultura
política moderna. Por ellas pasaron la mayoría de los hombres públicos, ya fueran
santanderistas o bolivarianos, como se empezaban a definir las tendencias políticas; la élite
política y cultural transitaron por estos lugares de aprendizaje y de transmisión ideológica.
Las logias masónicas, entre 1820 y 1829, sirvieron de vehículo para la difusión de una
imagen moderna de lo social, para transmitir los principios de la cultura democrática y
ayudaron a la transformación de un hombre salido de la sociedad tradicional, con sus
valores holistas, en un ciudadano. Esta "revolución de los valores", que fue una verdadera
mutación cultural, se inició en las logias masónicas y luego se trasladó a otros espacios de
sociabilidad política.
Las logias tenían varias limitaciones, como eran la persecución religiosa con la amenaza de
excomunión, lo cual alejaba a los "liberales tibios", y el carácter secreto de estas
sociedades, dificultades que limitaban el papel de difusión a una parte muy estrecha de la
élite. Por lo tanto se imponía la necesidad de formación de otros espacios de sociabilidad
moderna, que no fueran de carácter político y cuya admisión fuera más sencilla.
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"SOCIABILIDAD. El 23 del corriente por la noche ha proporcionado en su casa el sr.
Leydersdorf una muy agradable y franca tertulia a todos sus amigos y sus
familias...Los lazos de la sociedad, los de la amistad misma se relajan fácilmente en tanto
que ellos no sean renovados con frecuencia..."57.
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