Jeremías 3.1– 4.
2
El pecado de Judá halla
su paralelo en el de Israel
Dayton Keesee
E l argumento que inicia Dios en el capítulo
2, continúa en el capítulo 3. Este comienza
con razones dadas por Dios, entrelazadas con
una acusación contra Judá por su promiscuidad
espiritual (3.1–5). El pecado de Judá era parecido al
de Israel.1 Dios estaba al tanto de la deslealtad e
intento de engaño de Judá (3.6–11); sin embargo,
la posibilidad de que se arrepintiera se revela
claramente (3.12–19). En vista de que Dios exigía
arrepentimiento (3.20–25), Él rogó a Judá que se
arrepintiera (4.1–2).
ACUSACIÓN CONTRA LA
PROMISCUA JUDÁ (3.1–5)
La pureza y placeres del matrimonio han
constituido siempre experiencias interesantes de
la vida en esta tierra. El echar a perder tan
gratificante relación por el adulterio, es una de
las formas más vulgares de carnalidad. Por
medio de una parábola, Dios hizo equivaler este
comportamiento adúltero a la relación de Judá
con Él. Con un solo dios falso que Judá se hubiera
dado gusto, habría sido triste, pero su insaciable
concupiscencia dio como resultado la acusación
divina que decía: «¡Eres una ramera con muchos
amantes!» (NASB), en el versículo 1. ¡Era necesario
que hubiera fidelidad espiritual en la relación de
Judá con Dios!
A la luz de las regulaciones bíblicas de la ley de
1
Note que en esta lección, «Israel» se refiere al reino
norteño, que fue destruido en el 721 a. C. por Asiria. «Judá»
se refiere al reino sureño, al cual profetizó Jeremías.
Asuntos relevantes. Tema: El mal ejemplo del reino norteño de Israel, que había sido derrocado por
los asirios, unos cien años atrás. Ubicación: 3.6 se lee: «en días del rey Josías». Gema de verdad: 3.14,
22: «Convertíos», palabra clave del libro.
Moisés, Dios pidió a Judá que considerara las
siguientes razones, en los versículos 1 y 2: «… Alza
tus ojos a las alturas, y ve en qué lugar no te hayas
prostituido. Junto a los caminos te sentabas para
ellos como árabe en el desierto, y con tus
fornicaciones, y con tu maldad has contaminado la
tierra». James E. Smith resumió las razones de Dios
en las siguientes palabras:
De conformidad con la ley de Moisés, una
mujer que hubiera sido divorciada y se hubiera
casado con otro, no podía ser reclamada por el
marido original (Deuteronomio 24.1–4). A la
luz de esta ley, ¿había posibilidad legal de que
el Señor recibiera de nuevo a Judá? La respuesta
es un rotundo ¡No! El caso de Judá es aún peor
de lo que prevé la ley del divorcio. Según la ley
de Moisés, la mujer que había estado casada
legalmente con un segundo esposo, no podía
ser reclamada. Pero Judá se había divertido
escandalosamente con muchos amantes, esto
es, dioses falsos, y por lo tanto, ya no tenía
ningún derecho legal sobre el Señor. Sin em-
bargo, la gracia triunfa sobre la ley. A pesar de
la imposibilidad legal del arrepentimiento y de
la reconciliación, Dios llama a Judá a volverse
a Él (vers.o 1).2
Los eventos que se describen en el capítulo 3
(así como en el capítulo 2) deben de haber ocurrido
durante los tiempos de la reforma en el reinado de
Josías. ¿Qué razones hay para suponer esto? (1) El
versículo 6 se refiere claramente al período de
2
James E. Smith, Jeremiah and Lamentations (Jeremías y
Lamentaciones), Bible Study Textbook Series (Joplin, Mo.:
College Press, 1972), 168.
1
tiempo de los «días del rey Josías». (2) En el
versículo 1, Dios dijo: «Si alguno dejare a su mujer,
y yéndose esta de él se juntare a otro hombre,
¿volverá a ella más? […] Tú, pues, has fornicado
con muchos amigos; mas ¡vuélvete a mí!». (3) En el
versículo 10, Dios se refirió nuevamente a un volver
(una reforma), pero dijo: «Judá no se volvió a mí de
todo corazón, sino fingidamente».
Es posible que haya pesar sin verdadera re-
forma. Es obvio que Judas Iscariote tuvo pesar por
su acto, después que traicionó a Jesús; pero a
diferencia de Pedro, no reformó su vida para volver
a servir al Señor (Mateo 27.3–5; Lucas 22.61–62;
Juan 21.15–22).3 Jeremías presentó a Judá como un
pueblo que, durante la sequía (vea 3.3; 14.1–9),
pudo incluso haber reconocido su pecado (como
si estuvieran volviendo a Dios —una reforma
fingida), pero Dios sabía que no querían «tener
vergüenza»4 (3.3). En el versículo 4, vemos que no
tomaban con seriedad el asunto, pues confiaban en
que Dios no guardaría para siempre el enojo (vea
vers.o 12). Todavía tenían esperanza de salirse con
la suya (vers.o 5). Una y otra vez, este espíritu
autosuficiente afloraba como una insensatez de
aquella generación (6.15; 7.8–10; 8.8; 18.18; 44.16–18).
COMPARACIÓN CON ISRAEL (3.6–11)
Sobre todo collado alto y debajo de todo árbol
frondoso, las tribus norteñas de Israel, cual rameras,
cometieron deshonra espiritual. Recuerde los 450
profetas de Baal y los 400 profetas de Asera de los
tiempos de Elías (1o Reyes 18.19). La idolatría era
un problema extendido. El rey Acab había hecho
del culto a Baal la religión oficial de Israel (1o Reyes
16.31–33; 18.18), y otros reyes continuaron la
idolátrica adoración del becerro que había iniciado
Jeroboam, apartando al pueblo del templo y del
3
El Espíritu Santo, al referirse al arrepentimiento de
Judas, usó correctamente la palabra griega metamelomai,
(una palabra que supone pesar, pero no reforma de la vida;
Mateo 27.3), y no la palabra metanoeo, que exige tanto el
pesar como la reformación de la vida, tal como en Hechos
2.38. (Hay más información disponible en C. G. Wilke y
Wilibald Grimm, A Greek-English Lexicon of the New Testa-
ment [Léxico griego-inglés del Nuevo Testamento], trad. y rev.
Joseph H. Thayer [Edinburgh, Scotland: T. & T. Clark,
1901; edición reimpresa, Grand Rapids, Mich.: Baker Book
House, 1977], 405.)
4
Del hebreo kalam —«… herir […] estar exhausto […]
horadar, pinchar […] ser herido, lesionado, Is. 25.15 […]
ser insultado, deshonrado […] 1o Cr. 19.5…» (Samuel
Prideaux Tregelles, Gesenius’ Hebrew and Chaldee Lexi-
con [Léxico caldeo-hebreo de Gesenius] [Plymouth: S. e.,
1857; reimpresión, Grand Rapids, Mich.: Wm. B. Eerdmans
Publishing Co., 1967], 400).
2
verdadero culto a Dios (1o Reyes 12.26–33; 2o Reyes
17.7–17). «Eran culpables» (3.6).
Dios le recuerda aquí a Judá de la contaminación
de Israel y de los frutos de su pecado, que Judá
había presenciado. ¿Sirvieron de advertencia para
Judá las circunstancias en que se vio envuelta
Israel?
¡No! Si bien Israel desechó abiertamente el
culto a Jehová, Judá todavía observaba el
formulismo externo apropiado, el elaborado
ritual del templo. Esto constituía únicamente
el hermoso manto con que cubría su apostasía,
y de esta forma, ella era verdaderamente
desleal.
… Aun cuando Dios por fin dio carta de
divorcio a Su infiel esposa, cuando Samaria
fue destruida en el 722, Judá continuó su
hipocresía…
Judá, el cónyuge desleal, es como una esposa
adúltera que procura engañar a su marido,
prometiéndole fidelidad mientras continúa en
sus relaciones con otros hombres. En cuanto a
la adoración hipócrita de Judá, compare Is.
1.10–15; Jer. 6.20; 7.4–19; Amós 5.22; en cuanto
a reformas instituidas por reyes y sacerdotes
piadosos, reformas que eran en gran medida
solamente parciales, superficiales, de poca
duración, vea 1o Reyes 15.11–14; 2o Crónicas 19;
cap. 23.16–21; cap. 29—31. Jamás se volvió
una sola vez la nación como tal, al Señor, de
todo corazón. Los sacrificios de ellos eran
engaños deliberados; los llantos, las lágrimas
de cocodrilo; los himnos, la honra de labios…5
Lleno de tristeza, Dios consideró las confesiones
de ellos como acto hecho «fingidamente»6 (vers.o
10). Cuando las confesiones externas proceden de
la corrupción interna, ¡no existe la corrección
espiritual! No es de extrañar que Dios se refiriera a
ellos como «la desleal 7 Judá» (vers. o 11). La
deslealtad, esa clase de engaño que trata de ocultar
la verdad, ¡equivale al fraude!
A pesar de su deslealtad, a estas personas se les
daría otra oportunidad. ¡Qué gran homenaje es el
caso de ellos a la maravillosa gracia y a la miseri-
cordia de nuestro Hacedor!
5
Theo. Laetsch, Jeremiah (Jeremías), Bible Commentary
(St. Louis: Concordia Publishing House, 1965), 50–51.
6
Del hebreo sheqer —«… una mentira […] ser objeto de
falso testimonio, Lv. 5.24; 19.12 […] profetizar cosas falsas
(no reveladas por Dios), Jer. 5.31; 20.6; 29.9 […] falsamente
[…] un mentiroso […] todo lo que engañe, fraude, vanidad,
Sal. 33.17» (Tregelles, 849).
7
Del hebreo bagad —«… actuar encubiertamante,
fraudulentamente, pérfidamente […] encubrir, esconderse
[…] Prov. 2.22; 11.3, 6; 13.2, 15 […] Jer. 9.1 […] oprimir,
afligir, arruinar […] el prevaricador ha prevaricado […] Is.
24.16» (Ibíd., 101–2).
 LLAMADO AL ARREPENTIMIENTO
(3.12–22a)
Dios lanzó cinco acusaciones contra Israel:
1. «Vuélvete, oh incrédula8 Israel» (vers.o 12;
NASB; énfasis nuestro; vea vers.os 14, 22). Sin fe era
imposible que Judá agradara a Dios (vea Hebreos
11.6).
2. «Reconoce, pues, tu “maldad”»9 (vers.o 13).
La palabra hebrea que se traduce por «maldad» se
encuentra veintitrés veces en Jeremías solamente,
y seis veces más en Lamentaciones.10 Era un término
abarcador que identificaba el mal proceder, y Dios
estaba al tanto de que Judá había cometido tales
violaciones en gran escala.
3. «Contra Jehová tu Dios has “prevaricado”»11
(vers.o 13; 2.29). El Espíritu Santo usó correctamente
un término especial aquí, para referirse al pecado
de alejarse de Dios. Dios estaba llamándolos a que
se volvieran. El hermano Marshall Keeble, un gran
evangelista, definió una vez el arrepentimiento
como «un devolverse y un reanudar la marcha en
el punto donde uno se desvió». Su idea era
bíblicamente acertada. La acusación de Dios con-
tra Judá, era en el sentido de que ellos se habían
desviado del camino derecho (18.15; Salmos 23.3;
Proverbios 2.12–13; 4.11; 12.26, 28).
4. «Fornicaste con los extraños debajo de
todo árbol frondoso» (vers. o 13). El pueblo y
sus dioses eran extraños al Todopoderoso (2.25;
Deuteronomio 32.16–18). La última acusación
explicaba por qué sucedió esto.
5. «No oíste mi voz» (vers.o 13). Las cuatro
acusaciones anteriores se habrían evitado si la voz
de Dios se hubiera obedecido (vea Salmos 95.7–8;
Hebreos 3.7, 15; Apocalipsis 3.20).
En los versículos 14 al 19, Dios aseguró a Israel
que ellos serían galardonados si respondían. Dios
estaba dispuesto a hacer esto porque Él era Esposo
de ellos (vers.o 14). Sería fiel en proveerles (aun en
el cautiverio) una morada en Sion.
Dios es el Padre y el Esposo de todo israelita
(comp. sobre esta terminología Os. 2.1–6). Esta
doble relación fue rota vergonzosamente por
8
N. del T.: En la Reina-Valera se lee «rebelde».
9
Del hebreo ‘avon —«… perversidad, depravación
[…] un crimen […] culpa en que se incurre por pecar
[…] cualquier cosa adquirida ilícitamente, Os. 12.9 […]
calamidad, miseria, Sal. 31.11» (Ibíd., 614).
10
Robert Young, “iniquity” («maldad») en Young’s
Analytical Concordance to the Bible (Concordancia analítica
Young de la Biblia), 22a ed. (Grand Rapids, Mich.: Wm. B.
Eerdmans Publishing Co., 1970), 516–17.
11
Del hebreo pasha’ —«… desligarse […] quebrantar
un pacto […] alejarse, pecar, transgredir […] los que se
apartan de Dios» (Tregelles, 695).
Su pueblo; sin embargo, Él, el Dios fiel del
pacto, el Padre y Esposo, está dispuesto todavía
a continuar esta relación. Con ese fin en mente
les llama a volver; y como Esposo y Padre,
promete: «os tomaré uno de cada ciudad, y dos
de cada familia» […] El Señor no espera una
conversión en masa, ni un retorno de todos
los descendientes de Jacob, ni de las tribus
norteñas. Sabe que gran parte de ellos
rehusarán volver a Él. A pesar de esto, Él no
anulará Su invitación. Si el israelita convertido,
es el único israelita en una ciudad, o el único
israelita arrepentido en una ciudad atestada de
israelitas, el Señor no lo pasará por alto; lo
recibirá y lo llevará a Sion […] el lugar donde
mora el Señor (Sal. 74.2; 132.13–14; Is. 8.18;
etc.).12
Dios prometió además darles pastores (apa-
centadores), preceptos que los alimentarían con
conocimiento (para dirigirlos), y entendimiento
(para decisiones y desarrollo). Esta guía ha sido
necesaria en todas las eras (10.23; Ezequiel 34.1–31;
Hechos 20.28; Efesios 4.11–16).
Dios se remontó al tiempo anterior a la era de
la ley de Moisés, cuando el arca del pacto no era el
centro de atención de Su pueblo. Aunque muy
breve, una profecía mesiánica se encuentra en este
pasaje (3.16–18). Apunta a Jesús y a Su nuevo pacto
(vea 31.31–34; Gálatas 4.21–31; Hebreos 8.6–13), el
cual Dios preparó en el cielo, y Jesús estableció en
la tierra por Su sacrificio de sangre. Este espléndido
plan culminaría con el regreso de Cristo para
presentarse la iglesia a Sí mismo —una iglesia
gloriosa, el cuerpo de personas purificadas, que
van rumbo al cielo y que han sido redimidas
eternamente (Efesios 5.25–27; 1era Tesalonicenses
4.13–18).
Por supuesto que no captaron esta profecía el
día que Jeremías presentó estas palabras (vea
1era Pedro 1.10–12), ¡pero recibieron lo suficiente
para saber que Dios estaba siendo bondadoso
para con los desobedientes al hacerles preciosas
promesas si obedecían Su voz!
El versículo 19 debería ser suficiente para hacer
que hoy día anhelemos ser Sus hijos (Gálatas 3.26–
27). Entonces podremos llamarlo «Padre» y no
dejaremos de seguir en pos de Él (Juan 14.23–24).
Dios exige arrepentimiento. ¡Qué gran abismo
de diferencia y de deseo se interponía entre
las oportunidades del versículo 19 y la actitud
pecaminosa que se observa en el versículo 20!
Smith escribió:
Partiendo de una visión idealista del futuro
distante, el profeta vuelve en el versículo 20, a
12
Laetsch, 53–54.
3
 una visión realista del presente. Cuando Dios
escudriña la nación todo lo que ve en el presente
en toda la casa de Israel, esto es, en la totalidad
de la nación, es infidelidad y apostasía. Así
como una esposa rebelde abandona a su marido,
también la nación del pacto abandonó al Esposo
divino (vers.o 20).13
En relación con los versículos 21 y 22a, Smith
siguió diciendo:
La triste descripción de cómo están las cosas
en ese momento, termina abruptamente, y
el profeta pasa a una descripción gráfica
del arrepentimiento que Dios anhela. Como
un padre que espera oír el más leve llanto
de un hijo perdido, así Dios afina su oído
esperando oír alguna señal de que la pro-
longada apostasía ha terminado. Al final la
oye. Sobre los lugares altos, donde una vez las
bulliciosas festividades idolátricas se llevaban
a cabo, ahora se oye lamentación y luto, y
ruegos pidiendo perdón por haber torcido sus
caminos y haberse olvidado del Señor (vers.o
21). Para que no sientan que su pecado es
demasiado penoso, y que su arrepentimiento
es en vano, el Señor les expresa inmediatamente
palabras de aliento. Se dirige a ellos como a
«hijos» y los llama a volverse a Él. Dios, el Gran
Médico, los sanará de sus males espirituales y
les restaurará la salud espiritual con solo que
vengan a Él (vers.o 22a).14
CONFESIÓN SIN CORRECCIÓN (3.22b—4.2)
En la última parte del versículo 22 comienza
una confesión verbal que parece mostrar un per-
fecto arrepentimiento. Judá hizo un entusiasta y
merecido homenaje a Dios («tú eres Jehová nuestro
Dios»; vers.o 22). Las palabras de ellos fueron
sólidas e inequívocas, y con ellas identifican a
Jehová Dios como la salvación de Israel (vers.o 23).
Comenzaron este homenaje con la frase: «He
aquí nosotros venimos a ti» (vers.o 22). Incluso,
hicieron una relación bien expresada de sus
pecados: (1) Confesaron que se habían dejado
engañar, buscando la salvación por medio de las
piedras y los árboles que había en todo lugar alto
(2.20, 24; 3.13). (2) Reconocieron que habían estado
ocupados haciendo el mal, siendo consumidos por
la total dedicación a la idolatría (vers. o 24).
Familias enteras habían estado involucradas en
estos actos idolátricos (7.18; 8.1–3). (3) Reconocieron
haber sentido vergüenza y humillación, diciendo:
«pecamos contra Jehová nuestro Dios, nosotros y
nuestros padres, desde nuestra juventud y hasta
este día» (vers.o 25b). No hay duda de que todas
13
Smith, 177.
14
Ibíd., 177–78.
4
las personas podrían hacer esta afirmación.
¿Podría usted confesar pecados más claramente?
(4) También confesaron la causa esencial del pro-
blema de ellos: «no hemos escuchado la voz de
Jehová nuestro Dios» (vers.o 25d; vea el vers.o 13).
Este sentimiento debió de haber sido uno de
los resultados de la reforma de Josías, y del llamado
al arrepentimiento que hizo Jeremías. Afirmaba
claramente que «todo el pueblo confirmó el pacto»
(vea 2o Reyes 23.1–3). En 2o Crónicas 34.32 leemos
que Josías «hizo que se obligaran a [guardar el
pacto] todos los que estaban en Jerusalén y en
Benjamín». El versículo agrega: «y los moradores
de Jerusalén hicieron conforme al pacto de Dios».
Las anteriores afirmaciones presentan el apa-
rente arrepentimiento de Judá como un buen
arrepentimiento —incluso suficiente. Trágica-
mente, no lo fue. Dijeron las palabras que debían
haber dicho, ¡pero no actuaron como dijeron que lo
harían! La devoción de labios no siempre se tra-
duce en dedicación de la vida. La confesión de
pecados no siempre resulta en la corrección de la
vida de uno. La falacia del pueblo de Dios se
presenta en el versículo 10: «Judá no se volvió a mí
de todo corazón, sino fingidamente». Esta verdad
se recalca aun más en el capítulo 4.
La expresión de Dios cuando dice: «Si te
volvieres», revela que del dicho al hecho hay mucho
trecho. El pueblo de Dios no solo debe confesar sus
pecados, sino que también debe estar dispuesto a
corregir su vida. Cuando Judá probó con la
confesión sin corrección, Dios no se la creyó, ni
aceptó tal confesión.
Un verdadero volverse al Señor suponía
tres acciones distintas de parte de la nación.
1) Debían quitar de delante del Señor todas las
abominaciones, esto es, los ídolos y los ritos
llevados a cabo en el culto a estos. 2) A partir de
ese momento no debían nunca más andar de
acá para allá, esto es, correr de un dios a otro,
sino que debían permanecer [firmemente]
fieles al Señor. 3) Debían jurar por la vida del
Señor. La expresión «vive Jehová» era la
forma corriente del juramento judío […] El
juramento debe hacerse a) en verdad, esto es,
con sinceridad; b) en juicio, esto es, observando
lo que es justo; y c) en justicia, esto es, de
conformidad con los mandamientos de la ley
de Dios (Deuteronomio 6.24–25).15
Dios no se apresuró a simplemente desechar a
Judá por su tibia respuesta, sino que le rogó que se
volviera. ¡Cuán paciente fue Él! Sus promesas
son preciosas, ¡pero debemos obedecer Su
15
Ibíd., 180–81.
llamado! Note cuán trascendentales hubieran sido «Vive Jehová» para dar gracia
los resultados de una respuesta sincera: «Las (2a Co. 9.8)
naciones [hubieran sido] benditas en él, y en él se «en verdad» para guiarnos
(Sal. 119.105; Jn. 17.17)
[se hubieran gloriado]» (4.2b). «en juicio» para gobernar
¿Por qué hubiera sucedido esto? Descúbralo (Sal. 19.7–14; Ap. 20.11–15)
repasando lo que una correcta relación con Dios «en justicia» para glorificar
prometía en este contexto (vers.o 2a): (Ro. 8.28–39)

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