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Declaración de Misión
Sociedad Bíblic a
Argentina
ISBN 978-950-711-218-8
Texto ©Sociedades Bíblicas Unidas, 1994
Primera edición, diciembre de 2010, 5000 ejemplares
La mejor herencia
Tercera e dad,
personas mayores, viejos, abuelos, ancianos....
Pero ser mayor no debe ser un obstáculo para ser feliz, e independientemente de la
edad cronológica de una persona, el “interés por la vida” es un factor clave en la
existencia de cualquier persona.
Por eso, en este libro nos proponemos tratar también esa otra realidad, la del adulto
mayor que aún quiere sentirse protagonista, el aporte que como ancianos podemos
dar a quienes nos rodean, la experiencia de vida que deja huellas a hijos y nietos...
la herencia de fe que podemos dar y dejar.
Lo invitamos a meditar en las palabras de este anciano, porque deseamos que usted
también experimente a Dios como una roca de apoyo y firme protección.
Salmo 71
Queremos compartir algunos pasajes bíblicos que nos hablan de Dios y su fiel com-
pañía y protección. Usted no está solo. Dios puede proporcionar fortaleza y alivio para
sobrellevar cualquier situación de abandono y, aún más, puede cambiar su condición.
El Señor es bueno;
es un refugio en horas de angustia:
protege a los que en él confían.
Nahum 1.7
En la Palabra de Dios encontramos muchos pasajes bíblicos que nos hablan del
amor incondicional de Dios, y su compañía y apoyo constantes. Si usted se siente
solo y con la única compañía de sus recuerdos, o aislado del mundo que lo rodea,
acuda a Dios que nunca lo dejará solo ni falto de su poderoso resguardo.
Y cuando llegamos a esta etapa, nos damos cuenta que no siempre las cosas son
como hubiésemos querido. Las esperanzas de un futuro mejor se desvanecen y nos
sentimos derrumbados. ¿A qué nivel de desaliento ha llegado?
El Señor es mi pastor;
nada me falta.
En verdes praderas me hace descansar,
a las aguas tranquilas me conduce,
me da nuevas fuerzas
y me lleva por caminos rectos,
haciendo honor a su nombre.
Salmos 23.1-3
Jesús dijo:
Vengan a mí todos ustedes que están
cansados de sus trabajos y cargas,
y yo los haré descansar.
Mateo 11.28
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El diccionario define la palabra “esperanza” como el estado de ánimo en el cual nos pare-
ce posible lo que deseamos. Esa misma palabra, en la Biblia, está basada en las promesas
de Dios. Cuando depositamos nuestra esperanza únicamente en él, podemos tener la ple-
na seguridad de que Dios prevalecerá sobre cualquier circunstancia que nos desanime.
¡Confíe y espere en él! Dios nunca falla.
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Los tiempos han cambiado, y hoy los ancianos ocupamos un lugar diferente en la
sociedad, con frecuencia somos olvidados.
¿Qué más podremos decir? ¡Que si Dios está a nuestro favor, nadie podrá
estar contra nosotros! ¿Quién podrá acusar a los que Dios ha escogido?
Dios es quien los hace justos. ¿Quién nos podrá separar del amor de Cristo?
¿El sufrimiento, o las dificultades, o la persecución, o el hambre, o la falta
de ropa, o el peligro, o la muerte violenta?
Pero en todo esto salimos más que vencedores por medio de aquel que nos
amó. Estoy convencido de que nada podrá separarnos del amor de Dios: ni
la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los poderes y fuerzas espirituales,
ni lo presente, ni lo futuro, ni lo más alto, ni lo más profundo, ni ninguna
otra de las cosas creadas por Dios. ¡Nada podrá separarnos del amor que
Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús nuestro Señor!
Romanos 8.31, 33, 35, 37-39
Jesús dijo:
Ustedes han oído que se dijo: “Ojo por ojo y diente por diente”. Pero yo les
digo: No resistas al que te haga algún mal; al contrario, si alguien te pega
en la mejilla derecha, ofrécele también la otra. Si alguien te demanda y te
quiere quitar la camisa, déjale que se lleve también tu capa. Si te obligan a
llevar carga una milla, llévala dos. A cualquiera que te pida algo, dáselo;
y no le vuelvas la espalda al que te pida prestado.
También han oído que se dijo: “Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo”.
Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, y oren por quienes los persiguen.
Así ustedes serán hijos de su Padre que está en el cielo; pues él hace que
su sol salga sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injus-
tos. Porque si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué premio
recibirán?
Sean ustedes perfectos, como su Padre que está en el cielo es perfecto.
Mateo 5.38-46, 48
Jesús dijo:
Si ustedes perdonan a otros el mal que les han hecho, su Padre que está
en el cielo los perdonará también a ustedes; pero si no perdonan a otros,
tampoco su Padre les perdonará a ustedes sus pecados.
Mateo 6.14-15
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El tiempo es algo muy preciado. La vida nos presenta momentos de gran contraste,
los buenos y malos. Pero aún las experiencias más felices no se pueden disfrutar
plenamente si no vivimos de la mano de Dios.
En este mundo todo tiene su hora; hay un momento para todo cuanto ocurre:
Un momento para nacer,
y un momento para morir.
Un momento para plantar,
y un momento para arrancar lo plantado.
Un momento para matar,
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¿Qué ve cuando mira hacia atrás? ¿Qué recuerda con placer y alegría, y qué mo-
mentos con tristeza y frustración?
De mí se ha alejado la paz
y he olvidado ya lo que es la dicha.
Hasta he llegado a pensar que ha muerto
mi firme esperanza en el Señor.
Recuerdo mi tristeza y soledad,
mi amargura y sufrimiento;
me pongo a pensar en ello
y el ánimo se me viene abajo.
Pero una cosa quiero tener presente
y poner en ella mi esperanza:
El amor del Señor no tiene fin,
ni se han agotado sus bondades.
Cada mañana se renuevan;
¡qué grande es su fidelidad!
Y me digo: ¡El Señor lo es todo para mí;
por eso en él confío!
El Señor es bueno con los que en él confían,
con los que a él recurren.
Lamentaciones 3.17-25
Cuando vemos la vida a través de los lentes de Dios podemos contemplar las cosas
desde otra perspectiva, al comprender que aún en medio de los problemas podemos
reconocer la mano soberana de Dios que tiene todo bajo su control.
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LA MEJOR HERENCIA
Nadie puede dejar como herencia algo que no tiene. ¿Ha pensado qué es lo más im-
portante que tiene para compartir a esta generación y a las futuras? Nunca es tarde
para abrazar la fe, y experimentar las palabras del sabio Salomón:
21 21
¿Ha creído en “las grandes cosas” que Dios ha hecho por la humanidad, y por usted,
especialmente?
El amor, el perdón y el poder de Dios para salvar a todos los que creen en Jesucristo
nos conducen a vivir una vida de fe. Esta nueva vida que Dios ofrece es lo que usted
puede recibir y comenzar a disfrutar hoy mismo.
El que cree en el Hijo, tiene vida eterna; pero el que no quiere creer en el
Hijo, no tendrá esa vida.
Juan 3.36a
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• Todos somos pecadores, hacemos cosas malas y por eso estamos separados de
Dios, que es perfecto.
• El plan de Dios consistió en enviar a su Hijo Jesucristo a morir en la cruz por
nuestros pecados.
• Por medio de la fe en Jesús obtenemos el perdón de Dios y la salvación eterna.
• Jesús murió, después de tres días resucitó y hoy está con Dios, preparando un
lugar en el cielo para cada uno de sus hijos.
• Usted puede aceptar o rechazar este don de Dios y esta decisión afectará su pre-
sente y su futuro.
¿Cuál es su decisión?
has hecho por mí. Gracias porque me diste salvación y vida eterna;
quiero ser una nueva persona y vivir de manera diferente. Amén”
El que tiene al Hijo de Dios, tiene también esta vida; pero el que no tiene
al Hijo de Dios, no la tiene.
Les escribo esto a ustedes que creen en el Hijo de Dios, para que sepan que
tienen vida eterna.
1 Juan 5.12-13
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CAMBIO DE RUMBO
Comenzar una nueva vida implica un cambio de rumbo. Si usted ha estado vivien-
do en un pozo, desolado y sin salida, Dios le extiende su mano y le muestra un nue-
vo camino. Si usted ha estado viviendo “desgracias y aflicciones”, él le extiende su
mano y le ofrece consuelo y paz. Si usted ha vivido toda su vida de espaldas a Dios,
este es el tiempo de cambiar de rumbo. NUNCA ES TARDE PARA ELLO.
En este capítulo queremos compartir lo que significa ser una nueva persona.
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Jesús le contestó:
—Te aseguro que el que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar
en el reino de Dios. Lo que nace de padres humanos, es humano; lo que
nace del Espíritu, es espíritu. No te extrañes de que te diga: ‘Todos tienen
que nacer de nuevo’. El viento sopla por donde quiere, y aunque oyes su
ruido, no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así son también todos los
que nacen del Espíritu.
Nicodemo volvió a preguntarle:
—¿Cómo puede ser esto?
Jesús le contestó:
—¿Tú, que eres el maestro de Israel, no sabes estas cosas? Te aseguro que
nosotros hablamos de lo que sabemos, y somos testigos de lo que hemos
visto; pero ustedes no creen lo que les decimos. Si no me creen cuando les
hablo de las cosas de este mundo, ¿cómo me van a creer si les hablo de las
cosas del cielo?
Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo; es decir, el Hijo del hom-
bre.[...], para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Juan 3.1-13, 15
Ustedes antes vivían en la oscuridad, pero ahora, por estar unidos al Señor,
viven en la luz. Pórtense como quienes pertenecen a la luz, pues la luz produce
toda una cosecha de bondad, rectitud y verdad. Examinen siempre qué es lo que
agrada al Señor.
Efesios 5.8-10
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Dios los ama a ustedes y los ha escogido para que pertenezcan al pueblo santo.
Revístanse de sentimientos de compasión, bondad, humildad, mansedumbre
y paciencia. Sopórtense unos a otros, y perdónense si alguno tiene una queja
contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes. Sobre todo
revístanse de amor, que es el lazo de la perfecta unión.
Colosenses 3.12-14
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HUELLAS
Este último capítulo tiene como propósito meditar sobre la realidad del tiempo en
que vivimos, y que pasa con rapidez, no para resignarnos a un destino inexorable,
sino para valorar plenamente los años que nos quedan por vivir.
Hemos transitado un largo recorrido y la experiencia nos enseña que, por la gracia
de Dios, los sinsabores cotidianos contribuyen con frecuencia a la madurez de las
personas, templando su carácter. De modo que en este tramo de la vida, común-
mente llamado “el otoño de la vida”, podemos tener una valoración más serena y
objetiva de las personas y los acontecimientos.
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Dios mío,
tú me has enseñado desde mi juventud,
y aún sigo anunciando tus grandes obras.
Dios mío, no me abandones
aun cuando ya esté yo viejo y canoso,
pues aún tengo que hablar de tu gran poder
a esta generación y a las futuras.
Salmos 71.17-18
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