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TEN SIÓ N DE IDEAS

EL ENSAYO HISPANOAMERICANO
DE ENTREGUERRAS

Sebastián Pineda Buitrago

U n iv e r s id a d A u t ó n o m a d e N u e v o L e ó n
/

Sebastián Pineda Buitrago (Medellín, 1982),


actualmente académico-investigador del Departa­
mento de Humanidades de la Universidad Iberoame­
ricana (Puebla), es doctor en Literatura Hispánica
por F'l Colegio de México. En Colombia cursó su
licenciatura en la Universidad de los Andes (Bogotá)
y trabajó como investigador del Instituto Caro y Cuer­
vo. En España hizo su maestría en el Centro de Cien­
cias I iumanas y Sociales del csic (Madrid). Además
de su tesis doctoral, El exilio creador: la obra litera­
ria de Alfonso Reves en España f 1914-1924), ha
escrito varios estudios sobre el gran ensayista mexi­
cano, tales como La musa critica (El Colegio Nacio­
nal, 2007) y la antología Comprensión de España en
clave mexicana (Casimiro, 2014). Ha publicado
también una Breve historia de la literatura colom­
biana. Siglos xvi-xx (Red Nacional de Bibliotecas,
2013), entre otros ensayos de historia intelectual.
T E N S IÓ N DE IDEAS
EL ENSAYO H ISPA N O A M ER IC A N O
DE EN TREG U ERRA S

S e b a s t iá n P i n e d a B u i t r a g o

Euatmsm F&muÁwmw

Universidad Autónoma de Nuevo León


( INIVURSIHAD AUTÓNOMA DE NUEVO LEÓ N ^ EDITORIAL UNIVERSITARIA UANL

Rogelio G. Garza Rivera


Rector

C arm en del Rosario de la Fuente García


Secretaria General

Celso José Garza Acuña


Secretario de Extensión y Cultura

Antonio Ramos Revillas


Director de Editorial Universitaria

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Página web: www.uanl.mx/publicaciones

Prim era edición, 2016


© U niversidad A utónom a de Nuevo León
© Sebastián Pineda B uitrago

ISBN: 978-607-27-0597-5

Reservados todos los derechos conform e a la ley.


Prohibida la reproducción total y parcial de este texto
sin previa autorización

Im preso en M onterrey, México


Printed in Monterrey, México
T odo en literatura es guerra.

P edro H enríquez U reña en c a r i a a


Alfonso Reyes (30 de mayo df. 1914).

Era dem asiado cínico p ara la izquierda,


dem asiado heterodoxo p ara la derecha,
[...] dem asiado irónico p ara todos, goet-
hiano en un país que no ha leído a G oet­
he, clásico en u n país barroco, estético en
un país que sólo hace guerras civiles p o r
la ética.

F rancisco U mbral (sobre Eugenio


d ’O rs), L a s p a ia b r a s d e i a t r i b u .

La hum anidad es a m odo de u n a nave


sin rum bo zarandeada p o r las olas y
guarnecida de u n a tripulación sediciosa,
zafia y reclutada a la fuerza que gruñe y
baila hasta que la cólera de Dios arroja al
m ar la caterva rebelde p ara que de nuevo
señoree el silencio.

Donoso Cortés citado por Carl Sch -


m itt , T e o l o g ía p o l ít ic a (1942).
Vasto Vasconcelos

El self-reliance en U lises criollo 160

ogró escribir casi diez libros de tema filosófico,

L desde sus prim eros escarceos como Pitágoras:


una teoría del ritmo (1921), pasando por una vo­
luminosa Historia del pensamiento filosófico (1937),
una Lógica orgánica (1935), un Manual de filosofa (1950)
hasta un tratado de Filosofía estética (1952) y otro de Todo-
logia: filosofía de la coordinación (1952). En ninguno de es­
tos libros, conviene decirlo, formuló una filosofía p ro ­
piamente suya.
Por eso no hay mejor modo de acercarse a José Vas­
concelos que sumergiéndonos en sus memorias, Ulises
criollo (1936), La tormenta (1936), El desastre (1918) y El
proconsulado (1939). En ellas, Vasconcelos no relató teorías
sino realidades, vivencias. Sus memorias reinan sobre la
literatura de nuestra lengua como las Memorias de ultra­
tumba de Chateaubriand en la literatura francesa.161 Y
como Chateaubriand, visto muchas veces como reacciona­
rio, Vasconcelos no se apoyó en una teoría ideológica o

160 Pretendo en este apartado revisar algunos de los conceptos que propuse en
un ensayo anterior. Véase de Sebastián Pineda Buitrago, “Entre el desprecio y
la admiración: visión de Estados Unidos en Ulises criollo de José Vasconcelos”,
e n Latinoamérica: revista de estudios latinoamericanos, núm . 57 (2013), UNAM, pp.
125-151.
161 Michael Domínguez, “Estudio preliminar”, en Los retomos de Ulises. Una
antología deJosé Vasconcelos, México, sep -f c e , 2010, p. 28.
1

en un determ inado discurso político sino, en esencia, en


la narración de su propia vida.
El prim er volumen de sus memorias, Ulises criollo, se
publicó por prim era vez en 1935 (México, editorial Bo­
tas), y ese mismo año logró cinco reimpresiones y un éxi­
to sin precedentes, al menos en México, para un libro de
no ficción. ¿Por qué razón? El nombre de José Vasconce­
los se hallaba todavía latente en la opinión pública m exi­
cana como el caso de un intelectual que, puesto a conquis­
tar la presidencia de su país, había perdido las elecciones
de 1929 por la maquinaria política —casi tiránica— de
Plutarco Elias Calle.
Ulises criollo, seis años después de aquellas confusas
elecciones, parecía de alguna forma una reivindicación.
Venía con cierta carga —era inevitable— mesiánica: se
trataba del libro de un intelectual que por haber aspirado
a la presidencia de su nación traía “implícito” un mensaje
bienhechor, esperanzador sobre el futuro. Nunca se con­
cibió —ni siquiera todavía— como las memorias m era­
mente subjetivas o intimistas de quien está a punto de ,
m orir y dilucida moralmente sobre su vida. '
En Ulises criollo Vasconcelos se volcó a la interpretación
social e histórica de su país: relató y se inmiscuyó —
porque en algunos casos fue protagonista activo— en los
pormenores del fin del porfirismo y en las vísperas del
comienzo de la Revolución mexicana. Ulises criollo arranca
desde su más tem prana infancia en Oaxaca, pasando por
sus años en la escuela de Eagle Pass, en Texas, sin olvidar
su adolescencia “nóm ada” entre una y otra ciudad mexi­
cana, hasta su arraigo en la capital como abogado de
compañías estadounidenses. Ulises criollo termina su na­
rración con el golpe militar de Victoriano Huerta.
Al advertir su infancia texana en Eagle Pass no convie­
ne ignorar la enorme influencia cultural de Estados Eíni-
dos en la formación intelectual de Vasconcelos, so pena

130
de caer en contradicciones. Ulises criollo se asienta en una
tradición muy estadounidense, la de una fascinación pol­
las cuestiones de la individualidad, la identidad y la auto­
biografía. Si se ve bien, en la tradición puritana y cuáque­
ra de Estados Unidos hubo una mayor necesidad de auto-
justificación, de autorrepresentación o autoexamen de
conciencia, porque desde Lulero y Calvino, desde la Re­
forma protestante, los fieles ya no tenían necesidad de
recurrir a la intermediación de un sacerdote o religioso
para acercarse a la lectura de la Biblia ni mucho menos a
Dios. Y esa necesidad de justificarse en sí mismos llevó,
por ejemplo, a que Benjamin Franklin o Abraham Lin­
coln dejaran autobiografías. La tradición cuáquera y p u ri­
tana de la autopresentación (self-presentation) se reforzó,
además, con la corriente del trascendentalismo, tal como
se puede ver en los escritos de Henry David Thoreau,
Walt Whitman, Emily Dickinson o Henry Adams. Y no se
trata del modo de la autobiografía francesa que Rousseau
inauguró en Emilio o de la educación (1762). Se trata, en
palabras de Paul John Eakin, de un “Protestant-
libertarian model of the self which is sell-effacing, exern-
plary, and self-trascenciing”.lb2 No debería resultar extra­
ño, pues, que uno de los modelos literarios de Vasconce­
los para su Ulises criollo hubiera podido ser la autobiogra­
fía de Henry Adams, The education of Henry Adams, cuya
prim era publicación data de 1918.
Henry Adams, que también fue antisemita y quien
también padeció el suicidio de una esposa, definió la polí­
tica como una sistemática organización de los odios (“a
systematic organization of hatreds”). Aun a pesar de sus
múltiples libros, Vasconcelos actuó menos como un litera­
to (resignado a la abstracción y a la teoría) y más como un162

162 Paul John Eakin, “Iiitroduction”, en American Aidobiography. Rdrospcd and


Prosped, ed. de Paul John Eakin, Madison, T h e University oí Wiseonsin Press,
1991, pj). 13 v 14.

131
"político” (volcado a la acción y a la práctica de lo que
escribía). Como no escribía poesía o cosas, para él, senti­
mentales, Vasconcelos afirmó en Ulises criollo que, para
entender la realidad, la poesía no sirve para nada: “la
realidad sólo agradece a quien la trata con claro, preciso,
definitivo desdén”.163 Y ese desdén es la prim era cualidad
que se necesita para dom inar a los hombres, es decir, es
la prim era característica del político.
De suerte que si aceptamos a Vasconcelos como un
escritor-político (no en vano se motivó a escribir Ulises
criollo tras perder las elecciones presidenciales), com­
prenderem os mejor la sistemática organización de su
desprecio-admiración hacia Estados Unidos.
Antes, conviene revisar también a qué género y a qué
tradición se ajusta Ulises criollo dentro de la historia inte­
lectual hispanoamericana. Casi siempre se ha visto como
una autobiografía. Pero al revisar cierta teoría sobre este
género se advierte cierta imprecisión, es decir, cierta con­
fusión o contaminación con otros géneros. Se ha insistido
en la posibilidad de que Ulises criollo, en virtud de que
pertenece a un género mestizo, sea también una novela
como quiere Sergio Pitol, “cuyo protagonista se llama
José Vasconcelos”.164 Cierto tejido de episodios cómicos,
trágicos, caricaturescos y hasta casi criminales en Ulises
criollo, protagonizados por él mismo o sus contem porá­
neos, deja la sensación de una atmósfera novelesca. Lilia­
na Weinberg se pregunta si no se inscribe Ulises criollo en
la tradición del ensayo hispanoamericano que arranca
con la Carta de Jamaica (1815) de Bolívar o con Facundo
(1844) de Sarmiento, suerte también de autobiografías a

l(i:t Vasconcelos, Ulises criollo, cd. de Claude Fell, Colección Archivos, Madrid,
L’OOO, |>. :m . [En adelante, indicaré en el cuerpo del texto el número de pági-
nal.

I li I l ’iio l, I.¡m in a r, of). cit, p. XX V I.

132
su manera en que hombres públicos, como lo fueron
ellos, reflexionaron sobre sus naciones a partir de sus
experiencias personales.1"'’
Admirador de la educación pragmática de Estados
Unidos, ¿por qué siguió valorando Vasconcelos lo criollo,
lo hispánico si entrañaba casi lo opuesto? Precisamente
porque había notado que el éxito de Estados Unidos no
consistía en negar su pasado colonial, sino en asimilarlo a
su nuevo carácter nacional. Observó que la cultura esta­
dounidense también era liberada de un imperio, pero
nunca había perdido vínculos con éste en la literatura ni
en las humanidades al crear su identidad nacional. Vas­
concelos trató de explicarlo en la “Advertencia”, breve
prólogo con el que comienza Ulises criollo:

el calificativo Criollo lo elegí com o símbolo del ideal ven­


cido en nuestra patria desde los días de Poinsett cuando
traicionam os a Alamán. Mi caso es el de un segundo
Alamán hecho a un lado, para com placer a un M onroe.
El criollismo, o sea la cultura de tipo hispánico, en el fer­
vor de una pelea desigual contra un indigenism o falsifi­
cado y un sajonismo que se disfraza con el colorete de la
civilización más deficiente que conoce la historia; tales
son los elem entos que han librado com bate en el alm a de
este Ulises criollo, lo mismo que en la de cada uno de sus
co m p atriotas.1"1’

Vasconcelos parte de un episodio de la tem prana historia


republicana de México cuando en 1825 el entonces Mi­
nistro de Relaciones Exteriores, Lucas Alamán, se opuso
al embajador de Estados Unidos, Joel Robert Poinsett, de
venderle el territorio de Texas y aceptar tratados de libre 165

165 Liliana Weinberg, “La cicatriz de l'lises”, en Ulises mallo..., ed. cit., p. 729.
166 Vasconcelos, Ulises criollo, ed. de Claude Kell, Colección Archivos, Madrid.
2000, p. 4

133
comercio. El ministro Alamán ya había advertido cómo la
doctrina Monroe, “América para los americanos”, a fuer­
za de privilegiar el monopolio estadounidense, aislaría a
México de Europa y de sus vecinos latinoamericanos.
Como no obtuvo el apoyo del presidente Guadalupe Vic­
toria (José Miguel Ramón Adaucto Fernández y Félix),
Alamán renunció al ministerio, pero se mantuvo firme en
su propuesta de una liga de naciones hispanoamericanas.
Si se hubiera seguido el plan de Alamán, según explicó
Vasconcelos en otro texto, “nos hubiera restituido las ven­
tajas del imperio español sin sus inconvenientes, dándo­
nos una posición única en el m undo”.167 La crítica de Vas­
concelos contra Estados Unidos no se ejerce contra su
esencia intrínseca sino contra la imagen mal asimilada —
mal copiada— por parte de la oligarquía mexicana.
El criollismo no sólo se cifró en una oposición a Esta­
dos Unidos; se cifró también en una oposición al centra­
lismo, esto es, al monopolio que ejercía en México su ca­
pital principal. De ahí que Vasconcelos reivindicara el
campo, la provincia, donde no eran tan perceptibles las
influencias cosmopolitas por la homogeneidad de la so­
ciedad. Que el criollismo se reafirmara en la provincia se
explica por la significación casi sentimental que entraña­
ba el campo. Del campo provenía la riqueza que asegura­
ba la supervivencia de la capital. De suerte que el crio­
llismo de Vasconcelos concuerda bastante bien con la d e­
finición que del término trazó el historiador argentino
losé Luis Romero.

En el origen, Latinoam érica había sido u n m undo de


ciudades. Pero el cam po em ergió de p ro n to y anegó *I

107 ( ilado en Salvador Méndez Reyes, El hispanoamericanismo de Lucas Alamán


(ISL1 I:S'S?), Toluca, Universidad Autónoma del Estado de México, 1996, p.
I 10. El lexio de Vasconcelos es “Bolivarismo y monroísmo”.

134
esas islas. El cam po era el hogar huís eniiañahlc de la
sociedad criolla y fue el foco del criollismo: una im p re­
cisa filosofía de la vida que hundía sus raíces en una va
secular experiencia cotidiana y que por eso tenía más
fuerza em ocional que doctrinaria. Era una ideología
espontánea, cuvos térm inos com enzaron a hacerse p re ­
cisos cuando se enfrentó con la ideología de las ciuda­
des y se desplegó afirm ando una m anera de vivir y un
reducido conjunto de ideas y de norm as acuñadas en la
experiencia. Com o ideología espontánea, el criollismo
am algam ó una form a de vida v una forma de m entali­
dad, sin discrim inar esta últim a con dem asiada clari­
dad. [...] C am po y ciudad, vida rural v \ ida urbana, ex ­
presan los polos que puso de m anifiesto la irrupción de
la sociedad criolla den tro del marco todavía vigente del
m undo colonial. T riunfaría la ciudad, p e to al precio de
cambios profundos en la fisonomía de la sociedad u r­
bana, que debió conjugar las fuerzas de las antiguas
burguesías den tro de los nuevos patriciados.",s

¿No tiene el criollismo de Vasconcelos una fuerza más


emocional cjue doctrinaria- Cejos tic t tino se en una sim­
ple oposición a Estados l indos, has que pensar cjue su
criollismo se nutrió bastante del tedeialismo estadouni­
dense, del deseo de progreso constante, donde el dinero
y el poder no se estancaban en una ciudad capital, sino
cjue fluían con la idea de la expansión constante —the last
frontier: el último estado anexado, Alaska o la conquista
del espacio exterior—. Al recordar sus años en Eagle
Pass, en la frontera con Piedras Negras, Vasconcelos se
solazaba en aquel modo de vida vaquero. "En aquel am ­
biente de unid west v de cowboys anteriores a la fase del
cine, hacerse duros era la consigna, y pro\ocaba em ula­
ción” (pp. 30-31). Y exaltaba tal forma de vida frente a la168

168 José I.uis Romero, Latinoamérica: tas atulades v las ideas, Mé\uo, Siglo \ \ i .
1976, p. 177.

135
d r los “señoritos” de la capital, pues cuando veía llegar a
su escuela texana algunos condiscípulos del interior de
México, de la capital, notaba cómo ellos, excusándose en
la decencia, no sabían defenderse de las agresiones y ca­
recían de las agallas suficientes para responder a insultos
v agresiones. “Me evaneció entonces sentirme duro, cur-
lido de soles y nieves, puñetazos, descalabraduras, sustos
y victorias [no como] los decentitos de la capital. Pues yo
era un bárbaro contento” (p. 43). ¿Detrás de su definición
de bárbaro contento no hay esa ideología espontánea de la
(]ue habla José Luis Romero al definir el criollismo?
Claro: el criollismo de Vasconcelos se entiende mejor
cuando se enfrenta con la ideología de cada capital lati­
noamericana (Ciudad de México, Bogotá, Lima, Buenos
Aires, Santiago), arropada bajo la formalidad, sin la afir­
mación suficiente en la experiencia y en la realidad em pí­
rica. Vasconcelos alababa el criollismo como una ideolo­
gía espontánea, pero también advertía que en su caso no
lograba sistematizarse ni clarificarse.
La diferencia de vivir en la provincia estadounidense
(Texas) y en la mexicana (Coahuila, Tabasco, Oaxaca)
estaba en el deficiente sistema educativo de esta última.
Incluso cuando pasó a estudiar en una escuela en Toluca,
tan cerca de la capital, quedó asombrado cuando la com­
paré) con su “escuelita” pueblerina de Eagle Pass. Allí ha­
bía un sentido de la disciplina y de la calidad que no se
lenía en una escuela tradicional de México. Mientras en
aquel Instituto de Toluca todo se confiaba a la memoriza-
c ié)n de textos, y el maestro, “un semi-indio, desaliñado y
malhumorado, se ocupaba de hacernos sentir su superio­
ridad” (p. 85), en la escuelita texana Vasconcelos ya había
aprendido “libertad de imaginación y disciplina para es­
timar resultados, precisión y aseo en la faena” (p. 44). Y
así, aunque crea cifrarlo en una vindicación exclusiva­
mente hispánica, el criollismo de Vasconcelos también

136
está nutrido de lo angloamericano, de ese federalismo
inteligente. Y por aquí aparecen sus glandes contradic­
ciones. En vista de la “superioridad” del sistema educativo
estadounidense, ¿por qué insistió en el criollismo hispánico?
Esta contradicción se resuelve si se comprende que a
finales del siglo XIX el criollismo se vio marginado por las
pretensiones de las oligarquías capitalinas. Estas buscaban
afrancesarse y veían el legado hispánico, criollo, como un
defecto, como un obstáculo para el auténtico progreso. El
criollismo admitía las tiranías y renegaba de los métodos
democráticos por cuanto los consideraba “impostaciones”
de la Revoluciém francesa, de la Independencia de las
trece colonias británicas, y no como algo criollo, propio
de la tierra. Y esta dualidad criolla entre civilización y
barbarie, Vasconcelos la planteó en el caso mexicano en ­
tre Quetzalcóatl (dios civilizador) y Huitzilopochtli (dios
sanguinario), entre el proyecto liberal de Francisco I.
Madero y la tiranía (¿revolucionaria?) de Plutarco Elias
Calles.
Donde más se derrotó el criollismo y triunfó lo euro­
peizado o afrancesado fue en Buenos Aires. La “m oder­
nidad” borró sus plazas coloniales y asimiló el diseño de
Londres o de París como antítesis de la estrechez del Ma­
drid viejo de los Austrias. Buenos Aires llegó a ser la capi­
tal de un imperio que nunca existió. Los oligarcas argen­
tinos hicieron todo lo posible por imitar a París, pero los
mexicanos lograron algo aún más pretencioso: convencer
a la propia realeza europea, a Napoleón 111, para que
Maximiliano y Carlota se trasplantaran a México y esta­
blecieran un imperio entre 1864 y 1867.
A pesar de que Porfirio Díaz los combatió, luego su
régimen heredó toda la estética política del Segundo Im ­
perio al construir el Paseo de la Reforma, sin duda, como
una suerte de Champs Elysées. Los oligarcas mexicanos,
arrogantes de que su capital fuera un pequeño París, sólo

137
copiaban, decía Vasconcelos, los vicios: “¡Ni quien recor­
dase al París de la disciplina científica y el genio literario,
mucho menos al París de las libertades públicas!” (p.
256). Y a pesar de que su abuelo materno acompañó a
Benito Juárez en su destierro en Nueva Orleans (p. 20),
Vasconcelos renegó de las reformas liberales de Juárez y
del excesivo culto a su figura, pues “la verdad era que de
libertades no habíamos sabido nunca y nuestra indepen­
dencia dependía de las indicaciones de Washington desde
que Juárez abrazó el monroísmo para matar a Maximili­
ano” (p. 58). La emancipación de España se consumó por
desintegración, no por creación. Ponderar un vago indi­
genismo, según Vasconcelos, era una estrategia estadou­
nidense para borrar la huella europea o española de Mé­
xico.
En su self-reliance o independencia intelectual, Vascon­
celos también desdeñó la filología. No siguió el camino
de Pedro Elenríquez Ureña o de Alfonso Reyes, sus com­
pañeros del Ateneo de la Juventud. En Ulis.es criollo no
precisa que sean exactamente ellos, pero se refiere a que
sus colegas (los ateneístas) “se dejaban llevar por la afi­
ción erudita [por] el contagio de los estudios detallistas y
formales, gongorismos y prosa de filólogos que tropiezan
con la sintaxis” (p. 312). Y que él tenía la conciencia tran­
quila de no caer en esa “nueva religión del saber por el
saber, más necia que la misma religión que en aquel ins­
tante superábamos” (p. 312). Pero, ¿superó Vasconcelos
realmente lo religioso? Me atrevería a decir, incluso, que
ni siquiera pudo alejarse lo suficiente del positivismo. Si
Vasconcelos elaboró un pensamiento filosófico, a juzgar
por lo que se lee en Ulises criollo, en una educación y en
un modo de vida fundados en la experiencia secular, en
el criollismo, se precipitó con frecuencia en un nuevo
dogma. Sustituyó una fe por otra. Y en su desdén por la
filología, su obra no se robusteció en la crítica literaria, en

138
el comentario de textos como formación espiritual o
creadora.
La filología o la literatura en pureza a Vasconcelos se
le hacía algo impráctico: “Para soñar basta con la poesía;
y no hay nada más triste que rebajar el sueño al nivel de
una realidad” (p. 334). ¿Este rechazo de Vasconcelos pol­
la poesía y los estudios literarios hace que su obra tam ba­
lee intelectualmente al lado de la de Reyes y Pedro Hen-
ríquez Ureña, sus más inmediatos contemporáneos? Pue­
de ser. Pero ello sería reducir el ensayo literario a la mera
filología o comentario de textos. Reyes y Henríquez U re­
ña se engrandecen, precisamente, si de ellos consultamos
sus memorias o epistolarios. Más bien, en este campo si se
quiere autorreferencial, Reyes y Pedro se desvanecen ante
la sinceridad de Vasconcelos.

Crítica al imperialismo angloamericano

En el segundo volumen de sus memorias, La tormenta,


Vasconcelos relató su prim era visita a Londres a media­
dos de 1914. Contó que vio una leyenda inscrita en el
arco de Trafalgar Square, al lado del monumento a Nel-
son, que lo impresionó por su contenido: To the English
Speaking People of the World. ¿Hay en Madrid un m onu­
mento por el estilo dedicado A la gente de habla española del
mundo? En su prim era visita a Londres, pues, Vasconcelos
comprobó que los ingleses practicaban lo contrario de lo
que enseñaban:

Imperialismo más extendido que el romano, inferior sólo


al español de hace dos siglos, divierte comprobar que los
anglosajones practican lo contrario de lo que enseñan: la
unión racial y lingüística. ¡Y nosotros que creemos imitar­

139
los al dividir en paisillos la América Española! La unión
im perial en torno al idiom a debería ser no sólo un ideal:
tam bién una tradición y fundam ento patriótico [...] una
com unidad de pueblos de habla española sin exceptuar a
Filipinas. ¿A cuántos en nuestro C ontinente les alcanza la
cabeza para abarcar este sencillo propósito? Y, en cam ­
bio, recorra quienquiera la doctrina de los que h an sido
en tre nosotros estadistas, en el lam entable siglo XIX, y no
hallará sino lacayos del pensam iento inglés [...]. Y no ex­
ceptúo, ni hay p o r qué exceptuar, a los más grandes:
Juárez, Sarm iento, Alberdi. ¿Qué hubieran dicho si resu­
citaran y alguien los pusiese delante del m onum ento
londinense a la unidad del idioma? Los que se creían
m odernos p o r hacerla de detractores de lo español se
desagarrarían las vestiduras al verse reducidos a lo que
fueron: ¡Agentes gratuitos del sagaz im perialism o de los
anglosajones!169

En su contradictorio rechazo a lo anglosajón, Vasconcelos


volteó a mirar con muchísima atención hacia Europa y
particularmente hacia España. Entre el esplendor intelec­
tual de la llamada Generación del 98 y del 14, le llamó la
atención la labor de Eugenio d’Ors en la Instrucción Pú­
blica de la Mancomunidad de Cataluña (1911).170 Entre
1920 y 1923, como Secretario de Educación Pública, Vas­
concelos pareció actuar sobre un territorio en ruinas ante
los cinco años de violencia revolucionaria, es decir, esca­
sez en programas culturales. Entonces gozó de una auto­
ridad que ni Justo Sierra había soñado en tiempos del
poríiriato. Le puso lema a la Universidad Autónoma de
México (“Por nuestra raza hablará el espíritu”); impulsó

l<¡9 Vasconcelos, op. cit., p. 513.


170 Véase de Claude Fel\,José Vasconcelos: los años del águila (1920-1925). Educa­
ción, cultura e iberoamericanismo en el México post,revolucionario, UNAM, 1989, p.
520. Véase también de Javier Garciadiego, Autores, editoriales e instituciones.
Estudios de historia intelectual, F.l Colegio de México, México, 2015, p. 211.

140
el arte de los muralistas; fundó escuelas primarias y secun­
darias en ciudades, pueblos y hasta en aldeas indígenas.
Lo más literario, para él, fue editar millones de libros
de lectura primaria, cientos de miles de textos de geogra­
fía e historia y, en especial, una colección de clásicos uni­
versales. Argumentó que “la biblioteca complementa a la
escuela, en muchos casos la sustituye y en todos los casos
la supera”.171 Sus malquerientes se burlaron de esa colec­
ción de clásicos, pues consideraban su lectura inútil en un
país de “indios y analfabetas”. Vasconcelos les contestó:
“nadie ha explicado por qué se ha de privar al pueblo de
México, a título de que es pueblo humilde, de los tesoros
del saber humano que están al alcance de los más humil­
des en las naciones civilizadas”.172 Por líos con los políti­
cos a quienes sirvió, tras haber fundado la Secretaría de
Educación Pública, sufrió el doblez y la traición.
Vasconcelos no se salvó de caer en la tentación, sober­
bia o ingenua, de que solo mediante la educación y la
cultura se podría organizar adecuadamente la coexisten­
cia de los ciudadanos y de que mientras ellos, los intelec­
tuales, no gobernaran no se rem ediarían los males del
Estado. El presidente Alvaro Obregón, en lugar de desig­
narlo a él, designó a Plutarco Elias Calles para sucederlo.
Luego del fin de la presidencia de Obregón en noviembre
de 1924, Vasconcelos salió de México rumbo a Europa
como un desterrado del nuevo régimen, el de Calles. Pasó
por Madrid, y Eugenio d ’Ors, de cuyo plan de bibliotecas
en Barcelona se había inspirado, le dedicó una glosa en el
periódico ABC el 24 de junio de 1925. Conviene citarlo in
extenso:

171 Citado por Javier Garciadiego, “Vasconcelos y los libros clásicos”, en De


Atahualpa a Cuauhtémoc. Los nacionalismos culturales (le Benjamín Carrión y Jasé
Vasconcelos, ed. de Juan Carlos Grijalba y Mi< hael Handelsman, Museo de la
Ciudad, Quito/ Instituto Internacional de Literatura Iberoamerica-
na/Universidad de Pittsburgh, Pittsburgh, 2014, p. 192.
172 José Vasconcelos, El desasiré, Memorias I, FCE, 2012, p. 48.

141
J o s é V a s c o n c e l o s . — U na em oción de fratern id ad muy
profunda m e sacude ahora, en presencia de fosé Vascon­
celos. He aquí uno, siquiera, que no hacía tram pas. Jugó
y perdió. Pero su puesta en el juego no era ficha conven­
cional, sino de veras, la propia vida; y cuando cortó la
baraja fue filo y altura de su destino.
Perdió. De su m agnífica cam paña p o r las luces, p ro n ­
to, en México, no quedará sino la m em oria. Sus bibliote­
cas se han deshecho. La Colección de G randes O bras de
literatura universal, que regalaba al pueblo, se ha agota­
do. No hay ya consignación oficial para El Maestro, su o r­
d en del día, a la tropa de los educadores. El problem a de
la elevación del indio a la cultura no ha dado, desde su
salida del m inisterio, ¡ni un paso m ás...! Ah, pero en ca­
da uno de estos vacíos ha quedado, inconfundible, el sello
de u na p arte de su figura; y en el ensam ble de ellos, la fi­
gura entera; al m odo de aquellos troqueles, donde, en las
fundiciones, ¡se enfría el m etal hirviente de las estatuas!
Q ue la huella de un hom bre en un país puede m edirse
de dos m aneras: o p o r el bulto de lo que aquel h a dejado
o p o r el hueco de lo que sin él se ha perdido.
¡Anda, navega por las rutas de Europa y de ¡a incerti­
dum bre, creador en América, tan seguro, ayer...! Pero
que esta incertidum bre sobre el futuro no m anche, en tu
p ro p ia conciencia, el precio de tu pasado. No te quejes
de nada, no te arrepientas de nada, no reniegues de n a­
da. En verdad te digo, Vasconcelos, que tú tuviste la m e­
jo r parte. Y que este pobre gazpacho que hoy aliñam os
ju n to s en nuestra mesa de jornaleros no fuera tan sabro­
so de no tener, p ara sazonarlo, con las sales de la am istad
y los aceites de la filosofía, aquellas esencias cuya acidez
has conocido —los vinagres de la in g ratitu d .17*

173 Eugenio d’Ors, “José Vasconcelos”, ABC, 24 de junio de 1925. Disponible


en Hemeroteca ABC: www.abc.com.

142
La incertidumbre sobre su futuro de nuevo Vasconcelos
quiso aclararla en la turbiedad de la política. Puesto a
conquistar la presidencia de su país en 1929, perdió apa­
ratosamente las elecciones por la maquinaria política —
casi tiránica— de Plutarco Elias Calles, quien dio todo su
apoyo a otro candidato. Derrotado, Vasconcelos em pren­
dió una suerte de exilio proselilista por Surainérica. Bus­
caba desprestigiar el régimen mexicano, acusándolo de
estar apoyado por el imperialismo estadounidense. Pero
nada había en su prédica anti-estadounidense, como su­
cedería durante la Guerra Fría, de socialismo o de m ar­
xismo.
La experiencia lo había curtido en que tal retórica re­
volucionaria condenaba a los pueblos hispanoamericanos
a un estado de candor o inocencia, donde todo comenza­
ba con Bolívar o con Hidalgo. ¿Cómo negar de un tajo
toda la historia “colonial” de México si antes de 1810,
antes de la independencia, sus fronteras limitaban con
Alaska y su ciudad capital ya era más imperial que Ma­
drid? “Colombia es castellana —decía Vasconcelos en
1930—, y sigue hablando de los godos como si acabara de
darse la batalla de Carabobo. Por eso confío, pese a las
mafias que lleguen a operar dentro del liberalismo y fuera
de él, que no será Colombia en la cultura una colonia
y a n q u i . ' S e equivocaba.
Vasconcelos llegó a Colombia cuando finalizaba la H e­
gemonía Conservadora. Acababa de subir el presidente
“liberal” Enrique Olaya Herrera. Pongamos "liberal” en­
tre comillas. Vasconcelos vio a los liberales colombianos,
no como los de un credo político que defiende a la perso­
na frente al Estado, sino como los adinerados, los dueños
de los negocios y la Banca qne, habiendo vivido en la
oposición, se habían podido dedicar a los negocios. Co-174

174 Vasconcelos, l,a lonnr-nía, p. 948.

143
noc ió en su visita a Colombia a los refugiados venezola­
nos, perseguidos por el régimen de Juan Vicente Gómez.
A Vasconcelos se le hizo increíble el interés que en
Colombia despertaba la palabra escrita, y cuando visitó
Medellín se asombró del furor popular por los libros de
Fernando González, un escritor con aire de filósofo, por
su estilo fuerte, atrevido, y “sus personajes reales, vigoro­
sos y su punto de vista original y perdurable”. En Bogotá,
contaba, lo confundieron con Unamuno. No le importó.
Lo complació la confusión porque tanto él como U na­
muno eran hispanos y, en ese momento, ambos se halla­
ban en el exilio, es decir, enemistados con sus propios
países; además, si el público bogotano lo sabía, ello reve­
laba mucha conciencia política.
De camino hacia Ecuador se encontró con Guillermo
Valencia, el espíritu más afín al suyo, pues ambos habían
perdido las elecciones presidenciales: “en cierto modo
éramos, él y yo, víctimas parejas de la apatía nacional, que
se deja vencer de las intrigas del imperialismo, resuelto a
no perm itir que los mejores asuman el m ando en sus co­
lonias defacto”.175 Los mejores eran, para Vasconcelos, los
de la clase media que conquistan las posiciones más altas
de la política, los negocios y el profesionalismo. Esto no
es precisamente burguesía; “es victoria de la inteligencia
apoyada en la virtud”.176 No intuyó Vasconcelos, dom ina­
do por su cortesía mexicana hacia el extranjero, cómo ese
doctor o profesional universitario acabaría por imponer,
en Colombia, una suerte de despotismo ilustrado ya viniera
éste del Estado, de las guerrillas o de los paramilitares.
En su impotencia política frente a Estados Unidos,
Vasconcelos llegó a cohonestar con el nazismo en plena
Segunda Guerra Mundial. Fundó Timón. Revista continen­
tal, cuyo prim er núm ero salió el 22 de febrero de 1940

175 Vasconcelos, El Proconsulado, en Memorias II, FCE, México, 2012, p. 997.


176 Vasconcelos, La tormenta, p. 782.

144
con apoyo, al parecer, de la embajada alemana en Méxi­
co; la revista no duró más de un año, pues el gobierno de
Lázaro Cárdenas muy pronto la canceló.17' En el último
núm ero de la revista, Vasconcelos llegó a decir que Hitler,
en la Alemania posterior al Tratado de Versalles, rep re­
sentaba, según él, “una idea, la idea alemana, tantas veces
humillada antaño por el militarismo de los franceses y
por la perfidia de los ingleses”.1'8 Pero el vago germanis­
mo de Vasconcelos (quien no hablaba alemán) ya era,
incluso dentro de su misma biografía intelectual, un ana­
cronismo por no decir que una charlatanería.
Por desdicha, Vasconcelos no pudo formular su crítica
a Estados Unidos con rigor, es decir, fundam entado en
una filosofía de la historia. Si se hubiera apegado a una
doctrina jurista (recordemos que él era abogado), basado
en el viejo Derecho español o en el nuevo código napo­
leónico, acaso Vasconcelos pergeñaría mejor su crítica al
imperio anglosajón, cuya jurisprudencia se urdió preci­
samente en contraste con la continental. Hubiera adverti­
do la lógica planetaria e n u e las potencias marítimas (In­
glaterra, Estados Unidos) contra las terrestres (Alemania
como representante de la plataforma continental euro­
pea), tan bellamente expuesta en el ensayo Tierra y mar
(Ijind und Meer, Leipzig, 1942) por Cari Schmitt, el jurista17

177 Véase de Héctoi Orestes Aguilar, “Ese olvidado nazi mexicano de nombre
José Vasconcelos”, en Islor, niim. 30 (otoño 2007). pp. 1-10-137. Recomiendo
también consultar el panlleto de Vasconcelos "La im-i.uuoi tisis del comunismo
v la revolución española" (1936), en donde el mexicano opinó que no se debe­
ría acusar de fascista a quien, como él, se oponía al comunismo. Poi esos días,
Vasconcelos seguía llamándose a sí mismo un revolucionario auténtico. Nadie,
ni los más "derechistas", podían salir del concepto tic levoiutio. Véase de Luis
Barrión, "Conservadores libélales: Luis Calneia y [osé Vasconcelos, reacciona­
rios y tránsfugas de la Revolución", en Conservadansiio y derechas , n Ui historia de
México, tomo II, coord. de F.rika Pañi, F<:i*.-tamanilla, México, 2009. pp. 435-
166.
I78 Citado por Orestes Aguilar. au t il p. 15".

145
leorizador de la doctrina del amigo-enemigo y de la teología
fMÚíiua que, en parte, animó a los nazis.
Karl Schmitt se dio cuenta de que, en su predilección
por el mar y por el aire (no olvidemos la conquista del
espacio exterior a través de la aeronáutica y la comunica­
ción satelital), Estados Unidos renunció a una conquista
terrestre en el sentido literal del término. No es auténtica
fuerza: no frena ni acelera. No es más que un acelerador
involuntario, una gran nave, en palabras de Franco Volpi,
carente de la determinación de su propio sentido inte­
rior, arrastrada por el maélstrom de la historia.179 México,
el m undo hispano, en cambio, ¿privilegia lo terrestre?

170 Franco Volpi, “El poder de los elementos”, Epílogo, en Cari Schmitt, Tierra
v mar. Una reflexión sobre la historia universal, trad. de Rafael Fernández-
QnmUmilla, Trotta, Madrid, 2007, pp. 96-97.

146
índice

A manera de introducción 15

Motivo de este libro 15


Algunas ideas constantes en nuestro tiempo 19

Crítica de la “prosa del m undo” 23

Hacia una teoría del ensayo moderno 15

Antípodas de la “m odernidad” 31

Sarmiento visita Alemania: un cisma religioso 31


Donoso Cortés: la aceleración de los tiempos 40

La sombra de Menéndez Pelayo 49

Reivindicación de un “heterodoxo” 49
Ij i herejía de la modernidad española 52
Crítico del positivismo, precursor 02
del modernismo literario
Envío 70

177
Tres acercamientos a Ortega 73

Im “enérgica tranquilidad” de/ filósofo 73


Nueva biografía de Ortega 85
Entrevista con Jordi Gracia, biógrafo de Ortega 90

Invitación a Eugenio d’Ors 97

Un ensayista sui generis 97


Roma contra Babel 104

Teología política en Alfonso Reyes 111

Misticismo activo 111


Catolicismo “racionalista" 115
El catolicismo “racional” 116
Escollos de un liberal \ 24

Vasto Vasconcelos 129

El self-reliance en Ulises criollo 129

Crítica al imperialismo angloamericano 139

Epílogo: Octavio Paz, el ensayista de la posguerra 147

Ontología revolucionaria del mexicano: 147


El ogro [ensayista] filantrópico 159

Bibliografía citada 169

178
@ LIBRO S L'ANI.

La original aproximación sobre el ensayo hispanoamericano que emprendo


Sebastián Pineda Buitrago no sólo gira alrededor de los prineipales ensayistas
en lengua española de la primera mitad del siglo XX o de “entreguerras”, talen
como Alfonso Reyes ( I889-1959), José Ortega y Gasset (1883-1955), Eugenio
d'Ors ( 1881- 1954) y José Vasconcelos ( 1882-1959), sino que se remontaTutslu
José Donoso Cortés (1809-1853), Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912) y
Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), para luego incluir por vía de Oetil*
vio Paz (1914-1998) al periodo de la posguerra, recorrido que traza una geneu-
logia del ensayo como crítica de la modernidad occidental. Advierte además
una “tensión de ideas” en los pensadores que trataron desde entonces de recons­
truir la destrozada imagen de nuestro tiempo. Invita, en síntesis, a superar el
discurso del Estado-nación y a situar el pensamiento por encima de las tecno­
cracias o mecanizaciones de turno.

I SIV I K SIDAD A U IU N O M \ 1)1 N l'l \ <H P O V


EDITORIAL UNIVERSITARIA UANL

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