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P. 9
Los humanos somos una especie con características biológicas propias diferentes a las
demás especies, por eso sólo podemos reproducirnos entre nosotros, porque tenemos un
genoma, una anatomía y una fisiología específicas. La frontera de cada especie no se puede
cruzar en la reproducción (p. 9).
Somos animales, mamíferos, primates y homínidos, lo que comporta una manera de ser y
estar en el mundo diferente a las de las demás especies.
Pero además, no somos sólo un organismo vivo con grandes capacidades mentales y
lingüísticas, somos también animales que tenemos “ánima”, emociones, sentimientos
y afectos, específicamente humanos. No sólo somos un organismo vivo que maneja
información, ni una mente fría que la procesa, sino que tenemos una dimensión emocional
y social, incluso una capacidad innata de comunicarnos emocionalmente, en este caso
universal, no cultural, como ha demostrado el estudio sobre las emociones básicas.
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Como animales tenemos instintos y motivaciones que funcionan como pulsión a hacer, buscar
lo que necesitamos para sobrevivir (como individuos y como especie), desarrollarnos de
manera óptima y alcanzar el bienestar. Todo animal es un proyecto de vida, motivado para
luchar por la vida y programado con determinadas capacidades y patrones de conducta.
Es decir, de forma innata, cada animal sabe básicamente lo que le conviene hacer y cómo
realizarlo, aunque para ello necesite la ayuda de los demás. Las motivaciones e instintos
pueden estar más o menos preprogramados, según la especie. En el caso humano, somos
la especie más flexible y más cultural, la menos preprogramada, pero no por eso dejamos
de tener motivaciones e instintos universales, en alguna medida o en alto grado, según los
casos, preprogramados.
En el caso de los humanos, las capacidades cerebrales nos permiten además vivir de
una forma mucho más cultural. El ser humano crea, transmite y aprende, transforma la
naturaleza y se construye a sí mismo como individuo y como grupo social, tribu o pueblo. El
ser humano no vive nunca en condiciones naturales propiamente dichas, es social y cultural.
Por eso es tan importante la escuela y tantas otras instituciones sociales.
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Pero los seres humanos somos también seres sociales, lo que además de otras muchas
implicaciones, nos hace seres para el contacto y la vinculación. No podemos sobrevivir
solos, nacemos en dependencia de los demás y tenemos que acabar estableciendo relaciones
afectivas y sociales.
En efecto, los seres humanos estamos preprogramados para el contacto y la vinculación
interpersonal. El contacto y la proximidad a ciertas personas (los cuidadores
progenitores, los amigos y la pareja sexual) nos proporcionan placer, alegría,
seguridad, bienestar, etc., y los vínculos de naturaleza sexual o social nos permiten
sentirnos “emparentados”, “religados”, “relacionados de forma estable” y alcanzar la
intimidad, la conexión emocional con los demás.
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Somos un ser para el contacto y la vinculación, lo que quiere decir, inexorablemente, que
si no entramos en contacto con los demás y no nos vinculamos a algunas personas, podemos
morir (el peligro más extremo), desarrollarnos de manera deficiente emocional y social
o, en el menor de los casos, sufrir por tener relaciones interpersonales inadecuadas o
conflictivas.