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Introducción...........................................................................................................................................7
1. Alcances y limitaciones.......................................................................................................33
1. Dimensión identitaria..........................................................................................................42
Conclusiones
Lecciones aprendidas...................................................................................................................59
Tendencias y recomendaciones..................................................................................................60
Referencias .........................................................................................................................................69
Anexos..................................................................................................................................................72
Si bien este trabajo de investigación tiene como propósito “generar un proceso de reflexión sobre las con-
diciones actuales de la sociedad civil venezolana a través de una serie de herramientas de análisis y un
diagnóstico de sus características y tendencias actuales”, tomando como base “el impacto de los nuevos
marcos legales y políticas gubernamentales”, encontraremos a lo largo de estas páginas aspectos locales
que sin embargo nos hacen parte de un rico, complejo e inacabado debate global, no solo sobre el signifi-
cado mismo del término “sociedad civil” -qué expresiones asociativas institucionalizadas incluye-, sino muy
especialmente sobre el papel que en las sociedades del mundo, y dentro o fuera de fronteras nacionales,
desempeñan quienes allí hacen vida.
El ex presidente de la República Checa, Václav Havel, en un artículo titulado “La sociedad civil y sus nuevos
enemigos”, escribía hacia el año 2000 que “la sociedad civil es un organismo de intrincada estructura, muy
frágil, y a veces hasta misterioso, que ha ido desarrollándose a lo largo de décadas, si no de los siglos. Por
tanto, tras de muchos años en los que prácticamente no ha existido, la sociedad civil no puede ser restau-
rada desde arriba, o por autorización legal. Sus tres pilares -asociaciones privadas voluntarias, descentrali-
zación del Estado, y delegación del poder político en entidades independientes-, sólo se pueden reconstruir
con paciencia.” Venía Havel del asfixiante mundo de la URSS y, sin embargo, aún de manera no formaliza-
da, la necesidad de reunirse, de encontrarse con otras personas que anhelaban una sociedad libre, fue poco
a poco creando ese “organismo de intrincada estructura” que en diversos países de Europa del Este abrió
las puertas para el advenimiento de la democracia y los derechos humanos.
En América Latina, las organizaciones civiles han transitado por un largo camino de luchas en la demanda
de justicia social, por los derechos de las mujeres, afro descendientes, pueblos indígenas, jóvenes, minorías
excluidas, entre otros. En distintos momentos y circunstancias han enfrentado –y siguen haciéndolo– pro-
yectos políticos autoritarios, dictaduras militares, hostigamiento, pérdida de libertades y hasta la muerte de
algunos de sus miembros. También han sido protagonistas en procesos de cambio, de apertura de oportuni-
dades y esperanzas. Todo esto, desde las contradicciones, los encuentros y desencuentros, la diferencia y la
diversidad. En un debate permanente y en una revisión, siempre necesaria, de su propio sentido y actuación.
Hoy en día, estas dinámicas trascienden las fronteras de cada país y se produce con mucha intensidad un
complejo y productivo intercambio en una amplia red de relaciones, una red de redes, que impacta en la
vida de millones personas.
Aún en esas formas precarias y con riesgo para la propia vida, como la que se expresó, por ejemplo, en la
organización de la “Generación del 28”, y en los primeros grupos sindicales venezolanos, también es posi-
ble comenzar a ver el nacimiento del mundo de la sociedad civil en nuestro país, tal como lo conocemos
hoy. Coincidimos con quienes sostienen que la sociedad civil es un espacio en el que convergen las más
diversas expresiones asociativas de personas que tienen como propósito avanzar propuestas de interés
común. En este sentido, forman parte de la sociedad civil, las organizaciones de desarrollo social y de
derechos humanos, las sindicales y gremiales, las cámaras empresariales, las federaciones deportivas y
culturales, entre muchas otras. Además, es importante registrar que, en diversos espacios, se debate sobre
la pertenencia o no de los partidos políticos a esta esfera de sociedad civil, en tanto agrupan a personas
Una de las características que parecerían compartir todas las expresiones asociativas que hacen vida en el
espacio de la sociedad civil es su naturaleza política, pues al estar constituidas todas ellas por personas que
asumen su dimensión política, en el sentido noble del término, es decir, su interés por lo público, por el bien
común, al asociarse dan vida a un cuerpo político de mayor dimensión y capacidad transformadora. Esta
es una de las razones por las que quizá ya no haya espacio bi o multilateral de naciones que no reconozca el
extraordinario valor de las organizaciones de la sociedad civil, sea –-como en el caso de los modelos de real
participación y protagonismo de la ciudadanía- para garantizar su desarrollo y potenciarlas como esenciales
para la vigencia de las garantías democráticas y los derechos humanos, y, por ende, de las libertades y la
justicia social, o bien –como en los modelos autocráticos, totalitarios- para restringirlas o, incluso, abolirlas,
precisamente por su capacidad para “contrabandear” la libertad, así sea por una mínima rendija.
Otra característica común sería la de su autonomía. Una vez más, en tanto asociaciones de personas li-
bres, autónomas, o que aún a riesgo de su seguridad se articulan para luchar por una vida en libertad, las
expresiones resultantes actúan desde la autonomía y el ejercicio de la libertad en el espacio de la sociedad
civil. La Generación del 28 reclamaba este derecho para sí y para toda la sociedad venezolana. En los años
50, el país conoció de una intensa organización para la resistencia a una dictadura militar, pugnando por
las mismas demandas. Desde la libertad y la autonomía, organizaciones de toda índole acuden alrededor
del mundo a sus ámbitos estatales locales y a los espacios de debate multilaterales, para contribuir con sus
reflexiones y propuestas en la construcción de lo que para cada una de ellas puede ser un mundo mejor.
La miríada de ideas innovadoras de las organizaciones de sociedad civil, su creatividad, su mirada desde
la diversidad y la dignidad del ser humano, ha significado una invalorable contribución para la causa de
la justicia social, como lo expresa la Señora Navanethem Pillay, Alta Comisionada de las Naciones Unidas
para los Derechos Humanos, en el prefacio del documento titulado “Cómo trabajar con el Programa de Na-
ciones Unidas para los Derechos Humanos, una guía para la sociedad Civi”, producido por su oficina. Así
también lo reconoce la Organización de Estados Americanos (OEA), mediante la promoción y la creación
de una plataforma institucional para la participación de organizaciones civiles, en distintos espacios y de
manera permanente.
Por último, las organizaciones que son definidas como “de sociedad civil” son aquellas que buscan inter-
locución con el Estado -y el conjunto de ellos- y con la sociedad –y el conjunto de ellas-, para avanzar la
causa humana, expresada en la vigencia de los derechos humanos en toda su amplitud. Si, por ejemplo,
las organizaciones sindicales encuentran espacios de diálogo con los gobiernos y los patronos, localmente
y en ámbitos como el de la OIT, la gran beneficiaria será la clase obrera, local y globalmente. Este diálo-
go no siempre es posible; no lo es en toda su amplitud en nuestra Venezuela de hoy, y son precisamente
las personas más vulnerables las que sufren las más graves consecuencias. Pero las organizaciones de
sociedad civil, en su propósito de avanzar aquellos intereses comunes, que en general implican avances
para amplios sectores de la sociedad, tienen en ésta no solo a otro interlocutor válido, sino imprescindible.
Conquistas como las expresadas en todos los artículos sobre derechos, libertades y garantías de nuestra
Constitución y en los tratados internacionales, son precisamente el producto de años y años de luchas, con
un alto costo en vidas humanas, de las más diversas expresiones de intereses, necesidades, sueños y as-
piraciones, de todo tipo de personas alrededor del mundo -hombres y mujeres, niños, niñas, adolescentes,
con discapacidades, privadas de libertad, de la ciudad, del campo, de la costa, empleadas y desempleadas,
afrodescendientes, indígenas, homosexuales, bisexuales, transexuales, artistas, deportistas, que profesan
alguna fe religiosa, que aspiran a ocupar cargos de gobierno, en fin…-, de quienes aún si no lo manifiestan
como propósito explícito, tienen como fin último de su acción conjunta la dignificación del ser humano.
Esta publicación sobre “Gobernabilidad democrática y sociedad civil en Venezuela: el impacto de los nue-
vos marcos legales y políticas gubernamentales (1999-2008)”, tiene como objetivo primordial el generar un
proceso de reflexión sobre las condiciones actuales de la sociedad civil venezolana a través de una serie de
herramientas de análisis y un diagnóstico de sus características y tendencias actuales. Es el resultado de
una investigación realizada por la Asociación Nacional de Organizaciones de la Sociedad Civil (Sinergia) y
el Instituto Venezolano de Estudios Sociales y Políticos (INVESP) en coordinación con el Centro Edelstein de
Investigaciones Sociales de Brasil, entre 2007 y 2008.
Esta investigación incluyó un análisis de las diferentes perspectivas conceptuales y categorías que se de-
baten actualmente para explicar los procesos de cambios de la sociedad civil en el país, el estudio de los
principales impactos que han tenido las modificaciones de los marcos legales y de las políticas guberna-
mentales realizadas entre 1999 y 2008 sobre las organizaciones de la sociedad civil (OSC) así como la elabo-
ración de una serie de herramientas que permitieron identificar algunas tendencias y características de la
sociedad civil en Venezuela a partir de 1999.
El trabajo se ejecutó en dos etapas. La primera estuvo destinada a la elaboración de un marco conceptual
y metodológico que permitió que en la segunda se efectuara un diagnóstico preliminar y exploratorio fun-
damentado de algunas de las principales características y tendencias de la sociedad civil venezolana con
miras a la generación de propuestas de estrategias de acción que puedan servir para fortalecerla. Fue un
proceso participativo en el cual se buscó establecer espacios de debate entre diferentes OSC y que éstas, a
la vez, aportaran sus visiones e insumos al proceso tanto de conceptualización como al de diagnóstico. De
especial importancia fue la incorporación de organizaciones de diferentes regiones del país con la finalidad
de reflejar las perspectivas no solamente de las agrupaciones de la capital sino también las del interior, que
muchas veces están sujetas a otro tipo de retos. y que tuvo como objetivos específicos:
Este documento tiene la finalidad de servir como un material de apoyo que refleja a grandes rasgos los
puntos más importantes del debate, con la finalidad de promover la discusión de esta temática con diversas
OSC y seguir construyendo así como profundizando sobre la temática que es inacabada. Es un insumo que
busca generar una discusión alrededor de lo que se han considerado son aspectos fundamentales pero con
el objetivo de ampliar la agenda e incorporar los aportes de las diferentes organizaciones.
Esta estructurado en tres capítulos. En el primero se presenta una contextualización conceptual, histórica y
legal de la sociedad civil en Venezuela. Una primera parte estará orientada hacia la conceptualización de las
principales tendencias en torno al debate sobre la democracia representativa y la democracia participativa,
que son fundamentales en el momento de definir agendas y estrategias de acción desde la sociedad civil.
También se hará una sistematización de la discusión conceptual en torno a sociedad civil, tercer sector,
movimientos sociales y más recientemente el poder popular. La segunda parte de este capítulo, da cuenta
En el segundo capítulo, se presentan los principales aspectos metodológicos que fueron utilizados para
el diseño y desarrollo de esta investigación. Lo primero que hay que señalar, es que en esta investigación,
de tipo exploratorio, se adopta un concepto amplio sobre lo que se entiende por sociedad civil “…como un
espacio en el cual participan las asociaciones que proyectan su acción hacia la construcción de ciudadanía
participativa y otros sectores sociales individuales que se constituyen en referentes sociales o que con-
forman colectivos transitorios o permanentes –movimientos sociales, coaliciones, foros, etc.- (p. 26) … se
construye poder y se hace política en diálogo o enfrentamiento con el poder político y el poder económico
… Es el escenario del conflicto y del consenso social.” (Roitter, 2004, p. 26). Algunas de sus características
constitutivas más relevantes son la diversidad, la pluralidad y complejidad, por lo que todo estudio enfocado
en este campo debe partir de una clara definición y delimitación de su alcance.
Es por ello que una de las tareas más importantes del proyecto fue definir una metodología que permita
identificar algunas de las principales características y tendencias actuales de la sociedad civil venezolana.
Esta tarea se visualizó desde una perspectiva participativa, es decir, en un proceso a través del cual los y las
participantes del proyecto, se involucraron en un desarrollo interactivo con miembros de organizaciones ci-
viles, movimientos sociales y colectivos sociales para construir progresivos acercamientos a un diagnóstico
de su situación actual, en medio de un escenario en constante y acelerada transformación socio política. Se
consideró relevante indagar cómo estas expresiones organizadas de la sociedad establecen su auto percep-
ción (de sí mismas y del sector), aprecian y definen su rol y cómo asumen compromisos en un ambiente de
Con estos lineamentos, se abordó un trabajo de carácter exploratorio, en dos ámbitos. Un primero, sobre
el contenido e impacto de los cambios en el ordenamiento jurídico venezolano que afectan la vida e inte-
rrelación de las OSC y sus posibles vinculaciones con la gobernabilidad democrática en el país. Esto se
realizó a través de la revisión y análisis documental del conjunto de instrumentos jurídicos mencionados
anteriormente. Un segundo ámbito estuvo referido a la caracterización del sector, a partir de sus propias
definiciones, tomando como base sus denominaciones y comportamientos, expresados en sus planes, pro-
yectos, programas y, muy especialmente, las agendas y tendencias con las cuales se identifican o en las que
han tomado parte en el ámbito de las gestión pública. En este caso, se adoptó la realización de un estudio
de casos, que si bien no arroja resultados generalizables a todo el universo, permite sistematizar informa-
ción relevante, formular un diagnóstico preliminar mejor fundamentado y relevar situaciones similares en
distintas regiones del país.
Por último, el tercer capítulo muestra los principales hallazgos y resultados del proceso de recolección de
información que serán analizados con el fin de llegar a unas conclusiones y recomendaciones que permitan
plantear propuestas de futuras líneas de investigaciones para ser desarrolladas a futuro, con el fin de con-
tribuir al fortalecimiento del tejido social en Venezuela.
Este trabajo no hubiese sido posible sin el apoyo del Centro Edelstein de Investigaciones Sociales de Brasil,
por lo que deseamos agradecer tanto a Joseph Edelstein como a Bernardo Sorj por su respaldo en las di-
ferentes etapas de esta investigación. Igualmente, un reconocimiento especial a Ana Melissa Zárraga que
apoyó el desarrollo de todas las etapas de la investigación y que tuvo a su cargo el proceso de recolección
y procesamiento de la información. Uno de los objetivos planteados para este diagnóstico preliminar fue la
necesidad de incorporar a las OSC del interior del país. En función de ello, el desarrollo del trabajo contó
con las importantes contribuciones de la Cátedra de la Paz de la Universidad de los Andes, del Centro de
Desarrollo Integral de Sucre y de la Fundación para la Capacitación y Mejoramiento del Joven Torrense.
Deseamos hacer un especial reconocimiento a los miembros de la organización Espacio Público que con-
tribuyeron con sus importantes aportes en toda lo relacionado a la sistematización de los resultados. Por
último, un especial agradecimiento a Norma Pérez por su asistencia en la organización y presentación de
los resultados de este diagnóstico preliminar.
Hasta recientemente se había adoptado una visión de la democracia representativa como el modelo general
a seguir. En un primer momento, se fundamentó en la idea que su sustento era la realización de elecciones
libres y periódicas. Sin embargo, en los últimos años se ha señalado la necesidad de ir más allá e incluir
en su definición diversos elementos que evalúen también su desempeño, de tal forma que el convocar a
Esto ha conducido a que actualmente se discuta el término de “democracia electoral” que busca identificar a aquellos gobiernos que si bien son resul-
tado de procesos electorales, no reúnen otras condiciones consideradas como imprescindibles para ser definidos como democráticos.
El consenso que existía en torno a este modelo entra en crisis debido a la percepción que ha estado asocia-
da con los programas de reformas neoliberales, que tuvieron impactos negativos sobre amplios sectores de
la población. Dada esta crisis y las críticas enunciadas, se postula la necesidad de buscar alternativas para
la participación ciudadana y, por lo tanto, redefinir la democracia. Es así como surgen corrientes orientadas
hacia la llamada democracia participativa, que en los actuales momentos tiene al gobierno venezolano
como uno de sus proponentes más importantes en el ámbito regional y nacional. A grandes rasgos, es la
búsqueda de una participación directa de los ciudadanos y las ciudadanas. Se fundamenta en la creación
de mecanismos que permitan este tipo de participación entre los cuales se postulan diferentes tipos de
referendos, los presupuestos participativos, la cogestión, las cooperativas, asambleas de ciudadanos y más
recientemente en el caso venezolano, los consejos comunales.
Sin embargo, en la actualidad puede decirse que se están generando distintas corrientes en el marco de
esta concepción de democracia participativa. Por un lado, aquellos que optan por el establecimiento de una
serie de mecanismos, como los enunciados anteriormente, que posibiliten una profundización de la partici-
pación ciudadana en el marco de una mayor inclusión social y como parte de nuevos proyectos nacionales
que diseñen estrategias y mecanismos que permitan afrontar los graves problemas de pobreza e inequidad.
Por el otro, una concepción que también busca abordar los problemas de exclusión e injusticia social pero
privilegiando mecanismos de democracia directa. El proceso que actualmente se desarrolla en Venezuela
y, especialmente a partir de 2004, indica que se ha optado por esta segunda vía. De esta forma, “el proyecto
político bolivariano entiende la democracia no sólo como el disfrute de libertades civiles y políticas, sino de
manera muy enfática como igualdad social.” (López, 2005a, p. 345) lo cual significa transformar la democra-
cia representativa.
Se señala (López, 2005a), que ello comienza a partir de la Constitución de 1999 en la cual se establece
claramente formas de participación ciudadana “directas, semi-directas e indirectas”. También se parte de
la idea que es el Estado el que debe dirigir la inclusión y, a tal fin, en la misma carta magna se establece la
corresponsabilidad entre la ciudadanía y el Estado. Por lo tanto, en este caso se trata del “empoderamiento”,
el cual debe ser facilitado por el Estado. Esta concepción que acentúa la participación directa ha tomado un
nuevo auge, como se señaló anteriormente, con el fortalecimiento de las concepciones del poder comunal
o poder popular que se adelanta con mayor énfasis a partir de enero de 2007.
No obstante, diversos estudios han concluido que “a medida que los ciudadanos se acercan más a la partici-
pación directa, lo cual supone mecanismos e instancias para desarrollarla, son mayores las posibilidades de
cooptación o debilitamiento del poder de participación.” (Sinergia, 2007, p. 15). Por lo tanto, se ha estimado
que estas modalidades pueden conducir, en la práctica, en la manipulación y el control de las decisiones
ciudadanas. Es el peligro que se señaló anteriormente sobre el creciente control del Estado sobre la sociedad
cuando se plantean formas directas de participación que son propuestas y dirigidas desde el Estado; es fo-
mentar la participación “desde arriba” y no permitir que surjan mecanismos “desde abajo”.
A esta discusión también se suma, especialmente a partir de la década de los 90, la idea de la democracia
deliberativa que postula la creación de múltiples espacios de representación, negociación y debate. Es una
alternativa interesante ya que refleja un área de confluencia entre los postulados de la democracia repre-
sentativa y la participativa, los cuales no necesariamente tienen que ser dicotómicos como está planteado
actualmente por algunos sectores en el país. Por lo tanto, se propone que más bien sean consideradas
como complementarias.
Como han señalado Tulchin y Ruthenburg (2007), un área importante de análisis es el papel de la práctica
ciudadana en la gobernabilidad democrática. El ejercicio de la ciudadanía puede tomar rutas que atentan
En el caso venezolano, uno de los conceptos más importantes es el de organización popular (El Troudi, 2007,
p. 41) que se define como “formas asociativas comunitarias que se construyen desde la localidad…para la
realización de proyectos comunes”. En este sentido, en el mismo documento se llama a evitar las “desviacio-
nes de ultrademocratismo, que llevan a que se gaste más tiempo en discutir que en actuar” (p. 51). En este
sentido, señala el autor “Es necesario combinar correctamente el centralismo con la democracia.” (p. 52)
En función de ello, Preciado y Hernández (2003) sostienen que en América Latina hubo gran optimismo en
la década de los 90 por los procesos de democratización que llevaron a la existencia de democracias for-
males en la mayor parte de los países. Pero esto se vio afectado por el fracaso de la implementación de las
políticas neoliberales, lo cual ha generado riesgos para la institucionalización de la democracia. Se creó lo
que Marcelo Cavarozzi (en Preciado/Hernández, 2003) ha llamado el “espejismo democrático” y como no se
pudieron cumplir con las expectativas sociales creadas, emergieron nuevas organizaciones y movimientos
que demandaban la reversión de un modelo que condujo al incremento de la pobreza y de la inequidad. En
este contexto, se han cuestionado algunas prácticas de la democracia y se han generado demandas a las
cuales no han dado respuestas ni los Estados ni el liderazgo político.
Por lo tanto, sostienen (Preciado/Hernández, 2003) que se produjo, especialmente a partir del comienzo del
siglo XXI, un auge de la sociedad civil, movimientos sociales que llevó a nuevos liderazgos alejados de la po-
lítica tradicional, muchas veces con discursos anti-partido. Surgen también nuevas amenazas que ponen en
riesgo a las democracias y crean situaciones de inestabilidad, entre las que cabe mencionar la polarización
política. Es así que Garretón (2003) ha caracterizado el caso venezolano como una “fórmula caudillista de
nuevas relaciones entre el Estado y la gente saltándose la mediación política.” (p. 45)
En este sentido, para poder defender la democracia es preciso fortalecer a los partidos políticos y sus nue-
vos liderazgos así como mejorar el derecho de los ciudadanos a estar informados, pues requieren informa-
ción para poder actuar y elaborar propuestas. Otro elemento que es necesario adelantar es la resolución de
conflictos por medios democráticos y pacíficos. En este sentido, Garretón (2003) ha planteado la necesidad
de volver a uno de los principios de las democracias como lo es el que “la política debe dirigir la vida social
del espacio que llamamos sociedad o país.” (p. 50) Espacio éste que refleja los conflictos y consensos exis-
tentes. Por lo tanto, ello significa que se está ante la necesidad de construir un proyecto de país o proyecto
nacional y se requiere de un Estado que promueva la cohesión social. Cabe añadir, que ese proyecto de país
necesariamente tendrá que reflejar valores mínimos sobre los cuales existen consensos entre los diferentes
actores y a través de un debate amplio y plural.
En el caso de Venezuela, la polarización y conflictividad política que ha estado presente en el país desde
1999 ha influido sobre el accionar de las OSC (Jácome, 2007) y ha marcado un debate respecto a cómo
definir a este sector. En tal sentido, se ha generado una dicotomía conceptual, errada a nuestro parecer,
entre sociedad civil y movimientos sociales. La primera se utiliza mayoritariamente para denominar a las
organizaciones que han sido críticas hacia el gobierno y la segunda para los adeptos a él. En este sentido,
Lander (2002) ha señalado que el concepto de sociedad civil ha tenido diferentes definiciones en diversos
momentos históricos. Básicamente se refiere a dos de ellas. En primer término, la llamada concepción
clásica que la identifica con el ámbito de lo privado, con todo lo que no es Estado. En ella se admite la he-
terogeneidad y contradicciones que existen en su interior. La segunda es más reciente y proviene en gran
medida de las confrontaciones que se produjeron en Europa del Este entre importantes sectores sociales y
los gobiernos del socialismo real. Se concibe como un ámbito de la vida colectiva que no tiene por objetivo
ni el poder ni el mercado. En su seno hay una tendencia a definirla como un espacio de diálogo, solidaridad
y comunicación, por lo cual considera el autor presenta una visión ideologizada.
Lander (2002) sostiene que ésta última es la que ha imperado en Venezuela donde existe la tendencia en los
últimos años a diferenciar entre los espacios cívicos y los espacios políticos y, donde se ha reproducido un
discurso antipartidos y antipolítico que se ha desarrollado en toda América Latina en las últimas décadas.
Concretamente en el país, se ha adelantado una tendencia que contrapone la “democracia de los ciudada-
nos” a la “democracia de los partidos” y por lo tanto, considera que se ha promovido una sociedad apolítica
donde no existen debates ideológicos. Señala que es en este marco de ese discurso de la antipolítica que
en el país el concepto de sociedad civil ha sido tomado por un proyecto político conservador . Por lo tanto,
argumenta que en contraposición se hace necesario construir otros espacios como lo son el movimiento
popular autónomo.
Con la finalidad de abordar este debate, un primer punto de importancia es el de los temas de los derechos
de asociación y participación. En el Informe del Observatorio elaborado por Sinergia (2008 se presenta una
aproximación a ello al sostener que se van generando áreas asociativas entre diferentes personas que bus-
can interactuar en los espacios públicos en función de desarrollar y defender intereses comunes. Es una
interrelación en la cual se asumen responsabilidades y obligaciones con otros. En el documento se señala
que esta interacción tiene varios niveles que van desde las relaciones internas en el marco del tejido social,
en la articulación entre ciudadanos hasta la relación entre el Estado y la sociedad civil (Ver Anexo 1). Por lo
tanto, son acciones políticas (más no partidistas) pues buscan influir en estos espacios públicos y en las
decisiones sobre políticas públicas. De esta manera, las relaciones de asociación crean un ambiente que
se ha denominado como sociedad civil.
En este sentido, se privilegia una concepción de sociedad civil como un espacio en el cual participan una
diversidad de actores sociales y que está conformada (de la Ossa, 1996) por agrupaciones sectoriales (de
derechos humanos, ambiente, étnicas y mujeres, entre otras); organizaciones de desarrollo y comunitarias
de base; organizaciones no gubernamentales y otros grupos de apoyo así como de asistencia técnica; gru-
pos organizados que representan intereses sociales (sindicatos, cooperativas, movimientos campesinos,
pequeños y medianos productores, entre otros); así como organizaciones académicas y centros de inves-
tigación. Cabe acotar que se ha convertido en una práctica común el referirse a los diferentes actores que
asumen una estructura formal en este espacio, como OSC.
En la actualidad señala, que existen varias tendencias importantes dentro de la sociedad civil que incluye
la defensa de los derechos de las mujeres, de lucha contra la desigualdad étnico-racial, el movimiento
ambientalista, la defensa de los derechos humanos que abarca organizaciones más tradicionales así como
otras más novedosas, también las organizaciones y movimientos sindicales, las organizaciones de propie-
tarios y capitalistas, movimiento campesino, las iglesias, academias, medios de comunicación así como los
gremios de profesionales. Es importante tomar en cuenta que aún persisten grupos “invisibles” en América
Latina, ya que no tienen proyectos y organizaciones que los defiendan; pueden tener el derecho al voto pero
no ejercen plenamente la ciudadanía pues están excluidos social y políticamente, por ejemplo los trabaja-
dores informales. Esto afecta directamente a la calidad de la democracia, pues cuando existe exclusión de
diversos grupos se está ante formas autoritarias de ejercer el poder, ya que en democracia se gobierna para
todos. Es muy importante tomar en consideración que los grupos populares no necesariamente son demo-
cráticos y que lo más importante es que el proceso de “empoderamiento” se haga a través del desarrollo de
una cultura democrática y de la lucha política en el marco del Estado de Derecho.
Entonces, lo que define a la sociedad civil es “la organización social autónoma de los sujetos, el fortaleci-
miento del tejido social, la trinchera de resistencia, el espacio de construcción de identidad y el desarrollo
de la capacidad de incidencia política.” (Grzybowski, 2004). Plantea que lo más importante de las socieda-
des civiles es que han ampliado el espacio público y se ha producido una reingeniería social que tiene dos
ejes fundamentales. En primer lugar, se “desprivatiza” una serie de relaciones, como ha sido por ejemplo
el casos del tema de género. En segundo lugar, se “desestatiza” la política, pues hay una politización de los
grupos sociales y el campo de la política deja de estar exclusivamente en manos de los partidos y de las
instituciones estatales. Por esto, se produce una ampliación del ámbito político, lo cual se ha constituido en
un foco de tensión entre la sociedad civil y la política. Esto no necesariamente conduce a una ampliación
de la democracia y en ocasiones estas tensiones y conflictos más bien han llevado a un debilitamiento de
la democracia.
Señala Grzybowski (2004) que el reconocimiento por parte de los componentes de la sociedad civil de las
formas de institucionalidad y de representación política son fundamentales. En muchas ocasiones las or-
ganizaciones internamente son antidemocráticas pues son controladas por élites que reproducen distintos
tipos de desigualdades, por ejemplo de género. Hacia afuera, también hay organizaciones y movimientos,
como se señaló anteriormente, que ponen en práctica mecanismos de lucha no-democráticos. Alerta sobre
el distanciamiento cada vez mayor entre las sociedades civiles y las instituciones políticas y de poder, lo cual
puede poner en peligro la democracia. Ante ello, es necesario que se desarrolle una nueva institucionalidad
y un poder estatal más adecuado que reestablezca la relación con la sociedad y responda a los nuevos in-
tereses y demandas.
Grzybowski (2004) como otros autores, señala que en América Latina esto ha sido el resultado de la aplica-
ción de las políticas neoliberales que han pretendido debilitar al Estado. Sin embargo, habría que señalar
que el otro extremo, el de una profundización de estatismo y el centralismo tampoco parece ser la vía, ya
que lleva a iniciativas que buscan que el Estado lo controle todo. Adicionalmente, está el divorcio entre la
sociedad y la política. Los partidos no han logrado incorporar las nuevas demandas y no expresan los nue-
vos intereses “La pluralidad social, con sus demandas, no logra expresarse en los partidos existentes.” (p.
Por lo tanto, “sociedad civil es un espacio en el cual participan las asociaciones que proyectan su acción
hacia la construcción de ciudadanía participativa y otros sectores sociales individuales que se constituyen
en referentes sociales o que conforman colectivos transitorios o permanentes –movimientos sociales, coali-
ciones, foros, etc.- (p. 26) … se construye poder y se hace política en diálogo o enfrentamiento con el poder
político y el poder económico … Es el escenario del conflicto y del consenso social.” (Roitter, 2004, p. 26)
En este sentido, Edelberto Torres (2003) ha señalado que el término de sociedad civil ha pasado a formar
parte de la teoría de la democracia desde hace algún tiempo. Sus inicios estuvieron asociados a la demo-
cracia liberal, en la cual se postulaba que la vida social funcionaba al margen de lo político-estatal. Su base
está en las tensiones entre Estado y sociedad, en la distinción entre lo público y lo privado. Por lo tanto, la
sociedad civil “es el espacio de los intereses privados … que se definen por su capacidad de organizarse,
hacerse presentes con voluntad de existencia pública y eventualmente política.” (p. 210). Son intereses que
se presentan en forma asociativa y existe una coordinación de acciones a través de asociaciones voluntarias
que son independientes y autónomas del Estado, frente al cual pueden oponerse o aproximarse en función
del momento histórico y de sus demandas e intereses, dentro del marco de la legalidad y de las reglas del
juego establecidas.
En torno a los debates sobre sociedad civil, un elemento fundamental que se ha planteado es el llamado
“conflicto de límites” entre la sociedad civil, el Estado, el mercado y la sociedad política (Torres, 2003) . Las
interrelaciones dinámicas que existen entre ellas hacen que estos límites se tornen difusos y esto ha sido
cierto especialmente en los casos de las democracias débiles o en transición, en los cuales la sociedad civil
ha desempeñado un papel protagónico incluso al margen del Estado y de la sociedad política. A diferencia
de lo señalado por Lander (2002), según Torres (2003) en Europa del Este fueron movimientos populares,
y no la sociedad civil, la que se enfrentó a los gobiernos, dado que no tenían la posibilidad de construir
organizaciones formales. En cuanto a la relación con los partidos, se consideran (Torres, 2003) como com-
plementarias y señala la necesidad de superar esa noción que la sociedad civil es “buena”, pues también
incluye a agrupaciones que en aras de la democracia pueden ser consideradas como negativas como los
son aquellas que promueven el racismo, la discriminación o el ultranacionalismo. En función de ello, sos-
tiene “Recuérdense que sin partidos políticos no hay democracia.” (p. 216). Mientras más fuertes sean los
partidos, la sociedad civil, el mercado y el Estado y sus interrelaciones sean equilibras, más fuerte es la
democracia. El fortalecimiento de la democracia requiere de todos.
No obstante, Torres (2003) concluye que más que establecer los límites, hoy en día es prioritario más bien
analizar el carácter que adoptan sus relaciones. En este sentido, por ejemplo, es clave la pregunta sobre
cómo las políticas neoliberales han afectado a la sociedad civil. Pero también luce pertinente mirar los efec-
tos que tiene el retorno a modelos Estado-céntricos como está ocurriendo en varios países, como el caso
de Venezuela. En función de ese carácter de las relaciones, concluye que la sociedad civil ha sido utilizada
con la finalidad de adelantar proyectos que debilitan al Estado en la esfera de la política, refiriéndose a las
críticas señaladas con anterioridad sobre las políticas neoliberales. En ese marco, se ha adelantado una
concepción distorsionada de la sociedad civil como la “buena” frente a los “malos” que son el Estado y los
partidos políticos.
La mayor parte de los análisis se refieren a las relaciones entre Estado, mercado y sociedad civil. Sin embargo, Torres (2003) incluye a la sociedad política
señalando que se diferencia de las tres debido a que en ella confluyen tanto intereses públicos (tiene por objetivo el poder del Estado) como intereses
privados (agrega y representa intereses de la sociedad civil). Desempeña un papel de intermediario entre el Estado y la sociedad civil.
Torres (2003) ha destacado que uno de los rasgos constitutivos de la sociedad civil es su capacidad de “in-
fluir, intervenir, fiscalizar, en una palabra entrometerse en la vida política.” (p. 219) Esto lleva a formularse
las siguientes interrogantes en el caso venezolano: ¿las asociaciones civiles han llevado a un alto nivel de
participación ciudadana? ¿Son influyentes en el escenario público? Si las respuestas son positivas, esto
indicaría una sociedad civil fortalecida.
A ello debe añadirse que otros autores como Gramcsi, Habermas, Cohen y Arato (en Velasco, 2002) han dis-
tinguido dos instancias de la sociedad civil. Una institucional y organizada de carácter voluntario así como
otra ideológica y cultural. Todos coinciden en que es una tercera esfera diferente al Estado y al mercado. Los
movimientos sociales forman parte de la sociedad civil. La sociedad civil tiene un papel político que no se
relaciona con la conquista del poder sino con lograr que se incorporen sus demandas.
Desde una postura crítica (Petras/Veltmeyer, 2005), se sostiene que el concepto de sociedad civil así como
el de globalización han sido utilizados por el proyecto neoliberal como una “herramienta ideológica”. Estos
autores señalan que el concepto de sociedad civil puede tener tres lecturas ideológicas: conservadora, libe-
ral y radical. En el primer caso, se considera que fortalecen el desarrollo de la democracia y de la economía.
En el segundo, se percibe que es una fuerza frente al Estado y al mercado. En el último caso, se percibe
como un espacio de resistencia y oposición; como un bloque “contrahegemónico”. En lo que parece haber
consenso es que es un actor de constante cambio.
A esta discusión también se ha sumado lo que se ha llamado el tercer sector (Roitter, 2004), concepto que
efectivamente tiene sus inicios en Estados Unidos. Se centra en la idea de la existencia de un sector que se
diferencia del Estado y del mercado, lo cual ha permitido avanzar en torno al conocimiento sobre el mundo
asociativo tanto respecto a su potencial rol de proveedor alternativo y complementario de servicios de bien-
estar, como de su papel como constructor de lazos sociales y de espacios de socialización para grupos y
personas. Sin embargo, el autor clarifica que también se la ha dado otra connotación al sector dentro de un
discurso hegemónico que pretende erigirse como representante de la sociedad civil. Por lo tanto, postula
que este sector estaría conformado por una serie de organizaciones, que tienen divergencias y similitudes,
que poseen características que las diferencian claramente de los otros dos, sin que ello signifique que no
pueden interrelacionarse con éstos. Se diferencian del Estado y de la llamada sociedad política en general,
en cuanto que no buscan el poder, y del mercado ya que no tienen objetivos de lucro.
Señalan Petras y Veltmeyer (2005) que hacia finales de los 80 y comienzos de los 90 emergió el discurso del
“tercer sector” que privilegiaba a las ONG frente a un concepto más amplio e inclusivo de sociedad civil.
Señalan que esto coincide con las concepciones de incluir la dimensión social en las políticas de ajuste
estructural y adelantar una postura ideológica de construcción del desarrollo y las políticas públicas “desde
abajo”. Sin embargo, en la práctica creó un problema ya que sus postulados tenían implícitos contradiccio-
nes entre este sector y el Estado así como con el mercado.
Como parte de la discusión sobre estos sectores, se sostiene que las ONG pasaron a tener relaciones direc-
tas con el Estado y por lo tanto, muchas de las necesidades ciudadanas fueron canalizadas por éstas y no
por los partidos políticos. En función de ello, se considera que en la década pasada, con la aplicación de
políticas neoliberales, se profundizó esta tendencia y que las ONG se convirtieron en intermediarias entre la
ciudadanía y el Estado. En algunos casos, inclusive, les fueron traspasadas funciones del Estado. De allí que
En contraposición, surge también la perspectiva de los movimientos sociales, vistos generalmente, como
actores que más bien se contraponen al Estado y que buscan confrontarlo por estar en desacuerdo bien sea
con su proyecto económico y político en general o con determinadas políticas públicas. Bajo esta perspecti-
va (Roitter, 2004) se asume que las OSC, las ONG y el tercer sector son socios o colaboradores de los gobier-
nos y que su actuación inclusive lleva a la desmovilización de los movimientos sociales más contestatarios.
En este sentido, la utilización actual de la perspectiva de los movimientos sociales se asocia básicamente
con aquellos que fundamentan sus críticas hacia el modelo neoliberal y el proceso de globalización, donde
sus acciones van dirigidas en contra de la estructura de poder y que algunos autores (Petras/Veltmeyer,
2005) identifican linealmente con la izquierda. En este sentido, sería interesante debatir cómo identificar el
caso específico de Venezuela en el cual muchos de los movimientos que se oponen a la estructura del poder
no están definidos en el campo de la izquierda. Más bien son movimientos que se oponen a una retórica
gubernamental de izquierda
Se sostiene (Salazar/Sandoval, 2003) que ante el agotamiento de los partidos políticos y su divorcio de la so-
ciedad civil, han surgido organizaciones y movimientos sociales que buscan nuevas formas de participación
política y social, como los casos de los Piqueteros en Argentina así como el Movimiento de los Sin Tierra
en Brasil, entre otros. Es lo que se ha denominado como una crisis de representación, ya que los políticos
no representan los intereses de los ciudadanos, lo cual conduce a que en varias instancias éstos busquen
manifestar sus demandas e intereses por otros medios, como han sido las movilizaciones. Sin embargo,
este tipo de planteamientos corre el peligro de fomentar las perspectivas antipartido a las cuales se ha
apuntado anteriormente. Diferentes experiencias han mostrado que esto puede derivar en el surgimiento
de nuevos liderazgos –los llamados outsiders- que corren el peligro de devenir en liderazgos personalistas
y autoritarios.
Los movimientos sociales se han definido como “estructuras de acción colectiva capaces de producir metas
autónomas de movilización, asociación y representación simbólicas de tipo económico, cultural y político.”
(García Linera, 2003, p. 144) Estas relaciones de asociación según el autor también han dado pie a que apa-
rezcan “centros locales de asociación” que son agrupaciones locales que se organizan alrededor de asuntos
específicos trabajando en función de demandas que están territorialmente definidas. En el caso venezolano,
puede pensarse en los comités de tierras y las mesas de agua así como en los consejos comunales. Tam-
bién se refiere a “movimiento social de la multitud” que se produce cuando se establecen alianzas entre
diversos sectores pero sin estructura ni instituciones.
Esta perspectiva sobre movimientos sociales está asociada con las movilizaciones y protestas sociales y lo
que ha dado en llamarse en tiempos recientes en América Latina “la política de calle”, que en ocasiones
ha asumido formas no democráticas. Se ha postulado que estas protestas sociales pueden asumir varias
formas (López, 2005a y 2005b). En primer término, es factible que se desarrollen dentro del marco legal
establecido y que cumplan con las normativas contempladas para este tipo de acciones, aunque en otras
ocasiones asumen una posición más confrontacionistas que lleva a que no se respeten las normas. En últi-
ma instancia, pueden desarrollarse acciones violentas que irrespetan las leyes y reglas del juego vigentes.
En el caso venezolano, especialmente en el período 2002-2004 significó un auge de este tipo de “política de
calle” que desembocó, por parte y parte, en acciones del tercer tipo que contribuyeron a generar un clima
de ingobernabilidad, aunque en los últimos tiempos ha prevalecido la protesta social del primer tipo. Desde
esta perspectiva, se percibe un fortalecimiento de los movimientos sociales en el país.
Torres (2003) ha señalado que “lo autoritario se define por su obsesiva intolerancia por todo lo que sea oposición o disenso.” (p. 219).
En este sentido, Mayorga y Córdova (2008) señalan que los movimientos sociales son una agrupación o apa-
rato que se moviliza en torno a una posición o demanda compartida, pueden tener formas institucionales
flexibles o formales y generalmente están restringidas a un tiempo que es el que dura hasta concretar o no
sus demandas. Señalan, además, que los movimientos sociales son grupos organizados que no cuentan
con respaldo económico, legal o político que permitan imponer sus demandas. Se enfrentan en forma con-
flictiva ante los que detentan el poder buscando modificar el sistema imperante. “Entendemos el movimien-
to como una acción o sistema de acción colectiva conflictiva y organizada” (p. 45). Los conflictos pueden
buscar promover, detener o revertir un cambio. Igualmente importante es el señalamiento que no es una ac-
ción coyuntural o episódica, sino que se va construyendo y que genera una serie de valores compartidos.
Adicionalmente, Mayorga y Córdova (2008), han definido una serie de componentes internos que permiten
identificar un movimiento social, entre los que se encuentran los que tienen una estructura de movilización
o un sistema de toma de decisiones, una identidad colectiva o experiencias preexistentes que permiten co-
hesionar a sus miembros, la definición de unos adversarios, la definición de objetivos y unos determinados
instrumentos de lucha y acción colectiva y la movilización en torno a reinvindicaciones inmediatas. En este
sentido, lo último parece indicar que lo que define al movimiento social es justamente el “estar en movi-
miento”. De esta forma, por ejemplo, un sindicato es considerado como un movimiento social solamente
cuando está desarrollando acciones de movilización. Sin embargo, los autores señalan que es necesario
tomar distancia de las definiciones de los movimientos sociales que la han reducido a acciones u organiza-
ciones que protestan o realizan demandas ante el Estado.
En conclusión, se postula preliminarmente que para la discusión bien sea de los conceptos de ONG, las
OSC, movimientos sociales, sociedad civil o el tercer sector, lo importante es que existe coincidencia en
cuanto a la existencia de espacios de participación y asociación de la ciudadanía, y que el concepto que
se utilice tendrá una carga política e ideológica. En este sentido, se considera que es pertinente continuar
utilizando el término de sociedad civil tal como fue definido anteriormente como un espacio donde partici-
pan una serie de actores diversos, heterogéneos que tienen agendas, objetivos y estrategias divergentes. Lo
importante es que su acción tanto en el interior de ese espacio como en su interlocución con otros actores
(Estado, mercado y sociedad política) se desarrolle en el marco de valores democráticos e institucionales y
que no se convierta en un factor de debilitamiento de la gobernabilidad democrática. Se plantea que es ne-
cesario retomar la “esencia conflictiva de la sociedad civil” (Roitter, 2004, p. 28) reconociendo su diversidad
y el hecho, como lo sostiene Miguel de Oliveira (en Jácome, 2007), que en ella está reflejada las diferencias y
conflictos presentes en la sociedad. Sin embargo, como ha sido señalado anteriormente la clave está en que
estos conflictos sean abordados a través de la no-violencia, en el marco de las instituciones democráticas
y el Estado de Derecho.
En el caso de la Venezuela contemporánea, Salamanca (2003) señala que la sociedad civil, aunque no uti-
liza ese término, surge a partir de 1928, cuando nuevos sujetos políticos (como el movimiento estudiantil)
emergen contra el gomecismo para luchar por nuevas demandas sociales y políticas de cómo debe ser
gobernado y dirigido el país, es decir, la lucha por la democracia. Al respecto señala que “En sintonía con
nuestro criterio, se puede afirmar que las luchas contra el gomecismo eran una disputa por la creación de
una sociedad civil. Por tanto, no pueden desconocerse las batallas por la ciudadanía que –tanto en el siglo
XIX, como antes y en el siglo XX– han dado los venezolanos, contra la tiranía gomecista y las posteriores
modalidades de gobiernos autoritarios. Han sido luchas por la ampliación del espacio político y por incluir
en el orden político a los excluidos de 1936 que constituían, aproximadamente, el 80 por ciento de los vene-
zolanos” (Salamanca, 2003). Por tanto, es evidente que los inicios de la sociedad civil en Venezuela está muy
ligado a la lucha contra la dictadura y el estamento militar.
Es en ese contexto socio-político, de lucha por un cambio social, es que van emergiendo a partir de 1936
nuevas formas alternativas de organizarse (aparte del movimiento estudiantil) como los partidos políticos,
los sindicatos, colegios de profesionales, frentes nacionales, cámaras empresariales, ligas campesinas,
empleados públicos, entre otras. Todo esto va a consolidar una nueva sociedad civil que será determinante
en 1958. A partir de esta fecha, se comienza a caracterizar una nueva sociedad civil que sigue luchando por
demandas económicas, sociales y políticas (vía la protesta), con la diferencia que comienza a articular sus
acciones con los partidos políticos y el Estado.
Se ha señalado (Jácome, 2007), que la fase entre 1958 y finales de la década de los 60, estuvo caracterizada
por la formación de organizaciones y movimientos sociales autónomos que a partir de los 80 dio paso a una
nueva etapa de consolidación y diversificación de las OSC hasta 1998. En la primera se vio asimismo un
desarrollo del activismo en los barrios populares, centrado en aspectos culturales, con grupos religiosos, de
teatro y periódicos comunitarios paralelamente a las luchas vecinales (Antillano, 2005).
Sin embargo, tal como lo señala Salamanca (2003), la característica mas importante de la conformación
de la sociedad civil en esta etapa que comenzó a partir de 1958 y culminó a finales de la década de los 80´,
tiene que ver con la relación entre ésta, los partidos y el Estado, el cual trajo como consecuencia directa
la invasión de los partidos políticos en casi todas las esferas de la sociedad civil, el control de éstos en las
instituciones estatales y su mal manejo del Estado por ineficiencia y corrupción. En resumen, tal como ex-
presa Salamanca (2003) “…el modelo de relaciones entre el Estado y la sociedad pasaba por el filtro de las
grandes organizaciones políticas que mediaban, mediatizaban y controlaban los intereses, las organizacio-
nes y las bases sociales mismas mediante una tupida red de vínculos que además de los políticos incluía
los personales y clientelares”.
En esta nueva etapa, la sociedad civil comienza a tener tensiones con los partidos políticos por la búsqueda
de su autonomía. Ya su enfrentamiento y tensiones no son con el estamento militar, etapa superada por la ins-
tauración de gobiernos democráticos que comenzó a partir de 1958, sino con la partidización excesiva sobre
los espacios institucionales y sociales y la ineficiencia del Estado, instaurada por los partidos políticos como
Acción Democrática y COPEI.
Hacia finales de los ochenta, se produce una mayor movilización de protesta en los sectores populares por
la falta de agua, aumento de pasajes y problemas de infraestructura que desembocarían en el “Caracazo”
de 1989 (Antillano, 2005). De igual forma, entre 1991 y 1993 funcionó la Asamblea de Barrios de Caracas que
se convirtió en un espacio de debate y de cooperación en torno a la regulación de la tenencia de la tierra,
rehabilitación física de los barrios, propuestas de cogestión del servicio de agua y autogobierno local (An-
tillano, 2005). Durante esta década continuaron las presiones y se hicieron propuestas para fortalecer a los
gobiernos locales y a los mecanismos de participación, inclusive señalándose la necesidad de introducir las
figuras de referendos consultivos y aprobatorios. Sin embargo, mostrando su miopía, la élite política no las
adelantó, lo cual tuvo como consecuencia un creciente sentimiento antipartidista y de decepción con el sis-
tema político imperante. Equivocadamente, se le atribuyó la culpa a la democracia representativa y no a las
actuaciones específicas de los partidos, los cuales ignoraron las demandas por una mayor participación.
Adicionalmente, durante este período las diferentes organizaciones que fueron surgiendo estuvieron limi-
tadas por su relación con los partidos políticos. En muchos espacios fueron éstos los que propiciaron la
creación de organizaciones sociales a las cuales transformaban en sus instrumentos de acción política ha-
cia sectores sociales específicos, o en arenas de lucha donde buscaban demostrar su importancia y supre-
macía. En esas condiciones, era ciertamente difícil que los actores políticos se educaran en el respeto a la
necesaria autonomía de los movimientos sociales. Fue así como en Venezuela llegó a considerarse “normal”
que los partidos políticos intervinieran activamente, y que incluso llegaran a controlar, a las organizaciones
sociales en los ámbitos estudiantil, vecinal, sindical, profesional y empresarial, entre otros. Esta situación
de coaptación por parte de los actores políticos a la autonomía de los movimientos sociales organizados ha
sido una característica histórica (GS CESAP/INVESP, 2007).
La tercera etapa (1999-2008) está marcada por la diversificación y fragmentación de la sociedad civil. En
febrero de 1999, Hugo Chávez toma posesión como nuevo presidente e inicia una serie de cambios en el
marco de la llamada “revolución bolivariana”. Dichas transformaciones tendrían impactos no solamente
económicos y políticos sino también sobre el amplio y heterogéneo espacio que es la sociedad civil vene-
zolana. Estos cambios conducirían a un proceso que se ha caracterizado por una mayor diversificación no
solamente respecto a las temáticas que abordan las OSC sino también por el impacto que tendrá la crecien-
te conflictividad política que ha llevado a una fragmentación aún mayor de este espacio.
En el marco de este proceso, se puede postular que la sociedad civil han pasado por cuatro fases (Jácome,
2007). Una primera, que se inicia en 1999, que gira en torno a la discusión sobre un nuevo marco consti-
tucional y legal que en el discurso oficial busca ampliar la participación de la sociedad civil. En sus inicios
había una esperanza generalizada que el país iba rumbo a cambios importantes. Una vez aprobada la nueva
carta magna comienza la elaboración de un marco legal que permitirá ponerla en práctica y que se ha ido
transformando hasta 2008.
Una segunda etapa, entre 2002 y agosto de 2004, cuando, en un creciente clima de polarización y conflicto
político, como el golpe de Estado del 2002, el paro petrolero del 2003 y el referendo revocatorio presidencial
de 2004, se produce una intensa movilización ciudadana, surgen nuevas agrupaciones y se promueve la
Un estudio de CISOR de 1998 (Gómez, 2005) señala la existencia de alrededor de 25.000 organizaciones.
Los resultados del Referéndum Revocatorio Presidencial, efectuado en agosto de 2004, marcaron su fin y el
inicio de una tercera etapa. Ésta abarca el último semestre de 2004 y llega hasta diciembre de 2006 y se ha
caracterizado por la dispersión, la desmovilización y la fragmentación de los sectores opositores, mientras
que en las OSC asociadas al oficialismo se han afianzado los programas asistencialistas promovidos a tra-
vés de las misiones, centralizados en el Poder Ejecutivo y los mecanismos implementados desde el gobierno
para la participación de los sectores populares.
¿Cuáles fueron los impactos de esta situación de creciente conflictividad y polarización política sobre la
sociedad civil? Se postula que a grandes rasgos, esto condujo a una mayor diversificación y fragmentación,
que tuvo como resultado la conformación de cuatro grandes tendencias en el espacio de la sociedad civil
(Jácome, 2007). Una primera, en gran medida compuesta por organizaciones de larga trayectoria, que hicie-
ron esfuerzos por mantener sus líneas de trabajo sin identificarse con los grupos en conflicto. Otro sector
que asumió posiciones críticas frente al gobierno y que desde la perspectiva oficialista fue catalogada como
“opositora”. Por otro lado, una serie de agrupaciones que asumieron los planes y proyectos del gobierno y,
por último, otras que conformaron OSC nuevas que surgieron con el propósito de avanzar en una posición
intermedia que buscaba debilitar la polarización y evitar una escalada de la situación conflictiva, las cuales
fueron desapareciendo o se han visto invisibilizadas.
Entre las terceras, cabe destacar que a partir de 2006, el gobierno adelanta dos instancias fundamentales
para la participación ciudadana (Sinergia, 2007): las consultas públicas legislativas o el llamado parlamen-
tarismo de calle y los CC. La ley de los Concejos Comunales define al CC como: “…instancia de participa-
ción, articulación e integración de organizaciones, grupos sociales e individuos para la gestión de políticas
públicas y proyectos orientados a responder a las necesidades y aspiraciones de las comunidades en la
construcción de una sociedad de equidad y justicia social” (artículo 2). Son instancias de relación entre el
Estado y la sociedad, promovidas por el Estado mismo.
En enero de 2007, el Presidente de la República anunció la puesta en marcha de los 5 “motores” que ade-
lantarían la construcción del llamado “socialismo del siglo XXI”. Entre ellos, el motor de la “explosión del
poder popular” que tiene su base en el fortalecimiento de los CC, considerados como el principal camino
para la participación ciudadana. Entre las reformas que fueron planteadas y que no fueron aprobadas por
el referéndum aprobatorio de la propuesta presidencial de reforma constitucional en diciembre de 2007, se
encontraba la construcción del un “Estado comunal”. Esto marca el inicio de una cuarta etapa así como
la profundización de una tendencia que afectará la fragmentación del espacio de la sociedad civil, pues se
La misión Barrio Adentro, encargada de la atención primaria en salud. Las misiones Robinson I y II, fueron diseñadas para alfabetizar a las personas de
escasos recursos y así poder brindar estudios de primaria completa. La misión Ribas dirigida a culminar los estudios medios, la misión Sucre a garantizar
el acceso a los estudios universitarios. La misión Mercal dirigida al abastecimiento alimentario y protección nutricional y la misión Vuelvan Caras al desa-
rrollo de las cooperativas. Por último la misión Habitat focalizada en los temas de vivienda y proyectos urbanos para mejorar la calidad de vida.
Es un tipo de organización comunitaria, impulsada por Hidrocapital y otros entes de asuntos hídricos, que busca que las comunidades se organicen
para dar respuesta a los principales problemas relacionados con el acueducto.
Es un tipo de organización comunitaria, que se crearon en cada municipio, en el cual se nombran dos personas que sirven de enlaces entre la comu-
nidad y el Ministerio de Vivienda y Hábitat.
Es un tipo de organización comunitaria, bajo la tutela de Hidroven, que ejecutan obras de infraestructura. Estas cuadrillas se pueden conformar en
cooperativas o compañías anónimas y Sociedades de responsabilidad limitada.
Según el seguimiento de Sinergia (2007), el Ministerio para la Participación y Desarrollo Social (MINPADES)
fue creado con la finalidad de asesorar, capacitar y fortalecer a los CC que se registran en esta instancia y
que administra el Fondo de Desarrollo de los CC. Del mismo modo, los demás ministerios también tienen
instancias específicas para proveer información y vínculos con los CC. Asimismo, a partir de enero de 2007,
todos los nombres de los ministerios pasaron a incluir el término “del Poder Popular para”.
Los CC se han organizado y constituido a nivel nacional. En gran parte, los incentivos o estímulos económi-
cos de transferencia directa de recursos desde el poder Ejecutivo hasta los CC, ha contribuido ha generar
toda una movilización alrededor de la creación y puesta en funcionamiento de los CC. De acuerdo al artículo
25 de la Ley de los CC, los incentivos económicos pueden provenir de: “1. Los que sean transferidos por la
República, los estados y los municipios. 2. Los que provengan de lo dispuesto en la Ley de Creación del Fon-
do Intergubernamental para la Descentralización (FIDES) y la Ley de Asignaciones Económicas Especiales
derivadas de Minas e Hidrocarburos (LAEE)”.
Los CC buscan incorporar a las Mesas Técnicas de Agua, los Comités de Salud, Comités de Protección So-
cial, Comités de Tierra Urbana y otras organizaciones comunitarias. En el informe de Sinergia (2007) se cita
el peligro de que los CC sufran una asimilación político-partidista. En este sentido, se da el mismo proceso
que anteriormente, en el cual los partidos políticos tratan de controlar estas organizaciones y convertirlas
en instancias de militancia. Aquí se pierde la pluralidad al convertirlas en instituciones al servicio de una u
otra parcialidad política.
Igualmente el informe de Sinergia (2007) identifica los obstáculos más importantes que enfrentan los CC,
entre otros que el registro es largo y complicado y existe discrecionalidad, la falta de capacitación por parte
del MINPADES y de la Fundación para el Desarrollo Municipal y Comunitario (Fundacomún), especialmen-
te en lo referido a formulación de proyectos, dificultades de organización y funcionamiento, ausencia de
formularios estandarizados para presentar proyectos y falta de conocimiento sobre criterios de evaluación,
una carga excesiva de trabajo para sus miembros as+i como las posibilidades que se produzca una mani-
pulación política de estas instancias.
Por lo tanto, pese al discurso se reproduce lo que se ha señalado como el cáliz de la participación (ver Anexo
2) en el cual la participación de los CC son básicamente de información, consulta, concertación, control de
ejecución y co-administración mientras que es muy bajo en las áreas de decisión, planificación y control es-
tratégico. Esto se ve claramente en el hecho que son las instituciones públicas las que deciden cuáles serán
los proyectos que recibirán recursos en muchas ocasiones sin una discusión previa con las comunidades.
Existe una tendencia a que sean las instancias oficiales las que evalúan y deciden.
Como se verá más adelante, la participación ciudadana es un eje fundamental de los planteamientos de
reforma constitucional así como de las leyes dictadas por el Presidente de la República por medio de la Ley
Habilitante de 2008. Desde la perspectiva de sectores oficialistas, se ha señalado (El Troudi, 2007) que entre
los principales obstáculos para la participación se encuentran el escepticismo y apatía, una cultura cliente-
lar, el burocratismo, verticalismo y autoritarismo, la intolerancia, la improvisación de funcionarios públicos,
dirigente “sabelotodo”, improvisación de las comunidades, asambleismo, sectarismo y dogmatismo.
En este sentido, Lander (2002) sostiene que el movimiento popular en Venezuela tiene cuatro retos principa-
les. El primero, mantener su autonomía pues no puede estar subordinado a la política ni al financiamiento
del Estado. Puede actuar en “alianza crítica” con diferentes instancias estatales, colaborar en políticas pero
no entregar su autonomía. Señala el temor que puedan reproducirse situaciones de clientelismo que han
debilitado anteriormente y en otros países a los movimientos populares. En función de ello, se hace nece-
En segundo término, también se hace necesario desarrollar “procesos de construcción de nuevas relacio-
nes sociales, de otros comportamientos, de prácticas sociales … un nuevo orden social.” (p. 116). En tercer
lugar, otro reto es el desarrollo de una política de alianzas con otros sectores de la sociedad y, por último,
descartar totalmente el uso de la violencia como forma de construir un nuevo orden social. Respecto a ello
sostiene que “La violencia generalmente se revierte en contra de los movimientos populares. Aún en los
casos en los cuales ésta sea realizada en nombre de los dominados y oprimidos …” (p.117).
Ciertamente, el actual gobierno ha impulsado a través de diferentes instrumentos legales (ver tabla 1) la
participación ciudadana, promoviendo en las comunidades formas de organización comunitarias que son
dependientes del Estado y que pueden llegar a ser influidas por el partido del gobierno, ejemplo de ello son
los CC. Por esta razón, se ha generado un debate sobre si éstas deben ser consideradas o no como parte
de la sociedad civil, partiendo de la premisa que la sociedad civil es un sujeto autónomo y de asociación
voluntaria.
En función de ello, desde otros actores sociales se ha planteado que el reto es contribuir a que puedan de-
sarrollarse y mantener su autonomía.
Instrumento Año
El segundo enfoque, contempla la participación ciudadana como un proceso socio-político, que se viabiliza
a través de la planificación, el desarrollo económico-social y la descentralización. Son los actores sociales y
políticos quienes concretan, en la práctica, el derecho a la participación. Entre los principales actores que
se mencionan en la Constitución se encuentran el gobierno y la comunidad, los funcionarios y la ciudada-
nía, las instancias gubernamentales, las organizaciones de la comunidad, los consejos de planificación y
los comités de postulación o de elección de funcionarios públicos.
En líneas generales, tal como lo señala Delgado (2005 y2007), la Constitución establece una democracia
representativa con elementos participativos que deben ser desarrollados por la vía legislativa y por la propia
iniciativa de la sociedad, que vayan creando los medios y mecanismos de participación complementaria,
para construir una democracia protagónica y participativa donde la ley sea una herramienta para la convi-
vencia y el desarrollo de los intereses del Estado y la sociedad. Así queda establecido en el preámbulo de la
Constitución, en la que se define a la República como “sociedad democrática, participativa y protagónica,
multiétnica y pluricultural”.
Por decreto presidencial, en el 2001, fue aprobada la Ley Orgánica de Planificación (LOP). Esta ley cuya con-
cepción se denomina participativa, expresa en el artículo No. 58 que “Se entiende por participación social
el derecho que tienen los sectores sociales de estar debidamente informados, de elaborar propuestas, de
identificar prioridades y de recomendar formas de participación que incidan en la construcción, viabilidad y
perfectibilidad de la planificación.”
De acuerdo a Marregot (2008), esta ley establece por mandato que la planificación participativa atraviesa de
forma vertical y transversal toda la organización federativa del Estado venezolano. Por tanto, queda estable-
cida en dicha ley, que en cada uno de los niveles político-territoriales de la República existe una instancia
que articula, coordina y agrupa a las autoridades públicas elegidas popularmente (alcaldes y gobernadores)
y a la representación de algunos miembros de la sociedad civil o de las comunidades organizadas, donde es
importante la elaboración de un plan de desarrollo. Es importante señalar, que los gobernadores y alcaldes
son los responsables de ese proceso en las instancias de gobierno estadal y local.
Como puede observarse, esta ley estableció el marco general para la construcción de un nuevo sistema
nacional de planificación (nacional, estadal y municipal), de tipo participativa, y además, desarrolló los fun-
damentos constitucionales de la planificación del desarrollo como función general del Estado. El fin último
de este nuevo sistema de planificación nacional es el “cambio estructural de la sociedad”, así como queda
establecido en su artículo No. 2.
Otros instrumentos legales, se han incorporado en el sistema nacional de planificación participativa con el
fin de viabilizar esta nueva visión de elaboración del plan de desarrollo y del cambio que se adelanta en el
país. Algunos de esos instrumentos son la CLPP y la CEPYCPP. Los primeros se entienden como una instan-
cia o canal de participación dentro de la estructura jerárquica del nuevo sistema de planificación pública
nacional, pero circunscrita sólo al ámbito local. En tal sentido, el articulo No 27 de la Ley de CLPP establece
Por otro lado, el CEPYCPP, es el órgano rector de la planificación de las políticas públicas, a nivel estadal,
con el fin, según el artículo No. 1, de promover el desarrollo “armónico, equilibrado y sustentable”. Este ór-
gano reúne a los alcaldes de la entidad federal, directores estadales de los ministerios, representantes de
la Asamblea Nacional, representantes del Consejo Legislativo Estadal, una representación de los
concejales de los municipios del estado y representantes de las comunidades organizadas. Estos
consejos deberán trabajar coordinadamente con los CLPP de los municipios integrantes del respectivo
estado, en el ámbito de las competencias de cada organismo. Según el artículo No. 18, serán los presidirán
estos Consejos.
Según la ley, en el artículo No. 9, quedan establecidas las competencias de los Consejos Estadales
de Planificación y Coordinación de Políticas Públicas. En líneas generales dichas competencias incluyen
discutir, aprobar y modificar el Plan de Desarrollo Estadal; establecer y mantener la debida coordinación
y cooperación de los distintos niveles de gobierno nacional, estadal y municipal, en lo atinente al diseño
y ejecución de planes de desarrollo; evaluar y hacer recomendaciones al Plan de Desarrollo Estadal y el
efecto económico y social del gasto público consolidado en el Estado, de conformidad con los planes de
desarrollo; emitir opinión sobre programas y proyectos presentados al Fondo Intergubernamental para la
Descentralización por el Gobernador (a); proponer ante el Consejo Legislativo Estadal la transferencia de
competencias y servicios desde los estados hacia los municipios y comunidades organizadas; y promover
la realización de programas de formación, apoyo y asistencia técnica al recurso humano institucional y a
las organizaciones y comunidad es organizadas.
La situación actual de los CLPP y los CEPYPP presentan debilidades comunes en su funcionamiento. Se-
gún lo señalado por Marregot (2008), Rodríguez y Lerner (2007) las más relevantes son:
• La extrema polarización del país, con rasgos de exclusión, dificulta el desarrollo del derecho a la partici-
pación contemplado en la Constitución Bolivariana de 1999.
• La inexperiencia y las diferencias existentes (alcance, finalidad, procedimientos internos, entre otros)
entre la gestión gubernamental y la sociedad civil, en llevar a cabo procesos de gestión similares (planifi-
cación, presupuesto, administración) ha influido en el débil funcionamiento de estas instancias.
• La ausencia de recursos financieros, como forma de incentivo, para que las comunidades ejecutaran sus
propios proyectos, es decir, no hubo transferencia de recursos económicos a las comunidades.
A pesar de las dificultades señaladas, según el informe realizado por Marregot (2008), los datos muestran
que se ha podido avanzar en el proceso de conformación de ambas instancias. Para el año 2006, se habían
logrado los siguientes resultados respecto a los CLPP: conformación de 313 en los 335 municipios del país;
148 habían elegido su respectiva sala técnica, pero no lograron elegir a sus consejos parroquiales; 167 se-
ñalaron haber realizado control y vigilancia sobre su respectivo plan municipal de desarrollo. En cuanto a
los CEPYCPP: se crearon los 23 a nivel nacional; 19 lograron establecer comisiones de trabajo; 18 CEPYCPP
habían logrado discutir, aprobar o modificar el Plan Estadal de Desarrollo y 11 reconocían haber realizado
propuestas o control sobre los planes municipales de desarrollo y doce afirmaron haber realizado cursos de
capacitación en áreas de planificación, elaboración de presupuesto por proyecto y formulación y ejecución
de proyectos.
En relación al Proyecto de Ley Orgánica de Participación Ciudadana y Poder Popular (LOPCYPP) de 2006,
en su articulo No. 3, queda expresado que: “se entiende por participación ciudadana, protagónica y corres-
ponsable, la disposición consciente de las personas a involucrarse de manera colectiva o individual en la
formulación, proyección, ejecución, control social y evaluación del Estado Democrático y social de dere-
cho.” Cabe señalar, que la LOPCYPP fue aprobada en primera discusión el 29 de noviembre del año 2001.
A partir del año 2006 se retoma la discusión de su actual proyecto, el cual no fue consultado a la mayoría
de los venezolanos. Como lo expresa Marregot: “..el proyecto legal- pese a su singular trascendencia-, fue
pasado por una sesión cuasi clandestina del denominado parlamentarismo social de calle, a finales del mes
de julio (2006).”
Tanto especialistas como representantes de organizaciones de la sociedad civil, han señalado aspectos
positivos y negativos del actual proyecto de LOPCYPP. Al respecto, Marregot (2008) y Sinergia (2007) han
señalado los siguientes aspectos positivos que contiene el proyecto en cuanto que reconoce el:
De igual forma:
• Se determina la obligatoriedad de todos los organismos públicos de crear e impulsar los procesos de
inclusión ciudadana.
• Favorece distintas formas asociativas de propiedad como la cogestión, las cooperativas, la autogestión,
la cooperación, las cajas de ahorro, las empresas comunitarias, las organizaciones comunales y la con-
traloría social.
http://www.analitica.com/va/sociedad/articulos/8865864.asp
• La existencia de una mayor burocratización en la relación del pueblo y el gobierno (ver Gráfico 1). La
relación pasa por una red de consejos sociales (parroquial, municipal, regional y nacional) paralelo a los
consejos de planificación (local, estadal y federal). De acuerdo a la propuesta de la ley se establece la
creación de un sistema socio-gubernamental con el fin de articular las actividades relacionadas con la
formulación, planificación, ejecución, seguimiento y control social entre el pueblo y los distintos niveles
de gobierno: nacional estadal y municipal.
• Se excluye otras formas asociativas como las asociaciones civiles, empresa privada, fundaciones, entre
otras
Tal como lo destaca Sinergia (2007), la Ley en el artículo 4, numeral 8, reconoce como organizaciones co-
munitarias a aquellas “…que existen o pueden existir en las comunidades y que agrupan a un conjunto de
ciudadanos y ciudadanas en base a objetivos e intereses comunes, tales como: comités de tierra, comités
de salud, mesas técnicas de agua, grupos culturales, clubes deportivos, puntos de encuentro y organiza-
ciones de mujeres, sindicatos y organizaciones de trabajadores y trabajadoras, organizaciones juveniles o
estudiantiles, asociaciones civiles, cooperativas, entre otras”
Es importante señalar, que la figura de los CC estaba contemplada en la Ley de los CLPP del 2002. Según
el artículo 8 de la Ley del CLPP, los CC eran una instancia subordinada a aquellos. Sin embargo, con la
irrupción de esta nueva figura dicho artículo fue explícitamente derogado por la Ley de los CC. Al respecto,
Marregot (2008) ha señalado que debido a la debilidad institucional en el proceso de consolidación de los
CLPP, el gobierno tomó la decisión de lanzar como medio de participación primordial a los CC, separado del
seno de los CLPP.
En tal sentido, a los CC se les dio incentivos económicos (contemplados en la Ley) para la conformación de
los mismos y así impulsar la participación ciudadana. La meta anunciada por el gobierno fue de 50.000 CC,
con una inversión de 6 billones de bolívares (El Universal, 2007). Según lo señalado por Rodríguez y Lerner
(2007), éste tipo de incentivo tuvo un impacto en la movilización en el ámbito nacional para la creación de
esta nueva figura. Según un estudio exploratorio, realizado por el Centro Gumilla (2008), contabilizaron que
el mes de marzo de 2008, estaban conformados 26.143 CC y otros 10.669 se encontraban en proceso de con-
formación, los cuales totalizarían unos 36.812 CC. De acuerdo a Miguel Marregot (2008), el funcionamiento
de los CC se destacan fortalezas y debilidades las cuales se mencionan a continuación.
• Los CC han reactivado el debate, entre los diferentes sectores del país, sobre la importancia de la organi-
zación comunitaria y la inclusión social.
• El acercamiento que han tenido las entidades públicas, en los asuntos públicos de la vida local y comu-
nitaria a través de la recepción de propuestas, necesidades y observaciones por parte de estas nuevas
formas de organización comunitaria.
• El conocimiento que tienen las comunidades populares en la construcción y manejo de sus proyectos.
• Se ha potenciado la presión social que ejercen los CC sobre las diferentes autoridades públicas, para
la obtención de respuesta a sus demandas. Es una sociedad civil más activa y consciente de sus dere-
chos.
• Existencia de exclusión en la conformación de los CC. Los criterios para el proceso de estructuración de
los CC son muy ambiguos, pues no responde fundamentalmente a criterios técnicos.
• El incentivo económico es una debilidad, pues ha provocado enfrentamiento en torno al acceso y uso de
los recursos.
• Las propias comunidades han detectado y denunciado el mal manejo de los fondos otorgados a los CC.
• Las instituciones públicas no dan respuestas oportunas a las necesidades de los CC, lo que genera des-
aliento y conflicto en las comunidades.
Aunque no fue aprobada en el referéndum de diciembre de 2007, cabe mencionar también el proyecto pre-
sidencial de Reforma Constitucional pues varios de sus contenidos fueron adelantados a través de la Ley
Habilitante de 2008 y es previsible que la Asamblea Nacional también los incorpore en la agenda legislativa
de 2009. El proyecto de Reforma Constitucional consistió en la propuesta de modificar 69 artículos de la
Constitución de 1999, el cual estaba dirigido a darle viabilidad a la implantación del Estado Socialista.
De acuerdo a un informe realizado por Sinergia (2008), referido al seguimiento ciudadano a la propuesta
de Reforma Constitucional 2007, se constató que el 81% de los 69 artículos que se proponían modificar
afectaba directa o indirectamente el derecho de participación y libre asociación, y explícitamente prohibía a
En líneas generales, Sinergia (2008) señala que el Estado iba a tener un mayor control social en la vida
ciudadana y permitía la discriminación política como práctica de Estado. Adicionalmente, en gran parte las
modificaciones realizadas al proyecto de Reforma apuntaban a eliminar o restringir libertades fundamenta-
les y reducir el poder de influencia y decisión de los ciudadanos en los asuntos públicos.
Esta ley, como su nombre lo indica, faculta al Presidente de la República para dictar decretos con rango y
fuerza de ley. Según lo establecido en la Constitución, la Ley Habilitante es una “facultad excepcional justifi-
cada por situaciones de crisis o especiales, que sirve para dictar regulaciones inmediatas”. Por segunda vez
desde 1999, el Presidente de la República solicitó ante la Asamblea una Ley Habilitante, en febrero de 2007,
por 18 meses para reformar y crear leyes en la mayor parte de los ámbitos de la vida nacional. La Asamblea
aprobó de manera unánime el proyecto de Ley Habilitante, a pesar que en Venezuela no existía ninguna
situación de emergencia que ameritara dicha aprobación.
El abogado constitucionalista, Gerardo Fernández (2007), señala que la habilitación fue sumamente amplia
y con un periodo muy largo, cuando por lo general se establecen periodos cortos y en situaciones donde
realmente existen verdaderas crisis que ameritan la habilitación. Estima que esta situación atenta contra
un principio básico de la democracia como lo es la democracia participativa. Al respecto comenta que
“estamos en presencia del abandono de la función legislativa por parte del Poder Legislativo a favor del
presidente de la República”.
De acuerdo a un informe realizado por Sinergia (2008), se señala que el alcance de las leyes habilitantes está
en función del objetivo del Presidente de la República de instaurar el Socialismo del Siglo XXI como modelo
de desarrollo, en el cual se modifica profundamente a la estructura del Estado y a la sociedad, aunque se
considera que este objetivo fue rechazado en el referendo del 2 de diciembre de 2007.
En líneas generales, Sinergia (2008) menciona que las leyes habilitantes circunscriben la participación ciu-
dadana a los asuntos comunitarios y además señalan que se crea un órgano de decisión y tutela que no
contempla la participación ciudadana y la descentralización. Este órgano se llama la Comisión Central de
Planificación. En tal sentido, se ignora el Sistema de Planificación Nacional establecido en la Constitución
Nacional de 1999 que incorpora a los ciudadanos en los distintos niveles intergubernamentales y permite el
flujo de decisiones en ambas direcciones.
A continuación se presenta un balance de los aspectos positivos y negativos del derecho a la participación
y asociación a las leyes habilitantes.
Es, pues, la formación de un espacio donde se expresan y luchan una amplia diversidad de asociaciones
ciudadanas en búsqueda de fines públicos y colectivos, muchas veces diversos y/o convergentes, uno de
los grandes cambios que registra el sistema político venezolano.
Hasta tal punto ha penetrado el discurso de la sociedad civil en la vida venezolana que el mismo Estado, ha
mostrado un interés directo en ella, en definirla, regularala y movilizarla. Ello ha generado un debate con-
ceptual, jurídico y política, a partir de 1999, entre el Estado y las asociaciones ciudadanas, por la definición
del modelo de relaciones que habrá de regir en la democracia venezolana del siglo XXI.
Se puso, así, en movimiento una confrontación para determinar cuál es la “verdadera” sociedad civil: si la
impulsada por el Estado o la que se ha venido generando autónomamente dentro de la dinámica socio-insti-
tucional, a lo largo del siglo XX y comienzos del XXI. Es la confrontación, a partir de 1999, entre un modelo de
pluralismo asociativo y un modelo tradicional en la historia venezolana de cooptación de las organizaciones
sociales, sustentado en la actualidad en un discurso unificador entre sociedad civil y Estado, en el marco
ideológico en el que se mueve el actual gobierno.
En resumen, se puede señalar que a partir de 1999, con la nueva Constitución, se inicia un período de am-
plios cambios legales que irán creando nuevos espacios, instrumentos y mecanismos para la participación
ciudadana y por ende, para la promoción de las nuevas formas de organización social. En este sentido, ha
habido un interés en la construcción de todo un marco legal orientado a la ampliación de la participación el
cual ha tenido impactos a nivel social, político-institucional y cultural.
En el entorno social, se puede señalar que el principal impacto que ha tenido el marco constitucional y
jurídico ha sido promover, por lo menos en el discurso, la participación para lograr la inclusión y la igualdad
social. Las nuevas formas de organización comunitaria, como las mesas técnicas de agua, los consejos
comunales, las cooperativas, entre otras, representan instancias de mediación entre las comunidades y
las instituciones públicas para buscar soluciones a los principales problemas (vivienda, inseguridad, edu-
cación, salud, entre otros) que aquejan a las personas de los sectores populares y así mejorar la calidad de
sus vidas.
E ste capítulo contempla los principales aspectos metodológicos para el diseño de la investigación. En
tal sentido, la metodología contemplada abarca el alcance y limitaciones del estudio; su delimitación
y la identificación de los casos; la construcción de las dimensiones e indicadores del estudio; las fuentes
de información, instrumentos y procesamiento de la información y por último, las limitaciones y lecciones
aprendidas.
1. Alcances y limitaciones
Respecto a los alcances y limitaciones, en el documento “Concepciones y visiones sobre sociedad civil”
(2008) -elaborado en el marco del presente proyecto-, se adopta un concepto amplio sobre lo que se entiende
por sociedad civil. Algunas de sus características constitutivas más relevantes son la diversidad, la pluralidad
y complejidad, por lo que se plantea todo estudio enfocado en este campo debe partir de una clara definición
y delimitación de su alcance.
Es por ello que una de las tareas más importantes del proyecto, fue justamente, definir una metodología que
permitiera identificar las condiciones, características y tendencias actuales de la sociedad civil venezolana.
Esta tarea se ha visualizado desde una perspectiva participativa, es decir, en donde los y las participantes del
proyecto, se involucraron en un proceso interactivo con miembros de organizaciones civiles, movimientos
sociales y colectivos sociales para construir progresivos acercamientos a un diagnóstico de su situación
actual, en medio de un escenario en constante y acelerada transformación socio política. Se consideró que
era relevante indagar cómo estas expresiones organizadas de la sociedad establecían su auto percepción
(de sí mismas y del sector), apreciaban y definían su papel y cómo han asumido compromisos en un am-
biente de polarización y permanente cuestionamiento a la razón de ser, especialmente en su relación con el
Estado y el estamento político.
Por tanto, fue de interés poder contribuir en validar una propuesta metodológica vista desde el ámbito de
procesos, con distintos momentos, que facilitaría la validación de tipologías que serían utilizadas, conocer
Con estos lineamentos, se abordó un trabajo de carácter exploratorio, en dos niveles. Un primer estudio,
sobre el contenido e impacto de los cambios en el ordenamiento jurídico venezolano que han afectado la
vida e interrelación de las OSC y sus posibles vinculaciones con la gobernabilidad democrática en el país.
Un segundo eje estuvo referido a la caracterización del sector, a partir de sus propias definiciones, tomando
como base sus denominaciones y comportamientos, expresados en sus planes, proyectos, programas y,
muy especialmente, las agendas y tendencias con las cuales se identificaron o en las que han tomado parte
en el ámbito de las gestión pública.
En este caso, se adoptó la realización de un estudio de casos, que si bien no arrojó resultados generalizables
a todo el universo, permitió sistematizar información relevante, identificar algunas tendencias y caracterís-
ticas de las OSC y relevar situaciones similares en distintas regiones del país. En este proceso, se espera
que el estudio promueva la reflexión entre los actores participantes y facilite la identificación conjunta de
oportunidades y obstáculos para que las OSC desarrollen su acción, ideas e iniciativas que contribuyan a
solucionar los problemas planteados así como mecanismos de diálogo, renovación y de cooperación en la
búsqueda de fortalecer el tejido social.
Al respecto, la unidad básica de observación la constituyen las organizaciones civiles, movimientos o colec-
tivos sociales autónomamente conformados y con una acción colectiva identificable y de carácter público.
Sobre su conformación:
• Autónomas.
• Con misión y pautas de funcionamiento establecidas
• Con un (1) año de trabajo sostenido
Un criterio general a aplicar, fue la diversidad política y de actividades en el conjunto de las organizaciones
seleccionadas.
El segundo paso de la metodología fue identificar las dimensiones del estudio. El análisis de las caracte-
rísticas e impacto de los cambios socio-políticos en el mundo de la sociedad civil venezolana, se verificó a
partir de la valoración de indicadores ordenados con base a las dimensiones identificadas en este estudio,
las cuales fueron:
Dimensión identitaria. Se refiere a la caracterización de las OSC a partir de los ámbitos o sectores en los cuales
actúa, de los valores que practican y propugnan en su acción y sobre los roles con los cuales se autodefinen y
asumen en el contexto de los cambios socio-políticos que vive el país. También contempla la identificación de
los aportes que estas organizaciones asumen como propios en cuanto a su contribución en la construcción
de ciudadanía y una mayor gobernabilidad democrática.
Modalidades Gestión 1. Tipo de modalidad de gestión adoptada según categorización con es-
de gestión programática cala temporal.
2. Tipo de iniciativas desarrolladas junto con otros para superar situacio-
nes de polarización o exclusión por razones políticas.
3. Número y tipo de cooperantes en la escala temporal.
4. Grado de satisfacción con respecto a su relación con cooperantes, en
escala temporal.
5. Presupuesto ejecutado por la organización por año, en los últimos tres
años.
6. Ingresos al presupuesto de la organización según tipo de fuentes en
escala temporal.
7. Apreciación sobre potencialidades de la organización para obtener re-
cursos en los dos últimos años.
8. Apreciación sobre limitaciones de la organización para obtener recur-
sos en los dos últimos años.
En la primera fase identificó las organizaciones que conformarían los estudios de casos, de acuerdo a los
criterios anteriormente señalados, en los cuales se haría el proceso de recolección de información. En tal
sentido, estos casos se distribuyeron de la siguiente forma:
Con respecto al resto de organizaciones entrevistadas a nivel nacional, son organizaciones que se caracte-
rizan por prestar diversos servicios sociales (en el área de salud, educación, cultura, entre otras), ya sea en
campos comunitarios o de atención a necesidades en distintos sectores. La principal fuente financiera de
cooperación es el gobierno local. Aunque algunas de ellas, reciben cooperación internacional.
La segunda fase contempló el diseñó del cuestionario. Para la construcción del mismo se utilizó las dimen-
siones e indicadores señalados anteriormente para realizar el “mapeo” sobre la sociedad civil en Venezuela.
El cuestionario consta de preguntas cerradas que miden cada uno de los indicadores identificados por las
tres dimensiones. La ventaja de este tipo de instrumento es su sencillez en la administración, vaciado y pro-
cesamiento de la información. Este instrumento fue validado por un grupo de organizaciones, la cual sirvió,
para revisar cada una de las preguntas, tanto en pertinencia, actualización y redacción de las mismas. Las
observaciones realizadas durante el proceso de validación fueron tomadas en cuenta para el diseño final del
instrumento. Adicionalmente, el proceso de validación sirvió para entrenar a las organizaciones y explorar
cuál era la mejor forma de recoger la información. Una vez corregido el instrumento, se procedió al trabajo
de campo.
Es importante destacar, que el trabajo que realizaron las organizaciones aliadas, estuvo constituido por las
siguientes funciones:
• Contextualización (descripción del entorno social, económico y político del ámbito geográfico en el cual
actúa).
• Ordenamiento de la información recolectada, a través del instrumento diseñado para tal fin, por parte de
las organizaciones participantes.
• Preparación y elaboración una matriz comparativa que contenía una síntesis nacional de los datos y la
construcción de los cuadros nacionales.
• Se coordinó con las organizaciones regionales para la presentación de los resultados en el seminario
contemplado en el proyecto.
Con las observaciones obtenidas en el Seminario, se procedió al análisis cuantitativo de los datos. Para esta
etapa se diseñó un plan de tabulación que se adecuara a los objetivos del estudio. Ello implicó un tratamien-
to eminentemente cuantitativo, es decir, utilizando métodos y técnicas estadísticas de análisis adecuados
para las mismas. Principalmente, se utilizaron medidas estadísticas de tendencia central (media y moda),
dispersión (desviación típica) y de representación de distribuciones (porcentajes y proporciones, etc.).
• El cierre de un canal de televisión privado que tenía el mayor índice de sintonía en el país. En función
de ello, la convocatoria a reuniones plurales e inclusivas fue aún más difícil de lo previsto. Por tanto, se
establecieron nuevas agendas.
• La propuesta de una reforma a la Constitución de 1999 por parte del Presidente y, posteriormente, por la
Asamblea Nacional.
Ello llevó a que el proceso de recolección de información tanto en Caracas como en el interior fuese más
lento de lo previsto. De igual manera, se estimó que la presentación de los resultados de este proyecto no
tendría un impacto importante ya que la atención estaba centrada en la reforma constitucional y su referén-
dum aprobatorio.
Las diferencias e incluso discrepancias que se encontraron en la información recolectada en las regiones
mostró que el proceso de entrenamiento y coordinación no fue del todo exitoso. Para poder sistematizar los
resultados nacionales y lograr una visión comparativa se hizo necesario también disponer de un tiempo adi-
cional para corregir junto con las organizaciones regionales partes de sus informes y homologar los datos
recabados.
Las organizaciones del interior manifestaron su interés por presentar y discutir los resultados, con la matriz
comparativa nacional, en sus respectivas regiones y especialmente con aquellas organizaciones que fueron
entrevistadas. Este tipo de actividad no estaba prevista en el proyecto, lo cual se constituyó en un reto ya que
si se buscaba la incorporación de información del interior del país también debió haberse contemplado la
discusión de los resultados en estos ámbitos.
Se señalan estos retos como lecciones aprendidas que pueden constituir un aporte para futuras iniciativas
de este tipo.
C omo se señaló anteriormente, uno de los objetivos principales de esta iniciativa fue generar un proceso
de reflexión sobre las condiciones actuales de la sociedad civil venezolana a través de una serie de
herramientas de análisis y un diagnóstico de sus características y tendencias actuales. En función de ello,
este documento busca servir como un material de apoyo que refleja a grandes rasgos los puntos más impor-
tantes del debate, para así contribuir a promover la discusión de esta temática con diversas organizaciones
de la sociedad civil.
La ejecución del presente proyecto permitió elaborar una caracterización de la sociedad civil venezolana, a
partir de un estudio de casos, que si bien no arroja resultados generalizables a todo el universo, ha permitido
sistematizar información relevante sobre su situación actual. El enfoque estuvo dado por un acercamiento
directo a organizaciones activas que cumplieran con los criterios establecidos en la metodología diseñada y
que estuvieran en disposición de compartir tanto información sobre sus concepciones, prácticas institucio-
nales y agendas así como sus propuestas para el fortalecimiento del sector profundizando la democracia.
El instrumento de recolección de información fue aplicado durante el mes de noviembre y diciembre del
2007 con actualizaciones de información durante el primer semestre de 2008.
1. Dimensión identitaria
1.1 Su ámbito de actuación
Al consultar sobre el tiempo de funcionamiento de las organizaciones, se pudo identificar que el cincuenta
por ciento (50%) de ellas tienen entre uno (1) y cinco (5) años, lo cual revela que son de reciente creación.
El gráfico No 2, presenta las cifras en un horizonte temporal de más de veinticinco (25) años, lo que permite
observar que se mantiene un número interesante (16%) de organizaciones con una larga trayectoria.
Estos datos coinciden, con los impactos que ha tenido la creciente conflictividad y polarización política,
señalada por algunos investigadores (Jacome, 2007), en donde por un lado, las organizaciones de larga
trayectoria, entre 16 y mas de 26 años, se han mantenido pese a las dificultades de la cooperación nacional
e internacional. Por otro lado, las nuevas OSC que se han conformado en estos últimos cinco años, promo-
vidas por el Estado, trabajan en los ámbitos contemplados en los planes y proyectos del gobierno y reciben
fondos directamente del Estado.
Como se puede observar en el gráfico 3, la mayoría de las OSC asume una cartera amplia de iniciativas,
realizando actividades en campos que se interrelacionan. Por ejemplo, una organización puede desarrollar
una experiencia de defensa de derechos promoviendo la autoconstrucción de viviendas y generando un
voluntariado social.
La realidad de muchas de las OSC es que su acción permea la totalidad de los estratos sociales. Al respecto,
se podría concluir que los grupos beneficiarios (directos e indirectos) de atención de la OSC, pertenecen
a la población general del país y que no existe ningún tipo de discriminación socio-económica para ser
beneficiado por cualquiera de las actividades que realizan las diferentes OSC, en sus respectivos ámbitos
de acción. Aunque, los sectores de escasos recursos (D y E) son los que mayormente son beneficiados, en
un 35%.
En cuanto al alcance geográfico, se puede apreciar en el gráfico 4, que predomina en las acciones de las
OSC entrevistadas el de carácter comunitario, en un 41% de los casos. Le sigue el ámbito parroquial con un
26%. Estas dos últimas unidades territoriales son las más pequeñas que se presentan en el alcance geográ-
fico y que algunas veces se confunden, suman una 67% de los casos; quedando solo el 18% de las acciones
de las OSC a un alcance a nivel regional o estadal.
Sector Nº %
A-B 24 20
C 14 11
D 22 18
E 21 17
Todos
los anteriores 42 34
La mayoría de las organizaciones se ocupan de los grupos que tradicionalmente atienden las OSC y tienen
alcance universal en cuanto a la población que atienden.
Como se puede observar en el gráfico 5, no existe diferencia significativa en cuanto al tipo de población
que atiende. Por lo que uno pudiera señalar, que existe igualdad de oportunidades en el acceso a las acti-
vidades que brinda las OSC y que sólo dependiendo del contenido de las actividades, algunos grupos se
verán mayormente beneficiados que otros. Pero responde más a la naturaleza de la acción y al grado de
especialización de las OSC.
Con 17 menciones, observamos que la mayoría de las organizaciones tienen una alta correspondencia entre
las actividades que desarrollan y los valores que proclama; esto se complementa con las 10 menciones que
ven una correspondencia media con los valores, y sólo una manifestó una baja correspondencia.
Se ve que la tendencia en este decenio es de aumento del papel que vienen desempeñando las OSC. Se
aprecia un aumento desde el período del 2003-05 para luego ver como se duplican para el período del
2006-07. En cuanto al tipo de roles que se desempeñaron durante este decenio se obtuvieron los siguientes
resultados:
Gráfico 10. Razones por las cuales se han producido cambio de roles.
Como se puede apreciar en el gráfico 10, las organizaciones entrevistadas señalaron en un 57% de los casos
en que se han realizado cambio de roles de las organizaciones, han respondido a razones internas de las or-
ganizaciones y/o a las oportunidades que se les presentaron, más que a razones de cambios en el entorno.
Al procesar las menciones de “Bajo Cumplimiento” observamos que se le une a los derechos que recibieron
pocas menciones positivas el derecho a la vida, que puede deberse al crecimiento desmesurado en las ta-
sas de homicidios y de la inseguridad en el país, consideradas unas de las más altas del continente. Vemos
que también aparece el tema de la vivienda que es uno de los problemas actuales de los venezolanos debido
a la baja oferta de viviendas nuevas en los últimos años. También correlaciona la aparición del derecho a
manifestar con el de la huelga en el gráfico anterior. La huelga compite por el primer lugar correspondiendo
con el gráfico anterior y se puede elucubrar que este derecho desde el paro petrolero del 2003 ha tenido
muchos obstáculos para ser ejercido.
En cuanto al nivel de satisfacción expresados por las organizaciones entrevistadas referido a los aportes
realizados por las OSC en la construcción de ciudadanía, se presentan los siguientes resultados:
Coincidiendo con las pocas menciones de alta satisfacción en el gráfico anterior, donde se aprecia menor
aporte es en conseguir financiamiento a otras OSC. Les sigue el tema de la construcción de agendas pú-
blicas.
No se observa ninguna tendencia de que las menciones se concentran en ninguna categoría en particular.
La opinión de las OSC consultadas no es determinante en esta pregunta, pero se observa una leve tendencia
a que sea entre media y baja.
Gráfico 15. Nivel de cooperación de las OSC con el Estado para el cumplimiento de los derechos.
Los resultados muestran, tal como se puede observar en el gráfico 16, que un 65% de las OSC consultadas
consideran que las instituciones del Estado “Si” respetan y garantizan la participación de las OSC en la toma
de decisiones sobre políticas públicas, mientras que un 28% consideran que no lo respeta.
Gráfico 16. Valoración “SI” hay correspondencia entre los derechos constitucionales que
establecen la participación de las OSC en asuntos públicos y las garantías institucionales.
Otros de los indicadores que buscan medir la categoría de “gobernabilidad democrática” se refiere a la
opinión que tienen los entrevistados sobre el grado y tipo de interacción que han establecido con sectores
sociales de la sociedad Venezolana, desde una perspectiva de fortalecimiento democrático. En tal sentido,
se observa en el gráfico 17, que la mayoría de las organizaciones entrevistadas realizan interacciones en
forma de alianzas con otros sectores sociales, especialmente con los partidos políticos (13), las institucio-
nes académicas (11) y con los movimientos sociales (10). Donde se observa menor intensidad en el tipo de
interacción es con otras ONG, sindicatos y gremios. Esto denota poca sinergia con el gremio de las OSC.
Gráfico 17. Interacción con sectores sociales desde una perspectiva de fortalecimiento
democrático.
Como se puede observar en el gráfico 19, una de las características de las OSC es su tamaño; por lo ge-
neral cuentan con una plantilla reducida que les permite flexibilidad y viabilidad en el tiempo. Los cargos
que vemos mencionados se concentran en cargos directivos y de representación que suelen ser bastantes
constantes dentro de las organizaciones.
Gráfico 21. Frecuencia con que se cambian las autoridades dentro de las OSC.
Gráfico. 23. Nivel de satisfacción con los mecanismos de participación dentro de las OSC.
En cuanto al número y tipo de entidades cooperantes con las cuales las organizaciones entrevistadas han
trabajado, se puede observar en el gráfico 25 , que los resultados indican que en los casos estudiados, que
son las entidades de gobiernos en sus diferentes ámbitos ( municipal, estadal y nacional) que están dando
mayor apoyo a las OSC. Le siguen el sector privado y la cooperación internacional como principales coope-
rantes. Entre las entidades de cooperación con las cuales han trabajado en menor proporción, se encuen-
tran las embajadas y las agencias multilaterales.
Se puede observar en el gráfico 27, que en los últimos tres años, las OSC reportaron que consiguieron en un
mayor número recursos por parte de cooperantes. En la mitad de los casos obtuvieron recursos por concep-
to de donaciones y en tercer lugar gracias a la prestación de servicios. Esto se concatena con los resultados
de gestión en la cual se reportan la ejecución proyectos como principal actividad de las organizaciones y
estos provienen por lo general de la cooperación institucional de las diferentes entidades a nivel nacional,
estadal y municipal.
3. Dimensión político-institucional
3.1. Normativa Nacional
Con respecto a esta categoría, se indagó entre las organizaciones entrevistadas la opinión que tienen sobre
la CRBV y las leyes del país en cuanto a la existencia de disposiciones pertinentes (o adecuadas) y de fácil
cumplimiento para la constitución y funcionamiento de las OSC. De acuerdo a los resultados del gráfico 29,
se observa que la mayoría de las OSC consideran en un 75% que la Constitución les permite su creación y
un porcentaje alto pero menor para “funcionar” (66%) y “participar” (63%). Se puede denotar una leve ten-
dencia a que puedan existir circunstancias, de acuerdo a la naturaleza del trabajo de las organizaciones,
en que las OSC tienen dificultades para funcionar. En su gran mayoría representan las organizaciones de
Derechos Humanos que fueron entrevistadas, las cuales han sido objeto de críticas por parte del Estado.
A las organizaciones entrevistadas se les preguntó sobre cuales mecanismos, previstos en la base legal
venezolana, han sido uitilizados para participar en el diseño o debate de instrumentos normativos. Los re-
sultados muestran, según el gráfico 31, que el mecanismo que han utilizado con mayor frecuencia ha sido
las asambleas de ciudadanos (36%) para el debate sobre la construcción de leyes u ordenanzas, entre otros
instrumentos legales. En segundo lugar, destaca el derecho a la palabra (21%) en las diferentes instancias
donde se realizan estos debates, y, en tercer lugar, el parlamentarismo de calle (16%). El mecanismo que se
ha utilizado con menor frecuencia ha sido los cabildos abiertos, en un 11%.
Gráfico 31. Mecanismos por los cuales su organización ha participado con el Estado.
Gráfico 30. Valoración de las políticas gubernamentales para el fortalecimiento de las OSC.
1997-2007
Muy acertada =4, Medianamente acertada =3, Poco acertada=2, Nada acertada=1
En cuanto a los modos de participación más utilizados por las organizaciones entrevistadas, se puede ob-
servar en el gráfico 32, que los resultados denotan primeramente un aumento progresivo y muy marcado
para el período 2006-2007 del número de participaciones que han tenido las OSC con el Estado. En segundo
lugar, se observa que el modo de participación que se da con mayor frecuencia es la “vocería” y le siguen
muy de cerca “la toma de decisiones conjuntas” y “las consultas escritas” con mayor número de mencio-
nes.
Lecciones aprendidas
Contenido/conceptuales
La diversidad y heterogeneidad de las agendas, objetivos y estrategias de las OSC resultó ser mayor de lo
esperado y por lo tanto, se aprecia la riqueza que existe en cuanto a la participación de estas organizaciones
en el país, pese a la conflictividad política.
Esta misma conflictividad política tiene repercusiones importantes sobre las OSC. En algunos casos se han
fortalecido bien sea porque están relacionadas con el actual gobierno y, por lo tanto, han tenido un apoyo
financiero que ha permitido aumentar su actividad, y en otros casos porque esta situación ha llevado a dis-
cusiones internas que han tenido como resultado una mayor precisión de sus agendas y estrategias.
Sin embargo, en otros casos está conduciendo a una mayor debilidad por lo que podría denominarse como
una “crisis de identidad” pues existen organizaciones, especialmente aquellas que defienden derechos ciu-
dadanos, políticos y electorales que diluyen sus agendas y estrategias de incidencia justamente porque no
desean ser identificadas como pro-gobierno o como de oposición.
En los debates que se produjeron en torno a la presentación de los resultados, se evidenció la existencia
de perspectivas diversas sobre la misma definición de sociedad civil. Especialmente durante el seminario,
fueron notorias las discrepancias existentes con respecto a los recientemente creados Consejos Comuna-
les y si éstos son o no parte de la sociedad civil. En otras palabras, se comprobó que una de las premisas
de este proyecto había sido acertada en el sentido que los cambios institucionales y legales que se están
adelantando desde el gobierno han llevado a modificaciones del espectro y la noción de sociedad civil que
requerían de un análisis.
Sin embargo, el hecho que se hayan producido estos debates y que los participantes mostraron sus des-
acuerdos, parece indicar que se está generando un proceso de búsqueda de mayor tolerancia en los dife-
rentes espacios. Durante el seminario, las discusiones fueron abiertas, plurales y respetuosas.
Inclusive, un punto importante discutido durante el seminario fue la evidente contradicción que existe en-
tre esta posición y la capacidad de incidencia. La pregunta clave fue ¿cómo se puede esperar que las OSC
incidan efectivamente sobre las políticas públicas si se niegan a interactuar con los partidos políticos y con
los entes gubernamentales?
Por otra parte, después de los resultados del referéndum aprobatorio del proyecto de reforma constitucio-
nal presentado por el Presidente de la República y la Asamblea Nacional, preocupa el rechazo por parte
de diferentes voceros gubernamentales de las propuestas de reconciliación y establecimiento de espacios
para debate sobre la construcción de un proyecto nacional. Es previsible que esto pueda profundizarse en
función de los comicios regionales y locales de noviembre de 2008. No obstante, como se puntualizó arriba,
pareciera que entre las OSC más bien está operando un acercamiento y el establecimiento de espacios de
diálogo y hasta de acercamiento.
El trabajo con OSC del interior también mostró que éstas tienen contribuciones importantes que muchas
veces pasan desapercibidas justamente porque no existen canales de comunicación entre éstas y aquellas
que operan en Caracas y que tienen cobertura nacional. El poder construir con ellas instrumentos tanto
conceptuales como metodológicos fue una experiencia enriquecedora.
Las organizaciones del interior señalaron dos puntos importantes. El primero fue la experiencia adquirida,
pues no habían trabajado anteriormente con una metodología de este tipo y consideraron que podrán uti-
lizar los aprendizajes obtenidos en futuros trabajos de sus organizaciones. En segundo término, que esta
iniciativa les había permitido entrar en contacto con organizaciones en sus respectivas regiones con las
cuales no tenían relaciones anteriores. En este sentido, les permitió ampliar sus espacios de interrelación
y formar nuevas alianzas.
Tendencias y recomendaciones
En este capítulo se presentan las conclusiones que se derivan de este primer diagnóstico exploratorio.
En función de éstas, también se busca presentar unas tendencias preliminares y propuestas para futuras
líneas de acción e investigación.
Con relación a la dimensión legal y político institucional, se encuentra que en Venezuela ha habido un pro-
ceso de profundos cambios en cuanto al basamento legal y, en este caso, en el marco normativo en el cual
actúan las OSC. La normativa desarrollada a partir de 1999, entre las que destacan la LOP, la Ley de CLPP, la
Ley CEPYCPP, la Ley Especial de los CC, el proyecto de LOPCYPP entre las más importantes, han creado un
marco jurídico que facilita y promueve la participación ciudadana; nuevas formas de organización comu-
nitaria, como las mesas técnicas de agua, cooperativas, comités de tierras urbanas y muy recientemente
los consejos comunales; nuevos temas de movilización; así como nuevas modalidades de acción y relación
con los partidos y el Estado. Todo ello sintetiza el alcance del nuevo marco jurídico que se ha creado para
fomentar la participación de la sociedad civil en el marco de la gestión pública.
Estas nuevas normas establecen la promoción de la participación ciudadana para lograr la inclusión y la
igualdad social. Las nuevas formas de organización comunitaria que se han creado, representan instancias
de mediación entre las comunidades y las instituciones públicas para buscar soluciones a los principales
Sin embargo, estos cambios tienen dos lecturas, que se enfrentan en el terreno de la confrontación política
y su consecuente polarización en el escenario de país. Una de ellas percibe que hay una diversificación de
instancias organizativas de la sociedad civil, producto de estas circunstancias, que ha generado una per-
cepción alrededor de la diversidad, entendiendo esto como un efecto positivo que se cruza con un principio
de las acciones de estos actores. Pero, se observa de manera crítica la situación de fragmentación, ya que
esto genera condiciones de debilidad, poca confianza y oportunidad para el trabajo mancomunado y la inte-
racción en el seno de la sociedad venezolana y en la relación de las organizaciones con el Estado.
Por otra parte, existe otra mirada sobre estos procesos que asume la conformación de un cuerpo social des-
de la homogeneidad, la articulación vertical y en muchos casos la cooptación por parte del Estado y partidos
políticos de las iniciativas que se gestan en la sociedad. Se considera que es una perspectiva poco tolerante
de la diversidad y pluralidad, que asume un discurso polarizado e ideologizado que no permite el encuentro
y el diálogo, que más bien contribuye con una visión de confrontación en la sociedad. Desde ese ángulo, se
nota una tendencia a que se diluyan las fronteras entre Estado, partido y sociedad.
La participación ciudadana queda reducida, de ese modo, a un proceso reglamentado y estructurado desde
los fines del aparato estatal. Es decir, se favorece la participación pero vinculada al Estado. Se excluyen
otras formas asociativas del tejido social como las asociaciones civiles, empresa privada, fundaciones, entre
otras. En síntesis, el modelo de organización social que se pretende implementar está fundamentado en el
estatismo y la burocracia así como en el control de todas las manifestaciones asociativas que se produzcan
o se organicen.
En este sentido, se puede concluir que los cambios generados durante los últimos diez años han producido
una mayor politización del amplio y diverso espectro de la sociedad civil. Es importante notar que el mayor
número de grupos que surgieron en los períodos de intensa conflictividad y que buscaban una neutralidad
de posiciones para enfrentar la polarización y la posibilidad de actuar con el respeto de los otros actores,
han desaparecido del escenario o, en el algunos casos, se encuentran invisibilizados así como limitados en
su campo de acción y su potencial impacto en este escenario.
Esta realidad, ha llevado a que gran parte de organizaciones de la sociedad civil sean percibidas como per-
tenecientes a uno de los dos sectores. Sin embargo, muchas de ellas se manifiestan como organizaciones
defensoras y practicantes de valores democráticos y pugnan por espacios de diálogo y encuentro, haciendo
un llamado a una mayor convivencia social así como a la tolerancia de las diferencias. Han tenido que
luchar por mantener esos espacios a lo interno de sus propias organizaciones, en procura de procesar la
conflictividad, utilizando con mucha frecuencia la Constitución vigente como un valor supremo que debe
permitir la inclusión de todas y todos, junto con la promoción y defensa de los derechos humanos.
Las dinámicas que se han dado en el marco político institucional del país también han tenido que enfrentar
retos importantes como resultado del marcado proceso de debilitamiento de las instituciones democráticas
que ha experimentado el país. Esto se manifiesta en la pérdida de autonomía o la dificultad para actuar de
manera oportuna y con prontitud de los distintos poderes, lo que limita el ejercicio de derechos y las accio-
nes que puedan tener las organizaciones frente a las instituciones del Estado. Una referencia al respecto,
puede ubicarse en el campo del Poder Judicial, una vez que distintos sectores plantean sus limitaciones
para impartir justicia con prontitud e imparcialidad. Sobre esto, es importante acotar que la mayoría de los
jueces en el país se encuentran en situación de provisionalidad con respecto a su estabilidad en el ejerci-
cio de su cargo. O también, los cambios planteados en la propuesta de Reforma Constitucional llevada a
referendo en diciembre del 2007, en la cual, se propuso un cambio en el diseño institucional del Estado,
específicamente en el fortalecimiento de las competencias del poder central, desfavoreciendo la autonomía
y las potencialidades de gestión de los poderes locales y regionales. Este planteamiento ha sido concebido
como la “nueva geometría del poder” y la tendencia que se observa en el gobierno es la de continuar hacia
una (re)centralización.
La aprobación de esta ley, profundizaría la ya existente tendencia en la sociedad venezolana por un control
de la dinámica asociativa y de abierta limitación a la acción de intermediación que ejecutan las OSC. Esto
tiene serias implicaciones para la profundización de la democracia, al limitar su actuación libre y autónoma
así como la gobernabilidad democrática. Esta realidad impacta como modelo político no sólo en la gober-
nabilidad del país sino de la región, como se ha visto en los casos de Bolivia y Ecuador
Como se vio anteriormente, la dimensión identitaria se estudió a partir de dos factores fundamentales. En
primer término, las características de las OSC donde se identificaron sus principales ámbitos de actuación,
los valores organizacionales y roles. En segundo lugar, la contribución de las OSC al fortalecimiento demo-
crático respecto a sus acciones para construir ciudadanía y para la gobernabilidad democrática.
Con respecto al primero, se encontró a grandes rasgos que se ha producido un crecimiento de la OSC, en
estos últimos 5 años. La gran mayoría de estas organizaciones pertenecen a distintas regiones del país:
Oriente, Occidente y Andina. El 50% de las OSC entrevistadas tienen entre 1-5 años de funcionamiento. Esto
coincide con el impacto que ha tenido el marco legal creado por el Estado para promocionar “desde arriba”
la organización comunitaria, especialmente a los CC. Actualmente se puede señalar, por ejemplo, que a
nivel nacional se han constituido 26.143 CC y otros 10.669 se encuentran en el proceso de conformación
(Rodríguez y Lerner, 2007). En gran parte, los incentivos o estímulos económicos de transferencia directa de
recursos desde el poder Ejecutivo hasta los CC, ha contribuido a generar toda una movilización alrededor de
la creación y puesta en funcionamiento de los mismos. Es importante destacar que existe un debate sobre
los CC, en el sentido de considerarlos como parte de la sociedad civil o como ejecutores de proyectos finan-
ciados por el Estado debido a otras competencias que se les están asignando y que entran en el campo del
funcionamiento de la estructura del gobierno central.
El tipo de actividades a las cuales se dedican, en su gran mayoría las OSC de reciente data, están relaciona-
das a la atención de necesidades en distintos sectores como: vivienda y del hábitat, la economía social, el
deporte y la educación. Estas áreas de actuación están relacionadas con los programas sociales del actual
gobierno y con el sector poblacional a los cuales están dirigidos dichos programas, que son mayoritaria-
mente en los sectores de escasos recursos (D y E). Por ende, estos datos coinciden con el sector poblacio-
nal que tiene mayor atención y alcance geográfico de actuación, donde el 41% señalan que trabajan en el
ámbito comunitario y el 26% en el ámbito parroquial.
En tal sentido, se puede señalar que el principal papel que han jugado las OSC de reciente data, ha sido de
prestación de servicios por las oportunidades que se les han presentado en el entorno. Los resultados indi-
can, que son las entidades de gobiernos en sus diferentes ámbitos (municipal, estadal y nacional) que están
dando mayor apoyo a las OSC, a través del financiamiento de proyectos y actividades. Esto puede tener su
explicación por la dinámica que se ha planteado en los dos (2) últimos años con respecto a los Consejos
Comunales. Desde estas instancias organizativas se ha promovido la presentación y gestión de proyectos
comunitarios con el soporte de una legislación nacional y por una decisión desde las más altas esferas del
gobierno central por privilegiar una relación directa con estos consejos. A la vez, el Ejecutivo ha direcciona-
do una serie de disposiciones en políticas públicas que han derivado en una corriente que presiona a otras
instancias de gobierno a trabajar prioritariamente con estas organizaciones. La base social ha asumido que
Por otro lado, las características de las organizaciones consultadas que tienen más de 20 años de fundadas
dan cuenta que sus acciones están más centradas en la promoción de la participación ciudadana en el
campo de la veeduría o contraloría social, en la defensa de los derechos humanos y en el fortalecimiento de
otras organizaciones así como también el trabajo relacionado con el desarrollo comunitario. El ámbito terri-
torial al que pertenecen estas organizaciones, en su mayoría corresponde a la región Capital. Su principal
fuente de financiamiento proviene de la cooperación internacional.
Con respecto a ello, la fuente de cooperación tiene un impacto en la forma de relación de las OSC con el
Estado. Es decir, puede influir en la autonomía o dependencia de las OSC frente al Estado. Los resultados
muestran, por ejemplo, que un 65% de las OSC consultadas consideran que las instituciones del Estado “Sí”
respetan y garantizan la participación de las OSC en la toma de decisiones sobre políticas públicas. Es de
notar que la mayoría de las OSC entrevistadas reciben aportes a través de proyectos que apoya directamen-
te el Estado (municipal, estadal y nacional).
La naturaleza de las actividades que desarrollan las organizaciones también influye en la relación, de alian-
za, cooperación o de confrontación, con el Estado. Por ejemplo, las organizaciones de derechos humanos
que hacen seguimiento a la actuación del Estado en cuanto al cumplimiento de sus obligaciones con las
garantías a los derechos humanos y la difusión de los principales derechos de la ciudadanía, para que ésta
sepa cómo reclamarlos y exigirlos, los coloca, con frecuencia, en una postura de tensión con el Estado. Esto
se profundiza cuando se está frente a un Estado como el actual en Venezuela, que cuestiona el papel de las
OSC de Derechos Humanos y que - mas aún - no acepta la critica ni las recomendaciones para mejorar en
su rol de garante de derechos.
Sin embargo, cabe señalar que la naturaleza de las actividades de muchas de las organizaciones de reciente
data hace que estén vinculadas a la política social del Estado. Por ende, su relación es de menor confronta-
ción. En la voz de algunos líderes de organizaciones, se aprecia una gran preocupación por la tendencia a
una situación de subordinación, en tanto que los CC pueden llegar a convertirse en singulares brazos eje-
cutores de acciones diseñadas y decididas fuera de su seno y hasta de ser utilizados como fuerzas sociales
que responden a directrices e intereses partidistas. En estos casos por supuesto, no podría considerarse
que se establezca una relación de alianza o cooperación, sino de subordinación o dependencia del Estado.
Con relación al fortalecimiento de la democracia, las OSC entrevistadas, revelan que en su mayoría poseen
fuertes valores democráticos y están participando en trabajos sociales muy significativos. La mayoría de
estos actores se consideran protagonistas de procesos organizativos en un momento en que pueden lograr
resolver situaciones o cubrir necesidades no atendidas, sin tener que pasar por canales burocráticos, que
en muchos casos, son considerados como obstáculos. En este sentido, puede afirmarse que existe el riesgo
de manejar el desarrollo comunitario como una tarea que vincula directamente la figura presidencial con
las de ejecución de obras de infraestructura local, lo que de por sí se constituye en una reducción de la
esfera de la gestión. Aunque no se indagó sobre la vinculación carismática de las OSC con el actual Pre-
sidente, se puede plantear como hipótesis que las OSC de data reciente (fundamentalmente los consejos
comunales) se animan y motivan por trabajar desde esta fuerte vinculación pueblo-líder, lo que minaría su
capacidad de institucionalizarse y por otro lado, reforzaría la relación clientelar. Por lo tanto, en estas orga-
nizaciones la lucha por la autonomía que se requiere para que su contribución sea significante y perdurable
en el tiempo, es un reto social y político y, se convierte, en una dinámica que debe ser estudiada con mayor
atención y profundidad.
Al prefigurar que ésta puede ser una tendencia a desarrollarse en los próximos meses, se intensificaría el
debate sobre la dimensión de la identidad propia por parte de las organizaciones, su apropiación y defensa
como modelo y espacio de participación por parte de los ciudadanos. Para algunos expertos, se hace muy
improbable la permanencia o sustentabilidad de las organizaciones, si el propio Presidente promoviera nue-
vos programas o formas de organización -lo que hace constantemente- , dando como resultado la desapari-
Hay algunas señales de alertas en el ejercicio del derecho a la participación de las OSC en el contexto vene-
zolano. Entre las más importantes resaltan:
• La creación de formas de participación que luego van decayendo o son sustituidas por otros. Círculos
bolivarianos, cooperativas, unidades de producción, CLPP y ahora los CC.
• Se pudo observar que hasta finales del año 2007, se produjo un proceso con movilización popular signifi-
cativo en condiciones democráticas, pero con un nivel muy alto de dependencia del liderazgo.
Respecto a la dimensión organizativa y de gestión, los principales factores que se analizaron fueron la es-
tructura organizativa, donde se incluyó información relacionada a la membresía, personal y las formas de
participación interna. En cuanto a la gestión, se estudiaron las diferentes acciones relacionadas a las áreas
programática y financiera.
En el primer tema, se encontró que la mayor parte de las OSC cuentan con direcciones colegidas, instancias
de representación así como vocerías y direcciones ejecutivas. En más del 50% de los casos las directivas
se escogen a través de elecciones directas. Un campo importante de acción para el corto plazo es diseñar
mecanismos y hacer incidencia para que exista un funcionamiento democrático en la totalidad de las OSC,
pues se esperaría que todos sus miembros participen en la escogencia de sus directivos. No obstante, un
elemento importante fue que alrededor de 66% de las OSC cambian de autoridades cada 2 ó 3 años.
Otro resultado que llama a la reflexión es el hecho que en la mayor parte de los casos, la difusión de infor-
mación es el mecanismo de participación que se privilegia para la definición de las líneas estratégicas de la
organización. Sin embargo, también cabe notar que en muchos casos se destacó la construcción colectiva
así como la consulta previa para su definición. Lo más importante a destacar en cuanto a este punto, es que
internamente existen espacios para compartir y decidir respecto a las estrategias a desarrollar, razón por la
cual se encontró que más de 75% de los miembros de las OSC que participaron en este estudio exploratorio,
están muy o medianamente satisfechos con los mecanismos de participación de sus organizaciones.
En relación a las modalidades de gestión, se encontró que en el período 2006-2007 se incrementó el trabajo
por proyectos y en segundo lugar, se encontraron aquellas gestiones que se centraban en actividades. Esta
situación puede mostrar condiciones tanto favorables como desfavorables para las organizaciones. Por una
parte, para un grupo significativo de las consultadas, los proyectos le han permitido tener sostenibilidad de
su acción en el período señalado y, el hecho mismo de trabajar con esta modalidad, conlleva a un proceso
de aprendizaje e incrementa sus capacidades de gestión. Por otra parte, llama la atención que 24 de las
87 OSC que participaron en este estudio de casos, se mantienen por la modalidad de actividades, lo que
puede estar señalando debilidades organizativas y limitaciones para lograr un mayor impacto de su acción
y posibilidades de sustentabilidad. Si se toma en cuenta que una gran parte de las organizaciones cuentan
con cinco años o menos de creadas y que trabajan por actividades, es muy importante que se promueva
con intensidad un conjunto de iniciativas que tengan como propósito fortalecer el sector con diversas es-
trategias de capacitación, articulación y trabajo conjunto para identificar nuevos o mejores fórmulas para
la obtención de recursos - tanto humanos como financieros – y, muy importante, elevar sus capacidad de
respuesta ante los desafíos que enfrentan.
En este sentido, los CC se plantean fundamentalmente la presentación de proyectos ante instancias del Es-
tado para el logro de su ejecución, ya sea con la obtención de recursos para aplicarlos directamente o por la
aprobación de obras a ser ejecutadas por empresas o cooperativas contratadas por entes oficiales. La gran
mayoría de estas iniciativas están relacionadas con pequeñas obras de infraestructura, lo cual ha motivado
que diversos líderes comunitarios manifiesten su preocupación por la baja ejecución de proyectos de otra
índole. De acuerdo con el estudio realizado por el Centro Gumilla (Machado, 2008), los campos de mayor
atención por parte de los consejos se relacionan con la vivienda, servicios de agua potable, saneamiento,
vías de comunicación y servicio eléctrico. Las organizaciones consultadas en este estudio mantienen estas
mismas características, lo cual implica que su actuación se enmarca en una esfera local y de carácter
territorial, en una dinámica de demanda y propuesta desde un basamento de exigibilidad de derechos. Es
decir, el foco de atención, preocupación y de agregación del interés del ciudadano organizado en la base
es la AGENDA SOCIAL. Al respecto, es importante señalar que para estos actores, este proceso implica un
ejercicio democrático y de valorización de la participación, que es entendida como la preocupación y acción
para la resolución de problemas específicos en la comunidad.
Sin embargo, estos procesos no son de carácter lineal. Resultan complejos y varían de acuerdo con dis-
tintos factores de orden cultural, institucional y de condiciones específicas del liderazgo que lo asume.
Tampoco parten de cero, si se comprende que la sociedad venezolana tiene su historia de organización y
movilización popular, lo que se evidencia en distintas experiencias que han permitido una acumulación de
saberes y que ha servido para que muchas organizaciones puedan sortear la imposición de lineamientos
o políticas que no responden a sus genuinos intereses. La legitimidad y la representación adquieren nueva
relevancia en el debate de la agenda pública, más aún en un ambiente de franca confrontación política. Es
importante señalar, que si bien se comparte con los autores del estudio de Gumilla buena parte del conjunto
de conclusiones sobre estos procesos, parecería muy aventurado asegurar que a partir del desarrollo de
esta forma organizativa recae un cambio cualitativo de la cultura política venezolana.
De acuerdo al proceso de cambio político y social que Venezuela ha venido experimentando en estos últimos
diez años, actualmente existe un intenso debate sobre la democracia. Cómo se concibe, se desarrolla y forta-
lece, en medio de dos visiones políticas en pugna. Se contraponen como corrientes distintas la democracia
representativa y la democracia participativa o directa. En el discurso, al menos, son coincidentes algunos de
los rasgos que buscan caracterizar el sistema, repitiéndose permanentemente que esta democracia debe
ser más plural, participativa, transparente, tolerante, incluyente y abierta. Es un reto para la construcción de
la democracia todo cuanto concierne a la participación de la ciudadanía en el marco de lograr una mayor
inclusión social y en la construcción de un proyecto societal que involucre a todos los ciudadanos. Esto es
fundamental en el eje que constituye la noción de la soberanía popular. En Venezuela actualmente se está
ante retos importantes, entre los cuales se señalan dos que están íntimamente relacionados a los resulta-
Para estos autores, las organizaciones son entendidas como instrumento para el establecimiento de de-
mandas a los gobiernos y no como instrumento para el acceso al poder del Estado. Se expresan como
“agentes éticos frente a un Estado pragmático, como conciencia moral de un Estado a-moral. Como tal son
simultáneamente voice y exit, un mecanismo de participación que busca no contaminarse por los intereses
y juegos de poder” (Sorj/Martuccelli, 2008). La pregunta que puede formularse es justamente, cómo se
transforman estos actores en instrumentos de lucha por lograr una sociedad que conjugue las libertades
civiles y una mayor justicia social, sino interpretan y asumen un papel más activo en escenarios de conflic-
tos de poder por cambios estructurales.
En conclusión, se puede señalar que uno de los retos fundamentales es que las relaciones entre la
sociedad civil y el Estado, sean democráticas en el sentido que se reconozca la diversidad y hete-
rogeneidad así como los mecanismos de participación que puedan ser formulados “desde abajo”.
Para lograr esto, es preciso aceptar que la participación sea plural, que todos tengan igualdad de derechos
y posibilidades de participar. En función de ello, hace falta un debate inclusivo, tolerante que ponga de lado
las prácticas discriminatorias y que establezca reglas del juego iguales para todos los actores sociales e
igualdad de oportunidades para la participación en la toma de decisiones de políticas públicas. En esta
relación (Sinergia, 2007) es preciso que exista independencia entre los espacios pues es la única forma de
garantizar que se respeten los derechos de los diversos actores y no se produzca su cooptación, que más
bien limita estos derechos.
De igual forma, con la finalidad de garantizar la democracia es preciso repensar la relación entre sociedad
civil y partidos políticos. Históricamente se produjo una visión centrada en los partidos. Después, las OSC
asumieron un papel importante, generándose en muchos casos un discurso antipartidista en su seno. No
obstante, la práctica ha demostrado, el caso venezolano es un ejemplo emblemático, las consecuencias
negativas de este tipo de discurso y el hecho que éstas no pueden sustituir a los partidos, los cuales son ac-
tores fundamentales para la democracia. Es preciso debatir sobre una reconfiguración de sus espacios con
la finalidad que no se establezcan relaciones de competencia y que ambos puedan actuar frente al Estado y
al mercado. Aquí es importante reconocer el papel que puede desempeñar la sociedad civil como actor que
da seguimiento y evalúa la gestión no solamente del Estado sino también de los partidos.
Asimismo, existe un consenso generalizado que en el país la mayor parte de las OSC son pequeñas (salvo
algunas excepciones), con recursos limitados, que se perciben a sí mismas como espacios con un ejercicio
democrático y que asumen el desarrollo de proyectos que procuran resolver problemas o atender necesida-
des de orden colectivo. La dimensión más política, entendida – en una primera esfera- como acción y proce-
so que procura incidir en lo público o en las políticas del Estado, es un rol que no todas asumen, tal como
se encuentra reflejado en este estudio. Menos aún, en una segunda esfera, se encuentran presentes plan-
teamientos que reflejen problemas referidos al poder, a modelos políticos o económicos en su dimensión
estructural, en las confrontaciones que se generan y sus impactos en la sociedad. Sin embargo, conviene
resaltar como la mayoría plantea con mucha fuerza que su desempeño es expresión de decisiones propias
y que los cambios que impulsan o asumen responden a situaciones de orden interno y no configuran algo
que es producto de las circunstancias del entorno.
Uno de los temas claves es, entonces, validar esta percepción en la realidad y establecer estrategias que
permitan su fortalecimiento, especialmente frente a lo que se considera como una intención cada vez mayor
de controlar estos espacios tanto por parte del gobierno central como de la mayoría de los partidos políticos.
Una pregunta que surge, desde las prácticas sociales, es si se pueden estar generando dinámicas de auto-
censura o adopción de estrategias institucionales que inhiben la acción de las organizaciones en la acción
política como forma de lograr su actuación fuera del foco de la diatriba confrontación que polariza, consi-
derando que de esta forma se pueden preservarse. Igualmente, cómo se produce una respuesta articulada
desde las prácticas democráticas que permiten espacios para el diálogo y la deliberación que puedan en-
contrar mecanismos de difusión y modelaje social en la opinión pública, que refuercen la construcción de
una sociedad plural en la que se respeten las diferencias, por encima de la tendencia a la conformación de
una hegemonía que desde el Estado procura imponer una sola visón de sociedad.
Es interesante observar que la mayoría de las organizaciones pone en evidencia una autoimagen, según
la cual expresan una alta correspondencia entre su hacer y sus valores, identificados como fundamental-
mente democráticos. Es muy importante para el sector preservar y profundizar estas prácticas, articulando
sus agendas entre diversos sectores y haciendo más visibles sus aportes para el debate y sus luchas por las
causas públicas en el marco de la exigibilidad y defensa de Derechos Humanos. Fortalecer alianzas, enfren-
tando la amenaza de la autocensura y la tendencia creciente en la esfera gubernamental por no reconocer
factores de intermediación, permitiría mantener una vocería en la sociedad que demanda, alerta, propone y,
cada vez más, asume con conciencia y determinación la opción de incidir colectivamente en lo público.
Esta tarea es un reto que tiene que ser encarado desde las propias prácticas y acciones colectivas desplega-
das en los distintos campos de actuación en las que la sociedad organizada se expresa. Promover, más allá
de los espacios mismos de encuentro, una mayor calidad del contenido de los temas de debate, atendiendo
la dimensión que toca las creencias, aspiraciones, valores, formas de entender el mundo, el fondo de lo sim-
bólico en la interacción, para procurar la construcción de visiones distintas, incluyentes y de compromisos
sociales y políticos que trasciendan los marcos ideologizantes, de adoctrinamiento y confrontación en la
que se ve envuelta la sociedad venezolana.
Como resultado de estas conclusiones y la identificación de tendencias, este estudio también tiene el objeti-
vo de presentar algunas recomendaciones para fortalecer la participación de las OSC en el país que puedan
ser desarrolladas en el corto plazo para contribuir a mantener y profundizar la gobernabilidad democrática.
Se propone continuar con una línea investigativa que debe ser abordada desde un enfoque de investiga-
ii) proporcionar recursos institucionales para superar los problemas de la acción colectiva y para in-
fluenciar al Estado (o para resolver los problemas por medio de la autogestión),
iii) mejorar la autonomía individual y colectiva de los ciudadanos y las ciudadanas, o su capacidad de
tomar decisiones razonadas y llevarlas a cabo,
v) promover las relaciones entre la sociedad civil y el Estado, procurando que éstas sean democráticas
en el sentido que se reconozca la diversidad y heterogeneidad así como los mecanismos de participa-
ción que puedan ser formulados “desde abajo”.
• Elaborar una agenda comunicacional así como una estrategia de presencia y uso de medios de comu-
nicación que permita, entre otras cosas, abrir canales de expresión de la vocería, del liderazgo social y
político en el país.
• Propiciar espacios de para el debate e intercambio entre las OSC y partidos políticos.
Fomentar, ampliar y fortalecer los procesos de organización autónoma del pueblo y la construcción de
alianzas y agendas compartidas entre actores, tanto a nivel interno en cada sector, como en dinámicas in-
tersectoriales. La interacción entre organismos de carácter local-regional-nacional, cruzado con el vínculo
por sectores e intersectoriales. Esto es, ampliar el tejido social.
Para dar continuidad a un esfuerzo de análisis y reflexión sobre el sector, es importante profundizar sobre
un conjunto de temas identificados en este trabajo. Estos pueden ser abordados por líneas de investigación,
como las que se proponen:
Documentos oficiales
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999). Caracas.
Ley de los Concejos Comunales, Gaceta Oficial, No. 5.806, Caracas, 10 de abril de 2006.
Ley de Concejos Locales de Planificación Pública, Gaceta Oficial, No. 37.463, Caracas, 12 de junio de 2002.
Ley Orgánica de Planificación, Gaceta Oficial, No. 5.554, Caracas, 13 de noviembre de 2001
Consejo Social Comunal Regional Consejo de Planificación y Coordinación de las Políticas Públicas
Consejos Comunales
Asambleas de Ciudadanos
ANEXO 2:
el cáliz de la participación
En: Informe del Observatorio de Derechos de Participación y Libre Asociación. Sinergia (2007).Tomado de
Dario I. Restrepo Botero “Relaciones Estado-sociedad civil en el campo social. Una reflexión desde el caso
colombiano.” Revista del CLAD Reforma y Democracia. No. 7 (Ene. 1997). Caracas.