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Introducción
Al igual que en todo el mundo y a lo largo de toda la historia de la humanidad, la
migración en sus distintas modalidades ha sido una constante en los territorios que
conocemos como latinoamericanos. Por un lado, América Latina ha sido históricamente una
tierra de inmigrantes. Lo fue desde la época en que llegaron desde el norte del continente los
primeros pobladores, descendientes a su vez de quienes habían arribado a lo que llegaría a
ser América, por el estrecho de Beherig. Lo es hasta la época de los que actualmente siguen
llegando de Asia; pasando por los tiempos de quienes vinieron a conquistar y colonizar
desde Gran Bretaña, España, Francia, Holanda y Portugal, y los de quienes fueron traídos
como esclavos desde el Africa; así como lo siguió siendo en los años de los que vinieron
huyendo de persecuciones políticas o buscando promisorias posibilidades económicas desde
Europa; y aun lo es en los tiempos de quienes vienen temporalmente, en la actualidad, como
empleados de las compañías transnacionales europeas, norteamericanas y asiáticas.
Pero, por otro lado, es también un continente de migrantes interregionales -ya sean
temporales por razones laborales, ya sean refugiados por cuestiones políticas, o bien una
mezcla de ambos- y de migrantes internos, sobre todo a raíz de los procesos de
industrialización y urbanización acelerados que se dieron en la subregión, especialmente a
partir de finales de la primera mitad de este siglo.
Finalmente, y en especial en las últimas décadas, es una región caracterizada por
fuertes flujos de migración hacia afuera y hacia el norte, principalmente hacia los EUA,
desde el Caribe y México, mayoritariamente, pero también desde diversas zonas de
sudamérica.
Es por ello sorprendente que la sociología latinoamericana se haya preocupado tan
escasamente por el estudio de estos procesos migratorios. En América Latina, aunque
existen importantes trabajos aislados, no existe propiamente una tradición sociológica en el
estudio de las migraciones1. Más específicamente, en el campo de la Sociología del Trabajo,
el abordaje de los fenómenos migratorios apenas empieza a ser considerado, sobre todo a
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partir de los desarrollos sobre el estudio de los procesos sociales involucrados en los
mercados de trabajo. Pero el estudio sociológico del trabajo de los migrantes es algo que
apenas recientemente empieza a existir, por ejemplo, en los mejores estudios sociológicos
sobre mercados de trabajo (Dombois, 1993; Escobar, 1984, 1993 y 1995 ; Pries, (1994 y
1995); o bien en algunos trabajos dedicados específicamente a la migración (p.e., Massey, et
al, 1991; y Ortíz, 1996).
Hasta ahora, y salvo excepciones, la migración en América Latina ha sido estudiada
siempre en función de otros temas e inquietudes, llámense procesos de industrialización y
urbanización, procesos políticos y persecuciones o procesos culturales de grupos indígenas.
Entre esas excepciones cabe destacar el esfuerzo dedicado a las migraciones temporales
(PISPAL/CIUDAD/CENEP,1986), sobre todo en sudamérica, a las de mexicanos a los
EUA realizadas por Gamio (Cf. Durand, 1991 y 1994), en la primera mitad del siglo, y por
diversos autores del Colef, (p.e., De la O, 1993 y Velasco, 1990 y 1995) desde los años
ochenta, y las que esporádicamente se han orientado a la descripción de las redes sociales
involucradas en algunas migraciones europeas al cono sur (p.e., Armuz, 1992 y Argiroffo y
Etcharry, 1992).
Ahora bien, lo anterior se da en un contexto en el que, en los medios académicos
europeos y americanos, en general, en los últimos años ha habido un muy importante
reavivamiento de las discusiones teóricas, de las propuestas metodológicas y de la
investigación empírica sobre las migraciones, especialmente las internacionales. Desarrollo
que ha estado ligado a la aparición de lo que muchos autores han ubicado como una "nueva
ola migratoria" (Pries, 1997), en el contexto de los nuevos procesos de
globalización/regionalización que han marcado la evolución de las sociedades mundiales en
los últimos lustros. Nueva ola migratoria que tiene como una de sus características
principales la de contener como dominante una forma de migración que, si bien es posible
precisar cuando se inicia, es casi imposible señalar su fin; dado que es más bien de tipo
recurrente, oscilatoria e indeterminada. A la vez que capaz de generar nuevas realidades
sociales que no respetan la estricta división entre los estados nacionales, en tanto que
generan "estructuras sociales reticulares" (Pries, 1997:17), entre los lugares de origen y los
de destino, y que muchos han denominado como transnacionales (Faist, 1995 a y b; Glick
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Shiller, et al, 1992; Goldring, 1992 y 1997 a y b; Smith, 1994 y 1997; Pries, 1997; y Rouse,
1987 y 1991).
Lo anterior se ha dado a partir de la recuperación creativa de propuestas
conceptuales que provienen tanto de la sociología de las inmigraciones2, como de la
sociología económica3; así como de propuestas metodológicas, provenientes a su vez de
diversas tradiciones sociológicas y antropológicas, que coinciden en poner un énfasis
especial en los cortes longitudinales y las visiones dinámicas (Pries,1997), y que realizan
serios esfuerzos para romper con los diques construidos históricamente entre los enfoques
llamados cuantitativos y los llamados cualitativos (Bertaux, 1991; Bertaux y Kholi, 1984;
Dex, 1991; Elder, 1991; Tuirán, 1990). Pero también a partir de desarrollos conceptuales
propios y de gran riqueza, como todos aquellos que tienen que ver con el enfoque
transnacionalista de las migraciones internacionales, que se está convirtiendo rápidamente
en el nuevo mainstream de los estudios migratorios.
Por otro lado, la fusión del enfoque transnacionalista de las migraciones con las
perspectivas de estudio que parten de los cortes longitudinales, basadas en la reconstrucción
de trayectorias y biografías laborales, de individuos en el contexto de unidades familiares,
permite, al tiempo que constituye una importante recuperación de los aportes sociológicos
en el estudio de los mercados de trabajo (ver el artículo de Ludger Pries en este mismo
Tratado), de hecho romper, para efectos metodológicos, con la diferenciación entre las
migraciones internas y las internacionales, sobre todo si se piensa en la existencia de
espacios sociales interregionales que formen parte de los espacios sociales transnacionales
que se constituyen como efecto de la migración.
personas conocidas y confiables que ya habían migrado y que eran capaces de ofrecer no
sólo información, sino incluso apoyo en el traslado y la subsistencia inicial en los lugares de
destino. De esta manera, las redes sociales aparecían como realidades sumamente útiles para
explicar aspectos fundamentales del proceso migratorio, tales como su dinámica
autorreproductiva (ligada a los procesos de causación acumulativa), su relativa autonomía
frente a los elementos de tipo económico que pueden haber estado presentes de manera
importante en su origen, y aun su forma particular de generar espacios sociales que
estructuran hacia su interior canales de comunicación y de intercambios (Boyd, 1989; Faist,
1995b; Fawcett, 1994; y Portes y Börökz, 1989).
Tanta importancia conceden algunos autores al papel desempeñado por este tipo de
redes, que Portes y Börökz (1989: 614) proponen que:
En una apretada síntesis, puede decirse que las relaciones propias de las redes de
relaciones sociales cumplen con las siguientes funciones:
1) proporcionan información acerca de las posibilidades de empleo, de las
modalidades de traslado, de las formas de sobrevivencia cotidiana, de las particularidades de
la vida en el lugar de destino y, en fin, acerca del propio funcionamiento de las redes;
2) ayudan a resistir el costo del proceso (desempleo, traslado, subsistencia,
mantenimiento de la familia, instalación);
3) proporcionan contactos con posibles empleadores;
4) ayudan a hacer tolerable "subjetivamente" el choque cultural con un medio
desconocido y presumiblemente hostil;
5) ayudan a la construcción del imaginario o la representación colectiva capaz
de intervenir en el diseño de estrategias, individuales y colectivas, que ubican la migración
como una alternativa viable dentro de las alternativas ocupacionales; y,.
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Masividad del proceso que tiene directamente que ver con el hecho de que las redes
sociales hacen cada vez más accesible la migración internacional y el empleo en otro país, de
tal forma que las propias unidades familiares pueden hacer que se convierta en "parte de sus
estrategias de sobrevivencia":
una vez que las redes sociales se han desarrollado hasta el punto de que
un empleo en el extranjero está dentro del alcance inmediato, la
migración internacional se convierte en la opción más conveniente para
que las familias pobres puedan aliviar las presiones económicas
causadas por tener un mayor número de dependientes que de
trabajadores (p.14)
tanto afecta a las comunidades de origen, desde los niveles individuales hasta los que tienen
que ver con las estructuras más generales, pasando por las estrategias familiares, en tanto es
incorporada la posibilidad de migrar como un elemento factible y activo en el proceso de
toma decisiones.
Para apuntalar la mencionada autosuficiencia o autodinamismo del proceso
migratorio, intervienen también dos fenómenos complementarios, en los que la existencia de
las redes sociales resulta fundamental. Por un lado, en el estudio se constata que "(...) aun
entre los emigrantes temporales hay un proceso inevitable de establecimiento en el
extranjero"; y, por el otro, que "(...) entre los emigrantes establecidos existe un proceso de
migración de retorno" (Ibid., p.15). Así, los autores concluyen que:
... no importa que tan temporal puede parecer un flujo de migración; el
establecimiento de algunos migrantes dentro de la sociedad que los acoje es
inevitable (...). Estos colonos forman comunidades con gran cohesión en la
sociedad receptora, lo cual fortalece los lazos con las comunidades de
origen, al ofrecer una base firme para el sistema de redes de relaciones
sociales y crear un contexto seguro dentro del cual los emigrantes pueden
llegar, adaptarse e integrarse(...). (Complementariamente), las redes
sociales se mantienen mediante el mismo proceso de emigración y retorno,
en el que los emigrantes recurrentes vuelven con regularidad a casa y los
emigrantes establecidos regresan habitualmente a sus comunidades de
origen. (p. 14-15)
Pero ese proceso de creciente estructuración de las relaciones sociales propias del
proceso migratorio, es precisamente el que llevó a plantear a diversos estudiosos que con las
nuevas migraciones no sólo se generaban redes sociales capaces de pervivir durante largos
periodos, como sustento de una migración autoreproductiva y acumulativamente causada;
sino que a partir de dichas redes y de las prácticas sociales desarrolladas regularmente en
ellas, se estaban empezando a crear unos espacios sociales de carácter transnacional,
dotados de infraestructrura e instituciones propias, en donde los transmigrantes5 tenían la
posibilidad de mantener unidos de manera constante los lugares de origen y destino y de
desarrollar en ellos su proyectos biográfico-laborales6; todo ello en el contexto de marcos
administrativo-legales propios de Estados nacionales diferenciados e inmersos en profundos
procesos de reestructuración7.
Una pregunta fundamental que se plantean quienes están trabajando con estos
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tomado como universos a países y a etnias completas –e, incluso, a la región caribeña como
un todo-, y con esa base han llegado a sus conclusiones sobre el transnacionalismo. Por el
otro, está la que se ha desarrollado en los estudios de diversos procesos migratorios de
mexicanos a los EUA (Buitrago y Villalón, 1997; Besserer, 1997; y Goldring, Massey,
Smith, Pries y asociados, en los trabajos ya citados), y que ubican universos acotados por las
localidades en donde se origina en México el proceso migratorio, les llamen “comunidades”
o no.
c) otro debate importante tiene que ver con las soberanías estatales, frente a estos
procesos que obviamente cuestionan los límites de los estados nacionales y complican el
accionar de las autoridades, debido a la itinerancia de los transmigrantes, a sus instituciones
transnacionales, al funcionamiento transnacional de su infraestructura y a su crítica relación
con las legislaciones y reglamentaciones de los estados involucrados.
d) finalmente, y sin pretender que este recuento sea exhaustivo, es preciso señalar la
observación que hace Gledhill (1997) acerca del peligro que representa considerar como
algo absolutamente nuevo las realidades sociales transnacionales creadas por la migración8.
Para finalizar este apartado, resulta pertinente regresar a la propuesta que se hacía
más arriba, en el sentido de que los elementos principales del enfoque transnacionalista,
abren posibilidades muy interesantes para realizar estudios que integren la migración
internacional con la que ocurre dentro de las fronteras nacionales de los diversos países
involucrados. Lo anterior, a partir de que es posible pensar en la existencia de espacios
sociales interegionales, en los que las redes de relaciones sociales han ido estructurando ese
continum social que permite, precisamente, vincular no sólo a través de los medios de
comunicación y transporte, sino también a través de territorios intermedios, a los espacios
sociales transnacionales que no están vinculados por la contigüidad geográfica.
Puede para esto tomarse el ejemplo de un proceso migratorio muy estudiado, el de
los mixtecos oaxaqueños al estado de California; o bien el menos estudiado de los
salvadoreños y los guatemaltecos con el mismo destino. En estos casos, puede detectarse
que estos espacios interegionales existen, en el primer caso, entre las comunidades de origen
del estado de Oaxaca, Ciudad Nezahualcoyotl (junto al Distrito Federal) y Tijuana, Baja
California. Y, en el segundo, aunque con un carácter de hipótesis creible, por lo pronto,
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entre los pueblos de El Salvador y Guatemala, como origen, y diversas comunidades del
estado de Chiapas, primero, y los puntos que conectan entre sí los espacios interegionales de
los migrantes oaxaqueños, más adelante. Para, en ambos casos, presentarse una integración
de dichos espacios sociales interegionales en el espacio social de carácter transnacional
generado por la migración. Visto así, puede verse a los espacios interegionales como una
dimensión analítica de los espacios transnacionales.
habitantes de países centroamericanos, sobre todo en las décadas de los setenta y los
ochenta, que abandonaron sus patrias para irse a países como México, EU, Venezuela o
Colombia. Y también lo es de los habitantes de otros países caribeños, como Haití (hacia
otras naciones antillanas, o bien hacia EUA o México), la República Dominicana (sobre todo
hacia Puerto Rico y EUA) y Puerto Rico (especialmente hacia los EUA).
Otro tipo de migraciones internacionales que resulta importante en América Latina es
de tipo estacional, tiene propósitos claramente laborales y se presenta sobre todo hacia el
interior de las principales subregiones del subcontinente, como el cono sur, la zona andina, el
norte de Sudamérica, las Antillas, Centroamérica y México; aunque un destino cada vez más
importante lo son los EUA. Así, por ejemplo, se tienen importantes migraciones laborales
estacionales originadas en Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú, hacia Argentina, Chile y
Venezuela; o bien entre Colombia y Venezuela; aunque en este último caso la migración
temporal se combine ampliamente con migraciones mucho más permanentes. Hacia los
EUA, las migraciones temporales más fuertes se originan sobre todo en las Antillas,
Centroamérica y México; pero también desde Colombia y el Ecuador existen
desplazamientos de este tipo. Dentro de la zona del Caribe, por otro lado, se presentan
también flujos migratorios significativos, por ejemplo, de la República Dominicana hacia
Puerto Rico. Hacia Venezuela, sobre todo durante los años del auge petrolero, migraban
temporalmente grupos humanos considerables desde las Antillas y Centroamérica.
Como sucede por lo regular, una vez que se mantienen los mismos flujos migratorios
temporales a través de los años, tienden a establecerse cadenas y redes sociales que los
convierten en permanentes y multicausados, aunque las razones de tipo laboral y económico
que los originaron puedan seguir manteniendo una importancia explicativa relevante. Esto ha
sucedido con las migraciones, en el extremo sur del continente, entre Uruguay y el Paraguay
hacia Argentina; pero también entre el Caribe, por un lado, y los EUA, Venezuela y el
propio Caribe, por el otro. O bien, entre Centroamérica, en muy gran medida, y en menor
medida, entre Argentina, Brasil y Chile, y los EUA. O bien, en el que es el flujo
numéricamente más importante, entre México y los EUA y Canadá. Así como también entre
Colombia y Venezuela, y los EUA; así como entre Perú, Bolivia y Ecuador, como origen, y,
Argentina, Chile y Venezuela, como destino.
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en los estudios realizados a partir de la anterior visión dicotómica, en los que se inspiraron
en la nueva, la migración seguía siendo un fenómeno subordinado, más que un tema que
despertara por sí mismo el interés de los investigadores.
Hubo, sin embargo, notables avances y aportes de estos trabajos para el estudio de
los mercados de trabajo y las migraciones, que han sido ampliamente ponderados por
diversos especialistas (De la Garza, Zapata y Carrillo, 1993; Escobar, 1993; Pries, 1993). En
este lugar vale la pena centrar la atención en un aporte central, que es el que se refiere a
cambiar la visión estática y de corte transversal de los fenómenos ocupacionales, por otra
que introduce tanto la “movilidad espacial de las personas”, para citar la formulación clásica
de Tonnies de la migración, como la dimensión temporal de diversa duraciones, a través de
conceptos como el de cohorte, que permiten asumir una visión dinámica de los procesos,
vistos ahora de manera longitudinal, en el tiempo. Estos estudios son, de hecho, el
antecedente inmediato de las propuestas metodológicas que parten de la reconstrucción de
las trayectorias laborales de las personas, para el estudio de los procesos de estructuración
social, no sólo de los mercados de trabajo (incluyendo la dimensión migratoria), sino de la
sociedad de clases en su conjunto (Escobar, 1997).
En esta última línea, se han desarrollado, sobre todo en Colombia y en México, a
partir de mediados de los años ochenta, muy importantes estudios de mercados de trabajo 12,
que, por un lado, buscan explícitamente generar una visión específicamente sociológica, a
partir de la reconstrucción espacio-temporal de los procesos de estructuración social
involucrados en los mecanismos relacionados con el empleo de las personas, basadas sobre
todo en las trayectorias y las biografías laborales. Como este campo es ampliamente tratado
por Ludger Pries en otro capítulo de esta misma obra, aquí quiere sólo destacarse que estos
estudios representan, de hecho, un punto de partida fundamental para la propuesta de
proyectos de investigación específicos sobre migraciones, desde el punto de vista de la
Sociología del Trabajo. Lo anterior, por supuesto, en conjunción con una recuperación de lo
que se ha señalado anteriormente que es la mayor aportación reciente de los estudios
migratorios, y que es el enfoque transnacionalista.
Aparte de los estudios sociodemográficos, el temas de la migración ha estado
presente de manera importante en estudios de tipo histórico (o, más bien, historiográfico) y
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en los estudios antropológicos (de corte sobre todo etnográfico). Otro campo de estudio
muy desarrollado, pero de difícil ubicación disciplinar, es el dedicado a la denuncia de las
violaciones a los derechos humanos de los migrantes y a su defensa. Junto con los
anteriores, es también posible ubicar la presencia de otros enfoques, tales como los
económicos (sobre todo ligados al estudio de los mercados de trabajo, desde perspectivas
neoclásicas), legales (referidos a los marcos político-legales que norman los flujos
migratorios internacionales), políticos (particularmente relacionados con la migraciones
forzosas y los exilios) y psicológico-sociales (especialmente en los casos de migrantes
forzados y de exmigrantes que retornan).
En lo que se refiere a los marcos y canales institucionales, es preciso señalar que el
estudio de las migraciones en América Latina ha contado con muy reducidos espacios
académicos propios, tanto en los centros de investigación especializados de Ciencias
Sociales, como en las publicaciones correspondientes. De hecho, sólo existen dos
publicaciones periódicas dedicadas exclusivamente a este campo. Una es la revista Estudios
Migratorios Latinoamericanos, que con una periodicidad cuatrimestral publica desde el
mes de diciembre de 1985 el Centro de Estudios Migratorios Latinoamericanos (CEMLA),
de Buenos Aires, Argentina. Esta revista prioriza los trabajos de corte histórico (de
preferencia historiográfico), aunque pueden encontrarse estudios de sociología y economía
históricas) de los países del cono sur (Argentina, Brasil, Chile, Uruguay y Paraguay). Sólo
marginalmente dedican su atención al resto de Latinoamérica.
La otra es la Revista del CIM sobre Migraciones en América Latina, sin duda la
publicación más importante, que publica desde el mes de noviembre de 1982, tres veces por
año, el Centro de Información sobre Migraciones en América Latina (CIMAL), con sede en
Santiago de Chile, del Comité Intergubernamental para las Migraciones (CIM). Clasificados
por tema, autor y país, se publican los abstracts de todos los trabajos que se publican en el
mundo sobre los diversos tipos de flujos migratorios relacionados con América Latina. En
1997 se ha llegado al volumen anual número 15 y tiene ya en su banco de datos, disponible
libremente para cualquier investigador, un total de más de 9,000 registros. Además, desde
inicios de los años noventa, empezó a incluir en cada número artículos científicos, así como
avances de investigación especializados. Por último, esta revista mantiene a sus lectores
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VARIOS AUTORES(1980). Estado, estructura agraria y población. El caso de Brasil, PISPAL/ Terra
Nova, 312 pp.
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NOTAS
1 Existe sí, una importante tradición de estudios sociodemográficos, ligados especialmente a los procesos de
migración interna que se presentaron, destacadamente en Argentina, Brasil y Máxico, durante los procesos de
industrialización y urbanización de los años cuarenta a setenta. A esta tradición pertenecen trabajos como los
de, Balán (1973 y 1981ª), Balán , Browning y Jelin (1973), (CLACSO 1972, 1973, 1974, 1977, 1980 y
1982), De Oliveira y Stern (1972), García, Muñoz y De Oliveira (1978 y 1979).
2
Sobre todo, los que tienen que ver con las influencias mutuas entre el centro y la perifieria y los
desbalances estructurales, con los diversos modos de incorporación de la naciones a la sociedad internacional,
con la existencia de grupos mediadores y enclaves étnicos, y con los límites de la economía formal (Cf. Portes,
1995).
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Muy especialmente, la llamada orientación social de la acción económica, y el embeddedness social
de las actividades y las transacciones económicas, las redes y el capital sociales y los efectos y las causaciones
de tipo acumulativo y de tipo no intencional (Cf. Grannovveter, 1973 y 1985).
4
Esto puede constatarse en los principales "estados del arte" elaborados en esos años, como los de Boyd, 1989; Cadwallader 1992;
Portes y Börökz, 1989; y Simmons, 1991.
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Cf. Glick Shiller, et al, 1992. Los transmigrantes son aquellos migrantes que con sus prácticas dan
vida a campos sociales que integran sus lugares de origen y destino, pese a la no contigüidad geográfica: "...a
new kind of migrating peopulation...composed of those whose networks, activities and patterns of life
encompass both their host and home societies. Their lives cut across national boundaries and bring two
societies into a single social field...Transmigrants take actions, make decitions, and feel concerns whitin social
networks that connect them to two or more societies simultaneously" (p1-2)
6
Pries (1995) propone este concepto para dar cuenta de “todas las ideas de ‘normalidad’ y las prácticas
y los planes que tengan que ver con el trabajo y el empleo”
7
Esta síntesis de los elementos que componen los espacios sociales transnacionales ha sido propuesta
por Pries (1997), en el marco de un proyecto colectivo, en el que participan también Fernando Herrera y Saúl
Macías, que estudia la transmigración entre los estados de Puebla y Tlaxcala, en México, y los de Nueva York y
Nueva Jersey, en los EEUU.
8
Este autor recurre al ejemplo de las migraciones chinas al continente americano -muy especialmente, a
los EUA-, para argumentar que su existencia puede rastrearse hasta al siglo pasado. En todo caso, parece que el
enfoque transnacionalista tendrá que realizar también investigaciones dentro de la sociología histórica para
acercarse a una respuesta satisfactoria.
9
La información básica para este apartado ha sido elaborada a partir de los registros de la Revista del
CIM sobre Migraciones en América Latina, a la que se hará una amplia referencia adelante. Una visión
sintética de estos tipos de migración puede encontrarse en Castillo, 1995.
10
...Se fue a volver (PISPAL/CIUDAD/CENEP, 1986) es el título sumamente elocuente de la
publicación que mejor ha dado cuenta de este fenómeno.
11
Nuevamente, los registros de la Revista del CIM sobre Migraciones en América Latina son la
fuente fundamental de este apartado.
12
Sobre todo los ya citados de Dombois, Escobar y Pries
13
Es de hecho en los estudios que se hacen sobre las migraciones de esta región hacia los EUA, en
donde se empieza a desarrollar la propuesta del enfoque transnacionalista, sobre todo en trabajos como los de
Nina Glick Shiller, et al. (1992)