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Mesa 1: Problemas conceptuales y metodológicos de la Historia y la Memoria del

pasado reciente

Coordinadores y relatores: Florencia Levín, Roberto Pittaluga, Débora D´Antonio,


Hernán Sorgentini y Mauricio Chama.

González Leegstra, Cintia (CISH – IDIHCS – UNLP / CONICET) Héroes y/o víctimas.
La figura de los ex combatientes de la guerra de Malvinas.
Hernando, María Gabriela (FaHCE -UNLP) Aportes y problemas en la reconstrucción de
trayectorias académico-profesionales.
Jensen, Silvina (UNS / CONICET) y María Lorena Montero (UNS) El itinerario de los
“papeles” de las cárceles del Servicio Penitenciario Bonaerense desde la dictadura hasta
hoy.
Palacios, Cecilia (UBA / CONICET) Memoria colectiva, memoria agónica.
Héroes y/o víctimas. La figura de los ex combatientes de la guerra de Malvinas

Cintia González Leegstra

Pertenencia institucional: CISH-IDIHCS-UNLP/CONICET

Términos claves: héroe - víctima - Malvinas

Introducción

Desde la culminación del conflicto bélico en el Atlántico Sur -14 de junio de 1982- han
surgido distintas construcciones de sentido en relación a la guerra de Malvinas. En términos
sintéticos, podríamos afirmar que se trató de una confrontación cuya finalidad –la
recuperación de las islas usurpadas por los ingleses 150 años atrás- era compartida por la
gran mayoría de la población, fuertemente nacionalista y que, generación tras generación,
aprendió a reivindicar los derechos argentinos sobre ese territorio, básicamente a través del
dispositivo escolar (Rosetti, 2010; Lorenz, 2007). A su vez, fue una guerra decidida y
conducida por un gobierno militar que en los años previos fue responsable de la
desaparición de miles de personas, acusadas de subversión (Guber, 2001; Romero, 2002).

Ha habido desde entonces y continúan produciéndose fuertes disputas por los relatos sobre
lo sucedido. En el marco de esas diferentes narrativas, diversos hombres han sido y son hoy
reivindicados por distintos actores como “héroes de Malvinas”: muertos en combate,
sobrevivientes que realizaron acciones heroicas, militares represores, conscriptos, entre
otros. También se ha cuestionado la heroicidad de algunos de ellos, e incluso algunos ex
combatientes –nucleados en el Centro de Ex Combatientes Islas Malvinas (CECIM), de La
Plata- comenzaron a denominarse “antihéroes”. En este trabajo, indagaré en la complejidad
que supone la noción de “héroe” de Malvinas y en las relaciones entre esta categoría y la
noción de “víctima”.

Vivos o muertos

En primer lugar, debemos preguntarnos qué significa ser un héroe. Según la Real Academia
Española, el heroísmo se define por ser un “esfuerzo eminente de la voluntad hecho con
abnegación, que lleva al hombre a realizar actos extraordinarios en servicio de Dios, del
prójimo o de la patria” 1. Así, para cumplir con esta definición no es necesario que el héroe
muera en el acto. Pratesi, por su parte, define al héroe como “el sujeto que encarna las
virtudes de un pueblo, la entidad que asegura la trascendencia del grupo, la victoria de la
voluntad colectiva, por lo tanto son los personajes a los que se rinde tributo por su aporte a
la identidad social” (2007: 2). Esta definición tampoco incluye como requisito la muerte de
la persona heroica.

Sin embargo, existe en nuestra cultura un fuerte culto a los muertos, que realza las
condiciones morales de los mismos. Así sucede, por ejemplo, con los próceres, cuyas
muertes se conmemoran como “pasajes a la inmortalidad”2. Federico Lorenz describe el
culto a los muertos en los estados republicanos de la siguiente manera:

Los estados republicanos deben reemplazar la noción de “gloria” militar por la de


“sacrificio”, como una forma de ejercer la función pedagógica que el culto
republicano a los muertos cumple en la conformación de las naciones. La muerte en
batalla es la máxima entrega en la defensa de los valores patrios, pero al mismo
tiempo constituye un ejercicio de los derechos cívicos. De este modo se le da un
sentido colectivo a las muertes, y al mismo tiempo se ofrecen vías para la
elaboración del duelo individual. En este esquema, los soldados-ciudadanos mueren
en defensa de una comunidad que a la vez los toma como modelos (2006: 188).

Por su parte Santiago Álvarez ve en la muerte violenta y altruista el nacimiento de un


“héroe” –o “mártir”-: “uma morte violenta, quando é considerada altruísta, pode elevar uma
Pessoa à categoria de herói ou mártir, cuja memória será honrada pela comunidade” (2001:
18).

A partir de estas consideraciones previas, podemos retomar la pregunta sobre el caso


argentino. ¿Quiénes son los héroes de Malvinas? ¿Aquellos hombres que realizaron actos
extraordinarios en nombre de la patria? ¿Los soldados-ciudadanos que murieron

1
www.rae.es Consultado en fecha 23-05-12.
2
Asimismo cabe destacar que se recuerda a los próceres el día de su muerte, no el de su nacimiento, aun en
los casos en que murieron de causas naturales.
defendiendo los valores patrios? ¿Aquellas personas cuyas muertes violentas y altruistas en
la guerra son honradas por la comunidad argentina?

En 1998, el Estado argentino sancionó la ley 24.950, que declara “héroes nacionales” a “los
combatientes argentinos fallecidos durante la guerra de Malvinas, en el año 1982, en
defensa de la soberanía nacional sobre las islas del Atlántico Sur” 3. En el artículo dos,
incluye un listado con los nombres de los 649 fallecidos. Sin embargo, esta ley promulgada
durante el gobierno de Menem no necesariamente expresa un consenso acerca de los límites
de la categoría. Antes y después de su sanción, diversos sectores sociales han propuesto
“listados” alternativos de héroes: por un lado, algunos actores han propuesto sumar a
aquellos hombres que combatieron en las islas y sobrevivieron al conflicto; por el otro,
otros sectores han cuestionado la heroicidad de algunos de las personas incluidas en la
nómina del artículo dos de la ley antes mencionada.

Civiles o militares

En relación a la inclusión de personas vivas en el conjunto de “héroes” de Malvinas es


preciso referir a los sucesos de Pascua de 1987. Para ello, debemos hacer historia
remontándonos unos años más atrás. Al regreso de los soldados al continente, comenzó un
proceso que ha sido denominado “desmalvinización”. Dado que la estrepitosa derrota
golpeaba la imagen del gobierno, la Junta militar buscó ocultar a los ex combatientes,
acallar sus relatos, evitar los homenajes. Durante el comienzo del gobierno de Alfonsín,
esta política continuó. Sin embargo, hubo un punto de inflexión cuando se produjo el
alzamiento militar de Semana Santa de 19874.

Cuando el entonces presidente Raúl Alfonsín volvió de Campo de Mayo –donde se


encontraban amotinados los militares sublevados y adonde se dirigió el primer mandatario a
negociar la rendición- y pronunció el famoso discurso en Plaza de Mayo, se refirió a los
sediciosos como “héroes de Malvinas”. Específicamente, afirmó lo siguiente: “Se trata de
3
http://secretjurid.www5.50megs.com/leyes/lysvarias/24950.htm Consultado en fecha 23-05-12.
4
Se trata del primer alzamiento de militares contra el gobierno de Alfonsín, en demanda de finalización de los
juicios a miembros de las Fuerzas Armadas por delitos cometidos durante la represión clandestina del período
1976-1983.
un conjunto de hombres, algunos de ellos héroes de la guerra de Malvinas, que tomaron
esta posición equivocada y reiteraron que su intención no era provocar un golpe de Estado”
(citado en Guber, 2001: 135). Probablemente el presidente buscaba limpiar la imagen de los
militares, para que la conciliación no apareciera como un acto vergonzoso. Al respecto,
Rosana Guber plantea el problema implícito en las palabras de Alfonsín:

¿Cómo convertir, repentinamente, a esos militares en héroes justamente cuando el


punto de conflicto eran crímenes de lesa humanidad? Por eso las palabras de Alfonsín
encerraban dos dilemas de difícil superación: uno era cómo someter a juicio por
tortura, desaparición y muerte de otros argentinos a estos héroes de la Nación; el otro
era calificar de “héroes” a los rebeldes uniformados, sin aludir a los civiles que también
habían participado en el teatro de operaciones y que ahora respaldaban la
democracia: los “ex combatientes” (2001: 141).

El primer dilema será retomado más adelante, al tratar el cuestionamiento a las figuras
ambiguas de los héroes-represores/torturadores. En relación al segundo dilema, debemos
referirnos a la tensión entre militares y civiles, es decir, entre quienes fueron a la guerra
como parte de su profesión/vocación y quienes debieron hacerlo como parte de una
obligación ciudadana. Volviendo al discurso de Alfonsín, si los militares de carrera eran
considerados héroes de Malvinas, más aun debían serlo los ex conscriptos que lucharon por
la patria cumpliendo su deber cívico. Como afirma Pratesi,

mientras los caídos en Malvinas son los héroes protagonistas de las ceremonias
conmemorativas, y sus nombres son impuestos a calles y plazas de sus pueblos, los
ex combatientes sobrevivientes son, héroes y a la vez víctimas tanto del enemigo
victorioso como de la conducción argentina (2007: 116).

No obstante, algunos ex soldados y algunos familiares de muertos en Malvinas se rehúsan a


utilizar la categoría de víctimas. En la tesis de Laura Panizo (2011), encontramos una
entrevista a una familiar de un muerto en la guerra que sostiene que los soldados argentinos
“no son víctimas, son doblemente héroes, porque encima de que estaban esperando al
enemigo, convivían con el enemigo al lado, yo no los llamaría víctimas, los llamaría
doblemente héroes” (129). Si los soldados argentinos son doblemente héroes, entonces hay
grados de heroicidad, actores que compiten entre sí para ingresar dentro de la categoría.

Y si hay grados mayores de heroicidad en unos casos, hay grados menores en otros. O
nulos. Me refiero al cuestionamiento a la heroicidad de aquellos militares que fueron
represores en los años previos a la guerra y/o a aquellos que torturaron a sus soldados en
Malvinas. El caso emblemático de héroe-represor es el del capitán Giachino.

Pedro Edgardo Giachino fue oficial de la Armada Argentina desde 1969 hasta 1982, cuando
murió en Malvinas. Durante la represión clandestina de fines de los años setenta, integró
grupos de tareas, siendo partícipe de violaciones a los derechos humanos. El 2 de abril de
1982, día de la Operación Rosario con la cual comenzaba la “recuperación” de las islas
Malvinas en Port Stanley, el capitán es herido 5 y muere, constituyéndose en el primer
muerto del conflicto.

Como ya afirmamos, Giachino representa una figura ambigua. Por un lado, es considerado
un “héroe de Malvinas”. Por el otro, representa una cara del ejercicio del terrorismo de
Estado. En principio, mediante la ley de 1998 el oficial es declarado, junto a los otros 648
muertos, “héroe nacional”. Asimismo podemos constatar que en la página web de la
Armada Argentina aparece como “héroe naval”6. Sin embargo, las agencias estatales
(Soprano, 2007) oscilan en el reconocimiento de Giachino. Por poner un ejemplo, en 2011
se produjo un conflicto en el cual el Concejo Deliberante de la ciudad de Mar del Plata
debió resolver acerca de esta figura. En la sala de sesiones del recinto, se encontraba un
mural con las fotos de los desaparecidos locales y fotos de los “héroes de Malvinas”
marplatenses, entre ellos el cuestionado capitán. Un grupo de familiares de desaparecidos
solicitó a los concejales que retiraran la imagen de este oficial, argumentando que las fotos
de los desaparecidos no podían encontrarse ubicadas en el mismo lugar que la imagen de
uno de los responsables de sus desapariciones. Luego de una ardua discusión, el Concejo
retiró el cuadro7.
5
Existen al menos dos versiones sobre la muerte de Giachino. La primera sostiene que le apuntaron cuando
estaba en el campo y murió con una granada en la mano. La segunda, que entró a la casa del gobernador de
las islas de manera prepotente y lo mataron allí, innecesariamente, como consecuencia de su actitud
provocadora.
6
www.ara.mil.ar/pag.asp?idItem=54 Consultado en fecha 23-05-12.
7
Para un análisis de este conflicto, véase Palmisciano, 2011.
¿Puede Giachino ser un héroe? Antonio Reda, ex combatiente, afirma lo siguiente:

Yo te diría que el que es un asesino o un represor es un represor y en la guerra obró


correctamente. Si vos le llamás al que obró correctamente en la guerra héroe, es un
héroe. Si vos decís que héroe es la persona íntegra y que en la guerra obró
correctamente, éste no es héroe. Es una buena pregunta, habría que ver qué dice la
Real Academia de héroe… ¿Cuál es la definición de héroe? […] El que es asesino, por
más que después haga la heroica es asesino. Un asesino héroe también. No sé. Es
filosófico. (5 de marzo de 2012).

Mario Volpe, ex combatiente y actual presidente del CECIM, sostiene lo siguiente:

Yo desde el principio sostuve que los muertos no eran lo mismo. La muerte no


iguala nada. Lo cual me costó mucha discusión acá [en el CECIM] también. Muchos de
acá opinan que los muertos son los muertos, y yo opino que no. Los muertos no son lo
mismo porque para mí la muerte no tiene una cuestión de… no iguala nada. Vale
más la vida, vale más la historia de esa persona que la muerte. Y a Giachino lo mataron
por una cuestión de su concepción de lo que era la guerra, su concepción hacia el
enemigo interno. Entrar y patear una puerta, si esperaba diez minutos, 2.500
soldados rodeando a setenta, no hacía falta que lo mataran. Pero él cree que entra a un
departamento de estudiantes. Entonces ¿qué tipo de héroe es? Y aparte era Pablo 8 en
la ESMA. Y también podría ser que estaba… lo denuncian en Mar del Plata también 9
(8 de marzo de 2012).

De esta manera, los ex combatientes del CECIM cuestionan el reconocimiento como héroes
a los militares que participaron de la represión clandestina, y también de aquellos que
torturaron soldados en la guerra, mediante prácticas como los estaqueos. Distintos centros
de ex combatientes han iniciado causas contra militares –en general suboficiales- por
estaqueos a conscriptos durante la guerra. En la mayoría de los casos eran “castigos” a
soldados que robaron comida, desesperados por el hambre que pasaban, ya que las Fuerzas
Armadas no garantizaban la alimentación de sus tropas.
8
Pablo era el nombre que usaba Giachino cuando actuaba en la clandestinidad.
9
Giachino ha sido identificado por sobrevivientes como uno de los responsables del centro clandestino de
detención que funcionó en la Base Naval de Mar del Plata.
Para diferenciarse de estos militares, los miembros del CECIM comenzaron a llamarse a sí
mismos “antihéroes”. Desde hace décadas la lista ganadora de las elecciones del Centro se
llama de esta manera. Asimismo su boletín –que fue editado hasta el año 2007- también se
denominaba así. En el número 24 de esta publicación, los miembros del CECIM explican
por qué se llaman Antihéroes:

ANTI: Preposición inseparable que denota oposición o contrariedad.

HÉROE: Entre los antiguos paganos, el que creían nacido de un Dios o de una diosa
y de una persona humana, por lo cual le reputaban más que un hombre y menos que
un Dios /Varón ilustre y famoso por sus hazañas y virtudes/ El que lleva a cabo una
acción heroica.

Si realizamos una interpretación de estos conceptos, ustedes entenderán que no


somos hijos de Dioses, ni hombres ilustres o célebres. Y tampoco consideramos que
el hecho de defender la patria constituya una epopeya que merezca calificarse de
hazaña.

Somos ni más ni menos que hombres. Con todos los problemas cotidianos que sufre
hoy el pueblo argentino; con las mismas tristezas y las mismas pocas alegrías. No
representamos una isla en la sociedad; ser calificados de “héroes” nos desplaza, nos
coloca en un pedestal que implicaría elevarnos por sobre el ciudadano común, por
sobre nuestra propia realidad.

Es cierto que algunos elementos nos diferencian. A los 18 o 19 años empuñamos un


arma. Algunos matamos, tuvimos la incertidumbre de saber si al día siguiente
estaríamos vivos… sentimos miedo, dolor por el compañero muerto, entendimos en
el campo de batalla qué significa la traición.

Somos antihéroes porque nos oponemos a los honores, a esa supuesta "gloria
eterna” encerrada en algún acto vacío de contenido.

Somos Antihéroes porque muchos se olvidaron que los Ex Soldados Combatientes


como hombres, ignoraron los auténticos problemas de post-guerra.
Un Presidente de la Nación se acordó de Malvinas en medio de una rebelión militar
(semana santa del ’87) y pretendió blanquear a los golpistas llamándolos “héroes”.
Muchos de estos falsos “héroes” fueron nuestros jefes en la guerra y cuando
hablamos de traición, tortura a los Soldados, cobardía… nos referimos a ellos.

No podemos aceptar que se sigan glorificando presuntas acciones de combate


soñadas en algún delirio de escritorio, y mientras tanto se olvida que en el llano, en
el seno de la sociedad, los desocupados, los locos, los delincuentes comunes, los
suicidas son cada vez más entre los Ex Soldados Combatientes de Malvinas.

Somos antihéroes de este sistema de cosas: no torturamos, no robamos al pueblo, no


violamos, no secuestramos, no manchamos nuestros uniformes con sangre de
inocentes, no reprimimos, no saqueamos, no censuramos, no mentimos, no
dependemos.

Somos Antihéroes de este sistema de cosas: apostamos por la vida, queremos la


democracia, dimos (damos, daremos) nuestra sangre por la supervivencia de la
solidaridad, el honor, la ética, la moral del Pueblo, recordamos minuto a minuto a
nuestros muertos –los de Malvinas-, los muertos de inundación, los muertos de
palizas y represión, los muertos de alcohol y los de drogas, los muertos de
desaparición…

Amamos la vida y somos pacifistas, hicimos y haremos la guerra para defender el


hecho de que la naturaleza no sea desnaturalizada, que la vida no sea matada, que
los niños tengan su identidad y su historia, que las Madres tengan a sus hijos, que
los trabajadores tengan su trabajo, que los locos su locura, que los estudiantes su
centro, que los estudiantes sus libros, que el hombre su dignidad.

Sabemos que somos Antihéroes

(Boletín oficial del CECIM La Plata – Enero-febrero de 2004 – Págs. 2-3)

En este texto podemos apreciar que los ex combatientes reunidos en el CECIM La Plata no
quieren ser considerados hombres ilustres o célebres, porque llamarlos héroes implica
ponerlos en un pedestal, deshumanizarlos. Pero, ante todo, porque los mismos actores que
los llaman héroes son los mismos que los abandonan como hombres con problemas de post-
guerra –desocupación, alcohol, suicidios-. No queda claro quiénes son esos actores. Podría
ser la sociedad, el gobierno, o ambos. Posteriormente sí un actor adquiere nombre y
apellido: critican a Alfonsín –la conducción de un gobierno- por llamar héroes a golpistas,
es decir, a “falsos héroes”.

Cuando sostienen que son “antihéroes de este sistema de cosas: no torturamos, no robamos
al pueblo…” quieren decir que si en el sistema actual los militares golpistas son héroes,
entonces ellos prefieren no serlo, debido a que no desean compartir categoría con los
torturadores. Quieren, incluso, ser lo contrario: ubicarse no junto a los militares sino con el
“Pueblo”, con las “Madres” –que al ser nombradas con mayúscula pareciera ser una
referencia a las Madres de Plaza de Mayo, sumado al hecho de que posteriormente se
refiere a los desaparecidos-, con la vida, los trabajadores y los estudiantes.

Luego, cuando afirman que recuerdan a los muertos de Malvinas, parecen defenderse de la
posible acusación de no honrar a los caídos. A la vez, cuando suman a los muertos de
Malvinas otra clase de muertos, los muertos por la represión, por el alcohol, por la
desaparición forzada, parecen englobar a todos estos muertos en una implícita categoría de
víctimas. Los muertos de Malvinas, los desaparecidos, los muertos por el alcohol, o por la
represión, son víctimas del sistema, víctimas de la dictadura y de la democracia, víctimas
de la guerra –decidida y conducida por las Fuerzas Armadas golpistas- y de la posguerra –y
sus gobiernos democráticos-.

Ahora bien, más allá de la versión oficial consensuada para la publicación, al entrevistar a
distintos ex combatientes que participan o han participado del CECIM surgen una variedad
de sentidos en relación a la noción de antihéroe. Así, Antonio Reda, quien se encuentra
alejado de la organización por diferencias con la actual conducción, afirma que sin embargo
coincide en la denominación de antihéroes. No obstante, su explicación difiera de la
expuesta en el boletín:

El origen del nombre es demostrar que nosotros ninguno, por lo menos de mi grupo,
ninguno se siente héroe por haber estado donde estuvimos. Más bien somos
víctimas que héroes. Dale el nombre de héroe a aquel que… el que dio todo, todo lo
que puede dar, hoy no está vivo. Entonces dejale el nombre de héroe. Por decisión o por
casualidad le tocó a él. El que quería seguir un poquito más podía (5 de marzo de 2012).

De esta manera, aparece nuevamente la asociación entre muertos y héroes que vimos en el
primer apartado. En la versión de Reda, los ex combatientes son antihéroes porque los
héroes son los muertos, los que dieron todo allá en las islas y por eso hoy no están entre
nosotros.

Otra noción utilizada por el CECIM y otros centros de ex combatientes, potenciada por el
costado jurídico de la misma, es la de víctimas. En lugar de una masa indiferenciada de
héroes de Malvinas, el CECIM encuentra víctimas y victimarios. Los soldados conscriptos
fueron víctimas de los maltratos de oficiales y suboficiales durante la guerra.

La apelación a la categoría de víctimas que realizan algunos ex combatientes es cuestionada


desde diversos ámbitos. Por ejemplo, en una nota publicada en el diario Página 12, Ana
Jaramillo, miembro del Instituto Manuel Dorrego10, pregunta provocadoramente “¿qué
intereses defienden quienes quieren hacer aparecer a los veteranos como víctimas de la
dictadura y no como patriotas que lucharon en una guerra, y a la población en general que
apoyó y apoya los derechos sobre las islas como manipulados e irreflexivos?” (Página 12,
27 de febrero de 2012). La socióloga plantea una falsa dicotomía, ya que se puede ser una
víctima de la dictadura y, a la vez, un patriota que luchó en la guerra.

En la entrevista realizada, Volpe afirmó lo siguiente:

Ella [Jaramillo] reivindica la guerra de alguna forma. O sea, si vos le preguntás


derecho es como que la guerra fue una guerra antiimperialista, y entonces no podés
criticar a los héroes -y nosotros es lo que hacemos cuando decimos que hubo
estaqueamientos y torturas, porque para nosotros fue el mismo plan sistemático de
detenidos-desaparecidos lo que pasó en Malvinas, porque era el mismo Ejército,
para eso estaba Pernías, estaba Rolón, estaba Astiz-, hay que sacar la victimización,

10
El Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego fue creado el
18 de noviembre de 2011. Se encuentra bajo la órbita de la Secretaría de Cultura de la Nación y ha sido
sumamente cuestionado desde la comunidad académica.
porque responde a puros intereses pro-británicos, y entonces la figura de los
héroes… Todos son héroes… (8 de marzo de 2012).

Desde el relato de Volpe, Jaramillo opone la lectura del conflicto en términos de


violaciones a los derechos humanos con la reivindicación nacionalista de la causa
Malvinas, entendiendo toda indagación en los problemas internos de los argentinos como
anti-nacionalismo.

Esta tensión entre el paradigma de los derechos humanos y el nacionalista aparece también
en la tesis de Laura Panizo, cuando analiza las tensiones que surgen entre el CECIM y la
Comisión de Familiares de Caídos en la Guerra de Malvinas e Islas del Atlántico Sur en
relación a la dicotomía héroes-víctimas. La autora narra el enfrentamiento que se provocó
entre las dos organizaciones en el año 2007, cuando el Ministerio de Defensa las convocó
para una muestra sobre Malvinas, y el CECIM expuso un muñeco que simbolizaba a los
soldados estaqueados por sus superiores en las islas. En esa ocasión, la Comisión de
Familiares se retiró del evento, manifestando su repudio al gobierno en una nota en la cual
afirmaban, entre otras cosas, lo siguiente:

Hay una parte de nuestro territorio ocupada por una potencia extranjera. Hay
hombres que cayeron luchando por esta Causa. Son nuestros Héroes. Esto es lo
principal. Esto no puede olvidarse […] los que olvidan estas cosas tienen tantas
dificultades para reconocer a sus Héroes. Porque los que eligen el olvido sólo saben
construir víctimas (citado en Panizo, 2011: 193).

De esta manera, la Comisión de Familiares se ubica en el lugar de guardiana de la memoria


de sus “héroes”. Y esta memoria implica el olvido o el silencio de la condición de víctimas
de muchos de esos “héroes”. Para los familiares de muertos en Malvinas, victimizar a los
caídos en combate supone restarles heroicidad. Y entre estas dos identidades que suponen
excluyentes, optan por la recordación de sus muertos en términos de héroes, no de víctimas.
“Los familiares de Malvinas elevaron la figura del caído en calidad de héroe, como una
forma de separar el conflicto de Malvinas dentro de las acciones cometidas por el gobierno
dictatorial y sus violaciones a los derechos humanos” (Panizo, 2001: 216; la negrita es de la
autora).
Por su parte, al interior del Centro de Veteranos ex Combatientes en las Islas Malvinas
(CEVECIM) de Berisso la categoría de víctima respuestas heterogéneas. El ex combatiente
Jorge Di Pietro lo explica de esta manera:

Algunos asocian víctima con maricón. Pero podés tener honor igual. Ahora decimos
que somos resistencia a la dictadura. Fuimos y somos resistencia de la dictadura.
Éramos civiles que estaban haciendo el servicio militar, otros ya lo habíamos
cumplido y nos convocaron, no éramos profesionales, no comulgábamos con ese
gobierno de facto, esa dictadura nos mandó de forma obligada a la guerra. Pero
peleamos con honor, esto fue y es reconocido por los ingleses (4 de mayo de 2012).

Así, para muchos ex combatientes nucleados en este centro, la idea de víctima supone
poner en cuestión su hombría. Lo cual no supone dejar de reconocer los abusos sufridos en
tanto soldados por parte de oficiales y suboficiales –de hecho el CEVECIM, al igual que el
CECIM, sólo admite como miembros a quienes fueron a la guerra en calidad de
conscriptos, no a miembros de las Fuerzas Armadas-. Así, Alfredo Oyhenart, otro miembro
del centro de Berisso, afirma “el que es héroe es héroe sin dejar de ser víctima de la
situación. Y víctima de un gobierno. Y víctima de los propios ingleses también” (4 de mayo
de 2012).

Reflexiones finales

Federico Lorenz (2007) considera que ha habido tres grandes formas desde las cuales se ha
recordado a los ex combatientes de la guerra de Malvinas: como “héroes” que defendieron
la patria, como “víctimas” de la dictadura y como “luchadores antiimperialistas”. El primer
relato, que se inscribe en el discurso patriótico forjado desde fines del siglo XIX, “permite
diluir la conflictividad política del tema: la patria es un espacio donde los conflictos
internos no tienen lugar, habitado por los puros: los que murieron por ella. Los héroes de
Malvinas, en este marco, son tanto los civiles bajo bandera como los militares de carrera”
(10).
El segundo relato recuerda a los ex combatientes como víctimas de los militares, tanto por
la mala conducción de la guerra como por las torturas que padecieron en el campo de
batalla por parte de sus superiores. Lorenz destaca que la noción de “víctima” surgió
fuertemente en nuestra sociedad con la denuncia de las violaciones a los derechos humanos
cometidas durante los primeros años de la dictadura, es decir, los secuestros, asesinatos y
desapariciones de personas.

Este modelo de joven construido por las denuncias por violaciones a los derechos
humanos fue el arquetipo en el que debieron encajar, a su vez, los ex soldados
retornados a las islas. Pero éstos eran hombres jóvenes que habían estado expuestos
a la violencia y combatido, con las armas en la mano, con el aval de la sociedad que
ahora abominaba de la violencia en todas sus formas (2007: 10-11).

El tercero, que el autor aclara que es el menos vigente en la actualidad 11, nació en
agrupaciones de ex soldados vinculados a la izquierda marxista y peronista.

Se definieron como una generación nacida a partir de la guerra, y a ésta como un


episodio de la lucha anti imperialista de América Latina. Era un doble problema: el
rechazo social a la violencia no dejaba margen ni para la reivindicación bélica ni
para la revolucionaria, ambas asociadas tanto al estado represor como a las
organizaciones guerrilleras, los dos demonios funcionales a una necesidad bifronte:
aquella que apuntaba tanto a satisfacer la necesidad de auto exculpación de la sociedad
como la fundacional de la democracia (2007: 11; la cursiva es del autor).

Ahora bien, ¿cómo se ubican los actores que revisamos en este trabajo en relación a los tres
relatos reseñados? El discurso de Alfonsín de 1987 utiliza la noción de “héroes” en clave
patriótica. La heroificación de los militares sublevados que a su vez lucharon en la guerra
de Malvinas busca generar la unidad de los argentinos, para salir del conflicto que provocó
el alzamiento militar. De la misma manera, la ley de 1998 declara “héroes nacionales” a los
muertos en las islas, ubicándolos dentro del panteón (Lorenz, 2011) de los próceres de la
patria.

11
Cabe recordar que el escrito es de 2007.
Asimismo, según la tesis de Laura Panizo, los familiares de muertos en Malvinas nucleados
en la Comisión

construyeron un marco simbólico de interpretación de lo ocurrido que, haciendo


referencia a la mitología heroica nacional oficial, puso énfasis en la “argentinidad”
como concepto que engloba a una nación unificada por los valores, creencias y
prácticas religiosas católicas que ellos entienden como tradicionales y
características del pueblo argentino (2011: 118; la cursiva es de la autora).

Es de destacar que se trata de una organización con fuertes vínculos con la institución
militar –y sus discursos-.

Desde el campo intelectual, Ana Jaramillo defiende fervientemente la recordación heroica


en clave patriótica de los “veteranos” de guerra. Su utilización del concepto de “veterano”
la acerca al discurso militar, ya que son los oficiales y suboficiales quienes apelan a dicha
denominación, en tanto que los ex conscriptos que buscan alejarse de las Fuerzas Armadas
se autodenominan “ex combatientes” o “ex soldados”.

La categoría de víctimas es sostenida por el CECIM y otros centros de ex combatientes. A


la vez, resulta cuestionada por diferentes actores, tales como la Comisión de Familiares, la
socióloga Jaramillo desde el Instituto Dorrego y algunos ex combatientes del CEVECIM.
Ahora bien, algunos actores se oponen a la “victimización” porque suponen que le quita
heroicidad al desempeño de los soldados argentinos durante la guerra. Otros, en cambio, la
rechazan porque buscan evitar todo cuestionamiento a las Fuerzas Armadas, y hablar de
víctimas supone la existencia de victimarios. En ese sentido, es interesante la “solución”
encontrada por el CEVECIM en tanto colectivo: la noción de “resistentes a la dictadura” los
aleja del discurso heroico en clave patriótica enarbolado por los militares, en tanto que
reincorpora una dimensión activa de los sujetos que ellos entienden como una recuperación
del honor de su desempeño en combate.

Finalmente, ¿qué ocurre con la categoría de “luchadores antiimperialistas? Lorenz afirma


que son las agrupaciones de ex combatientes vinculadas a la izquierda las que, en los años
ochenta, se presentaban apelando a dicha noción. En la actualidad, el CECIM mantiene la
consigna que reza “Volveremos a Malvinas de la mano de América Latina”. Por otra parte,
según Volpe, Jaramillo comparte la reivindicación antiimperialista. No obstante, lo que los
diferencia es la tensión héroes-víctimas. Mientras que el CECIM apela a la noción de
antihéroes y de víctimas, Jaramillo cuestiona la victimización y reclama recuperar la
heroización de los “veteranos”.

Un actor que quedó fuera de este trabajo es el actual gobierno nacional. Como una reflexión
no sistemática podríamos afirmar que oscila entre la reivindicación de los héroes y la de los
luchadores antiimperialistas. La categoría de víctimas, en cambio, parece perder la batalla
por el discurso oficial, en tanto el gobierno ha impulsado, por ejemplo, un monumento a los
héroes de Malvinas –Museo y Memorial Malvinas- en el predio de la ESMA, que incluye
un homenaje a Giachino justamente allí donde este oficial ejerció la represión clandestina
durante los primeros años de la última dictadura.

Asimismo quedará para futuros trabajos la reflexión sobre los distintos posicionamientos de
los intelectuales, que consideramos otro actor central en las disputas por la construcción de
un relato sobre la guerra y acerca de la identidad de quienes participaron de la misma, como
conscriptos y como militares.

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Otras fuentes consultadas

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2007
Aportes y problemas en la reconstrucción de trayectorias académico-profesionales

María Gabriela Hernando

Pertenencia institucional: Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la


UNLP.

Palabras clave: Trayectorias - pedagogos críticos - narrativa testimonial

1. Presentación:
El trabajo se propone comentar un conjunto inicial de problemas de orden teórico-
metodológicos a partir de la investigación que estamos llevando a cabo en el marco de la
tesis de Maestría12. El estudio se titula: “Pedagogos Críticos durante los primeros años de la
década del setenta y en la actualidad. El caso de la Universidad Nacional de La Plata 13”;
encontrándonos en su fase analítica, en el proceso de amasado de los datos. Dentro de esta
etapa estamos efectuando una primera lectura sistemática de los relatos orales de un
conjunto de pedagogos que se caracterizan por formar parte de una generación nacida entre
mediados de los años ’30 y ’40; que optaron por ingresar, entre los años 1957 y 1964, como
estudiantes a la carrera de ciencias de la educación de la UNLP. Una vez graduados, entre
1962 y 1970, se iniciaron como docentes de la carrera, interrumpiendo su actuación a fines
de 1974 a partir de ser limitados en sus cargos. Hecho que les ocasiona el posterior exilio
externo, para algunos, e interno, para otros. Emprendiendo un derrotero profesional y
académico divergente al retorno de la democracia. Otro rasgo que los caracteriza en su
vinculación con un pensamiento educativo crítico comprometido con la transformación de
la sociedad y la educación, más allá de los matices que este enfoque reviste en sus
itinerarios singulares. En tal sentido, la reconstrucción de trayectorias académico-
profesionales, paralelas y parcialmente simultáneas, de estos pedagogos constituye la
preocupación central de la indagación.
En el campo de la investigación en educación nuestro trabajo se inscribe en un enfoque
pedagógico, que se entrecruza con los estudios sobre el pasado reciente y la perspectiva
12
Corresponde a la Maestría en Educación. “Pedagogías Críticas y Problemáticas Socioeducativas”. Facultad
de Filosofía y Letras. UBA.
13
De ahora en más se reemplazará por UNLP.
biográfica. Esto es, nos interesa comprender la problemática focalizada en su complejidad,
analizar lo biográfico, siguiendo a Christine Deleroy-Momberger 14, como una categoría de
experiencia que permite al individuo integrar, estructurar e interpretar situaciones y
acontecimientos vividos en función de su pertenencia socio-histórica y contribuir con la
producción de un saber que recupere, entre otras memorias, la memoria pedagógica.

2. La construcción del objeto. Configuraciones iniciales y reconfiguraciones


actuales:
La situación problemática en la que emerge nuestro objeto-problema parte de una inquietud
profesional ligada a las características que presenta el campo de las ciencias de la
educación15. Forma parte de su debate histórico la discusión acerca de si los saberes sobre
educación deben nombrarse Pedagogía o Teoría de la Educación, si las carreras de
formación universitaria han de denominarse Pedagogía, Ciencia o Ciencias de la
Educación, si los trabajadores en el campo de la educación debemos reconocernos como
pedagogos o cientistas de la educación16. Estos cuestionamientos y disputas han dado lugar
a la existencia de diversos grupos y posiciones al interior del campo que, como expresa
Mariano Palamidessi17, remiten a la dificultad para encontrar códigos comunes de
reconocimiento y producen la construcción de procesos identitarios disímiles. En este
escenario preguntarnos por el enunciado “pedagogos críticos”, como una de las identidades
posibles en la que se reconocen y son reconocidos individuos y/o grupos académicos, nos
llevó a que la configuración inicial de nuestro objeto-problema se organice en torno al
constructo identidad profesional. Esta noción, siguiendo a Florencia Carlino18, refiere a la
identidad común que aglutina a un colectivo de profesionales, producto de un largo proceso
de construcción que comienza desde el momento de elegir pertenecer a dicho colectivo y
acompaña al sujeto en su trayectoria formativa y ocupacional, no sin alteraciones. Su

14
Deleroy-Momberger, C., 2003.
15
Partimos del supuesto, como lo confirman otras investigaciones, que la educación conforma un campo
amplio y heterogéneo; en el cual las ciencias de la educación forma parte de ese campo con sus
singularidades. Siguiendo la sociología de Bourdieu, la noción de campo se constituye en un universo social
de conflicto y competencias por el control de distintas formas de capital. Para este autor “los campos se
presentan como espacios estructurados de posiciones, como el estado de relaciones de fuerza entre los agentes
o las instituciones”. (Díaz, M. 1992:334, 350).
16
Serra, S. 2007: 51.
17
Palamidessi, M, 2007.
18
Carlino, F., 1997:159
constitución conlleva procesos subjetivos e intersubjetivos, un modo de definirse y ser
definidos, situándose entre lo social y lo personal. Avanzado el trabajo empírico esta
preocupación inicial en la constitución de los procesos identitarios se fue desplazando hacia
la noción de trayectoria. La trayectoria como categoría de análisis nos resultó una
especie de "bisagra" entre el constructo identidad profesional y los datos construidos en la
empiria. El término ha sido utilizado en el campo de las ciencias sociales a partir de la obra
de Bourdieu19. Para este autor, la trayectoria es la “serie de posiciones sucesivamente
ocupadas por un mismo agente (o un mismo grupo) en un espacio en sí mismo en
movimiento y sometido a incesantes transformaciones.”20 En tal sentido, subraya la
relación entre los aspectos subjetivos, la experiencia particular del individuo, y los aspectos
objetivos, el campo de fuerzas e interacciones que atraviesan y condicionan su itinerario
biográfico. También señala la dimensión espacial, pues permite trazar la ubicación y el
recorrido que sigue un sujeto en relación a su campo, como también la dimensión temporal,
al definir una serie de posiciones que se asumen en un espacio en continuo movimiento y
transformación21. Por último, “en tanto las trayectorias son diversas es posible preguntarse
por los recorridos de un actor -sus lógicas, sus cambios, etc.- y por aquellos aspectos que
diferencian a los distintos sujetos de un grupo y aquellos en los que se pueden observar
recurrencias, puntos de afinidad”22.
El conjunto de interrogantes que interpelan a nuestro objeto-problema refieren a: ¿cuáles
son los recorridos de formación emprendidos por estos pedagogos?, ¿qué problemas del
campo educativo les interesan?, ¿cuáles son sus marcos teóricos de referencia?, ¿en qué
ámbitos intervienen y qué tipos de prácticas promueven?, ¿cómo inciden el contexto socio-
histórico, el escenario institucional y el debate disciplinar en sus elecciones?, ¿cuáles son
los modos de ser y de estar de estos pedagogos en las instituciones?, ¿qué redes de
relaciones, afinidades y filiaciones disciplinares, epistemológicas, ideológicas y emotivas
han construido y reconstruidos?, ¿qué significados compartidos, o no, construyen en torno a
los sentidos de lo crítico?, ¿qué permanencias (ligazones) y cambios (rupturas) van
sufriendo esos significados a lo largo de su actuación profesional?

19
“La ilusión biográfica”, en Bourdieu, P. (1997), Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción, Barcelona,
Anagrama.
20
Ídem, p. 82.
21
Vezub. V., 2004: 3
22
Cols, E,, (S/D):5
Por otra parte, tratando de dar cuenta de una mirada compleja de dichas trayectorias hemos
decido reconstruirlas teniendo en cuenta distintas dimensiones de análisis que consideramos
que las traman. Hemos delimitado y denominado inicialmente a estas tres dimensiones:
subjetiva, espacio-temporal y disciplinar, posibles de especificar en función de las
asunciones adoptadas para esta indagación.

 Dimensión Subjetiva
El sujeto construye distintos recorridos, discontinuos en ocasiones, no lineales, a partir de
una serie de procesos de selectividad y de múltiples interpelaciones que el campo
profesional ofrece, como también de procesos de subjetivación, modos de definirse y de
socializarse. Así la trayectoria se convierte, en trayectoria singular de formación y de
elecciones académicas y profesionales. En esta investigación nos interesa poder dar cuenta
de los itinerarios biográficos paralelos y simultáneos que protagonizan los sujetos
comprendidos en este estudio.

 Dimensión espacio-temporal:
Si bien las trayectorias son el resultado de las acciones y elecciones que los
sujetos efectúan, estas decisiones son tomadas en ciertos contextos, ante
situaciones particulares y fechadas en el tiempo. En ese sentido, el cruce de temporalidades
propuesto obedece a que los inicios de los años ‘70 fue una época signada por el
crecimiento de una actitud crítica en la que cobra fuerza la vinculación entre pedagogía y
política, y en la que se reactiva un modelo de intelectual comprometido con la
transformación social. Tendencias y experiencias que se debilitaron y quedaron inconclusas
al promediar la década. En el momento actual las cuestiones referentes a las pedagogías
críticas y al pedagogo se vuelven a retomar en el ámbito académico a partir de un uso más
frecuente de estos términos y a la mayor presencia de estas pedagogías en la formación de
profesionales en educación. Por otra parte, las vidas singulares de este grupo de pedagogos
transitan por una institución que mediatiza las particularidades del contexto social amplio
mediante procesos de resignificación en función de su historia, sus tradiciones y las
expresiones de resistencias. El territorio seleccionado para este estudio: la carrera de
ciencias de la educación de la UNLP nos remite a una institución universitaria tradicional 23
en cuyo ideario fundacional, basado en el proyecto de universidad moderna, se aloja como
preocupación la formación pedagógica. En este contexto la carrera de ciencias de la
educación, si bien inicia su desarrollo autónomo en 1959, se crea sobre la base de
antecedentes previos24. Desde sus orígenes, acordamos con Adriana Puiggrós25, la historia
de la carrera es una historia de antagonismos donde distintas tendencias pedagógicas:
positivista, espiritualista, tecnocrática, autoritaria y crítica disputaron y disputan el campo
dando lugar a diferentes propuestas formativas. La existencia de tendencias pedagógicas
críticas y de académicos que representaron y representan este posicionamiento, es la línea
de estudio que este trabajo se propone explorar.

 Dimensión disciplinar:
Las trayectorias también se articulan con la historia de la disciplina académica de
pertenencia como también en las problemáticas y debates epistemológicos que la
configuran. Acordamos con Florencia Carlino26 que el debate epistemológico entre
Pedagogía y Ciencias de la Educación constituye un hito trascendental en la historia del
campo estudiado, que ha dejado huellas muy profundas en su fisonomía y en los
significados asociados al quehacer de sus profesionales. Estos debates han llevado a
distinguir las disciplinas académicas entre aquéllas que producen conocimiento sobre o
acerca de la educación de las que producen en o para27 la educación. En esta última
posición se ubican los académicos que adoptan en el campo una perspectiva de análisis
explicativa desde una de las ciencias de la educación –Historia de la Educación, Sociología

23
La UNLP. es la tercera universidad nacional creada en la Argentina, después de Córdoba y Buenos Aires,
entre los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX.
24
Los primeros antecedentes los encontramos cuando, en 1906, se crea la Sección de Pedagogía, como
sección especial de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales cuyo propósito era la formación de profesores
universitarios, con orientación hacia la formación de alumnos del nivel secundario. De esta Sección
Pedagógica surge la Facultad de Ciencias de la Educación, la primera en el país, iniciativa que es aprobada
por el Consejo Superior de la Universidad en 1913 y convertida en Ley por el Poder Ejecutivo en 1914. Su
objetivo era preparar profesores para la enseñanza secundaria y superior sobre la base de una formación
basada en el método experimental. En 1930, con motivo de la caída del positivismo y la fuerte introducción
de corrientes filosóficas espiritualistas e idealistas, se modifica y amplía la carrera denominándose Filosofía y
Ciencias de la Educación
25
Puigróss, A. 2007:120
26
Carlino, F. op.cit., p.206.
27
Expresiones que utilizan Furlán y Pasillas (1993) retomando a Mialaret y Ardoino y Gimeno Sacristán
(1997) para diferenciar miradas más externalistas de la educación de miradas de carácter más internalistas y
totalizadoras.
de la Educación, etc.- Mientras que, en el segundo caso, se encuentran aquellos que se
vinculan con la Pedagogía y con los saberes específicamente pedagógicos; admitiendo la
imposibilidad de deslindar los aspectos explicativos y normativos en los estudios
educativos. En el caso específico de la Pedagogía ésta ha sufrido, a lo largo de su
desarrollo disciplinar, procesos de debilitamiento y resurgimiento desde tendencias
diversas. Las pedagogías críticas constituyen una perspectiva que ha adquirido el saber
pedagógico, nutriéndose “de diversos discursos y producciones culturales que configuran
un universo plural y complejo.”28 Su heterogénea cartografía incluye lo que algunos
autores, como Daniel Suárez29 denomina la tradición crítica que, aún proviniendo de
campos de saber distintos convergen en considerar, al mismo tiempo, el momento de la
crítica radical de las formas de opresión, dominación y subordinación que estructuran y
reproducen el discurso y las prácticas educativas hegemónicas, y el momento de la
posibilidad para la promoción política y la producción efectiva de experiencias pedagógicas
colectivas alternativas a las dominantes y que disputen su hegemonía. Tradición que
convive junto con una renovación de la postura crítica desde las contribuciones del
pensamiento deconstruccionista que torna problemáticas ciertas premisas y análisis de
dicha tradición.
Si bien, en sentido estricto, las pedagogías críticas emergen en los años ’80 a partir de la
crisis conceptual del modelo de la reproducción social y cultural; en el presente estudio
partimos de la hipótesis que existen relaciones de continuidad y de ruptura entre estas
pedagogías y el movimiento crítico en educación que se gesta en los años ’70. En tal
sentido, adoptamos como punto de partida una concepción amplia de Pedagogías Críticas
que nos permita comprender las vertientes que se fueron configurando en la carrera de
ciencias de la educación platense, en un devenir histórico cargado de diversidad y
recurrencia, de continuidad y desplazamientos.

3. El trabajo en campo y los análisis preliminares:


Las perspectiva teórica-metodológica que orienta el diseño de la investigación es de tipo
cualitativo basado en el “estudio en caso” y en el “enfoque biográfico”. Se procura
interpretar la matriz de significación que los sujetos le otorgan a sus trayectorias
28
Martínez Bonafé, J. 1996:78.
29
Suárez, D. 2008:18.
académico-profesionales a partir de sus relatos de vida; reconociendo los condicionantes
sociales, institucionales y las herencias que median, por parte de los sujetos, la apropiación
de la realidad.
El campo de indagación de la investigación es producto de un muestreo intencional y
progresivo en función de los datos que fueron emergiendo del trabajo de campo y de la
disponibilidad de los sujetos a formar parte de este estudio30.
La reconstrucción de las trayectorias se llevó a cabo mediante la realización de entrevistas
en profundidad, permitiendo preguntar sobre los sentidos particulares que el entrevistado le
asigna a ciertas prácticas, acontecimientos, decisiones, etc. en determinados momentos de
su vida y desde la perspectiva del presente. “El sujeto no recita su vida, reflexiona sobre
ella al mismo tiempo que la comenta” 31. La guía utilizada fue organizada atendiendo a una
serie de ejes en relación a nuestro objeto de estudio con la intención de evocar la menoría
en distintos momentos: a) sus años de formación como estudiante en y durante la carrera en
ciencias de la educación; b) su actuación profesional en la carrera de ciencias de la
educación alrededor de los ’70 y c) su labor profesional al retorno de la democracia y en la
actualidad. A su vez, la entrevista se fragmento en los tramos anteriormente señalados y se
fue reformulando a partir del análisis preliminar que surge de la primera conversación y que
permite preparar los dos encuentros posteriores. En términos generales las sesiones de
entrevistas tienen una variación entre tres y una hora de duración que dependieron de las
condiciones de realización. Esto es, del lugar donde se llevaron a cabo –el hogar de los
entrevistados, su lugar de trabajo o un Café-, los tiempos personales del entrevistado y las
posibilidades de poder contar algunos tramos de su itinerario académico.
Si bien hemos decidido focalizar en los testimonios orales también se cruzan con la
búsqueda y el análisis de otras fuentes documentales para complementar, enriquecer y, en
algún caso, contrastar las narrativas individuales. Entre los documentos consultados y a
consultar se encuentran: programas de estudios, legajos docentes, resoluciones, fotografías,
cartas, revistas académicas aportados por los entrevistados, entre otros.
Hasta el momento hemos entrevistado la totalidad de los casos y estamos llevando a cabo
una primera lectura sistemática de los relatos y un análisis preliminar que consiste en
30
Cabe señalar que inicialmente se contaba con un muestreo de once casos, de los cuáles se circunscribieron a
ocho debido a que parte de los sujetos convocados explicitaron no querer formar parte de la investigación y
otros optaron por omitir una respuesta.
31
Bertaux, D. 1989:16.
reescribir, a partir de la desgrabación de las entrevistas, un nuevo relato narrativo-
descriptivo que contemple los datos de interés para el objeto de estudio. Culminada esta
etapa se tiene previsto una segunda centrada en reconstruir las trayectorias individuales
atendiendo a un criterio diacrónico. Para, luego, pasar a una tercera etapa que permita
triangular las distintas trayectorias a partir de un criterio sincrónico.

4. Trabajo con fuentes orales. Aportes y problemas:


Centrar nuestro estudio en la narrativa testimonial radica en el interés por reconstruir las
historias individuales y colectivas interrumpidas, silenciadas y negadas por gran parte de la
comunidad universitaria; que requieren ser contada desde la subjetividad de los
protagonistas. Desde los primeros bosquejos de la investigación fuimos conscientes de los
recaudas a tomar cuando se trabaja con este tipo de fuentes previendo distintas modalidades
de triangulación: entre fuentes orales y documentales, entre los distintos testimonios y al
interior de los relatos de cada actor con el propósito de producir un conocimiento confiable.
Sin embargo, en el trabajo concreto nos fuimos encontrando con una serie de problemas a
resolver que presentaremos a continuación:

 El paso de la palabra a la lengua escrita


El dato se construye mediante una entrevista que permite preguntar y repreguntar sobre los
sentidos que los entrevistados asignan a los acontecimientos de su vida. Mientras que el
dato se analiza e interpreta mediante su textualización. Este pasaje del lenguaje oral al
escrito genera una distancia con los sentidos iniciales que hay que cuidar para no producir
distorsiones en la interpretación. Si bien se trabajó con los textos desgrabados y con las
notaciones efectuadas por el entrevistador durante la entrevistas también fue necesario
volver sobre el relato oral.

 El nombre propio y las implicaciones del investigador en la historia reciente


El carácter reciente de las temporalidades recortadas para esta indagación hace que los
sujetos estudiados sean participes actuales del campo académico y profesional de las
ciencias de la educación. Esto nos enfrenta ante el problema ético de cómo dar cuenta de
las trayectorias singulares cuidando las identidades de sus protagonistas. Por otra parte,
nosotros –como investigadores- por nuestra pertenencia al mismo campo disciplinario, en
todos los casos, e institucional, en otros, estamos implicados en el objeto estudiado, aunque
pertenezcamos a una generación distante. Esto “nos sitúa en un lugar de interpelación
permanente sobre nuestra propia herencia y matices de formación, sobre nuestras
inscripciones, sobre la naturalización que ya hemos producido en relación con el que hemos
construido como objeto de estudio.”32

 Evocación de la memoria
El hecho de que la reconstrucción de las trayectorias esta sustentada en la memoria nos
remitió a una serie de dificultades. En primer lugar, las “superposiciones de tiempos” en la
construcción del relato. Si bien es habitual en este tipo de metodologías que el entrevistado
pierda el hilo temporal de su relato, no dejó de ser un problema a la hora de realizar las
entrevistas. El haber organizado la conversación en distintos momentos, permitió situar al
entrevistado en un tiempo histórico específico de su trayectoria pero también posibilitó
darnos cuenta que la temporalización que se activaba en la evocación de sus recuerdos
atendía a un criterio distinto del investigador. La mayoría tiende a fundir en un único
bloque y de modo no consciente su época de estudiantes –durante parte de la década del
’60- con sus primeras actuaciones como docentes en la carrera -alrededor de los años ’70-,
marcando una ruptura o quiebre en 1974, año en que son echados de la universidad
platense. De todos modos, cuándo el entrevistador los hace volver al tiempo histórico sobre
el que se desarrolla la conversación o pregunta sobre diferencias entre los años ’60 y los ’70
pueden marcar matices. En segundo lugar, las “posibles lecturas de los silencios” en el
relato. Hasta el momento hemos identificado el silencio como pausa para tratar de recordar
con mayor nitidez, el silencio como nostalgia del tiempo pasado y el silencio como
imposibilidad de decir lo que todavía duele y pesa. En tercer lugar, nos hemos encontrado
con “confusiones”, por ejemplo mencionan cargos que no figuran en sus legajos, pero
también con “olvidos” en el recuerdo de algunos acontecimientos, omiten información que
aparece en otros testimonios y/o otras fuentes.

 La confiabilidad de los datos

32
Coria, A. 2004:245.
Hemos tropezado con tres testimonios que afirman que fueron echados de la carrera durante
la dictadura del general Onganía. Dato que confrontado inicialmente con sus legajos
docentes no se pudo corroborar porque no se observan discontinuidad en sus cargos. En ese
momento la modalidad laboral era por contrato y es posible que haya habido, coincidiendo
con ese período, un lapsus entre el vencimiento del contrato y su renovación. Para
confirmar o desterrar esta hipótesis inicial hemos decidido buscar las resoluciones de
designación docente, como también consultar sesiones de Consejos y diarios locales.
Actualmente nos encontramos en ese proceso. No obstante nos preguntamos: ¿qué sucede
cuándo no se encuentra la fuente documental que confirme lo que el testimonio refiere
como hecho?, ¿todos los acontecimientos quedan documentados en fuentes escritas?, ¿qué
valor le asignamos a la verdad de los sujetos en el relato de los hechos?

5. Palabras finales:
En esta presentación nos propusimos comunicar, a partir de la investigación en curso, una
serie inicial de problemas teórico-metodológicos en la reconstrucción de trayectorias
académico-profesionales que comprende tramos de la historia reciente. Para contextualizar
dichos problemas dimos cuenta de “momentos claves” en el transcurso del estudio
mostrando el enfoque adoptado, las decisiones y sus virajes. Además los hemos agrupados
atendiendo al tipo de dificultad u obstáculo encontrado producto de una primera lectura
sistemática y análisis preliminar de los datos construidos en el trabajo de campo.
Si bien nuestro trabajo se inscribe en una perspectiva pedagógica requiere entrecruzarse
con otros enfoques presentes en el campo de las ciencias sociales. En nuestro caso
apelamos al estudio del pasado cercano para reescribir parte de la historia individual y
colectiva de una pequeña comunidad de pedagogos en la carrera de ciencias de la educación
platense que representa expresiones de luchas y resistencia en el campo pedagógico. A la
vez que acudimos al enfoque biográfico para relatar las historias desde la experiencia
vivida por sus protagonistas. Nos encontramos en un momento de la investigación en las
que nos queda mucho camino por recorrer y problemas por sortear.
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desde la dictadura hasta hoy

Silvina Jensen y María Lorena Montero

Pertenencia institucional: UNS/CONICET y UNS

Palabras clave: cárceles bonaerenses - terrorismo de Estado - fondo documental

Más allá de una renovada agenda de temas y problemas, de la incorporación de


nuevas generaciones de investigadores y de la exploración de otras escalas de análisis
(local, regional, comparado, etc.) que ponen en crisis/tensan/complementan las
explicaciones admitidas para lo nacional-estatal, el indiscutible potencial de la Historia
Reciente en Argentina se ha vinculado en los últimos años a la pesquisa en nuevos acervos
documentales que están contribuyendo, por ejemplo, a profundizar en dimensiones
institucionales y estatales de la violencia y la represión.

De este modo, la lenta pero creciente incorporación de los registros de la actividad


de las fuerzas militares, de seguridad, policiales o de inteligencia en los años setenta, está
permitiendo no sólo complejizar la aproximación a viejos temas –antes abordados
preferentemente desde el rescate de la experiencia, el testimonio y la mirada de las
“víctimas” –, sino que ha descubierto nuevas formas de interrogar parcelas de ese pasado
doloroso y violento, reafirmando, por caso, que la acción punitiva del Estado no sólo
descubría planos coactivos e ideológicos, sino facetas administrativas y burocráticas que no
pueden desdeñarse a la hora de hacer Historia.

El objetivo de esta ponencia33 es reconstruir el itinerario de un conjunto documental


heterogéneo que hoy se encuentra depositado en la Dirección de Protección y Promoción
de la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires en la ciudad de La
Plata, y que en la dictadura formaba parte del registro de la actividad habitual del personal

33
Esta ponencia es el resultado del trabajo realizado en el marco del proyecto de catalogación y digitalización
del fondo documental, financiado por la Universidad Pedagógica Provincial en convenio con la Secretaría de
DDHH de la provincia de Buenos Aires.
que se desempeñaba en diferentes unidades carcelarias dependientes del Servicio
Penitenciario Bonaerense (SPB).34

Este trabajo consta de tres partes. En la primera, reconstruimos las condiciones del
“hallazgo” de la documentación en mayo de 2006 hasta su destino actual en sede de la
Secretaría, intentando detectar peculiaridades con respecto a otros procesos similares de
descubrimiento de “archivos de la represión”35. En la segunda, analizamos la información
que aporta el fondo documental en el contexto del rol desempeñado por el SPB en la
llamada “lucha antisubversiva” en los años setenta. Finalmente, en la tercera parte,
puntualizamos algunos de los usos presentes de los “papeles” en el marco de las luchas por
la Verdad y la Justicia y de las políticas de reconocimiento a los ex presos políticos del
terrorismo de Estado.

1. “Hallazgo” y “secuestro” de los archivos penitenciarios de la etapa dictatorial. Del


registro de la legitimidad burocrática a la expectativa de impunidad.

El 8 de mayo de 2006, Página 12 informaba la “aparición” de “1500 legajos de la


tenebrosa Unidad 9 de La Plata”. El “hallazgo” realizado por la Secretaría de DDHH de la
provincia de Buenos Aires encabezada por Edgardo Binstock, en colaboración con el Jefe
del SPB, Fernando Díaz y el Director de Población Carcelaria, Juan Scatolini 36, fue

34
Recordemos que en 1971 la “Dirección de Establecimientos Penales” pasó a denominarse “Servicio
Correccional de la Provincia de Buenos Aires”. En 1978, volvió a cambiar de nombre y pasó a tomar elde
"Servicio Penitenciario de la Provincia de Buenos Aires". Finalmente, el 22 de mayo de 1997 adoptó la
denominación de "Servicio Penitenciario Bonaerense".
35
Siguiendo a Ludmila da Silva Catela (2002) y a Mariana Nazar (2007) este conjunto documental podría
incluirse dentro de los llamados “archivo de la represión” en tanto registro del accionar burocrático y
represivo “legal” de una institución formalmente constituida, pero en el que se filtran las operaciones de
carácter “ilegal” o clandestinas encaradas desde el Estado y en combinación con otras fuerzas represivas
(FFAA, Policía Federal, otras policías provinciales y servicios de inteligencia o información de diferentes
fuerzas). En cierta medida, podría calificarse al acervo como “archivo de la dictadura”, en tanto registro del
accionar represivo del Estado en sus funciones legalmente establecidas durante la última dictadura militar,
aunque como ya veremos, los términos ad quo y ad quem del fondo exceden ampliamente estas fechas.
36
Militante de la JP y asistente social en la cárcel de Melchor Romero, tras el golpe de Estado de 1976 fue
detenido junto a su esposa e hijo. Pasó primero por un centro clandestino y luego varios años en la UP 9 hasta
obtener un régimen de libertad vigilada. Su doble condición de trabajador del Servicio Correccional y de ex
preso político lo impulsó en democracia al compromiso con la Verdad y la Justicia, aportando su testimonio
primero en el Juicio de la Verdad de La Plata y más tarde a la causa abierta en el Juzgado Federal del Dr.
Blanco contra 17 penitenciarios que se desempeñaron en el circuito La Cacha-UP 9 en los años setenta.
resultado de la búsqueda de “pruebas” para las causas por delitos de lesa humanidad que
comprometían a personal penitenciario involucrado en circuitos represivos que conectaban
centros clandestinos y cárceles legales en el ámbito platense.

La “aparición” de los legajos debe comprenderse entre dos extremos. Por un lado, el
hecho de que la última dictadura aplicó una política sistemática de desaparición de las
huellas de los delitos perpetrados – desaparición forzada de personas y en las postrimerías
del gobierno militar, órdenes expresas de destrucción de los registros de la actuación de las
fuerzas armadas y de seguridad en la “lucha contra la subversión”37 – y, por el otro, la
sucesión –especialmente en la última década – de “descubrimientos” de documentación
originada por el accionar de las fuerzas represivas del Estado durante los años setenta.38

Este “hallazgo” fue, por un lado, parte de una política impulsada por los integrantes
de la Dirección de Protección, conducidos por Carolina Brandana, que venía colaborando
con los procesos judiciales por violaciones a los DDHH durante la última dictadura. Su
intención era sumar “pruebas” para imputar a personal penitenciario que se había
desempeñado en los “pabellones de la muerte” de la UP 9 y en el CCD de “La Cacha”
dentro del circuito Camps39; así como sumar evidencia a la investigación sobre
maternidades clandestinas que instruía el juez Blanco (Página 12, 12/5/2006; 26/12/2006).
Asimismo, ocurrió en un contexto marcado por cierta voluntad de saneamiento del SPB
durante el gobierno de Felipe Solá; aunque fue resultado del accionar individual de algunos
de los integrantes del Servicio que dieron cobertura institucional al “secuestro” de la
documentación y a la apertura de las diferentes unidades penitenciarias en las que, tras el
hallazgo de la UP9, se concretaron similares trabajos de pesquisa.

37
Nos referimos en particular al radiograma del Comando en Jefe del Ejército (23/11/83) que ordenaba la
destrucción de la documentación en poder de las fuerzas armadas y subordinadas sobre su participación en la
“lucha contra la subversión” y en particular, al decreto 2723/83 (19/10/1983) por el que se daban de baja las
constancias de antecedentes relativos a la detención de personas arrestadas a disposición del PEN.
38
Entre los archivos de naturaleza similar al que estamos analizando, podemos mencionar los archivos
dactiloscópicos de la Dirección de Antecedentes de la Policía de la Provincia de Bs. As, el Fondo Documental
del Servicio Penitenciario de la Prov. de Santa Fe (1976-1983), el Archivo del Servicio Penitenciario de
Córdoba (1972-1984); el Archivo General de la Policía de la Prov. de Córdoba; los legajos personales y/o
prontuarios policiales de detenidos políticos de la Jefatura de Policía de La Pampa. Vide. Memoria Abierta
(2011) y Olmo (2002).
39
Cnel. Ramón Camps, jefe de la Policía de la Provincia de Bs. As. durante la última dictadura militar.
Por otro lado, la labor detectivesca y de compromiso con la lucha por la Verdad y la
Justicia chocó con una evidencia: toda la documentación encontrada, lejos de estar oculta,
simplemente apareció “tirada”, cubierta de polvo y/u olvidada en depósitos de cosas viejas
y no como parte de la sección histórica de un archivo administrativo vivo y menos en
lugares especialmente pensados para ocultar las pruebas del accionar sistemático del
Servicio Penitenciario en aquel diseño represivo que combinó legalidad e ilegalidad en los
“años de plomo”.

Ésta, es al menos, la percepción más extendida dentro del equipo que participó en
las primeras “visitas e inspecciones” de las diferentes unidades penitenciarias de la
provincia: UP 9 (5/5), UP 5 Mercedes, UP 3 San Nicolás y UP 2 Sierra Chica UP 7 Azul
(7/5) y UP 4 Villa Floresta, Bahía Blanca (7/5). Cabe señalar que las búsquedas
continuaron y el 10 de mayo y el 2 de junio volvieron a inspeccionar la UP 9; los días 13 y
14, Sierra Chica; el 19 de mayo , 1º de junio y 17 de julio, UP 1 de Olmos y los días 13, 14
y 15 de noviembre, la cárcel de mujeres de Olmos (UP8). En abril de 2007, realizaron un
segundo hallazgo en la UP 4 y a mediados de abril de 2012, fueron localizados en la UP9 y
enviados a la Secretaría de DDHH, otros 63 legajos de ex presos políticos, entre los que
destaca el de Adolfo Pérez Esquivel.

Las condiciones del “hallazgo” son, en sí mismas, un dato que permite preguntarse
sobre las culturas burocráticas40 de las instituciones represivas más allá de las etapas de
excepción o terrorismo estatal, y a la vez por la culturas de impunidad acendradas en estos
aparatos y por los fallidos ensayos de modernización y democratización de la Policía
bonaerense y del Sistema Penitenciario desde 1983 a la actualidad, incluyendo tanto
40
En una charla informal en el Archivo y Museo Penitenciario de La Plata – fundado en 1994 –, A. señalaba
la escasa experticia en conservación existente en las unidades penitenciarias. Si bien, estas instituciones se
caracterizan por su comportamiento burocrático, la política de archivo de cada unidad ha dependido a lo largo
del siglo pasado, más de la buena voluntad del personal asignado a la tarea o a las decisiones de sus máximas
autoridades, que de una política institucional de conservación. Actualmente, el Archivo Histórico reúne toda
la documentación del Sistema Penitenciario Bonaerense, con un total de 600 libros de fichas criminológicas y
material diverso (órdenes del día, partes de contaduría, etc.) desde 1890 hasta 1975. Por falta de espacio
físico, la documentación posterior obra en las dependencias de la Dirección de Asistencia y Tratamiento y en
otras dependencias como la SDDHH. En aras de fomentar una “ideología archivística”, se está impulsando la
creación de repositorios en cada unidad penal a cargo de personas idóneas, se realizan labores de salvataje de
documentación en peligro de conservación (ej. por inundaciones de los espacios penitenciarios) y se está
encarando la ardua tarea de elaborar instrumentos de descripción y clasificación para la posterior
digitalización de los fondos depositados en el Archivo Histórico. Hoy en día se han multiplicado las consultas
de los fondos del Archivo Histórico en virtud de la aplicación de la ley de reparación a las víctimas del Plan
CONINTES (Ley 13.807/08) (Entrevista a A, La Plata, 5/12/2011).
intentos de revertir estilos y orientaciones, como de desnaturalizar prácticas instaladas y
racionalidades asumidas, como la “banalización” de la violencia en su aplicación cotidiana
(Martínez, 2002: 261).

Si bien es cierto que en la UP 9, los papeles “secuestrados” estaban en la Oficina de


Archivo o que, en la UP 4, el depósito o galpón donde se acumulaban hasta el techo
enormes pilas de documentos viejos, podía considerarse oficiaba como tal; las reacciones
del personal penitenciario (tanto directores de penales como subordinados) fueron más bien
de asombro – el mismo que sintieron los funcionarios de la Secretaría –, estupor y hasta
alivio al constatar que no apuntaban a irregularidades de la gestión actual. Si hubo
resistencias, éstas no parecieron estar ligadas de manera prioritaria a la voluntad de olvido e
impunidad presente o retrospectiva. En todo caso, la reacción adversa se vinculaba más a su
experiencia de acusaciones por violaciones a los derechos humanos sobre la población
carcelaria presente y a las denuncias constantes por torturas y apremios ilegales – que las
visitas de organismos como la Comisión Provincial por la Memoria y la Dirección de
Protección y Promoción de la Secretaría de DDHH ponían de manifiesto casi a diario –, que
a la historia dictatorial, que aunque más lejana no dejaba de ser una historia viva.41

El equipo de la Secretaría responsable del “hallazgo” estuvo integrado por casi una
decena de personas, entre abogados, trabajadores sociales, psicólogos y un chofer. La
operación se concentró en el fin de semana del 6 y 7 de Mayo. El impensado “hallazgo” en
la UP 9 de 1849 legajos en cuyas portadas aparecían rótulos como “subversivo”, “detenido
especial” o “terrorista” cambió el rumbo de la pesquisa inicial y obligó a pensar en una

41
No hay que olvidar que las denuncias sobre personal penitenciario o policial en activo vinculado a la
represión dictatorial han sido frecuentes. En Marzo de 2004, el gobernador Solá designó como Secretario de
Información del SPB a un reconocido torturador de la UP 9, que aparecía denunciado en el Nunca Más:
Ramón Fernández, “El Manchado”. Fernández era parte de un grupo de 18 militares, parapoliciales y
penitenciarios que fueron convocados a aportar testimonio en los Juicios por la Verdad que desde 2001 se
desarrollan en La Plata (Página 12, 28/3/2004). El escándalo llegó a dimensiones tales que el gobernador tuvo
que pasar a disponibilidad a 25 penitenciarios e intervenir el Servicio (21/4/2004) en un contexto de
crecientes denuncias por corrupción e irregularidades administrativas que comprometían a la institución. La
intervención del SPB, que no acalló las denuncias de las organizaciones de DDHH, jueces y funcionarios
políticos – no sólo por actividades delictivas desde las cárceles, sino también por torturas y hasta muertes –,
cesó en mayo de 2005 con el nombramiento de un civil: Fernando Díaz. Bajo su gestión, se concretó el
hallazgo del fondo que estamos analizando, pero también se produjeron 32 muertes en un incendio en la UP
28 de Magdalena, hecho que según el periodista Horacio Cecchi fue parte de la misma dinámica de
“violaciones, torturas, asesinatos y corrupción que jalonan las cárceles del SPB” desde la dictadura (Página
12, 19/10/2005).
estrategia de rescate urgente de aquello que pudiera conservarse en otra unidades de la
provincia.

De este modo, las visitas que realizaron el 5 de mayo a la UP 9 y al edificio de


Jefatura en la ciudad de La Plata y cuyo objetivo era localizar legajos de personal
penitenciario que se hubiera desempeñado durante la dictadura, pero también libros de
honor, nombramientos, condecoraciones por participación en la “lucha antisubversiva” y
“libros de buzones” (donde quedaba registrado entrada y salidas al/del penal), fueron
replicadas en todo el interior provincial, hasta alcanzar a recoger varios miles de legajos de
ex presos políticos, pero también historias clínicas, fichas de detenidos y un heterogéneo
conjunto de materiales que describiremos en la segunda parte del trabajo.

Si bien las visitas iniciales a la UP 9 y a Jefatura se hicieron con el aval del Jefe del
SPB42, la sorpresa por la calidad y magnitud del “hallazgo” determinó, por una parte, dar
intervención a la Justicia Federal (en concreto al juez Manuel Blanco)
(http://www.impulsobaires.com.ar/, 13/12/2006); y por la otra, organizar un conjunto de
visitas sorpresa de “secuestro” de documentación y/o “clausura” de los lugares donde se
encontraran legajos de presos políticos de la última dictadura. En este contexto, el director
del SPB consignó a la directora de Protección como depositaria de la documentación
secuestrada en la UP9, quien a su vez, pocos días más tarde, entregó parte de los legajos
hallados a la Justicia. Mecanismo que la Dirección viene repitiendo cada vez que le es
solicitada la documentación que obra en su poder.43

El relato de las visitas a las diferentes unidades es casi coincidente. En primer lugar,
los integrantes del equipo destacan el carácter intempestivo de su arribo, la sorpresa del
Director del Penal, jefes de turno y personal en general, ante el “hallazgo” de

42
En las entrevistas al personal de la Secretaría que participó del hallazgo, surge que la relación fluida entre
Díaz y Brandana, facilitó el acceso a los diferentes penales: “Él llamaba a los directores de los penales y
nosotros entrábamos” (Entrevista a H M, La Plata, 30/9/2011).
43
Recordemos que la Secretaría tiene la guarda de los legajos de presos políticos de la última dictadura militar
de las UP 9 de La Plata y UP 8 de Olmos, fruto del allanamiento ordenado por el Juzgado Federal nº 1 de La
Plata
documentación que parecían desconocer44 o que pensaban jamás sería buscada. Respecto a
la experiencia en Sierra Chica, HM relataba:

“Creo que nunca pensaron que podía entrar nadie a buscar eso. Al punto que los del
Penal se quedaron azorados y hasta prestaron personal para armar el acta. La de
Sierra Chica está en computadora. Hice el acta, firmó el director de la cárcel y el
flaco de la cárcel escribía. Nadie se ocupó de esconder nada.” (Entrevista a H M, La
Plata, 30/9/2011).

En segundo lugar, los funcionarios de la Secretaría insisten en la reticencia y


malestar que generó su presencia, en tanto el personal penitenciario creía que venían a
poner en tela de juicio la administración actual del penal y el tratamiento a los presos. En
tal sentido, constataron su alivio al ver que el interés era otro. Así, el director del penal de
Sierra Chica, vociferaba: “¡Los DDHH me tienen hasta los huevos!” La misma funcionaria
de DDHH que refería estos dichos, explicaba:

“El jefe de Sierra Chica me tiraba cosas, gritaba, pero yo le decía: “¡No es con vos!”
y que tenía que ver con cosas viejas. Y entonces me trajo el legajo del “Ángel de la
Muerte”, de Robledo Puch. Me decía que revisara, que no faltaba nada, creía que
buscaba fallas administrativas” (Entrevista a H M).

De hecho, poco más tarde, vivieron un sorprendente cambio de actitud, cuando el


personal del penal les ofreció un refrigerio al ver que la jornada se extendía y mientras
llevaban acumulados cerca de 800 legajos de ex presos políticos: “Querían despegarse, no
sabían que eso estaba ahí” (Entrevista a H M).

Similares impresiones relata otro funcionario que visitó la UP 4 de Bahía Blanca. GI


explica que mientras por cada secuestro se cumplimentaba un acta firmada por las

44
De hecho, en la UP 1 de Olmos se encontraron actas de incineración, algunas de la etapa dictatorial (1978,
1979, 1981 y 1982) y otras más recientes (1989). Como explicaba una de las integrantes del equipo que
participó del “secuestro” de los legajos, allí había quedado un “personaje fuerte del SPB, (Julio) Barroso”. Si
bien las órdenes de destrucción de la documentación existieron, como explicaba CA, la “cultura burocrática
del SP” obró a favor de la conservación y sólo individuos como Barroso – figura clave del CCD de La Cacha
del circuito Camps – se “animaron” a la incineración. Esto podría explicar de alguna manera el asombro y la
consternación ante el “hallazgo”.
autoridades del penal y de la Secretaría, nunca enfrentaron “problemas” para llevarse la
documentación (Entrevista La Plata, 30/9/2011).

RP, que visitó la UP 9, resume así la ambigua recepción, mezcla de colaboración y


resistencia, del intento de “despegarse” del pasado y a la vez, quitar luz sobre posibles
irregularidades en el presente:

“Sabían a que íbamos y respondían. También se ponían mal si no encontrábamos


nada porque pensaban que si no encontrábamos era porque nos estaban ocultando.
Normalmente los directores de los penales habían hecho escuela durante la
dictadura y nos querían demostrar que ellos no estaban involucrados en nada. Los
que habían actuado durante la dictadura ya no estaban y se habían ido con todos los
honores” (Entrevista La Plata, 30/9/2011).

Tercero, los integrantes del equipo de pesquisa describen de forma similar las
características de los espacios donde fue hallada la documentación y las condiciones de
conservación. Según relatan, tanto en las unidades históricas45 (San Nicolás, Mercedes)
como en las platenses, el “hallazgo” no fue sencillo, no por las resistencias concretas del
personal penitenciario, sino por las condiciones y espacios en los que se encontraba la
documentación: a veces en altura, otras en depósitos o lugares poco transitados, fuera de
uso o exteriores, pocas veces en la sección archivo y en esos casos, en porciones
inoperantes del mismo y siempre sin un orden o lógica externa visible. Situación que ha
dejado en la Secretaría la sensación de que “puede haber mucho más” (RP, entrevista La
Plata, 30/9/2011). En ese sentido, GI, describe el panorama que encontraron en Villa
Floresta:

“Nosotros fuimos a Bahía Blanca dos veces, ese fin de semana (7/5) y volvimos
porque los legajos estaban en un galpón, taller, hasta el techo, apilados. Estaba todo
el archivo de la cárcel, algo muy viejo hasta épocas más recientes. Legajos de la
dictadura no encontramos porque no los pudimos buscar. Había que subirse, bajar,
revolver. Sí encontramos libros de entrada y salida de la unidad, constancias de
comunicación entre el Ejército y la Unidad Penitenciaria. Hay libros, informes, pero
no encontramos legajos. Sí encontramos fichas. Los presos tienen ficha y legajos.
Había mucho polvo, caca de rata […]

45
Inauguradas en 1877, lo mismo que la de Dolores (Caimari, 2004).
Deberían buscarse los legajos. Es un galpón al lado del taller. Luego de buscar, al
galpón lo clausuramos. Para mí, si no han movido nada, los legajos siguen allí […]
Había pilas de papel hasta el techo. Hicimos una búsqueda por fechas, pero no había
orden. Me trepaba por las pilas de legajos, las tiraba al suelo y una vez que bajaba el
polvo, otra vez, bajar y ver qué había” (Entrevista La Plata, 30/9/2011)

Si Floresta fue la experiencia extrema por el volumen de la documentación y el


grado de descuido en que la encontraron, en Olmos la situación no era mejor: “En la 1, el
archivo daba miedo, techos altísimos, sin orden” (CA). Lo mismo se repitió en Sierra
Chica. Así lo recuerda HM:

“Me metí en un lugar separado, tipo pagoda y ahí entré sola. Mandé al chofer a
dormir. Con M encontramos una pila chica de legajos. Creo que estaban por orden
alfabético y no encontré nada de 1976, 1977 y por ahí encontré unos paquetitos,
bien armados, con hilo y con un papel con letra carátula (B, C, faltaba A y M)
Parecía un lugar no muy organizado, no tipo archivo, sino más bien como un
depósito. Hoy existe el registro de internos, con el registro de entrada y salida y
nombre de presos. Esto era un depósito donde se acumulaban cosas en vez de
destruirlas. En todo el piso había pilas de papeles. En Sierra Chica destacaban los
paquetes de un empleado prolijo que los podía haber armado […] En los paquetes
estaba todo lo de la dictadura, caratulados con iniciales. En el resto del depósito,
había algo cronológicamente, pero en general desordenado. Los de Sierra Chica son
legajos muy prolijos. Tienen papel madera, hay subrayado, no faltan papeles. Se
dice que tal papel es copia. Son los más prolijos, lo mismo los de la UP8, no los de
la UP 9” (Entrevista La Plata, 30/9/2011).

En cuarto lugar, los funcionarios de la Secretaría reconocen la prisa por ejecutar una
búsqueda que no siguió ninguna lógica fuera de la de recoger todo aquello que
correspondiera al período 1976-1983 u “oliera a dictadura”. No se trató de una misión
archivística, sino de búsqueda de “pruebas” para la Justicia. Fue, sin duda, y siguiendo a
Elizabeth Jelin (2002: 9), un emprendimiento que “en una primera etapa y de manera muy
pragmática (tendió) a la recuperación de información para resolver casos individuales y
llevar adelante las denuncias colectivas”. En tal sentido, fueron separados los materiales de
interés, haciendo caso omiso a la integridad del fondo, porque se estaba realizando una
operación similar a un “salvataje arqueológico”.46

Como afirmaba otra funcionaria de la Secretaría: “la lógica era para la causa (La
Cacha-UP9) y el criterio general fue 1976-1983” (Entrevista a CA, La Plata, 30/9/2011). Lo
mismo señalaba para el “hallazgo” en la UP 9: “la búsqueda era por época en un lugar
donde no era posible determinar un orden”. Justamente, la forma en que se recogió la
documentación, en alguna medida, también es deudora del estado y la forma de
conservación de unos materiales que, en su momento, habían sido parte del archivo
administrativo de los diferentes penales. CA recuerda su vista a la UP 9:

“Había sellos que decía “subversivo”. No había que ser muy perspicaz. Había
alguno que decía “judío” o “menor”. Llamo a Carolina (Brandana, Directora de
Protección) y le digo que veo que hay legajos con sello “subversivo” y ahí fue que
empezamos a bajar y encontramos cerca de 800 ó 900 legajos de detenidos
especiales”.

Por último, aunque hoy el equipo parece compartir la sensación de que los “papeles
secuestrados” yacían en el abandono, el olvido y quizás en la impunidad, los funcionarios
de la Secretaría insisten que, en un principio, procuraron tomar todos los recaudos para
evitar la posible desaparición de la documentación que insospechadamente había salido a la
luz. Así lo señala CA refiriéndose a su experiencia en la UP 1:

“Era una carrera contra reloj, así que tampoco mirábamos mucho el orden. Hasta
hoy hay custodia47, temíamos que la información desapareciera. Acá todavía
recibimos algunas amenazas anónimas.”

46
En aras de que los procesos de descubrimiento y recuperación de fondos documentales de nuestra historia
reciente desplieguen todo su potencial (fiscal-investigativo, penal, reparatorio, histórico, identitario,
periodístico, etc.), sería recomendable a futuro impulsar el trabajo coordinado e interdisciplinario desde el
momento 0 del hallazgo, atentos a mantener la integridad del fondo o cuanto menos siendo sensible a la lógica
de la institución que registró y conservó esos materiales. Sería importante asumir que la urgencia no debe
estar reñida con la consciencia de que se trata de operaciones que demandan tiempo, dedicación y experticia
que aseguren su potencial explicativo-judicial de largo plazo y que en lo inmediato sean capaces de dar cuenta
en forma satisfactoria de las siempre conflictivas apropiaciones para usos públicos y privados.
47
De la Policía de la prov. de Bs. As.
¿Puede leerse el abandono en que fue hallada la documentación como síntoma de la
voluntad de ocultamiento institucional o como expresión de la creencia de que los archivos
son “lugar[es] de cosas muertas” (Jelin, 2002: 1)?, ¿Hubo una política penitenciaria de
abandono/olvido/impunidad o la situación en que fue encontrada la documentación en cada
penal refleja la amalgama entre cultura del registro y la acumulación, azar,
comportamientos individuales de guarda/eliminación de las diferentes gestiones penales
postdictatoriales, convicción del “trabajo bien hecho” durante la “guerra antisubversiva” y
de la “capacidad de mantenerse impune a cualquier incriminación” (Jelin, 2002: 4)?, ¿Trató
el SPB de disimular en el lugar más impensado, aquel que nadie osaría transitar –
justamente por las condiciones de suciedad y abandono –, aquello que era de vital
importancia para la institución?, ¿El burocratismo penitenciario está reñido con la memoria
o fue justamente esa cultura burocrática la que entró en conflicto con la voluntad de
impunidad?, ¿Fue la negativa de los funcionarios penales a cumplir las órdenes superiores
de destrucción de la documentación relativa la “guerra contra la subversión” la generadora
de la posibilidad cierta de Verdad, Justicia y Reparación?

Estos son algunos de los interrogantes que queremos dejar abiertos tras intentar
reconstruir las condiciones del hallazgo de los fondos actualmente depositados en la
Secretaría de DDHH de La Plata.

2. El SPB y el registro burocrático de su actividad ordinaria en el marco de un Estado


de excepción

Dentro del material depositado en la Secretaría de Derechos Humanos de la


provincia de Buenos Aires se incluye un variado conjunto de documentos producidos por el
SPB durante el período 1974/198348. Aunque este constituye el material predominante, el
fondo tiene como fechas extremas los años 1955 y 2004.49

48
El período coincide con la vigencia del estado de sitio entre noviembre de 1974 y octubre de 1983.
49
La documentación que se encuentra fuera de los límites del período 1974-1983 es minoritaria. Se trata de
material “suelto”, a excepción de un grupo compuesto por más de 170 legajos elaborados entre los años 1956
y 1957 en la UP 1 de Olmos.
Junto a una serie documental mayoritaria conformada por legajos de presos
políticos, la Secretaría conserva un conjunto de “papeles” de distinta naturaleza: fichas de
presos (grandes y chicas); fichas de detenidos extranjeros; libros de registro de internos;
planillas de detenidos menores de edad; libros de internos trasladados, liberados y
fallecidos; planillas del patronato de liberados; libros de visitas y tratamientos; cartas
personales; historias clínicas; libros de sanidad; legajos del personal penitenciario; libros de
altas y bajas del personal; resoluciones judiciales; sentencias de Consejos de Guerra; libros
de entrada y salida de expedientes; boletines públicos; libros de sumarios administrativos
de personal y detenidos; presupuestos; libros contables; facturas y órdenes de compra;
balances contables; libros de peculios de internos; registros de bibliotecas; partes
disciplinarios; órdenes del día; tráficos de radio; libros de novedades; entre otros.

La heterogeneidad de los documentos que componen el acervo permite reconstruir


una multiplicidad de aspectos referidos tanto al funcionamiento interno del SPB, como a los
vínculos que estableció dicha institución con el resto de los engranajes del circuito
represivo estructurado durante la última dictadura militar. No obstante, las posibilidades
que brinda el material disponible no se agotan allí. Los documentos permiten abordar un
horizonte más amplio de temas/problemas que, además, exceden ampliamente los límites
temporales del “Proceso de Reorganización Nacional”.

Como ya se adelantó, la serie documental más representativa del fondo está


constituida por alrededor de 3900 legajos de presos políticos pertenecientes a distintas
unidades penitenciarias de la provincia de Buenos Aires: UP 1 de Olmos (250 legajos), UP
2 de Sierra Chica (1060 legajos), UP 4 de Bahía Blanca (20 legajos); UP 5 de Mercedes (1
legajo), UP 6 de Dolores (7 legajos), UP 7 de Azul (1 legajo), UP 8 de Olmos (180
legajos) y UP 9 de La Plata (2360 legajos). 50

Dentro de este conjunto de documentos, se destacan unos 170 legajos


correspondientes a personas recluidas en la UP 1 de Olmos durante los primeros años de la
“Revolución Libertadora”. Las fechas de ingreso al penal y los instrumentos legales
utilizados para justificar las detenciones, permiten enlazar las trayectorias de este grupo de

50
Todos los números son aproximados.
detenidos con los principales acontecimientos protagonizados por la resistencia peronista en
los años 1956 y 1957.51

No obstante, la mayor parte de los legajos corresponden al periodo de vigencia del


estado de sitio (1974 y 1983). La cantidad y características de los documentos originados
en este lapso de tiempo permiten tener una amplia perspectiva de la información que
producía el SPB sobre los presos políticos de las cárceles bonaerenses.

Formaba parte de las tareas cotidianas del personal penitenciario, la confección de


estos legajos en los que no sólo se incluían datos personales (fecha y lugar de nacimiento,
nacionalidad, edad al momento de ingreso al sistema penitenciario, estado civil, apodo,
domicilio, ocupación, nivel de instrucción alcanzado, cantidad de años en el país en caso de
extranjeros, cumplimiento del servicio militar, permanencia en institutos o casas de
corrección, religión, filiación política, filiación gremial, ideología, cicatrices y señas
visibles, etc.52) sino que también se consignaban referencias de índole familiar.

Padres, hermanos/as, esposos/as e hijos/as fueron objeto de la atención del Servicio


Penitenciario. El personal encargado de elaborar estos documentos se ocupó de registrar
nombres y apellidos de los miembros del núcleo familiar más cercano, pero también
ocupaciones, domicilios, edades, visitas, entre otras cosas.

Además, la burocracia del SPB recogió y consignó datos relativos a la identificación


del detenido dentro de la institución (número de ficha criminológica, número de orden,
etc.); a su trayectoria en distintas unidades penitenciarias (fecha de ingreso a la unidad,
cárcel de procedencia y posterior traslado, reincidencia, etc.); a su vida cotidiana en la
cárcel (visitas, partes disciplinarios, estado de salud, cartas personales, pedidos de
audiencia, etc.) y a su situación legal pasada y presente (tipo de delito; número de causa;
51
Se debe tener en cuenta que un grupo significativo de estos legajos pertenecen a personas que ingresaron al
sistema penitenciario en los días subsiguientes al intento de insurrección militar protagonizada por los
generales José Valle y Raúl Tanco. Entre las “causas” citadas en las carátulas de los legajos se encuentra
fundamentalmente la infracción al decreto número 4161, instrumento legal que “prohibió el uso público o
privado de toda simbología, imágenes, fotografías, siglas, canciones, marchas, y expresiones verbales que
recordaran o reivindicaran al peronismo y su ideología. Las penas iban de 30 días a 6 años de prisión, y las
multas de 500 a 1.000.000 de pesos moneda nacional, seguidas de la pérdida del empleo si era público,
inhabilitación por diversos períodos del ejercicio de la actividad política o gremial y, si el infractor ejercía una
actividad comercial, cierre de la empresa en caso de reincidencia” (Izaguirre, 2009: 68).
52
No todos los legajos contemplan todos los aspectos citados, en algunos casos el nivel de detalle es mucho
menor.
lugar en el que ocurrió el hecho; juez, fiscal y secretario intervinientes; número de decreto
del Poder Ejecutivo Nacional; autoridad bajo la cual se encontraba a disposición; fecha de
vencimiento de la condena; pedidos de conmutación de pena; solicitudes de libertad
condicional o salida del país; sentencias de Consejos de Guerra; resoluciones judiciales;
etc.).

Todos estos datos eran fruto de una actividad diaria dirigida a recolectar/producir
información y agruparla poco a poco en una misma carpeta que entrelazaba fragmentos de
la historia institucional y de la vida del detenido.53 La lectura detallada de cada una de ellas
nos permite hacer una aproximación a las condiciones de vida en el interior de las unidades,
pero también al nivel educativo, profesión/ocupación, edad y lugar de nacimiento de la
población carcelaria que el SPB identificaba como “subversiva”.

A modo de ejemplo, puede presentarse un análisis porcentual realizado sobre 171 54


presos políticos recluidos en la UP 8 de Olmos. El gráfico que se presenta a continuación
muestra el porcentaje de población carcelaria según grupos etarios:

Gráfico n°1

Un análisis equivalente puede realizarse tomando el resto de las variables


mencionadas. En el Gráfico Nº 2 se presentan, también a modo de ejemplo, los resultados

53
En los legajos suele encontrarse una foto de la persona detenida. Muchas veces allí aparecen claramente
reflejadas las huellas del trato recibido dentro del circuito represivo clandestino y/o semilegal.
54
Sobre el total de 180 legajos disponibles, 171 ofrecen datos completos.
que arrojan los datos recabados por el personal penitenciario en torno al nivel educativo de
los presos políticos de la UP 955:

Gráfico N° 2

Junto a los legajos, otros documentos contribuyen a la reconstrucción de distintas


aristas de las unidades penitenciarias bonaerenses y de los hombres y las mujeres que las
habitaron. No resulta posible realizar aquí un análisis detallado de todos ellos, por ello
tomaremos un caso que permita vislumbrar algunas de las potencialidades que tiene el
fondo.

Los “tráficos de radio” conforman un grupo documental que aporta información


significativa en relación a los modos que utilizó el SPB para clasificar a los presos, la
información que consideró necesario recolectar y las formas de hacerla circular.

Como puede observarse en el Gráfico Nº 356, los mecanismos utilizados para


catalogar a las personas respondían a una clasificación que separaba a los “subversivos” del
resto de la población carcelaria.

55
Este gráfico se realizó tomando una muestra de 547 legajos sobre un total disponible de 2300.
56
El Gráfico Nº 3 fue realizado a partir de la clasificación que realizó la UP 4 de Bahía Blanca sobre 408
detenidos que representaban la población carcelaria total de la unidad en el mes de febrero de 1976
Gráfico N° 3

Mientras los presos comunes eran ordenados según su situación procesal; los
“subversivos” se desagregaban, fundamentalmente, en función de la autoridad que los tenía
a disposición.57

De este conjunto de personas se buscaba recolectar, además, datos precisos. Aparte


de los listados generales en los que se contabilizaba la población carcelaria de acuerdo a las
categorías detalladas, se transmitía información cuantificada sobre: gremialistas,
extranjeros y sacerdotes recluidos; “presos trabajadores” 58; detenidos que estudiaban;
presos por celda59; menores de edad; visitas recibidas por detenidos “subversivos”; etc.

El personal que prestaba servicios en las cárceles también constituía una fuente de
información relevante para el SPB. Algunos “tráficos” revelan la preocupación por
57
Los “tráficos de radio” de la UP 4 revelan que en 1976 la clasificación de los presos “subversivos”
respondía a los siguientes criterios: a disposición del PEN, a disposición del juzgado federal, a disposición del
PEN y juzgado federal, a disposición de las autoridades militares. Para el año 1978 los criterios se habían
complejizado incluyendo otras variables a las ya existentes: a disposición del juzgado federal por ley 20840,
penados por el consejo de Guerra, a disposición de autoridades militares DDT (detenidos terroristas), a
disposición de las autoridades militares RI (residentes ilegales).A pesar de los cambios en la designación de
los detenidos contemplados por el decreto 780 (1979), en la práctica institucional el término “subversivo” se
mantuvo, al menos, durante todo el período involucrado entre 1976 y 1980.
58
En el caso de los “presos trabajadores” se elaboraban promedios anuales y se detallaban las cantidades de
detenidos asignados a distintas áreas: carpintería, herrería, plomería, sastrería, zapatería, agricultura, cocinas,
electricidad, pinturería, albañilería, mayordomía, peluquería, entre otras. Por ley 7368 (oct. 1970) se creó un
régimen administrativo especial para el trabajo correccional que buscaba promover un “ordenamiento
penitenciario con carácter productivo y de laborterapia; propendiendo al desarrollo armónico e integral de la
personalidad de los internos sobre la base de sus aptitudes laborales y de su posterior reintegro a la sociedad”.
59
En los “tráficos de radio” se detalla el modo en que se encontraba dividida la población carcelaria en las
celdas colectivas e individuales de la unidad.
determinar el nivel educativo de los miembros del Servicio Penitenciario 60; el nombre y
apellido de los agentes que tenían una trayectoria previa en las FFAA; la cantidad exacta de
hombres que se desempeñaban por pabellón en los sectores de Vigilancia y Tratamiento; el
número de agentes y puestos que se cubrían diariamente en la guardia de seguridad
exterior; entre otros. 61

Por último, estos documentos constituyen una fuente inestimable para ponderar el
movimiento de presos dentro y fuera de la provincia de Buenos Aires. El análisis
pormenorizado de los mismos permite evaluar los períodos de mayor concentración de
presos políticos en algunas unidades bonaerenses y su posterior traslado a cárceles de
máxima seguridad.62

Lo reseñado hasta aquí, nos muestra que la existencia de una burocracia dedicada a
recolectar, completar casilleros, clasificar y etiquetar permitió que estos documentos
llegaran a nuestras manos. “Papeles” que seguramente dicen mucho más de lo que
imaginaron o pretendieron sus artífices/copistas, porque permiten reconstruir la lógica de
funcionamiento del SPB y así asignar responsabilidades penales al personal comprometido
con las violaciones a los derechos humanos durante el terrorismo de Estado. Pero también
porque, a pesar de todo, los retazos de vidas e historias que encierran, resisten
incansablemente cualquier intento de homogeneización burocrática.

3. Del uso administrativo a la prueba judicial, el documento histórico y la restitución


de derechos

En el contexto de creación de la Comisión Provincial por la Memoria (Ley


12.483/00), la legislatura platense también aprobó la ley 12.498/00 de “Registro Único de
la Verdad”(RUV), destinado a crear una “base de datos unificada” sobre la “verdad de lo
acontecido, en todos los casos de personas que hayan sido víctimas de la desaparición
60
Desde la UP 4 se realizaban comunicaciones indicando la cantidad de suboficiales y guardias que no habían
completado el ciclo primario, indicando el año alcanzado y el número agentes analfabetos.
61
Además, a través de los “tráficos de radio” circulaba información referida a los recursos materiales
disponibles en la unidad, por medio de los “tráficos” se gestionaban los pedidos de alimentos, de prendas para
el personal recién incorporado, etc.
62
Dentro de las cárceles de máxima seguridad se encontraban la UP 2 de Sierra Chica, la UP 9 de La Plata, la
UP 1 de Coronda, la UP 1 de Córdoba, la UP 2 de Villa Devoto, la UP 6 de Rawson y la UP 7 de Resistencia
(las tres últimas dependientes del Servicio Penitenciario Federal) (Garaño; 2008)
forzada, muerte, sustitución de identidad y otras violaciones a los derechos humanos como
consecuencia del accionar represivo de las fuerzas armadas o de seguridad entre el
24/3/1976 y el 10/12/1983.”

En 2004, la Secretaría de DDHH provincial (decreto 1412) fue designada autoridad


de aplicación de la ley 12.498 y como administradora de la base de datos del “RUV” le
compete “la recopilación y el mantenimiento del acervo documental perteneciente a
dependencias oficiales, provinciales, municipales y a la documentación privada que le sea
entregada; inventariar y catalogar los documentos que estén bajo custodia; ordenar, evaluar
y clasificar dicha documentación y facilitar su consulta y divulgar el conocimiento del
material existente en el archivo”
(http://claudioyacoyddhh.blogspot.com.ar/2008/10/legajos-de-ex-presos-politicos-en.html,
consulta 10/6/2012).

Dado que el “hallazgo” de los legajos de ex presos políticos en 2006 fue


materializado por la Secretaría de DDHH y teniendo en cuenta este marco normativo, los
“papeles” fueron depositados en esa dependencia del gobierno provincial y en concreto en
las oficinas de la Dirección de Protección y Promoción que había encabezado la búsqueda.

Sin ánimo de adentrarnos en las disputas que rodean actualmente al fondo y lejos de
cuestionar las razones por las cuales en la provincia se multiplican espacios de reciente
creación con funciones similares de preservación de la documentación relativa a la etapa
dictatorial63; al interior de la propia Secretaría se dan hechos inexplicables o cuanto menos
curiosos, si no fuera porque la lógica del “hallazgo” permite comprenderlos, aunque no les
quita las complejidades, los signos de tensión y el aire de disputa.

De hecho, la Secretaría tiene un “Programa de Investigación y Memoria” –


independiente de la Dirección de Protección y Promoción – que desde 2009 organiza un
registro censal de ex presos políticos residentes en el territorio de la provincia. Este
proyecto apunta a recoger información sobre la situación socio-económica, laboral y
sanitaria actual de los ex presos residentes en la provincia y, también, a recuperar sus

63
Hecho que a nuestro juicio no hace sino profundizar la dispersión y las dificultades de acceso a los fondos,
complicando no sólo la investigación histórica, sino restando eficacia punitiva al Estado democrático
comprometido en juicios por delitos de lesa humanidad.
memorias en el marco de la constitución de un archivo oral en coordinación con el Archivo
Histórico de la Prov. de Bs. As. ( http://www.sdh.gba.gov.ar/areas/registroprovincial.php,
consulta 1/6/2012).

Asimismo, el “Programa de Investigación y Memoria” se encarga de desplegar


algunas políticas públicas de reparación de los daños producidos durante el imperio del
terrorismo de Estado, entre las que cabe mencionar la tramitación de la “Pensión Graciable
Mensual” (Ley 14.042/09)64 para ex presos políticos o sus familiares directos (cónyuge,
hijos menores de edad e hijos incapacitados) en caso de fallecimiento del beneficiario.

Es, en este contexto, que aquellos registros de la actividad burocrática destinada a


hacer más racional y eficaz la tarea represiva durante los años setenta, cobran nuevos
significados y nuevos usos. Ahora es cuando sirven al interés de aquellos que en el pasado
fueron represaliados y cuando las lógicas punitivas ceden paso a la reparación material, a la
relegitimación y el reconocimiento ciudadanos y a recomponer biografías marcadas por el
dolor. El acercamiento de los ex presos a la Secretaría hace de aquel registro de la
burocracia penal un documento que les permite acreditar ante el Instituto de Previsión
Social (IPS) su condición de perseguido y, entre otros beneficios estatales para ex presos
políticos, acceder a una pensión graciable.

A lo largo de 2006 se sucedieron las entregas de legajos a sus auténticos dueños.


Apenas tres días después del primer “hallazgo”, el gobernador Solá entregó legajos a un
conjunto de ex presos de la UP 9 que recibieron emocionados retazos de sus historias
personales. Las antiguas “víctimas” recuperaban no sólo su vida registrada por el SPB, sino
también documentos personales como cartas de y para sus familiares que habían sido
censuradas, peticiones escritas de puño y letra dirigidas al director del penal reclamando el
mejoramiento de las condiciones de vida, etc.

Mientras la prensa, rescataba los nombres de los ex presos políticos “célebres” –


Carlos Kunkel, Dante Gullo, Ernesto Villanueva, el ex sacerdote Patrick Norman, el

64
“Establécese una pensión graciable para aquellas personas que durante el período comprendido entre el
24/3/76 y el 10/12/83 hayan sido condenadas por un Consejo de Guerra, puestas a disposición del Poder
Ejecutivo Nacional, y/o privadas de su libertad, como consecuencia del accionar de las Fuerzas Armadas, de
Seguridad o de cualquier otro grupo, por causas políticas, gremiales o estudiantiles” (Art 1º).
(http://www.gob.gba.gov.ar/html/gobierno/diebo/boletin/26230/leyes.htm, consulta 28/4/2012)
canciller Jorge Taiana, el secretario Legal y Técnico de la Presidencia Carlos Zannini, el
decano de Filosofía y Letras de la UBA, Félix Schuster, el diputado socialista Alfredo
Bravo o Pablo Díaz, sobreviviente de “La Noche de los Lápices”–, el gobernador reconocía
la labor de la Secretaría de DDHH65 y exaltaba el compromiso de su gobierno con la
“investigación sobre el pasado, abriendo las puertas que hay que abrir como sea” (Página
12, 9/5/2006).

Pocos después, se repitieron otros actos políticos de entrega de legajos de ex presos


de las provincias de La Rioja (26/6/2006) y San Luis (14/12/2006) y también de mujeres
que sufrieron prisión política en la UP 8 de Olmos en los ´70. En cada ocasión, mientras el
gobernador de Buenos Aires y otras autoridades rescataban que se trataba de comenzar a
“saldar una deuda” (Ángel Maza), “de homenajear a los que pasaron por allí por pensar y
actuar diferente” (Solá), de “aportar a la búsqueda de la verdad en casos de cuestiones de
derechos humanos que están siendo investigadas” (Solá), de recordar y reconocer “una
etapa militante muy importante de muchos riojanos” (Maza)
(http://www.elindependiente.com.ar/ consulta, 4/4/2012); aquellos que habían sufrido la
cárcel política se debatían en un sinfín de sentimientos encontrados.

Las historias de dos ex presos ilustran las sensaciones extremas que implica
enfrentarse con instantáneas de la vida pasada en la cárcel, pero registradas por la mirada de
los perpetradores. También hablan del potencial terapéutico y a la vez disruptivo en
términos identitarios que encierran los “papeles”.

Graciela Ortiz, ex militante bahiense de la JTP, que pasó por Villa Floresta, donde
falleció el bebé que esperaba por falta de asistencia médica, y luego, fue trasladada a Olmos
– a la que ingresó con su hija Victoria de 11 meses –, explicaba que cuando la convocaron a
la ceremonia de entrega de su “legajo”, esperaba encontrar “algo super burocrático, pero en
el acto se me vino encima la historia de mi hija. Ella ni tenía un legajo, pero había estado en
la cárcel” (Página 12, 26/12/2006).

65
Solá declaraba: “El equipo de derechos humanos de la provincia de Bs. As. trabajó intensamente, abriendo
puertas que alguien no quería abrir y consiguió más de 2400 legajos de compañeros y compañeras que habían
estado en prisión”( http://www.infoban.com.ar/ 26/6/2006).
Carlos Mamonde, profesor y psicoanalista riojano residente en Madrid, estuvo
detenido en la UP9 y más tarde obtuvo la “opción” que lo llevó a su exilio español. Desde
Madrid, se manifestaba sobre lo que definía como “surrealismo en el Salón Blanco”,
calificando de acto “indigno y escandaloso”, la entrega de unos papeles que encerraban una
“sarta de mentiras”. Y sentenciaba “¿Quién estará feliz de que se le recuerde cuando fue
esclavizado y maltratado como un perro…? ¿Qué familia de algún prisionero ya fallecido
gustará de leer hoy que su deudo entonces no tenía nombre sino que era el “delincuente
subversivo número tal?” y Finalizaba diciendo: “¿Porqué tenemos que asistir hoy a esta
ceremonia de papel y de maquillaje con dos gobernadores…? ¿Pretenderán consolarnos?”(
http://www.datarioja.com/ 28/6/2006).

La indignación y el dolor del ex preso riojano y el rechazo a recibir retazos de su


vida descripta, ordenada y clasificada por la burocracia de un Estado asesino, no es ajena a
la preocupación de la ex presa bahiense – y del periodista de Página 1266 – de mostrar que
tras los legajos existen “historias” que hablan de resistencia, de solidaridad y de actividad
clandestina que escaparon a la vigilancia y al registro estatal (Página 12, 26/12/2006).

Más allá del potencial de los “papeles” en términos de justicia restaurativa, su uso
prístino ha estado vinculado, desde el mismo momento del “hallazgo”, al aporte de material
probatorio para un conjunto de causas judiciales que se tramitan en juzgados platenses.
Sólo a manera de ejemplo, cabe señalar algunas de las principales causas a las que el fondo
documental ha servido y sirve.

En mayo en 200667, el Juzgado Federal del Dr. Blanco ordenaba el procesamiento


de 14 ex integrantes del SPB por privación ilegal de la libertad, torturas y homicidios entre
1976 y 1978 en los “pabellones de la muerte” de la UP 9 (Clarín, 18/5/2006). Esta causa
implicaba el primer procesamiento en el fuero penal-federal de personal penitenciario

66
En un equilibrio inestable entre respeto de la confidencialidad, protección de la información sensible y de
orden privado (datos personales, filiatorios, sanitarios, de naturaleza político-ideológica, etc.) y búsqueda por
instalar el tema en el espacio público y/o de conseguir un rédito político coyuntural; cabe señalar que estos
documentos originales, inéditos en la mayoría de los casos y que aportan información de valor histórico
inestimable, y que en la actualidad sólo pueden ser consultados por afectados o familiares directos, tuvieron
un rápido registro periodístico e incluso una descripción ajustada de sus principales contenidos.
67
La Causa por los delitos cometidos en la UP9 se inició en abril 2002 en el marco del Juicio por la Verdad.
Entonces el Fiscal Félix Crous radicó una denuncia penal ante el Juzgado Federal Nº 1 de La Plata presidido
por Manuel Blanco (Página 12, 28/3/2004).
bonaerense, entre ellos al director de la UP 9 entre 1976 y 1980, Aníbal Dupuy; al
subdirector, Isabelino Vega; a responsables del Área de Vigilancia y Tratamiento (Víctor
Ríos, Carlos Alarcón y Segundo Basualdo) y a Ramón Fernández, guardia de la Unidad,
imputado por torturas y cuyo nombre saltó a la luz en 2004 cuando el gobernador Solá lo
designó como jefe de inteligencia del SPB. El 13/10/2010, el Tribunal presidido por Carlos
Rosansky, dio a conocer la sentencia del “Juicio a los penitenciarios” que había desnudado
las formas del “terrorismo correccional de Estado” en el ámbito platense
(http://uol.elargentino.com/16/6/2010)

Fue precisamente, en el contexto de la instrucción de la causa “penitenciarios”, que


la Secretaría de DDHH provincial – que ya venía aportando información –, redobló su
pesquisa y encontró los miles de “legajos de presos políticos”, junto a otra documentación
que desnudaba que el SPB había desempeñado un rol central en el plan represivo
dictatorial.

Esta causa guarda una estrecha vinculación con otra, conocida como “La Cacha”, a
la que el acervo documental de la Secretaría de DDHH provincial también ha sumado
pruebas, lo mismo que lo venía haciendo la Comisión Provincial de la Memoria desde el
fondo DIPBA.

Tal como la instrucción de la causa “La Cacha” puso en evidencia, varios de los
condenados por actividades represivas en la UP9, también habrían operado en ese CCD que
funcionó entre 1976 y 1978, en un predio lindante a las UP 1 y 8 de Olmos y donde se
habrían producido nacimientos clandestinos. Asimismo, entre la UP 9 y “La Cacha”
habrían sido frecuentes los intercambios de detenido políticos.

El 12/9/2011 se inició en el Tribunal Oral Federal nº 1 de Rosansky el juicio, aún en


curso, conocido como “Circuito Camps”, por delitos cometidos en los CCDs que estaban
bajo control policial y que funcionaron en la Brigada de Investigaciones de La Plata, la
Comisaría 5ª, el Destacamento de Arana, entre otros68. Entre los más 26 imputados figuran
varios oficiales superiores de la Policía provincial, el ex Comisario Gral. Miguel
Etchecolatz – ex Director General de Investigaciones y mano derecha de Camps –, así
68
Gran parte de estos CCD, así como los grupos de tareas dependían de Jefatura de la Policía de la Prov. de
Bs As, en el marco del Área Operacional 113.
como el ex gobernador de facto Gral. Ibérico Saint Jean y su ministro de Gobierno, Jaime
Lamort Smart, de quien dependía el SPB (http://circuitocamps.wordpress.com/ consulta
28/5/2012).

En resumen, a lo largo de estos últimos seis años, la Secretaría ha aportado la


documentación requerida no sólo para estas causas, sino también para los Juicios de la
Verdad y para la condena (11/11/2011) del ex penitenciario Pedro César Guerrero por
delitos cometidos contra 15 detenidos políticos en la UP 9.

Si el valor legal de los documentos está siendo permanentemente acreditado en los


estrados judiciales, ¿qué podemos aventurar sobre su valor histórico? Esto es, ¿qué Historia
podrá escribirse cuando se concluya el proceso de identificación, descripción, valoración,
clasificación y digitalización del fondo y se consensúen unas condiciones de apertura
controlada que respeten el justo equilibrio entre “derecho a la información y a la
privacidad” (Alberch Fugueras y Cruz Mundet, 2005: 135)? Esto es, ¿qué Historia podrá
reconstruirse cuando el acceso de los historiadores y los cientistas sociales a este acervo
documental no esté intermediado por su reproducción periodística o vía consulta de causas
judiciales que los contienen como aparato probatorio?69

Bien es cierto que la Historia de los/as presos/as político/as, desde el rescate de la


experiencia de sus protagonistas, viene consolidando un lugar en la Historia Reciente, pese
a lo que algunos estudiosos plantean como una subrepresentación en la historiografía de las
otras víctimas de la represión estatal. También resulta indudable que la Historia del delito
en la larga duración, tanto desde los más tradicionales enfoques de la Historia del Derecho,
como desde la Historia sociocultural, en el cruce del análisis de los marcos normativos, las
prácticas institucionales concretas y las experiencias de los protagonistas, ha recibido un
empuje considerable en los últimos años en Argentina. No menos valiosos son los aportes
de la Antropología Jurídica y de la Sociología al estudio de la violencia institucionalizada,

69
En su tesis de licenciatura, Santiago Garaño (2008: 49) explica que pudo acceder a la consulta del Juicio
por la Verdad y a las causas penales de la UP 9. Su crítica cuidadosa a los “expedientes judiciales” no oculta
que le aportaron información valiosa para reconstruir varios asesinatos y desapariciones de presos ocurridos
entre enero de 1977 y febrero de 1978 en la UP9 (Dardo Cabo y Rufino Pirles), casos que considera
“paradigmáticos” a la hora de comprender las “formas de articulación de la represión legal y la clandestina”.
de las burocracias estatales en contextos de violencia política y a las transformaciones de
los aparatos punitivos y sus lógicas de funcionamiento de larga duración y su
resignificación en contextos de terrorismo de Estado.

En este contexto, consideramos que el fondo documental de la Secretaría de DDHH


provincial podrá contribuir a profundizar algunas de estas líneas de análisis y a instalar la
necesidad de combinar la reconstrucción de lógicas estatales y lógicas sociales, al tiempo
que permitirá entender que dentro de un sistema altamente centralizado como el
penitenciario – que además operó en aquellos años bajo el control Operacional de las
FFAA, y en concreto del Ejército –, existieron marcas locales y que, la Historia de las
unidades penales del interior de la provincia está aún esperando quien la escriba.

Referencias bibliográficas

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la Antropología Forense en Argentina”, en: Da Silva Catela, L. y E. Jelin (Comps.) Los
archivos de la represión. Documentos, memoria y verdad. Madrid, Siglo XXI.

Memoria colectiva, memoria agónica

Cecilia Palacios

Pertenencia institucional: UBA / CONICET

Términos claves: memoria colectiva – memoria agónica – luchas memoriales


En la presente ponencia nos dedicaremos a reflexionar, en primer lugar, en torno al carácter
colectivo (o social) de la memoria, para luego profundizar en torno a la idea de
conflictividad que emerge de este carácter colectivo y que se evidencia en las luchas
memoriales que intentan hegemonizar relatos en torno a qué debe ser recordado y qué debe
permanecer en el olvido.

Al hablar de la dimensión colectiva de la memoria, la obra de Halbwachs (2005) resulta


ineludible. Para este autor, la memoria colectiva refiere “tanto a la memoria de un grupo
real con el que yo entablo el diálogo, el cara a cara de la memoria (…) como a este grupo
vago que yo imagino cuando, para acordarme, para localizar, me pongo en el punto de vista
de su visión del mundo, de sus intereses, de su forma de sentir” (Namer, 1998: 43-44). Es
decir que, por un lado, la memoria colectiva se reduciría a una impresión o punto de vista
individual sobre ella, y por otro, a la memoria efectiva de un determinado grupo social que
recuerda. La contribución principal de Halbwachs, desde nuestra perspectiva, radica en que
evita esencializar el pasado; es decir, no lo considera como algo que “está allí”, intocable,
inmodificable, sino que lo identifica con aquello que, desde el presente, se va construyendo.
En este proceso interviene la capacidad de recordar que tienen los sujetos quienes, en tanto
seres sociales, se hallan en interrelación constante con otros individuos y grupos sociales .
En palabras del propio Halbwachs, “nuestros recuerdos siguen siendo colectivos, y nos son
recordados por otros, ya se trate de acontecimientos en los que sólo nosotros hemos estado
implicados o bien de objetos que sólo nosotros hemos visto. Es que, en realidad, nunca
estamos solos (…) puesto que tenemos siempre con nosotros y en nosotros una cantidad de
personas que no se confunden” (2005: 164).

Hasta aquí podemos señalar que, si bien la noción de memoria colectiva propuesta por
Halbwachs resulta muy útil para algunos propósitos, no es menos cierto que hace surgir
ciertos inconvenientes. Nos interesa rescatar aquellos señalados por Jelin (2002) y Pollak
(2006), respectivamente. En relación al primero de ellos, Jelin identifica que, en
Halbwachs, la noción de memoria puede ser entendida “como algo con entidad propia,
como entidad reificada que existe por encima y separada de los individuos. (…) Sin
embargo, se la puede interpretar también en el sentido de memorias compartidas,
superpuestas, producto de interacciones múltiples, encuadradas en marcos sociales y en
relaciones de poder. (…) Esta perspectiva permite tomar las memorias colectivas no sólo
como datos ‘dados’, sino también centrar la atención sobre los procesos de su construcción”
(2002: 22).
En esta última observación, la remisión a la idea de construcción de la memoria nos acerca
a lo señalado por Pollak, quien indica que, en Halbwachs, si bien la noción de memoria
colectiva es ambigua, no aparece de ninguna forma como problemática, o no habilita para
pensar en la multiplicidad (en tanto conflicto) que supone su misma dimensión colectiva.
Antes bien, su concepto de colectividad de la memoria porta un sesgo positivo, por cuanto
ayuda a mantener la identidad grupal, otorga cohesión entre los individuos que comparten
esa misma memoria. En este sentido, lo colectivo como espacio no conflictivo también
podría encontrarse en los planteos de Nora ([1984] 2008; 1998) y Yerushalmi (1989).

Para el primero, la idea de memoria remite a algo afectivo e incesante, espontáneo, casi
sagrado; “aquello que se ha hecho desde siempre” (Nora, [1984] 2008: 20) y que tiene que
ver con el cúmulo de valores, ritos y creencias que dan homogeneidad, identidad y sentido
a una determinada comunidad. De hecho, el autor se refiere a una “colectividad-memoria”
que, con el advenimiento de las sociedades industriales y la modernidad (y, junto a ellas, de
la Historia), habría desaparecido. Esta memoria (totémica, arcaica) remitía a aquello que
aseguraba la preservación de ciertos valores, indicaba el rumbo del futuro, permitía a las
distintas generaciones organizarse en función de ciertas pautas, costumbres y actividades
que se hacían desde siempre y se repetían, de modo religioso, sagrado, a través de los años.

Debemos precisar que Nora no especifica tan claramente la vinculación entre memoria
individual y memoria colectiva, aunque justifica esta tensión de un modo bastante ambiguo,
apelando a Halbwachs: “La memoria surge de un grupo al cual fusiona, lo que significa,
como dijo Halbwachs, que hay tantas memorias como grupos, que es por naturaleza
múltiple y desmultiplicada, colectiva, plural e individualizada” (op. cit: 21). Si bien la cita
no permite sacar conclusiones demasiado elaboradas, podemos suponer que el interés de
Nora no se centra en esta tensión, sino que su planteo da ya por supuesto lo colectivo de la
memoria, sin problematizar específicamente sobre ello.

En Yerushalmi encontramos varios puntos de coincidencia tanto con Nora como con
Halbwachs. En primer lugar, porque supone que la memoria es “aquello que permanece
esencialmente ininterrumpido, continuo” (Yerushalmi, 1989: 16) y que tiene que ver,
también, con los valores y creencias de una determinada comunidad, con aquello que se
transmite intergeneracionalmente y que se relaciona de modo inevitable con la identidad del
grupo al que refiere. De este modo, “la fenomenología de la memoria y del olvido
colectivos son esencialmente los mismo en todos los grupos sociales (…) No hay pueblo
para el que ciertos elementos del pasado (…) no pasen a ser una ‘Tora’. oral o escrita, una
enseñanza canónica, compartida, necesitada de consenso” (op. cit: 22). Su preocupación
central se focaliza entonces en aquellos elementos que dan continuidad a la memoria (que
podríamos identificar como sinónimo de tradición) y que la hacen ser y funcionar como una
ley que rige, implícita o explícitamente, las pautas colectivas y comunes con las que se
maneja cualquier grupo social. Nuevamente, el énfasis se ubica en el terreno del consenso
antes que en el del disenso; en lo armónico de esta memoria antes que en sus fracturas,
quiebres, posibles grietas.

La memoria y el conflicto: las luchas memoriales

Así, pues, lo que las tres posturas aquí citadas comparten es una cierta no-conflictividad
otorgada al ámbito de la memoria. Sin embargo, creemos que pensar en la memoria como
sinónimo de tradición compartida o de consenso no puede dar cuenta de la politicidad que
habita a toda memoria, de cómo es que esta memoria va construyéndose: es decir, cómo
surge, de qué modo se sostiene en el tiempo, crea un discurso propio y lo legitima, y
quiénes son los actores (individuales y colectivos) que intervienen en este proceso político
de construcción memorial.

El planteo de Pollak habilita a pensar en estas cuestiones pues adopta una perspectiva de
análisis constructivista, por cuanto“(…) ya no se trata de lidiar con los hechos sociales
como cosas sino de analizar cómo los hechos sociales se hacen cosas, cómo y por quién son
solidificados y dotados de duración y estabilidad. Aplicado a la memoria colectiva ese
abordaje se interesará, por lo tanto, por los procesos y actores que intervienen en el trabajo
de constitución y formalización de las memorias. […] Al contrario de Halbwachs, ese
abordaje acentúa el carácter destructor, uniformizante y opresor de la memoria colectiva
nacional” (2006: 18).

De modo complementario, los trabajos de Elizabeth Jelin dan cuenta de cómo no es posible
hablar ya de una memoria sino de memorias, en tanto la pluralidad es en sí misma una
característica esencial y constitutiva de la memoria. En este sentido, el concepto de
“emprendedores de la memoria” por ella propuesto, permite analizar la acción concreta de
grupos y/o individuos que realizan determinadas prácticas sociales por las luchas del
sentido del pasado . Así, es posible focalizar en “los actores sociales y políticos, en su
ubicación en escenarios públicos, en sus confrontaciones y sus luchas, alianzas e
identificaciones con otros actores” (Jelin, 2002: 7). Por otra parte, habilita a “reconocer el
carácter construido y cambiante de los sentidos del pasado, de los silencios y olvidos
históricos, así como el lugar que sociedades, ideologías, climas culturales y luchas políticas
asignan a la memoria” (Jelin, 2004: 91). Desde esta perspectiva, como dijimos, se abre un
camino para comprender los modos en que, en determinados períodos históricos, se vuelven
hegemónicas ciertas posturas, mientras que otras quedan silenciadas o en segundo plano,
pero que pueden ser reactivadas en una u otra coyuntura histórica (en este sentido, la
propuesta es similar a la de Pollak cuando habla de “memorias subterráneas” ).

Desde un ángulo de análisis bastante cercano al planteo de Jelin, podríamos ubicar al


trabajo de Portelli (2003). Lo interesante de su enfoque, al trabajar con testimonios y con
representaciones sobre el hecho social que analiza , es que concibe la posibilidad de pensar
en memorias múltiples, que se condicen con los diferentes intereses de los actores
involucrados . En Portelli también aparece la idea de “contramemorias” que se encuentran
siempre envueltas en “batallas por la memoria” (2003: 179); en tensión permanente y hasta
podríamos pensar, nunca resueltas de un modo conclusivo o absoluto. Es que, para Portelli,
cada memoria tiene su matiz, su forma, su ideología. Al ser esto así, se establece la
discusión en torno a la politicidad con la que carga toda memoria, a la vez que permite,
también, abordar las memorias desde su multiplicidad y sus posibles enfrentamientos en
torno a los distintos sentidos que cada una de ellas suscita.

De este modo, se torna posible entender a la memoria como un proceso social de


producción de sentido (Verón, [1987] 1993) que va construyéndose en el tiempo y cuyo
funcionamiento supone la ruptura, la discontinuidad y lo heterogéneo. En consecuencia,
podemos comenzar a hablar de una construcción comunicacional de la memoria, o también,
del “carácter socio-comunicativo de la construcción del pasado por medio de la memoria”
pues “el pasado que la memoria reactualiza es una construcción social” (Ramos, 1989: 69).

Cuando el ángulo de análisis intenta correrse de una perspectiva contenidista de la


memoria, la preocupación por la falsedad o veracidad de tales memorias desaparece, así
como también la necesidad de indicar un camino específico en su desarrollo. Con este
cambio de ángulo de análisis, sin embargo, se presenta una nueva problemática que ya
hemos oportunamente señalado: aquella que se interesa por los procesos mismos a partir de
los cuales ciertas narrativas se tornan hegemónicas, cómo van formándose en determinados
grupos o comunidades, de qué modo se legitiman a partir de las luchas y prácticas concretas
de los emprendedores de memoria y, finalmente, cómo se cristalizan (o no) en
determinadas políticas de memoria que definen rumbos, orientan acciones y, así, delinean
un camino entre tantos otros posibles.
Lo político y el conflicto: las memorias agónicas

El orden de lo político, para Mouffe (2009), está vinculado a actos de institución


hegemónica, lo que supone desplazamientos, negociaciones y renegociaciones en
permanente cambio y tensión: “todo orden es político y está basado en alguna forma de
exclusión” (2009: 25). Esto se explica porque la constitución hegemónica de lo social
conduce a que no todo sea cuestionado al mismo tiempo ni en la misma dirección . Como
dice Hall ([1973] 1980), existen “patrones de lectura preferentes” de naturaleza política e
ideológica, que conducen a que los grupos sociales realicen determinadas elecciones en la
asignación de sentidos, en tanto tales patrones “contienen el sistema social como un
conjunto de significados, prácticas y creencias: el conocimiento cotidiano de las estructuras
sociales, de “cómo funcionan las cosas para todos los propósitos prácticos en esta cultura”,
el rango de poder e interés y la estructura de limitaciones y sanciones” (1980: 6). Esta
circunstancia no obsta, sin embargo, para seguir afirmando que la clausura semiótica nunca
se completa y que por lo tanto, la pugna por la asignación de sentidos nunca cesa.

Hemos sostenido, además, que la memoria social pertenece al ámbito de lo disruptivo, el


conflicto, la lucha. ¿Podríamos acaso imaginarnos la posibilidad de una memoria única,
pulida de conflictos, limada de asperezas, ajena a las luchas de poder por sus múltiples (e
infinitos) sentidos? No cabría pensar en tal posibilidad si al mismo tiempo afirmamos que
la naturaleza disruptiva de la memoria la hace resistir la encapsulación dentro de un sentido
único y permanente: el modo de funcionamiento del mundo social supone constantes
modificaciones, reformulaciones y cuestionamientos de los sentidos que él mismo produce.
Por lo tanto, como hemos tratado de argumentar, no hay ni podría haber memorias
transparentes; tampoco memorias que no estén fragmentadas ni supongan el confronte de
diversos sentidos en torno a ellas, que no estén atravesadas por el antagonismo mismo que
las constituye.

En consecuencia, a partir de reconocer en los procesos de construcción de memoria una


dimensión política heterodoxa, y de identificar en torno a ellas campo de lucha hegemónica
por la fijación de sentidos, nos permitimos pensar, entonces, en lo que Candau (2001)
denomina memorias agónicas: aquellas que nacen y se nutren del conflicto, de la
confrontación permanente de proyectos sobre qué y cómo debe ser rememorado y qué debe
permanecer en el olvido, como contratara necesaria del recuerdo.
Entendemos, entonces, que toda construcción de memoria (que es además una cuestión
política) que parta desde la heterodoxia antes que de la homogeneidad garantiza el
funcionamiento mismo de la democracia y lo enriquece. La democracia, para Mouffe, tiene
la tarea de transformar lo antagónico en agónico: de conseguir que pueda construirse un
espacio simbólico común, donde las distintas partes involucradas en la lucha simbólica
reconozcan sus legítimas propuestas y reclamos. Esta mirada acepta que lo social siempre
se halla instituyéndose a sí mismo en el ámbito de la política. Implica también, como bien
sugiere Reyes Mate (2008), que “pensar políticamente las víctimas significa repensar la
relación entre política y violencia” (2008: 37). La política (también la memoria) deja de ser
entonces un conjunto de pasos meramente técnicos o instrumentales, o unas líneas de
acción consensuadas de antemano, para convertirse en el agon donde se enfrentan las
diferentes voces y nacen nuevas alternativas.

BIBLIOGRAFÍA

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Halbwachs, Maurice (2005); “Memoria individual y memoria colectiva”, en Estudios n° 16,


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