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Las "transiciones a la democracia" han sido una política privilegiada del imperialismo
norteamericano para evitar la emergencia de la revolución proletaria, como forma de
administrar el declive de su hegemonía, luego de la derrota de Vietnam. Esto alcanza
a una serie de procesos que desde mediados de los 70, se han venido desarrollando
en la política mundial. El reciente triunfo de la "transición pactada" en México es el
último ejemplo.
En este artículo intentaremos discutir el carácter de estas transiciones, su alcance y
sus posibles perspectivas.
Esta concepción conserva hoy toda su vigencia para analizar los distintos
tipos de "transiciones a la democracia" que sucedieron a regímenes
"autoritarios" a los que los marxistas denominamos "bonapartistas". Estos
últimos abarcaron regímenes tan disímiles como los viejos sistemas de
partido único stalinista en la esfera soviética; dictaduras personalistas como
la de Franco en España, o la de Zalazar-Caetano en Portugal en los países
imperialistas más débiles; o las últimas dictaduras militares como las del
Cono Sur latinoamericano. En el mismo sentido de lo planteado por Trotsky
(aunque en situaciones distintas), ninguna de estas transiciones fue el
producto de una revolución triunfante sino de su desvío u aborto.
Esta política que iniciada a mediados de los años 70, en Portugal, España y
Grecia se fue extendiendo en los 80, hacia algunos países semicoloniales y
estados obreros deformados y degenerados, se fue transformando cada vez
más en una de las formas privilegiadas de la política imperialista en el
periodo. A estas diversas manifestaciones de su aplicación la denominaremos
"contrarrevolución democrática".
Esta política que cobró un nuevo impulso como respuesta defensiva frente a
la situación en la que quedó el imperialismo norteamericano luego de la
derrota en Vietnam y que tuvo su "bautismo de fuego" en el aborto de la
revolución portuguesa se fue volviendo cada vez más ofensiva e incluso se
convirtió en el instrumento preventivo contra la emergencia de la
movilización independiente de las masas contra los regímenes autoritarios
deslegitimados.
En tercer lugar, hay que señalar que la acción de estas direcciones impidió la
unidad objetivamente planteada entre la revolución semicolonial y la
revolución en los países centrales como veremos más adelante.
En términos más generales, este resultado se explica no sólo por los efectos
nocivos en la conciencia y organización del movimiento de masas por
décadas de dominación stalinista, sino también por una relación de fuerzas
internacional desfavorable como consecuencia de los desvíos y derrotas que
se fueron acumulando al final de la década, como hemos visto.
b)Transiciones post-contrarrevolucionarias:
8. Democracias degradadas
Sobre esa base se montó una gran unidad burguesa en torno al plan
imperialista, reflejo de la mayor imbricación de la burguesía nacional y el
capital extranjero que, en el marco de que la clase obrera fue sacada del
centro de la escena por un largo periodo de tiempo, le dio mayor estabilidad
relativa a estos regímenes.
Estos elementos planteados más arriba, explican por qué las formas
democrático burguesas se han extendido más allá, en muchos casos, de las
naciones más ricas y hayan sido, en estas condiciones, la forma más
económica de mantener el dominio burgués.
Notas:
2 En su libro "La Tercera Ola", Huntington plantea que: "La más importante formulación moderna de
este concepto de democracia fue la de Joseph Schumpeter, en 1942. En su primer estudio, Capitalism,
Socialism and Democracy, Schumpeter detalla las deficiencias de lo que llama la ‘teoría clásica de la
democracia’, que define la democracia en términos de ‘la voluntad del pueblo’ (fuente) y ‘el bien
común’ (objetivos). Demoliendo con eficacia estos prolegómenos, Schumpeter adelanta lo que
denomina ‘otra teoría de la democracia’. El ‘método democrático -dice- es el acuerdo institucional para
llegar a las decisiones políticas, en que los individuos ejercitan el poder de decidir por medio de una
lucha competitiva mediante el voto del pueblo’. Poco después de la Segunda Guerra Mundial... un
número creciente de teóricos se adhirieron al concepto de democracia de procedimientos, al modo de
Schumpeter. Hacia 1970 el debate había terminado y había ganado Schumpeter". Como se puede
apreciar, nada ha cambiado, cien años después de las definiciones de Max Weber, el padre de la
sociología burguesa (ver artículo "Imperialismo y degradación de la democracia burguesa", en esta
edición) en la conceptualización de la democracia.
3 El MST-Izquierda Unida en Argentina, en su periódico Alternativa Socialista del 5-7-2000 afirma por
ejemplo, con respecto a las últimas elecciones mexicanas, que hay una noticia buena y una mala: por
un lado "...la rebelión del pueblo le puso fin al reinado del PRI" y por otro "ganó un derechista pro
yanqui". Por su parte, el POS mexicano, miembro de la LIT, en su periódico El Socialista posterior a la
elección, afirma sin sonrojarse que: "Cayó Labastida; triunfó una revolución democrática...". "Es una
revolución democrática, porque la más importante decisión política en el país, la de quién es presidente
de la República, le fue suprimida al presidente saliente y la tomó en sus manos el pueblo. El 2 de julio
los mexicanos dejamos de ser los súbditos del presidente emperador y pasamos a ser ciudadanos. Este
cambio es un cambio histórico, tan importante, como la revuelta triunfante de Madero hace 90 años".
4 Esta caracterización se apoya en la teorización que Nahuel Moreno realizó sobre la necesidad de una
"revolución democrática" frente a los regímenes "autoritarios" como primer paso de la revolución
socialista. Esto es, una revolución en el régimen político, manteniendo las bases sociales del estado
burgués. El abandono de la teoría de la revolución permanente y su reemplazo por teorías ajenas al
marxismo como la teoría de la "revolución democrática" lleva indefectiblemente a la adaptación a la
democracia burguesa, separando la lucha por las demandas democráticas estructurales y formales de
la perspectiva de la revolución socialista. Quien no distingue un régimen democrático burgués del
fascismo porque ambas son formas de la dictadura del capital cae en una caracterización
ultraizquierdista. Pero quienes sostienen que, como primer paso de la revolución socialista hay que
hacer revoluciones en el régimen político de la burguesía lindan con el reformismo. Cometen el error
opuesto de los que igualan democracia y fascismo viéndolos como regímenes totalmente antagónicos.
Esta concepción los emparenta con la sociología burguesa, la cual no define a los estados según su
carácter de clase sino por su función. Para ésta la distinción esencial no es entre estados burgueses y
proletarios sino entre estados "totalitarios" y "democráticos".
Esta es la matriz común de la extraña coincidencia entre Huntington, que ve una "tercera ola de
democratización" y estas corrientes que ven un "avance inninterrumpido de la "revolución
democrática".
7 Los acuerdos de Yalta y Postdam dividieron el mundo en zonas de influencia, entre la burocracia del
Kremlin y el imperialismo norteamericano. En el marco de la colaboración contrarrevolucionaria, la
"guerra fría" fue la política que el imperialismo utilizó para mantener a raya a Moscú para que no
extendiera su dominio y cumpliera su rol establecido.
8 Ni siquiera dio lugar a una vanguardia radicalizada como se dieron por ejemplo, esencialmente, en
América Latina luego del triunfo de la revolución cubana o como subproducto de la revolución cultural
China en 1967.
Las corrientes trotskistas existentes, aunque se fortalecieron al influjo de los primeros años del
ascenso, no constituyeron una alternativa revolucionaria real a las direcciones oficiales del movimiento
obrero.
9 Estratégicamente, aunque el imperialismo ha logrado superar las consecuencias de esta derrota, aún
no ha resuelto el "síndrome de Vietnam", que no es otra cosa que su reticencia a utilizar tropas
terrestres para sus operaciones contrarrevolucionarias, como demuestra la utilización privilegiada de
las guerras aéreas, por ejemplo en el último conflicto en los Balcanes.
12 En el primer caso, el sandinismo llevó a la reconstrucción del régimen, que terminó entregando
pacíficamente el poder al gobierno burgués proimperialista de Violeta Chamorro en el 90 y en el
segundo caso, llevó al reemplazo del antiguo régimen, bajo las banderas del fundamentalismo
religioso, consolidando un régimen teocrático reaccionario. A este resultado ayudó la política
imperialista de armar a la "contra" en Nicaragua y en alentar la guerra fratricida de Irán-Irak que
desangró a ambos países a lo largo de ocho años.
14 Aunque este "apóstol de la democracia" intentó responder a la revolución iraní con el salvataje de
los rehenes de la embajada norteamericana en Teherán, esta operación se frustró por la caída de sus
helicópteros.
15 La llamada "segunda guerra fría" de los ‘80, bajo el gobierno de Reagan, tuvo un carácter más
ofensivo que en la inmediata posguerra, ya que se inmiscuía en forma cada vez más directa en el área
bajo dominio soviético.
18 James Petras, cuestionando la visión burguesa denomina a estos regímenes como "regímenes
electorales neo autoritarios". "Neo porque tiene diferencias con el pasado; pero también tiene
características que podríamos identificar, claramente, como autoritarias... Diferentes del viejo
autoritarismo porque hay elecciones, derechos individuales, pero que no afectan los parámetros y las
estructuras de poder y de decisión" ("Democracia y capitalismo. Transición democrática o
neoautoritarismo").
20 Ver artículo "Entre Seattle y las elecciones presidenciales" en esta misma revista.
España:
Los comunistas y socialistas de su majestad
(*) Las luchas de masas obligaron a efectuar algunas readecuaciones, pero ambas partes -el gobierno
de Suarez y las direcciones reformistas del PSOE y el PCE- buscaban el mismo resultado: evitar un
enfrentamiento para salvar al régimen burgués.
En cada etapa crítica el PSOE y el PCE, ampliaron su política de colaboración de clases. En septiembre
del 76, la "oposición democrática", incluía a casi todos los partidos de oposición. Las direcciones
burocráticas trataron de atomizar la oleada de huelgas que se extendió enormemente a fines de 1976.
A través de sus negociaciones directas con Suarez, el PC y el PSOE facilitaron la primera victoria
política de la monarquía con el referéndum de la ley de reformas en diciembre del 76.
Las elecciones de junio de 1977, en las que la UCD (partido del que Suarez formaba parte), obtuvo la
mayoría de los votos, fortaleció la posición del gobierno. Pero los resultados también reflejaron la
magnitud de las movilizaciones proletarias. En los grandes centros industriales los partidos obreros
(que estuvieron ilegalizados durante el franquismo), ganaron una amplia mayoría. En el otoño de 1977
se intensificó la oleada de huelgas. El pacto social se convirtió en el objetivo número uno de la
burguesía. Las direcciones burocráticas aceptaron y firmaron el Pacto de La Moncloa en octubre del 77.
Sudáfrica:
Gatopardismo negro para salvar el poder blanco
Argentina:
El bipartidismo y la "operación rescate"de las Fuerzas Armadas
Chile:
La "democracia" blindada
La base de esta salida tan bonapartista fue la derrota del ascenso contra la
dictadura que comenzó en el 1983 y llegó hasta el 86, dando lugar a una gran
cantidad de huelgas obreras, jornadas nacionales de protestas, etc. La
derrota de esta oleada profundizó las consecuencias nefastas que tuvo para
las masas la derrota de los 70. El descontento con el régimen fue canalizado
posteriormente hacia el plebiscito de 1988 sobre el sí o no de la continuidad
del gobierno de Pinochet que legitimó la constitución del 80. La derrota del
"Sí" permitió la asunción del demócrata cristiano Aylwin, iniciando el ciclo
concertacionista, que preservó los "logros" económicos y la impunidad de la
institución militar de conjunto.
México:
la última perla de las "transiciones democráticas" al servicio de
la corona yanqui