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El Salto y Juanacatlán: Historias de un Chernobyl mexicano.

Mauricio Ferrer

En El Salto y Juanacatlán, Jalisco, el cáncer es tan notorio como la contaminación del río Santiago que divide
ambos municipios: 120 casos ha registrado una asociación tan solo en nueve meses. Le ha ahorrado el trabajo a la
Secretaría de Salud del Estado

“Si quiere tener cáncer, véngase al Salto, en 2-3 años ya lo tiene”, me aseguró Ana María Gutiérrez el pasado 31 de
julio al término de un viaje a bordo de un camión de la ruta Guadalajara-El Salto, en Jalisco, México.
Ana María, una mujer de unos 50 años, se dedica a vender, de casa en casa, productos de nutrición en poblados
como Chapala, Juanacatlán y el mismo Salto. Ese día, llevaba la mercancía en uno de esos carritos con rueditas
que se utilizan para ir al tianguis, y en un bolso de Stanhome. Cuando bajó del autobús, Ana María estaba ya enca-
bronada por la conversación que sostuvo con otro pasajero durante casi 20 minutos de recorrido. La apatía del
hombre ante la contaminación del Río Santiago -que divide a El Salto y Juanacatlán- había provocado en la mujer
tal ira, que los niveles de su voz subieron y la siesta de algunos viajeros se interrumpió ante tal discusión.
-¡Es que no hay conciencia de la contaminación señor!, decía Ana María.
-Pero mire seño, las frutas con intoxicantes (sic) las come uno en todos lados…manifestaba el hombre con una
resignación que se materializaba en el chasquido de sus labios.
-¡Sí! Pero si fuera nomás eso, no habría tantos casos de cáncer y diabetes aquí en El Salto…fue lo último que
pronunció Ana María antes de tocar el timbre y bajarse del autobús.
Al pisar tierra me le acerqué y me advirtió que, si mi intención era enfermarme de cáncer, pues que me fuera a vivir
en ese lugar del occidente de México que alberga –entre los dos municipios-, a unas 26 mil 579 personas, según
datos del Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática.
“Diario hay de 3 a 4 muertos que se entierran…y usted pregunta ¿de qué murió? ¡Cáncer! ¡Todos mueren de
cáncer!”.
Y tiene más qué decir: “El Salto es una bomba, es dinamita”, “los índices son altos, hay enfermedades degenerati-
vas, cánceres, diabetes y enfermedades raras en los niños hasta por ir a la escuela que está junto al río”.
El río es el Santiago. Nace en el lago de Chapala, a unos 4 kilómetros de Ocotlán. De ahí, sus aguas fluyen 475
kilómetros hasta Nayarit y desembocan en el Océano Pacífico.
De acuerdo al Inventario de Descargas en Jalisco de la Gerencia Regional de la Comisión Nacional del Agua, hay
280 descargas identificadas; 266 vierten sus aguas al Santiago. El mayor flujo lo aporta la industria química farma-
céutica. Le siguen la de alimentos y bebidas, la textil, la de celulosa y papel, y la tequilera. Las fábricas que más
tiran son Celanese Mexicana, Ciba Especialidades Químicas, IBM, Nestlé, Industrias Ocotlán y Harinera de Maíz de
Jalisco.
La revolución industrial del Salto inició en 1906. La fábrica que abriría las puertas del lugar a otras fue Nunatex,
que aprovechaba la cascada para generar energía eléctrica. En 1935 llegó Nestlé. Para 1947, Celanese iniciaba
operaciones. Y en 1965 llegaría Ciba-Geigy (ahora Ciba Especialidades Químicas).
“Para muchos pobladores de la zona esta última empresa es identificada con la pérdida de vida en el río y se
cuenta cómo, después de establecerse la fábrica, corría el río de colores: rojo, morado, etcétera”, así lo documenta
el estudio Mártires del Río Santiago, dado a conocer en abril de 2007 por el Instituto Mexicano para el Desarrollo
Comunitario (IMDEC).
Según los testimonios de los lugareños, recabados por el IMDEC, había variedad de peces: pescado blanco, carpa,
bagre; variedad de vegetales; maíz, frijol, trigo, sorbo, garbanzo, jitomates, cebollas, calabacitas, coles, lechugas,
zanahorias; variedad de frutas: mangos, guayabas, duraznos, ciruelas, manzanas, peras, sandía, melón; variedad
de actividades: ganadería, pesca, restaurantes a la orilla del río.
Ahora…ahora, todo se resume en las palabras de “El amarillo”, un habitante de El Salto: “antes no había dinero,
pero había qué comer. Ahora hay dinero, pero no hay qué comer”.
Y es que, “una noche, hace poco más de 30 años, un olor horrible invadió al pueblo entero. Al día siguiente, el río
llevaba una carga de muerte: miles de peces flotaban sin vida en sus aguas. Desde entonces, ese olor nos invade
con mucha frecuencia. Hay noches, como es tan fuerte la pestilencia, que tenemos que levantarnos a tapar con
toallas mojadas las hendiduras de las puertas y ventanas para que no penetre”, reza el prólogo de Estela Cervantes
Navarro en la investigación del IMDEC.
Es el olor del ácido sulfhídrico, contaminante número uno del Santiago. Es el olor que penetra hasta el tuétano,
desde que uno pasa la delgada línea imaginaria fronteriza entre Tlaquepaque y El Salto. Es el olor que me ocasiona
dolor de cabeza y un lagrimeo involuntario desde que llego al Salto. Es el olor que se impregna en mi ropa y en mi
cuerpo cuando me retiro del lugar. Un olor que me azota, del encabronamiento total hasta la tristeza por la impo-
tencia de no poder hacer más por la gente con la que he convivido por casi un mes y que me ha contado historias
de terror, de depredación, de enfermedad, de desesperanza…de resignación.
Y los “Mártires del Río Blanco” no pueden hacer nada ante ese olor. “Mártires”, es la escuela de la que me habló Ana
María. Está a orillas del Santiago. En la parte de la cascada, la que fue bautizada como “El Niágara mexicano” por el
esplendor que emanaba. Ahora, despide una espuma que lleva consigo la muerte. Una espuma no natural,
prefabricada con ácido sulfhídrico, y con su aroma a “huevo podrido” que produce náuseas.
En 2006, el médico de la Unidad de Medicina Familiar 34 del Instituto Mexicano del Seguro Social, Francisco Javier
Parra Cervantes, presentó los resultados de un estudio realizado a niños expuestos al ácido sulfhídrico y de niños
no expuestos a éste.
El primer grupo de observación fueron estudiantes de la “Mártires” (grupo A). El segundo (grupo B), de otro plantel
escolar, retirado del río. Los resultados fueron: en cuanto a la saturación de oxígeno, el grupo A presentó un
porcentaje de hasta un 95% en comparación con el B. La tos fue mayor en el grupo A con un 45% a diferencia del
B con un 23%. La secreción nasal alcanzó un 59% en el A contra un 21% del B.
En el aparato neurológico, el especialista determinó que el grupo A tiene una mayor irritabilidad con un 80%
contra un 18% del B. El dolor de cabeza llegó a un 51% del grupo A mientras el B sólo un 21%.
En sintomatología general, la fatiga apareció en un 38% de los niños del grupo A; el B, presentó un 8%. En visitas
a consultas médicas, 37% del grupo A contra un 13% del B.
El síntoma más frecuente en el grupo de los menores expuestos a la contaminación del Río Santiago, es la dismi-
nución transitoria del nivel de conciencia. Al menos en el 75% de los casos, según el estudio del galeno.
“La toxicidad del ácido sulfhídrico es similar a la del cianuro, bloquea la capacidad de carga del oxígeno de la
sangre, inhibe el centro respiratorio en el cerebro y bloquea el metabolismo aerobio de las células. Los ojos,
pulmones y el sistema nervioso (cerebro) son órgano blanco en seres humanos”.
Esto sólo por la exposición al ácido sulfhídrico. De los demás contaminantes se desconocen investigaciones. Lo
que no se ignora son las historias.
La doctora Adriana Parra Cervantes recuerda: “hace unos años me llamó la atención que en una misma calle, la
Jalisco, se presentaron tres casos de anencefalia, una malformación en la que no se desarrolla la bóveda craneal
del producto”. El resultado: ausencia parcial o total del cerebro. Al nacer, el producto muere en no más de 24 horas.
Los casos de anencefalia eran de “tres personas que no son familia y que en sus antecedentes no existía ese tipo
de malformaciones”.
-“Estos casos ¿se deben a la alta contaminación aquí en El Salto?” Le pregunto.
-“Podría ser, pero no hay una investigación que lo avale”, aclara.
En 1999, la Agencia para el Registro de Sustancias Tóxicas y Desastres de Estados Unidos, presentó resultados de
un estudio hecho entre 1983 y 1988 en California sobre casos de malformaciones congénitas en grupos de
minorías raciales y étnicas expuestos a sitios contaminados.
Fueron 14 mil niños con malformaciones congénitas a los que se observaron. Resultado: “el riesgo de anencefalia
fue significativamente más elevado en niños cuyas madres vivieron cerca de sitios contaminados con COV
(Compuestos Orgánicos Volátiles), plaguicidas, cianuro y H2S (ÁCIDO SULFHÍDRICO)”.
Eso fue en “el otro lado”. Pero acá, en la calle Jalisco, en El Salto, un drenaje pasa con absoluto silencio por debajo
de las casas.
“Lo taparon nomás (el drenaje) y construyeron encima de él. O sea…que el primer piso de las casas…de ahí de la
Jalisco es como el primer piso…o sea, que si vas al baño ya tienes ahí línea directa con el drenaje que va a parar al
río”, me comenta Enrique Enciso, presidente de la asociación ecologista El Salto de Vida.
Al igual que el drenaje tapado, los lodos del río obstruyen toda posibilidad de vida.
En 2004, el Centro Universitario de Ciencias Exactas e Ingenierías (CUCEI) en convenio con la Comisión Estatal de
Agua (CEA) realizó el Estudio para la caracterización de los lodos de los ríos Verde y Santiago. Punto de muestreo
fue la hedionda cascada de El Salto-Juanacatlán. Benceno, bencenos clorados y bencenos sustituidos fueron los
que abundaron. El benceno es un potente cancerígeno según la Agencia Internacional de Investigación sobre el
Cáncer.
En los lodos del Santiago, se concentran además metales pesados como plomo, cromo, cobalto y mercurio. “Arsé-
nico y cromo son sustancias cancerígenas. Mercurio y plomo afectan el sistema nervioso”, según el IMDEC.
En 2005, dentro de la XVI Semana de la Investigación Científica del Centro Universitario de Ciencias Biológicas y
Agropecuarias (CUCBA) un grupo de académicos presentó un adelanto de una investigación hecha en pozos
domiciliarios de El Salto y Juanacatlán. Fueron 10 puntos de los que se tomaron muestras por 6 semanas de
acuerdo a la norma NOM-014-SSA1-1993.
“Contaminación por nitratos en esos pozos”, fue la conclusión.
Más adelante se lee: “Existen antecedentes, donde niveles altos de nitratos en el agua potable pueden causar efec-
tos tales como hipertensión, mortalidad infantil creciente, defectos de nacimiento en sistema nervioso central,
diabetes, abortos espontáneos, infecciones en la zona respiratoria, cambios al sistema inmune así como CÁNCER”.
Punto.

“Horóscopos de hoy. Cáncer: este día, joderás a unos cuantos de El Salto…”

Las cifras de cáncer en El Salto y Juanacatlán, “no son distintas a las del estado y la gente sólo tiene algunos prob-
lemas en las vías respiratorias”, dijo el secretario de Salud en Jalisco, el panista Alfonso Gutiérrez Carranza, así lo
informó el día 17 de agosto el diario Público.
—“¿Ha comenzado la SSJ un diagnóstico sanitario en El Salto y Juanacatlán?”, le preguntó al funcionario la report-
era del rotativo, Vanesa Robles.
—“Eso le toca a los de Medio Ambiente. No me corresponde a mí. El canal les toca a los de agua...”
—“Pero, ¿la salud de las personas que viven cerca?”
—“Los habitantes están bien, porque [sólo] tienen algunos problemas de las vías respiratorias. Se les está atendi-
endo. Revisamos las estadísticas y no hay movimientos fuertes en las cuestiones del cáncer”.
El último Registro Estatal de Cáncer de la SSJ, disponible en Internet, data de 2005 y documenta sólo 47 casos en
El Salto. La población se ubica en el sitio 12 de los municipios con este padecimiento en la entidad.
Según Público, la SSJ no planea hacer estudios en la zona por que “ellos [los habitantes de ambos municipios] de
eso se han agarrado, de ese tema, que porque murió alguien, pero no me dan nombres específicos y no puedo
investigar más. Yo estuve en Juanacatlán y no hubo algo que me demostraran, que me dijeran: mira, aquí está la
estadística”.
¿Quiere estadísticas el señor? Que se las pida a la asociación civil Comité Ciudadano de Defensa Ambiental de El
Salto que en tan solo nueve meses de trabajo ha documentado alrededor de 120 casos de cáncer en la zona y le
ha ahorrado la chamba a la SSJ.
“Fuimos a las colonias y empezamos a ver casos muy similares.Tenemos cerca de 120 casos registrados de cáncer”,
asegura Raúl Muñoz, presidente de la ONG.
“Hay 42 casos en la cabecera municipal de El Salto. El resto está en las delegaciones. La muestra más grande está
desde El Castillo hasta San José del Quince, en todo lo que es la presa de El Ahogado, allí hay unos 75 casos”.
Raúl Muñoz comenta que ha conocido también dos casos de anencefalia de “madres muy jóvenes que no pasan
ni los 25 años”.
Y narra: “cuando uno va preguntando, la gente, las asociaciones de vecinos, le dicen a uno que en tal casa hay otro
caso (de cáncer) y así se van presentando los casos, en una cuadra hasta 4 ó 5 casos de cáncer existen”.
En menos de un año, cada fin de semana, unas 18 personas han hecho lo que la SSJ no ha hecho ni pretende hacer
a pesar de que en marzo de 2006, el entonces titular de la dependencia, José de Jesús Becerra Soto se compro-
metió con el municipio a efectuar un diagnóstico situacional de salud, asegura ex directora de El Salto, Graciela
González.
“Yo le insistí, hasta me peleé con él”, dice Graciela. Y ganó: Becerra Soto accedió. El ex funcionario destinó a la
región sanitaria 11 tal labor.
A principios de agosto solicité información de dicho estudio en la oficina de comunicación social de la SSJ. “No hay
información al respecto”, fue la respuesta.
Mediante la Ley de Transparencia volví a pedir la información el 3 de agosto. El 8 de agosto, la respuesta fue la
misma…negativa.
Fuentes extraoficiales confirman que, con el cambio de gobierno y de administración, ese estudio “se paró”.
Sobre el “convenio” –así marca la SSJ en su respuesta- que hizo el ex secretario de salud, el organismo dice que “no
existe ningún antecedente que avale dicho acuerdo”.
El 17 de julio de 2006, de acuerdo con la nota del reportero Santiago Espinoza, del noticiero Hechos Jalisco, la ex
presidenta municipal de El Salto, la panista Bertha Alica Moreno, mandó una petición a la SSJ para conocer si el
agua era generadora de enfermedades.
“Personas sanas que están ahorita, en quince días les da un cáncer fulminante. En realidad no sabemos el porqué,
pero sí es necesario por lo menos saber si de veras el causante es la contaminación del municipio…solicitamos a
la SSJ que se hiciera un estudio para saber por qué están las personas enfermas, la causa, el porqué y de las perso-
nas que han muerto de cáncer”.
El 16 de diciembre de 2006, la asociación Vida, de Juanacatlán, envió a la entonces delegada de la Procuraduría
Federal de Protección al Ambiente, Martha Ruth del Toro, una denuncia por la contaminación del río que se
archivó con el número de expediente 2003/12/532/63.
La funcionaria –ahora secretaria de Medio Ambiente en Jalisco-, respondió: “hemos procedido a turnar el caso a la
Subdelegación de Auditoría Ambiental de esta Delegación, a la Gerencia Regional Lerma-Santiago-Pacífico de la
Comisión Nacional del Agua y a la Secretaría de Salud en el Estado, a fin de que en la esfera de sus competencias
procedan como corresponda”.
Puras contradicciones. Un día antes, el 15 de diciembre de 2003, desde México, la Profepa contestó que la misma
denuncia, enviada a instancias federales el 12 de febrero de ese año, había sido “concluida, por la inexistencia de
infracción a la normatividad ambiental”. Por el contrario, la CNA reconoció en noviembre de ese mismo año que el
agua del río, en el tramo comprendido entre los dos municipios se encuentra “altamente contaminado” y que solo
sirve para uso industrial y agrícola restringido.
Y nada, no pasa nada. El río…sigue corriendo.
El hartazgo de ser una cloaca de otros

La gente de El Salto y Juanacatlán está harta. Está harta del río, del olor a “huevo podrido”, del cáncer, de los zancu-
dos mutantes que han sido los únicos sobrevivientes a esas aguas. La gente está harta de promesas de campaña,
de que los ignoren, de que les manden autoridades de menor rango para platicar con ellos.
La gente está harta de que la gente de la Zona Metropolitana de Guadalajara tire su basura ahí, donde ellos riegan
sus hortalizas. Está harta que los de acá, tiremos nuestros desperdicios de pastas de dientes, de champú, de papel
de baño, de mierda, en las aguas en donde ellos se bañaban y se divertían.
Harto, harto está el Salto de que a sus niños les salgan en los paladares “una bolita tipo coliflor”, que los invadan
“hongos en las manos, en los ojos, en las rodillas”.
Los habitantes de El Salto están hasta la madre de saber que usan sus tierras para hacer fraccionamientos y que
eso representa más contaminación. Están hasta la madre del dolor de cabeza crónico como lo estoy yo cada que
voy y regreso de esos rumbos.
Están hasta la chingada de su misma resignación y de la impunidad que gozan aquellos que les destruyeron su
hábitat.
La gente de El Salto y Juanacatlán están hartos de esas historias propias de un Chernobyl mexicano. Hartos de
presenciar la muerte del vecino, del hermano, de la madre, del amigo.
Pero sobre todo, están hartos de la incertidumbre…de pensar ¿cuándo me va a dar a mí cáncer?

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