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Sé muy bien lo que dice de mí la gente, pues no se me oculta la mala fama que tengo,
aun entre los más necios. Pero yo soy la única, sí, la única que, cuando quiero, hago reír a los
dioses y a los hombres. Y prueba evidente de ello es que, tan pronto como he comenzado a
hablar ante esta numerosa audiencia, vuestros rostros se han iluminado con nueva y no
acostumbrada alegría. Habéis desarrugado el ceño, acompañado vuestros aplausos con una
risa franca y amable (...) apenas me habéis visto aparecer, se os ha dibujado un nuevo
semblante. Algo así como cuando un nuevo sol muestra su rostro resplandeciente a la tierra; o
como cuando la primavera, empujada por un blando céfiro, renueva la faz de las cosas, les da
un color distinto y les devuelve su juventud.
Sin duda, visiones placenteras del enfermo mental que vosotros sabéis que no se
corresponden con la realidad. Mucho más dura, mucho menos agradable.
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Su respuesta fue que, médicamente, la locura no existe, lo que existe es la enfermedad
mental y, lógicamente, los enfermos mentales. Recuerdo, muchas veces, aquella respuesta. La
enfermedad mental es algo accesorio, como cualquier otra enfermedad. La condición de
persona, digna y libre, portador de unos valores innatos que la trascienden, es lo principal, lo
sustantivo. El enfermo aquejado por una patología mental es, ante todo, una persona, un ser
humano.
Mi compañero Fernando Santos cuenta una interesante anécdota que refleja lo que
queremos decir. Un viejo Fiscal presenta una demanda de incapacitación y el demandado
acude a su despacho para que se le explique el porque. El viejo Fiscal tras recibir a la persona
que le parece completamente lucida y capaz, estudia la documentación y le comunica:
- Perdone usted señor Fiscal. Yo lo que soy es fontanero y, a veces, me pongo enfermo.
Anécdota clarificadora. Añadamos que el desarrollo personal del ser humano no conoce
límites. La persona que padece una enfermedad mental tampoco los conoce. Por solo poner
unos cuantos ejemplos de los que Vallejo-Najera llamó “locos egregios” que son puntales de
nuestra memoria cultural e histórica:
- En el arte el pintor Vincent van Gogh, psicótico que tuvo que ser internado en el
sanatorio de Saint-Remy.
- En la religión San Juan de Dios, el Juan Ciudad que, tras ser ingresado en un
manicomio de Granada, fundó la Orden Hospitalaria que lleva su nombre tras
comprobar las condiciones de los atendidos allí.
- El matemático Jhon Nash, Premio Nóbel de Economía en 1994 por su teoría del
equilibrio, que fue internado varias veces debido a su esquizofrenia y cuya vida
inspiró la película “ Una mente maravillosa” ganadora de varios Oscar, y que
refleja perfectamente como el apoyo familiar y social, y el deseo de vivir puede
permitir una vida completamente normalizada del enfermo.
- El músico Mozart, aquejado de depresión y muchos otros virtuosos de la música.
Es sintomático que el primer sanatorio psiquiátrico europeo sea el de Nuestra Sra. de los
Inocentes de Valencia, fundado en 1409 por Fray Juan Gilabert Joffre, comendador del
Convento de Nuestra Señora de la Merced, tras ver como unos jóvenes se burlaban de un
pobre enfermo de locura. Seres inocentes son sin duda, con la misma capacidad que los
demás para ser felices o desgraciados, y que precisan del apoyo contra las barreras que su
enfermedad les impone.
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Desde las Secciones de Protección a las Personas con Discapacidad andaluzas
llevamos mucho tiempo pidiendo a las asociaciones de afectados y a los familiares que le den
una oportunidad al derecho. Este no va a solucionarlo todo, no tiene todas las respuestas, ni
hará desaparecer el problema. Todos sabemos que los enfermos mentales necesitan
tratamiento médico, pero también una profunda intervención social y, por que no, una intensa
protección jurídica de sus derechos y de los riesgos que, en la vida legal y social, su situación
genera. Nosotros tenemos muy claro la máxima de Hipócrates dirigida a los médicos: “Si
puedes curar, cura; si no puedes curar, palia; si no puedes paliar, escucha”. Kant decía que la
locura (y perdón por usar, una vez más, una palabra cargada de connotaciones negativas)
consiste en la sustitución del sentido común por el sentido propio. Por eso nos es tan difícil
entenderla e incluso nos da tanto miedo. Pero para entender tenemos que escuchar a los que
viven y sufren el problema. Tenemos que acercarnos a ellos. Acercarnos a vuestra lucha y a
vuestros anhelos.
Termino ya. Quiero hacerlo con un poema de Bertolt Brecht que, sin duda todos
conocemos y que nos llama a intervenir, cuando todavía hay tiempo, por las personas que
están en riesgo como una forma de salvarnos nosotros mismos.