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Después de una feroz oposición, la ciencia y la espiritualidad han terminado en el siglo XX en una
coexistencia pacífica: el enfoque científico ya no prohíbe la hipótesis de una trascendencia. Mejor
aún, se diría que en lo sucesivo todas las ciencias plantean la cuestión central de un sentido que
escapa a la razón pura.
¿Tiene la ciencia algo que decir sobre el sentido ? Resulta audaz plantear una pregunta tal porque,
para las dos escuelas que han dominado el pensamiento científico del siglo XX - el materialismo y
una espiritualidad que llamaría "separacionista" - la respuesta es no. En efecto, después del
impulso científico del siglo XIX, se ha establecido un modus vivendi. Los materialistas y los
espiritualistas admiten ambos que la ciencia no es todopoderosa, que ella no posee la Verdad con
mayúscula y, por lo tanto, no puede prohibir la fe. Sus posiciones científicas no difieren: la ciencia
no tiene nada que decir sobre el sentido, se trata de dos dominios separados y la cuestión del
sentido depende de las convicciones de cada uno.
Un paso más:
Lo que estamos ensayando aquí es ver cómo podría ser posible dar un paso más (sólo un pequeño
paso suplementario) a partir de esta posición tan razonable que parece imposible de superar.
La Física Cuántica.- Es verdad que una onda no es más espiritual que una partícula, pero esta
"decosificación" de la materia que efectúa la física cuántica - el hecho que los constituyentes
fundamentales de los objetos no sean objetos - es una situación menos confortable para un
materialista que la precedente. Se accede así a un nivel de complejidad de lo real donde ciertas
certidumbres se disuelven. Se podría a continuación hablar resueltamente de otros niveles de
realidad con el aporte de la no-separabilidad, esta influencia misteriosa que liga dos partículas
escapando al espacio y al tiempo. Existe así una "causalidad global'' en el universo la que -
cualesquiera que sean las implicaciones consideradas - necesita la existencia de ese otro nivel.
La biología da cabida también a la cuestión del sentido. El célebre argumento de William Paley,
según el cual al encontrarse un reloj en el desierto, se tendría que postular la existencia de un
relojero y no su fabricación a partir de la erosión producida por el agua y por el viento; por lo que
- enfrentados a un sistema viviente - es preciso postular un creador, ha sido refutado por David
Hume. Según él, la analogía entre sistemas vivientes y máquinas es muy imperfecta. Para llegar a
la conclusión de que un objeto es debido a un creador inteligente, es preciso que la analogía con
una máquina sea muy fuerte.
Pero Michael Denton ha hecho notar que para una civilización primitiva un objeto como una
calculadora no sería considerado un artefacto, pues se trata de una técnica demasiado avanzada
para que pudiera ser concebible por una civilización de ese nivel. Por lo tanto - según él - el
progreso de la bioquímica y de la biología molecular invalidan la crítica de Hume: ''En todas las
direcciones hacia donde dirija su mirada, el bioquímico que camina a través del fantástico
laberinto molecular percibe dispositivos y aplicaciones que le recuerdan la tecnología más
avanzada de este siglo. Nosotros hemos observado un mundo tan artificial como el nuestro, tan
familiar como si hubiéramos colocado un espejo delante de nuestras propias máquinas." El no
titubea en concluir con una de las frases más audaces escritas por un biólogo contemporáneo: “La
hipótesis de la creación inteligente de la vida es un concepto metafísico a priori que debe entonces
ser rechazado como desprovisto de todo valor científico. Al contrario, el deducir una creación es
una inducción a posteriori que procede ineludiblemente de la lógica de la analogía entre sistema
viviente y tecnología avanzada. Aun si esta conclusión pueda tener implicaciones religiosas ella no
depende de presuposiciones religiosas."
La Neurología.- Se localizan cada vez mejor las áreas visuales, auditivas, del lenguaje, pero -
como lo han mostrado Libet y Lambert - hay algo que escapa a toda representación en términos
de neuronas, y ese algo es lo esencial, es la unidad de la mente humana, nuestro "yo consciente".
Las Matemáticas.- Einstein decía: 'Lo más incomprensible es que el mundo sea comprensible",
indicando con ello que el solo hecho de que las matemáticas sean posibles y funcionen indica la
existencia de un cierto lazo entre la estructura del mundo y la mente humana.
Recientes debates han puesto en actualidad la cuestión del "platonismo" en matemáticas. Parece
claro que los conceptos matemáticos existen fuera del espacio, del tiempo y del cerebro humano.
Resumen:
Vemos aparecer en todas las grandes disciplinas científicas "cosas ocultas detrás de las cosas".
Detrás de la no-separabilidad de la física cuántica, detrás del big-bang, detrás de los arquetipos de
la evolución, detrás del cerebro humano y de las matemáticas se perfila la "realidad velada",
según d'Espagnat, o "el orden implícito" de Bohm. Así parece cumplida la primera parte de "un
paso más". El principio de la entropía y el carácter de tecnología avanzada del fenómeno viviente
no podrían por ellos solos probar la existencia de una finalidad. Ellos nos proporcionan, sin
embargo, "síntomas de sentido", como diría Lambert.
Debemos enfrentar ahora una objeción fundamental: ¿ en nombre de qué objetaríamos que todo
esto no pueda desaparecer con los progresos de la ciencia, y que ello no vaya a hacer volar en
pedazos la noción de otros niveles de realidad ? En el nombre de una "tendencia", de un
"postulado" y de un "teorema".
Es aquí que interviene el postulado. El consiste en afirmar que la ciencia no conocerá jamás un
estado de indeterminismo comparable al existente antes de nuestra civilización - el cielo que
puede caernos sobre la cabeza - ni el estado de indeterminismo absoluto que hemos conocido al
comienzo del presente siglo.
Si se confeccionara un gráfico para mostrar la evolución de las concepciones científicas entre las
nociones de determinismo e indeterminismo, se vería a la curva estabilizarse al medio del gráfico,
lo que correspondería a una visión del mundo que yo llamaría " semi- determinada".
En función de un postulado como ese, aun si es concebido de una manera muy diferente, este
"otro nivel de realidad" existiría siempre, una vez sobrepasada la etapa del desconocimiento
científico y de la ilusión de la omnisciencia.
Algunos protestarán exclamando que no se podrían asignar límites a la ciencia. Es aquí que
interviene el teorema. El teorema de Godel, uno de los postulados más importantes de este siglo,
afirma justamente que “todo sistema finito de axiomas contiene al menos una proposición
indescifrable". Se puede decir que se trata aquí de la demostración que no se podría jamás
demostrar.
Henos aquí con nuestros síntomas de sentido. Pero es necesario hacer notar que el sentido
buscado puede ser de dos naturalezas diferentes. Ya sea que se trate de un sentido que no existe
previo al mundo sino que se construye con él (el sentido de la relación del hombre con el mundo);
entonces se trata de la idea de la auto organización, o de un sentido situado "en los márgenes del
mundo", según la expresión de Wittgenstein, es decir, proveniente del "Todo Otro" de la teología
judeo- cristiana. He llamado a esto la "escuela de la incompletitud", porque ella postula la
irremediable "incompletitud" del mundo aprehensible. No quiero caer en el reduccionismo
colocando etiquetas sobre las personas, pero la gran mayoría de los científicos que participan en lo
que se llama el "nuevo paradigma" puede repartirse en forma más o menos equitativa en una o la
otra de estas escuelas.
El reencantamiento necesario:
Cualquiera que sea la importancia de las diferencias existentes entre estas dos tendencias, es
necesario hacer notar aquí que ellas son por ahora 'compañeras de ruta" sobre la vía de un
reencantamiento del hombre y del mundo. En efecto, nuestra sociedad es la primera donde ha
sido posible concebir de una manera mayoritaria al mundo como un absurdo. Una gran parte del
desconcierto contemporáneo, el aumento de los suicidios, el abuso de los medicamentos, pueden
ser atribuidos a este sentimiento de que nuestra existencia estaría desprovista de sentido.
Basarab Nicolescu y Jean-François Lambert son - según mi conocimiento - dos de los autores que
han percibido mejor los estragos a largo plazo que han sido generados por el abandono de toda
búsqueda del sentido."Estamos en peligro de muerte, bajo la influencia de maestros de
pensamiento que predican un solo nivel de Realidad horizontal, donde todo gira en círculo y
engendra fatalmente el caos, la anarquía, la autodestrucción", dice Nicolescu.
Lambert le hace eco: "Si el hombre no es más que un conjunto de moléculas, y si el universo está
desprovisto de significado, entonces no se es ni bueno ni malo, inteligente o torpe, sino bien o mal
programado. Se deduce que no tenemos ninguna responsabilidad vis-a-vis de nosotros mismos o
de los demás. La ética es inútil. Si no hay un sujeto no hay humanismo, y si no hay sentido no hay
un sujeto... El humanismo científico no puede proponer más que una ética "reducida a los bienes
gananciales", entregada a los caprichos de los más astutos o de los más cínicos”.
Es por esta razón que estas dos vías, de incompletitud y auto organización, redescubriendo la
posibilidad de la existencia de un sentido en el universo, desempeñan un rol que va mucho más
allá de un cuestionamiento filosófico, siendo capaces de actuar sobre nuestras relaciones con la
naturaleza, con los otros y con nosotros mismos. El hecho es que la ciencia haya "descubierto por
sus propios medios, la existencia de otros niveles de realidad, hace que la búsqueda del Ser no
sea un absurdo a priori".
Científicamente no es posible ir más lejos. Pero si queremos llegar al final de nuestro "un paso
más", de este paso hacia adelante que ensayamos ejecutar desde la posición “separatista", en
forma sabia y sin peligro, nos es necesario ahora sumergirnos en el estudio de las grandes
tradiciones de la humanidad.
Estamos frente a dos alternativas: una es que las diferentes religiones hayan sido inventadas por
el hombre para responder a su angustia delante de la muerte, a su alienación de este universo en
el que ha surgido por azar; la otra es que, ya sea por una vía de intuición o revelación, las
religiones contienen una información verdadera sobre la estructura del mundo. No podemos
descartar desdeñosamente esta última posibilidad, pues nuestro recorrido a través de la ciencia
nos ha mostrado, como lo dice d'Espagnat, que: "no se puede excluir el que otras formas de
conocimiento nos aporten igualmente luces sobre la Realidad.”
Para eliminar una de estas dos hipótesis, la cuestión clave es la de la coherencia. Si detrás de las
formas y de las imágenes propias a cada civilización aparece una coherencia más sólida que la que
se pueda normalmente esperar, entonces la segunda hipótesis pasaría a ser creíble. No tengo la
competencia ni el espacio para hacer aquí un análisis comparado de las religiones, sólo deseo -
sobrevolando rápidamente las grandes tradiciones de la humanidad - mostrar que en todos los
tiempos y lugares se encuentra en ellas una intuición fundamental, la de un universo con dos
niveles de realidad, donde el primero, fuera del tiempo, del espacio y de la materia, engendra
después de una ruptura un segundo nivel, el del devenir y de la evolución, donde se desarrollan
procesos de auto organización.
El Budismo.- Ciertos autores modernos han afirmado que el budismo era un materialismo: el
budismo en su pureza primitiva ignoraba la existencia de Dios, negaba la existencia del alma,
sería por sobre todo un código moral. "Desgraciadamente, estas tres proposiciones son falsas -
dice Coomaraswamy - la elevada ética del budismo no es más que un estado preliminar. Los
textos más antiguos muestran que lo esencial se encuentra en la vida contemplativa, las
especulaciones materialistas son muy posteriores".
El Buda lo dice de manera más clara: "Hay un no-nacido, no-llegado a ser, no-creado, no-
compuesto, y si él no existiera no podría haber ningún camino de evasión fuera del nacimiento,
del llegar a ser, de la creación y de la composición de las cosas". Afirma así la existencia de estos
dos niveles de realidad, el del devenir y el situado fuera del tiempo y del espacio, y el hecho de
que la meta de la vida es la de reunirse con este último.
El Taoísmo.- Para el taoísmo también existe una ambigüedad. Basándose sobre el I-Ching, el
Libro de los Cambios, se ha podido concebir al pensamiento chino como materialista. Ahora bien,
Lao-tsé nos dice: "Lo que se llama Tao es indistinto e inefable, él contiene por lo tanto todas las
formas y todos los objetos". Él explicita esto, diciendo: "El Tao que no puede ser nombrado es el
origen del Cielo y de la Tierra (el nivel indecible). El Tao que puede ser nombrado es la madre de
todas las cosas (la creación)". Se trata del nivel del llegar a ser, y es a este nivel y no al otro a
que se refiere el libro del I-Ching, que es, bien seguro, un libro del devenir.
Las Religiones de la Biblia.- Su mito común es el Génesis. Más claramente todavía que en lo
anterior, está descrita esta estructura a dos niveles. El Génesis I es el mundo del llegar a ser,
aquel donde el hombre y la mujer y todos los animales llegan juntos. El Génesis II es el mundo del
pensamiento creador de Dios, y el hombre llega antes que todo lo demás. Se dice en la exégesis
moderna que allí hubo dos relatos contradictorios de la Creación, y que se han conservados ambos
para no disgustar a nadie. Ustedes comprenderán por qué esta interpretación parece algo
simplista. Si se la detalla se verá:
* Desde los inicios de la cristiandad encontramos en Gregorio de Nyssa y sobre todo en Dionisios,
llamado el "Areopagita", a la vez la trascendencia y la inaccesibilidad de Dios y la existencia de las
jerarquías divinas operantes.
* Igualmente en el islam, los místicos y visionarios nos describen cómo lo que es inefable
interactúa con el mundo del llegar a ser por intermedio de aquello que Henri Corbin ha
denominado mundus imaginalis.
Esta unidad de fondo concerniente a la visión de un mundo de lo inefable ligado a un mundo del
llegar a ser, en las religiones monoteístas, puede ser resumida por la frase de Jacobo Boehme: “La
Naturaleza es una formación y una configuración continua de las ciencias y del amor divino. Lo
que el Verbo hace por la Sabiduría, la Naturaleza le da forma por la Cualidad," Boehme ha
mostrado las siete cualidades (asimilables a los siete sephirot) y el segundo y tercer principio
como estando en el mundo del devenir, de la auto organización. En cambio, el primer principio
está situado en otro nivel. Como lo dice Boehme: "Dios considerado en Sí Mismo es sin distinción,
sin naturaleza. El es a la vez Dios y el Todo."
Terminaré este demasiado breve recorrido a través de los textos fundamentales con una cita de
Eckhartshausen, quien afirma que: "La unidad de las religiones está en el santuario más interior y
la multiplicidad de religiones exteriores no pueden cambiar ni debilitar esta unidad que es la base
de todo el exterior'', postulando así a la vez la existencia de un nivel incorruptible - por relación a
aquel corruptible donde evolucionan las "religiones exteriores" - y la unidad trascendental de las
religiones sobre la cuestión esencial, la del sentido.
Así entonces no hay realmente oposición entre la incompletitud y la auto organización. Tal como
Einstein ha avalado a Newton, la incompletitud avala la auto organización; ellas no están situadas
al mismo nivel. La visión que extraemos de este viaje a través de todas las grandes tradiciones de
la humanidad es la siguiente:
1.- Un sentido preexistente pero inalcanzable, hacia el cual el ser humano debe por lo menos
dirigirse.
2.- Un mundo del devenir a veces no lineal, a veces buscado a ciegas, a veces contradictorio, a
veces incomprensible, pero que permanece no obstante misteriosamente ligado a este primer
principio.
3.- Y entre los dos, una ruptura (la Caída de la tradición cristiana), que se encuentra bajo otras
formas en otras tradiciones.
Esto no es una prueba, pero una tal estructura aparece demasiado coherente para ser debida
únicamente a contingencias socioculturales.
He aquí entonces como podemos efectuar la última parte de nuestro "un paso más", confrontando
la mayor intuición de la humanidad con la estructura deducida por la evolución del conjunto de los
grandes campos científicos. Esta no es una demostración en el sentido científico del término, pero
es por lo menos un paso más hacia una nueva filosofía de la Naturaleza, un paso fuera del mundo
de la filosofía del absurdo, un paso hacia un mundo donde estaríamos en nuestra casa en lugar de
ser extraños en él.
Augusto Comte se revolvería tal vez en su tumba, pero se puede decir que la humanidad ha
conocido tres épocas. La primera fue dominada por la religión, pero allí faltaba la razón. El
fanatismo podía desarrollarse de modo que la gente se mataba por desacuerdos sobre alguna
característica menor de un Dios por otra parte incognoscible.
La segunda época fue dominada por la razón, que iría a relegar la religión entre las supersticiones
prehistóricas. De allí se derivó el triunfo de los filósofos del absurdo.
La tercera, que comienza en este fin del siglo XX, es esta donde, según el premio Nobel de
medicina Roger Sperry: "Después de haber estado en conflicto directo al punto de casi excluirse
mutuamente, las creencias religiosas y las creencias científicas parecen ahora dispuestas a una
nueva compatibilidad, tal vez a una armonía." Esperemos que esta época sabrá tener la
inspiración que pueda dar el sentido y el equilibrio que pueda dar la razón.
Citamos a Lao-tsé: "Treinta rayos convergen al centro de la rueda pero es el vacío del medio el
que hace rodar al carro". Y a Saint-Exupéry: "Sólo se ve bien con el corazón, lo esencial es
invisible a los ojos".
No nos es posible ir más lejos en nuestra búsqueda de este Uno inefable cuya presencia se
manifiesta sólo por la ausencia de totalidad que nos deja toda visión inmanente del mundo. Nos
queda recurrir a la teología de Dionisios el Areopagita:
"Decimos entonces que la Causa Universal, situada más allá del universo entero, no es ni materia
ni cuerpo; que no tiene rostro ni forma, ni cualidad ni masa; que no está en ningún lugar, que
escapa a toda percepción por los sentidos, que no se la puede expresar ni concebir; que no tiene
nombre, ni orden, que no es grande ni pequeña, ni igual, ni desigual, ni semejante ni
desemejante; que no permanece inmóvil ni se mueve, que no es ni potencia ni luz; que no vive ni
deja de estar viva; que no es ni esencia, ni perpetuidad, ni tiempo; que escapa a todo
razonamiento, a todo apelativo, a todo saber".
“¡Y sin embargo, ella existe !" podría decir un Galileo moderno.
Jean Staune
Traducido y extractado por Alberto Carvajal de
Question de
Editions Ritz
Paris