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ALGO ESPECIAL

Primer capítulo: El chico

“ El chico estaba tirado en el suelo, boca arriba, con la mirada perdida, los ojos abiertos pero no
mirando nada, unos preciosos ojos verdes, con unas largas pestañas, eran unos ojos vivos pero
estaban en otro lugar miraban a lo lejos sin ninguna expresión. Tenía una tez pálida, una contusión en
la nariz que le sangraba y un corte en la mandíbula, una mandíbula perfecta, cuadrada, con una
similitud a la de un Dios griego, tendría unos 25 ó 26 años. Su compresión era atlética, no fuerte pero
si fibrosa, tenía unos brazos largos con unas manos largas, con dedos lagos, de pianista, un tórax
amplio se le veía debajo de la camisa desgarrada, debía de ser alto, sus ropas eran caras, tenía el
aspecto de un niño pijo. Había sufrido un buen golpe, o varios, no se quejaba, sólo miraba a lo lejos,
con esa mirada perdida, cuando de repente Caye se dio cuenta de que le brotaban dos lágrimas, el
joven se había puesto a llorar, muy pausadamente, desde lo más hondo de su ser, lloraba en silencio,
perdido. Caye empezó a llamarle, él no respondía, seguía mirando a ese punto perdido con esos
bonitos ojos verdes.Ca ye le tocó la frente, sintió un escalofrío al hacerlo, todo su cuerpo tembló a la
vez q el chico giró sus ojos hacia ella. Caye le habló de una manera tierna, este chico le hacía sentirse
bien, tranquila, con una paz q hacía tiempo que no sentía. Intentaba preguntarle qué le había pasado
por qué se encontraba en ese estado, qué le dolía, qué necesitaba??. Él no se movía, parecía una
estatua, preciosa desde luego, pero inmóvil, sin un ápice de expresión, eso sí , respiraba y estaba
caliente, y eso era bueno, al menos eso creía ella. Caye le volvió a preguntar qué le había pasado, por
qué se encontraba allí tirado sólo… y de repente Caye escuchó la voz más aterciopelada y deliciosa q
había escuchado jamás, qué voz!!!! Este chico era perfecto, hermoso, bello….tenía algo, este chico
tenía algo especial, ese algo especial que Caye había estado buscando desesperadamente….”

Caye, 36 años, comercial, vendedora nata, era capaz de venderlo todo, sin ninguna duda. Una mujer
echada para adelante que no se frenaba ante nada y nadie. Era una luchadora, le gustaba estar en el
meollo de todas las situaciones y enterarse de todo, sabía de todo, o eso creía. Era una mujer
despierta, atractiva, cuidaba su aspecto, no era 90-60-90, pero bueno, había tenido 2 hijos y todavía
se sentía deseada. Se movía en un mundo de hombres, y eso le gustaba, se llevaba mejor con ellos
que con ellas, no sabía por qué, pero siempre se había fiado más de sus amigos que de sus amigas.
Tenía pocas, y las pocas que tenía eran más jóvenes que ella o estaban solteras. Era otro punto de
vista. Ella no estaba casada, pero como si lo estuviese, vivía con su pareja desde hace 12 años, y
aunque se querían, ya no amaba a Pablo, no le ponía la piel de gallina y eso en Caye era una
asignatura pendiente. Caye siempre ha sido la romántica del grupo, todo por amor, siempre había
soñado con ir de su pareja de la mano con 70 años y dándose besos y achuchones a todas horas, ella
creía en eso por eso su situación actual la martirizaba, en silencio. Era de las que llora hasta con los
anuncios, sensible y arrolladoramente simpática, caía bien allí donde iba.

Siempre había tenido facilidad para entablar relaciones, y en la época de los 20 hasta que conoció a
Pablo no se pudo quejar de sus conquistas, no le importaba el físico, en cierto modo, buscaba
hombres que le hicieran reír, sentirse a gusto, única, respetada, amigos con los que divertirse, y si
después surgía algo más, perfecto. Tuvo hombres muy, muy guapos, pero no se ató a ninguno de
ellos. Cuando conoció a Pablo, un compañero de un departamento nuevo de la empresa, ni siquiera
se había fijado en él. Sus compañeras le hablaban de ese informático nuevo, de un moreno guapo que
tenía mucha labia y que era un poco engreído. Caye por entonces salía con Rodrigo, un guapo
camarero que le traía loca, se lo pasaba genial con él, y además tenían un sexo perfecto, qué más se
podía pedir???. Una de las muchas tardes que se quedaba a terminar de arreglar su agenda, hubo una
caída de red, y apareció él, Pablo.

Pablo era alto, fuerte no marcado, pero estaba bien. Tenía el pelo negro, con una tez morena y unos
ojos verdes con unas largas pestañas. Se miraron, y se sonrieron, ella bajó la mirada, él no. Le siguió
mirando, ella se sintió molesta , pero a él no le importaba, parecía que se sentía a gusto,
incomodándola. Por fin Caye levantó los ojos y le dijo:

_ Eres el informático, verdad???- era un tono provocador.

Él le seguía mirando, era una mirada examinadora, atrevida.

_ Si, te hago falta???-muy gracioso él.

_ A mí no, al ordenador parece-le cayó mal , muy mal- la verdad es que es tarde, si vas a tardar en
arreglarlo, dímelo, me iré a casa –no tenía ganas de hablar con él.

_ Veo que ha sido un mal día, no?- se reía-no te preocupes en 10 minutos lo tienes ok y puedes
seguir martirizándote-la volvió a mirar.

_ Muy bien, gracias, aprovecharé y me fumaré un cigarro y así cuando vuelva ya habrás terminado,
no???- no tenía ganas de quedarse allí con él.

_ Ok, espera un momento- Caye se paró- lo dejó reiniciando y me fumo ese cigarro contigo- dijo
muy jovialmente.

Esto es el colmo-pensó Caye- no he debido ser muy directa.

_ La verdad – atacó Caye- es que iba a hablar por teléfono, si no te importa- bien! Había estado
rápida.

_ No, no me importa, habla con quien quieras.

Este es gilipollas, en fin, sólo serán 10 minutos- le ponía muy nerviosa.

_ Pues vámonos, dijo Pablo, cogió el tabaco y le ofreció un cigarro, Caye denegó la invitación,
cuanto menos confianza mejor- no gracias, sólo fumo esta marca.

La tarde estaba preciosa , era verano, el sol brillaba, Caye era morena, tenía un tono de piel precioso,
un cabello castaño oscuro largo y abundante, estaba radiante, el verano le sentaba realmente bien y
Pablo se había dado cuenta.

_ Eres Caye, verdad?- preguntó mientras se encendía el cigarro.

_ Si,…. – puso cara de extrañeza, cómo lo sabía???


_ Estás a punto de llegar al record de ventas, y ganar un buen viaje, tienes con quién ir ?- clavó sus
ojos en ella.

Cómo era esto??? O sea, hacía 5 minutos que se conocían y prácticamente se estaba auto invitando al
viaje?, esto era demasiado.

_ Sabes? Eres una tía interesante, independiente, guapa, simpática, un poco borde, pero me
imagino que es tú coraza para protegerte de tanto gilipollas….

_ Cómo tú? –no aguanto más.

Él soltó una gran carcajada, tenía una risa encantadora, natural, verdadera.

_ Ya comprendo, te parezco uno de ellos, no?- la, volvió a mirar- a lo mejor no he empezado con
buen píe, mi nombre es Pablo, encantado de conocerte Caye- y la plantó dos besos.

A Caye esto le hizo gracia, le pareció atrevido.

Volvieron al despacho, el ordenador se había vuelto a apagar , Pablo se sentó en la mesa y estuvo allí
tecleando cuando Caye le interrumpió.

_ No iban a ser diez minutos, ya llevas por lo menos veinte minutos, qué pasa? Demasiado para ti?
– no lo pudo evitar.

_ No, la verdad es que quería que llegase la hora para invitarte a unas cañas y a cenar, qué dices?-
volvió a mirarla

Debía de estar loca, pero llamó a Rodrigo para decirle que se iba a casa y aceptó la invitación.

“ El chico seguía inmóvil y Caye se estaba poniendo nerviosa, pero había hablado, ella le había oído,
había oído esa maravillosa y aterciopelada voz… o se lo había imaginado? De nuevo , le volvía a oír, “
Ayúdame, por favor” pero esta vez era cierto, el chico la miraba mientras le sujetaba el brazo con la
mano.

Caye no podía dejar de temblar, el contacto con su piel era algo indescriptible, por lo menos ella no
sabía cómo explicarlo, le había recorrido un escalofrío desde la nuca hasta la parte baja de la espalda,
estaba completamente exhausta cuando sintió más presión en su brazo y de nuevo oyó aquella
maravillosa voz, “ayúdame, ayúdame a levantarme”. Cuando Caye fue capaz de girar la cabeza y
mirarle, se perdió en sus ojos, no era capaz de moverse, el chico se intentaba apoyar en ella para
levantarse, pero ella estaba hipnotizada por esos ojos. Qué la pasaba? Que la estaba ocurriendo? De
nuevo aquella voz, “ por favor, quiero irme de aquí”, Caye logró apartar la mirada de aquellos ojos y le
ayudó a ponerse en píe.

_ Disculpa, no crees que deberías permanecer quieto y esperar a que te examinen, ya he llamado a
la ambulancia- Caye no quería mirarle a los ojos.

_ No, no ,no, tengo que irme, por favor ayúdame, tengo que irme- él estaba preocupado y
enfadado a la vez- te agradezco, pero no necesito atención médica, estoy estudiando medicina, no
tengo nada importante, son contusiones, ayúdame por favor, mi casa no está lejos de aquí- él parecía
que también evitaba mirarle a los ojos.
Caye estaba confundida, pero recordó lo que había sentido al verle, al tocarle, cuando él la miró… era
tan especial… decidió ayudarle, debía de estar loca.

_ Está bien, te ayudaré a llegar a casa, dónde vives?- estaba loca, muy loca.

_ Gracias, me llamo Sergio, y vivo en la otra manzana, detrás del hospital, gracias de nuevo por
acompañarme, tú nombre es?- parecía que él no le miraba a los ojos.

Por qué no quería mirarle a los ojos?, parecía que la mirase a la nariz, Caye se encontraba ahora
incómoda.

_ Mi nombre es Caye…., y la verdad, estoy un poco…aturdida, vámonos ya si no quieres que te vea


la ambulancia, deben de estar a punto de llegar- al fondo se oía una sirena.

Caye, mientras le miraba seguía sintiendo algo extraño dentro de sí, cómo si ese chico supiera cosas
de ella, cómo si se conociesen de toda la vida, sentía algo de miedo pero intentó que no se notara.
Sergio empezó a andar apoyado en Caye, ella olía muy bien, y su piel era suave y muy agradable, se
sentía bien a su lado. No quería mirarle a los ojos, aunque no sabía por qué, debía de ser guapa, su
voz era enérgica y alegre , era una mujer atractiva, si , lo era.

No se dijeron nada en todo el camino, era ya tarde, las nueve y media, Caye tenía que llamar a Pablo,
estaría solo con los dos enanos, estaría como loco, y en ese momento sonó su móvil, Sergio se
sobresaltó, Caye le miró extrañada.

_ Lo siento, tengo que cogerlo, te puedes aguantar solo un momento?, no tardaré- se retiró de su
lado y sintió que se despegaba de sí misma- sí, dime, si, te iba a llamar, me ha surgido
algo….ya….vale…..vete bañándolos….de acuerdo….si …..como una hora más o menos ,bien ,hasta
luego- respiró hondo y se volvió a acercar a él, se notó aliviada al sentirse cerca de nuevo, era tan
extraño…..

_Te tienes que ir?? No te preocupes, ya estamos llegando, es esa calle, en la esquina,has sido muy
amable- Sergio seguía sin mirarla, no podía correr el riesgo de hacerlo, y si ella fuera….

Caye quería mirarle de nuevo, ver sus ojos reflejados en sus maravillosos ojos pero él rehuía
continuamente su mirada, hasta que llegaron a su puerta, entonces se encontraron sus miradas y ella
creyó morir. Empezó a ver en su mente diferentes etapas de su vida, primero etapas tristes y luego
felices, qué estaba pasando?? De repente Sergio bajó su mirada y ella perdió todas las imágenes y los
sentimientos que estas le traían.

_ Qué ha pasado? Sergio? Mírame- Caye le cogió de la barbilla

Sergio había visto esas mismas imágenes y había sentido en su piel lo mismo que ella, era un don que
tenía, un don que no sabía utilizar y que le hacía sentirse muy incómodo y muy diferente, no sabía
controlarlo.

_ Gracias Caye, no recuerdo quién me golpeó, no te puedo contar…- Sergio fue interrumpido por
Caye

_ De qué diablos estás hablando? Yo te hablo de lo que he pasado ahora, lo he visto en tus ojos-
Caye no sabía qué hacer, este chico, este chico era demasiado complicado para añadirle a su
monótona vida sentimental- está bien, no nos conocemos y no tenemos por qué hacerlo, verdad?,
estás bien y en tú casa, me tengo que ir- aquellas palabras le estaban desgarrando el alma, cómo era
posible que se sintiera tan unida a alguien que acababa de conocer???

_ Caye- Sergio la agarró la de la mano, a ella le tembló todo el cuerpo y él sintió un escalofrío que le
hizo tambalearse- muchas gracias por ayudarme, eres, eres….gracias- Sergio no quería que se fuese ,
pero él era inestable y ella era toda una mujer, había visto a sus hijos y a su pareja, qué pintaba él?

Mientras Caye le miraba se decía a sí misma que era un joven muy guapo, bello, pero era tan joven,
muy joven, muy joven para ella, qué estaba pasando?! Cómo podía tener esos pensamientos tan ….
maravillosos con él? Por lo menos le sacaba diez ó doce años, Dios , qué pensarían sus hijos!!!! Desde
cuando tenía este tipo de fantasías con extraños…

_ Adiós Sergio, cuídate- pareciera que se estuviera despidiendo del amor de su vida, qué dolor tan
intenso, no quería, no quería….

_ Caye- Sergio no la volvió a mirar- trabajo en el San Nicolás, pediatría, si te pasas por allí algún día,
te invitaré a un café de agradecimiento- y se giró para abrir el portal- adiós Caye, ha sido un placer.”

Pablo se fue a cambiar, él llevaba mono, no sólo era el informático, también era técnico de
mantenimiento. Caye le esperó en el hall, tardaba y ella estaba ¿nerviosa?, no sabía si era esa la
palabra, nunca la había gustado salir con compañeros de trabajo, no creaba buen ambiente, a ella no
le gustaba atarse y verle todos los días….se estaba empezando a arrepentir de haberse quedado
cuando él salió. Fue como una aparición, Dios mío! Estaba guapísimo, llevaba un pantalón de pintor
beige que le caía sobre esas piernas musculosas como un guante, llevaba un polo también beige que
le marcaba los hombros haciendo notar ese gran tórax que tenía, se había engominado el pelo, ¿ se
había dado crema?, lucía más luminoso, y olía, madre mía, cómo olía. Llevaba una mochila al hombro,
estaba espectacular. No se había fijado antes en su perilla, la llevaba arreglada perfecta, la patilla
ancha se unía a la barba por un fina hilera de pelo negro que le marcaba las facciones, y esos labios
gruesos con esa sonrisa tan natural, él se había dado cuenta que la había impresionado y su mirada
denotaba satisfacción.

_ Nos vamos guapa? – él estaba contento, ancho, había causado la impresión que quería.

Caye sabía cómo iba a terminar esto, así que…..

_ Perdona, me gustaría pasar por casa a ducharme y cambiarme, te importa?, es pronto ,son las
nueve, yo en veinte minutos estoy lista- ella suplicaba con la mirada.

_ De acuerdo, pero que sepas que estás fantástica con ese vestido, deliciosa….- lo pensaba
mientras la miraba fijamente.

A Caye no le gustaba esa forma tan directa que tenía de hablarla, pero ya estaba acostumbrada, su
mundo laboral estaba lleno de hombres engreídos y prepotentes, vacíos , pero Pablo no era así,
parecía tener mucho que dar y Caye quería que fuese ella la que lo recibía. Intentó no pensar más en
las consecuencias, cogió su casco y su bolso y se fue al garaje.

Le encantaba su moto, era su transporte favorito, vivía su conducción como algo límite, no había
conocido placer similar al de montar en su moto, se sentía libre, sin ataduras….

_ Tienes moto?, no te dan coche de empresa? – le gustaba la idea de verla montar en moto con
ese vestido.
_ Sí, pero no me gustan , nunca me han gustado los coches, sólo los utilizo cuando llueve, bueno,
vivo en la calle Alcalá 75, nos vemos allí, yo llegaré antes, así me iré arreglando, hasta luego!!! – Caye
salió disparada.

Pablo estaba fascinado con la visión de Caye en la moto, le excitaba, verla ponerse el casco, cómo se
recogía su melena, cómo se colocaba estratégicamente el vestido…, era muy sensual. Se fue hacia su
coche, se montó y puso la radio, esa noche jugaba el Madrid, pero no le importaba perderse el
partido, Caye le había gustado mucho y quería conquistarla. Salió del garaje pensando en la noche
que tenía por delante.

Caye ya estaba llegando a su casa, estaba parada en un semáforo, mientras pensaba qué ponerse, no
quería que se notase que se arreglaba demasiado pero quería estar sexy, sensual…., le gustaba Pablo,
físicamente estaba muy bien, aunque ese carácter no le agradaba del todo, tampoco quería casarse
con él. Su casa estaba como siempre, hacía menos de seis meses que vivía sola y era y seguía siendo
un desastre. Cuando abrió la puerta, agradeció haber llegado antes, tenía la cocina hecha un desastre,
y no hablemos de la habitación. Siempre había sido muy desordenada, era limpia pero desordenada,
en el trabajo también, algún jefe le había recriminado por ello, pero lo compensaba siendo muy
eficiente, y que siempre dentro del caos encontraba las cosas. Pero en casa no había nada que
compensar, sólo darle la razón a su madre, su única lucha con ella era esa, el orden.

Caye era una adicta a los libros y a la ropa, toda su habitación era eso, libros por todas partes y
prendas de ropa por todos los rincones. Su cama estaba sin hacer, como casi todas las mañanas, así
que miró el reloj, Pablo no tardaría en llegar, tenía que darse prisa , recogió toda la ropa, la hizo un
montón y la metió en el armario, sacó el vestido que se quería poner antes de cerrar de golpe la
puerta. Era un vestido vaquero en forma de trapecio, le encantaba, y le quedaba lo suficientemente
sexy e informal. Cogió sus sandalias , el bolso y la ropa interior, todo en rojo y se fue para la ducha.

Cuando Pabló llamó, ella estaba en ropa interior, Caye había estado imaginando en la ducha cómo
haría Pablo para besarla, qué extraño, se conocían hace dos horas, cómo era posible, que ella,
deseara que le besara… . Se puso el albornoz y salió a abrirle la puerta, qué atractivo era!!! Y que él lo
supiera le hacía serlo más.

_ Guau ¡!!! Caye, cómo te atreves a abrirme así la puerta?? Se nota que no me conoces – Pablo la
miraba como si fuera un caramelo delicioso derritiéndose, lo estaba saboreando.

_ Perdona, me visto en cinco minutos – y se dio media vuelta, estaba nerviosa, cuando sintió la
mano de él en su brazo, él la giró hacia sí, fuerte, seguro de sí mismo, estaban pegados el uno al otro,
Caye no sabía a dónde mirar, él la estaba oliendo el pelo, luego bajo hacia los ojos , la nariz…, le sujetó
el cuello, se acercó a olerlo, lo besó, Caye estaba humedeciéndose, Pablo le levantó la barbilla, le
rozó sus labios con los dedos, Caye notaba su excitación, su pulso se aceleraba, ella mantenía los ojos
cerrados, mirarlo sería su perdición. Pero no hizo falta abrirlos, Pablo posó sus labios contra los de
ella de forma apasionada, en seguida entreabrió la boca dando suelta a su lengua, Caye correspondió
de la misma manera, sus lenguas se entendían a la perfección, pero las manos de Pablo buscaban algo
más y Caye no estaba preparada, se separó, Pablo la volvió a acercar y volvió a besarla, esta vez más
suave, pero con deseo, la acariciaba la espalda, bajo hasta su cintura para destarla el albornoz, él
estaba muy excitado, Caye lo había notado , pero ella no quería continuar, no podía echar un polvo
así, con un compañero de trabajo…quería pensar que no podía, Pablo ya le había desatado el albornoz
y le caía por los hombros, la estaba besando el cuello, su punto débil, tenía que reaccionar rápido o
estaba perdida, la ayudó el sonido del teléfono, rápidamente recogió el albornoz del suelo, se lo ató y
se fue a contestar esa bendita llamada.
_ Diga???- su respiración estaba entrecortada, todavía se sentía excitada, todavía sentía
palpitaciones, se tuvo que dar la vuelta para no verle, su mirada le hacía excitarse más , estaba rojo,
acalorado y le hacía todavía más deseable.

_ Diga? Quién es? –no le importaba quién era, pero necesitaba distraerse, dejar de pensar en lo
que deseaba , echar ese polvo.

_ Caye, estás bien? –era Rodrigo –estoy en el chino de tú calle, quieres bajar a cenar algo conmigo,
tengo una hora –Rodrigo notaba algo extraño.

_ No, gracias –no podía verle ahora, lo notaría!!!, seguro –acabo de llegar y me quiero dar un
baño, luego te llamo, vale? besos –y colgó, no quería darle tiempo a insistir, sabía que si lo hacía se
hubiera ido con él, y aunque no le pareciera bien, en el fondo quería estar con Pablo.

En cuanto colgó Pablo estaba detrás de ella, acariciándola el pelo, oliéndoselo de nuevo…se estaba
volviendo a excitar….

Caye tenía tantas cosas en la cabeza y a la vez sólo una, le apetecía acostarse con Pablo, pero era un
compañero de trabajo, no lo había hecho nunca se lo había jurado al entrar en este mundo, pero
Pablo besaba tan bien… . Tenía completamente erizada toda lo piel de la parte izquierda de su cuerpo,
Pablo le estaba dando besos en el cuello, justo debajo del lóbulo de la oreja, sus manos agarraban las
suyas…Dios, era muy difícil parar aquello!!! Las manos de Pablo jugueteaban con las de Caye de una
manera muy sensual, al igual que los pies, Caye estaba sorprendida que las manos y los pies tuvieran
tantas terminaciones nerviosas, se estaba excitando, sentir el cuerpo de Pablo contra el suyo la
estremeció, sus manos habían empezado a recorrer todo su cuerpo y Caye supo que no podía parar.
Así que le agarró de la nuca y le besó apasionadamente, mientras él dibujaba sus senos con sus
manos, Caye le quitó el polo, esos pectorales eran casi perfectos, los besó y fue bajando hasta que
llegó a los pantalones y cuando pretendía seguir, Pablo le dio la vuelta, la terminó de desnudar y la
penetró. Caye no sabía donde agarrarse, él la sujetaba como si fuera una muñeca y aquello la estaba
volviendo loca, sentía como le llegaba el orgasmo y el de él, al unísono gritaron de placer, sudaban y
gemían y Caye estaba asombrada e incluso avergonzaba por la forma en la que había sucedido todo,
pero lo que más la fascinaba era como Pablo le había sabido llevar al máximo placer de esa manera
tan excitante, estaba exhausta, jamás había hecho el amor así con un hombre, había sido el orgasmo
más placentero y rápido de toda su corta vida, y ahora la daba vergüenza mirarle a la cara.

“Mientras Caye volvía a recoger su moto pensaba en Sergio. Era el chico más bello que había visto en
su vida, tenía ese aire de misterio que a ella le volvía loca en los hombres , pero sobretodo era esa
dulce sonrisa y su voz. Su voz le daba tranquilidad, paz , a la par que la ponía muy, muy nerviosa. Ella
se negaba a aceptarlo, pero sentía ¿amor? Por ese chico?, no sabía, pero lo que si sabía es que el
amor siempre llega a nuestras vidas como por arte de magia, pero eso es, precisamente lo más bonito
de este sentimiento, que siempre te coge desprevenida e indefensa y te sorprende con una simple
mirada, una sonrisa o una voz, su voz. Caye no se veía preparada para afrontar un sentimiento de tal
magnitud, no hacía más que repetirse q ese sentimiento no podía ser amor, por Dios!, no le conocía
de nada!!!. Lo q sí sabía era que según se había ido alejando de él sentía una opresión en el pecho,
como una especie de aviso de que algo no iba bien. Sergio a su vez, en su casa, todavía recordaba el
dulce olor de Caye, era una mujer tan mujer! Sergio la había grabado en su mente, había visto los
peores momentos de su vida y ninguno era tan malo como para avergonzarse y los buenos, eran
buenos, no excelentes. Lo q sí era verdad, porque lo había visto, es q Caye no era feliz con su pareja,
estaba triste y se sentía muy, muy sola, y eso le causó dolor, aunque no entendía por qué, o si??
Sergio no salía con ninguna chica, todas las chicas de su edad le parecían inmaduras e inestables, e
incluso lo había intentado con alguna compañera del hospital, y la verdad, le aburría tanta fiesta y
tanta tontería, porque en el hospital, si sobraba algo era la tontería. Cuando llegó lo q más le llamó la
atención era todo el “mamoneo” q había entre los compañeros, se pasaban coqueteando y quedando
unos con otros, la cuestión era probar todos con todas y todas con todos, al principio se lo pasó
bastante bien, tenía éxito entre sus compañeras pero llegó un momento q ya no le parecía nada
divertido, la verdad. En el hospital estaba muy bien considerado profesionalmente, era uno de los
mejores residentes, pero las compañeras sólo le veían como el chico mono q sabía hacer disfrutar a
una mujer y los compañeros como el rival a derribar, por lo q Sergio escogió la especialidad de
pediatría, porque los niños nunca te engañan, son nobles y sinceros, y no es necesario actuar delante
de ellos. Así de paso se quitaba de encima todo ese mundillo, los compañeros de pediatría eran gente
más mayor y por lo tanto más tranquila, o eso creía.
Cuando Sergio abrió los ojos y se vio reflejado en eso pequeños, chiquititos ojos marrones casi negros
y tan expresivos, pensó q estaba en el paraíso, se sumergió en ellos, su mente viajaba a un lugar
extraño, q él nunca había visto, pero era un lugar precioso donde él estaba agarrado de la mano con
una mujer, ambos estaban de espaldas…., se despertó y la vio, se enamoró perdidamente de esos
ojos!!!! Los ojos de Caye le daban una paz…. . Sergio no quería involucrar a nadie en su enmarañada y
complicada vida, pero no había podido evitar decirle a Caye donde trabajaba, tenía la esperanza que
ella se pasaría por allí, y eso le ponía nervioso, muy nervioso, tenía tantas ganas de verla de nuevo….,
tenía una sonrisa tan luminosa que le hacía olvidar todo lo que le afligía.
Caye estaba preocupada, desde que vio a Sergio no se lo podía ver quitar de la cabeza. Era cómo si el
mundo se desenfocara y sólo se pudiera hacer foco en él. Caye sabía que en el momento en que
Sergio la miró algo había cambiado en su vida para siempre. Se atrevió a soñar, a imaginar como sería
si él hubiera sentido lo mismo que ella…, pero no quería pensar en ello, no podía hacerse ilusiones,
para qué?? Aún así, Caye cogió su moto y volvió al portal de Sergio, le salió de dentro, era como si una
fuerza le llevara hacia allí. Estuvo allí mirando a la puerta más de quince minutos…hasta q le volvió a
sonar el teléfono, era Pablo, estaba desesperado y enfadado, eran más de las 21.30 y no había llegado
a casa…., los niños!!! Caye volvió a su vida real, le prometió a Pablo que llegaría en quince minutos y
mientras se ponía el casco, le vio salir. Verle salir y temblarle las piernas fueron acciones paralelas, se
veía limpio, aseado, con unos vaqueros y una simple camiseta azul con sus converses azules a juego,
era una aparición. Sergio la vio y se quedó parado, la miró. Para Caye no había nada más bello que
asomarse a sus ojos, bueno si, si lo había, escuchar su voz. Sergio se estaba acercando y Caye
temblaba como si fuera una niña pequeña, ese chico era todo lo que ella había estado buscando.

_ Hola Caye –su voz la mecía como si fuera una canción de cuna – qué haces aquí??

Caye estaba exhausta, encandilada con esa maravillosa voz y esos dulces ojos…no sabía que decir ,
pero se había dado cuenta que lo que sentía por ese chico no era sólo un impulso que había sentido
en un momento.

_ Hola Sergio! pensé que había perdido el móvil y he hecho el camino de vuelta –que excusa más
infantil y tonta, pero en fin, era la que su paralizado cerebro le dio tiempo a emitir.

_ Y bien, lo has encontrado?? – Sergio disfrutaba mirándola esos pequeños ojos que tanto le
habían impactado.

_ Sí, estaba en mi bolso, me he dado cuenta cuando me ha llamado… -que estaba haciendo?? Q
más da?? Vete de aquí antes de que hagas más el idiota –bueno, me voy, ya veo que estás mejor.

_ Sí, me hacía falta una ducha, me voy a trabajar, entro a las 22.00h , quieres tomarte un café
conmigo? –Sergio quería estar con ella, cerca, poder olerla, sentirla…

Caye estaba nerviosa, le había dicho a Pablo que en 15 minutos estaba en casa y ya habían pasado
diez, pero no quería separarse de él. Se miraban como si no se pudieran creer lo que les estaba
sucediendo. Pero Caye pensó en sus hijos…
_ Lo siento Sergio –su corazón se le iba a salir del pecho, palpitaba tan fuerte y rápido q tenía
miedo de que Sergio lo oyera –en otra ocasión, tengo que llegar a casa, me esperan…

_ Vale Caye –la interrumpió Sergio, la notaba incómoda y oía latir su corazón como si le fuera a
explotar, evitó que le diera una explicación, él ya había visto lo importante q eran sus hijos, estaban
en sus mejores momentos de su vida –pero me debes un café, pásate mañana por el hospital y nos lo
tomamos allí, quieres??

Caye estaba absorta escuchando su voz, la transportaba a un sitio lejano, era como si levitase, no
entendía por qué, pero esa voz era una experiencia maravillosa y muy sensual. Pero pensar así, que le
afloraran esos sentimientos hacia un chico tan joven, la atormentaban.

_ Caye, me oyes? –Sergio la miraba sorprendido, divertido –tienes una cara… -su risa era un sonido
celestial, sincera, pura –oye, vienes mañana o no?? –Sergio la cogió de la mano.

Caye al tacto de su piel se le erizó la suya, qué la pasaba con este chico??. Se soltó sin parecer brusca
y se atusó el pelo, estaba nerviosa, era gracioso, toda una mujer coqueteando con un chico 12 ó 13
años más joven que ella…

_ Perdona Sergio –se reía por dentro, estaba feliz –no sé si podré mañana….

_ Caye, mañana tengo un día muy duro, tengo guardia, sólo se me haría más ameno si vinieras a
tomarte ese café y así conocernos un poco más, quiero conocerte Caye –Sergio se puso serio.

Caye no podía creerlo, es como si Sergio y ella estuvieran en una misma frecuencia y eso les hiciera
estar juntos como si antes ya lo hubieran estado.

_ Está bien –respondió –lo intentaré, pero no te prometo nada, de todas formas, por si acaso, por
quién tengo que preguntar??

_ Dr. Moreno, Sergio Moreno, te veo mañana!! –la volvió a coger la mano y se la besó”

CAPÍTULO TERCERO

Pablo la cogió en brazos y la llevó al sofá, quería seguir disfrutando de ella, esta mujer la volvía loco,
en su larga lista de conquistas ninguna mujer le había conseguido despertar este deseo que le ardía
en un solo día. Caye era más que una atractiva mujer, era inteligente y tenía una forma de vida muy
personal, muy privada, y eso a él le gustaba, le gustaban las mujeres con carácter. Caye le miraba
mientras la dejaba en el sofá y pensaba que había estado muy bien, pero que parea ella ya había sido
suficiente por esta noche, Pablo la despertaba su lado más salvaje e indomable y tolo lo que ella no
podía controlar, no le gustaba, y es este momento se sentía completamente incontrolada, eso sí,
estaba especialmente satisfecha, pero ya era suficiente. Se levantó, le dijo a Pablo que se iba a dar
una ducha y que iba a salir. Cuando Caye salió de la ducha Pablo se había quedado dormido, Caye le
miraba, era muy atractivo y desprendía un olor…, una especie de perfume ácido que la hacía sentir un
calor que recorría su cuerpo hasta las puntas de los dedos. Caye siempre había llevado las riendas de
sus relaciones y con Pablo la pasaba algo muy diferente. Se sentía como si la pudiera dominar, como si
ejerciera una fuerza hacia ella, sentía como una especie de debilidad hacia él. Había algo en las
reacciones que despertaba en ella que le resultaba desconcertante. No sabía qué hacer, no sabía si
vestirse e irse o quedarse allí, mirándole. De repente Pablo abrió los ojos y la miró, él pensaba que era
una mujer excepcional. Una mujer a la que no tumbaba una ráfaga de viento y a la que un hombre
podría abrazar sin temor a romperla. Se había dado cuenta que a ella le guastaba llevar el control y
eso a él le excitaba más, mientras la miraba pensaba en hacerla suya otra vez. Caye notaba la mirada
de deseo de Pablo y sentía como un escalofrío recorría su cuerpo, también quería más, su cuerpo
quería más, su cabeza no. Caye se alegraba de haberle impresionado a pesar de la tensión que había
sentido ante él y confiaba en que fuera disminuyendo cuando se acostumbrara a su presencia. Una
parte de ella ansiaba volver a percibir esas emociones aunque sabía que adentrarse en ese camino
sólo le podía causar dolor, sobretodo, cuando predecía que, por su experiencia con otros hombres
como Pablo, sus relaciones no tenían continuidad. Aunque ella quería continuidad??. Pablo la llamó,
Caye se quedó de pie mirándole, pensando. Sonó el timbre de la puerta, Caye sabía quién era, era
Rodrigo. Rodrigo era físicamente espectacular, tres años más joven que ella, moreno de piel,
musculoso y le hacía sentir la mujer más bella del mundo, era muy dulce, y muy celoso. Caye no sabía
qué hacer, cómo le iba a decir a Pablo que se fuera, así sin más, y qué iba a hacer, dejar fuera a
Rodrigo como si nada??. Estaba en un problema, Rodrigo había sido amigo antes que amante, lo que
tenían era algo especial, pero evidentemente no era amor, Caye lo sabía, pero Rodrigo lo veía de
manera diferente. Pablo llamó a Caye:

_ Han llamado a la puerta, no ¿? –Pablo la miraba todavía con deseo.

Caye estaba paralizada, no sabía qué hacer, Rodrigo no se merecía esa humillación, tenía que pensar
rápido, pero no se le ocurría nada de nada…. El timbre volvió a sonar…

_ Caye –volvió a llamarla Pablo –por Dios, te has quedado muerta, vas a abrir o qué? –Pablo se
levantó y se fue hacia ella.

El verlo desnudo le hizo revivir en su cuerpo esas sensaciones tan peligrosamente placenteras…, y eso
no la ayudaba.

_ Pablo… -estaba nerviosa – es Rodrigo, es el chico con el que salgo, no es mi novio, pero no quiero
que… -cómo se lo explicaba?

_ Un momento, qué quieres que me esconda? – Pablo la miraba divertido.

_ No sé, no sé qué quiero, pero no quiero hacerle daño, no así…

_ Está bien Caye, me esconderé, pero tendrás que recompensarme después eh? –la guiñó un ojo,
cogió su ropa y se fue hacia el baño.

Caye la mirada mientras se iba, esas espaldas y esos glúteos…uf!!! Definitivamente sentía una gran
atracción hacia Pablo, la voz de Rodrigo la hizo volver, se puso el albornoz y fue hacia la puerta, abrió
y al verle supo que iba a ser difícil engañarle, no sabía cómo hacerlo, no le gustaba mentir, pero…

_ Caye –se fue a darla un beso –que estabas en la ducha?

Caye recogió el beso con cariño, pero en ese mismo momento se dio cuenta que era eso lo que sentía
por Rodrigo, amistad, cariño, bienestar…pero yo no le atraía, o por lo menos no tanto como Pablo.

_ Rodrigo, qué hora es? No tendrías que estar ya en el pub? –le miraba nerviosa.
_ Sí, pero me extraño que no me llamaras, me voy ya, te pasarás por allí? –Rodrigo sabía la
respuesta.

_ No, hoy no Ro –le gustaba llamarle así –estoy cansada, me quedaré en casa, hablamos mañana,
vale? –quería poder besarle pero le resultaba falso, aún así se acercó y le posó sus labios muy
levemente –no trabajes mucho y diviértete –Caye estaba sufriendo.

_ Está bien Caye, mañana hablamos, estás muy rara, a lo mejor te hace falta ese descanso, hasta
mañana corazón –quería besarla pero vio como ella daba un paso hacia atrás para cerrar la puerta, se
dio media vuelta y se fue.

Caye se quedó apoyada en la puerta, pensativa, le había hecho daño, ella sabía que él lo había
notado, se conocían hacía tanto tiempo…, se deslizó por la puerta hasta que se sentó en el suelo, puso
la cabeza entre las manos, y empezó a llorar.

“Cuando Caye llegó a casa Pablo estaba dando de cenar a los enanos, qué lindos eran!!!, eran las dos
personas más maravillosas de su vida, Caye adoraba a sus hijos y ellos a ella. Se levantaron nada más
oír las llaves en la puerta y se abrazaron a su madre como si hubieran pasado siglos sin verse, para
Caye era un chute de energía, era la paz, la recompensa al día tan duro q había tenido…aunque en el
día de hoy hubiera conocido a Sergio, ese hermoso chico que la hacía temblar de emoción. La cara de
Pablo lo decía todo, estaba enfadado, Caye fue a darle un beso, apenas se besaban, Caye ya estaba
cansada de ser ella la de las demostraciones de amor, al principio no le importaba pero ya estaba
cansada de tanto dar y no recibir. Pablo se había vuelto arisco, siempre estaba enfadado y de mal
humor y Caye se moría de pena. Ella era tan romántica, la encantaba el Pablo del principio, ese Pablo
que la abrazaba, besaba y reía todo el tiempo, en sus brazos se sentía amada y respetada. Pero ya
había pasado mucho tiempo de aquello, hacía más de un año que no hacían el amor, Dios, más de un
año!!!. Cómo se podía haber deteriorado tanto su relación!!! Eran dos colegas, dos amigos
únicamente unidos por el amor que se habían tenido y por el gran amor que profesaban a sus hijos.
Caye terminó de dar de cenar a los niños, les leyó un cuento y los acostó. Cenó y se puso a mirar los
correos en el ordenador, Pablo miraba la tele, un canal, otro y otro…, ya no hablaban, ni siquiera se
sentaban juntos como antaño, uno al lado del otro, corazón con corazón…. Caye estaba triste, muy
triste…, se levantó, se fue a lavar los dientes y al coger su móvil del bolso le vino el olor de Sergio, ese
olor a hierba seca, a tierra mojada, la desconcertó sentir que se le ponía la piel de gallina, no era más
que una esencia, pero la sentía tan real. A Caye le desconcertaron también sus pensamientos. No
tanto por el hecho de que su belleza no le hubiera pasado desapercibida, puesto que era imposible,
sino por la intimidad de la que estaban teñidos. Pensamientos como qué se sentiría al abrazarle o
cuánto la gustaría tenerle cerca…

Caye pensaba en lo joven que era y en lo bien que se había sentido estando cerca de él, pero
sobretodo recordaba esa voz, esa maravillosa voz. El recuerdo de su nombre pronunciado por esos
labios la hacía estremecer, el recuerdo de Sergio la hacía llorar, llorar por anhelar algo que no la
pertenecía, por algo que ya no podía tener…aún así recordó la petición de Sergio, “nos vemos
mañana, te espero”, la hizo sentirse bien, se acostó y durmió plácidamente, como hacía tiempo que
no dormía, con una bella sonrisa en los labios y con esa pequeña ilusión hacia algo bello y
desconocido.

A la mañana siguiente Caye se levantó ansiosa, y sabía el por qué. Quería ir a ver a Sergio, es más,
necesitaba verlo, pero no sabía por qué, no entendía esa necesidad…. Sólo se trató de una fracción de
segundo, pero la preocupó sentir que perdía el control y que el corazón la daba un salto.

Mientras tanto Sergio miraba el reloj, eran las 8.00 am, confiaba, deseaba que Caye apareciese ya, en
su interior se libraba una batalla entre la necesidad de proteger su privacidad y el deseo que sentía
por Caye. Sergio pensaba que qué era lo que realmente quería? Explorar la atracción física que sentía
hacia ella?. Eso era lo único que podía permitirse, para él, cualquier forma de proximidad emocional,
de verdadera intimidad, era inconcebible, su don no se lo permitía, por eso mantenía tanto las
distancias, era diferente y lo era en un sentido que no resultaba fácil de entender para el resto de la
gente. A la gente no le gustaba que alguien supiera los mejores y peores momentos de su vida, era
una invasión a su intimidad. Por eso guardaba su secreto, le resultaba más cómodo y le creaba menos
problemas y se sentía ¿a salvo?. Aún así no se podía quitar la imagen de Caye en su cabeza, ese
vestido gris que contribuía a acentuar su belleza, esa belleza que hizo que su corazón se detuviera por
un instante antes de que lo invadiera un sentimiento profundo y cálido al que era incapaz de poner
nombre. Sólo sabía que Caye era dulce y voluptuosa y que él quería sumergirse en su dulzura, en su
cuerpo, en su mente…. Que le provocaba algo aún más profundo que tenía que ver con el cariño del
que él había carecido toda su vida.

Caye se duchó concienzudamente, se dio crema como si se estuviera pintando, hoy Pablo había
llevado a los niños al colegio y ella tenía todo el tiempo del mundo para darse un baño tranquila.
Mientras se daba la crema recordó el olor de Sergio, la hacía recordar a una playa tropical en una
noche de verano… era tan placentero!. Se echó su perfume, se peinó su larga melena y se vistió,
escogió un vestido semi-corto, una especie de camisola con unas medias tostadas y esos zapatos
azules que tanto la gustaban con ese alto tacón. Había llamado a su jefe, presa de un arrebato, le
había dicho que tenía que ir al hospital por un asunto personal, no mentía, Sergio era algo muy
personal, así lo sentía ella. Cogió su casco, sus llaves y salió derecha al hospital. Estaba nerviosa, y
durante el trayecto pensaba en lo qué estaba haciendo, quería dar marcha atrás, pero algo dentro de
ella le impedía hacerlo. Cuando llegó a la puerta del hospital, se quedó de pie, pensativa, allí estaba,
respirando agitadamente, con una sensación explosiva en el bajo vientre que la estaba impidiendo
pensar coherentemente, y sólo estaba en la puerta!!!. Ató su moto y su casco, se echó un último
vistazo en el espejo retrovisor, se dio brillo en los labios y entró. Se fue directamente a información y
allí preguntó por el Dr. Sergio Moreno. Sólo el pronunciar su nombre la recorría un escalofrío por
todo el cuerpo, se sentó, así se sentía mejor. De repente salió un chico que la preguntó si era ella la
que buscaba al Dr. Moreno, ella asintió, y él la dijo que le siguiera. Le señaló una puerta y le fijo que la
estaba esperando. Caye le dio las gracias, golpeo la puerta, y sintió como el pulse se le aceleraba y el
corazón le latía a toda prisa. Oyó a Sergio diciéndole que entrara, en cuanto le vio se le hizo difícil
respirar. En cuanto abrió la puerta se dio cuenta de lo atractivo que era, pero lo que sentía en aquel
momento era mucho más profundo y no se debía sólo a su físico. Era como si entre los dos hubiera
una unión de cuerpo y alma a la que estaban empezando a responder. Sergio no podía entender por
qué, cuando la vio en el umbral, tuvo la casi total certeza de que estaba delante de su propio destino.
Por alguna razón, había sabido al instante lo que sería sentir aquella maravillosa melena deslizándose
por sus dedos, contra su cuerpo…cómo sería sentirla, saborearla, olerla. Supo de inmediato cómo la
miraría haciendo el amor, como gritaría en el momento en que ambos llegaran a la cumbre del
éxtasis. Sintió tantas cosas…. Notó lo acelerado que tenía el pulso y lo deprisa que le latía el corazón.
Supo también mientras la miraba que aquella mujer era la única que la hacía soñar en un futuro
posible. En cuanto cerró la puerta Caye se sintió desfallecer, Sergio se acercó y la cogió de la cintura,
sus miradas se encontraron, se saludaron y ambos callaron y sus miradas se quedaron atrapadas en
medio de un denso silencio cargado de curiosidad y duda. Sergio no quería soltarla, era consciente de
que estaba entregándose al placer de estar junto a ella, de respirar su aroma, de sentir la presión de
su cuerpo, y de que, si no hacía nada por evitarlo, iba a olvidar todas las razones por las que no debía
permitir que sucediera nada entre ellos.

Caye estaba temblando, se dieron dos besos y se oyó gemir cuando la estrechó contra sí con el brazo
libre y notó que sus cuerpos encajaban perfectamente el uno con el otro. Él no había sabido decir
quién de los dos temblaba más. Cuando reemplazó la calidez de su mejilla por su s labios ardientes
contra la boca de Caye, lo único que sí supo fue que el gemido ahogado de ella hizo eco mil veces
dentro de su cuerpo. Cay cerró los ojos y se dejó llevar, entreabrió los labios y dejó a Sergio introducir
su sabrosa lengua dentro de ellos, Caye sentía su olor, su sabor y no podía controlarse, le agarró del
cabello de la nuca, él sintió un escalofrío y su beso se volvió más apasionado, Sergio deseaba hacerla
suya y Caye estaba totalmente entregada a la ola de sentimientos maravillosos que al contacto con
Sergio la estaba invadiendo…

_ Por favor Sergio –acertó a decir Caye –no sigas, paremos aquí, estamos en un hospital…

Sergio ya había cerrado la puerta y sus ojos la miraban suplicando más.

_ No, todo es perfecto –contestó Sergio –tú eres perfecta. Así es como debería ser el amor, sin
adornos, sin premeditación, natural y limpio. Ningún lugar, por hermoso que fuera podría competir
con tú belleza, o con la belleza de lo que quiero compartir contigo ahora.

Caye sintió como se le llenaban los ojos de lágrimas, era como si hubiera leído sus pensamientos,
como si estuvieran en armonía y ya formaran parte el uno del otro. Con la mano temblorosa le
acarició la mejilla, sintió la ligera aspereza de la piel afeitada alrededor de su boca y suavidad de sus
labios. Nunca antes Caye había sentido esa imperiosa necesidad de arrancarse la ropa para que un
hombre la acariciara cada centímetro de su piel. Pero es que esto era diferente…

_ Hueles tan bien Sergio –Caye estaba extenuada con el olor que desprendía.

_ No te puedes imaginar lo erótico que es olerte…, lo erótica que eres tú, cómo tú aroma me invita
a tocarte, a saborearte , a explorar cada centímetro de tú cuerpo, quiero que tú me desees del mismo
modo –Sergio clavó sus ojos en ella.

_ Y te deseo –Caye se dio cuenta que ella también ansiaba sentir el aroma de él en su nariz, su
sabor en la boca.

Sergio la estaba bajando los tirantes del vestido, este cayó al suelo. Caye temblaba de emoción, de
nervios… Sergio empezó a desnudarse, tenía un cuerpo delgado y atlético, muy musculoso. Caye
sentía la necesidad de murar su cuerpo, de su piel, imaginando cómo iba a satisfacer al hombre que la
invadía y no sabía cuánto tiempo podría controlar. De repente Sergio al ver cómo le observaba la dijo:

_ ¿Me das el aprobado? –Caye se sonrojó, él la abrazó con ternura –no pasa nada Caye, no deben
existir barreras entre nosotros.

La estrechó más contra él y los besos que habían empezado dulces, tiernos, se convirtieron en
violentos y apasionados. Sergio empezó a recorrer su cuerpo don sus manos, ansioso, cogiéndola de
las nalgas mientras la susurraba cuánto la deseaba, la cogió en brazos y la depositó en el sillón. Sintió
el calor de su respiración contra el cuello y cómo descendía después su boca, beso a beso, hasta
llegar a su ombligo donde la lengua de Sergio la hizo estremecerse de placer. Ella alcanzó a escuchar
como Sergio la preguntaba si la gustaba pero sólo le salían gemidos de su boca y luego una profunda
inspiración al notar como Sergio bajaba hacia su pubis. Era una sucesión de caricias tan suaves que
apenas si le rozaban la piel, pero que resultaban tan eróticas que estaba empezando a reaccionar a
ellas con una tremenda urgencia. Sergio la levantó las caderas para concentrasrse mejor en el corazón
de su femineidad, esperó gozando como Sergio encontraba con la lengua lo que estaba buscando y
empezó a acariciarlo con sensualidad. Caye sintió como el cuerpo empezaba a temblarle con tanta
violencia que notaba como Sergio tenía que sujetarla con más fuerza, eso la excitaba todavía más, si
eso era posible. Caye no paraba de moverse debajo de él, sin saber si apartarse para acabar con esa
dulce tortura o arquearse más para que Sergio la matase de puro placer. Caye estaba llegando al
clímax y las caricias de Sergio eran cada vez más difíciles de soportar…
_ No, no sigas por favor –suplicó Caye –para, te lo suplico, tengo miedo…

_ De qué? –preguntó Sergio –de esto? –siguió acariciándola mientras la miraba.

_ Son unas sensaciones tan fuertes y tan…, yo no…

_ Yo también tengo miedo Caye, miedo a no estar a tú altura, a lo que esperas de mí, a
decepcionarte.

_ No, Sergio, te deseo, te deseo tanto… -emocionada acarició su miembro erecto, comenzando
por la punta hasta recorrerlo por completo, tímida

Ahora le tocaba a él, Sergio soltó un gemido que salió de lo más profundo de su precioso pecho
mientras cerraba los ojos y decía con esa maravillosa voz lo que le gustaba…

Sergio se tensó, Caye notaba que su excitación estaba al máximo, la cogió un pecho y se lo llevó a la
boca, succionándole el pezón con el mismo ritmo con el que ella tanto deseaba sentirlo a él dentro de
su cuerpo.

_ Ahora, por favor Sergio, ahora –le suplicó entre besos apasionados, olvidando ya su miedo a
perder el control y abrumada por una necesidad de ser poseída.

Al sentir el primer empujón de Sergio contra su cuerpo gimió aliviada.

_ Me encanta sentirte –dijo Sergio –nuestros cuerpos se acoplan a la perfección.

Caye no podía decir nada, nunca había imaginado tanta compenetración entre dos cuerpos hasta el
punto de estar segura de que podía sentir en su cuerpo el placer de Sergio mientras se movía dentro
de ella y que él también sentía el suyo, que sabía con precisión cuando necesitaba que se moviese
más deprisa mucho antes de que ella lo suplicase y que quería tenerlo más y más adentro de su
cuerpo. Por eso, al alcanzar el clímax pudo notar cada estremecimiento de Sergio al mismo tiempo
que los suyos.

_ Oh Sergio –le dijo, llorando de felicidad, de placer, mientras él la abrazaba.

_ Lo sé, lo sé… -le aseguró él, limpiándola las lagrimas al tiempo que la besaba con suavidad y la
abrazaba con más fuerza –qué sentimiento tan fuerte…

_ Todavía no puedo creer lo que ha sucedido –dijo Caye con timidez –No es….yo no…

_ Crees que no lo sé Caye? Lo que tú y yo tenemos va más allá del sexo, y no necesitamos juegos ni
fingimientos, lo que nosotros tenemos…lo que podemos tener… -Sergio estaba nervioso, lloraba.

_ Oh Sergio –Caye le besó con todo el cariño de que era capaz.

_ Tenemos que hablar… -la dijo cuando la dejó de besar –cena conmigo esta noche. Salgo a las
diez. Nos vemos en el Toscano porque si vienes a buscarme…la miró con deseo, miraba su cuerpo
relajado, desnudo después de hacer el amor y los escalofríos volvían con más intensidad…

_ Sergio, por favor –Caye volvía a excitarse sólo con notar el deseo en sus ojos.
_ Dime que sí Caye –y volvió a besarla, y entre gemidos y besos ella dijo sí. “

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