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Título: El carácter y ministerio de un hijo de Dios Lugar: Iglesia Cristiana Nezahualcóyotl

Pasaje: Santiago 1:1 Fecha: 5 de Marzo de 2006


Propósito: Edificar y fortalecer.
Idea Central: Todo Cristiano tiene un ministerio principal: el servicio.

En un artículo del Sunday School Times se hacía referencia a


una anciana cristiana que no podía salir de casa, y explicando
cómo era atendida por sus dos hijas, decía: “Juana viene y lo
deja todo brillante, después de haberme atendido en lo que
necesito; pero, con todo, deja como rastro de la impresión de
que le soy una carga terrible; mientras que cuando viene su
hermana María, no importa cuan sombría sea el día ni de que
humor esté yo, ella es tan alegre que mi corazón se pone a
cantar apenas me ha dirigido la palabra, pues me hace sentir
que me quiere. Las dos son buenas cristianas, pero ¡qué
diferencia se ve en sus caracteres y actitudes! María tiene aquel
toque adicional de la gracia de Dios que este viejo mundo tanto
necesita. Lo hace todo con un corazón cariñoso”.

Ambas hermanas cumplían honradamente su deber, pero una


de ellas traía mucha más bendición y consuelo a su madre.
Hacía su trabajo con pasión, como sirviendo al Señor en esa
persona.

El día de hoy estudiaremos 2 áreas de la vida de un creyente, las cuales deben


estar presente en su vida, y esta predicación esta dividida de la siguiente
manera:
I. Su carácter
II. Su ministerio

Observe la primera palabra que aparece en el pasaje: Santiago.


Nombre propio masculino muy popular en tiempos bíblicos, equivalente a
Santiago. El nombre Santiago es una contracción castellanizada de dos
palabras latinas, sanctus Iacobus, que quiere decir

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estuvieron presente cuando el Señor resucitó a la hija de Jairo (Mr.
5.37), en la transfiguración (Mr. 9.2), y durante el sufrimiento del Señor
en Getsemaní (Mr. 14.33), ocasiones en las que los otros fueron
excluidos. Jacobo y Juan, a quienes Jesús apodó “Boanerges, esto es,
hijos del trueno” (Mr. 3.17), fueron reprendidos por Jesús cuando
sugirieron que podían pedir “fuego del cielo” para destruir una aldea
samaritana que se había rehusado a recibir a Cristo cuando iba a
Jerusalén (Lc. 9.54). También causaron envidia entre los discípulos
cuando solicitaron un lugar de honor en el reino de Cristo; aunque no
se les prometió tal ventaja, se les dijo que compartirían la copa que el
Maestro tenía que beber (Mr. 10.39), profecía que se cumplió cuando
Jacobo fue muerto “a espada” por Herodes Agripa I, ca. 44 d.C. (Hch.
12.2);
III. Hijo de Alfeo y también uno de los doce apóstoles (Mt 10.3; Mc 3.18;
Lc 6.15; Hch 1.13). Aunque Leví es también llamado «hijo de Alfeo», es
probable que su padre sea otro Alfeo y que Leví y Jacobo no fueran
hermanos.
A este Jacobo comúnmente se le identifica como Jacobo «el menor»,
hijo de María (Mc 15.40). Es evidente que lleva el apodo para
distinguirlo (por su estatura o su juventud) de Jacobo el hijo de
Zebedeo;
IV. Padre del apóstol Judas (no el Iscariote), conocido solamente por dicha
circunstancia en los escritos de Lucas (Lc. 6.16; Hch. 1.13; los otros
evangelios tienen Tadeo en lugar de Judas);
V. El hermano de Jesús que, junto con sus hermanos José, Simón, y Judas
(Mt. 13.55), aparentemente no aceptaron la autoridad de Jesús antes de
su resurrección (véase Mr. 3.21 y Jn. 7.5). Después que se le apareció
Jesús resucitado (1 Co. 15.7), se convirtió en dirigente de la iglesia
judeocristiana de Jerusalén (Gá. 1.19; 2.9; Hch. 12.17). Según la
tradición, fue nombrado primer obispo de Jerusalén por el Señor
mismo. Presidió el primer concilio de Jerusalén, que consideró los
términos de admisión de los gentiles en la iglesia, formuló el decreto
que se promulgó a las iglesias de Antioquia, Siria, y Cilicia (Hch.
15.19–23), y permaneció como único jefe de la iglesia de Jerusalén,
tratando de mantener su unidad con Pablo y su misión cuando este
apóstol visitó la ciudad por última vez (Hch. 21.18ss). Pocos años más
tarde Jacobo se convirtió en mártir al ser apedreado a instigación del
sumo sacerdote Anano durante el interregno después de la muerte del
procurador Festo en 61 d.C. La tradición de Hegesipo, en su mayor
parte legendaria, afirma que Jacobo era conocido como, “el Justo” a
causa de su piedad (judía) Eusebio, HE 2.23). Jerónimo registra un
fragmento del apócrifo perdido Evangelio según los hebreos que contiene

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una historia breve y probablemente no histórica de la aparición de Jesús
resucitado a Jacobo.

En conclusión podemos decir con confianza que fue Santiago, el medio


hermano del Señor quien escribió está carta. En oposición al dogma católico
romano, José y María tuvieron otros hijos después que nació Jesús. Esa verdad
está implícita en la afirmación de Mateo de que José mantuvo virgen a María
hasta el nacimiento de Jesús (Mt. 1:25) y es explícita en la descripción que hace
Lucas de Jesús como el hijo primogénito de María (LC. 2:7). El hecho de que
Mateo y Marcos mencionen en primer lugar a Jacobo da a entender que era el
mayor de los medios hermanos de Jesús.

De modo sorprendente, aunque crecieron con él y observaron su vida


perfecta y sin pecado, los hermanos de Jesús no creyeron en él al principio, tal
como lo relata Jn. 7:2-5. Tan fuerte era la incredulidad de sus hermanos, que
incluso pensaban que estaba fuera de sí (Mr. 3:21). Aparentemente, su
incredulidad se extendió durante la vida terrenal y el ministerio de Jesús.

En el momento en que los que creían se reunieron en Jerusalén


después de su resurrección, algo notable había sucedido. Hechos 1:13 informa
que los apóstoles estaban allí, y el versículo 14 añade: “Todos éstos estaban
unánimes, entregados de continuo a la oración junto con las mujeres, y con
María la madre de Jesús, y con los hermanos de El.” ¿Qué ocurrió para convertir a
sus hermanos escépticos e incrédulos en discípulos devotos? Pablo da la
respuesta en 1 Corintios 15:7, al observar que después de la resurrección,
“después se apareció a Jacobo, luego a todos los apóstoles,” sin duda alguna
como resultado de esa aparición personal, Jacobo aceptó la fe salvadora en el
Señor Jesucristo.

¿Cuándo la escribió? El hecho de que no haya referencia al concilio


de Jerusalén en Hechos 15 (alrededor de 49 d.C.) indica una fecha de la
redacción de Santiago antes de que se reuniera el concilio. Es improbable que,
en una carta dirigida a los creyentes judíos de la dispersión, Santiago dejar de
mencionar el Concilio de Jerusalén si ya hubiera tenido lugar. Esta fecha es
apoyada por la falta de cualquier referencia a los gentiles, a las iglesias gentiles
o a los temas relacionados con los gentiles (p. ej. La circuncisión o el comer
carne sacrificada a los ídolos). El intervalo más probable en que debió escribir
Santiago es del 44 al 49 d.C., convirtiéndolo en el primero de los libros en
escribirse del Nuevo Testamento.

Sin duda alguna, esta epístola fue escrita desde Jerusalén, la ciudad
donde su autor vivía y predicaba. Como veremos a lo largo de esta serie de

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sermones, Santiago escribió esta epístola para exhortar a sus lectores a que
examinaran su fe para ver si era una fe salvadora genuina.

En el año 49 d.C., se llevó a cabo el concilio de Jerusalén, donde


Jacobo jugó un papel importante. Según el historiador Josefo, Santiago,
también conocido como el “Justo” encontró una muerte violenta. Después de
que el gobernador Festo (Hch. 24:27-26:32) muriera en el año 62 d.C., el
emperador Nerón envió a Albino a Judea como sucesor de Festo. Pero antes
que Albino llegara a Jerusalén, un sumo sacerdote llamado Anano, que era
joven e inexperto, junto a los jueces del Sanedrín. Acuso entonces a Santiago
y otros de quebrantar la ley, Santiago fue condenado a muerte por
apedreamiento. Sin embargo, Santiago encontró la muerte a manos de los
sacerdotes que lo arrojaron desde el techo del templo. Sobrevivió la caída, pero
ellos comenzaron a apedrearlo hasta que un lavandero lo golpeó con un
garrote hasta matarlo.

Este dato nos introduce de manera apropiada al sermón de esta


mañana.
I. Observe ahora su primera característica: su Carácter.
El texto dice lo siguiente: siervo de Dios y del Señor Jesucristo:…

Note el calificativo que él mismo se da: siervo. En el pueblo judío,


esta palabra tiene un significado peculiar. Concretamente, significa “esclavo”.
Un esclavo es una persona que no tiene poder sobre sí mismo, sino
que se tiene que someter a la autoridad de otra persona, de su dueño. La
institución social de la esclavitud autoriza a una persona a disponer
incondicionalmente de la vida y los servicios de otra persona. En la esfera
religiosa, el concepto de ser siervo expresa la obediencia absoluta del hombre a
Dios y la aceptación incondicional de la voluntad divina. Ejemplo notable de
esto es el apóstol Pablo, persona libre que se presenta como «esclavo de Cristo»
(Ro 1.1).

A pesar de su importante cargo, lo que sobresale en este primer


versículo es la humildad de Jacobo. Si hay alguna persona digna de llamarse a
sí mismo “hermano del Señor Jesucristo”, esa persona era Santiago. Él
convivió con el Señor en su niñez, seguramente jugaron juntos y convivían
mucho, pero a pesar de esto no se describe a sí mismo como “hermano” de
Señor o como “hijo de María”, tampoco alude a su posición como pastor de la
iglesia de Jerusalén, ni tampoco menciona que el Cristo resucitado se le haya
aparecido personalmente. Más bien se describe a sí mismo de una manera
sencilla como “siervo de Dios y del Señor Jesucristo. Jacobo utiliza la palabra
griega “doulos”, que describe mejor a un esclavo, una persona privada de toda
su libertad personal y totalmente bajo el dominio de su amo. Se requería de
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cada esclavo o siervo obediencia y lealtad a su amo (quien le proporcionaba
comida, vestido y un lugar donde vivir).

En griego hay do palabras para describir la esclavitud: la primera es


andrapodon, que expresa que una persona había sido hecha esclava. Es como en
la época de la conquista, los mexicas y otras tribus, fueron hechas esclavos de
los españoles. En otras palabras, los hombres los hacían esclavos.
La segunda palabra es doulos, que expresa una situación diferente:
estas personas no habían sido hechas esclavos, sino que nacían esclavos. Y esto
debe ser verdad en todo cristiano.

Un creyente llega a ser esclavo de Dios y del Señor Jesucristo por su


nuevo nacimiento mediante la fe en Cristo. Esto es una verdad en todo hijo de
Dios.
¿Qué es lo que piensa la sociedad respecto a la esclavitud? Es algo
denigrante, algo que va en contra de los derechos humanos. Ser esclavo en la
actualidad es ser objeto de humillación, ser considerado como basura, ser
considerado como el desecho de la sociedad. Pero ser un esclavo de Dios,
desde el punto de vista Bíblico, es un honor. La Biblia nos habla de hombres
que han sido siervos de Dios en el Antiguo y Nuevo Testamento.

Algunos ejemplos son:


Abraham, Isaac y Jacob Moisés la nación de Israel
Sacerdotes Josué Sansón Samuel
David Salomón Ahías Elías profetas
Exequias Nehemías Job Isaías
Nabucodonosor Daniel y sus compañeros Zorobabel
Pablo apóstoles Tíquico Timoteo

Algo importante que debo mencionar es: Al tomar este título, Jacobo
se incluía entre los que no eran honorables por lo que eran, sino por aquel a
quien servían, al Dios vivo.

Este debe ser nuestro objetivo, ser siervos, esclavos de Dios y dejar
que su autoridad fluya en nuestra mente, acciones, corazón etc.

A lo largo de la Biblia encontramos algunas características del servicio, y antes


de pasar a la siguiente sección, quisiera mencionar algunas de ellas:
1) servir por amor al Señor: Ex 21:5–6
2) tener un solo Señor: Mt 6:24 (cp. 4:10)
3) servir a otros: Mt 20:28; Jn 13:14–16; 2 Co 4:5; Ga 5:13
4) siguiendo a Cristo: Jn 12:26
5) servir en la novedad del Espíritu: Ro 7:6
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6) considerando al hermano más débil: Ro 14:13–18
7) sirviendo a Cristo el Señor: Col 3:24
8) con fidelidad: Heb 3:5 (cp. 1 Co 4:2)
9) comunicando la verdad bíblica: 1 Ti 4:6
10) estando sujeto al amo: 1 Pe 2:18 (cp. Ef 6:5)
11) servir por la fortaleza de Dios: 1 Pe 4:11

Esto es realmente un contraste en la sociedad. Hace algunos días,


hablando con algunos compañeros de la escuela mencionaba que el papel de
un líder es servir. Y esto es en realidad un principio Bíblico. El Señor lo dijo
en Mt. 20:25-28:
Pero Jesús, llamándolos junto a sí, dijo: Sabéis que los gobernantes
de los gentiles se enseñorean de ellos, y que los grandes ejercen
autoridad sobre ellos. 26 No ha de ser así entre vosotros, sino que
el que quiera entre vosotros llegar a ser grande, será vuestro
servidor, 27 y el que quiera entre vosotros ser el primero, será
vuestro siervo; 28 así como el Hijo del Hombre no vino para ser
servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.

El mundo tiene un concepto erróneo de los que es el liderazgo y el


servicio. Creen que estar sentado en un sillón cómodo, bebiendo del mejor
vino disponible y fumando puros es desarrollar el liderazgo, y por otro lado
hay quienes creen que un líder es un todologo, es la persona que debe hacer
todas las cosas. Bíblicamente, un líder es un siervo, pero no un todologo, no es
una persona que acapara todo el trabaja para sí mismo, ni lo hace para que la
gente lo vea.

Un verdadero líder busca el bienestar de sus subordinados y en ningún


momento busca el placer o beneficio propio. El Señor Jesús vino para servir,
no para ser servido. ¿Cómo busca el bienestar de los demás? Dando su vida en
rescate por muchos.

Este debe ser el carácter de todo hijo de Dios, ser siervos, estar
dispuestos a someternos amorosamente a los demás. Pablo lo expreso de una
manera maravillosa en Ef. 5:21: sometiéndoos unos a otros en el temor de
Cristo.
No solo las ovejas deben someterse al pastor, sino que el pastor debe
reconocer que no todo lo que él dice esta bien, o que le falta algo a su trabajo.

Un buen siervo reconoce sus errores y trata de enmendarlos, pero sobre todas
las cosas, busca la honra y la gloria del Nombre de Dios.

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II. Observemos ahora el ministerio de Jacobo: A las doce tribus que están en
la dispersión: Saludos.

Además de su carácter, Jacobo tenía un extenso ministerio. La frase “a las doce


tribus” era un título común en el NT para referirse a la nación de Israel (Mt.
19:28; Hch. 26:7; Ap. 21:12). A pesar de que las doce tribus se dividieron en 2
naciones (Israel al norte y Judá al sur), el pueblo de Dios siempre estuvo
conformado por los judíos de las doce tribus, que un día los reunirá de modo
soberano.

Cuando el reino se dividio después del reinado de Salomón, diez tribus


formaron el reino del norte de Israel, y Benjamín y Judá formaron el reino del
sur de Judá. Después de la caída y la deportación de Israel a Asiria (722 a.C.),
parte del remanente de las diez tribus se trasladaron al sur, manteniendo así
las doce tribus en la tierra de Judá.

Después de la deportación de Judá a Babilonia y después de otras ocasiones,


miles de judíos vivían fuera de las fronteras de su patria. Lucas en Hechos 2:5,
9-11 enumera todos los lugares del mundo del primer siglo donde residían
“judíos piadosos de toda la nación”.

Aquí Santiago se está dirigiendo a todo los judíos cristianos que vivían fuera
de Jerusalén. Esto lo hace la epístola más judía de todas las epístolas del NT.

Probablemente no encontremos relación aparente entre el ministerio de


Santiago y el de la iglesia en la actualidad. Pero este ministerio lo podemos ver
de dos maneras:

1) En primer lugar lo podemos ver desde el punto de vista judío, es


decir, interceder por los judíos. Es muy importante que tomemos en
cuenta la promesa que Dios le hizo a Abraham en Gn. 12:1-3:
Bendeciré a los que te bendigan, y al que te maldiga, maldeciré. Y en
ti serán benditas todas las familias de la tierra.
Este es un principio que debemos obedecer con temor: un cristiano
debe orar por el pueblo escogido de Dios, no podemos ni debemos
maldecirlos ni pedirle a Dios que se olvide de ellos. Recordemos que
nosotros somos “olivos silvestres que hemos sido injertados”, no
debemos buscar suplantar a Israel, sino que debemos orar por ellos,
porque el Señor en su misericordia les permita arrepentirse y se den
cuanta que Cristo es el Mesías.
2) En segundo lugar, lo podemos ver desde el punto de vista
evangelístico: como un cumplimiento de la Gran Comisión. Nuestro
trabajo como hijos de Dios es “predicar el Evangelio en todo el
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mundo, predicar en todo tiempo, con paciencia, perseverancia y
amor”. A veces nos desanimamos porque vemos que una persona no
se convierte, pero nosotros no debemos de estar aferrados a que una
persona se convierta. Además, el Señor no quiere convertidos, Él
quiere discípulos.

Para finalizar, quiero preguntarle:


¿Cuál es su posición? ¿Es siervo, o espera ser servido por los demás? Esperar a
ser servido es una muestra de orgullo y arrogancia, no una muestra de
humildad, sencillez y dependencia. Oremos para que Dios nos ayude a ser
como nuestro Señor Jesucristo: siervo.

Santiago finaliza su saludo: Salud.


Significa regocijarse o alegrarse y era un saludo secular común. Sin embargo,
para Santiago la palabra no era una simple formalidad. Esperaba que los que
escribió alegrara el corazón de sus lectores al ofrecerles medios para verificar la
autenticidad de su salvación. Santiago sabía que eso les daría gran consuelo en
sus pruebas, que Satanás usa de modo persistente para tratar de hacer que los
cristianos duden de que son hijos de Dios y coherederos con Jesucristo.

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