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Precisamente por su asimilación con una ventana abierta a una realidad otra, desde
los orígenes del cine, la pantalla excitó la imaginación colectiva proponiendo la
posibilidad de atravesarla. Así, ya en 1902, Edwin S. Porter en Uncle Josh at the
Moving Picture Show, planteaba en clave cómica el fracasado intento del tío Josh de
entrar en el espacio virtual de la pantalla ocupado por una bella bailarina. Pero quizás
el primer salto “real” al otro lado del espejo fue el dado por Buster Keaton en Sherlock
Junior (1924), que inspiraría films posteriores como Jeque Blanco de Fellini (1951) -en
la que durante la luna de miel de una joven pareja, la mujer pasa la mayor parte del
tiempo con un héroe de fotonovela entre fantasía y realidad- o la mítica La Rosa
Púrpura del Cairo de Woody Allen (1985), donde Mia Farrow comparte la ficción de su
personaje de cine favorito. Historias repetidas a través de la pantalla de cine en clave
de fantasía adolescente como El Último Gran Héroe (J. McTiernan, 1993), pero
también a través de la pantalla del ordenador como en el caso de Tron de Lisberger
(1982), en la que un joven programador es absorvido por el mundo digital que ha
creado.
Sin embargo, esta vocación de ir más allá de la pantalla tuvo otra vertiente que, más
allá de lo imaginario o la propia ficción cinematográfica –aunque pudiera tenerla como
base- tendía a que el espectador pudiese experimentar una verdadera inmersión a
ella. Es decir, se intentó superar la tiranía del marco, ver más allá de ese corte
ontológico de la representación para hacerla más realista. Así, durante la primera
mitad del siglo XX surgieron distintos sistemas de pantalla, como VistaVisión o el
Cinemascope, que trataban de ensanchar la imagen proyectada a partir de la película
de 35mm, o el Cinerama y otros sitemas de proyección estereoscópica, que se
basaban la multiproyección. Todas estas fórmulas alcanzarían su apogeo a partir de
los años 40, cuando la competencia de la televisión obliga al cine a ofrecer nuevas
estrategias para atraer al público y culminarían posteriormente con el desarrollo de
sistemas como el IMAX y otras formas de proyección sobre cúpulas.
Del mismo modo, también algunos tipos de proyecciones multipantalla, desarrolladas
sobre todo en las Exposiciones Universales, tenían esta vocación inmersiva, situando
al espectador entre dos puntos ficcionales de pantallas de dimensiones enormes. Un
ejemplo de estas experiencias sería el pabellón In the Labirynth, presentado en 1967
en la Exposición Universal de Montreal, en el que la experiencia inmersiva propiciada
por las dos pantallas en posiciones diferentes y proyectando imágenes de modo
simultáneo era reforzada por la propia estructura del edificio, que recreaba el Mito de
Teseo a través de una serie de corredores, cámaras y galerías que los espectadores
tenían que recorrervi.
Estas formas de proyección inmersiva, a menudo marginadas por la historia tradicional
del cine, abren una vía mucho más próxima al Cine de Espectáculo que, sin embargo,
triunfa ahora en las salas comerciales.
Como decíamos, el siglo XX ha sido el siglo de las pantallas, pero también el siglo de
la lucha contra los límites que esta imponía a la representación. El siglo XXI, quizás, y
sólo quizás, sea el siglo en el que el espejo se rompa en mil pedazos.
i
Diccionario de la RAE, consultado en su edición digital en www.rae.es, consutada el 12/07/08.
ii
Diccionario estimológico RAE.
iii
Friedberg, A., The Virtual Window: From Alberti to Microsoft, MIT Press, Massachussets, 2006, pág. 5.
iv
Para Burch el fuera de campo viene definido por los cuatro límites del campo –en el caso que nos interesa, del
cuadro-, el espacio virtualmente situado detrás de la cámara y aquello que se encuentra detrás del decorado o de un
elemento mismo. Para Aumont, es el conjunto de elementos que sin estar incluidos en el campo se relacionan con éste
imaginariamente para el espectador por cualquier medio. Citados en Santos Zunzúnegui, Pensar la Imagen, Cátedra,
Universidad del País Vasco, Madrid, 2003 (1989).
v
Íbid., nota 2.
vi
Más detalles sobre este pabellón pueden consultarse en Magics of Montreal: The Films of Expo, en
www.time.com/magazine/article/0,9171,899606-2,00.html