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Contrahistoria: el caso de Raúl Pérez Gasque

Cristóbal León Campos

El carácter oficial de la historia que se enseña en las aulas mexicanas, no permite que la
sociedad conozca muchos de los acontecimientos más transcendentes de nuestro pasado.
La historia que el poder oculta está compuesta por la versión de los oprimidos, de la
resistencia, de la vida mujeres y hombres que han sacrificado todo por construir un
mejor país. Esa historia excluida de los libros de texto y arrojada al olvido por parte de
los poderosos, se mantiene viva mediante los relatos orales que el pueblo conserva en la
memoria y transmite de generación en generación, construyendo así; la contrahistoria.
Uno de los acontecimientos que ha logrado mantenerse en la memoria es el asesinato
de Efraín Calderón Lara “El Charras” y el movimiento obrero-popular que se desarrolla
en Yucatán en 1973-74, a pesar de la negación gubernamental y su exclusión de la
historia narrada en los libros de texto.
Sin embargo, son muchos los capítulos de la Guerra Sucia en México que hasta el día
de hoy permanecen ocultos. Uno de ellos que se desarrolla paralelo al asesinato de “El
Charras”, es el concerniente a Raúl Enrique Pérez Gasque (a) “Alonso”.
Oriundo de Mérida Yucatán, nació el 8 de noviembre de 1947. Estudio la
preparatoria en la Universidad de Yucatán (UDY) junto a Efraín Calderón Lara y otros
destacados luchadores sociales e intelectuales yucatecos. Durante su juventud despertó a
la participación política, dando sus primeros pasos en la oficialía mayor de la Sociedad
de Alumnos de la preparatoria. Posteriormente realizó trabajo comunitario en varias
poblaciones cercanas a Mérida y llevo a cabo acciones en apoyó al movimiento
estudiantil-popular de 1968.
Al recrudecerse la represión del gobierno contra el movimiento estudiantil sacrificó
su “vida normal” al pasar a la clandestinidad e incorporarse al Ejercito Insurgente
Mexicano. Tiempo después fue parte de la fundación de las Fuerzas de Liberación
Nacional (FLN). Participó en el núcleo guerrillero Emiliano Zapata, entró en combate
con las fuerzas represivas del Estado en varias ocasiones. Realizó trabajo de inteligencia
en la cañadas de Chiapas para los insurgentes.
Fue descubierto por el gobierno durante la Operación Diamante en 1974. Detenido
por ejidatarios y entregado al ejército el 21 de marzo (1974) en Ocosingo Chiapas,
inmediatamente fue trasladado al Campo Militar Nº 1 en la capital del país, donde
permaneció detenido en manos de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) hasta el 9
de abril del mismo año, se conserva como evidencia una declaración que realizó. Desde
esa fecha su destino junto al de su esposa Elisa Sáenz Garza (a) “Murcia” (con quien fue
detenido) permanece oculto.
La evidencia de las torturas y asesinatos realizados por los gobiernos a innumerables
casos de luchadores sociales no permite suponer que su destino fuera diferente. Apenas
en el año de 2001 la CNDH reconoció su desaparición forzada, quedando aún muchos
aspectos por aclarar. Es una víctima más de la Guerra Sucia que han desarrollado los
gobiernos mexicanos desde los años sesenta en contra de todo movimiento o persona
que se rebela y organiza para luchar contra las injusticias sociales.
El esclarecimiento de éste y todos los crímenes que se han cometido en la Guerra
Sucia es necesario para comenzar a establecer la justicia en el país y recuperar la
memoria histórica que los poderosos pretenden robarnos. Transitar de la injusticia y la
desigualdad a un orden social igualitario y justo es el deber que nos ocupa en el
presente, donde la historia juega un papel fundamental.

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