Você está na página 1de 30

Preguntas sobre el destino eterno de los cristianos

y de los tiempos finales

Durante nuestra trayectoria como miembros del Centro de Investigaciones Religiosas


hemos recibido y seguimos recibiendo innumerables preguntas sobre diferentes tópicos.
Las preguntas son respondidas por diferentes hermanos, miembros del CIR, de acuerdo
al tema. Aquí comparto sólo algunas de las que me han tocado contestar. Un amable
hermano nos remitió hace poco las siguientes preguntas en un correo electrónico.

Mis preguntas son: ¿Qué pasa después de la muerte? ¿Los cristianos van al cielo?
¿Cómo es el cielo? y ¿qué de la nueva Jerusalén? Dios va a restaurar la tierra, y los
animales dejarán de ser salvajes. ¿Es esta una indicación de que la eternidad será en
la tierra restaurada por Dios? ¿O va a haber comunicación entre el cielo y la tierra y
estaremos en el cielo y podremos venir a la tierra?

A continuación publicamos las contestaciones. Las preguntas están resaltadas en azul


para facilitar la lectura.

¿Qué pasa después de la muerte? ¿Los cristianos van al cielo?

La respuesta a estas preguntas pueden ser sucintamente contestadas con las palabras del
apóstol Pablo: AUSENTES DEL CUERPO Y PRESENTES AL SEÑOR.

En 2 Corintios 5: 6-8 leemos:

“Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el
cuerpo, estamos ausentes del Señor (porque por fe andamos, no por vista); pero
confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor.”

En el texto griego de este pasaje, las frases “presentes al Señor” y “ausentes del Señor”
están en el tiempo presente (lo que indica acción continua). Nosotros podríamos leer a
Pablo de esta forma:

“Por lo tanto, viviendo siempre confiados, y sabiendo que mientras continuamos


estando en el cuerpo, también continuamos estando ausentes del Señor.”
En contraste con esto, la última parte del pasaje contiene dos aoristas infinitivos:
“ausentes del cuerpo” y “presentes al Señor”. Estos aoristas acarrean la noción de “una
vez por todas”. [Citado en Anthony Hoekema, The Four Major Cults, Grand Rapids; Eerdmans,
1978 – p.356). Podríamos entonces leer de la siguiente manera, de acuerdo con el autor
mencionado anteriormente:

“Así que vivimos confiados, yo digo, y prefiero estar…. ausente del cuerpo [mortal,
perecedero] y de una vez por todas presente al [con él] Señor.”

En cuanto a todo esto el Sr. Hoekema comenta: “Mientras que los tiempos presentes en
el v.6 nos pintan una continuidad de estar en el cuerpo y una continuidad de estar lejos
del Señor, los aoristas infinitivos del v.8 apuntan hacia un suceso que ocurre en un
momento y es de una vez por todas finalizado. ¿Qué significa esto? Sólo puede haber
una respuesta: La muerte es una transición inmediata entre el estar en el cuerpo y estar
en casa con el Señor (p.356).

En el momento que el cristiano muere, ella o él inmediatamente está en la presencia del


Señor.

Es interesante además, notar que la palabra griega “pros”, que es usada en la frase
“presentes al Señor”, sugiere una relación íntima, bien cercana (cara a cara). Pablo por
lo tanto, indica que la relación que él espera tener con Cristo inmediatamente después
de su muerte física es de una gran intimidad.

¿Cómo es el cielo?

Esta pregunta da para escribir ríos de tinta. Permítanos ser breve. En el cielo ninguna
actividad será sin propósito. La Escritura describe a los creyentes estando involucrados
en un servicio continuo a Dios, aunque en total paz. Apocalipsis describe a los salvos
ofreciendo adoración y alabanza ante el trono de Dios y de Cristo (Ap. 19:1-6). Esta
adoración será perfecta, no limitada o manipulada como puede ser ahora. Será
espontánea y no forzada, genuina y no fingida. No estaremos somnolientos como a
menudo lo estamos hoy en los cultos. Estaremos llenos de gozo para expresar toda la
alabanza posible a Dios.
También estaremos sirviendo perpetuamente a Dios y Cristo (Ap. 1:5,6; cf. 22:3). No
hablamos de un servicio tedioso sino uno estimulante y vibrantemente gozoso. No
existirá el aburrimiento en la eternidad ya que habrá un sin fin de tareas y objetivos que
lograr. Dios es un Dios de creatividad e ideas infinitas.

Una de las funciones que tendremos será reinar con Cristo (Ap. 22:5). Estaremos, por
tanto, involucrados en tareas de gobierno. Una de las cosas que haremos, ya desde el
comienzo, será juzgar (gobernar) a los ángeles (1 Cor. 6:2,3). Es obvio que en la
eternidad estaremos por encima de los ángeles, lo contrario del presente.

Por último, los creyentes estaremos perpetuamente aprendiendo más de nuestro gran
Dios. Se nos mostrará las abundantes riquezas sin fin de su gracia (Ef. 2:7). Recordemos
que Dios es infinito, por lo cual nunca terminaremos de explorar y conocer su grandeza.
En lo personal, pienso que una gran mayoría de cristianos va a estar tomando estudios
bíblicos por mucho tiempo, para compensar por la falta de lectura bíblica y la no
concurrencia a los estudios bíblicos que deberían haber tomado cuando estaban en la
tierra.

¿Qué de la nueva Jerusalén? Ya que Dios va a restaurar la tierra, y los animales dejarán
de ser salvajes, ¿es ésta una indicación de que la eternidad será en la tierra restaurada
por Dios? ¿O habrá comunicación entre el cielo y la tierra y estaremos en el cielo y
podremos venir a la tierra?

Debido a que la tierra fue maldecida cuando Adán y Eva pecaron contra Dios, es obvio
que la tierra tiene que ser restaurada antes que la eternidad comience. No solamente la
tierra será renovada, también la atmósfera de la tierra (el primer cielo) y el universo
estelar (el segundo cielo) serán renovados.

Las Escrituras hacen referencia varias veces a que los cielos y la tierra pasarán. Por
ejemplo, el Salmo 102:25-26 habla de los cielos y la tierra siendo mudados. Apocalipsis
21:1, 5 habla de nuevos cielos y nueva tierra, y que todas las cosas serán hechas nuevas.
La palabra griega para designar la renovación del cosmos es kainos. Significa “nuevo en
naturaleza” o “cualitativamente nuevo.” Por lo tanto, la expresión “cielo nuevo y tierra
nueva” no se refiere a un cosmos absolutamente diferente al ya existente, sino al cosmos
presente. Es este cosmos presente el que será totalmente renovado. Por ello Mateo 19:28
describe esta renovación como “la regeneración”, y Hechos 3:21 como la “restauración
de todas las cosas.”
La nueva tierra, habiendo sido renovada, tendrá una condición eterna. Antes de que
comience la eternidad, será adaptada para existir en el estado eterno, lo cual requiere
grandes cambios físicos y morales. Todo será nuevo en la eternidad. Algo importante a
tomar en cuenta es que en la eternidad, cielo y tierra no serán ya dos dimensiones
separadas como lo son hoy en día, sino que ambas se fusionarán. De ello se desprende
que los creyentes continuarán estando en el cielo, al mismo tiempo que están en la
tierra.

El “Cielo”, por consiguiente, encompasa el cielo nuevo y la tierra nueva. La Nueva


Jerusalén – la ciudad eterna, que mide 1500 x 1500 x 1500 millas, aparentemente
descenderá y se establecerá sobre la nueva tierra (Ap. 21:2). Esta ciudad será la morada
eterna de los santos de todas las épocas.

------------------------------

En lo referente a los animales, debido a lo que ya explicamos, no creemos que esa sea
una indicación de que la vida eterna será sólo en la tierra. En la interpretación
premilenista, a la cual personalmente suscribo, la mención de los animales siendo
inofensiva otra vez, es una referencia al milenio luego de la 2da. Venida de Cristo.
Durante el milenio Jesucristo reinará en la tierra desde Jerusalén, y al final de los mil
años comenzará la eternidad.

Pablo Santomauro es subdirector de CIR. “Apología Cristiana”, CIR, P.O.Box 846,


Montebello, Cal. 90640-EE.UU. URL de CIR: (en español). El Centro de
Investigaciones Religiosas (CIR) es una organización interdenominacional
especializada en la apologética de sectas. Es pastor ordenado, autor profuso de artículos
relacionados con la disciplina de la apologética cristiana y conferencista especializado
en sectas y religiones comparada.

A. EL CIELO NUEVO Y LA TIERRA NUEVA

Después del juicio del gran trono blanco y de la destrucción del primer cielo y la
primera tierra, Juan escribe en Apocalipsis 21:1: «Vi un cielo nuevo y una
tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar
ya no existía más.» El cielo nuevo no se describe, y todo lo que se dice
acerca de la nueva tierra es: «el mar no existía ya más» (Ap. 21:1). El
extraño silencio de las Escrituras sobre la apariencia de la tierra nueva y
del cielo nuevo no se explica en ninguna parte. En cambio nuestra atención
es dirigida hacia la ciudad santa, la nueva Jerusalén.
B. LA DESCRIPCION GENERAL DE LA NUEVA JERUSALEN
Juan escribió su visión en estas palabras: «Yo Juan vi la santa ciudad, la nueva
Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su
marido» (Ap. 21: 2). El problema inmediato que enfrentan todos los intérpretes es el
significado de lo que Juan vio. Si uno acepta la declaración tal como la expresa, Juan vio
una ciudad santa llamada nueva Jerusalén, en contraste con la vieja Jerusalén terrenal
que había sido destruida cuando la tierra fue arrasada. Se dice que la ciudad desciende
del «cielo, de Dios». Es significativo que no se diga que la ciudad fue creada, y
aparentemente existía durante el período previo del reino milenial, posiblemente como
una ciudad satélite sobre la tierra; como tal, pudiera haber sido el hogar milenial de los
santos resucitados y arrebatados. Por la descripción de la tierra milenial se ve claramente
que no había sobre la tierra ninguna ciudad como la nueva Jerusalén durante el milenio.
Algunos creen que Cristo se refería a la nueva Jerusalén cuando dijo en Juan 14:2: «voy,
pues, a preparar lugar para vosotros». Aquí en Apocalipsis se ve a la nueva Jerusalén
descendiendo del cielo y ciertamente con el destino de posarse sobre la nueva tierra.
Juan, además, describe la ciudad como «una esposa ataviada para su marido». Sin
embargo, como lo muestran revelaciones posteriores, la nueva Jerusalén incluye santos de
todas las dispensaciones, y es, por lo tanto, preferible considerar ésta como una frase
descriptiva y no como una referencia típica. La nueva Jerusalén es hermosa, como la novia
ataviada para su marido es hermosa. Consecuentemente, aunque la ciudad es literal, su
hermosura es la de una novia.
Aun cuando comparativamente pocos pasajes de la Biblia tratan el tema del nuevo cielo
y la nueva tierra, no es en Apocalipsis donde esta verdad aparece por primera vez. En
Isaías 65:17 Dios anunció: «Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de
lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento.» Este versículo ocurre en el
contexto de la tierra milenial y algunos piensan que se está refiriendo a una Jerusalén
renovada que habrá durante el milenio. Sin embargo, sería preferible considerarla como
una referencia a la nueva Jerusalén que estará en la tierra nueva que se ve en el
trasfondo, mientras la Jerusalén renovada en el milenio se ve en el primer plano, como en
Isaías 65:18.
Otra referencia se encuentra en Isaías 66:22, donde afirma: «Porque como los cielos
nuevos y la tierra nueva que yo hago permanecerán delante de mí, dice Jehová, así
permanecerá vuestra simiente y vuestro nombre.» Mientras la Jerusalén terrenal será
destruida al final del milenio, la nueva Jerusalén permanecerá para siempre así como la
simiente de Israel permanecerá para siempre.
En 2 Pedro 3:13 se hace otra predicción de nuevos cielos y nueva tierra, caracterizados
como lugares donde morará la justicia. En consecuencia, se puede concluir que a través de
las Escrituras se consideran el cielo nuevo y la tierra nueva como la meta final de la
historia y como el lugar final de reposo de los santos.
Habiendo introducido el nuevo cielo y la tierra nueva y la nueva Jerusalén, Juan procede
a describir sus características principales en Apocalipsis 21:3-8. Allí Dios habitará con los
hombres y será su Dios. El llanto, la muerte y el dolor serán abolidos, como Juan afirma,
«porque las primeras cosas pasaron» (y. 4). Esto es confirmado en el versículo 5 por la
afirmación: «He aquí yo hago nuevas todas las cosas.»
En la nueva Jerusalén, Cristo, como el Alfa y la Omega, promete: «Al que tuviere sed, yo
le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El que venciere heredará todas las
cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo» (vv. 6-7). Por contraste, los inconversos
descritos por sus obras y por la falta de fe «tendrán su parte en el lago que arde con fuego
y azufre, que es la muerte segunda» (y. 8). En contraste con la primera muerte, que es
física y espiritual, la muerte segunda es separación eterna de Dios.
C. VISION DE LA NUEVA JERUSALEN
Juan es invitado a mirar a «la desposada, la esposa del Cordero» y lo llevan «en el
Espíritu a un monte grande y alto» (Ap. 21:9-10). Aquí Juan ve la nueva Jerusalén
descendiendo del cielo, de Dios.
En la descripción que sigue en Apocalipsis 21 se declara que la nueva Jerusalén tiene «la
gloria de Dios»; la ciudad es brillante con un «fulgor semejante al de una piedra
preciosísima como piedra de jaspe, diáfana como el cristal» (y. 11). Aunque el jaspe suele
ser el nombre de piedras de diversos colores, y son opacos, la piedra con la que se
compara es preciosa y clara como el cristal. Debe de haber dado una impresión de
increíble belleza y brillantez.
Los versículos que siguen describen la ciudad misma como que está rodeada por un muro
de unos 70 metros de alto, con doce puertas en el muro guardadas por doce ángeles. En
las puertas están los nombres de las doce tribus de Israel. La ciudad es de forma cuadrada
y mira hacia el norte, el sur, el este y el oeste, indicando aparentemente que en la nueva
tierra hay puntos cardinales como en la tierra actual. El muro está sobre doce cimientos
que, según el versículo 14, llevan los nombres de los doce apóstoles.
La ciudad es medida y se ve que tiene 12.000 estadios, o aproximadamente 2.400
kilómetros por lado, con una altura igual. Esto ha hecho surgir la pregunta acerca de la
forma de la ciudad, si es un cubo o una pirámide. Probablemente sea mejor considerarla
una pirámide, puesto que esto explica cómo podría el río fluir por sus costados, según se
presenta en Apocalipsis 22:1, 2.
En general, todos los materiales de la ciudad son diáfanos y permiten el paso de la luz
sin impedimentos. Aun el oro es como el vidrio limpio (21:18). Los cimientos del muro
llevan los nombres de los doce apóstoles, y representan la iglesia, y están adornados con
doce piedras preciosas que dan todos los colores del arco iris, y a la luz brillante de la
ciudad proveen una visión hermosamente sobrecogedora (vv.19, 20).
Las puertas de la ciudad son de una sola perla grande, y la calle de la ciudad es de oro
puro y cristalino (y. 21). La ciudad no tiene templo porque Dios está en ella (y. 22), y no
tiene necesidad de la luz del sol, de la luna o de las estrellas, porque la gloria de Dios y
del Cordero proveen la luz (v 23). Los salvados entre los gentiles (las naciones) caminan en
la luz de la ciudad y entran libremente por sus puertas, que no se cierran porque allí no
hay noche (y. 25).
Según esta descripción los habitantes de la ciudad son santos de todas las
dispensaciones. No solamente Israel y los gentiles se mencionan, sino también los doce
apóstoles que representan la iglesia. Esto está en conformidad con la descripción de
Hebreos 12:22-24, que enumera a los habitantes de la nueva Jerusalén como que incluye a
«la compañía de muchos millares de ángeles, la congregación de los primogénitos que
están inscritos en los cielos, Dios el juez de todos, a los espíritus de los justos hechos
perfectos, a Jesús el mediador del nuevo pacto». De esto se puede deducir que la iglesia
estará en la nueva Jerusalén, al igual que los «espíritus de los justos hechos perfectos» —
refiriéndose a todos los santos no incluidos en la iglesia, judíos y gentiles—, y los ángeles,
y a Jesús como el mediador del nuevo pacto.
Continuando la descripción de la nueva Jerusalén, Juan habla de un «río limpio de agua
de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero» (Ap.
22:1). El árbol de la vida, que da doce tipos de frutos, está en medio de la calle de la
ciudad y cada lado del río proveyendo sanidad para las naciones (Ap. 22:2).
Se pregunta por qué es necesaria la sanidad de las naciones si ésta es una descripción
del estado eterno. La dificultad se resuelve si se acepta la traducción «para la salud de las
naciones». Puede ser que el fruto del árbol de la vida y el agua de la vida sean la
explicación de la existencia sin fin que los cuerpos de los santos tendrán en la eternidad.
Continuando la descripción de la ciudad, Juan dice: «Y no habrá más maldición; y el
trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán» (y. 3). El estado
bendito de ellos consistirá en que podrán ver a Dios cara a cara y llevarán su nombre en
sus frentes (y. 4). Juan repite el hecho de que la nueva ciudad será resplandeciente y no
necesitará luz artificial, y concluye con la palabra de Dios: « ¡He aquí, vengo pronto!
Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro» (v. 7).
Considerado el hecho de que los nuevos cielos y la nueva tierra serán la morada eterna
de los santos, es notable que haya pocas descripciones de ellos en la Escritura. Es cierto
que la Biblia tiene el propósito principal de darnos luz para nuestro actual sendero diario.
Al mismo tiempo se nos da un vistazo suficiente de la gloria venidera, a fin de animarnos a
avanzar en nuestra vida de fe. Sin lugar a dudas, hay mucho más que se nos puede revelar
que el breve vistazo que se nos ha concedido en estos capítulos finales del libro de
Apocalipsis.
Aunque Dios ha revelado a su pueblo una cierta medida de lo que «ojo no vio, ni oído
oyó, ni han subido en corazón de hombre» (1 Co. 2:9), indudablemente hay mucho más
que Dios revelará al hombre en la eternidad. No se ha dicho aún la mitad, y nuestro gran
Dios se complacerá hasta la eternidad sin fin en manifestar su amor y gracia a quienes han
recibido a Cristo como Salvador y Señor.
La Biblia, que es lo único que revela las maravillas del cielo, es igualmente explícita en
sus declaraciones acerca de las condiciones según las cuales los pecadores de esta raza
caída pueden entrar allí. Sin embargo, hay multitudes que acarician la idea de poder
entrar en el cielo y que al mismo tiempo no prestan atención a los consejos de Dios en que
expone el único camino dado a los hombres en que puedan ser salvos. No toda persona
entrará en el cielo; aquella gloria y bienaventuranza es para los redimidos. La redención
depende en forma absoluta de la aceptación del Redentor. Esa aceptación es una
transacción de lo más sencilla y, sin embargo, tan vital y conclusiva que el alma que
confía recibirá la seguridad por sobre todas las cosas de que está dependiendo solamente
de Cristo para su salvación.
PREGUNTAS
1. ¿Qué se ha revelado acerca del nuevo cielo y la nueva tierra?
2. ¿Por qué se describe a la nueva Jerusalén como a una esposa ataviada para su
marido?
3. ¿Cuál es la importancia del hecho de que la nueva Jerusalén no haya sido creada en
ese tiempo?
4. ¿Qué luz arroja esto sobre la posibilidad de que la nueva Jerusalén pueda ser la
morada, durante el milenio, de los santos resucitados y arrebatados?
5. ¿Qué revelan Isaías 65:17 y 66:22 acerca de los nuevos cielos y la nueva tierra?
6. ¿Cómo caracteriza al nuevo cielo y la nueva tierra 2 Pedro 3:13?
7. Según Apocalipsis 21:3-8, ¿cuáles son algunas características principales del nuevo
cielo y la nueva tierra en lo espiritual?
8. ¿Cuál es la descripción general de la nueva Jerusalén, según Juan la ve en
Apocalipsis 21:11?
9. Describir la forma, muros y puertas de la nueva Jerusalén.
10. ¿Qué evidencia hay de que Israel y los ángeles estarán en la nueva Jerusalén?
11. ¿Cuáles son las dimensiones, largo, ancho y alto, de la ciudad?
12. ¿Qué explicación es posible en cuanto a la forma de la ciudad?
13. ¿Qué caracteriza a todos los materiales de la ciudad, y cómo se relaciona esto con
su fulgor?
14. Describir la belleza sobrecogedora de las piedras preciosas del fundamento de la
ciudad.
15. ¿Cuál es el significado del hecho de que los nombres de los doce apóstoles estén en
los cimientos de la ciudad?
16. ¿Por qué la ciudad no tiene templo y no necesita luz del sol, de la luna ni de las
estrellas?
17. ¿Están también en la ciudad los gentiles salvados?
18. ¿Qué evidencia puede presentarse para demostrar que todos los santos de todas las
edades estarán en la nueva Jerusalén?
19. ¿Qué contribución hace Hebreos 12:22-24 para la identificación de los habitantes
de la nueva Jerusalén?
20. ¿Cuál es la forma en que posiblemente se relaciona a la existencia sin fin de los
cuerpos de los santos en la nueva Jerusalén el agua de la vida y el árbol de la vida?
21. ¿Qué harán los santos en la nueva Jerusalén?
22. ¿Cómo explica usted el hecho de que fuera de estos capítulos finales del libro de
Apocalipsis haya poca revelación del estado eterno en la Biblia?
23. A la luz de las Escrituras, ¿por qué es tan importante estar seguro de que uno ha
sido salvado por la fe en Cristo?

* Fuente: Grandes Temas Bíblicos


Libros CLIE -Galvani, 113 -08224 Terrassa (Barcelona)

¿Qué son los Nuevo Cielos y la Nueva


Tierra?

Pregunta: "¿Qué son los Nuevo Cielos y la Nueva Tierra?"

Respuesta: Mucha gente tiene un concepto erróneo de lo que es realmente el Cielo.


Apocalipsis capítulos 21-22 nos da una detallada descripción de los Nuevos Cielos y la
Nueva Tierra. Después del final de los tiempos, los cielos y la tierra actuales, serán
deshechos y reemplazados con Nuevos Cielos y Nueva Tierra. La morada eterna de los
creyentes será en la Nueva Tierra. La Nueva Tierra es el “Cielo” en el cual pasaremos la
eternidad. Es en la Nueva Tierra donde residirá la Nueva Jerusalén, la ciudad celestial.
Es en la Nueva Tierra donde estarán las puertas de perla y las calles de oro.

El Cielo – La Nueva Tierra – es un lugar físico en el cual moraremos con cuerpos


físicos glorificados (ver 1 Corintios 15:35-58). El concepto de que el Cielo está “en las
nubes” es antibíblico. El concepto de que seremos “espíritus flotando alrededor del
Cielo” también es antibíblico. El Cielo que experimentarán los creyentes será un nuevo
y perfecto planeta en el cual viviremos. La Nueva Tierra estará libre de pecado, maldad,
enfermedad, sufrimiento y muerte. Será muy parecida a la Tierra actual, o quizá aún una
re-creación de nuestro actual planeta – pero por supuesto sin pecado.

¿Qué hay acerca de los Nuevos Cielos? Es importante recordar que en la mente antigua,
“los cielos” se referían al cielo del espacio exterior, así como al lugar donde habita
Dios. Así que, cuando Apocalipsis se refiere a los Nuevos Cielos, está indicando más
bien el universo que será creado, una Nueva Tierra, Nuevos Cielos, un nuevo espacio
exterior. Parece como si el “Cielo” de Dios también será re-creado, para dar a todas las
cosas en el universo un “nuevo comienzo” ya sea físico o espiritual. ¿Tendremos acceso
a los Nuevos Cielos en la eternidad? Posiblemente... ¡pero tendremos que esperar para
averiguarlo! ¡Dejemos que la Palabra de Dios de forma a nuestro entendimiento del
Cielo!
su esencia fundamental?

Textos bíblicos abordados en este estudio:


Apocalipsis 21:1; 2 Pedro 3:11-14; Juan 14:1-4; 1 Corintios 2:12-15; 15:42-49; 2
Corintios 4:18; 5:1-9; 12:1-4; 1 Juan 3:2; Efesios 1:22-23; Filipenses 3:20-21; Hebreos
12:23; 1 Pedro 1:17-25; 2 Pedro 1:4; Apocalipsis 21 y 22; Génesis 1:26-28 e Isaías
65:21-23.

Percepciones de “cielos nuevos y tierra nueva”. Teorías,


cuestionamientos y análisis de textos relevantes.

A. “Quisiera consultar algo que no tengo muy claro, y es que usted explica con la
Biblia que la tierra será destruida basándose en 2 Pedro 3:11-14, sin embargo allí el
apóstol dice 'una nueva tierra', y también Apocalipsis 21:1 dice 'nueva tierra'.”

1. Se comprende que “tierra”, en la expresión “nueva tierra”, hace a no pocos


estudiosos de estos temas pensar en el mismo planeta Tierra material que los
seres humanos habitamos en cuerpos de carne y sangre. Enfocando el nombre
“tierra”, deducen que “nueva tierra” quiera decir que nuestro globo terráqueo
material será “limpiado, renovado, restaurado”, de alguna forma, y que
permanecerá eternamente como “tierra material”. Razonan que los textos bíblicos
relevantes dicen “tierra”, que no dicen “nuevo planeta, globo, esfera o nueva
morada totalmente distinta en sustancia y apariencia a la actual tierra material”, y
que, por lo tanto, “nueva” ha de interpretarse como “restauración a condiciones
prístinas”, o algo parecido, tal vez como el paraíso del Edén.
2. Ahora bien, mediante los estudios anteriores de este Capítulo Diez, ya hemos
establecido, convincentemente, aun irrefutablemente, según nuestra apreciación,
que Dios destruirá completamente el planeta Tierra actual, deshaciendo y
quemando hasta sus “elementos”. Por lo tanto, esta misma tierra no será
“renovada, limpiada, restaurada”, ni permanecerá eternamente, ya que está
destinada a desaparecer. Una vez más, apelamos a los axiomas de 2 Corintios
4:18. Lo que se ve es “temporal”. Nuestra tierra se ve. Por lo tanto, es
temporal. Lo temporal no es eterno. Por lo tanto, nuestra tierra no existirá
eternamente. Contra estas sencillas y elegantes verdades se estrellan,
despedazándose, todos los argumentos, especulaciones, interpretaciones, porfías
y teorías en defensa de “planeta Tierra material eterno” o “tierra material limpiada y
restaurada permanentemente”. Así pues, simple y llanamente, no es posible que la
“nueva tierra” profetizada en el Nuevo Testamento sea el mismo “cuerpo sólido
celeste”, llamado “Tierra”, que gira alrededor de la estrella “Sol”, en la galaxia
denominada “Vía Láctea”.
www.davidchristy.com
Una visualización artística de “un cielo nuevo y una tierra nueva”. “Porque el primer cielo y
la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más” (Apocalipsis 21:1). Esta pintura pone
de relieve lo difícil de conceptualizar materialmente el “cielo nuevo” y la “tierra nueva”.
¿Transmite esta imagen, de manera siquiera rudimentaria, cuán magnífico será el “lugar”
que la Deidad está preparando (Juan 14:1-4) para las almas que eligen vivir conforme a
sus designios, su “voluntad… agradable y perfecta” (Romanos 12:2)? ¿Qué sería el
propósito de incluir aquellas montañas áridas que se ven en primera plana en la pintura?
Lógicamente, sería imposible componer una pintura realista de un cuerpo totalmente
desconocido, invisible al ojo humano por tener una naturaleza no material.

3. ¿Cómo será, pues, la “nueva tierra” de las profecías y visiones del Nuevo
Testamento?
a) Tratándose de su forma, tamaño, apariencia y sustancia, ¡no sé! De la
manera que no se nos ha revelado “lo que hemos de ser” al ser glorificados
y ser revestidos del nuevo “cuerpo espiritual” (1 Corintios 15:43-44), tampoco
se nos ha revelado la forma, el tamaño, la apariencia o la sustancia de la
“nueva tierra”. “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha
manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él [Cristo] se
manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal cómo él es” (1
Juan 3:2). ¿Por qué no ha dado el Espíritu Santo, en el Nuevo Testamento,
una descripción gráfica de “lo que hemos de ser”? Me atrevo a pensar que por
la siguiente razón: (1) Contrario a creencias comunes, los humanos no
podemos ver a seres espirituales (Lucas 23:36-40). (2) El nuevo cuerpo
glorificado del justo resucitado y transformado (1 Corintios 15:51-52), será
“cuerpo espiritual”. (3) Por consiguiente, en esta existencia material, no
podríamos verlo, y por ende, somos incapaces de apreciar su forma, tamaño,
apariencia o sustancia. Conceptualizamos objetos en términos materiales. No
somos capaces de conceptualizar objetos o seres espirituales en términos de
su naturaleza espiritual real, cual sea. A esta verdad se debe el hecho de que
quienes intentan representar gráficamente al alma, siempre le dan rasgos y
matices materiales –seres semitransparentes, con facciones humanas, alas,
cuerpos de forma humana, envueltos en auras, con halos, etcétera.
b) ¿Es concebible que la sustancia de la “nueva tierra” sea de elementos
materiales, tal cual la del actual planeta Tierra? ¿Qué sea semejante a nuestra
tierra antes de la caída de Adán y Eva? Para Dios, todo es posible. Pero, Adán
y Eva tenían cuerpos físicos de carne y sangre. En cambio, el ser humano
glorificado, en virtud de haber hecho la voluntad de Dios, tiene “de Dios un
edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. Y por eso”,
escribe el apóstol Pablo, “gemimos, deseando ser revestidos de aquella
nuestra habitación celestial” (2 Corintios 5:1-9). ¿Morar y desenvolverse el
glorificado, revestido de su “habitación celestial”, es decir, de su “cuerpo
espiritual”, en una “nueva tierra” material? Concebible, pero poco plausible,
opina este servidor. Nuevo “cuerpo espiritual”. Nueva “habitación celestial”.
Nueva “casa” para el alma purificada, hecha perfecta (Hebreos 12:23),
glorificada; “casa… eterna, en los cielos”. Y así, nuevo “cuerpo espiritual”,
hecho para morar y desenvolverse en “una nueva tierra”, con “cielos nuevos”,
ambos también de una sustancia que tenga correlación con el “cuerpo
espiritual”. Ambos, “en los cielos”. Por su consonancia obvia, me inclino
fuertemente a esta visualización de “cielos nuevos y tierra nueva”. Suponiendo,
entonces, que tengan estos “cielos nuevos y tierra nueva” una sustancia
correlativa al “cuerpo espiritual”, nos sería del todo imposible conceptuarlos
como lo serán en realidad, y por la misma razón que se nos imposibilita saber
“lo que hemos de ser” en lo concerniente al cuerpo transformado, hecho
“espiritual”, poderoso e inmortal. Solo podríamos visualizarlos por medio de
metáforas, y de hecho, metáforas son el “lenguaje” principal de
Apocalipsis, incluso en las presentaciones de “la nueva Jerusalén”, con su
“río limpio de agua de vida” y “árbol de la vida, que produce doce frutos”, la
cual ciudad celestial el apóstol Juan ve “descender del cielo de Dios” a la
“tierra nueva” (Apocalipsis 21 y 22).
c) De corresponder los “cielos nuevos y tierra nueva” al “cuerpo espiritual” de
los justos glorificados, el uso tanto de “cielos” como de “tierra” sería
metafórico. Como sabe el que escudriña las Sagradas Escrituras, las
metáforas abundan y sobreabundan en ellas.
(1) En nuestro lenguaje, “cuerpo”, tal cual “tierra”, identifica, literalmente,
una creación material. Mi cuerpo es el ser físico, de carne, huesos y
sangre, que me sirve como “morada terrestre” o “tabernáculo” (2 Corintios
5:1). Pero, en la Biblia “cuerpo” también su utiliza metafóricamente. Por
ejemplo, Dios dio a Cristo “por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la
cual es su cuerpo” (Efesios 1:22-23). La iglesia no es el cuerpo literal de
Jesucristo sino su cuerpo espiritual.
(2) “Tabernáculo”, en 2 Corintios 5:1, es un ejemplo clásico del lenguaje
metafórico. “Tabernáculo. (en hebreo, ojel que significa tienda; y miscan
que significa morada). Tienda de campaña, santuario portátil que cobijaba
el arca del pacto. Sirvió a Israel desde su construcción en el Sinaí (Éx
19.1), hasta la construcción del templo de Salomón.” (Diccionario ilustrado.
“iLumina.” www.caribe-betania.com) Mi cuerpo físico no es, literalmente, un
“tabernáculo”, o “tienda de campaña”. Más sin embargo, su representación
figurativa como tal es sumamente apropiada, por ser el cuerpo físico una
“morada” provisional, temporal y bastante frágil.
(3) Pues bien, si “cuerpo”, “tabernáculo” y muchos vocablos semejantes
pueden representar otras cosas esencialmente distintas en forma,
apariencia o sustancia, ¿por qué no el vocablo “tierra” en la expresión
“nueva tierra”? Propongo que hay razones de peso para entender
“nueva tierra” en sentido metafórico, como representativo del “lugar” que
la Deidad está preparando para los justos que serán otorgados la salvación
eterna –lugar cónsono con el “cuerpo espiritual”, y por consiguiente, no de
los mismos elementos materiales, visibles y palpables, que componen
el actual planeta Tierra.
(a) De hecho, personalmente, estoy esperando tal “nueva tierra”. Se
me hace imposible describirla, de la misma manera que se me hace
imposible describir el “cuerpo espiritual”, pero estoy en espera de ella.
El no poder visualizar el “cuerpo espiritual” y la “nueva tierra” como
serán en realidad, no me hace dudar del cumplimiento, a su debido
tiempo, de las “preciosas y grandísimas promesas” divinas al respecto
que Dios me ha dado (2 Pedro 1:4).
(b) Si la “nueva tierra” resulta ser un “cuerpo celestial nuevo, hecho de
los mismos elementos que componen el actual planeta Tierra”, espero
que su Creador me conceda la incomparable dicha de morar en él,
¡pese a cualquier error doctrinal sobre este tema del cual sea culpable
este servidor! “Nueva tierra” espiritual correlativa al “cuerpo espiritual”, o
“nueva tierra” material: ¿cuál será? Lo de trascendental importancia es
purificar mi alma “por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu,
para el amor fraternal no fingido…”, mediante “la sangre preciosa de
Cristo” (1 Pedro 1:17-25), para “tener derecho al árbol de la vida, y para
entrar por las puertas en la ciudad” (Apocalipsis 22:14), comoquiera que
sean y dondequiera sean hallados, el “árbol”, “las puertas”, “la ciudad” y
la “nueva tierra”. Esta es mi percepción, hasta el presente, sobre este
tema y las prioridades de la vida espiritual en Dios.
d) Las maravillosas palabras de Jesucristo, en Juan 14:1-4, parecen apoyar mi
creencia. “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.
En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuere, yo os lo
hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y
os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que
donde yo estoy, vosotros también estéis.”
(1) ¿Dónde hay “muchas moradas” para los discípulos fieles del Señor?
“En la casa de mi Padre…” ¿Dónde se encuentra esta “casa”? En el
“cielo de Dios”, y no en el planeta Tierra.
(2) ¿Dónde prepara Cristo “lugar” para sus discípulos? En el lugar al cual
él iba a ir después de acabar su ministerio terrenal. ¿Cuál lugar fue aquel?
Elemental: ¡el cielo de Dios¡ De allí había venido; a allá volvería. Allá, y no
en el planeta Tierra, prepararía “lugar” para los suyos.
(3) “…vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo
estoy, vosotros también estéis.” Habiendo preparado Cristo “lugar” para
los suyos, y consumándose “el misterio de Dios” (Apocalipsis 10:5-7),
vuelve el Señor, en su Segunda Venida, tomando para sí mismo a sus
fieles, no secretamente sino abierta y visiblemente, luego llevándolos al
“lugar” por él habilitado. ¿Dónde? Fuera de este mundo material, en
regiones celestiales. “…voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si
me fuere…” Parafraseando: “No me quedo en este planeta Tierra. Me voy
de aquí, y adonde me voy, allí voy a preparar lugar para vosotros. Vendré
otra vez, pero no para permanecer en esta tierra mil años más, sino para
tomar a vosotros y llevarlos al lugar que voy a preparar, para que estemos
juntos en aquel lugar”.
(4) Aquel “lugar” que Cristo está preparando es sinónimo de “cielos nuevos
con tierra nueva”. Siendo de naturaleza celestial aquel “lugar”, podemos
afirmar confiadamente, aun categóricamente, que los “cielos nuevos y
tierra nueva” son de naturaleza celestial. ¿Es material la naturaleza de lo
celestial? ¡De modo alguno! “Cual el terrenal, tales también los terrenales; y
cual el celestial, tales también los celestiales” (1 Corintios 15:48).
Obviamente, lo celestial es diferente a lo terrenal. Por lo tanto, los
“cielos nuevos y tierra nueva”, siendo celestiales, ¡son diferentes al
planeta Tierra, el cual es terrenal! No son, pues, el planeta Tierra
“limpiado, renovado, restaurado”, ni son de elementos terrenales.
e) También se presta para sostener nuestra creencia la enseñanza del apóstol
Pablo en 1 Corintios 2:12-15. “Y nosotros no hemos recibido el espíritu del
mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios
nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por
sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo
espiritual a lo espiritual. Pero el hombre natural no percibe las cosas que son
del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender,
porque se han de discernir espiritualmente. En cambio el espiritual juzga toda
las cosas; pero él no es juzgado de nadie.”
(1) Decir que al celestial, es decir, al alma justa, glorificada y revestida de
“cuerpo espiritual”, le corresponde morar en “cielos nuevos y tierra nueva”
celestiales, es acomodar “lo espiritual a lo espiritual”.
(2) Por otro lado, decir a tal alma, glorificada y hecha celestial, que le
corresponde morar en “cielos nuevos y tierra nueva” terrenales, sería
intentar, efectivamente, acomodar lo espiritual a lo terrenal, o
“natural”. Esta es mi pensar.
f) El apóstol Pablo tuvo una grandiosa experiencia que da credibilidad, así
razonamos, a nuestra creencia. “Ciertamente no me conviene gloriarme; pero
vendré a las visiones y a las revelaciones del Señor. Conozco a un hombre en
Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no
lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y conozco a tal
hombre… que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables
que no le es dado al hombre expresar” (2 Corintios 12:1-4). Así que, Pablo
“fue arrebatado hasta el tercer cielo”, sinónimo del “paraíso”, pero al ser
regresado al planeta Tierra, ¡no puede comunicar, ni siquiera a la iglesia, nada
de lo que oyera o viera allá! ¿Por qué? Tímidamente, doy mi opinión. ¡Porque
aquel mundo del “tercer cielo-paraíso” es tan y tan diferente al mundo nuestro
material que no se pueden “expresar” en nuestras lenguas una descripción
entendible de él, ni se puede traducir a lengua humana alguna las “palabras
inefables” del hablar celestial! Asimismo, quizá en grado igual, sean diferentes
los “cielos nuevos y tierra nueva”, siendo celestiales, al planeta Tierra que
habitamos en cuerpos de carne y sangre.
g) Querido lector, todavía otro pasaje del Nuevo Testamento respalda, así
entiendo, mi percepción de la naturaleza de los “cielos nuevos y tierra”, a
saber, 1 Corintios 15:45-49. “Así también está escrito: Fue hecho el primer
hombre, Adán, alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante. Mas lo
espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual. El primer hombre es
de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. Cual el
terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los
celestiales. Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también
la imagen del celestial.” Le ruego disculpar cualquier redundancia en los
siguientes comentarios.
(1) “El primer hombre” es el hombre, cualquier hombre y todo hombre, en
su cuerpo de carne y sangre, es decir, en su cuerpo “animal”, y por lo
tanto, “el primer hombre” es “terrenal”, de la tierra.
(2) “…el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo.” Este es espiritual
y tiene “cuerpo espiritual”. De la manera que Adán, allá en el Edén, tipifica
a todo hombre “terrenal”, así “el Señor”, quien “es del cielo” y volvió al cielo,
tipifica todo hombre espiritual, es decir, al hombre que, obedeciendo al
evangelio hasta el fin de sus días, muere “en Cristo”, recibiendo, al ser
resucitado y glorificado, “cuerpo espiritual”. El hombre espiritual es
celestial. ¿Colocaría Dios a este “hombre espiritual-celestial” en una “tierra
nueva” material? Bien pudiera hacerlo, pues él es Dios sobre todas las
cosas. Sin embargo, colocarlo en una “tierra nueva” celestial
correspondiente a su nueva naturaleza espiritual-celestial parecería ser lo
más natural, consecuente y armonioso. Esta opinión la pronunciamos solo
para resaltar una posibilidad, y no como juicio sobre cualquier acción que
tomara el Creador. Dondequiera que coloque él al hombre espiritual-
celestial, este será plenamente feliz por las edades de las edades.
(3) “…el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. Cual el terrenal,
tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los
celestiales.” Allá en el cielo, a la diestra de Dios el Padre, Jesucristo ocupa,
un cuerpo “celestial”, y por ende “espiritual”. Este se describe como “el
cuerpo de la gloria suya” (Filipenses 3:20-21). Obviamente, su cuerpo
celestial-espiritual no es una mera “renovación del cuerpo terrenal” sino una
morada totalmente distinta a la morada terrenal. Lo “terrenal” no es
“celestial”, ni es “celestial” lo “terrenal”. Lo “terrenal” y lo “celestial” son dos
polos opuestos. Son dos esferas distintas. Dos realidades distintas, tanto
en naturaleza como en duración.
(a) ¿No es aplicable esta misma gran verdad a la “tierra nueva”? O
sea, de la manera que el nuevo cuerpo glorificado, tanto de Jesucristo
como de los justos transformados, no trae “la imagen del terrenal”
sino “la imagen del celestial” (1 Corintios 15:49), asimismo la “tierra
nueva” traería una imagen distinta a la terrenal.
(b) Por cierto, “la nueva Jerusalén” que desciende “del cielo, de Dios”
a la “tierra nueva”, con “cielo nuevo” (Apocalipsis 21:1-2; 2 Pedro 3:13),
no trae la imagen de “la Jerusalén actual” (Gálatas 4:25), es decir,
de la terrenal, sino la de lo celestial. “Os habéis acercado… a la
ciudad del Dios vivo, Jerusalén la CELESTIAL…” (Hebreos 12:22). Y
si esta “nueva Jerusalén” trae la imagen del celestial, preguntamos:
¿Con qué lógica proyectar para ella una “nueva tierra” material, “nueva”
solo en el sentido de haber sido “limpiada y restaurada”? “Nueva
Jerusalén… celestial”, en “nueva tierra” celestial, habitada por
“los espíritus de los justos hechos perfectos” (Hebreos 12:23), que
ocupan nuevos cuerpos espirituales-celestiales. Esta visualización,
la cual tengo por netamente bíblica, es armoniosa en todo aspecto, y
sublime mucho más allá de nuestra capacidad para apreciarla
cabalmente.
h) Pienso discernir un paralelo instructivo entre lo que sucede al cuerpo
físico humano y lo que sucede al planeta Tierra material, con implicaciones
sobre la naturaleza de los “cielos nuevos y tierra nueva”.
a) Volvamos sobre 2 Corintios 5:1. “Porque sabemos que si nuestra
morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un
edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos.” El cuerpo
físico de todo ser humano se deshace. En lugar de él, Dios da a los salvos
un “cuerpo espiritual” (1 Corintios 15:44), el que se describe en 2
Corintios 5:1-2, como ya anotamos, mediante el uso de términos
obviamente figurados: “edificio… casa no hecha de manos… habitación
celestial”.
b) Interesantemente, distintas formas del verbo “deshacer” se utilizan en
2 Pedro 3:10-11. “…los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y
las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas
han de ser deshechas…” “Todas estas cosas” incluye “la tierra” material.
¿Qué fin sufre el cuerpo físico humano al ser deshecho? Vuelve al polvo.
Se vuelve nada. Y al ser resucitado, ¿se reconstituye cuerpo físico? ¡De
modo alguno! “Resucita cuerpo espiritual” (1 Corintios 15:44).
Paralelamente, ¿qué fin sufre la tierra material al ser deshecha? Sus
elementos, encendiéndose, se funden. Se vuelven nada. ¿Reconstituye
Dios estos elementos materiales para formar la “tierra nueva”? Mi parecer
es que no lo hace. Sustituyendo él al cuerpo físico humano con un nuevo
“cuerpo espiritual”, ¿con qué lógica postular que no cambie la presente
tierra material por una morada totalmente diferente, distinta aun en
sustancia?
i) Así que, múltiples consideraciones me llevan a concluir que “tierra”, en la
expresión “nueva tierra”, es “tierra” solo en el sentido figurado de ser la futura
morada de los salvos. Amado lector, estoy esforzándome para entender y
armonizar las “preciosas y grandísimas promesas” (2 Pedro 1:4) que nos ha
dado Dios, incluso “sus promesas” acerca de “cielos nuevos y tierra nueva” (2
Pedro 3:13), sin pretensión alguna de hacer prevalecer mis puntos particulares
de vista.
B. “De hecho, Génesis 1:26-28 dice: ‘Sean fructíferos y háganse muchos y llenen la
tierra y sojúzguenla, y tengan en sujeción los peces del mar y las criaturas volátiles de
los cielos y toda criatura viviente que se mueve sobre la tierra’. Pregunto entonces,
¿para que les dice Dios que llenen la tierra si luego la va a destruir por completo?, y
¿para qué cuidar de los animales y las plantas, si también serán eliminados en el día
de juicio?”

-Respuesta. Los mandamientos en Génesis 1:26-28 Dios se los dio a Adán y Eva
antes de incurrirse ellos en pecado. Pese a la caída en pecado, los seres
humanos no fueron eliminados de la tierra. Tampoco los animales, las aves, los
reptiles, etcétera. Ya que la raza humana seguía en la tierra, era preciso proveer
para el sostenimiento de sus cuerpos físicos. De ahí, la importancia de los
animales, las plantas, etcétera, hasta el día de hoy, y hasta la consumación del
“misterio de Dios”. Huelga decir que el nuevo “cuerpo espiritual” dado a los santos
de Dios en la resurrección no tendrá necesidad del sostenimiento material –
alimentarse de plantas y carnes materiales. Dicho sea de paso, que esta verdad es
otra razón poderosa para proyectar una “tierra nueva”, diferente en sustancia a la
presente tierra material. Para el sostenimiento del “cuerpo espiritual” no hará falta
una tierra material que provea alimentos materiales.
C. “También el libro profético de Isaías dice: ‘Ciertamente edificarán casas, y las
ocuparán; y ciertamente plantarán viñas y comerán su fruto. No edificarán y otro lo
ocupará; no plantarán y otro lo comerá. Porque como los días de un árbol serán los
días de mi pueblo; y la obra de sus propias manos mis escogidos usarán a grado
cabal. No se afanarán para nada, ni darán a luz para disturbio; porque son la prole que
está compuesta de los benditos de Jehová’ (Isaías 65:21-23.)”

La tierra es nuestra herencia


INTRODUCCIÓN
Quiero preguntarte si tú piensas pasar la eternidad en el cielo. Si tu respuesta es sí,
perdóname que dude que vayas a pasar en el cielo. De eso se trata el tema que hoy
quiero compartir contigo; yo creo que nuestro lugar no es el cielo, creo que hemos leído
mal la Biblia y creo también que nuestro lugar es la tierra. Quiero profundizar más en el
tema; cuando Jesús vino a la tierra y empezó su ministerio, dice la Biblia que comenzó a
predicar el evangelio del reino diciendo: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se
ha acercado” (Mateo 4:17). El problema de Dios con nosotros no es establecer el reino
de los cielos en el cielo sino aquí en la tierra. El lugar que Dios quiere recuperar no es el
cielo sino la tierra y a nosotros nos enseñó a orar: “Venga tu reino. Hágase tu
voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6:10). La voluntad de
Dios es que el reino de los cielos venga aquí y que así como se hace su voluntad en el
cielo, también se haga en la tierra. Dios nos mantiene en la tierra porque tiene un
propósito, Él nos ha creado porque tiene un propósito. Debemos entender cuál es la idea
original o la intención de Dios al crear a los hombres; sabemos que Cristo ha venido a
ser la cabeza del reino y que es el Señor del reino. Jesús les dijo a sus discípulos, un
grupo pequeño de gente: “No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha
placido daros el reino” (Lucas 12:32). La pregunta es: ¿El Señor quiere darnos el reino
en el cielo o el reino de la tierra?
¿Tú has leído en la Biblia que en el cielo hay calles de oro y mar de cristal? No pudiste
haberlo leído en la Biblia, y si te han enseñado eso, te enseñaron mal. Yo te diré en qué
contexto se habla en la Biblia de las calles de oro y el mar de cristal; Juan dijo en el
capítulo 21 del libro de Apocalipsis: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva…vi la
santa ciudad, la nueva Jerusalén descender del cielo”; a continuación, en el capítulo
21 describe la nueva Jerusalén y dice que la gloria de Dios viene con ella, dice también
que ya no había mar (el que conocemos) en esa ciudad que se establecía aquí en la
tierra, sino que había un mar de cristal. Alguno preguntó: Pero Jesús dijo que iba a
preparar morada para nosotros, esto se encuentra en San Juan 14:2; parece ser que la
morada que Jesús prepara para nosotros está en el cielo, pero esa morada bajará del
cielo a la tierra, la tierra actual será desecha y el cielo que vemos también será desecho:
¡Dios hará un cielo nuevo y una tierra nueva! No se refiere a los cielos de la creación
invisible sino al cielo del cosmos visible. Están los cielos de Dios, los cielos de la
creación invisible de Dios y está el cielo que nosotros vemos, es decir, hay un cielo
invisible y uno visible. Parece ser, y lo vamos a ver, que esas moradas que Jesús está
preparando en el cielo van a venir a parar aquí a la nueva tierra. Apocalipsis capítulo 21
describe la santa ciudad, Jerusalén, la morada de Dios; dice que no habrá noche, que
será de día continuamente, no habrá sol ni luna en esa nueva creación, y dice que la
nueva Jerusalén será alumbrada por la gloria de Dios y del Cordero; esta ciudad tiene un
muro que mide 144 codos de altura, de longitud y de ancho, tiene tres puertas hacia el
norte, tres hacia el sur, tres hacia el este y tres hacia el oeste, como fundamento cuenta
con doce cimientos especiales adornados con piedras preciosas, y las puertas que son de
perlas preciosas siempre estarán abiertas porque no habrá noche. Dice también
Apocalipsis capítulo 21 que irán las naciones de la tierra a entregar sus productos a
Jerusalén, que será la capital del planeta Tierra, y que la calle de la nueva Jerusalén es
de oro transparente, cristalino. ¿A ti te parece que eso es el cielo? ¡Nosotros
heredaremos la tierra, no el cielo!

LA TIERRA ES NUESTRO LUGAR, NO EL CIELO

Quiero decirte que el cielo no es nuestro lugar, sino que la tierra es nuestra herencia y la
Biblia está llena de referencias acerca de esto. Toda la vida hemos creído que íbamos a
pasar la eternidad en el cielo y ahora viene el apóstol Márquez a decirnos que no, pero
trataremos de entender más sobre el tema; cuando Dios creó los cielos y la tierra, vemos
que el término “cielos” está en plural, la Biblia nos deja claro que Dios creó todo un
universo invisible y que luego de haberlo creado creó un universo visible y Él es el
Señor de todo lo invisible y de todo lo que se ve. La Biblia nos enseña que Dios creó lo
que se ve de lo que no se veía. Esto suena muy interesante; el físico y matemático
Albert Einstein descubrió que la energía y la materia en esencia son la misma cosa, la
energía no se ve y la materia sí se puede ver; esta es una verdad demostrada
científicamente, la energía se transforma en materia y viceversa: De lo que no se veía,
Dios hizo lo que se ve. El principio de la bomba atómica tiene que ver con esto; la
materia es materia, pero si se libera la energía que está encerrada dentro del átomo de
ésta, se transforma en energía. Einstein descubrió esto y los que vinieron después de él
aprovecharon para hacer terrible bomba. El hombre ha logrado transformar la materia
en energía y también ha logrado transformar la energía en materia. La Biblia dice
claramente que Dios hizo las cosas que no se ven de las que no se veían, por lo tanto lo
primero que hizo fue lo que no se veía y después de ello hizo lo que se ve. Antes de
hacer todas estas cosas: ¿Dónde estaba Dios? Él no podía ser Rey y Señor de nada
porque estaba en la nada. Ahí estaba Dios parado en la nada y tenía ganas de ser Rey y
Señor, y para poder serlo tenía que crear un dominio sobre el cual gobernar. Todo lo
invisible y visible fue creado por Dios y le pertenece. ¡Todo lo creó para ser el Señor de
todas las cosas!
Cuando yo era chiquito, hacía castillos de arena en la playa; antes de construirlo era
todo arena, pero cuando lo hacía le ponía defensas para que el agua no rompiera mi
dominio, pero por ahí venía una ola y me lo derribaba, o alguno de mis hermanos me lo
echaba abajo. Antes que construyera mi castillo no había nada y no me interesaba quien
pisaba el lugar, pero una vez que lo construí, el lugar era mío, y cuando me lo pisaban
me daba mucha bronca, porque yo lo hice, era mío y el otro no tenía derecho a
pisoteármelo. Del mismo modo, Dios que es Espíritu, vino a ser Rey Soberano de todo
lo invisible, y cuando creó la tierra pensó: ¿Ahora qué hacemos con lo visible? Entonces
dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen,conforme a nuestra semejanza; y
señoree…” (Génesis 1:26). Dios lo hizo a imagen y semejanza suya para que sea señor
y domine como Él. ¿Entiendes que eres importante para Dios? Dios quiso colonizar el
planeta Tierra; puso en él plantas, animales, hizo el mar, y decidió crear alguien como
Él, por tanto creó al hombre y lo puso sobre todo lo que ha creado visible, y para que
sea como Dios, lo creó a imagen y semejanza suya. La diferencia entre Dios y el
hombre es que Dios es invisible y opera en una creación invisible y el hombre es visible
y opera en una creación visible. Pero el hombre viene a ser el gobernante que recibe
autoridad delegada de Dios y no tiene que traicionarlo; el hombre no tiene que
entregarle a Satanás el dominio que Dios le ha dado a él, pero esto es justamente lo que
sucedió.
El reino de los cielos funcionaba adecuadamente aquí en la tierra antes de que Adán
pecara; el hombre podía hacer todo lo que quería, nada de lo que hacía era pecado, sólo
era pecado si comía de un fruto que Dios les había ordenado que no comiera, ya que Él
le señaló a Adán que tenía que estar en contacto con Él, y le enseñaría el bien y el mal.
Dios le dijo: “Lo que no te permito es que comas del fruto del árbol de la ciencia del
bien y del mal” pero vino Satanás y le preguntó a Eva: “¿Conque Dios os ha dicho: No
comáis de todo árbol del huerto?... No moriréis;sino que sabe Dios que el día que
comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el
mal” (Génesis 3:1-5). ¡Qué lamentable! Eva ya era como Dios, tenía total y absoluto
dominio, y tenía total libertad; ninguna cosa que hiciese sería pecado, sólo era pecado el
hecho de desobedecer a Dios cuando Él les dijo que no tenían que comer de ese fruto.
Satanás hizo todo lo que pudo para que Eva le creyera a él y no a Dios, y lo logró, le
confundió la cabeza; Eva se olvidó que había sido creada a imagen y semejanza de Dios
y que ella tenía la autoridad junto con Adán. ¿Quién tenía más autoridad: Adán o Eva?
Después que Adán y Eva pecaron, Dios le dijo a la mujer: “…tu deseo será para tu
marido, y él se enseñoreará de ti…” (Génesis 3:16). Dios puso a la mujer bajo la
autoridad del hombre después que hubieron pecado; antes de ello, ambos representaban
el reino de Dios igualitariamente, como una unidad.
Entonces Dios dijo: “Vamos a colonizar la tierra y les ordeno: Multiplíquense,
fructifiquen, llenen la tierra y señoreen sobre los peces del mar, sobre las aves del
cielo, sobre las bestias y las plantas”. Dios no les ordenó que se enseñorearan del
hombre, en su lista no figuraban los hombres, sino de las plantas, los peces y todo el
resto de la creación. La palabra “hombre” proviene de una raíz hebrea, que es plural y
no tiene sexo, no es ni masculino ni femenino, es genérico. Dios le dio al hombre
dominio e hizo que sea señor de todo lo visible y Adán además de perder la pureza y la
santidad, perdió el reino. El problema de Dios no es recuperar el reino del cielo porque
ya es de Él, el problema es recuperar el reino en la tierra. Ahora, quiero que sepas que
Dios tiene un propósito, una idea original y ¡Él nunca cambia de parecer!; Dios es
inmutable, esto quiere decir que Él no muda, no se mueve sino que sigue con sus planes.
Todavía Dios tiene el mismo propósito, el plan sigue siendo el mismo, Dios quiere que
el hombre reine y gobierne en la tierra. Dios no muda y en Él no hay sombra de
variación, así que el fracaso de Adán no le hizo cambiar de planes, sino que decidió
levantar de todas maneras una nación de reyes. Por eso es que Él es Rey de reyes y
Señor de señores, y está levantando reyes y señores. ¡Dios no ha creado hombres para
que sean súbditos sino para que sean reyes! Tampoco ha creado hombres para que sean
reyes de otros hombres, sino que sean reyes de los peces, de las aves, del mundo
mineral, del mundo animal y de los vegetales. ¡El hombre perdió el dominio! Éste tenía
total y absoluto dominio, pero como traicionó a Dios, el reino del cielo desconectó la
información con Adán, no le mandó más información y entonces Adán quedó
despistado. Imagínate si un representante de Estados Unidos en Rusia le entrega
información de su país a los rusos, ¿crees que es un pecadito de desobediencia nada
más? Es un pecado de traición a la patria y lo de Adán fue un pecado de traición al reino
de los cielos. Satanás le dijo a Adán: “Yo te puedo arreglar algo para que puedas ser
dios y señor sin la necesidad del Dios del cielo”. ¡Pero Adán ya era señor! ¡Qué idiotez
se mandó! Y ahora acá todos nosotros pecando igual que Adán.
En Génesis 3:15 Dios le promete a la serpiente lo siguiente: “Y pondré enemistad entre
ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le
herirás en el calcañar.” (Génesis 3:15). En otras palabras le dice: “Va a haber un
hombre que te aplastará y conquistará nuevamente el reino”. ¿Por qué Jesús le dice a
sus seguidores: “No temáis, manada pequeña porque a vuestro Padre le ha placido daros
el reino”? Porque el reino nos fue quitado y cayó bajo poder extraño, pero el propósito
de Dios con el hombre sigue siendo el mismo. El propósito de Dios es que habiendo
creado al hombre a su imagen y semejanza, no cejará en su intento de que el hombre
gobierne en la tierra. ¿Y qué es lo que hace Dios para que el hombre gobierne en la
tierra? Como Él es invisible y decretó que el territorio del hombre era la tierra, para
poder conquistar el reino nuevamente, Dios se hace hombre y en esa condición se
introduce en la tierra: Con un cuerpo de carne y hueso visible, tangible, se hace como
uno de nosotros.
Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza…”
(Génesis 1:26). “Hagamos”, verbo hacer; este verbo denota la creación de algo mediante
elementos ya creados. El hombre fue hecho por Dios con elementos que ya Él había
creado, dice la Biblia que tomó polvo de la tierra y formó al hombre, pero no termina
ahí porque Génesis 1:27 continúa diciendo: “Y creó Dios al hombre a su imagen…”
Vemos que aquí hay otro verbo: “crear”; este señala la creación de algo sin elementos
previamente creados; el Espíritu de Dios es increado y Él nos impartió su Espíritu de tal
manera que somos “hechos” y también “creados”. Es decir que Dios hizo al ser humano
visible, tangible, de carne y hueso, de elementos no creados o increados, es decir del
Espíritu de Dios y de elementos visibles, ya creados por Dios, es decir el polvo de la
tierra.
El hombre fracasó pero Dios tenía un plan. Podemos leer en Mateo 25:34 cuando Dios
aparta los cabritos a la izquierda y las ovejas a la derecha y dice Jesús: “Venid, benditos
de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del
mundo” (Mateo 25:34). ¿Tú crees que habíamos perdido el reino? ¡No lo hemos
perdido! Porque ese reino está determinado desde antes de la creación del mundo para
que sea del hombre. ¡Dios te ha creado con esa idea, Él te ha creado con ese propósito!
No has sido creado para que seas un súbdito sino un príncipe y por cuanto Dios te ha
dado su naturaleza, esto es a los que han creído en Cristo Jesús, porque los que no han
creído perdieron esa naturaleza divina, ya que el que peca muere, su espíritu queda
desconectado del Espíritu de Dios y deja de fluir la energía del cielo sobre la persona.
Pero los que han creído en Cristo Jesús, Dios los ha regenerado y los ha vivificado, o
sea, ha vuelto a dar vida al espíritu del hombre.
El hombre perdió el reino de Dios en la tierra y Dios recuperó su reino en la tierra
cuando Cristo murió en la cruz del calvario y resucitó demostrando que tenía poder
sobre la muerte, y dijo: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (Mateo
28:18) por lo tanto lo más importante para nosotros es, qué pasará con la tierra y qué
tengo que ver yo con ella. Hay gente que dice: “¿Y si Dios es justo por qué mueren los
niños, por qué hay tanta hambre y tanta peste en la tierra?” Eso no hay que
preguntárselo a Dios, porque: ¿Quién es el rey de la tierra? ¡El hombre! Entonces hay
que preguntárselo a él: Señor hombre, ¿por qué hay tanta peste? ¿Por qué, hombre,
permites las bombas? ¿Por qué tantos terremotos y tsunamis? Hay que preguntarle al
hombre por qué arroja tanta basura al aire. Hoy, el hombre sigue siendo el rey, aunque
es un rey estúpido. Dios lo puso para que domine a los animales y en la médula de sus
huesos está ese mandato, podemos verlo cuando hay personas que pretenden dominar
por ejemplo a los caimanes, al meter su mano o su cabeza en sus fauces. He comentado
anteriormente que el hombre subió al Monte Everest porque tiene un deseo de dominio.
La fuerza más grande del hombre es el anhelo de dominar sus circunstancias, quiere
dominar la enfermedad, la depresión, quiere dominar a los animales y por sobre todo el
planeta porque tiene ese mandato de Dios metido en los huesos. ¡Pero el hombre
también quiere matar criaturas y abortar niños! Aún así está trayendo más niños a la
tierra porque Dios le ha dado el mandato de que llene la tierra, que fructifique y se
multiplique. El asunto es, que en vez de dominar, el hombre es un dominado. Dios le
dio al hombre dominio sobre todas las plantas y fíjate cómo una hoja de coca domina al
hombre, mira cómo la plantita de marihuana lo domina. Uno de nuestros pastores en el
tiempo en que se drogaba, antes de conocer a Jesús, había llevado a su casa una plantita
de marihuana, y la mamá le preguntó: “¿Qué trajiste Andrés?” Él le respondió: “¡Es una
plantita que da una flor tan linda!” ¡La engañaba! Y ella le regaba la plantita y se la
cuidaba… ¡Él era esclavo de la marihuana! ¿Cómo puede ser que el tabaco domine al
hombre si Dios hizo al hombre para que domine las plantas?
¿Qué harías si te pongo una víbora cascabel delante de ti y te digo: Hermano, no te
hagas problemas, el Señor dijo que somos un pueblo de reyes y sacerdotes? ¿Qué
harías? ¡Un bicho que se arrastra le provoca miedo al ser humano! ¡Has perdido el
dominio! ¡Ojo! Dios puso al hombre, no para que sea señor del hombre. A Dios le
molesta muchísimo cualquiera que quiere dominar al hombre. El hombre no debe
gobernar al hombre, en la lista que Dios le dio a Adán están los peces, las aves, las
plantas, los animales que se arrastran, los reptiles y todas las bestias del campo; sobre
esos Dios le dio dominio al hombre, pero no sobre el ser humano.

LA TIERRA MANDA AL CIELO

El Salmo 115:16 dice: “Los cielos son los cielos de Jehová; Y ha dado la tierra a los
hijos de los hombres”. ¡Me parece que tu lugar no es el cielo sino la tierra! El hombre
es gobernador del planeta Tierra, es rey por mandato divino; el propósito de Dios nunca
deja de ser, por eso Jesús le dijo a sus discípulos: “…todo lo que atéis en la tierra, será
atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo” (Mateo
18:18) El hombre administra en el planeta y Dios no se mete, sólo lo hace en función de
la relación que tiene con la gente que habita en la tierra y que se pone de acuerdo con
Él, si no es así, lo deja al hombre que siga su camino. Watchman Nee, autor de varios
libros, lo llama a esto: “La tierra manda al cielo”. Antes de que Dios haga algo aquí en
la tierra, alguien tiene que orar; Marcos 11:23 dice: “Porque de cierto os digo que
cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su
corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho”. Entonces
cuando yo ato algo en el nombre de Jesús, queda atado y cuando desato algo, queda
desatado porque Dios le ha dado la autoridad el hombre. Como Dios vio que no había ni
siquiera uno que hiciese el bien decidió hacerse hombre porque Él no podía interferir en
el gobierno del hombre a menos que se hiciera como nosotros; Él se hizo carne y dice la
Biblia que no se avergüenza de llamarnos hermanos, porque Jesús es nuestro hermano
mayor y ha declarado que compartirá con nosotros su reino y que su herencia es nuestra
herencia. Porque el motivo por el cual el bajó al planeta Tierra no era solamente
recuperar el reino sino también cumplir con el propósito de Dios, al poner al hombre en
la tierra y decirle que dominara y señoreara sobre todas las cosas. La primera intención
de declaración de Dios respecto del planeta Tierra y de la creación del hombre fue la
siguiente: “…señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en
toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra” (Génesis 1:26) ¡Esta es
la intención de Dios! ¿Tú crees que Él cambió de parecer? ¿Crees que Dios dijo: Bueno,
como el hombre ha sido un inservible en la tierra lo voy a poner en el cielo? ¡No! Él
dijo: ¡Te voy a lavar, te voy a santificar y te voy a poner a gobernar donde te mandé!
Mateo 5:5 dice: “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por
heredad”. ¡Vamos a heredar la tierra! ¡Jesús vino a conquistar la tierra! ¡Algo grande va
a suceder con el planeta Tierra! Isaías 60:21 también dice: “Y tu pueblo, todos ellos
serán justos, para siempre heredarán la tierra; renuevos de mi plantío, obra de mis
manos, para glorificarme”. ¡Serás rey para siempre, para la gloria de Dios!
En la escuela dominical me decían que íbamos a ir al cielo, donde hay calles de oro y
toda la vida lo repetí como loro, pero ahora vengo a descubrir que no es así, sino que es
aquí en la tierra, en la nueva Jerusalén donde estaremos. ¡Por favor no me juzgues! Yo
he predicado que nos íbamos a ir al cielo y que allá habría calles de oro, pero hoy tengo
que decirte que me arrepiento de haber predicado eso, porque ahora que leo bien,
Apocalipsis 21:1 dice: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva”. Yo leía esto y pensaba
en el cielo y no en la tierra, pero este pasaje dice: Un cielo y una tierra. La palabra de
Dios es muy específica, no se refiere a una nueva creación en los cielos de Dios, sino a
un cielo y a una tierra, o sea el cosmos visible. ¿Qué fue contaminado por el pecado? El
cosmos, el universo visible. Sigue diciendo Apocalipsis 21:1 “Vi un cielo y una tierra
nueva; porque el primer cielo (sigue en singular) y la primera tierra pasaron, y el mar
ya no existía más”. Ya no habrá mar, aunque hoy existe, o sea que habrá una tierra
nueva que no tiene mar. Apocalipsis 21:2 sigue diciendo: “Y yo Juan vi la santa
ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo de Dios…” La santa ciudad desciende
a la tierra, y viene del cielo de Dios. Pastor, pero Jesús dijo que ha ido a preparar
morada para nosotros. ¡Si, y según este pasaje la está bajando!
Sigamos leyendo Apocalipsis 21:3: “Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el
tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y
Dios mismo estará con ellos como su Dios”. “El tabernáculo de Dios” es la gloria de
Dios. Seguimos leyendo en Apocalipsis 21:5: “Y el que estaba sentado en el trono
dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas
palabras son fieles y verdaderas”. Dios hace un cielo nuevo y una tierra nueva, no se
refiere a los cielos invisibles. Continuamos leyendo Apocalipsis 21:6 al 8: “6Y me dijo:
Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le
daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida. 7El que venciere heredará todas
las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo. 8Pero los cobardes e incrédulos, los
abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los
mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte
segunda”. ¡Qué lindo! En ese reino el hombre no es súbdito sino hijo, no se sienta en la
mesa de los esclavos ni de los siervos, se sienta en el palacio del Padre en su mesa,
porque en ese reino el hombre es príncipe, es hijo de Dios. Entonces, como somos sus
hijos y Él es el Rey, nosotros somos reyes.
Apocalipsis 21:9 y 10 sigue diciendo: “9Vino entonces a mí uno de los siete ángeles
que tenían las siete copas llenas de las siete plagas postreras, y habló conmigo,
diciendo: Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero. 10Y me llevó
en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de
Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios,…” Luego describe cómo estaba hecha la
ciudad; en esa descripción podemos apreciar que la calle de la ciudad es de oro. Veamos
Apocalipsis 21:22 al 26: “22Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios
Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero. 23La ciudad no tiene necesidad de
sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es
su lumbrera. 24Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los
reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella. 25Sus puertas nunca serán
cerradas de día, pues allí no habrá noche. 26Y llevarán la gloria y la honra de las
naciones a ella”.
¿Todavía sigues pensando que el lugar donde pasarás la eternidad es en el cielo? Alguno
dirá: ¿Pero las bodas del cordero no serán en el cielo? ¡Sí! ¿Pero, no es que Cristo nos
vendrá a buscar en las nubes y nos llevará al cielo? ¡Claro que sí! Es como quien va a
una fiesta de boda pero después vuelve a su casa. Y Cristo vendrá con sus santos
montando en un caballo blanco con una espada en su boca, y con el aliento de su boca
destruirá a todos sus enemigos; pondrá en Jerusalén la capital del reino y regirá con vara
de hierro a las naciones. Durante mil años Satanás será atado y en ese período Cristo
reinará en el planeta Tierra y ahí estaremos resucitados, transformados y glorificados,
todos aquellos que hemos creído en Cristo Jesús como nuestro Señor. Y después de los
mil años, Satanás será desatado y volverá a engañar a las naciones, entonces vendrá el
juicio final y vendrán, cielo nuevo y tierra nueva y una nueva Jerusalén.
Yo he enseñado que hay una confrontación cósmica en la ciudad de Jerusalén en este
momento, las naciones opinan acerca de Jerusalén y qué es lo que pueden hacer o no los
judíos con ella. El problema no es entre judíos y árabes sino entre el reino de los cielos
y el de las tinieblas. Escucharás a los palestinos decir que no tiene sentido ninguna
negociación de paz si Jerusalén no es capital de ellos. Los musulmanes son
descendientes de Ismael el hijo de la carne de Abraham, y no el de la promesa. Y los
judíos dicen que Jerusalén es la capital eterna e indivisible de Israel y señalan que no
hay negociación de paz si ellos tienen que transar que Jerusalén sea también la capital
de los palestinos.
¡La locura y chifladura de Satanás! Él tampoco puede gobernar en la tierra si no tiene
hombres y mujeres que le respondan a él, porque Dios hizo una creación visible para
que los que son creados tangibles sean los que reinen, entonces Satanás tomará a un
hombre, lo ungirá, le dará todo el poder y toda su autoridad y le ordenará que se siente
en el lugar santo en el templo de Jerusalén y demandará que todo el mundo lo adore,
diciéndole que él es dios, ¡y así lo adorarán! Entonces el anticristo se sentará en
Jerusalén, pero Dios ha declarado que el Monte de Sion es su trono y ha declarado que
Jerusalén es la ciudad que Él ha elegido para poner allí su nombre. ¿Podrá el anticristo
sentarse en ese lugar? Claro que se sentará, la Biblia lo dice, pero vendrá Cristo y lo
sacará de un plumazo. Dice la Biblia que la bestia y el falso profeta son atados y
echados en el lago de fuego y azufre; cuando comiencen a caer las pestes y las
maldiciones de la ira de Dios y suenen las trompetas de Dios y comiencen a ser
derramadas las copas de la ira postrera del Señor, ¡El espanto que le agarrará a todo el
mundo, a los príncipes de la tierra, a los ejércitos! ¡Aún el anticristo temblará! Le
pedirán a las montañas que caigan sobre ellos porque el día de la ira del que está en el
trono y del Cordero ha llegado. ¡Sí, habrá gobierno mundial! ¡Sí, vendrá el anticristo y
se sentará en Jerusalén! Pero Cristo lo destruirá y pondrá su trono en Jerusalén.
¿Entiendes que la lucha es por la tierra? Tendremos un nuevo cuerpo glorificado, una
nueva tierra glorificada y una nueva Jerusalén, que será la capital del mundo. Y los que
somos de Cristo reinaremos en él, ¡esa es nuestra herencia!

CONCLUSIÓN

Quiero reiterarte tres pasajes bíblicos que ya compartí contigo:


Isaías 60:21: “Y tu pueblo, todos ellos serán justos, para siempre heredarán la tierra;
renuevos de mi plantío, obra de mis manos, para glorificarme”.
Mateo 5:5: “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por
heredad”.
Lucas 12:32: “No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido
daros el reino”. ¡Gloria a Dios! Yo se que esto que estoy enseñando va a provocar
revuelo, es que toda la vida nos han dicho y hemos enseñado que íbamos al cielo a
caminar por las calles de oro. Pero, muéstrame un versículo que diga que las calles de
oro están en el cielo. El gran propósito de Dios está definido en Génesis y continúa en
Apocalipsis; y se establece el reino de Dios que es su gran propósito. Todo el que cree y
es hijo se sentará en la mesa del Padre, todo el que quede en la tierra será rey. No se
como hará Dios, porque no nos da dominio sobre el hombre sino sobre las cosas
creadas, lo cierto es que Él hará una obra extraordinaria con nosotros. Creo que Dios
nos va a ir poniendo en el corazón de aquí en más, el deseo de que en la tierra ocurra lo
que Él ha profetizado que sucederá. Ya no tendrás más deseos de irte de la tierra sino
que tendrás deseos de que suceda lo que Dios ha establecido. Creo que a partir de ahora
orarás más el Padre nuestro: “9Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en
los cielos, santificado sea tu nombre. 10Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en
el cielo, así también en la tierra”. (Mateo 6:9 y 10)
¿Pero es que no vamos a ir al cielo pastor? Claro que sí, vamos a ir a dar una vueltita
pero regresaremos a dormir a casa, creo que vamos a tener la capacidad de poder
apreciar la creación invisible, pero será gloriosa la creación visible. Caminaremos por
calles de oro y habrá un mar de cristal, yo no se si podremos esquiar en ese mar porque
Dios no me lo ha revelado. Pero la pregunta es: ¿Estarás ahí o no? El problema fue
cuando Adán quiso hacer de las suyas, por eso no puede entrar al cielo nadie que sea
independiente y ande diciendo: “A mí me parece que…”, “lo que yo quiero es…”, “lo
que yo siento es…”, etc.” ¡El que entra será porque ama y anhela la voluntad de Dios!
Yo pregunto: ¿En tu vida se hace la voluntad de Dios o es que tienes que renunciar a tus
planes, a tu voluntad para que el reino de Dios se establezca en primer lugar en tu
corazón? Si el reino de Dios no viene a tu corazón no serás participe de estas cosas.
¿Estás seguro que has renunciado a tus planes para que en tu vida se haga la voluntad de
Dios? Si hoy quieres renunciar a tus planes y a tus deseos, si hay algo que le reprochas a
Dios, que retienes y no quieres que te lo quite, tienes que arrepentirte, porque lo que
importa no es tu voluntad sino la de Dios. Arrepentirte significa cambiar tu manera de
ver y de pensar. ¿El Espíritu Santo está golpeando la puerta de tu corazón? ¿Te dice el
Señor en esta hora: tienes que entregarme tu vida? Tienes que decirle: “Señor, quiero
que se haga tu voluntad en mi vida y que se pierdan todos mis planes, que sean
desbaratados, porque yo no quiero perder el reino”.
Quiero ayudarte a hacer una oración pero tienes que hacerla de corazón, con fe, con
certeza. Dile a Dios: “Señor, hoy rindo a tus pies todos mis planes, mi vida, todo lo que
soy y todo lo que tengo; no te voy a negar nada, quiero que seas mi Señor, te lo suplico.
Perdóname todos mis pecados, perdona mi desobediencia, tómame en tus manos.
Cúbreme con tu sangre, yo recibo hoy el reino de Dios en mi vida; hoy te recibo a ti
Señor, que eres el Señor del reino. Venga tu reino a mi vida, venga tu Espíritu y tu
presencia a mi vida, te lo pido en el nombre de Jesús y te doy gracias Señor, amén”.

Misión Vida para las Naciones.


Su Hogar en el Cielo
Cuando Marco Polo regresó a su hogar en Venecia después de estar varios años en el
Lejano Oriente, sus amigos pensaban que estaba loco. ¡Contaba cosas increíbles! Marco
Polo había estado en una ciudad llena de plata y oro. Había visto piedras negras que
ardían, y una tela que no se quemaba aunque la arrojaran al fuego. Hablaba de enormes
serpientes con mandíbulas tan grandes que podían tragarse a un hombre; de nueces del
tamaño de la cabeza de un hombre, blancas como la leche por dentro, y de una sustancia
que brotaba de la tierra, que servía para encender las lámparas. Ninguno había oído
antes de carbón ni asbestos, ni visto cocodrilos, cocos o aceite mineral. Sus oyentes se
reían de sus historias. Años más tarde, cuando Marco Polo agonizaba, un hombre
devoto lo urgió a que se retractara de las historias que había contado. Pero el moribundo
respondió: “Todo es verdad. En realidad, no he contado ni la mitad de lo que vi”. Los
escritores de la Biblia que nos hablan de cómo es el cielo, parecen repetir los
sentimientos de Marco Polo. En visión contemplaron un lugar tan resplandeciente e
increíble, que sólo podían describir una parte muy pequeña de lo que veían. Nosotros
también nos enfrentamos a un desafío similar al de los amigos de Marco Polo: tratar de
imaginarnos los “cocodrilos y los cocos” que nunca hemos visto, porque las vislumbres
de la Biblia nos dicen que el cielo es mucho más que sentarse en las nubes y tocar arpas.

1. ¿ES EL CIELO UN LUGAR REAL?

Jesús ahora está preparando un lugar real para nosotros en un cielo real. “No se turbe
vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí (Jesús). En la casa de mi Padre
muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; VOY, PUES, A
PREPARAR LUGAR PARA VOSOTROS. Y si me fuere y os preparare lugar,
VENDRÉ OTRA VEZ, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros
también estéis”. —S. Juan 14:1-3. (A menos que se indique algo diferente, los textos
bíblicos en esta Guía de Estudio son de la versión Reina-Valera revisada en 1960). Jesús
vendrá por segunda vez para llevarnos a un hogar perfecto en una ciudad celestial
gloriosa, que supera nuestros más grandes sueños: la Nueva Jerusalén. Después que
hayamos vivido por mil años en el cielo, Cristo nos traerá a nuestro hogar: el planeta
Tierra. Antes de que la Nueva Jerusalén descienda del cielo, el fuego purificará todo el
mundo. Nuestro planeta renovado será el hogar permanente de los salvados
(Apocalipsis 20:7-15). ¿Cómo vio Juan los eventos finales en el Apocalipsis? “Vi un
cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el
mar ya no existía más. Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del
cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz
del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con
ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios” —
Apocalipsis 21:1-3. Después que esta tierra sea purificada por el fuego que quemará
toda contaminación, ¿quienes ocuparán la Tierra Nueva? “Bienaventurados los mansos,
porque ellos recibirán la tierra por heredad”. —S. Mateo 5:5. (Ver también Apocalipsis
21:7). Cristo promete restaurar el mundo que él creó perfecto, a la belleza original del
Edén, y entonces “los mansos heredarán la tierra”.

2. ¿TENDREMOS CUERPOS REALES EN EL CIELO? Cuando Jesús apareció a sus


discípulos con su cuerpo glorificado, después de resucitar, ¿cómo se describió a sí
mismo? “Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un
espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo”. —S. Lucas 24:39. Jesús
tenía un cuerpo real. Por eso invitó a sus discípulos a que lo tocaran (S. Juan 20:27). En
esa ocasión caminó, entró en una casa, habló con la gente y comió comida común (S.
Lucas 24:43). El cielo del que la Biblia nos habla es mucho más que un lugar de seres
espirituales etéreos. No es un lugar de fantasmas. Está habitado por gente real que
disfruta vida física y espiritual. Nuestros cuerpos en el cielo serán gloriosos. “Nuestra
ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor
Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea
semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí
mismo todas las cosas”. —Filipenses 3:20-21. Nuestros cuerpos en el cielo serán tan
sólidos y reales como el cuerpo de Cristo cuando resucitó. ¿Reconoceremos a nuestros
familiares y amigos en el cielo? “Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces
veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui
conocido”. —1 Corintios 13:12. En el cielo nos conoceremos en forma total. Nos
entenderemos y apreciaremos más profundamente de lo que fue posible en este mundo
Los discípulos de Jesús lo reconocieron en su cuerpo celestial por las características que
les eran familiares (S. Lucas 24:36-43). María lo conoció junto a la tumba por el tono
familiar de su voz cuando la llamó por su nombre (S. Juan 20:14-16). Cuando los dos
discípulos que iban a Emaús vieron la manera en que su invitado bendecía el pan, lo
reconocieron como su Señor (S. Lucas 24:13-34). Los redimidos están seguros de
participar en el cielo de reuniones emocionantes “cara a cara”. Imáginese el gozo de
reconocer la sonrisa especial de su esposa, o la voz familiar de un hijo que usted
depositó en la tumba. Tendremos una eternidad para estrechar lazos de amistad con las
personalidades más fascinantes del universo.
3. ¿QUÉ HAREMOS EN EL CIELO?

Habrán muchos desafíos en el cielo y desarrollaremos diferentes actividades. ¿Cómo


diseñaría usted la casa de sus sueños? “Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y
nueva tierra... Porque he aquí que yo traigo a Jerusalén alegría, y a su pueblo gozo...
Edificarán casas, y morarán en ellas; plantarán viñas, y comerán el fruto de ellas... y mis
escogidos disfrutarán la obra de sus manos”. —Isaías 65:17-22. Jesús ya está
preparando hogares en la Santa Ciudad, la Nueva Jerusalén, para cada uno (S. Juan
14:1-3; Apocalipsis 21). Estos versículos sugieren que también diseñaremos y
construiremos otros hermosos hogares en terrenos de incomparable belleza. Y, ¡quién
sabe que altas técnicas nos esperan en una civilización perfecta creada por Dios!
Nuestras proezas científicas y los viajes espaciales parecerán un juego de niños cuando
exploremos “la casa de nuestro Padre”, que abarca el universo entero. ¿Disfruta usted
con el ruido atronador de una catarata, la tranquilidad de los quietos prados, la lluvia
fecundante de los bosque y las delicadas flores? “Ciertamente consolará Jehová a
Sión: ...cambiará su desierto en paraíso, y su soledad en el huerto de Jehová; se hallará
en ella alegría y gozo, alabanza y voces de canto”. —Isaías 51:3. Dios transformará la
tierra en el paraíso original. No habrá más contaminación ni sequía; los lagos serán
cristalinos, los árboles majestuosos y las montañas no tendrán precipicios. No sólo las
bellezas del mundo serán superiores a las de ahora, sino también nuestra capacidad para
apreciarlas. Los “primeros veinte minutos de realidad” se extenderán en una eternidad
mágica. Algunos piensan que siendo que en el cielo no habrá problemas que resolver o
desafíos que superar, ¿qué nos mantendrá en acción? La escritora cristiana Elena G. de
White nos lo explica así: “Allí los intelectos inmortales contemplarán con eterno deleite
las maravillas del poder creador, los misterios del amor redentor... Toda facultad será
desarrollada, toda capacidad aumentada. La adquisición de conocimientos no cansará la
inteligencia ni agotará las energías. Las mayores empresas podrán llevarse a cabo,
satisfacerse las aspiraciones más sublimes, realizarse las más encumbradas ambiciones;
y sin embargo surgirán nuevas alturas que superar, nuevas maravillas que admirar,
nuevas verdades que comprender, nuevos objetos que agucen las facultades del espíritu,
del alma y del cuerpo. Todos los tesoros del universo se ofrecerán al estudio de los
redimidos”. —El conflicto de los siglos, pág. 736).

4. ¿AMENAZARÁ EL MAL AL CIELO

NUEVAMENTE?

Al hablar de la Nueva Jerusalén, el apóstol San Juan escribió: “No entrará en ella
ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están
inscritos en el libro de la vida del Cordero”. —Apocalipsis 21:27. Dios eliminará
completamente el pecado y sus terribles consecuencias. Cuando Jesús vuelva “seremos
como él” (1 S. Juan 3:2). La naturaleza de los redimidos será transformada, y las gracias
celestiales persistirán para siempre. “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y
ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas
pasaron”. —Apocalipsis 21:4. Hasta el mayor enemigo, la muerte, desaparecerá. En el
cielo de eterna juventud los redimidos serán inmortales (1 Corintios 15:53); nadie
sufrirá los efectos de la vejez. El cielo destruirá y revertirá los resultados del pecado.
¡Imagínese lo que sentirán los que han sufrido toda su vida con impedimentos físicos!
“Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos y los oídos de los sordos se abrirán... el
cojo saltará como un ciervo y cantará la lengua del mudo”. —Isaías 35:5, 6.
5. ¿CUÁL SERÁ LA EMOCIÓN MÁS GRANDE EN EL CIELO?

Piense en lo que será ver al Señor del universo cara a cara. “He aquí el tabernáculo de
Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo
estará con ellos como su Dios”. —Apocalipsis 21:3. El Dios Todopoderoso será nuestro
compañero y maestro. ¡Qué gozo sentiremos al sentarnos a sus pies! Piense lo que
significaría para un músico estar unos pocos momentos con Beethoven o Mozart.
Imagínese cómo atesoraría un científico la oportunidad de sentarse con Albert Einstein,
o cuánto apreciaría un pintor si pudiera hablar con Miguel Ángel o Rembrandt. Pero los
redimidos tendrán un privilegio mucho mayor: podrán conversar con el Autor de toda la
música, la ciencia y el arte. “Así pues, de luna en luna nueva y de sábado en sábado,
vendrá todo el mundo a prosternarse ante mí -dije Yahveh”. —Isaías 66:23, Biblia de
Jerusalén. En el centro de la Santa Ciudad estará el gran trono blanco de Dios con un
arco de esmeralda sobre él. Su rostro brillará como el sol en todo su esplendor. Bajo sus
pies habrá un mar de cristal que se extenderá en todas direcciones. Y sobre él, los
redimidos se reunirán para alabar a su Creador. “Y los redimidos de Jehová volverán, y
vendrán a Sión con alegría; y gozo perpetuo será sobre sus cabezas; y tendrán gozo y
alegría, y huirán la tristeza y el gemido”. —Isaías 35:10. Allí hay Uno cuya bondad es
eterna. Su fidelidad, paciencia y compasión permanecerán.

6. ¡USTED DEBE ESTAR ALLÍ!

Jesús anhela encontrarse con usted cara a cara. Es por esa razón que estuvo dispuesto a
rescatarle del pecado a un precio tan alto. Aproveche el regalo que le ofrece. Haga un
compromiso con Cristo, como Señor y Salvador. Usted necesita el perdón que le está
ofreciendo desde la cruz, porque: “No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace
abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del
Cordero”. —Apocalipsis 21:27. Jesús nos libra del pecado, no en el pecado. Debemos ir
a él y separarnos de todo lo sucio e impuro. Es nuestra contraseña para entrar en su
reino, y ese reino puede tener su comienzo en su corazón ahora mismo. Cuando Cristo
nos libra del pecado, crea en nosotros un pequeño cielo. Él puede ayudarnos a
sobrellevar la ansiedad, la angustia, la lujuria, los temores y el sentido de culpabilidad
que nos agobia. La esperanza del cielo no es una vía de escape para los problemas de la
vida; la esperanza del cielo crea un cielo aquí en la tierra. Nada tendrá un impacto
mayor en su vida ahora, que una confiada relación con Jesucristo. El apóstol Pedro
describe el impacto de una vida de fe con estas palabras: “A quien amáis sin haberle
visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, OS ALEGRÁIS CON GOZO
INEFABLE Y GLORIOSO; obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de
vuestras almas”. — 1 S. Pedro 1:8-9. Todo esto... y el cielo también. ¿Ha descubierto la
clase de vida abundante que Cristo quiere que usted experimente? No rechace esta
amorosa invitación: “Y el Espíritu [Santo] y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga:
Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente”.
—Apocalipsis 22:17. Jesús está hablando ahora a su corazón. Él lo invita: “¡Ven! ¡Ven!
¡Ven!” No podría ser más vehemente ni más insistente. Si no lo ha hecho todavía, esta
es la gran oportunidad para meditar en su oferta. ¿Por qué no decirle que acepta su don
amoroso y que desea estar con él en la eternidad? Dígale que lo ama. Agradézcale por
todo lo que ha hecho y está haciendo por usted. Entréguese sin reservas. Incline su
cabeza en este momento, y diga: “Jesús, mi Señor, vengo a ti. Te entrego todo mi ser.
Estaré contigo para siempre. ¡Amén!”
Derechos reservados

Programa la voz de la esperanza

El cielo que anhelamos

por Armando Juárez.


Tomado de El Centinela®
de Julio 2009

Un anhelo humano

—Esta será la última vez que nos veamos aquí en la tierra queridos hijos —dijo la
madre con dificultad y voz jadeante.

—Su padre, quien ya murió, y yo, tratamos de enseñarles el buen camino porque
deseamos encontrarnos con ustedes de nuevo en el cielo —dijo con mucho esfuerzo,
pero con un semblante iluminado por la fe y la esperanza—. El cáncer me ha consumido
y son pocas las horas de vida que me quedan, solo espero que llegue la muerte, pero
tengo la fe que mi Señor Jesús, cuando venga por segunda vez, me resucitará para ir a
morar con él al cielo, como lo prometió.

Finalmente les dijo: “Adiós queridos hijos, nos veremos en el cielo”.

La esperanza del cristiano

¿Qué es el cielo, que cuando se habla de él se piensa en lo mejor? Si a alguien le fascina


algún lugar hermoso, dice: “Parece el cielo”. Si le agrada el sabor de alguna cosa
exquisita dice: “Sabe a cielo”.

El cielo es un concepto cristiano que expresa el anhelo del ser humano por un lugar
perfecto donde todos los dolores y sinsabores de esta vida ya no existirán, donde el
bienestar y el gozo perfecto serán el común denominador de la existencia de sus
moradores.

¿Pero existe un lugar así o es solo un estado de beatitud espiritual como algunos
suponen? Para responder a esta pregunta, es necesario que vayamos a las Sagradas
Escrituras. ¿Qué es lo que la Biblia dice acerca del cielo?
Los cuatro cielos de la Biblia

En la Biblia se mencionan cuatro tipos de cielo o cielos:

El cielo atmosférico: El primer cielo que mencionan las Escrituras es el cielo


atmosférico creado en el segundo día de la creación (Génesis 1:6-8). Este es el cielo o la
atmósfera, como también le llamamos al espacio azul intenso que observamos cuando el
día no está nublado. Ahí es donde flotan las nubes y las aves circulan en su elegante
vuelo.

El cielo astronómico o firmamento: El segundo cielo del cual habla la Palabra de Dios
es el firmamento que se hizo visible cuando Dios creó el sol y la luna en nuestro sistema
solar, en el cuarto día de la creación (Génesis 1:14-19). Este es el cielo astronómico que
observamos en las noches claras y despejadas lleno de estrellas y planetas, galaxias y
constelaciones. La Biblia también le llama “los cielos de los cielos” (1 Reyes 8:27).

El cielo la morada de Dios: El tercer cielo del que habla la Biblia es la morada de
Dios: Salomón le llama “el lugar de tu morada, en los cielos” (1 Reyes 8:30). Por eso el
Señor Jesús nos enseñó a orar: “Padre nuestro que estás en los cielos” (S. Mateo 6:9).
Pablo le llama “el tercer cielo” o “paraíso” (2 Corintios 12:2, 4). Este es el lugar donde
Jesús prometió que iba a preparar lugar para nosotros y llevarnos a morar con él cuando
regrese por segunda vez (S. Juan 14:1-3). Esta es la razón por la cual los cristianos
afirmamos que vamos a ir al cielo.

Sin embargo, aunque la Biblia nos dice que los redimidos “vivieron y reinaron con
Cristo (en el cielo) mil años” (Apocalipsis 20:3, 4, 6), ésta nos aclara que el cielo donde
Dios mora no va a ser el hogar definitivo de los redimidos. Y ahí es donde vamos a
hablar del cuarto cielo.

El hogar de los redimidos o la Tierra Nueva: Después de que Jesús venga a la Tierra
por segunda vez, habrá un período de mil años donde vamos a morar con él en el cielo
(Apocalipsis 20:3, 4, 6). Al final de los mil años, los redimidos regresarán del cielo para
establecerse en la Tierra. En ese tiempo los impíos van a resucitar para ser juzgados
(Apocalipsis 20:11-15). Después serán consumidos por el fuego divino (Apocalipsis
20:9). En esta conflagración el apóstol Pedro nos explica que “los cielos pasarán con
grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que
en ella hay serán quemadas” (2 Pedro 3:10).

Posterior a esto, el apóstol Juan vio que este planeta vetusto y degradado, corrompido
por tanta contaminación ambiental y moral, será renovado completamente: “Vi un cielo
nuevo, y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya
no existía más”. La nueva Jerusalén, la ciudad celestial que Jesús preparó para los
redimidos (Hebreos 11:16), desciende “del cielo, de Dios”, para establecerse
permanentemente en la tierra renovada (Apocalipsis 21:1-3).

El mayor privilegio para este pequeño planeta, que ha sido testigo de tanta ruina y
miseria, es que se va a constituir en el centro del universo, la morada de Dios y de
Cristo por toda la eternidad. San Juan lo dice así: “He aquí el tabernáculo de Dios
(Cristo) con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo
estará con ellos como su Dios”, “y reinarán por los siglos de los siglos” (Apocalipsis
21:3; 22:5).

La vida en la Tierra Nueva

La Tierra Nueva o el paraíso de Dios es el hogar donde los redimidos viviremos por la
eternidad.

¿Cómo va a ser la vida en el cielo? ¿Será algo real o solo una quimera? El lenguaje
humano no alcanza a describir la recompensa de los justos. Solo la conocerán quienes la
contemplen. Ninguna inteligencia limitada puede comprender la gloria del paraíso de
Dios. En las Escrituras tenemos información muy limitada. El apóstol San Pablo nos
aclara que la vida en el cielo va a ser mucho más allá del alcance de nuestra
imaginación: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre,
son las que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Corintios 2:9).

En las Escrituras tenemos descripciones de lo que no va a haber, así como de algunas


cosas que haremos en la Tierra Nueva. Vamos a señalar solo algunas de ellas.

Lo que no habrá y lo que haremos en el cielo

Siendo que nuestros cuerpos mortales van a ser transformados en incorruptibles e


inmortales (1 Corintios 15:51-54), San Juan nos asegura que “enjugará Dios toda
lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte; ni habrá más llanto, ni clamor, ni
dolor: porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4).

Ya no habrá defectos físicos o discapacidades: “Entonces los ojos de los ciegos serán
abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como un ciervo, y
cantará la lengua del mudo” (Isaías 35:5, 6).

En aquella tierra bienaventurada no habrá más tristeza o gemido de dolor porque “los
redimidos de Jehová volverán, y vendrán á Sión con alegría; y gozo perpetuo será sobre
sus cabezas; y tendrán el gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido” (Isaías 35:10).

En la Tierra Nueva no habrá desengaños ni frustraciones porque no hemos podido


culminar con nuestros proyectos o aspiraciones. Allá podremos disfrutar del fruto de
nuestros esfuerzos. Se dice que los redimidos “edificarán casas, y morarán en ellas;
plantarán viñas, y comerán el fruto de ellas. No edificarán para que otro habite; ni
plantarán para que otro coma; porque según los días de los árboles serán los días de mi
pueblo, y mis escogidos disfrutarán la obra de sus manos. No trabajarán en vano”
(Isaías 65:21-23).

Tampoco habrá incertidumbre o desesperación porque nuestras peticiones o necesidades


no son satisfechas, pues se nos promete que “antes que clamen, responderé yo; mientras
aún hablan, yo habré oído” (Isaías 65:24).

No habrá injusticias. En este mundo la injusticia y la desigualdad son causa de angustia


y dolor por doquier, sin embargo, en el cielo “nosotros esperamos, según sus promesas,
cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 Pedro 3:13).
El profeta Isaías nos dice que habrá paz y armonía aun entre los animales: “Morará el
lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la
bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará. La vaca y la osa pacerán, sus
crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja. Y el niño de pecho jugará
sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la
víbora. No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del
conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar (Isaías 11:6-9; ver 35:9).

Aún la naturaleza será completamente transformada, la Tierra volverá a ser un nuevo


paraíso. “Se alegrarán el desierto y la soledad; el yermo se gozará y florecerá como la
rosa. Florecerá profusamente, y también se alegrará y cantará con júbilo” (Isaías 35:1,
2).

Quienes entrarán y no entrarán en el cielo

El Señor promete: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de
hombre, son las que ha Dios preparado para los que le aman” (1 Corintios 2:9, la
cursiva es nuestra). También añade que los justos y los mansos “heredarán la tierra, y
vivirán para siempre sobre ella” (Salmo 37:29; S. Mateo 5:5). Jesús invita “al que
tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El que venciere,
heredará todas las cosas; y yo seré su Dios, y él será mi hijo”. Por lo contrario, “Pero a
los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, y
los idólatras, y todos los mentirosos, tendrán su parte en el lago que arde con fuego y
azufre, que es la muerte segunda… No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que
hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida
del Cordero (Apocalipsis 21:6-8; 27; la cursiva es nuestra).

Un lugar para ti: Querido lector, Jesús se fue a preparar un lugar para ti y para mí,
porque quiere que vivamos con él por toda la eternidad. También “el Espíritu y la
Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera,
tome del agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis 22:17). Yo estoy haciendo planes
y preparándome para vivir con Jesús; te invito para que tú también lo hagas y juntos
vivamos con el Señor en el cielo. ¿Así lo deseas tú también?

Você também pode gostar