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El Espíritu del Lugar

Genius loci es un concepto romano. De acuerdo con creencias antiguas, cada ser
“independiente” tiene su genius, su espíritu guardián. Este espíritu le da vida a las
personas y a los lugares, los acompaña desde el nacimiento hasta la muerte, y determina
su carácter o esencia. Hasta los dioses tenían su genius, un hecho que ilustra la naturaleza
fundamental de concepto. El genius entonces denota lo que una cosa es, o lo que “quiere
ser”.El hombre de la antigüedad experimentaba su entorno como constituido por
caracteres definidos. En particular reconocía que es de gran importancia existencial el
estar en buenos términos con el genius de una localidad donde su vida tiene lugar. En el
pasado, la sobrevivencia dependía de una “buena” relación con el lugar, tanto en un
sentido físico como psíquico. Por ejemplo, en el antiguo Egipto, el campo no solo se
cultivaba de acuerdo a las inundaciones del Nilo, sino que cada estructura del paisaje
servía como un modelo para el emplazamiento de los edificios “públicos” que debían dar
al hombre un sentido de seguridad, simbolizando un orden ambiental eterno.
A lo largo de la historia, el genius loci ha permanecido una realidad viviente, aunque no
haya sido nombrado expresamente como tal. Los artistas y escritores han encontrado
inspiración en el carácter local y han “explicado” el fenómeno de la vida diaria tanto
como el arte se refiere a los paisajes y el milieu1 urbano.
Goethe dice: “Es evidente, que el ojo se educa por las cosas que ve desde la niñez en
adelante, y por lo tanto los pintores venecianos ven todo más claro y con más gusto que
otras personas” (Goethe, 1786). En 1960 Laurence Durrell escribe: “Mientras vas
conociendo Europa, pruebas sus vinos, quesos y los caracteres de los diferentes países,
empiezas a enterarte de que el determinante importante de cualquier cultura es, después
de todo – el espíritu del lugar” . El turismo moderno comprueba que la experiencia de los
diferentes sitios es uno de los principales intereses humanos, aunque su valor estos días
tiende a perderse. De hecho el hombre moderno, por mucho tiempo creía que la ciencia y
la tecnología lo habían liberado de una dependencia directa de los lugares. Se ha
comprobado que esta creencia es una ilusión; la contaminación y el caos ambiental han
aparecido como amenazadores enemigos, y como resultado de este problema, el lugar ha
recuperado su verdadera importancia.
Hemos utilizado la palabra “dwelling” (permanecer-habitar-vivir) para denotar la
experiencia total de la relación hombre-lugar. Para aprender lo que esta palabra implica,
es útil regresar a la distinción entre “espacio” y “carácter”. Cuando un hombre habita, se
sitúa simultáneamente en un espacio y se expone a cierto carácter ambiental. Las dos
funciones psicológicas involucradas, pueden llamarse “orientación e “identificación”
Para adquirir raíces existenciales el hombre debe poder orientarse; debe saber dónde está.
También debe poder identificarse con el entorno, debe saber cómo es que está en cierto
lugar.
El problema de orientación lo maneja Kevin Lynch cuyos conceptos de nodo, camino,
distrito, denotan estructuras espaciales básicas cuyo objetivo es orientar al hombre. La
interrelación percibida de estos elementos constituye la “imagen ambiental” Lynch dice:
“Una buena imagen ambiental le da a su poseedor un sentido importante de seguridad
ambiental”. De manera acorde, todas las culturas han desarrollado “sistemas de

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Contexto o paisaje sociocultural de un sector o de un dominio particular. El medio ambiente de una planta
o un animal, constituido por otras plantas, animales, clima y lugar.
orientación”, estructuras espaciales que facilitan el desarrollo de una buena imagen
ambiental. “El mundo puede ser reconocido a lo largo de un juego de puntos focales, o
puede dividirse en regiones nombradas, o puede enlazarse por rutas recordadas” (Lynch
1960)
Donde el sistema de orientación se deriva de una estructura natural dada, Cuando el
sistema de orientación es débil, resulta difícil hacer imágenes y el hombre se siente
“perdido”. “El terror de perderse viene de la necesidad de un organismo móvil de
orientarse en su entorno”. Estar perdido es lo opuesto del sentimiento de seguridad que
distingue el permanecer “dwelling”. La calidad ambiental que protege al hombre de
perderse, la llama Lynch “imaginabilidad” esto es “la forma, el color o el ordenamiento
que facilita hacer imágenes mentales del entorno vivamente identificadas, poderosamente
estructuradas. Aquí Lynch implica que los elementos que constituyen la estructura
espacial son “cosas” concretas con “carácter” y “significado”. Se limita a discutir la
función espacial. La importancia de la contribución de Lynch para la teoría del lugar
consiste en que confirma los “principios de organización” definidos por la psicología
Gestalt y por Piaget.
Permanecer (dwelling) sobre todo presupone una identificación con el entorno, aunque es
posible orientarse sin una verdadera identificación ; uno la pasa sin “sentirse en casa”. Y
es posible sentirse en casa sin estar familiarizado con la estructura espacial del lugar, el
lugar solo se experimenta como un carácter general gratificante. La verdadera
pertenencia presupone desarrollar ambas funciones. En sociedades primitivas
encontramos que hasta los detalles mas pequeños se conocen como significativos y que
hacen estructuras espaciales complejas. Rapoport 1975. En la sociedad moderna, la
atención se concentra en la función práctica de orientación donde la identificación se deja
al azar. Como un resultado, el verdadero habitar, en un sentido pscicológico se ha
sustituido por alineación. Por lo que se necesita urgentemente llegar a un entendimiento
más completo de los conceptos de “identificación y “carácter”.
La identidad de una persona se define en términos del esquema desarrollado, porque
determinan el “mundo” accesible. “Soy un Romano” Significa algo más concreto que
decir “soy un arquitecto” o “soy un optimista” Entendemos que la identidad humana es
en gran medida una función de lugares y cosas. Heidegger dice: “Wir sind die Be-
Dingten” (Somos los de-terminados). Por lo que no es solo importante que nuestro
estructura del entorno espacial, que facilita orientación, y consiste de objetos concretos de
identificación. La identidad humana presupone la identidad del lugar.
Identificación y orientación son aspectos primordiales del estar-en-el-mundo. Donde la
identificación es la base del sentido de pertenencia, la orientación es la función que le
permite ser ese homo viator que es parte de su naturaleza. Es característico del hombre
moderno que por mucho tiempo le daba orgullo de lugar al rol de forastero. Quería ser
“libre” y conquistar el mundo. Hoy empezamos a notar que la verdadera libertad
presupone pertenencia, que permanecer “dwelling” significa pertenecer a un lugar
concreto.
El hombre permanece “dwells” cuando es capaz de concretar el mundo en edificios y
cosas. La “concreción” es la función de la obra de arte, en oposición de la “abstracción”
de la ciencia. Las obras de arte concretan lo que permanece “en medio- entre” de los
objetos puros de la ciencia. Nuestro mundo cotidiano consiste de tales objetos
“intermediarios”, y que entendemos que la función fundamental del arte es reunir las
contradicciones y complejidades del mundo-vida. Ser un imago mundi, el trabajo del arte
le ayuda al hombre a permanecer-habitar “dwell”. Holderin tenía razón al decir: Full of
merit, yet poetically, man Dwells on this earth. (El hombre, lleno de mérito, aun Habita
en esta tierra poéticamente).
Esto significa: los méritos del hombre no cuentan mucho si no es capaz de permanecer
poéticamente, esto es, permanecer en el verdadero sentido del mundo. Solo la poesía en
todas sus formas (así como “el arte de vivir”) hace que la existencia humana sea
significativa, y significado es la necesidad humana fundamental.
La arquitectura pertenece a la poesía, su objetivo es ayudarle al hombre a permanecer-
habitar. Pero la arquitectura es un arte difícil. Hacer ciudades prácticas y edificios no es
suficiente. La arquitectura viene a existir cuando “la totalidad del entorno se hace
visable” esto significa, concretar el genius loci. Hemos visto que esto se hace por medio
de edificios que reúnen las propiedades del lugar y las acercan al hombre. El arte básico
de la arquitectura es entender la “vocación” del lugar. De esta forma protegemos la tierra
y nosotros nos volvemos parte de una totalidad englobada. Lo que se defiende aquí no es
un tipo de “determinismo ambiental”. Solo reconocemos el hecho de que el hombre es
una parte integral del ambiente, y que si se olvida de eso, solo lo puede llevar a la
alineación humana y el desorden ambiental. Pertenecer a un lugar significa tener una base
existencial, en un sentido cotidiano concreto. Cuando Dios le dijo a Adán “Serás un
fugitivo y un forastero en la tierra” puso al hombre frente a su problema más básico:
cruzar el umbral y recuperar el lugar perdido.

Tomado de Christian Norberg –Schulz: The Phenomenon of Place, en Alexander R. Cuthbert,


editor: Designing Cities, USA, UK, Australia, Blackwell Publishers, 2003 (Cap. 8. págs. 123-
127) Traducción por Melania Santana
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