Tres cuentos donde una mezcla de realidad y fantasía despierta el anhelo de soñar con tener un amigo capaz de pintar el mundo; saber cómo sobrevivieron los pueblos del sur a la aplastante tecnología, o conocer la historia de los cuatro vientos que dieron origen a la lluvia
Tres cuentos donde una mezcla de realidad y fantasía despierta el anhelo de soñar con tener un amigo capaz de pintar el mundo; saber cómo sobrevivieron los pueblos del sur a la aplastante tecnología, o conocer la historia de los cuatro vientos que dieron origen a la lluvia
Tres cuentos donde una mezcla de realidad y fantasía despierta el anhelo de soñar con tener un amigo capaz de pintar el mundo; saber cómo sobrevivieron los pueblos del sur a la aplastante tecnología, o conocer la historia de los cuatro vientos que dieron origen a la lluvia
Mm EL BARCO a DE VAPOR
« i
w 8 Pees
1) Héctor Hidalgo
‘7 Cuentos mdgicos
| del sur del mundoUna pagina en blanco muy dificil de Henar
El regreso de Venezuela fue para
Gustavo todo un cambio de pagina. Una
pagina en blanco muy dificil de lenar.
Estaba tan acostumbrado a los mosqui-
tos, al clima himedo y caluroso, a
animales distintos a los ya conocidos, a
tantas plantas y arboles frondosos que
verdeaban por donde dirigia la mirada,
que lo que ahora lo rodeaba en Chile le
parecia muy diferente.
Habia pasado muchos anios alejado
del pais. Por ello, se sentia torpe y
distanciado de la gente, a tal punto que
le costaba conversar con sus antiguos
amigos. El tono venezolano de su hablar
actual producia sonrisas y miradas
curiosas entre sus alumnos de la
Universidad. Pero, como tenia muchos
deseos de integrarse, su empeno fue
notable.
La casa elegida tenia parrones,
naranjos y un viejo rosal en el antejardin,
todo muy a su gusto. Prepar6 la mejorhabitacion para el taller de pintura. En
ella la luz se colaba por el ventanal y
ofrecia con agrado las diversas
tonalidades de los cambios del dia.
Uno de los naranjos rozaba la
ventana y regalaba permanentemente la
fragancia de sus hojas perfumadas y
lustrosas. El parron bordeaba el patio de
baldosas musgosas, alargandose hasta
casi unirse al muro de] fondo,
enmelenado de hiedras colgantes. Era
un bello lugar para reanudar la tarea que
mas amaba: pintar y pintar.
Queria pintar su tierra sofiada por
largo tiempo desde la distancia. Recrear
figuras de personas que le parecieran
interesantes, descubrir sus rasgos
cotidianos; es decir, articular en sus
cuadros la vida que habia dejado
suspendida mientras estuvo en el
extranjero.
Asi lo intenté el primer fin de
semana libre.
Se lanzd con entusiasmo al trabajo
de afinar el pulso para recuperar los
colores olvidados, pero sucedié algo
40
inesperado. Como todavia latia en su
mente un sinfin de ecos del tropico, per-
Sonas y lugares que habia dejado
apatecieron en su mente con porfia, Se
sintid desolado. Nada surgid en los
croquis, nada de interés en los bocetos
que le permitieran cumplir sus
Ppropositos.
Gustavo comenzé a pasearse por el
taller. No podia creer que se hubiera
olvidado de comunicarse con los suyos.
Su pequefia figura resaltaba en el
delantal blanquisimo, desprovisto de las
“picas manchas, revueltas y coloreadas,
propias de un pintor de oficio. Una
boina negra le cubria la ceja izquierda
acercandose a sus ojos siempre risuefios,
pero mds bien risuefios por un tic
nervioso que por alegria verdadera.
4La vieja agenda
Cuando ya nada le resultaba, el pintor
sintid que necesitaba comunicarse con
alguien. Entonces tomé la vieja agenda
que conservaba como si fuera un tesoro
de valor incalculable. Una agenda que
registraba las teléfonos de numerosas
amistades. Y comenz¢ a llamar.
Recorridé con obsesién nombres y
numeros, ntimeros y nombres... Puf,
cambios de domicilios, personas muy
ocupadas, amigos que no le recordaban o
que no deseaban verlo todavia.
“Ya hablaremos”, le decian; te pedian
el ntimero telefénico y conclufan con un
“después te llamo”.
Para colmo, estaban todos casados, y
en muchos casos, contestaron nifios que
al escuchar un acento extranjero cortaron
con un “eguivocado, sefior”, sin llamar
siquiera a sus padres.
Volvis a la tela con desesperacion y,
como siempre, aparecid el trépico con su
abultada carga de verdes, sepias,
13anaranjados, rojos encendidas, amarillos
encarnados, ocres pastosos y verde limén.
Sin embargo, era notorio que a
Gustavo le faltaba el blanco y gris
pizarra de la cordillera de los Andes, el
verde profundo dei mar, el azul intenso
del cielo del amanecer después de una
luvia en Santiago, el verde htimedo y
carnoso del Sur, el dorado de los trigales
de los valles de la zona central 0 el tono
café pastel, destefiido y difuso, de la
inmensa extension de los desiertos.
Nada de aquello aparecia, y lo echaba
tanto de menos.
Y de nuevo regresé a la agenda para
hacer otros intentos. Asif fue como
insistié con el numero telefonico de su
mejor amiga, Mariela. Eila habia sido
compaftera de curso en la Facultad de
Bellas Artes, amiga inseparable de
ensuefios cuando se juraron Hegar a ser
grandes artistas. El teléfono sonaba y
sonaba, hasta que le contestd la
empleada de ja casa:
~La sefiora Mariela esta en El
Quisco; se fue a la playa con Andresito
14
por el fin de semana. Tampoco esta don
Carlos; él tuvo que hacer un Viaje al Sur
Y NO regresara hasta el lunes por la tarde.
Si gusta dejarles un recado... Espérese
un poquito que voy por un lapiz y papel
~explicé solicita la mujer.
~iLa sefiora Mariela tiene teléfono
en la playa?
-Si, sefior, ahora mismo se lo doy. A
ver... pot aqui me lo dejé anotado la
senora. Nunca se sabe lo que puede
pasar. Fijese que el otro dia...
_ Disctilpeme, pero sdlo necesito el
numero telefénico —le contest el pintor
para cortar la incontenible conversaci6n
de la mujer. Por cierto que se sentia muy
aliviado al tener en sus manos aguel
maravilloso ntimero,
Eniretanto, la tarde avanzaba con la
lentitud de un sdbado veraniego en
Santiago. La temperatura se fue
haciendo agradable y por la ventana
penetraba el fresco olor de las plantas
recién regadas.
15El Enanifero se comunica con la playa
Mariela se mostré muy feliz al
escuchar a su amigo. Le hizo tantas
preguntas como éi a ella. Conversaron
animosamente entre muchas interrup-
ciones de su hijo que le tironeaba la falda
para arrastrarla a la playa. Entre sus “te
acuerdas de...", el pintor ofa repetir a cada
rato a su amiga: "ya, Andrés, quédate
tranquilo, déjame hablar”.
—Pero, mami, ;quién es?, gcon quién
hablas tanto?
Gustavo apenas escuchaba la voz
atolondrada del nifio que insistia una y
otra vez apurando al pintor.
-Si, es Andrés. Me acapara durante
todo el dia. No me deja ni respirar, pero
es muy simpatico y curioso.
—{Qué edad tiene, Mariela?
~Tiene poco mas de seis y ya termin6
primero basico... Pero, Andrés, basta; me
tienes toda desarmada. Ve a jugar con
tu perro.
17~Déjame hablar con tuamigo, mami
-insistié el nifio con tono molesto.
—Deja que hable, Mariela, si no hay
problema.
-Pero es un latero. Te haré muchas
preguntas; se lo lleva en eso.
-Al6?, zme escuchas? -el nifto ya
le habia arrebatado el] teléforo a su
madre-. Mi mami me tiene que llevar a
la playa. Tenemos que hacer un castillo
de arena; me lo tiene prometido y debe
ser antes que se vaya el dia. A propésito,
ct sabes a qué parte se va el dia?
-E] dia no se va a ninguna parte,
Andrés. Es el Sol quien provoca tal
sensacién. A} Sol le gusta viajar por el
cielo y recorrer la Tierra sin descanso;
claro que la Tierra también esta viajando,
ti lo sabes. Cuando el Sol se aleja, dejaa
su socia, la Luna, para que siga
alumbrando.
-Mi papa tiene varios socios en su
negocio. ¢Qué negocio tiene el Sol con
la Luna?
-Bueno, si asi lo planteas: tienen un
negocio muy antiguo. Cuando el Sol
19trabaja y lo hace de dia, nos da calorcito
y ayuda a que veamos las cosas con
lindos colores... _
-Eso ya lo sé. Hasta un nino chico lo
sabe. 2Y la Luna?, ¢qué pasa con la Luna
mientras tanto? .
-La Luna también trabaja
jluminando, pero no nos da calorcito;
mbi e sonar con
ella, en cambio nos hac
lugares lejanos y misteriosos.
-Y cuando esté nublado, ise quedan
en sus casas descansando?
-No, Andrés, elios siempre siguen
trabajando; pero lo hacen por sobre las
nubes. 5
~2Y por qué sabes todas estas cosas‘,
gacaso también eres socio de ellos?
sQuién eres?, equé haces, aparte de
Jlamar a mi mami y conversar tanto?
—Para, muchacho, me haces muchas
preguntas a la vez y no sé por cual
empezar. sere
~Bien, empecemos por la siguiente:
iquién eres?
-Soy un buen amigo de tu mama
20
que ha regresado del extranjero y la ha
llamado pata saludarla.
—~De dénde?, sde Francia, de Italia
o del Japon? No te puedo seguir
preguntando por paises, porque no me
acuerdo de otros.
~De Venezuela; un hermoso pais
muy diferente al nuestro.
~ZY qué hacias alla?
-Pintaba y daba lecciones de arte a
los j6venes universitarios.
~(Pintabas? Yo también pinto: tengo
lapices de madera, de cera, acuarela y
témperas. Podriamos trabajar juntos. Yo
pongo los lapices y ta el papel. ;Estds
de acuerdo?
-Podria ser. Y ti, gqué pintas?
~Bueno..., lo que mds me gusta,
animales, casas, arboles y aviones. 3Y tui?
—Ahora no se me ocurre nada, es mi
gran problema. Pero en Venezuela hice
grandes cuadros que presenté en
exposiciones.
—jQué es una exposicién?
-Es la exhibicién de los cuadros de
un pintor. Generalmente esto sucede enuna galeria de arte o un Museo. A .
lugares va mucha gente que compra los
cuadros o simplemente los va a ver. Si
las pinturas son muy buenas, los museos
se encargan de comprarlas.
-7Y te iba bien?, jtienes cuadros en
museos? oes
Si, tengo varios, pero no aca: estan
todos en Venezuela. -
—Y como efes verdaderamente? Si
pintas cuadros tan grandes y te los
compran los museos, tt debes ser ad
grande también, ;de qué porte eres:
_-No me vas a creer: soy muy
pequenito. - , ;
-;Qué tan pequefio?, gcomo Yo:
Aunque yo no soy tan chico, para que
sepas; soy el cuarto mas grande del curso.
_Mucho mas pequefio todavia. A
ver, déjame comparar: pequeno como la
ufa de tu dedo menique. ,
—;Tan chico! ;Qué incretble! zY cémo
te las arreglabas para pintar Sao
0
grandes?, te debe haber costado muc
hacerlo.
~jHas visto cémo los picaflores se
quedan suspendidos en el aire? Estos
pajaritos mueven tan rapido las alas que
casi no se ven y son capaces de
permanecer fijos en el aire sin caerse.
Pues bien, yo me afirmaba entre sus alas
y les daba drdenes al ofdo para que
volaran en distintas direcciones
recorriendo ia tela. Asi pintaba.
-jQué increible! ;Sabes?, no te creo.
Nadie puede ser tan chico. Yo conozco
a los enanos y miden como un metro;
son como de mi porte, pero siempre del
mismo porte. En cambio, yo seguiré
creciendo.
~Andrés, ;quieres saber qué es lo
que mas me gustaba pintar?
—Debe haber sido una hormiga, un
zancudo, una pulga, o algo chico por el
estilo.
-No, no, nada de eso: dibujaba
estampillas; pequefias estampillas que
recorren el mundo pegadas alos sobres
aéreos. Pintar estampillas era mi pasion
y me quedaban muy lindas.
-iY qué dibujabas en las
23estampillas? Yo tengo varias, ahora me
acuerdo, de otros paises; tengo
estampillas de Canada, un tio me las
manda, también de Estados Unidos y de
Argentina. Se las cambio a mis amigos
por bolitas de vidrio o por laminas que
me sobran de mi album de la selva.
-Dibujaba animales del tropico,
paisajes y personajes histdricos, todos
pequefiitos, en miniatura. Algun dia te
regalaré una de mis estampillas.
-zY como llegaste a Chile? No creo
que en avidn, se me ocurre que no,
aunque por tu estatura mi siquiera te
cobrarian pasaje.
24
-Hice varias escalas y siempre me
ayudaron mis amigos los pajaros. Viajé
en una gaviota hasta Colombia, en un
papagayo hasta Ecuador, en un condor
hasta Peru, y a Chile llegué en
gohondrina, siempre bordeando la costa.
Fue un largo viaje de varias semanas, y
aqui me tienes ahora.
-Es lo mas fantastico que he
escuchado. ;Y cémeo te llamas? Es la
ultima pregunta que te hago, porque se
conversar. Puedes lamar a mi mami
cuando quieras, no hay problemas, y no
te olvides de hacerlo. Ahora dime rapido
cémo te llamas; estoy muy apurado.
-Este, eh, mm, mm, digamos que...
—{No me quieres decir tu nombre?
-Oh, si, si, te lo diré, pero sdlo para
ti y tus mejores amigos. Te recomiendo
que guardes el secreto; los extrafios no
te creerdn. Este, eh, mm, e... me llamo
Enanifero.
—Enanifero! Es un nombre perfecto.
Yo en cambio me llamo Andrés, y no
tiene nacia que ver conmigo.-Entonces, me despido; hasta la
proxima, amigo.
~Chao, Enanifero.
El nifto corté y a Gustavo le quedd
un revoltijo de nuevas ideas. Estaba
impresionado por las cosas gue le habia
dicho al nifio. Se sentia inquieto. Una
extrafia fuerza hab{fa nacido de aquella
conversacion tan insdlita, le cosquilleaban
las manos, tal cual le sucedia cuando
comenzaba a pintar. Parecia que el nifio,
sin proponérselo, habia abierto de par
en par las compuertas de su
umaginacion.
Entonces tom6 un lapiz y comenz6
a dibujar al Enanifero montado en un
picaflor. Por supuesto, aparecieron sus
propios ojillos risuefios, la boina negra
y la nariz redondeada. El Enanifero de
su dibujo pintaba por primera vez la
majestuosidad de la cordillera de los
Andes, con los tipicos picachos nevados,
y no tuvo ninguna dificultad para
colorear las quebradas con el tono gris
pizarra preciso.
El entusiasmo del Enanifero
Las siguientes semanas se
transformaron para Gustavo en una
agitada actividad. El Enanifero sv: clavé
en su mente como si fuera un -usurro
que le obligaba a trabajar. Como por arte
de magia, fue acumulando telas sobre
temas tan esperados y carifios
recuperados.
Y siempre el Enanifero aparecia en
algun rinc6én de los vifiedos, sobre una
roca viendo correr riachuelos
pedregosos, descansando bajo la sombra
de los sauces sofolientos, abriéndose
paso por las suaves colinas cubiertas con
peinados triga les, viajando en barcaza
hacia los islotes del Sur, siguiendo la
sonrisa ancha y generosa de los girasoles
que buscaban la luz del dia o
contemplando el ajetreo incansable de
las gaviotas por entre los acantilados
costeros.
Habia recuperado los colores de su
tierra gracias a Andrés. Su mano viajabasegura trasladando sus suenos a las
telas, porque la mayor felicidad para un
creador consiste en convertir en realidad
su mundo interior.
Todo esto debja comunicarselo al
nifio. Qué importaban sus seis afios;
entendfa que era una persona muy
valiosa para él. Andrés habia llegado
cuando mas lo necesitaba. Por tal razén
lo amé al dia siguiente.
~jHola, Enanifero, al fin me llamas!
No he podido convencer ami mami para
que me lleve a tu casa. Recuerda que me
debes una estampilla.
-Escichame, Andrés, soy el
Enanifero mas feliz de la Tierra, porque
estoy trabajando con mucho entusiasmo
en pintar la naturaleza.
—Pero, Enanifero, si la naturaleza ya
esta pintada. Todas Jas cosas nacen con
sus propios colores.
—De acuerdo, de acuerdo, pero...
ghas mirado el cielo de Santiago?
~Esta bastante sucio. En el colegio
nos han enseriado que todo se debe a la
contaminacion.~Y tienen razon. La contaminacioén
le quita los colores a la naturaleza. Las
hojas pierden el brillo, las flores se
marchitan y todo se llena de hollin. Es
un asco, amigo, {no crees?
-Si estés empefiado en pintar la
naturaleza, debes tener harto trabajo. Con
razon no me has Hamado.
~Mucho. Me he propuesto recuperar
todos los colores perdidos; pintar por
aqui, repintar por alla. Te voy a mandar
de regalo...
-jLa estampilla!
-Esta bien, Ja estampilla, pero
también algunas de mis nuevas
pinturas.
~iMe las traerds tu? Preguntale la
direcci6n a mi mami y que sea un
domingo.
—jPor qué prefieres un domingo?
-Los domingos son bastante
aburridos. Aqui Jo tinico que hacen es
dormitar en los sillones 0 ver television.
Eso es en la tarde, porque en la mafana
no sueltan los diarios hasta el mediodia;
es cuando mi mami sale a la carrera al
30
Supermercado a comprar comida
preparada. No sabes tt cudntas pizzas,
pollos asados con papas fritas y
empanadas me he comido los
domingos; esa comida ya no me catusa
ninguna gracia. Asi que vena dejarme
personaimente las pinturas, por favor.
-No insistas. Te mandaré mis
trabajos por correo, :de acuerdo?
~¢Qué te cuesta venir? Tti eres mi
amigo y te echo mucho de menos.
~Es que tengo un gran problema,
Andrés. No te olvides de que soy muy
pequeiiito. Soy tan pequefio que nadie
se ha dado cuenta de mi presencia.
~Toma un taxi o un pajaro. En fin, lo
que fu quieras,
-Ni lo uno ni Jo otro; prefiero que
nos comuniquemos por teléfono. Asi no
rompemos Ja magia y mi animo para
seguir pintando; presiento que si nos
vemos se acaba mi inspiracién. Ademés,
ya No viajo en pajaros, es muy arriesgado;
tienen las plumas muy suaves y cuesta
mucho afirmarse de elias.
~En qué lo haces ahora?
3y_Sobre un caracok. Bs lentisimo pero
seguro. También te voy 4 mandar ina
dibujo donde aparezco sobre mi nuevo
medio de transporte.
-Ojald tus regalos me Neguen a dia
domingo. Seria la mejor solucién a mL
imiento.
cage acuerdo, amigo. De immediato
me pondré a dibujar el caracol. Adis,
Andrés; ya tendras de nuevo noticias
mias.
32
Cuando la amistad se profundiza
Antes que el verano concluyera,
Gustavo ya tenfa terminados varios
cuadros con temas relacionados con
frutas de la estacion.
Por ejemplo, sandias que dejaban
ver su carne jugosa y despedian el brillo
azabache de las pepitas que rodeaban
el corazén de rojo encendido. Manzanas
tan tersas y naturales que daban deseos
de pegarles una buena mascada. Para
qué hablar de los racimos de uvas que
desbordaban los platos y dejaban caer
sobre un mantel blanco los granos
cristalinos y dorados.
Gustavo se sentia satisfecho con lo
que hacia, y cada hallazgo, cada color
recuperado, cada rincén interesante, se
lo hacfa notar a Andrés en largas
conversaciones telefénicas. E] nifio
acumulaba los pliegos pintados por el
Enanifero, cuiddndolos como el tesoro
mas querido. Jamas dejaba de hablar de
su amigo misterioso.Quienes le escuchaban sonreian y se
encogian de hombros, pensando quiza en
elamigo secreto e imaginario que los nifios
inventan en una etapa de su vida. Pero
cuando observaban los dibujos y pinturas,
permanecian silenciosos, Hlenos de dudas
y de curiosidad, sdlo su madre parecia
comprender.
Cuando Andrés regresd al colegio,
se transform6 en un experto observador
de la naturaleza, y cada vez que
descubria un color escondido, una
tonalidad original, comentaba para si:
"Buen trabajo, Enanifero, estas
progresando”.
"El Enanifero debe estar muy
ocupado comprando tinturas sepia,
amarilia, café dorado, pastel, granate
oscuro, y gris, también gris, como el cielo
nublado”, pens el nifio con cierta
preocupacién.
No le gustaba para nada el gris. Lo
peor era que notaba que cada vez se
hacia mas abundante. A lo mejor, el
Enanifero habia agotado su provision de
colores.
34Pero cuando lo llam6 para ofrecerle
sus lapices y cajas de témperas, por sile
faltaban, lo notd distante, poco
comunicativo, como si quisiera decirie
algo y no se atreviera a hacerlo. ;
”; Para el Enanifero seria tambien un
problema el gris?” y nada le contestaba,
solo evasivas.
Por tiltimo, e} niAo se tranquilizd
pensando que su amigo tendria un gran
trabajo en pintar el otono.
E! color dei invierno
~Mami, algo muy malo le debe es-
tar pasando al Enanifero. No esta traba-
jando. :
—{Por qué lo dices, hijo? El es muy
responsable, no creo que pierda el
interés en su deber, liamalo y preguniale.
-Lo he hecho varias veces y no me
contesta. Nunca esté en su casa; tal vez
esté erifermo en un hospital.
El nino permanecia horas mirando
desde la ventana como el jardin perdia
los colores; los Arboles también estaban
desnudos, el césped se habia secado, ya
no quedaban flores y todo estaba
convertido en un penoso paisaje en gris.
Andrés levanté la mirada al cielo y
se preocupé mucho més todavia al
observar los pesados y oscuros
nubarrones que anunciaban la
inminencia de la lluvia. Entretanto en el
jardin, el viento arremolinaba la
hojarasca reblandecida por la humedad
constante. De pronto, un relampago
37encandild al nifio, quien retrecedié
asustado. De inmediato el trueno
estremecié los vidrios y el nifio gritd
horrorizado. La tupica Huvia azoté los
escudlidos arboles y reboté con violencia
sobre el techo de Ja casa. Chorros de
agua bajaron por la ventana empafiada
y Andrés llord con desconsuelo. Su
cuerpo vencido por la angustia se
encorvé y, finalmente, se desplomé
sobre la alfombra. Estuvo largo rato
tiritando de frio, sollozando en Ja
soledad de la habitacién, hasta que su
madre lo tomé entre sus brazos y lo
arrastr6é hacia la cama. Andrés tenia
fiebre y convulsiones.
E] nifio estuvo varios dias enfermo.
Se notaba melancélico, desganado,
mientras la Huvia seguia atacando sin
contemplaciones. El patio estaba
convertido en un lodazal, los charcos de
agua sucia cubrian el césped del
antejardin y verdaderos riachuelos de
agua achocolatada se desplazaban por
las calles. Las noticias de Ja televisién
anunciaban el apogeo de un frente de
38
mal tiempo y cuadrillas de hombres
salfan al rescate de las familias que
tenfan inundadas sus casas.
En las noches, Andrés tenia pesadillas.
Despertaba gritando cuando vela insis-
tentemente al Enanifero aferrado a una
fragil hoja seca, luchando para no
ahogarse en medio de un mar de aguas
Sucias y pestilentes. Los padres estaban
muy preocupados por la salud del nifo.
39El médico fue llamado en varias ocasiones,
y las recetas, siempre diferentes, no daban
resultados claros, pues seguia muy mal.
-Mami, llama al Enanifero. Es urgente
que nos salve; deberia estar pintando el
Sol, el cielo azul, las nubecitas blancas de
la primavera. Si no vuelve a trabajar,
moriremos todos.
Andrés gritaba angustiado en medio
de la fiebre y las convulsiones. Pero nada
nuevo sucedia. La madre volvié a llamar
a su amigo y nadie contest6.
Cuando faltaba poco menos de un
mes para que concluyera el invierno,
Mariela logré, por fin, comunicarse con
Gustavo.
—,Qué sucede contigo, Gustavo?
Andrés esta muy enfermo y llama todos
los dias al famoso Enanifero. Lo que fue
simpatico, ahora se ha transformado en
una verdadera pesadilla. Ta inventaste
al tal Enanifero y temo que a mi hijo le
esté produciendo un dafio irreparable.
Sus palabras eran duras, llenas de
teproches, pero aun asi Gustavo no
contestaba; permanecia silencioso.
40
Gustavo, no te quedes ahi callado.
Debemos buscar alguna solucién.
éDonde te habias metido? Hace dos
meses que no sabemos nada de ti.
—Perdéname, Mariela, pero no estaba
en el pafs. Mi mujer me envié un
telegrama urgente. Tt sabes que ella
trabaja en Caracas y yo me vine primero
Para armar un hogar en Chile. La idea
era que vendiéramos el departamento
de Caracas y asi regresariamos todos. Pero
nada ha resultado como lo habiamos
planeado, todo se ha complicado. Mi hijo
ha vuelto a Caracas; terminé sus
estudios en Francia y ha decidido
trabajar en Venezuela. Mi hija esta muy
enamorada y piensa casarse este fin de
ano; por lo tanto, ‘fampoco tiene
intenciones de venirse a Chile. Mi fa-
milia ha tomado otro rumbo y hemos
convenido reunirnos en Venezuela, al
menos por algunos afos. Después
regresaré con mi mujer a Chile.
-2Y mi hijo?, ;qué pasard mientras
tanto con mi hijo? Gustavo, debemos
hacer algo por él; Andrés no puede
seguir en tal estado.
4t—Mariela, lo he pensado mucho. Si
le contamos la verdad ahora, le
mataremos todas sus fantasias, perdera
la magia de su vida. Déjame a mi; ya
veras que todo saldra bien.
Cada paso siguiente debia darse
cuidadosamente. Gustavo estaba tan
aproblemado como el nifio. Cada uno
estaba obligado a detener sus ensuenos,
aunque era preferible que Andrés no lo
hiciera todavia.
Gustavo pinté durante el resto del
dia con toda la fuerza que pudo
acumular. Sabia que le faltaba mostrar
al nifo el color del invierno.
Alatardecer, ya tenia varios trabajos
realizados. Eran verdaderamente
hermosos y apropiados para demostrarle
al nifio que hay belleza en cada
momento de la vida, en cada estaci6n
del afo, en cada cosa que miramos,
porque son nuestros ojos los que
embellecen las cosas que nos rodean.
Con gran emocion marcé el niinero
telefonico de Andrés.
Una sorpresa para Andrés
—Hola, Enanifero, al fin me llamas.
Eres un traidor; has dejado que el
invierno !o eche todo a perder. ;Dénde
estabas? ;Es que ya no somos amigos?
—Por cierto que seremos amigos por
el resto de nuestras vidas, te Jo aseguro.
Te debo contar que tuve que hacer un
viaje urgente a Venezuela y aproveché
para traer mas colores para pintar la
primavera. No alcancé a despedirme;
fue un gran descuido de mi parte y te
pido perdén.
—-Enanifero, me has hecho sufrir
mucho, Pensé que nunca mas me
llamarias.
-Tranquilo, amigo, debes estar
contento, porque traje una gran cantidad
de colores. Allé abundan todo el afio y
aca se hacen escasos. Como ves, aqui me
tienes de nuevo.
-jQué bueno!, entonces volveremos
a trabajar juntos? ;No te iras nunca mas?
~Es muy dificil decirtelo Andrés, pero
43temo que me auseritaré de nuevo; no an-
tes de dejar pintada la primavera, por
supuesto.,
El nifilo comenzé a sollozar;
permanecia silencioso, apesadumbrado,
hasta que le contesté con su voz
entrecortada:
-No me puedes abandonar,
Enanifero. Eres el amigo a quien mas
quiero. Ademas, le tengo miedo al
invierno: no se va nunca y es muy triste
y descolorido.
—He pintado para ti muchas cosas
del invierno, Cuando las veas, te dards
cuenta de que no es tan feo, porque !a
44
belleza permanece siempre y depende
de nuestro coraz6n.
-Qué gusto me da escucharie,
Enanifero. Te quedaras por un tiempo,
éverdad? Demorate harto en pintar la
naturaleza. No hay prisa; ahora que me
has llamado, estoy mas tranquilo.
-No te preocupes, trabajaré lento
para que todo salga mas bonito. La
primavera se lo merece, jno lo crees?
Quiero contarte algo que pensé en.
mi viaje, gte acuerdas de mis estampillas?
—¢Me vas a dar otra?
~—No, no, no se trata de eso, es algo
mucho mas importante todavia. Pensé
que cuando un pintor termina un
cuadro, si lo vende a una persona, el
cuadro permanece en un hogar y lo
disfruta sdlo esa familia y los amigos que
los visitan. Si lo vende a un museo, lo
admirarén muchas personas, pero no
tantas como las que vieron las
estampillas.
—Comeo los escritores que escriben un
libro y esta después en todas las librerias.
—Claro, Andrés, eres muy
45inteligente; también en las bibliotecas y
en las casas.
Si, es cierto. Nosotros compramos
el Papelucko, de Marcela Paz; todos mis
compafteros lo tienen.
-Exacto, y lo tendrdn por mucho
tiempo; y cuando se vendan todos los
ejemplares, la editorial hace mas y
asunto resuelto.
~¢Qué pretendes, Enanifero?
—Hagamos un libro, socio.
-iUn libro?
-Si, un libro con nuestra historia, con
nuestra amistad, con mis ilustraciones
y dibujos. ;Me los prestas por poco
tiempo?, los necesitaré todos.
—Pero me los devuelves, nunca me
desprenderé de ellos.
—No sélo eso; tendras los dibujos en
nuestro libro.
—~Seremos personajes?
—Seremos personajes, Jos
principales, pero nos falta el titulo,
itienes alguna idea?
~jPongamosle el Enanifero!
46
Un regalo de Navidad
Rapidamente Andrés recuper6 el
apetito. Del mismo modo como se fue
retirando el invierno, el nifio volvid a
sentirse alegre, con 4nimo renovacdo; se
afirmaron sus piernas, que adquirieron
la elasticidad de antes, y poco a poco se
asom6 al jardin.
Los brotes de las plantas y de los
Arboles anunciaban la llegada de la
primavera. “Un verdecito por aqui, otro
por alla, jbien, fantastico! ;Vas muy
bien!”, exclamaba Andrés ante los
numerosos hallazgos del jardin.
Por otra parte, el nifio se propuso
aprender a leer bien lo antes posible.
Debja resolver el problema antes de
diciembre, fecha prometida para tener
el esperado libro en sus manos.
Asi fue como no supo del transcurrir
del tiempo, tales eran su ansiedad y
excelente estado de animo. Hasta que el
dia mas esperado por los nifios llegé
finalmente: la Navidad.Su casa se veia hermosa con el arbol
navideno tan engalanado. Muchos
globos, luces de colores pestafiando,
copitos de algod6n, golosinas en un
canasto de mimbre pintado de rojo con
el mango amarillo y... jmisteriosos
paquetes rodeando el drbol!
Pero faltaba todavia la aburrida cena
concandelabros y musica con campanas
y voces de nifios. Andrés parecia un
atieta dispuesto a lanzarse a la carrera
cuando se diera la sefial. Nunca habia
comido tan rapido y se habia portado
tan bien en Ja mesa. Hasta que los pa-
dres dieron la largada...
El nifo corrié hacia el arbol que le
esperaba con su ampulosa bondad de
estrellitas plateadas y luces de colores.
Rompié los papeles y fueron apareciendo
los regalos. Un tren a cuerda... ;No! Una
pelota... ;No! Un juego de video... ;No! Un
robot... ;No! Un vidrio de aumento... ;No!
Una linterna... No! jUn libro! ;Si, un libro!
-jEnanifero! ;Enantfero! -exclamé
Andrés con alegria desbordante. Luego
corrié a su habitacién, ignorando el resto
de los regalos.
48
-Una pagina en blanco muy dificil
de llenar —-comenzo a leer en voz alta.
Repitié la frase que iniciaba el libro,
siempre en voz alta, sin poder coniener
la emocién, y después nada lo detuvo,
estaba metido en su propia historia,
historia que concluia con un bello dibujo
donde aparecia el Enanifero con su nar z
redonda y la boina negra cubriéndole la
ceja izquierda. Con una mano se
aferraba a las plumas de un picaflor en
vuelo y con la otra estiraba el pincel
hacia la tela, daba los Ultimos toques a
un gran cuadro de la primavera, una
primavera naciente, brotando recién,
como su propia vida, preparaéndose para
erecer y llenar el mundo de colores.
49we
°
Ts
=
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Quy
w
a
[a
a
del HorizonteLos HOMBRES del Sur vivian
desde tiempos inmemoriales arrimados
a los cerros precordilleranos. Desde sus
chozas se distinguia, con perfecta
armonia, la estrecha cintura de la region.
Dos cadenas cordilleranas acorralaban
la espesura de la selva poblada de
arrayanes, coigties, lengas, canelos,
lilenes, chauras y, de tramo en tramo, de
milenarias araucarias que cumplian con
dignidad el resguardo de la serena
naturaleza.
Bella vida la de aquellos hombres.
Realmente siempre, siempre lo tuvieron
todo. A pesar de ello, su historia era
simple, placida y plena de recurrencias
naturales.
53El transcurso del tiempo, la fijaci6n
de los hechos mas importantes de sus
existencias, eran medidos por la huella
que dejaba en sus conciencias la inevi-
table presencia de la naturaleza. Su
comunicacién siempre se referia a ella.
“Té naciste cuando el rayo cay6 sobre la
araucaria”, “aquella vez del tenvporal de
viento norte y relampagos”, “en la tiltima
nevazén”, los céndores atacaron a los gua-
nacos”, “para el florecimiento de los copi-
hues”, “después de la granizada”..., asi se
comunicaban y eso bastaba.
Del mundo poco sabian. Sdlo
conservaban vagos recuerdos de otros
hombres. Como los que un dia, hace
mucho tiempo, conocieron venidos
desde mas al sur. Huian de las
nevazones y andaban tras la caza de
pudwies y huemules.
Los ancianos contaban que no hubo
discordias con ellos. Intercambiaron
semillas, pieles 0 bebieron licor de flores
en una larga noche de fogatas. Después
partieron hacia mas al norte, tan
silenciosos como habian llegado, pero
54
abiertamente amistosos. Jamas volvieron
a saber de esos lejanos cazadores, salvo
que terminaron formando parte del
recuento de su propio tiempo; nada mas
que eso.
Pero un dia se tronché con violencia
el dulce transcurrir de las vidas ¢=2 los
Hombres del Sur. El verano ya casi
llegaba a su plenitud cuando sintieron
el trepidante ruido de una nave muy
extrafa. Era un gigantesco pajaro
metalico que rondaba por el borde de la
selva y recorria con escrupuloso cuidado
las inmediaciones de las colinas.
De inmediato el temor cruzd de
punta a punta por la pequefia aldea. Los
ancianos cuchicheaban, se notaban muy
preocupados; sabian que debian dar una
explicacién a su pueblo, pues siempre
recurrian a su sabiduria y experiencia.
Aquella tarde el mas sabio de ellos
se dirigid a su gente:
-Son los Hombres del Norte.
Debemos cuidarnos, porque son
peligrosos. Han inventado muchas
maquinas. Son violentos y ambiciosos
55Como lo sabes, venerable anciano,
si nunca los has visto? -replicé dudoso
el Jefe det pueblo.
~Debia guardar el secreto hasta que
aparecieran. De nada habria servido si
se lo hubiese contado antes. Nunca quise
crearles preocupaciones.
—jQuién te hablo de ellos? ;Nos
haraén dafio? ~pregunto una mujer
abrazando a su hijo.
~La vez que estuve en el mar, con
mis propios ojos vi cruzar por el cielo,
hacia el extremo sur, a una de estas
naves. Ademas, recuerdo que mi padre
me conté de sus interminables guerras
y violentas acciones. Todavia tengo
muchos secretos guardados que ustedes
algtin dia heredaran.
—Pero por qué rondan este lugar y
no siguen su camino como los que tu
viste aquella vez? —volvié a inquirir con
impaciencia el Jefe del pueblo.
~Ya se han ido, no se preocupen mas
por ellos. Ademas, es imposible que
puedan descender en un jugar tan
boscoso y escarpado como el que
nosotros habitamos.
57Sin embargo, tres dias después
aparecio en el lugar una nave mas
pequefia que la otra, pero de temible
apariencia. Sus grandes aspas
estremecian las copas de los Arboles, los
pajaros huian en desbandada, los nifos
corrian a ocultarse en las chozas. Lanave
dio unas cuantas vueltas revisando
minuciosamente el lugar y después se
retir6. Pero dejé entre los lugarefios un
sombrio presentimiento.
—Ahora no nos queda otra cosa que
desarmar las chozas y ocultarnos, por
algun tiempo, en ia alta montana.
Llevaremos alimentos, unos pocos
animales y borraremos las huellas de
nuestro pueblo.
Después de este consejo del anciano,
comenz6 rapidamente el arduo trabajo
de la huida.
—-Calma, calma, no ternan; ya se iran
definitivamente y regresaremos a
nuestra tranquila vida -decia el jefe,
apurando el desmantelamiento de las
chozas; luego agregd con tono
autoritario- yo permaneceré en el lugar
58
con cinco de los mejores hombres. Nos
ocultaremos entre el roquerio a
investigar. Si nada pasa durante algunos
dias, iremos por ustedes.
Ast lo hicieron. Pasaron otros dos
dias y nada anormal ocurrid. Haga que
al tercer amanecer, de nuevo la maquina
tronaba suspendida en el cielo, a unos
diez metros de altura.
Desde ella dejaron caer una larga
escala trenzada. Bajaron dos, cuatro,
ocho hombres. Buscaron una planicie,
enterraron estacas, clavaron banderolas
amarillas y verdes, hicieron sefiales con
sus gorras y la nave descendié
levaniando el polvo y la hojarasca de
maleza reseca. Con rapidez descargaron
instrumentos extrafios y comenzaron a
trazar con tierra blanca largas lineas
bordeando las colinas y apuntando
hacia el interior de la selva.
Al anochecer montaron un par de
viviendas de lona y encendieron una
gran fogata. Desde la distancia, los
Hombres del Sur, agazapados entre las
tocas, oyeron sus risas, su lenguaje
59desconocido, su musica estridente, es
decir, una nueva forma de vida que
aplastaba a la suya.
Entonces el Jefe partid, con tres de
sus hombres hacia la alta montafia y dejé
a dos vigilando el lugar. Sabia qr e debia
convocar a otra reunién para buscar la
solucién a un problema tan preocupante
y desconocido.
Cuando dos dias después se
encontraba ya con su pueblo entre los
pefascos de la montana, regresaron los | j
otros dos hombres que se habian quedado
vigilando. Con ojos desorbit
contaron que vehiculos de gra
ruedas y poderosas hojas de
reluciente y afilado aplastaban
arboles, y que una cuadrilla de homb
con picotas, hachas y gigantescos —
cuchillos dentados se abrian camino
selva adentro
-;Qué hacemos, honorables
ancianos? —preguntaron todos a gritos
con desesperacién.
~jLa guerra, la guerra! -exclamaban
los mas jévenes.
-No, no, jamas la guerra. Nunca
61hemos peleado, no tenemos armas, ya
nada podra detener a los vandalos que
nos asedian. Ya nada se puede hacer.
Peor si nos mezclamos con ellos; poco a
poco terminariamos esclavos de sus
peligrosas costumbres —respondid el}
anciano con energia.
-Nos moriremos de hambre, no
sabemos vivir en la montafia. ;Per qué
estamos huyendo?, jdefendamos
nuestro territorio! j;A Ja guerra! jA la
guerra! -insistian los jovenes, mientras
a la distancia los Arboles eran
descuajados y la crujidera apretaba los
pechos de los Hombres del Sur.
Violentas explosiones hacian saltar
por el aire grandes rocas como si fueran
plumillas revoloteando con el viento
primavera.
Y el anciano sabio del puebio volvié
a hablar casi sollozando.
~Sélo nos resta coger en nuestros
cuerpos el resplandor del herizonte.
—,{Qué es eso?, jpor qué tanto
misterio? Cuenta pronto, jhay algo que
nos salve de los intrusos?
62
-No lo sé, pero es la tinica oportu-
nidad para defender lo que somos.
La selva se doraba con los rayos del
sol del atardecer. Cuando las ultimas
pepitas de luz se reflejaron en los
preocupados rostros de los Hombres del
Sur, se oyé de nuevo la emocionada vGz
del anciano.
~Nuestros antepasados ~—dijo~
conservaron con gran celo este secreto.
Sélo yo lo poseo y debia entregarlo antes
de mi muerte, a menos que una terrible
desgracia amenace a mi pueblo. Creo que
éste es el momento que todos lo
escuchen.
E] silencio se hacia dramdatico entre
los apacibles hombres. Los nifios
clavaban sus ojos en el rostro de) anciano,
porque intuiant que vivian el momento
mas importante de sus cortos afios.
~—Cuando el verano haya llegado a
su completa madurez —continué el
anciano, aprovechando la expectacién
que provocaban sus palabras-, aparece
por una sola vez el resplandor del
horizonte, pero hay que recogerlo en las
63montanas de las nieves eternas. Todavia
tenemos el tiempo justo. En una semana
mas llegaremos al lugar preciso y en una
semana mds aparecera también el
tesplandor del horizonte. Partames
entonces de inmediato. Cuidernos a los
débiles, pues el viaje sera peligroso y
arriesgado. Si no nos cuidamos,
podriamos morir congelados en el
camino.
Partieron sin gran preparacion.
Escalaron con denuedo, envueltos en
pieles, protegiéndose unos a otros. Una
larga caravana de hornbres, mujeres
esforzadas, nifios y ancianos se encaramd
por las rocas nevadas y en el camino
recibié las ultimas recomendaciones del
viejo sabio.
—Les advierto que todos vamos a
experimentar una gran transformacién.
Para que lo logremos es importante
preparar nuestras almas; abramos con
generosidad sus compuertas; llenémonos
de fe, de carifio solidario, de lo que
siempre hemos sido.
El viento quemaba sus muisculos, la
nieve heria sus pies cubiertos con
escudlidas pieles, los dias y las noches
se hacfan interminables. Hasta que por
fin Hegaron a la montaiia de las nieves
eternas.
Era un atardecer de extraordinaria
belleza. El frio y el cansancio fueron
olvidados cuando se transparenté ante
$us Ojos el extenso manto verdeante de
ia lejana selva. Mas alld, otras montafias
mas pequefas que las que ellos
recorrian; y, mas alld atin, la inmensa
franja azulina del océano, quieto, sereno,
majestuoso. El sol bajaba lentamente; su
esfera dorada fue tomando tonos
anararjados, hasta que mansamente se
dejé caer sobre la Ifnea del mar.
~Ahora, querido pueblo ~-empezo a
gritar el anciano-, todos, sin que falte
inguno, extiendan sus brazos al cielo.
Abran bien los ojos: verdn algo
maravilloso, algo que jamas podran.
olvidar. Recuerden, mientras tanto, la
larga convivencia con los arboles, con los
animaies, con la luvia y las estrellas.Saquen de sus corazones el egoismo,
siéntanse uno solo, Amense mas que
nunca.
El anciano gritaba enronquecido; de
pronto, como un fogonazo en el
horizonte, desde la misma médula del
sol, como una chispa plateada y
luminosa, como un hilo de luz
encandilante abalanzandose desde el
mar y atravesando las primeras
montanas, la espesa ramazon de la selva,
las ondulaciones de las colinas, las aris-
tas de las rocas, las quebradas de las altas
montafias, con vertiginosa decision, el
resplandor llegé hasta los Hombres del
Sur, envolviéndoles en un tibio abrazo.
jFue un segundo en un apretado
mensaje de eternidad? No lo supieron,
porque de inmediato la noche inund6 las
montanias; sdlo las estrellas seguian
picoteando el espacio, ausentes de las
desventuras y suefios de los hombres.
La negra noche contribuyé a que no
sintieran su cuerpo. Pero sus ropas
descolgadas de sus fantasmales figuras
fueron e} primer indicio de que estaban
66
empequeneciendo a la mitad de su
tamano original, mds abajo todavia, hasta
quedar de unos treinta centimetros los
més altos. También sintieron que desde
sus cinturas, y hacia la cabeza, les crecia
una membrana delgada y latente, uniendo
sus brazos extendidos, adquiriendo una
forma triangular, como una capa que
protegia la cabeza ahora mas redondeada
y calva. Sus ojos crecieron relumbrando
intermitentes; parecian conservar el
vestigio mortecino de los ultimos desiellas
del resplandor del horizonte.
Entonces, el anciano dio un liviano
salto sobre una roca y desde allf contempl6
asu pueblo, desnudo, con Ja piel escamosa
y tornasolada, con la nueva mirada que
posefa, capaz de atravesar la espesa noche
que todo lo enceguece.
—-Ahora somos pajaros -grit6-,
somos peces, somos hombres, somos los
unicos herederos de los elementos.
Dancemos alegres para dar la
bienvenida a nuestras nuevas formas.
No teman a nada ni a nadie, porque
nadie sabré de nosotros si no queremos
67que nos conozcan. Porque también
somos aire; si, aire puro y transparente
como el que respiramos en estas
montafias.
Después de la danza partieron
volando hacia los valles, bajando por las
hondonadas, planeando alegremente.
Era una misteriosa bandada de seres
definidos por la idea de conocer otros
lugares, de tener otras experiencias
donde pudieran hablar con los peces,
con los céndores, con las cuncunas y las
hormigas; donde pudieran interpretar el
rumor de las hojas de las araucarias y
arrayanes mecidas por la brisa de la
noche,
68
HNO nn
! Ae
ERTAlegres se desplazaban por el cielo
los nuevos Hombres del Sur,
desplegando sus brazos membranosos,
dominando las distancias con sordos
aleteos.
Y las estrellas, desde la profunda
cuenca del espacio, se convirtieron en los
unicos testigos de cémo unos hombres
en el sur de] mundo fueron capaces de
recolectar el resplandor del horizonte.
70
El Hombre
“de los Cuatro VientosHace MUCHOS miles de miles,
o tal vez millones de millones de afios,
jas noches eran mas silenciosas, pues la
vida no existia aun en ningtin rincén del
Universo.
Las estrellas parecian piedras
preciosas incrustadas en el profundo
manto del cosmos. Aunque si
mirdramos el cielo en una noche de
| verano, ahora llegariamos a una
conclusién muy similar.
En cambio, en aquellos lejanos
tiempos, la Tierra estaba cubierta por
una dorada capa de polvo y arena. Las
extensas planicies, dunas y colinas
73
LLLcambiaban de forma permanentemente
tras el persistente paso de los vientos.
Es que vivian en la Tierra los cuatro
vientos. Cuatro vientos que soplaban
por turnos, sin atropellarse, sin
ofuscarse por lo que hacia uno o
deshacia el otro.
Durante todo el dia y también en la
noche, en un afan sin descanso, se
dedicaban a dibujar bellas ondulaciones
de polvo y arena. Y cuando se sentian
de buen humor, levantaban nubes de
color ladzillo para formar en el espacio
figuras de seres que alin no habian
nacido. Con entusiasmo echaban a
andar la imaginacién y creaban siluetas
y formas que se desplazaban por los
valles desolados.
Los cuatro vientos se sentian
orgullosos de saberse los tinicos
elementos capaces de generar suitiles
movimientos en la solitaria Tierra.
Todo marchaba bien, hasta que un
dia el Viento Norte se aburrié de ver
desaparecer su trabajo que tantos
soplidos le costaba. Como siempre, el
74
Viento Sur le seguia los pasos y de un
estornudo desvanecia sus dunas, colinas
y nubecillas de polvo.
Refunfufiaba molesto el Viento
Norte. Se iba a otros valles para realizar
su trabajo con tranquilidad, pero alla
llegaban el Viento Sur, el Viento Este y
el Viento Oeste y cada cual, aprovechando
sus turnos, demolia de un suspiro lo que
al Viento Norte le significaba tanto
esfuerzo. Entonces comenzé a hacer jo
mismo que sus compafieros, pero no se
sintié bien. Cuando destruia las figuras
75mee
de los demas vientos, sus redondeados
pomulos se sonrosaban de vergiienza.
No soportando mas la terrible
situacion, rugié con furia el Viento Norte
Hamando a los demas vientos a una
reunién urgente. E] punto de encuentro
seria justo sobre las escarpadas quebradas
andinas. Y allf se juntaron una mafiana
muy temprano, cuando recién el sol
recteaba los colores de tanta piedra y
roquerio.
—Los turnos no dan buen resultado,
olvidense de ellos. Ya no soporto ver c6mo
mi obra se diluye por la irresponsable
accién de ustedes ~rezong6 el Viento
Norte muy enojado.
~Yo pienso lo mismo de ti.
-Y tti no lo haces nada de mal.
—Pero qué podemos hacer si todas las
figuras que aparecen en la Tierra nos
pertenecen. No tenemos oiro lugar donde
soplar.
Los reclamos se desplazaron por las
montafias, chocaron con los pefascos, se
internaron por las quebradas y
hondonadas, asumiendo un tono grave y
76
enérgico, para regresar donde ellos se
encontraban, como un eco a cuatro voces
jamds escuchado hasta aquel momento.
-Como ven -conciuyé el Viento
Norte- estamos molestos porque nuestras
obras nunca perduran.
-Entonces creemos algo que viva
permanentemente en la Tierra, se
desarrolle solo y que no sea destruide por
nuestra propia fuerza -sefialé el Viento
Sur entusiasmado y angustiado a la vez,
por no saber qué podrian hacer que
cumpliera tales caracteristicas.
El Viento Oeste, tan viajero y
conocedor de las interminables rutas de
la Tierra, apunté dudoso:
~Y si soplaramos juntos, ;qué
sucederia?
~jUna tragedia de consecuencias
incalculables! -respondid el Viento Sur
con firmeza.
~Tienes razén, amigo. Un choque de
vientos provocarfa un estruendo
ensordecedor. Generariamos tanta
energia, que a lo mejor ni siquiera la
podriamos controlar después —declaré
temeroso el Viento Este.
72.~Por algo soy el Viertto Oeste y saben
que conozco mucho mundo. Pocas veces
me aburro como ustedes: me gusta
experimentar. Les prometo que hacer
cosas diferentes, nuevas, es bastante
entretenido.
~jAcordado! -exclamaron todos los
vienttos impulsivamente.
Y de nuevo el eco regresé de las
montafias, pero ahora con voces
animadas y alegres.
Pronto comenz6 la fiesta de los
cuatro vientos. Cada uno retrocedié a su
lugar de origen y desde alli se abalanzé
hacia el centro del valle; hacia el punto
donde se encontrarian para reventar en
un pederoso abrazo.
El cielo se iluminé y nacié por
primera vez el relampago. Un rayo
recorté con violencia el espacio y se
enterré en los arenales.
—jAllé vamos! -gritaban los cuatro
vientos. Y la Tierra se estremecia con las
tormentas eléctricas, con los
relumbrones de energia desbocada.
Nadie habia para asustarse, Nadie
73estaba para admirarse. Nadie se sentiria
dafiado, porque nadie existia todavia.
iNadie? Un momento: cosas
extraordinarias estaban sucediendo en
todas partes. El cielo se empezo a nubiar,
no con polvo, sino con diminutas
particulas de agua.
Los cuatro vientos decididamente
habfan perdido la compostura.
Empujaron las nubes, se recostaron
sobre su mullido lomo o se ecultaron en
su espesura preparandose para otro
encuentro.
Y de nuevo los relampagos, los
rayos, pero ahora algo mis... jla lluvia!
La primera lluvia sobre la reseca faz de
la Tierra. A lo lejos las montafias se
cubrieron de nieve, por las quebradas
bajaron limpios hilos de agua que fueron
uniéndose como brazos amistosos para
formar los primeros rios. Fue entonces
cuando la Tierra se sintié palpitar como
si fuera el unico corazén con vida del.
Universo.
Pasaron los dias, los afios, los siglos,
los milenios y los cuatro vientos se
80
sentian muy regocijados cuando veian
crecer las plantas, los arboles, las flores,
los animales, siempre cerca de los
riachuelos. Los cuatro vientos estaban
muy dichosos por su nueva obra. Pero
habia mucho que hacer todavia. Era tal
el trabajo pendiente, que casi no tenian
tiempo para conocer en su totalidad la
nueva creaciOn que se multiplicaba por
la Tierra, sola y maravillosamente.
Hasta que regresaron a sus
conciencias las preocupaciones. Com-
prendieron que no serian capaces de
cuidar lo que habian hecho, solos jamés
lo lograrian. Entonces convinieron que
debian colaborar para que naciera
aiguien que los ayudara a cuidar lo que
tanto amaban. No querian por nada
regresar a los ingratos tiempos de los
turnos, cuando todo lo que hacfan
desaparecia sin dejar huellas ni
recuerdos.
Y se reunieron de nuevo enel lugar
que acostumbraban cuando habia
problemas importantes: en las montarias
andinas, tan hermosas con sus cimas
81nevadas. Porque todo estaba cambiado:
las quebradas recogian las vertientes y
numerosos arbustos y animales convivian
alrededor de aquellas aguas frescas y
perfumadas. También los pajaros
ensayaban los vuelos aprendidos de los
vientos.
-;Quién protegera lo que hemos
hecho? -comenzé a hablar el Viento Este,
sintiéndose duefio de casa, porque habia
nacido en la cordillera de los Andes.
-No creo que lo sepamos todavia.
Pero pienso que sien a Tierra ha creciclo
todo lo que hemos hecho, la Tierra es el
lugar preciso para que formemos a
nuestro guardian y nuevo compafiero.
Asi reflexioné el Viento Oeste,
siempre muy sabio y conocedor de
tantas cosas.
-jPero qué forma tendrd? -pregunté
el Viento Norte, muy dispuesto a
colaborar.
-La forma de nuestra sabiduria, de
nuestros sentimientos, de nuestras
alegrias -somid el Viento Oeste y agregs-:
bajemos a los valles como en nuestros
82
mejores tiempos. Por el camino
Henémonos de buenas intenciones;
vecordemos lo mejor de cada uno para
fertilizar con nuestro espiritu, un punhado
de tierra. Ya veremos los resultados; nada
malo sucederd si le ponemos todo el
ernpenio y la inspiracion.
Asi lo hicieron. Suaves soplidos de
cuatro vientos fueron formando una
figura. Cada soplido portaba un mensaje
de viejos trotamundos. Cada vientecillo
fue redondeando un cuerpo que
lentamente se erguia desde Ja tierra y con
la terra.
Hasta que por fin aparecid por
primera vez la singular figura del
Hombre de los Cuatro Vientos.
El hombre dio los primeros pasos,
imprecisos, dudosos, pero tenazmente
exploradores. Cuando sus ojos
registraron el impresionante horizonte
verde, plasmado de vida, cuatro
vientecitos susurraron en sus ofdos.
Entonces el Hombre de los Cuatro
Vientos apunté con un dedo al érbol, al
rio, al pajaro, ala montafia y a cada uno
le puso el nombre que ahora tienen.
83Después se fue caminando hacia el
bosque para seguir nominando las
hierbas, los insectos y las flores
silvestres. Al atardecer se sentia agotado.
En unclaro del bosque vio un tranco
caido como si fuera un animal dormido
sobre la espesa alfombra dei pasto. Se
sent6 estirando sus cansadas piernas
sobre la hierba, apoy6 la espalca en el
tronco, sintiendo su reciedumbre
protectora, y pronto sus ojos se cerraron,
dejando abierta la invitacion para que
sofara con miles de trabajos y viajes,
mientras cuatro suaves vientecilios
refrescaban sus placidas mejillas.CUENTOS MAGICOS DEL SUR DEL MUNDO
_ reine tres cuentos donde la realidad y la
fantasia generan expectativas en el publico
lector: équién no ha sofiado con tener un
amigo que sea capaz de pintar al mundo?,
écémo sobrevivieron los pueblos del sur
cuando la civilizaci6n Wleg6 con su aplastante
tecnologia?, el viento... ées uno solo o son
varios? Y si son varios, ¢qué pasaria si se
reunieran?
HECTOR HIDALGO, reconocido autor de
literatura infantil, desarroll6 en esta obra,
su mejor faceta sensitiva y comunicativa.
Sus creaciones siempre han sido reconocidas
por el publico lector y tos docentes: La
mujer de goma, El pino en la colina y otros
cuentos, Receta para espantar la tristeza
y Cuentos magicos del sur del mundo, todos
ellos publicados por Ediciones SM.
Al partir de F avis
ISBN 956-264-235-6