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Eugenia Sainz
Dipartimento di Studi Anglo-Americani ed Ibero-Americani
Università degli Studi di Ca’Foscari , Venezia
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00Con201.book Page 28 Monday, January 24, 2005 4:49 PM
Aquellas líneas eran el retrato exacto, la emoción pura de la reina de Egipto (se
refiere al dibujo titulado “Cleopatra”). (…) Yo he pensado y hecho estos dibujitos
con criterio poético-plástico o plástico-poético en justa unión. Y muchos son
metáforas lineales o tópicos sublimados como el “San Sebastián” y el “Pavo real.”
He procurado escoger los rasgos esenciales de emoción y de forma, o de super-
realidad y de super-forma para hacer de ellos un signo que como llave mágica nos
lleven a comprender mejor la realidad que tienen en el mundo. (…) Estos dibujos
son poesía pura o plástica pura a la vez. Me siento libre, confortado, alegre, niño
cuando los hago. Y me da horror la pintura que llaman directa que no es sino una
angustiosa lucha con las formas en las que el pintor sale siempre vencido y con
obra muerta. (III, 1026)
Pues bien, el presente artículo nace de dos hipótesis: creemos, en primer lugar, que
el interés de Lorca por la nueva pintura es aún más temprano, anterior a la publicación en
1918 de Impresiones y paisajes; sospechamos, en segundo lugar, que dicha familiaridad
lorquiana con el lenguaje pictórico pudo incidir en la génesis de su simbolismo cromático
y, en particular, en el origen de la negatividad de dos colores: el verde y del amarillo, el los
cuales resulta oscura la motivación desencadenante del desplazamiento metafórico
implícito. Con el objetivo de dar respuesta a ambas hipótesis proponemos el análisis
estilístico del primer libro del autor, Impresiones y paisajes.
necesario ver por las plazas solitarias a las almas antiguas que pasaron ppor ellas, es
imprescindible ser uno y ser mil para sentir las cosas en todos sus matices.” 2 En este sentido,
no sólo el tipo de mirada, sino tambien las emociones expresadas (vaguedad, melancolía,
tristeza…) son características del sentir modernista y no necesariamente atribuibles al autor.
Como señala Nelson Goodman, “No existe un uso emotivo de los símbolos, sino, más bien,
un uso simbólico, es decir, cognoscitivo, de las emociones.” (XVI)
Ahora bien, la utilización de un determinado código simbólico no significa
dependencia irremediable y absoluta. Un artista puede legítimamente proponer un cambio
de lenguaje y revelar, al renovar los esquemas consuetos de percepción, un nuevo modo de
ver y de ser el mundo. De hecho, a la altura de 1918 el movimiento vanguardista euopeo
estaba en pleno auge. El expresionismo deformaba brutalmente el tema simbolista: forma
y color se independizaban del referente. Con “Las señoritas de Avignon” Pablo Picasso
anulaba en 1097 el enfoque único e inmóvil de la mirada tradicional y revelaba la
multiplicidad de puntos de vista implícitos en la aprehensión del objeto. Nacía el cubismo
y con él, los lienzos de Braque, Gris, Delaunay, Duchamp, Leger…En 1909 había
aparecido el primer manifiesto futurista y, desde raíces simbolistas, Kandinsky, Klee y
Matisse se sumergían en la abstracción formal.
El joven poeta que compone Impresiones y paisajes conocía bien los nuevos derroteros
del arte. Y es esta condición epigonal de la obra, esta conciencia de estar creando “a la antigua
usanza,” de estar interpretando el mundo como lo hiciera la generación anterior y desde un
contexto histórico-artístico completamente diverso, lo que confiere a su mirada de creador la
distancia necesaria, no tanto para describir modernistamente, sino para reflexionar sobre lo
que ello significa; de ahí la dimensión metapoética o meta-modernista del texto.
Efectivamente, desde nuestro punto de vista, Impresiones y paisajes es
simultáneamente un descripción modernista del paisaje español y una reflexión
metapoética sobre la naturaleza del hecho artístico y, en concreto, de la representación y de
la expresión, desde los presupuestos de la estética (pictórica y literaria) modernista. Para
Lorca es evidente que sus impresiones paisajísticas no son sino construcciones de la mirada
y del lenguaje -“Quizá no asome la realidad su cabeza nevada”-anunciaba en el Prólogo.
Significativamente, el último apartado es una serie, no de impresiones sino de “recuerdos”
de impresiones y lleva por título “Temas,” es decir, objetos que la mirada artística -y sólo
ella- convierte en “sujetos.” Lorca es consciente, además, que el mundo modernista está
llamado a desaparecer como el propio sistema lingüístico que la ha hecho posible. Esta
conciencia de fin de epoca está intensamente presente en la serie temática Jardines.
Pronto desaparecerá el jardín. Hay que borrar las obras de los otros siglos…Es
triste…Pero la fiesta galante cesó…(…) el estanque se cegó y los cisnes se los
comieron fritos un día de hambre los sucesores de aquellas familias maravillosas.
Son otros cisnes los de hoy…(…) La marquesa Eulalia cesó de reír. ¡Es
irremediable! Primero desaparecieron las ninfas. Luego las marquesas y los abates,
ahora quizá morirán los poetas…(…) Las sedas, los encajes, los jarrones, los
camafeos, se hundieron para siempre. Sólo nos quedó vivo de la época el
jardín…que es el cementerio de todo aquello…guardado por cipreses…(…) es
Cuando el sol se oculta tras las sierras de bruma y rosa, y hay en el ambiente una
colosal sinfonía de religioso recogimiento, Granada se baña de oro y de tules rosa
y morados.
La vega, ya con los trigos marchitos, se duerme en un sopor amarillento y
plateado, mientras los cielos de las lejanías tienen hogueras de púrpura apasionada
y ocre dulzón.
Por encima del suelo hay ráfagas de brumas indecisas (…) “La sierra es color
violeta azul fuerte por su falda, y rosadamente blanca por los pinachos. (IV, 131)
En la Andalucía solar, Lorca evita cuidadosamente -con celo pictórico- los momentos
de máxima luz, porque sabe, como Regoyos, que el sol no se puede pintar: “La luz fuerte
repugna…Es absurdo pretender pintarla…¿Delante de qué obra maestra se guiñan los ojos,
como hay que guiñarlos bajo el sol? Al acabarse la bruma matinal, desaparecen en Castilla los
tonos posibles de manejar con la paleta.”6 Le fascinan, en cambio, los distintos matices de la
luz en cada estación (capítulo V) o las modulaciones que ésta experimenta a medida que
pasan las horas. Por eso, los párrafos avanzan al ritmo lento del amanecer y el texto deja caer
puntos suspensivos que esperan con paciencia la salida del sol. Y todo en un presente
atemporal que inmortaliza, como el lienzo impresionista, el hechizo momentáneo de un
paisaje siempre distinto: “El sol aparece casi sin brillo…y en ese momento las sombras se
levantan y se van…la ciudad se tiñe de púrpura pálido, los montes se convierten en oro
macizo, y los árboles adquieren brillos de apoteosis italiana.” (IV, 121).
Ahora bien, la pintura impresionista, pese a su denuncia y rechazo de la falsedad del
realismo, seguía prendida de las formas naturales. Kandinsky, de hecho, mantendrá hacia
las tendencias impresionistas una distancia respetuosa. Valora su faceta novedosa y
renovadora, pero advierte también en ellas el peligro del dogmatismo fotográfico:
expresa metafóricamente, sino que se describe mediante una adjetivación poco plástica o
se intenta explicar mediante perifrasis. “Calles silenciosas con hierbas, con casas de
hermosas portadas, (…) con jardines admirables de color y de sonido.” “En los días claros y
maravillosos de esta ciudad magnífica y gloriosa, el Albayzín se recorta sobre el azul único
del cielo rebosando gracia agreste y encantadora.” (124) “La luz es tan maravillosa y única que
los pájaros al cruzar el aire son de metales raros, iris macizos, y ópalos rosa…” “El Albayzín
se amontona sobre la colina alzando sus torres llenas de gracia mudéjar…Hay una infinita
armonía exterior.” (122).7
En la calle no había gente. Las casas son negras y verdosas y están cerradas sus
puertas. En el suelo hay yerbas y una humedad que cala todo el cuerpo. El
ambiente de leyenda y religiosidad se está mascando. En todos los sitios hay
escudos rotos y borrados por los años que parecen que sueñan con edades pasadas.
(…)
Ávila es una ciudad parda, verde y negra. Ávila es una ciudad de ensueño y
poesía. Nunca se puede imaginar cómo es, y aun teniéndola delante duda uno si
aquellas murallas son de piedra o si son levantadas por la quimera una noche de
ensueño (…)
Las cruces dan sombra de pasado. Hay al pasar por los arcos y encrucijadas
rarísimos efectos de luz. El silencio es tan callado que se oye cantar al río. Las
iglesias y capillitas románicas se suceden sin interrupción. Muchas están mustias
y destrozadas. Las yerbas que son amantes de las piedras las cubren y besan con
pasión (…)
…ciudad del pasado. Tienen sus calles verdosas y aplanadas una quietud y
una solemnidad trágicas. (IV, 1058)
calma mortal. El verde irrumpe en forma de yedras, hierbas, musgo, moho, chopos y
cipreses; el amarillo es luz de luna y color de jaramago.
Tal es la negatividad del verde, bajo cuyo influjo aborta todo brote de vida, que Lorca lo
define como el “no-color” y comenta su ausencia como un rasgo positivo:
El palacio del antiguo cabildo que está en una esquina es una masa negra y
amarilla y verde y sin ningún color. Sus ventanas vacías miran extrañamente y sus
escudos medio borrados parecen sombras. (112)
Va modulando la luz tonos con espíritu de piedra preciosa, hasta llegar a una
expresión fantástica rosa y fuego, que poco a poco va tornándose en polvo
amarillo de suavidades topacio. No hay más verde que las alamedas y los labios de
las acequias…(IV, 156).8
En los ejemplos citados vemos aparecer por primera vez el verde fatidíco del
“Romance sonámbulo” y el amarillo trágico del “Amor muerto.” Estamos ante una nueva
mirada y un nuevo código simbólico que nos enfrenta a una concepción más bien
expresionista de los colores. De hecho, en “La Cartuja” asistimos aun hipotético diálogo
entre un defensor del naturalismo a ultranza ( “!Ay! –exclamarán muchos- ¡qué disparate!
¡Estas esculturas son magníficas! ¡Note usted la maravilla de esas manos! ¡Fíjese usted, qué
cosa tan anatómica!) y el protagonista: “-Sí, sí, señor, pero a mí únicamente me convence el
interior de las cosas, es decir, el alma incrustada en ellas, para que cuando las contemplemos
puedan nuestras almas unirse con las suyas. Y originar en esa cópula infinita del
sentimiento artístico el dolor agradable que nos invade frente a la belleza…A esta estatua
de San Bruno, tan cacareada por sabios y no sabios, únicamente le observé, mejor, le puse
toda la indiferencia cartujana. Bien es verdad que el autor no quiso hacer la estatua
indiferente, pero así me resultó a mí.” (IV, 69).
Pues bien, para comprender el origen de este nuevo símbolo, constante en las
descripciones castellanas como expresión de muerte y abandono y presente igualmente en
las series “Jardines y Temas,” nos es de utilidad un comentario del propio García Lorca en
la ya citada conferencia “Sketch de la nueva pintura”:
La espiritualidad del arte del Greco no podía pasar desapercibida y de ahí que, a
través de Cézanne, se convirtiera en un importante punto de referencia para la naciente
vanguardia. Sin embargo, tal y como señala Francisco Calvo Serraller, no fue éste el único
cauce de introducción. Por las mismas fechas -la década de los ochenta-, pintores como
Ignacio Zuloaga (1870 - 1945) y Darío de Regoyos descubren en el Greco las claves
pictóricas para reinterpretar y actualizar la imagen goyesca de España desde presupuestos
simbolistas.
Los círculos intelectuales belgas del fin de siglo, entre los que se encontraba el joven
Darío de Regoyos, se identificaban especialmente con la segunda época del pintor barroco,
a la que pertenecen lienzos tan inquietantes y antirrealistas como el Cristo agonizante o el
Cristo muerto. En compañía de su amigo y poeta Emilio Verhaeren, Regoyos realiza un viaje
por España. El resultado fue un libro que se publicó en la revista barcelonesa Luz a lo largo
de 1898 y que llevó el significativo título de España negra.
Greco. Zuloaga, desde su distante presente, siente la pervivencia del símbolo; encuentra a
su España anclada en ese verde (místico, pasivo, quieto, solitario, aislante, trágico en su
indiferencia) y lo incluye en su paleta para expresar el alma de un pueblo que parece
ensimismarse en sí mismo y distanciarse voluntariamente del futuro. 11
Frente al primer Regoyos, que necesita del motivo trágico para justificar la presencia
del verde-muerte, Zuloaga ahonda en el espíritu del objeto contemplado (paisaje, rostro,
ciudad, escena) y lo convierte en símbolo de la España finisecular. Es la suya una pintura
intelectual, de emociones y de ideas, creada con el alma y con el cerebro para expresar
plásticamente el carácter de todo un pueblo. Así lo reconoce él mismo en los breves apuntes
que nos ha dejado:
…y dieron las tres y las cuatro…En el mesón se notó un movimiento, todos los
que estaban en él se levantaron; por un lado del paisaje se oía un ruido que fue en
creciente hasta que apareció un automóvil dando gritos antipáticos con su
bocina, y se detuvo en la puerta del mesón. Montaron todos en sus asientos y yo
también, preguntando extrañado: ¿Pero hay automóviles?…La maritornes
arrastaba a un cerdo atado con una soga hasta colocarlo en su zahurda.
Los niños y la madre hastiada se colocaron curiosos en la puerta para vernos
marchar…y dieron las cuatro y media. Un castellano, con reflejos de sol en la cara
y con las manos en los bolsillos, miraba indiferente a todas las cosas…. El
automóvil partió…(III, 1062) 13
En las colinas doradas que cercan la ciudad la calma solar es enorme, y sin árboles
que den sombra tiene allí la luz un acorde magnífico de monotonía roja…Ávila es
la ciudad más castellana y más augusta de toda la meseta colosal…
Por las calles llenas de quietud y oro del crepúsculo, se desemboca en una
plaza que posee una iglesia dorada que la tarde hace un inmenso topacio…(…) En
el fondo sobre las colinas, hay una lumbrada de color rojo, y encima de los campos
un polen amarillento y suave. La ciudad se tiñe de color anaranjado y las campanas
dicen todas el ángelus con un aire pausado y ensoñador…(IV, 60)
Como Zuloaga, también Lorca reduce ahora la presencia del azul,15 color tan
rubeniano, que aparecía, bajo las más diversas tonalidades (azul brillante, azul violeta, azul
suave, rosado, brumoso) en las impresiones granadinas. Como el verde, que pierde su brillo
de Madrid. El discurso, que sería publicado en “Hermes,” Revista del País vasco, mayo de 1921, puede
encontrarse en VV.AA. (1986: 55)
7 Es evidente la distancia existente entre este primer Lorca “explicativo” y el de 1927. Curiosamente, en el
ya citado “Sketch de la nueva pintura” juzgará muy duramente a los impresionistas, quizá sin darse cuenta
de que también él lo había sido (Veáse G. Lorca 88).
8 Elverde como negación del color (equiparado, por tanto, al negro) aparece también en “Encrucijada,”
composición de 1920 perteneciente a Libro de poemas: “¡Oh, qué dolor no tener / Dolor y pasar la vida /
Sobre la hierba incolora / De la vereda indecisa.” (I, 137). De hecho, la simbología cromática del verde y del
amarillo, representada a menudo a través de motivos vegetales (hierbas, malezas, yedra, musgo,
parra,chopos, cipreses, bosque,…), es ya sistemática en este poemario, que reúne composiciones de 1919 y
1920. Véase, por ejemplo, “Veleta,” “Los encuentros de un caracol aventurero,” “Canción primaveral,” “El
presentimiento,” “Paisaje,” “La veleta yacente,” “Encrucijada.”.. .
9Marc Franz, “Bienes espirituales,” en W. Kandinsky y F. Marc, El jinete azul, Barcelona, 1989, pág. 34.
He tomado esta referencia de Francisco Calvo Serraller, “Sorolla y Zuloaga: luz y sombra del drama
moderno de España,” En VV.AA. (1997: 48).
10 Años más tarde, Verhaeren hará el siguiente comentario en un catálogo de una muestra retrospectiva
expuesta en París en 1914: “¿No está la tristeza siempre presente en el alma española? ¿Qué son las danzas
y corridas sino distracciones violentas y locos alardes? (. . .) ¡Cuánta angustia, fiebre y crueldad mezcladas
al placer! (. . . )De Barcelona a Gibraltar y de La Coruña a Cádiz, España entera únicamente admite la
alegría que hace sufrir. España no siente su caricia, sino su quemadura. El heroísmo que le queda lo dedica
al canto, a la danza, a la risa y a amar dolorosamente.”
11
Ésta es, de hecho, la interpretación que un declarado europeísta como Ortega y Gasset hace de “El enano
Gregorio el Botero” en un artículo periodístico de 1911 aparecido en El Imparcial. (Ortega y Gasset J., “La
estética de “El enano Gregorio el Botero,” en la página 155 de VV.AA. (1997). Sorolla & Zuloaga. Dos
visiones para un cambio de siglo, Bilbao Vizkaia Kutxa y el Museo de Bellas Artes de Bilbao)
12
Obsérvese la coincidencia de las ideas simbolistas del pintor vasco con las que sostenía Lorca-protagonista
en su diálogo de “La Cartuja: desdecho del realismo y de la similitud, vocación de síntesis, fidelidad al
espíritu del objeto (“mundo interior” de la naturaleza) y voluntad de provocar una reacción emotiva en el
espectador (“principio del contacto adecuado con el alma humana” o “principio de la necesidad interior”).
Significativa es también la importancia que da Zuloaga a la razón, al cerebro. Para llegar a Kandinsky y
entrar en la vanguardia falta el abandono del tema y la liberación absoluta de la forma.
13
En cualquier caso, con ambigüedad característica del 98, Lorca denuncia, pero también exalta. No
obstante su actitud crítica, como hiciera Unamuno, Lorca se emociona ante el recuerdo de una historia
construida a base de misticismo, heroísmo y pasión (véase “Meditación,” en G. Lorca, IV, 54–55)
14
La composición verde-amarillo-rojo la encontramos también en el ya citado Libro de poemas.
Recordemos, por ejemplo, algunos versos de la “Elegía a Doña Juana la Loca,” donde los tres colores se
repiten una y otra vez en dramáticos paralelismos de color. Esta combinación cromática, que estará
igualmente presente en la elaboración de muchos de sus dibujos - “Muchacha granadina en un jardín, “La
monja gitana,” “Verde que te quiero verde,” “Joven y pirámides,” “Ilustración del 900,” “Busto de hombre
muerto,” etc.- le servirá, incluso, para representar la visión de su propia muerte. Así termina el poeta su
conferencia “Imaginación, inspiración, evasión” en 1929: “Éste es mi punto de vista actual sobre la poesía
que cultivo. Actual, porque es de hoy. No sé mañana lo que pensaré. Como poeta auténtico que soy y seré
hasta mi muerte, no cesaré de darme golpes con las disciplinas en espera del chorro de sangre verde o amarilla
que necesariamente y por fe habrá mi cuerpo de manar algún día.”
15 “Hay que huir del azul (color de moda), porque es muy peligroso”- aseguraba el pintor vasco.“(…) En
fin, de todo menos de esa cocina impresionista donde todas las salsas están hechas con azul. Hay azules
magníficos; pero la mayoría de los que se ven en los cuadros son antiarmoniosos. (Lafuente Ferrari, 211)
Bibliografía
Carmona, Eugenio, “Federico García Lorca, el Sketch de la nueva pintura y las opciones de lo moderno”
en FGL (Boletín de la Fundación Federico García Lorca), Año XI, número 21–22, Diciembre, 1997,
Universidad de Granada, Granada.
García Lorca, Federico (1996), Obras completas, Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores, Madrid. Edición
de Miguel García Posada.
García Posada, Miguel (1979), Federico García Lorca, EDAF, Madrid.
Gombrich, Ernst H. (1956), Arte e illusiones. Studio sulla psicologia della rappresentazione pittorica, Einaudi,
Torino, 1977.
Goodman, Nelson (1968), I linguaggi dell’arte, Il saggiatore, Milán, 1976.
Kandinsky, Wassily (1982), De la espiritualidad en el arte, Barral Editores, S.A., Barcelona.
Lafuente Ferrari, Enrique (1972), La vida y el arte de Ignacio Zuloaga, Revista de Occidente, Madrid.
Regoyos, Dario y Emilio Verhaeren, España negra, Taurus, Madrid (sin fecha de edición).
Venturi Lionello (1970), La via dell’impressionismo. Da Manet a Cézanne, Einaudi, Torino.
VV.AA. (1986), Darío de Regoyos (1857–1913), Madrid. Edición de la Fundación Caja de Pensiones.
VV.AA. (1997), Sorolla & Zuloaga. Dos visiones para un cambio de siglo, Bilbao Bizkaia Kutxa y Museo de
Bellas Artes de Bilbao. Exposición celebrada en 1997 (noviembre 1997-febrero 1998). Edición de
Francisco Calvo Serraller.