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“El filósofo es similar a un explorador en tierras desconocidas, de ello se sigue que la tierra griega debió
parecerle al protofilósofo algo así como una tierra extranjera y que la propia lengua griega, en la que se
depositaba la memoria colectiva y la identidad de un pueblo, debió parecerle de pronto al hablante griego algo
inusual y objeto de admiración, un poco como les sucede a ciertas palabras cotidianas cuando, desplazadas de
manera imprevista de su contexto natural, aparecen en toda su extrañeza con tal fuerza que, al encontrarnos ante
su materialidad, casi nos sorprendemos el haberlas usado siempre con tanta naturalidad… la admiración a la que
remite Sócrates el inicio del filosofar no surge de ninguna sublime emoción estética sino, de manera más
prosaica, de hacer que quede fuera del curso del discurso de las aporías sofísticas… la filosofía para aparecer a la
luz, ha tenido necesidad de un originario distanciamiento del hablante respecto a la lengua que él habla y
respecto a la cultura a la que él pertenece…”.1
Al respecto, podríamos decir con el Foucault de Las palabras y las cosas, que en el
fondo se trata de un método subsidiario de una filosofía del sujeto y de la conciencia,
justificado por esa especie de empírico-trascendental de filiación kantiana llamado Hombre.2
Pero creemos que hay mucho más que eso, que hay una forma de hacer filosofía que es la del
propio Foucault en su trayectoria investigativa, principalmente cuando demanda una
ontología del presente o de nosotros mismos, así como esbozando las tecnologías del sí-
mismo desde los misterios órficos y el cuidado de sí, caracterizándose por lo que Morey ha
denominado “una filosofía etnológica”.3
Claro que para aquellos que busquen de una u otra manera la superación a través del
mismo, sea de las condiciones de posibilidad de lo real según finalidades trascendentes, o para
aquellos que busquen acceder a lo que está más allá de toda posibilidad, no vean en esta
exploración más que una pérdida de tiempo. Creemos que la generación de conocimiento
sobre la subjetividad, en tanto actividad de la propia subjetividad a partir de la actitud de ver
como extraño lo propio y como propio lo extraño, permite la proliferación de diversos
procesos que combinan tanto evaluaciones (lo que implica comparar diferentes subjetividades
en tiempo y espacio), como prospecciones (que conllevan la proyección de nuevos límites de
lo posible que son sui generis). En dicha combinación de evaluación y prospección, se puede
superar la cosificación y la introspección al mismo tiempo, las puras objetivaciones y
subjetivaciones, su misma distinción naturalizada. Aquél asombro destinado sólo para los
iluminados y privilegiados, desde donde se producían los componentes ideacionales que luego
eran culturizados y así se convertían en modelos y estructuras de subjetivación, puede, al
orientarse hacia la propia subjetividad, habilitar un espacio de experiencias tendientes a la
5
Bataille, G. La experiencia interior. Taurus, Barcelona, 1972 [1954].
autonomía, en tanto se reconozca que la misma se alcanza en la realidad y nunca en algún otro
lugar o no-lugar (mundo de las ideas, como en la milenario teoría de los dos mundos).
6
Arendt, H. Filosofía y política. Heidegger y el existencialismo. Besatari, s/d, 1997 [1957], p. 53.
7
Wittgenstein, L. Tractatus logico-philosophicus. Alianza, Madrid, 1987 [1921].
Extrañamiento y quehacer antropológico
Ese otro que primero fue objeto de dominación desde una ciencia etnocentrista como
la de los evolucionistas del siglo XIX, luego será sujeto de re-conocimiento (ver en los otros
lo que somos por contraste), y posteriormente sujeto de co-conocimiento, una vez que la
racionalidad occidental baje de su pedestal. Igualmente desde el primer momento, el
fundacional bajo una matriz evolucionista, el otro ya aparece como una existencia particular,
lo que constituye –a pesar de la linealidad planteada– una singularidad propicia para una
visión tendiente a la desencialización de lo humano. Dicho relativismo metafísico, a pesar de
ser acallado y sojuzgado por las exigencias doctrinarias de entonces, persistió, y luego se
radicalizó infructuosamente en las últimas décadas del siglo pasado, alcanzando a plantearse
banalidades sin proyección más allá de los consumos editoriales. Lo interesante de todo esto
es la vocación hacia una experimentación del extrañamiento que la antropología generara
desde sus comienzos hasta la actualidad.
8
Velasco, H. – Díaz de Rada, Á. La lógica de la investigación etnográfica. Trotta, Madrid, 1997, p. 216.
razón, inhibiendo la proliferación de saberes y perspectivas propias de una exploración de lo
desconocido.9
“El extrañamiento de la realidad es uno de los puntos que fundamenta la perspectiva del antropólogo
desde que a partir de Malinowski la investigación de campo se impuso como una marca de nuestra identidad
académica… Al no participar como nativo en las prácticas sociales de las poblaciones que estudia, en las
imposiciones cognitivas de una determinada realidad social, el antropólogo existencialmente experimenta en el
extrañamiento una unidad contradictoria, por ser al mismo tiempo aproximación y distanciamiento. Es como
estar delante de un sistema de signos –vivirlo relacionándose primeramente con sus significantes pero sin
comprender del todo sus significados–… Al estudiar ‘su’ propia sociedad, el antropólogo busca realizar la
operación inversa, convertir lo familiar en exótico, usando –por principio y por racionalización metodológica–
una posición de extrañamiento… al insertarse en realidades sociales de las cuales no participa en lo cotidiano,
desconoce (y ese desconocimiento es parte central del extrañamiento)… El antropólogo se ubica, así, en una
posición / perspectiva de una actor social ‘descalificado’, cuyo equivalente más próximo sería el niño…”12
9
Feyerabend, P. Contra el método. Esquema de una teoría anarquista del conocimiento. Planeta-Agostini,
Buenos Aires, 1994 [1970].
10
Álvarez Pedrosian, E. Gnoseo-lógica. Antropología y filosofía en el pensamiento del afuera. Arcibel, Sevilla,
2009 (En prensa).
11
Álvarez Pedrosian, E. “Teoría y producción de subjetividad: ¿qué es una caja de herramientas?”, en Rasner, J.
(comp.) Ciencia, conocimiento y subjetividad, CSIC-UdelaR, Montevideo, 2008, pp.121-151.
12
Lins Ribeiro, G. Lins Ribeiro, G. “Descotidianizar. Extrañamiento y conciencia práctica, un ensayo sobre la
perspectiva antropológica”, en Boivin, M. F. – Rosato, A. – Arribas, V. (comp.) Constructores de otredad.
Eudeba, Buenos Aires, 1998 [para el artículo 1989], pp. 233-235.
“Aunque el etnógrafo puede adoptar una variedad de roles, el objetivo de cada uno de ellos es
mantenerse en una posición más o menos marginal. Como señala Lofland, el investigador elabora
‘interpretaciones creativas’ desde la posición marginal de estar, simultáneamente, dentro y fuera. El etnógrafo
debe estar intelectualmente suspendido entre la ‘familiaridad’ y el ‘extrañamiento’ mientras que, socialmente, su
papel oscila entre el ‘amigo’ y el ‘extraño’… Él o ellas son… los ‘nativos marginales’. No resulta fácil mantener
una posición de marginalidad puesto que ésta engendra una sensación de inseguridad constante…”13
“El etnógrafo, en su dinámica de inmersión y distanciamiento simultáneos, puede vivir una especie de
esquizofrenia. Pero este sentimiento, u otros equivalentes, debería ser tomado por lo que realmente es. No es
algo que necesariamente tenga que evitarse o ser sustituido por sensaciones más agradables de bienestar. La
impresión de estar ‘como en casa’ también es una señal de peligro… Siempre permanecerá algo sin mostrar, una
cierta ‘distancia’ intelectual y social. Porque es en el espacio creado por esta distancia que se efectúa el trabajo
analítico del etnógrafo. Sin esta distancia, sin este espacio analítico, la etnografía no será más que un relato
autobiográfico sobre una conversación personal…”14
Las figuras metafóricas han sido tres: la del niño, la del marginal, y la del
esquizofrénico. En los tres casos se trata de lo mismo: de posicionarse en los bordes de la
normalidad, la medianidad, o si se quiere, ejercitar el descentramiento del yo. Es significativo,
al respecto, la diferencia y relación de este enfoque con el manifestado por Heidegger en tanto
matriz de un importante conjunto de teorías contemporáneas sobre la subjetividad, luego de la
búsqueda de superación de la metafísica tradicional. La fenomenología existencial plantea
esencialmente el establecimiento de un análisis en torno a la medianidad del Dasein, que no
se corresponde con la media estadística, oponiéndose además a las ciencias biológicas,
antropológicas y psicológicas en tanto análisis necesariamente previo a la instauración de un
proceso de objetivación.15 El metafísico que dice destruir la metafísica occidental, se lanza a
la construcción de una nueva metafísica, la de un sujeto desfondado, en la cual toda ciencia
debe de subordinarse al análisis de las condiciones del ser, a partir del ser del Dasein, del ser
del ser-ahí. Existir, por tanto, puede ser concebido desde una posición comprensiva en
términos de la medianidad del ser, mientras que en las ciencias, desvalorizadas desde este
punto de vista, se hace hincapié en las posiciones contrarias, en las desplazadas, en fuga,
siempre con alguna distancia a partir de dicha medianidad. Todo distanciamiento desde el
13
Hammersley, M. – Atkinson, P. Etnografía. Principios en práctica. Paidós, Barcelona, 1994 [1983], p. 116.
14
Op. cit., p. 118.
15
Heidegger, M. Ser y tiempo. Ed. Universitaria, Santiago de Chile, 1993 [1927].
punto de vista etnográfico implica una inmersión, una instancia de ser-ahí que queda
implícita, a partir de la cual se establecen distancias, punto de referencia que al unir otros
puntos nos dan por diferencia una distancia, lo que es lo mismo que decir que el investigador
comienza su trabajo a partir de una autoconciencia reflexiva a la que se le da un estatus
existencial. Lo que a Heidegger le irrita, y en lo cual encuentra la piedra de toque para sus
argumentaciones contra toda ciencia humana, es que las mismas parten de dar por sentado
dicho ser del ser-ahí, la pregunta por el ser allí involucrada, esta filosofía de la conciencia a la
que nos referimos.
El desprecio por la práctica viene de lejos. La genealogía que realiza Arendt es, al
respecto, reveladora; al igual que la tesis sostenida por Bourdieu. En ambos casos, este
desprecio por la práctica fundamenta el de ambos sobre la filosofía en general, justamente por
esta razón. Nosotros creemos que lo que se desprende de sus críticas no es un mundo sin
filosofía, sino uno con una filosofía diferente a la hegemónica hasta entonces, donde el
programa fenomenológico existencial ocupara un lugar central. En el caso de Arendt, se nos
muestra el proceso que nos condujo desde el pensamiento griego clásico al divorcio de la
acción y la contemplación, pasando por la pérdida de la inmortalidad terrenal griega por
medio de la salvación cristiana, y nos conduce al proceso de racionalización moderno.16
Bourdieu recurre al mismo estrato histórico, y encuentra en la escuela socrática, de la mano
de Platón, la noción de scholé a la que somete toda la historia del pensamiento filosófico
posterior: “La disposición ‘libre’ y ‘pura’ que propicia la scholé implica la ignorancia (activa
o pasiva) no sólo de lo que sucede en el mundo de la práctica… en el orden de la polis y la
política, sino también de lo que significa existir, sencillamente, en ese mundo. Implica
asimismo, y sobre todo, la ignorancia, más o menos absoluta, de dicha ignorancia y las
condiciones económicas y sociales que la hacen posible.”17
16
Arendt, H. La vida del espíritu. Paidós, Barcelona, 2002 [para la sección I 1971, para la totalidad 1978].
17
Bourdieu, P. Meditaciones pascalianas. Anagrama, Barcelona, 1999 [1997], p. 29.
Los ilustres positivistas serán quienes darán el marco para la formación de los saberes
científicos sobre lo humano y sus fenómenos constituyentes. La fe en la razón, será la
potencia que ponga en funcionamiento los programas de investigación de las diferentes
disciplinas. En este contexto, la práctica, es concebida como un mundo neutral, evidente en sí
mismo. El asombro igualmente vendría de la experiencia, pero por los objetos en sí mismos
que se nos presentan en ella, y no junto al proceso que conllevan, el de su aparición y
experimentación. Tan solo los experimentos, en tanto son experiencias reguladas según
protocolos determinados, tienen un valor sustancial en relación a la producción de
conocimiento. Y como claramente lo expone Scott, a pesar de las críticas al positivismo desde
variadas tendencias históricamente alternativas, se ha mantenido la noción de experiencia
como “prueba en sí misma”, lo que en términos geertzianos ha sido conocido como el
argumento del “estar-allí” del etnógrafo moderno y en cierta medida contemporáneo.18
A lo largo de todo el proceso, se constata un hecho al que refiere Arendt, y tiene que
ver con la concepción de verdad y de historia, y de cómo se piensa la relación entre ambas.
Cuando la historia es concebida como un proceso privilegiado en forma de una sucesión
lineal, donde el pasado conduce inexorablemente al presente, y más aún, cuando se ha creído
en un horizonte de expectativas específico, y luego vivimos la decadencia de dicha
convicción, la experiencia en tanto instancia de conocimiento y reflexión es menospreciada.
Ello ocurre tanto desde el punto de vista de las ciencias como de la filosofía que trata de ser
asimilada por éstas, o que a lo sumo encuentran su razón de ser en la exposición lógica de las
condiciones de posibilidad de sus lenguajes, como en el neopositivismo lógico. Para éste, la
experiencia, que es fuente de todo conocimiento, no consiste en sí misma en nada más que en
un dominio natural de percepciones convertidas en datos al ser indicadas con un lenguaje
abstracto, un “lenguaje cosa” en expresión de Hempel.
Arendt, H. La vida del espíritu. Paidós, Barcelona, 2002 [para la sección I 1971, para
la totalidad 1978].
Foucault, M. Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas. Siglo XXI,
México, 1997 [1966].