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Filosofía Práctica e Historia de las Ideas

Director

Prof. Dr. Arturo Andrés Roig.

Comité Editorial

Adriana Arpini, Beatriz Bragoni, Cristian Buchrucker, Alejandra Ciriza, Estela Fernández Nadal,
Florencia Ferreira de Cassone, Roberto Follari, Norma Fóscolo, Omar Gais, Liliana Giorgis, Jorge Hidalgo,
Clara Jalif de Bertranou, Diego Lavado, Rosa Licata, Eduardo Peñafort, Estela Saint-André, María del
Carmen Schilardi, Luis Triviño.

Comité Asesor y Evaluador

Yamandú Acosta (Uruguay), Hugo Achugar (Uruguay), Carlos Bazán (Canadá), Hugo Biagini (Buenos
Aires – Argentina), Alcira Bonilla (Buenos Aires – Argentina), Carmen Bohorquez (Venezuela), Atilio Borón
(Buenos Aires – Argentina), María Eugenia Borsani (Comahue – Argentina), Tomás Calvo Buezas
(España), Victoria Camps (España), Horacio Cerutti (México), Enrique Dussel (México), Graciela Fernández
(La Plata – Argentina), María Teresa Flores (Buenos Aires – Argentina), Raúl Fornet Betancour
(Alemania), Pablo Guadarrama G. (Cuba), Violeta Guyot (San Luis – Argentina), Mario Heler (Buenos
Aires – Argentina), Frantz Hinkelammert (Costa Rica), María Cristina Liendo (Córdoba – Argentina), Mario
Magallón (México), Ricardo Maliandi (La Plata – Argentina), Álvaro Márquez Fernández (Venezuela), Victor
Martín (Venezuela), Ricardo Melgar Bao (México), Dorando Michelini (Río Cuarto – Argentina), Salvador
Morales (Cuba), María Inés Mudrovcick (Comahue – Argentina), Javier Muguerza (España), Carlos
Osandón B. (Chile), Carlos Paladines (Ecuador), Carlos Pérez Zabala (Río Cuarto – Argentina), Javier
Pinedo C. (Chile), Eduardo Rabossi (Buenos Aires – Argentina), Marcos Reyes Dávila (Puerto Rico), Manuel
Reyes Mate (España), María Luisa Rivara de Tuesta (Perú), María Elena Rodríguez Ozán (México), Miguel
Rojas Mix (España), Carlos Rojas Osorio (Puerto Rico), Luis Alberto Romero (Buenos Aires – Argentina),
María Luisa Rubinelli (Jujuy – Argentina), Gregor Sauerwaldt (Alemania), José Sazbón (Buenos Aires –
Argentina), Alejandro Serrano Caldera (Nicaragua), David Sobrevilla (Perú), Oscar Terán (Buenos Aires –
Argentina), Gabriel Vargas Lozano (México), Leopoldo Zea (México).

Comité de Publicación

Delia Albarracín, Fernanda Beigel, Ana Luisa Dufour, Mariano Maure, Marisa Muñoz, Marcos Olalla,
Dante Ramaglia, Cecilia Tosoni, Oscar Zalazar.

Año 1 / N° 1 ISSN N°: Diciembre de 2000


Toda correspondencia puede dirigirse a

Estudios de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas


INCIHUSA – CRICYT
Av. Adrián Ruiz Leal s/n (5500) Mendoza. Argentina
Casilla de Correos: 131 (5500) Mendoza. Argentina
Fax: 54 261 4202196 / 54 261 4287370
Email: estudios@lab.cricyt.edu.ar

Suscripciones
En Argentina u$s 24 (dos números);
en el exterior, vía terrestre u$s 30 (dos números);
vía aérea u$s 40 (dos números).
Giros o cheques a nombre de Adriana Arpini.
INDICE

Presentación

ARTURO ANDRÉS ROIG: Algunas consideraciones


sobre Filosofía Práctica e Historia de las Ideas ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
11

Dossier: Sobre la cuestión del sujeto

JOSÉ SAZBÓN: El sujeto en las ciencias humanas ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ 19

CARLOS ROJAS OSORIO: Foucault:


de la crítica del sujeto a la ética de la subjetivación ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ 37

ROBERTO FOLLARI: Sujeto, Lenguaje y Representación ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○


49

ESTELA FERNÁNDEZ NADAL: Memoria histórica,


conflictividad social e identidad política en el discurso
de la emancipación americana ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ 60

Artículos

ROBERTO FERNÁNDEZ RETAMAR:


De Drácula, Occidente, América y otras invenciones ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
81

FERNANDA BEIGEL: La herencia andina en el


proyecto socialista de José Carlos Mariátegui ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ 91

CRISTIAN BUCHRUCKER: La democracia en Latinoamérica


y las tendencias macrohistóricas de nuestro tiempo ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ 101

Comentarios de Libros

ADRIANA ARPINI: Dorando J. Michelini: La razón en juego.


Río Cuarto, Argentina, Ediciones del ICALA, diciembre de 1998.
186 p. ISBN: 950-99863-3-X ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ 113

MARCOS OLALLA: Raymond Williams: La política del modernismo.


Contra los nuevos conformistas. Compilación e introducción de
PINKNEY. Tony, Buenos Aires, Manantial, 1997, 254 p. ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ 118

JESÚS RODOLFO SANTANDER: ¿Posmodernidad o modernidad?


A propósito del número de ESCRITOS consagrado al tema ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ 122

CLAUDIA YARZA: Sociabilidad y solidaridad en la mira:


la polémica entre Gorz y Rosanvallon. (Comentario de
La nueva cuestión social de Pierre Ronsanvallon
y Miserias del presente, riqueza de lo posible de André Gorz) ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
128

ADRIANA PETRA: Fernando Ainsa: La reconstrucción de la utopía


Ediciones del Sol, Buenos Aires, 1999, 252 páginas ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ 133
Presentación
a revista Estudios de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas
ha surgido del impulso dado por un grupo de amigas y de amigos,
con inquietudes espirituales comunes. Su aparición habrá de llenar
una sentida necesidad en nuestro medio cultural y responde a
posiciones teóricas compartidas que han alcanzado un interesante grado de
maduración. Se destaca lo que acabamos de decir por una exigencia que
consideramos decisiva y que marca líneas de trabajo y de estudio no siempre
atendidas. Nos referimos a la íntima relación sentida entre el saber teórico y sus
múltiples y, a veces, no suficientemente mostradas formas de praxis. Cuestión esta
última de muy particular importancia si pensamos en los modos del filosofar tal
como se han dado en nuestra América. Esta revista es también una manera de
contribuir en la búsqueda de respuestas ante la dura situación que hemos vivido en
las últimas décadas y que aun vivimos; lo que obliga a quien realmente asuma la
filosofía como un saber de vida y un compromiso con la vida, a inquirir sobre
aspectos del pensar que no siempre han sido o son tratados con la especificidad
del caso. No es una casualidad, además, que el grupo entusiasta que ha hecho
posible este primer esfuerzo, se haya caracterizado por un interés fuertemente
manifestado en favor de nuestro propio pasado intelectual y en relación con él, en
el estudio de sus expresiones y su riqueza. De ahí que las búsquedas del filosofar
práctico no se las pueda ver como ajenas al desarrollo de nuestras ideas en su
concreta realidad histórica, allí donde idea y acción, en sus múltiples y ricas formas
de actualidad o de posibilidad, se nos dan entrañablemente consustanciadas. La
revista abre, pues, sus páginas con la intención de convertirse en un foro en el que
pueda escucharse la voz de nuestra América en temas que son decisivos, no sólo
por su peso teórico, sino también en cuanto son respuesta que pretende ser clara
y responsable de un quehacer filosófico nuestro que no es de ayer, sino que cuenta
con varios siglos de crecimiento y de diversidad de expresiones. Filosofar, pues, con
el máximo rigor metodológico, con la seriedad y el nivel que pretendemos hacerlo,
sin descuidar ese entorno histórico, social y aun vital que las filosofías tienen y que
hacen de ellas fuerzas, a veces no visibles, de nuestro desarrollo espiritual y
material.
Los editores
Arturo A. Roig

Algunas consideraciones sobre


Filosofía Práctica e Historia de las Ideas

«Toda filosofía es práctica, aun aquella que parece en un


primer momento como la más contemplativa».

Jean-Paul Sartre. Critique de la Raison Dialectique.


París, Gallimard, 1960, p.16

uisiéramos ocuparnos, en Pensamos que desde una filosofía de


forma apretada, del concep- la filosofía, mirador mucho más amplio
to de «filosofía práctica» así que la tradicional crítica de la razón, se
como de la importancia que podría avanzar hacia una superación de
la Historia de las ideas tiene para su es- la contraposición entre teoría y praxis
tudio entre nosotros. que tanto peso ha tenido y tiene.
No vamos a ocuparnos por cierto, de Más allá de aquella insostenible con-
la vieja contraposición entre «vida con- traposición a la que nos referimos y
templativa» y «vida práctica» o «munda- partiendo de la base de que no hay teo-
na», de origen tanto clásico como medie- ría sin praxis ni praxis sin teoría o, para
val, oposición insostenible que en sus decirlo más gráficamente, que no hay
diversos revivals ha venido a justificar el filosofías que no estén atadas a la ac-
mito académico del filósofo «puro», «serio» ción, la utilización de categorías tales
o «no-comprometido» con lo que no sea como las de «filosofías de la contempla-
la «verdad» y deberemos, pues, darle la ción» y «filosofías de la acción», mirándo-
razón a Sartre. las como expresión de tendencias, no
Pues bien, ¿qué alcances podrían dejan de tener su utilidad. En este sen-
darse a una «filosofía práctica»? ¿Nos re- tido, pues, las usaremos, señalando que
feriremos con esa expresión al uso prác- con ellas pretendemos referirnos, si no a
tico de la razón, distinto de su uso teó- todas las respuestas posibles, por lo
rico tal como se da dentro de los mar- menos a las más generales.
cos del kantismo? Limitarnos a ese Hemos hablado de tendencias y cree-
ámbito nos llevaría a correr el riesgo de mos que en ese hecho se oculta el se-
ignorar sentidos más amplios del con- creto de la distinción. ¿Tendencias hacia
cepto. Nosotros mismos en alguna oca- qué? Pues, hacia categorías que se en-
sión y sobre la base de lecturas de tex- cuentran en todo filosofar, supuestas o
tos kantianos nos animamos a hablar de explícitas y entre las de mayor peso las
una normatividad propia del saber teóri- de «necesidad» y «contingencia», «determi-
co que se encuentra en el filósofo de Kö- nismo» y «libertad» y, en fin, sin preten-
nigsberg interesantemente sugerida1 . der ignorar otras, las de «presencia» y
1
Arturo A. ROIG. Teoría y crítica del pensamien-
«representación».
to latinoamericano. México, Fondo de Cultura Mas, antes de presentar algunos
Económica, 1981, cap.I «El pensamiento filosó- ejemplos paradigmáticos dentro de la
fico y su normatividad», p.9-17.
12 Arturo Andrés Roig

historia de la filosofía, deberíamos pre- ser acción, esto es, combate; el hombre
guntarnos por los alcances de la expre- contemporáneo tiene necesidad de fe. Y
sión «razón práctica». Demás está recor- la única fe que puede ocupar su yo pro-
dar la distinción kantiana entre razón fundo, es una fe combativa»2 .
pura y práctica. De las dos, la que ha Razón teórica y razón práctica son,
quedado en pie es la segunda, como en última instancia, tendencias en el
tampoco ha quedado en pie aquel enten- uso del poder racional y es, en función
dimiento que se diferenciaba de la pri- de ellas, no siempre claramente distin-
mera como un volar sin atadura con guibles que juega todo ese halo que le
experiencia alguna que la justificara. confiere una vivencia particular al razo-
Así, pues, en el uso actual «razón prác- nar dado expresamente sobre lo prácti-
tica» no es lo que se opone a las otras co. Están, además, de por medio las
vías cognoscitivas de las que nos habla- manos que son instrumento y símbolo
ba Kant en su Crítica de la razón pura. de la razón práctica. Tal vez a esto se
De todos modos, es necesario reconocer refirió Anaximandro cuando dijo que el
que la praxis tiene su razón o, mejor ser humano no tiene manos porque es
dicho, que hay efectivamente una «razón inteligente, sino que es inteligente por-
práctica». No se trata, por cierto, de que que tiene manos (Aristóteles. De Partibus
haya dos razones, sino de modos diver- Animalium, IV, 10, 687a, 19). Por último,
sos de actuar racional. Una acción pura, no puede desconocerse los matices de
ajena a toda razón que se dé como for- contacto y hasta de estrecho parentesco
ma de racionalidad apegada a la praxis que podrían señalarse entre razón prác-
misma, no sería posible. Ahora bien tica y razón utópica.
¿cómo se presenta esa «razón» que se da Veamos ahora algunas posiciones
como momento ineludible de la praxis? ante la cuestión que nos interesa y co-
No cabe duda, por de pronto, que tanto mencemos por Platón a quien suele
el actuar como el razonar del actuar, se atribuírsele una total falta de sentido de
dan ambos como proceso. La razón es la realidad y al que se lo ha visto como
eminentemente discursiva. Pero, además, un contemplativo. Nada más desencami-
hay sinrazones que acompañan a la ra- nado. La filosofía platónica posee en su
zón. La razón del Quijote, no deja de totalidad una vocación práctica expresa
ser un razonar sobre una acción en la que la muestra más como una filosofía
que la fantasía y la imaginación no es- de la acción, que como un filosofar con-
tán ausentes. Y el Caballero de la Tris- templativo. Es cierto que el mito le pres-
te Figura no es, por eso, irracional; tam- ta la ocasión para imaginar poéticamen-
poco esa razón, la práctica, se encuen- te el momento de la presencia del fun-
tra lejos del buen sentido atribuido a un damento de los entes. Mas, se trata de
obrar eficaz; supone, por otro lado, con- un mito y las esencias, en última ins-
ciencia de poder, o puede estar acompa- tancia sabemos de ellas tan sólo por las
ñada de sentimiento de fracaso. Implica, limitaciones de belleza y de bondad que
además de otras cualificaciones que po- muestran los seres en este mundo. La
drían mencionarse, un acto de fe, cuan- exigencia platónica de «regresar a la ca-
do quien habla y obra no es un pesimis- verna» nos pone ante el modo como se
ta, sino un optimista. Mariátegui decía: entiende la relación entre lo necesario y
«La vida, más que pensamiento quiere lo contingente. No hay un preferir lo
primero por lo segundo, pues, si la ne-
2
José Carlos MARIÁTEGUI El alma matinal y cesidad de la idea supone una garantía
otras estaciones del hombre de hoy. Lima, ed.
Amauta, 1970, p.17. para la tarea cognoscitiva, la vocación se
Algunas consideraciones sobre Filosofía Práctica e Historia de las Ideas 13

encuentra en la contingencia. «El no-ser radical: aquel modo de intelección supe-


de alguna manera es» fórmula que ex- rior no sólo tiene como objeto preemi-
presa todo el platonismo, nos explica nente la divinidad, sino que él mismo es
por qué, como hemos intentado probar- divino de tal modo que la síntesis de
lo, concluyó apoyándose en la diánoia y ambos es absoluta. Ahora bien, como la
no en la nóesis. El conocimiento no es divinidad en Aristóteles no tiene otra
fruto de la presencia, es un transcurrir función que contemplarse a sí misma,
temporal y es, por eso mismo, tarea hu- por lo mismo que se dan en ella el su-
mana. No filosofamos como dioses, sino premo saber y el supremo objeto ¿qué le
como seres humanos y si bien nuestra queda al intelecto agente, especie de di-
relación con lo dado no es de exteriori- vinidad metida en nosotros, sino la con-
dad, nuestra mente no se confunde templación? Únicamente de la unión ple-
ontológicamente con el fundamento3 . No na que surge de aquel acto puede deri-
ignoramos, por cierto, que todo esto se var la felicidad ya que la contingencia y
da fuertemente condicionado por el ori- la temporalidad –males de los que están
gen aristocrático de un filósofo miembro exentos todos los seres divinos, entre
de una sociedad esclavista y fuertemente ellos los astros– es el signo de una in-
androcéntrica. determinación radical de donde proceden
Un ejemplo clásico de filosofar que la irracionalidad y la imperfección del
culmina en la contemplación lo tenemos mundo sublunar, dominio de lo acciden-
en Aristóteles, quien ha hecho, como tal. No hay, por otra parte, en Aristóte-
todos sabemos, una distinción entre un les un proyecto de cambio en las rela-
«intelecto pasivo» (nous pathetikós) y un ciones humanas y, como en el caso pla-
«intelecto activo» (nous poietikós) (De tónico, de la vida ciudadana, sino tan
Anima, 8, 432a) dándole preeminencia al sólo un refuerzo de las jerarquías de la
último. Ahora bien, si no conociéramos sociedad esclavista.
lo que con esta distinción nos quiere na- Las tendencias que con todas las li-
rrar Aristóteles, podríamos creer que mitaciones que podrían ser señaladas,
estamos asimismo ante una filosofía de vimos puestas en juego en Platón y que
la acción en el sentido que nos interesa hacen que su filosofía pueda ser consi-
aquí. No es así, sin embargo. Una dis- derada de acción y no de contemplación,
tinción que hace en la Ética a Nicómaco reaparecieron con fuerza durante el Re-
nos aclara los ámbitos de ambos tipos nacimiento y, posteriormente, con la
de intelecto. Allí dice que los seres hu- Ilustración. Resulta interesante tener
manos muestran tres tipos de vida: la presente que nuestra América recibió el
del placer, propia de la multitud (artesa- filosofar europeo en esas épocas no aje-
nos, campesinos, esclavos); la vida polí- nas a las propuestas utópicas, verdade-
tica que es la de las gentes honradas, a ros modelos de cambio de la sociedad
saber, los varones ciudadanos; y, por humana. Y también fueron esos prime-
último, la vida teorética (o contemplati- ros filósofos que filosofaron entre noso-
va) que es la del sabio (I, 5, 1095b 14- tros en el siglo XVI, los que incorpora-
1096a, 4). Esta última es precisamente 3
Arturo A. ROIG. Platón o la filosofía como liber-
aquella que, abierta a lo absoluto y ne- tad y expectativa. Mendoza, Universidad Nal. de
cesario, se pone en acto. Como vemos, Cuyo, Instituto de Filosofía, 1972, cap. «La in-
tegración dialéctica de las dos antologías en el
lo contingente y temporal, no es desco-
Sofista», p.140 y sgs..
nocido, pero queda supeditado a lo ne- 4
Guamán POMA DE AYALA. Nueva crónica y
cesario y eterno. Esta dependencia supo- buen gobierno. Caracas, Biblioteca Ayacucho,
tomo I, 1980, «Capítulo primero de los indios
ne, además, una diferencia cualitativa cristianos», p. 292-295.
14 Arturo Andrés Roig

ron la sabiduría indígena, como lo hizo lo absoluto, según distintos matices y


el español Bernardino de Sahagún o desplazaron y hasta desconocieron la
como lo hizo el indio Huamán Poma de contingencia. Así como una pasión por
Ayala, quien disfrazado de pobre para lo segundo caracterizó al romanticismo,
poder conocer verdaderamente a los po- la necesidad de las leyes de la evolución
bres y su desventura recorrió todo el solucionaron los problemas de lo even-
Perú de la Colonia, descalzo, y nos dejó tual y contingente, considerados otra vez
uno de los libros más asombrosos de como expresión si no de irracionalidad,
nuestra cultura sudamericana4 . La sabi- por lo menos de error de la naturaleza.
duría de los tlamatini y de los amautas, Regresando a los románticos diremos
dentro de su especifidad cultural, cum- que si el búho de Minerva se encontra-
plían funciones equivalentes a las de los ba presente en Platón, no es sin embar-
antiguos sophoi griegos, filósofos prácti- go el ave aquella que levantaba el vue-
cos incorporados a la vida cotidiana de lo al atardecer, sino que era el compañe-
sus pueblos. Y así, al lado de la filoso- ro de las diosa, posado en su hombro,
fía de las escuelas, en donde solía tener dispuesto a aconsejarla en la defensa de
su «lugar natural» el aristotelismo –el la ciudad. El símbolo de Minerva no es
mismo que sirvió a Sepúlveda para pro- vespertino, sino matutino. Para Hegel, es
bar la bestialidad de los habitantes ame- ave del anochecer, del fin de los tiem-
ricanos– comenzó a tomar cuerpo un pos, cuando ya todas las cosas están
humanismo, del que el Padre Las Casas hechas y es por tanto demasiado tarde
fue uno de sus iniciadores y que se ex- para decir cómo debe ser el mundo.
tendería a lo largo del Barroco, pasado Palabras celebratorias del poder de quie-
el Renacimiento, hasta llegar a nuestra nes lo detentan y de la resignación de
Ilustración. Así tomó cuerpo en nuestra quienes han de aceptarlo, las que pue-
tradición intelectual una filosofía de ex- den leerse en el prefacio de los Linea-
presa vocación activa, volcada hacia la mientos fundamentales de la filosofía del
vida cotidiana. Hemos dicho que mien- Derecho hegeliana. No es, pues, una ca-
tras que la escolástica tenía, en general, sualidad que Hegel cerrara su Enciclope-
como punto de partida el ente supremo, dia de las ciencias filosóficas con el fa-
para desde allí explicar la vida humana, moso pasaje de la Metafísica aristotélica
el humanismo cristiano inicialmente re- (Lamda, 7, 1072b, 15-20) en donde se
nacentista que marcó fuertemente nues- dice que «el acto de contemplación es la
tra Ilustración, sin abandonar los senti- beatitud perfecta y soberana». La razón
mientos religiosos, su punto de partida no orienta ni dirige, llega siempre post-
se encontraba en los seres humanos y, factum a «dar razón».
sobre todo, en los humanos sufrientes, La contradicción entre «filosofías de
de cualquier condición5 . la contemplación» y «filosofías de la ac-
El pensamiento romántico europeo ción» estalló, pasado el hecho romántico,
dentro de cuyo clima podemos colocar a con aquella célebre sentencia en la que
Hegel y, más tarde, en el positivismo Carlos Marx ponía fuertemente el acen-
que en Europa reemplazó a aquel, regre- to sobre las segundas: «Los filósofos
saron a un filosofar de lo necesario o de hasta ahora sólo han interpretado el
mundo; ahora se trata de transformarlo»
(Tesis sobre Feuerbach, 11). Imposible
5
Arturo A. ROIG. El Humanismo ecuatoriano de
la segunda mitad del siglo XVIII. Quito, Banco que Hegel no se encontrara entre aque-
Central del Ecuador y Corporación Editora llos dedicados a la «interpretación», tarea
Nacional, 1984, tomo I, cap. «Humanismo y es-
colástica», p.19. en la que tan sólo se preguntaba por el
Algunas consideraciones sobre Filosofía Práctica e Historia de las Ideas 15

ser del mundo, más nunca por lo que Sobre esta línea y después de los traba-
podría ser. El marxismo como una «Filo- jos de Bülher y de Jakobson que centra-
sofía de la práxis» –así la llamó Gramsci– ron sus investigaciones en la temática
entendió que aquel accionar se daba en de lenguaje y comunicación, Austin des-
la inevitable relación entre necesidad y cubrió lo que él denominó «acto ilocuto-
libertad, entre determinación y contin- rio» 6 . Esta cuestión abrió el vasto cam-
gencia, en un complejo y variado proce- po de la performatividad que no sólo ha
so dialéctico a la vez natural e histórico. incidido sobre la teoría de la comunica-
Tarea principal de esta filosofía es la de ción, sino también y esto es lo que más
hacer transparente la relación entre teo- nos interesa, sobre la lectura de los dis-
ría y praxis y orientar a ambas hacia cursos filosóficos los que pueden ser
una transformación de las estructuras sometidos ahora a un estudio de sus
sociales que haga posible un desarrollo recursos activos de lenguaje desde una
pleno de los seres humanos. No es ex- «teoría del discurso» en la que tiene
traño, que casi al concluir el tercer tomo prioridad el estudio de las hablas. Diga-
de El Capital, Marx nos diga que «Al mos de paso que las filosofías de voca-
otro lado de sus fronteras –dice esto ha- ción contemplativa suelen mostrársenos
blándonos del «reino de la necesidad»– organizadas, sobre una pretendida len-
comienza el despliegue de las fuerzas gua, de carácter ontológico, ante la cual
humanas que se considera como fin en únicamente nos cabe la función de escu-
sí, el verdadero reino de la libertad, que char, con lo que elaboran un discurso
sin embargo sólo puede florecer toman- de negación del discurso7 . En verdad, la
do como base aquel reino de la necesi- historia de la filosofía deberá ser reescri-
dad» (El Capital, tomo III, Sección VII, ta nuevamente desde esta rica proble-
parágrafo III, p.759). mática, entrevista más de una vez, pero
Las filosofías que se oponen al «saber no sistematizada todavía.
contemplativo» en el que se da particu- Habíamos dicho que ingresamos a la
lar fuerza a lo necesario y se desplaza el filosofía como quehacer típico de occi-
valor de lo contingente han sido confir- dente, con nuestra especificidad, cierta-
madas en lo que podríamos llamar su mente, durante el Renacimiento, época
«práxis teórica» –el término fue acuñado que se caracterizó por una fuerte ten-
por Althusser– desde los avances de la dencia hacia formas de filosofar declara-
lingüística pragmática. damente activas, clima que se acentuó
Esta se ha ocupado específicamente con la Ilustración. Ahora bien, entre fi-
de la cuestión de lenguaje y acción y ha nes del XVIII y primeras décadas del
permitido confirmar y ampliar el sentido XIX tuvieron lugar las primeras grandes
de aquella faceta práctica que acompaña guerras anticoloniales en la historia del
a todo pensamiento filosófico. Superando mundo: la de Haití, la de las Colonias
el ascetismo de los lingüistas formalistas británicas en la América del Norte y las
que ignoraron la relación entre la es- de las colonias españolas en Sudaméri-
tructura y la función del lenguaje, se ca. Sabemos que este significativo proce-
concluyó por aceptar la existencia de so recién alcanzó a otros sectores a fi-
una «acción lingüística», tema que en
verdad no era tan radicalmente nuevo 6
Oswald DUCROT y Jean-Marie SCHAEFFER.
en cuanto tiene un importante antece- Nouveau Dictionnaire du sciences du langage.
París, Seuil, 1995, p. 640 y sgs.
dente en las doctrinas de Guillermo de 7
Arturo A. ROIG «La recepción del giro lingüís-
Humboldt sobre el lenguaje entendido tico en Mendoza». Cuyo, Anuario de Filosofía
como «actividad» del espíritu humano. Argentina y Latinoamericana, vol.14, 1997, p.131-
144.
16 Arturo Andrés Roig

nes del siglo XIX, tal el caso, del Cari- Hostos «una estrategia categorial» cuyo
be hispánico. Pues bien, si las formas eje se encuentra en aquella confluencia,
de pensamiento anteriores entre noso- no fácil de resolver epistemológicamente,
tros a ese proceso revolucionario se han de lo descriptivo y lo proyectivo8 .
presentado como filosofías vocadas por No vamos a incursionar sobre la
la acción –basta para eso con recordar practicidad de lo utópico, de lo que tan-
el impulso del reformismo borbónico en to se ha dicho ya. Aquella proyectiva
su versión americana– con mayor razón, que hemos señalado muestra y ha mos-
lo fueron, como es fácil imaginarlo, las trado en nuestra historia un halo de
manifestaciones de un pensamiento in- utopía que es, sin duda, otros de los
corporado, primero, al proyecto de inde- matices que podrían agregarse.
pendencia y, luego, a la tarea de dar A todo esto y con metodologías cons-
forma a los Estados-naciones recién sur- tantemente renovadas se entregaron
gidos y en un proceso altamente conflic- años ha los historiadores de las ideas,
tivo que aun no ha concluido. quehacer que constituye uno de los
Pues bien, bajo tres aspectos podría- campos de desarrollo teórico y de inves-
mos, tal vez, señalar la vocación prácti- tigación historiográfica más fecundos del
ca del filosofar latinoamericano: en pri- siglo XX. Dentro de esa tradición será
mer lugar, en el sentido de lo práctico cuestión, pues, de responder al reto que
moral, terreno de ideas en el que se supone el filosofar en su relación con la
destaca, a nuestro juicio, una moral de acción, partiendo de nuestras propias
la emergencia; lo práctico en el sentido experiencias, sin que ignoremos lógica-
de despertar potencialidades humanas mente las ajenas.
en relación con todas las manifestacio- Para finalizar diremos que cuando
nes sociales, culturales y espirituales, lí- concluyeron las Guerras de Independen-
nea ésta que se comprenderá con sólo cia se planteó de inmediato la necesidad
mencionar a José Martí, a Eugenio Ma- de poner en marcha una «Segunda Inde-
ría de Hostos y a José Carlos Mariáte- pendencia». Uno de los voceros de ese
gui; y lo práctico en los modos de len- movimiento fue Juan Bautista Alberdi y
guaje, vale decir, la presencia del espíri- no es casualidad que cuando por prime-
tu de performatividad. Lógicamente que ra vez, en 1840, en nuestra historia in-
estas tres manifestaciones y otras que telectual se planteó la necesidad de una
podrían señalarse se dan, de hecho, «Filosofía americana» dentro de aquel
conjuntamente, con perfiles más o me- movimiento que mencionamos, fue en-
nos netos según los casos. Eso sí, in- tendida por su vocero, el mismo Alberdi,
cluyendo siempre como núcleo de peso, dentro de aquella «Filosofía de la acción»
la relación entre el ser y el deber ser y de la que hemos hablado. ¿Se han al-
apoyado todo en la fe en una razón canzado los necesarios niveles teóricos
práctica capaz de ser asumida abierta- de esa tendencia del filosofar? Es indu-
mente como tal. Un maridaje entre lo dable que la tarea sigue abierta, tanto
descriptivo y lo prescriptivo conduce por su interés teórico como por su pe-
dentro de aquel programa de generación rentoriedad.
de nuevas potencialidades humanas, a
la construcción de un saber categorial
adecuado. Un saber de vocación prácti-
8
Adriana ARPINI. «Razón práctica y discursivi-
dad: una perspectiva latinoamericana», en el li-
ca ha de construir sus propias herra- bro Razón práctica y discurso social latinoamerica-
mientas. De ahí, por ejemplo, que según no. El pensamiento «fuerte» de Alberdi, Betances,
nos lo muestra Adriana Arpini, haya en Hostos, Martí y Ugarte. Buenos Aires, ed. Biblos,
2000, p.12-26.
Dossier
sobre la
cuestión
del sujeto
José Sazbón (UBA/CONICET)

El sujeto en las ciencias humanas

n los últimos decenios ha como polo de atención teórica, centro de


tenido lugar, en el campo funciones e instancia judicativa. En una
de las ciencias humanas, gran cantidad de casos, ese desplaza-
una serie de desplazamien- miento está acompañado de una renova-
tos e innovaciones de enfoque que, de da consideración a los contextos históri-
una a otra disciplina, parecen reflejar cos en los que el ejercicio de la subjeti-
una matriz común, una similar rotación vidad encuentra sus condiciones, límites
de perspectiva. Esta afinidad de impulso y posibilidades. Esto permitiría hablar
no se debe tanto a un consenso deriva- de un doble regreso significativo que po-
do de confluencias interdisciplinarias dría entenderse como una némesis ines-
que hubieran fijado la agenda comparti- perada luego del apogeo estructuralista y
da de sus respectivos desarrollos, sino formalista, ya que la devaluación del
más bien a la pareja exposición de las sujeto y de la historia era precisamente
diferentes especialidades a un estímulo la otra cara de ese mismo encumbra-
uniforme que actúa sobre ellas reorien- miento de las estructuras y los regíme-
tando sus prácticas en un sentido aná- nes sincrónicos de circulación del senti-
logo. Sin duda la comunidad de lenguaje do. Sin embargo, tanto en un caso como
y cierta aclimatación de léxicos transdis- en el otro, no se trata del “sujeto” y la
ciplinarios de aceptada productividad “historia” tales como rigieron antes de la
heurística contribuyen a ese efecto glo- emergencia del estructuralismo, en
bal de una modificación paralela de los cuanto instancias fundantes de la re-
programas de trabajo, pero la misma flexión filosófica que prolongaban su
opción por un vocabulario canónico de- imperio en la conformación de las cien-
lata la invasora presencia de temáticas cias del hombre y en la constitución
ubicuas y de paradigmas ya normaliza- regional de sus objetos particularizados.
dos. El resultado visible, para el estudio- Asociados como estaban a la problemá-
so de esas alteraciones, es su habitua- tica de la conciencia y la trascendencia,
ción a códigos de reconocimiento que de la dialéctica y la finalidad, de la exis-
imperan con gran generalidad y que tencia y el proyecto, de la cosificación y
vuelven insensible, a veces, el paso de la libertad, etc., esos conceptos sufrieron
una a otra disciplina o la mutación —en el mismo eclipse que afectó a las filoso-
ocasiones, más aparente que real— de fías que los sustentaron. 1 No son las
los objetos de examen. Cierto ecumenis- formulaciones recapitulativas o progra-
mo paradigmático (o, a veces, una lingua máticas de un Jean Paul Sartre, de un
franca en clave de método) parece ab- Lucien Goldmann, de un Enzo Paci
sorber las distinciones e imantar a esas (para citar algunos nombres indicativos)2
ciencias hacia determinadas problemáti- las que inspiran el resurgimiento al que
cas de las que todas resultarían tributa- nos referimos.
rias. Un aspecto de interés en esta tran- 1
Aspectos de la transición pueden verse en Pianciola
sición de la escena intelectual es lo que 1979; Descombes 1982; Anderson 1983.
se podría llamar el retorno del sujeto
2
Cf., p. ej., Sartre 1960; Goldmann 1952; Paci
1963.
20 José Sazbón

Se trata más bien de la instauración toria intelectual). 9 En conjunto, tales


de un perspectivismo generalizado que nuevos desplazamientos, verdadero
devuelve al sujeto su capacidad de orde- pendant de los varios “giros” anteriores
namiento y retención de significados3 y, (lingüístico,10 interpretativo, 11 etc.), han
simétricamente, pone en entredicho la podido ser subsumidos bajo la caracteri-
aptitud reguladora del objeto como prius zación genérica de un “giro histórico en
ontológico y término de validación del las ciencias humanas”.12
ejercicio interpretativo. En el límite y, de La incrementada relevancia teórica
un eslabón en otro, se legitima la sobe- del sujeto en las ciencias humanas se
ranía de la perspectiva y, con ello, un puede advertir tanto en la persistencia o
pluralismo de las operaciones de consti- reformulación conceptual de antiguas
tución, cuya contrapartida, según los ca- opciones (individualismo metodológico,13
sos, puede ser bien una objetividad ne- teoría de la elección racional,14 reconsti-
gociada y transitoria, bien una objetivi- tución de la identidad autoral)15 como en
dad irrelativa (en el “mundo externo”) o la emergencia de variados tipos de aco-
autoconfigurada (por la perspectiva del modación de las prerrogativas del suje-
sujeto). to en la dilucidación de temáticas antes
En cuanto al reingreso de la histori- confinadas a una intelección objetivista
cidad en el campo de las ciencias hu- (el papel del agente en la acción social,16
manas, sus señales son múltiples, de la la función de la experiencia en la apre-
sociología 4 a la teoría literaria,5 de los hensión del pasado,17 la incidencia de la
estudios culturales6 a la indagación filo- memoria en la recomposición histórica,18
sófica7 (además de la renovación de dis- la posibilidad misma de un decisionismo
ciplinas ya inscriptas en ese registro, historiográfico),19 además, como es pa-
como la filosofía de la historia8 o la his- tente, de las exploraciones filosóficas o

3
Para un enfoque de esta restitución en el marco tendencias objetivizantes -entendidas por él
de la “declinación del paradigma estructuralista”, como reificantes- de la sociología y el materialis-
cf. Dosse 1992, t. II, caps. 31-33. mo histórico (que él aspiró a complementar con
4
Cf. Skocpol ed. 1991; Zona abierta 1991. un materialismo cultural afín al de Raymond
5
Cf. Veeser ed. 1989. Williams): cf., en particular, Thompson 1978.
6
Cf. Hunt ed. 1989. Para reservas críticas sobre la argumentación
7
Cf. Rorty, Schneewind y Skinner eds. 1984. thompsoniana, cf. Anderson 1980, cap. 2. Más
8
Cf. Ankersmit y Kellner eds. 1995. También: recientemente, un enfoque escéptico sobre la
Zammito 1993. noción de experiencia fue planteado, desde una
9
Cf., como ejemplos de diversas orientaciones de perspectiva anti-fundacionalista, por Joan Wallach
trabajo: LaCapra 1983; Tully ed. 1988; Jay Scott (1996).
1993. También: Kelley 1987. 18
Se trata, en este caso, de una veta en plena ex-
10
Cf. Rorty ed. 1967. pansión y diversificación que contempla, entre
11
Cf. Rabinow y Sullivan 1979. otros aspectos, la integración comunitaria del
12
Cf. McDonald ed. 1996. sujeto y la caracterización consiguiente de una
13
Cf., p. ej., Elster 1985, Introducción. Para una “memoria colectiva”. Textos influyentes que estu-
crítica, ver Wright, Levine y Sober 1992, cap. 6. dian y problematizan la relación historia/memoria
14
Cf. Carling 1986; también Carling 1991, cuyo tí- son, p. ej., Hutton 1993 y Yerushalmi 1996. Des-
tulo original era Rational Choice and Social de hace una década aparece una importante re-
Division. Para una réplica a su posición (tal vista consagrada a estos problemas: History and
como figura en el primer texto mencionado), cf. Memory. Studies in Representation of the Past (Uni-
Wood 1989. versidad de Tel Aviv). Por lo demás, el papel de
15
Ricoeur 1991, t. 3, cap. II, secc. 4. la memoria como forma de autoconciencia del
16
Cf. Giddens 1979, caps. 1 y 2 ; Giddens 1987, sujeto está implícito en los desarrollos de la his-
“Préface de l’édition française” y caps. 1 y 2; toria oral (sobre la cual, cf. un panorama reciente
Cohen 1989, caps. 1 y 6. en Green y Troup 1999, cap. 9).
17
Como se sabe, quien con más fuerza e influen- 19
Condensamos en esta fórmula una práctica vi-
cia ha insistido en este sesgo es el historiador in- gente de la escritura histórica en virtud de la
glés Edward P. Thompson. Lo ha hecho, sobre cual el historiador, emancipado de las nociones
todo, en función polémica, para oponerse a las reguladoras de objetividad, verdad, adecuación
El sujeto en las ciencias humanas 21

teórico-sociales sobre la constitución del de la tradición disciplinaria: la asimetría


sujeto de la modernidad en sus fases de la relación observador/observado y el
formativas20 o en su despliegue tardío.21 objetivismo etnográfico que de ella deri-
(En los márgenes de este cuadro figuran, varía. Los componentes subjetivos del
ciertamente, las incitaciones obvias del contacto entre el etnólogo profesional y
psicoanálisis22 y las indagaciones, menos el miembro de la comunidad estudiada
obvias después del formalismo estructu- no figuran ya como residuos neutraliza-
ralista, sobre el acceso subjetivo al texto bles o zonas de incertidumbre que de-
literario).23 En el marco de este artículo y ben ser trascendidas para asentar las
con el fin de eludir un tratamiento de bases firmes de un saber objetivo, sino
estas corrientes que no podría ser sino que se los reconoce como constituyentes
panorámico, nos concentraremos en las concretos de ese saber, con pleno dere-
modalidades que asume la pertinencia cho y simétrica paridad. El conocimien-
del sujeto en una sola orientación teóri- to resultante deja de estar regulado por
ca: la de la antropología interpretativa.24 los cánones presuntamente normativos
de una ciencia constituida (la que llevó
al antropólogo al terreno donde debe
Una ciencia dialógica inspeccionar su “objeto”) y es entendido
más bien como un momento de pasaje
La recomposición del sujeto como entre dos formas disímiles de organiza-
término irreductible de una empresa de ción de la experiencia. Resultado, pues,
conocimiento necesariamente plural y del movimiento pendular de una comu-
colaborativa ha sido destacada, y funda- nicación que se sabe constreñida por
mentada, por la antropología interpreta- códigos diferentes, el protocolo de obser-
tiva en oposición a dos supuestos tácitos vación pierde los atributos de la mirada

y fidelidad de su relato a una configuración Richard J. Evans en un libro enteramente con-


dada del pasado, compone su obra administran- sagrado a la defensa de la historia ante los ejer-
do con plena soberanía los recursos tropológi- cicios que amenazan desvirtuarla (Evans 1999,
cos, conceptuales y hermenéuticos (en ese or- cap. 3). Un amplio estudio sobre el conjunto de
den de derivación) que identificarán a su visión la cuestión puede hallarse en Berkhofer Jr.
de la historia. En las palabras de un teórico de 1995.
la corriente, “al pasado no se lo descubre o en- 20
Cf., p. ej., Taylor 1989.
cuentra. El mismo es creado y representado 21
Cf. Giddens 1991.
por el historiador como un texto” (Munslow 22
De la nutrida literatura existente en este campo
1997, p. 178). A su vez, la creación del “texto merece destacarse, por la originalidad de enfo-
histórico como artefacto literario” (White 1978, ques, amplitud de temáticas y penetración histó-
p. 81) se rige por las preferencias personales rico-filosófica de las indagaciones, la acumulati-
del historiador y no por algún imperativo canó- va obra de Slavoj Zizek: casi una decena de li-
nico y específico derivado de la idea de ciencia: bros en pocos años, el último de los cuales:
“los mejores fundamentos para elegir una pers- Zizek 1999.
pectiva sobre la historia en vez de otra son, en 23
Flanqueado como está por la ubicua presencia
definitiva, estéticos o morales más que episte- de motivos hermenéuticos (entre los cuales la
mológicos” (White 1973, p. XII). Este último sola estética de la recepción ocupa un lugar con-
autor ha argumentado su planteo en diversos siderable), este tema cuenta con una obra
lugares, inscribiéndolo, respecto a la disciplina emblemática: Barthes 1973. Pero también hay
institucionalizada, en una “política de la inter- que tener en cuenta los desarrollos conexos de
pretación histórica” (White 1983). En cuanto al aquellos estudios sobre las operaciones de lectu-
sesgo estético de la fundamentación, el mismo ra que insisten en la regulación interactiva del
ha sido expandido por uno de los más impor- acceso al texto, así como en la asimilación de
tantes seguidores de White, el holandés Frank convenciones específicas que integran al sujeto
Ankersmit (cf. p. ej. Ankersmit 1994, cap. 4), en una determinada comunidad interpretativa:
teórico, asimismo, de una reciente “política es- cf., a este respecto, Fish 1994.
tética” (Ankersmit 1996). Entre las repetidas 24
Para ello, nos guiaremos por tres básicos libros
críticas de “subjetivismo” a que han dado lugar de referencia: Marcus y Fischer 1986; Clifford y
estas opciones, se puede señalar la reciente de Marcus eds. 1986; Marcus ed. 1992.
22 José Sazbón

desencarnada y se convierte en expre- externa entre sistemas de significados.


sión viva de una situación de intercam- Aunque no reniega de una tradición dis-
bio que exhibe las marcas, entre otras, ciplinaria rica en variaciones de método
de la apropiación y la exteriorización y estilos de trabajo, la actual corriente
subjetivas. En la antropología interpreta- insiste en la productividad de su sesgo
tiva, es esta misma correlación de expe- “experimental”, es decir, en la apertura a
riencia individual y registro discursivo la una diversidad de recursos congruentes
que aparece subsumida bajo la especie con el impulso innovador.
de una doble erogación personal que re- El común denominador de tales ini-
clama inspección en su complementa- ciativas es la aguda conciencia del etnó-
ción e integración recíprocas. grafo acerca de los dispositivos textuales
En efecto, la noción programática de que utiliza y el interés en exponer los
“etnografías de la experiencia” ha pare- marcos de referencia utilizados por los
cido servicial para retener esa delicada informantes nativos para describir la
transición del encuentro con el otro (en experiencia. Así como la atención al tex-
el que la reacción situacional suscita to deriva de una asumida “crisis de re-
una apertura de la conciencia a las ca- presentación en las ciencias humanas”
tegorías de la cultura diferente) hacia la que veta el ejercicio inocente de (en este
expansión escritural, la cual debe apelar caso) la producción etnográfica, la recu-
a recursos inventivos para evitar la efu- peración de la generación de sentido
sión de un texto monológico. Los térmi- presente en el sujeto observado cuando
nos claves son aquí “diálogo” y “experi- manifiesta su experiencia remite, por su
mentación”: ellos apuntan, respectiva- parte, a una asunción de las “implica-
mente, al intercambio y a su huella ciones económico-políticas e históricas”
conscientemente crítica y vigilante, aten- de todo proyecto de investigación y al
ta al riesgo permanente de la conversión consiguiente recaudo de relativizar y fi-
etnocéntrica, que anula la alteridad en jar los alcances de la interpretación del
el mismo momento en que declara con- observador. Este último aspecto tiene la
signarla. La referencia al diálogo no es obvia implicación de desmixtificar y abo-
aquí una mera recaída en una metáfora lir las jerarquías tácitas en la operación
convencional para indicar la existencia de conocimiento que, desde los orígenes
de una contraparte local a la iniciativa de la ciencia antropológica —coextensi-
antropológica que, por definición, es ex- vos de la implantación colonial en los
terna a la cultura estudiada, con la que territorios que brindaban a ésta su ob-
toma contacto en sucesivas aproximacio- jeto—, gravaron su pretensión de objeti-
nes cognoscitivas. Se lo entiende, más vidad y universalidad. Sin duda, la si-
bien, como el conjunto de “esfuerzos tuación actual no es la misma, pero la
prácticos para presentar múltiples voces presencia residual de un sentido común
dentro de un texto” (Marcus y Fischer intrusivo que pliega la comunicación a
1986, p. 68), lo que plantea de inmedia- las categorías mentales del observador
to el correspondiente problema del tipo —eludiendo el punto de vista del sujeto
de escritura adecuada para obtener ese observado— impulsa a una vigilancia
rendimiento polifónico. Pero además, en extrema en los antropólogos interpretati-
la medida en que lo que se subraya es vos. Para estos últimos, el desideratum
la existencia de procesos interpretativos, es preservar la “reciprocidad de perspec-
éstos tienen lugar en un doble plano: el tivas” y, en el límite, admitir con serie-
de la comunicación interna dentro de un dad la existencia de una “contra-etno-
sistema cultural y el de la comunicación grafía de facto de los sujetos” (op.cit.,
El sujeto en las ciencias humanas 23

pp. 67, 86), es decir, la conciencia en ellos, se alega, aunque la voz del autor
éstos de una operación conversa a la se manifestaba siempre, “las convencio-
que realiza en ese momento el antropó- nes de la presentación y la lectura del
logo de la metrópolis, todo lo cual debe texto impedían una conexión más estre-
tener cabida en el espacio textual que cha entre el estilo autoral y la realidad
recoge el encuentro dialógico. La dicoto- representada” (ibid.). Todo esto es lo que
mía sujeto/objeto se esfuma y en su busca corregir la orientación interpreta-
lugar aparece el relato de la situación tiva mediante la conspicua adjudicación
como una producción conjunta en la de “una conciencia literaria a la prácti-
que se otorga adecuado relieve y plena ca etnográfica” (Marcus 1986, p. 262).
autoridad a los aspectos intersubjetivos De ella derivaría una percepción crítica
de la investigación (Clifford 1986b, p. de las estrategias de representación dis-
107). ponibles en el registro del intercambio
En uno de los libros más representa- dialógico que tiene lugar en el trabajo de
tivos —y programáticos— de la antropo- campo. Siendo siempre su punto de
logía interpretativa, el capítulo consagra- partida el discurso oral, la correspon-
do a “la persona, el yo y las emociones” diente transición a la escritura promue-
hace corresponder esta enumeración con ve entonces una reflexión sobre el modo
aquellas significaciones (menos codifica- en que se ejerce ese inicial proceso de
das que los sistemas de creencias, los textualización.
rituales o las estructuras de parentesco) Una vez abandonada la inclinación
que pueden brindar al antropólogo un etnocéntrica a percibir al otro estudiado
acceso a la “experiencia cultural” del como “primitivo” o “prealfabetizado” e in-
otro (Marcus y Fischer 1986, p. 45). La capaz, por eso, de expresarse, a la par
experiencia es el foco que reúne las ex- del observador, las exigencias de recep-
pansiones (o las reticencias) de la comu- tividad y verdadero intercambio se hacen
nicación y, por tanto, la instancia privi- sentir. En la medida en que desaparece
legiada que pone a prueba, en el antro- la distribución asimétrica de una voz
pólogo, la suspensión o relativización de dotada de plena autoridad significativa y
sus propias categorías con el fin de no un cuasi-interlocutor que, en cuanto “in-
violar la integridad cultural de la visión formante”, sólo es citado o parafraseado,
del mundo hacia la que busca ser re- la efusión comunicativa encuentra su
propio espacio. Si se reconoce al “dialo-
ceptivo. Antes del desarrollo de la antro-
gismo y la polifonía como modos de pro-
pología interpretativa, las experiencias
ducción textual, queda cuestionada la
personales del etnógrafo tenían también
autoridad monofónica”. Se llega así a
un lugar importante en el proceso de
aceptar que, “la ‘cultura’ es siempre
investigación —el método de la llamada
relacional, una inscripción de los proce-
observación participante buscaba, como
sos comunicativos que tienen lugar, his-
ahora se recuerda, “un delicado equilibrio
tóricamente, entre sujetos en relaciones
de subjetividad y objetividad” (Clifford
de poder” (Clifford 1986a, p. 15).25 Pre-
1986a, p. 13)—, pero la exposición tex-
tual de la experiencia se veía restringida
por los estándares disciplinarios del dis- 25
Para esta noción de “cultura”, Clifford da como
referencias un artículo de Kevin Dwyer (“The
tanciamiento objetivo. Desde la actual
Dialogic of Anthropology”, Dialectical Anthropo-
perspectiva, que realza en cambio el logy, vol. 2, 1977, pp. 143-151) y otro de Dennis
punto de vista personal y concreto del Tedlock (“The Analogical Tradition and the
etnógrafo, los hábitos clásicos de escritu- Emergence of a Dialogical Anthropology”,
Journal of Anthropological Research, vol. 35, 1979,
ra resultan insuficientes, ya que en pp. 387-400).
24 José Sazbón

cisamente porque el etnólogo debe cues- tividad” (Lévi-Strauss 1966, pp. XXIX-
tionar el antiguo supuesto de un firme XXX). El sentido teórico (y político) de la
punto de vista “arquimédico” (la madura formulación residía en la provisoriedad
civilización occidental) que permitiría si- del desdoblamiento de lo humano en lo
tuar y clasificar la deficitaria variedad propio y lo ajeno, aprehensión interna y
humana circundante, la reciprocidad de observación externa, identidad y alteri-
perspectivas invocada es también un dad, y en la necesidad de la reunión de
ejercicio de relativización de lo propio, lo escindido en una unidad (que, si an-
de autoconocimiento crítico. tes podía ser predicada formalmente,
ahora la antropología estructural volvía
concreta y pregnante). Analogando la
De la antropología estructural a etnografía al psicoanálisis, el exégeta de
la interpretativa Mauss veía en el inconsciente un térmi-
no mediador entre el yo y el otro: así, el
En cada versión de un “otro” está
acceso a las formas inconscientes del
presente la construcción de un “yo”, de
espíritu conducía a la subjetivación.
modo que la elaboración del texto etno-
Tanto la práctica psicoanalítica como la
gráfico implica siempre un proceso de
etnológica —decía— se proponen formas
“autoformación” (Clifford 1986a, pp. 23-
de comunicación, y ellas tienen lugar
24):26 este postulado de James Clifford
“bien entre un yo /moi/ subjetivo y un
parece, más que una premisa innovado-
yo /moi/ objetivante, bien entre un yo /
ra, la radicalización de anteriores con-
moi/ objetivo y un otro subjetivado” (id.,
minaciones del mismo tipo. Maurice
p. XXXI).
Merleau-Ponty, por ejemplo, en los años
Si tratamos ahora de precisar las di-
cincuenta sostenía, a propósito de la
ferencias entre el enfoque estructural y
etnología, que ella era un modo de pen-
el interpretativo, dentro de su común
sar que se imponía “cuando el objeto es
aceptación de una “reciprocidad de pers-
‘otro’ y exige que nos transformemos
pectivas” como horizonte de la antropo-
nosotros mismos”, pues la experiencia
logía, encontramos algunos puntos de
que ofrece tal disciplina es la “incesan-
interés. En primer lugar, la superación,
te puesta a prueba de uno mismo por
que describía Lévi-Strauss, de “la oposi-
el otro y del otro por uno mismo”
ción entre yo y el otro” (id., p. XXX)
(Merleau-Ponty 1964, pp. 145-146). Cier-
estaba sostenida, sobre todo, por su
tamente, el filósofo se hacía eco, en ese
postulación de un Inconsciente que era
momento (1959), de los desarrollos esti-
común a todos los hombres y a todas
mulantes de la antropología de Claude
las épocas y permitía conmutar las ca-
Lévi-Strauss y es esta última el real tér-
tegorías mentales y los marcos cognosci-
mino de comparación con la corriente
tivos, entendiéndolos, en su múltiple va-
interpretativa. El “nuevo humanismo” de
riedad, como especificaciones equivalen-
base antropológica que, hacia la época,
tes de una función universal. Pero ese
defendía Lévi-Strauss27 poseía, entre sus
“kantismo sin sujeto trascendental” —
atributos, el de permitir captar, “bajo
como lo llamó Ricoeur—28 carece de toda
una forma experimental y concreta, /el/
proceso ilimitado de objetivación del su- 26
Autoformación” es, en el artículo de Clifford,
jeto” que tiene lugar cuando, en el seno una cita del título del libro de Stephen Green-
de una humanidad única, los múltiples blatt: Renaissance Self-Fashioning: From More
to Shakespeare (Chicago, University of Chicago
usos y costumbres se manifiestan, ini-
Press, 1980).
cialmente, como alteridades y, luego, 27
Cf. , sobre este punto, Sazbón 1975.
como objetos “reintegrables en la subje- 28
Cf. Ricoeur 1963, p. 618.
El sujeto en las ciencias humanas 25

correspondencia con los criterios y pro- observados” (id.., p.8): desdeña las sime-
cedimientos de la modelística interpreta- trías y enlaces analógicos (tan caros a
tiva, cuyo mismo carácter dispersivo es Lévi-Strauss) en favor de los desfasa-
un eco de su ánimo refractario a cual- mientos y las discontinuidades; piensa
quier “estilo paradigmático” de concep- menos en “el hecho social total” (Lévi-
tualización (Marcus y Fischer 1986, p. Strauss 1966, pp. XXIV- XXX) que en la
X). En segundo lugar, todas las apertu- fragmentación de sus constelaciones par-
ras a la subjetividad y a la mediación ciales.
subjetiva en el proceso de conocimiento En tercer lugar, se puede señalar
tenían como contrapartida, en Lévi- una oposición considerable entre las dos
Strauss, una noción fuerte de objetivi- orientaciones en lo que se refiere al sta-
dad que encadenaba a la etnología —a tus de la escritura en la relación de co-
través de eslabones intermedios o articu- nocimiento que involucra al sujeto/actor
laciones fundadas— con el resto de las de la cultura estudiada y el sujeto/autor
disciplinas, a su vez tributarias del ideal del respectivo texto etnográfico. En la
regulativo de las ciencias exactas. distribución de contenidos y funciones
Los diversos paralelos y correlaciones que asigna Lévi-Strauss a la etnografía y
disciplinarias así desplegados (entre la la etnología, la primera se ocupa de la
historia y la etnología;29 entre la última observación y el análisis particularizados
y el psicoanálisis;30 entre estas dos, la de los grupos humanos y la segunda de
geología y el marxismo; 31 entre la lin- la utilización, con fines comparativos, de
güística y la antropología;32 entre ambas los documentos elaborados por aquélla
y la economía; 33 entre las ciencias hu- (Lévi-Strauss 1958, pp. 4-5, 313-314).
manas y las sociales, 34 etc.) 35 estaban En la medida en que el trabajo teórico
sostenidos por el aplomo asertivo de con los modelos estructurales —objeto
quien pensaba que “la tierra del conoci- de la atención preferencial de este au-
miento es redonda”.36 Pero la antropolo- tor— se realiza en el nivel etnológico, las
gía interpretativa, que respira una at- circunstancias del registro etnográfico
mósfera intelectual básicamente refracta- son evocadas menos con propósitos con-
ria a cualquier conato de mathesis ceptuales que para realzar la significa-
universalis y cree habitar más bien un ción del contacto intercultural y las con-
presente “posparadigmático” que cancela notaciones subjetivas de esa aproxima-
“la autoridad de los estilos de ‘gran teo- ción. No obstante, no está presente en
ría’”, prefiere consagrarse más a explicar la antropología estructural aquello que
“las excepciones y los indeterminantes en la interpretativa concentra el esfuer-
que las regularidades en los fenómenos zo autocrítico: la efusión etnográfica

29
Cf. “Histoire et ethnologie” en Lévi-Strauss samiento”, hasta la música de los mitos a la que
1958, cap. I. es sensible el antropólogo que los estudia. Cf.,
30
Cf., entre otros lugares, “L’efficacité symbolique”, respectivamente, Lévi-Strauss 1970 (la cita, en p.
en Lévi-Strauss 1958, cap. X. 23) y Lévi-Strauss 1964c (cuya “Ouverture” razo-
31
Cf. “Comment on devient ethnographe”, en na el analogon musical que inspira los títulos de
Lévi-Strauss 1963, cap. VI. las secciones).
32
Cf. “Linguistique et anthropologie”, en Lévi- 36
Cf. Lévi-Strauss 1964a p. 597. Esa metafórica
Strauss 1958, cap. VI. esfericidad del saber autorizaba la convicción de
33
Cf. “Langage et societé”, en Lévi-Strauss 1958, que, “creyendo alejarse entre sí para alcanzar,
cap. III. aunque por vías opuestas, el status de ciencias
34
Cf. Lévi-Strauss 1964a , pp. 579-597. positivas, las ciencias sociales y las ciencias huma-
35
Las proyecciones de este “etcétera” pueden dila- nas llegarán a confundirse con las ciencias exactas
tarse en varias direcciones: ellas comprenden des- y naturales, de las que dejarán de distinguirse”
de las matemáticas del hombre, que permiten (ibid). Sobre las ambivalencias del reclamo
imaginar una “unificación de los métodos de pen- lévistraussiano de cientificidad, cf. Sazbón 1993.
26 José Sazbón

como producción textual portadora de escritura del antropólogo por parte de un


marcas e indicios materiales de significa- jefe nambikwara, el cual, según Lévi-
ción y de emplazamiento discursivo que Strauss, habría comprendido “la función”
en ningún caso pueden elidirse en bene- de esa práctica (Lévi-Strauss 1963,
ficio de una pura consideración objetiva p.262). Esta residiría —según la situa-
de los contenidos vehiculizados. Tanto ción contextual observada— en la subor-
menos está presente el empeño experi- dinación y el control del grupo, en la
mental y la legitimación múltiple de los consolidación de la autoridad, en la edi-
“estilos” etnográficos, que constituyen el ficación de un poder.37 (En un inmedia-
reverso del escepticismo sobre el encum- to excurso histórico, el autor arriesga la
bramiento de un modo de representa- hipótesis de que “la función primaria de
ción canónico o la existencia de disposi- la comunicación escrita es la de facilitar
tivos aproblemáticos de registro de la la dominación”: id., p. 266).
experiencia en el terreno. Ahora bien, este señalamiento de que
la posesión del arte de la escritura
(cuando es un rasgo de exclusivismo)
La escritura del otro está asociada a los instrumentos de po-
der no lleva a Lévi-Strauss a interrogar-
Existe, sin embargo, en Lévi-Strauss se sobre la posibilidad de que la misma
al menos una tematización de la escritu- escritura del etnógrafo sea un ejemplo
ra en el contexto del trabajo de campo, de ello, puesto que se produce en el in-
pero ella, paradójicamente, no se refiere terior de una relación asimétrica en la
a las operaciones del observador, sino a que el antropólogo —como el escriba o
las del sujeto observado. En Tristes el sacerdote— cifra la representación de
tropiques, un capítulo está dedicado, des- una situación vital inscribiéndola en un
de su título mismo —“Leçon d’écriture”— código excluyente, propio de un saber no
, al análisis, comentario e interpretación compartido. La medida en que esta po-
de una breve secuencia de hechos que sibilidad está implícita en la misma pro-
suscitaron una fuerte impresión en el fesión antropológica en su relación con
antropólogo y que tienen en su centro la la cultura indígena —encarnando una y
súbita e incongruente emergencia de la otra desiguales concentraciones de po-
escritura en un escenario que no pare- der— no necesita ser subrayada. La
cía convenirle. Brevemente, se trata de agudeza de Lévi-Strauss como crítico del
la mímesis —puramente exterior, gestual colonialismo y del etnocentrismo38 no lo
y mixtificatoria— de las operaciones de llevó, sin embargo, a poner en cuestión

37
En otros lugares, Lévi-Strauss consigna algunos “la lección de la ‘Lección’” expuesta en Tristes
ejercicios de “escritura” o de representación grá- Tropiques. Pues, de acuerdo a la lectura decons-
fica por parte de los indígenas, que mostraría a tructiva del filósofo, cuando se establece la pri-
éstos tan capaces de servirse de ese medio con macía de la voz y la palabra hablada sobre el
fines “de análisis y de demostración” como los signo escrito, entendido como “representación”
civilizados letrados. Así, criticando a Sartre (su- accesoria, se incurre en un “etnocentrismo pro-
puestamente reacio a aceptar ese hecho), analoga fundo que privilegia el modelo de la escritura
el diagrama sobre la arena con el que el “indí- fonética” en consonancia con la vigencia de la
gena de Ambrym” expone el funcionamiento de “metafísica de la presencia” en el pensamiento
su sistema de parentesco con la demostración en occidental. En Lévi-Strauss, pues -según esta
el pizarrón de un profesor universitario, ya que interpretación-, el “etnocentrismo se piensa
para el etnógrafo “la situación es exactamente la como anti-etnocentrismo” y “todas las críticas
misma en los dos casos” (Lévi-Strauss 1964b, liberadoras” del antropólogo, todas sus “denun-
pp. 363-364). cias legítimas” siguen gravadas por la persisten-
38
Crédito que no le concede, por cierto, Jacques te ideología del “fonologismo lingüístico y meta-
Derrida cuando busca extraer, laboriosamente, físico” (Derrida 1967, pp. 175-178, 150-151).
El sujeto en las ciencias humanas 27

esta insidiosa forma de autoridad de que de textos colaborativos que plantean la


se reviste, espontáneamente, la escritu- compleja “cuestión de quién escribe los
ra etnográfica; ella está, en cambio, enunciados culturales” (id., p. 16), etc.
tematizada por la antropología interpre- (todo lo cual va más allá de las aptitu-
tativa y el tratamiento que le dedica for- des y el saber de los “sociólogos” aborí-
ma parte de su programa correctivo. genes evocados por Lévi-Strauss). Por
Hay varios aspectos de la cuestión, otro lado, hay, por así decir, una pro-
pero todos derivan de la filiación “relati- yección interiorizada del dialogismo en el
vista” que asume la corriente: ella im- desdoblamiento de la mirada antropoló-
pulsa una problematización de la dicoto- gica, la cual ya no se dirige solamente
mía “nosotros-ellos” (Marcus 1994, p. desde su propio mundo al mundo ajeno,
20) y la consiguiente atención a sus sino también desde este último al pro-
prolongaciones en los supuestos y resul- pio, ejercitando entonces una “visión
tados de la escritura etnográfica. El di- doble”, practicando una “bifocalidad”
seño de las estrategias que tienen a esta (Marcus 1994, p. 20) que la vuelve idó-
última por objeto aspira, entre otras co- nea para cuestionar las instituciones de
sas, “a ceñir las identidades mutuamen- su medio de origen, desfamiliarizando el
te implicadas del observador y del obser- trato que mantenía con ellas.
vado” (id., p. 4), a abarcar “un intercam- Esta es la veta de crítica cultural
bio de voces, de aserciones localizadas” que la antropología interpretativa en-
(Clifford 1986a, p. 12), a reflejar un cumbra como fundamento de una con-
“diálogo entre el etnógrafo y los infor- ciencia vigilante respecto a los alcances
mantes en el que las voces de estos úl- del modo de vida y las formas de pen-
timos tengan reservado su propio espacio samiento occidentales (de las que nació,
textual” (Marcus and Fischer 1986, p. entre otras cosas, la misma antropolo-
67). Concebida de este modo, como el gía). Tal reversión de la marcha —un
resorte más sensible del encuentro movimiento de repliegue que adjudica a
intercultural, la atención a la escritura los sujetos de la cultura estudiada una
se conecta con las temáticas de la iden- perspectiva válida de apreciación sobre
tidad, el poder, la política, la historia: en la cultura del antropólogo, en una regu-
cada una de ellas, el vacío creado por la lada mutación de roles que corona la
“crisis de representación” ocluye las ex- aspiración relativista de disolución de la
pansiones del texto monológico autorita- cognición etnocéntrica— ha sido llamada
tivo y suscita, compensatoriamente, la “repatriación” de la antropología. Quie-
invención de recursos experimentales nes la suscriben “trasladan consigo los
que en ningún caso aspiran a un status puntos de vista de sus sujetos” (Marcus
canónico. Lo que impera como orienta- and Fischer 1986, p.112) al desplazar
ción general es, más bien, la incorpora- los intereses de la investigación hacia la
ción meditada de retóricas serviciales y sociedad de donde los antropólogos par-
adaptativas, capaces de plasmar, para tieron. Esta es vista ahora con la lente
distintos propósitos y situaciones, la de aumento de la crítica cultural y a
modalidad dialógica de la textualidad. través de una escritura etnográfica expe-
Por un lado, esto se expresa en la men- rimental apta para asimilar las “leccio-
cionada “contraetnografía de los sujetos”; nes epistemológicas” (ibid.) que brinda la
en el hecho, remarcado por Clifford, de etnografía cuando, después de ejercitada
que “una nueva figura se ha incorpora- afuera, se la practica adentro. El libro
do a la escena: el etnógrafo indígena” de Marcus y Fischer (1986), en cuyo de-
(Clifford 1986a, p. 9); en la composición sarrollo figura un verdadero manifiesto
28 José Sazbón

de la repatriación de la antropología la estructuración del campo cultural en


entendida como crítica cultural, incluye la sociedad capitalista, el segundo, por
diversos ejemplos de la desfamiliariza- su parte, proveía sobre todo técnicas ex-
ción que fomenta la crítica epistemológi- perimentales de yuxtaposición de lo ha-
ca. Ellos van desde aserciones teóricas bitual y lo extraño, iluminaciones que
considerablemente amplias hasta análisis apuntaban a transgredir los códigos de
puntuales de fenómenos localizados; en conocimiento usuales y reificados. El en-
todos los casos, provienen de antropólo- foque de la cultura como “alterable y
gos que toman aspectos de su propia cuestionable” y la incitación, recogida
cultura (“occidental”, pero no necesa- por los etnógrafos, a mostrarse “cons-
riamente situada en el país del estudioso) cientes como escritores” al desarrollar
como objeto de una reflexión crítica que los procedimientos de representación
desacomoda los supuestos tácitos de fun- (op.cit., pp. 124-125) forman parte del
cionamiento de hábitos e instituciones. legado del surrealismo a la antropología
Cuando se ofrecen, ulteriormente, interpretativa. Pero esta última no dejó
“versiones más fuertes” de la crítica asimismo de notar el carácter etnocén-
epistemológica resulta perceptible en los trico-europeo de los intereses surrealis-
autores un ademán omniabarcativo en tas, su espíritu lúdico e irreflexivo acer-
virtud del cual la metáfora de la antro- ca del encuadre epistemológico que lo
pología repatriada cubre variedades más movía (más “guerrilla semiótica”, ibid.,
dilatadas y estudios disciplinarios consi- que crítica cultural sistemática), su ape-
derablemente diferenciados como para lación al contraste de lo familiar con lo
requerir la cobertura etnológica. Es el otro “exótico o primitivo” (ibid.) en un
caso de las investigaciones sobre la cul- movimiento que si bien en los años
tura de masas, o la sociología de la cul- veinte o treinta pudo ser de innovación
tura o los estudios de crítica jurídica, o crítica, en el presente está ya afecta-
etc., en todos los cuales Marcus y do de caducidad. La caracterización an-
Fischer encuentran confirmaciones vale- tropológica de la diferencia debía encon-
deras de los procedimientos etnográficos, trar ahora otros recursos y supervisar,
si bien al precio de declarar a esas además, los conceptos y lenguajes que le
orientaciones “en línea” con la etnogra- convendrían, lo que también supone
fía experimental o asumiendo “de facto” desembarazarse del insidioso sustrato de
un enfoque similar a ésta (op.cit., pp. una semántica no controlada, supervi-
154-155). Ciertamente, tal ecumenismo vencia de un acervo residual y ominoso.
de la sugerida implantación es paralelo
a la amplificación de fuentes o incitacio-
nes que, constituidas en herencia múlti- Miseria del estereotipo
ple, reclama para sí la antropología in-
terpretativa. Basten los ejemplos, de sin- La inscripción del sujeto como “otro”
crónico desarrollo, ofrecidos por la Es- —miembro de culturas a las que vuelven
cuela de Frankfurt y el surrealismo ajenas el hábitat, los usos y la (imputa-
como estímulos importantes de los da) deficiencia civilizatoria— en la trama
desenvolvimientos disciplinarios que des- del discurso occidental (literatura, cien-
embocarían luego en la repatriación de cia social, etc.) ha recibido una creciente
la mirada antropológica. Si la primera atención por parte de diversos estudio-
pudo brindar un interesante paradigma sos: baste mencionar la obra de autores
que combinaba la dinámica psicológica como Edward W. Said (1979, 1994) y
del sujeto, los procesos de la economía y Tzvetan Todorov (1982, 1992). En parti-
El sujeto en las ciencias humanas 29

cular, el concepto de “orientalismo”, de- la jerarquía desapareció por completo del


sarrollado por Said, tuvo una animada discurso científico-social. Ese es el inte-
recepción en los críticos culturales. No rés de la contribución de Arjun Appadu-
es de extrañar que las primeras páginas rai a la compilación de Marcus: el de
del libro de Marcus y Fischer le consa- establecer mediante un ejemplo de prag-
gren un comentario (el inicial de una mática lingüística, la remanente depre-
larga serie de evaluaciones puntuales de ciación adherida a ciertos términos de
obras pertinentes para el propósito de uso corriente en la etnografía. Tal ópti-
caracterizar el “momento experimental” ca permitiría afirmar, entonces, que “los
de la disciplina). En términos generales, nativos son creaciones de la imaginación
se puede decir que, más allá de su admi- antropológica” (Appadurai 1992, p. 37).
sión del valor polémico de Orientalism, Es así porque en la estandarizada fre-
los autores encuentran deficitario y aún cuentación del vocablo, dentro de la dis-
contradictorio el alegato de Said (pues el ciplina, “nativo” es una palabra que ex-
allanamiento de diferencias y matices en hibe con nitidez la asimetría del uso: se
los sujetos “orientales” que éste imputa aplica al sujeto observado, no al obser-
a los observadores de Occidente estaría vador (uno y otro son nativos de algún
también implícito en su propia perspec- lugar, pero sólo al aborigen estudiado se
tiva). De todos modos, un punto firme asigna el apelativo). Lo que esto demues-
que el comentario deja a salvo, a partir tra —siguiendo ahora a Appadurai— es
de la polémica de Said, es la necesidad, la existencia de una serie de connotacio-
en los etnógrafos, de “repensar” las for- nes (tácitas, silenciosas, operativas) que
mas de escritura. Ejemplos de tal explo- arrastra consigo la atribución de nativi-
ración aparecen en varios textos compi- dad en estos contextos. La primera de
lados algunos años después por George ellas es el sentido de confinamiento que
E. Marcus (cf. Marcus ed. 1992). va adherido al término: el nativo es al-
En uno de ellos, asistimos a la des- guien ecológicamente fijado a un medio,
familiarización de ciertos componentes prisionero de él, aunque a veces integre
de la escritura etnográfica cuya norma- comunidades nómadas (pues, en este
lización en el discurso antropológico último caso, la fijeza es la del “tipo” de
hace que resulten invisibles, inadvertidos
como construcciones que son, histórica 39
Si bien en Estados Unidos la teoría crítica im-
pulsada por la Escuela de Frankfurt -desde los
y políticamente datables a partir del
años 30- tiene una presencia continua y creati-
encuentro (desnivelado y no paritario) de va en la escena intelectual, nuestra mención del
las culturas. En efecto, el trabajo de libro de Lois Tyson remite a una acepción emer-
gente de “teoría crítica” no vinculada con esa
autodepuración al que se sometió el len- tradición de pensamiento. Tyson agrupa, bajo la
guaje de la disciplina para desterrar las denominación genérica de “Critical Theory”,
un variado conjunto de teorías y métodos de
marcas directas o indirectas que dejó en
análisis literario representativos de las tenden-
él el colonialismo (sobre cuyo vocabula- cias en boga en ese país, entre ellos la crítica
rio, cf. Said 1994, cap. I, 1), parece re- feminista, el deconstruccionismo, el nuevo histo-
ricismo, etc., así como los estudios culturales y
sultar todavía inconcluso (más aún en “post-coloniales”. Un índice elocuente de la co-
una época en la que los “postcolonial nexión puramente homonímica de esta orienta-
ción con la teoría crítica “frankfurtiana” -que
studies” —que lo monitorean— ya for-
nutre los estudios de Martin Jay, Susan Buck-
man parte de la teoría crítica: cf. Tyson Morss, Thomas McCarthy, etc.- es la ausencia
1999, cap. 11).39 El léxico de las razas total de referencias a esta última en la obra co-
mentada (las más de cuatrocientas páginas que
inferiores, la mentalidad prelógica o las buscan introducir al lector en las ramificaciones
sociedades primitivas quedó hace tiempo de la “Critical Theory” no registran, siquiera
una vez, los nombres de Adorno, Horkheimer,
atrás, pero no por eso el vocabulario de
Habermas, etc.).
30 José Sazbón

lugares), en tanto quienes entran en co- nocidos y consignaban la rareza de esos


municación con el nativo —antropólogos, especímenes; durante gran parte de su
pero también funcionarios, misioneros, desarrollo, la antropología heredó tal
etc.— son esencialmente móviles, viaje- percepción de lo diferente como exótico
ros, dotados de la perspectiva más flexi- pero, asociado como éste estaba al otro
ble que ofrece una experiencia de mayor clisé, el de lo “primitivo”, uno y otro
articulación. Pero esta nota simple de la fueron desapareciendo con la declinación
partición nativo/metropolitano remite a de los supuestos etnocéntricos. El inte-
significaciones más complejas, ya que en rés del trabajo de Alcida Ramos es que
el nativo la fijeza del hábitat se desdo- exhibe la persistencia del hábito exoti-
blaría, al parecer, en un inmovilismo zante en la actual literatura etnográfica
moral e intelectual que revela su depen- en un caso concreto —el estudio de la
dencia de los marcos (ambientales, so- comunidad yanomami (cuyo hábitat
ciales, etc.) de larga duración en los que abarca zonas de Brasil y Venezuela)— y
se desenvuelve su vida. Atrapado como muestra las dificultades de un acerca-
está en ese determinismo natural, la miento antropológico que sea al mismo
misma ciencia de lo concreto que le ad- tiempo de respetuosa comprensión hu-
judica Lévi-Strauss (1964b, cap. I) —su mana hacia las particularidades cultura-
saber clasificatorio de la flora, la fauna, les ajenas.40 Ejemplos de una y otra ac-
la topología, etc.— podría ser vista como titud figuran en su recapitulación de la
una “poesía del confinamiento” (Appadu- bibliografía sobre los yanomami, si bien
rai 1992, p. 36). La proyección metafó- el grueso del artículo es una exégesis de
rica de este encierro del nativo en un los modos sutiles en que la primera
espacio de límites inalterables permite impone sus recursos en la descripción
su posterior conversión en un “otro” del pueblo estudiado. La fiereza y violen-
esencializado —tributario de institucio- cia del carácter yanomami, caución apa-
nes reificadas— y en un objeto de exo- rente de vicios, excesos y crueldades,
tismo, tendencias, una y otra, que la integran, en las obras criticadas por
antropología interpretativa ha censurado Ramos, un cuadro vívido de costumbres
consistentemente a partir de la relativi- curiosas que, ante una mirada más
zación y la rotación giroscópica que im- atenta, revela su índole ficcional. El na-
prime, como una cuestión de principio, rrador-antropólogo sitúa a sus sujetos
a los puntos de vista. como “personajes de una representación
En correspondencia con la observa- teatral más que como personas que ha-
ción de Appadurai acerca del paso in- cen su vida cotidiana”. Las tareas do-
sensible de la condición de nativo a la mésticas, las disputas aldeanas, las
de sujeto exótico, otro artículo de la invocaciones mágicas y las prácticas
compilación de Marcus (Ramos 1992) sexuales —sobredimensionadas— apare-
rastrea esta última identidad aún en cen consignadas por el etnógrafo en se-
textos contemporáneos que no la invo- cuencias que denuncian su “intención
can explícitamente. Como se sabe, el de divertir a un público que está siem-
exotismo —con sus varias connotacio-
nes, que apuntan a lo extraño, lo miste- 40
Un ejemplo expresivo de este necesario respeto
rioso, lo fascinante, etc.— fue una cua- a las particularidades culturales de los sujetos
estudiados es, en el caso de los yanomami, la
lidad normalmente “registrada” en siglos
preservación del secreto de los nombres, al que
anteriores por viajeros, exploradores, ellos otorgan gran importancia. Ramos hace no-
aventureros, etc., que entraban en con- tar la desaprensión de varios antropólogos en ese
aspecto, así como la prudencia y la reserva de
tacto con grupos humanos antes desco- otros.
El sujeto en las ciencias humanas 31

pre allí, esperando el próximo sketch” que se aplican a los indígenas es defen-
(op.cit., p.55). Conversión literaria del der a éstos del asalto impiadoso de la
objeto, descripción de escenas impactan- sociedad capitalista.
tes, apelación a un sentido común nor-
mativo, promoción de lo maravilloso so- Figuras del sujeto: observado
bre lo banal, ademanes de complicidad y observador
con el lector de historias curiosas: este
Los artículos mencionados de Appa-
dispositivo usual indica que, como el
durai y Ramos constituyen dos muestras
“nativo” de Appadurai, la detección de lo
de una de las vertientes de la antropolo-
exótico es también una creación de la
gía interpretativa —en la antigua termi-
imaginación antropológica. Descansando,
nología escolástica, se la llamaría su pars
de hecho, menos en un registro objetivo
destruens— : aquella que, en la produc-
que en el modo de expresión con el que
ción científica de la profesión, persigue el
se lo alude, el exotismo se sirve de re-
rastro de las formaciones ideológicas más
cursos retóricos que, como señala Ra-
generales y eficaces que reproducen la
mos con una cita,41 crean “la ilusión de
autocomplacencia y el narcisismo de las
que lo exótico está en el mundo más
sociedades metropolitanas, cuyo corolario
que en la imaginación” (op.cit., p. 62).
es la tácita depreciación de las culturas
Pero la antropóloga brasileña también
indígenas. La otra vertiente —pars
indica, con gravedad, las ominosas deri-
construens, para seguir con la analogía—,
vaciones que pueden suscitar estas imá-
al considerarse tributaria del “momento
genes y lo que significa, para el sujeto
experimental” que viven las ciencias hu-
concernido, “el costo de ser exótico”
manas, aspira a delinear un amplio y
(op.cit., p. 61). Pues, así como en el pa-
flexible campo de prueba para el ejercicio
sado el lenguaje del exotismo acompañó
de una “poética y política de la etnogra-
las cruzadas del Occidente conquistador,
fía”43. En uno y otro caso, lo que está en
del mismo modo en la actualidad las
cuestión es la práctica de la escritura et-
fantasías de primitivismo que envuelven
nográfica y la inspección crítica y auto-
el retrato del indígena dejan a éste
crítica de sus condiciones (la identidad/
desmunido frente al asalto civilizatorio
alteridad como polaridad no jerárquica en
de las riquezas naturales de su hábitat:
la comunicación intercultural de la que
esa menoscabada humanidad es una
dará cuenta el texto) y resultados (tanto
incómoda presencia que parece exigir el
la idoneidad y congruencia de la forma
sometimiento de los indeseables y la im-
escogida como la incidencia de sus efec-
plantación territorial de la cultura supe-
tos en términos institucionales y socia-
rior. Dado que “hacer antropología en
les). Pero la atención a la escritura, ade-
Brasil es ya en sí mismo un acto políti-
más de vincularse con el omnipresente
co” (op.cit., p. 63), cuestionar el exotismo
textualismo (aquí atenuado, ciertamente,
al que ceden sus practicantes42 y deste-
por el recurso a la “experiencia”), deriva,
rrar los estereotipos cargados de valor
a su vez, de la conciencia de una “crisis

41
De Stephen W. Foster en su artículo “The Así, “gran parte de la obra de los antropólogos
exotic as a Symbolic System” (Dialectical An- anglosajones demuestra que no se sienten
thropology, vol. 7, 1982, pp. 21-30). También ve concernidos por las implicaciones éticas o polí-
una corroboración en Said 1979. ticas que pueden tener sus escritos para la gen-
42
Observa la autora: “quizás porque los indios te sobre la cual escriben” (Ramos 1992, pp. 64,
están -geográfica, si no socialmente- próximos a 63).
nosotros”, los escritos de los antropólogos bra- 43
Los entrecomillados aluden, desde luego, a los
sileños “no están recargados del mismo compo- subtítulos respectivos de Marcus y Fischer 1986
nente de exotismo” que se encuentra en otros. y Clifford y Marcus eds. 1986.
32 José Sazbón

de representación” que implica la inviabi- comentarios a los registros documentales


lidad de los estilos y modelos paradigmá- de la comunidad estudiada, aparato de
ticos y la consiguiente adopción de una notas explicativas, etc.— demostraría la
perspectiva relativista. Este último es un inanidad de la autoexclusión del obser-
punto en el que la antropología interpre- vador en beneficio de la sola escucha de
tativa insiste con fuerza, pero al hacerlo una pluralidad de voces (distinguidas
y al explayar las articulaciones de su dis- por la tipografía: ibid.). “Inevitablemente,
curso del método en un sentido acorde la planeada polifonía resulta ser un aria
con la “era de fermento intelectual”44 que de acompañamiento. Hay sólo una voz y
inspira sus realizaciones, expone las ba- una concepción: la del autor” (op. cit., p.
ses de su experimentalismo al escrutinio 196). En definitiva, la imputación de
especializado de la ciencia social, así Hobsbawm es que el uso de tales proce-
como las razones de su relativismo a la dimientos experimentales, en la medida
contra-argumentación de la crítica filosó- en que es inhibitorio de los métodos de
fica. Ejemplos de una y otra lectura pue- investigación habituales en la ciencia so-
den resultar indicativos de los disensos cial, bloquea todo efectivo conocimiento
potenciales que enfrenta su empeño. de la realidad humana estudiada.
En lo que se refiere a algunos desi- Una imputación de mayor alcance es
derata que rigen la composición textual la que proviene del campo filosófico. En
interpretativista —tales como la integra- este caso, el blanco apuntado es la pro-
ción colaborativa del texto, la abdicación fesión de fe relativista que la corriente
de toda forma de autoridad discursiva, interpretativa asume como el alfa y el
la reconducción de una pluralidad de omega de sus ejecutorias y de su progra-
voces exenta de un monitoreo autoral, la ma. Ernest Gellner ha sido, en su obra,
evitación de categorías “occidentales” en un consistente adversario de este tipo de
el intercambio dialógico, etc.—, Eric opciones —en una fórmula drástica ha
Hobsbawm ha manifestado reservas so- expresado que “el relativismo cognitivo es
bre su factibilidad al examinar una obra absurdo, y el relativismo moral es trági-
característica de ese propósito (Hobs- co” (Gellner 1997, p. 110)—, de modo
bawm 1997). En el libro comentado que no es extraño encontrarlo empeñado
(Alabi’s World, de Richard Price), el au- en un ataque a fondo a la disciplina que
tor, decidido a expurgar su relato de lo incorpora como principio teórico. Si se
todo principio organizativo ajeno a los deja de lado la disparidad de tono en las
sujetos a quienes da la palabra, excluye respectivas réplicas de Gellner y Hobs-
“categorías occidentales como religión, bawm —el hirviente sarcasmo del prime-
política, economía, arte o parentesco” y ro, la controlada impaciencia del segun-
desecha incluso la confección de un ín- do—, se puede decir que sus actitudes
dice de consulta, ya que tal práctica, son homólogas: uno y otro defienden los
piensa, tiene “una función perniciosa en fueros de una razón arquitectónica a la
la comprensión intercultural” (cit. en id., que asignan una probada eficacia opera-
p. 195). Pero el inventario de recursos tiva en los diversos departamentos a los
constructivos que Hobsbawm encuentra que se aplica. Pero la intención refutato-
en el texto de Price —selección de fuen- ria de Gellner es de mayor aliento, así
tes históricas adaptadas a la narración, como el plano en que la sitúa, más
abarcativo: se trata, para él, de una que-
44
“La antropología interpretativa contemporánea rella entre posiciones básicas y para la
no es otra cosa que el relativismo, rearmado y suya, el “fundamentalismo racionalista
fortalecido para una era de fermento intelectual” ilustrado” (Gellner 1994, p. 100), la po-
(Marcus y Fischer 1986, p. 33).
El sujeto en las ciencias humanas 33

sición relativista representa el enemigo que el sujeto, el autor, aún sigue ahí”;
predilecto, la acabada antítesis de su no es de extrañar, entonces, que tal ac-
propio perfil filosófico. Eso explica la ad- titud sea designada como “ultrasubjeti-
jetivación efusiva y la escasa receptivi- vismo” (op.cit., pp. 44, 63).
dad de su lectura a los propósitos y las El encarnizamiento que exhibe Gellner
realizaciones de la orientación cuestiona- en su tratamiento de la antropología in-
da. terpretativa se debe a que ésta represen-
De todos modos, el ángulo de ataque ta paradigmáticamente el relativismo que
que elige Gellner es, sin duda, estratégi- aborrece. Este último, que por lo gene-
co: el relativismo en cuestión se le pre- ral aparece en su texto revestido de to-
senta como una “fusión de subjetividad dos los atributos de un íncubo maligno,
y hermenéutica” y es en torno a este es también objeto de una condenación
acoplamiento que desplegará su crítica. teórica y de una réplica argumentativa.
Pues la exacerbación de la búsqueda de En particular, la validez del relativismo
significados en el mundo social, la prác- cognitivo aparece refutada por las adqui-
tica continua de la decodificación de las siciones, no relativizables y transcultura-
conductas y los lenguajes, la conversión les, de una idea de ciencia consensual y
de los hechos y las cosas en una trama expandida, desacralizadora y eficaz. Esta
de sentidos adventicios, todo este flujo concepción y el correlativo encumbra-
incesante de la interpretación tiene como miento de las facultades cognitivas sobre
contrapartida la identificación (o la de- las propensiones éticas es un postulado
nuncia; en todo caso, el señalamiento) fuerte que relega otras consideraciones,
del intérprete. Precisamente el relativis- sin llegar a excluirlas: si bien “el nihilis-
mo postula la inexistencia de paradig- mo moral puede ser difícil de eludir”,
mas o códigos universales de intelección: para Gellner el punto firme es que el
el confinamiento del marco interpretati- conocimiento con que contamos “está
vo a una perspectiva localizada reclama más allá de la cultura y de la morali-
la inspección de la mirada hermenéuti- dad” y cualquier orientación teórica que
ca y, en los antropólogos interpretativos, niegue esto, “como la ‘antropología inter-
un autoexamen permanente de los su- pretativa’, es una parodia horrorosa de
puestos movilizados en su encuentro con nuestra verdadera situación” (op.cit., pp.
el otro. Para Gellner, esto produce “un 92, 73).
desplazamiento doble... de cosa a signi- Sin duda los desarrollos críticos de
ficado y de objeto a sujeto”; en sus for- Gellner —que, aliviados de las exagera-
mas extremas, el imperio de la subjeti- ciones y sarcasmos gratuitos, pueden
vidad cognitiva y la reducción de los ser útiles para una evaluación de la
hechos a significados produce una amal- opción hermenéutica de la antropolo-
gama característica: el “narcisismo-her- gía— se sitúan en la amplia arena de
meneuticismo” (op.cit., pp. 39-41). Gellner discusión (epistemológica y política) so-
se complace en representar al antropólo- bre la precisa naturaleza y alcances del
go interpretativo como alguien atormen- relativismo (o agnosticismo, o escepticis-
tado por las exigencias de una asumida mo) contemporáneo. La aspereza de los
política de la interpretación e incapaz de debates tiende, ciertamente, a polarizar
superar la compulsión a declarar una y las posiciones en un aut-aut intransi-
otra vez las imposiciones limitativas de gente, pero el cuadro no sería comple-
su punto de vista. Incluso después de to si omitiéramos de él los intentos de
utilizado el recurso polifónico surgiría, superación de las antinomias, algunos
inevitable, “el reconocimiento culpable de de los cuales, aún haciéndose cargo de
34 José Sazbón

la conspicua sofisticación de los planteos a “probar la verdad, es decir la realidad


contrapuestos, siguen encontrando ins- y el poder, del pensamiento en la prác-
piración (como, p. ej., Bernstein 1983, tica” (segunda tesis de Feuerbach).
pp. 230-231) en la apelación marxiana

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RESUMEN

En distintos campos de las ciencias huma- eleva el punto de vista aborigen al nivel de
nas se asistió, en las últimas décadas, a un la creación co-autoral del texto resultante.
retorno del sujeto como tema de considera- Tal promoción del sujeto observado es el
ción y análisis (desde la teoría literaria has- declarado complemento de la exposición de
ta los estudios históricos), revirtiendo así una los rasgos personales del sujeto observador.
anterior depreciación consonante con las La opción metodológica y teórica de la antro-
premisas estructuralistas y formalistas. Un pología interpretativa también es una opción
expresivo ejemplo de estos cambios lo cons- política: el propósito general es oponerse a la
tituye la antropología interpretativa, ya que denegación o rebajamiento de los derechos
esta orientación postula la indispensable in- de la cultura del sujeto a prevalecer y, adi-
corporación de las propias voces de los su- cionalmente, a suministrar elementos destina-
jetos estudiados, en el carácter de asociados dos a una crítica cultural de las sociedades
que, en paridad, participan en la elaboración metropolitanas: la denominada “repatriación”
de la escritura etnográfica: de este modo, se de la antropología.

SUMMARY

The subject in the human sciences partners in the composition of ethnographical


writing, thus heightening the aboriginal views
at the level of a co-authorial creation of the
The last decades did bear witness to a resulting text. This promotion of the subject-
notorious return of the subject as a spreading observed is the avowed complement of the self-
theme of consideration and analysis in the conscious manifestation of the idiosyncratic
various fields of the human sciences, from the strokes pertaining to the subject-observer. The
literary theory to the historical studies, thus methodological and theoretical option of the
countering a previous depreciation that was in interpretive anthropology is also a political one:
order with the former structuralist and the overall purpose is a confrontational issue
formalist premises. The interpretive as regards the denegation or abasement of the
anthropology is an eloquent instance of these rights of the subject’s culture to prevail and,
changes, since that current affirms the additionally, to provide elements for a cultural
indispensability of an embodiment of the critique of the metropolitan societies in a so-
proper voices of the subjects studied as equal called move of “repatriation” of the anthropology.
Carlos Rojas Osorio

FOUCAULT
de la crítica del sujeto a la ética de la subjetivación

as relaciones entre la ar- loco y el cuerdo, el enfermo, y el sano,


queología, la genealogía y la los criminales y los «muchachos buenos».
ética del ‘cuidado de sí’ han Finalmente, he procurado estudiar
sido muy discutidas entre (es mi trabajo actual) la vía por la cual
los exégetas de la obra de Michel el ser humano se vuelve, él o ella, un
Foucault, entre otras cosas porque él sujeto. Por ejemplo, he escogido el do-
mismo dio distintas interpretaciones de minio de la sexualidad: cómo los hom-
los cambios bruscos que efectuó en el bres han aprendido a reconocerse a sí
decurso de su evolución intelectual. La mismos como sujetos de sexualidad.
arqueología es una manera de problema- Por tanto no es el poder sino el su-
tizar los discursos; la genealogía es la jeto el tema general de mi investiga-
forma de relacionar el discurso y el po- ción». [(Foucault, Sujeto y poder, 1991,
der, y la ética gira principalmente en p. 52; 1994, IV, 222-223)].
torno a las técnicas del sí mismo. No He querido retomar este texto in ex-
obstante, una de las interpretaciones tenso porque para algunos lectores de
dadas por el propio Foucault relaciona Foucault puede ser sorprendente. Excep-
los tres enfoques con el sujeto. “Mi ob- to por las propias palabras del filósofo
jetivo ha sido crear una historia de los un lector estaría muy alejado de leer
diferentes modos por los cuales, en Las palabras y las cosas como una his-
nuestra cultura, los seres humanos se toria del sujeto en las objetivaciones de
convierten en sujetos. Mi trabajo se ocu- la vida, el trabajo y el lenguaje. Pues se
pa de tres modos de objetivación que conoce muy ampliamente la apología de
transforman los humanos en sujetos. la ‘muerte del hombre’ conque concluye
El primero es: los modos de inquirir dicho texto, ‘muerte del hombre’ que no
que tratan de darse el estatuto de cien- es otra cosa que una crítica generaliza-
cias; por ejemplo, la objetivación del da del sujeto. Pero recojamos la autoin-
sujeto hablante en la gramamaire générale terpretación que hace Foucault del deve-
(gramática general), la filología y la lin- nir de su propia obra y repasémosla gi-
güística. O también, en este primer rando en torno al sujeto. No obstante,
modo, la objetivación del sujeto produc- una primera observación se impone por
tivo, el sujeto que trabaja, en el análisis el texto mismo. Foucault nos habla de
de la riqueza y de lo económico. O, un un sujeto en devenir, de un devenir su-
tercer ejemplo, la objetivación de la rea- jeto, es decir, no de un sujeto estático,
lidad absoluta del ser viviente en la his- sino de un sujeto que se hace, o sea, de
toria natural de la biología. un proceso de subjetivación. Y esto con-
En la segunda parte de mi trabajo, trasta ya de plano con algunas de las
he estudiado la objetivización del sujeto figuras modernas del sujeto, por ejemplo
en lo que yo llamaré «prácticas de esci- con la kantiana, la fichteana o con la
sión». El sujeto esta escindido de sí mis- husserliana. El sujeto de Johann Fichte
mo o separado de los otros; este proce- es un absoluto frente al cual todo pali-
so lo objetiviza. Como ejemplos están el dece para aparecer sólo como un no/
38 Carlos Rojas Osorio

yo. El sujeto husserliano es trascenden- como bien vio Marx, el trabajador y aun
tal y es pensado como «fundamento sin el capitalista son «posiciones» en la má-
fundamento». Frente a estos sujetos ab- quina productiva, portadores del capital
solutos o cuasi/absolutos, Foucault nos unos, ‘sujetos’ explotados los otros.
hablará más bien de subjetivación. No Foucault lo resume en su poética prosa.
hay sujetos dados a priori, sino procesos «¿Cómo puede ser el hombre esta vida
de subjetivación. Foucault supera la idea cuya red, cuyas pulsaciones, cuya fuerza
contractualista de poner primero indivi- enterrada desbordan infinitamente la ex-
duos ya hechos para luego hacerlos en- periencia que de ellas le es dada de in-
trar en un hipotético contrato social. De mediato? ¿Cómo puede ser este trabajo
todos modos, la mirada retrospectiva de cuyas exigencias se le imponen como un
Foucault acerca de su propia obra en rigor extraño? ¿Cómo puede ser el sujeto
cuanto girando alrededor del sujeto, es de un lenguaje que desde hace millares
una óptica que emerge a partir del últi- de años se ha formado sin él, cuyo sis-
mo periodo de su obra en que predomi- tema se le escapa, cuyo sentido duerme
na la ética del cuidado de sí, ética de la un sueño casi invencible en las palabras
subjetivación. Sólo retrospectivamente que hace centellear un instante por su
puede decir que el sujeto es el gran discurso y en el interior del cual está
tema de su obra, el sujeto objetivado constreñido a alojar su pensamiento,
por el discurso del saber, el sujeto como si estos no hicieran más que ani-
objetivado por el poder, y el sujeto mis- mar por algún tiempo un segmento sobre
mo en el proceso de su propia subjetiva- una trama de posibilidades innumerables»
ción. (1966, 314; 334).
La arqueología de Las Palabras y las También en El pensamiento del afue-
cosas nos mostraba al ser humano, al ra recalca Foucault la crítica del sujeto
sujeto, en las objetivaciones a que fue hablante. Mallarmé se preguntó quién
sometido en la biología, en el trabajo y habla, y respondió diciendo que es el
en el lenguaje. La conclusión era muy propio lenguaje el que habla. Foucault
clara. El hombre no puede ser un suje- mismo asevera: «Ahora se sabe que el
to a la manera como lo representaba la ser del lenguaje es la visible desapari-
fenomenología o el existencialismo, pues ción de aquel que habla» (1986, 75).
ese sujeto estaba demasiado sujecionado. Este hilo argumental de crítica del
Como ser viviente el sujeto humano, sujeto reaparece en la Arqueología del
aunque ostenta algunas singularidades, saber cuestionando a las filosofías de la
obedece, sin embargo, a los mismos me- historia que hacen de la historia el mito
canismos de reproducción y adaptación de una identidad del sujeto, que hacen
que las demás especies vivientes; Char- de la historia una antropología y de la
les Darwin había destronado al hombre revolución una mera toma de concien-
del lugar ministerial en que el Dios ge- cia. El humanismo, la filosofía del suje-
nesíaco lo había colocado, como bien to y el historicismo formaron parte de
hizo notar Sigmund Freud. Como sujeto la episteme del siglo pasado, pero las
hablante tampoco el ser humano puede nuevas disposiciones del saber están en
reclamar el trono de un absoluto, pues vías de conmocionar esa trilogía. «Pero
la gramática que uso me es generalmen- no hay que engañarse: lo que tanto se
te inconsciente y sólo reparo entre luz y llora no es la desaparición de la histo-
tinieblas a lo que quiero significar. Me- ria, sino la de esa forma de historia que
nos aún como ser trabajador puede el estaba referida en secreto, pero por en-
hombre ocupar el lugar del rey, pues, tero, a la actividad sintética del sujeto;
FOUCALT, de la crítica del sujeto a la ética de la subjetivación 39

lo que se llora es ese devenir que debía Pero la locura es un ‘objeto’ rebelde
proporcionar a la soberanía de la con- a la objetivación. Después de todo las
ciencia un abrigo más seguro, menos ciencias con raíz psy al tiempo que
expuesto, que los mitos, los sistemas de objetivizan la locura dejan de lado la
parentesco, las lenguas, la sexualidad o experiencia de la sin razón. Mas esta
el deseo: lo que se llora es la posibilidad experiencia en su enigmática trama de-
de reanimar por el proyecto, el trabajo nuncia algo que no comprendemos, que
del sentido o el movimiento de la totali- la razón científica no puede encasillar, el
zación [...] lo que se llora es ese uso nexo misterioso entre la obra y esa ex-
ideológico de la historia por el cual se periencia trágica de la locura que se da
trata de restituir al hombre todo cuan- en aquellos que la sociedad quisiera re-
to, desde hace más de un siglo, no ha pudiar, pero que resultan siendo la me-
cesado de escapársele» (1972, 23-24). dida en la grandeza de sus obras. Las
El sujeto escindido, como nos dice el pinturas de Goya o Van Gogh, las nove-
primer texto citado de Foucault, remite las de Dostoievski, los fragmentos de
al loco, al prisionero, al enfermo. En Nietzsche, los poemas de Hölderlin, los
efecto, la gran paradoja de las ciencias dramas de Artaud, y un largo etcétera.
humanas es que nos hacen conocer al Es «el mundo el que debe justificarse
ser humano en las orígenes objetivado- ante» esas obras y esos trágicos (1979,
res que la razón científica constituye. El 11, 304; fr. p.557).
hombre europeo moderno no ha podido Las prácticas de escisión son prácti-
conocerse, tener ciencia de sí mismo cas de poder. Son prácticas disciplina-
sino en la distancia objetivadora que las rias en las que las ciencias humanas
ciencias humanas han establecido. El hallan su fuente genealógica. Las cien-
hombre se conoce en el espejo «deforma- cias humanas muestran al hombre
do» del loco, del enfermo, del delincuen- sobredeterminado, pero la sujeción que
te. El manicomio, la cárcel, el hospital, las disciplinas carcelarias y judiciales
son el lugar en que la ciencia moderna practican sobre el sujeto son también la
constituye la objetividad del conocimien- oscura génesis de las ciencias humanas,
to científico del hombre. Las filosofías de y ellas mismas son efecto de esa suje-
la identidad del sujeto no se dan cuen- ción. Pero el énfasis en las relaciones de
ta que hay conocimiento del hombre en poder dio ocasión a muchos a pensar en
la medida en que la locura ha sido in- un determinismo de la máquina social, y
ternada por obra del poder, y que el hu- una imperceptible faz de la libertad hu-
manismo de la liberación que lo pasa de mana. Foucault debió ser claro, enton-
la cárcel al manicomio es el paso de un ces, sosteniendo que el poder no se ejer-
encierro a otro encierro, encierro en que ce sino sobre sujetos libres. «El poder se
el poder ofrece la ‘feliz’ oportunidad al ejerce sólo sobre sujetos libres, y sola-
científico de indagar en los enigmas de mente en la medida en que ellos son li-
la locura. La muerte del hombre llega a bres. Con esto queremos decir, sujetos
ser en verdad el cuestionamiento radical individuales o colectivos que están en-
del sujeto. «Este hombre fue sujeto sobe- frentados con un campo de posibilidades
rano y el siervo objeto de todos los dis- en el que se puedan realizar diversas
cursos sobre el hombre que se han pro- formas de conducirse, diversas reaccio-
nunciado desde hace tiempo, y, singu- nes y diversos comportamientos» (1991,
larmente sobre el hombre alienado. Y p. 87). La libertad se muestra, entonces,
por fortuna muere durante esas habla- como agrega el propio Foucault, como
durías» (1979, 11, 333, apéndice). condición del poder. El puro avasalla-
40 Carlos Rojas Osorio

miento, la fuerza bruta, la violencia Los procesos de subjetivación co-


indiscriminada, no son los mejores ejem- mienzan siendo parte de relaciones de
plos de relaciones de poder. poder, pero el ser humano puede acce-
Por esa vía de la libertad, por esa der a una subjetivación que nace del sí
pasión de la intransferible libertad, entra mismo y que tiene su fuente en la liber-
Foucault en el estudio de los procesos tad. La libertad es el supuesto funda-
de convertirse uno en sujeto, temática mental de la ética. Foucault mostró
que él piensa desde la perspectiva de cómo entre los griegos del siglo IV se
una ética del cuidado de sí mismo. «La dan unos procesos de subjetivación no
historia del cuidado de sí y de las ‘téc- exentos de relaciones de poder. Lo que
nicas’ de sí, sería pues una manera de se nos muestra en la política de Aristó-
hacer la historia de la subjetividad, no teles es, por ejemplo, la forma como el
ya a través de las particiones entre locos padre ejerce un estricto dominio sobre sí
y no-locos, enfermos y no-enfermos, de- mismo pero con el fin de servir de ejem-
lincuentes y no delincuentes, no a tra- plo a la mujer, al niño y al esclavo. La
vés de la constitución de objetividades constitución de la subjetividad es ella
científicas que dan lugar al sujeto vi- misma resultado de una relación de po-
viente, hablante, y trabajador, sino a der. «La templanza que se exige al ma-
través de la puesta en obra y las trans- rido no tiene la misma forma ni los mis-
formaciones a que dan lugar en nuestra mos fundamentos que los exigidos a la
cultura las ‘relaciones consigo mismo» mujer. Los de la mujer derivan de un
(1994, IV, 214). Este cuidado de sí pue- deber estatutario. Los del hombre sólo
de tratarse como una forma de guberna- de una opción, de una voluntad de dar
mentalidad, el gobierno de sí. El proyec- a la vida cierta forma. El hombre es lla-
to del estudio de las prácticas de sí sur- mado a templar su conducta en función
ge del cruce de dos temas: por un lado, del dominio que ejerce sobre sí mismo»
de la historia de la subjetividad y, por (1984, II, 201). La ética de la subjetiva-
otro lado, de un análisis de las formas ción es, pues, una ética del dominio de
de gubernamentalidad. Pues en el estu- sí mismo, una ética de la libertad, una
dio del ‘cuidado de sí’ se trata «del go- ética que es también una estética por-
bierno de sí por sí mismo y de la arti- que se trata de dar una forma, un estilo
culación en la relación al otro» (1994, a la propia vida. Foucault encuentra en
IV, 214). los estoicos una mina inexplotada de
No hay tal cosa como un sujeto ab- gran riqueza en esta temática de la
soluto, un yo que lo convierte todo en constitución de sí mismo. En los estoi-
no/yo, pero sí hay un proceso de subje- cos no se trata del dominio de sí para
tivación, un devenir sujeto en ese mismo mejor dominar a los demás como en los
proceso de subjetivación. «Yo pienso griegos del siglo IV. Pues los estoicos
efectivamente que no hay un sujeto so- nos darán unos modelos de subjetiva-
berano, fundador, una forma universal ción que están alejados de la imposición
de sujeto que se pueda encontrar por del estado y de lo jurídico. No obstante,
todas partes. Yo soy muy escéptico y aunque Foucault enfatiza esta diferencia,
muy hostil con relación a esta forma de no hay que pensar que el filósofo esté
concebir el sujeto. Yo pienso que el su- recomendando sin más las prácticas de
jeto se constituye a través de prácticas sí que constituyeron la base de la ética
de sujeción, o de una forma más autó- estoica. En realidad Foucault en gran
noma, a través de prácticas de libera- parte se limitó a darnos una historia de
ción» (1994, IV, 733). varios ejemplos de subjetivación, sin que
FOUCALT, de la crítica del sujeto a la ética de la subjetivación 41

pueda inferirse acerca de ninguno de [... ] Es la experiencia de sí la que cons-


ellos que se trata de su propia ética. La tituye el sujeto, el yo en tanto que sí
ética es para él tecnología del yo, pero mismo (soi, self). Es por esta razón por
se limita a dar ejemplos de ellas sin la que el sujeto mismo tiene una histo-
adherirse a ninguna y sin proponer un ria» (Larrosa, 1995, p. 288-289).
modelo. En cierto modo el mensaje es El proceso de subjetivación se da
que cada uno debe hallar su propio mo- también como un proceso narrativo, es
delo de subjetivación, pues al fin de decir, como un proceso del que el len-
cuentas se trata de dar estilo a la pro- guaje forma parte. Las culturas inducen
pia vida. también a que el sujeto se exprese,
También en el cristianismo se dio la haga público al exterior la verdad inte-
moral como práctica de sí bajo la forma rior del sujeto. La expresión se convier-
de una hermenéutica del sí mismo; tam- te en un ideal de transparencia. Las
bién aquí se trata de una subjetivación prácticas de sí muestran cómo el indi-
que va unida a una relación de poder. viduo se observa a sí mismo y cómo al
El modo cristiano de subjetivación de- narrar su propia experiencia, se narra a
pende de un modo de gobierno que sí mismo. Como explica Larrosa: «La
Foucault denomina pastoral. subjetividad humana está temporalmen-
La hermenéutica de sí rechaza el te constituida, la conciencia de sí esta-
egoísmo, ve en el egoísmo lo malo. Amor rá estructurada en el tiempo de la vida.
concupiscente lo denomina san Agustín, El sujeto se constituye para sí mismo
a diferencia del amor de caridad o amor en su propio transcurrir temporal. Pero
fraterno. Ya no se trata del cuidado de el tiempo de la vida, el tiempo que ar-
sí, sino de la autoobservación para evi- ticula la subjetividad, no es sólo un
tar la caída en el egoísmo. tiempo lineal y abstracto, una sucesión
En el estudio de los procesos de en la que las cosas se suceden unas
subjetivación Foucault pone especial detrás de otras. El tiempo de la con-
atención a las prácticas mediante las ciencia de sí es la articulación en una
cuales se da la constitución del sujeto. dimensión temporal de lo que el indivi-
Ahora bien, esas prácticas son histórico- duo es para sí mismo. Y esa articula-
culturales. Pues el «sujeto es inducido a ción temporal es de naturaleza esencial-
observarse a sí mismo». La subjetivación mente narrativa. El tiempo se convier-
es una cierta práctica a la cual los su- te en tiempo esencialmente humano al
jetos son inducidos desde la cultura organizarse narrativamente. [...] Es con-
como la necesidad de un encuentro con tando historias, nuestras historias, lo
la verdad de uno mismo. Este proceso que nos pasa y el sentido que le damos
conlleva una transformación de sí mis- a lo que nos pasa, que nos damos a
mo, cambio hacia alguna finalidad como nosotros mismos una identidad en el
la felicidad, la sabiduría o la perfección. tiempo» (Larrosa, 1995, p. 308). En la
La subjetivación implica también la fija- cultura se dan narrativas, estructuras
ción de una identidad. La historia del narrativas y el sí mismo se constituye
sujeto es la historia de la experiencia de también dentro de ese proceso narrato-
sí. Como escribe Jorge Larrosa: «Hay un lógico. Hay, pues, una retórica del sí
sujeto porque una experiencia de sí es mismo. Foucault aludió a formas distin-
producida en una cultura, y hay una tas de este narrarse a sí mismo, de
cierta experiencia del sujeto porque es esta ‘escritura de sí’: escribir diarios,
posible trazar la genealogía de las for- escribir autobiografías, escribir memo-
mas de producción de dicha experiencia. rias, etc. Los estoicos practicaban el es-
42 Carlos Rojas Osorio

cribir cartas a sus discípulos, con sus tre la reacción crítica a otras actitudes
recomendaciones y consejos, tal como existenciales, la visión global de cierta
puede apreciarse en Séneca. También manera de existir y de ver el mundo, y
practicaban el tomar notas de pasajes la decisión voluntaria misma; y esta op-
importantes de sus maestros, para re- ción determina, pues, hasta cierto punto
petirlos y tenerlos siempre muy en la doctrina misma y el modo de enseñan-
cuenta. Escribe Foucault; «Me parece za de esta doctrina» (Hadot, 1998, p.13).
que toda esa llamada literatura del ‘yo’ ii) La ética tiene como temática prin-
—diarios íntimos, narraciones, etc.—, cipalísima la relación a sí y la relación
no pueden ser comprendidas a menos con el otro. Foucault comienza señalan-
que sean colocadas en el rico encuadre do que el cuidado de sí se convirtió, ya
de estas prácticas del ‘yo’. La gente ha desde el siglo -IV, en el principio de
estado escribiendo sobre sí misma du- razonabilidad ética y al mismo tiempo
rante dos mil años, pero no de la mis- en una condición necesaria de la vida
ma manera» (1988, p. 216). filosófica y en una forma de acceso a la
Foucault nos cuenta estas historias filosofía. El ethos gira en torno al cuida-
complejas en que se entretejen las rela- do de uno mismo. «Caracterizaré el
ciones de poder y la ética de la subjeti- ethos filosófico propio de la ontología crí-
vación. De todo ello resultan algunas tica de nosotros mismos como un test
afirmaciones, más bien pocas, con las histórico práctico de los límites mismos
cuales él se compromete. Ellas son: sobre nosotros mismos como seres li-
i) La filosofía gira en torno a la éti- bres» (1994, IV, 575). Lo que Foucault
ca. «La filosofía es el conjunto de los denomina «ontología del nosotros», o
principios y prácticas con los que uno también del presente, no es una ontolo-
cuenta y que se pueden poner a dispo- gía general, sino la temática inaugurada
sición de los demás para ocuparse ade- por Kant al hacerse la pregunta por lo
cuadamente de uno mismo o del cuida- que somos nosotros en este momento de
do de los otros» (1994b, p. 61). Es de la historia, pregunta que podemos reno-
destacar que en este último período del var en cada momento histórico y que es
pensamiento de Foucault la ética se con- el núcleo de lo que Foucault entiende
vierte en el núcleo fundamental de la por Ilustración. Siguiendo con ello al fi-
filosofía. La crítica arqueológica del pri- lósofo de Koenisberg.
mado moderno de la epistemología toma (iii) La ética supone la libertad como
una nueva forma al final del desarrollo una experiencia fundamental del ser hu-
intelectual del filósofo al dar prevalencia mano. La ética es la posibilidad de «dar
a la ética entendida como cuidado de sí. un nuevo impulso, lo más vasto posible,
Debemos recordar que Pierre Hadot a la obra inacabada de la libertad»
nos enseña que a todo lo largo y pro- (1994b).
fundo de la filosofía antigua la filosofía iv) La ética es la forma reflexiva que
fue comprendida más como una prácti- toma la libertad. «¿Qué es la ética sino
ca, un ejercicio espiritual, un modo de la práctica de la libertad, la práctica
vida, que como una teoría o una textua- reflexiva de la libertad?» (1994, IV, 71l).
lidad. «Por lo menos desde Sócrates, la O también: «La libertad es la condición
opción por un modo de vida no se loca- ontológica de la ética. Pero la ética es
liza al final del proceso de la actividad la forma reflexiva que toma la libertad»
filosófica, como una especie de apéndice (1994, IV, 712).
accesorio, sino por el contrario, en su v) La ética es una invitación a que
origen, en una completa interacción en- cada uno dé a su propia vida el estilo
FOUCALT, de la crítica del sujeto a la ética de la subjetivación 43

de vida que prefiera; por eso, la ética es subjetivación rechazando el tipo de indi-
una estética de la existencia. «El indivi- vidualidad que nos ha sido impuesta
duo circunscribe la parte de sí mismo durante muchos siglos (1994, IV, 232).
que constituye el objeto de esta práctica Como vimos las relaciones de poder se
moral; define su posición en relación ejercen sobre sujetos libres, la relación
con el presente que sigue, se fija cierto de poder no se separa de la «intransiti-
modo de ser que valdría como realiza- vidad de la libertad». Más que de un
ción moral de sí mismo y para hacerlo antagonismo, agrega, debemos hablar de
así obra sobre sí mismo, se empeña en un agonismo, una «relación que es a la
conocerse, se controla, se experimenta, vez incitación recíproca y lucha». (Id). La
se perfecciona, se transforma» (1984, II, sociedad se da siempre como un juego
p. 35). Aquí se trata de una «sustancia de relaciones de poder, pero ello no im-
ética» en el sentido de aquello que en plica que la forma que adoptan esas
nuestra subjetividad está abierto a la relaciones sean necesarias o que el po-
transformación histórica. Y es la libertad der sea una «fatalidad incontorneable».
práctica la que nos invita a esta trans- La «intransitividad» de la libertad en
formación. todo su agonismo implica una tarea in-
vi) Han existido prácticas de subjeti- cesante. «No hay relaciones de poder sin
vación en conexión con redes del poder, resistencia, sin escapatoria... toda rela-
como lo muestra el ejemplo del cristia- ción de poder implica una estrategia de
nismo. «Es una forma de poder la que lucha» (1994, IV, 242).
transforma a los individuos en sujetos. vii) El ser humano puede constituir-
Hay dos sentidos de la palabra ‘sujeto’: se como sujeto autónomo y dar así for-
sujeto sumiso al otro por el control y la ma a su propia vida. Este dar forma a
dependencia, y sujeto atado a su propia la propia vida es pensada por Foucault
identidad por la conciencia o el conoci- como una «estética de la existencia». «De
miento de sí. En los dos casos se trata la idea de que el sujeto no es dado,
de una forma de poder que subyuga y pienso que se deriva una consecuencia
sujeta» (1994, IV, 227). Hay luchas con- práctica: tenemos que crearnos a noso-
tra lo que propiamente se puede deno- tros mismos como una obra de arte»
minar una dominación; hay luchas con- (Citado en Dreyfus, 1991). En medio de
tra la explotación, pero también hay lu- la incesante actividad no debemos per-
chas «que combaten todo lo que liga al der de vista el objetivo principal: la re-
individuo mismo y le asegure así la su- lación de uno consigo mismo. Los estoi-
misión a los otros (luchas contra la su- cos denominaron a esta práctica conver-
jeción, contra las diversas formas de sión de sí (ad se convertere). La ética
subjetividad y de sumisión» (1994, IV, como estética de la existencia no cons-
227). tituye una moral normativa, sino una
Foucault presenta la tarea filosófica invitación a la libertad para que cada
actual como una forma de lucha contra uno dé a su propia vida un estilo, un
estas sujeciones. «El problema a la vez modo de vida. Aludiré, un poco más
político, ético, social y filosófico que se adelante, a la crítica que hace Lyotard
nos presenta hoy no es el de tratar de de la idea de la ética como estética de
liberar al individuo del Estado y de sus la existencia.
instituciones, sino el de tratar de libe- viii) La relación consigo mismo impli-
rarnos nosotros mismos del Estado y del ca también una relación con el otro. «El
tipo de individualización atado a él. Es otro es indispensable en la relación con
necesario promover nuevas formas de uno mismo (1994b p. 57). En la retóri-
44 Carlos Rojas Osorio

ca uno actúa sobre los otros por medio tas transformaciones interiores para lle-
del discurso. En la filosofía se trata de gar a la verdad. El individuo configura
la práctica de sí mismo y de la disposi- su subjetividad con criterios de belleza,
ción para que el otro también cuide de verdad y soberanía. El sujeto no es una
sí mismo. El filósofo como guía de la sustancia, «es una forma y esa forma no
existencia. El conocimiento de uno mis- es siempre idéntica a sí misma.» (1994b,
mo conduce a la catarsis, pero también p. 123). Lo que realmente interesa es la
conduce a la praxis política. «Lejos de constitución histórica de esas formas
ser una práctica solitaria y egoísta el diferentes del sujeto en relación con la
cuidado de sí designa una práctica so- verdad.
cial» (F. Ewald, 1996, p. 22). Esta prác- Pierre Hadot (1991) cuestiona en la
tica implica muchas veces el apoyo a presentación que hace Foucault de la
otra persona, a un pariente, a un ami- ética helenística que no se hace referen-
go, etc. En el cuidado de sí se intensi- cia a unas instancias trascendentes al
fican las relaciones sociales. La filosofía sujeto como la Naturaleza y la Razón
se convierte en una especie de terapia. Y ínsita en ella. Ya hemos visto que en
como afirma F. Ewald, la filosofía y la realidad Foucault sí hace referencia a la
medicina se toman en metáforas la una naturaleza, aunque muy de pasada. El
de la otra. «El éthos implica también cuidado de sí presupone el conocimien-
una relación con los otros, en la medi- to causal de la Naturaleza porque ello
da en que el cuidado de sí mismo hace nos da serenidad. Se trata de una idea
posible ocupar en la ciudad, en la co- que se encuentra también en el epicu-
munidad o en las relaciones interindivi- reísmo. En cambio, Hadot tiene razón en
duales, el lugar que le conviene» (Ewald, cuanto al hecho de que Foucault desta-
1996, p. 25). ca el lado subjetivo de la ética helenís-
ix) El problema de la subjetivación se tica, la técnica de subjetivación, y le in-
relaciona con la verdad. A René Descar- teresa menos la instancia trascendente a
tes le interesó la relación del sujeto y la la que ella obedece. Pero, obviamente,
verdad epistémica, hizo una «purifica- dentro del marco filosófico de Foucault
ción» de lo propiamente cognoscitivo des- no era posible defender la idea de una
prendiéndolo de lo moral que estaba razón que en cuanto inserta en la Natu-
bien involucrado en la antigüedad y el raleza inspira a los seres humanos la
medioevo, y aisló la verdad cognoscitiva norma a seguir. Este naturalismo ético
en su relación con el sujeto. Kant vuel- es, con razón, ajeno al pensamiento del
ve a establecer una relación entre la filósofo francés. Máxime cuando esa ra-
subjetividad y la verdad mediando lo zón inserta en la Naturaleza es pensada
moral. «¿Cómo yo me constituyo como como una razón divina, lo divino inma-
sujeto ético?» (1994, IV, 41 l). Pero ya nente a la Naturaleza. Foucault no se
desde los filósofos antiguos era obvia acoge a la razón inmanente al Cosmos,
esta relación del sujeto con la verdad. tal como lo pensaron los estoicos. Pero
En el caso de Platón uno no podía acce- ello no significa que fuera ajeno a algún
der a la verdad sino por una ascesis concepto de «razón». Sus escritos acerca
moral. Para Platón el conocimiento de sí de la Ilustración muestran clarividente-
mismo halla su perfección en el acceso mente que no se puede desechar la ra-
a la verdad. En los antiguos, nos dice zón sin más, más bien reconoce que la
Foucault, «La verdad es lo que ilumina razón se transforma. Hadot reconoce,
al sujeto y da tranquilidad al espíritu.» sin embargo, la pertinencia actual de la
(1994b p. 38). Uno debe pasar por cier- ética foucaultiana de la subjetivación.
FOUCALT, de la crítica del sujeto a la ética de la subjetivación 45

También es necesario recordar que la acerca de la Historia de la sexualidad en


presentación que hace Foucault de los los cuales se desarrolla amplia y profun-
estoicos es histórica, y en ningún mo- damente esta temática. Sin embargo,
mento se trata de recomendar el tipo de critica que Foucault persista en su ensa-
práctica de sí que ellos realizaban. En ñamiento contra el sujeto y piensa que la
este punto algunos comentaristas se han subjetivación depende sólo de relaciones
equivocado al pretender asignarle a de poder. «La aparición del Sujeto, la
Foucault un estoicismo sin más. Pero subjetivación, es ante todo sujeción»
sobre este aspecto él fue bien claro. (Touraine, 1993, p. 216). Lo que he ex-
Cuando alguien le pregunta: «¿Se debe- puesto muestra que si bien Foucault no
ría actualizar esta noción del cuidado de está de acuerdo con un sujeto absoluto
sí, en sentido clásico, frente a este pen- o trascendental, sin embargo, se da un
samiento moderno?»; él responde: «No, proceso de subjetivación en la que el in-
en absoluto, no se trata de decir: des- dividuo deviene sujeto, no hay sujeto
graciadamente se ha olvidado el cuidado absoluto, pero sí un devenir sujeto en el
de uno mismo, y el cuidado de sí es la proceso de subjetivación. Por otro lado,
clave de todo. Nada me resulta más ex- no es cierto que Foucault hable sólo de
traño que la idea de que la filosofía se la subjetivación bajo relaciones de poder.
ha extraviado en algún momento deter- Hemos constatado que se dan ambas si-
minado, que ha olvidado algo, y que tuaciones, el sujeto conformado por
existe en alguna parte de su historia un prácticas de poder, por formas de guber-
principio, un fundamento que es preciso namentalidad, pero también la constitu-
redescubrir» (1994b, p. 13 l). ción autónoma de sí mismo bajo el im-
En términos generales es necesario pulso de la libertad. «El cuidado de sí
darse cuenta de que Foucault concentró ha sido en el mundo greco-romano, el
su atención en estudios históricos acerca modo en el cual la libertad individual o
del cuidado de uno mismo y que son la libertad cívica, hasta cierto punto, se
pocas las recomendaciones concretas refleja como ética» (Foucault, 1994, IV,
que salen de sus numerosas páginas 712).
dedicadas a esta temática. A mi modo Me parece una ceguera de Touraine
de ver el mensaje de Foucault es que no ver que todo el proyecto foucaultiano
cada uno puede adoptar su propio esti- de los últimos años de su vida giró en
lo de vida, es decir, su propia técnica de torno a la ética de la subjetivación en-
subjetivación, y que para ello no hay tendida como una ética de la libertad, y
recetas. Por eso él se limita a dar ejem- desde la libertad, según hemos podido
plos históricos, y podía haber dado mu- constatar a lo largo de este artículo. De
chos, otros; planeaba hacerlo, pero de hecho Foucault desplaza, en gran parte,
esos ejemplos históricos no se deriva como él mismo lo afirma, su temática
una normativa. Las ideas éticas de del poder para abrir paso a la temática
Foucault no constituyen una normativi- de la subjetivación llegando a decir que
dad, a lo más un llamado, una invita- no es el poder lo que le interesa, sino el
ción a que usemos de nuestra libertad sujeto. De modo que es necesario ver
para dar un estilo a nuestra propia toda la trayectoria intelectual del pensa-
vida. miento de Foucault para entender su
Alain Touraine alude a esta temática posición con respecto al sujeto y la sub-
foucaultiana del sujeto. Constata la crí- jetivación. Escribe Gustavo Mallea:
tica severa que el filósofo hace del suje- «Foucault distinguió claramente las ’tec-
to. Ha leído los trabajos de Foucault nologías del yo’ y las fórmulas del cuida-
46 Carlos Rojas Osorio

do de sí del temperamento coercitivo de establecer una analogía entre lo bello y


las técnicas de dominación. En ambos lo bueno y convertir lo bello en símbolo
casos se trata del ‘poder’ en la plena de lo bueno. La tradición occidental ha
manifestación de sus efectos. Pero el pretendido sostener una reciprocidad
camino que conduce a la propia creación entre lo bello y lo bueno, pero más bien,
del carácter moral inviste al sujeto de argumenta Lyotard, Kant ha tratado de
los atributos que lo inducen a resistir desligarse de esa tradición. «Una ética,
tanto al asedio de los peligros como la una política estética, por esta reserva,
imposición de cualquier agente del po- está de antemano desautorizada. Ellas
der» (Mallea, 1988, p. 230). son exactamente lo que Kant llama ’ilu-
Touraine dedica un capítulo de su siones’, una apariencia trascendental»
libro Crítica de la modernidad al tema (Lyotard, 1991, p. 202). Pero el mismo
de la subjetivación. Cree que esta posi- libro de Lyotard, Lecons sur l’ Analytique
ción moderna debe ser rescatada frente du sublime, por demás extremadamente
a cierto posmodernismo que anuncia la interesante, muestra que Kant establece
muerte de la modernidad. Pues bien, analogías éticas no con lo bello, pero sí
todo lo que afirma Touraine acerca de la con lo sublime. Escribe Kant: «El bien
’subjetivación’ no sólo es compatible con (moral) intelectual, en sí mismo final,
la ética de la subjetividad de Foucault, considerado estéticamente, no puede ser
sino que además no hay duda de que representado como bello sino como su-
está bajo su inspiración, a pesar de las blime» (Citado en Lyotard 1991, p. 220).
críticas explícitas. Lyotard señala también que el senti-
La crítica de Jean Francois Lyotard miento sublime no se identifica con el
va en otro sentido; se dirige más bien sentimiento moral, pero, agrega, lo su-
contra la idea de la «estética de la exis- blime requiere la aptitud para tener in-
tencia», es decir a entender la ética terés por el respeto a la ley moral. Lo
como un arte, la obra de arte que cada sublime requiere la mediación moral
uno puede hacer de sí mismo. Lyotard para su comunicabilidad universal. El
argumenta que Kant mantiene separadas sentimiento sublime procede de la razón
las esferas de lo cognoscitivo, lo moral, en su uso práctico. Lo sublime tiene ya
lo estético, y lo histórico-político. Al en sí el concepto de la causalidad libre
mantener la separación de las esferas de de la razón práctica. Por ello el senti-
valor (Weber), Kant no cae en un meta- miento sublime pide su universalización
rrelato, pues no confunde las distintas sin que pueda demostrarse. «El debe
familias de enunciados ni los diferentes este privilegio a su vecindad con el sen-
géneros de discurso. Lo estético, lo éti- timiento moral: la voluntad libre no es
co, lo cognoscitivo, lo político, son como una idea universal, y el respeto que
islas dentro de un archipiélago. Lyotard esta idea siente universalmente, es tam-
homologa estas islas (kantianas) con sus bién universal» (Lyotard, 1991, 275).
propias categorizaciones lingüísticas. Hay Muchas veces a lo largo del libro Lyotard
que mantener la autonomía de esas es- señala esta vecindad del sentimiento
feras de valor y no confundirlas. Hablar sublime con el respeto que la ley moral
de «estética de la existencia» como una implica.
categoría de la ética es confundir dos Por otra parte, Derrida analizó esta
esferas de valor (la del arte y la de la temática kantiana de la autonomía de lo
moral) y ello está, de acuerdo al severo bello con respecto a lo bueno, detenién-
juicio de Lyotard, desautorizado de ante- dose también en lo sublime, y llega a
mano por Kant. Kant parece tratar de conclusiones distintas a las de Lyotard.
FOUCALT, de la crítica del sujeto a la ética de la subjetivación 47

Es decir, muestra no sólo las analogías obsesionó a Foucault es más bien el


que Kant desarrolla entre una y otra doble. Pero el doble nunca es una pro-
esfera, sino que también muestra que yección del interior, al contrario, es una
Kant utiliza mucho fuertes categorías interiorización del afuera» (1987, p. 129).
lógicas que hace valer en el paso de una También Jorge Larrosa escribe: «Uno no
esfera a otra, y ello en contra de la idea es otra cosa que la manera como se re-
de mantener la autonomía de dichas laciona con su doble. No habría que
esferas. Por último señala que Kant en pensar en términos de un yo auténtico,
su conceptualización de lo sublime im- o real, o salvaje, que estaría falsificado,
pregna de una atmósfera de religiosidad accionado o sometido a su doble. No es
y hasta recursos teológicos el sentimien- otra cosa que un conjunto de relaciones
to de lo sublime (Cfr. La verité en consigo mismo» (1995, p. 327). Refirién-
peinture). dose a Foucault afirma: «Su análisis no
Después de todo la expresión «estéti- nos promete un doble más auténtico o
ca de la existencia» es una metáfora, y más real o más próximo a lo que de
una muy pregnante en la cual lo que se verdad somos. No nos promete una
nos dice es invitarnos a hacer de nues- identidad ‘verdadera’ a la que podríamos
tra propia vida una obra de arte, es sujetarnos. De hecho, no somos otra
decir a darle un estilo a la vida de cada cosa que lo que se constituye en la fa-
uno, a hacer de nuestra subjetivación bricación y la captura del doble. Pero sí
una obra propia, libre y creativa, como nos permite disolver el doble, percibir
lo son las obras del arte. sus peligros, resistirnos a sus inercias,
La constitución autónoma del sujeto ensayar nuevas formas de subjetivación»
en el proceso de subjetivación lleva a (id., p. 329). O con palabras del propio
una especie de paradoja, y es el hecho Foucault, lo que hace falta es «despren-
de que lo que uno persigue es una cier- derse de uno mismo». Hermosa parado-
ta relación con su doble. Por eso escri- ja: constituirse a sí mismo toda la vida
bió Gilles Deleuze: «El tema que siempre para llegar a poder desasirse del yo.

REFERENCIAS

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48 Carlos Rojas Osorio

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RESUMEN

La crítica de un sujeto absoluto, estático, La ética de la subjetivación es, según su


dado a priori, como individuo ya hecho dentro planteo, una ética del dominio de sí mismo,
de un hipotético contrato social, da paso en una ética de la libertad, una ética que es tam-
Foucault al interés por un sujeto que se hace, bién una estética porque se trata de dar una
por un devenir sujeto, es decir, por el proceso forma o estilo a la propia vida.
de subjetivación. El comentario de algunas de las adhesiones
Así, Foucault se consagra al estudio de los y críticas que suscitaron estas reflexiones en
procesos de convertirse uno en sujeto, temática autores tales como Pierre Hadot, Alain
que el filósofo piensa desde la perspectiva de Touraine y Jean Francois Lyotard, completan
una ética del cuidado de sí. el tratamiento del tema.

SUMMARY

Foucault, from the criticism of the subject subject, which he sees from a self- care
to the ethics of the «becoming subject» ethics stand.
The ethics of becoming a subject is,
The criticism of an absolute, static subject, according to his approach, an ethics of self-
given a priori as an individual already made control, an ethics of freedom, an ethics that is
within a hypothetical social contract gives way, also an aesthetic because it deals with giving
in Foucault, to the concern for a self-making shape or a style to one’s own life.
subject, for a “becoming subject”, that is, a The paper includes the favorable or
process of becoming a subject. unfavorable opinions aroused by these
Thus, Foucault devotes himself to the reflections on authors such as Pierre Hadot,
study of the processes of becoming a Alain Touraine, and Jean Francois Lyotard.
Roberto Follari (*)

Sujeto, Lenguaje y Representación

a. El límite al determinismo disrupción y lo no repetible (Balandier,


G., l990).
oy es casi un lugar co- Sin duda que esta última concepción
mún: la explicación causal- representa un considerable avance, en
objetiva no aparece sufi- tanto desplaza el problema desde el ob-
ciente ni siquiera en cien- jeto a la constitución sociohistórica (en
cias físico-naturales. No alcanza para el campo de la significación) del sujeto
dar razón de una serie de fenómenos: de conocimiento: no se trata ya tanto de
desde las características de los kuarks, que exista naturalmente en el objeto lo
hasta el comportamiento de las partícu- sometido a regularidades y lo que no,
las bajo observación. Desde el desarrollo que predomine lo equilibrante o lo
del universo, hasta las estructuras disi- tensionado; más bien es que la predis-
pativas que ha hecho célebres Ilya posición de la subjetividad lleva a adver-
Prigogyne (Prigogyne, 1993). tir más una cosa que la otra, según las
Algunos buscan acolchar el escán- condiciones de la época, las conforma-
dalo: así Jean Piaget insistía en la ciones culturales, las tendencias que
preeminencia de la equilibración, en la surgen del (relativo) ordenamiento que se
tendencia de las estructuras (para él imponga en lo social.
universalmente presentes en los disími- Es más discutible la noción de una
les objetos de las ciencias) a superar historia pendular, que lleva a pensar
tensiones y antagonismos eventuales. siempre la «ida y vuelta» desde una pre-
Todo desequilibrio sería finalmente abo- eminencia a la otra, del predominio del
lido, y se regresaría a la feliz solución ordenamiento al del desorden, y lo con-
de la equilibración generalizada (García, trario. Ello conlleva el valorable abando-
R., 1981). Todo lo que se desvanece no de la ingenua noción de la historia
en el aire, finalmente se advertiría só- como desarrollo ascendente, lineal y gra-
lido. dual; pero implica una cierta noción de
Hay quienes han advertido que lo persistencia perenne de «lo mismo» que
supuestamente momentáneo de tales no nos parece compartible. La historia
desequilibrios responde más bien a la no se repite, a menos que se la quiera
apreciación diferencial que de ellos pue- pensar esqueléticamente, como dibujan-
de realizarse en diversos momentos y do una especie de coordenadas lógico-
condiciones histórico-sociales. La tenden- trascendentales que campearan por deba-
cia a percibir más bien el orden que el jo de las diferencialidades fácticas. La
desorden o viceversa, respondería a con- historia no se detiene ni retorna; que no
diciones socioculturales, las cuales obe-
decerían a una lógica pendular. De tal
(*) El trabajo es parte de la investigación
manera, habría épocas predominante- «Posmodernidad, crisis y recomposición políti-
mente perceptoras de las regulaciones y ca», realizada en la Facultad de Ciencias Po-
líticas y Sociales de la Univ. Nacional de
la sistematicidad; otras —en cambio—
Cuyo con auspicio del CIUNC, bajo la direc-
donde se captaría privilegiadamente la ción del autor.-
50 Roberto Follari

«avance» en progreso está lejos de signi- el materialismo es invertido en relación


ficar que no lleve cada vez a situaciones a la noción empirista que hegemonizó al
inéditas, nuevas. En ese sentido, el marxismo por larguísimo tiempo. Para
planteo de Balandier nos parece una él, materialismo no significa asunción
aproximación insuficiente, aun cuando por el sujeto de las características «ma-
nos hacemos cargo de que podría imagi- teriales» adscriptas al objeto; esto no se
narse algún «cruce» entre repetición pen- diferenciaría del neopositivismo, a no ser
dular y diferenciación sociocultural histó- por la insistencia en la «materialidad»
ricamente dada: es esto lo sugerido des- asignada a los objetos y hechos desde
de el pensamiento estructuralista, tal los que parten los datos de experiencia.
cual señalamos más arriba. Pero creemos Se trata de otra cuestión: de asumir la
que es la historia efectiva la que define conformación del sujeto de conocimiento
los horizontes de visibilidad y comprensi- desde condiciones socialmente materiales
bilidad de cada momento histórico. (es decir, históricamente determinadas
Es una gran revolución epistémica con modalidades de específico ordena-
considerar como propios de los cambios miento de la fuerza de trabajo en rela-
de la subjetividad los que concomitante- ción con la propiedad de los medios pro-
mente se han ido adscribiendo a los ductivos), y advertir cómo ese sujeto
objetos de conocimiento. Al respecto, el depende de tales condiciones objetivas.
pensamiento contemporáneo ha dado Por esto, conoceríamos diferencialmente
varias aproximaciones útiles. en tanto estaríamos diferencialmente
Si bien en algunos aspectos las no- constituidos a partir a su vez de diferen-
ciones habermasianas nos parecen poco tes ordenamientos según el modo de
adecuadas para pensar la época (Follari, producción y la propia formación econó-
R., 1992), sin duda que es fecundo ape- mico-social.
lar a la noción cuasi-trascendental de Una vuelta de tuerca, entonces: es
interés tal cual él la plantea. Aquello verdad que las condiciones materiales
que pueda ser observado no está dado a determinan el conocimiento. Pero no
priori como condición ofrecida por el para insistir en un mecanicismo según
objeto, sino depende de cuál interés nos el cual conocemos según un previo y
lleva a la condición epistémica. Si éste reconocible dibujo del mundo, sino para
es técnico, una será la visualización que mostrar que el conocimiento no es re-
hagamos del objeto; si el interés es producción sino producción, acto. Y que
práctico, la observación será de otro or- en el serlo la constitución de lo percep-
den. Las ciencias físico-naturales por su tible viene ofrecida a partir de las posi-
lado, y las sociales por el suyo, constru- bilidades de abstracción presentes en
yen como «a priori» no explícito las con- virtud del intercambio mercantil abstrac-
diciones de posibilidad de su objeto a to que se da en la sociedad por vía de
partir de qué búsqueda define a éste. la mediación del intercambiable univer-
Búsqueda que por sí no es episté- sal dinero (Sohn Rethel, 1980).
micamente transparente ni autoconcien- Si es así, aquello que se conoce está
te, que resulta el silencioso «ex-ante» de conformado desde el modo en que lo so-
cualquier proceso cognitivo sistemático. cial/objetivo produce a los sujetos
En esta misma línea (y finalmente cognoscentes. En eso consiste el mate-
emparentado con Habermas por la co- rialismo: en advertir que el sujeto no es
mún influencia de la primer Escuela de ajeno al mundo ni primariamente episté-
Frankfurt y la dialéctica), se halla el de- mico, sino que está asentado en condi-
cisivo aporte de Sohn Rethel por el cual ciones socioculturales específicas; en
Sujeto, Lenguaje y Representación 51

modos definidos de organización social la racionalidad ordenatoria. A la vez,


de la economía y el trabajo, de aquello esto que se percibía en los objetos era
que permite la reproducción de la exis- adscripto a éstos como tales, y no a la
tencia humana. modalidad selectiva establecida en los
Podríamos desde esta línea de razona- protocolos de observación. De manera
miento tomar una referencia de León que se fetichizó la propia mirada, los
Olivé, que él propone desde su perspecti- lentes del sujeto fueron negados, toma-
va propia, diferente de la nuestra (Olivé, da su influencia como propiedad intrín-
L., 1988: p. 80): las regularidades empí- seca de los objetos. Fue de este modo
ricas no se encuentran en el mundo de que se banalizó la noción de conoci-
la percepción inmediata, son siempre no miento objetivo, según la cual la revo-
visibles. Esto, porque al darse en condi- lución copernicana había consistido ex-
ciones experimentales no operan igual- clusivamente en establecer el reinado
mente que en el mundo «natural», donde de la observación y de lo empírico en la
las variables se mezclan y las condiciones ciencia. Es cierto que se impuso desde
ideales y mutuamente homologables no entonces la contrastación empírica
existen. Las «leyes» no son espontánea- como mecanismo irrenunciable de la ac-
mente advertibles, sino que son construi- tividad científica en áreas «naturales»:
das en condiciones experimentales. En pero no lo es que lo empírico fuese una
esta misma línea podría apelarse a la simple constatación de lo existente, sin
tradición epistemológica que inauguró presupuestos previos. Menos cierto era
Gastón Bachelard: el experimento es ra- aún que las teorías que se producían
zón en acto, no observación simple de lo fueran por sí un fruto directo de la ob-
dado. El experimento es —por tanto— servación: esto ha sido refutado desde
producción de la investigación misma, Karl Popper a Bachelard, y reafirmado
constructo, preconformación desde la teo- a su manera por Thomas Kuhn1. El co-
ría. Y la teoría —hoy bien lo sabemos— nocimiento de la ciencia no es inducti-
no es sino construcción, cuyos límites con vo, según es hoy ampliamente aceptado.
los campos de la interpretación cotidiana Incluso aquel «metafísico tardío» que
son necesariamente borrosos y no discre- fuera Edmund Husserl (quien todavía
tos. Se produce teoría —entonces— desde concebía a la filosofía como espacio de
el «piso» de horizontes de sentido extrateó- fundación de las ciencias particulares),
ricos en cada caso determinados. autor establecido aún en la noción de
Si retomamos todo lo anterior, pode- sujeto fundante pero sin duda uno de
mos ir concluyendo que las relaciones los grandes pensadores del siglo, ha en-
de causalidad objetiva adscriptas a las tendido a la ciencia como actividad de
regularidades empíricas han respondido mediación matemática, calculativa, de la
a un modo especificado de entender la experiencia. Nada habría de prístina
función de observación. Se trataba de observación primera o «desnuda»: lo pro-
desentrañar tales regularidades por ducido por la revolución de la ciencia
fuera del desorden en que lo empírico moderna habría sido precisamente la
se presentaba, se trataba de advertir posibilidad de mediar la experiencia, de
cómo subyacía a la apariencia caótica, someterla a reglas de matematización.

1
Desde La lógica de la investigación científica, tex- sajona de filosofía de la ciencia, como en la
to clásico de Popper, escrito en los años treinta, francesa. Los trabajos de Kuhn, desde su difun-
a La formación del espíritu científico de dido La estructura de las revoluciones científicas,
Bachelard, de la misma época, la crítica a la in- muestran cómo se parte de supuestos (paradig-
ducción se hizo fuerte tanto en la tradición mas) previos a cualquier observación.
52 Roberto Follari

La ciencia habría montado aparejos para De modo que se fetichizó como si


aproximarse a la experiencia: de ningu- fuera propio de los objetos el orden que
na manera ella captaría lo que «son las inadvertidamente los hombres producían
cosas» en bruto (Husserl, E., 1984). en éstos. No es extraño: se ha solido en-
Si vamos cerrando la idea que orga- tender el proceso de conocimiento como
niza nuestro discurso, concluiremos en- un estar «frente» a los objetos por par-
tonces que la ciencia encontraba en la te de un sujeto. Si así fuera, todo obstá-
experiencia lo que buscaba en ella. Era culo al recto conocimiento dependería de
respondida sólo en aquello que pregun- los objetos mismos, o estaría en un hi-
taba; no puede haber respuesta para potético espacio «entre» sujeto y objeto.
aquello sobre lo que no existió interro- Si observáramos con los criterios necesa-
gante (Bourdieu, P. et al., 1975). Esto rios, nada dañaría esta mirada escruta-
llevaba a que fetichizara inadvertidamen- dora y precisa.
te su propio proceso de determinación Pero esta noción abstracta del sujeto
de la mirada, adscribiendo al objeto lo de conocimiento, que ha sido sostenida
que era función de su propia constitu- aún hasta nuestros días por el neoposi-
ción como espacio de construcción social tivismo y sus muy tardíos deudos teóri-
de sujetos de conocimiento. Era la ex- cos 2, es por completo insostenible. El
pectativa del conocer el encontrar leyes, sujeto no es un «a priori» neutro e in-
regularidades, e inferir de ellas causali- contaminado, sino un constructo social
dades. Por supuesto, aparecían otros fe- en acto. Está «puesto» desde las condi-
nómenos en el proceso de observación: ciones sociales, desde la organización del
pero en tanto ésta es selectiva, dejaba modo de producción, incluso (dentro de
fuera todo lo invisibilizado en cuanto di- aquél) desde la específica comunidad
sonante con el esquema organizador de científica y el específico propio lugar en
la observación. Lo que no respondía a la ella. El sujeto no llega a «desviaciones»
legalidad esperada era «resto», lo no cap- respecto de una imaginaria objetividad
table o carente de interés para la ciencia. por aquello que se pusiera entre él y el
Como se vé, se decidió que el mundo objeto; lleva las perspectivizaciones con-
estaba regulado en tanto era una necesi- sigo, son la condición de posibilidad de
dad de la observación el que lo estuviera. su estatuto como sujeto de conocimien-
No es demasiado aventurado señalar que to en general, y conocimiento científico
la necesidad del cálculo capitalista estu- en particular.
diada por Max Weber es lo que estaba Situada en relaciones sociales que
«por detrás» de todo lo descripto: en la requerían de la regulación calculatoria,
práctica del intercambio capitalista, y la mirada científica se organizó de modo
particularmente en el proceso de compe- análogo. De modo que si hoy estamos
tencia entre pares, el cálculo racional sis- asistiendo a la crisis de tal modelo sobre
temático se hace imprescindible. Sin él, lo científico (ello a través de epistemolo-
no hay posibilidad de ejercicio eficaz de gías como la de Paul Feyerabend, o revi-
la propia decisión. De manera que la or- viscencias de la sociología de la ciencia
denación del proceso de conocimiento se
dio en relación intrínseca con la dada por
el proceso económico-social, por la orga-
2
El neopositivismo ha dejado epígonos en Argen-
nización social de la actividad económica.
tina, que aún guardan fuerte peso dentro de los
La ciencia surge en consonancia con el circuitos de la filosofía de la ciencia, aún cuan-
modo de producción capitalista, a los al- do escasa influencia en los protocolos de produc-
ción y validación de la ciencia realmente exis-
bores de la modernidad. tente, particularmente en ciencias sociales.
Sujeto, Lenguaje y Representación 53

al estilo de la Escuela de Edimburgo)3, del ser, sino se asume ella misma como
es porque ahora se nos hace posible arbitraria, como efecto de voluntades y
advertir aquello que la observación designios que pudieron ser distintos. El
regulatoria dejaba fuera. Difícilmente po- objeto se entiende como nudo, como red,
damos —entonces—, entender que esta- como rizoma: desaparece la linealidad
mos ante un proceso intrateórico de causal, o su inevitable contraparte, la
deconstrucción de las certezas que la suposición del actor autotransparente
ciencia moderna creyó forjar. Se ha que al conocer los fines de sus propios
cambiado la mirada, por ello se advier- actos, encontraría en ellos sus causas4.
te otras cosas. Esto implica poder pensar modelos
Hay actualmente lugar para el desor- nuevos de lo social; no como sistemas
den, para el caos, para la contingencia- formales, ni como caminos preconfigura-
lidad. Se asume lo acontecimiental, en dos hacia alguna parte. Así, lo indiciario
búsqueda de no reducir los hechos a alcanza espacio, lo fragmentario puede
sus condiciones de repetibilidad; de des- tener pertinencia, lo político puede ima-
tacar su diferencialidad, lo que tienen de ginarse fuera de la lógica de la acumu-
específico y singular. Se intenta acabar lación, la sumatoria o la estrategia
con el peso constitutivo que lo regulato- (Gargani, A., 1983). Asomamos a modos
rio ha tenido en ciencias físico-natura- nuevos del pensar, que en general aún
les, donde la noción de predicción ha no hemos incorporado (sobre todo a
gozado de fuerte predicamento, basada nuestros esquemas prácticos de actua-
en la idea de la regularidad de lo fácti- ción), de manera que a menudo pone-
co. Las estructuras disipativas mostra- mos vino viejo en nuevos odres y retor-
rían la imposibilidad de prever la reac- namos insensiblemente a las modalida-
ción de acuerdo a condiciones iniciales des tradicionales. Una reconstitución de
controladas: serían azar en acto, osten- la mirada se abre camino, todavía sin
sión de un universo no predeterminado. haberse convertido en hegemónica a ni-
En ciencias sociales desde el poses- vel del sentido común cotidiano, de la
tructuralismo la lucha contra el Logos explicación no formalizada y ajena a los
ha sido decidida y explícita: Michel específicos procesos de investigación
Foucault y Jacques Derrida —cada uno científica.
a su manera— han compuesto salidas Pero correlativamente con el objeto
fuera del horizonte de teleología que te- ha cambiado el sujeto; y ha cambiado
ñía muchas de las explicaciones anterio- su propia noción de sí, que finalmente
res, sea en términos de progreso o de se ha hecho autoconciente. Por ello ha
dialéctica de la revolución necesaria. En caído el sujeto tradicional fundante,
una sociedad posmodernizada donde la
complejidad creciente se traduce en len-
guajes mutuamente inconmensurables y
3
Es muy conocida la obra de P. Feyerabend, en
particular su Contra el método, Ed. Ariel, Barce-
en una globalidad cada vez más múltiple lona. De la Escuela de Edimburgo (Bar nes,
y fragmentada, la ordenación conceptual Bloor), puede consultarse Barnes, B.: Kuhn y las
de la totalidad aparece problemática. Por ciencias sociales, Fondo de Cult. Económica,
México, 1986.
esta visión de cortes y heterogeneidades, 4
El entender la explicación de la acción social por
es que surge el tipo de explicación ac- la intención del actor, ha sido defendido por los
individualistas metodológicos y seguidores del
tual, ya no esencialista, en cuanto se
segundo Wittgenstein. Por ej., P. Winch, tal cual
advierte a sí misma como a-fundada y se relata en Mc Intyre, A.: «La idea de una
no necesaria. Ahora tal explicación no ciencia social», en Ryan, A.: La filosofía de la ex-
plicación social, Fondo de Cult. Económica,
pretende recitar el predeterminado libro México, 1976
54 Roberto Follari

aquel punto inicial apriorístico, causa no Se suponía, pues, un sujeto repre-


causada. Ha desaparecido aquel sujeto sentador; puesto en la actitud de repre-
epistémico puro, inexistente en cualquier sentarse el mundo, como ha destacado
realidad pero entendido permanentemen- Martin Heidegger (Heidegger, M., 1971).
te como el «verdadero» sujeto, ese que Es precisamente aquél que ha entrado
provee certidumbres, que funda la posi- en crisis, según lo acabamos de desa-
bilidad del conocimiento seguro. Ya nada rrollar. El complemento de tal sujeto en
queda de ese sujeto pleno, pura concien- actitud de «puesto/a/la/representación»
cia, transparente, unario, sapiente. lo constituye la representación misma:
Va desapareciendo la ciencia como se supone al objeto como observable,
aquello «que nada quiere saber del suje- como dado a tal observabilidad, como
to» (Lacan, J., 1977: p.70). Y se asume desplegado plenamente en ella. Todo lo
éste como lo que es, como lo que el psi- que no acuerde con tal actitud es indig-
coanálisis ha mostrado: sujeto dividido, no de ser tomado en cuenta, está fue-
que no se sabe a sí, que está hablado ra del campo de lo cognoscible, simple-
desde el Otro, que está atravesado por mente en tanto no pertenece «al mun-
lo inconciente. Sujeto sujetado al lengua- do». El mundo es —entonces—, sólo el
je, a las relaciones de parentesco, a las mundo pasible de ser empíricamente
condiciones sociales de inscripción y de captado. La realidad es aquello que
práctica. Sujeto, entonces, no apodíctico queda recortado por esa posibilidad de
en sus juicios, no anclado en lo trascen- remitencia a la experiencia inmediata
dental, sometido al flujo cambiante de las de los sentidos.
condiciones de lo real; y nunca autoabar- A su vez, para «terminar con la me-
cativo, sapiente plenamente sobre sí. Di- tafísica» se hacía necesario eliminar a la
ferenciado cada vez, y diferenciado de los conciencia como el espacio donde la ex-
otros, con menos pretensión de sostener periencia se plasmaba. Lograr hacer in-
universalidad, causación, regularidad. Ca- tersubjetivos los datos de experiencia
paz de advertir el pozo último de arbitra- obligaba a superar el solipsismo de la
riedad sobre el que se inscribe cualquier conciencia individual: así comienza el
orden posible de convivencia humana, y giro lingüístico que llega a nuestros
su correlativa normatividad (Castoriadis, días. Se plantea —en consecuencia—
C., 1988). Ya no encontramos aquel yo que es el lenguaje el que objetiva la
de la evidencia inmediata: se colige que experiencia: no hay que comparar inex-
«soy donde no pienso, pienso donde no presables experiencias individuales, sino
soy» (Lacan, J., 1984). enunciados de observación. Los cuales
resultan constatables en cuanto referen-
cian lingüísticamente al mundo: es dable
b. Colapso del lenguaje determinar así si lo enunciado es verda-
referencial y de la dero o falso, si (vía de reglas de corres-
representación pondencia) se correlaciona con los he-
chos de la realidad. Diferentes sujetos
Es reconocido que la concepción neo- pueden de este modo superar la «inte-
positivista del lenguaje implicaba la no- rioridad» de la conciencia y establecer
ción de referencia como fundamental. mutuamente criterios unívocos de defini-
Un enunciado sin referencia empírica, es ción de aquello que sucede en el mundo.
decir, sin posibilidad de anclaje observa- Optimismo de la transparencia, para
cional, era considerado vacío; se enten- el cual sólo lo observable es real. Y tam-
día que simplemente no decía nada. bién, todo lo observable/representable es
Sujeto, Lenguaje y Representación 55

lingüísticamente traducible. De manera servación de lo aparente: eran una cons-


que así, sin resto, lo real se traspone a trucción «mental».
lenguaje. Y desaparece —por ser vacío— Luego Roman Jakobson al estable-
todo lenguaje que no alude referen- cer las funciones diferenciales del len-
cialmente a lo real. Círculo cerrado de guaje mostró cómo éste podía servir a
correlaciones plenas. múltiples usos, la mayoría no referencia-
La lingüística de los actos de habla les. Su taxonomía destacaba incluso
abierta por John Austin propuso, desde cómo el lenguaje podía resultar auto-
esa misma tradición sajona, una diferen- rreferenciado, de modo que cualquier
te noción sobre el lenguaje. Advirtió correlación con el mundo desaparecía;
cómo éste no «copia» lo real, sino actúa naturalmente, antes ya quedaba despla-
dentro de ello. Cómo viene a ser, preci- zada la asimilación de «realidad» a «rea-
samente, fruto de actos, no de pasivas lidad observable» planteada por el empi-
constataciones. Lo performativo del len- rismo sajón.
guaje saltó así a la vista. El habitual A posteriori la semiología y la teoría
«hacer cosas con palabras» se hizo por de la enunciación acabarían con la de-
fin evidente: impartir órdenes, proferir construcción total y definitiva del edificio
invectivas, lanzar interjecciones, poco neopositivista y su concepción del len-
tiene que ver con aquello que pueda ser guaje. Umberto Eco ha insistido en que
declarado falso o verdadero. Lo expresi- el significado es una determinada con-
vo, por ejemplo, alcanzó a partir de en- vención social; no está dado en el mun-
tonces la dignidad que la estrecha con- do, sino mediado por lo que un determi-
cepción iniciada por Frege le impedía. nado grupo sociocultural asume como lo
Fue éste uno de los puntos de ruptura real. Antes, la lingüística estructural
a la teoría del lenguaje entendido como había cerrado el texto sobre sí, advir-
sola representación. tiendo sutilmente de qué manera la fac-
Esto partía en buena medida del se- ticidad textual no copia a otra, estable-
gundo Wittgenstein. El había hablado de ce su propio ordenamiento y legalidad
juegos lingüísticos diferenciados, de los (Barthes, R., 1982); la peculiaridad del
cuales había varios que no tenían que universo de las significaciones se había
ver con lo referencial o lo descriptivo: el hecho notar. El lenguaje no es una se-
lenguaje servía para funciones diversas, rie comparable con la de la realidad; él
entre las cuales la de dar cuenta «del mismo es realidad, es parte de ésta en
mundo» era sólo una entre otras. Por cuanto tal, no reductible a otras (Follari,
ello, el significado no estaba en los he- R., 1988).
chos, sino se hallaba «en el uso», según Los lingüistas de la enunciación han
la frase luego célebre. Según reglas hecho notar cómo operan en el lengua-
específicas, cada juego establece las con- je sobreentendidos que dependen del
diciones de puesta del significado: no contexto, cómo la situación misma de
hay correspondentismo con el campo enunciación establece las condiciones del
observacional. significado. De manera que el lenguaje
Por su parte, la teoría del lenguaje ya no aparecería unívoco en su efecto de
centroeuropea producía su propia con- significación, el cual ya había aparecido
cepción. En Ferdinand Saussure, el múltiple para el análisis estructural del
significado no pertenecía «al mundo», relato por diferentes razones. Así, cada
sino a la psiquis; significante y significa- texto se entiende como siempre reinter-
do —en su arbitraria unidad— estaban pretado y resignificado desde la específi-
configurados no a partir de la mera ob- ca combinatoria del lector. Pero además,
56 Roberto Follari

incluso tal determinado lector inter- nada de esto: con el que se da órdenes,
pretaría diferencialmente si sus persona- se promete, se compromete, se valora,
les condiciones de recepción cambiaran, se argumenta. Un amplísimo campo de
o si se modificaran las de enunciación actos de habla ajeno al espacio de la
de lo receptado. representación.
Finalmente, los derivados de la teo- Insistimos: no todo lo que puede re-
ría de actos de habla en la filosofía ana- presentarse puede ser traducido sin res-
lítica sajona, han también acabado allí to al lenguaje. Además, el lenguaje pue-
con la idea de lenguaje exclusivamente de ocuparse de muchas cosas que no
referencial. Trabajando las diferentes son representables. Y por su parte, esto
actitudes proposicionales, Donald no representable no es agotable en térmi-
Davidson muestra los matices de la so- nos de lenguaje.
licitud, la promesa, la creencia, la con- Si asumimos a fondo el último aser-
jetura, todo aquello que permite al len- to, habría que subrayar que en tanto
guaje aparecer en usos distantes del de cierto campo de significación no sea re-
la constatación de hechos. Los autores presentable, tenderá a escapar en am-
analíticos buscan allí todavía determinar plio margen a la cobertura por lo lin-
la lógica de los enunciados, pero recono- güístico. Es el espacio de lo «semiótico no
cen que ella no es lineal en el sentido lingüístico» a que refería Julia Kristeva
inmediato de la «comparación con los (Kristeva, J. y Derrida, J., 1974); aque-
hechos». llo que no encuentra palabra, y que sin
No todo lo observable es descriptible embargo hace sentido. Lo inexpresable
exhaustivamente en términos de lengua- ligado a la inmediatez de la vivencia, a
je. No todo lo real «externo» es remisible la co-presencia con otros, a lo sublime,
a lo observable. No todo lo real es sólo al sentimiento estético, a la elevación
lo externo; un dolor de cabeza, una pa- mística, a la intensidad erótica.
sión, un goce, también son reales. Ya Wittgenstein lo había marcado en
En una palabra: no sólo se trata de su conocidísima frase final del Tractatus:
que no «vivimos para representar». Por «de lo que no puede hablarse, lo mejor
más que quisiéramos extremar la repre- es callar». Los neopositivistas creyeron
sentación, ésta tiene límites. No estamos hallar allí una confirmación de sus pro-
ante nosotros mismos puestos como ob- pias tesis (Lecourt, D., 1985); pero no se
jetos: de modo que lo que nos pasa sub- estaba llamando a la afirmación de que
jetivamente no es remisible nunca a hay que callar porque no existe sentido
representación plena. No es aquello que más allá de lo observable. Más bien, se
podamos poner puramente ante los ojos, hacía lugar a lo inexpresable, a lo que
dado que es aquello desde lo cual el bordea al lenguaje, donde éste encuentra
poner ante los ojos se hace posible. su confín e imposibilidad, donde aun lo
Pero por su parte el lenguaje no co- poético se hace insuficiente e impotente.
pia al mundo. No puede agotarlo; hay Mejor es callar: el silencio como la posi-
matices de nuestra experiencia de lo bilidad más propia frente a aquello que
exterior que no pueden ser reconduci- lo exige.
bles a lenguaje. No todo puede ser di- Heidegger había hecho referencia a la
cho, no agotamos la cosa en su puesta cuestión de la reserva, en Ser y tiempo.
en lenguaje. También al «perderse en el lenguaje»
Lenguaje sobre el mundo exterior, propio del «se», de la impersonalidad del
lenguaje sobre el campo subjetivo pro- habla banal. Y había —como bromeó
pio. E incluso lenguaje que no describe Jorge Luis Borges— producido un dialec-
Sujeto, Lenguaje y Representación 57

to del alemán (Borges, J., 1983), al re- las significaciones portadas por el inter-
torcer sobre sí su propio idioma para locutor. El «lapsus» sería no una excep-
permitir neologismos que dieran lugar a ción, sino más bien una muestra regia
los significados que procuraba plasmar. de lo que ocurre con el lenguaje llama-
En él hallamos amplio campo para pen- do «normal».
sar los límites del pensamiento represen- Y sin pretensiones de agotar las
tativo; y ello se fue profundizando en su fuentes, una palabra sobre Kuhn y la
obra posterior. Pero incluso la forma inconmensurabilidad interteórica. Los
misma de sus escritos testimonia en términos científicos cambian su signifi-
acto su pensamiento, y muestra a las cado cuando se cambia de paradigma.
claras las limitaciones del lenguaje para Tales cambios de orientación (paradigma)
sostenerse como vehículo de determina- no se producen en base a discusión
dos precipitados de sentido. Por esto la interparadigmática, sino a un «cambio
cuestión del arte estaba tan presente en de visión» en el que influyen factores
Heidegger, y por ello su reasunción de sociales no siempre presentes a la con-
Hölderlin, poeta, y poeta no cualquiera; ciencia de los investigadores. Ni la cien-
uno que murió en la locura, tras trein- cia funciona sólo por vía de resolución
ta años de subsistir sumido en ella y la de las controversias mediada argumentati-
angustia que comporta. vamente; ni es posible evitar que la con-
Tal vez quepa hacer alguna referen- frontación argumentativa choque contra
cia a Derrida, a su crítica de todo cen- la diversidad de paradigmas donde los
tro, y por ello a su denuncia del vacia- presupuestos de la discusión son mu-
miento que enmarca a cualquier lengua- tuamente diferenciados y para nada co-
je posible. El nos habló de «clausura de extensivos. De modo que la comunica-
la representación» (Derrida, J., s./f.); y ción entre paradigmas se hace necesa-
lo hizo, a su vez, en recordación del tea- riamente problemática: no hay posibili-
tro de la crueldad de Antonin Artaud. dad de mutua traducción, y la inter-
Fue con este último que se denunció pretación de uno hacia el otro no pue-
claramente los límites del lenguaje; des- de dejar de realizarse con márgenes de
de la pérdida de todo guión en la obra equivocidad (Kuhn, T., 1989).
teatral, al proferir interjecciones, gruñi- No transparencia del lenguaje, enton-
dos, guturales. Mostrar cómo el cuerpo ces. Equivocidad de la intercomunica-
se hace patente a sí en la medida en ción. Sentidos que no acceden a la pala-
que la abstracción de la palabra se aba- bra, sentidos que ésta precipita más allá
te, en que la mediación de la palabra es de sí, en el campo de la evocación, de la
recurrida. connotación, de la asociación. No todo
Desde todos estos espacios la trans- puede ser dicho, no todo lo precipitado
parencia del lenguaje ha sido refutada. por lo dicho puede luego ser dicho a su
No es necesario subrayar —además— lo vez. Consecuentemente, no transparencia
que sobre el equívoco de la comunica- de la función argumentativa. La búsque-
ción surge desde la obra de Lacan; para da por Habermas de la comunicación
él nunca estamos como dueños del len- lingüística ideal, no sólo choca contra
guaje, el cual habla desde nosotros me- evidentes carencias en su concepción de
diando «entre tres» cualquier relación lo social que algunos autores han su-
cara/a/cara aparentemente dual. Ade- brayado (Dussel, E., 1993); por ejemplo,
más, el significado surge desde la escu- el no considerar que las clases sociales
cha; nadie es dueño de lo que dice, en implican posibilidades diferenciales de
tanto esto se retraduce siempre desde acceso a la competencia lingüística, y
58 Roberto Follari

que los lugares institucionales dan espa- desvirtúa. Si apelamos aquí a lo desa-
cio muy diferente de llegada a la emi- rrollado sobre el lenguaje en general, la
sión discursiva. Esto es lo más obvio, y conclusión se sigue con evidencia: la
creemos que no queda superado porque legitimidad de los sistemas políticos no
se señale que la idea habermasiana tie- puede regirse por una ingenua concep-
ne sólo una función «ideal regulatoria», ción sobre el lenguaje, que suponga a
más que descriptiva de alguna posibili- éste como mero transmisor de mensajes
dad de concreción fáctica. Pero quere- con unicidad de significado.
mos aquí apuntar a otra cuestión: no No hay comunicación sin equívocos;
todo es argumentable, no todo es reso- incluso tal vez sean éstos los que per-
luble por argumentación. El poder no mitan la convivencia social. Si cada uno
discute, ejerce su acción. La política no interpreta desde su propio imaginario
es sólo discurrir sobre los fines o los personal, ello lleva a todos a sostener
medios, sino que es también operación, márgenes de mutua diferencialidad de
pragmática. Desde este punto de vista, significados por los cuales entendemos
no vamos a retar al poder sólo con bue- cada cual lo que podemos, lo que tole-
nos argumentos: hay que tener ocasión ramos, lo que estamos en condiciones
de hacerlos carne en la opinión pública, de situar en nuestras propias expecta-
y esto se consigue con medios económi- tivas, obviamente diferentes de las del
cos, publicitarios y políticos que no de- otro. En lo cotidiano, ello permite per-
penden de la propia capacidad para dis- sonalmente sostenerse en la subjetivi-
cutir racionalmente. dad singular, a la vez que mantener los
Queremos además apuntar a que las nexos con los demás. Pero esto se sos-
prácticas no sólo están regidas por nor- tiene, justamente, porque cada uno en-
mativas argumentativamente mediadas. tiende a su peculiar manera, no según
Los sentidos que trabajan el imaginario una imposible absoluta denotación. Ha-
social no hacen solamente a argumentos brá que aplicar estas ideas a la cues-
sistemáticos, aún cuando estos tengan tión del régimen político, para advertir
un lugar en su constitución. Pero por que no está en la posibilidad de discu-
sobre todo, no existe la posibilidad de sión (por ej., parlamentaria) la vía ex-
transparentar el poder por vía de que clusiva o suficiente de resolución de las
éste sea discursivamente defendible. No demandas, ni de establecimiento de la
basta para legitimar al poder político, el relación entre el sistema político y la
que éste comunique sus decisiones o las sociedad en su conjunto5. A la lógica de
tome por vía de la discusión parla- la argumentación, habrá que adosarle
mentaria. O que las demandas popula- —en un mismo movimiento, no como
res puedan expresarse por vía de la un aspecto que le fuera externo— la del
prensa o los medios en general. Porque poder y las relaciones de fuerza entre
los equívocos acechan inevitablemente los actores sociales. Quienes definida-
las mejores emisiones de mensajes, por- mente no son sujetos de cognición
que la mul-tivocidad asola los efectos de pura, sino concretos agentes de apeten-
los mejores discursos, porque no todas cias, de intereses, de voluntades encon-
las demandas pueden formularse en len- tradas y procesos de conflicto.
guaje predicativo ni son plenamente
concientes para quienes las detentan. 5
La relación entre no-transparencia del lenguaje y
Porque toda recepción de demanda es crítica de la democracia parlamentaria reconoce
cierta inspiración en trabajos del argentino E.
una retraducción de ésta que la recons-
Grüner. Naturalmente, esto no lo compromete
tituye, a la vez que inevitablemente la con nuestras tomas de posición teórica.
Sujeto, Lenguaje y Representación 59

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RESUMEN

La posición epistemológica del neopositivis- miento. Pero además, toda la epistemología


mo, tendía a promover un conocimiento su- actual muestra que las regularidades empíri-
puestamente objetivo, del cual estuviera au- cas implican necesariamente un sujeto que
sente toda huella del sujeto cognoscente. La las formule de acuerdo a un cierto apriori
crítica posestructuralista y posmodernista cognitivo. En cuanto al lenguaje, sin duda
—e incluso también a su modo una noción que una noción puramente referencial de sus
radicalmente inmanentista del marxismo— re- funciones impide advertir cuánto dice de la
cusa esta posición: la modernidad (que inclu- subjetividad, a la vez que la significancia
ye al positivismo) es altamente subjetivista, desborda a los límites del lenguaje mismo
en tanto supone un sujeto-dado-al-conoci- (Wittgenstein).

SUMMARY

Subject, Language and Representation subject-put-for-knowing. Moreover, today’s


epistemology e xplanes that empirical
Neopostivism supposed that science regularities need neccesarily f r o m t h e
guarantizeed an objective knowledge of existence of a subject that apreciates them
reality, without any presence of subjetive from an subjective apriori. In respect of
influences. Critics from posestructuralism language, without any doubt that a notion
and postmodernism —and also from a exclusivily referential about it, avoids to
notion radically social of marxism— show notice its relations to subjetivity, and it
another situation: modernity (that includes doesn’t let make perception of limits of
neopositivist position) is subjetivist in a significance, wich goes further from
high way, because it supposes an unreal language (Wittgenstein).
Estela Fernández Nadal
INCIHUSA, CONICET. Argentina

Memoria histórica, conflictividad social e identidad política


en el discurso de la emancipación americana
n la conformación de la americana, sin por ello desconocer que
identidad del sujeto político la misma se produjo dentro de paráme-
que impulsaría la indepen- tros ideológicos comunes al mundo occi-
dencia, jugó un papel de dental, resulta pertinente retomar la te-
fundamental importancia la construcción sis de Arturo Roig, según la cual la ilus-
de una memoria histórica propia. Surgi- tración americana, característica de la
da a partir de una selección operada en segunda mitad del siglo XVIII y las
el pasado americano, esta interpretación primeras décadas del XIX, entronca en
de la historia fue producida en función una tradición humanista, cuyos inicios y
del programa político de los criollos re- tempranas manifestaciones se remontan
volucionarios. En su interior se produjo a la llegada de los españoles a estas tie-
una revaloración de lo nativo por oposi- rras.
ción a lo español, y se esbozaron los li- El antropocentrismo, nota definitoria
neamientos de una inversión de la histo- del humanismo en sus diversas modali-
ria hasta entonces oficial, de sesgo colo- dades regionales, fue puesto, en el nue-
nialista, que permitiría pensar a América vo mundo, al servicio del reconocimien-
como el lugar donde los sujetos emanci- to del hombre americano. En su recorri-
pados fundarían una utopía para sí1 . do ideológico, nuestro humanismo atra-
Ahora bien, analizar el proceso de vesó diversas etapas y sufrió, en cada
construcción de la identidad que los una de ellas, reformulaciones específicas,
criollos se dieron en el marco del dis- en consonancia con la evolución experi-
curso independentista hispanoamericano, mentada por la población americana a lo
exige considerar a nuestra ilustración, largo del proceso histórico de su confi-
en tanto matriz ideológica de ese discur- guración social. «De este modo, de un
so, como un producto intelectual ins- primitivo humanismo cuya problemática
cripto en una tradición vernácula, que se centró en torno a las relaciones en-
condicionó profundamente la incorpora- tre conquistadores hispánicos y conquis-
ción de las luces europeas. Para com- tados indígenas, se pasó muy pronto a
prender la especificidad de la ilustración otros planteos impuestos por la presen-

1
En el presente trabajo utilizamos el nombre enseña, la independencia y la libertad”. El nom-
“América” y el adjetivo “americano” como cate- bre de “América” es contemporáneo al de “Co-
gorías históricas, esto es, según el empleo que los lombia”, propuesto por Miranda y adoptado por
independentistas otorgaron a tales términos en muchos pensadores políticos de la emancipación;
tanto definitorios de la propia identidad e interpe- ambos expresan la voluntad de designar a estas
latorios de un nuevo sujeto, capaz de autorreco- tierras con términos que no connotaran nuestra
nocerse como “nativo” y de enfrentar con las situación de dependencia política respecto de Es-
armas a la metrópolis y a sus fuerzas de “ocupa- paña, tales como “América española” o “Hispa-
ción”. La acepción carecía absolutamente de con- noamérica”. Este último término fue desplazando
notaciones panamericanistas, y designaba a los a los anteriores ya muy avanzado el siglo XIX,
nacidos en las antiguas colonias españolas por cuando se hizo evidente la emergencia de un pe-
oposición a “godos”. Esta ideología “americanis- ligro nuevo, de carácter extra-europeo, para la in-
ta” fue expresada magistralmente por Bolívar, tegridad y la afirmación del subcontinente: los
cuando afirmó: “para nosotros, la Patria es Amé- Estados Unidos de Norteamérica. [Cf. Ardao,
rica; nuestros enemigos, los españoles; nuestra 1978, 9-40, y 1986, 46-82].
Memoria histórica, conflictividad social e identidad política en el discurso [...] 61

cia de la conformación de grupos socia- Evangelio y los grandes filósofos grie-


les diferenciados, tales como el de los gos— se diferencia de ella, cubre la to-
‘españoles americanos’, el ‘criollo’, los di- talidad del desarrollo histórico colonial y
versos grupos mestizos, la población se prolonga en la etapa independentista.
negra esclava. Las contradicciones entre Sus raíces se encuentran en el huma-
la abigarrada conformación de grupos nismo europeo, entendido éste como un
sociales, divididos en dominadores y do- desarrollo del pensamiento moderno, que
minados, rigieron el desarrollo del pen- despunta en el Renacimiento pero que
samiento humanista. El humanismo his- se extiende en los siglos XVII y XVIII. A
panoamericano estuvo en todo momento lo largo de todo ese proceso, esta línea
marcado por las relaciones conflictivas de pensamiento se vincula con la emer-
propias de la sociedad hispanoamerica- gencia de grupos sociales que buscan
na, las que le diferenciaron de los plan- articular, a través de esa ideología, mo-
teos europeos desarrollados en Europa, dos alternativos de ejercicio del discur-
aun cuando estos se prolongaran en so y que, con el correr de los tiempos,
nuestras tierras» [Roig, 1983, 26]. acabarían reconociéndose como «burgue-
La tesis de Roig del desarrollo de un ses» [cf. Roig, 1984b, I, 16].
humanismo americano a través de cuyos Al igual que los desarrollos produci-
momentos emerge una forma de identi- dos dentro del humanismo europeo, el
dad propia, que cuajaría en el discurso americano se caracteriza por la presen-
y en la gesta independentista, permite cia de un modo de incorporación de la
comprender la ilustración hispanoame- crítica diferente de la tradicional media-
ricana como la expresión madura de un ción escolástica de las fuentes, al pun-
sujeto que se reconoce como tal a lo to de operarse en su seno una recon-
largo de un proceso histórico-social ini- ceptualización del lenguaje como una vía
ciado a partir de la conquista; un suje- de acceso directa a la realidad social y
to que adquiere conciencia de su debili- cultural de los pueblos y como medio de
dad y de su fuerza en el marco de la comunicación entre los hombres. En
misma ideología que inspira a la bur- conexión con esto, en el humanismo se
guesía europea de la época, comprome- reconoce un punto de partida no teoló-
tida en la tarea de realizar una transfor- gico, sino antropológico, lo que plantea
mación económica y social tan profunda un sistema de equilibrio diverso al inte-
que daría lugar a un mundo nuevo —un rior de su discurso entre inmanencia y
mundo que, por otra parte, también los trascendencia, y permite comprender
criollos tenían interés en promover—. que la peculiar pasión por los clásicos
Ese autorreconocimiento hunde sus raí- grecolatinos y cristianos se realiza desde
ces en formas autóctonas de reflexión, la búsqueda de un encuentro con un
iniciadas a partir de la conquista y la hombre nuevo, el hombre moderno. En
«destrucción» de América que con ella síntesis, «el humanismo partía, pues, de
tiene lugar. una comprensión del hombre como ser
expresivo» y del lenguaje «como hecho
1. La tradición del humanismo cultural e histórico» [Roig, 1984b, I, 20].
hispanoamericano Ahora bien, este nuevo enfoque del
lenguaje como fenómeno antropológico
Por tal tradición entendemos una lí- en el que se expresa un grupo humano
nea de pensamiento cristiano hispano- emergente, característico del humanismo
americano que, aunque comparte las en general, produjo, en contacto con la
mismas fuentes con la Escolástica —el realidad americana —signada desde un
62 Estela Fernández Nadal

comienzo por la violencia de la conquista pensamiento político americano, desde


española y el sometimiento de los nati- una forma temprana de afirmación de la
vos—, un desarrollo peculiar. De modo voluntad de independencia, formulada
que, así como dentro del humanismo como vocación de «autonomía», hasta la
europeo pueden distinguirse etapas a decidida opción por la ruptura del lazo
partir del señalamiento del sujeto que, colonial con España.
en cada caso, invoca la nueva palabra,
también en Hispanoamérica el desarrollo 1.1. El humanismo renacentista
de diversas formas del pensamiento hu- El primer humanismo, de cuño rena-
manista está signado por las inflexiones centista e influido por el ideal del regre-
que atraviesan los sujetos que formulan so a un cristianismo primitivo, tiene lu-
ese discurso desde una realidad social, gar entre la segunda mitad del siglo XVI
económica y política concreta. Roig sienta y la primera del XVII; representado
como punto de partida del desarrollo hu- paradigmáticamente por el padre Barto-
manista hispanoamericano lo que Las lomé de Las Casas, expresa la voz de al-
Casas denominó «destrucción de las In- gunos sacerdotes españoles que, a par-
dias», y que motivó, por parte de huma- tir del propósito de alcanzar una evan-
nistas españoles imbuidos de los ideales gelización pacífica de los indios, procu-
del Renacimiento europeo, el despliegue ran impedir el aniquilamiento de la po-
de formas de reconocimiento de las blación dominada. Este discurso se
culturas autóctonas avasalladas. desarrolla dentro de los límites de un
En adelante, el desarrollo del huma- paternalismo que, más allá de sus con-
nismo hispanoamericano quedaría mar- tradicciones, suponía el respeto por la
cado a fuego por el hecho de la con- humanidad del vencido; respeto que no
quista y la negación de la humanidad se detenía solamente en su considera-
del hombre americano, determinando ción como ser capaz de recibir el Evan-
que, en la totalidad de su trayecto, esa gelio, sino que avanzaba hacia su reco-
corriente de pensamiento se articulara nocimiento como sujeto de una vida cul-
en torno de la categoría de «reconoci- tural propia, aunque sin rebasar nunca
miento». Al momento inicial de «hetero- el encuadre establecido por las relacio-
rreconocimiento» del indio, en que la nes de dominación política y económica
condición humana le es atribuida por imperantes.
un hombre-otro, el español, siguieron La ideología lascasiana tendió a
formas de autorreconocimiento promovi- demostrar la humanidad de los indios,
das por grupos sociales que se iden- que era desconocida y negada a tal ex-
tificaron como americanos, primero de tremo por los españoles que ni siquiera
forma tímida y ambigua en el período les propiciaban el trato propio de los
barroco, y luego de modo abierto en la animales: «En estas ovejas mansas, y de
etapa de la ilustración. «De ahí, pues, las calidades susodichas por su Hacedor
los tres grandes momentos de desarro- y Criador así dotadas, entraron los espa-
llo del humanismo durante la conquis- ñoles, desde luego que las conocieron,
ta y colonización española: el renacen- como lobos y tigres y leones cruelísimos,
tista, el barroco y el ilustrado, que da- de muchos días hambrientos. Y otra
rán nacimiento al humanismo paterna- cosa no han hecho, de cuarenta años a
lista, al humanismo ambiguo y, por úl- esta parte, hasta hoy, y hoy, en este
timo, al humanismo emergente» [Roig, día, lo hacen, sino despedazarlas, ma-
1984b, I, 22]. Dentro de este último mo- tarlas, angustiarlas, afligirlas, atormen-
mento se produciría la evolución del tarlas y destruirlas por las extrañas y
Memoria histórica, conflictividad social e identidad política en el discurso [...] 63

nuevas y varias y nunca otras tales vis- menderos y, más tarde, cuando aparece
tas, ni leídas, ni oídas [...] y las gentes la hacienda, de los hacendados españo-
tan humildes, tan pacientes y tan fáci- les y criollos—, preservaba, por otra
les de sujetar; a las cuales no han teni- parte, el sistema de cacicazgos, forma
do más respeto, ni de ellas han hecho primitiva de gobierno civil de los aborí-
más cuenta ni estima (hablo con verdad genes. La conservación de estas formas
por lo que sé y he visto todo el dicho autóctonas de organización política gra-
tiempo), no digo que bestias (porque vitó enormemente en el mantenimiento
pluguiera a Dios que como a bestias las de una cierta autonomía cultural —muy
hubieran tratado y estimado), sino como relativa, obviamente, dado que las prác-
menos que estiércol de las plazas» [Las ticas tradicionales no podían sino acusar
Casas, 1985, 38-40]. el impacto de la cultura hispánica y su-
Los humanistas lascasianos plantea- frir una inevitable transformación—, que
ron la necesidad de conservar las for- fue favorecida en la medida en que se la
mas de lenguaje, de cultura y de organi- consideró como un medio apropiado
zación político-económica autónomas de para facilitar la evangelización de los
la población conquistada. Intentaron nativos y el ejercicio de las diversas for-
sustituir la relación generalizada de mas de explotación que se implemen-
«amo-esclavo» por la de «padre-hijo»; en- taron. Esta autonomía cultural relativa
frentaron las posiciones sociales y polí- se complementaba con cierto grado de
ticas típicamente feudales, sostenidas autonomía económica: los pueblos traba-
fundamentalmente por los encomende- jaban sus tierras comunales no enajena-
ros; y, acorde con su vocación de prote- das, organizaban por su cuenta las labo-
ger a los oprimidos, formularon un dis- res campesinas y comercializaban sus
curso de fuerte contenido utópico-social productos, con lo que satisfacían sus
y de denuncia. necesidades mínimas de subsistencia y
Los límites ideológicos del lascasia- la exigida recaudación del tributo.
nismo estuvieron dados por su integra- El agotamiento de la utopía lascasia-
ción en el pensamiento imperial, con el na se produjo como resultado de la in-
que nunca entró en confrontación; por capacidad del poder central, en el que
el contrario, su discurso estuvo al servi- se apoyaban estos primeros humanistas,
cio de la centralización política en torno para imponer formas de colonización di-
de la imagen protectora y benévola del ferentes a las emprendidas por los
monarca cristiano. Dentro de ese marco particulares [cf. Dieterich, 1990, 131ss].
de contención ideológica, el humanismo Los colonos españoles alegaban ante la
lascasiano intentó favorecer la máxima Corona sus derechos a resarcirse de los
autonomía cultural y económica posible gastos afrontados por su propia cuenta
para las comunidades indígenas. Por esta y riesgo y a asegurar su prosperidad en
razón, propició el proyecto poblacional tierras americanas, una vez establecidos
avalado por la Corona, que tendía a en ellas. La mano de obra indígena era
nuclear a la población indígena dispersa, —hasta que la introducción de esclavos
con el objeto de mantener sobre ella una negros se realizó en gran escala y se
serie de controles que facilitaran el cobro institucionalizó— la única fuerza de
del tributo real, las prácticas del culto trabajo disponible en América y, más
religioso y la percepción del diezmo. allá de los ideales filantrópicos de la
Si bien este proyecto subordinaba la Corona, de su explotación dependía el
población indígena a la ciudad —lugar tributo que aumentaba las arcas del fis-
de residencia, primero, de los enco- co español. La puja entre los enco -
64 Estela Fernández Nadal

menderos, atentos a sus intereses parti- configuración de su identidad, empieza a


culares, y la Corona, preocupada por tomar cuerpo en la América nuclear
evitar el exterminio definitivo e irrepara- andina un nuevo humanismo, el barro-
ble de los nativos, terminó en una solu- co, en el que el hombre reconocido es el
ción de compromiso, cuya expresión mismo que reconoce.
paradigmática fueron las Leyes Nuevas, La ideología barroca, dentro de la
de escasa aplicación en la práctica 2 . cultura ciudadana colonial, floreció en el
Los buenos propósitos institucionales momento en el que se desplazó definiti-
siguieron chocando con los apetitos de vamente el acento de la primitiva rela-
los colonizadores. Mientras tanto, se ción entre el dominador europeo y el do-
producía el declive de los pueblos indíge- minado indígena, hacia otro régimen de
nas y de las zonas rurales y crecían las contradicciones entre nuevos grupos
ciudades; en su seno surgiría con el humanos: criollos y mestizos. El huma-
correr de los años un grupo humano nismo barroco instaló en estas tierras
nuevo, el criollo, cuyo progreso estaba una problemática nueva, la del nativo
ligado con el aumento de control sobre descendiente de los antiguos conquista-
la sociedad campesina. dores españoles, que quería diferenciar-
se de las demás etnias americanas y del
1.2. El humanismo barroco advenedizo administrador de la Corona.
En la segunda mitad del siglo XVII, La ideología que sustentó el sujeto así
mientras España lucha por revertir una reformulado fue una especie de elitismo
larga crisis, en América se vive un pe- aristocratizante, puesto de manifiesto, en
ríodo de prosperidad en lo económico y el plano lingüístico, como casticismo, y
de conquista de un grado mayor de au- expresado en el terreno estético y cultu-
tonomía en lo político 3 . Como conse- ral a partir del espectacular despliegue
cuencia de la incapacidad de la metró- del arte barroco americano. Mientras la
poli para ejercer un control efectivo en adopción de recursos y formas rebusca-
las colonias americanas, la clase terra- damente cultas marcó una distancia
teniente criolla va adquiriendo un perfil infranqueable entre el castellano y las
definido y comienza a asumir el lideraz- lenguas vernáculas, el espíritu religioso,
go de la sociedad colonial. Con la en el marco de la ofensiva contrarre-

2
Las Leyes Nuevas nacieron en 1542, bajo la ins- concierto de las naciones, desciende abr upta-
piración de Las Casas; en ellas se determinaba mente al rango de segunda potencia. Con una
la disolución de las encomiendas que no pudie- economía basada en la explotación lanera y en
ran ostentar títulos aceptables y la extinción gra- la exportación de materias primas, asediada en
dual de las consideradas legales. La respuesta de los mares por el poderío inglés, rezagada en la
los encomenderos ante una legislación que lesio- marcha intelectual de Europa, y dominada, des-
naba seriamemente sus intereses fue su alza- de el punto de vista ideológico, por «las direc-
miento armado, en 1546, capitaneado por Gon- trices más antiprogresistas de la Contrarrefor-
zalo Pizarro. Como consecuencia de este suceso ma» -representadas en el poder extraordinario
y de otras formas de resistencia organizadas por que adquiere la Inquisición-, la metrópoli se
los colonizadores españoles, la Corona suavizó precipita hacia una política basada en una
el espíritu profundamente reformista de las Le- deliberada persecusión de «los sectores más
yes Nuevas y redujo su influencia a la limitación productivos e inquietos de la población -judíos,
de los poderes de los encomenderos. Para ello se moriscos, protestantes, erasmistas-». Conse-
dispuso la implementación de un sistema de con- cuencia inevitable de esa política errática es el
trol de los tributos y algunas medidas de espíri- estado de postración y decadencia económica
tu humanitario, cuya efectividad fue muy esca- que abate a España durante todo el siglo, que
sa [cf. Zavala, 1977, 13-46]. «procura compensarse psicológicamente con
3
Luis Abellán describe el siglo XVII como un una tendencia hacia la exaltación mística del
período de profunda decadencia para España, arte y de la cultura», encarnada en la cultura
en que luego de haber alcanzado, en la centu- bar roca [cf. Abellán, 1981, III, 19-26; y
ria anterior, un lugar de preeminencia en el Carilla, 1969, 151ss].
Memoria histórica, conflictividad social e identidad política en el discurso [...] 65

formista, buscó manifestaciones comple- social, posibilitó la configuración de un


jas que lo alejaran y diferenciaran de la espacio teórico propicio para el trata-
religiosidad popular. Paralelamente, des- miento de una cuestión silenciada en
puntó una cultura marcadamente ciuda- términos generales: el problema del in-
dana en la que se expresaba el boato y dio. Se trata de un espacio periférico,
el poder de los grupos sociales terrate- pero que permite hablar de una cierta
nientes. continuidad con respecto al período an-
En medio del lujo y del derroche que terior, en la medida en que dentro de
caracteriza a este siglo de crecimiento sus márgenes se desarrollaría un neolas-
económico para las colonias, se asiste casianismo que reactualizaría el cuestio-
en las ciudades americanas al surgi- namiento de los intereses de los grupos
miento de contradicciones nuevas, por explotadores privados y el poder inde-
efecto del desarrollo de relaciones socia- pendiente de la Iglesia en América.
les más complejas. Por una parte, el En esta línea se inscribe el jurista
sector terrateniente criollo comienza a indiano Solórzano y Pereyra, quien
afirmarse frente a los funcionarios de la apunta —poniendo de manifiesto los al-
Corona; se inicia, entonces, la sorda bores de un regalismo que alcanzará su
puja entre «americanos» y «peninsulares» apogeo en el pensamiento hispano-
que sólo se resolvería en la etapa inde- americano y español del siglo siguiente
pendentista. Además, nuevos grupos 4
—, a apuntalar la imagen del monarca
intermedios, de origen mestizo, ascien- como cabeza necesaria del cuerpo políti-
den socialmente y establecen una ambi- co, por una parte, y a proponer refor-
gua alianza con los criollos terratenien- mas de corte humanitario en el trata-
tes: unos y otros comparten su antago- miento de los indios americanos someti-
nismo con los peninsulares, pero se en- dos a trabajo forzado, por otra5 .
frentan entre sí en lo relativo a la eva-
4
El regalismo, respuesta ideológica del poder de la
luación de la rígida estratificación de la Corona frente al poder eclesiástico, fue una re-
sociedad colonial. [cf. Roig, 1984b, I, acción contra la línea dominante del barroco, re-
35s]. presentada por la Compañia de Jesús, cuya te-
sis de la diferencia metafísica existente entre el
Como forma de ocultamiento y, al poder papal, de origen divino, y el poder tempo-
mismo tiempo, de compensación de los ral, de origen popular, disminuía la soberanía del
contrastes característicos de la sociedad monarca. Desde la óptica del regalismo, esta
posición conducía, en la teoría, a la crisis de la
barroca, aparece en esta etapa, tanto noción de Estado y, en la práctica, a la creación
en las colonias como en la metrópoli, en América de un «estado dentro del estado».
La puja entre los jesuitas y el monarca terminó
una retórica que se esfuerza por cons-
en la expulsión de la Compañia en 1767 [cf.
truir una cosmovisión integradora, de Roig, 1984b, I, 41s].
fuerte sentido religioso y ritualista, den-
5
Nacido en Madrid, en 1575, Juan de Solórzano
y Pereyra llegó a Lima en 1610 para asumir el
tro de la cual la imagen del monarca cargo de oidor de la Real Audiencia de esa ciu-
adquiere un carácter mítico, acorde con dad, con el objeto de proceder a la recopilación
los ideales del absolutismo en ascenso. y al ordenamiento de la abundante y desarticu-
lada legislación de Indias, que en el transcurso
En América, lo peculiar del pensa- de los años había ido acumulando infinitas
miento barroco, radica en que, en el contradicciones, fruto de las reiteradas marchas
y contramarchas de la Corona en la materia.
marco general de hegemonía de la ciu-
Cumplida su misión, luego de casi veinte años,
dad sobre el campo y de definitiva deca- regresó a Madrid y fue designado Consejero del
dencia de los pueblos indígenas, la Consejo de Indias. Ya de regreso en España,
apareció su obra capital, De Indiarum Iure, cuya
preocupación política central por afirmar versión castellana fue publicada en 1647 con el
la figura del monarca y reforzar su pa- título de Política indiana. En 1653 escribió su
pel como factor de integración política y última obra: los Emblemata Centum Regia Politica
[cf. Malagón y Ots Capdequí, 1965, 7-39].
66 Estela Fernández Nadal

Con respecto al segundo punto, So- tricto, «personales», pues concernirían «a


lórzano discute la licitud de los reparti- la causa y utilidad pública», que no po-
mientos de indios para la prestación de drían suprimirse «sin notable perjuicio y
servicios personales y de la mita. El menoscabo de todo el Reino y de los
contexto de su preocupación está cons- mismos indios». Se trata, entonces, de
tituido por la explotación de la fuerza de servicios «públicos», categoría dentro de
trabajo indígena en la región andina la cual Solórzano incluye todas las for-
que, caracterizada por rasgos de un so- mas de trabajo forzado del indio que
metimiento cruel y brutal, obligaba a benefician «al común» y aseguran los
replantear el problema de la humanidad ingresos que exige la Corona, tales como
de los indios, sobre todo en lo referen- la construcción de iglesias y casas, el
te a su condición de vasallos y a las cultivo del tabaco y el cacao, el cuidado
obligaciones que tenían como tales res- de los ganados, el trabajo en los obrajes.
pecto de la Corona y de sus amos loca- Un tratamiento especial otorga Solór-
les. Sostiene que los indios deben ser zano a la mita minera, a la que denun-
considerados como vasallos libres de la cia como particularmente inhumana. Sin
Corona, aunque admite que sean some- embargo, atendiendo a los intereses del
tidos a esclavitud los que mantienen Imperio y asumiendo como incuestiona-
una actitud de abierta rebeldía, como ble el papel de la explotación minera
los de Chile. La condición de libres no como polo dinamizador del desarrollo
significa empero igualdad; el discurso de económico —que a mediados del siglo
Solórzano se organiza sobre el supuesto XVII todavía funcionaba como factor
de la inferioridad natural de los indios, promotor de la demanda de bienes
encomendados a los Reyes de España a agrícolas y favorecedor de la bonanza
fin de que fueran “convertidos y reduci- económica americana— la declara «servi-
dos a vida sociable y política”: “no pue- cio público». Para atenuar la situación
de parecer injusto que los indios, que de los indios sometidos a ese trabajo,
por su estado y naturaleza son más sugiere su sustitución por trabajo o bien
aptos que los españoles para ejercer por esclavo, o bien asalariado.
sus personas los servicios de que trata- Si comparamos la defensa que So-
mos, sean obligados y compelidos a ocu- lórzano, como representante destacado
parse en ellos con buenos partidos, del humanismo ambiguo de esta etapa,
gobernándolos, adiestrándolos y ayudán- hace del indio con la propia del huma-
dolos con su industria e ingenio los nista renacentista, puede afirmarse que
españoles» [Solórzano y Pereyra, 1947, en el barroco «se llevó a cabo una
109s]. reformulación del discurso político ante-
En el marco de la aceptación de la rior, reforzando aquellos aspectos del
inferioridad natural del indio y de la mismo que beneficiaban los ideales del
consiguiente relación de subordinación absolutismo y eliminando lo que había
que debe ligarlo al español, Solórzano se tenido de contestatario y a la vez de
pronuncia, en principio, en contra de los utópico» [Roig, 1984b, I, 41].
servicios personales que les son exigidos Por otra parte, el discurso de Solór-
a los aborígenes por particulares. Ahora zano evidencia su innegable pertenencia
bien, coherente con la ideología que sos- al humanismo barroco americano en su
tiene la anterioridad del todo social res- preocupación por incorporar la proble-
pecto de la libertad individual, el autor mática de identidad del grupo criollo
defiende la legitimidad de una especie de como sujeto emergente que busca afir-
servicios que no serían, en sentido es- mar su superioridad frente al hombre
Memoria histórica, conflictividad social e identidad política en el discurso [...] 67

mestizo. Nuestro autor se pregunta por sometidos a regímenes de explotación


la condición jurídica de uno y otro. Res- excesiva, mala alimentación y malos tra-
pecto de los criollos, hace una fervorosa tos, en sus páginas se consuma el des-
defensa de los mismos. Sostiene que «no plazamiento de la problemática de la
se puede dudar que sean verdaderos humanidad del indígena hacia un lugar
españoles, y como tales hayan de gozar subordinado y se perfila, como tema
sus derechos, honras y privilegios, y ser central de las preocupaciones sociales y
juzgados por ellos [...]. Estos hijos de es- políticas de la élite intelectual america-
pañoles vienen a ser y son oriundos de na, la construcción de la identidad del
España, aunque los haya en partes tan nativo descendiente de españoles, que se
remotas de ella; y por consiguiente, con- sitúa a sí mismo en el lugar del nuevo
forme a otras reglas del mismo derecho, protagonista en la sociedades coloniales
no siguen el domicilio, sino el origen americanas.
natural de sus padres» [Solórzano y
Pereyra, 1947, 209]. 1. 3. El humanismo ilustrado
En el marco del casticismo propio de El paso de la monarquía austracista
la sociedad colonial barroca y del esfuer- a la borbónica abrió un proceso de re-
zo por diferenciar a quienes proceden de formas administrativas de corte centra-
la más límpida estirpe española de quie- lista que, en las colonias americanas,
nes son el resultado de una mezcla im- fue profundizando la dependencia e ini-
pura de razas, Solórzano no manifiesta ciando una etapa de depresión económi-
la misma consideración y simpatía por ca, cuya expresión más clara fueron los
las demás castas americanas. Mestizos y levantamientos campesinos que se susci-
mulatos son tratados con desprecio: “lo taron en todo el continente a lo largo
que se me ofrece decir es que tomaron del siglo y que culminaron en el alza-
el nombre de mestizos por la mixtura de miento de Túpac-Amaru en 1781. Las
sangre y naciones, que se juntó a consecuencias sociales de las reformas
engendrarlos. Y los mulatos, aunque fueron el debilitamiento de las formas de
también por la misma razón se com- autonomía, que la organización anterior
prenden en el nombre general de mesti- había permitido y de las cuales la
zos, tomaron éste en particular cuando aristocracia criolla se había beneficiado
son hijos de negra y hombre blanco, o de modo directo 6 . Otro tanto sucedió
al revés, por tenerse esta mezcla por con las aspiraciones de movilidad social,
más fea y extraordinaria, y dar a enten- que habían alentado importantes secto-
der con tal nombre que le comparan a res de la plebe ciudadana en el período
la naturaleza del mulo”. A condición de anterior, y que, a partir de ese momen-
que “hubiesen nacido de legítimo matri- to, encontrarían serias dificultades para
monio”, les concede a unos y otros que sostenerse.
puedan ser considerados “ciudadanos de El correlato de la crítica situación
dichas provincias”, pero no deja de ad- imperante en las colonias americanas a
vertir que “los más salen de viciosas y 6
La organización de América en reinos, esto es,
depravadas costumbres” [Solórzano y entidades políticas relativamente autónomas que
Pereyra, 1947, 212]. en su unidad conforman el Imperio, fue reem-
Aunque la Política Indiana se inscri- plazada, con la llegada de la dinastía borbónica
al trono de España, por el esfuerzo sistemático
be en un intento neolascasiano de ase- por conformar un Estado moderno centralizado
gurar, dentro del espíritu barroco, un e introducir formas de presión fiscal y control
administrativo inéditas hasta ese momento [cf.
cierto nivel de dignidad en el trabajo de
Artola, 1983, 121-154, y Halperín Donghi,
los mitayos y de los demás aborígenes 1985,17-74].
68 Estela Fernández Nadal

partir de 1700, fue la apertura de un de la «razón» se opone a la fuerza, la


período de franca y sostenida recupe- «naturaleza» a la «historia», el «progreso»
ración económica de la metrópolis, basa- al «despotismo»; categorías claramente
da en una eficacia creciente en la inscriptas en la matriz ideológica común
extracción de las riquezas coloniales. al mundo occidental del siglo XVIII.
Como resultado de ese proceso de cen- El resultado de este entramado dis-
tralización política, económica y fiscal, cursivo será la formulación original de la
que ha merecido el nombre de «segunda ilustración americana, expresión de una
conquista» por la refuncionalización que coyuntura política y social específica en
la Corona logró imponer en la relación la que, dentro de las sociedades colonia-
entre España y sus colonias —en benefi- les, se consolida la hegemonía económi-
cio de la primera y en perjuicio de las ca de los terratenientes criollos que, a
segundas— se quiebra la ideología de la pesar de su origen aristocrático y de sus
unidad imperial propia del período ba- vínculos orgánicos con las formas de
rroco, se produce una profundización del explotación típicamente precapitalistas
enfrentamiento entre criollos y españo- de la tierra, basan su riqueza en la ex-
les, y hace su aparición el concepto de portación agrícola y fundan sus expecta-
«ciudadano» que, con el tiempo, reem- tivas de desarrollo económico en una
plazaría la noción de «súbdito» y termi- inserción ventajosa en el mercado capi-
naría poniendo en el centro de la discu- talista en formación. En torno suyo se
sión política el problema del origen de la aglutinan otros grupos sociales de origen
soberanía. diverso, generalmente mestizos, vincula-
En el marco de esa coyuntura hace dos a las profesiones civiles y eclesiásti-
su aparición una tercer forma de huma- cas, y procedentes de los sectores
nismo hispanoamericano, correspondien- artesanales ciudadanos, que en la etapa
te al momento de recepción del ideario barroca han accedido a la educación y
iluminista europeo. En contacto con los han logrado grados importantes de as-
temas heredados de la larga tradición censo social en la estructura colonial.
americana, las luces resultan apropiadas La alianza de ambos grupos no está
por un sujeto que se reconoce como exenta de contradicciones. Ambos com-
provisto de una historia propia, que parten las reivindicaciones de libertad
mira hacia el pasado americano con ojos económica y autonomía política; en lo
distintos a los del europeo y encuentra inmediato, la liberalización del tráfico
en la historia del continente anteceden- entre las colonias y España, introducida
tes de la conformación de una identi- por el Reglamento de Libre Comercio en
dad, la suya propia, a la que concibe, el marco del reformismo borbónico,
paradójicamente, como enteramente representa un acercamiento —aunque
nueva y fundamentalmente ligada a for- tímido y rígidamente acotado dentro de
mas incipientes de autoconciencia ante- los límites del mercantilismo— a los
riores; formas que, según su nuevo ideales económicos que defienden tanto
modo de percepción de la realidad histó- los grandes productores ganaderos y
rica, no habrían alcanzado a desplegarse agrícolas como los sectores medios de
por causa de la violencia desatada con- pequeños productores, comerciantes y
tra ellas y que habrían sucumbido ante artesanos. No faltan sin embargo moti-
la barbarie y el fanatismo godos. El vos de conflicto en una sociedad donde
tema de la humanidad del americano la élite funda su superioridad y prestigio
será ahora abordado desde un sistema en una rígida diferenciación de castas, y
de categorías plenamente moderno, don- donde los grupos mestizos ciudadanos
Memoria histórica, conflictividad social e identidad política en el discurso [...] 69

se empeñan en un ascenso social que rió la consideración de otros grupos


les permita acceder a los privilegios eco- humanos no pertenecientes a la minoría
nómicos y culturales de que goza la blanca de origen europeo, cuya interpe-
aristocracia criolla. Esta, por su parte, lación era necesaria para producir el re-
los mira con desconfianza y usa toda su conocimiento de todos los nacidos en
influencia para contrarrestar la política América como sujetos unificados en tor-
de venta de certificados de pureza de no del objetivo independentista. Sin em-
sangre que promueve la Corona y que, a bargo, esos sectores no ocuparon un
sus ojos, hace peligrar la estabilidad y el lugar protagónico en el diseño teórico de
orden social. la gran utopía; sus intereses fueron su-
Sin embargo, en toda Hispanoaméri- bordinados a los propios de la burguesía
ca, los diversos sectores, y particular- criolla emergente e, incluso, la afirma-
mente los criollos, eran conscientes de ción del sujeto que haría posible la in-
que el conflicto más serio era el que dependencia se erigió, en buena medida,
existía con el grupo de los peninsulares, sobre el olvido de los sectores sociales
que monopolizaban el comercio ultrama- subalternos.
rino y los cargos públicos en el aparato
estatal colonial. La alianza entre los gru- 2. La construcción de la
pos terratenientes criollos y sectores memoria histórica americana
importantes de la plebe ciudadana y y su incidencia en la
campesina se presentaba como necesaria conformación de la identidad
y, cuando fue favorecida por la coyun- criolla
tura histórica, se hizo posible una Al abordar la cuestión del humanis-
confluencia de intereses, en parte efecti- mo ilustrado en conjunto —abarcando
vamente coincidentes, en parte diversos. sus dos momentos: autonomista e inde-
La confluencia económica y política, pendentista—, cabe subrayar que el mis-
producida con diversos matices en toda mo se presenta, en algunos aspectos,
la América española, entre los criollos y como un regreso a posiciones que ha-
otros sectores populares, particularmente bían tenido vigencia en la etapa del hu-
los grupos profesionales mestizos, daría manismo renacentista, y, en otros, como
lugar a la configuración incipiente de lo continuación del humanismo barroco.
que, con el tiempo, se consolidaría como Por una parte, se retoman los ideales
burguesía comercial americana. Su autonomistas que habían sido sostenidos
emergencia política alcanzaría una en la primera etapa, sin que ello impli-
formulación nítida en las formas discursi- que, por otra, una ruptura, al menos al
vas en las que se autorreconoce el hom- comienzo, con la doctrina absolutista
bre americano; primero, con la elabora- desarrollada en el barroco: en las prime-
ción de un proyecto económico y cultu- ras formulaciones del discurso autono-
ral reformista, inscripto dentro del pro- mista, la figura del monarca fuerte fun-
grama imperial borbónico, aunque con ciona como una garantía política para el
una clara vocación autonomista; final- mantenimiento de un orden que se
mente, con el planteo de la necesidad de encuentra amenazado, en lo interno, por
la independencia como única vía de pro- la emergencia de grupos oprimidos y, en
greso posible para Hispanoamérica, ante la lo externo, por el pernicioso ejemplo del
evidente incompatibilidad de los intereses jacobinismo francés y caribeño, que
de España y los de sus colonias. atemoriza a los criollos al punto de que
Como venimos diciendo, la elabora- puede considerárselo como el antimodelo
ción del proyecto independentista requi- que regula su praxis política.
70 Estela Fernández Nadal

En otro orden de cosas, el descono- Los mitos en cuestión fueron el del


cimiento de las formas culturales y lin- Paraíso terrenal, el de Noé y el de los
güísticas de la población aborigen, no apóstoles Santo Tomás y San Bartolomé
sólo no es objeto de revisión, sino que [cf. Roig, 1999, 6s]. El primero, sugeri-
se profundiza a la luz de la ideología de do por la exuberante naturaleza de los
la unidad nacional centrada en el trono, trópicos, ubicaba el Paraíso en las selvas
que propicia la homogeneidad lingüísti- amazónicas. El relato de Noé aseguraba
ca; pero, al mismo tiempo, se desarrolla la base del monogenismo y la posibilidad
una teoría de la necesaria depuración de integrar nuestra historia dentro de la
del discurso barroco, fundada en el re- historia universal. Las leyendas de los
chazo de lo metafórico y lo decorativo, apóstoles servían para demostrar que
en consonancia con la concepción trans- América no requería de la Europa evan-
parente del lenguaje y el esfuerzo por gelizada para justificar sus títulos dentro
construir una palabra literal, tan propios de la cristiandad y del mundo civilizado.
de la ilustración 7 . Todo esto configura En la resemantización barroca de los
un actitud frente al lenguaje que empa- tres mitos palpitaba el intento osado de
renta la etapa ilustrada con el período incorporar el pasado indígena americano
renacentista, pero que resulta acotada como un momento dentro de la historia
en su aplicación a las lenguas de origen de la clase criolla. El ejemplo más
europeo. sobresaliente de lo que venimos dicien-
El desinterés por las manifestaciones do, lo encontramos en El Paraíso en el
contemporáneas de las culturas indíge- Nuevo Mundo, de Antonio de León Pinelo,
nas, e incluso el temor frente a los quien incorporó esas leyendas en una de
alzamientos campesinos que ponían en las primeras visiones de una historia
entredicho la preponderancia social y universal pensada desde América8 . Im-
económica de la clase propietaria, tiene buido de un increíble impulso poético y
su contrapartida en la decidida vocación haciendo gala de una imaginación ex-
de reconstrucción del pasado americano traordinaria, este humanista barroco de
que manifiestan los ilustrados en la eta- origen español formuló una interpreta-
pa independentista. Esta actitud encuen- ción de la historia en la que se revela
tra sus antecedentes en el humanismo como un hombre que, en su pensar y
barroco del período anterior, en el que, sentir, se expresa ya como americano.
sobre la base de ciertas narraciones Con una clara apertura hacia el horizon-
míticas que integraban la cultura simbó- te utópico —que preludia el momento
lica del mundo hispanoamericano, se auroral del discurso independentista—,
pusieron los primeros cimientos de lo León Pinelo procede a invertir «la gigan-
que, con el correr del tiempo, daría por tesca masa de material literario acumu-
resultado una inversión de la filosofía de lada, con la que venía justificado, desde
la historia europea. siglos, el europeocentrismo» [Roig, 1986,

7
El peso del signo se desplaza hacia el conteni- pone una retórica basada en los conceptos de
do significativo; se busca construir un saber «solidez», «claridad» y «distinción» [cf. Roig,
social «útil», expresado por un lenguaje más 1984b, II, 141-147].
«científico» que «literario». Un ejemplo de la 8
El título completo de la obra referida, escrita en
nueva estética ilustrada lo constituye El Nuevo 1650, es El Paraíso en el Nuevo Mundo. Comen-
Luciano de Quito, organizado sobre la base de tario Apologético. Historia natural y peregrina de
la contraposición discursiva «barroco/ilus- las Indias Occidentales, Islas de Tierra Firme del
tración». Frente a la retórica pomposa y vana Mar Océano (2 vols., Lima, Imprenta de Torres
de la teoría barroca del claroscuro, Espejo pro- Aguirre, 1943.);[cf. León Pinelo, 1987, 142-174].
Memoria histórica, conflictividad social e identidad política en el discurso [...] 71

172]. Para operar esa inversión, el autor glorioso, pues había sido ejecutada en la
echa mano de elementos teóricos y mi- capa de Santo Tomás apóstol, quien
tos de la misma filosofía de la historia había venido a América a predicar en
elaborada por la cultura europea, como persona el Evangelio. La imagen venera-
el de la «marcha» de la historia de da constituía así el principal testimonio
Oriente a Occidente. Pero en contra de histórico de que los indios americanos
quienes sostenían que esa «marcha» se conocían y practicaban el cristianismo
había detenido en Europa, León Pinelo antes de la llegada de los españoles,
insistirá con fuerza en la relatividad de como lo probaba claramente, a juicio del
los términos: «porque cuando digo ilustrado mexicano, las elocuentes hue-
Oriente y Occidente hablo de la parte en llas presentes en los mitos, religión, cos-
que me nace y en que me pone el Sol tumbres y monumentos de los antiguos
[pues...] el Oriente y el Occidente no son pobladores [cf. O’Gorman, 1978, 6ss].
puntos fijos» [León Pinelo, 1987, 162]. El Roig interpreta ese célebre sermón,
mito así relativizado, puede ser puesto al como un esfuerzo por fundar una me-
servicio de una nueva humanidad, la moria histórica distinta a la establecida:
americana: el Paraíso Terrenal, como la tesis de la predicación en el Nuevo
había sospechado Colón, estuvo en la Mundo por el apóstol Tomás en el pri-
cuenca amazónica; la Historia mundial mer siglo de nuestra era, significaba que
se desplazó desde América (oriente) ha- los novohispanos, en cuanto herederos
cia Asia (occidente), atravesando, como de la vieja cultura mexicana, no le de-
hizo el Arca de Noé, el inmenso Océano bían nada a los españoles en el conoci-
Pacífico. De todo este relato resulta, en- miento del verdadero Dios [Roig, 1999,
tonces, que América, oriente de Asia, es 9]. América no había sido olvidada en el
la cuna de la humanidad; Asia, cuna de plan inicial de la Redención y, al igual
Jesucristo, es el oriente de Europa; y, que España, tenía su apóstol. Imputar a
por último, España, heredera de la cris- los naturales de América la práctica de
tiandad y la más católica de las nacio- creencias y ritos diabólicos, era un atro-
nes del mundo, es el «oriente» de Amé- pello a los pueblos americanos, y Espa-
rica. «Se ha cerrado el gran círculo de la ña no podía ampararse en el argumen-
Historia Mundial, que comenzó en nues- to de que había cumplido una misión
tros Andes ecuatoriales y concluyó en evangelizadora para justificar las arbitra-
ellos en el momento de su incorporación riedades cometidas contra gentes que
a una nueva e inmensa ecumene, des- eran, en realidad, verdaderamente cris-
pués de un periplo gigante de siglos, de tianas. En su “Carta de despedida a los
hechos y espacios geográficos» [Roig, mexicanos” (1821), dice Mier: «México
1986, 174]. con x suave como lo pronuncian los in-
Ya a fines del siglo XVIII y en el dios significa: donde está o es adorado
marco de nuestra ilustración, el mito re- Cristo, y mexicanos es lo mismo que
aparece en la polémica visión del mexi- cristianos [...]. Mexi era un hombre-dios,
cano Fray Servando Teresa de Mier que, llamado por otros nombres el Señor de
en un sermón predicado en 1794 en el la Corona de Espinas [...], al cual con-
Santuario de Nuestra Señora de Guada- cibió por obra del cielo una virgen lla-
lupe el día de su fiesta (12 de diciem- mada santa María, Malintzin, y lo parió
bre), sostuvo que la imagen de la Virgen sin lesión de su virginidad hecho ya va-
no se había pintado milagrosamente en rón perfecto [...]. Santo Tomé fue quien
la tilma del indio Juan Diego, sino que les dio noticia de hijo y madre [...].
tenía un origen mucho más antiguo y ¿Qué era la religión de los mexicanos
72 Estela Fernández Nadal

sino un cristianismo trastornado por el la inferioridad del hombre americano, su


tiempo, y la naturaleza equívoca de los constitución débil y naturalmente servil,
jeroglíficos? Los españoles, porque no la y sobre la inmadurez, humedad y degra-
conocían en otra lengua y liturgia, y se dación del propio continente. En 1770
habían introducido abusos enormes, comenzó a circular otra obra, la del aba-
destruían la misma religión que profesa- te Guillermo Raynal, Histoire philo -
ban, y reponían las mismas imágenes, sophique et politique des établissementes
que quemaban porque estaban bajo et du commerce des européens dans les
diferentes símbolos» [Mier, 1978, 8-11]. deux Indes, que era un alegato ilustra-
Lo interesante del relato del padre Mier, do contra el colonialismo, de fuerte sen-
más allá de su inconsistencia científica, tido antiespañol, pero donde las tesis
es que expresa el despertar de una for- anticolonialistas se conjugaban con el
ma de identidad, que recurre al discurso prejuicio antiamericano, de modo que el
mítico para afirmarse y que escinde el autor terminaba repitiendo los consa-
origen de los rasgos culturales propios bidos tópicos de la imperfección de la
de toda herencia española. naturaleza y del hombre de estas tie-
La construcción de la memoria histó- rras. A finales de la misma década, apa-
rica criolla encontró un momento de im- rece The History of America, de Guiller-
portante consolidación por la misma mo Robertson, que difundió y populari-
época, con la obra escrita en Italia por zó por toda Europa las tesis de Buffon
los jesuitas americanos expulsados de y de Pauw sobre la degeneración de la
los dominios españoles en 1767. Tan es fauna americana y la indolencia y apa-
así, que puede considerarse a tres de tía constitucional de sus gentes.
estos jesuitas como los fundadores de Pues bien, los jesuitas americanos
las historias nacionales de México, Chi- obligados a abandonar sus patrias y
le y Ecuador: Francisco Javier Clavigero desterrados en Europa, se vieron envuel-
(Historia del México antiguo, 1781), Igna- tos muy pronto en esta aguda polémica
cio Molina (Ensayo sobre la historia na- acerca de la naturaleza y el hombre
tural de Chile, 1782 y Ensayo sobre la americanos, y fueron los primeros defen-
historia civil de Chile, 1787), y Juan de sores autóctonos de la América injuria-
Velasco (Historia del Reino de Quito, da: «Había en ellos, exasperados por la
1789) [cf. Roig, 1984b, I, 86-96]. amargura del destierro y por el rencor
Dentro de una clara ideología ameri- de la vejación sufrida, un vivo y punzan-
canista, esos primeros historiadores te apego a las tierras que tan brusca,
americanos se convirtieron en verda- tan brutalmente habían tenido que
deros militantes que enfrentaron la «ca- abandonar: un apego que quizá no po-
lumnia de América», desatada por toda drá llamarse todavía patriotismo, pero
una literatura que, tomando como ante- que era [...] una forma embrionaria de
cedente la vasta obra del conde de ese sentimiento» [Gerbi, 1960, 170]. Res-
Buffon, planteaba una serie de hipótesis pondieron a la calumnia tanto reacomo-
explicativas de la defectuosa constitución dando viejos mitos como recogiendo el
de la naturaleza americana. Casi con- conocimiento científico más avanzado de
juntamente con el arribo de los jesuitas su época, y poniendo todo ello al servi-
expulsados a Europa, apareció el primer cio de una antropología americana.
volumen de las Recherches philosophi- En la sistematización de la historia
ques sur les américaines del abate de sus países incorporaron la cultura in-
prusiano Cornelio de Pauw, obra en la dígena, rechazaron la visión demoníaca
que se lanzaba una serie de tesis sobre de las religiones nativas y subrayaron
Memoria histórica, conflictividad social e identidad política en el discurso [...] 73

los valores intelectuales y morales de les americanos» la que recibió una aco-
sus portadores. El pasado aborigen fue gida llena de simpatía y reconocimiento
presentado como una especie de edad de entre los criollos. Siempre empeñado
oro, con la intención, no de regresar a contra la ignorancia y la superstición,
ella, sino de poner su imagen al servicio Feijóo discute, en su célebre artículo
de la consolidación de la identidad del «Españoles americanos», el prejuicio que
grupo criollo, al que los jesuitas expul- atribuye una supuesta inferioridad al
sos de origen americano pertenecían y hombre nacido en tierras americanas,
representaban. Dentro de este espíritu, pues «una pluma destinada a impugnar
las antiguas civilizaciones del continente errores comunes, nunca se empleará
fueron fuertemente idealizadas, y sus más bien que cuando la persuasión vul-
aristocracias presentadas como los gar, que va a destruir, es perjudicial e
ascendientes de los criollos y sus antece- injuriosa a alguna república o cúmulo
dentes teóricos en la lucha por los idea- de individuos, que hagan cuerpo consi-
les de libertad y autonomía del siglo derable en ella» [Feijóo, 1974, 9].
XVIII, que ellos encarnan en el presente. Este es el caso del prejuicio «de que
Junto a esta literatura de origen los criollos e hijos de españoles que na-
criollo, ejerció una influencia importan- cen en la América, así como les amane-
te en la constitución de la identidad ce más temprano que a los de acá el
americana la línea del pensamiento crí- discurso, también pierden el uso de él
tico español representada por el padre más temprano». Para desterrar «una opi-
Feijóo, cuya fama inmensa y duradera nión tan injuriosa a tantos españoles
popularidad en América se debió, en [...] que la transmigración de sus padres
gran medida, a que se sumó con sus o abuelos hizo nacer debajo del cielo
escritos a la defensa de la humanidad americano», Feijóo trae el testimonio de
americana, tanto criolla como indígena varios ilustres americanos descendientes
[Ardao, 1962, 56s]. De sus propias pala- de españoles que, a una edad muy
bras se deduce su inscripción en la tra- avanzada, han mostrado una lucidez y
dición «neolascasiana»: «Qué importará capacidad intelectual en absoluto decli-
que yo estampe en este libro lo que está nantes [Feijóo, 1974, 18s].
gritando todo el Orbe? Vanos han sido Igualmente absurdo y falso es el pre-
cuantos esfuerzos se hicieron para mino- juicio que sostiene que en los america-
rar el crédito a los clamores del señor nos se despierte antes que en los euro-
don Bartolomé de Las Casas, Obispo de peos el raciocinio; Feijóo reconoce que
Chiapas, cuya relación de la Destrucción los jóvenes criollos aventajan a los
de las Indias, impresa en Español, Fran- peninsulares en el manejo del discurso y
cés, Italiano y Latín, está llenando en la formación científica, pero busca la
continuamente de horror a toda Europa. explicación de la misma en una mejor
La virtud eminente de aquel celosísimo educación, y aprovecha la ocasión para
Prelado, testigo ocular de las violencias, criticar el sistema educativo español y
de las desolaciones, de las atrocidades proponer para su reforma el modelo
cometidas en aquellas conquistas, le americano. Por lo demás, la dedicación
constituyen superior a toda excepción» 9 . al estudio y la alta estima en que los
En «Mapa intelectual y cotejo de las
naciones» afirma de los indios «que su 9
Benito Gerónimo Feijóo, Teatro crítico, tomo IV;
cit. en Alberto Henríquez, El humanismo crítico
capacidad en nada es inferior a la nues-
y el vulgo en Fray Benito Jerónimo Feijóo, Quito,
tra» [Feijóo, 1963, 90]. Pero fue funda- Pontificia Universidad Católica del Ecuador,
mentalmente su defensa de los «españo- 1988, 340.
74 Estela Fernández Nadal

americanos tienen la educación de los vocación de autodeterminación política y


niños y los jóvenes, no sólo se pone de económica y decide construir en Améri-
manifiesto en su aprovechamiento inte- ca una utopía para sí [Roig, 1984a, 63-
lectual, sino también en una fortaleza 75].
moral que no se observa en los claus- El lugar paradigmático de esta inver-
tros españoles. sión es el discurso bolivariano y, particu-
Para Feijóo es, en todo caso, el desa- larmente, la formulación de la utopía de
liento producido ante esa discriminación, la unidad continental hispanoamericana.
y no una declinación intelectual tempra- En su proyecto, el Libertador no desco-
na, lo que explica que las capacidades y noce la importancia de una serie de fac-
virtudes de los jóvenes criollos no den tores que proceden del pasado, como la
los frutos esperados en la edad madura. comunidad de lenguaje, de religión y de
En definitiva, en un tono de innegable costumbres, a los que les reconoce un
denuncia social respecto de la desigual- papel conformador de identidad. Pero es-
dad de oportunidades que se brinda en tos elementos identitarios no bastan para
América a nativos y peninsulares, Feijóo forjar la unidad que proyecta Bolívar:
sostiene que el verdadero motivo por el dado que se trata de una unidad futura
cual los criollos no destacan en su me- —no de la dependencia sino de la inde-
dio social «son los estorbos que tienen pendencia, no del pasado sino del futu-
en aquellas regiones». «Pobres de ellos, ro—, es necesario refuncionalizarlos e in-
que los más vacilan en la necesidad, corporarlos en una visión de la historia
desmayan de falta de premios y aun de que se construye sobre un fundamento
ocupaciones, y mueren de olvidados, que nuevo, a saber, la voluntad política del
es el más mortal achaque del que estu- sujeto americano. Entendida como el
dia» [Feijóo, 1974, 24]. verdadero motor del proceso de unifica-
Se comprende la simpatía de que go- ción americana, esa voluntad no se pro-
zaba Feijóo entre los criollos que veían yecta desde un vacío histórico: reconoce
en las palabras del fraile benedictino un el valor de los elementos conformadores
reconocimiento a sus aptitudes intelec- de identidad que hunden sus raíces en
tuales y morales; aptitudes que justifica- el pasado, pero los integra en una vi-
ban sus legítimas pretensiones de acce- sión fundamentalmente proyectiva, apo-
so a las funciones políticas, eclesiásticas yada en una decidida vocación de trans-
y militares, de las que se veían despla- formación de lo dado y de construcción
zados por funcionarios españoles que no de lo otro, de lo distinto: «Es una idea
siempre podían exhibir habilidades o for- grandiosa pretender formar de todo el
mación superiores a las suyas. Mundo Nuevo una sola nación con un
La inversión de la filosofía de la his- solo vínculo que ligue sus partes entre sí
toria de la Europa colonialista, paralela y con el todo. Ya que tiene un origen,
a la construcción de una memoria una lengua, unas costumbres y una reli-
histórica criolla, se nutre de toda esta gión, debería, por consiguiente, tener un
literatura, producida en el nuevo y en el solo gobierno que confederase los dife-
viejo continente durante los siglos XVII y rentes estados que hayan de formarse;
XVIII, y culmina en el discurso indepen- mas no es posible, porque climas remo-
dentista americano, donde aparece una tos, situaciones diversas, intereses opues-
comprensión de lo histórico como dimen- tos, caracteres desemejantes, dividen a la
sión fundamentalmente proyectada al América. Qué bello sería que el Istmo de
futuro y como tarea por realizar por Panamá fuese para nosotros lo que el de
parte de un sujeto que se afirma en su Corinto para los griegos! Ojalá que algún
Memoria histórica, conflictividad social e identidad política en el discurso [...] 75

día tengamos la fortuna de instalar allí les europeos» nacidos en América—,


un augusto congreso de los representan- otros sectores de la población americana
tes de las repúblicas, reinos e imperios fueron considerados indignos de compar-
[...]. Esta especie de corporación podrá tir esa identidad. Los mestizos, la pobla-
tener lugar en alguna época dichosa de ción indígena campesina y los esclavos
nuestra regeneración» [Bolívar, 1977, 97]. de origen africano resultaron marginados
en ese juego de referencialidad sobre el
que se construyó la propia imagen.
3. Conclusión Con respecto a los mestizos, el re-
chazo de los «blancos» que pueden ale-
La elaboración de una visión históri- gar «pureza de sangre» se profundiza en
ca apropiada para el nuevo sujeto que el siglo XVIII, como reacción frente a la
se perfila como «americano», se produce política española que tendía a generali-
en íntima relación con la construcción zar la práctica del «blanquemiento» y a
del imaginario social del grupo criollo. suavizar la estructura social basada en
En la segunda mitad del siglo XVIII, los el sistema de grupos socio-raciales o
americanos descendientes de españoles «castas», resultado del complejo proceso
elaboran su propia imagen a partir de de mestizaje. En esa línea, Juan de
una red compleja de relaciones con Velasco, desde su posición de «criollo
otros grupos humanos. blanco», incluye a los mestizos dentro de
Por una parte, el alto grado de las categorías sociales que integran lo
autorreconocimiento conquistado por el que denomina «plebe», y los acusa de
criollo estaba condicionado por la situa- poseer una particular inclinación hacia
ción colonial, determinando que fuera su los hábitos más perniciosos: «En la ple-
diferenciación con respecto al peninsular be de los mestizos, negros, mulatos y
el factor decisivo en la especificidad del zambos, reinan los vicios de la embria-
proceso de conformación de su identi- guez, del ladrocinio y la mentira, excep-
dad. En la última etapa de la domina- tuados los individuos que no faltan bue-
ción española, los que hasta hacía muy nos en ninguna clase. Si alguna de es-
poco se habían ufanado de su ascenden- tas cuatro clases puede llamarse con al-
cia europea, escindían ahora la «ameri- guna razón el oprobio de los habitadores
canidad» de la «europeidad». Humboldt del Nuevo Mundo, es la de los mestizos,
testimonia que se les oía decir con orgu- porque siendo casi generalmente ociosos
llo nacional «no soy español, soy ameri- sin empleo, ni ocupación, se entregan
cano», y agrega que los españoles euro- sin freno a los vicios» [Velasco, 1977, I,
peos «creían ver el germen de la revolu- 357].
ción en todas las aspiraciones cuyo ob- En la misma época y como conse-
jeto era la propagación de las luces cuencia del programa administrativo y
[Humboldt, 1991, 76 y 560]. económico orientado a lograr un mayor
Pero, por otra parte, en la identidad grado de eficacia en la explotación colo-
del grupo criollo ingresaron como refe- nial, puesto en marcha por las reformas
rentes indispensables los otros sectores borbónicas, la miseria de extensas ma-
sociales de origen americano. Así como sas de la población campesina se agudi-
el pasado indígena, azteca y quichua, za; expresión social del agravamiento de
fue incorporado dentro de lo que vino a la situación de los indios son los movi-
ser la historia propia de quienes deten- mientos de rebeldía que se extienden
taban la denominación de «americanos» durante todo el siglo. Paralelamente, se
por antonomasia —los hijos de «españo- generaliza, en el Caribe y en la región
76 Estela Fernández Nadal

del trópico continental, el sistema de de la propia imagen se basó en la


«plantación», que aumenta la demanda marginación de otros sectores. Los crio-
de esclavos y modifica profundamente la llos despreciaron al mestizo, ignoraron
situación de explotación de la población sistemáticamente la lucha de la pobla-
negra. El endurecimiento de las condi- ción indígena por su supervivencia y su
ciones de trabajo de los esclavos se identidad, y consideraron al negro como
manifiesta en el «cimarronaje» y otras un ser sin historia.
formas de resistencia10 . Esta forma nueva de identidad «ame-
Pues bien, del mismo modo que la ricana» —que encontraría una culmi-
clase criolla se llenó de inquietud ante nación política en el surgimiento de las
las posibles repercusiones del gran le- entidades nacionales independientes del
vantamiento de Túpac-Amaru en la po- continente— fue diseñada por los crio-
blación india, también sintió temor, a llos en función de sus intereses políti-
partir de 1791, ante las cada vez más cos, económicos y sociales. Sin lugar a
generalizadas actitudes de rebeldía de dudas, fue el arma ideológica que posi-
los esclavos, suscitadas, en buena me- bilitó la independencia; sin embargo, por
dida, por las noticias de la revolución estar hecha de inclusiones y exclusiones
de Haití [cf. Roig, 1999, 2-15]. Todo ello —preñada desde su nacimiento de luces
determinó que la autoconciencia de la y de sombras, de promesas de libertad y
clase criolla, surgida a partir del viejo de nuevos proyectos de sometimiento—,
enfrentamiento entre «españoles euro- contenía en su seno límites ideológicos
peos» y «españoles americanos», se muy firmes que, con el correr del tiem-
afianzara, durante las últimas décadas po, se manifestarían en la historia de
del siglo XVIII, dentro de un complejo y América Latina como conflictos sociales
conflictivo juego de reconocimientos y no resueltos con la emancipación políti-
de rechazos sociales. La construcción ca de España.

10
Además de las rebeliones generalizadas y violen- ción de «palenques» o pueblos libres en regiones
tas, la población esclava recurrió a otras formas aisladas, inaccesibles y selváticas, donde se pro-
de resistencia cotidiana: sabotajes, robos, retra- ducía el regreso a la madre Africa, como seña-
sos intencionales, sarcasmo e ironía. «La músi- la con gran belleza Alejo Carpentier: «Mas allá
ca y los cultos africanos [...] tuvieron un gran de aquel torrente, de aquella montaña vestida de
papel en el mantenimiento de la unidad de cada cascadas, empezaría el Africa nuevamente; se
comunidad negra [...] Los cuentos, en los que a regresaría a los idiomas olvidados, a los ritos de
menudo el negro, o un personaje mítico que lo circuncisión, a la adoración de los Dioses Prime-
representa, aventaja al blanco o a un símbolo de ros, anteriores a los Dioses recientes del cristia-
éste, fueron también un elemento importante en nismo. Cerrábase la maleza sobre hombres que
la preservación de la humanidad y la autonomía remontaban el curso de la Historia, para alcan-
subjetiva del esclavo ante sus propios ojos» zar los tiempos en que la Creación fuese regida
[Santana Cardoso, 1973,223]. Otra de las res- por la Venus Fecunda, de grandes ubres y ancho
puestas de los negros, ante la expoliación de que vientre, adorada en cavernas profundas donde la
eran objeto, estuvo dada por las fugas de las Mano balbuceara, en trazos, su primera figura-
plantaciones, que se hicieron permanentes du- ción de los quehaceres de la caza y de las fies-
rante la segunda mitad del siglo, y la organiza- tas dadas a los astros» [Carpentier,1979, 227].

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RESUMEN
autorreconocimiento promovidas por grupos
El artículo analiza el proceso de conforma- sociales que se identifican y afirman como
ción de identidades colectivas en el discurso americanos, estableciendo una compleja red de
independentista. Resultado de la conflictiva relaciones de exclusión-inclusión, reconocimien-
emergencia económica, social y política de una to-rechazo, respecto de otros grupos humanos.
burguesía criolla americana, este proceso
Dentro de este proceso de construcción
entronca en una tradición humanista, cuyos
subjetiva aparece como una cuestión esencial
inicios y tempranas manifestaciones se remon-
la producción de una interpretación de la his-
tan a la llegada de los españoles a estas tie-
toria americana, en función del programa po-
rras.
lítico de los criollos revolucionarios. La elabo-
En efecto, el hecho inicial de la conquista y ración de una memoria histórica propia se
la negación del hombre americano marcarán a asentará básicamente sobre una inversión de
fuego el posterior desarrollo del humanismo la filosofía de la historia de la Europa colonia-
hispanoamericano, en sus tres momentos cen- lista que posibilitará una comprensión de lo
trales: renacentista, barroco e independentista, histórico como dimensión proyectada al futuro
determinando su articulación en torno a la y como tarea por realizar por parte de un su-
categoría de «reconocimiento». A lo largo de los jeto que se afirma en su vocación de autode-
casi tres siglos siguientes a la «Destrucción de terminación y decide construir en América una
las Indias», no cesaron de surgir formas de utopía para sí.
78 Estela Fernández Nadal

SUMMARY

Historical memory, social disputes, and following the Indies destruction, self-recognition
political identity in the American forms, originated in social groups that define
emancipation discourse. themselves as Americans, appeared ceaselessly.
This situation determines the establishment of
This article analyzes the formation process a complex network of inclusion-exclusion,
of collective identities within the recognition-rejection relationships, regarding
independence discourse. This process, other human groups.
resulting from the controversial economical, Within this process of subjective
social, and politic ascent of an American construction, an interpretation of American
Creole bourgeoisie, is linked with a humanist history from the revolutionary Creole political
tradition that goes back to the Spaniards approach appears as essential.
arrival in these lands.
The building of an American historical
The initial conquest and the denial of the memory will be based mainly on an inversion
American man will mark definitely the later of the colonialist European philosophy of
development of the Spanish American history. This will permit the understanding of
humanism, in its three principal moments: history as a future-oriented dimension, and as
renaissance, baroque, and independence, and a task to be accomplished by a self-determined
it will define a focus on the idea of subject, who decides to build a utopia in
«recognition». Along the almost three centuries America for himself.
Artículos
Roberto Fernández Retamar

De Drácula, Occidente, América


y otras invenciones

Diario de Jonathan Harker [...] Mayo 3. Bistritz. Dejé


Munich a las 8:35 P.M., el primero de mayo, y llegué a Viena
en la mañana siguiente, temprano [...] Buda-Pesth parece un
lugar maravilloso, a juzgar por la ojeada que pude darle des-
de el tren y lo poco que pude caminar a través de las calles.
Temí alejarme de la estación [...] La impresión que tuve fue
que estaba dejando el Oeste y entrando en el Este; los más
occidentales de los puentes espléndidos sobre el Danubio, que
es aquí de anchura y profundidad nobles, nos llevaron entre
las tradiciones de la autoridad turca.1

e comenzado con el famoso la literatura fantástica que en 1940 pu-


principio de Drácula y su blicara conjuntamente con Jorge Luis
mención del Oeste, cuyo Borges y Silvina Ocampo (una compila-
abandono anuncia el temor ción de la cual ha podido decirse con
que será en lo adelante la atmósfera de justicia que arranca en parte al menos
la novela. Como acabamos de conmemo- la nueva narrativa hispanoamericana),
rar el primer centenario de dicha nove- afirmó: «Vampiros y Castillos: Su paso
la, la cita me pareció una entrada tan por la literatura no ha sido feliz; recor-
válida como cualquier otra a nuestro demos a Bram Stoker». Y de inmediato
tema. Soy además viejo admirador, aun- mencionó, con obvia finalidad ominosa,
que no en la conducta, del personaje del dos de las responsabilidades extralitera-
Conde, quien ha sido incluido, junto a rias del irlandés: «Presidente de la Socie-
otras criaturas también procedentes del dad Filosófica y Campeón de Atletismo
hegemónico mundo anglosajón y pasto de la Universidad de Dublín.»2 Aunque
natural del cine (Frankenstein, Sherlock la observación es propia del grato humor
Holmes, Mickey Mouse, Tarzán, Super- pendenciero de H. Bustos Domecq, se
man, James Bond) entre los integrantes me escapa el desprestigio a que debía
privilegiados de la mitología popular de obligar esta fidelidad, cierto que hoy in-
nuestra época. Es pues razonable que le frecuente, al precepto latino mens sana
demos la palabra inicial. Pero debo aña- in corpore sano.
dir al menos dos aclaraciones. La segunda aclaración es que lo ne-
La primera es que si bien las cosas gativo del ámbito histórico evocado por
han cambiado, hace cuestión de medio Stoker dista mucho de ser original. Des-
siglo, cuando empezó mi vida intelectual, terrado por Carlos V en 1532 a una isla
no era de buen tono tomar en serio al del Danubio, Garcilaso de la Vega escri-
Conde. Nadie menos que Adolfo Bioy bió, en su canción tercera: «Danubio, río
Casares, en su prólogo a la Antología de divino,/ que por fieras naciones/ vas

1
Bram Stoker: Dracula [...], ed. por Nina Auerbach y David J. Skal, A Norton Critical Edition, Nueva
York y Londres, 1997, p. 9.
2
Antología de la literatura fantástica, Buenos Aires, 1940, p. 14.
82 Roberto Fernández Retamar

con tus claras ondas discurriendo».3 Es no debe desaprovecharse ver a ambos


más, «[según Herrera [entonces ya] era autores en relación con la teoría y la
tópico clásico la fiereza de las gentes práctica de lo que iba a conocerse como
bárbaras y belicosas cuyas tierras rega- el Oeste, el Occidente, el mundo o la
ba el Danubio» (p. 186, nota 54). En la cultura occidental.
segunda de sus odas latinas, Garcilaso Garcilaso, nacido pocos años des-
volvió sobre el asunto, hablando expre- pués de la llegada de Colón a lo que
samente «de los bárbaros» (pp. [468]- éste llamó las Indias, soldado del Em-
473). Y ya que estamos en esta zona perador y exquisito poeta cortesano,
tan poco frecuentada de la obra del to- estaba convencido de la grandeza de su
ledano, recuérdese que su tercera oda España, distinta de los bárbaros y en-
latina estuvo dedicada a Juan Ginés de carnación de los más altos valores. Le-
Sepúlveda, a quien invitó allí a narrar jos de imaginar siquiera que su país,
«la historia de África pavorosa ante un tan inaugurador, sería relegado des-
rey intrépido y piadoso», el propio Car- pués de su muerte a la condición de
los V (pp. [479]-483). Es decir, que el paleoccidental, un Pierre Menard le hu-
poeta áulico que fue Garcilaso no sólo biese podido atribuir sin esfuerzo pala-
ensalzó las acciones predatorias de su bras según las cuales, en su momento
señor, sino que, consecuentemente, estu- y en su ámbito, la historia había llega-
vo identificado con el afanoso defensor do a su fin. Ampliando lo que a propó-
intelectual de dichas acciones que fue sito de sí dijera Mark Twain sobre de-
Sepúlveda, quien, como se sabe, prota- jar el hábito de fumar, sostener tal
gonizaría con Bartolomé de Las Casas la creencia es lo más fácil del mundo, y a
primera gran polémica europea a propó- cada rato ha sido hecho. Aunque en el
sito de las guerras de rapiña contra los propio siglo XVI español opinaran otra
aborígenes de América. Aunque, como lo cosa figuras como el enérgico y justicie-
ejemplifican los textos citados de Garci- ro Las Casas, entre cuyos amigos no se
laso, los europeos tempranos ya conta- encontraba el renacentista Sepúlveda,
ban con sus bárbaros (por ejemplo, pero sí Cristóbal Colón.
unos más allá del Danubio, otros en Precisamente sobre la hazaña del Al-
África), fue sobre todo a partir de aque- mirante, otro espíritu renacentista aun-
llas fechorías en América cuando empe- que diferente de Sepúlveda, Hernán
zó a cobrar cuerpo mayor la división, Pérez de Oliva, redactó en vida de Gar-
todavía vigente en esencia, entre el Oes- cilaso, hacia 1528, la Historia de la
te y el resto. Con lo que el elegante ca- inuención de las Indias, según José
ballero Garcilaso nos autoriza a que vol- Juan Arrom una de las dos primeras
vamos más tarde a Drácula. sobre tal tema escritas en nuestra len-
No tengo la absurda idea de estable- gua por un autor español.4 En su «Estu-
cer un paralelo entre la extraordinaria dio», Arrom acerca a Pérez de Oliva a
faena lírica del gran poeta que, abrien- Las Casas y Vitoria, y los contrapone a
do una época que tampoco se ha cerra-
do, trasvasó del italiano al español el
3
Garcilaso de la Vega: Obras completas con comen-
endecasílabo con sus guantes perfuma-
tarios, edición crítica de Elías L. Rivers, Madrid,
dos de los cuales habló García Lorca, 1974, p. 186.
por una parte; y por otra, una modesta
4
José Juan Arrom: «Estudio preliminar» a la pri-
mera edición de la obra de Pérez de Oliva, Bo-
aunque espectacular novela gótica escri- gotá, 1965, p. 23. Es lástima que no se tome en
ta más de trescientos cincuenta años consideración a Pérez de Oliva en el libro de
después, previsiblemente en inglés. Pero Mauricio Bechot La querella de la conquista en el
siglo XVI, México, 1992.
De Drácula, Occidente, América y otras invenciones 83

Oviedo y Sepúlveda (pp. 23-32). «Inuen- compilara con el título The Invention
ción», o, en nuestra grafía, «Invención», of Ethnicity (y publicó originalmente en
procede desde luego del latín «invenio», 1989), escribió Werner Sollors: «Si el
que un confiable diccionario de ese idio- título de algunas publicaciones de las
ma explica que significa «encontrar, ha- últimas dos décadas y las discusiones
llar»; y del sustantivo «inventio» añade sostenidas recientemente por estudiosos
que no es sólo «acción de encontrar o de varias disciplinas son representativos
descubrir, descubrimiento», sino también de una tendencia más vasta, la palabra
«facultad de inventar, invención», y en `invención’ se ha vuelto un término
retórica, «invención». Retengamos en central para nuestra comprensión del
buena parte de lo que sigue, para abre- universo.» Y más adelante, con induda-
viar, el original sentido de descubrir, ble gracia:
pero añadámosle el posterior de forjar,
menos alejado del primero de lo que Incluso una simple mirada a pu-
podría parecer. En cuanto a esa acep- blicaciones desde 1960 y a recientes
intervenciones críticas revelan que
ción primera, ilustra Arrom:
una variedad de voces usa ahora la
palabra a fin de describir, analizar o
En el sentido latino de [...] «hallar, criticar fenómenos tan diversos como
y por consiguiente hallazgo o descu- la invención de la cultura; de la his-
brimiento» [...] aparece en otros cro- toria literaria; de la narrativa; de la
nistas del siglo XVI. Andrés Bernáldez infancia tanto como de la pérdida de
escribe: «D. Cristóbal Colón [...] inven- la infancia; de la adolescencia; de la
tor de las Indias.» (Historia de los Re- maternidad; del parentesco; del yo; de
yes Católicos Dn. Fernando y Da. Isa- América; de la Nueva Inglaterra; de
bel, Sevilla, 1870, II, 82). Las Casas Billy the Kid y el Oeste; del negro; del
comenta: «La honra y la gloria que se indio; del judío; de Jesús y el cristia-
le debe a quien Dios había elegido y nismo; del hospital moderno; del mu-
eligió para que con grandes trabajos seo de ciencia; de los años 20 en Pa-
descubriese, haciendo inventor deste rís; de nuestra habilidad para «ver» las
orbe». (Historia de las Indias, lib. I, imágenes fotográficas; de la visión del
cap. 65 [...]). Y Juan de Castellanos, outlaw en los Estados Unidos; o de la
en uno de los escasos pasajes poéti- forma estadounidense de muerte.5
cos de las Elegías de varones ilustres
de Indias: «Al occidente van encami-
nadas/ las naves inventoras de regio-
Pero no obstante lo sabroso de esta
nes» [p. 39, nota]. relación, en español la lista es muy an-
terior a la década de los 60 de este si-
Es innecesario insistir en que ese glo, e incluye en lugar destacado La in-
«occidente» al cual se encaminan las vención de América. El universalismo de
naves en los versos felices (por excep- la Cultura de Occidente, de Edmundo
ción) de Juan de Castellanos, no será, O’Gorman (México, 1958). Lo que obliga
en general, el mismo Occidente del que a considerar la invención de Occidente,
hablamos en este texto. Ni «inventoras», tan inextricablemente vinculada a la de
con su familia, iban a quedar reducidas América, al punto de que se trata de
al significado prístino, y en cambio gene- conceptos interrelacionados. Occidente
ralmente se inclinan a la otra acepción, adquiere conciencia de sí no cuando
cuando no las combinan ambas. Europa encuentra, en su colisión con
No hace mucho se dio en usar la América, al otro por excelencia (ya sabía
fórmula en inglés, donde se hablaba de
la invención de casi cualquier cosa. 5
The invention of Ethnicity, ed. por Werner Sollors,
En su introducción a la obra que Nueva York, 1991, p. [ix]-x.
84 Roberto Fernández Retamar

de asiáticos y africanos), sino al reducir único sistema mundial, en la terminolo-


a la criatura inesperada, al igual que a gía cara a Immanuel Wallerstein,10 quien
las anteriores, a la condición de otro, al compara a ese único sistema mundial
otrificarlo, con lo que da sustento a su que ha existido, y donde todos estamos
mismidad. Para ello incrementa, hasta englobados, con el Universo, el cual,
hoy, las más variadas formas de racismo según lo que se sabe hasta ahora, es
(según han señalado Ortíz y Baran y también único. Para nacer, la América
Sweezy6). Para ello se diseña su proge- que hoy existe requirió la presencia de
nie: asegura no descender de africanos Occidente, y viceversa.
como los egipcios, ni de asiáticos como A fin de aclarar a qué me refiero al
los árabes, sino de griegos y romanos, hablar de «Occidente», que no veo iden-
ya que no le es posible soslayar a no tificado con Europa, aunque allí nacie-
pocos de los bárbaros de aquéllos, quie- ran la realidad y su correspondiente vo-
nes los tenían por detestables. Para ello cablo/concepto, volveré en más de una
inventa leyendas como la de los supues- ocasión a razonamientos y citas de que
tos terrores del año 1000,7 que ni exis- ya me valí en otros textos. (Muchas ve-
tieron ni, de haber existido, hubieran ces, y esta es una más, he repetido las
afectado más que al grupo de europeos palabras en que mi maestro Alfonso Re-
que se atenían al calendario correspon- yes decía que prefería repetirse a citar-
diente. Este proceso de otrificación es se.) Comenzaré evocando estas palabras
hoy un lugar común universitario; y sin de El capital: «Aunque los [...] inicios de
duda ha contribuido a que se le tenga producción capitalista ya se nos presen-
como tal lugar común, sobre todo entre tan esporádicamente en los siglos XIV y
muchos académicos estadounidenses, la XV, en algunas ciudades del Mediterrá-
obra de Edward W. Said Orientalism neo, la era capitalista sólo data del siglo
(Nueva York, 1978). No obstante las re- XVI.» Más adelante:
servas que puedan expresarse con res-
El descubrimiento de las comarcas
pecto a él, es justa la boga de que ha
auríferas y argentíferas en América, el
gozado este libro, el cual tanto debe a
exterminio, esclavización y soterra-
los sacudimientos de la década anterior, miento en las minas de la población
los turbulentos años 60 de este siglo. A aborigen, la conquista y saqueo de las
raíz de la crisis vivida durante dichos Indias Occidentales, la transformación
años 60, en Occidente se volvieron a es- de África en un coto reservado para la
cribir no pocas cartas persas, que aho- caza comercial de pieles-negras, carac-
ra querrían ser olvidadas por tantos de terizan los albores de la era de pro-
ducción capitalista. Estos procesos
sus autores, pero no los más auténticos.
Es coherente que Said añadiera al títu- 6
Cf. Fernando Ortíz: El engaño de las razas, La
lo anterior su Culture and Imperialism Habana, 1946, passim; Paul Baran y Paul M.
(Nueva York, 1993). Sweezy: Capital monopolístico. Un ensayo sobre la
Sin excluir imprescindibles barruntos estructura socioeconómica norteamericana, La Ha-
bana, 1969, pp. 199-200.
previos (Pierre Chaunu los ha remitido 7
Cf. Edmond Pognon: L’An Mille..., París, 1947 (E.
incluso al siglo XIII),8 la fecha decisiva P. fue el editor) y La vie quotidienne en l’An
para el brote tanto de «Occidente» como Mille (París, 1981); y L’An Mil, presentado por
Georges Duby, París, 1980.
de «América» es 1492, con todo lo que 8
Pierre Chaunu: L’expansion européenne du XIIIe
esa fecha implica y es harto sabido. siècle au XVe siècle, París, 1969.
9
Noam Chomsky: Year 501. The Conquest
Para Noam Chomsky, se trata del inicio
Continues, Londres, Nueva York, 1993.
de una conquista que continúa.9 Lo que 10
Immanuel Wallerstein: The Modern World-System.
no está reñido, sino todo lo contrario, Capitalist Agriculture and the Origins of the
European World-Economy in the Sixteenth Century,
con el hecho de que haya conducido al
Nueva York, 1974.
De Drácula, Occidente, América y otras invenciones 85

idílicos constituyen factores fundamen- dad y su claridad, aportaré la observa-


tales de la acumulación originaria. Pi- ción que John Elson ofreció hace menos
sándoles los talones, hace su apari-
de un lustro en Time, revista de sólido
ción la guerra comercial entre las na-
ciones europeas, con la redondez de
conservadurismo: «El triunfo del Oeste
la tierra como escenario.11 fue en muchos sentidos una sangrienta
vergüenza —una historia de atrocidad y
En consonancia con lo anterior, en rapiña, de arrogancia, avaricia y despo-
1928 José Carlos Mariátegui hablaría de liación ecológica, de desprecio hybrístico
«la sociedad occidental o, mejor dicho, hacia otras culturas e intolerancia hacia
capitalista».12 Y en 1957 añadiría Leopol- creencias no cristianas.»14 Sólo un pun-
do Zea: «el capitalismo, esto es, el mun- to necesita ser modificado en estas cla-
do occidental».13 Ignoro cuándo empezó a ras y bruscas palabras: el uso del tiem-
hablarse del mundo capitalista (primero po pasado. Lo allí dicho no es sólo lo que
sólo europeo, y más tarde también de Occidente (el capitalismo) fue: es también
algunas otras zonas) como sinónimo de lo que es para la gran mayoría de la hu-
Occidente. Es claro que tiene su raíz en manidad, que sigue padeciéndolo.
Europa: pero no abarca el conjunto de Desde hace algún tiempo parece pre-
Europa, sino su parte occidental; ni tal ferirse otra denominación para Occiden-
parte toda, pues la más occidental de te: el Norte. Lo que, por exigencia
ese continente, Portugal y España, paí- terminológica, hace del mundo no occi-
ses que fueron los adelantados de la ex- dental, el Sur. Es necesario no olvidar
pansión europea trasatlántica, quedarían que en todos los casos se trata de vio-
relegados, al no conocer desarrollo capi- lencias metafóricas, similares a las que
talista, como zonas paleoccidentales. No nos han casado con dicotomías pintores-
he encontrado la expresión «Occidente» cas como la que, al hablar de un agua
en las Lecciones sobre la filosofía de la salada (que lo es), habla también, fren-
historia universal, de Hegel. Pero ya en te a ella, de un agua dulce (que no lo
el siglo XIX su uso era frecuente, y se es, según conoce el que la bebe, salvo
incrementaría en nuestro propio siglo, que decida echarle azúcar o miel). El
cuando la defensa de Occidente, con mundo occidental, es decir el capitalis-
muy distintos niveles intelectuales, sería mo, ni lo integra todo el Occidente de
la defensa del capitalismo (a menudo no Europa, ni lo integra sólo Europa: no
presentado como tal, sino como la sola están allí los americanos Estados Unidos
verdadera civilización: término forjado en y Canadá ni el asiático Japón. Tampoco
Europa en el siglo XVIII), incluso en sus el Norte, la flamante denominación de
variantes más agresivas: sin excluir las Occidente, es siempre norteño, como lo
propias del fascismo, que en gran medi-
da son la conclusión lógica de tales de- 11
Karl Marx: El capital, tomo I, vol. 3. Libro pri-
mero. El proceso de producción del capital, trad.,
fensas. Algunos ejemplos de este siglo se advertencia y notas de Pedro Scaron, México,
encuentran en continuadores de la pos- 1975, pp. 894-895, nota, y 939.
tura de Sepúlveda (no obstante el que
12
José Carlos Mariátegui: Siete ensayos de interpre-
tación de la realidad peruana [1928], La Habana,
pudieran desconocerlo, al igual que mu- 1963, p. 5.
chas otras cosas), como Oswald Spengler, 13
Leopoldo Zea: América en la historia, México,
1957, p. 80.
Henri de Mann, los nouveaux philosophes, 14
John Elson: «The Millennium of Discover y.
Allan Bloom, Francis Fukuyama, Samuel How Europe emerged from the Dark Ages and
P. Huntington. La lista es enorme; y las developed a civilizatión that came to dominate
the entire World», Time. Special Issue. Beyond the
mixtificaciones que sus integrantes nos Year 2000. What to expect in the new Millenniue,
proponen, abrumadoras. Por su breve- Octubre, 1992, p. 18.
86 Roberto Fernández Retamar

prueban las ubicaciones y los propios «pueblo transplantado», según la termi-


nombres de Australia y África del Sur. nología de Darcy. Pero ni la atrasada
En ningún caso ha habido coincidencia España pudo dejarle en herencia el de-
absoluta entre la realidad del capitalis- sarrollo capitalista que ella no tenía, a
mo y la ubicación geográfica. La prima- diferencia de Inglaterra; ni el proyecto
cía cronológica de ciertas zonas europeas modernizador que encarnaron hombres
es sin embargo indudable. Mientras que como Sarmiento y Mitre, no obstante ser
otras formaciones socioeconómicas sur- tan genocida como el de sus modelos
gieron, con independencia unas de occidentales, hizo otra cosa que uncirla
otras, en distintas partes del globo, sólo a nuevas metrópolis. Ahora se están vi-
en dichas zonas europeas asomó inicial- viendo situaciones en cierta forma simi-
mente el capitalismo, el cual requirió lares en países del Este europeo que
para su desarrollo ese saqueo del pla- formaron parte del llamado campo socia-
neta que nos recuerdan tanto las cono- lista, donde hace algo más de un lustro
cidas citas del radical Marx como la el fracaso último del gran experimento
light de Time. Tal saqueo impidió el de- ruso iniciado en 1917, y la implosión de
sarrollo de su propio capitalismo en la lo que fue la Unión Soviética, hicieron
mayor parte del planeta, cuyos países pensar a algunos insensatos que al agua
pasarían a formar parte de lo que, en mal salada del socialismo la sucedería
la clásica imagen de Toynbee, es un allí el agua falsamente dulce del capita-
proletariado externo. A dichos países se lismo. Esos países, sin embargo, lo que
les suele llamar, desde hace alrededor están siendo es latinoamericanizados,
de medio siglo, subdesarrollados. En co- como advirtió pronto Noam Chomsky.17
rrespondencia con esa imagen, he pro- En su famoso discurso de Argel en
puesto llamar a los países occidentales febrero de 1965, que tan dramáticamen-
o norteños, tan Dráculas ellos, subde- te denunció la connivencia con Occiden-
sarrollantes.15 te de algunos sectores de las que se
Sin embargo, el capitalismo verdade- decían naciones socialistas europeas, el
ro, el subdesarrollante, no se limita, Che Guevara habló de la «sudamericani-
como bien sabemos y acabo de recordar, zación» de que estaban amenazados paí-
a unos cuantos países europeos. El que ses de África y Asia.18 Quizá hasta para
hasta el siglo XIX fue el ejemplo mayor él, tan visionario, hubiera sido excesivo
de ellos, Inglaterra, lo llevó (a veces al conjeturar que unas décadas después
alimón con otras metrópolis) a algunas ése iba a ser el destino de aquellas na-
de las que fueron sus colonias en otros ciones dizque socialistas a cuyos dirigen-
continentes: en América, a los Estados
Unidos y Canadá; en África, a Suráfrica;
en Oceanía, a Australia, para poner 15
Roberto Fernández Retamar: «Ensayo de otro
mundo», Ensayo de otro mundo, La Habana,
ejemplos notorios. Se trata de «pueblos
1967, p. 14.
transplantados», según la clásica división 16
Darcy Ribeiro: Las Américas y la civilización.
de Darcy Ribeiro, 16 que continuaron o Proceso de formación y causas del desarrollo des-
igual de los pueblos americanos [1969], trad. de
incluso incrementaron las características Renzo Pi Hugarte, 2a. ed. revisada y ampliada,
metropolitanas. Pero no era esa condi- Buenos Aires, 1972, esp. pp. 401-489.
ción de «transplantados», la cual implica-
17
Cf. la entrevista que María Esther Gilio le hicie-
ra a Chomsky y apareció, con el título «Estados
ba la marginación y aun el exterminio Unidos: de la libertad al conformismo fascista»,
de los aborígenes, lo que garantizaría el en Brecha el 29 de junio de 1990.
triunfo del capitalismo subdesarrollante.
18
Ernesto Che Guevara: «Discurso en Argel»,
Obras 1957-1967, tomo II, La Habana, 1970, esp.
También Argentina, por ejemplo, es un pp. 578 y 579.
De Drácula, Occidente, América y otras invenciones 87

tes emplazara con su honradez y rigor ción, no mucho antes de serlo en la


habituales. realidad. // [...] La victoria final del
Oeste estaba asegurada. 19
Volvamos por un momento a Drácula.
Si Garcilaso se hubiera llevado una sor-
1898 es una fecha decisiva. Para
presa mayúscula de saber que su mun-
Hobsbawm, «el corto siglo XX», que lla-
do iba a devenir paleoccidental, proba-
ma «edad de los extremos», empezó en
blemente la de Stoker no habría sido
1914, con el inicio de la Gran Guerra, y
menor ante el destino que esperaba al
concluyó en 1991, con el desmembra-
Imperio Británico, pues también él creía
miento de lo que fue la Unión Soviéti-
vivir una especie de fin de la historia.
ca, 20 pero si queremos entender mejor
Lo cierto es que ambos tenían razón en
ciertas cosas no es posible quedar pre-
sus momentos respectivos, pero no en la
sos en esas fechas, y ello por razones
longue durée. Sin querer simplificar las
extralocales. Después de todo, 1492 no
cosas, no está de más ver lo que un
remite sólo a América, sino, como ya ha
comentarista de Stoker observó:
sido recordado, a Occidente y al mundo
De hecho, la novela se apoya
todo. Y la guerra de independencia de
fuertemente en la distinción entre las Trece Colonias, con su magnífica
Este y Oeste, lo oscuro y lo luminoso, Declaración de 1776, según Marx «tocó a
lo primitivo y lo moderno. Harker, en rebato para la clase media de Europa»,21
el primer párrafo del libro, se percata, y resonó fuertemente en la Francia de
al viajar más allá de «Buda-Pesth», de
1789. Pero, al dejar intocada durante
que está abandonando el Oeste y en-
trando en el Este —esa parte de Eu-
casi un siglo la esclavitud, no entró en
ropa que ha sido indeleblemente in- contradicción con la esencia de Occiden-
fluida por el Imperio Otomano [...] // te, esencia que estudió Eric Williams en
Todo [...] lo que es civilizado e ilumi- su libro Capitalism and Slavery (North
nado en relación con el Oeste es de- Carolina, 1944). Ello le viabilizó llegar a
jado atrás. [...] // [...] El año de la
ser, algún tiempo después, la nueva ca-
publicación de Drácula, 1897, fue
también el Año del Jubileo de Dia-
beza de Occidente.
mante, que celebró los sesenta años Pasando a nuestra América, caso
del reino de la Reina Victoria. [...] El bien distinto es el de la guerra en Saint
Imperio Británico, aunque iniciaba su Domingue (antes y después llamado Hai-
declinación, nunca había parecido tí) entre 1791 y 1804. La que fuera ri-
más fuerte. Pero más allá del Atlánti-
quísima colonia, tras abolir la esclavitud
co, el gigante [norte]americano empe-
zaba a agitarse. Drácula, de hecho,
en 1793, fue violentamente marginada
deviene, visto en retrospectiva, curio- del curso de Occidente, que acabó por
samente profético de la guerra Hispa- aceptar la revolución política en lo que
no-[Norte]americana de 1898, que con serían los Estados Unidos, pero nunca
frecuencia se señala como la marca
de la aparición inaugural de los Esta- 19
Clive Leatherdale: Dracula. The Novel and the
dos Unidos en el poder político global. Legend. A Story of Bram Stoker’s Gothic Master-
Durante los años finales de Stoker, piece, Wellingsborough, Northamptonshire, 2a.
los Estados Unidos se encontraban a ed., 1986, pp. 219-222. Cf. en Dracula, cit en
punto de reemplazar al balance de nota 1, otros enfoques como los de Franco
Moretti «[A Capital Drácula]» y Stephen D.
poder establecido de antiguo en Euro-
Arata «The Occidental Tourist: Dracula and the
pa y a sus envejecidos imperios — Anxiety of Reverse Colonization».
como el Austro-Húngaro, que Drácula 20
Cf. Eric J. Hobsbawm: The Age of Extremes. The
representaba. [...] Los Estados Unidos Short Twentieth Century, 1914-1991, Londres,
[...] se convierten en los proveedores 1994.
de armas del mundo libre en la fic-
21
Karl Marx: El capital..., t. 1, vol. 1, 4a. ed. en
español, 1976, cit en la nota 11, p. 8.
88 Roberto Fernández Retamar

la social: esta última llevó a Haití a pa- ha comentado con agudeza estos artícu-
gar, hasta hoy, un precio altísimo. No los de Marx, que no implican la última
hace mucho he visitado este país, con la palabra de éste sobre el tema.24 Y en el
alucinante Citadelle, símbolo de su fiera número 207 de la revista Casa de las
independencia, y su pavorosa pobreza. Américas aparece un ensayo de Néstor
Curiosamente, en sus documentos inde- Kohan con el elocuente título «Marx en
pendentistas los colonialistas franceses su (tercer) mundo». Sin tiempo para de-
son una y otra vez llamados por los tenerme ahora en la cuestión, no quie-
haitianos, bárbaros.22 ro dejar de recordar que también ese
Se conocen suficientemente las peri- año 1853 el comodoro estadounidense
pecias y consecuencias inmediatas de Perry desembarcó por vez primera en
las revoluciones continentales hispano- Japón, con la finalidad de abrirlo a Oc-
americanas iniciadas a principios del si- cidente. Que actuó de alguna forma
glo XIX. Quisiera detenerme en una fe- como «instrumento inconsciente de la
cha a mediados de ese siglo, y señalar historia» iban a revelarlo sucesos poste-
algunas de sus ramificaciones mundia- riores. Si en 1868 Cuba inició su prime-
les. Me refiero concretamente a 1853. ra guerra de independencia (independen-
Ese año, José Martí nació en Cuba (que cia que al cabo le sería hurtada duran-
era, con Puerto Rico, la última colonia te sesenta años con la intervención es-
española en América), e iba a desenca- tadounidense en 1898), Japón inauguró
denar la última guerra independentista aquel año una sorprendente transforma-
contra aquella arcaica metrópoli y la ción que lo llevaría de su feudalismo a
primera contra el naciente imperialismo una forma original de capitalismo. Si en
estadounidense. Ese año, Gobineau co- 1905 Cuba era un protectorado yanqui,
menzó a editar en París su Éssai sur Japón emergía en esa fecha, con la vic-
l’inegalité de races humaines, que daría toria sobre Rusia, como una nueva po-
fundamento racial al pensamiento fascis- tencia mundial. Hasta la primera mitad
ta, harto ejercitado ya en las aventuras del siglo XIX, Japón habría sido tenido
coloniales, como señaló Aimé Césaire en sin duda como un «perdedor». Volvió a
su Discours sur le colonialisme (París, serlo, menos metafóricamente (junto con
1950). Ese año, Marx publicó en los Alemania e Italia), tras la llamada Se-
Estados Unidos doce de sus artículos gunda Guerra Mundial. Pero como ni en
sobre el colonialismo inglés en la India. un caso ni en otro la historia había ter-
No poco se ha escrito sobre ellos, pero minado, la realidad ulterior fue bien dis-
con frecuencia errática cuando no erró- tinta. El crecimiento de China, a partir
neamente. Mucho más que su observa- del triunfo en 1949 de su autóctona re-
ción según la cual «la profunda hipocre- volución comunista; la derrota militar de
sía y la barbarie inherentes a la civiliza- los Estados Unidos a manos del Vietnam
ción burguesa se presentan sin velos comunista; o el principio de la extinción
ante nuestros ojos cuando, en vez de definitiva del apartheid, con el gobierno
observarlas en su hogar, donde asumen
formas honorables, las contemplamos en 22
Cf. por ejemplo la proclamación firmada por J.
J. Dessalines el primero de enero de 1804, en el
las colonias, donde se hallan desnudas», violento panfleto de Boisrond Tonnerre Memoires
se ha preferido otra cita suya, de raíz pour ser vir à l’histoire d’Haiti [1804], Puerto
hegeliana, según la cual «a pesar de to- Príncipe, 1991, p. 28.
23
C. Marx y F. Engels: Acerca del colonialismo,
dos sus crímenes, Inglaterra fue el ins- Moscú, s. f., pp. 86 y 38-39.
trumento inconsciente de la historia al 24
Aijaz Ahmad: «Marx on India: A Clarification»,
In Theory, Classes, Nations, Literature, Londres,
realizar dicha revolución».23 Aijaz Ahmad
Nueva York, 1992.
De Drácula, Occidente, América y otras invenciones 89

democrático de Mandela en Sudáfrica,25 entre la América Latina y su América (lo


revelan otros avatares de la no finaliza- único que llaman «América»). No hace
da historia. Como se está tan acostum- mucho volví a contemplar el muro que,
brado a que sea el Norte el que expre- arrancando del Pacífico, se propone ser
se sus criterios, con frecuencia apocalíp- un limes entre los Estados Unidos y
ticos, sobre el Sur (pretendiendo excul- nuestra América como el que en el siglo
parse de su responsabilidad colonizado- II después de Cristo levantaron los empe-
ra), quiero llamar la atención sobre la radores flavios a lo largo de la Germania.
obra en dos volúmenes La nueva organi- ¿O debe comparársele, más cercanamen-
zación capitalista mundial vista desde el te, con otra construcción ubicada en
Sur, coordinada por Samir Amin y Pablo Alemania: el Muro de Berlín?
González Casanova (Barcelona, 1995). En su artículo «L’empire americain»,
Concluiré con un par de reflexiones aparecido en febrero de 1997 en Le
que atañen, una, a nuestra América; y Monde Diplomatique, su director, Ignacio
otra, a la humanidad en su conjunto. Ramonet, abordó el intento por los Esta-
Me ha dejado de una pieza conocer dos Unidos de regir el mundo, ahora
el criterio (expuesto a propósito del vigé- que, de momento, se han quedado sin
simo congreso de LASA, en 1997) de que un rival a su medida:
«las migraciones del Sur al Norte [...]
hacen cuestionable la distinción América Por eso, soberanamente, imponen
Latina/América sajona». En su libro sanciones económicas a Cuba, a Libia
o a Irán; se opusieron arbitrariamen-
L’empire et les nouveaux barbares, Jean
te a la reelección al puesto de secre-
Christophe Rufin, ante la amenaza (o al tario general de la ONU del señor
menos la impedimenta) que él cree que Boutros-Ghali. Y acaban de rechazar
constituye para el Norte el Sur, habla de firmemente —»Es claro, es categórico,
un limes que de un extremo a otro del no es verdaderamente negociable», re-
planeta debe separar, y lo hace, al pri- plicó el señor William Cohen, el nuevo
ministro de defensa— la legítima de-
mero (el imperio) de los segundos (los
manda de Francia de ver la coman-
nuevos bárbaros). Y explica: dancia Sur de la OTAN atribuida a
un oficial europeo. En su propensión
La frontera mejor diseñada y la a la hegemonía, los Estados Unidos
más pura [...entre Norte y Sur] es el llegan incluso, en el caso de la ley
limes que separa a México y los Esta- Helms-Burton que refuerza el embar-
dos Unidos. No es exagerado decir go contra Cuba, a reclamar que la
que allí nació el limes. Todos los prin- legislación americana tenga una apli-
cipios de estrategia que le están vin- cación extraterritorial. // [...] Cuando
culados encontraron su expresión, si emergen ya, en el horizonte geopolíti-
no su origen, en esa estrecha zona co, los mastodontes del futuro —Chi-
entre América anglosajona y América na, India, la Unión europea—, ¿pue-
latina. 26 den los Estados Unidos proseguir, sin
riesgo de conflicto mayor en un térmi-
Los políticos estadounidenses encar- no medio, sus arrogantes pretensiones
gados de la cuestión no tuvieron que es- imperiales? ¿Ignoran que, tarde o
perar a ese libro mediocre para proceder temprano, «todo imperio perecerá»?27
en consecuencia, forjando artefactos, 25
Cf. Leonard Thomson: A History of South Afri-
disposiciones xenófobas y medidas coer- ca, ed. revisada, New Haven y Londres, 1995.
citivas de muy diversa naturaleza (la TV 26
Jean Christophe Rufin: L’empire et les nouveaux
barbares, París, 1991, p. 149.
se ha hecho eco de algunas) que hacen 27
Ignacio Ramonet: «L’empire americain», Le
vigente la distinción que ellos establecen Monde Diplomatique, febrero de 1997, p. 1.
90 Roberto Fernández Retamar

Se echa de menos entre esos masto- una realidad posoccidental donde nues-
dontes el nombre de Japón. Pero él tra América, que no es ni aspira a ser
aparece en libros como los que en 1992 un mastodonte, tenga también su lugar,
publicaron Jeffrey E. Garten y Lester con vistas a la «transmodernidad»29 pos-
Thurow: uno habla de una paz fría y la tulada por Enrique Dussel; y la humani-
lucha por la supremacía; y otro, de la dad no desemboque en la barbarie, cu-
venidera batalla económica: en ambos yas últimas palabras podrían emitirse en
casos, entre los Estados Unidos, Japón inglés: pero el resto sería silencio inte-
y Europa.28 Tal batalla económica ya ha rrumpido por crujir de insectos.
comenzado. La atroz historia de Occi-
La Habana, 1997-1998.
dente muestra a dónde conduce esa ba-
talla: 1914 y 1939 no son fechas vacías. 28
Jeffrey E. Garten: A Cold Peace. America, Japan,
Cuantos tenemos sentido moral, en el Germany, and the Struggle for Supremacy, Nueva
York; Lester Thurow: Head to Head. The
Norte y en el Sur, debemos hacer todo Coming Economic Battle Among Japan, Europe,
lo que podamos para inventar alternati- and America, Nueva York, 1992.
vas al venidero conflicto mayor, que se-
29
Cit. por Walter D. Mignolo en «Herencias colo-
niales y teorías postcoloniales», Cultura y tercer
ría una catástrofe última. Alternativas mundo, tomo I, comp. por Beatriz González
que con un nombre u otro nos abran a Stephan, Caracas, 1996, p. 125.

RESUMEN

El Oeste, el Occidente, el mundo o la cul- dó y demanda un perseverante saqueo de la


tura occidental, adquiere conciencia de sí, no mayor parte del planeta.
cuando Europa encuentra –en su colisión con Sus sucesivos nombres –Oeste, Occidente,
América– al otro por excelencia, sino al redu- Norte– no responden a realidades geográficas
cir a la criatura inesperada a la condición de sino a violentas metáforas.
otro, al otrificarlo; con lo que da sustento a su
mismidad. La actual batalla económica que libran en-
tre sí sus miembros más poderosos –Estados
Para ello incrementa, hasta hoy, las más
Unidos, Japón y Europa– apunta a un desen-
variadas formas de racismo.
lace atroz. Para evitarlo debemos inventar al-
Llamado luego mundo capitalista y, más ternativas que nos abran a una realidad
recientemente, el Norte, –e integrado también posoccidental, donde nuestra América tenga
por países extraeuropeos– su desarrollo deman- también su lugar.

SUMMARY

About Dracula, Occident, America and other also non-European countries– required, and
inventions. requires, a consistent plundering of most of
the planet, in order to sustain its own
The West, the Occident, the Occidental development.
world or culture, becomes conscious of itself, Its successive names –West, Occident,
not when Europe finds the “other” –upon North– do not represent geographical realities
colliding with America–, but after reducing this but vicious metaphors.
unexpected creature to the condition of “other”,
The present economical conflict between its
after “otherizing” it (“otrificarlo”), which gives
most powerful partners –USA, Japan, and
support to its “selfness” (“mismidad”). For this,
Europe– points to a disastrous end. To avoid
it increases all kinds of racism.
this, we must devise alternatives able to lead
The Occident, later called capitalist world, us to a post-occidental reality, in which our
and more recently, the North –which includes America has its own place.
Fernanda Beigel (*)

La herencia andina en el proyecto


socialista de José Carlos Mariátegui

l acontecimiento del cen- do útil una mirada curiosa que filtre un


tenario del nacimiento de rayo de luz sobre este aspecto polémico
José Carlos Mariátegui y actual de uno de los proyectos más
(1894-1930) señala un pun- fecundos engendrados por la cultura
to de inflexión en la orientación de los política de nuestra América.
estudios mariateguianos de las últimas Hoy resulta bastante generalizado
décadas. A pocos años de la caída del comprender que el problema del indio
Muro de Berlín, la reflexión acerca de debe ser pensado a partir de reconocer
los aportes de este marxismo creador el derecho al protagonismo de los pro-
muestra el advenimiento de nuevas pios indios en su destino. En franca
construcciones enraizadas en la actuali- minoría han quedado las posturas que
dad. Legitimados por las aperturas que rodeaban variadas formas de paternalis-
sobrevinieron a la derrota del dispositi- mo. Han sido los propios indios quienes
vo ideológico del marxismo-leninismo en se han encargado de mostrarlo con
la URSS, los estudiosos de Mariátegui toda crudeza, aunque sus principales
procuran destacar los aspectos críticos y reivindicaciones están todavía inconclu-
heterodoxos de su trayectoria. Así, se sas. Se trata de una problemática bas-
reactivan los análisis acerca de la heren- tante reciente, pues hace sólo unas dé-
cia andina, las áreas estéticas de la cadas se ha producido un viraje por el
obra, el período juvenil y las publicacio- cual ya no se piensa en los modos de
nes periódicas. Muy lejos han quedado integrar al indio a las sociedades ame-
las interpretaciones del pensamiento de ricanas, sino que son ellos mismos
Mariátegui que obviaban las contradic- quienes luchan por nuevas condiciones
ciones y particularidades de la cuestión en las que quieren vivir dentro del te-
indígena por su falta de adecuación al rritorio de nuestro vasto continente.
esquema marxista-leninista de la van- Hay quienes llaman “ideología indianis-
guardia revolucionaria. ta” a la tendencia que ha venido a su-
En el transcurso de pocos años se perar críticamente las limitaciones asi-
han realizado infinidad de congresos en milacionistas de los diversos “indigenis-
Europa y América Latina que manifies- mos” conocidos durante este siglo (BER-
tan claramente el nuevo papel de la DICHEWSKY, 1998). Estas limitaciones,
obra de Mariátegui en el escenario inte- que atraviesan a liberales, conservado-
lectual de fin de siglo. El italiano Anto- res y socialistas, se relacionan con lo
nio Melis, sostiene que este impresio- que llamaremos provisoriamente la si-
nante rebrote de interés por la obra del tuación de exterioridad, que ha caracte-
“marxista convicto y confeso” actúa a rizado a los diversos movimientos de re-
contracorriente con respecto a la procla- dención indígena que actuaron desde
mada crisis mundial del marxismo y fuera de las comunidades.
afirma que esta “supuesta anomalía tie-
ne su clave justamente en el componen- (*)
Socióloga. Becaria del Consejo Nacinal de
te andino de la obra mariateguiana” Investigaciones Científicas y Tecnológicas
(CRICYT-CONICET). Mendoza.
(MELIS, 1995). Por ello hemos considera-
92 Fernanda Beigel

Los estudios acerca del indigenismo e de una corriente estético-cultural y una


indianismo en los últimos años se mul- tendencia política favorable a la libera-
tiplican en diferentes direcciones y gran ción del indio, que deben ser distingui-
variedad de enfoques. No todos coinciden das para comprender mejor el fenómeno.
con Bernardo Berdichewsky en denomi- El movimiento creativo, que Lauer opta
nar “indianista” a la corriente que surge por llamar “Indigenismo-2”, se sitúa en-
de la reciente lucha por la autodetermi- tre 1919 y 1941, en un período de ex-
nación de las comunidades y su grado pansión de las clases medias y de tran-
creciente de organización política1. Algu- sición hacia nuevas formas de coloniali-
nos hablan de “lo andino” para integrar dad: el “oncenio” de Augusto Leguía
lo cultural, la cosmovisión indígena, su (1919-1930) representa el principal vehí-
particular conexión con el ambiente y el culo que deja atrás al viejo orden, mar-
pasado. Pero lo que aparece con bastan- cado por la penetración del capital nor-
te claridad es que el término “indigenis- teamericano en el Perú. El indigenismo
mo” ha sufrido un proceso de enjuicia- político tiene un punto de inflexión en la
miento, tanto en sus versiones prove- frustración de la Guerra del Pacífico
nientes de la literatura, la lucha políti- (1879-1883), cuando efectúa una crítica
ca y las ideas filosóficas 2. En el Perú, contra el rumbo oligárquico del desarro-
uno de los principales nudos de este llo peruano, en la voz de Manuel Gonzá-
“enjuiciamiento” se encuentra justamente lez Prada, exponente del primer período
en el balance del indigenismo político y de cuestionamiento virulento de la clase
cultural de las primeras décadas del si- dirigente.
glo, contexto con el que trabajaremos La definición de “indígena” que am-
necesariamente para estudiar la herencia bos movimientos postulan marca a fue-
andina en el proyecto de José Carlos go aquella “exterioridad” que señalába-
Mariátegui. mos hace un momento y posee significa-
Mirko Lauer advierte que el indige- ciones contradictorias en cada corriente.
nismo peruano se desenvuelve alrededor Para Lauer, el Indigenismo-2 incluye en

1
El término “indianista” padece dificultades en el sentido más amplio que el “serranismo”) y, a
contexto del campo intelectual peruano actual pesar de su “defecto homogeneizante”, marcó
pues ha sido utilizado para describir la presencia una diferencia con el modernismo romántico.
del tema indígena en la literatura modernista pe- Los estudios actuales del arte peruano de este
ruana hasta 1920. Cfr. Tomás G. Escajadillo, La siglo tratan de precisar los alcances del indige-
narrativa indigenista peruana, Amaru Editores, nismo elaborando categorías como neo-indigenis-
Lima. 1994. mo, Indigenismo-2, indigenismo ortodoxo. Toda vez
que mencionamos el “indigenismo” no hacemos
2
Algunos estudios históricos recientes cuestionan referencia a las corrientes étnicas actuales sino
el término “andino” pues consideran que tiene al movimiento histórico que se desarrolló en el
un efecto homogeneizante respecto a la diversi- Perú entre 1919 y 1941. Cfr. Respecto a la his-
dad de pueblos que constituyen la población de toria del pueblo kechua y la discusión del térmi-
la región del Ande. Nosotros no desconocemos no “andino”, el reciente libro de la filóloga ecua-
esta heterogeneidad, pero utilizamos el término toriana Ileana Almeida, Historia del pueblo
“andino” en referencia directa a un período de kechua, EBI-Abrapalabra, Quito, 1999. Con rela-
la historia peruana en la que expresa el rescate ción a los términos indigenismo/indianismo pe-
urbano de un conjunto de prácticas políticas y ruano de los años veinte puede verse Tomás G.
culturales propias de los pobladores de la sierra Escajadillo para quien “el indigenismo no ha
peruana, cuestionadoras de la feudalidad y el ga- muerto”, Op. Cit.; Estuardo Nuñez, Panorama
monalismo. En los años veinte, este indigenismo actual de la poesía peruana (Lima 1938), 2ª edi-
deja de lado la idealización romántica del pasa- ción corregida, Colección Homenaje al Centena-
do incaico para trabajar sobre la imagen y los rio de César Vallejo, Serie Mayor, Volumen 1,
problemas del indio del presente. Dicha tenden- Universidad Nacional de Trujillo, Trujillo, 1994
cia fue bautizada en la época, no sólo y Mirko Lauer, Andes imaginarios. Discursos del
“indigenista”, sino ideología “andinista” (en un indigenismo-2, SUR-CBC, Cusco, 1997.
La herencia andina en el proyecto socialista de José Carlos Mariátegui 93

el término “indígena” lo autóctono de la su exterioridad, aunque padeció también


cultura peruana, porque piensa en la de las limitaciones propias de una visión
recuperación de las raíces, mientras el que centraba la solución al problema del
indigenismo político considera al “indíge- indio en su incorporación a un estado-
na” sinónimo de campesino, en tanto nación socialista.
focaliza principalmente en el problema
de la tierra. Pero, en definitiva, ninguna El “indigenismo revolucionario”
de éstas expresa —para Lauer— una de José Carlos Mariátegui
identidad étnica, pues los indios ni si-
El proyecto mariateguiano —entendi-
quiera se definen a sí mismos como “in-
do como un producto dinámico, que se
dígenas”. Se trata, en realidad, de un
fortalece en cada definición ideológica y
sector criollo que pretende integrar al
en medio de una agitada convulsión so-
indio a la nacionalidad.
cial— alcanzó su madurez entre 1925 y
1930. Con la publicación de su primer
Lo que pintaron y escribieron los
primeros Indigenistas-2 —hoy se vé— libro, La escena contemporánea (Miner-
no fue una Tempestad en los Andes, va, Lima,1925), José Carlos Mariátegui
como en el ominoso título de Luis E. se posicionó en el campo intelectual pe-
Valcárcel (1927), sino una fantasía de ruano en calidad de portavoz de la “nue-
capas medias urbanizadas en ascenso va generación” y dirigió un movimiento
hacia una modernidad conflictiva, y
político-cultural que tuvo resonancia en
finalmente inviable. A pesar de su
anclaje en un aspecto tan obvio de la todo el continente. Desde su regreso de
realidad visible como eran los millo- Europa, en 1923, programó la salida de
nes de peruanos que todavía entonces una revista capaz de expresar las nue-
caían bajo la denominación de indios, vas corrientes culturales: Amauta (1926-
esa fantasía consistía en pensar que 1930), ideada primero con el título Van-
el mundo no criollo era portador de
guardia y bautizada finalmente con el
un lenguaje traducible a los términos
de la cultura occidental, y que desci- nombre indígena por el pintor José
frar ese lenguaje de formas, actos, Sabogal. El socialismo indo-americano
personajes y colores era un acto res- resume el momento más acabado de la
taurador, ético y nacionalista. (LAUER; concepción mariateguiana y su formula-
1997:23). ción puede comprenderse como un pri-
mer resultado del proceso iniciado con
Probablemente encontraríamos bas- Amauta. Proceso que daría lugar a la
tante acuerdo si proponemos reconocer definición de los sujetos que Mariátegui
que Mariátegui no podía elaborar un pretendía convocar para la acción políti-
planteo autonomista de las nacionalida- ca y serviría como espacio de confronta-
des indígenas en las condiciones históri- ción de posturas ideológicas que se se-
cas que vivió y frente a una realidad del llarían con la fundación del Partido So-
mundo andino tan diferente de la ac- cialista Peruano, en 19284.
tual. En lo que quizás existiría mayor
debate —en el campo mariateguiano—
4
La reconstrucción y evaluación del proyecto so-
cialista de José Mariátegui constituye una de las
sería en cuanto a la delimitación de los áreas más importantes dentro de los estudios
alcances de la vinculación del marxista mariateguianos actuales. Dicho proyecto, consis-
tente en una transformación de las relaciones
peruano con el mundo andino, durante sociales y económicas, tuvo como meta principal
su breve y agitada acción socialista. En la realización del socialismo, anclado en la rea-
este trabajo nos proponemos mostrar lidad específica del Perú. Los investigadores de
este campo de estudios han aportado infinidad
cómo Mariátegui advirtió algunas dificul- de trabajos en este sentido y el listado bibliográ-
tades del indigenismo, particularmente fico sería enorme. Aquí sólo mencionamos los
94 Fernanda Beigel

Una de las principales tensiones que que la cuestión de las etnias ha tenido
recorre las interpretaciones actuales de en las últimas décadas. Se trata, en
este particular proyecto –surgido de la todo caso, de una búsqueda de recons-
pluma de un intelectual, pero nutrido trucción del incuestionable enraizamien-
del clima de agitación reivindicativa de to del socialismo mariateguiano, sobre la
la capital peruana- es la oscilación entre base de lo que vio, pero también de lo
la herencia andina y la occidental. Ma- que no pudo ver el Amauta, que era,
riátegui convoca a la “nueva generación”, con todo lo que esto significa, un “hijo
que venía de las Universidades Popula- de su tiempo”.
res y de la alianza obrero-estudiantil, y Resulta interesante recordar que en
recibe con entusiasmo las expresiones el plano de lo que Lauer denomina Indi-
más iconoclastas del vanguardismo esté- genismo-2, el ensayista se mostró cons-
tico. Pero paralelamente titula su revis- ciente de la exterioridad y de la proble-
ta con un vocablo indígena, mostrando mática del verismo, que distanciaba al
con ello su “adhesión a la Raza”, su “indigenismo revolucionario” de su época
“homenaje al Incaísmo”, y la aspiración respecto al acceso real a la cosmovisión
de crear nuevamente el sentido de la de las comunidades de la sierra. Consi-
palabra “amauta”, en un intento de su- deraba que la diferencia central entre la
peración del incaísmo romántico que corriente colonialista y el indigenismo
quedaba diluido en el pasado cultural. vanguardista no era el tema, sino la re-
Desde su regreso de Europa se registra lación con el presente. Unos reflejaban
su creciente preocupación por la crea- los sentimientos de una casta feudal que
ción de un “auténtico puente” con la se entretenía idealizando el pasado. Los
realidad de la sierra, tan densamente otros tenían sus raíces en el hoy, pues
explotada y alejada de la costa. Por ello extraían su inspiración de la protesta de
incluyó en su revista una sección de millones de hombres. Sin embargo, el
denuncias de la sujeción indígena deno- Amauta reconocía que los productores
minada El proceso del gamonalismo. Al de esa poesía no eran indios y distin-
mismo tiempo, sólo puede entenderse al guía entre la literatura indigenista y la
proyecto mariateguiano en estrecha vin- literatura indígena,
culación con las más innovadoras expre-
siones de la naciente cultura moderna La literatura indigenista no puede
darnos una visión rigurosamente
peruana.
verista del indio. Tiene que idealizar-
Un justo balance acerca de la rela- lo y estilizarlo. Tampoco puede darnos
ción de Mariátegui con el mundo andino su propia ánima. Es todavía una lite-
debe señalar qué vigencia tiene hoy su ratura de mestizos. Por eso se llama
posición y cuáles son los aspectos que indigenista y no indígena. Una litera-
lo alejan del desarrollo teórico y político tura indígena, si debe venir, vendrá a
su tiempo. Cuando los propios indios
estén en grado de producirla. (MARIÁ-
pilares de esta discusión, en relación con una de TEGUI, 1995: 242).
las áreas mas importantes del proyecto
mariateguino, es decir, su vinculación con el
mundo andino. Acerca de la evaluación del so- Aunque en este trabajo no podemos
cialismo indo-americano en su conjunto puede desarrollar todas las aristas de este
verse: César Germaná, El socialismo indo-ameri-
multifacético problema, podríamos decir
cano de José Carlos Mariátegui. Proyecto de recons-
titución del sentido histórico de la sociedad perua- que la cuestión de la “herencia andina”
na, Serie Centenario, Lima, Empresa Editora del socialismo indo-americano se nutre
Amauta, 1995. Y Francis Guibal, Vigencia de
Mariátegui, Serie Centenario, Lima, Empresa
del cruce de varias corrientes que atra-
Editora Amauta, 1995. viesan, de alguna manera, el pensamien-
La herencia andina en el proyecto socialista de José Carlos Mariátegui 95

to mariateguiano. Por un lado está la có a Mariátegui por su “exclusivismo


dimensión política, relacionada con las indio” y el Amauta tuvo la oportunidad
distintas posiciones ideológicas que el de explicitar la relación de las distintas
peruano discute frente a la incorpora- etnias y sectores sociales que componían
ción del indio en la sociedad peruana, el “sujeto” de los cambios que proponía
sus derechos económicos y políticos, la para su país. Allí sostuvo que su ideal
liquidación de la feudalidad. Por el otro, no era el Perú colonial ni el Perú inkai-
está atravesado por el indigenismo artís- co, sino un Perú integral. Lo integral
tico, en el que se involucra el interés tenía que ver con el socialismo: la rei-
por lo autóctono, el pasado cultural y la vindicación central que organizaba el
grandeza incaica. proyecto mariateguiano era la del traba-
Entre las tendencias políticas que jo. La polémica mostraba tendencias
permanecían en el campo intelectual políticas contrapuestas: la aleación del
peruano de la época podemos mencionar socialismo con el indigenismo en Mariá-
a los “liberales progresistas” de fines del tegui, el nacionalismo anti-socialista de
siglo XIX, para quienes lo central era Luis Alberto Sánchez y Guillermo Gue-
transformar al indio en fuerza de trabajo vara y el indigenismo leguiísta de José
al servicio de un capitalismo moderno. Angel Escalante5.
Para otros, la educación haría el papel Mientras estas posiciones se disputa-
asimilacionista. Con el avance del siglo ban el campo intelectual peruano, sur-
XX, surgieron nuevas posiciones que gían diversos movimientos políticos de
pretendían reivindicar al indio como gru- reivindicación del indio, provenientes de
po social oprimido, atacando su estruc- las propias comunidades y de organiza-
tura gamonalista y los lastres de la Con- ciones mestizas nacidas de las ciudades
quista. Mariátegui prefirió siempre enfo- del interior. Por una parte, se produje-
car la cuestión étnica como un problema ron las sublevaciones indígenas masivas
económico y social, considerando que en poblaciones serranas (1919-1923),
sólo un cambio estructural orientado al con el componente anarquista que se
socialismo podría transformar efectiva- registró, por ejemplo, en Huancané. Por
mente la condición de vida de las comu- la otra, los agrupamientos típicamente
nidades. Por la misma época se registra urbanos que surgieron de las nacientes
una tendencia que podríamos llamar corrientes socialistas y nacionalistas,
“serranista”, que se desarrolló en los como el Grupo Resurgimiento de Cusco.
mismos años veinte y sostenía la nece- Y finalmente aquellas agrupaciones am-
sidad de enfocar los problemas del Perú paradas en el demagógico indigenismo
desde la oposición sierra/costa. Según de Augusto Leguía, que se materializa-
ellos, el mestizo y otros grupos étnicos ron en los Comités Pro-Indígena, Patro-
residentes en la costa debían dejar de nato de la Raza y otras organizaciones,
ejercer el papel dominante y el centro ya sean filantrópicas, o aspirantes a
político del país debía estar en la sierra.
5
La “polémica del indigenismo” se identifica en el
Mariátegui fue acusado de racismo
Perú con la disputa periodística producida en la
por quienes rechazaban tanto su énfasis revista Mundial en 1927, pero sus alcances fue-
en el predominio indígena en la pobla- ron mucho más amplios y deben consultarse en
las revistas de la época. La compilación de Ma-
ción peruana, su análisis dualista que nuel Aquézolo Castro (que citamos al final) no
constataba la oposición sierra/costa, así incluye por ejemplo, las notas de Guillemo Gue-
como la fractura histórica dejada por la vara, Uriel García, y otros importantes
polemistas de la época que publicaban en La
Conquista. En la famosa “polémica del Sierra, Kuntur, Kosko, Boletín de Titikaka, etc.,
indigenismo” Luis Alberto Sánchez criti- etc.
96 Fernanda Beigel

convocar la acción del indio para recu- rrilla (Lima, 1927). En Amauta (Lima,
perar sus derechos, pero siempre dentro 1926-1930), Mariátegui pretendía alber-
de un común denominador paternalista gar las corrientes nuevas, en una articu-
que entendía necesaria la intervención lación de lo estético y lo político sinteti-
de manos ajenas a la raza para organi- zada en el proyecto socialista.
zar y dirigir las acciones. Llegados a este punto, conviene pre-
La otra vertiente que nutre el proyec- guntarnos: ¿cuál es la herencia andina
to mariateguiano está ligada con el que confluye en el proyecto de Mariáte-
mundo cultural, el incaísmo e indigenis- gui? ¿La que se expresa en los símbolos
mo artísticos. Este movimiento cultural que construyeron los “indigenistas revo-
se gestó alrededor del rescate del indio lucionarios”? También cabe la reflexión
“viviente”, lo cual no es un detalle, pues en otro aspecto, ligado a la dimensión
permite diferenciar estos nuevos produc- política: ¿es posible incorporar una he-
tos estéticos con el modernismo román- rencia sin el protagonismo de las comu-
tico que evocaba un pasado glorioso e nidades que siguen reproduciéndola, sin
idílico sin preocupación por la realidad promover su autonomía y derecho a la
de las comunidades en el Perú del mo- autodeterminación?
mento. Mariátegui identificaba este mo- Cuando evaluamos el proyecto maria-
vimiento con el “indigenismo revolucio- teguiano, debemos situarnos bajo la pre-
nario”, tendencia que articulaba la inno- misa de que no se trataba de un pro-
vación estética con la lucha política con- yecto indígena, ni su propuesta puede
tra el gamonalismo y se expresaba, en entenderse como resultado de la cosmo-
su época en la escuela del pintor José visión del indio. Mariátegui partía de la
Sabogal, el escritor puneño Alejandro base de que la idea de nación no había
Peralta, el poeta serrano Luis E. Valcár- cumplido aún su trayectoria, ni había
cel y tantos otros. agotado su misión histórica. Considera-
Muchas fueron las revistas que ac- ba que el indio debía incorporarse a una
tuaron como voceras de estas corrientes revolución socialista para instaurar, jun-
del indigenismo peruano. No sólo en to con los demás sectores, una nueva
Lima, sino en las principales provincias. nacionalidad peruana integral.
La mayoría de ellas tenía contacto entre Tanto las corrientes estéticas, como
sí, ya sea para polemizar o contribuir en el indigenismo político que se encontra-
su difusión en el país y el extranjero. ban en el Perú de Mariátegui, se presen-
Pueden mencionarse el Boletín de taban ante sus ojos como expresiones de
Titikaka (Puno, 1926-1930), Director: un nuevo espíritu revolucionario, como
Gamaliel Churata; Vórtice (Sicuani, puertas abiertas al advenimiento de un
1923), Director: César Cáceres Santilla- orden socialista. Mariátegui escribía
na; Kosko (Cusco, 1924-1925), Director: siempre sobre las reivindicaciones del
Luis Felipe Paredes; La Puna (Ayavirí); movimiento “indigenista”, con lo cual
Pacha (Arequipa); y La Vanguardia enfatizaba la exterioridad. Planteaba que
(Cusco). La “beligerancia serrana” se ex- lo que le otorgaba unidad a estas reivin-
presaba con Kuntur (Cusco, 1928), Di- dicaciones era la idea socialista: no
rector: Román Saavedra y también tenía como había sido heredada del extinto
su tribuna limeña: La Sierra (1927- inkario, sino como había sido aprendida
1930) dirigida por J. Guillermo Guevara. de la civilización occidental.
Desde el vanguardismo estético también En todas las manifestaciones indige-
Blanca Luz Brum se involucró en la dis- nistas existía un declarado interés por
cusión indigenista, con su revista Gue- movilizar al indio hacia su liberación,
La herencia andina en el proyecto socialista de José Carlos Mariátegui 97

pero gran parte de estas expresiones que el Amauta desarrolló en sus escri-
suponía que ella se alcanzaría mediante tos. Otros prefieren indagar en la rela-
un acercamiento de los indios hacia po- ción efectiva de Mariátegui con el mun-
siciones elaboradas por mestizos. A ex- do indígena, destacando sus aciertos,
cepción de las imponentes rebeliones pero inscribiéndolo con justeza en el in-
indígenas, la característica que recorría tenso proceso que la cuestión de las
a estos movimientos, incluidos en el co- etnias ha tenido en el resto del siglo.
mún denominador de “indigenistas”, era Nosotros procuramos inscribirnos en
su distancia respecto a las comunidades, esta línea, que busca considerar nuevas
lo que marcaba la diferencia entre pro- perspectivas ligadas con la autonomía de
curar la redención del indio y ser efec- las comunidades, e intentamos participar
tivamente indio. En el caso del indige- de la evaluación histórica de la cercanía
nismo socialista, que pretendía ejercer de Mariátegui con lo andino en el ámbi-
una crítica a las tendencias filantrópicas to de la praxis.
y paternalistas, esta exterioridad se ma- A pesar de las limitaciones ya expli-
nifestaba en un retraso entre la teoría y cadas, y de las derivaciones de la cues-
la integración real de los sujetos que de- tión en los últimos años, creemos que
bían protagonizar el cambio social. Y en existe una “brecha” abierta por Mariáte-
este punto es necesario reiterar que Ma- gui, que actualmente legitima la discu-
riátegui visualizó algunas de estas limi- sión desde una amplia gama de posicio-
taciones con su lente histórico. Lo que nes y tonalidades. Es evidente que se
no podía ver todavía, era que esta res- trata de un marxismo permeable a la
tricción no residía solamente en la lite- tradición andina 6, que convierte a las
ratura. Tampoco en un proyecto socialis- comunidades indígenas en elemento vital
ta que encontraba dificultades para in- de su pensamiento. Permeable también
corporar a las masas indígenas en la ac- a la pluralidad de sectores sociales que
ción revolucionaria, pues el Amauta demandaban la transformación del Perú,
siempre tuvo esa aspiración y quién lo cual lo muestra como el primer mar-
sabe cuánto habría logrado de haber xista latinoamericano que incorporó al
podido desarrollar su proyecto. La limi- indio como sujeto de la revolución.
tación se hallaba fundamentalmente en Entre quienes consideran que Mariá-
el hecho preciso de que el socialismo tegui formula una nueva racionalidad se
indo-americano no nacía de la participa- encuentra César Germaná, para quien el
ción de las comunidades indígenas, cues- socialismo indo-americano debe entender-
tión que habría aportado sus propias se en la confluencia de la tradición oc-
demandas y concepciones, en su propio cidental y la herencia andina, pero con
idioma, en su lógica y temporalidad. un especial énfasis en la segunda, pues
Algunos autores plantean el logro, la considera el “verdadero sustrato de
por parte de Mariátegui, de una con- las reflexiones mariateguianas”. Esta ar-
fluencia entre lo andino y lo occidental, ticulación se observa en lo que Germaná
que daría como resultado una racionali- sintetiza como las tres instancias que
dad distinta de la europea, sustentada definieron el proyecto socialista de Ma-
en la integración de las creaciones mo- riátegui: la socialización de los medios
dernas a una espiritualidad indígena
basada en la solidaridad. En este senti- 6
Utilizamos el concepto de tradición andina para
do, el componente andino del proyecto englobar, no sólo la historia del pueblo kechua,
mariateguiano es evaluado desde algu- sino el desarrollo político-social de las comuni-
dades que habitan el “Ande”, diferenciádolo de
nas concepciones filosóficas y políticas la tradición indigenista.
98 Fernanda Beigel

de producción, la socialización del poder sin decir explícitamente que los pueblos
político y la transformación del mundo originarios podían, autónomamente, sin
de las relaciones intersubjetivas en el delegar en el partido, autogestionar su
sentido de la afirmación de la solidari- proceso al socialismo”. (VITALE, 1998:
dad. Para el investigador peruano, el 232) Para Vitale, el Amauta no alcanzó
socialismo promovido por el Amauta in- a visualizar la cuestión del protagonismo
corpora valores nuevos que no corres- de las comunidades indígenas, razón por
ponden a la modernidad europea, e in- la cual no pudo plantear con claridad el
augura una nueva dirección moderna, derecho a la autodeterminación de estos
caracterizada por una racionalidad dife- pueblos, que constituyen, hace siglos,
rente de la versión instrumental prove- distintas nacionalidades. Esta posición
niente del viejo continente. Germaná nos parece, sin embargo, injusta, pues
sostiene que el socialismo mariateguiano se desconoce que Mariátegui fue en al-
integra elementos de Occidente, pero guna medida consciente de la limitación
tras el lente de la cultura andina, que que imponía la exterioridad que hemos
“conserva el vigor necesario como para señalado, y además se juzgan sus escri-
imponer su lógica de solidaridad a lo tos desde un punto de vista étnico re-
que pudiera importar de afuera”. Para ciente, que ha sido elaborado desde fi-
nosotros, esto puede ser evaluado como nes de la década del setenta.
una “aspiración” de Mariátegui. Sin em- Antonio Melis, en cambio, se ocupa
bargo, hablar de una “nueva racionali- de destacar las particularidades del mar-
dad” basada en la cultura andina, impli- xismo mariateguiano atendiendo a su
ca suponer que el socialismo indo-ameri- praxis, entendiéndolo como “abierto a la
cano se conformaba con la integración tradición indígena”. Entre los estudiosos
plena de una cosmovisión indígena, de Mariátegui se ha discutido muchas
mientras la praxis del Amauta no pudo veces por qué el Amauta no ejerció una
desenvolverse dentro de las comunidades política de oposición directa al gobierno
indígenas con la suficiente amplitud de Augusto B. Leguía. ¿Qué lo alejaba
como para sostener una integración de de la participación en las elecciones o
tal orden. Por otra parte, el hecho de del deseo inmediato de derrocar al dic-
que el proyecto mariateguiano se enfren- tador? Una respuesta común ha sido la
tara a la racionalidad instrumental euro- de recordar que Mariátegui concebía a la
pea no implica necesariamente la crea- política como una acción revolucionaria,
ción de una dirección adversa a la civi- razón por la cual se alejaba de todo
lización Occidental. Recordemos que mecanismo parlamentarista típico de la
existieron proyectos modernos contrarios corrupta política criolla. Pensaba cam-
a la razón tradicional, nacidos de esta biar de raíz el sistema político y no con-
misma crítica a la instrumentalidad ca- sideraba que la caída de Leguía garanti-
pitalista de la mano de marxistas plena- zaba el advenimiento de un nuevo or-
mente occidentales, como los frankfurtia- den. Melis sostiene que en esta concep-
nos Adorno y Horkheimer. ción mariateguiana de la política hay
Entre quienes reflexionan en la ac- elementos de la tradición andina que le
tualidad acerca de la comprensión ma- permiten adherir a una idea de la tem-
riateguiana del mundo andino, se en- poralidad radicalmente distinta de la
cuentra el investigador argentino-chileno modernidad europea, que —al decir de
Luis Vitale, para quien Mariátegui “ha- Melis— lo aleja de las urgencias del
blaba de que el socialismo debía solida- marxismo europeo, para concebir la
rizar con las reivindicaciones indígenas, construcción de la revolución como una
La herencia andina en el proyecto socialista de José Carlos Mariátegui 99

tarea a largo plazo (MELIS, 1995). Con- pero no pudo ver que estas comunida-
siderar el socialismo de Mariátegui como des podían aspirar a reivindicar sus pro-
“abierto o permeable a lo indio”, nos pios derechos políticos y culturales, re-
parece una evaluación más realista, que clamando el respeto de sus nacionalida-
permite reflexionar acerca de su pensa- des autónomas, inclusive dentro de un
miento en el marco del campo intelec- Estado socialista peruano. Para algunos,
tual marxista, pero con el aporte de las su indigenismo lo volvía racista, pues
tendencias autonomistas de las etnias era reticente a otorgar preeminencia a
en nuestro continente. En esta línea, los problemas de los hombres y mujeres
nosotros hemos intentado destacar ele- de otras razas, pero sobre lo que no hay
mentos que muestran la vigencia de al- discusión es en cuanto al lugar que el
gunos aportes de Mariátegui a la cues- indio ocupaba en su diagnóstico de la
tión indígena, aunque hemos señalado realidad peruana. Para el Amauta, no se
también algunas de sus limitaciones. trataba de una cuestión de razas, sino
Es cierto que José Carlos Mariátegui de un problema económico-social, que
no era indio, ni conocía su idioma. Sin afectaba a la masa que en ese entonces
embargo formuló un proyecto de socie- representaba la gran mayoría de la po-
dad socialista que tenía la aspiración de blación. Marcaba de este modo las ata-
revertir la sujeción servil que padecía la duras que la formación social peruana
mayoría indígena de la población perua- tenía con el pasado colonial y cómo esa
na. Mientras otros socialistas y comunis- herencia había marcado a fuego el lazo
tas buscaban proletarios que se adecua- de la economía peruana con el gamona-
ran a las premisas del marxismo euro- lismo y la servidumbre de raigambre
peo, Mariátegui entendía que la revolu- feudales. Más allá de la cabal compren-
ción debía mejorar las condiciones de sión del fenómeno étnico, que alcanzaría
vida de las masas campesinas explota- un nuevo punto de inflexión segura-
das. Esas masas eran indias y debían mente con Arguedas, resulta innegable
ser convocadas a protagonizar los cam- que Mariátegui dio preeminencia a la
bios sociales. Mas la vanguardia que población indígena en la “realidad pe-
preparaba el Amauta era todavía mesti- ruana” y que su acercamiento al mun-
za y costeña. Murió demasiado pronto do andino tuvo grandes repercusiones
como para ver alterada su composición en su trayectoria individual, así como
social. Su deseo era construir con los en su particular modo de entender el
indios la “verdadera nación peruana”, marxismo.

BIBLIOGRAFÍA

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Vol. I, Tucumán, 1995, p.701-719. Lima, Minerva, 1998.

RESUMEN

El campo de estudios mariateguianos se en- quiso contribuir desde el socialismo a la li-


cuentra actualmente en un punto de in- beración de las masas indígenas, mas no
flexión: la caída del Muro de Berlín ha pro- pudo concebir un proyecto basado en la cos-
movido nuevos enfoques tendientes a explorar movisión india. Sin embargo, mantuvo víncu-
la faceta “heterodoxa” del marxismo de José los con dirigentes indios y con los movimien-
tos políticos y culturales de la sierra, que le
Carlos Mariátegui. Entre estos nuevos desa-
permitieron advertir en las comunidades
rrollos, un tema relevante es la evaluación andinas una fuente principal del programa
de herencia andina presente en el proyecto del socialismo indoamericano. Este acceso le
mariateguiano y los vínculos efectivos del permitió además registrar la “exterioridad” de
Amauta con el mundo de la sierra peruana. la literatura indigenista, que escribe sobre el
En los años veinte, José Carlos Mariátegui indio, pero no expresa todavía su propia
participó de un movimiento indigenista que conciencia.

SUMMARY

The Andean inheritance in the socialist engaged in an indigenist movement which


project of José Carlos Mariátegui. wanted to contribute to the liberation of
The field of mariateguian studies is, at the aborigines starting from a socialist
present, in an inflection point: the fall of the perspective, but he could not conceive a
Berlin Wall has promoted new perspectives in project based in the Andean Weltanschauung.
the exploration of the “heterodox” marxism of However, he had important bonds with
José Carlos Mariátegui. Among these recent indian leaders and the cultural and political
studies, an important subject is the movements from the sierra. This allowed him
evaluation of the Andean inheritance in the to realize that the Andean communities were
mariateguian project and the research of the an important source for the program of
effective links that Mariátegui built with the Indo-American Socialism. And also Mariátegui
inhabitants of the peruvian sierra. could notice the Indigenist Literature as an
“exterior” expression that didn’t reflect the
In the 20’s José Carlos Mariátegui was aborigins own viewpoint or conscience.
Cristian Buchrucker(*)

La democracia en Latinoamérica
y las tendencias macrohistóricas de nuestro tiempo

I. Presentación de la cuestión aquellos entusiasmos y una mayor in-


fluencia de las posiciones preocupadas.
os primeros trabajos impor- El presente trabajo pretende dibujar a
tantes que incorporaron el grandes trazos los perfiles de esta polé-
tema de las tendencias ma- mica, tomando como eje las tendencias
crohistóricas al diagnóstico relevantes para el fortalecimiento y ex-
político y social de una época se re- pansión de la democracia en el plano
montan a la década de 1960 (Kahn y global, subrayando además la significa-
Wiener fueron figuras destacadas). Con ción de dichas tendencias para América
diversos grados de sistematización teóri- Latina.
ca, ese enfoque también se encuentra
en estudios recientes, dedicados a defi- II. Las tesis optimistas de la
nir el sentido en que se orientan las democratización global
presiones y oportunidades mundiales
para los actores de los años 90 (entre Naturalmente aquí no estamos ha-
los autores más conocidos están Fukuya- blando de escuelas cerradas y acerca de
ma, Huntington, Touraine, Guehenno y ciertos matices de diferenciación interna
Nuscheler). Analizando las tendencias diremos lo necesario; pero para definir
globales y los escenarios que de ellas los términos de la discusión resulta
se derivan, se advierte que hay una práctico destacar lo que considero tres
cierta polarización entre un grupo de tesis que dan su sello característico a la
trabajos optimistas y otro en el que posición globalista y optimista. Se trata
predomina la preocupación, llegando en de: 1) la indetenible expansión mundial
algunos casos al pesimismo. Mientras de la democracia; 2) Estados Unidos
que al principio de esta década el pri- como modelo y líder de ese proceso; 3)
mer grupo parecía dominar casi total- La superación de viejos conflictos econó-
mente la opinión pública, al promediar micos, sociales y culturales como garan-
la misma se nota algún enfriamiento de tía estructural del mismo.1

* Trabajo presentado y aprobado en la Mesa Re- no, pp.22-49; HUNTINGTON, S. 1994 : La ter-
donda «América Latina y los desafíos de la glo- cera ola. La democracia a finales del siglo XX, Bs.
balización», durante el VIII. Congreso de la Fe- As. [ 1. ed. ingl. 1991]; HUNTINGTON, S.
deración Internacional de Estudios sobre Améri- 1996: «Desafíos entre el Islam y la Cultura Oc-
ca Latina y el Caribe ( Talca, Chile, enero de cidental», en Archivos del Presente, Año 2, N° 5,
1997). pp. 95-118; KAHN, H. y WIENER, A. J. 1969:
1
Como representativos de esta corriente tendre- El año 2000, Bs. As.; NAISBITT, J. y
mos en cuenta los siguientes trabajos: ABURDENE, P. 1990: Megatendencias 2000 :
DIAMOND, L. 1994 : «The Global Imperative: diez nuevos rumbos para los años 90, Bogotá;
Building a Democratic World Order», en Current NOVILLO CORVALÁN, S. 1992 : El liberalis-
History, enero, pp. 1-7; FUKUYAMA, F. 1992: mo, en Juárez Centeno, C.A. y B. de
El fin de la historia y el último hombre, Bs.As.; Scandogliero, M.S. [Compil.], La ideología con-
FUKUYAMA, F. 1995 : «The Primacy of temporánea, Córdoba, pp.63-121.; ROWEN,
Culture», en Journal of Democracy, vol.6, N° 1, H.S. 1995 : «The Tide Underneath the ‘Third
pp.7-14; HUNTINGTON, S. 1993 : «The Wave’», en Journal of Democracy, vol.6, N° 1, pp.
Clash of Civilizations?», en Foreign Affairs, vera- 52-64.
102 Cristian Buchrucker

1. La expansión mundial de la c) El grado de libertad interna de una


democracia sociedad tiende a ser inversamente pro-
porcional al nivel de la amenaza externa
En la década de los 60 Kahn y (« reg. de Seeley»). d) La multiplicación
Wiener, cuando definían el elemento po- de Estados democráticos expande las
lítico de su «tendencia básica múltiple a áreas de paz («reg. de Kant y Babst»).
largo plazo» se referían a la difusión de e) Las sociedades predominantemente
«élites burguesas, burocráticas, merito- «mercantiles» muestran más flexibilidad y
cráticas y democráticas».2 En los 90 las éxito en el escenario internacional que
fórmulas se han simplificado: Fukuyama las sociedades militaristas («reg. de Wa-
habla del avance continuo de la «demo- llerstein y Chase-Dunn»). 3 Una combi-
cracia liberal»; Novillo Corvalán, un estu- nación de las regularidades de Deutsch
dioso argentino, considera que «el libera- y Wallerstein/Chase -Dunn perfila las
lismo» a secas ha ganado la batalla ideo- causas estructurales del éxito estado-
lógica a escala planetaria. Estas diferen- unidense en la Guerra Fría y el fraca-
cias terminológicas encierran algunas so del modelo político-económico de la
ambigüedades que merecerán renovada URSS. En consecuencia, para los auto-
atención en la tercera sección del pre- res optimistas se ha abierto, a partir de
sente trabajo. 1989-91, la posibilidad de que las regu-
Retengamos por ahora la generalidad laridades de Lipset, Seeley y Kant/
«liberal-democrática»: ¿Se han encontra- Babst desplieguen en total plenitud y a
do algunas regularidades o generaliza- escala planetaria su potencial liberali-
ciones históricas que podrían contribuir zante y democratizador.
a explicar esa tendencia a largo plazo,
manifestada en tres o cuatro oleadas 2. Estados Unidos como indispensable
sucesivas desde 1830 hasta hoy? Ex- «líder» y modelo.
plícitamente en algunos casos e implíci- De manera bastante previsible, mu-
tamente en otros, numerosos autores chos analistas norteamericanos conside-
han utilizado las siguientes hipótesis de ran a su país como una especie de en-
regularidad: a) A mayor ingreso y edu- carnación privilegiada de los supremos
cación aumentan las probabilidades de valores de Occidente, encargada de una
la democratización de una nación («regu- misión de liderazgo en la tarea de ase-
laridad de Lipset y Rowen»). b) En socie- gurar el continuo avance de la «tercera
dades muy complejas como las moder- ola» democrática en el mundo.4 En las
nas, la centralización extrema resulta palabras de Diamond «ahora, al igual
disfuncional («regularidad de Deutsch»). que en 1945, sólo una nación, Estados

2-
KAHN y WIENER 1969, p.42. Mass., 1954 ); c) deriva de una vieja tesis del
3-
Utilizo aquí el concepto de «regularidad» o «ge- historiador británico J.R. Seeley (1834-95), au-
neralización histórica» en el sentido que lo ha- tor de The Expansion of England, luego seguido
cen G. Pincione y T. S. Di Tella en Cornblit, por muchos otros. Para la primera formulación
O. [Compil.] 1992: Dilemas del conocimiento his- de d) se suele aceptar a Immanuel Kant (Sobre
tórico - argumentaciones y controversias, Bs. As., la Paz Per petua, 1795), partiendo luego la
especialmente pp. 188 y 201. Las regularidades reelaboración moderna de Dean Babst («Elective
que he seleccionado reciben en este texto una Gover nments - a Force for Peace», en The
denominación formada con los nombres de es- Wisconsin Sociologist, vol.3, No.1, 1964 ). Final-
tudiosos que las han postulado. En el caso a) mente, para e) son fundamentales I. Wallerstein
se trata de S.M. Lipset (Political Man, (Historical Capitalism, Londres, 1983) y C.
Baltimore, 1960) y ROWEN 1995; en b) nos Chase-Dunn («Interstate System and Capitalist
referimos a K.W. Deutsch («Possibilities and World Economy», en Inter national Studies
Patter ns of Disintegration in Totalitarian Quarterly, 25, 1981).
Systems», en Totalitarianism, Cambridge- 4-
Así en HUNTINGTON 1994, pp.255 y 257.
La democracia en Latinoamérica y las tendencias macrohistóricas de [...] 103

Unidos, es capaz de conducir y organi- go de las sociedades euroamericanas, en


zar el mundo» hacia los objetivos de «la la medida en que tenderían demasiado
paz, la seguridad, la prosperidad y la al individualismo hedonista (por eso re-
democracia».5 En enfoques como éste, el comienda reforzar el elemento comunita-
rol del multilateralismo, los bloques regio- rio); finalmente Rowen reconoce que hay
nales y la ONU, es percibido con bastan- importantes excepciones a la regularidad
te desconfianza, salvo en los casos que que él postula, puesto que en ciertos
los acuerdos multilaterales y los mencio- Estados el buen nivel económico y edu-
nados organismos se convierten en segui- cativo coexiste con el autoritarismo polí-
dores de la política de Washington. tico. 7 Si bien estas consideraciones im-
plican una reformulación más cautelosa
3. La superación de viejos conflictos de la tercera tesis, no destruyen lo esen-
estructurales de la sociedad contemporánea cial de la posición optimista. Hace poco
Huntington presentó una versión menos
Para los optimistas más decididos — dura del conflicto entre los mundos islá-
Naisbitt y Aburdene— la década de los mico y occidental, con lo que reafirma
90 verá la progresiva resolución de algu- su confianza básica en el triunfo de la
nas antinomias que en el pasado recien- «tercera ola democrática».8 La misma ac-
te han sido obstáculos para la consoli- titud se desprende de los trabajos de
dación de las democracias. Con el rena- Fukuyama y Rowen.
cimiento de la fe se estaría produciendo
un «mejor equilibrio entre la religión y la
III. Algunas preocupaciones en el
ciencia». Una especie de «estilo de vida
marco de una interpretación
mundial» unificará el planeta, pero eso
diferenciada de la oleada
será perfectamente compatible con el
democrática
renovado vigor del «nacionalismo cultu-
ral». Con la «bonanza mundial» de esta En esta sección voy a contrastar las
década, se produciría un fenomenal in- principales tesis de la visión optimista
cremento de las clases medias, una im- con posiciones que se desprenden de
portante reducción de la pobreza y la di- una interpretación más diferenciada del
fusión del «capitalismo popular» como fenómeno en cuestión.9 La forma especí-
soporte económico de la democracia po-
lítica. La red de las comunicaciones 5-
DIAMOND 1994, p.1.
electrónicas «libera» al individuo, pero no 6-
Ver NAISBIT y ABURDENE 1990, Caps. 1,
para empujarlo hacia los peligros del 4, 9 y 10 (especialmente p.285). Esta visión
eufórica tiene precedentes en la tesis de KAHN
apoliticismo y la soledad, sino para per-
y WIENER 1969 (p.339) acerca de Estados
mitirle la construcción de «la comuni- Unidos marchando hacia una “sociedad sin cla-
dad», entendida como «libre asociación ses”. Con mayor cautela metódica y precisión
analítica algunos de estos aspectos aparecen
de individuos».6
también en ROWEN 1995.
Entre analistas menos entusiastas 7-
Ver HUNTINGTON 1993, FUKUYAMA 1992
que Naisbitt y Aburdene no falta la con- y 1995, así como ROWEN 1995.
8-
Ver HUNTINGTON 1996.
ciencia de que subsisten ciertos proble- 9-
Han sido tenidos en cuenta los siguientes traba-
mas y obstáculos. En 1993 Huntington jos: CHOMSKY, N. 1996: El nuevo orden mundial
desencadenó una interesante polémica y el viejo, Barcelona; GUEHENNO, J. M. 1995:
El fin de la democracia, Barcelona; HOBS-
con su tesis acerca del peligro presunta- BAWM, E. 1995: Historia del siglo XX (1914-
mente encarnado por un eje «islámico- 1991), Barcelona; LASCH, C. 1996: La rebelión
confuciano» de rasgos autoritarios y de las élites y la traición de la democracia, Barce-
lona; MANSILLA, H.C.F. 1995: «Kultur des
antioccidentales; Fukuyama muestra al- Autoritarismus in der Peripherie», en
gún grado de preocupación por un ras- Internationale Politik und Gesellschaft, N° 1, pp.
104 Cristian Buchrucker

fica en que aquí se la presenta es de mi a) Hay una creciente asimetría entre


responsabilidad, lo cual se justifica por personas y organizaciones «dinámico-glo-
dos razones: la primera, porque no se bales» y «estático-locales».
trata de la simple reproducción de las El control jurídico y político de las
tesis de un solo autor; la segunda, por- segundas —a través del Estado nacio-
que personalmente comparto esa óptica nal— está mucho más perfeccionado que
preocupada. El orden que sigo es inver- el de las primeras; curiosamente a la
so al de la sección anterior: comenzaré par que se tiende a universalizar la idea
por la problemática de las tensiones, se- de la libertad asistimos a una particula-
guiré por el tema del liderazgo y termi- rización/ privatización de los poderes
naré con una redefinición de lo que se globales. El fenómeno se ha hecho cada
percibe como tendencia política central vez más visible a partir de los años 70.
de nuestro tiempo (la oleada democráti- Los actores sociales dinámicos, esto es,
ca). Ese orden de nuestras tesis no es empresas y organizaciones que poseen
arbitrario, ya que la citada redefinición los medios y el adiestramiento adecua-
sólo adquiere sentido a partir de las dos para aprovechar mejor las oportuni-
consideraciones relativas a la primera y dades de la densa red comunicacional y
segunda cuestión. financiera que envuelve el planeta han
alterado fuertemente a su favor el equi-
1. Algunos de los conflictos dotados librio del poder negociador cuando tra-
de un potencial antidemocrático tan con grupos más bien estáticos y lo-
siguen vigentes y no se vislumbra su calizados, como lo son las burocracias
pronta superación. estatales, y la mayoría de los asalariados
Ante todo una advertencia: ninguna y consumidores, especialmente en los
de las tendencias conflictivas que aquí se países en desarrollo. El nivel educativo,
mencionan se refiere directamente al pla- la acumulación de ciencia y técnica y la
no político-institucional y menos al retó- abundancia de «analistas simbólicos» son
rico, esferas éstas en que nadie puede en nuestros días los factores decisivos
señalar motivos de preocupación: hoy en no sólo para el éxito de una economía,
día no se ven apologistas desembozados sino también para la eficacia del sistema
de sistemas autoritarios. Pero ciertas ten- político. 10 En todos esos rubros Latino-
siones me parecen fundamentales, porque américa todavía presenta grandes caren-
se manifiestan como cuatro facetas de la cias. Y lo más preocupante es el hecho
creciente diferenciación entre los niveles de que actualmente las minorías compe-
«globalizado», «nacional» y «comunitario/ titivas a nivel global están en condicio-
sectorial» de la sociedad actual. nes de progresar desconectándose de los

19-28; NUSCHELER, F. 1996: Lern- und Bs. As.; ZEA, L. 1995: «Fin de siglo y el fantas-
Arbeitsbuch Entwicklungspolitik, 4. ed. actualizada, ma de los marginados», en C. Jalif de Bertranou
Bonn; O’DONNELL, G. 1995: «Do Economists [Compil.] «Anverso y reverso de América Lati-
know best?», en Journal of Democracy, vol. 6, N° na», U. Nac. de Cuyo, Mendoza, pp. 211-217.
1, pp. 23-28; SCHMITTER, P.C. 1994: «Dangers 10
Para esta problemática –encarada con un opti-
and Dilemmas of Democracy», en Journal of mismo más explicable desde el “centro” mundial
Democracy, vol. 5, N° 2, pp. 57-74; SCHMITTER, en que se mueve el autor que desde la periferia–
P.C. 1995: «More Liberal, Preliberal or es interesante R. Reich: El trabajo de las nacio-
Postliberal?», en Journal of Democracy, vol. 6, N° nes, Bs. As., 1993. Con un enfoque bastante pa-
1, pp. 15-22; TETZLAFF, R. 1991: «Demokratie recido al del presente trabajo también se concen-
in der 3. Welt: zwischen normativer Zustimmung tran en la faceta económica de la cuestión G.
und praktischen Realisierungsproblemen», en Epstein, J. Crotty y P. Kelly: «Winners and
Jahrbuch 3. Welt 1992, Munich, pp. 33-48; Losers in the Global Economica Game», en
TOURAINE, A. 1995: ¿Qué es la democracia? , Current History, N° 604, nov. 1996, pp.377-381.
La democracia en Latinoamérica y las tendencias macrohistóricas de [...] 105

problemas e intereses de muchos de sus de las economías de hecho contaminan-


compatriotas. ¿Cómo negociar? y ¿cómo tes, que son la base de nuestra civiliza-
competir? se han convertido en pregun- ción contemporánea. Como compromiso
tas de difícil respuesta para las clases ha surgido la loable fórmula del «desa-
bajas y buena parte de las medias en rrollo sustentable», pero su traducción
nuestra América. El fácil optimismo del en políticas reales de alcance masivo
individualismo liberal tampoco posee una aún no se ha dado. Los intereses de La-
receta convincente. tinoamérica también se encuentran des-
b) Las tensiones entre los sectores garrados por ese choque de demandas,
«duro» y «blando» de la cultura. porque han surgido voces en el Norte
Por más que Naisbitt y Aburdene las rico que reclaman a los países en desa-
den retóricamente por resueltas, siguen rrollo que no imiten su modelo. En el
fondo se trata del debate sobre quién y
en pie. Algunos de los elementos de la
cómo se pagarán los costos de una in-
llamada «cultura Mc-World» son compa-
dustrialización «sustentable», no hostil a
tibles con las tradiciones comunitarias,
la preservación del medio ambiente. En
pero muchos otros resultan altamente
cierto sentido, ésta también es una for-
conflictivos, en particular los que se re-
ma específica del conflicto entre la cul-
lacionan estrechamente con la tendencia
tura blanda y la dura. Pero en el plano
anterior. Con unilateral dureza toda una
inmediato, la demanda ecologista radical
oleada de mensajes proclama como valo-
choca frontalmente con las aspiraciones
res supremos la riqueza, el poder, el in-
económicas legítimas de los sectores so-
dividuo y el mercado, mientras son ridi- ciales postergados, lo que plantea un
culizadas demandas «blandas» como la nuevo problema a las frágiles democra-
identidad, el arraigo, la solidaridad, la cias del continente.12
comunidad. Es cierto que en las socie- d) La distribución de la riqueza se ha
dades latinoamericanas esta tensión no tornado regresiva desde mediados de la
ha alcanzado la intensidad, ni ha produ- década de los 70 aun en los países líde-
cido las reacciones extremas que se han res de la economía mundial.
visto en el mundo islámico; pero bajo Es cierto que parece existir una lige-
otras formas se encuentra presente, por ra tendencia hacia una disminución de
ejemplo en las dificultades de comunica- la pobreza a nivel mundial —de un
ción que existen entre nuestras élites 32,7% de la población en 1985 a un
políticas y las poblaciones indígenas. 24,1% hacia el 2000— pero también re-
También aquí hace falta un gran esfuer- sulta preocupante que mientras la re-
zo de armonización, porque no puede ducción se proyecta como muy significa-
haber diálogo democrático real sin un tiva para Asia, en América Latina prác-
consenso básico que incluya en su seno ticamente no habría progresos (de un
el reconocimiento de la diversidad de las 25,5 de la población en 1990 a un
demandas y la imposibilidad de fundar 24,9% en el 2000). Conviene recalcar
una sociedad en una cultura unilateral- que este cálculo se refiere más bien a la
mente «dura» o «blanda».11 pobreza extrema; con otros criterios, la
c) El conflicto entre la posición ecolo- actual cifra latinoamericana «no es me-
gista «radical» y el dogma del crecimiento nor del 50 %». Pero donde el fenómeno
económico como valor supremo. de la regresión se hace realmente visible
En su variante más intransigente, el es en otras estadísticas: entre los años
ecologismo demanda un mundo limpio
11
Esta clase tensiones juega un rol importante en el
como objetivo superior, aun al costo de
enfoque de TOURAINE 1995 (pp. 248-249 y 278).
una drástica reducción del crecimiento 12
Ver HOBSBAWM 1995, pp. 561-562.
106 Cristian Buchrucker

60 y 90 la relación entre el PB per temas democráticos en regiones decisi-


cápita de los países desarrollados y los vas. Pero desde 1989-91 ha cambiado el
subdesarrollados empeoró de 15:1 a escenario. Ausente el tradicional efecto
22:1; usando el criterio de la población, federador que produce la amenaza de
la proporción entre el 20 % más rico y una gran potencia agresiva, el concepto
el 20 % más pobre pasó de 30:1 a 61:1. de liderazgo se vuelve nebuloso —y más
En términos más precisos esto implica aún, sospechoso— justamente desde la
que mientras 1100 millones de personas perspectiva democrática para cuya su-
poseen el 82% del PB mundial, el 94% puesta defensa se lo sigue invocando.
de los créditos comerciales y el 80% del Actualmente ningún Estado posee la ple-
ahorro interno y las inversiones exter- nitud de requisitos que lo haría apto
nas, otros 1100 millones tienen el 1,4% para ser «el» líder democrático mundial.
del PB mundial, el 0,2% del crédito, el Y un «concierto» de unas pocas grandes
1% del ahorro y el 1,3% de las inversio- «democracias industrializadas» tampoco
nes. 13 Una democracia vigorosa necesita bastaría para garantizar los derechos de
una ciudadanía capaz de tomar decisio- la mayoría de la humanidad. La fórmu-
nes saturadas de buena información, ca- la del poder dividido, controlado y com-
paz de orientarse según consecuencias a partido es la que se ha utilizado a nivel
largo plazo, libre de carencias extremas y nacional en la construcción de los Esta-
de la angustia que esas carencias ocasio- dos democráticos. No existe razón algu-
nan. ¿Podría alguien sostener que ese na para suponer que a nivel internacio-
quinto más pobre de la población mun- nal dicha fórmula deba ser suplantada
dial forma parte de esa ciudadanía?14 por un liderazgo unilateral u oligárquico.
En el orden interno, las sociedades de-
2. La tesis del necesario liderazgo mocráticas exitosas derivan su vigor de
norteamericano plantea más dudas y la existencia de una extensa clase me-
problemas que respuestas y soluciones dia, así como de niveles aceptables de
No hay ninguna necesidad sistémica vida y posibilidades ciertas de ascenso
obvia de tal liderazgo y tampoco se pue- para los estratos bajos. Una «sociedad
de decir que exista una demanda de la global» de naciones que no presente si-
población —sea mundial o latinoamerica- milares rasgos estructurales difícilmente
na— en tal sentido. Se trata simplemen- será pacífica y estable y de ninguna ma-
te de una tesis que cuenta con el apo- nera merecerá el tan meneado adjetivo
yo de ciertas élites y sectores del espec- de «democrática».15
tro ideológico, preferentemente de la va-
riante liberal-conservadora. El concepto 3. Si se utiliza el término «democracia»
mismo es hoy sumamente impreciso. de manera más precisa y diferenciada
Cuando se vivía en el marco histórico de de lo que es habitual en los autores
las guerras mundiales tenía un significa- optimistas, la tendencia macrohistórica
do relativamente claro: sin la interven- relacionada con el mismo se vuelve
ción de Estados Unidos corrían entonces más compleja y ambigua
serio riesgo tanto el equilibrio mundial Dado su prestigio internacional —en
de poder, como la integridad de los sis- constante crecimiento desde 1945— la

13
Para los datos mencionados, véanse NUSCHELER HOBSBAWM 1995, ZEA 1995, O’DONNELL
1996, Caps. IV y V, así como el Informe Argen- 1995, TOURAINE 1995, CHOMSKY 1996 y
tino sobre el Desarrollo Humano 1995, PNUD-Ar- NUSCHELER 1996.
gentina, p.40.
15
La crítica más ácida a la tesisdel liderazgo se
14-
Con variados matices y acentos, pero muchas encuentra en CHOMSKY 1996, especialmente
coincidencias básicas, este conflicto aparece en pp. 229-242.
La democracia en Latinoamérica y las tendencias macrohistóricas de [...] 107

palabra democracia es utilizada en nues- ello altere demasiado el panorama gene-


tros días por casi todos los regímenes de ral. Para una perspectiva liberal-conser-
la tierra para designarse a sí mismos. vadora la cuestión se termina aquí con
Pero la diversidad de las realidades polí- entera satisfacción, ya que no habría
ticas y sociales no por eso ha sido cance- otra democracia posible o deseable más
lada. A los efectos analíticos parece con- que ésta.18
veniente diferenciar cuatro maneras de La idea de democracia multidimensio-
concebir la democracia: la escenográfica, nal responde, en sus diversas manifesta-
la unidimensional, la multidimensional, ciones, a las tradiciones ideológicas so-
estando estas tres referidas a la estruc- cialdemócrata, socialcristiana y populis-
turación interna de los Estados; final- ta. Sin negar los logros de la etapa po-
mente habría que agregar la democracia lítica en sentido estricto, postula la in-
incorporada al ámbito internacional. corporación de una gama de derechos
La variante escenográfica o «democra- que se refieren a otras dimensiones del
cia de fachada» 16 implica la existencia quehacer humano —economía y socie-
aparente de elecciones, constituciones dad, educación y cultura. 19 La mayoría
con derechos individuales y división de de las constituciones latinoamericanas y
poderes, partidos políticos y demás ras- los acuerdos internacionales a los que
gos conocidos, sin que todo ello produz- nuestros países han adherido incluyen
ca realmente la competitividad y limita- esos derechos, pero su presencia en el
ción del poder político. Este permanece plano jurídico-formal ha tenido muy po-
semioculto detrás del decorado con la bre traducción a la concreta vida de
plenitud de sus características autorita- vastos sectores de la población del con-
rias, sean de tipo unipersonal o colegia- tinente. Aquí resulta necesario recordar
do. Desde los años 80 en adelante mu- el potencial antidemocrático que encie-
chos países latinoamericanos han logra- rran los conflictos mencionados en el
do salir de esta situación y en ese sen- primer punto. La crisis del Estado de
tido ha habido un avance innegable. Por bienestar y las políticas ortodoxas de
otro lado, aún hoy persisten algunas si- ajuste, el crecimiento del desempleo, el
tuaciones en la región que tienen carac- decreciente poder negociador de los sin-
terísticas híbridas: el poder autoritario dicatos y la desvinculación de las élites
ha cedido hasta el punto de permitir el «globalizadas» de regiones y sectores so-
funcionamiento efectivo de algunas de ciales marginalizados han traído un es-
las instituciones democráticas, pero re- tancamiento y aun retroceso de los nive-
tiene una especie de veto en otras áreas. les de realización que la idea de la de-
La democracia unidimensional puede mocracia multidimensional ya había lo-
darse por alcanzada con el abanico de grado en Latinoamérica.
las clásicas libertades políticas: en ella Por último hay que considerar la as-
son reales los derechos de reunión y pe- piración hacia la democratización de las
tición, ausente la censura de la prensa, relaciones internacionales. Hemos dado
inciertos y variables los resultados elec-
torales, así como limitadas las atribucio-
16
Aguda expresión usada por TETZLAFF 1991.
nes de la policía y los servicios de inte- 17
Esta variante se orienta según el «Pacto Interna-
ligencia. 17 En los años noventa la gran cional sobre los Derechos Civiles y Políticos» de
mayoría de las naciones latinoamerica- la ONU (1966).
19
Tal concepción de la democracia tiene en cuen-
nas ha logrado instalarse en este siste- ta el Pacto Internacional sobre los Derechos Econó-
ma, en el cual también pueden estable- micos, Sociales y Culturales de la ONU (1966).
18
Esta posición se encuentra en NOVILLO COR-
cerse diferenciaciones de grado, sin que
VALÁN 1992.
108 Cristian Buchrucker

pasos muy positivos en esa dirección, al una edad de oro (al modo de Naisbitt u
comenzar a desmontar el andamiaje Aburdene) ni el pesimismo de quienes
securitista-militarista que durante largo hablan del «fin de la democracia» (como
tiempo envenenó las relaciones entre los Guehenno). Los autoritarismos militares
pueblos latinoamericanos. La creciente y los totalitarismos colectivistas de viejo
consolidación de asociaciones como el cuño —a la manera de 1917-85— no
Mercosur también da motivos para el op- tienen muchas chances de resurgir. Pero
timismo. Pero todo ello no puede hacer me uno a la tendencia de los analistas
olvidar que en el contexto global aún preocupados en el diagnóstico del carác-
subsisten importantes bloqueos. En el ter inestable, no consolidado, que pre-
gran vecino del Norte no faltan sectores senta la situación actual, la de una de-
influyentes que desean verlo en el rol, no mocracia estancada en lo meramente
sólo de «policía mundial», sino también político, combinada con fenómenos re-
de juez en ese ámbito. Y hay quienes gresivos en lo social. ¿Bastarán los
proponen para nuestras repúblicas el ditirambos sobre la «libertad del indivi-
papel de seguidores acríticos. La actual duo» para satisfacer las demandas de los
estructura de la ONU está lejos de satis- sectores sociales marginados, cuando en
facer normas democráticas y hasta un nuestro continente hay países donde el
analista bastante conservador no ha va- 20% de la población obtiene el 67% de
cilado en referirse a la «comunidad inter- la renta nacional, mientras un 40% de
nacional» como «un eufemismo», que se la gente sólo recibe el 7%?
usa para «legitimar las acciones que re- Uno de los escenarios posibles para el
flejan los intereses de Estados Unidos y siglo XXI parte de la hipótesis de una
otras potencias occidentales».20 Por otra acentuación de las presiones antidemo-
parte, observando la zona de sutura que cráticas y la ausencia de respuestas efi-
hay entre las estructuras económicas y caces. Este sería un mundo con organi-
políticas, es posible detectar «un doble zaciones «dinámico globales» cada vez
proceso de de-democratización» : primero, más poderosas, pero irresponsables; con
a través de la monopolización de las re- una gran dosis de demandas culturales
laciones políticas internacionales por par- «blandas» insatisfechas; con el choque
te de élites tecnoburocráticas «liberadas» frontal entre los adoradores del creci-
de auténticos controles democráticos; y miento económico acelerado y los am-
segundo, por el accionar de actores eco- bientalistas; y finalmente, con una masa
nómicos privados pero globales, que se expansiva de marginados económicos. El
han emancipado del control de los Esta- «fantasma» de estos marginados22, com-
dos nacionales. Una de las propuestas
20
HUNTINGTON 1993, p. 39.
para superar esta situación incluye la 21
Ver E.O. Czempiel: Weltpolitik im Umbruch,
presencia de estructuras parlamentarias Munich, 1992, pp.108-109.
internacionales, capaces de complementar
22
Utilizo la expresión de ZEA 1995, pero señalo
aquí el hecho de que las reacciones de los mar-
y supervisar las funciones de organismos ginados encierran un potencial ambiguo: por un
como el Banco Mundial y el FMI.21 lado pueden contribuir a despertar las concien-
cias de otros, contribuyendo a una transforma-
ción positiva; por el otro, pueden ser utilizadas
IV. Una reflexión sobre los posibles por los manipuladores del tradicional miedo de
escenarios del siglo XXI los que tienen algo a los que nada poseen. La
activación de los temores sociales ha ya tenido
En definitiva, el panorama de la de- consecuencias autoritarias en nuestro pasado.
mocracia latinoamericana a comienzos Sobre esto puede verse una revisión comparati-
va en C. Buchrucker: Las formas autoritarias del
del siglo XXI, no parece merecer ni el
nacionalismo y el conservadurismo latinoamerica-
entusiasmo ingenuo de quienes pintan nos, en “Ciclos”, N° 7, 1994, pp.189-213.
La democracia en Latinoamérica y las tendencias macrohistóricas de [...] 109

binado con el nuevo mito derechista de sos del 20 % más próspero de la pobla-
la «guerra mundial contra el narcotráfi- ción latinoamericana (equivalente al 0,7%
co», podrían convertirse en las principa- del PB de la región) podría sacar de la
les fuerzas impulsoras de una «rebelión pobreza extrema a cerca de un cuarto de
de las élites» (tecnocráticas y empresaria- los habitantes de esta parte del mun-
les) contra la democracia23. En todas par- do.25 Lo realmente preocupante es que por
tes, pero de manera más marcada en la el momento no se ven delineadas con
periferia, el sistema político se cristaliza- claridad políticas capaces de movilizar los
ría en dos subsistemas de difícil coexis- recursos en el sentido indicado. ¿Habrán
tencia. Para el sector «integrado» de la tenido razón los escépticos que anuncia-
población regiría la democracia unidimen- ban un continuo desmontaje de la red de
sional y un capitalismo del bienestar re- seguridad social apenas las élites capita-
formado; pero para los estratos sociales listas hubiesen perdido el miedo de que
bajos no habría sino una escenografía los más desfavorecidos se inclinasen por
democrática, cubriendo como velo bastan- una opción socialista? La nueva mercado-
te transparente el reinado efectivo de un latría y una prédica que ha contribuido
neofascismo del mercado globalizado. La- al excesivo debilitamiento del Estado no
tinoamérica está entre las regiones del ofrecen un clima muy alentador en este
mundo que se encuentran especialmente sentido. Sin embargo, hay mucha eviden-
expuestas a este poco seductor escenario, cia acumulada que permite sostener que
ya que tiene una tradición autoritaria re- la lucha contra la pobreza debería conver-
ciente, proclive a las «soluciones tecno- tirse en la columna vertebral de nuestra
cráticas no legitimadas democráticamen- vida pública y el criterio principal para la
te». El capitalismo como sistema econó- evaluación de cualquier gestión de go-
mico puede desarrollarse sin democracia bierno. Esa lucha no podrá ser conduci-
y ya existen algunos experimentos actua- da por burocracias soberbias ni tendrá
les que prefiguran ciertos rasgos del po- chance alguna con las viejas banderas de
sible neofascismo de mercado (Indonesia, la revolución proletaria. Si alguna ense-
Singapur, China, Arabia Saudita).24 ñanza se desprende de la historia con-
El otro escenario imaginable parte de temporánea, es que sólo un reformismo
la implementación exitosa de reformas paciente y tenaz, apoyado en coaliciones
capaces de atenuar las presiones poten- pluriclasistas y realizado en el marco de
cialmente antidemocráticas. Recién a tra- las libertades políticas vigentes ofrece un
vés de tales reformas la generalización camino a la esperanza.
histórica decisiva en esta coyuntura —la
«regularidad de Lipset y Rowen»— podría 23
Creo muy adecuada la fórmula de LASCH
desplegar todas sus inmensas posibilida- 1996, entre otras cosas porque mientras bue-
des. De esto se derivaría no sólo la con- na par te de los intelectuales de nuestros paí-
ses ha sido educada desde los años 20 y 30
solidación definitiva de la democracia en el temor a la orteguiana «rebelión de las
política en el nivel del Estado nacional, masas», las amenazas reales más graves con-
sino también la superación del peligro de tra la democracia surgieron en este siglo de
rebeliones y contrarrevoluciones elitistas. Y
una sociedad cada vez más dualizada y desde Thatc her y Reagan, todos los signos
un impulso sostenido hacia la democra- apuntan a un incremento de ese pelig ro en
tización de las dimensiones económica e las próximas décadas.
24
En esta manera de ver las cosas coincido parti-
internacional de la vida. No es éste — cularmente con las preocupaciones expresadas
como creen algunos— un problema pri- en SCHMITTER 1994, pp.6-69; O’DONNELL
mordialmente de recursos materiales. És- 1995 (“muerte lenta” de la democracia y “auto-
ritarismo apenas velado”, p.27) y MANSILLA
tos existen: se ha calculado que un au- 1995 (el “modelo Singapur”, p. 28).
mento del 2% del impuesto a los ingre- 25
Ver NUSCHELER 1996, pp.133 y 146.
110 Cristian Buchrucker

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RESUMEN

Los primeros trabajos importantes que in- tington, Guehenno, Schmitter, Touraine,
corporaron el tema de las tendencias macro- Hauchler y Nuscheler, entre otros). Como era
históricas al diagnóstico político y social de de esperar, la interconexión de las tendencias
una época se remontan a las décadas del 60 que esbozan los autores citados plantea diver-
y 70 (Kahn y Flechtheim). Con diversos grados gencias y polémicas. Este artículo se interesa
de sistematización teórica esta idea también por conectar el análisis comparativo y crítico
está presente en los estudios más recientes, de esos escenarios (de pretensión global) con
que tratan de definir el sentido en que se los interrogantes referidos al arraigo, expansión
mueven las presiones y oportunidades mundia- y perfeccionamiento de la democracia en Amé-
les en los años 90 (Naisbitt, Fukuyama, Hun- rica Latina.

SUMMARY

Democracy in Latin America and pressures and opportunities in the 90’s


macrohistorical trends of our time. (Naisbitt, Fukuyama, Huntington, Guehenno,
Schmitter, Touraine, Hauchler, and Nuscheler,
The first important works that included among others). As expected, the interconnection
the macrohistorical trends in the political and of tendencies outlined by these authors,
social diagnosis are dated as far as the 60’s brings about divergences and polemics. The
and 70’s (Kahn and Flechtheim). This idea is present article aims to connect the comparative
also present, with diverse degrees of and critical analysis of these scenarios
theoretical systematization, in recent studies, (intended to be of global span) with the
which try to define the direction of the world questions regarding settling, expansion, and
improvement of democracy in Latin America.
Comentarios
de Libros
Dorando J. Michelini
La razón en juego
Río Cuarto, Argentina, Ediciones del ICALA, diciembre de
1998. 186 p.
ISBN: 950-99863-3-X

Kant comienza ta por la pragmática universal de Haber-


su célebre escrito mas y la pragmática trascendental de
sobre las Ideas para Apel, en busca de una superación del
una historia univer- positivismo y de las concepciones cienti-
sal en clave cosmo- ficistas de la racionalidad, profundizan-
polita señalando que las manifestaciones do al mismo tiempo el diálogo con las
fenoménicas de la libertad, es decir las diversas posiciones que conforman el
acciones humanas, se presentan tan en- horizonte de pensamiento contemporá-
marañadas e irregulares que, al realizar neo. En este sentido afirma el autor que
un balance de las mismas en el decur- la “transformación de la filosofía signifi-
so histórico, se diría “que todo ha sido ca recuperar los aportes de la reflexión
urdido por una locura y una vanidad in- filosófica tradicional, rearticulándolos con
fantiles e incluso, con frecuencia, por los nuevos condicionamientos históricos
una maldad y un afán destructivo asi- y con las exigencias conceptuales y me-
mismo pueriles”. Efectivamente, si trae- todológicas de los nuevos estándares
mos estas afirmaciones a nuestra época, científicos” (p. 17). Tarea que implica, si-
con sólo echar un vistazo a la historia guiendo las propuestas de Apel y Haber-
del último siglo nos percatamos de que mas, cambiar el paradigma del sujeto
abundan hechos trágicos y situaciones trascendental monológico por la comu-
de injusticia irresueltas que nos llevan a nidad de argumentación como situación
descreer de las posibilidades de la hu- racional irrebasable del filosofar, explici-
mana razón. Sobran los motivos que tando y fundamentando un nuevo y
justifican una severa crítica y denuncia ampliado concepto de razón.
de sus contradicciones. El libro está organizado en seis capí-
Ante tan desesperanzada situación, tulos de amena lectura, cuyos pasajes
La razón en juego asume el desafío de más interesantes son aquéllos en que al
llevar adelante una reflexión filosófica a exponer argumentaciones contrapuestas,
fondo, apostando a favor de la razón. El el autor “deja hablar” a distintos pensa-
núcleo de esa reflexión consiste en “ad- dores –v.gr. Heidegger, Gadamer, Apel,
vertir que la razón está siempre ‘en jue- Habermas entre otros– explicitando sus
go’; y esto significa que, aun cuando se distintos puntos de vista, para luego to-
la cuestione y critique, ella está siempre mar posición.
necesariamente presupuesta como condi- Después de clarificar en el capítulo
ción de posibilidad de cualquier afirma- primero en qué consiste la transforma-
ción, duda o crítica con sentido» (p. 11). ción de la filosofía, Michelini se detiene,
Si la actividad racional permite, por una a lo largo del segundo capítulo, en el
parte, identificar los resultados catastró- análisis de los problemas que surgen del
ficos de sus propias intervenciones en la monismo metodológico y de la tesis de
historia y, por otra parte, anticipar las la unidad de la ciencia; en la considera-
maneras de transformar situaciones de ción de la hermenéutica ontológica
sometimiento y enajenación; entonces heideggeriana a la que contrapone la
vale la pena el esfuerzo por dilucidar si tesis apeliana del ‘olvido del logos’ y en
es posible una fundamentación racional la revisión del significado y alcance de la
de la filosofía. racionalidad hermenéutica de Gadamer.
Dicho esfuerzo se inscribe en la línea Las críticas radicales a la razón ins-
de transformación de la filosofía, abier- piradas ya en el pensamiento genealógi-
114 Comentarios de libros

co de Nietzsche, ya en la filosofía her- chazar la pretensión de la tradición. El


menéutica de Heidegger, se enderezan autor de Verdad y método habría abso-
contra el logocentrismo de la cultura oc- lutizado –según Habermas– la experien-
cidental, sospechando de su afán por el cia hermenéutica, corriendo el riesgo de
orden y la regla, por lo universal y abs- desembocar en el irracionalismo y en la
tracto, por lo armónico y permanente; es imposibilidad de ver que el lenguaje,
decir, del privilegio de la teoría sobre la además de ser una meta-institución so-
praxis. Si dicho privilegio involucra, por cial, es un ámbito donde se ejercen el
una parte, al logos con el saber, por poder social y la dominación. Dada la
otra parte, lo compromete con la intole- dependencia de la experiencia herme-
rancia y la dominación e incluso con el néutica y de todo sentido simbólico de
terror. En esta línea se inscribe la tesis los contextos fácticos, Habermas exige
heideggeriana del ‘olvido del ser’. una crítica de las ideologías. Considera,
Apel, por su parte, considera que además, que el consenso contrafáctico
Heidegger termina renunciando a toda requiere una autolimitación del esfuerzo
pretensión de reflexión trascendental a hermenéutico, de modo que sea posible
favor de una investigación del ser histó- manifestar el potencial crítico de la razón
rico; pues la hermenéutica cambia – –en cuanto principio de una comunica-
ilegítimamente– de paradigma al pasar ción no distorsionada– frente a la ontolo-
de un análisis cuasi-trascendental del gización del lenguaje, a las distorsiones
ser-ahí a una reflexión orientada a pen- comunicativas fácticas, a la dogmatiza-
sar la historia del ser. Así renuncia al ción del principio del legado histórico y a
logos y a su validez universal intersub- la hipostasiación de lo dado.
jetiva. Es necesario, en esta perspectiva, Al considerar los aporte y límites de
rechazar la tesis de que el logos es un la hermenéutica para la autocompren-
resultado epocal y contingente de la his- sión de la ciencia y la filosofía actuales,
toria del ser porque ello suprimiría su Apel retoma la tesis del ‘olvido del logos’
propia pretensión de validez. El ‘olvido y sostiene que la problemática de la va-
del logos’ habría favorecido una reflexión lidez del conocimiento difícilmente pueda
filosófica unilateral, restringida al análi- quedar superada por una filosofía que
sis de la dependencia del comprender deriva su legitimación de una instancia
del estado de yecto. que se coloca más allá de todo control
Otro es el caso de Gadamer, cuya in- científico. No sólo es relevante la cues-
tención filosófica es mostrar que el nexo tión de la constitución de sentido sino
histórico debe entenderse como un nexo también la cuestión de la validez del
de sentido, que permite superar el hori- logos. Para ello la comprensión herme-
zonte vivencial del individuo. Entre sus néutica debería disponer de un principio
aportes se destacan las críticas al regulativo que actúe como criterio de
objetivismo y al cientificismo modernos, cercioramiento de validez y progreso en
la elaboración de conceptos hermenéuti- el conocimiento.
cos relevantes para el saber humano en El capítulo tercero está dedicado a
general, y en particular para el conoci- explicitar “uno de los programas más
miento científico y filosófico, y la consti- ambiciosos de reflexión filosófica contem-
tución histórico-ontológica del sentido y poránea”: la pragmática trascendental de
la validez del conocimiento, de modo que Apel. Señala Michelini que el aporte de
no habría una oposición irreductible Apel radica en haber superado la proble-
entre razón y tradición. Habermas, no mática lógica de la unidad de la con-
obstante destacar la importancia de es- ciencia del objeto y de la autoconcien-
tos planteos para la investigación en el cia, al proponer la problemática lingüís-
terreno de las ciencias sociales, sostiene tico-hermenéutica de la unidad intersub-
que Gadamer desconoce la fuerza tras- jetiva de la interpretación, que apunta a
cendente de la reflexión, en virtud de la la comprensión del sentido y al consen-
cual se puede cuestionar e incluso re- so de la verdad. Es decir, que para res-
Comentarios de libros 115

ponder por las condiciones de posibili- La reflexión que caracteriza al lenguaje


dad del conocimiento “es necesario ha- propiamente humano surge precisamente
ber resuelto previamente la cuestión de en virtud de esta doble estructura. “Des-
las condiciones que hacen posible el de un punto de vista histórico-filosófico
habla humana en cuanto acción comu- –dice Michelini–, la reflexión pragmático-
nicativa y la cuestión de las condiciones trascendental sobre el lenguaje y la co-
de validez de la argumentación” (p. 65). municación busca dar una respuesta
Desde un punto de vista pragmático adecuada a las exigencias de cientifici-
trascendental la hermenéutica filosófica dad demandadas al saber filosófico. En
conserva la herencia crítica de la Ilus- este sentido la PT toma distancia tanto
tración, renunciando al presupuesto de de quienes pretenden ‘superar’ la filoso-
la superioridad del interpretandum (en el fía, pagando por ello el precio de su re-
sentido hegeliano de autopenetración ducción a la ciencia o a la lógica de la
reflexiva del Espíritu) y a la primacía del ciencia, como de quienes pretenden se-
juicio del intérprete, lo que equivale con- guir aferrándose a la ‘gran’ filosofía, ig-
siderar al intérprete como capaz de ver- norando o desconociendo las importantes
dad y crítica. Se cuestiona el enfoque modificaciones provocadas por el para-
presemiótico y el solipsismo metodológi- digma del método científico” (p. 87).
co. Este último no resiste la considera- La fundamentación última filosófica
ción de que toda referencia al mundo consiste en la búsqueda y el hallazgo de
real presupone el juego lingüístico tras- un fundamento del conocimiento inter-
cendental y que el pensamiento, la re- subjetivamente válido, que esté a salvo
flexión y la argumentación tienen lugar de toda duda, es decir que no pueda ne-
sólo en el marco de un juego lingüístico garse sin autocontradicción performativa
y en el marco de una comunidad de co- y demostrarse sin petitio principii. Apel
municación. Se trata de superar el modo considera que lo único que puede ser
de reflexionar monológicamente con pre- considerado como necesario es el hecho
tensión de validez universal. Para ello se apriórico de la argumentación. Esto quie-
recurre a una reformulación crítica de la re decir que para quien argumenta en
teoría de los juegos de lenguaje del se- serio, la situación de argumentación es
gundo Wittgenstein, de la teoría de los racionalmente irrebasable. En toda argu-
actos de habla (Austin, Searle) y la mentación están presupuestas la comuni-
reinterpretación de la indefinite comunity dad real de comunicación –aquella a la
of investigators de Peirce. La superación que pertenecemos y en la que nos socia-
del solipsismo se alcanza cuando se ad- lizamos– y la comunidad ideal de comu-
vierte reflexivamente que el pensamiento nicación –contrafácticamente anticipada
y el discurso filosóficos están anclados como condición de la posibilidad y vali-
en reglas y normas trascendentales del dez del pensamiento y la acción. Entre
juego lingüístico de la argumentación y ambas existe una contradicción dialécti-
el reconocimiento del carácter dialógico- ca cuya resolución debe ser comprendi-
intersubjetivo de la razón. da como un postulado moral de “realiza-
Por su lado Habermas construye la ción histórica de la comunidad de comu-
pragmática universal como una teoría de nicación ideal en la real”, es decir, como
la sociedad, que lleva adelante una tarea exigencia de eliminar las asimetrías de
a la vez crítica y emancipatoria articula- la comunicación interpersonal.
da a partir de la racionalidad comunica- El capítulo quinto está dedicado al
tiva. examen de las objeciones, críticas y
En cuanto a la fundamentación últi- propuestas de complementación en rela-
ma filosófica –tema del cuarto capítulo– ción con la posibilidad y necesidad de
Apel reconoce, al igual que Habermas, una fundamentación última filosófica.
que la fuerza normativa del lenguaje Críticas como las de Hans Albert y
radica en su función descriptiva tanto Hemann Lübbe se recuestan sobre la
como en su función expresivo-apelativa. consideración weberiana acerca de que
116 Comentarios de libros

la ciencia sólo puede ser asegurada si se chelini–, cabe destacar que mientras el
eliminan de su ámbito los juicios de va- primero acentúa explícitamente el carác-
lor, puesto que estos pertenecen al ám- ter trascendental de las pretensiones de
bito privado de las creencias. De este validez, el segundo se inclina progresiva-
modo la razón práctica queda reducida a mente por una reflexión orientada a la
mera instrumentalidad, lo cual resulta historia. Por esta razón Apel critica du-
particularmente peligroso cuando se tra- ramente a Habermas, llegando a afirmar
ta del discurso político, ya que éste que- que abandona la teoría crítica y se
da vaciado de todo contenido moral para autoexcluye de la ética del discurso.
la evaluación de sus metas. Otras críticas son analizadas deteni-
Son consideradas, también las obje- damente por el autor, las cuales proce-
ciones procedentes del historicismo, del den de diferentes ámbitos teóricos don-
contextualismo y de diversos enfoques de resultan relevantes los nombres de
posmodernos. Sin embargo sus elabora- Rorty, Vattimo, Derrida, Foucault, Lyotard.
ciones resultan insuficientes: en el caso En un balance final de las mismas se
del historicismo, porque al radicalizar tiene en cuenta, por una lado, que tanto
unilateralmente la historicidad caería en el análisis de la pre-estructura del com-
un relativismo que afecta las pretensio- prender, como la crítica del logos de la
nes de validez intersubjetiva y universal modernidad y la objeción de logocentris-
del propio juego de lenguaje; en el caso mo, constituyen puntos de vista relevan-
del contextualismo y de diversas formas tes para un replanteo de los alcances y
de posmodernismo la validez queda límites de la razón. Asimismo las inter-
circunscripta a determinado juego de pretaciones que acentúan la historicidad
lenguaje o a las prácticas de una comu- absoluta de la razón o la consideran
nidad histórica con lo cual la validez de indisolublemente articulada con la ideo-
las normas se confunde y/o queda equi- logía, el poder y la dominación, como las
parada con la cuestión de su génesis. que enfatizan las contradictorias y no
La fundamentación última es necesa- pocas veces trágicas intervenciones de la
ria –sostiene Michelini haciéndose eco razón en la historia, merecen ser cuida-
del planteo apeliano– porque para la re- dosamente examinadas. Pero por otro
solución de conflictos actuales no basta lado se reconoce que la tarea filosófica
el punto de vista técnico ni el mero actual no puede consistir en un abando-
acuerdo estratégico. Sólo si se dispone no de la razón o en un giro hacia el
de un criterio válido que apunta a la irracionalismo, sino en un esfuerzo re-
consideración de los intereses de todos flexivo por hallar una teoría de la racio-
los afectados posibles, es dable utilizar nalidad más amplia y diferenciada capaz
el calificativo ético. No obstante recono- de afrontar los problemas humanos sin
ce que “los consensos que se alcancen renunciar a sí misma ni desfallecer ante
en la realidad serán, por cierto, siempre las nuevas exigencias del dramático pa-
parciales y no significarán nunca el es- norama que ofrecen sus trágicas concre-
tablecimiento o la restauración de una ciones. Las pretensiones de validez pro-
armonía total en las relaciones sociales; pias de los diversos juegos lingüísticos,
el telos de la búsqueda de consenso la pluralidad de los estilos de vida, la
puede significar el lugar de realización heterogeneidad cultural y el contextualis-
de encuentros y coincidencias pero, tam- mo histórico son elementos que deben
bién, simplemente, el respeto de disen- ser tenidos en cuenta por una reflexión
sos o el soporte de situaciones conflicti- filosófica atenta a la historicidad del ser.
vas dentro del marco de determinados Así –ejemplifica Michelini llevando su
límites éticos”(p. 100). esfuerzo de dilucidación teórica al terre-
De las muchas diferencias que exis- no de la propia experiencia histórica– los
ten entre la pragmática trascendental de argentinos podemos preguntarnos ¿cuál
Apel y la pragmática universal de Ha- es el porvenir de la razón después de
bermas –y que son tematizadas por Mi- experiencias tales como la guerrilla, el
Comentarios de libros 117

terrorismo de Estado, la exclusión social comunicativo y la solución dialógica


o la conmoción moral provocada por constituyen temas de la agenda filosófi-
una profunda corrupción de los actores ca de nuestros días, a la par de otros
e instituciones sociales? ¿qué significa tales como la articulación entre logos y
ser racional en medio de estructuras de lenguaje, entre razón y poder, entre ra-
exclusión social, de violencia y de mise- cionalidad e historia.
ria? ¿es posible tomar el camino de la “El logos humano, qua praxis argu-
búsqueda de consenso sobre normas mentativa –concluye Michelini–, está
que puedan ser reconocidas por todos efectivamente ya siempre ‘en juego’ en la
como legítimas, o al menos, mantener reflexión filosófica como instancia de
un diálogo racional entre tantos proble- fundamentación y de crítica, y como po-
mas, tantas divisiones y tanto conflicto? sibilidad de la validez extracontextual de
Y si el camino de la racionalidad está toda opinión, afirmación o duda con
agotado, ¿qué recurso, qué instancia, sentido sobre hechos y normas en el
qué opción nos queda para legitimar marco de una comunidad de comunica-
una convivencia no sólo pacífica y soli- ción signada por el lenguaje y la inter-
daria sino también justa? (p. 141-142) subjetividad” (p. 156).
La transformación de la filosofía se La razón en juego finaliza con un
orienta, entonces, según Michelini en el diálogo entre el autor y Karl-Otto Apel
sentido de una superación asuntiva de en el que, bajo el título Sobre Discurso y
la tradición científica e histórico-filosófi- Responsabilidad, se abordan problemas
ca, mediante una reflexión que no re- de la aplicación de una Ética del Dis-
nuncie ni a la contextualidad e histori- curso. A través del diálogo se desbrozan
cidad ni a la estrictez conceptual y el y reafirman, por un lado, puntos de vis-
rigor metodológico; pero que tampoco se ta teóricos en la línea de la PT. Por otro
confunda unilateralmente con uno de lado Michelini lleva el diálogo al terreno
ellos. Tal empresa pone al descubierto actual de la ética política, tomando pro-
que la razón está inevitablemente siem- blemáticas contextualizadas particular-
pre ‘en juego’ y que toda crítica a la mente en las sociedades del Tercer Mun-
razón sólo puede llevarse a cabo a tra- do. Surgen preguntas acerca de: cómo
vés de una crítica de la razón, es decir mediar las instancias normativas con
a través de una autocrítica. una realidad social en la que no están
En este sentido, los aportes de la PT realizadas las condiciones de posibilidad
para una teoría ampliada de la raciona- para una organización solidaria de la
lidad, que se recuperan en el último responsabilidad; cómo resolver los pro-
capítulo del libro, son: –el haber desta- blemas de la erradicación del hambre y
cado la relevancia del logos en general, la miseria y principalmente los de la de-
mostrando su lugar insustituible en el pendencia y la violencia estructural; en
discurso filosófico; –el haber elaborado estas situaciones, cómo conectar lo es-
con precisión el concepto de racionalidad tratégico con lo ético, cómo fundamentar
procedimental, que se pone de manifies- y legitimar el poder, cómo profundizar
to en determinadas pretensiones de va- los procesos de concientización y respe-
lidez y características propias de un pro- to mutuo propios de una democracia
ceso más que de una capacidad; –la como auténtica forma de vida.
necesidad de alcanzar una amplia y pre- Estas preguntas que Michelini va
cisa autodiferenciación interna de la ra- formulando(se) a lo largo del diálogo di-
zón; –el constituirse en un punto de vis- bujan, según creemos, el territorio de
ta racionalmente defendible para una nuevas indagaciones que es necesario y
crítica de la sociedad que conduzca a un urgente afrontar. Para lo cual es conve-
mayor grado de libertad, justicia y soli- niente estar provistos de la brújula que
daridad; –el abrir posibilidades en el muestra la dirección y el mapa donde se
ámbito de la percepción y tratamiento pueden ver todos los caminos posibles.
de conflictos, al punto que el abordaje
Adriana Arpini.
Raymond Williams
La política del modernismo.
Contra los nuevos conformistas
Compilación e introducción de PINKNEY.
Tony, Buenos Aires, Manantial, 1997, 254 p.

T. Pinkney rela- literatura, mediante la restricción de


taba que R. Williams este movimiento a la utilización de cier-
en una conferencia tos recursos literarios, o aún más, poé-
dada en 1986 so- ticos. Si así fuese dicha crítica dejaría
bre “El estado de la de lado una cantidad de expresiones
crítica” señalaba la necesidad de realizar modernistas que no se reconocen en
una verdadera “discriminación de los función de dichos recursos. La estrategia
modernismos”. La pertinencia de esta inversa sería ampliar el límite de tales
tarea es evidente. La utilización, en mu- expresiones indefinidamente hacia la
chos casos confusa, del término, por pérdida de especificidad del fenómeno.
parte de quienes desplegaron el ya re- Aún así cuando se pretende evitar aque-
manido debate modernidad-posmoderni- lla pérdida señalando diversos procedi-
dad, ha hecho menester una considera- mientos y con esto diversos modos de
ción concienzuda del modernismo, más comprender la relación de los mismos
allá de la asepsia de las definiciones del con el lenguaje modernista, se pretende
citado movimiento promovidas por los adscribir una especificidad común más
estudios de crítica formal, como de las allá de tales diferencias, pero que sin
tematizaciones que del mismo realizan embargo, de tan vasto despliegue, tarde
discursos devenidos en disciplinas limí- o temprano, podrían ser rastreadas mu-
trofes, en algunos casos, de dudosa efi- cho más atrás del modernismo.
cacia1. En la línea de la señalada discri- Otro camino, entonces, sería recono-
minación trabajaba el crítico británico cer una serie de determinantes externas
cuando lo sorprendió la muerte en 1987. a la literatura como podrían ser, en el
Durante este tiempo había escrito dos caso del modernismo, las revueltas de
artículos, los que formarían parte de un 1848 en París, tesis sostenida principal-
libro que planeaba publicar, y del cual mente por György Lukacs y Jean-Paul
poseemos un índice provisorio que el Sartre. Estas tesis, sin embargo, juzgan
propio Williams redactara. De allí partió a priori un determinado procedimiento
Pinkney para organizar los artículos del quitándole todo valor experimental o
crítico que formarían parte del libro que emancipatorio, si lo hubiera, en función
se editara en Londres con el posible de la resolución de aquel extremo abso-
nombre previsto por Williams The Politics luto que determinó oportunamente su
of Modernism, cuya traducción ahora surgimiento. Se trata de una concepción
reseñamos.
Es muy reconocido el valor de la 1
Un ejemplo del modo como la representación del
obra crítica de Williams respecto del in- modernismo se disuelve en estos discursos es la
tento de historizar el modernismo. De lectura que algunos de los teóricos poscoloniales
hecho es ésta la explícita pretensión del hacen del mismo, aunque refiriéndolo al moder-
nismo hispanoamericano. Afirmaciones de este
análisis del crítico galés en los textos tenor: “la sensibilidad modernista preparó el cami-
que conforman este libro de póstuma no de los regímenes nacionalistas y populistas que
aparición. La clave de esta percepción se surgirían en América Latina desde los años trein-
encuentra en el intento de superar la ta del siglo XX” (Crítica de la razón latinoameri-
cana, p. 142), dan cuenta de la relevancia que la
insuficiencia manifiesta, para Williams, discriminación señalada por Williams posee, in-
que supone circunscribir el modernismo cluso para el análisis de las producciones moder-
al campo de la lógica autónoma de la nistas latinoamericanas.
Comentarios de libros 119

a todas luces determinista del arte. Por el estructuralismo y posestructuralismo,


su parte versiones más matizadas como cuyo supuesto será definido por el críti-
la de Roland Barthes dan cuenta de una co como “contemporaneidad eterna” (p.
mayor complejidad en la resolución in- 206). La historia de la teoría de la cul-
terna de la crisis que determina aquel tura irá construyéndose al ritmo del vai-
exterior y periodiza el interior con las vén entre un incipiente florecimiento de
claves de aquella resolución. Con lo cual versiones alternativas a la ortodoxia del
el criterio es simplemente interno sólo análisis marxista como es el caso de
que eventualmente es sacudido por su Lukacs, Gramsci, Goldman, Brecht o
exterior. Benjamin para luego recaer en un
A juicio de Williams el análisis no abrupto recrudecimiento del primer for-
debe perder de vista el carácter proble- malismo cuyo fetiche era ahora la cate-
mático de las relaciones entre arte y goría de texto, pretendiendo que en ella
sociedad. Problematicidad que se mani- se hacía justicia a la especificidad for-
fiesta históricamente al punto de supo- mal de la escritura cuando se negaba la
ner que la especificidad de las relaciones posible inherencia de algún factor exter-
interior-exterior también es modificable. no a la misma. Lejos estaba de la afir-
Por tanto los aportes de una teoría cul- mación de Bajtin por la cual la relación
tural fructífera en este caso no se en- entre la disposición específica y la forma
cuentra en determinar una zona inter- específica supone la intención y el con-
media entre los polos en cuestión sino tenido de afirmarse como práctica en el
en comprender la dinámica histórica de espacio señalado por aquella relación.
sus relaciones en medio de las cuales se De modo que ella misma debiera ser es-
suscribe una señalada especificidad, pecificable. De allí que Williams insista
pero ahora, traspasada por la historia. en mostrar la operación deshistorizadora
No basta pues identificar relaciones presente en estas semióticas transhistó-
significativas entre las artes y la estruc- ricas del texto “lo que se excluía de esta
tura social cuando dichas relaciones obra reducida al rango de texto o de
aparecen deshistorizadas. En este caso texto como dispositivo crítico era la
terminamos subsumiendo las dinámicas agencia social e históricamente identifi-
de cambio interno a la naturaleza de las cable de su elaboración: una agencia
señaladas relaciones. Williams sostiene que tiene que incluir tanto el contenido
que en este contexto se insertan los pri- como la intención, en grados relativos de
meros intentos serios de historizar el determinación, aunque sólo es plena-
análisis cultural al par de dar cuenta de mente accesible en su agencia en sus
las prácticas específicas de la creación especificidades internas (textuales) y so-
literaria. Se trata de lo que el crítico ciales e históricas (formales en el senti-
galés llaman “ruta de Vitebsk”(p. 204) do acabado)” (p. 212).
señalando así la obra del círculo Bajtin, El camino señalado por Williams
constituida en medio del formalismo y la en el intento de saldar la insuficiencia
teoría del reflejo supuesta en el modelo explicitada será “la identificación de la
base-superestructura. Respecto de esta matriz de cualquier formación” (p. 212).
última el intento de Bajtin fue identificar En tales formaciones sociales y estructu-
las brechas que en aquella relación se rales se inserta la obra, cuya función es,
manifestaban en las prácticas específicas por tanto, formalmente identificable,
del campo literario dando cuenta así de pero ahora sin desconocer la inherente
la condición social e histórica de tales historicidad de dicha función. Empren-
prácticas. der una lectura crítica en este sentido
Es significativo en este sentido el he- supone, a juicio de Williams, el releva-
cho por el cual Bajtin señala al forma- miento de aquellas obras cuyo vínculo
lismo como la consecuencia teórica del con determinada formación fuese eviden-
futurismo, en clara alusión a su opera- te y que sin embargo hubiesen sido si-
ción deshistorizante, proyectada luego en lenciadas por algún tipo de fetichización
120 Comentarios de libros

textual reflejando así “lagunas claves burgués de los juicios académicos y la


dentro de una historia social real” (p. popularidad. Estos elementos configuran
213). El lenguaje, sin embargo, no deja aquella ideología abrevando en una par-
de ser la clave de acceso de una teoría ticular comprensión del lenguaje y
cultural que abreva en la distinción y consiguientemente de la escritura. Re-
esclarecimiento de tales relaciones entre sulta singularmente descriptivo al res-
formas y formaciones. Según Williams pecto citar algunos de los pasajes del
de lo que se trata, en última instancia, prefacio de la obra La señorita Julia del
es del “firme descubrimiento de forma- dramaturgo August Strindberg que opor-
ciones genuinas que son simultánea- tunamente han sido recuperados por
mente formas artísticas y ubicaciones Williams: “en cuanto al diálogo: más
sociales” (p. 215), las cuales señalan bien he roto con la tradición de no ha-
una posibilidad por parte del análisis de cer de mis personajes unos catequistas
incorporar en él aquellos mecanismos de que se sientan a hacer preguntas necias
identificación, presentación, intenciones, para suscitar una respuesta aguda. Evi-
en fin, relaciones socio-históricas, por té la constitución matemáticamente si-
dicha formación abierta, tanto en direc- métrica del diálogo francés y dejé que
ción de las obras como de la respuesta las mentes funcionaran de manera irre-
que socialmente aquella suscita. gular como sucede en la vida real” (p.
Así emprende pues el teórico británi- 88). Paradójicamente estas declaraciones
co sus estudios sobre el modernismo son parte de un virtual manifiesto natu-
centrándose en un corpus exclusivamen- ralista por parte del dramaturgo. Para-
te europeo y sobre todo inglés. Sus pri- dójico por cuanto en la línea de tales
meras afirmaciones pretenden constituir afirmaciones, pero ahora deshistorizán-
una respuesta al interrogante: ¿cuáles dolas, muchas veces aquellas lecturas
han sido los mecanismos de tradición esteticistas de fetichización del texto ma-
selectiva que han operado en la fijación nifestaron la incompatibilidad del realis-
del significado del modernismo? Dicha mo y el naturalismo respecto de estas
significación es evidentemente la expre- experiencias de renovación de la escritu-
sión de un tipo de uso de los términos ra y en ese caso del propio modernismo,
moderno y modernismo que pretende determinando así un selecto canon mo-
adscribirse la especificidad de las obras dernista cuyos criterios son, a todas lu-
comprendidas entre 1890 y 1940. Sin ces, insuficientes. Aquí el específico apor-
embargo resulta evidente la limitación de te de Strindberg radica en mostrar que
tal selección cuando se historiza la per- tales experiencias en el interior de la es-
cepción de estas obras por cuanto serían critura modernista no necesariamente
los grandes novelistas, desde 1840 en han de terminar en la pérdida del ca-
adelante, los que habrían provisto de rácter representativo del lenguaje. Todo
instrumentos discursivos adecuados para lo contrario, en el comienzo de éstas se
comprender la dimensión social de la encuentra el intento de representar pro-
gran ciudad industrial, escenario inelu- cesos sociales reales como bien ha visto
dible, de las obras modernistas. Dirá el Williams también en Ibsen. Resulta ma-
galés: “sin Dickens, no hay Joyce” (p. nifiesto entonces el profundo hiatus en-
59). Para Williams, en cambio, la ideolo- tre la práctica modernista real y sus
gía del modernismo ha privilegiado aque- posteriores selecciones ideológicas sus-
lla obra que pone en cuestión el ideal de tentadas en los excesos teóricos de la
representatividad pura del lenguaje acer- crítica contemporánea.
cándolo a las tesis del psicoanálisis na- Ya ocupándose de la vanguardia
ciente. Así es como habrá que problema- Williams sostiene, al referirse a las pro-
tizar la noción de autor propiciando un ducciones artísticas comprendidas entre
“texto autorreflexivo” que reacciona, de 1910 y fines de los treinta, que su ma-
la mano de su pasión por la autonomía, yor vínculo no fue una cuestión estricta-
contra las formas establecidas, el lastre mente de escritura sino de formaciones
Comentarios de libros 121

que impugnaron las instituciones exis- ta de concebir al lenguaje: en un caso


tentes, tanto artísticas como sociales. De como elemento fundamental de todo pro-
todos modos podemos señalar ciertas ceso social de cambio; y en otro como
tendencias que asocian la renovación óbice insalvable al surgimiento de una
vanguardista del lenguaje a la indepen- conciencia pura y verdadera. La historia
dencia de éste respecto del bagaje filosó- también encuentra aquí un significado
fico y religioso presente en las estructu- bipolar por cuanto el primer modo de
ras míticas de la poesía simbolista. No comprender el lenguaje se hace cargo de
se dejaba la búsqueda de un “lenguaje las formaciones sociales específicas en el
literario” pero ahora dicha búsqueda se cual se expresa, mientras que el segun-
realizaba en la dimensión fonética de la do, como vago escenario de la absoluta
palabra cuya impronta suponía la pérdi- individualidad del acto inspirado de la
da gradual de referencialidad del lengua- creación artística.
je incluso hasta la postulación de su Hemos dado aquí nuevamente con el
prescindencia. Detrás de estas tesis se que es nuestro hilo conductor, vale de-
encuentra (desde el simbolismo, pasando cir, la particular percepción modernista
por el formalismo y el futurismo, al su- de lo moderno como tiempo histórico,
rrealismo) el principio idealista de la así como también (en este juego que
conciencia pura como iluminación (re- superpone las fuentes y sus análisis,
cordemos la pretendidamente natural in- porque en ambas lo que se juega es el
suficiencia del lenguaje común por lo lenguaje como instrumento de comunica-
tanto también al decir de Williams: “la ción) lo es la necesidad de historizar las
obvia y ominosa cuestión de la comuni- categorías de análisis del modernismo.
cación” (p. 99)), expresada, sin embargo, Aun cuando Williams haya señalado
como “lenguaje literario”. el insoslayable vínculo entre los nombres
Este discurso impregnó el carácter “convencionalmente modernistas” y sus
formalista de la obra literaria, en cuyo predecesores, es incuestionable la exis-
contexto la idea de lo moderno encarna- tencia de rupturas al final del siglo XIX
ba al menos dos sentidos: por un lado la que desde el arte se expresan como rup-
determinación de un tiempo histórico in- turas a la vez formales y políticas que,
cluido en el cual se inserta un carácter sin embargo, y a su juicio, debemos en-
de contingencia que supone una idea de tender en el escenario de los cambios
futuro apropiada legítimamente por la producidos en el campo de los medios
vanguardia; por otro lado, se trataba de de producción cultural operados alrede-
una apropiación disciplinaria del momen- dor del desarrollo de las grandes metró-
to en cuyo interior su estatuto de obra polis, como respuesta conciente a los
dependía, en última instancia, de la con- nuevos objetos de culto, así posicionados
cordancia presente de la conciencia y la de la mano del desarrollo económico de
práctica respecto del imperativo “selectivo” la burguesía.
instaurado por aquella disciplina, deter- Esto explicaría por cierto el ropaje
minando al fin el “ahora” de la obra. Esta cosmopolita y antiburgués del moder-
última percepción suponía la proyección nismo donde la radical ajenidad respec-
de los supuestos en juego como condición to de los tópicos señalados como bur-
universal de la vida, reconocible sólo a gueses habría contribuido a la constitu-
través de la obra que responde a las ción de un espacio propicio para el de-
amenazas modernas contra aquella condi- sarrollo de la “tesis del status no natu-
ción. Se trata, ni más ni menos, de la ral del lenguaje”. Pero además de
gestación de un sustento reaccionario ajenidad debemos reconocer la conflicti-
para un discurso que constituye, al decir va heterogeneidad de la expresión polí-
de Williams: “no una vanguardia, sino tica de los modernistas. Así, sus culto-
una retaguardia” (p. 103). res oscilarán desde identificaciones con
El mismo doble filo que acabamos de doctrinas revolucionarias a versiones
señalar se expresa en el modo modernis- aristocráticas del arte cercanas al
122 Comentarios de libros

facismo. De todos modos tales contra- el modernismo el punto terminal, todo


dicciones pretenderán ser subsumidas lo ulterior se considera al margen de la
por su virtual canonización académica evolución. Está después clavado en su
vaciando al modernismo de sentido po- sitio” (p. 53). En la aludida selección, la
lítico al par de deshistorizarlo a él e apropiación de lo poco de histórico que
impugnando aquellas producciones que a la producción modernista le cupo fue
ocupaban un lugar problemático en la entonces el flagrante lastre de su carac-
lógica esteticista de la propia canoniza- terización (a nadie le escapa que el tér-
ción. En este sentido afirma Williams: mino “modernismo” posee una referen-
“el modernismo queda confinado a esta cia histórica inmediata) cuya encubrido-
campo altamente selectivo y negado a ra percepción de lo histórico incluye la
todo lo demás en un acto de pura ideo- renuncia a su inherente dinamismo en
logía, cuya primera ironía inconciente ambas dimensiones: de su pasado y su
es que, para en seco la historia. Al ser futuro.
Marcos Olalla.

¿Posmodernidad o modernidad?
A propósito del número de ESCRITOS*
consagrado al tema

“Julieta.- ¿Quieres partir ya... Aún no ha despuntado el día...


Era el ruiseñor, y no la alondra, lo que hirió el fondo temeroso de
tu oído... Todas las noches trina en aquel granado. ¡Créeme, amor
mío, era el ruiseñor!(..........) Aquella claridad lejana no es la luz del
día, lo sé, lo sé yo... Es algún meteoro que exhala el sol, para que
te sirva de porta antorcha y te alumbre esta noche en tu camino a Mantua... ¡Qué-
date, por tanto, aún!... No tienes necesidad de marcharte
Romeo.-(.....) ¡Si así lo quieres estoy contento! Diré que aquél esplendor grisá-
ceo no es el semblante de la aurora, sino el pálido reflejo de la frente de Cintia, y que
no son tampoco de la alondra esas notas vibrantes que rasgan la bóveda celeste tan
alto por encima de nuestras cabezas. ¡Mi deseo de quedarme vence a mi voluntad de
partir!... ¡Ven, muerte, y sé bienvenida! Julieta así lo quiere. Pero, ¿qué te pasa, alma
mía? ¡Charlemos: aún no es de día!”
Shakespeare: Romeo y Julieta,
Acto III, Escena V.

La revista ESCRITOS, órgano del 1-


ESCRITOS. Revista del Centro de Ciencias del
Centro de Investigaciones de Ciencias Lenguaje. Universidad Autónoma de Puebla.
del Lenguaje de la Universidad Autóno- Números 13-14, enero-diciembre de 1996. Nú-
mero doble dedicado a “La posmodernidad des-
ma de Puebla, publica en su número
de la periferia”. Editor invitado: Emil Volek.
doble 13-14 una colección de artículos Puebla 1998, 347 páginas.
editados por Emil Volek bajo el título: La
posmodernidad desde la periferia. Améri- 2-
Emil Volek: “Introducción. ¿Quién teme a la
ca latina responde1. Los artículos están modernidad?, pp. 7-19.
Comentarios de libros 123

precedidos de una introducción2 en la abrirse paso un pensamiento situado en


que el propio Emil Volek, profesor de la América Latina, implantado aquí pero
Universidad del Estado de Arizona, plan- abierto al mundo, a un lector, desde
tea una serie de preguntas que enmar- luego, que no se deje llevar por el pre-
can los trabajos que le siguen. Estiman- juicio de que para pensar genuinamen-
do que era importante que América La- te debemos renunciar a todas las tradi-
tina aportara su contribución a un de- ciones que han confluido en nuestra
bate del que se había mantenido aparta- América y encerrarnos en nosotros mis-
da aunque se tratara de un debate in- mos. Esto no es ya posible. Ni deseable.
ternacional que concernía a todo el Nadie elabora una cultura sin el contac-
mundo, el profesor Volek tuvo la idea de to con otras culturas, sin recibir una
invitar a intelectuales y escritores del materia a elaborar.
continente a escribir sobre el tema dán- En lo que sigue, quisiera destacar al-
dose luego a la tarea de reunir sus tra- gunos de los trabajos publicados en este
bajos. Sin su paciente labor y sin el número de la revista ESCRITOS y refe-
apoyo prestado por el Centro de Cien- rirles mis reacciones de lector ante algu-
cias del Lenguaje de la Universidad Au- nas de las tesis expuestas en ellos. Es-
tónoma de Puebla, esta reflexión latinoa- pero así despertar en los lectores su cu-
mericana no hubiera visto la luz. riosidad por la lectura de este número.
Ya la iniciativa tomada por un profe- En la Introducción el prof. Volek dice
sor de una universidad del Estado de que con “posmodernidad” alude a una
Arizona —esto es, desde fuera de la “pe- gran crisis de la humanidad preparada
riferia”— de invitar a intelectuales y es- por una serie de hechos tales como, por
critores latinoamericanos a reflexionar ejemplo, las guerras mundiales de este
sobre el tema de la posmodernidad, de siglo. Él piensa en la crisis provocada
recoger sus trabajos y de publicarlos, por la reciente globalización impulsada
me parece una iniciativa interesante y por la tecnología, por el capital interna-
generosa. Es cierto que la respuesta cional, por la redistribución del trabajo
dada por investigadores y escritores de posindustrial; pero también en la con-
tan diversos países de América Latina a junción de la “crisis del eurocentrismo”
esa invitación es también, por la rica va- y la descolonización, con su concomitan-
riedad de enfoques y aspectos tratados, te crisis de valores y de misión en las
con todo lo que esto puede significar de antiguas metrópolis hegemónicas; pos-
interés para un posible lector, una res- modernidad que en América Latina se
puesta generosa que no debe haber de- expresa en el “primer movimiento cultu-
fraudado al editor. De hecho, aunque los ral originado en América”, pero que —
autores se atienen en líneas generales a según otra opinión— no sería sino un
la problemática planteada, a veces la movimiento que en realidad tiene su
rebasan, llegando incluso a cuestionar cabeza en intelectuales franceses como
—como lo hace Herra de Costa Rica— el Foucault, Lyotard, Baudrillard, Derrida y
cuestionamiento mismo cuando éste se el Barthes posestructuralista3.
dirige desde el centro a la periferia. Los diferentes trabajos presentados
¡Cómo que no se piensa en América siguen agregando colores a la pintura
Latina! Trabajos como estos no sólo que la Introducción hace de la posmo-
muestran a las claras qué ligera es la dernidad. Se insistirá, por ejemplo, en el
opinión según la cual el pensamiento la- extraordinario auge de los medios de
tinoamericano no es más que una copia comunicación y se pondrá mucho énfa-
del pensamiento europeo, opinión injusta sis en la pérdida de identidad que éste
que suele estigmatizar por igual todo provoca en los sujetos; pero pocos traba-
ensayo de reflexión intelectual en nues- jos se plantearán y responderán a la
cuestión previa de si algo así como la
tro continente, sino que también podrían
posmodernidad existe, y antes que nada,
sugerir al lector desprejuiciado que en
nuestras tierras brega con vigor por 3-
Idem, p.10.
124 Comentarios de libros

acerca de qué es eso de la posmoderni- ción y de emancipación no son más que


dad. Sin embargo son éstas las cuestio- un relato en el sentido de fábula, tal
nes que primero se plantean frente a como lo sostendría Lyotard, y sugiere
este tema y no es por casualidad que que también la posmodernidad de
Emil Volek las plantee en su Introduc- Lyotard es en el mismo sentido un rela-
ción: la posmodernidad, ¿será una crisis to, o incluso menos, un pequeño relato
pasajera o una crisis terminal?, ¿será la (“un relatito”), una fábula, pues a su
modernidad fracasada o una modernidad juicio no es más que otra ideología,
inconclusa?, ¿la putativa posmodernidad aunque sin la grandeza de los relatos
es moderna o posmoderna?, ¿es conti- heroicos de las emancipaciones sociales
nuidad con lo moderno, más de lo mis- y, en el fondo, nada más que expresión
mo, o ruptura?, y si es ruptura, ¿en de grupos de poder. Se pregunta enton-
qué consiste la posmodernidad?, ¿será ces: ¿qué nos quieren decir?, ¿que se
otra ola de ciega globalización homoge- acabaron las utopías comunitarias, que
neizadora o una recolocación de las lo- se llegó al fin de las ideologías?, ¿que se
calidades?, ¿o no será acaso un recien- llegó al fin de la historia? ¿pero de qué
te artículo de importación intelectual ideologías? De las ideologías de la eman-
europea en América, en la del norte y cipación y la libertad. ¿El fin de qué
en la nuestra?, en todo caso, ¿en qué historia? De la historia socialista. ¿Qué
nos concierne a nosotros latinoamerica- nos están diciendo en suma? Dejemos
nos esta posmodernidad? Todas estas las cosas como están, así están bien, te-
preguntas, creo, son especificaciones de nemos el poder, tenemos nuestro auto y
dos cuestiones más generales: ¿qué es la nuestra televisión, entramos en el Inter-
posmodernidad? Y si algo así como lo net, ya nos peleamos bastante los unos
que imaginamos que ella es, existe de a los otros para conseguir un lugar en
alguna manera en el mundo y, particu- la fiesta del milenio. ¿Pero... y los po-
larmente, en América Latina. Refirámo- bres del mundo? En estos tiempos de
nos a los trabajos que ofrecen respues- neoliberalismo excluyente de millones y
ta a estas cuestiones. millones de hombres, los poderosos no
Es Jorge Larraín quien sugiere que aceptan decir lo que piensan, pero en
sería una falacia concluir, del hecho de todo caso obran como si pensaran que
que se hable de un supuesto fenómeno, ”los pobres son una calamidad que ha-
la existencia de ese fenómeno. El mismo brá que soportar hasta que se extingan
autor advierte que no habría que con- lentamente... el mundo estaría mejor... si
fundir el “posmodernismo” como movi- los pobres desaparecieran bruscamente”.
miento cultural en la arquitectura y en En estas condiciones, ¿qué otra función
el arte, con “posmodernidad”4. En el pri- podría tener el escritor latinoamericano
mer caso se trataría de una moda cul- en estos tiempos sino el de imaginar
tural, expandida en cierto círculos, en el nuevas utopías? “Un escritor —dice Abe-
segundo se estaría hablando de una lardo Castillo— no es un señor que pu-
época histórica. Y si se habla de época blica libros y firma contratos y aparece
histórica, es porque todavía hay historia, en la televisión. Es un hombre que es-
cosa que el posmodernismo no acepta- tablece su lugar en la utopía”.
ría, pues para la sensibilidad posmoder- El costarricense Rafael Angel Herra,
nista se habría llegado al fin de la his- autor del artículo “Crítica de la filosofía
toria. Abelardo Castillo, el novelista ar- global, quinientos años después” 6, me
gentino que escribe el artículo sobre “El parece más radical todavía que Abelardo
escritor latinoamericano en la posmoder-
nidad” 5 , se rebela contra la idea que
sostienen intelectuales europeos y norte-
4-
Jorge Larraín: “Posmodernidad e identidad lati-
noamericana”, pp. 45-46.
americanos, de que hemos llegado al fin 5-
Abelardo Castillo: “El escritor latinoamericano
de la historia, que vivimos el fin de las en la posmodernidad”, pp.125-138.
ideologías y el fin de las utopías, contra 6-
Rafael Herra: “Crítica de la filosofía global, qui-
la idea de que las ideologías de libera- nientos años después”, pp. 289-299.
Comentarios de libros 125

Castillo, pues pone en cuestión la posi- filosofía sino estar en permanente vigilia
bilidad misma de plantear preguntas fi- crítica? Por otra parte, aunque su plan-
losóficas desde fuera de la periferia y teo sea crítico, no basta con eso para
creo que de esta manera pone también que esté justificado. Herra ha construi-
en cuestión la iniciativa de Volek, quien do la idea de una filosofía global gracias
desde fuera de América Latina plantea a muchas abstracciones y olvidos, en
preguntas a latinoamericanos. Herra es- suma, gracias a una simplificación. Es
tima que la filosofía occidental ha sido por lo menos difícil de aceptar que en fi-
desde siempre una filosofía globalizante losofía “racional” y “dominación” unidos
y centrípeta construida por Occidente (como el adjetivo al sustantivo) sea,
—al igual que la ciencia moderna, las como él dice, una tautología. En su ar-
técnicas, las religiones y hasta el rock— tículo, sin el menor atisbo de argumen-
con un fin pragmático: dominar. Por tación, sin ninguna indicación acerca de
cierto, bajo tales presupuestos hasta qué domina, qué es lo dominado, ni qué
una pregunta hecha por un filósofo des- debe entenderse por dominación el autor
de Europa a uno de América Latina sostiene que desde el principio (es decir,
debe volverse sospechosa, pero qué digo, que todo el pensamiento occidental des-
no sólo sospechosa sino hasta imposible, de Parménides a Aristóteles, desde Aris-
pues tal pregunta —preguntas como las tóteles a Leibniz, desde éste a Heidegger)
de Volek, por ejemplo— no puede ser el pensamiento fue siempre zweckrational
comprendida dentro de la propia cultu- (pragmático y teleológico en vista a la
ra sin violencia. Es que, según Herra, dominación). Habría sido interesante que
esas culturas son tan distintas entre sí el autor hubiera tratado de explicar a
que son totalmente ajenas. No sólo las qué dominación aspira el Poema de
preguntas predeterminan las respuestas Parménides. Desde luego, para tomar un
sino que además deben escucharse con caso preciso, Aristóteles escribe La Polí-
oídos occidentales y ser respondidas con tica, y esto podría avalar lo que Herra
los recursos de la filosofía global. Creo dice, pero sólo olvidando que Aristóteles
que las culturas tienen que ser para escribió también una Etica y una Filoso-
Herra unidades cerradas, como mónadas fía primera. Es inadmisible que el pre-
sin puertas ni ventanas, sin ninguna guntar filosófico se encaminaba y se
posible comunicación entre ellas. Yo creo concatenaba desde el origen de la inte-
que esto no podría ser aceptado sin ha- rrogación en el asombro (el thaumathein
cer violencia a nuestra experiencia histó- griego), a una acción práctica de domi-
rica, que siempre nos habla de contac- nación.
tos de culturas, de difusión de ideas, de Volviendo a la historia, si la posmo-
la existencia de la traducción. El hecho dernidad es una época histórica, enton-
de que haya dificultades para entender- ces debe haber un criterio para periodi-
se, no significa que el entendimiento no ficar. Yo creo que aquí se ofrecen mu-
sea posible. ¿Acaso el mundo latino no chos criterios, que tendrán que ver en
asimiló primero el pensamiento griego y cada caso con una concepción de la his-
después el pensamiento bíblico hebreo? toria. Si tuviera que señalar algún crite-
¿No fue esa la tarea asumida por los rio último en este sentido entre los tra-
traductores? Por ejemplo, fue gracias a bajos presentados, debería recordar de
un importante trabajo de traducción que nuevo a Abelardo Castillo, quien de una
el budismo pasó desde la India a Chi- manera, es verdad, poco argumentada
na y desde ésta al Japón. No se puede arriesga esta idea: la nueva época de la
sino aplaudir la propuesta de una filoso- humanidad, a la que algunos insisten
fía crítica formulada por Herra, sin em- en llamarle la posmodernidad, no es la
bargo, cómo no recordar que propuestas informática y sus efectos, no es la glo-
como esa ya han sido puestas en prác- balización del mercado, sino el conjunto
tica y no son novedad en América Lati- de catástrofes —no sólo la ecológica—
na, pues ¿qué hacen muchos por acá en que amenazan ¡a todos! con poner fin a
126 Comentarios de libros

la humanidad. Quizás se dirá que eso dimentalismo y no el sustancialismo?” es


no es nada más que una intuición, pero también una cuestión ética y no sería vá-
es una intuición que une a todos los lido en el campo de la ética decir sin
hombres frente a un mismo peligro y a más que debemos actuar en un sentido y
una misma tarea. Vale la pena retener no de otra manera porque las cosas son
este pensamiento y meditarlo. así.
Otro aspecto que puede servir para En su trabajo, uno de los más inte-
definir un concepto de posmodernidad resante del número, Larraín sostiene la
es el de la crisis de identidad. De este tesis de que existe una contradicción en
tema tratan los trabajos del uruguayo el discurso posmodernista, el cual “por
Fernando Ainsa 7 y del chileno Jorge una parte acentúa el descubrimiento del
Larraín 8 . Este último, en su artículo otro y su derecho a hablar por sí mis-
“Posmodernismo e identidad latinoameri- mo, pero, por otra parte, destaca el
cana”, trabajo muy pensado, más razo- descentramiento del sujeto y la pérdida
nado que intuitivo, somete a una crítica de su identidad”; más grave aún, pone
aguda la idea de un sujeto descentrado, el acento sobre la cultura como un
fragmentado por el auge de los medios modo específico de vida o de ser de un
de comunicación, por la globalización pueblo y defiende su derecho a expre-
que los posmodernistas esgrimen para sarse, a manifestar una verdad que di-
hablar de posmodernidad. En su artícu- fiere de otras, pero, por otro lado, re-
lo encontramos hasta una historia bre- chaza la idea de una identidad personal
ve del pensamiento del sujeto en la his- integrada y coherente a partir del recha-
toria de la filosofía, pero que ignora el zo de un sujeto autónomo y capaz de
aporte del pensamiento fenomenológico construir discursos...” Larraín argumenta
europeo al tema. contra la pretendida fragmentación que
La crisis de identidad en cuestión so- por sí sola produciría la globalización. Y
breviene por estallido de esa identidad en también contra el prejuicio de que el
múltiples identidades en un proceso de sujeto está determinado por el discurso
globalización que, según Larraín, no sólo y que hay tantos sujetos como discursos.
es de carácter económico, pues toca tam- Pone así en cuestión un presupuesto
bién lo político, lo ideológico y, de mane- básico del pensamiento posmodernista.
ra más importante aún, lo religioso y lo Aunque no hay una reflexión sobre
cultural. Yo creo que Larraín periodifica, la posmodernidad, en el artículo “Topo-
puesto que habla de lo posmoderno, de logías”9 de los argentinos Daniel Altami-
la identidad y su devenir y así toca un randa y Hernán Thomas, se esboza un
aspecto central de lo humano, pero lo gesto que, si no es posmodernista, es al
hace de una manera implícita, fragmen- menos antimodernista. Los autores de-
taria y a mi modo de ver no suficiente, claran:
pues si se debe periodificar teniendo en “Nosotros vemos desde el Sur. Y visto
cuenta sólo la identidad, la pregunta es desde el Sur, el universo se ordena des-
¿por qué debe ser así? Y la respuesta, en de derecha a izquierda” A diferencia de
mi opinión no puede obtenerse sino es los mexicanos, quienes “en realidad es-
pasando por la ontología. ¿Cómo sino tán viendo el mundo justo desde el otro
decidir entre una normatividad procedi- lado y disponen de una potenciación
mentalista o una sustancialista? No bas- hacia su derecha, el mundo mestizo que
ta decir que se está pasando de una a la se preserva en ellos”, y tienen a su iz-
otra. Queremos saber por qué tenemos quierda a Europa, los argentinos, por el
que pasar de una a la otra. No basta el
que, es necesario también investigar el 7-
Fernando Ainsa: “Los desafíos de la modernidad
por qué. En efecto, no sólo basta saber y la globalización: ¿identidad múltiple o identi-
que las cosas son así sino también por dad fragmentada?”, pp. 21-43.
8-
J. Larraín, art. cit., pp. 45-74
qué deben ser así. Por otra parte, la pre- 9-
Daniel Altamiranda y Hernan Thomas: “Topo-
gunta: “¿por qué debemos elegir el proce- logías”, pp. 335-347.
Comentarios de libros 127

contrario, tienen a su derecha a Europa, vuelve homogéneo e indiferente (indife-


pero a su izquierda no hay nada más rente al hombre, a sus sentimientos, a
que un vacío, pues no hay mestizaje o, sus creencias) y el proyecto de construc-
si lo hay, no es real, no tiene la fuerza ción de una imagen objetiva del mundo
que por ejemplo tiene en México y ese que desarraiga al hombre de su patria
hueco es sustituido por la fantasía, por terrena. La tarea de construcción objeti-
una idea de lo americano. Altamiranda y va de una imagen del mundo ha sido
Thomas describen así, este y otros as- proseguida por la ciencia moderna (en la
pectos de la “geografía” imaginaria ar- geografía, en la astronomía, en la física
gentina. ¿Pero qué hacen en realidad? -microfísica y astrofísica) y no hay bue-
Por cierto que no pretenden hacer nas razones para pensar que esa cons-
geografía; pues no describen como geó- trucción no seguirá por mucho tiempo.
grafos un país objetivo. No levantan ma- Quizás el proyecto moderno llegó al tér-
pas válidos para cualquier atlas, sino mino de sus posibilidades, pero esto no
que describen la geografía vivida, vivida nos asegura que haya concluido. Los
no por cualquiera, sino por gente “plan- medios de comunicación (TV, Internet,
tada en el Sur” y así describen y com- por ejemplo) se inscriben claramente en
paran. No sólo hablan de Sur y de Nor- esa acción de desarraigo, de “délocali-
te, de oriente y de occidente; también sation” propio de lo moderno. Y si ob-
usan “izquierda y derecha”, que son ca- servamos la multiplicación, el crecimien-
tegorías del cuerpo vivido que nos per- to vertiginoso de estos medios, no es im-
miten situarnos en el espacio. Se trata, posible concluir que tenemos moderni-
entonces, de una geografía situada, que dad por mucho tiempo. ¿Por cuánto
recupera la vivencia del espacio, vivencia tiempo? No lo sabemos. Frente a estos
en la que se mezclan recuerdos, leyen- poderosos movimientos de la época, ¿qué
das, historia, fantasías, hasta teorías. es un gesto como el de este trabajo de
Los autores no indican el camino por el Altamiranda y Thomas? Es, por lo pron-
que llegan a estas observaciones, pero to, algo que va a contrapelo de lo mo-
siento a éstas muy plausibles. Aunque derno, porque es un trabajo intelectual
en consonancia con el tono de moda los que, en lugar de inscribirse en el pro-
escuchamos hablar de “construcciones” y yecto científico de la construcción de
de “discursos que construyen”, en reali- una imagen objetiva del mundo, simple-
dad están hablando de vivencias, que mente dice cómo sienten e imaginan el
ellos describen con acierto. ¿Pero qué espacio del mundo ellos mismos y otros
tiene que ver esto con lo moderno y lo que, como ellos, están plantados con
posmoderno? Los autores no lo dicen ni sus raíces en el Sur. Algo semejante
tampoco se lo plantean; en todo caso podría hacerse —quizás ya se ha he-
su trabajo responde a una sensibilidad cho— en México o en otras partes. Sin
antimoderna y si hubiera que clasificarlo embargo, queda una duda.
en alguna categoría, quizás fuera mejor Si es cierto que gestos antimodernos
inscribirlo en un movimiento antimoder- como estos parecen anunciar algo nue-
no que en un movimiento posmoderno, vo, no es menos cierto que una golon-
al menos si por “moderno” hay que en- drina no hace primavera. Además, ¿qué
tender el paso de Ptolomeo a Copérnico nos asegura que hechos, actitudes, ges-
y a Galileo, la famosa inversión coperni- tos como estos, anuncian una nueva
cana que pone a la tierra fuera del cen- época? ¿Qué nos prueba que esos gestos
tro del universo y la convierte desde y actitudes con que aquí y allá algunos
entonces en un astro como cualquier se oponen a la modernidad no son otra
otro dentro del universo —un universo cosa, en realidad, que uno más de sus
que, por lo menos a la observación, no innumerables rostros, pero no el último?
muestra ningún límite—, la descualifica- ¿Qué nos dice que son algo más que re-
ción de un espacio cualificado y la acciones pasajeras, rebeliones efímeras
cuantificación de un espacio que se frente a la constante de la modernidad?
128 Comentarios de libros

El desencanto experimentado por mu- ligro mortal que corren si no se separan


chos ante los valores de una época ago- al despuntar el día. Y sin embargo, bajo
tada y decadente, el deseo intenso de el deseo intenso de seguir unidos y el
salir de salir de ella, puede llevar a in- temor de ver llegar el momento de la in-
terpretar como anuncio de una nueva evitable partida, no interpretan correcta-
aurora lo que quizás no es más que sig- mente los signos del alba que se anun-
no de una noche más profunda. A me- cia. Julieta:
nudo el deseo empaña la lucidez. En “Era el ruiseñor, y no la alondra, lo
Romeo y Julieta, la célebre tragedia de que hirió el fondo temeroso de tu
Shakespeare, los amantes saben del pe- oído...”
Jesús Rodolfo Santander

Sociabilidad y solidaridad en la mira:


la polémica entre Gorz y
Rosanvallon.
(Comentario de La nueva cuestión social de
Pierre Ronsanvallon
y Miserias del presente, riqueza de lo
posible de André Gorz).

En La nueva acaba creando -por


cuestión social 1 , el contrario- una
Pierre Rosanvallon analiza la crisis del espiral viciosa de
Estado Providencia (Estado Benefactor), “autodestrucción de la solidaridad”. De
señalando especialmente el agotamiento ahí que el autor prescriba acerca de la
de uno de sus recursos básicos: los me- urgencia de un cambio “filosófico”: no
canismos de compensación o indemniza- son sólo los medios financieros y la ges-
ción. Se trata, en cambio, de hallar las tión institucional, sino la concepción mis-
vías de un nuevo derecho a la inser- ma del derecho, la solidaridad y la cohe-
ción ampliando o enriqueciendo la no- sión social los que deben repensarse, en
ción de derecho social, y a la vez de do- el marco de una nueva apertura epocal
tar al Estado de medios “personalizados” de la modernidad.
para el tratamiento de las situaciones En su análisis, Ronsanvallon percibe
particulares, de modo que se evite el agudamente la creciente separación en-
manejo estandarizado (burocrático e tre imperativos sociales y exigencias eco-
ineficiente) de la vulnerabilidad. nómicas, que ha implicado, a partir de
Este adiós a la lógica indemnizatoria los años 80, el crecimiento de una des-
del contrato social moderno señala que ocupación masiva y de larga duración;
en la actualidad, frente a los fenómenos pero además, este fenómeno acaba en
de creciente exclusión y vulnerabilidad, una polarización aún más radical, que
ya no cabe reforzar instancias que dicotomiza <producción y redistribu-
incrementan cada vez más los graváme-
nes al trabajo y extienden la frontera del 1
Cfr. Pierre Rosanvallon, La nueva cuestión social.
Repensar el Estado providencia. Buenos Aires,
desempleo masivo, porque con ellas se
Manantial, 1995.
Comentarios de libros 129

ción>, <competitividad y solidaridad>, lucha contra la exclusión. La solidaridad


conciliando, en cambio, la desocupación no viene implicada sólo por la pertenen-
con la modernización. En este marco, la cia a una comunidad; debe hacerse lu-
certeza de que la situación de desempleo gar al hecho de que la utilidad recípro-
alto es de largo plazo, y el reconocimien- ca es lo que vincula a sus miembros.
to de la necesidad de introducir una red Invoca así un “derecho a la utilidad”
de protección social mínima, puede con- (por encima del “derecho al ingreso”)
ducir a pensar en la disociación econo- como reinvindicación de una sociabilidad
mía/solidaridad en términos positivos, y no paternalista. Hay un gesto plenamen-
a la tentación de “asalariar la exclu- te “iluminista” en Rosanvallon, puesto
sión”, como en la propuesta de André que aún en el marco de la creciente dis-
Gorz acerca del ingreso ciudadano. persión, su apuesta se mueve en una
Al separarse del orden asegurador, intransigencia alrededor los fundamentos
esta idea alude a un ingreso básico sin de la idea de contrato social. En efecto,
condición de empleo ni contrapartida, al autor le interesa definir un ejercicio
que cubra necesidades esenciales y de la solidaridad que implique una asis-
abarque toda la vida de las personas (te- tencia no degradante, un derecho y no
niendo en cuenta que su implementa- un tutelaje. Parte de una idea de ciuda-
ción se acompañaría de la reducción de danía completa, contra las formas de
las prestaciones actuales por desempleo, paternalismo y “discapacitación” crecien-
asignaciones familiares, etc.). El funda- tes que atentan contra la asunción de la
mento de la propuesta sería el hecho de responsabilidad individual en relación
que la producción de la riqueza no está con la sociedad.
únicamente determinada por los aportes De modo que su propuesta se mue-
instantáneos en trabajo y capital de los ve en la línea de fortalecimiento del “ter-
agentes económicos, sino que también cer sector”, para crear un espacio econó-
depende de una especie de fondo social mico intermedio y contrarrestar las fuer-
heredado e indivisible; dicho fondo co- zas dominantes que implican, por el
mún no apropiable individualmente contrario, plegar totalmente la sociedad
avalaría la idea de su reparto igualitario. sobre la lógica del mercado. En este
Por una parte, un cierto realismo de marco, llama la atención acerca de po-
Rosanvallon le previene contra la impo- líticas experimentales de inserción eco-
sibilidad financiera de costear semejan- nómica que se están ensayando en algu-
te propuesta; pero además, para el fran- nos países, entre las cuales cuentan in-
cés implicaría una huída hacia delante, centivos para el ingreso al mercado de
que conduce sólo a la autodestrucción trabajo de los jóvenes; dispositivos de
de la solidaridad y la separación más recalificación social y readaptación pro-
marcada de los excluidos. Su alternati- fesional de excluidos; programas de em-
va, en cambio, es una lectura en para- pleo de personas poco calificadas; siste-
lelo con la que el siglo XIX concibió a la mas de retorno al empleo de desocupa-
sociedad aseguradora: la paradójica idea dos de larga data.
de modernización con protección del te- La lógica de estos programas se be-
jido social, lo que en nuestro tiempo sig- neficia con el fortalecimiento de institu-
nifica pasar a una sociedad de inserción, ciones sociales autónomas que prestan
que reintegre los individuos a la esfera servicios colectivos o sociales y remune-
del trabajo. rarían el trabajo de los desocupados,
Para Rosanvallon la inserción por el con la ayuda de subsidios. No obstan-
trabajo es aún la piedra angular de la te, se trata de permanecer siempre en
130 Comentarios de libros

el sector de actividades no dirigidas al fuerte contrafinalidad: por momentos cae


mercado para evitar los riesgos de sus- más cerca de la empresa de moraliza-
titución perversa que entrañarían fór- ción y socialización de los pobres, heren-
mulas como la extensión de los contra- cia de la tradición conservadora de tra-
tos empleo-solidaridad a empresas pri- tamiento de la desigualdad. Sin caer en
vadas (riesgo de que se despida a los este reduccionismo, Rosanvallon hace
asalariados corrientes para reemplazar- hincapié en la redefinición de los dere-
los por desocupados con cargas meno- chos sociales, a partir de este desplaza-
res). miento de la lógica compensadora hacia
Su propuesta conduce de hecho a formas de reinserción que se muevan
constituir un cuasi-sector económico, sobre el eje derecho/obligación. Este
pero con la consigna de que se manten- fundamento posibilita el discurso sobre
ga como un espacio de resocialización y la “utilidad social”, al considerar a los
reaprendizaje profesional. Ello daría lu- individuos como ciudadanos “actores” y
gar a una nueva economía de servicios, no sólo como asistidos; articula así una
una pluralización del sistema de produc- idea plena de democracia donde los in-
ción, con la transferencia de gastos pú- dividuos son miembros de una sociedad
blicos (aún así, el gasto deja de ejercerse en la cual tienen derecho a ocupar un
en términos pasivo-indemnizatorios, y lugar. La insistencia sobre la idea de
pasa a considerarse como gasto activo contrato en el trabajo social tiene la vir-
de prestación de servicios). El hecho de tud, para el autor, de que aún en el
mantenerse en la esfera de lo económi- desamparo, el individuo es tratado como
co o del empleo, sin atacar otras varia- sujeto responsable y actor de su propio
bles de exclusión o desintegración social devenir, capaz de asumir compromisos y
(vinculares, familiares, etc.), se debe a honrarlos.
que ese espacio es el único que puede De modo que el rechazo por Rosan-
abordar la acción pública. Coincide, ade- vallon de la propuesta del ingreso ciuda-
más, con la percepción inmediata o el dano se mueve, entonces, en el plano de
reclamo popular sobre la urgencia de una asunción de la idea moderna de
creación de empleo; en este sentido, ciudadanía y personalidad moral: apela
Rosanvallon retoma y tematiza la nece- moral y políticamente a la dignidad que
sidad de volver sobre la cuestión del comporta para los sujetos el hecho de
derecho al trabajo. vivir de su trabajo, de asociar su ingre-
Esta peculiar articulación entre ayu- so al reconocimiento de una función
da económica y participación social, social.
combinaría empleo asalariado y actividad Este es precisamente el plano del
social, como se observa en algunas ex- que se aparta el análisis de André
periencias recientes. En el caso del RMI Gorz2 .
francés (ingreso mínimo de inserción), se Como hemos anticipado, Gorz llama
va superando la universalidad abstracta enfáticamente a “salir de la sociedad sa-
del derecho, para pasar a una plasma- larial”, en un gesto de despedida que se
ción de la equidad que retoma la cues- presenta como asunción de las tenden-
tión sobre la igualdad de oportunidades cias socioculturales contemporáneas. El
al descansar en el análisis de las trayec- tono de su invocación tiene un aspecto
torias personales. En el caso del workfare utópico, puesto que se trata de pensar
norteamericano, se trata de ayuda con 2
Nos remitimos a la obra de André Gorz (1987),
contraprestación de servicios (trabajos de Miserias del presente, riqueza de lo posible. Bue-
utilidad social), pero que presenta una nos Aires, Paidós, 1998.
Comentarios de libros 131

lo no pensado o lo impensable desde las de a una vida “pluri-“ o “multiactiva”


aporías del presente: volver a disociar el donde el trabajo ocupe solamente un
trabajo (en sentido antropológico) del lugar entre otras actividades. Gorz en
trabajo-mercancía impuesto por el meca- este sentido da lugar en su teoría a la
nismo del capitalismo y la sociedad sa- fantasía de rescate del tiempo personal,
larial. Al contrario que en Rosanvallon, de la autonomía y la realización indivi-
para Gorz el trabajo abstracto no es dual por fuera de los márgenes del mer-
fuente de cohesión social; su utilidad, cado. En este mismo marco su denega-
además, debe repensarse a partir de ción moral del trabajo de “utilidad so-
una honda reflexión sobre la imposibili- cial”: porque confirma al capitalismo y al
dad de resucitar lo que ha desaparecido. mercado, y porque resta dignidad a las
Si hoy el trabajo es precario, flexible, in- esferas hasta ahora “privadas” de la re-
termitente, deja de ser el lugar de inser- producción, el trabajo doméstico, el
ción única: a esta mutación corresponde voluntariado, en el sentido de que per-
también un cambio de mentalidad que tenecen a la lógica de los cuidados soli-
se observa en las nuevas generaciones, darios y no deben ser objeto de apropia-
las que han relativizado, de hecho, el ción por la lógica mercantil o del disci-
papel del empleo en la constitución sub- plinamiento social, puesto que opera
jetiva. bajo un patrón afectivo ajeno a la razón
Hay una valoración del empleo que instrumental.
no es identificatoria; se trata de la aco- La crítica de Gorz es una crítica al
modación a un estado de cosas según el capitalismo, y en su seno, al dispositivo
cual el empleo vale por los derechos y salarial. Se apoya en la prescripción
poderes que procura, siendo fuente úni- marxiana acerca de que una verdadera
ca de ciudadanía. Pero lo es no por un “puerta de salida” implicaba la “distribu-
valor en sí del trabajo-empleo, sino por ción de los medios de pago”, de modo que
el modelo de sociedad (y de disciplina- se correspondan “con el volumen de las
miento social) a la que corresponde. riquezas socialmente producidas y no al
Por otra parte, la ponderación (recu- volumen de trabajo ofrecido” (Grundrisse,
rrente e ideológica) del trabajo-empleo 1857). La asignación universal de un
justamente cuando es lo que “falta”, deja ingreso social suficiente equivale a una
inatacado el lugar de la verdadera injus- puesta en común (y posterior reparto) de
ticia social: no se trata de la falta de las riquezas socialmente producidas.
trabajo, sino de la distribución injusta Suficiente y no mínimo
de la riqueza. De modo que el autor va Con respecto a la objeción de que su
a buscar la salida a esta situación por propuesta redundaría en un debilita-
el lado de la distribución de todo el tra- miento de la incitación al trabajo, Gorz
bajo socialmente necesario, pero también observa que es necesario también liberar
de toda la riqueza socialmente produci- al trabajo de las restricciones reificantes
da. En este marco, concibe una disocia- que reflejan su subordinación al capital;
ción entre el derecho a un ingreso sufi- cambiarlo reconciliándolo con la cultura
ciente y estable, y la opción de un em- y con la vida, para que sea vivido como
pleo encargado y pagado. Este último actividad y no como penitencia. Por otra
debe tender a disminuir su peso en la parte, si el riesgo del establecimiento del
vida de las personas. ingreso ciudadano es la deserción del
Así, una imagen de la existencia so- terreno laboral, se confirma que no es
cial más acorde con las transformacio- por ende el trabajo-empleo tan atractivo,
nes socioculturales en curso, correspon- gratificante e integrador como se lo pon-
132 Comentarios de libros

dera desde una fundamentación en base mayor flexibilización del mercado de tra-
a la utilidad social y la dignidad del bajo porque reduciría el salario mínimo.
derecho al trabajo. Una especie de “macrocontrato” social
La argumentación del autor aparece que legitima el funcionamiento salvaje y
como una exhortación también, visible- asocial del mercado; pero además, la idea
mente motivadora de un “cambio de de una sociedad “postrabajo” mantiene y
mentalidad”, un esfuerzo contrafáctico legitima la dualidad entre dos mundos: el
por imaginar nuevas posibilidades de del trabajo y el de la asistencia.
salida a la crisis contemporánea; sin Es cierto que bien puede imputársele
embargo, el terreno de su realización de utopismo a Gorz; sin embargo, el
aparece como mucho más resbaladizo. tono de Rosanvallon es de una resigna-
Diferentes instrumentos o formas de ins- ción ante el presente que lo coloca en
titucionalización las encuentra Gorz en par con cualesquiera otras obras acerca
experiencias en marcha, o bien en pro- de la mejor administración (o la gestión
puestas de otros autores que irían en la de mínimos márgenes en su interior) de
misma línea, al tiempo que inyecta “aire un estado de cosas ya dado e inmodifi-
fresco” a sus ideas trayendo a colación cable. En ese sentido son de algún
todo tipo expresiones desde el arte, la modo inconmensurables: partiendo de
filosofía, la arquitectura, donde aparecen diferentes valoraciones sobre la sociedad,
intuiciones de una vida mejor, más hu- el trabajo, la racionalidad moderna, el
mana, más pasible de auto-apropiación futuro, sus horizontes axiológicos no se
y solidaridad. No obstante, en términos mezclan ni se miran entre sí.
de “realización” efectiva, de puesta en Sin embargo, nos parece algo más
marcha, son innumerables las preguntas interesante el pathos libertario que intro-
que salen al paso y que no tienen una duce la mirada al ingreso ciudadano,
acabada respuesta. La primera de ellas, que el talante “ascético” de la moral de
¿cómo se solventa económicamente?, no la responsabilidad, sobre todo en el
es baladí; pero además, cabe preguntar- marco de una sociedad y una cultura
se aún por los efectos a corto plazo, por que desmienten a cada instante la lectu-
el pasaje de una mentalidad de apropia- ra idílica del contrato social. El llamado
ción individual a una de solidaridad y de Rosanvallon a la responsabilidad y al
autocreación cooperativa. compromiso es más fuerte que su invo-
En este marco, no es extraño que la cación a la justicia (o aún a la equidad),
propuesta sea vista como un disparate; y su “progresismo” reformista no parece
por ejemplo para Rosanvallon ofrecería ponderar la magnitud del desafío al que
una extravagante convergencia entre nos enfrentamos, ante el cual, a pesar
ultraliberalismo y comunismo utópico: del de estos autores, el escepticismo ciuda-
lado liberal, su instauración permitiría dano crece cada vez más.

Claudia Yarza
La reconstrucción de la utopía
Fernando Ainsa
Ediciones del Sol
Buenos Aires, 1999
252 páginas

Sin embargo estoy aquí, la puerta abierta.


Después saldré, saldremos, a construir la ciudad.
El que está disponible para la hora futura
sabe que la vida vale la pena.
Antón Arrufat

Hace varios años que el poder se dio necesidad de replantear alternativas a la


a la tarea de cursar la defunción de los realidad presente marcada por la apa-
grandes relatos y proyectos. Murió la rente contundencia del capital desde
historia, dicen, también las ideologías, una postura que deseche los dogmatis-
las rebeldías, las revoluciones. Cómo no mos y las totalizaciones en favor de la
iba a caer la utopía en el tendal de los diversidad y la creatividad de individuos
desechos de la modernidad. y sociedades cada vez más complejas y
Condenada a los limbos de la imagi- menos susceptibles de ser explicadas
nación más “demodé”, la utopía sufrió la desde la ortodoxia. Así y como contraca-
misma fortuna semántica que tantos ra al vacío posmoderno, la intelectuali-
otros términos asociados a la posibilidad dad debería restablecer la reflexión utó-
de pensar un orden diferente. De ahí pica como parte de una impostergable
que plantear una “reconstrucción de la recuperación del pensamiento crítico.
utopía” sea una propuesta, al menos,
desafiante. Uno
Fernando Ainsa hace más de 20 Necesidad de la utopía. En este ca-
años que se dedica al estudio de la uto- pítulo Ainsa se ocupa en primer lugar
pía y el arsenal de sus investigaciones de analizar las connotaciones que la
aparecen ahora reunidas en este libro palabra utopía ha recibido desde su
que intenta a su modo ser también una aparición fundacional en la obra de To-
utopía. El escritor y ensayista uruguayo más Moro hasta nuestros días, realizan-
suma a su análisis la ineludible función do una primera distinción entre inten-
proyectiva de la utopía proponiendo al- ción utópica y género y entre este último
gunos temas que según su visión po- y modo utópico.
drían convertirse en punta de lanza para La descripción de algunas constantes
“proyectos de futuro” que impliquen una que pueden rastrearse sin dificultad en
visión crítica del presente proponiendo los modelos utópicos: insularidad, autar-
alternativas superadoras. quía, acronía, planificación urbanística y
La reconstrucción de la utopía re- reglamentación; le permiten al autor –
coge tópicos ya abordados por Ainsa atendiendo a las variantes y al grado de
como la inmigración, los distintos plan- su potenciación– establecer una segunda
teos “anticipatorios” de la historia de gran división entre las utopías de orden
América y el siempre vigente y polisémi-
co mito de la “tierra prometida” que ha * Fernando Ainsa es escritor y ensayista. Nació en
hecho del continente el depósito donde Uruguay y desde hace años reside en Francia
el Ideal ha llegado incluso a ser supera- donde se desempeña como editor de la Unesco.
Sus investigaciones sobre el tema de la utopía
do por la misma realidad. en América Latina están reunidas en varios li-
Desde el prólogo, escrito por Federi- bros y fueron editadas en Estados Unidos, Méxi-
co Mayor, el libro se asienta sobre la co, España, Francia, Italia y Hungría.
134 Comentarios de libros

y las utopías de libertad. Caracterizadas lete o simple ensoñación trasnochada.


las primeras como aquellas que describen De hecho el análisis está centrado en
un estados ideal del ser (tradición popu- aquellos modelos que en su momento
lar y revolucionaria), y las segundas reflejaron la problemática de una época
como las que ofrecen la imagen del ser determinada prescindiendo de los pro-
ideal del Estado (utopías institucionales y yectos fantásticos y del voluntarismo
totalizantes, cuando no totalitarias). retórico en los que conscientemente o
La utopía es siempre dualista en no terminaron embarcadas muchas pro-
tanto concibe y proyecta una imagen puestas de cambio.
radicalmente diferente del espacio y “La mayoría de las utopías –afirma–
tiempo presente, de ahí el orden que estimulan la reflexión sobre determinada
crítica y la alteridad que proyecta . Es época y han orientando la reflexión ha-
“lo otro” imaginado como posible. En cia lo que podría ser, ‘deber ser’ conce-
materia temporal la utopía se nutre tan- bido siempre en función de los valores
to del pasado como del futuro, de un imperantes en la sociedad del autor (...)
componente mítico que añora una Edad Entre la topía desde la que se escribe y
de Oro o un Paraíso Perdido que se la utopía proyectada hay siempre una
busca recuperar y de una esperanza en interacción dialéctica. La utopía no se
un mañana mejor asociado, particular- limita a ser la construcción imaginaria
mente a partir del siglo XIX, a la idea de un mundo posible, sino que es una
de progreso. De ahí que Ainsa afirme – forma de percibir y analizar la realidad
siguiendo a Eduardo Colombo– que la contemporánea. A partir del dualismo
función utópica se presenta como el re- antinómico entre realidad e idealidad se
sultado de esa tensión entre un objeto puede hablar de intención utópica, es
imaginado como la plenitud del deseo decir, del hecho común a todas las uto-
satisfecho y perdido para siempre y la pías: proponer con una negación del
búsqueda incesante de un objeto susti- presente una posible imagen del futuro.
tuto. No resulta exagerado decir, pues, que no
En cuanto al espacio, Ainsa instala es lo real inmediato lo que establece el
la noción de “frontera” para explicar límite donde empieza lo utópico, sino
cómo la distancia entre dos mundos es que es la tensión utópica la que en de-
la que otorga al espacio su condición finitiva nutre la dinámica histórica de la
utópica y determina el grado de su idea- realidad” (pág. 49-50).
lización: siempre es lejos del aquí donde Esta capacidad crítica como condi-
se vive donde todo parece mejor. La no- ción sine qua non de todas las utopías
ción de frontera que divide territorios certificaría el sentimiento de rebelión
diferentes activa la idea de discontinui- inherente al homo utopicus, y lleva al
dad que, en el espacio configurado por autor a postular que la miseria es el
la utopía, es sobre todo de carácter cul- gran disparador del cambio frente a una
tural, social y político además de geográ- realidad que se considera insatisfactoria.
fico. El límite que supone la separación Desde este punto de vista toda tensión
fronteriza entre el lugar hasta donde lle- innovadora o revolucionaria provendría
ga un orden y empieza otro, es en rea- de aquellos que cuestionan el orden
lidad lo que separa el espacio ideal del imperante desde la necesidad. De ahí
espacio real. que afirme que la utopía está en el co-
En el último apartado de este pri- razón de toda teoría social 1 y que es la
mer capítulo, se da con la razón y el rebelión la que legitima la función utó-
método que sostiene el ensayo: es el ca- pica.
rácter esencialmente histórico de la uto- En la perspectiva de este nuevo si-
pía lo que posibilita la primacía de la glo, en el que globalización y fundamen-
relación dialéctica entre teoría y praxis
que la caracteriza e impide que sea 1
Ainsa toma esta tesis de George Duveau,
descalificada como abstracción de cubi- Sociologie de l’ utopie, París, PUF, 1961
Comentarios de libros 135

talismos de toda especie parecen retroa- del inmigrante en el que América era, de
limentarse en una pirámide directamente hecho, el espacio “otro” marcado sobre
proporcional, Ainsa no deja de advertir la disociación con el espacio cotidiano y
sobre los riesgos del big brother orwellia- por la posibilidad de alteridad facilitada
no, de la tentación totalitaria que ha por la lejanía.
jalonado la historia de las “utopías rea- El continente nuevo era “un espacio
lizadas”. En este sentido, la gran lección lleno de lo posible real”, al decir de
del siglo XX quizás sea que la utopía no Ernst Bloch, y uno de los pilares del
es un proyecto absoluto, sino una pro- proceso de su idealización derivaba de la
puesta abierta, esencialmente libertaria, idea fuertemente sostenida de que Amé-
en la cual el futuro se vislumbra desde rica carecía de historia y por lo tanto
la diversidad y no como una proyección ofrecía ilimitadas posibilidades para em-
orgánica, precisa y cerrada que pregona presas de cualquier tipo, incluso políti-
“soluciones definitivas” de carácter exclu- cas. La disociación antinómica utopía /
sivo (pág. 66). De esto podría despren- realidad aparecía en toda su dimensión:
derse un nuevo punto de partida para la lo que ya no era posible hacer en Euro-
utopía, punto marcado por la crisis del pa, podía, debía serlo en América.
utopismo revolucionario –que Ainsa ad- Sin embargo, Ainsa despliega bien el
judica a una crisis de la “razón pura– y itinerario de la decepción que implicó
por el desmoronamiento de las certezas enfrentar la idealidad a la realidad de
absolutas. Así el tan pregonado “fin de un territorio que muchas veces se pre-
las utopías” no sería tal, sino más bien sentó revestido de los mismos males de
la entrada en conflicto del concepto de los que se huía. El nuevo mundo fue
utopía totalizante. para muchos, más viejo de lo que pare-
Ainsa, con marcado tono reformista, cía.
propone reconstruir una utopía basada
en la libertad y la pluralidad que, según Tres
él, son características de la sociedad La marcha sin fin de las utopías
actual, apuntando a lograr mejoras par- en América Latina. En este último ca-
ciales que contribuyan a una “nueva le- pítulo Ainsa se encarga de recorrer la
gitimidad” individual y colectiva, sin pen- trayectoria de los modelos y proyectos
sar en cambios totales y muchos menos utópicos que a lo largo de la historia
en un nuevo orden como proponían las han creído encontrar en Latinoamérica
utopías tradicionales. el espacio por antonomasia para el em-
plazamiento del Ideal.
Dos Apelando a la definición de Arturo
Utopía, tierra prometida, emigra- Roig, según la cual la “utopía es el re-
ción y exilio. Desde 1492, la Europa sultado de la apuesta ejercida sobre la
“perdida” encontró en América una “tie- base de los términos que ofrece la
rra prometida” donde reencontrarse. El topía”, afirma que el diálogo resultante
descubrimiento reactualizó a la vista de de esta tensión resulta fundamental
los europeos el mito –ya presente en el para entender la relación del hombre
Génesis, luego en los clásicos y en la americano con su historia. En efecto, la
Edad Media– de una tierra generosa- confrontación entre el “ser” de la reali-
mente virgen donde volver a fundarse y dad y el “deber ser” de la utopía no sólo
hacer posible lo que en el Viejo Conti- se explica por la naturaleza dual del dis-
nente ya no podía lograrse. curso utópico, sino por el carácter par-
Esta imagen del “paraíso perdido” ticularmente desgarrado de la identidad
que podía recuperarse en el Nuevo Mun- americana, cuyos signos definitorios “se
do, explica para el autor gran parte del han constituido no sólo por lo que Amé-
imaginario de los movimientos inmigrato- rica es en realidad, sino por lo que “cree
rios hasta nuestros días. El concepto de ser” o, más aún, por aquello que “qui-
frontera cobra así vigencia en la realidad siera ser” (pág. 115).
136 Comentarios de libros

A partir de la consideración de la za el descubrimiento de América y per-


importancia de esta tensión constante, mite el surgimiento de una conciencia
Ainsa propone que el estudio de los dife- de alteridad y otredad con que se iden-
rentes modelos e intenciones utópicas tificará el género utópico
subyacentes en la historia de América 2. La aparición del primer discurso
Latina debe encararse desde una pers- alternativo en el periodo de la conquis-
pectiva “enciclopédica” que rescate todo lo ta y la colonización, especialmente a tra-
iniciado y no consumado en el pensa- vés de los planteos del cristianismo mi-
miento, la política y la cultura america- sionero acerca de cómo construir un
na. Así abordado este panorama permitía “mundo nuevo” en el Nuevo Mundo, pa-
comprender la fuerza con que la función tentizados sobre todo en las figuras de
utópica se ha desplegado en las diversas Bartolomé de las Casas y el obispo Vas-
expresiones del hacer del continente. co de Quiroga.
La hipótesis que arriesga Ainsa para 3. La importancia de la función utó-
afrontar esta tarea que juzga primordial pica en el momento de la Independencia,
para el pensamiento latinoamericano es especialmente en la formulación de pro-
que América ha tenido, primero a los yectos de unidad continental y de orga-
ojos de los europeos y luego de los pro- nización de los estados soberanos. En
pios americanos, los dos ingredientes esta etapa Ainsa considera que comien-
básicos de la utopía: espacio y tiempo. za a producirse el paso de la utopía de
Es decir, un territorio donde fundarse y los otros al “derecho a nuestra utopía”
una historia con un pasado a recuperar poniendo espacial énfasis en el análisis
o un futuro donde proyectarse con fa- del modelo de Argirópolis de Sarmiento.
cilidad, de ahí que afirme que América 4. La revalorización del mito de la
ha propiciado desde su integración a la tierra prometida como sustrato utópico
historia de Occidente la “objetivación” de de la emigración que afluye a fines del
la utopía. siglo XIX en el continente americano.
La intensa sinergia entre utopía y Partiendo de este componente mítico
realidad y la primacía de la relación teo- Ainsa explica las proyectos empíricos del
ría-praxis que para el autor caracterizan socialismo utópico y particularmente la
el discurso utópico americano le permiten propuesta de Pierre Quiroule La ciudad
establecer un doble circuito dialéctico anarquista americana.
como método de trabajo: abordando, por 5. La proclamación del “derecho a
un lado, cómo las utopías han reflejado nuestra utopía” que caracteriza la re-
las preocupaciones y los problemas de su flexión filosófica y ensayística del ameri-
época tratando de superarla y ofreciendo canismo contemporáneo, a partir de las
alternativas; y por otro, cómo las realida- obras emblemáticas de José Enrique
des de un determinado tiempo histórico Rodo, José Vasconcelos, Pedro Henriquez
se han traducido en las utopías del pe- Ureña y, sobre todo, Eugenio María de
ríodo. Así, gran parte de la historia de Hostos.
América sería el producto de esta tensión Para cerrar su recorrido, Ainsa inclu-
siempre presente entre imaginario y rea- ye un apartado dedicado a la relación de
lidad. las vanguardias y las utopías en el con-
En consonancia con la “voracidad texto postmoderno, basando particular-
antropológica” que propugna como méto- mente en la obra de Oswaldo de Andra-
do, Ainsa marca cinco momentos claves de A marcha das utopías.
en los que según su planteo, la tensión Como dijimos al comienzo la conclu-
utópica, cerró el circuito que va desde lo sión que ofrece Ainsa no es un epílogo
imaginario a lo real, de la teoría a la clásico sino más bien una prospectiva
práctica. Estos “momentos estelares de la que invita a la acción y a la puesta en
humanidad” vendrían condicionados por: práctica de una renovada capacidad utó-
1. La impronta de los signos del ima- pica cuyo componente desiderativo debe-
ginario europeo que precede y caracteri- ría provenir de un análisis de las condi-
Comentarios de libros 137

ciones reales marcadas por el impacto reconociendo que el capitalismo además


de la globalización y el mercado de ca- de el modem también globaliza la mise-
pitales a cuyos efectos propone “enten- ria y que muchas regiones son más que
derlos” antes que condenarlos. Su pro- “tercemundísticamente” diferentes, Ainsa
puesta de apostar por una utopía “crea- sobredimensiona su acento antiapocalíp-
tiva” que ajuste su visión en pos de una tico ante un fenómeno en el que la des-
sociedad “postindustrial, solidaria y igualdad es más que una cuestión de
ecológicamente viable” da la impresión heterodoxia.
de haber sido planteada en desajuste Más allá de las interpretaciones el
con el análisis que propone en los capí- planteo final sirve para repensar la
tulos anteriores. Su énfasis en cuestio- impostergable necesidad de rescatar la
nes como la “realidad virtual” y el “ciu- conciencia crítica y la voluntad de inter-
dadano planetario” lo alejan de la reali- vención activa en los procesos políticos,
dad de los países donde la revolución sociales y económicos; quizá ya no para
tecnológica y la participación ciudadana huir a la “maravillosa isla de utopía”
al estilo de la socialdemocracia europea sino para, una vez más, torcer el brazo
no son datos innegables ni muchos me- de la realidad que no siempre es tan
nos una cotidianidad naturalizada. Aún dada ni tan inmodificable.

Adriana Petra

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Av d a . E sp añ a 1 9 2 7 - M e n d o za.
Los autores
Adriana Arpini: Profesora y Doctora en Filosofía por Adriana Petra: Licenciada en Comunicación Social
la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Na- por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la
cional de Cuyo, Mendoza, Argentina. Investigadora In- Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Argentina.
dependiente de CONICET. Profesora Titular Efectiva de Realiza investigaciones sobre el tema “El discurso
“Antropología Filosófica” y Profesora Asociada Efectiva utópico en la Argentina”. Integrante del equipo de
de “Ética Social y Profesional” en la Universidad nacio- investigación que lleva adelante el tema “Proyecto
nal de Cuyo. Profesora de postgrado. Autora y compi- modernizador latinoamericano: identidad y globaliza-
ladora de libros. Autora de artículos en revistas nacio- ción” en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales,
nales y extranjeras. Directora de proyectos de investi- UNC. Autora de artículos de divulgación sobre temas
gación de la SECyTUNC y de CONICET. de literatura latinoamericana, utopía y pensadores
contemporáneos.
Fernanda Beigel: Socióloga. Becaria del Consejo Nacio-
nal de Investigaciones Científicas y Tecnológicas Arturo Andrés Roig: Profesor de Filosofía egresado
(CRICYT-CONICET, Argentina). Ha publicado Agustín de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad
Cueva: estado, sociedad y política en América Latina Nacional e Cuyo, donde fue titular de la Cátedra
(Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 1995), De cepas “Filosofía antigua” y del Seminario de Licenciatura
y de hombres (Ediciones Culturales, Mendoza, 1996), sobre Pensamiento Latinoamericano. Dr. Honoris
Derribando muros y creando realidades (IDEHU-UPOLI/ Causa de la Universidad Nacional Autónoma de
CIEETS, Managua, 1999) y numerosos artículos en re- Nicaragua y de la Universidad Nacional de Río
vistas internacionales. Actualmente acaba de terminar su Cuarto (Córdoba, Argentina). Autor de numerosos
Tesis Doctoral, titulada: «Entre el itinerario y la brújula. libros, entre ellos: Teoría y crítica del pensamiento
El recorrido estético-político de José Carlos Mariátegui». latibnoamericano, Rostro y filosofía de América Latina,
La Universidad hacia la democracia. Autor de
Cristian Buchrucker: Profesor y Doctor en Historia artículos en revistas especializadas. Actualmente es
Contamporánea y Ciencias Políticas por la Universidad Director del Instituto de Ciencias Humanas Sociales
Nacional de Cuyo y la Universidad Libre de Berlín. In- y Ambientales del CONICET, en el Centro Regional de
vestigador Independiente de CONICET. Profesor Titular Investigaciones Científicas y Tecnológicas de Mendoza,
Efectivo de Historia Contemporánes en la Facultad de Argentina.
Filosofía y Letras de la Universidad nacional e Cuyo,
Mendoza, Argentina. Autor de numerosos libros, entre Carlos Rojas Osorio: Nacido en Caldas, Colombia, es
ellos: Nacionalismo y peronismo. La Argentina en la cri- Licenciado en Filosofía por la Universidad Santo
sis ideológica mundial (1927 – 1955). Autor de artículos Tomas de Aquino, Roma, Italia. Doctor en Filosofía
en revistas especializadas. de la Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia.
Actualmente es Profesor del Departamento de
Estela Fernández Nadal: Profesora y Doctora en Filo- Humanidades del Colegio Universitario de Humacao,
sofía por la Universidad nacional de Cuyo, Mendoza, Universidad de Puerto Rico. Autor de numerosos
Argentina. Becaria del CIUNC (1986-1988) y del
libros entre los que destacan Filosofía Moderna en el
CONICET (1988-1997) en el campo disciplinar de la
Caribe Hispano, Apreciación filosófica de Hostos,
Historia de las ideas latinoamericanas. Actualmente es
Foucault y el pensamiento contemporáneo.
Investigadora Adjunta de CONICET y Profesora Titular
de “Problemática Filosófica” en la Facultad de Ciencias
Jesús Rodolfo Santander: Egresado de la Facultad
Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo.
de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de
Docente de postgrado en varias universidades del país
Cuyo, Mendoza, Argentina. Doctor en Filosofía por la
y del extranjero. Autora de numerosos trabajos en re-
Universidad de Lovaina, Bélgica. Actualmente es
vistas especializadas. Ha dictado conferencias y dirigi-
Profesor-investigador de la Universidad Autónoma de
do proyectos de investigación.
Puebla, México, en el programa de Semiótica y
estudios de la significación (SeS), donde coordina el
Roberto Fernández Retamar: Poeta y ensayista cuba-
Seminario de Filosofía. Entre sus publicaciones cabe
no. Profundo conocedor e intérprete del pensamiento
señalar: Trabajo y praxis en “El ser y el tiempo” de
martiano. Autor de numerosos libros y artículos sobre
Martín Heidegger.
diversas expresiones del pensamiento latinoamericano
entre los que cabe señalar: Calibán: apuntes sobre la
cultura de nuestra América, Nuestra América y Occiden-
José Sazbón: Profesor Titular en la Facultad de
te, Martí en su (tercer) mundo, Algunos problemas de Filosofía y Letras de la UBA (Departamento de
una biografía ideológica de Martí. Historia y Filosofía) e Investigador del CONICET.
Autor de numerosos artículos en los siguientes
Roberto Follari: Licenciado y Dr. En Psicología. campos: articulaciones de la filosofía y las ciencias
Profesor Titular Efectivo de “Epistemología de las humanas, diversas problemáticas concernientes a la
Ciencias Sociales” en la Facultad de Ciencias Políticas Revolución Francesa y desarrollos de historia
y Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo, intelectual.
Mendoza, Argentina. Consultor de UNICEF, OEA,
CONEAU. Autor de quince libros sobre temas de Claudia Yarza: Licenciada en Filosofía por la
filosofía, ciencias sociales y educación. Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Argentina.
Maestranda en Ciencias Sociales por FLACSO. Se
Marcos Olalla: Profesor de Filosofía egresado de la desempeña en investigación en problemáticas de
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad filosofía contemporánea, epistemología y ciencias
Nacional de Cuyo. Becario de Formación de Postgrado sociales. Ha participado en publicaciones colectivas
de CONICET en el ámbito de la Historia de las Ideas en temas de Historia de las Ideas Latinoamericanas
Latinoamericanas y de los Estudios Culturales. Jefe de y en revistas de la especialidad en el exterior.
Trabajos Prácticos en la Facultad de Derecho de la Actualmente dicta clases regulares en niveles terciario
Universidad nacional de Cuyo. Autor de artículos y y universitario. Reviste como investigadora en la
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Corrección de estilo: Lic. Silvia Palero

Ilustración de tapa: Sergio Rosas


Obra: «Mapas nocturnos», técnica mixta, 0,70 x 0,60 m.

Diseño de tapa: Gerardo Tovar


Composición y Armado: María Eugenia Sicilia
Impreso en: Editorial Qellqasqa
Toso 411, San José, Guaymallén, Mendoza
Diciembre de 2.000
E-mail: qeditor@slatinos.com.ar

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