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Filosofía Práctica e Historia de las Ideas
Director
Comité Editorial
Adriana Arpini, Beatriz Bragoni, Cristian Buchrucker, Alejandra Ciriza, Estela Fernández Nadal,
Florencia Ferreira de Cassone, Roberto Follari, Norma Fóscolo, Omar Gais, Liliana Giorgis, Jorge Hidalgo,
Clara Jalif de Bertranou, Diego Lavado, Rosa Licata, Eduardo Peñafort, Estela Saint-André, María del
Carmen Schilardi, Luis Triviño.
Yamandú Acosta (Uruguay), Hugo Achugar (Uruguay), Carlos Bazán (Canadá), Hugo Biagini (Buenos
Aires Argentina), Alcira Bonilla (Buenos Aires Argentina), Carmen Bohorquez (Venezuela), Atilio Borón
(Buenos Aires Argentina), María Eugenia Borsani (Comahue Argentina), Tomás Calvo Buezas
(España), Victoria Camps (España), Horacio Cerutti (México), Enrique Dussel (México), Graciela Fernández
(La Plata Argentina), María Teresa Flores (Buenos Aires Argentina), Raúl Fornet Betancour
(Alemania), Pablo Guadarrama G. (Cuba), Violeta Guyot (San Luis Argentina), Mario Heler (Buenos
Aires Argentina), Frantz Hinkelammert (Costa Rica), María Cristina Liendo (Córdoba Argentina), Mario
Magallón (México), Ricardo Maliandi (La Plata Argentina), Álvaro Márquez Fernández (Venezuela), Victor
Martín (Venezuela), Ricardo Melgar Bao (México), Dorando Michelini (Río Cuarto Argentina), Salvador
Morales (Cuba), María Inés Mudrovcick (Comahue Argentina), Javier Muguerza (España), Carlos
Osandón B. (Chile), Carlos Paladines (Ecuador), Carlos Pérez Zabala (Río Cuarto Argentina), Javier
Pinedo C. (Chile), Eduardo Rabossi (Buenos Aires Argentina), Marcos Reyes Dávila (Puerto Rico), Manuel
Reyes Mate (España), María Luisa Rivara de Tuesta (Perú), María Elena Rodríguez Ozán (México), Miguel
Rojas Mix (España), Carlos Rojas Osorio (Puerto Rico), Luis Alberto Romero (Buenos Aires Argentina),
María Luisa Rubinelli (Jujuy Argentina), Gregor Sauerwaldt (Alemania), José Sazbón (Buenos Aires
Argentina), Alejandro Serrano Caldera (Nicaragua), David Sobrevilla (Perú), Oscar Terán (Buenos Aires
Argentina), Gabriel Vargas Lozano (México), Leopoldo Zea (México).
Comité de Publicación
Delia Albarracín, Fernanda Beigel, Ana Luisa Dufour, Mariano Maure, Marisa Muñoz, Marcos Olalla,
Dante Ramaglia, Cecilia Tosoni, Oscar Zalazar.
Suscripciones
En Argentina u$s 24 (dos números);
en el exterior, vía terrestre u$s 30 (dos números);
vía aérea u$s 40 (dos números).
Giros o cheques a nombre de Adriana Arpini.
INDICE
Presentación
Artículos
Comentarios de Libros
historia de la filosofía, deberíamos pre- ser acción, esto es, combate; el hombre
guntarnos por los alcances de la expre- contemporáneo tiene necesidad de fe. Y
sión «razón práctica». Demás está recor- la única fe que puede ocupar su yo pro-
dar la distinción kantiana entre razón fundo, es una fe combativa»2 .
pura y práctica. De las dos, la que ha Razón teórica y razón práctica son,
quedado en pie es la segunda, como en última instancia, tendencias en el
tampoco ha quedado en pie aquel enten- uso del poder racional y es, en función
dimiento que se diferenciaba de la pri- de ellas, no siempre claramente distin-
mera como un volar sin atadura con guibles que juega todo ese halo que le
experiencia alguna que la justificara. confiere una vivencia particular al razo-
Así, pues, en el uso actual «razón prác- nar dado expresamente sobre lo prácti-
tica» no es lo que se opone a las otras co. Están, además, de por medio las
vías cognoscitivas de las que nos habla- manos que son instrumento y símbolo
ba Kant en su Crítica de la razón pura. de la razón práctica. Tal vez a esto se
De todos modos, es necesario reconocer refirió Anaximandro cuando dijo que el
que la praxis tiene su razón o, mejor ser humano no tiene manos porque es
dicho, que hay efectivamente una «razón inteligente, sino que es inteligente por-
práctica». No se trata, por cierto, de que que tiene manos (Aristóteles. De Partibus
haya dos razones, sino de modos diver- Animalium, IV, 10, 687a, 19). Por último,
sos de actuar racional. Una acción pura, no puede desconocerse los matices de
ajena a toda razón que se dé como for- contacto y hasta de estrecho parentesco
ma de racionalidad apegada a la praxis que podrían señalarse entre razón prác-
misma, no sería posible. Ahora bien tica y razón utópica.
¿cómo se presenta esa «razón» que se da Veamos ahora algunas posiciones
como momento ineludible de la praxis? ante la cuestión que nos interesa y co-
No cabe duda, por de pronto, que tanto mencemos por Platón a quien suele
el actuar como el razonar del actuar, se atribuírsele una total falta de sentido de
dan ambos como proceso. La razón es la realidad y al que se lo ha visto como
eminentemente discursiva. Pero, además, un contemplativo. Nada más desencami-
hay sinrazones que acompañan a la ra- nado. La filosofía platónica posee en su
zón. La razón del Quijote, no deja de totalidad una vocación práctica expresa
ser un razonar sobre una acción en la que la muestra más como una filosofía
que la fantasía y la imaginación no es- de la acción, que como un filosofar con-
tán ausentes. Y el Caballero de la Tris- templativo. Es cierto que el mito le pres-
te Figura no es, por eso, irracional; tam- ta la ocasión para imaginar poéticamen-
poco esa razón, la práctica, se encuen- te el momento de la presencia del fun-
tra lejos del buen sentido atribuido a un damento de los entes. Mas, se trata de
obrar eficaz; supone, por otro lado, con- un mito y las esencias, en última ins-
ciencia de poder, o puede estar acompa- tancia sabemos de ellas tan sólo por las
ñada de sentimiento de fracaso. Implica, limitaciones de belleza y de bondad que
además de otras cualificaciones que po- muestran los seres en este mundo. La
drían mencionarse, un acto de fe, cuan- exigencia platónica de «regresar a la ca-
do quien habla y obra no es un pesimis- verna» nos pone ante el modo como se
ta, sino un optimista. Mariátegui decía: entiende la relación entre lo necesario y
«La vida, más que pensamiento quiere lo contingente. No hay un preferir lo
primero por lo segundo, pues, si la ne-
2
José Carlos MARIÁTEGUI El alma matinal y cesidad de la idea supone una garantía
otras estaciones del hombre de hoy. Lima, ed.
Amauta, 1970, p.17. para la tarea cognoscitiva, la vocación se
Algunas consideraciones sobre Filosofía Práctica e Historia de las Ideas 13
ser del mundo, más nunca por lo que Sobre esta línea y después de los traba-
podría ser. El marxismo como una «Filo- jos de Bülher y de Jakobson que centra-
sofía de la práxis» así la llamó Gramsci ron sus investigaciones en la temática
entendió que aquel accionar se daba en de lenguaje y comunicación, Austin des-
la inevitable relación entre necesidad y cubrió lo que él denominó «acto ilocuto-
libertad, entre determinación y contin- rio» 6 . Esta cuestión abrió el vasto cam-
gencia, en un complejo y variado proce- po de la performatividad que no sólo ha
so dialéctico a la vez natural e histórico. incidido sobre la teoría de la comunica-
Tarea principal de esta filosofía es la de ción, sino también y esto es lo que más
hacer transparente la relación entre teo- nos interesa, sobre la lectura de los dis-
ría y praxis y orientar a ambas hacia cursos filosóficos los que pueden ser
una transformación de las estructuras sometidos ahora a un estudio de sus
sociales que haga posible un desarrollo recursos activos de lenguaje desde una
pleno de los seres humanos. No es ex- «teoría del discurso» en la que tiene
traño, que casi al concluir el tercer tomo prioridad el estudio de las hablas. Diga-
de El Capital, Marx nos diga que «Al mos de paso que las filosofías de voca-
otro lado de sus fronteras dice esto ha- ción contemplativa suelen mostrársenos
blándonos del «reino de la necesidad» organizadas, sobre una pretendida len-
comienza el despliegue de las fuerzas gua, de carácter ontológico, ante la cual
humanas que se considera como fin en únicamente nos cabe la función de escu-
sí, el verdadero reino de la libertad, que char, con lo que elaboran un discurso
sin embargo sólo puede florecer toman- de negación del discurso7 . En verdad, la
do como base aquel reino de la necesi- historia de la filosofía deberá ser reescri-
dad» (El Capital, tomo III, Sección VII, ta nuevamente desde esta rica proble-
parágrafo III, p.759). mática, entrevista más de una vez, pero
Las filosofías que se oponen al «saber no sistematizada todavía.
contemplativo» en el que se da particu- Habíamos dicho que ingresamos a la
lar fuerza a lo necesario y se desplaza el filosofía como quehacer típico de occi-
valor de lo contingente han sido confir- dente, con nuestra especificidad, cierta-
madas en lo que podríamos llamar su mente, durante el Renacimiento, época
«práxis teórica» el término fue acuñado que se caracterizó por una fuerte ten-
por Althusser desde los avances de la dencia hacia formas de filosofar declara-
lingüística pragmática. damente activas, clima que se acentuó
Esta se ha ocupado específicamente con la Ilustración. Ahora bien, entre fi-
de la cuestión de lenguaje y acción y ha nes del XVIII y primeras décadas del
permitido confirmar y ampliar el sentido XIX tuvieron lugar las primeras grandes
de aquella faceta práctica que acompaña guerras anticoloniales en la historia del
a todo pensamiento filosófico. Superando mundo: la de Haití, la de las Colonias
el ascetismo de los lingüistas formalistas británicas en la América del Norte y las
que ignoraron la relación entre la es- de las colonias españolas en Sudaméri-
tructura y la función del lenguaje, se ca. Sabemos que este significativo proce-
concluyó por aceptar la existencia de so recién alcanzó a otros sectores a fi-
una «acción lingüística», tema que en
verdad no era tan radicalmente nuevo 6
Oswald DUCROT y Jean-Marie SCHAEFFER.
en cuanto tiene un importante antece- Nouveau Dictionnaire du sciences du langage.
París, Seuil, 1995, p. 640 y sgs.
dente en las doctrinas de Guillermo de 7
Arturo A. ROIG «La recepción del giro lingüís-
Humboldt sobre el lenguaje entendido tico en Mendoza». Cuyo, Anuario de Filosofía
como «actividad» del espíritu humano. Argentina y Latinoamericana, vol.14, 1997, p.131-
144.
16 Arturo Andrés Roig
nes del siglo XIX, tal el caso, del Cari- Hostos «una estrategia categorial» cuyo
be hispánico. Pues bien, si las formas eje se encuentra en aquella confluencia,
de pensamiento anteriores entre noso- no fácil de resolver epistemológicamente,
tros a ese proceso revolucionario se han de lo descriptivo y lo proyectivo8 .
presentado como filosofías vocadas por No vamos a incursionar sobre la
la acción basta para eso con recordar practicidad de lo utópico, de lo que tan-
el impulso del reformismo borbónico en to se ha dicho ya. Aquella proyectiva
su versión americana con mayor razón, que hemos señalado muestra y ha mos-
lo fueron, como es fácil imaginarlo, las trado en nuestra historia un halo de
manifestaciones de un pensamiento in- utopía que es, sin duda, otros de los
corporado, primero, al proyecto de inde- matices que podrían agregarse.
pendencia y, luego, a la tarea de dar A todo esto y con metodologías cons-
forma a los Estados-naciones recién sur- tantemente renovadas se entregaron
gidos y en un proceso altamente conflic- años ha los historiadores de las ideas,
tivo que aun no ha concluido. quehacer que constituye uno de los
Pues bien, bajo tres aspectos podría- campos de desarrollo teórico y de inves-
mos, tal vez, señalar la vocación prácti- tigación historiográfica más fecundos del
ca del filosofar latinoamericano: en pri- siglo XX. Dentro de esa tradición será
mer lugar, en el sentido de lo práctico cuestión, pues, de responder al reto que
moral, terreno de ideas en el que se supone el filosofar en su relación con la
destaca, a nuestro juicio, una moral de acción, partiendo de nuestras propias
la emergencia; lo práctico en el sentido experiencias, sin que ignoremos lógica-
de despertar potencialidades humanas mente las ajenas.
en relación con todas las manifestacio- Para finalizar diremos que cuando
nes sociales, culturales y espirituales, lí- concluyeron las Guerras de Independen-
nea ésta que se comprenderá con sólo cia se planteó de inmediato la necesidad
mencionar a José Martí, a Eugenio Ma- de poner en marcha una «Segunda Inde-
ría de Hostos y a José Carlos Mariáte- pendencia». Uno de los voceros de ese
gui; y lo práctico en los modos de len- movimiento fue Juan Bautista Alberdi y
guaje, vale decir, la presencia del espíri- no es casualidad que cuando por prime-
tu de performatividad. Lógicamente que ra vez, en 1840, en nuestra historia in-
estas tres manifestaciones y otras que telectual se planteó la necesidad de una
podrían señalarse se dan, de hecho, «Filosofía americana» dentro de aquel
conjuntamente, con perfiles más o me- movimiento que mencionamos, fue en-
nos netos según los casos. Eso sí, in- tendida por su vocero, el mismo Alberdi,
cluyendo siempre como núcleo de peso, dentro de aquella «Filosofía de la acción»
la relación entre el ser y el deber ser y de la que hemos hablado. ¿Se han al-
apoyado todo en la fe en una razón canzado los necesarios niveles teóricos
práctica capaz de ser asumida abierta- de esa tendencia del filosofar? Es indu-
mente como tal. Un maridaje entre lo dable que la tarea sigue abierta, tanto
descriptivo y lo prescriptivo conduce por su interés teórico como por su pe-
dentro de aquel programa de generación rentoriedad.
de nuevas potencialidades humanas, a
la construcción de un saber categorial
adecuado. Un saber de vocación prácti-
8
Adriana ARPINI. «Razón práctica y discursivi-
dad: una perspectiva latinoamericana», en el li-
ca ha de construir sus propias herra- bro Razón práctica y discurso social latinoamerica-
mientas. De ahí, por ejemplo, que según no. El pensamiento «fuerte» de Alberdi, Betances,
nos lo muestra Adriana Arpini, haya en Hostos, Martí y Ugarte. Buenos Aires, ed. Biblos,
2000, p.12-26.
Dossier
sobre la
cuestión
del sujeto
José Sazbón (UBA/CONICET)
3
Para un enfoque de esta restitución en el marco tendencias objetivizantes -entendidas por él
de la declinación del paradigma estructuralista, como reificantes- de la sociología y el materialis-
cf. Dosse 1992, t. II, caps. 31-33. mo histórico (que él aspiró a complementar con
4
Cf. Skocpol ed. 1991; Zona abierta 1991. un materialismo cultural afín al de Raymond
5
Cf. Veeser ed. 1989. Williams): cf., en particular, Thompson 1978.
6
Cf. Hunt ed. 1989. Para reservas críticas sobre la argumentación
7
Cf. Rorty, Schneewind y Skinner eds. 1984. thompsoniana, cf. Anderson 1980, cap. 2. Más
8
Cf. Ankersmit y Kellner eds. 1995. También: recientemente, un enfoque escéptico sobre la
Zammito 1993. noción de experiencia fue planteado, desde una
9
Cf., como ejemplos de diversas orientaciones de perspectiva anti-fundacionalista, por Joan Wallach
trabajo: LaCapra 1983; Tully ed. 1988; Jay Scott (1996).
1993. También: Kelley 1987. 18
Se trata, en este caso, de una veta en plena ex-
10
Cf. Rorty ed. 1967. pansión y diversificación que contempla, entre
11
Cf. Rabinow y Sullivan 1979. otros aspectos, la integración comunitaria del
12
Cf. McDonald ed. 1996. sujeto y la caracterización consiguiente de una
13
Cf., p. ej., Elster 1985, Introducción. Para una memoria colectiva. Textos influyentes que estu-
crítica, ver Wright, Levine y Sober 1992, cap. 6. dian y problematizan la relación historia/memoria
14
Cf. Carling 1986; también Carling 1991, cuyo tí- son, p. ej., Hutton 1993 y Yerushalmi 1996. Des-
tulo original era Rational Choice and Social de hace una década aparece una importante re-
Division. Para una réplica a su posición (tal vista consagrada a estos problemas: History and
como figura en el primer texto mencionado), cf. Memory. Studies in Representation of the Past (Uni-
Wood 1989. versidad de Tel Aviv). Por lo demás, el papel de
15
Ricoeur 1991, t. 3, cap. II, secc. 4. la memoria como forma de autoconciencia del
16
Cf. Giddens 1979, caps. 1 y 2 ; Giddens 1987, sujeto está implícito en los desarrollos de la his-
Préface de lédition française y caps. 1 y 2; toria oral (sobre la cual, cf. un panorama reciente
Cohen 1989, caps. 1 y 6. en Green y Troup 1999, cap. 9).
17
Como se sabe, quien con más fuerza e influen- 19
Condensamos en esta fórmula una práctica vi-
cia ha insistido en este sesgo es el historiador in- gente de la escritura histórica en virtud de la
glés Edward P. Thompson. Lo ha hecho, sobre cual el historiador, emancipado de las nociones
todo, en función polémica, para oponerse a las reguladoras de objetividad, verdad, adecuación
El sujeto en las ciencias humanas 21
pp. 67, 86), es decir, la conciencia en ellos, se alega, aunque la voz del autor
éstos de una operación conversa a la se manifestaba siempre, las convencio-
que realiza en ese momento el antropó- nes de la presentación y la lectura del
logo de la metrópolis, todo lo cual debe texto impedían una conexión más estre-
tener cabida en el espacio textual que cha entre el estilo autoral y la realidad
recoge el encuentro dialógico. La dicoto- representada (ibid.). Todo esto es lo que
mía sujeto/objeto se esfuma y en su busca corregir la orientación interpreta-
lugar aparece el relato de la situación tiva mediante la conspicua adjudicación
como una producción conjunta en la de una conciencia literaria a la prácti-
que se otorga adecuado relieve y plena ca etnográfica (Marcus 1986, p. 262).
autoridad a los aspectos intersubjetivos De ella derivaría una percepción crítica
de la investigación (Clifford 1986b, p. de las estrategias de representación dis-
107). ponibles en el registro del intercambio
En uno de los libros más representa- dialógico que tiene lugar en el trabajo de
tivos y programáticos de la antropo- campo. Siendo siempre su punto de
logía interpretativa, el capítulo consagra- partida el discurso oral, la correspon-
do a la persona, el yo y las emociones diente transición a la escritura promue-
hace corresponder esta enumeración con ve entonces una reflexión sobre el modo
aquellas significaciones (menos codifica- en que se ejerce ese inicial proceso de
das que los sistemas de creencias, los textualización.
rituales o las estructuras de parentesco) Una vez abandonada la inclinación
que pueden brindar al antropólogo un etnocéntrica a percibir al otro estudiado
acceso a la experiencia cultural del como primitivo o prealfabetizado e in-
otro (Marcus y Fischer 1986, p. 45). La capaz, por eso, de expresarse, a la par
experiencia es el foco que reúne las ex- del observador, las exigencias de recep-
pansiones (o las reticencias) de la comu- tividad y verdadero intercambio se hacen
nicación y, por tanto, la instancia privi- sentir. En la medida en que desaparece
legiada que pone a prueba, en el antro- la distribución asimétrica de una voz
pólogo, la suspensión o relativización de dotada de plena autoridad significativa y
sus propias categorías con el fin de no un cuasi-interlocutor que, en cuanto in-
violar la integridad cultural de la visión formante, sólo es citado o parafraseado,
del mundo hacia la que busca ser re- la efusión comunicativa encuentra su
propio espacio. Si se reconoce al dialo-
ceptivo. Antes del desarrollo de la antro-
gismo y la polifonía como modos de pro-
pología interpretativa, las experiencias
ducción textual, queda cuestionada la
personales del etnógrafo tenían también
autoridad monofónica. Se llega así a
un lugar importante en el proceso de
aceptar que, la cultura es siempre
investigación el método de la llamada
relacional, una inscripción de los proce-
observación participante buscaba, como
sos comunicativos que tienen lugar, his-
ahora se recuerda, un delicado equilibrio
tóricamente, entre sujetos en relaciones
de subjetividad y objetividad (Clifford
de poder (Clifford 1986a, p. 15).25 Pre-
1986a, p. 13), pero la exposición tex-
tual de la experiencia se veía restringida
por los estándares disciplinarios del dis- 25
Para esta noción de cultura, Clifford da como
referencias un artículo de Kevin Dwyer (The
tanciamiento objetivo. Desde la actual
Dialogic of Anthropology, Dialectical Anthropo-
perspectiva, que realza en cambio el logy, vol. 2, 1977, pp. 143-151) y otro de Dennis
punto de vista personal y concreto del Tedlock (The Analogical Tradition and the
etnógrafo, los hábitos clásicos de escritu- Emergence of a Dialogical Anthropology,
Journal of Anthropological Research, vol. 35, 1979,
ra resultan insuficientes, ya que en pp. 387-400).
24 José Sazbón
cisamente porque el etnólogo debe cues- tividad (Lévi-Strauss 1966, pp. XXIX-
tionar el antiguo supuesto de un firme XXX). El sentido teórico (y político) de la
punto de vista arquimédico (la madura formulación residía en la provisoriedad
civilización occidental) que permitiría si- del desdoblamiento de lo humano en lo
tuar y clasificar la deficitaria variedad propio y lo ajeno, aprehensión interna y
humana circundante, la reciprocidad de observación externa, identidad y alteri-
perspectivas invocada es también un dad, y en la necesidad de la reunión de
ejercicio de relativización de lo propio, lo escindido en una unidad (que, si an-
de autoconocimiento crítico. tes podía ser predicada formalmente,
ahora la antropología estructural volvía
concreta y pregnante). Analogando la
De la antropología estructural a etnografía al psicoanálisis, el exégeta de
la interpretativa Mauss veía en el inconsciente un térmi-
no mediador entre el yo y el otro: así, el
En cada versión de un otro está
acceso a las formas inconscientes del
presente la construcción de un yo, de
espíritu conducía a la subjetivación.
modo que la elaboración del texto etno-
Tanto la práctica psicoanalítica como la
gráfico implica siempre un proceso de
etnológica decía se proponen formas
autoformación (Clifford 1986a, pp. 23-
de comunicación, y ellas tienen lugar
24):26 este postulado de James Clifford
bien entre un yo /moi/ subjetivo y un
parece, más que una premisa innovado-
yo /moi/ objetivante, bien entre un yo /
ra, la radicalización de anteriores con-
moi/ objetivo y un otro subjetivado (id.,
minaciones del mismo tipo. Maurice
p. XXXI).
Merleau-Ponty, por ejemplo, en los años
Si tratamos ahora de precisar las di-
cincuenta sostenía, a propósito de la
ferencias entre el enfoque estructural y
etnología, que ella era un modo de pen-
el interpretativo, dentro de su común
sar que se imponía cuando el objeto es
aceptación de una reciprocidad de pers-
otro y exige que nos transformemos
pectivas como horizonte de la antropo-
nosotros mismos, pues la experiencia
logía, encontramos algunos puntos de
que ofrece tal disciplina es la incesan-
interés. En primer lugar, la superación,
te puesta a prueba de uno mismo por
que describía Lévi-Strauss, de la oposi-
el otro y del otro por uno mismo
ción entre yo y el otro (id., p. XXX)
(Merleau-Ponty 1964, pp. 145-146). Cier-
estaba sostenida, sobre todo, por su
tamente, el filósofo se hacía eco, en ese
postulación de un Inconsciente que era
momento (1959), de los desarrollos esti-
común a todos los hombres y a todas
mulantes de la antropología de Claude
las épocas y permitía conmutar las ca-
Lévi-Strauss y es esta última el real tér-
tegorías mentales y los marcos cognosci-
mino de comparación con la corriente
tivos, entendiéndolos, en su múltiple va-
interpretativa. El nuevo humanismo de
riedad, como especificaciones equivalen-
base antropológica que, hacia la época,
tes de una función universal. Pero ese
defendía Lévi-Strauss27 poseía, entre sus
kantismo sin sujeto trascendental
atributos, el de permitir captar, bajo
como lo llamó Ricoeur28 carece de toda
una forma experimental y concreta, /el/
proceso ilimitado de objetivación del su- 26
Autoformación es, en el artículo de Clifford,
jeto que tiene lugar cuando, en el seno una cita del título del libro de Stephen Green-
de una humanidad única, los múltiples blatt: Renaissance Self-Fashioning: From More
to Shakespeare (Chicago, University of Chicago
usos y costumbres se manifiestan, ini-
Press, 1980).
cialmente, como alteridades y, luego, 27
Cf. , sobre este punto, Sazbón 1975.
como objetos reintegrables en la subje- 28
Cf. Ricoeur 1963, p. 618.
El sujeto en las ciencias humanas 25
correspondencia con los criterios y pro- observados (id.., p.8): desdeña las sime-
cedimientos de la modelística interpreta- trías y enlaces analógicos (tan caros a
tiva, cuyo mismo carácter dispersivo es Lévi-Strauss) en favor de los desfasa-
un eco de su ánimo refractario a cual- mientos y las discontinuidades; piensa
quier estilo paradigmático de concep- menos en el hecho social total (Lévi-
tualización (Marcus y Fischer 1986, p. Strauss 1966, pp. XXIV- XXX) que en la
X). En segundo lugar, todas las apertu- fragmentación de sus constelaciones par-
ras a la subjetividad y a la mediación ciales.
subjetiva en el proceso de conocimiento En tercer lugar, se puede señalar
tenían como contrapartida, en Lévi- una oposición considerable entre las dos
Strauss, una noción fuerte de objetivi- orientaciones en lo que se refiere al sta-
dad que encadenaba a la etnología a tus de la escritura en la relación de co-
través de eslabones intermedios o articu- nocimiento que involucra al sujeto/actor
laciones fundadas con el resto de las de la cultura estudiada y el sujeto/autor
disciplinas, a su vez tributarias del ideal del respectivo texto etnográfico. En la
regulativo de las ciencias exactas. distribución de contenidos y funciones
Los diversos paralelos y correlaciones que asigna Lévi-Strauss a la etnografía y
disciplinarias así desplegados (entre la la etnología, la primera se ocupa de la
historia y la etnología;29 entre la última observación y el análisis particularizados
y el psicoanálisis;30 entre estas dos, la de los grupos humanos y la segunda de
geología y el marxismo; 31 entre la lin- la utilización, con fines comparativos, de
güística y la antropología;32 entre ambas los documentos elaborados por aquélla
y la economía; 33 entre las ciencias hu- (Lévi-Strauss 1958, pp. 4-5, 313-314).
manas y las sociales, 34 etc.) 35 estaban En la medida en que el trabajo teórico
sostenidos por el aplomo asertivo de con los modelos estructurales objeto
quien pensaba que la tierra del conoci- de la atención preferencial de este au-
miento es redonda.36 Pero la antropolo- tor se realiza en el nivel etnológico, las
gía interpretativa, que respira una at- circunstancias del registro etnográfico
mósfera intelectual básicamente refracta- son evocadas menos con propósitos con-
ria a cualquier conato de mathesis ceptuales que para realzar la significa-
universalis y cree habitar más bien un ción del contacto intercultural y las con-
presente posparadigmático que cancela notaciones subjetivas de esa aproxima-
la autoridad de los estilos de gran teo- ción. No obstante, no está presente en
ría, prefiere consagrarse más a explicar la antropología estructural aquello que
las excepciones y los indeterminantes en la interpretativa concentra el esfuer-
que las regularidades en los fenómenos zo autocrítico: la efusión etnográfica
29
Cf. Histoire et ethnologie en Lévi-Strauss samiento, hasta la música de los mitos a la que
1958, cap. I. es sensible el antropólogo que los estudia. Cf.,
30
Cf., entre otros lugares, Lefficacité symbolique, respectivamente, Lévi-Strauss 1970 (la cita, en p.
en Lévi-Strauss 1958, cap. X. 23) y Lévi-Strauss 1964c (cuya Ouverture razo-
31
Cf. Comment on devient ethnographe, en na el analogon musical que inspira los títulos de
Lévi-Strauss 1963, cap. VI. las secciones).
32
Cf. Linguistique et anthropologie, en Lévi- 36
Cf. Lévi-Strauss 1964a p. 597. Esa metafórica
Strauss 1958, cap. VI. esfericidad del saber autorizaba la convicción de
33
Cf. Langage et societé, en Lévi-Strauss 1958, que, creyendo alejarse entre sí para alcanzar,
cap. III. aunque por vías opuestas, el status de ciencias
34
Cf. Lévi-Strauss 1964a , pp. 579-597. positivas, las ciencias sociales y las ciencias huma-
35
Las proyecciones de este etcétera pueden dila- nas llegarán a confundirse con las ciencias exactas
tarse en varias direcciones: ellas comprenden des- y naturales, de las que dejarán de distinguirse
de las matemáticas del hombre, que permiten (ibid). Sobre las ambivalencias del reclamo
imaginar una unificación de los métodos de pen- lévistraussiano de cientificidad, cf. Sazbón 1993.
26 José Sazbón
37
En otros lugares, Lévi-Strauss consigna algunos la lección de la Lección expuesta en Tristes
ejercicios de escritura o de representación grá- Tropiques. Pues, de acuerdo a la lectura decons-
fica por parte de los indígenas, que mostraría a tructiva del filósofo, cuando se establece la pri-
éstos tan capaces de servirse de ese medio con macía de la voz y la palabra hablada sobre el
fines de análisis y de demostración como los signo escrito, entendido como representación
civilizados letrados. Así, criticando a Sartre (su- accesoria, se incurre en un etnocentrismo pro-
puestamente reacio a aceptar ese hecho), analoga fundo que privilegia el modelo de la escritura
el diagrama sobre la arena con el que el indí- fonética en consonancia con la vigencia de la
gena de Ambrym expone el funcionamiento de metafísica de la presencia en el pensamiento
su sistema de parentesco con la demostración en occidental. En Lévi-Strauss, pues -según esta
el pizarrón de un profesor universitario, ya que interpretación-, el etnocentrismo se piensa
para el etnógrafo la situación es exactamente la como anti-etnocentrismo y todas las críticas
misma en los dos casos (Lévi-Strauss 1964b, liberadoras del antropólogo, todas sus denun-
pp. 363-364). cias legítimas siguen gravadas por la persisten-
38
Crédito que no le concede, por cierto, Jacques te ideología del fonologismo lingüístico y meta-
Derrida cuando busca extraer, laboriosamente, físico (Derrida 1967, pp. 175-178, 150-151).
El sujeto en las ciencias humanas 27
pre allí, esperando el próximo sketch que se aplican a los indígenas es defen-
(op.cit., p.55). Conversión literaria del der a éstos del asalto impiadoso de la
objeto, descripción de escenas impactan- sociedad capitalista.
tes, apelación a un sentido común nor-
mativo, promoción de lo maravilloso so- Figuras del sujeto: observado
bre lo banal, ademanes de complicidad y observador
con el lector de historias curiosas: este
Los artículos mencionados de Appa-
dispositivo usual indica que, como el
durai y Ramos constituyen dos muestras
nativo de Appadurai, la detección de lo
de una de las vertientes de la antropolo-
exótico es también una creación de la
gía interpretativa en la antigua termi-
imaginación antropológica. Descansando,
nología escolástica, se la llamaría su pars
de hecho, menos en un registro objetivo
destruens : aquella que, en la produc-
que en el modo de expresión con el que
ción científica de la profesión, persigue el
se lo alude, el exotismo se sirve de re-
rastro de las formaciones ideológicas más
cursos retóricos que, como señala Ra-
generales y eficaces que reproducen la
mos con una cita,41 crean la ilusión de
autocomplacencia y el narcisismo de las
que lo exótico está en el mundo más
sociedades metropolitanas, cuyo corolario
que en la imaginación (op.cit., p. 62).
es la tácita depreciación de las culturas
Pero la antropóloga brasileña también
indígenas. La otra vertiente pars
indica, con gravedad, las ominosas deri-
construens, para seguir con la analogía,
vaciones que pueden suscitar estas imá-
al considerarse tributaria del momento
genes y lo que significa, para el sujeto
experimental que viven las ciencias hu-
concernido, el costo de ser exótico
manas, aspira a delinear un amplio y
(op.cit., p. 61). Pues, así como en el pa-
flexible campo de prueba para el ejercicio
sado el lenguaje del exotismo acompañó
de una poética y política de la etnogra-
las cruzadas del Occidente conquistador,
fía43. En uno y otro caso, lo que está en
del mismo modo en la actualidad las
cuestión es la práctica de la escritura et-
fantasías de primitivismo que envuelven
nográfica y la inspección crítica y auto-
el retrato del indígena dejan a éste
crítica de sus condiciones (la identidad/
desmunido frente al asalto civilizatorio
alteridad como polaridad no jerárquica en
de las riquezas naturales de su hábitat:
la comunicación intercultural de la que
esa menoscabada humanidad es una
dará cuenta el texto) y resultados (tanto
incómoda presencia que parece exigir el
la idoneidad y congruencia de la forma
sometimiento de los indeseables y la im-
escogida como la incidencia de sus efec-
plantación territorial de la cultura supe-
tos en términos institucionales y socia-
rior. Dado que hacer antropología en
les). Pero la atención a la escritura, ade-
Brasil es ya en sí mismo un acto políti-
más de vincularse con el omnipresente
co (op.cit., p. 63), cuestionar el exotismo
textualismo (aquí atenuado, ciertamente,
al que ceden sus practicantes42 y deste-
por el recurso a la experiencia), deriva,
rrar los estereotipos cargados de valor
a su vez, de la conciencia de una crisis
41
De Stephen W. Foster en su artículo The Así, gran parte de la obra de los antropólogos
exotic as a Symbolic System (Dialectical An- anglosajones demuestra que no se sienten
thropology, vol. 7, 1982, pp. 21-30). También ve concernidos por las implicaciones éticas o polí-
una corroboración en Said 1979. ticas que pueden tener sus escritos para la gen-
42
Observa la autora: quizás porque los indios te sobre la cual escriben (Ramos 1992, pp. 64,
están -geográfica, si no socialmente- próximos a 63).
nosotros, los escritos de los antropólogos bra- 43
Los entrecomillados aluden, desde luego, a los
sileños no están recargados del mismo compo- subtítulos respectivos de Marcus y Fischer 1986
nente de exotismo que se encuentra en otros. y Clifford y Marcus eds. 1986.
32 José Sazbón
sición relativista representa el enemigo que el sujeto, el autor, aún sigue ahí;
predilecto, la acabada antítesis de su no es de extrañar, entonces, que tal ac-
propio perfil filosófico. Eso explica la ad- titud sea designada como ultrasubjeti-
jetivación efusiva y la escasa receptivi- vismo (op.cit., pp. 44, 63).
dad de su lectura a los propósitos y las El encarnizamiento que exhibe Gellner
realizaciones de la orientación cuestiona- en su tratamiento de la antropología in-
da. terpretativa se debe a que ésta represen-
De todos modos, el ángulo de ataque ta paradigmáticamente el relativismo que
que elige Gellner es, sin duda, estratégi- aborrece. Este último, que por lo gene-
co: el relativismo en cuestión se le pre- ral aparece en su texto revestido de to-
senta como una fusión de subjetividad dos los atributos de un íncubo maligno,
y hermenéutica y es en torno a este es también objeto de una condenación
acoplamiento que desplegará su crítica. teórica y de una réplica argumentativa.
Pues la exacerbación de la búsqueda de En particular, la validez del relativismo
significados en el mundo social, la prác- cognitivo aparece refutada por las adqui-
tica continua de la decodificación de las siciones, no relativizables y transcultura-
conductas y los lenguajes, la conversión les, de una idea de ciencia consensual y
de los hechos y las cosas en una trama expandida, desacralizadora y eficaz. Esta
de sentidos adventicios, todo este flujo concepción y el correlativo encumbra-
incesante de la interpretación tiene como miento de las facultades cognitivas sobre
contrapartida la identificación (o la de- las propensiones éticas es un postulado
nuncia; en todo caso, el señalamiento) fuerte que relega otras consideraciones,
del intérprete. Precisamente el relativis- sin llegar a excluirlas: si bien el nihilis-
mo postula la inexistencia de paradig- mo moral puede ser difícil de eludir,
mas o códigos universales de intelección: para Gellner el punto firme es que el
el confinamiento del marco interpretati- conocimiento con que contamos está
vo a una perspectiva localizada reclama más allá de la cultura y de la morali-
la inspección de la mirada hermenéuti- dad y cualquier orientación teórica que
ca y, en los antropólogos interpretativos, niegue esto, como la antropología inter-
un autoexamen permanente de los su- pretativa, es una parodia horrorosa de
puestos movilizados en su encuentro con nuestra verdadera situación (op.cit., pp.
el otro. Para Gellner, esto produce un 92, 73).
desplazamiento doble... de cosa a signi- Sin duda los desarrollos críticos de
ficado y de objeto a sujeto; en sus for- Gellner que, aliviados de las exagera-
mas extremas, el imperio de la subjeti- ciones y sarcasmos gratuitos, pueden
vidad cognitiva y la reducción de los ser útiles para una evaluación de la
hechos a significados produce una amal- opción hermenéutica de la antropolo-
gama característica: el narcisismo-her- gía se sitúan en la amplia arena de
meneuticismo (op.cit., pp. 39-41). Gellner discusión (epistemológica y política) so-
se complace en representar al antropólo- bre la precisa naturaleza y alcances del
go interpretativo como alguien atormen- relativismo (o agnosticismo, o escepticis-
tado por las exigencias de una asumida mo) contemporáneo. La aspereza de los
política de la interpretación e incapaz de debates tiende, ciertamente, a polarizar
superar la compulsión a declarar una y las posiciones en un aut-aut intransi-
otra vez las imposiciones limitativas de gente, pero el cuadro no sería comple-
su punto de vista. Incluso después de to si omitiéramos de él los intentos de
utilizado el recurso polifónico surgiría, superación de las antinomias, algunos
inevitable, el reconocimiento culpable de de los cuales, aún haciéndose cargo de
34 José Sazbón
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RESUMEN
En distintos campos de las ciencias huma- eleva el punto de vista aborigen al nivel de
nas se asistió, en las últimas décadas, a un la creación co-autoral del texto resultante.
retorno del sujeto como tema de considera- Tal promoción del sujeto observado es el
ción y análisis (desde la teoría literaria has- declarado complemento de la exposición de
ta los estudios históricos), revirtiendo así una los rasgos personales del sujeto observador.
anterior depreciación consonante con las La opción metodológica y teórica de la antro-
premisas estructuralistas y formalistas. Un pología interpretativa también es una opción
expresivo ejemplo de estos cambios lo cons- política: el propósito general es oponerse a la
tituye la antropología interpretativa, ya que denegación o rebajamiento de los derechos
esta orientación postula la indispensable in- de la cultura del sujeto a prevalecer y, adi-
corporación de las propias voces de los su- cionalmente, a suministrar elementos destina-
jetos estudiados, en el carácter de asociados dos a una crítica cultural de las sociedades
que, en paridad, participan en la elaboración metropolitanas: la denominada repatriación
de la escritura etnográfica: de este modo, se de la antropología.
SUMMARY
FOUCAULT
de la crítica del sujeto a la ética de la subjetivación
yo. El sujeto husserliano es trascenden- como bien vio Marx, el trabajador y aun
tal y es pensado como «fundamento sin el capitalista son «posiciones» en la má-
fundamento». Frente a estos sujetos ab- quina productiva, portadores del capital
solutos o cuasi/absolutos, Foucault nos unos, sujetos explotados los otros.
hablará más bien de subjetivación. No Foucault lo resume en su poética prosa.
hay sujetos dados a priori, sino procesos «¿Cómo puede ser el hombre esta vida
de subjetivación. Foucault supera la idea cuya red, cuyas pulsaciones, cuya fuerza
contractualista de poner primero indivi- enterrada desbordan infinitamente la ex-
duos ya hechos para luego hacerlos en- periencia que de ellas le es dada de in-
trar en un hipotético contrato social. De mediato? ¿Cómo puede ser este trabajo
todos modos, la mirada retrospectiva de cuyas exigencias se le imponen como un
Foucault acerca de su propia obra en rigor extraño? ¿Cómo puede ser el sujeto
cuanto girando alrededor del sujeto, es de un lenguaje que desde hace millares
una óptica que emerge a partir del últi- de años se ha formado sin él, cuyo sis-
mo periodo de su obra en que predomi- tema se le escapa, cuyo sentido duerme
na la ética del cuidado de sí, ética de la un sueño casi invencible en las palabras
subjetivación. Sólo retrospectivamente que hace centellear un instante por su
puede decir que el sujeto es el gran discurso y en el interior del cual está
tema de su obra, el sujeto objetivado constreñido a alojar su pensamiento,
por el discurso del saber, el sujeto como si estos no hicieran más que ani-
objetivado por el poder, y el sujeto mis- mar por algún tiempo un segmento sobre
mo en el proceso de su propia subjetiva- una trama de posibilidades innumerables»
ción. (1966, 314; 334).
La arqueología de Las Palabras y las También en El pensamiento del afue-
cosas nos mostraba al ser humano, al ra recalca Foucault la crítica del sujeto
sujeto, en las objetivaciones a que fue hablante. Mallarmé se preguntó quién
sometido en la biología, en el trabajo y habla, y respondió diciendo que es el
en el lenguaje. La conclusión era muy propio lenguaje el que habla. Foucault
clara. El hombre no puede ser un suje- mismo asevera: «Ahora se sabe que el
to a la manera como lo representaba la ser del lenguaje es la visible desapari-
fenomenología o el existencialismo, pues ción de aquel que habla» (1986, 75).
ese sujeto estaba demasiado sujecionado. Este hilo argumental de crítica del
Como ser viviente el sujeto humano, sujeto reaparece en la Arqueología del
aunque ostenta algunas singularidades, saber cuestionando a las filosofías de la
obedece, sin embargo, a los mismos me- historia que hacen de la historia el mito
canismos de reproducción y adaptación de una identidad del sujeto, que hacen
que las demás especies vivientes; Char- de la historia una antropología y de la
les Darwin había destronado al hombre revolución una mera toma de concien-
del lugar ministerial en que el Dios ge- cia. El humanismo, la filosofía del suje-
nesíaco lo había colocado, como bien to y el historicismo formaron parte de
hizo notar Sigmund Freud. Como sujeto la episteme del siglo pasado, pero las
hablante tampoco el ser humano puede nuevas disposiciones del saber están en
reclamar el trono de un absoluto, pues vías de conmocionar esa trilogía. «Pero
la gramática que uso me es generalmen- no hay que engañarse: lo que tanto se
te inconsciente y sólo reparo entre luz y llora no es la desaparición de la histo-
tinieblas a lo que quiero significar. Me- ria, sino la de esa forma de historia que
nos aún como ser trabajador puede el estaba referida en secreto, pero por en-
hombre ocupar el lugar del rey, pues, tero, a la actividad sintética del sujeto;
FOUCALT, de la crítica del sujeto a la ética de la subjetivación 39
lo que se llora es ese devenir que debía Pero la locura es un objeto rebelde
proporcionar a la soberanía de la con- a la objetivación. Después de todo las
ciencia un abrigo más seguro, menos ciencias con raíz psy al tiempo que
expuesto, que los mitos, los sistemas de objetivizan la locura dejan de lado la
parentesco, las lenguas, la sexualidad o experiencia de la sin razón. Mas esta
el deseo: lo que se llora es la posibilidad experiencia en su enigmática trama de-
de reanimar por el proyecto, el trabajo nuncia algo que no comprendemos, que
del sentido o el movimiento de la totali- la razón científica no puede encasillar, el
zación [...] lo que se llora es ese uso nexo misterioso entre la obra y esa ex-
ideológico de la historia por el cual se periencia trágica de la locura que se da
trata de restituir al hombre todo cuan- en aquellos que la sociedad quisiera re-
to, desde hace más de un siglo, no ha pudiar, pero que resultan siendo la me-
cesado de escapársele» (1972, 23-24). dida en la grandeza de sus obras. Las
El sujeto escindido, como nos dice el pinturas de Goya o Van Gogh, las nove-
primer texto citado de Foucault, remite las de Dostoievski, los fragmentos de
al loco, al prisionero, al enfermo. En Nietzsche, los poemas de Hölderlin, los
efecto, la gran paradoja de las ciencias dramas de Artaud, y un largo etcétera.
humanas es que nos hacen conocer al Es «el mundo el que debe justificarse
ser humano en las orígenes objetivado- ante» esas obras y esos trágicos (1979,
res que la razón científica constituye. El 11, 304; fr. p.557).
hombre europeo moderno no ha podido Las prácticas de escisión son prácti-
conocerse, tener ciencia de sí mismo cas de poder. Son prácticas disciplina-
sino en la distancia objetivadora que las rias en las que las ciencias humanas
ciencias humanas han establecido. El hallan su fuente genealógica. Las cien-
hombre se conoce en el espejo «deforma- cias humanas muestran al hombre
do» del loco, del enfermo, del delincuen- sobredeterminado, pero la sujeción que
te. El manicomio, la cárcel, el hospital, las disciplinas carcelarias y judiciales
son el lugar en que la ciencia moderna practican sobre el sujeto son también la
constituye la objetividad del conocimien- oscura génesis de las ciencias humanas,
to científico del hombre. Las filosofías de y ellas mismas son efecto de esa suje-
la identidad del sujeto no se dan cuen- ción. Pero el énfasis en las relaciones de
ta que hay conocimiento del hombre en poder dio ocasión a muchos a pensar en
la medida en que la locura ha sido in- un determinismo de la máquina social, y
ternada por obra del poder, y que el hu- una imperceptible faz de la libertad hu-
manismo de la liberación que lo pasa de mana. Foucault debió ser claro, enton-
la cárcel al manicomio es el paso de un ces, sosteniendo que el poder no se ejer-
encierro a otro encierro, encierro en que ce sino sobre sujetos libres. «El poder se
el poder ofrece la feliz oportunidad al ejerce sólo sobre sujetos libres, y sola-
científico de indagar en los enigmas de mente en la medida en que ellos son li-
la locura. La muerte del hombre llega a bres. Con esto queremos decir, sujetos
ser en verdad el cuestionamiento radical individuales o colectivos que están en-
del sujeto. «Este hombre fue sujeto sobe- frentados con un campo de posibilidades
rano y el siervo objeto de todos los dis- en el que se puedan realizar diversas
cursos sobre el hombre que se han pro- formas de conducirse, diversas reaccio-
nunciado desde hace tiempo, y, singu- nes y diversos comportamientos» (1991,
larmente sobre el hombre alienado. Y p. 87). La libertad se muestra, entonces,
por fortuna muere durante esas habla- como agrega el propio Foucault, como
durías» (1979, 11, 333, apéndice). condición del poder. El puro avasalla-
40 Carlos Rojas Osorio
cribir cartas a sus discípulos, con sus tre la reacción crítica a otras actitudes
recomendaciones y consejos, tal como existenciales, la visión global de cierta
puede apreciarse en Séneca. También manera de existir y de ver el mundo, y
practicaban el tomar notas de pasajes la decisión voluntaria misma; y esta op-
importantes de sus maestros, para re- ción determina, pues, hasta cierto punto
petirlos y tenerlos siempre muy en la doctrina misma y el modo de enseñan-
cuenta. Escribe Foucault; «Me parece za de esta doctrina» (Hadot, 1998, p.13).
que toda esa llamada literatura del yo ii) La ética tiene como temática prin-
diarios íntimos, narraciones, etc., cipalísima la relación a sí y la relación
no pueden ser comprendidas a menos con el otro. Foucault comienza señalan-
que sean colocadas en el rico encuadre do que el cuidado de sí se convirtió, ya
de estas prácticas del yo. La gente ha desde el siglo -IV, en el principio de
estado escribiendo sobre sí misma du- razonabilidad ética y al mismo tiempo
rante dos mil años, pero no de la mis- en una condición necesaria de la vida
ma manera» (1988, p. 216). filosófica y en una forma de acceso a la
Foucault nos cuenta estas historias filosofía. El ethos gira en torno al cuida-
complejas en que se entretejen las rela- do de uno mismo. «Caracterizaré el
ciones de poder y la ética de la subjeti- ethos filosófico propio de la ontología crí-
vación. De todo ello resultan algunas tica de nosotros mismos como un test
afirmaciones, más bien pocas, con las histórico práctico de los límites mismos
cuales él se compromete. Ellas son: sobre nosotros mismos como seres li-
i) La filosofía gira en torno a la éti- bres» (1994, IV, 575). Lo que Foucault
ca. «La filosofía es el conjunto de los denomina «ontología del nosotros», o
principios y prácticas con los que uno también del presente, no es una ontolo-
cuenta y que se pueden poner a dispo- gía general, sino la temática inaugurada
sición de los demás para ocuparse ade- por Kant al hacerse la pregunta por lo
cuadamente de uno mismo o del cuida- que somos nosotros en este momento de
do de los otros» (1994b, p. 61). Es de la historia, pregunta que podemos reno-
destacar que en este último período del var en cada momento histórico y que es
pensamiento de Foucault la ética se con- el núcleo de lo que Foucault entiende
vierte en el núcleo fundamental de la por Ilustración. Siguiendo con ello al fi-
filosofía. La crítica arqueológica del pri- lósofo de Koenisberg.
mado moderno de la epistemología toma (iii) La ética supone la libertad como
una nueva forma al final del desarrollo una experiencia fundamental del ser hu-
intelectual del filósofo al dar prevalencia mano. La ética es la posibilidad de «dar
a la ética entendida como cuidado de sí. un nuevo impulso, lo más vasto posible,
Debemos recordar que Pierre Hadot a la obra inacabada de la libertad»
nos enseña que a todo lo largo y pro- (1994b).
fundo de la filosofía antigua la filosofía iv) La ética es la forma reflexiva que
fue comprendida más como una prácti- toma la libertad. «¿Qué es la ética sino
ca, un ejercicio espiritual, un modo de la práctica de la libertad, la práctica
vida, que como una teoría o una textua- reflexiva de la libertad?» (1994, IV, 71l).
lidad. «Por lo menos desde Sócrates, la O también: «La libertad es la condición
opción por un modo de vida no se loca- ontológica de la ética. Pero la ética es
liza al final del proceso de la actividad la forma reflexiva que toma la libertad»
filosófica, como una especie de apéndice (1994, IV, 712).
accesorio, sino por el contrario, en su v) La ética es una invitación a que
origen, en una completa interacción en- cada uno dé a su propia vida el estilo
FOUCALT, de la crítica del sujeto a la ética de la subjetivación 43
de vida que prefiera; por eso, la ética es subjetivación rechazando el tipo de indi-
una estética de la existencia. «El indivi- vidualidad que nos ha sido impuesta
duo circunscribe la parte de sí mismo durante muchos siglos (1994, IV, 232).
que constituye el objeto de esta práctica Como vimos las relaciones de poder se
moral; define su posición en relación ejercen sobre sujetos libres, la relación
con el presente que sigue, se fija cierto de poder no se separa de la «intransiti-
modo de ser que valdría como realiza- vidad de la libertad». Más que de un
ción moral de sí mismo y para hacerlo antagonismo, agrega, debemos hablar de
así obra sobre sí mismo, se empeña en un agonismo, una «relación que es a la
conocerse, se controla, se experimenta, vez incitación recíproca y lucha». (Id). La
se perfecciona, se transforma» (1984, II, sociedad se da siempre como un juego
p. 35). Aquí se trata de una «sustancia de relaciones de poder, pero ello no im-
ética» en el sentido de aquello que en plica que la forma que adoptan esas
nuestra subjetividad está abierto a la relaciones sean necesarias o que el po-
transformación histórica. Y es la libertad der sea una «fatalidad incontorneable».
práctica la que nos invita a esta trans- La «intransitividad» de la libertad en
formación. todo su agonismo implica una tarea in-
vi) Han existido prácticas de subjeti- cesante. «No hay relaciones de poder sin
vación en conexión con redes del poder, resistencia, sin escapatoria... toda rela-
como lo muestra el ejemplo del cristia- ción de poder implica una estrategia de
nismo. «Es una forma de poder la que lucha» (1994, IV, 242).
transforma a los individuos en sujetos. vii) El ser humano puede constituir-
Hay dos sentidos de la palabra sujeto: se como sujeto autónomo y dar así for-
sujeto sumiso al otro por el control y la ma a su propia vida. Este dar forma a
dependencia, y sujeto atado a su propia la propia vida es pensada por Foucault
identidad por la conciencia o el conoci- como una «estética de la existencia». «De
miento de sí. En los dos casos se trata la idea de que el sujeto no es dado,
de una forma de poder que subyuga y pienso que se deriva una consecuencia
sujeta» (1994, IV, 227). Hay luchas con- práctica: tenemos que crearnos a noso-
tra lo que propiamente se puede deno- tros mismos como una obra de arte»
minar una dominación; hay luchas con- (Citado en Dreyfus, 1991). En medio de
tra la explotación, pero también hay lu- la incesante actividad no debemos per-
chas «que combaten todo lo que liga al der de vista el objetivo principal: la re-
individuo mismo y le asegure así la su- lación de uno consigo mismo. Los estoi-
misión a los otros (luchas contra la su- cos denominaron a esta práctica conver-
jeción, contra las diversas formas de sión de sí (ad se convertere). La ética
subjetividad y de sumisión» (1994, IV, como estética de la existencia no cons-
227). tituye una moral normativa, sino una
Foucault presenta la tarea filosófica invitación a la libertad para que cada
actual como una forma de lucha contra uno dé a su propia vida un estilo, un
estas sujeciones. «El problema a la vez modo de vida. Aludiré, un poco más
político, ético, social y filosófico que se adelante, a la crítica que hace Lyotard
nos presenta hoy no es el de tratar de de la idea de la ética como estética de
liberar al individuo del Estado y de sus la existencia.
instituciones, sino el de tratar de libe- viii) La relación consigo mismo impli-
rarnos nosotros mismos del Estado y del ca también una relación con el otro. «El
tipo de individualización atado a él. Es otro es indispensable en la relación con
necesario promover nuevas formas de uno mismo (1994b p. 57). En la retóri-
44 Carlos Rojas Osorio
ca uno actúa sobre los otros por medio tas transformaciones interiores para lle-
del discurso. En la filosofía se trata de gar a la verdad. El individuo configura
la práctica de sí mismo y de la disposi- su subjetividad con criterios de belleza,
ción para que el otro también cuide de verdad y soberanía. El sujeto no es una
sí mismo. El filósofo como guía de la sustancia, «es una forma y esa forma no
existencia. El conocimiento de uno mis- es siempre idéntica a sí misma.» (1994b,
mo conduce a la catarsis, pero también p. 123). Lo que realmente interesa es la
conduce a la praxis política. «Lejos de constitución histórica de esas formas
ser una práctica solitaria y egoísta el diferentes del sujeto en relación con la
cuidado de sí designa una práctica so- verdad.
cial» (F. Ewald, 1996, p. 22). Esta prác- Pierre Hadot (1991) cuestiona en la
tica implica muchas veces el apoyo a presentación que hace Foucault de la
otra persona, a un pariente, a un ami- ética helenística que no se hace referen-
go, etc. En el cuidado de sí se intensi- cia a unas instancias trascendentes al
fican las relaciones sociales. La filosofía sujeto como la Naturaleza y la Razón
se convierte en una especie de terapia. Y ínsita en ella. Ya hemos visto que en
como afirma F. Ewald, la filosofía y la realidad Foucault sí hace referencia a la
medicina se toman en metáforas la una naturaleza, aunque muy de pasada. El
de la otra. «El éthos implica también cuidado de sí presupone el conocimien-
una relación con los otros, en la medi- to causal de la Naturaleza porque ello
da en que el cuidado de sí mismo hace nos da serenidad. Se trata de una idea
posible ocupar en la ciudad, en la co- que se encuentra también en el epicu-
munidad o en las relaciones interindivi- reísmo. En cambio, Hadot tiene razón en
duales, el lugar que le conviene» (Ewald, cuanto al hecho de que Foucault desta-
1996, p. 25). ca el lado subjetivo de la ética helenís-
ix) El problema de la subjetivación se tica, la técnica de subjetivación, y le in-
relaciona con la verdad. A René Descar- teresa menos la instancia trascendente a
tes le interesó la relación del sujeto y la la que ella obedece. Pero, obviamente,
verdad epistémica, hizo una «purifica- dentro del marco filosófico de Foucault
ción» de lo propiamente cognoscitivo des- no era posible defender la idea de una
prendiéndolo de lo moral que estaba razón que en cuanto inserta en la Natu-
bien involucrado en la antigüedad y el raleza inspira a los seres humanos la
medioevo, y aisló la verdad cognoscitiva norma a seguir. Este naturalismo ético
en su relación con el sujeto. Kant vuel- es, con razón, ajeno al pensamiento del
ve a establecer una relación entre la filósofo francés. Máxime cuando esa ra-
subjetividad y la verdad mediando lo zón inserta en la Naturaleza es pensada
moral. «¿Cómo yo me constituyo como como una razón divina, lo divino inma-
sujeto ético?» (1994, IV, 41 l). Pero ya nente a la Naturaleza. Foucault no se
desde los filósofos antiguos era obvia acoge a la razón inmanente al Cosmos,
esta relación del sujeto con la verdad. tal como lo pensaron los estoicos. Pero
En el caso de Platón uno no podía acce- ello no significa que fuera ajeno a algún
der a la verdad sino por una ascesis concepto de «razón». Sus escritos acerca
moral. Para Platón el conocimiento de sí de la Ilustración muestran clarividente-
mismo halla su perfección en el acceso mente que no se puede desechar la ra-
a la verdad. En los antiguos, nos dice zón sin más, más bien reconoce que la
Foucault, «La verdad es lo que ilumina razón se transforma. Hadot reconoce,
al sujeto y da tranquilidad al espíritu.» sin embargo, la pertinencia actual de la
(1994b p. 38). Uno debe pasar por cier- ética foucaultiana de la subjetivación.
FOUCALT, de la crítica del sujeto a la ética de la subjetivación 45
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RESUMEN
SUMMARY
Foucault, from the criticism of the subject subject, which he sees from a self- care
to the ethics of the «becoming subject» ethics stand.
The ethics of becoming a subject is,
The criticism of an absolute, static subject, according to his approach, an ethics of self-
given a priori as an individual already made control, an ethics of freedom, an ethics that is
within a hypothetical social contract gives way, also an aesthetic because it deals with giving
in Foucault, to the concern for a self-making shape or a style to ones own life.
subject, for a becoming subject, that is, a The paper includes the favorable or
process of becoming a subject. unfavorable opinions aroused by these
Thus, Foucault devotes himself to the reflections on authors such as Pierre Hadot,
study of the processes of becoming a Alain Touraine, and Jean Francois Lyotard.
Roberto Follari (*)
1
Desde La lógica de la investigación científica, tex- sajona de filosofía de la ciencia, como en la
to clásico de Popper, escrito en los años treinta, francesa. Los trabajos de Kuhn, desde su difun-
a La formación del espíritu científico de dido La estructura de las revoluciones científicas,
Bachelard, de la misma época, la crítica a la in- muestran cómo se parte de supuestos (paradig-
ducción se hizo fuerte tanto en la tradición mas) previos a cualquier observación.
52 Roberto Follari
al estilo de la Escuela de Edimburgo)3, del ser, sino se asume ella misma como
es porque ahora se nos hace posible arbitraria, como efecto de voluntades y
advertir aquello que la observación designios que pudieron ser distintos. El
regulatoria dejaba fuera. Difícilmente po- objeto se entiende como nudo, como red,
damos entonces, entender que esta- como rizoma: desaparece la linealidad
mos ante un proceso intrateórico de causal, o su inevitable contraparte, la
deconstrucción de las certezas que la suposición del actor autotransparente
ciencia moderna creyó forjar. Se ha que al conocer los fines de sus propios
cambiado la mirada, por ello se advier- actos, encontraría en ellos sus causas4.
te otras cosas. Esto implica poder pensar modelos
Hay actualmente lugar para el desor- nuevos de lo social; no como sistemas
den, para el caos, para la contingencia- formales, ni como caminos preconfigura-
lidad. Se asume lo acontecimiental, en dos hacia alguna parte. Así, lo indiciario
búsqueda de no reducir los hechos a alcanza espacio, lo fragmentario puede
sus condiciones de repetibilidad; de des- tener pertinencia, lo político puede ima-
tacar su diferencialidad, lo que tienen de ginarse fuera de la lógica de la acumu-
específico y singular. Se intenta acabar lación, la sumatoria o la estrategia
con el peso constitutivo que lo regulato- (Gargani, A., 1983). Asomamos a modos
rio ha tenido en ciencias físico-natura- nuevos del pensar, que en general aún
les, donde la noción de predicción ha no hemos incorporado (sobre todo a
gozado de fuerte predicamento, basada nuestros esquemas prácticos de actua-
en la idea de la regularidad de lo fácti- ción), de manera que a menudo pone-
co. Las estructuras disipativas mostra- mos vino viejo en nuevos odres y retor-
rían la imposibilidad de prever la reac- namos insensiblemente a las modalida-
ción de acuerdo a condiciones iniciales des tradicionales. Una reconstitución de
controladas: serían azar en acto, osten- la mirada se abre camino, todavía sin
sión de un universo no predeterminado. haberse convertido en hegemónica a ni-
En ciencias sociales desde el poses- vel del sentido común cotidiano, de la
tructuralismo la lucha contra el Logos explicación no formalizada y ajena a los
ha sido decidida y explícita: Michel específicos procesos de investigación
Foucault y Jacques Derrida cada uno científica.
a su manera han compuesto salidas Pero correlativamente con el objeto
fuera del horizonte de teleología que te- ha cambiado el sujeto; y ha cambiado
ñía muchas de las explicaciones anterio- su propia noción de sí, que finalmente
res, sea en términos de progreso o de se ha hecho autoconciente. Por ello ha
dialéctica de la revolución necesaria. En caído el sujeto tradicional fundante,
una sociedad posmodernizada donde la
complejidad creciente se traduce en len-
guajes mutuamente inconmensurables y
3
Es muy conocida la obra de P. Feyerabend, en
particular su Contra el método, Ed. Ariel, Barce-
en una globalidad cada vez más múltiple lona. De la Escuela de Edimburgo (Bar nes,
y fragmentada, la ordenación conceptual Bloor), puede consultarse Barnes, B.: Kuhn y las
de la totalidad aparece problemática. Por ciencias sociales, Fondo de Cult. Económica,
México, 1986.
esta visión de cortes y heterogeneidades, 4
El entender la explicación de la acción social por
es que surge el tipo de explicación ac- la intención del actor, ha sido defendido por los
individualistas metodológicos y seguidores del
tual, ya no esencialista, en cuanto se
segundo Wittgenstein. Por ej., P. Winch, tal cual
advierte a sí misma como a-fundada y se relata en Mc Intyre, A.: «La idea de una
no necesaria. Ahora tal explicación no ciencia social», en Ryan, A.: La filosofía de la ex-
plicación social, Fondo de Cult. Económica,
pretende recitar el predeterminado libro México, 1976
54 Roberto Follari
incluso tal determinado lector inter- nada de esto: con el que se da órdenes,
pretaría diferencialmente si sus persona- se promete, se compromete, se valora,
les condiciones de recepción cambiaran, se argumenta. Un amplísimo campo de
o si se modificaran las de enunciación actos de habla ajeno al espacio de la
de lo receptado. representación.
Finalmente, los derivados de la teo- Insistimos: no todo lo que puede re-
ría de actos de habla en la filosofía ana- presentarse puede ser traducido sin res-
lítica sajona, han también acabado allí to al lenguaje. Además, el lenguaje pue-
con la idea de lenguaje exclusivamente de ocuparse de muchas cosas que no
referencial. Trabajando las diferentes son representables. Y por su parte, esto
actitudes proposicionales, Donald no representable no es agotable en térmi-
Davidson muestra los matices de la so- nos de lenguaje.
licitud, la promesa, la creencia, la con- Si asumimos a fondo el último aser-
jetura, todo aquello que permite al len- to, habría que subrayar que en tanto
guaje aparecer en usos distantes del de cierto campo de significación no sea re-
la constatación de hechos. Los autores presentable, tenderá a escapar en am-
analíticos buscan allí todavía determinar plio margen a la cobertura por lo lin-
la lógica de los enunciados, pero recono- güístico. Es el espacio de lo «semiótico no
cen que ella no es lineal en el sentido lingüístico» a que refería Julia Kristeva
inmediato de la «comparación con los (Kristeva, J. y Derrida, J., 1974); aque-
hechos». llo que no encuentra palabra, y que sin
No todo lo observable es descriptible embargo hace sentido. Lo inexpresable
exhaustivamente en términos de lengua- ligado a la inmediatez de la vivencia, a
je. No todo lo real «externo» es remisible la co-presencia con otros, a lo sublime,
a lo observable. No todo lo real es sólo al sentimiento estético, a la elevación
lo externo; un dolor de cabeza, una pa- mística, a la intensidad erótica.
sión, un goce, también son reales. Ya Wittgenstein lo había marcado en
En una palabra: no sólo se trata de su conocidísima frase final del Tractatus:
que no «vivimos para representar». Por «de lo que no puede hablarse, lo mejor
más que quisiéramos extremar la repre- es callar». Los neopositivistas creyeron
sentación, ésta tiene límites. No estamos hallar allí una confirmación de sus pro-
ante nosotros mismos puestos como ob- pias tesis (Lecourt, D., 1985); pero no se
jetos: de modo que lo que nos pasa sub- estaba llamando a la afirmación de que
jetivamente no es remisible nunca a hay que callar porque no existe sentido
representación plena. No es aquello que más allá de lo observable. Más bien, se
podamos poner puramente ante los ojos, hacía lugar a lo inexpresable, a lo que
dado que es aquello desde lo cual el bordea al lenguaje, donde éste encuentra
poner ante los ojos se hace posible. su confín e imposibilidad, donde aun lo
Pero por su parte el lenguaje no co- poético se hace insuficiente e impotente.
pia al mundo. No puede agotarlo; hay Mejor es callar: el silencio como la posi-
matices de nuestra experiencia de lo bilidad más propia frente a aquello que
exterior que no pueden ser reconduci- lo exige.
bles a lenguaje. No todo puede ser di- Heidegger había hecho referencia a la
cho, no agotamos la cosa en su puesta cuestión de la reserva, en Ser y tiempo.
en lenguaje. También al «perderse en el lenguaje»
Lenguaje sobre el mundo exterior, propio del «se», de la impersonalidad del
lenguaje sobre el campo subjetivo pro- habla banal. Y había como bromeó
pio. E incluso lenguaje que no describe Jorge Luis Borges producido un dialec-
Sujeto, Lenguaje y Representación 57
to del alemán (Borges, J., 1983), al re- las significaciones portadas por el inter-
torcer sobre sí su propio idioma para locutor. El «lapsus» sería no una excep-
permitir neologismos que dieran lugar a ción, sino más bien una muestra regia
los significados que procuraba plasmar. de lo que ocurre con el lenguaje llama-
En él hallamos amplio campo para pen- do «normal».
sar los límites del pensamiento represen- Y sin pretensiones de agotar las
tativo; y ello se fue profundizando en su fuentes, una palabra sobre Kuhn y la
obra posterior. Pero incluso la forma inconmensurabilidad interteórica. Los
misma de sus escritos testimonia en términos científicos cambian su signifi-
acto su pensamiento, y muestra a las cado cuando se cambia de paradigma.
claras las limitaciones del lenguaje para Tales cambios de orientación (paradigma)
sostenerse como vehículo de determina- no se producen en base a discusión
dos precipitados de sentido. Por esto la interparadigmática, sino a un «cambio
cuestión del arte estaba tan presente en de visión» en el que influyen factores
Heidegger, y por ello su reasunción de sociales no siempre presentes a la con-
Hölderlin, poeta, y poeta no cualquiera; ciencia de los investigadores. Ni la cien-
uno que murió en la locura, tras trein- cia funciona sólo por vía de resolución
ta años de subsistir sumido en ella y la de las controversias mediada argumentati-
angustia que comporta. vamente; ni es posible evitar que la con-
Tal vez quepa hacer alguna referen- frontación argumentativa choque contra
cia a Derrida, a su crítica de todo cen- la diversidad de paradigmas donde los
tro, y por ello a su denuncia del vacia- presupuestos de la discusión son mu-
miento que enmarca a cualquier lengua- tuamente diferenciados y para nada co-
je posible. El nos habló de «clausura de extensivos. De modo que la comunica-
la representación» (Derrida, J., s./f.); y ción entre paradigmas se hace necesa-
lo hizo, a su vez, en recordación del tea- riamente problemática: no hay posibili-
tro de la crueldad de Antonin Artaud. dad de mutua traducción, y la inter-
Fue con este último que se denunció pretación de uno hacia el otro no pue-
claramente los límites del lenguaje; des- de dejar de realizarse con márgenes de
de la pérdida de todo guión en la obra equivocidad (Kuhn, T., 1989).
teatral, al proferir interjecciones, gruñi- No transparencia del lenguaje, enton-
dos, guturales. Mostrar cómo el cuerpo ces. Equivocidad de la intercomunica-
se hace patente a sí en la medida en ción. Sentidos que no acceden a la pala-
que la abstracción de la palabra se aba- bra, sentidos que ésta precipita más allá
te, en que la mediación de la palabra es de sí, en el campo de la evocación, de la
recurrida. connotación, de la asociación. No todo
Desde todos estos espacios la trans- puede ser dicho, no todo lo precipitado
parencia del lenguaje ha sido refutada. por lo dicho puede luego ser dicho a su
No es necesario subrayar además lo vez. Consecuentemente, no transparencia
que sobre el equívoco de la comunica- de la función argumentativa. La búsque-
ción surge desde la obra de Lacan; para da por Habermas de la comunicación
él nunca estamos como dueños del len- lingüística ideal, no sólo choca contra
guaje, el cual habla desde nosotros me- evidentes carencias en su concepción de
diando «entre tres» cualquier relación lo social que algunos autores han su-
cara/a/cara aparentemente dual. Ade- brayado (Dussel, E., 1993); por ejemplo,
más, el significado surge desde la escu- el no considerar que las clases sociales
cha; nadie es dueño de lo que dice, en implican posibilidades diferenciales de
tanto esto se retraduce siempre desde acceso a la competencia lingüística, y
58 Roberto Follari
que los lugares institucionales dan espa- desvirtúa. Si apelamos aquí a lo desa-
cio muy diferente de llegada a la emi- rrollado sobre el lenguaje en general, la
sión discursiva. Esto es lo más obvio, y conclusión se sigue con evidencia: la
creemos que no queda superado porque legitimidad de los sistemas políticos no
se señale que la idea habermasiana tie- puede regirse por una ingenua concep-
ne sólo una función «ideal regulatoria», ción sobre el lenguaje, que suponga a
más que descriptiva de alguna posibili- éste como mero transmisor de mensajes
dad de concreción fáctica. Pero quere- con unicidad de significado.
mos aquí apuntar a otra cuestión: no No hay comunicación sin equívocos;
todo es argumentable, no todo es reso- incluso tal vez sean éstos los que per-
luble por argumentación. El poder no mitan la convivencia social. Si cada uno
discute, ejerce su acción. La política no interpreta desde su propio imaginario
es sólo discurrir sobre los fines o los personal, ello lleva a todos a sostener
medios, sino que es también operación, márgenes de mutua diferencialidad de
pragmática. Desde este punto de vista, significados por los cuales entendemos
no vamos a retar al poder sólo con bue- cada cual lo que podemos, lo que tole-
nos argumentos: hay que tener ocasión ramos, lo que estamos en condiciones
de hacerlos carne en la opinión pública, de situar en nuestras propias expecta-
y esto se consigue con medios económi- tivas, obviamente diferentes de las del
cos, publicitarios y políticos que no de- otro. En lo cotidiano, ello permite per-
penden de la propia capacidad para dis- sonalmente sostenerse en la subjetivi-
cutir racionalmente. dad singular, a la vez que mantener los
Queremos además apuntar a que las nexos con los demás. Pero esto se sos-
prácticas no sólo están regidas por nor- tiene, justamente, porque cada uno en-
mativas argumentativamente mediadas. tiende a su peculiar manera, no según
Los sentidos que trabajan el imaginario una imposible absoluta denotación. Ha-
social no hacen solamente a argumentos brá que aplicar estas ideas a la cues-
sistemáticos, aún cuando estos tengan tión del régimen político, para advertir
un lugar en su constitución. Pero por que no está en la posibilidad de discu-
sobre todo, no existe la posibilidad de sión (por ej., parlamentaria) la vía ex-
transparentar el poder por vía de que clusiva o suficiente de resolución de las
éste sea discursivamente defendible. No demandas, ni de establecimiento de la
basta para legitimar al poder político, el relación entre el sistema político y la
que éste comunique sus decisiones o las sociedad en su conjunto5. A la lógica de
tome por vía de la discusión parla- la argumentación, habrá que adosarle
mentaria. O que las demandas popula- en un mismo movimiento, no como
res puedan expresarse por vía de la un aspecto que le fuera externo la del
prensa o los medios en general. Porque poder y las relaciones de fuerza entre
los equívocos acechan inevitablemente los actores sociales. Quienes definida-
las mejores emisiones de mensajes, por- mente no son sujetos de cognición
que la mul-tivocidad asola los efectos de pura, sino concretos agentes de apeten-
los mejores discursos, porque no todas cias, de intereses, de voluntades encon-
las demandas pueden formularse en len- tradas y procesos de conflicto.
guaje predicativo ni son plenamente
concientes para quienes las detentan. 5
La relación entre no-transparencia del lenguaje y
Porque toda recepción de demanda es crítica de la democracia parlamentaria reconoce
cierta inspiración en trabajos del argentino E.
una retraducción de ésta que la recons-
Grüner. Naturalmente, esto no lo compromete
tituye, a la vez que inevitablemente la con nuestras tomas de posición teórica.
Sujeto, Lenguaje y Representación 59
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Siglo XXI. (Introducción).
RESUMEN
SUMMARY
1
En el presente trabajo utilizamos el nombre enseña, la independencia y la libertad. El nom-
América y el adjetivo americano como cate- bre de América es contemporáneo al de Co-
gorías históricas, esto es, según el empleo que los lombia, propuesto por Miranda y adoptado por
independentistas otorgaron a tales términos en muchos pensadores políticos de la emancipación;
tanto definitorios de la propia identidad e interpe- ambos expresan la voluntad de designar a estas
latorios de un nuevo sujeto, capaz de autorreco- tierras con términos que no connotaran nuestra
nocerse como nativo y de enfrentar con las situación de dependencia política respecto de Es-
armas a la metrópolis y a sus fuerzas de ocupa- paña, tales como América española o Hispa-
ción. La acepción carecía absolutamente de con- noamérica. Este último término fue desplazando
notaciones panamericanistas, y designaba a los a los anteriores ya muy avanzado el siglo XIX,
nacidos en las antiguas colonias españolas por cuando se hizo evidente la emergencia de un pe-
oposición a godos. Esta ideología americanis- ligro nuevo, de carácter extra-europeo, para la in-
ta fue expresada magistralmente por Bolívar, tegridad y la afirmación del subcontinente: los
cuando afirmó: para nosotros, la Patria es Amé- Estados Unidos de Norteamérica. [Cf. Ardao,
rica; nuestros enemigos, los españoles; nuestra 1978, 9-40, y 1986, 46-82].
Memoria histórica, conflictividad social e identidad política en el discurso [...] 61
nuevas y varias y nunca otras tales vis- menderos y, más tarde, cuando aparece
tas, ni leídas, ni oídas [...] y las gentes la hacienda, de los hacendados españo-
tan humildes, tan pacientes y tan fáci- les y criollos, preservaba, por otra
les de sujetar; a las cuales no han teni- parte, el sistema de cacicazgos, forma
do más respeto, ni de ellas han hecho primitiva de gobierno civil de los aborí-
más cuenta ni estima (hablo con verdad genes. La conservación de estas formas
por lo que sé y he visto todo el dicho autóctonas de organización política gra-
tiempo), no digo que bestias (porque vitó enormemente en el mantenimiento
pluguiera a Dios que como a bestias las de una cierta autonomía cultural muy
hubieran tratado y estimado), sino como relativa, obviamente, dado que las prác-
menos que estiércol de las plazas» [Las ticas tradicionales no podían sino acusar
Casas, 1985, 38-40]. el impacto de la cultura hispánica y su-
Los humanistas lascasianos plantea- frir una inevitable transformación, que
ron la necesidad de conservar las for- fue favorecida en la medida en que se la
mas de lenguaje, de cultura y de organi- consideró como un medio apropiado
zación político-económica autónomas de para facilitar la evangelización de los
la población conquistada. Intentaron nativos y el ejercicio de las diversas for-
sustituir la relación generalizada de mas de explotación que se implemen-
«amo-esclavo» por la de «padre-hijo»; en- taron. Esta autonomía cultural relativa
frentaron las posiciones sociales y polí- se complementaba con cierto grado de
ticas típicamente feudales, sostenidas autonomía económica: los pueblos traba-
fundamentalmente por los encomende- jaban sus tierras comunales no enajena-
ros; y, acorde con su vocación de prote- das, organizaban por su cuenta las labo-
ger a los oprimidos, formularon un dis- res campesinas y comercializaban sus
curso de fuerte contenido utópico-social productos, con lo que satisfacían sus
y de denuncia. necesidades mínimas de subsistencia y
Los límites ideológicos del lascasia- la exigida recaudación del tributo.
nismo estuvieron dados por su integra- El agotamiento de la utopía lascasia-
ción en el pensamiento imperial, con el na se produjo como resultado de la in-
que nunca entró en confrontación; por capacidad del poder central, en el que
el contrario, su discurso estuvo al servi- se apoyaban estos primeros humanistas,
cio de la centralización política en torno para imponer formas de colonización di-
de la imagen protectora y benévola del ferentes a las emprendidas por los
monarca cristiano. Dentro de ese marco particulares [cf. Dieterich, 1990, 131ss].
de contención ideológica, el humanismo Los colonos españoles alegaban ante la
lascasiano intentó favorecer la máxima Corona sus derechos a resarcirse de los
autonomía cultural y económica posible gastos afrontados por su propia cuenta
para las comunidades indígenas. Por esta y riesgo y a asegurar su prosperidad en
razón, propició el proyecto poblacional tierras americanas, una vez establecidos
avalado por la Corona, que tendía a en ellas. La mano de obra indígena era
nuclear a la población indígena dispersa, hasta que la introducción de esclavos
con el objeto de mantener sobre ella una negros se realizó en gran escala y se
serie de controles que facilitaran el cobro institucionalizó la única fuerza de
del tributo real, las prácticas del culto trabajo disponible en América y, más
religioso y la percepción del diezmo. allá de los ideales filantrópicos de la
Si bien este proyecto subordinaba la Corona, de su explotación dependía el
población indígena a la ciudad lugar tributo que aumentaba las arcas del fis-
de residencia, primero, de los enco- co español. La puja entre los enco -
64 Estela Fernández Nadal
2
Las Leyes Nuevas nacieron en 1542, bajo la ins- concierto de las naciones, desciende abr upta-
piración de Las Casas; en ellas se determinaba mente al rango de segunda potencia. Con una
la disolución de las encomiendas que no pudie- economía basada en la explotación lanera y en
ran ostentar títulos aceptables y la extinción gra- la exportación de materias primas, asediada en
dual de las consideradas legales. La respuesta de los mares por el poderío inglés, rezagada en la
los encomenderos ante una legislación que lesio- marcha intelectual de Europa, y dominada, des-
naba seriamemente sus intereses fue su alza- de el punto de vista ideológico, por «las direc-
miento armado, en 1546, capitaneado por Gon- trices más antiprogresistas de la Contrarrefor-
zalo Pizarro. Como consecuencia de este suceso ma» -representadas en el poder extraordinario
y de otras formas de resistencia organizadas por que adquiere la Inquisición-, la metrópoli se
los colonizadores españoles, la Corona suavizó precipita hacia una política basada en una
el espíritu profundamente reformista de las Le- deliberada persecusión de «los sectores más
yes Nuevas y redujo su influencia a la limitación productivos e inquietos de la población -judíos,
de los poderes de los encomenderos. Para ello se moriscos, protestantes, erasmistas-». Conse-
dispuso la implementación de un sistema de con- cuencia inevitable de esa política errática es el
trol de los tributos y algunas medidas de espíri- estado de postración y decadencia económica
tu humanitario, cuya efectividad fue muy esca- que abate a España durante todo el siglo, que
sa [cf. Zavala, 1977, 13-46]. «procura compensarse psicológicamente con
3
Luis Abellán describe el siglo XVII como un una tendencia hacia la exaltación mística del
período de profunda decadencia para España, arte y de la cultura», encarnada en la cultura
en que luego de haber alcanzado, en la centu- bar roca [cf. Abellán, 1981, III, 19-26; y
ria anterior, un lugar de preeminencia en el Carilla, 1969, 151ss].
Memoria histórica, conflictividad social e identidad política en el discurso [...] 65
7
El peso del signo se desplaza hacia el conteni- pone una retórica basada en los conceptos de
do significativo; se busca construir un saber «solidez», «claridad» y «distinción» [cf. Roig,
social «útil», expresado por un lenguaje más 1984b, II, 141-147].
«científico» que «literario». Un ejemplo de la 8
El título completo de la obra referida, escrita en
nueva estética ilustrada lo constituye El Nuevo 1650, es El Paraíso en el Nuevo Mundo. Comen-
Luciano de Quito, organizado sobre la base de tario Apologético. Historia natural y peregrina de
la contraposición discursiva «barroco/ilus- las Indias Occidentales, Islas de Tierra Firme del
tración». Frente a la retórica pomposa y vana Mar Océano (2 vols., Lima, Imprenta de Torres
de la teoría barroca del claroscuro, Espejo pro- Aguirre, 1943.);[cf. León Pinelo, 1987, 142-174].
Memoria histórica, conflictividad social e identidad política en el discurso [...] 71
172]. Para operar esa inversión, el autor glorioso, pues había sido ejecutada en la
echa mano de elementos teóricos y mi- capa de Santo Tomás apóstol, quien
tos de la misma filosofía de la historia había venido a América a predicar en
elaborada por la cultura europea, como persona el Evangelio. La imagen venera-
el de la «marcha» de la historia de da constituía así el principal testimonio
Oriente a Occidente. Pero en contra de histórico de que los indios americanos
quienes sostenían que esa «marcha» se conocían y practicaban el cristianismo
había detenido en Europa, León Pinelo antes de la llegada de los españoles,
insistirá con fuerza en la relatividad de como lo probaba claramente, a juicio del
los términos: «porque cuando digo ilustrado mexicano, las elocuentes hue-
Oriente y Occidente hablo de la parte en llas presentes en los mitos, religión, cos-
que me nace y en que me pone el Sol tumbres y monumentos de los antiguos
[pues...] el Oriente y el Occidente no son pobladores [cf. OGorman, 1978, 6ss].
puntos fijos» [León Pinelo, 1987, 162]. El Roig interpreta ese célebre sermón,
mito así relativizado, puede ser puesto al como un esfuerzo por fundar una me-
servicio de una nueva humanidad, la moria histórica distinta a la establecida:
americana: el Paraíso Terrenal, como la tesis de la predicación en el Nuevo
había sospechado Colón, estuvo en la Mundo por el apóstol Tomás en el pri-
cuenca amazónica; la Historia mundial mer siglo de nuestra era, significaba que
se desplazó desde América (oriente) ha- los novohispanos, en cuanto herederos
cia Asia (occidente), atravesando, como de la vieja cultura mexicana, no le de-
hizo el Arca de Noé, el inmenso Océano bían nada a los españoles en el conoci-
Pacífico. De todo este relato resulta, en- miento del verdadero Dios [Roig, 1999,
tonces, que América, oriente de Asia, es 9]. América no había sido olvidada en el
la cuna de la humanidad; Asia, cuna de plan inicial de la Redención y, al igual
Jesucristo, es el oriente de Europa; y, que España, tenía su apóstol. Imputar a
por último, España, heredera de la cris- los naturales de América la práctica de
tiandad y la más católica de las nacio- creencias y ritos diabólicos, era un atro-
nes del mundo, es el «oriente» de Amé- pello a los pueblos americanos, y Espa-
rica. «Se ha cerrado el gran círculo de la ña no podía ampararse en el argumen-
Historia Mundial, que comenzó en nues- to de que había cumplido una misión
tros Andes ecuatoriales y concluyó en evangelizadora para justificar las arbitra-
ellos en el momento de su incorporación riedades cometidas contra gentes que
a una nueva e inmensa ecumene, des- eran, en realidad, verdaderamente cris-
pués de un periplo gigante de siglos, de tianas. En su Carta de despedida a los
hechos y espacios geográficos» [Roig, mexicanos (1821), dice Mier: «México
1986, 174]. con x suave como lo pronuncian los in-
Ya a fines del siglo XVIII y en el dios significa: donde está o es adorado
marco de nuestra ilustración, el mito re- Cristo, y mexicanos es lo mismo que
aparece en la polémica visión del mexi- cristianos [...]. Mexi era un hombre-dios,
cano Fray Servando Teresa de Mier que, llamado por otros nombres el Señor de
en un sermón predicado en 1794 en el la Corona de Espinas [...], al cual con-
Santuario de Nuestra Señora de Guada- cibió por obra del cielo una virgen lla-
lupe el día de su fiesta (12 de diciem- mada santa María, Malintzin, y lo parió
bre), sostuvo que la imagen de la Virgen sin lesión de su virginidad hecho ya va-
no se había pintado milagrosamente en rón perfecto [...]. Santo Tomé fue quien
la tilma del indio Juan Diego, sino que les dio noticia de hijo y madre [...].
tenía un origen mucho más antiguo y ¿Qué era la religión de los mexicanos
72 Estela Fernández Nadal
los valores intelectuales y morales de les americanos» la que recibió una aco-
sus portadores. El pasado aborigen fue gida llena de simpatía y reconocimiento
presentado como una especie de edad de entre los criollos. Siempre empeñado
oro, con la intención, no de regresar a contra la ignorancia y la superstición,
ella, sino de poner su imagen al servicio Feijóo discute, en su célebre artículo
de la consolidación de la identidad del «Españoles americanos», el prejuicio que
grupo criollo, al que los jesuitas expul- atribuye una supuesta inferioridad al
sos de origen americano pertenecían y hombre nacido en tierras americanas,
representaban. Dentro de este espíritu, pues «una pluma destinada a impugnar
las antiguas civilizaciones del continente errores comunes, nunca se empleará
fueron fuertemente idealizadas, y sus más bien que cuando la persuasión vul-
aristocracias presentadas como los gar, que va a destruir, es perjudicial e
ascendientes de los criollos y sus antece- injuriosa a alguna república o cúmulo
dentes teóricos en la lucha por los idea- de individuos, que hagan cuerpo consi-
les de libertad y autonomía del siglo derable en ella» [Feijóo, 1974, 9].
XVIII, que ellos encarnan en el presente. Este es el caso del prejuicio «de que
Junto a esta literatura de origen los criollos e hijos de españoles que na-
criollo, ejerció una influencia importan- cen en la América, así como les amane-
te en la constitución de la identidad ce más temprano que a los de acá el
americana la línea del pensamiento crí- discurso, también pierden el uso de él
tico español representada por el padre más temprano». Para desterrar «una opi-
Feijóo, cuya fama inmensa y duradera nión tan injuriosa a tantos españoles
popularidad en América se debió, en [...] que la transmigración de sus padres
gran medida, a que se sumó con sus o abuelos hizo nacer debajo del cielo
escritos a la defensa de la humanidad americano», Feijóo trae el testimonio de
americana, tanto criolla como indígena varios ilustres americanos descendientes
[Ardao, 1962, 56s]. De sus propias pala- de españoles que, a una edad muy
bras se deduce su inscripción en la tra- avanzada, han mostrado una lucidez y
dición «neolascasiana»: «Qué importará capacidad intelectual en absoluto decli-
que yo estampe en este libro lo que está nantes [Feijóo, 1974, 18s].
gritando todo el Orbe? Vanos han sido Igualmente absurdo y falso es el pre-
cuantos esfuerzos se hicieron para mino- juicio que sostiene que en los america-
rar el crédito a los clamores del señor nos se despierte antes que en los euro-
don Bartolomé de Las Casas, Obispo de peos el raciocinio; Feijóo reconoce que
Chiapas, cuya relación de la Destrucción los jóvenes criollos aventajan a los
de las Indias, impresa en Español, Fran- peninsulares en el manejo del discurso y
cés, Italiano y Latín, está llenando en la formación científica, pero busca la
continuamente de horror a toda Europa. explicación de la misma en una mejor
La virtud eminente de aquel celosísimo educación, y aprovecha la ocasión para
Prelado, testigo ocular de las violencias, criticar el sistema educativo español y
de las desolaciones, de las atrocidades proponer para su reforma el modelo
cometidas en aquellas conquistas, le americano. Por lo demás, la dedicación
constituyen superior a toda excepción» 9 . al estudio y la alta estima en que los
En «Mapa intelectual y cotejo de las
naciones» afirma de los indios «que su 9
Benito Gerónimo Feijóo, Teatro crítico, tomo IV;
cit. en Alberto Henríquez, El humanismo crítico
capacidad en nada es inferior a la nues-
y el vulgo en Fray Benito Jerónimo Feijóo, Quito,
tra» [Feijóo, 1963, 90]. Pero fue funda- Pontificia Universidad Católica del Ecuador,
mentalmente su defensa de los «españo- 1988, 340.
74 Estela Fernández Nadal
10
Además de las rebeliones generalizadas y violen- ción de «palenques» o pueblos libres en regiones
tas, la población esclava recurrió a otras formas aisladas, inaccesibles y selváticas, donde se pro-
de resistencia cotidiana: sabotajes, robos, retra- ducía el regreso a la madre Africa, como seña-
sos intencionales, sarcasmo e ironía. «La músi- la con gran belleza Alejo Carpentier: «Mas allá
ca y los cultos africanos [...] tuvieron un gran de aquel torrente, de aquella montaña vestida de
papel en el mantenimiento de la unidad de cada cascadas, empezaría el Africa nuevamente; se
comunidad negra [...] Los cuentos, en los que a regresaría a los idiomas olvidados, a los ritos de
menudo el negro, o un personaje mítico que lo circuncisión, a la adoración de los Dioses Prime-
representa, aventaja al blanco o a un símbolo de ros, anteriores a los Dioses recientes del cristia-
éste, fueron también un elemento importante en nismo. Cerrábase la maleza sobre hombres que
la preservación de la humanidad y la autonomía remontaban el curso de la Historia, para alcan-
subjetiva del esclavo ante sus propios ojos» zar los tiempos en que la Creación fuese regida
[Santana Cardoso, 1973,223]. Otra de las res- por la Venus Fecunda, de grandes ubres y ancho
puestas de los negros, ante la expoliación de que vientre, adorada en cavernas profundas donde la
eran objeto, estuvo dada por las fugas de las Mano balbuceara, en trazos, su primera figura-
plantaciones, que se hicieron permanentes du- ción de los quehaceres de la caza y de las fies-
rante la segunda mitad del siglo, y la organiza- tas dadas a los astros» [Carpentier,1979, 227].
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Memoria histórica, conflictividad social e identidad política en el discurso [...] 77
Mier, S. T. de (1978), Ideario Político, Caracas, Zavala, S. (1977), La filosofía política en la con-
Ayacucho. quista de América, 3 ed., México, F.C.E.
RESUMEN
autorreconocimiento promovidas por grupos
El artículo analiza el proceso de conforma- sociales que se identifican y afirman como
ción de identidades colectivas en el discurso americanos, estableciendo una compleja red de
independentista. Resultado de la conflictiva relaciones de exclusión-inclusión, reconocimien-
emergencia económica, social y política de una to-rechazo, respecto de otros grupos humanos.
burguesía criolla americana, este proceso
Dentro de este proceso de construcción
entronca en una tradición humanista, cuyos
subjetiva aparece como una cuestión esencial
inicios y tempranas manifestaciones se remon-
la producción de una interpretación de la his-
tan a la llegada de los españoles a estas tie-
toria americana, en función del programa po-
rras.
lítico de los criollos revolucionarios. La elabo-
En efecto, el hecho inicial de la conquista y ración de una memoria histórica propia se
la negación del hombre americano marcarán a asentará básicamente sobre una inversión de
fuego el posterior desarrollo del humanismo la filosofía de la historia de la Europa colonia-
hispanoamericano, en sus tres momentos cen- lista que posibilitará una comprensión de lo
trales: renacentista, barroco e independentista, histórico como dimensión proyectada al futuro
determinando su articulación en torno a la y como tarea por realizar por parte de un su-
categoría de «reconocimiento». A lo largo de los jeto que se afirma en su vocación de autode-
casi tres siglos siguientes a la «Destrucción de terminación y decide construir en América una
las Indias», no cesaron de surgir formas de utopía para sí.
78 Estela Fernández Nadal
SUMMARY
Historical memory, social disputes, and following the Indies destruction, self-recognition
political identity in the American forms, originated in social groups that define
emancipation discourse. themselves as Americans, appeared ceaselessly.
This situation determines the establishment of
This article analyzes the formation process a complex network of inclusion-exclusion,
of collective identities within the recognition-rejection relationships, regarding
independence discourse. This process, other human groups.
resulting from the controversial economical, Within this process of subjective
social, and politic ascent of an American construction, an interpretation of American
Creole bourgeoisie, is linked with a humanist history from the revolutionary Creole political
tradition that goes back to the Spaniards approach appears as essential.
arrival in these lands.
The building of an American historical
The initial conquest and the denial of the memory will be based mainly on an inversion
American man will mark definitely the later of the colonialist European philosophy of
development of the Spanish American history. This will permit the understanding of
humanism, in its three principal moments: history as a future-oriented dimension, and as
renaissance, baroque, and independence, and a task to be accomplished by a self-determined
it will define a focus on the idea of subject, who decides to build a utopia in
«recognition». Along the almost three centuries America for himself.
Artículos
Roberto Fernández Retamar
1
Bram Stoker: Dracula [...], ed. por Nina Auerbach y David J. Skal, A Norton Critical Edition, Nueva
York y Londres, 1997, p. 9.
2
Antología de la literatura fantástica, Buenos Aires, 1940, p. 14.
82 Roberto Fernández Retamar
Oviedo y Sepúlveda (pp. 23-32). «Inuen- compilara con el título The Invention
ción», o, en nuestra grafía, «Invención», of Ethnicity (y publicó originalmente en
procede desde luego del latín «invenio», 1989), escribió Werner Sollors: «Si el
que un confiable diccionario de ese idio- título de algunas publicaciones de las
ma explica que significa «encontrar, ha- últimas dos décadas y las discusiones
llar»; y del sustantivo «inventio» añade sostenidas recientemente por estudiosos
que no es sólo «acción de encontrar o de varias disciplinas son representativos
descubrir, descubrimiento», sino también de una tendencia más vasta, la palabra
«facultad de inventar, invención», y en `invención se ha vuelto un término
retórica, «invención». Retengamos en central para nuestra comprensión del
buena parte de lo que sigue, para abre- universo.» Y más adelante, con induda-
viar, el original sentido de descubrir, ble gracia:
pero añadámosle el posterior de forjar,
menos alejado del primero de lo que Incluso una simple mirada a pu-
podría parecer. En cuanto a esa acep- blicaciones desde 1960 y a recientes
intervenciones críticas revelan que
ción primera, ilustra Arrom:
una variedad de voces usa ahora la
palabra a fin de describir, analizar o
En el sentido latino de [...] «hallar, criticar fenómenos tan diversos como
y por consiguiente hallazgo o descu- la invención de la cultura; de la his-
brimiento» [...] aparece en otros cro- toria literaria; de la narrativa; de la
nistas del siglo XVI. Andrés Bernáldez infancia tanto como de la pérdida de
escribe: «D. Cristóbal Colón [...] inven- la infancia; de la adolescencia; de la
tor de las Indias.» (Historia de los Re- maternidad; del parentesco; del yo; de
yes Católicos Dn. Fernando y Da. Isa- América; de la Nueva Inglaterra; de
bel, Sevilla, 1870, II, 82). Las Casas Billy the Kid y el Oeste; del negro; del
comenta: «La honra y la gloria que se indio; del judío; de Jesús y el cristia-
le debe a quien Dios había elegido y nismo; del hospital moderno; del mu-
eligió para que con grandes trabajos seo de ciencia; de los años 20 en Pa-
descubriese, haciendo inventor deste rís; de nuestra habilidad para «ver» las
orbe». (Historia de las Indias, lib. I, imágenes fotográficas; de la visión del
cap. 65 [...]). Y Juan de Castellanos, outlaw en los Estados Unidos; o de la
en uno de los escasos pasajes poéti- forma estadounidense de muerte.5
cos de las Elegías de varones ilustres
de Indias: «Al occidente van encami-
nadas/ las naves inventoras de regio-
Pero no obstante lo sabroso de esta
nes» [p. 39, nota]. relación, en español la lista es muy an-
terior a la década de los 60 de este si-
Es innecesario insistir en que ese glo, e incluye en lugar destacado La in-
«occidente» al cual se encaminan las vención de América. El universalismo de
naves en los versos felices (por excep- la Cultura de Occidente, de Edmundo
ción) de Juan de Castellanos, no será, OGorman (México, 1958). Lo que obliga
en general, el mismo Occidente del que a considerar la invención de Occidente,
hablamos en este texto. Ni «inventoras», tan inextricablemente vinculada a la de
con su familia, iban a quedar reducidas América, al punto de que se trata de
al significado prístino, y en cambio gene- conceptos interrelacionados. Occidente
ralmente se inclinan a la otra acepción, adquiere conciencia de sí no cuando
cuando no las combinan ambas. Europa encuentra, en su colisión con
No hace mucho se dio en usar la América, al otro por excelencia (ya sabía
fórmula en inglés, donde se hablaba de
la invención de casi cualquier cosa. 5
The invention of Ethnicity, ed. por Werner Sollors,
En su introducción a la obra que Nueva York, 1991, p. [ix]-x.
84 Roberto Fernández Retamar
la social: esta última llevó a Haití a pa- ha comentado con agudeza estos artícu-
gar, hasta hoy, un precio altísimo. No los de Marx, que no implican la última
hace mucho he visitado este país, con la palabra de éste sobre el tema.24 Y en el
alucinante Citadelle, símbolo de su fiera número 207 de la revista Casa de las
independencia, y su pavorosa pobreza. Américas aparece un ensayo de Néstor
Curiosamente, en sus documentos inde- Kohan con el elocuente título «Marx en
pendentistas los colonialistas franceses su (tercer) mundo». Sin tiempo para de-
son una y otra vez llamados por los tenerme ahora en la cuestión, no quie-
haitianos, bárbaros.22 ro dejar de recordar que también ese
Se conocen suficientemente las peri- año 1853 el comodoro estadounidense
pecias y consecuencias inmediatas de Perry desembarcó por vez primera en
las revoluciones continentales hispano- Japón, con la finalidad de abrirlo a Oc-
americanas iniciadas a principios del si- cidente. Que actuó de alguna forma
glo XIX. Quisiera detenerme en una fe- como «instrumento inconsciente de la
cha a mediados de ese siglo, y señalar historia» iban a revelarlo sucesos poste-
algunas de sus ramificaciones mundia- riores. Si en 1868 Cuba inició su prime-
les. Me refiero concretamente a 1853. ra guerra de independencia (independen-
Ese año, José Martí nació en Cuba (que cia que al cabo le sería hurtada duran-
era, con Puerto Rico, la última colonia te sesenta años con la intervención es-
española en América), e iba a desenca- tadounidense en 1898), Japón inauguró
denar la última guerra independentista aquel año una sorprendente transforma-
contra aquella arcaica metrópoli y la ción que lo llevaría de su feudalismo a
primera contra el naciente imperialismo una forma original de capitalismo. Si en
estadounidense. Ese año, Gobineau co- 1905 Cuba era un protectorado yanqui,
menzó a editar en París su Éssai sur Japón emergía en esa fecha, con la vic-
linegalité de races humaines, que daría toria sobre Rusia, como una nueva po-
fundamento racial al pensamiento fascis- tencia mundial. Hasta la primera mitad
ta, harto ejercitado ya en las aventuras del siglo XIX, Japón habría sido tenido
coloniales, como señaló Aimé Césaire en sin duda como un «perdedor». Volvió a
su Discours sur le colonialisme (París, serlo, menos metafóricamente (junto con
1950). Ese año, Marx publicó en los Alemania e Italia), tras la llamada Se-
Estados Unidos doce de sus artículos gunda Guerra Mundial. Pero como ni en
sobre el colonialismo inglés en la India. un caso ni en otro la historia había ter-
No poco se ha escrito sobre ellos, pero minado, la realidad ulterior fue bien dis-
con frecuencia errática cuando no erró- tinta. El crecimiento de China, a partir
neamente. Mucho más que su observa- del triunfo en 1949 de su autóctona re-
ción según la cual «la profunda hipocre- volución comunista; la derrota militar de
sía y la barbarie inherentes a la civiliza- los Estados Unidos a manos del Vietnam
ción burguesa se presentan sin velos comunista; o el principio de la extinción
ante nuestros ojos cuando, en vez de definitiva del apartheid, con el gobierno
observarlas en su hogar, donde asumen
formas honorables, las contemplamos en 22
Cf. por ejemplo la proclamación firmada por J.
J. Dessalines el primero de enero de 1804, en el
las colonias, donde se hallan desnudas», violento panfleto de Boisrond Tonnerre Memoires
se ha preferido otra cita suya, de raíz pour ser vir à lhistoire dHaiti [1804], Puerto
hegeliana, según la cual «a pesar de to- Príncipe, 1991, p. 28.
23
C. Marx y F. Engels: Acerca del colonialismo,
dos sus crímenes, Inglaterra fue el ins- Moscú, s. f., pp. 86 y 38-39.
trumento inconsciente de la historia al 24
Aijaz Ahmad: «Marx on India: A Clarification»,
In Theory, Classes, Nations, Literature, Londres,
realizar dicha revolución».23 Aijaz Ahmad
Nueva York, 1992.
De Drácula, Occidente, América y otras invenciones 89
Se echa de menos entre esos masto- una realidad posoccidental donde nues-
dontes el nombre de Japón. Pero él tra América, que no es ni aspira a ser
aparece en libros como los que en 1992 un mastodonte, tenga también su lugar,
publicaron Jeffrey E. Garten y Lester con vistas a la «transmodernidad»29 pos-
Thurow: uno habla de una paz fría y la tulada por Enrique Dussel; y la humani-
lucha por la supremacía; y otro, de la dad no desemboque en la barbarie, cu-
venidera batalla económica: en ambos yas últimas palabras podrían emitirse en
casos, entre los Estados Unidos, Japón inglés: pero el resto sería silencio inte-
y Europa.28 Tal batalla económica ya ha rrumpido por crujir de insectos.
comenzado. La atroz historia de Occi-
La Habana, 1997-1998.
dente muestra a dónde conduce esa ba-
talla: 1914 y 1939 no son fechas vacías. 28
Jeffrey E. Garten: A Cold Peace. America, Japan,
Cuantos tenemos sentido moral, en el Germany, and the Struggle for Supremacy, Nueva
York; Lester Thurow: Head to Head. The
Norte y en el Sur, debemos hacer todo Coming Economic Battle Among Japan, Europe,
lo que podamos para inventar alternati- and America, Nueva York, 1992.
vas al venidero conflicto mayor, que se-
29
Cit. por Walter D. Mignolo en «Herencias colo-
niales y teorías postcoloniales», Cultura y tercer
ría una catástrofe última. Alternativas mundo, tomo I, comp. por Beatriz González
que con un nombre u otro nos abran a Stephan, Caracas, 1996, p. 125.
RESUMEN
SUMMARY
About Dracula, Occident, America and other also non-European countries required, and
inventions. requires, a consistent plundering of most of
the planet, in order to sustain its own
The West, the Occident, the Occidental development.
world or culture, becomes conscious of itself, Its successive names West, Occident,
not when Europe finds the other upon North do not represent geographical realities
colliding with America, but after reducing this but vicious metaphors.
unexpected creature to the condition of other,
The present economical conflict between its
after otherizing it (otrificarlo), which gives
most powerful partners USA, Japan, and
support to its selfness (mismidad). For this,
Europe points to a disastrous end. To avoid
it increases all kinds of racism.
this, we must devise alternatives able to lead
The Occident, later called capitalist world, us to a post-occidental reality, in which our
and more recently, the North which includes America has its own place.
Fernanda Beigel (*)
1
El término indianista padece dificultades en el sentido más amplio que el serranismo) y, a
contexto del campo intelectual peruano actual pesar de su defecto homogeneizante, marcó
pues ha sido utilizado para describir la presencia una diferencia con el modernismo romántico.
del tema indígena en la literatura modernista pe- Los estudios actuales del arte peruano de este
ruana hasta 1920. Cfr. Tomás G. Escajadillo, La siglo tratan de precisar los alcances del indige-
narrativa indigenista peruana, Amaru Editores, nismo elaborando categorías como neo-indigenis-
Lima. 1994. mo, Indigenismo-2, indigenismo ortodoxo. Toda vez
que mencionamos el indigenismo no hacemos
2
Algunos estudios históricos recientes cuestionan referencia a las corrientes étnicas actuales sino
el término andino pues consideran que tiene al movimiento histórico que se desarrolló en el
un efecto homogeneizante respecto a la diversi- Perú entre 1919 y 1941. Cfr. Respecto a la his-
dad de pueblos que constituyen la población de toria del pueblo kechua y la discusión del térmi-
la región del Ande. Nosotros no desconocemos no andino, el reciente libro de la filóloga ecua-
esta heterogeneidad, pero utilizamos el término toriana Ileana Almeida, Historia del pueblo
andino en referencia directa a un período de kechua, EBI-Abrapalabra, Quito, 1999. Con rela-
la historia peruana en la que expresa el rescate ción a los términos indigenismo/indianismo pe-
urbano de un conjunto de prácticas políticas y ruano de los años veinte puede verse Tomás G.
culturales propias de los pobladores de la sierra Escajadillo para quien el indigenismo no ha
peruana, cuestionadoras de la feudalidad y el ga- muerto, Op. Cit.; Estuardo Nuñez, Panorama
monalismo. En los años veinte, este indigenismo actual de la poesía peruana (Lima 1938), 2ª edi-
deja de lado la idealización romántica del pasa- ción corregida, Colección Homenaje al Centena-
do incaico para trabajar sobre la imagen y los rio de César Vallejo, Serie Mayor, Volumen 1,
problemas del indio del presente. Dicha tenden- Universidad Nacional de Trujillo, Trujillo, 1994
cia fue bautizada en la época, no sólo y Mirko Lauer, Andes imaginarios. Discursos del
indigenista, sino ideología andinista (en un indigenismo-2, SUR-CBC, Cusco, 1997.
La herencia andina en el proyecto socialista de José Carlos Mariátegui 93
Una de las principales tensiones que que la cuestión de las etnias ha tenido
recorre las interpretaciones actuales de en las últimas décadas. Se trata, en
este particular proyecto surgido de la todo caso, de una búsqueda de recons-
pluma de un intelectual, pero nutrido trucción del incuestionable enraizamien-
del clima de agitación reivindicativa de to del socialismo mariateguiano, sobre la
la capital peruana- es la oscilación entre base de lo que vio, pero también de lo
la herencia andina y la occidental. Ma- que no pudo ver el Amauta, que era,
riátegui convoca a la nueva generación, con todo lo que esto significa, un hijo
que venía de las Universidades Popula- de su tiempo.
res y de la alianza obrero-estudiantil, y Resulta interesante recordar que en
recibe con entusiasmo las expresiones el plano de lo que Lauer denomina Indi-
más iconoclastas del vanguardismo esté- genismo-2, el ensayista se mostró cons-
tico. Pero paralelamente titula su revis- ciente de la exterioridad y de la proble-
ta con un vocablo indígena, mostrando mática del verismo, que distanciaba al
con ello su adhesión a la Raza, su indigenismo revolucionario de su época
homenaje al Incaísmo, y la aspiración respecto al acceso real a la cosmovisión
de crear nuevamente el sentido de la de las comunidades de la sierra. Consi-
palabra amauta, en un intento de su- deraba que la diferencia central entre la
peración del incaísmo romántico que corriente colonialista y el indigenismo
quedaba diluido en el pasado cultural. vanguardista no era el tema, sino la re-
Desde su regreso de Europa se registra lación con el presente. Unos reflejaban
su creciente preocupación por la crea- los sentimientos de una casta feudal que
ción de un auténtico puente con la se entretenía idealizando el pasado. Los
realidad de la sierra, tan densamente otros tenían sus raíces en el hoy, pues
explotada y alejada de la costa. Por ello extraían su inspiración de la protesta de
incluyó en su revista una sección de millones de hombres. Sin embargo, el
denuncias de la sujeción indígena deno- Amauta reconocía que los productores
minada El proceso del gamonalismo. Al de esa poesía no eran indios y distin-
mismo tiempo, sólo puede entenderse al guía entre la literatura indigenista y la
proyecto mariateguiano en estrecha vin- literatura indígena,
culación con las más innovadoras expre-
siones de la naciente cultura moderna La literatura indigenista no puede
darnos una visión rigurosamente
peruana.
verista del indio. Tiene que idealizar-
Un justo balance acerca de la rela- lo y estilizarlo. Tampoco puede darnos
ción de Mariátegui con el mundo andino su propia ánima. Es todavía una lite-
debe señalar qué vigencia tiene hoy su ratura de mestizos. Por eso se llama
posición y cuáles son los aspectos que indigenista y no indígena. Una litera-
lo alejan del desarrollo teórico y político tura indígena, si debe venir, vendrá a
su tiempo. Cuando los propios indios
estén en grado de producirla. (MARIÁ-
pilares de esta discusión, en relación con una de TEGUI, 1995: 242).
las áreas mas importantes del proyecto
mariateguino, es decir, su vinculación con el
mundo andino. Acerca de la evaluación del so- Aunque en este trabajo no podemos
cialismo indo-americano en su conjunto puede desarrollar todas las aristas de este
verse: César Germaná, El socialismo indo-ameri-
multifacético problema, podríamos decir
cano de José Carlos Mariátegui. Proyecto de recons-
titución del sentido histórico de la sociedad perua- que la cuestión de la herencia andina
na, Serie Centenario, Lima, Empresa Editora del socialismo indo-americano se nutre
Amauta, 1995. Y Francis Guibal, Vigencia de
Mariátegui, Serie Centenario, Lima, Empresa
del cruce de varias corrientes que atra-
Editora Amauta, 1995. viesan, de alguna manera, el pensamien-
La herencia andina en el proyecto socialista de José Carlos Mariátegui 95
convocar la acción del indio para recu- rrilla (Lima, 1927). En Amauta (Lima,
perar sus derechos, pero siempre dentro 1926-1930), Mariátegui pretendía alber-
de un común denominador paternalista gar las corrientes nuevas, en una articu-
que entendía necesaria la intervención lación de lo estético y lo político sinteti-
de manos ajenas a la raza para organi- zada en el proyecto socialista.
zar y dirigir las acciones. Llegados a este punto, conviene pre-
La otra vertiente que nutre el proyec- guntarnos: ¿cuál es la herencia andina
to mariateguiano está ligada con el que confluye en el proyecto de Mariáte-
mundo cultural, el incaísmo e indigenis- gui? ¿La que se expresa en los símbolos
mo artísticos. Este movimiento cultural que construyeron los indigenistas revo-
se gestó alrededor del rescate del indio lucionarios? También cabe la reflexión
viviente, lo cual no es un detalle, pues en otro aspecto, ligado a la dimensión
permite diferenciar estos nuevos produc- política: ¿es posible incorporar una he-
tos estéticos con el modernismo román- rencia sin el protagonismo de las comu-
tico que evocaba un pasado glorioso e nidades que siguen reproduciéndola, sin
idílico sin preocupación por la realidad promover su autonomía y derecho a la
de las comunidades en el Perú del mo- autodeterminación?
mento. Mariátegui identificaba este mo- Cuando evaluamos el proyecto maria-
vimiento con el indigenismo revolucio- teguiano, debemos situarnos bajo la pre-
nario, tendencia que articulaba la inno- misa de que no se trataba de un pro-
vación estética con la lucha política con- yecto indígena, ni su propuesta puede
tra el gamonalismo y se expresaba, en entenderse como resultado de la cosmo-
su época en la escuela del pintor José visión del indio. Mariátegui partía de la
Sabogal, el escritor puneño Alejandro base de que la idea de nación no había
Peralta, el poeta serrano Luis E. Valcár- cumplido aún su trayectoria, ni había
cel y tantos otros. agotado su misión histórica. Considera-
Muchas fueron las revistas que ac- ba que el indio debía incorporarse a una
tuaron como voceras de estas corrientes revolución socialista para instaurar, jun-
del indigenismo peruano. No sólo en to con los demás sectores, una nueva
Lima, sino en las principales provincias. nacionalidad peruana integral.
La mayoría de ellas tenía contacto entre Tanto las corrientes estéticas, como
sí, ya sea para polemizar o contribuir en el indigenismo político que se encontra-
su difusión en el país y el extranjero. ban en el Perú de Mariátegui, se presen-
Pueden mencionarse el Boletín de taban ante sus ojos como expresiones de
Titikaka (Puno, 1926-1930), Director: un nuevo espíritu revolucionario, como
Gamaliel Churata; Vórtice (Sicuani, puertas abiertas al advenimiento de un
1923), Director: César Cáceres Santilla- orden socialista. Mariátegui escribía
na; Kosko (Cusco, 1924-1925), Director: siempre sobre las reivindicaciones del
Luis Felipe Paredes; La Puna (Ayavirí); movimiento indigenista, con lo cual
Pacha (Arequipa); y La Vanguardia enfatizaba la exterioridad. Planteaba que
(Cusco). La beligerancia serrana se ex- lo que le otorgaba unidad a estas reivin-
presaba con Kuntur (Cusco, 1928), Di- dicaciones era la idea socialista: no
rector: Román Saavedra y también tenía como había sido heredada del extinto
su tribuna limeña: La Sierra (1927- inkario, sino como había sido aprendida
1930) dirigida por J. Guillermo Guevara. de la civilización occidental.
Desde el vanguardismo estético también En todas las manifestaciones indige-
Blanca Luz Brum se involucró en la dis- nistas existía un declarado interés por
cusión indigenista, con su revista Gue- movilizar al indio hacia su liberación,
La herencia andina en el proyecto socialista de José Carlos Mariátegui 97
pero gran parte de estas expresiones que el Amauta desarrolló en sus escri-
suponía que ella se alcanzaría mediante tos. Otros prefieren indagar en la rela-
un acercamiento de los indios hacia po- ción efectiva de Mariátegui con el mun-
siciones elaboradas por mestizos. A ex- do indígena, destacando sus aciertos,
cepción de las imponentes rebeliones pero inscribiéndolo con justeza en el in-
indígenas, la característica que recorría tenso proceso que la cuestión de las
a estos movimientos, incluidos en el co- etnias ha tenido en el resto del siglo.
mún denominador de indigenistas, era Nosotros procuramos inscribirnos en
su distancia respecto a las comunidades, esta línea, que busca considerar nuevas
lo que marcaba la diferencia entre pro- perspectivas ligadas con la autonomía de
curar la redención del indio y ser efec- las comunidades, e intentamos participar
tivamente indio. En el caso del indige- de la evaluación histórica de la cercanía
nismo socialista, que pretendía ejercer de Mariátegui con lo andino en el ámbi-
una crítica a las tendencias filantrópicas to de la praxis.
y paternalistas, esta exterioridad se ma- A pesar de las limitaciones ya expli-
nifestaba en un retraso entre la teoría y cadas, y de las derivaciones de la cues-
la integración real de los sujetos que de- tión en los últimos años, creemos que
bían protagonizar el cambio social. Y en existe una brecha abierta por Mariáte-
este punto es necesario reiterar que Ma- gui, que actualmente legitima la discu-
riátegui visualizó algunas de estas limi- sión desde una amplia gama de posicio-
taciones con su lente histórico. Lo que nes y tonalidades. Es evidente que se
no podía ver todavía, era que esta res- trata de un marxismo permeable a la
tricción no residía solamente en la lite- tradición andina 6, que convierte a las
ratura. Tampoco en un proyecto socialis- comunidades indígenas en elemento vital
ta que encontraba dificultades para in- de su pensamiento. Permeable también
corporar a las masas indígenas en la ac- a la pluralidad de sectores sociales que
ción revolucionaria, pues el Amauta demandaban la transformación del Perú,
siempre tuvo esa aspiración y quién lo cual lo muestra como el primer mar-
sabe cuánto habría logrado de haber xista latinoamericano que incorporó al
podido desarrollar su proyecto. La limi- indio como sujeto de la revolución.
tación se hallaba fundamentalmente en Entre quienes consideran que Mariá-
el hecho preciso de que el socialismo tegui formula una nueva racionalidad se
indo-americano no nacía de la participa- encuentra César Germaná, para quien el
ción de las comunidades indígenas, cues- socialismo indo-americano debe entender-
tión que habría aportado sus propias se en la confluencia de la tradición oc-
demandas y concepciones, en su propio cidental y la herencia andina, pero con
idioma, en su lógica y temporalidad. un especial énfasis en la segunda, pues
Algunos autores plantean el logro, la considera el verdadero sustrato de
por parte de Mariátegui, de una con- las reflexiones mariateguianas. Esta ar-
fluencia entre lo andino y lo occidental, ticulación se observa en lo que Germaná
que daría como resultado una racionali- sintetiza como las tres instancias que
dad distinta de la europea, sustentada definieron el proyecto socialista de Ma-
en la integración de las creaciones mo- riátegui: la socialización de los medios
dernas a una espiritualidad indígena
basada en la solidaridad. En este senti- 6
Utilizamos el concepto de tradición andina para
do, el componente andino del proyecto englobar, no sólo la historia del pueblo kechua,
mariateguiano es evaluado desde algu- sino el desarrollo político-social de las comuni-
dades que habitan el Ande, diferenciádolo de
nas concepciones filosóficas y políticas la tradición indigenista.
98 Fernanda Beigel
de producción, la socialización del poder sin decir explícitamente que los pueblos
político y la transformación del mundo originarios podían, autónomamente, sin
de las relaciones intersubjetivas en el delegar en el partido, autogestionar su
sentido de la afirmación de la solidari- proceso al socialismo. (VITALE, 1998:
dad. Para el investigador peruano, el 232) Para Vitale, el Amauta no alcanzó
socialismo promovido por el Amauta in- a visualizar la cuestión del protagonismo
corpora valores nuevos que no corres- de las comunidades indígenas, razón por
ponden a la modernidad europea, e in- la cual no pudo plantear con claridad el
augura una nueva dirección moderna, derecho a la autodeterminación de estos
caracterizada por una racionalidad dife- pueblos, que constituyen, hace siglos,
rente de la versión instrumental prove- distintas nacionalidades. Esta posición
niente del viejo continente. Germaná nos parece, sin embargo, injusta, pues
sostiene que el socialismo mariateguiano se desconoce que Mariátegui fue en al-
integra elementos de Occidente, pero guna medida consciente de la limitación
tras el lente de la cultura andina, que que imponía la exterioridad que hemos
conserva el vigor necesario como para señalado, y además se juzgan sus escri-
imponer su lógica de solidaridad a lo tos desde un punto de vista étnico re-
que pudiera importar de afuera. Para ciente, que ha sido elaborado desde fi-
nosotros, esto puede ser evaluado como nes de la década del setenta.
una aspiración de Mariátegui. Sin em- Antonio Melis, en cambio, se ocupa
bargo, hablar de una nueva racionali- de destacar las particularidades del mar-
dad basada en la cultura andina, impli- xismo mariateguiano atendiendo a su
ca suponer que el socialismo indo-ameri- praxis, entendiéndolo como abierto a la
cano se conformaba con la integración tradición indígena. Entre los estudiosos
plena de una cosmovisión indígena, de Mariátegui se ha discutido muchas
mientras la praxis del Amauta no pudo veces por qué el Amauta no ejerció una
desenvolverse dentro de las comunidades política de oposición directa al gobierno
indígenas con la suficiente amplitud de Augusto B. Leguía. ¿Qué lo alejaba
como para sostener una integración de de la participación en las elecciones o
tal orden. Por otra parte, el hecho de del deseo inmediato de derrocar al dic-
que el proyecto mariateguiano se enfren- tador? Una respuesta común ha sido la
tara a la racionalidad instrumental euro- de recordar que Mariátegui concebía a la
pea no implica necesariamente la crea- política como una acción revolucionaria,
ción de una dirección adversa a la civi- razón por la cual se alejaba de todo
lización Occidental. Recordemos que mecanismo parlamentarista típico de la
existieron proyectos modernos contrarios corrupta política criolla. Pensaba cam-
a la razón tradicional, nacidos de esta biar de raíz el sistema político y no con-
misma crítica a la instrumentalidad ca- sideraba que la caída de Leguía garanti-
pitalista de la mano de marxistas plena- zaba el advenimiento de un nuevo or-
mente occidentales, como los frankfurtia- den. Melis sostiene que en esta concep-
nos Adorno y Horkheimer. ción mariateguiana de la política hay
Entre quienes reflexionan en la ac- elementos de la tradición andina que le
tualidad acerca de la comprensión ma- permiten adherir a una idea de la tem-
riateguiana del mundo andino, se en- poralidad radicalmente distinta de la
cuentra el investigador argentino-chileno modernidad europea, que al decir de
Luis Vitale, para quien Mariátegui ha- Melis lo aleja de las urgencias del
blaba de que el socialismo debía solida- marxismo europeo, para concebir la
rizar con las reivindicaciones indígenas, construcción de la revolución como una
La herencia andina en el proyecto socialista de José Carlos Mariátegui 99
tarea a largo plazo (MELIS, 1995). Con- pero no pudo ver que estas comunida-
siderar el socialismo de Mariátegui como des podían aspirar a reivindicar sus pro-
abierto o permeable a lo indio, nos pios derechos políticos y culturales, re-
parece una evaluación más realista, que clamando el respeto de sus nacionalida-
permite reflexionar acerca de su pensa- des autónomas, inclusive dentro de un
miento en el marco del campo intelec- Estado socialista peruano. Para algunos,
tual marxista, pero con el aporte de las su indigenismo lo volvía racista, pues
tendencias autonomistas de las etnias era reticente a otorgar preeminencia a
en nuestro continente. En esta línea, los problemas de los hombres y mujeres
nosotros hemos intentado destacar ele- de otras razas, pero sobre lo que no hay
mentos que muestran la vigencia de al- discusión es en cuanto al lugar que el
gunos aportes de Mariátegui a la cues- indio ocupaba en su diagnóstico de la
tión indígena, aunque hemos señalado realidad peruana. Para el Amauta, no se
también algunas de sus limitaciones. trataba de una cuestión de razas, sino
Es cierto que José Carlos Mariátegui de un problema económico-social, que
no era indio, ni conocía su idioma. Sin afectaba a la masa que en ese entonces
embargo formuló un proyecto de socie- representaba la gran mayoría de la po-
dad socialista que tenía la aspiración de blación. Marcaba de este modo las ata-
revertir la sujeción servil que padecía la duras que la formación social peruana
mayoría indígena de la población perua- tenía con el pasado colonial y cómo esa
na. Mientras otros socialistas y comunis- herencia había marcado a fuego el lazo
tas buscaban proletarios que se adecua- de la economía peruana con el gamona-
ran a las premisas del marxismo euro- lismo y la servidumbre de raigambre
peo, Mariátegui entendía que la revolu- feudales. Más allá de la cabal compren-
ción debía mejorar las condiciones de sión del fenómeno étnico, que alcanzaría
vida de las masas campesinas explota- un nuevo punto de inflexión segura-
das. Esas masas eran indias y debían mente con Arguedas, resulta innegable
ser convocadas a protagonizar los cam- que Mariátegui dio preeminencia a la
bios sociales. Mas la vanguardia que población indígena en la realidad pe-
preparaba el Amauta era todavía mesti- ruana y que su acercamiento al mun-
za y costeña. Murió demasiado pronto do andino tuvo grandes repercusiones
como para ver alterada su composición en su trayectoria individual, así como
social. Su deseo era construir con los en su particular modo de entender el
indios la verdadera nación peruana, marxismo.
BIBLIOGRAFÍA
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RESUMEN
SUMMARY
La democracia en Latinoamérica
y las tendencias macrohistóricas de nuestro tiempo
* Trabajo presentado y aprobado en la Mesa Re- no, pp.22-49; HUNTINGTON, S. 1994 : La ter-
donda «América Latina y los desafíos de la glo- cera ola. La democracia a finales del siglo XX, Bs.
balización», durante el VIII. Congreso de la Fe- As. [ 1. ed. ingl. 1991]; HUNTINGTON, S.
deración Internacional de Estudios sobre Améri- 1996: «Desafíos entre el Islam y la Cultura Oc-
ca Latina y el Caribe ( Talca, Chile, enero de cidental», en Archivos del Presente, Año 2, N° 5,
1997). pp. 95-118; KAHN, H. y WIENER, A. J. 1969:
1
Como representativos de esta corriente tendre- El año 2000, Bs. As.; NAISBITT, J. y
mos en cuenta los siguientes trabajos: ABURDENE, P. 1990: Megatendencias 2000 :
DIAMOND, L. 1994 : «The Global Imperative: diez nuevos rumbos para los años 90, Bogotá;
Building a Democratic World Order», en Current NOVILLO CORVALÁN, S. 1992 : El liberalis-
History, enero, pp. 1-7; FUKUYAMA, F. 1992: mo, en Juárez Centeno, C.A. y B. de
El fin de la historia y el último hombre, Bs.As.; Scandogliero, M.S. [Compil.], La ideología con-
FUKUYAMA, F. 1995 : «The Primacy of temporánea, Córdoba, pp.63-121.; ROWEN,
Culture», en Journal of Democracy, vol.6, N° 1, H.S. 1995 : «The Tide Underneath the Third
pp.7-14; HUNTINGTON, S. 1993 : «The Wave», en Journal of Democracy, vol.6, N° 1, pp.
Clash of Civilizations?», en Foreign Affairs, vera- 52-64.
102 Cristian Buchrucker
2-
KAHN y WIENER 1969, p.42. Mass., 1954 ); c) deriva de una vieja tesis del
3-
Utilizo aquí el concepto de «regularidad» o «ge- historiador británico J.R. Seeley (1834-95), au-
neralización histórica» en el sentido que lo ha- tor de The Expansion of England, luego seguido
cen G. Pincione y T. S. Di Tella en Cornblit, por muchos otros. Para la primera formulación
O. [Compil.] 1992: Dilemas del conocimiento his- de d) se suele aceptar a Immanuel Kant (Sobre
tórico - argumentaciones y controversias, Bs. As., la Paz Per petua, 1795), partiendo luego la
especialmente pp. 188 y 201. Las regularidades reelaboración moderna de Dean Babst («Elective
que he seleccionado reciben en este texto una Gover nments - a Force for Peace», en The
denominación formada con los nombres de es- Wisconsin Sociologist, vol.3, No.1, 1964 ). Final-
tudiosos que las han postulado. En el caso a) mente, para e) son fundamentales I. Wallerstein
se trata de S.M. Lipset (Political Man, (Historical Capitalism, Londres, 1983) y C.
Baltimore, 1960) y ROWEN 1995; en b) nos Chase-Dunn («Interstate System and Capitalist
referimos a K.W. Deutsch («Possibilities and World Economy», en Inter national Studies
Patter ns of Disintegration in Totalitarian Quarterly, 25, 1981).
Systems», en Totalitarianism, Cambridge- 4-
Así en HUNTINGTON 1994, pp.255 y 257.
La democracia en Latinoamérica y las tendencias macrohistóricas de [...] 103
19-28; NUSCHELER, F. 1996: Lern- und Bs. As.; ZEA, L. 1995: «Fin de siglo y el fantas-
Arbeitsbuch Entwicklungspolitik, 4. ed. actualizada, ma de los marginados», en C. Jalif de Bertranou
Bonn; ODONNELL, G. 1995: «Do Economists [Compil.] «Anverso y reverso de América Lati-
know best?», en Journal of Democracy, vol. 6, N° na», U. Nac. de Cuyo, Mendoza, pp. 211-217.
1, pp. 23-28; SCHMITTER, P.C. 1994: «Dangers 10
Para esta problemática encarada con un opti-
and Dilemmas of Democracy», en Journal of mismo más explicable desde el centro mundial
Democracy, vol. 5, N° 2, pp. 57-74; SCHMITTER, en que se mueve el autor que desde la periferia
P.C. 1995: «More Liberal, Preliberal or es interesante R. Reich: El trabajo de las nacio-
Postliberal?», en Journal of Democracy, vol. 6, N° nes, Bs. As., 1993. Con un enfoque bastante pa-
1, pp. 15-22; TETZLAFF, R. 1991: «Demokratie recido al del presente trabajo también se concen-
in der 3. Welt: zwischen normativer Zustimmung tran en la faceta económica de la cuestión G.
und praktischen Realisierungsproblemen», en Epstein, J. Crotty y P. Kelly: «Winners and
Jahrbuch 3. Welt 1992, Munich, pp. 33-48; Losers in the Global Economica Game», en
TOURAINE, A. 1995: ¿Qué es la democracia? , Current History, N° 604, nov. 1996, pp.377-381.
La democracia en Latinoamérica y las tendencias macrohistóricas de [...] 105
13
Para los datos mencionados, véanse NUSCHELER HOBSBAWM 1995, ZEA 1995, ODONNELL
1996, Caps. IV y V, así como el Informe Argen- 1995, TOURAINE 1995, CHOMSKY 1996 y
tino sobre el Desarrollo Humano 1995, PNUD-Ar- NUSCHELER 1996.
gentina, p.40.
15
La crítica más ácida a la tesisdel liderazgo se
14-
Con variados matices y acentos, pero muchas encuentra en CHOMSKY 1996, especialmente
coincidencias básicas, este conflicto aparece en pp. 229-242.
La democracia en Latinoamérica y las tendencias macrohistóricas de [...] 107
pasos muy positivos en esa dirección, al una edad de oro (al modo de Naisbitt u
comenzar a desmontar el andamiaje Aburdene) ni el pesimismo de quienes
securitista-militarista que durante largo hablan del «fin de la democracia» (como
tiempo envenenó las relaciones entre los Guehenno). Los autoritarismos militares
pueblos latinoamericanos. La creciente y los totalitarismos colectivistas de viejo
consolidación de asociaciones como el cuño a la manera de 1917-85 no
Mercosur también da motivos para el op- tienen muchas chances de resurgir. Pero
timismo. Pero todo ello no puede hacer me uno a la tendencia de los analistas
olvidar que en el contexto global aún preocupados en el diagnóstico del carác-
subsisten importantes bloqueos. En el ter inestable, no consolidado, que pre-
gran vecino del Norte no faltan sectores senta la situación actual, la de una de-
influyentes que desean verlo en el rol, no mocracia estancada en lo meramente
sólo de «policía mundial», sino también político, combinada con fenómenos re-
de juez en ese ámbito. Y hay quienes gresivos en lo social. ¿Bastarán los
proponen para nuestras repúblicas el ditirambos sobre la «libertad del indivi-
papel de seguidores acríticos. La actual duo» para satisfacer las demandas de los
estructura de la ONU está lejos de satis- sectores sociales marginados, cuando en
facer normas democráticas y hasta un nuestro continente hay países donde el
analista bastante conservador no ha va- 20% de la población obtiene el 67% de
cilado en referirse a la «comunidad inter- la renta nacional, mientras un 40% de
nacional» como «un eufemismo», que se la gente sólo recibe el 7%?
usa para «legitimar las acciones que re- Uno de los escenarios posibles para el
flejan los intereses de Estados Unidos y siglo XXI parte de la hipótesis de una
otras potencias occidentales».20 Por otra acentuación de las presiones antidemo-
parte, observando la zona de sutura que cráticas y la ausencia de respuestas efi-
hay entre las estructuras económicas y caces. Este sería un mundo con organi-
políticas, es posible detectar «un doble zaciones «dinámico globales» cada vez
proceso de de-democratización» : primero, más poderosas, pero irresponsables; con
a través de la monopolización de las re- una gran dosis de demandas culturales
laciones políticas internacionales por par- «blandas» insatisfechas; con el choque
te de élites tecnoburocráticas «liberadas» frontal entre los adoradores del creci-
de auténticos controles democráticos; y miento económico acelerado y los am-
segundo, por el accionar de actores eco- bientalistas; y finalmente, con una masa
nómicos privados pero globales, que se expansiva de marginados económicos. El
han emancipado del control de los Esta- «fantasma» de estos marginados22, com-
dos nacionales. Una de las propuestas
20
HUNTINGTON 1993, p. 39.
para superar esta situación incluye la 21
Ver E.O. Czempiel: Weltpolitik im Umbruch,
presencia de estructuras parlamentarias Munich, 1992, pp.108-109.
internacionales, capaces de complementar
22
Utilizo la expresión de ZEA 1995, pero señalo
aquí el hecho de que las reacciones de los mar-
y supervisar las funciones de organismos ginados encierran un potencial ambiguo: por un
como el Banco Mundial y el FMI.21 lado pueden contribuir a despertar las concien-
cias de otros, contribuyendo a una transforma-
ción positiva; por el otro, pueden ser utilizadas
IV. Una reflexión sobre los posibles por los manipuladores del tradicional miedo de
escenarios del siglo XXI los que tienen algo a los que nada poseen. La
activación de los temores sociales ha ya tenido
En definitiva, el panorama de la de- consecuencias autoritarias en nuestro pasado.
mocracia latinoamericana a comienzos Sobre esto puede verse una revisión comparati-
va en C. Buchrucker: Las formas autoritarias del
del siglo XXI, no parece merecer ni el
nacionalismo y el conservadurismo latinoamerica-
entusiasmo ingenuo de quienes pintan nos, en Ciclos, N° 7, 1994, pp.189-213.
La democracia en Latinoamérica y las tendencias macrohistóricas de [...] 109
binado con el nuevo mito derechista de sos del 20 % más próspero de la pobla-
la «guerra mundial contra el narcotráfi- ción latinoamericana (equivalente al 0,7%
co», podrían convertirse en las principa- del PB de la región) podría sacar de la
les fuerzas impulsoras de una «rebelión pobreza extrema a cerca de un cuarto de
de las élites» (tecnocráticas y empresaria- los habitantes de esta parte del mun-
les) contra la democracia23. En todas par- do.25 Lo realmente preocupante es que por
tes, pero de manera más marcada en la el momento no se ven delineadas con
periferia, el sistema político se cristaliza- claridad políticas capaces de movilizar los
ría en dos subsistemas de difícil coexis- recursos en el sentido indicado. ¿Habrán
tencia. Para el sector «integrado» de la tenido razón los escépticos que anuncia-
población regiría la democracia unidimen- ban un continuo desmontaje de la red de
sional y un capitalismo del bienestar re- seguridad social apenas las élites capita-
formado; pero para los estratos sociales listas hubiesen perdido el miedo de que
bajos no habría sino una escenografía los más desfavorecidos se inclinasen por
democrática, cubriendo como velo bastan- una opción socialista? La nueva mercado-
te transparente el reinado efectivo de un latría y una prédica que ha contribuido
neofascismo del mercado globalizado. La- al excesivo debilitamiento del Estado no
tinoamérica está entre las regiones del ofrecen un clima muy alentador en este
mundo que se encuentran especialmente sentido. Sin embargo, hay mucha eviden-
expuestas a este poco seductor escenario, cia acumulada que permite sostener que
ya que tiene una tradición autoritaria re- la lucha contra la pobreza debería conver-
ciente, proclive a las «soluciones tecno- tirse en la columna vertebral de nuestra
cráticas no legitimadas democráticamen- vida pública y el criterio principal para la
te». El capitalismo como sistema econó- evaluación de cualquier gestión de go-
mico puede desarrollarse sin democracia bierno. Esa lucha no podrá ser conduci-
y ya existen algunos experimentos actua- da por burocracias soberbias ni tendrá
les que prefiguran ciertos rasgos del po- chance alguna con las viejas banderas de
sible neofascismo de mercado (Indonesia, la revolución proletaria. Si alguna ense-
Singapur, China, Arabia Saudita).24 ñanza se desprende de la historia con-
El otro escenario imaginable parte de temporánea, es que sólo un reformismo
la implementación exitosa de reformas paciente y tenaz, apoyado en coaliciones
capaces de atenuar las presiones poten- pluriclasistas y realizado en el marco de
cialmente antidemocráticas. Recién a tra- las libertades políticas vigentes ofrece un
vés de tales reformas la generalización camino a la esperanza.
histórica decisiva en esta coyuntura la
«regularidad de Lipset y Rowen» podría 23
Creo muy adecuada la fórmula de LASCH
desplegar todas sus inmensas posibilida- 1996, entre otras cosas porque mientras bue-
des. De esto se derivaría no sólo la con- na par te de los intelectuales de nuestros paí-
ses ha sido educada desde los años 20 y 30
solidación definitiva de la democracia en el temor a la orteguiana «rebelión de las
política en el nivel del Estado nacional, masas», las amenazas reales más graves con-
sino también la superación del peligro de tra la democracia surgieron en este siglo de
rebeliones y contrarrevoluciones elitistas. Y
una sociedad cada vez más dualizada y desde Thatc her y Reagan, todos los signos
un impulso sostenido hacia la democra- apuntan a un incremento de ese pelig ro en
tización de las dimensiones económica e las próximas décadas.
24
En esta manera de ver las cosas coincido parti-
internacional de la vida. No es éste cularmente con las preocupaciones expresadas
como creen algunos un problema pri- en SCHMITTER 1994, pp.6-69; ODONNELL
mordialmente de recursos materiales. És- 1995 (muerte lenta de la democracia y auto-
ritarismo apenas velado, p.27) y MANSILLA
tos existen: se ha calculado que un au- 1995 (el modelo Singapur, p. 28).
mento del 2% del impuesto a los ingre- 25
Ver NUSCHELER 1996, pp.133 y 146.
110 Cristian Buchrucker
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Lipset, S.M.: Political Man, Baltimore, 1960 y Anverso y reverso de América Latina, U. Nac. de
Rowen 1995. Cuyo, Mendoza.
RESUMEN
Los primeros trabajos importantes que in- tington, Guehenno, Schmitter, Touraine,
corporaron el tema de las tendencias macro- Hauchler y Nuscheler, entre otros). Como era
históricas al diagnóstico político y social de de esperar, la interconexión de las tendencias
una época se remontan a las décadas del 60 que esbozan los autores citados plantea diver-
y 70 (Kahn y Flechtheim). Con diversos grados gencias y polémicas. Este artículo se interesa
de sistematización teórica esta idea también por conectar el análisis comparativo y crítico
está presente en los estudios más recientes, de esos escenarios (de pretensión global) con
que tratan de definir el sentido en que se los interrogantes referidos al arraigo, expansión
mueven las presiones y oportunidades mundia- y perfeccionamiento de la democracia en Amé-
les en los años 90 (Naisbitt, Fukuyama, Hun- rica Latina.
SUMMARY
la ciencia sólo puede ser asegurada si se chelini, cabe destacar que mientras el
eliminan de su ámbito los juicios de va- primero acentúa explícitamente el carác-
lor, puesto que estos pertenecen al ám- ter trascendental de las pretensiones de
bito privado de las creencias. De este validez, el segundo se inclina progresiva-
modo la razón práctica queda reducida a mente por una reflexión orientada a la
mera instrumentalidad, lo cual resulta historia. Por esta razón Apel critica du-
particularmente peligroso cuando se tra- ramente a Habermas, llegando a afirmar
ta del discurso político, ya que éste que- que abandona la teoría crítica y se
da vaciado de todo contenido moral para autoexcluye de la ética del discurso.
la evaluación de sus metas. Otras críticas son analizadas deteni-
Son consideradas, también las obje- damente por el autor, las cuales proce-
ciones procedentes del historicismo, del den de diferentes ámbitos teóricos don-
contextualismo y de diversos enfoques de resultan relevantes los nombres de
posmodernos. Sin embargo sus elabora- Rorty, Vattimo, Derrida, Foucault, Lyotard.
ciones resultan insuficientes: en el caso En un balance final de las mismas se
del historicismo, porque al radicalizar tiene en cuenta, por una lado, que tanto
unilateralmente la historicidad caería en el análisis de la pre-estructura del com-
un relativismo que afecta las pretensio- prender, como la crítica del logos de la
nes de validez intersubjetiva y universal modernidad y la objeción de logocentris-
del propio juego de lenguaje; en el caso mo, constituyen puntos de vista relevan-
del contextualismo y de diversas formas tes para un replanteo de los alcances y
de posmodernismo la validez queda límites de la razón. Asimismo las inter-
circunscripta a determinado juego de pretaciones que acentúan la historicidad
lenguaje o a las prácticas de una comu- absoluta de la razón o la consideran
nidad histórica con lo cual la validez de indisolublemente articulada con la ideo-
las normas se confunde y/o queda equi- logía, el poder y la dominación, como las
parada con la cuestión de su génesis. que enfatizan las contradictorias y no
La fundamentación última es necesa- pocas veces trágicas intervenciones de la
ria sostiene Michelini haciéndose eco razón en la historia, merecen ser cuida-
del planteo apeliano porque para la re- dosamente examinadas. Pero por otro
solución de conflictos actuales no basta lado se reconoce que la tarea filosófica
el punto de vista técnico ni el mero actual no puede consistir en un abando-
acuerdo estratégico. Sólo si se dispone no de la razón o en un giro hacia el
de un criterio válido que apunta a la irracionalismo, sino en un esfuerzo re-
consideración de los intereses de todos flexivo por hallar una teoría de la racio-
los afectados posibles, es dable utilizar nalidad más amplia y diferenciada capaz
el calificativo ético. No obstante recono- de afrontar los problemas humanos sin
ce que los consensos que se alcancen renunciar a sí misma ni desfallecer ante
en la realidad serán, por cierto, siempre las nuevas exigencias del dramático pa-
parciales y no significarán nunca el es- norama que ofrecen sus trágicas concre-
tablecimiento o la restauración de una ciones. Las pretensiones de validez pro-
armonía total en las relaciones sociales; pias de los diversos juegos lingüísticos,
el telos de la búsqueda de consenso la pluralidad de los estilos de vida, la
puede significar el lugar de realización heterogeneidad cultural y el contextualis-
de encuentros y coincidencias pero, tam- mo histórico son elementos que deben
bién, simplemente, el respeto de disen- ser tenidos en cuenta por una reflexión
sos o el soporte de situaciones conflicti- filosófica atenta a la historicidad del ser.
vas dentro del marco de determinados Así ejemplifica Michelini llevando su
límites éticos(p. 100). esfuerzo de dilucidación teórica al terre-
De las muchas diferencias que exis- no de la propia experiencia histórica los
ten entre la pragmática trascendental de argentinos podemos preguntarnos ¿cuál
Apel y la pragmática universal de Ha- es el porvenir de la razón después de
bermas y que son tematizadas por Mi- experiencias tales como la guerrilla, el
Comentarios de libros 117
¿Posmodernidad o modernidad?
A propósito del número de ESCRITOS*
consagrado al tema
Castillo, pues pone en cuestión la posi- filosofía sino estar en permanente vigilia
bilidad misma de plantear preguntas fi- crítica? Por otra parte, aunque su plan-
losóficas desde fuera de la periferia y teo sea crítico, no basta con eso para
creo que de esta manera pone también que esté justificado. Herra ha construi-
en cuestión la iniciativa de Volek, quien do la idea de una filosofía global gracias
desde fuera de América Latina plantea a muchas abstracciones y olvidos, en
preguntas a latinoamericanos. Herra es- suma, gracias a una simplificación. Es
tima que la filosofía occidental ha sido por lo menos difícil de aceptar que en fi-
desde siempre una filosofía globalizante losofía racional y dominación unidos
y centrípeta construida por Occidente (como el adjetivo al sustantivo) sea,
al igual que la ciencia moderna, las como él dice, una tautología. En su ar-
técnicas, las religiones y hasta el rock tículo, sin el menor atisbo de argumen-
con un fin pragmático: dominar. Por tación, sin ninguna indicación acerca de
cierto, bajo tales presupuestos hasta qué domina, qué es lo dominado, ni qué
una pregunta hecha por un filósofo des- debe entenderse por dominación el autor
de Europa a uno de América Latina sostiene que desde el principio (es decir,
debe volverse sospechosa, pero qué digo, que todo el pensamiento occidental des-
no sólo sospechosa sino hasta imposible, de Parménides a Aristóteles, desde Aris-
pues tal pregunta preguntas como las tóteles a Leibniz, desde éste a Heidegger)
de Volek, por ejemplo no puede ser el pensamiento fue siempre zweckrational
comprendida dentro de la propia cultu- (pragmático y teleológico en vista a la
ra sin violencia. Es que, según Herra, dominación). Habría sido interesante que
esas culturas son tan distintas entre sí el autor hubiera tratado de explicar a
que son totalmente ajenas. No sólo las qué dominación aspira el Poema de
preguntas predeterminan las respuestas Parménides. Desde luego, para tomar un
sino que además deben escucharse con caso preciso, Aristóteles escribe La Polí-
oídos occidentales y ser respondidas con tica, y esto podría avalar lo que Herra
los recursos de la filosofía global. Creo dice, pero sólo olvidando que Aristóteles
que las culturas tienen que ser para escribió también una Etica y una Filoso-
Herra unidades cerradas, como mónadas fía primera. Es inadmisible que el pre-
sin puertas ni ventanas, sin ninguna guntar filosófico se encaminaba y se
posible comunicación entre ellas. Yo creo concatenaba desde el origen de la inte-
que esto no podría ser aceptado sin ha- rrogación en el asombro (el thaumathein
cer violencia a nuestra experiencia histó- griego), a una acción práctica de domi-
rica, que siempre nos habla de contac- nación.
tos de culturas, de difusión de ideas, de Volviendo a la historia, si la posmo-
la existencia de la traducción. El hecho dernidad es una época histórica, enton-
de que haya dificultades para entender- ces debe haber un criterio para periodi-
se, no significa que el entendimiento no ficar. Yo creo que aquí se ofrecen mu-
sea posible. ¿Acaso el mundo latino no chos criterios, que tendrán que ver en
asimiló primero el pensamiento griego y cada caso con una concepción de la his-
después el pensamiento bíblico hebreo? toria. Si tuviera que señalar algún crite-
¿No fue esa la tarea asumida por los rio último en este sentido entre los tra-
traductores? Por ejemplo, fue gracias a bajos presentados, debería recordar de
un importante trabajo de traducción que nuevo a Abelardo Castillo, quien de una
el budismo pasó desde la India a Chi- manera, es verdad, poco argumentada
na y desde ésta al Japón. No se puede arriesga esta idea: la nueva época de la
sino aplaudir la propuesta de una filoso- humanidad, a la que algunos insisten
fía crítica formulada por Herra, sin em- en llamarle la posmodernidad, no es la
bargo, cómo no recordar que propuestas informática y sus efectos, no es la glo-
como esa ya han sido puestas en prác- balización del mercado, sino el conjunto
tica y no son novedad en América Lati- de catástrofes no sólo la ecológica
na, pues ¿qué hacen muchos por acá en que amenazan ¡a todos! con poner fin a
126 Comentarios de libros
dera desde una fundamentación en base mayor flexibilización del mercado de tra-
a la utilidad social y la dignidad del bajo porque reduciría el salario mínimo.
derecho al trabajo. Una especie de macrocontrato social
La argumentación del autor aparece que legitima el funcionamiento salvaje y
como una exhortación también, visible- asocial del mercado; pero además, la idea
mente motivadora de un cambio de de una sociedad postrabajo mantiene y
mentalidad, un esfuerzo contrafáctico legitima la dualidad entre dos mundos: el
por imaginar nuevas posibilidades de del trabajo y el de la asistencia.
salida a la crisis contemporánea; sin Es cierto que bien puede imputársele
embargo, el terreno de su realización de utopismo a Gorz; sin embargo, el
aparece como mucho más resbaladizo. tono de Rosanvallon es de una resigna-
Diferentes instrumentos o formas de ins- ción ante el presente que lo coloca en
titucionalización las encuentra Gorz en par con cualesquiera otras obras acerca
experiencias en marcha, o bien en pro- de la mejor administración (o la gestión
puestas de otros autores que irían en la de mínimos márgenes en su interior) de
misma línea, al tiempo que inyecta aire un estado de cosas ya dado e inmodifi-
fresco a sus ideas trayendo a colación cable. En ese sentido son de algún
todo tipo expresiones desde el arte, la modo inconmensurables: partiendo de
filosofía, la arquitectura, donde aparecen diferentes valoraciones sobre la sociedad,
intuiciones de una vida mejor, más hu- el trabajo, la racionalidad moderna, el
mana, más pasible de auto-apropiación futuro, sus horizontes axiológicos no se
y solidaridad. No obstante, en términos mezclan ni se miran entre sí.
de realización efectiva, de puesta en Sin embargo, nos parece algo más
marcha, son innumerables las preguntas interesante el pathos libertario que intro-
que salen al paso y que no tienen una duce la mirada al ingreso ciudadano,
acabada respuesta. La primera de ellas, que el talante ascético de la moral de
¿cómo se solventa económicamente?, no la responsabilidad, sobre todo en el
es baladí; pero además, cabe preguntar- marco de una sociedad y una cultura
se aún por los efectos a corto plazo, por que desmienten a cada instante la lectu-
el pasaje de una mentalidad de apropia- ra idílica del contrato social. El llamado
ción individual a una de solidaridad y de Rosanvallon a la responsabilidad y al
autocreación cooperativa. compromiso es más fuerte que su invo-
En este marco, no es extraño que la cación a la justicia (o aún a la equidad),
propuesta sea vista como un disparate; y su progresismo reformista no parece
por ejemplo para Rosanvallon ofrecería ponderar la magnitud del desafío al que
una extravagante convergencia entre nos enfrentamos, ante el cual, a pesar
ultraliberalismo y comunismo utópico: del de estos autores, el escepticismo ciuda-
lado liberal, su instauración permitiría dano crece cada vez más.
Claudia Yarza
La reconstrucción de la utopía
Fernando Ainsa
Ediciones del Sol
Buenos Aires, 1999
252 páginas
talismos de toda especie parecen retroa- del inmigrante en el que América era, de
limentarse en una pirámide directamente hecho, el espacio otro marcado sobre
proporcional, Ainsa no deja de advertir la disociación con el espacio cotidiano y
sobre los riesgos del big brother orwellia- por la posibilidad de alteridad facilitada
no, de la tentación totalitaria que ha por la lejanía.
jalonado la historia de las utopías rea- El continente nuevo era un espacio
lizadas. En este sentido, la gran lección lleno de lo posible real, al decir de
del siglo XX quizás sea que la utopía no Ernst Bloch, y uno de los pilares del
es un proyecto absoluto, sino una pro- proceso de su idealización derivaba de la
puesta abierta, esencialmente libertaria, idea fuertemente sostenida de que Amé-
en la cual el futuro se vislumbra desde rica carecía de historia y por lo tanto
la diversidad y no como una proyección ofrecía ilimitadas posibilidades para em-
orgánica, precisa y cerrada que pregona presas de cualquier tipo, incluso políti-
soluciones definitivas de carácter exclu- cas. La disociación antinómica utopía /
sivo (pág. 66). De esto podría despren- realidad aparecía en toda su dimensión:
derse un nuevo punto de partida para la lo que ya no era posible hacer en Euro-
utopía, punto marcado por la crisis del pa, podía, debía serlo en América.
utopismo revolucionario que Ainsa ad- Sin embargo, Ainsa despliega bien el
judica a una crisis de la razón pura y itinerario de la decepción que implicó
por el desmoronamiento de las certezas enfrentar la idealidad a la realidad de
absolutas. Así el tan pregonado fin de un territorio que muchas veces se pre-
las utopías no sería tal, sino más bien sentó revestido de los mismos males de
la entrada en conflicto del concepto de los que se huía. El nuevo mundo fue
utopía totalizante. para muchos, más viejo de lo que pare-
Ainsa, con marcado tono reformista, cía.
propone reconstruir una utopía basada
en la libertad y la pluralidad que, según Tres
él, son características de la sociedad La marcha sin fin de las utopías
actual, apuntando a lograr mejoras par- en América Latina. En este último ca-
ciales que contribuyan a una nueva le- pítulo Ainsa se encarga de recorrer la
gitimidad individual y colectiva, sin pen- trayectoria de los modelos y proyectos
sar en cambios totales y muchos menos utópicos que a lo largo de la historia
en un nuevo orden como proponían las han creído encontrar en Latinoamérica
utopías tradicionales. el espacio por antonomasia para el em-
plazamiento del Ideal.
Dos Apelando a la definición de Arturo
Utopía, tierra prometida, emigra- Roig, según la cual la utopía es el re-
ción y exilio. Desde 1492, la Europa sultado de la apuesta ejercida sobre la
perdida encontró en América una tie- base de los términos que ofrece la
rra prometida donde reencontrarse. El topía, afirma que el diálogo resultante
descubrimiento reactualizó a la vista de de esta tensión resulta fundamental
los europeos el mito ya presente en el para entender la relación del hombre
Génesis, luego en los clásicos y en la americano con su historia. En efecto, la
Edad Media de una tierra generosa- confrontación entre el ser de la reali-
mente virgen donde volver a fundarse y dad y el deber ser de la utopía no sólo
hacer posible lo que en el Viejo Conti- se explica por la naturaleza dual del dis-
nente ya no podía lograrse. curso utópico, sino por el carácter par-
Esta imagen del paraíso perdido ticularmente desgarrado de la identidad
que podía recuperarse en el Nuevo Mun- americana, cuyos signos definitorios se
do, explica para el autor gran parte del han constituido no sólo por lo que Amé-
imaginario de los movimientos inmigrato- rica es en realidad, sino por lo que cree
rios hasta nuestros días. El concepto de ser o, más aún, por aquello que qui-
frontera cobra así vigencia en la realidad siera ser (pág. 115).
136 Comentarios de libros
Adriana Petra
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