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Condiciones para el éxito de ceremonias de degradación1

Harold Garfinkel

Traducción: Fernando Robles

Se denomina “ceremonia de degradación” a aquella actividad comunicativa de los


seres humanos mediante la cual la identidad social de uno de los “participantes” es trasladada,
dentro del esquema usual de tipos sociales, a un lugar inferior de rango. Algunas restricciones
a ésta definición pueden aumentar su utilidad. Las identidades a las cuales la degradación se
refiere, deben ser identidades “totales”. Es decir, ellas deben referirse más a los “tipos
motivacionales” que a los “tipos de comportamiento” de las personas (Schütz, 1953), no a las
formas de comportamiento que se pueda esperar de una persona (en el sentido de las
“performances” de Parsons; Parsons y Shils, 1953), sino a las suposiciones del grupo acerca
de las “causas” y “motivos” últimos de estas formas de comportamiento. (Burcke, 1945,
1954).

Los participantes en la acción no proceden racionalmente con arreglo a fines


respecto de los fundamentos de los cuales adquieren una comprensión adecuada del por qué
ellos u otros han actuado así y no de otra manera. La corrección de una inculpación es
juzgada por los participantes en la acción más bien de acuerdo a su coincidencia con patrones
de valor institucionalmente válidos y recomendables. Respecto de ésos patrones, ellos
establecen las diferencias fundamentales entre apariencia y realidad, entre error y verdad,
entre trivialidad e importancia, entre secundariedad y esencialidad, entre casualidad y
causalidad. Conjuntamente, los motivos así como también el comportamiento, comprensibles
justamente como acción significativa a través de ésos motivos, conforman la identidad de una
persona. Ellos constituyen conjuntamente el Otro como objeto social. Las personas que sean
identificadas con la ayuda de las “causas” últimas de su comportamiento socialmente
categorizado y comprendido, son denominadas como “totalmente” identificadas. Las
ceremonias de degradación aquí discutidas son aquellas que se refieren a la transformación de
identidades totales.

Se supone que solamente en sociedades completamente desmoralizadas, a un


observador le será imposible encontrar dichos rituales, pues sólo en la anomia total faltan las
condiciones para ceremonias de degradación. Max Scheler argumenta (Williams, 1942) que
no existe la sociedad que, debido a la particularidad de su ordenamiento, no cree las

1Harold Garfinkel: Conditions of Successful Degradation Ceremonies, en: J.G. Manis y B.N.
Meltzer: Symbolic Interaction, a reader in social psychology, Allyn and Bacon, Boston, 1975.
Pág. 201-208.
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condiciones suficientes para poder provocar vergüenza. Aquí se formula el axioma de que
no existe una sociedad cuya estructura social no produzca rutinariamente la degradación de la
identidad. Así como las condiciones estructurales de fragilidad les son comunes a todas las
sociedades, así también les son comunes las condiciones estructurales para la degradación de
estatus. En este marco, la cuestión decisiva no es si se presenta y si se puede presentar la
degradación de status dentro de una sociedad determinada. La cuestión es: ¿Cuál es el
programa de técnicas comunicacionales que produce la degradación de estatus, a partir del
estado de organización social respectivo?

Antes de todo deben responderse al menos tentativamente dos preguntas: ¿A que cualidades
de comportamiento nos referimos, cuando observamos el producto de una actividad
degradatoria en una identidad total modificada? ¿A qué nos referimos cuando decimos que
el esfuerzo para lograr la degradación ha finalizado exitosamente o se ha impuesto en la
medida correspondiente a sus condiciones de éxito?

Las ceremonias de degradación corresponden al ámbito de una sociología de la


indignación moral. La indignación moral es un afecto social. Toscamente hablando, ella es
un ejemplo de una clase de sentimientos que se desarrollan en cohabitaciones humanas más o
menos organizadas. La vergüenza, la culpa y el aburrimiento son también ejemplos
importantes de dichos afectos.

Cada afecto posee su paradigma de comportamiento. El de la vergüenza consiste


en contraer y esconder las partes del cuerpo que condicionan la aparición de una persona -
sobre todo en nuestra sociedad, consiste en esconder los ojos y la cara. El paradigma del
pudor se manifiesta en el modismo que expresa el repliegue de sí mismo de lo público, es
decir, la retirada de la atención del Otro públicamente identificado: “Trágame tierra; hubiera
querido arrancar y esconderme; quise que se hubiera abierto la tierra y me tragara”. El
sentimiento de culpa encuentra su paradigma en el comportamiento de la auto-negación y el
auto-desprecio, en el rechazo y la negación del contacto con el cuerpo extraño, en su
distanciamiento corporal y simbólico como toser, jadear, sofocarse, vomitar o escupir.

El paradigma de la indignación moral es la acusación pública. Expresamos


públicamente la imprecación: “Yo llamo a todos los hombres a atestiguar que éste no es el que
dice ser, sino que de acuerdo a su esencia profunda, es en verdad de la más baja especie” (2)

Los afectos sociales cumplen funciones diferentes tanto para la persona como
también para la comunidad. Para el individuo, la función penetrante del pudor consiste en
protegerse de posibles ataques mediante el repliegue total de los contactos exteriores. Para la
comunidad, el pudor significa “individualización”. El pudor se experimenta en la privacidad.

La indignación moral sirve para lograr la destrucción moral de la persona acusada.


Diversamente al pudor, que no ata a las personas entre sí, la indignación puede reforzar la
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solidaridad del grupo. Tanto en el mercado como en la política, las ceremonias de


degradación deben ser apreciadas como la forma secularizada de la fusión mística.
Estructuralmente, un ceremonial de degradación posee grandes similitudes con ceremonias de
designación u adjudicación. Observaremos, cuando tratemos las condiciones de acusaciones
exitosas, cómo dichas ceremonias ligan a los individuos con la comunidad. Nuestra pregunta
inmediata se refiere al significado de la destrucción ritual.

En la constatación de que la indignación moral conlleva la destrucción ritual de la


persona acusada, estamos pensando textualmente en su destrucción. La transformación de la
identidad es la destrucción de un objeto social y la constitución de uno nuevo. La
transformación no significa la sustitución de una identidad por otra - donde partes de la
antigua identidad, como fragmentos residuales, se encuentran dispersos en torno a una nueva
configuración - tal como si la mujer en la vitrina de la tienda que al ser observada más de
cerca resulta ser un maniquí, llevara consigo las posibilidades de ser una mujer. No es que el
antiguo objeto se renueva, sino que más bien es sustituido por otro. Entonces se anuncia:
“Ahora queda demostrado que desde el principio se trataba de alguien completamente
diferente”.

El proceso de la inculpación provoca la transformación del carácter objetivo del


Otro percibido: El Otro se convierte textualmente, en los ojos de su acusador, en una persona
nueva y diferente. No es que al “núcleo” antiguo se le agreguen nuevos atributos. La persona
no es transformada sino que modelada nuevamente. En el mejor de los casos, la identidad
anterior ocupa el lugar de la apariencia. En la apreciación social de lo que significa la
realidad, la identidad anterior aparece como casualidad; la nueva identidad es la “realidad
básica”. “Después de todo lo sucedido”, lo que alguien es, en realidad es lo que siempre fue.
(3)

La acusación pública logra tal transformación de la esencia, en la medida en que


sitúa otro esquema de motivación socialmente reconocido en el lugar del esquema antes
utilizado para caracterizar el comportamiento del inculpado. De cara a ese esquema
socialmente reconocido como base de su esencia y de sus principios, deben ser comprendidos
obligadamente tanto su pasado, como su presente y su futuro, de acuerdo a todas las pruebas
en su contra (4). La persona se convierte en otra ante los ojos del público mediante un
proceso de interpretación que siga éstas reglas.

II

¿Cómo se elabora una buena acusación?

Para obtener éxito, la acusación debe redefinir la situación de los testigos en el


proceso de acusación. El acusador, la parte inculpada (que llamaremos aquí “autor”) y el
hecho de que se le acusa al autor (que llamaremos aquí “suceso”) deben ser transformadas de
la siguiente manera:
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1. Ambos, suceso y autor, deben ser extraídos del ámbito de su


carácter cotidiano y ser expuestos como “excepcionales”.

2. Ambos, suceso y autor, deben ser trasladados a un esquema de valor que posee
las siguientes características:

a) No se debe anteponer el suceso A al suceso B, sino que se debe anteponer un


suceso del tipo A a un suceso del tipo B. La misma tipificación debe realizarse
con el autor. Suceso y autor deben ser definidos como ejemplos de una unidad y a
través de todo el proceso de acusación deberán ser tratados como esa unidad. El
carácter único e irrepetible del suceso o del autor, deben desaparecer. De la
misma manera que no sólo se deberá excluir toda impresión de accidente,
encuentro casual, impredecibilidad, casualidad o hecho momentáneo: dichos
parámetros deben ser idealmente impensables o por lo menos, deberán ser
desechados como falsos.

b) El público debe evaluar las características de la persona tipificada y del


acontecimiento tipificado, comparativamente como una negación dialéctica. En
el caso ideal, los testigos no deben estar en condiciones de reflexionar acerca del
carácter de la persona inculpada sin hacer referencia a su contraste, de la misma
manera, que por ejemplo, lo profano de un acontecimiento, de un deseo o de un
rasgo caracterológico sólo debe esclarecerse mediante la relación existente con lo
contrario, con lo sagrado. Los rasgos del asesino que se convierte en salvaje son
el reverso de los rasgos del ciudadano pacífico. La confesión del "rojo"
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(comunista) se puede leer para indicar el significado del patriotismo. Existen
muchos contrastes a disposición y cada aglomeración de testigos del lado de una
guerra de todos contra todos, dispondrá de una abundancia de tales esquemas
para construir un orden de motivos, propiedades y sucesos “confiables”,
“naturales” y “correctos”.

De dichos contrastes se desprende lo siguiente. Si la acusación debe


demostrar eficacia, no debe tratarse de un esquema en el que se les permita a los
testigos escoger lo que prefieran. Las alternativas deben ordenarse más bien de
tal manera que la alternativa elegida sea siempre la que moralmente se requiera.
Las circunstancias deben estar dispuestas de tal manera que la elección obtenga su
valor y su justificación del hecho de que la elección se realice. (Bateson y Ruesch,
1951). El esquema de alternativas debe, en condiciones limitadas, reducir el
juicio del testigo a la “decisión correcta”. La acusación no tendrá éxito si el
testigo puede descubrir libremente que la elección correcta se realizó de acuerdo a
la evidencia, por ejemplo, a través de una revisión de las consecuencias empíricas
de la elección. Las alternativas deben ser presentadas de tal manera que en el
curso de un acto de elección determinado, se pueda observar como obvio y fuera

2 Nota del Traductor.


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de duda que el no elegir sólo puede significar una decisión del lado de la parte
contraria.

3. El acusador debe presentarse delante del testigo de tal manera que éste lo
observe a lo largo de la acusación no como persona privada sino que
reconocidamente pública. Él no debe presentarse como alguien que actúa de
acuerdo a su experiencia única y personal. Él debe ser visto más bien como
alguien que actúa en calidad de hombre político que participa de experiencias
comunitarias conservadas y vigiladas. Él debe actuar como miembro fiable de
aquellas relaciones de parentesco que los testigos reconocen. Lo que él diga debe
ser verdadero no sólo para su persona, aún en el sentido de lo que el acusador y
los testigos reconocen como comportamientos de causa, respecto de los cuales son
de la misma opinión. De ninguna manera, salvo irónicamente, se podrá apelar a
una convención como “posible de reconocer por toda persona razonable”. Lo que
el acusador diga, debe ser reconocido por los testigos como la verdad sobre la base
de una metafísica social aplicada, en la que testimonios y acusador se sientan
como esencialmente análogos. (7)

4. El acusador debe hacer resaltar la dignidad de los valores supra-personales de la


parentela y hacerlos accesibles a la observación; su acusación debe ser expuesta
recurriendo explícitamente a dichos valores.

5. El acusador debe proceder de tal manera que pueda ser investido del derecho de
presentarse en el nombre de dichos valores últimos. El éxito de la acusación
fracasará si el acusador recurre a su interés personal para fundamentar su
autoridad, adquirida como consecuencia de desagrados acaecidos a él o a otros. Él
deberá, más bien, utilizar estos desagrados sufridos como miembro de la
parentela, para procurarse de la autoridad y para poder hablar en nombre de esos
valores últimos.

6. El acusador debe ser reconocido por el testigo como el defensor de dichos


valores.

7. El acusador debe permanecer fiel no sólo a su distancia respecto del acusado, sino
que también procurar que el público sienta distancia hacia él.

8. Por último, la persona inculpada debe permanecer ritualmente distante de su


lugar en el orden legítimo, ella debe ser definida de tal manera que parezca estar
en la parte contraria. La persona inculpada debe ser considerada “fuera”, ella debe
convertirse en “extraña”.

Estas son las condiciones que deben cumplirse para lograr una inculpación exitosa.
Si dichas condiciones faltan, la acusación abortará. Si el acusador desea obtener éxito,
independientemente de la situación de la que parte su acusación, primeramente es
indispensable para él crear las propiedades de dicha situación. (8)
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No todas las ceremonias de degradación coinciden con parámetros válidos y


públicamente reglamentados. La riña que busca la humillación del contrario a través de los
insultos personales, puede lograr la degradación solo en un sentido limitado.
Comparativamente, en un tiempo determinado, pocas personas participan en ésa
comunicación. Pocos obtienen provecho de esto y el hecho de estar presente no les procura a
sus testigos ninguna definición del otro que pueda ser estandarizable más allá del grupo o de
las escenas particulares.

Los medios para obtener degradación se modifican en sus propiedades y en su


efectividad, según la organización del sistema de acción en el que existan. En nuestra
sociedad, la arena de la degradación - cuyo producto, la persona redefinida, pueda jactarse
ampliamente de transferibilidad intergrupal - ha sido racionalizada al menos en lo que
respecta a sus medidas de ejecución. El Tribunal y sus funcionarios poseen algo así como un
monopolio directo sobre éstas ceremonias, las que se han convertido allí en rutina profesional.
Esto debe ser confrontado como una degradación, que como obligación directa de una
parentela o de la chusma, es ejecutada por aquellos que obtienen tantos derechos como
deberes de compromiso en cuanto ellos mismos son la parte damnificada o están
emparentados con la parte damnificada, a diferencia de los voceros profesionales de sentencias
en nuestros Tribunales de Justicia.

Los factores que determinan la efectividad de las tácticas de degradación están


predefinidos en la organización y la función del sistema de acción dentro del cual se realiza la
degradación. En lo que respecta a la táctica, con la que alguien deba proceder
aconsejablemente, ésta depende ejemplarmente de las reglas temporales (timing rules) en las
que exista “conversación” en orden de sucesión o intercambio. Las tácticas recomendables
para un acusado, que puede responder inmediatamente a una acusación, deben ser
confrontadas con aquellas que son recomendables para alguien que debe esperar con la
acusación antes que él pueda contradecirlas. Los contactos directos presentan una situación
diferente a aquella situación disputada por la acusación o la defensa mediante la radio o la
prensa. Influirán en el resultado factores tales como el ordenamiento espacial y el
movimiento de las personas en el lugar de realización de la acusación, el número de personas
que serán involucradas como acusados, los jurados, los testigos, las sentencias de estatus de
las partes, la distribución de prestigio y poder entre los participantes, si para las explicaciones
de la acusación existe solamente una oportunidad o si ésta debe ser repetida en una serie de
“tentativas”.

Resumiendo, nosotros llamamos la atención sobre los factores que condicionan el


éxito de las ceremonias de degradación, en la medida en que comprendemos las acciones de
una cantidad de personas como dirigidas por el grupo. Han sido escogidas sólo algunas de las
variables estructurales más llamativas, de las que se puede esperar que ofrezcan una sinopsis
de las características de las técnicas comunicativas de inculpación. Ellas no nos muestran
solamente como se construye una acusación eficaz, sino también como se puede hacer fracasar
una acusación.
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REFERENCIAS

(1) Por sus críticas y estímulos editoriales, agradezco a Erving Goffman, Nacional
Institute of Mental Health, Betheda, Maryland y a Sheldon Messinger, Social Science
Research Council, University of California.

(2) La persona, en cuyas manos ha muerto un vecino, se convierte en “asesino”.


La persona que le transfiere informaciones al enemigo es, realmente, es decir “en su
esencia”, “en primera línea”, “completamente”, “al fin de cuentas”, “literalmente” un
traidor.

(3) Se destacan dos temas en la retórica de la acusación: 1. La disyuntiva entre lo que el


acusado pareciera ser y el como ésta sea vista en realidad luego de ser asumido el
nuevo esquema motivacional como parámetro y 2. Una revisión de la redefinición del
pasado del acusado. Acerca de la relevancia sociológica de la relación entre el interés
por la constitucionalidad, véase especialmente Burke (1945).

(4) Mientras que las construcciones como “en esencia profunda” o “en lo más profundo
e interno” han sido expulsadas de la discusión científica, estas construcciones poseen un
lugar de relevancia y privilegio en las teorías acerca de motivos, personas y comportamientos
así como éstas son utilizadas en el trato de los acontecimientos cotidianos. Existen
fundamentos que justifican la hipótesis de que el vocabulario de motivos de un grupo es
liberado de dichas construcciones cuando la relevancia de teorías reconocidas socialmente ha
sido anulada en la práctica. Esto sucede cuando las relaciones interhumanas son triviales
(como durante el juego) o, más interesante aún, en una fuerte desmoralización de los sistemas
de acción. En tal estado organizacional, la frecuencia de las degradaciones de estatus es baja.

(5) Como este texto es breve, se corre necesariamente el peligro de que el objeto que
tratamos, como resultado de reflexiones excluidas, aparezca como exagerado. Sería
entonces deseable considerar la cantidad de barreras de contención que se encuentran
en las acusaciones falsas: acusar el derecho; la repartición desigual de dichos
derechos así como el camino en el cual una demanda determinada se convierte en
interés y cómo dicho interés se confunde en la lucha por las ventajas políticas y
económicas. Además existen preguntas que se refieren al lugar apropiado para una
acusación. El consejo familiar, en nuestra sociedad, se ha convertido en algo
secundario.

(6) Estos son los objetivos que deben ser orientados a las técnicas de comunicación del
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acusador. Dicho de otra manera, en la medida en que las tácticas del acusador logran
un ordenamiento nuevo en la definición de la situación para los testigos del proceso de
acusación, el acusador tendrá éxito en la transformación de la identidad pública de su
víctima. La lista de las condiciones para ese efecto de degradación son las
determinantes de dicho efecto. En el esquema de una intención racionalmente
efectuada, son ellos los medios adecuados. Según su efectividad, alguien debe
escoger su táctica para realizar esos propósitos.

(7) Para el miembro de buena fe, ésta no es ninguna base para lograr acuerdo sino una
sobre la cual, esencialmente equivalente, desde un principio se estuvo de acuerdo.

(8) Ninguno de los problemas referentes a las condiciones comunicativas u


organizacionales para la efectividad de esas propiedades de la situación, ha sido
tratada aquí en forma sistemática. El problema de las técnicas de comunicación en
ceremonias de degradación está planteado, sin embargo, bajo la luz de conceptos
concatenados. Estas concepciones pueden ser enumeradas con las siguientes
constataciones:

1. La definición de la situación para los testigos (para simplificar utilizaremos la


expresión S) conlleva siempre propiedades temporales.
2. S en el tiempo t2, es una función de S en el tiempo t1. Esta función está
expresada en forma de operación, en la que S transforma en el tiempo
t1.
3. La operación será comprendida como actividad comunicativa.
4. Para la acusación exitosa es necesario que S en el tiempo t2, posea propiedades
específicas. Estas han sido explicadas más arriba.
5. La tarea del acusador consiste en modificar la definición de las situaciones (S, S)
en
los testigos, de tal manera que S, S muestre las características deseadas.
6. Para la “racionalidad” de las tácticas del acusador, es decir, su adecuación
como medio para alcanzar la transformación necesaria del complejo que alcanza la
transformación de la identidad, son decisivas las propiedades organizacionales y
funcionales de la red de comunicación (el sistema social), las cuales determinan el
tamaño de la discrepancia entre el efecto perseguido y el efecto actual en el proceso de
comunicación. Dicho de otra manera, la cuestión no se plantea según el origen
temporal de la situación sino siempre y exclusivamente de acuerdo a los cambios de la
situación en el tiempo. Aquí defendemos la opinión de que la definición de la
situación en el tiempo t2 es una función de la definición de la situación en el tiempo t1,
donde dicha función se compone de una serie de operaciones particulares en el
proceso comunicativo, y que la situación transformada en el tiempo t1 es la situación
en el tiempo t2. Expresado en conceptos estratégicos, la función se compone de
programas de acción, que el acusado debiera seguir para conseguir la transformación
de S-t1 en S-t2. En este texto se ha tratado S-t1 como un estado indeterminado.
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Bibliografía

Bateson, G/Ruesch, J.: Communication: The Social Matrix of Psychiatry. New York, 1951

Burke , K.: A Grammar of Motives. New York, 1945

Burke, K.: Permanence and Change. Los Altos (California), 1954

Parsons, T. y Shild, E.: Values, Motives and Systems of Actions en T. Parsons y E. Shild
(Ed.) : Toward a general Theory of Social Action, Cambridge, 1951.

Schütz, A.: Common Sense and Scientific Interpretation of Human Action en:
Philosophy and Phenomenological Research, Bd. 14, Nº 1, Sept., 1953.

Williams, R. H.: Scheler’s Contributions to the Sociology of Affective Action, with


Special Attention to the Problem of Shame en : Philosophy and Phenomenological
Research, Bd. 2, Nº 3, March, 1942.

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