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MARIO VARGAS LLOSA LITERATO: UNA RESPUESTA POLÍTICA

Por: Martin Guerra.

Introducción.

Es conocido que Mario Vargas Llosa, reciente Premio Nobel de Literatura, ha


escrito dos novelas en donde el tema político, referido casi exclusivamente
a la crítica a sectores de la izquierda nacional y de sus acciones, se
entrelaza con la visión particular del autor sobre el mundo andino. Estos dos
textos son Historia de Mayta (1984) y Lituma en los Andes (1993).

Casi la totalidad de la obra de Mario Vargas Llosa como novelista, responde


a polémicas suscitadas por rencores personales (La ciudad y los perros,
1962; Pantaleón y las visitadoras, 1973; La tía Julia y el escribidor, 1977) o a
deslindes ideológicos, rencores sociales, diríamos (La guerra del fin del
mundo, 1981; El Hablador, 1987; El paraíso en la otra esquina, 2006; El
sueño del celta, 2010). Es en este segundo rubro en el cual se inscriben
ambas novelas.

Las mismas, se producen luego de que diversos periodistas y estudiosos


increparan a Vargas la ausencia en su obra de la temática andina a finales
de la década del setenta e inicios de la de los ochenta; cosa que lo llevaría
no sólo a crear las novelas mencionadas, sino a sistematizar su
pensamiento respecto al mundo andino, en franca polémica con José María
Arguedas, en La utopía arcaica. José María Arguedas y las ficciones el
indigenismo (1996). Ambas son escritas luego del bochornoso Informe sobre
Uchuraccay (1983), que pintó de cuerpo entero la personalidad política de
Vargas Llosa, así como permitió vislumbrar su posición verdadera respecto
al mundo andino.

El presente ensayo pretende descifrar la auténtica perspectiva de Mario


Vargas Llosa respecto a lo andino y su traducción al lenguaje, pues
partimos de la idea de que toda la construcción teórica del autor sobre el
indigenismo responde más a un constructo que a sus verdaderos
sentimientos, es decir que estaría encubriendo en un discurso falso sobre la
oposición modernidad versus arcaísmo, un racismo acendrado, patológico;
lo cual se traduce en un odio visceral a las manifestaciones de las culturas
indígenas y/o a sus pretendidas articulaciones políticas de izquierda.

En Historia de Mayta (1984), arremete contra la izquierda en la


personificación caricaturizada de un trotskista. El personaje en cuestión,
Alejandro Mayta, es un individualista que lucha por forzar un motivo
colectivo. En Lituma en los Andes (1993), le toca a Sendero Luminoso, cuyos
personajes son colectivamente representados, en un intento individualista
de cambio social. Mario Vargas Llosa, ex militante de la izquierda peruana,
no da puntada sin hilo, conoce las polémicas al interior del movimiento
comunista y sus novelas adquieren entonces un carácter político. Mal
haríamos entonces, juzgarlas solo como obras literarias, tal y como algunos
gazmoños, han pretendido.

El trotskismo, asociado casi siempre con un ejercicio bastante intelectual del


marxismo; encuentra en la obra de Vargas Llosa, el planteamiento de un
proyecto imposible. Mientras, el maoísmo, relacionado con una religiosidad
campesina, tradicional, férrea, se presenta como bárbaro, primitivo, posible
pero horroroso. Sendas visiones maniqueas del escritor arequipeño.

Los componentes mentales de la crítica novelada a la izquierda


peruana.

1. La frustración como móvil. Bien sabido es que Mario Vargas Llosa


rompe definitivamente su adhesión al socialismo a través de su
ruptura con la Revolución Cubana, en el famoso incidente que lo hizo
debatir nada menos que con Haydee Santamaría, la directora de la
célebre revista Casa de las Américas. Vargas Llosa quiso aceptar el
premio Rómulo Gallegos en 1967 de manos del dictador y genocida
venezolano Raúl Leoni, a lo que Santamaría repuso que eso era sólo
posible y aceptable si aprovechaba el dinero del premio para
enviárselo a la guerrilla del comandante Ernesto Che Guevara. Vargas
aceptó y no cumplió. Luego de eso inició su “lucha” por los derechos
humanos en Cuba y por la “libertad” de los escritores, lo hizo
amparándose en el también famoso Caso Padilla. Entonces se
observa, que en la trayectoria política de Vargas Llosa lo que ha
primado es su interés personal más que una adhesión incondicional a
un ideario liberal. Esa es una aseveración importante, pues no
estamos tratando de la obra literaria de un escritor comprometido
con la derecha por convicción sino por oportunismo, más allá de que
eso signifique que haya terminado sirviendo a su clase social, nos
encontramos frente a un escritor que sometió su pluma, no a un logos
del concepto o de la acción transformadora, sino a un procedimiento
de obtención de un espacio personal y político para el logro de sus
objetivos personales. Y ese es en sí mismo un primer componente de
su crítica novelada, una gran carga subjetiva de alguien que quiso
pero no pudo dirigir agrupaciones o procesos.

2. El racismo estetocéntrico. Hay en la obra de Vargas Llosa en


general y en Historia de Mayta y Lituma en los Andes en particular,
un racismo frente a lo indígena, que más allá de ser la manifestación
clasista de un desprecio secular por la cultura, adquiere un matiz
fuertemente estético, parecido al de los anti indigenistas
decimonónicos; pero relacionado íntimamente con una sexualidad
perversa. Si nos detenemos a analizar una a una las frases
descriptivas del autor sobre la apariencia física de los personajes
andinos (y aún amazónicos), notaremos que estos sueltan “hilitos de
saliva por las comisuras de su boca sin dientes”, parecen “enanos”,
“deformes”, “panzones”, “torcidos”; son “primitivos”, “bárbaros”,
“salvajes”; hablan expresiones “ininteligibles”, sonidos
indiferenciables”; su música es “monótona”, etc. El autor sentencia:
“la sierra es un infierno”. Y los personajes más occidentales reciben el
piropo máximo: “Por tu manera de ser merecerías haber nacido en la
costa”. No imagina o lo hace con temor, a estos seres, amando,
copulando, la visión le es horrorosa. Hay en estas novelas de Vargas
Llosa un choque estético sexual, los personajes de formación o
apariencia occidental, sufren ante la realidad de que, queriendo o no,
tienen que soportar el mundo andino. En un mundo mirado sólo por
los ojos, como el de Vargas Llosa, y mirado mal; toda la gran carga
atávica y diversa de la cultura andina queda sepultada por su
esteticismo burgués, patógeno y morboso.

3. La aparente comprensión de la historia social o el


ahistoricismo individualista. Vargas Llosa siempre se ha ufanado
de que su realismo (en verdad naturalismo como bien plantea y
desarrolla Julio Carmona, más allá de los textos serviles de José
Miguel Oviedo), replantea desde la ficción aquello que existe; y por
ello realiza “investigaciones” mientras dura el proceso creativo de
una obra, para cruzar datos sobre el tema que lo inspira, dando la
apariencia expresa o subliminal de que es un conocedor profundo del
tema que trata. Y en este ejercicio deforma lo real, por ejemplo, el
lesbianismo de Flora Tristán, la homosexualidad ocasional de Paul
Gauguin, la homosexualidad de Alejandro Mayta; etc. Pero si bien es
cierto, el autor estudia, no es lo mismo acumular datos, que entender
procesos. En sus obras, específicamente en las dos estudiadas aquí,
los personajes que actúan sobre el terreno, están completamente
desconectados de su sociedad, son producto psicológico más no
socioeconómico de las mismas. Más allá de lo discursivo, Vargas
Llosa plantea en el fondo, la lucha entre lo moral y lo inmoral, lo
predestinado y lo creativo, lo aceptado y lo demodé, lo consensual y
lo rebelde. Su dialéctica novelística, aparenta una lucha de individuos
contrarios, pero lo que muestra en realidad es el devenir de
personajes inconexos, cuyas acciones no variarán el destino de lo
construido por siglos, convirtiéndose en frustraciones individuales o
colectivas, que los llevarán en el mejor de los casos a empeorar su
situación individual dentro de un mundo perverso, intocable, mejor
aún, petrificado. Es una dialéctica primaria, revestida de un gran
discurso formal y léxico, en donde la heteroglosis no arriba nunca a
una síntesis, ni convencional, de conceptual, ni discursiva. Deviene
entonces la aparente visión realista en ahistórica, fuera de la
dinámica social.

La barbarie de lo andino o la novela complementaria.

Vargas Llosa ha manifestado en varias ocasiones su interés en que las


“culturas indias” se asimilen, no se preserven, y ha señalado que escoge
esto con “gran tristeza”, porque “hay prioridades.” Hemos visto ya que su
visión de lo andino más que por concepción teórica es producto de un
desprecio visceral (si aún no se cree esto, lea los comentarios hacia los
andinos en El pez en el agua -1993, y más específicamente hacia los
indígenas, en El hablador -1987, El paraíso en la otra esquina - 2003, etc.),
no sólo como expresión cultural sino sobre todo como expresión estética,
sexual; mejor dicho, la aversión del mundo andino para Vargas Llosa es la
manifestación erótica y estética de su clase social en un grado muy alto de
expresión literaria. Kant creía que no había cánones para definir la belleza,
Hegel creía que sí, y la definía entre otras cosas como simetría y armonía.
La estética de Vargas (expresada vía su visión del sexo y a través de su
manifestación clasista) es más hegeliana que kantiana. Cree en absolutos,
en esquemas. En su pasada formación marxista, Vargas Llosa no entendió
nunca la dialéctica materialista, no podía entenderla viviendo como vivía, la
frustración y el resentimiento no reconocidos, no son un proceso muy
realista que digamos, sobretodo en el plano de la autocrítica y la
superación.

Y así como varió su discurso literario y político a partir del rompimiento con
Cuba, corrigió también su posición respecto a lo indígena y a la obra de
Mariátegui y Arguedas. Después de plantear la salvación de las culturas
andinas pasó a proponer su “asimilación.”

Este oportunismo ideológico, en donde el desprecio racial construye un


desprecio cultural y se expresa socialmente a través de la obra literaria, lo
hace conformar en Historia de Mayta y Lituma en los Andes, un mundo
bárbaro, perdido, homogéneo, sucio, espantoso. Esta barbarie de lo andino
es la novela complementaria que Mario Vargas Llosa crea como armazón a
su descalificación de las ideas y de la práctica de la izquierda peruana, en
cualquiera de sus manifestaciones revolucionarias.

Evaluamos a continuación el contenido directamente político de ambas


novelas.

1. Historia de Mayta. Vargas sitúa la acción años antes de la


revolución cubana, pero la obra pertenece a 1984, es decir a 25 años
de este proceso y a casi 20 años de las guerrillas de 1965 en el Perú
y en gran parte del continente. Escoge a un militante trotskista,
Alejandro Mayta, para su personaje principal. Hay que saber leer el
título, “Historia de Mayta” (y de sus camaradas), es para el autor la
historia de la izquierda, fanática, torpe, intelectualoide, positivista,
seguidista, dogmática. A Mayta lo hace homosexual (que de acuerdo
al testimonio de Vargas Llosa es para hacerlo padecer mayor
indefinición, aunque en realidad pretende presentarlo incompleto,
malformado, anormal).

Y lo hace trotskista no de casualidad. Sabe Vargas Llosa que el


trotskismo, más allá de que lo sea o no, ha sido considerado siempre
un movimiento marginal dentro del movimiento comunista
internacional, además de otras cosas. Y sabe también que el
trotskismo en el Perú produjo un dirigente que durante años fue
considerado un referente para varios sectores de la izquierda y aún
para la derecha, Hugo Blanco. Por lo tanto no dispara al vacío, ataca
la marginalidad, y por supuesto intenta profundizar rupturas; situando
al movimiento comunista peruano desde una perspectiva también
marginal, y lo andino aparece como el telón de fondo, un mundo
petrificado que no participa sino como coro del drama, la mejor de las
veces, o como elemento tradicional de una historia inevitable. Mayta,
la izquierda, es la suma de todo lo marginal, de todo lo fracasado, de
todo lo fragmento, brillante y cruel paradoja; frente al deseo de
cambiar un mundo que no será transformado, porque no quiere y
porque no puede.

El autor cínicamente, como apunta Blas Puente Baldoceda, termina


por decir que su interés en Historia de Mayta, “no es político, es
literario”. Así vemos como Vargas Llosa literato no es sino el
trasmisor de un complejo discurso anticomunista y anti andino, en
donde la racionalidad con aspecto a fines está mucho más presente
que la racionalidad con aspecto a valoraciones, pero la subyace
vigorosamente en el plano sexual y estético.

2. Lituma en los Andes. Escrita en 1993, la obra presenta al cabo


Lituma en un campamento minero, rodeado por las acciones de la
milicia de Sendero Luminoso, que, tal como apuntamos más arriba, es
un personaje colectivo. Vargas Llosa a través de Lituma desprecia el
mundo andino desde la óptica de un policía criollo y “buena gente”, lo
andino es salvaje, tenebroso. El título de esta obra nos dice, “Lituma
en los Andes”, es decir costeño en la sierra, civilizado en la barbarie,
occidental en el infierno, etc. La subversión no es producto de
factores nacionales e internacionales, de estructura económica o de
pensamiento político, sino, lo único a lo que podría aspirar producir
desde sus entrañas, la entrama de un mundo maldito y atrasado. La
barbarie sólo puede producir barbarie.

Incapaz de conocer el proceso desde el plano del yo, del actor,


Vargas Llosa observa al grupo maoísta desde la perspectiva de
Lituma, un policía. La represión occidental observa la represión
andina, desde la visión de Vargas, la primera, con sus excesos, es
racional, moderna; la segunda, aspira al retorno al pasado, es pues
salvaje y hay que asimilarla o vencerla.

En este caso, los guerrilleros son maoístas, pues la obra trata un


tema contextualizado y no se remonta al pasado.

Conclusiones.

1. Recordemos una vez más que Historia de Mayta fue publicada un año
después que Mario Vargas Llosa presentó el Informe de Uchuraccay,
en donde libra de responsabilidades de la matanza de los periodistas
en esa localidad a las fuerzas del Ejército. Luego serían hallados
culpables. Historia de Mayta es la primera negación orgánica del
mundo andino y de la izquierda revolucionaria en el universo
vargasllosiano y cumple una función política, la de cubrirse ante su
veredicto en Uchuraccay, que decía que los comuneros “confundieron
cámaras fotográficas con fusiles”. Esta novela es el ataque a un
proyecto, a un planteamiento, a una idea, abortada prontamente, la
insurrección de Mayta.

2. Lituma en los Andes, es concebida para negar cualquier tipo de justas


razones para la insurgencia en la década de los ochenta en el Perú.
Más allá de que se esté de acuerdo o no con esta, la novela moestra
a los subversivos como bárbaros y al mundo en el que se mueven y
sobre el que plantean sus proyectos como un mundo inmóvil. Aquí
Vargas Llosa pasa a criticar de frente, la puesta en escena de la
revolución.

3. Será en La utopía arcaica. José María Arguedas y las ficciones el


indigenismo (1996), en donde Vargas Llosa sustentará por fin, de
manera teórica su crítica a la izquierda, aunque encubierta a una
crítica al indigenismo: su pasadismo, su carencia de programa, su
ausencia de una concepción moderna de la historia.

4. Historia de Mayta es la negación de las experiencias guerrilleras de


los años sesenta (además de un bloqueo psicológico y moral por el
destino del Che Guevara, en el plano de su conciencia, y una
justificación pública por lo mismo), con el objetivo de proscribir las
utopías socialistas. Lituma en los Andes es la recusación de la
insurgencia popular, con el objetivo de negar la práctica
revolucionaria y más aún, la de presentar la caducidad del mundo
andino en sus expresiones emotivas y estéticas. En ambos casos, las
novelas tienen el fin supremo de liberar de responsabilidad al
encubridor de los militares genocidas del gobierno de Fernando
Belaúnde: Mario Vargas Llosa.

5. Mientas a través de Mayta visita un mundo prehistórico, con Lituma la


civilización se acerca forzosamente a la barbarie, produciendo un
choque violento, que no generará una síntesis ni un mestizaje, sino la
negación de una experiencia cultural milenaria, la andina; y de toda
forma de intentar subvertir el orden explotador existente en la
misma, la revolución. Para ello niega a sus agentes, presentándolos
caricaturizados y absurdos. Sin mismidad, ajenos, ridículos y crueles.
Sin razones que expliquen su génesis social.

Lo anterior contribuye a maquillar sino negar de manera extremista la


crisis el Estado peruano y las razones seculares de la postración
andina (y amazónica) y con ello todas las consecuencias dramáticas
para la población pobre del Perú.

Una reflexión final: La repuesta política.


Mario Vargas Llosa lanza su universo ficticio contra la izquierda en estas dos
obras. No obstante, a pesar de personificar trotskistas o maoístas – y antes
comunistas en Conversación en la Catedral (1969)-, no logra una crítica a la
izquierda en su conjunto en el plano de la novela; es decir al pueblo que
está a la izquierda y a sus organizaciones. Sí lo ha conseguido con relativo
éxito retórico y una gran victoria comercial en el artículo periodístico o en el
ensayo, pero no en la ficción. Recordemos que lo intentó en El paraíso en la
otra esquina (2003), presentando a Karl Marx como a un loco, a Flora
Tristán como a una alucinada y a Paul Gauguin como un pueril sensualista;
sin embrago sus críticas si bien aspiran a la totalidad, no llegan a ella, se
quedan en la anécdota literaria, en la diatriba a personajes, coyunturas o
ismos.

Vargas Llosa no ha conseguido una crítica general a la izquierda


revolucionaria en el Perú y tal vez no lo logre nunca. Sus obras que
divorcian historia de sociedad, psicología de economía, línea política de
práctica política, y que mimetizan sueños con pesadillas, están impotentes
de entender un proceso histórico en todas sus aristas. Un individuo que cree
en un universo inmóvil que convive como una costra en un mundo moderno
no ha captado la totalidad del mundo, ni siquiera la de la fracción en la cual
se desenvuelve, entregándonos una obra estéril y pesimista.

Mario Vargas Llosa jamás podrá realizar una crítica novelada de un proceso
verdaderamente revolucionario, porque no tiene nada que proponer para
subvertir la miseria y la postración de manera veraz e incluyente. Esa es la
principal respuesta política a sus obras, la otra, la literaria, espera
pacientemente concretarse, y vendrá de la mano de escritoras y escritores
que asuman verdaderamente una vida militante.

¿Y la respuesta literaria? La respuesta literaria a Mario Vargas Llosa desde el


plano de la novela, llegará con la novela revolucionaria peruana, no aquella
que hable sobre los revolucionarios, sino que constituya en sí misma una
revolución estética y una propuesta militante.

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