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La semántica, sintáctica y pragmática visual

Unidad 2. La semántica, sintáctica y pragmática visual.


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Augusto Solórzano

La dimensión semántica, sintáctica y pragmática del signo.

Adviértase que la semiótica considera el estudio del signo desde tres puntos de vista o tres
direcciones esenciales. Agregando a lo anterior, la “tridimensionalidad” del signo, es un
concepto básico para el estudio semiótico del cual hace parte la semántica, la sintáctica y la
pragmática. Cabe señalar que esta perspectiva de estudio del signo fue propuesta en 1946 por
el semiólogo norteamericano Charles Morris. Para precisar en qué consiste cada uno de estos
términos y observar cómo están interrelacionados se presenta a continuación una definición
precisa de cada uno de ellos.

Como es sabido, la semántica estudia básicamente la descripción del sentido de la lengua.


Palabras más o palabras menos, ésta es una ciencia que analiza la manera en que un
significante se asocia directamente con un significado. De ahí que se diga que su preocupación
principal es la de adaptarse al modelo de diccionario. Al respecto conviene decir que cada vez
que se busca el significado de una palabra en un diccionario, se apela a ella.

A propósito, el término “semántico” proviene del griego semaino, el cual, remite precisamente a
“significar” y, a su vez, a sema, es decir, a “signo”. Este vocablo era originalmente el adjetivo
correspondiente a “sentido”, por lo que tácitamente puede decirse que es el estudio de los
cambios de sentido al cual se someten las palabras. De ahí que le defina como el estudio que
busca asociar un significante con un significado. Mientras tanto, cabe destacar tres órdenes
principales correspondientes a los problemas semánticos:

a) el ámbito psicológico que atiende a la pregunta de por qué y cómo nos comunicamos,
qué ocurre en nuestra mente y en la de los demás cuando nos comunicamos y cuál es
el mecanismo psíquico que se hace presente en el proceso de comunicación.

b) El ámbito lógico que intenta explicar cuáles son las relaciones del signo con la realidad,
cuales son las condiciones en la que un signo se aplica para que éste llegue a
comunicar y cuáles son las reglas que garantizan una verdadera significación.

c) El ámbito lingüístico en el que se estudia cómo cada sistema de signos sigue al pie de la
letra reglas específicas en relación a su naturaleza y su función.

Ahora es oportuno definir la sintáctica. Ella hace referencia al conjunto de reglas que organizan
las relaciones entre los signos. En razón suyo es que se coordinan y unen los signos de manera
precisa para que éstos tengan sentido. A causa de ello, si por ejemplo se dice la oración “Pedro
robo dinero a Juan”, ésta no significa lo mismo que “Juan robo a Pedro”. En conclusión, el
componente sintáctico determina la relación formal entre los signos con independencia de las
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personas que hablan y de las relaciones que ellas establecen con las cosas significadas. Es por
esto que en la vida cotidiana se dice por ejemplo “tus ojos son preciosos” y no “ojos tus 2
preciosos son”, pues ésta manera de organizar los signos lingüísticos carece de coherencia.

Todavía cabe considerar al último componente de la llamada tridimensionalidad del signo, la


pragmática. Ésta se define como un conjunto de reglas que determinan las relaciones entre el
enunciado y las personas que participan del proceso de la comunicación. Cabe señalar, que su
foco de análisis tiene que ver, precisamente, con el estudio de las relaciones y contextos en el
que signo opera. Quizá sea útil mostrar un ejemplo sencillo y mirar a través de él, la manera en
que la pragmática actúa. Supóngase que alguien viaja a una ciudad que nunca antes ha
visitado y al intentar dirigirse al hotel, se ve perdido en medio de una multitud. Siguiendo el
sentido común, lo primero que esta persona haría para encontrar su rumbo es preguntarle al
primer transeúnte que pasa por su lado la dirección precisa del hotel. El dialogo entre el
paseante y el transeúnte podría aproximarse a lo siguiente:

Buenos días, perdone usted señor, por casualidad sabe ¿donde está ubicado el hotel “X”?

Sucede que una vez abierto el diálogo, el emisor de esta sencilla pregunta quedaría
estupefacto si el receptor se volviera a él y le contestara: “Si, efectivamente sé dónde queda”
sin dar ninguna otra explicación.

Acaece, no obstante, que tanto la pregunta formulada por el turista como la respuesta que da
el nativo son correctas, en términos prácticos, el objetivo de la comunicación no se logra. Cabe
concluir la presencia de un juego de intereses para los cuales, la intención que prima, es la de
obtener la información precisa que le permita al forastero llegar al hotel.

Este ejemplo, basta para comprender cómo el contexto pragmático en ocasiones se aleja
sustancialmente del repertorio semántico. Como bien puede intuirse desde ya, el sentido real de
la comunicación difiere del sentido que brinda el análisis léxico. Con esto está dicho que, en la
vida cotidiana, prima el contexto pragmático, en tanto determina cuales son las intenciones
reales que se pliegan en los mensajes. El ejemplo más significativo de esto se presenta cuando
se aprende otro idioma. Realmente, el cultivo de otra lengua se basa en el conocimiento de un
léxico y una semántica precisa, que se ven opacados cuando las personas enfrentan
situaciones concretas en las cuales, las palabras adquieren y conducen a significados que no
habían sido presupuestado.

Planteada así la cuestión, la tridimensionalidad del signo podría ser explicada así:

Cuando se encuentra en un diccionario la palabra “choza” su significado tiene una dimensión


semántica aislada, ya que a través de ella se relaciona el significante y significado. Si la misma
palabra, se encuentra dentro de una frase, como por ejemplo “Voy a construir una choza
grande”, el significado es definido parcialmente pues se califica una cualidad del objeto. No
obstante, la situación particular en la que aparece esbozado el signo lingüístico “choza” es aún
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insuficiente para dar cuentas claras del “volumen” y el “tamaño” de la vivienda. En realidad,
esta cualidad del objeto depende del contexto y el sujeto concreto que la emplee. Si por 3
ejemplo, se trata de un arquitecto que está haciendo una maqueta, el calificativo de “grande”
es muy distinto al que emite un jefe indígena al planear la construcción de un lugar que
albergue a toda su comunidad. En este caso, la función pragmática se encargada de
determinar la correcta interpretación de la expresión.

En resumidas cuentas, ya se ha visto cómo la sintáctica estudia las relaciones entre los
significantes y los significados. De otro lado, se analizó brevemente la forma en que los
repertorios de signos ordenan sus elementos. De igual manera, quedó claro que la pragmática
hace referencia a las relaciones que un signo mantiene con otros signos dentro de un contexto y
que éste determina el significado. Planteada así la cuestión, se deduce que la pragmática,
estudia los contextos en los que el signo se usa como vehículo efectivo para la comunicación y
expresión de una serie infinita de emociones que regulan el comportamiento de las personas en
la sociedad.

Ahora interesa extraer de lo dicho que la dimensión semántica, sintáctica y pragmática opera
para todos los sistemas de signos. Entre ellos, el visual. En lo que sigue, se mostrará que si bien, el
concepto de tridimensionalidad del signo fue pensado por Morris para el campo de la
lingüística, su postulados abran una puerta de entrada para abordar el estudio de los signos
visuales.

La implicación pragmática.

Un aire de semejanza existe entre la pragmática lingüística y la pragmática visual. Como bien lo
demostró la teoría comunicativa del siglo XX, la condición primaria para que algo llegue a ser
tenido en cuenta como mensaje es que ese algo sea destinado para alguien en particular.

En efecto, si una imagen significa algo, lo significa para alguien que encuentra en ella un
sentido preciso en relación al contexto. Esta sencilla observación, indica que el significado de
cualquier signo está ligado por completo a un código y el código es, ante todo, la herramienta
básica que determina las leyes de operación del signo.

Antes de pasar adelante, conviene señalar que antecedente del llamado giro pragmático1 es
Charles Morris. Recapitulando, el proceso semiótico que este autor plantea, se basa en la
formulación de tres tipos de reglas: reglas de formación, es decir, cómo algo se convierte en
signo, reglas de transformación, cómo se transforma el signo en un contexto preciso y la regla

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La sintaxis es el punto de partida de la semántica, ya que para estudiar las formas de significación y sus
problemas es preciso admitir primero ciertas expresiones a las cuales haya de atribuirse aquella significación,
y para distinguir las expresiones aceptables (bien formadas) de las inaceptables (mal formadas) es necesario
conocer o establecer ciertas reglas de formación. A su vez, la semántica es una base necesaria para la
pragmática, ya que el uso que se hace del lenguaje presupone el manejo de los significados atribuidos a los
signos que se empleen
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pragmática, brecha entre la formulación precisa de un signo y el uso que a éste se le da. Ya se
advierte que esta última traza, abre la dimensión pragmática. En ella se tiene en cuenta cómo, 4
en determinadas circunstancias, el intérprete de un signo reafirma o desdice un hábito
interpretativo. De esta suerte, es que un intérprete determina o no, en qué condiciones un signo
le permite desarrollar una acción precisa, hacerse una idea clara de algo o tomar una decisión;
en otras palabras, recibir un mensaje y proyectar una respuesta que implica formarse una idea
de algo o de alguien.

He aquí un detalle que merece atención; hablar de la pragmática visual, es hacer referencia a
una parte de la semiótica que establece, una relación entre lo que significa una imagen y sus
diferentes niveles de interpretación y sentido que pueda llegar a tener dentro de un contexto
específico. Naturalmente, esto implica analizar el signo en relación a los usos que en un
momento determinado se hacen de la imagen, así como también, los múltiples efectos que
producen y determinan conductas específicas en relación al contexto en el cual aparecen.
Otro rasgo de la pragmática visual, interrelaciona la intuición intelectual del diseñador gráfico
con la subjetividad que caracteriza ciertas experiencias que son compatibles socialmente. Así
por ejemplo, se está haciendo uso de la pragmática de la imagen cada vez que el diseñador
proyecta posibles interpretaciones que el público puede hacer de su trabajo gráfico.

Dado que la imagen está presente en todo contexto cultural, el ámbito de la pragmática visual
es bastante amplio y sirve para muchos propósitos. Suele olvidarse, pero allí donde operen los
procesos fisiológicos del acto de hablar, los análisis psicológicos, etnológicos y sociológicos
comparativos entre los hábitos lingüísticos de distintas personas o grupos sociales, la pragmática
de la imagen tiene un campo de acción específico. De hecho, podría decirse que donde la
imagen opere con un fin comunicativo determinado e influya en el comportamiento de quien la
lee (bien sea a nivel de información, de pregunta, de pedir o solicitar algo, de insultar, de
persuadir, de dominar, de halagar, de ordenar, de despreciar, de engañar o bien de
entretener), tácitamente la pragmática esta accionando en todo su esplendor.

Resumiendo: A diferencia de lo que podría pensarse en un primer momento acerca de si existe


una separación entre estas tres dimensiones, vale señalar que no. Por el contrario, ellas
mantienen un alto grado de solidaridad que les permite entrelazarse, mezclarse y fundirse para
que los signos puedan ser entendidos por quienes participan del proceso comunicativo.
Precisamente, es sobre su interrelación solidaria que se pondrá el foco de interés, a fin de
estudiar de mejor manera la operatividad del signo visual. A manera de conclusión de este
aparte, se infiere que la dimensión sintáctica es la resultante de la imbricación semántica, una
relación que su vez abre paso a un significante complejo o molecular, que permite hacer una
lectura de los signos dependiendo del contexto en el que éstos se hallen. Esto indica que ya que
no es posible llegar a actualizar el significado de un signo sin conocer los significados de los
signos atómicos que circundan a su alrededor; el significado de una palabra o de una imagen,
se precisa a partir del contexto en el que una y otra hayan sido pronunciada o mostradas.

Baste lo anterior para dar paso al estudio detallado de la semántica.


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La semántica

Puede entenderse la semántica en la imagen como la relación que existe entre un gráfico
cualquiera y el significado tácito que éste motiva en el receptor. Ilústrese lo dicho con el icono
de un carrito de supermercado, que indica el lugar donde se encuentran parqueados una gran
cantidad de estos objetos. De modo esquemático, piense también en la imagen de la papelera
del computador. Ambos casos son buenos ejemplos de la manera en que un signo es portador
de un mensaje plenamente reconocible por los usuarios. Ciertamente, la semántica visual hace
las veces de un catalizador de las formas para determinar el cómo éstas deben expresar con
claridad y precisión un significado que será captado por los distintos receptores en un momento
dado.

Ahora se comprende por qué, la relación gráfico-mensaje está fundada sobre la triada de la
motivación, la denotación y el significado. En otras palabras, puede decirse que todas y cada
una de esas preguntas que giran en torno a la semántica, tales como el ¿qué?, ¿con qué? y
¿para qué? de la imagen, apuntan a develar aspectos claves sobre la relación que existe entre
el significado y el significante en el signo gráfico. En conclusión: lo que el signo dice
objetivamente en su literalidad y el significado o sentido que éste produce en la mente.

Las constantes semánticas.

Todo diseño gráfico está estructurado sobre la base de ser una herramienta comunicativa
portadora de una idea que se materializa en una imagen. Se diría, pues, que, el sentido de esta
idea (lingüística o gráfica), emerge de un juego de relaciones que se establece en un momento
dado entre el significante, el significado y la función.

Será pues oportuno, dar la vuelta a la página de la historia y retomar brevemente los postulados
de Ferdinand de Saussure, cuando afirma que un signo se hace perceptible una vez
interactúan los significantes, los significados y la función significativa. La imbricación de estos tres
elementos, es conocida como la “constante semántica” y reposa sobre la base teórica de que
ste- sdo y función significativa, se presentan de manera conjunta y no pueden ser separados
arbitrariamente, en tanto que el consorcio funcional del significante se destruiría por completo.
Al llegar aquí, se destaca que el significante es el elemento portador de un concepto (la
imagen), el significado corresponde al mensaje que contiene el significante (el cual puede estar
cargado de connotaciones), mientras que, la función, es el objetivo para el cual fue diseñado el
significante (persuadir, informar, ordenar, identificar etc.)

Para entenderlo mejor, tómese en consideración este sencillo ejemplo gráfico.


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Se dirá pues que en este caso, el significante apunta a señalar la presencia de un modelo de
tiempo que se puede percibir directamente. El significado, corresponde a la idea de tiempo
que se tiene en la mente del signo visual representado, en este caso a través del icono del reloj,
mientras que, la función, realza el objetivo de informar la presencia de un lapso de tiempo
concreto de seis minutos, que son necesarios para desarrollar una situación particular de la que
no se tienen mayores detalles. Planteada así la cuestión, puede decirse que la “constante
semántica” guarda un estrecho vínculo con la “eficacia del signo”, en tanto que, logra hacer
visibles en el acto comunicativo la cara del significante y la cara del significado como tal.

El diseño de significantes

Es interesante advertir que en el diseño gráfico, existen tres grupos de significantes clasificados
conforme a la manera en que han sido elaborados y también a la función que éstos
desempeñen.

Aquí se observa que en el quehacer del diseñador, es frecuente que algunos de sus productos
se limiten a ser simples reproducciones de un mismo significante. Esto es precisamente lo que
ocurre en el caso de una marca que debe ser adherida a distintas piezas gráficas, tales como
bolsas, tarjetas de presentación, vallas, papeles menbreteados y demás. En esta situación en
particular, el diseño de significantes está limitado única y exclusivamente a la “copia” que,
aunque es necesaria, se enmarca en la re-producción continua de una misma imagen que se
proyecta sobre soportes distintos.

Al contrario, en otras ocasiones, la tarea del diseñador se enfoca más al desarrollo de nuevos
significantes, cuya pretensión principal es la de propiciar un cambio de paradigma con
respecto a un conjunto de piezas gráficas o productos de género. Al respecto conviene decir
que de este caso se derivan dos matices muy puntuales. El primero de ellos, gira en torno al
desarrollo de significantes novedosos y vanguardistas, cuyo impacto novedoso los hace
incomprensibles, razón por la cual, son rechazados por el público receptor. Al contrario, el
segundo, la novedad, se inscribe dentro de parámetros comunicativos y convencionales muy
precisos, que permiten su entendimiento.
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A modo de resumen, puede decirse que existen diseños de significantes que integran los
sistemas vigentes y carecen ostensiblemente de la creatividad, otros que rompen los cánones 7
establecidos creando con ello confusión y desconcierto y, otros tantos en los que el diseñador
hace aportes y propicia opciones novedosas de diseño siguiendo los parámetros
convencionales y comunicativos.

El reconocimiento semántico.

De tiempo atrás, Ferdinand de Saussure había notado cómo el proceso de percepción de un


signo, dependía factores lógico-formales que incidían de manera precisa en el significado y la
percepción del signo. Puede afirmarse que ese “carácter lógico formal” está presente en la
selección que se hace de una tipografía, los colores asociados a eventos específicos, los
tamaños de los productos gráficos y tantas otras cosas que inciden de manera puntual en la
lectura e interpretación que un receptor hace de un signo. Obsérvese cómo, en un momento
dado, de pedírsele a un diseñador gráfico que seleccionara una tipografía para un perfume de
mujer, seguramente haría uso de unas letras delgadas y de unos colores que connotaran la
femineidad, pues la convención social así lo ha estipulado durante mucho tiempo. Sorprenderá
tal vez, que pueda presentarse la ruptura del paradigma y el perfume sea publicitado a través
de colores oscuros o llamativos que resaltan letras gruesas y fuertes. Aún así, la constante, sigue
dictando ciertas normas que son muy difíciles de revertir, precisamente porque el carácter
lógico formal, es el que nos permite diferenciar un objeto o una imagen de otra similar.

En concreto, en la vida cotidiana, los códigos de reconocimiento tienen una incidencia


importante sobre el accionar práctico. Puede imaginarse que si se mostrara varios felinos (gatos,
jaguares, tigres, linces, leones etc.) y sobre ellos fuera necesario identificar el rasgo particular que
los identifica, necesariamente habría que apelar a lo que Umberto Eco denomina “aspectos
pertinentes”: conjunto de factores de reconocimiento que facilitan la obtención de un
significado preciso. Por caso, lo minúsculo del gato, la mancha redondeada del jaguar, la raya
del tigre o la melena del león, harían las veces de esa identidad sensible que nos permite el
proceso de identificación propiamente dicho.

Sintáctica.

La sintáctica visual está referida específicamente a la relación que mantienen los significantes
entre sí, en lo que se conoce como “la estructura formal” y a la relación que éstos guardan con
su propia estructura cobijada bajo el nombre de “estructura relacional”. Esto equivale a decir
que mientras la primera se enfoca hacia el estudio de todos y cada uno de los elementos
visuales que integran la figura o forma de los significantes, la segunda se focaliza en el estudio
de las relaciones que hay entre los significantes como parte de un sistema de comunicación.
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En el mundo de la imagen, la sintáctica puede ser abordada desde las leyes estéticas de la
percepción que durante tanto tiempo han sido estudiadas en lo que se conoce como la 8
“estructura armónica”, o también, desde el funcionamiento de las normas de visibilidad
“sistemas visuales de comunicación”. Por ahora, es menester asegurar que en el primer campo,
se pretende determinar cómo se lleva a cabo la correcta percepción de la forma, mientras que,
en el segundo, el objeto de estudio analiza cómo se relacionan adecuada o inadecuadamente
unos significantes con otros dentro de un mensaje. Estos dos horizontes interpretativos han dado
lugar a extensas teorías acerca de cuáles herramientas sintácticas son más pertinentes para la
trasmisión de los mensajes visuales. Conviene subrayar que en el juego del diseño creativo, la
oposición a estas reglas proporciona resultados asombrosos y que dada la flexibilidad de éstas,
es posible que en muchas oportunidades, el diseñador gráfico logre nuevas configuraciones
sintácticas que funcionan a nivel comunicativo y terminan por ser aceptadas por el público
receptor. Ilústrese lo dicho con las siguientes imágenes:

Estructuras sintácticas.

En particular, cada vez que un diseñador o un espectador se encuentra frente a una serie de
elementos gráficos que han sido agrupados de forma ordenada, clara y precisa y, cuya
intensionalidad refleja una idea o un concepto, se está frente a una estructura sintáctica
portadora de un mensaje concreto. En resumidas cuentas el orden de los elementos gráficos se
lee de forma inmediata como un todo, sin importar si se trata de puntos, líneas, contornos,
dirección, tono, color, textura, l proporción, dimensión o movimiento.
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Los procedimientos sistemáticos y asistemáticos.

En la estructuración sintáctica quedan definidos dos tipos de procedimientos, los “sistemáticos” y


los “asistemáticos”. Bajo esta perspectiva, se dice que los “sistemáticos” se valen del uso
constante de símbolos independientes, que aun a costa de su autonomía, se integran dentro de
unos códigos definidos que sirven para sustentar una comunicación constante y clara. Por
supuesto, el código de tránsito se convierte en un ejemplo relevante, al igual que los códigos de
la cortesía.

De otro lado, se encuentran los procedimientos de estructuración sintáctica de carácter


“asistemático” en los que el uso de los símbolos, figuras y signos puede variar libremente gracias
a que carecen de significados preestablecidos que los restrinjan a la constancia. Claro es, que
para un diseñador gráfico cuyos intereses apunten hacia la infografía, tendrá que vérselas
constantemente con la primera categorización, mientras que, alguien que trabaje en el campo
de la creación de imágenes referidas a las marcas o la publicidad, su campo de acción se
desarrollará dentro de esta segunda categoría.

La pragmática

Frente a un gráfico, cualquiera que éste sea, la intuición relaciona una serie de ideas o
imágenes que llegan a la mente gracias al proceso de semiosis ilimitada que estructura el
pensamiento. En definitiva, traer a la mente imágenes, es en últimas dilucidar distintas
posibilidades interpretativas sobre un mismo hecho percibido por la vista, pero un hecho que se
halla inscrito dentro de un contexto especifico con la intención clara y precisa de motivar una
acción o un pensamiento. En gran medida, el desarrollar una acción puntual a partir de una
imagen, depende del poder de persuasivo, de la estrategia comunicativa que haya trazado la
mente el diseñador y de la lectura de contexto que haga el intérprete en un momento
determinado.

Hasta aquí, determinar cuáles son los comportamientos precisos que tiene o tendrá un intérprete
particular frente a una imagen, representa uno de los mayores retos para un diseñador, quien en
muchas ocasiones desconoce o hace caso omiso del contexto en el que será dispuesta la
pieza gráfica para motivar la acción. Habrá quienes piensan que un intérprete es alguien pasivo
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que acata una serie de informaciones. Más ocurre que alrededor de una imagen, se generan
comportamientos a veces impredecibles que muchas veces están ligados a los olores, sonidos, 10
imágenes y otras tantas cosas más que convergen en el contexto y que, en ocasiones llegan a
cobrar más validez comunicativa que la misma pieza gráfica. Apreciar un menú que
visualmente resulta ser muy impactante para el sentido de la vista, se puede ver
completamente opacado, si por ejemplo, en el restaurante, pasara un ratón, una cucaracha o
simplemente sucediera algo inesperado que hiciera rechazar la comida.

Apréciese así el contraste entre la interpretación pragmática que se hace de un signo y las
reglas que previamente han sido codificadas y materializadas en imágenes por el diseñador.

Cabe señalar que la complejidad y el extenso universo de posibilidades interpretativas que se


encierra en la forma en que cada interpretante asume los significados, es para los estudiosos de
la pragmática un reto constante: cada vez que intentan construir un instrumento que permita
hacer una interpretación pragmática del contexto, el fenómeno ya ha cambiado radicalmente.

Como se indicó al comienzo del texto, la pragmática visual es una disciplina cuyo estudio es
muy reciente y se dedica básicamente a analizar cómo un lector determina cuál es la
información que vincula una imagen en el estudio de una situación y cómo dicha información
conlleva el desarrollo de una acción, la adquisición de una nueva información, conduce a la
elaboración de un juicio, despierta un determinado sentimiento o promueve un cierto tipo de
actitud frente a algo o a alguien.

Como una vertiente de la semiótica, la pragmática actúa como el motor que promueve las
relaciones entre la imagen, el receptor y el contexto donde ésta se inserta. Palabras más o
palabras menos, esta parte de la teoría comunicativa puede ser considerada como un campo
de estudio que investiga los fundamentos semióticos, antropológicos, sociológicos y sicológicos
que se encuentran en la base misma del uso de la imagen. Con esta idea a la vista, puede
decirse que, en torno a la pragmática se enlazan actores, enunciados y contextos como
condiciones necesarias para que el acto de comunicación finalmente adquiera sentido.

Gran parte de la pragmática visual es el resultado de una serie de interpretaciones que los
semiólogos han hecho de la teoría pragmática propuesta tiempo atrás en el campo de la
filosofía y la lingüística. Queda aclarar que para explicar la manera en que los usuarios o lectores
hacían uso de las imágenes se requirió de la construcción de un sólido andamiaje teórico en el
ámbito lingüístico.

Recuérdese que en La década de los sesenta del siglo pasado, prevalece un marcado interés
por mostrar que los procesos comunicativos que las personas del común llevaban a cabo en su
vida cotidiana no dependían directamente de un conjunto de reglas gramaticales que, en
teoría, les permitían desarrollar los procesos comunicativos correctamente. Rápidamente,
pensadores como Searle, Austin, Sperber y Wilson, Grice, entre otros se dieron cuenta que en el
proceso comunicativo siempre había un rezago, un uso retórico de las palabras, un “algo” no
dicho, un gesto, un significado distinto etc. que, en ocasiones, tenía más valor comunicativo que
un conjunto de frases organizadas correctamente. Sorprende comprobar que en la década del
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setenta, la propuesta de Noam Chomsky se convertirá en el ojo del huracán teórico, tras afirmar
abiertamente que muchas de las cuestiones que se intentaban dilucidar en los actos comunicativos 11
quedaban lejos de las posibilidades de un estudio riguroso del uso del lenguaje y de las reglas de
escritura y habla dispuestas correctamente. Nace así una nueva corriente que revoluciona la
lingüística o estudio de la lengua denominada el “generativismo”, una teoría que,
paralelamente a las reglas gramaticales que propenden por la escritura y habla correctas,
concibe además unas reglas de universales de uso cotidiano. En razón de ellas, cualquier
persona adquiere la capacidad innata de producir y entender el lenguaje. Gracias a estas
máximas es que realmente se aprende a hablar con las demás personas y seguirlo haciendo en
el diario vivir. Si miramos al detalle, nos hallamos frente a un verdadero giro copernicano y frente a
un cambio radical del paradigma lingüístico que tendrá serias repercusiones en todos los campos
del saber entre ellos, por supuesto, el campo visual. La semiótica como metateoría que colinda con
la filosofía del lenguaje, con la psicología individual, con la psicología de la percepción, la
psicología social, la sociología etc. dejará de considerar que la gramática es la disciplina
encargada de explicar los actos comunicativos. Con ello se abre la puerta para que la pragmática
ocupe este lugar y este presente a la hora de explicar el funcionamiento interno de los distintos
códigos culturales.

Cae por su peso, que lejos de ser un componente abstracto de la teoría lingüística, la pragmática
se ocupa de una serie de disciplinas donde opera la significación, ese conjunto de reglas que
permiten atribuir un significado preciso a todos y cada uno de los elementos que estructuran el
mensaje. Así, la fonología, la morfología, la sintaxis o la semántica, al igual que las distintas disciplinas
que relacionan el lenguaje con la realidad extralingüística, tales como la psicolingüística, la
sociolingüística o la neurolingüística, requieren de la pragmática, en tanto posibilita describir los
procesos de funcionamiento del signo al interior del seno de la sociedad y también de dar cuenta
de la relación que la significación tiene y mantiene con el conocimiento y la acción.

Con esta comprobación, su estudio ha traspasado las fronteras de las palabras y por eso hoy es
posible hablar en día de función pragmática de la imagen. Dispuesta como una herramienta
que sirve para entender y explicar el funcionamiento y la implicación de los signos ligados a los
procesos de comunicación, el mundo gráfico vuelca su mirada sobre ella. Con esto en mente,
se considera que a través suyo, será posible entender de mejor manera la forma en que una
imagen despierta un sentido preciso en un receptor y cómo ésta requiere de una coherencia
interna que se adecue a un contexto preciso para que el mensaje sea percibido sin
interferencias. En conclusión, para explicar la manera en que se establece un sentido real entre
el mundo y los signos visuales. Se abre así un panorama de estudio para que los diseñadores
visuales empiecen a medir de forma objetiva los alcances de la relación signo-interpretante y
para entender que cualquier decisión que se tome en el plano visual tendrá repercusiones
puntuales en la forma en la que el receptor acata la información.

Si bien es cierto que el uso del lenguaje está regido por reglas precisas, en la vida cotidiana
éstas reglas se presentan como algo borroso, como fragmentos dispersos que
permanentemente son unidos a través de un proceso de semiosis ilimitada que permite
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conectar de forma objetiva (denotativa) y subjetiva (connotativa) las cosas, los pensamientos y
las imágenes más dispares. Para fortuna del mundo visual, el esfuerzo interpretativo de la teoría 12
pragmática de la lingüística empieza a dar grandes frutos. El reconocimiento de la imagen
como otra forma del lenguaje comunicativo del hombre contemporáneo, hace que grandes
pensadores provenientes del ámbito de la filosofía, la antropología, la sociología, la psicología
etc., pongan su mirada sobre este vasto universo y hagan aportes indispensables para el diseño
y la comprensión de los procesos de significación.

A modo de resumen: allí donde cualquier forma del lenguaje este fundada sobre signos, la
pragmática aparecerá de manera inmediata para dar cuenta de cómo se desarrollan
acciones particulares alrededor suyo y de la manera en que el contexto influye en la
interpretación del significado. Desde los colores de una bandera colocada a media asta, la
valla colocada a una altura inadecuada para la vista del usuario, los gallardetes de la marina,
la forma de sentarnos en una mesa, los gestos de un conferencista, un escuadrón de policía
formado en posición de ataque, el bostezo de un estudiante en clase y, en general de cualquier
signo lingüístico o visual que trasmita un mensaje en un contexto preciso serán temas
concernientes a esta disciplina.

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