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La muerte del tenor Alfredo Kraus ha supuesto un duro golpe a la vida musical canaria y más
concretamente a la de Las Palmas, su ciudad natal. Para la Orquesta Filarmónica de Gran
Canaria, según su gerente Juan Antonio González, "la muerte de Kraus es una pérdida
tremenda. A pesar de conocer su enfermedad y el alcance de ésta no te das cuenta de lo
que realmente pasa hasta que sucede. Su trayectoria y enseñanzas quedan imborrables,
y por nuestra parte el Concurso Internacional de Canto Alfredo Kraus. Continuar con
éste, para nosotros, es el mejor homenaje que se le puede hacer".
Por su parte, la vicepresidenta de la Sociedad Filarmónica, Margarita Guerra, tremendamente
afectada por la noticia declaraba a Mundo Clásico "Aún no lo creo, hace dos días hablé con
Madrid, con su hija y me decía que su padre estaba mejor, que ya salía al jardín...
sinceramente pensé no ya que volviera a cantar pero sí que al menos se estaba
recuperando. Esto ha sido una noticia tremenda para nosotros. Alfredo Kraus siempre
apoyó a la Sociedad Filarmónica. El fue el que pidió para nosotros el Premio Canarias
considerando la labor que se realizaba desde nuestra sociedad. Ese apoyo incondicional
es muy de agradecer para nosotros, así que seguramente el primer concierto de la
temporada, el 14 de octubre, se lo dediquemos a Alfredo Kraus".
Amigo personal desde la infancia además de admirador, el Presidente de los Amigos Canarios
de la Ópera (ACO), Juan de León, reconocía también su enorme tristeza ante la noticia.
"Desde que estuvo con nosotros en marzo, su último concierto público, ya se notaba
que no estaba bien. Pero fíjese. Su último concierto lo dio en Las Palmas, su ciudad, allí
le rendimos homenaje concediéndole la medalla de oro de ACO. Alfredo -continúa- fue un
extraordinario cantante si no el mejor. Su Werther, su Duque de Mantua, bueno, en
realidad todo lo que fuera el repertorio francés. Sin duda fue el número uno. Tuvo una de
las carreras más duraderas sólo limitadas tras la muerte de su esposa, Rosita, hace dos
años."
Al recordar a Alfredo Kraus, Juan de León evoca algunas anécdotas con él, "son muchas
-dice- pero recuerdo especialmente cosas de nuestra juventud, cuando vivíamos en
Ciudad Jardín [un barrio de Las Palmas]. El le daba clases a mi madre, tendría entonces 17
años y yo unos 15 ó 16. Cada día cuando terminaba yo le pedía que cantara la romanza
de la Fanciulla del West y siempre me hacía caso. Así que cuando vino ahora en marzo,
comentándolo me dijo Y yo era tan tonto que te la cantaba todos los días".
"Alfredo, afirma Juan de León, siempre fue el mismo, siempre fue para sus amigos como
había sido de joven, sencillo, nunca se le subió el éxito a la cabeza".
Otras declaraciones
•Teresa Berganza: "El artista es inmortal. El
cantante no ha muerto, ha muerto el amigo"
•Mariano Rajoy (Ministro de Cultura): "Ha
muerto uno de los máximos exponentes de
la lírica española"
Miguel Ángel Cortés (Secretario de Estado de
Cultura): "Era una de las grandes voces de la lírica
española de este siglo que, además, era una gran
persona. Maestro de cantantes, ha marcado una
huella en lo que era el cante lírico en España.
Temíamos su muerte desde que conocimos su
enfermedad. Y le vamos a echar de menos"
Robert Cardinalli (United Nations, Kathmandu,
Nepal): "La muerte de un artista produce más
melancolía y angustia que la de cualquier otra
profesión. Así sucede con Alfredo Kraus, uno de los
mejores cantantes de nuestra época. Un hombre
amable, un intrépido buscador de la verdad en la
música. El no sólo fue tocado por la Musa, sino que
fue premiado por las Tres
Biografía
Alfredo Kraus Trujillo nació en Las Palmas en 1927.
Aunque comenzó estudios de peritaje industrial por deseo
paterno, pronto se dedicó al estudio de canto con Mercedes
Llopart. Debutó en el Teatro Real de El Cairo en 1956 con el
papel del Duque de Mantua en el Rigoletto de Verdi.
Posteriormente hizo lo propio en Turín con el rol de Alfredo
Germont de La Traviata, repitiendo al año siguiente en Londres.
En la temporada 1957/58 cantó en el Teatro Sao Carlo de
Lisboa La Traviata con Maria Callas. Su debut en el Covent
Garden de Londres se produjo en 1959, con el papel de
Edgardo en Lucia di Lammermoor, uno de sus más logrados
papeles. En 1960 actuó por primera vez en el Teatro alla Scala
de Milán, encarnado el personaje de Elvino en La Sonnambula,
para seis años después debutar en el Metropolitan House de
Nueva York otra vez con Rigoletto.
Kraus ha sido considerado como el mejor tenor ligero de su
generación, destacándose su perfección técnica, la claridad de dicción y su dominio del agudo,
alcanzando el re(2). Los críticos han justificado la longevidad de su carrera en su cuidado
repertorio que se limitó a la música que mejor se adaptaba a su voz.
En 1991 se le concedió el Premio príncipe de Asturias.
Ha tenido la gran virtud de que todo lo que ha cantado lo ha cantado a la perfección y con el
estilo y la técnica más depurada, pero si hubiese que destacar algún personaje, nos quedamos
con sus magistrales Duque de Mantua, Des Grieuxm, Werther, Nadir, Edgardo, Don Ottavio,
Conde Almaviva, Alfredo, etc.
Tras la muerte de su mujer en 1997, Kraus ha estado sumido en una profunda tristeza que le
hizo pensar incluso en la retirada definitiva de los escenarios líricos. Pero demostrando su gran
entereza y personalidad, ha seguido ofreciendo conciertos hasta que una grave enfermedad lo
llevó de nuevo junto a su amada esposa.
Discografía
Daniel-François Auber
Vincenzo Bellini
Georges Bizet
Arrigo Boito
Léo Delibes
Gaetano Donizetti
Lucia di Lammermoor (Edgardo) EMI Classics CDMB-64622, EMI Classics CMS7 64622-2
1983 Kraus, Gruberova, Bruson, Lloyd, Ambrosian Opera Ch., Royal Phil. Orch., Rescigno
Lucrezia Borgia (Gennaro) RCA 6642-2-RG, RCA GD 86642
1965 Kraus, Caballé, Verrett, Flagello, Orch. e Coro della RCA Italiana, Perlea
Charles Gounod
Jules Massenet
Don Giovanni (Don Ottavio) Arkadia CDKAR 202, Memories HR 4362/64, Nuova Era 2330/32
1969 (Ago. 1) Kraus, Ghiaurov, Janowitz, von Halem, Zylis-Gara, Evans, Freni, Wiener Staatsopernchor,
Wiener Phil., Karajan
Don Giovanni (Don Ottavio) Arkadia 34050, Melodram 37080, Rodolphe RPV 32675.77
1970 (Mayo 12) Kraus, Ghiaurov, Janowitz, Petkov, Jurinac, Bruscantini, Miljakovic, Orch. e Coro della
RAI di Roma, Giulini
Giacomo Puccini
La Bohème (Rodolfo) EMI CDB7 67388-2, Classics for Pleasure CFPCDCFP 4708
1979 Kraus, Scotto, Milnes, Neblett, Manuguerra, Plishka, Ambrosian Opera Ch., New Philharmonia
Orch., Levine
Gioachino Rossini
.
ARTICULOS DE OPINION
Fernando Segura Morillas
Director de Fundación La Opera
Alfredo Kraus está considerado por una gran mayoría de los aficionados a la Lírica como un
Mito, y ahora con su muerte, este calificativo habrá de cobrar más fuerza si cabe puesto que los
múltiples repasos que se harán a su vida y a su trayectoria artística no harán otra cosa sino
confirmar que ha sido uno de los más grandes cantantes líricos del siglo que nos ha tocado
vivir.
El que suscribe debe estar por siempre agradecido a Alfredo Kraus porque gracias a él empecé
a conocer y a amar la ópera. Fueron sus actuaciones las primeras que me llamaron la atención.
Fue su voz la primera que me cautivó. Y fue su técnica la que, al
cabo de estos años en los que uno va entendiendo un poco más,
me asombró. Y me seguía asombrando cada vez que lo oía cantar.
Al no conocerlo, no puedo entrar a juzgar cómo era como persona.
Muchos coinciden en calificarle de distante y soberbio, pero los que
estuvieron en todo momento a su lado, lo definen como una buena
persona, amable y buen compañero. Que fuese de una u otra
manera poco importa ya. Nos ha dejado, y con su marcha la lírica
ha perdido a uno de sus grandes mitos.
Doy gracias a la técnica por permitirnos seguir escuchando su bella
voz en las muchas grabaciones que nos ha dejado.
Descansa en Paz, Alfredo. El más grande...
La noticia del fallecimiento de Alfredo Kraus no es, por esperada, menos dramática para el
mundo del teatro lírico y para la música en general. En los medios de comunicación del mundo
entero, las más diversas personalidades han rivalizado en celebrar los méritos del gran tenor
español. Y se han recordado las fechas más importantes de su carrera, las representaciones
más significativas, sus grandes momentos artísticos.
Personalmente, quisiera sumarme a estos homenajes, pero de un modo muy distinto; de una
manera más íntima y afectiva. Porque he seguido la carrera del gran cantante, con admiración
creciente, desde los comienzos hasta el final de sus días.
Mi primera noticia de la existencia del tenor, Alfredo Kraus fue una inolvidable representación
de Doña Francisquita, en el Teatro de la Zarzuela de Madrid. Y casi inmediatamente en La
Coruña, unos meses después, en la Plaza de María Pita. Era el año 1956. El tenor tenía por
consiguiente veintinueve años (y yo, diecisiete). Antonio Fernández Cid realizó una crítica
excepcional en el diario "ABC", tanto para la puesta en escena de Tamayo como para la base
orquestal y el conjunto de las voces, entre las que destacaba la de un joven tenor, Alfredo
Kraus, a quien dedicaba extraordinarios elogios y auguraba una brillante carrera. Con ello
demostraba una vez más el prestigioso crítico gallego su extraordinaria intuición musical.
Recuerdo igualmente el entusiasmo de mi padre, tanto por ver dignificada de aquel modo la
zarzuela como por escuchar a un tenor con la voz perfectamente trabajada y cantando con el
más irreprochable estilo belcantista. Era la misma línea de elegancia y buen gusto en la que él
mismo , y otros muchos miembros de la familia habíamos educado la voz: en la Escuela de
Canto de Bibiana Pérez, la célebre "Perecita", una de las más grandes sopranos líricas que
pasaron por el Teatro Real, y que se estableció en La Coruña tras casarse con el tenor Varela.
Por aquella Escuela de Canto, que después del fallecimiento de Bibiana continuó su hija,
Carmen, pasaron muchos coruñeses que aprendieron la técnica vocal en las más puras fuentes
del belcantismo.
Ello explica porqué el público de La Coruña era -y es- tan entendido en el arte del Canto y
porqué, desde el primer momento que lo escuchó, adoptó a Kraus como su cantante favorito.
Hay una anécdota de los años sesenta que revela esta especialísima relación de la ciudad con
el cantante. En cierta oportunidad, estando, como era habitual, el secretario de Amigos de la
Ópera, Luis Iglesias de Souza, en las taquillas del Teatro Colón, unos aficionados solicitaron
localidades de esta sorprendente manera: "Deme dos para Kraus". Luis Iglesias les preguntó
para qué ópera las querían (ya que cuando el cantante participaba en la temporada de ópera
coruñesa solía intervenir en más de una representación), a lo que los aficionados contestaron
que les daba exactamente igual siempre que cantase el gran tenor español.
Es verdad que esta inmediata identificación de la calidad del cantante tuvo algunas
excepciones, si no en la ciudad herculina, sí al menos en alguna población de los alrededores.
Alfredo Kraus, como muchos jóvenes de la época, participó en uno de aquellos campamentos
que organizaban las instituciones oficiales del régimen. Para un muchacho grancanario tenía
que ser una oportunidad casi única de conocer Galicia. Así que se vino al campamento de
verano de Gandarío, situado en una maravillosa playa de la vecina población de Sada. Como
recordaba en una entrevista que yo mismo le hice en París, en 1994, era el primer viaje que
realizaba en su vida. Cuando concluyó el tiempo de estancia en el campamento, se celebró un
acto de fin de curso con asistencia de las primeras autoridades locales (el alcalde, el párroco, el
ayudante de Marina...) Cada uno de los jóvenes hizo gala de sus habilidades y Kraus,
naturalmente, cantó. Tras escucharle, uno de aquellos próceres (no diré cuál), haciendo alarde
de un asombroso don de profecía, comentó con sus vecinos: "Desde luego, este muchacho no
se va a ganar la vida con el canto". Kraus recordaba muy bien su estancia en Gandarío,
aunque al parecer la anécdota no llegó a sus oídos. Tal vez fue mejor así. Hubiera sido terrible
que las premonitorias palabras de aquel integrante de las "fuerzas vivas" sadenses le hubieran
descorazonado: el cantante Alfredo Kraus, uno de los grandes tenores del siglo XX, nunca
hubiera existido.
Yo escuché la anécdota de labios de Luis Iglesias de Souza, aunque es muy probable que la
divulgase José Balboa, quien dirigía el mencionado campamento de Gandarío, como recordaba
el propio Kraus en la entrevista de París. Curiosamente, se volvieron a encontrar al cabo de los
años: Balboa era miembro del coro que intervenía en la ópera coruñesa: la Coral Polifónica "El
Eco".
Sea como fuere, el hecho es que La Coruña puede tener a gala el haber sido una de las
primeras ciudades españolas -si no la primera- en confiar responsabilidades protagónicas,
dentro de una temporada de ópera, al tenor, Alfredo Kraus. Entre 1959 y 1970, Kraus cantó en
cinco festivales un total de diez títulos: Rigoletto (dos veces), El barbero de Sevilla, Traviata,
Fausto, Pescadores de perlas (dos veces), Puritanos, Elixir de amor y La Favorita. Si
exceptuamos las dos óperas de Massenet (Werther y Manon) casi todos los grandes papeles
que hicieron de Alfredo Kraus el primer tenor lírico de su generación. No es una manifestación
hiperbólica y gratuita; no lo digo yo, lo dice Celletti.
El Duque de Mantua es uno de esos "personajes aristocráticos" que, junto con Almaviva,
Alfredo, Des Grieux o Werther, tan bien convenían a la elegancia y presencia escénica de
Alfredo Kraus. Así lo afirmaba el mencionado Celletti. Su primer Rigoletto coruñés fue en 1959
(dentro del séptimo festival); con él actuaba su gran amigo y mentor, en sus comienzos,
Antonio Campó. Por cierto que este cantante coruñés, que había sido un gran bajo-barítono,
había cambiado de cuerda y cantó nada menos que la parte del bufón, tal vez el papel más
difícil que puede abordar un barítono. Ocupó el foso el gran director, Franco Patané. Si, como
dijo en la mencionada entrevista de París, La Coruña fue para Kraus "como un primer amor", la
ciudad le correspondió de inmediato con un enamoramiento a primera vista y definitivo, para
siempre. Lo recuerdo, claro está, ¿cómo no recordarlo? Fue inolvidable. En especial, la difícil
aria "Ella mi fù rapita"; aunque, naturalmente, el arrebato popular llegó con "La donna è
mobile", que hubo de ser bisada. El siguiente Rigoletto de Kraus en La Coruña se representó
en 1961, con un espléndido reparto: Renata Ongaro, el bajo Paolo Washimgton, y el barítono
Piero Capuccilli, que habría de realizar posteriormente una gran carrera como cantante. Kraus
revalidó y aun superó su éxito de dos años antes.
En 1959 cantó con Ausensi y Conchita Balparda un extraordinario Barbero. Almaviva es otro de
los personajes que convenían especialmente a las cualidades vocales y escénicas de Alfredo
Kraus. En 1960, hizo una maravillosa Traviata con Antonio Campó y Conchita Balparda. Ese
mismo año, ocurrió la maravilla del Fausto.
En esta ocasión, se cantó en italiano; Kraus no había abordado todavía el repertorio francés
que habría de darle éxitos tan extraordinarios. En plena aria -"Salve, dimòra casta e pura"- se
fue la luz. Pero no pasó absolutamente nada: los músicos siguieron tocando y Kraus continuó
imperturbable. El escenario recuperó pronto su luminosidad y el tenor nos ofreció uno de esos
raros momentos mágicos en que todo un teatro permanece como en éxtasis escuchando la
interpretación de una música. Su bellísimo canto sostenido y "legato", su fraseo maravilloso y
por añadidura su espléndido agudo -perfecto, exacto y especialmente difícil pues en italiano
recae sobre la segunda sílaba de la palabra "fanciulla" y la "u" es la vocal de colocación más
comprometida para la voz de tenor- le hicieron acreedor a una de las mayores aclamaciones
que se escucharon nunca en el Teatro Colón coruñés.
Krauss volvió en 1961 -por tercera vez consecutiva- a la novena Temporada de Ópera de la
ciudad herculina. Cantó unos Pescadores de perlas inolvidables con Capuccilli y Renata
Ongara, y completó su estancia coruñesa con el Rigoletto ya comentado. Transcurrieron
después tres años sin la presencia del tenor español entre nosotros. Retornó en 1964, para el
décimosegundo festival, y cantó Puritanos y Elixir de amor. Como es bien sabido, la obra de
Bellini exige del cantante un registro sobreagudo inhabitual. Kraus, en aquellos primeros años
de su carrera, resolvía con una asombrosa facilidad estas dificultades, insuperables para otros
cantantes que incluso llegan a transportar hasta un tono bajo las arias de mayor compromiso.
No obstante, Kraus consideraba "inhumana" la partitura de Puritanos, y de hecho fue la única
ópera que borró de su repertorio.
Por entonces, su "cachet" subía año tras año. Y llegó un momento en que comenzó a resultar
prohibitivo, aun para los Amigos de la Ópera de La Coruña, a quienes el cantante hacía un
precio especial. En 1965 actuó dentro del XIII Festival; pero no en una representación lírica
sino en un recital con aquella célebre -y fantasmagórica- Orquesta Sinfónica de Madrid, bajo la
experta dirección de Manno Wolf Ferrari, un director "todo terreno". El recital constaba de dos
partes, cada una de las cuales se abría con una página orquestal: la obertura de La forza del
destino y el intermedio de Cavallería rusticana. El tenor interpretó las siguientes arias: Il mio
tesoro, del Don Juan; "Una vergine", de La Favorita; "Ah, non mi ridestar!" (todavía en italiano),
de una de las óperas que le habrían de dar mayor celebridad, el Werther; aria y cabaletta de La
traviata; "Spirto gentil", de La Favorita; "Salve, dimora casta e pura", de Fausto (también en
italiano); "Dispar vision", de Manon; y el Lamento de Federico, de La Arlesiana. El concierto
constituyó un éxito extraordinario; pero el público coruñés lamentaba que "su" tenor no
participase en el Festival de aquel año de un modo más activo.
Habrían de transcurrir cinco largos años para que Alfredo Kraus volviese a la temporada de
Ópera de La Coruña. Fue en 1970, dentro del XVIII Festival y el gran tenor, ahora
archiconsagrado, se despidió prácticamente del público coruñés con unos maravillosos
Pescadores de perlas y una inolvidable Favorita. A partir de ahí, seguíamos los éxitos de la
carrera internacional de Alfredo Kraus, le escuchábamos en disco y añorábamos los tiempos en
que el cantante era un asiduo de nuestra modesta temporada de ópera, que evidentemente
languideció, entrando en un período de franca decadencia. En la tantas veces mencionada
entrevista de París, Kraus se mostró muy preocupado por el estado de la ópera en La Coruña y
expresó su deseo de hacer algo para reactivarla. Estoy convencido de que, si su estado de
salud se lo permitió, habrá seguido con gran interés los espléndidos montajes operísticos
realizados este año dentro del II Festival Mozart.
Kraus fue ante todo un cantante inteligente y tuvo muy claro desde el principio que su
patrimonio más importante era la voz y que, en consecuencia, había que cuidarla para que
durase lo más posible. Es la misma idea que expresaba Caruso -espero que no me falle la
memoria en la atribución de la anécdota- cuando decía que él "no cantaba con el capital sino
con los intereses". Así que el gran tenor español dio carácter sagrado a sus vacaciones (lo que,
al parecer, le creó problemas con el director Herbert von Karajan), mantuvo un nivel de
representaciones bastante por debajo de lo habitual entre sus colegas -a pesar de las
demandas de todos los teatros del mundo- e incluso planteó deliberadamente algunos viajes en
medios de transporte lentos (el barco, por ejemplo) a fin de dar reposo a su garganta. De este
modo pudo llegar a una edad avanzada con sus facultades casi intactas; realmente, hasta que
murió su esposa y comenzaron los síntomas de la enfermedad que le llevó a la tumba.
Pero el reposo, aunque importante, no basta para explicar este fenómeno que fue bastante
común en los cantantes de otros tiempos. (Mi padre recordaba a Bibiana Pérez, con ochenta
años, explicando en clase a una alumna la colocación de un agudo y dando un si natural
espléndido, timbrado, bellísimo, que dejó estupefactos a quienes se hallaban presentes).
Además de la lentitud en los desplazamientos (por los medios de transporte que existían en
aquella época, había algo muy importante: la técnica vocal, ese cantar sin violencia, sin
esfuerzo, porque las notas se sitúan con naturalidad en el lugar adecuado. Kraus lo ha repetido
una y otra vez: no es tanto el tener una bella voz como la constancia, el trabajo, el estudio. Por
desgracia, ello exige sacrificios y demoras que muchos jóvenes de hoy no están dispuestos a
asumir, y así podemos observar muchas voces que tienen un fugaz momento de esplendor y
luego desaparecen.
Durante sus últimos años, se centró en el repertorio francés. Especialmente en Massenet:
Manon y Werther. En la primavera de 1994, cantó esta última obra en la Opéra Comique, la
famosa Salle Favart, de París. Yo me hallaba por entonces en la capital de Francia, a donde
me había desplazado cinco años antes por motivos profesionales, y donde desempeñé
funciones de corresponsal de la Revista "Scherzo" y del diario "La Voz de Galicia". Envié una
crítica a la revista musical y una entrevista al periódico. Kraus tuvo la gentileza de recibirme
pocas horas antes de una de las funciones de su Werther. Estuvo particularmente amable y allí
en París comentamos muchas cosas de otros tiempos: recuerdos, amigos comunes,
anécdotas. Fue un momento encantador e inolvidable. Pero lo que fue también inolvidable y
además seguramente irrepetible fue su Werther.
Lo conocí cuando yo tenía 20 años. Me vino a ver a la escuela del maestro Puig. El, por aquel
entonces, estaba en la cumbre de su carrera. Ya había rodado Gayarre (1958), y no solía
prodigarse en ir a ver a jóvenes que empezaban su andadura por el difícil terreno de la lírica.
Conmigo hizo una excepción. Y no olvidaré nunca lo que me dijo: "Parece que usted esté
cantando en un teatro y como si ya fuera un profesional". Hablaba el maestro y ese día fue
uno de los más importantes de mi vida. Después pasé toda la jornada con él paseando por
Barcelona. Fue una fecha inolvidable, uno de los momentos mágicos de mi existencia.
Desde aquel lejano día nos ha unido una gran amistad, tanto con él como con su familia. Nos
vimos en febrero. El venía de Valencia y estuvo cenando casa. Un par de meses después,
cuando ya estaba enfermo pero mostrándome su gran entereza, le vi en Madrid. Hace unos
cinco días hablé con su hija Patricia y me llenó de tristeza al contarme que su deterioro físico
era ya importante.
Musicalmente, Kraus deja un recuerdo imborrable para los que se dedican a la música y para
los que quieren orientar su futuro hacia ella. Deja una carrera plagada de grandes actuaciones
y una discografía inmensa. Para muchos fue un ejemplo a seguir. Era un caballero y un artista
enorme al que le resultaba muy difícil cancelar una actuación. Tenía que estar muy mal.
Cuidaba mucho su voz y su repertorio
José Carreras nos había enseñado que los tenores no mueren de cáncer. Al menos, hasta que
Alfredo Kraus ha clausurado la rivalidad de antaño con la elegancia de una muerte silenciosa,
presumible, desprovista del heroísmo que convirtió a Caruso en el tótem reverencial de la
ópera contemporánea. ¿Y si Alfredo Kraus no hubiera muerto de cáncer?
Año 2010. Un taxista desorientado de Viena reconoce a Pavarotti, Plácido Domingo y José
Carreras en el asiento posterior del vehículo. Hace tiempo que los miembros del triunvirato
abandonaron la escena y los campos de fútbol, pero comparten aún la tentación de asistir
juntos a los teatros de ópera.
-«¿Dónde les llevo?», pregunta el chófer discretamente.
-«Al Musikverein, por favor», responde Plácido Domingo, enfundado en el esmoquin de rigor.
-«¿Quién canta esta noche?».
-«¡Alfredo Kraus!», proclaman los tres tenores con la misma simultaneidad de los
macroconciertos.
El protagonista nos deslizó sutilmente la broma -septiembre de 1996- minutos antes de
reaparecer en el mítico escenario vienés que mencionaban sus viejos colegas. Estábamos en
una pequeña sala de ensayo, con su pianista, Edelmiro Arnaltes, con el chelista Asier Polo y
con Rosa, inseparable compañera del maestro hasta que el funesto diagnóstico de un tumor en
la cabeza se ocupó de reventarla el 5 de septiembre de 1997.
Apenas unos meses después de aquella broma imposible, el propio Kraus sacudía las paredes
del domicilio familiar con una revelación inverosímil para quienes habíamos asumido el
estereotipo del hombre indestructible, el látigo devastador, la conciencia implacable de los
heterogéneos. Y sin embargo...
En la vorágine, priman los tenores actores, que son los que más naturalmente se adaptan al
nuevo ecosistema, pero afortunadamente quedan todavía tenores que, sin menosprecio de su
capacidad de representar, son también músicos. Alfredo Kraus era exactamente un tenor
músico.
Le gustaba estudiar bien las partituras. Recuerdo que en una entrevista le pillé haciendo
gimnasia sueca, perfectamente equipado, y me habló de las excelencias del ejercicio para
tener en forma el instrumento -sabido es que el instrumento de los cantantes es su propio
cuerpo- pero que había que compaginar el cuerpo con el alma, con la finura intelectual de
saber perfectamente cuál era el mensaje que el compositor quería transmitir. Mensaje no
siempre en concordancia con el de su respectivo libretista, tantas veces de menor calado
intelectual que el compositor, al que hay que leer en la criptografía de los pentagramas. Cuánta
música, por fortuna, desmiente a su libreto.
El auditorio de su Las Palmas natal, que lleva su nombre, lo asociará desde la materialidad y la
invulnerabilidad de la arquitectura a la música que hizo más allá de plazos cortos. Él estaba
emocionado cuando, en el momento de la inauguración, apareció en el palco y se llevó el
aplauso más largo y cerrado de la velada. Nos quedarán sus bises tantas veces como
queramos a través de su discografía. Pero sugiero que se escuche a Kraus sin seguir libretos y
prescindiendo de su trama. Se percibe mucho mejor la música que los trasciende.
Recortes de prensa
El Teatro de la Maestranza estudia la posibilidad de homenajear...
El Teatro de la Maestranza de Sevilla está estudiando la posibilidadde realizar algunas actividades en
homenaje al tenor Alfredo Kraus,que falleció el pasado viernes en Madrid a los 71 años víctima de
unalarga enfermedad, según anunció hoy el director del citado teatro,José Luis Castro.
- 15/09/99