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Del trabajo social a la trabajosocietalogía.

Una provocación epistémica


en tiempos de globalización, posmodernidad e imperio 

AUTOR: César A. Barrantes A.

Introducción
Antes que nada, deseo agradecer a mi colega Henry Parada y a Joana Londoño de la Escuela de
Trabajo Social de la Universidad Ryerson y a la comunidad de la Escuela de Trabajo Social de la
Universidad Autónoma de Santo Domingo, la oportunidad que me han brindado para compartir
con colegas y estudiantes de diversas latitudes, este texto que se me ha escapado porque –
conciente de su incompletud- quiere seguir siendo escrito por cada uno y una de ustedes cuando,
releyéndolo crítica-autocríticamente se apropien de él, lo potencien, redimensionen y relancen
sobre la base de las experiencias y esperanzas que ustedes tanto como quien les habla, hemos
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venido configurando por los caminos de esta América Latinoiberoindoafrocaribeña , hoy
interpelada por el pensamiento testimonial de Simón Bolívar que es también el de Artigas, San
Martín, Abreu e Lima, Martí, Sandino y, antes que todos ellos, el de de Louverture así como el
de tantos héroes y heroínas de nuestros procesos independentistas de hoy y de siempre.
Celebro el lanzamiento de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad de Santo Domingo con
la que –conjuntamente con la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Ryerson- la Red

 Ponencia magistral presentada al Seminario Internacional de Trabajo Social con motivo del lanzamiento de la Carrera de Trabajo Social de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, 20-24

de mayo de 2007, con la cooperación de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Ryerson de Toronto. Se presenta como ponencia a la discusión propuesta por la VII Jornada de
Investigación de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Central de Venezuela. diciembre de 2008.

 Profesor investigador de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Central de Venezuela. Presidente-Fundador de la Red Latinoiberoamericana y Caribeña de Trabajadores Sociales

(RELATS). Representante por la República Bolivariana de Venezuela ante la Junta que organiza el proceso de constitución de la Asociación Latinoamericana de Enseñanza e Investigación en
Trabajo Social (ALAEITS), cbarran@reacciun.ve; www.relats.org; http://reconceptualizacion.googlepages.com/cesaraugustobarrantesalvarado; http://listas.reacciun.ve/mailman/listinfo/relats-l

1 Esta denominación, no pretende ser más que una hipercondensación de las diversas representaciones sociales que, sobre la supuestamente única y homogénea identidad latinoamericana, han

construido los actores globales, panamericanos, pannacionales, multilaterales y trasnacionales que emiten discursos diferenciales que procuran institucionalizar una diversidad de planes
(políticas, programas, proyectos y operaciones) políticos, cada uno absolutizando alguna identidad como si fuera total, así sea iberoamericana, indoamericana, caribeñolatinoamericana,
latinoamericana, hispanoamericana, afroamericana... Sin pretender aportar a la amplia literatura existente sobre este tema ni, mucho menos, solucionar el problema de las identidades de la

América que no es el Norte geográfico pero sí es el Sur que se está construyendo epistemológicamente, con la condensación ofrecida queremos simplemente señalar la complejidad de la
construcción de identidades de las configuraciones sociales poscoloniales, algunas de cuyas características más relevantes en estos tiempos de globalización e imperio, son el mestizaje, la

multiculturalidad, la hibridación cultural, la colonialidad del poder y el poder colonial. Sobre estos temas –hoy geopolíticamente problematizados desde lugares que los centros de poder pudieran
juzgar como fuera de lugar- hay una abundante literatura en inglés, francés y castellano que potencia la producción de conocimientos alternativos a la epistemología hegemónico-dominante.

Dados los límites de esta comunicación, sólo me permito recomendar la lectura de Quijano y Wallerstein (1992), Wallerstein y Balibar (1998), Klor de Alva (1992), Quijano (1997), Rivera y
Barragán (1997), Lander (1997, 1998,), Mignolo (1999, 1998, 1997, 1995), Dussel (1998, 1995), Mato (1994, 1995) Jácome (coorda., 1993), García Canclini (coord., 1996), Varios (1998),

Guadarrama y Pereliguin (1998).


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Latinoiberoamericana y Caribeña de Trabajadores Sociales (RELATS) desea delinear una alianza


estratégica multilateralmente alimentadora.
En segundo lugar pero no por ello menos importante que lo primero, pido disculpas a los
organizadores por haber modificado el título de la comunicación asignada. Si bien conservo los
significantes originales, estos han sido rearticulados con el afán de que nuestro pensar en vos alta
atrape el interés de mis interlocutores.
Es así que conviene señalar que el concepto globalización puede ser mejor comprendido si nos
aproximamos a sus relaciones con un medio centenar de términos más.
La terminología a que hacemos referencia y que aquí utilizamos de manera libre y
complementaria, va, entre otros, desde el operativo término de globalización (Ianni 1996, 1999;
Beck 1999, Mato 1995) y mundialización (Arrighi, 1994; Chesnais, 1994; Szentes, 1985;
Wallerstein, 1989), hasta los conceptos de imperio no reducido exclusivamente al dominio
estadounidense (Hart y Negri 2000), imperialismo neomercantilista referido a los Estados Unidos
de Norteamérica (Petras 2003, Chomsky 2004; Power 2005), posmodernidad (Varios 1988,
Follari 1998, Heller 1997, Lander 1998, Lanz 1997), y sistema-mundo moderno (Wallerstein
1974, 1980, 1989 1996) o moderno/colonial (Mignolo 2001), pasando por las metafóricas
nociones de sociedad del conocimiento o de la información (Negroponte 1996, Joyanes 1997,
Masuda1984, Piscitelli 1998), sociedad en red (Castell 1998a, 1998b, 2001), sociedad del riesgo
(Beck 1998, Giddens, Bauman, Luhman y Beck 1996), modernidad reflexiva (Beck, Giddens,
Lash 1997) modernidad pesada y modernidad líquida (Bauman 2000), sociedad del espectáculo
(Debord 1990), sociedad de la imagen (Baudrillard 1998), y para no dejar de lado dos términos
políticos innegablemente controvertibles, menciono el neoliberalismo en tanto ideología
justificadora del capitalismo, y el socialismo del siglo veintiuno cuya discusión ha sido puesta en
el escenario latinoamericano a propósito de los procesos constitucionales y democráticos que se
realizan en diversos países de nuestra América.
Y mejor paremos de contar pues la lista es muy larga y su sola enumeración –ya no digamos su
análisis- nos llevaría un tiempo mucho mayor del asignado para esta comunicación.
Es así que en aras de poder avanzar nos enfocamos hacia el referente empírico que es común para
toda la terminología mencionada: los “Tiempos Modernos” -para evocar la famosa película de
Charly Chaplin-, los tiempos actuales, la época actual que, para unos, es de cambios más o menos
acelerados o más o menos lentos, más o menos profundos o más o menos superficiales, más o
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menos permanentes o más o menos transitorios (de allí la idea de crisis según la cual una vez
superada en algún plazo, todo será mejor dentro del sistema anterior que quedará listo para seguir
siendo remozado, es decir, cambiado en algo sin que ello signifique real cambio en él), y para
otros, es de cambios inéditos, acelerados y profundos de época, de era (la crisis en este caso es de
rebasamiento, de exacerbación, de mayéutica, de fronesis, es decir, de producción de una
civilización, de una cultura distinta a la anterior).
No obstante el antagonismo entre estas dos últimas concepciones –que nos remiten realmente a la
contradicción determinante a que nos remite cada uno de sus polos: capitalismo vs. socialismo- lo
que parece acercarlas es la idea de que nos encontramos, como nunca en la historia humana, ya
no ante un exacerbado expansionismo basado en la ocupación físico-territorial del planeta, sino
ante la experiencia misma del movimiento progresivamente acelerado de la velocidad hacia el
más allá de sus propios límites, es decir, más allá de la velocidad de la luz; asimismo, ante la
reducción de la distancia físico-geográfica hasta hacer de esta un factor cada vez más
despreciable en el cálculo de los cursos de acción (Bauman 2002:23).
Según esta última concepción, desde hace varios decenios una época viene tocando y seguirá
tocando a su fin, para dejar el camino abierto al parto de otra época de la que no se sabe qué de
viejo ni qué de nuevo tendrá, ni si esto nuevo será un estadio superior o no a lo anterior; de allí el
prefijo pos que se le coloca a los términos modernidad, capitalismo, industrial, burgués e imperio
según sea la posicionalidad teórica y política que se adopte.
Lo anterior por cuanto no es posible saber de antemano cuál será el nombre con el que será
bautizado el sistema-mundo que ya se está encubando en la actual condición epocal, signada por
una específica y asimétrica correlación de fuerzas tecnológicas, económicas y militares, cuya
cabeza más visible son las poderosas superélites mundiales y sus aliados hipertrasnacionalizados,
que se apropiaron de la palabra y del metalenguaje de la globalización y le imprimieron a este
término una significación funcional a sus intereses y, por ende, a la lógica del capital, y
específicamente al modo de producción capitalista de valores y antivalores de cambio y de uso
material –es decir, tangibles e intangibles (religiosos y espirituales inclusive, que son tan
materiales como los físicos y tangibles)-, y por esta vía, a la mundialización de los mercados y de
las transacciones financieras, al entrelazamiento de las redes de comunicación y al control
mundial de las imágenes tanto como de las informaciones y comunicaciones, en fin, funcional a
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la homogenización occidentalista de las culturas sobre la base del consumismo hedonista y del
pensamiento único neoliberal.
La lógica que preside a este tipo de globalización –calificada por Touraine (s.f.) como la forma
extrema del capitalismo- es la misma de la lógica del proceso de acumulación capitalista. Esta
tiende a la incesante mercantilización de todos los valores tangibles e intangibles de la vida social
y postula el libre expansionismo mercadista que no obedece a centro de operaciones, control ni
regulación de ningún tipo. Es la lógica que instaura el competicionismo hobbesiano de todos
contra todos (“el hombre es el lobo del hombre”), reduce la vida social a las relaciones utilitarias,
mercantiles y establece que todos estamos inexorablemente dentro del mercado, pues no hay nada
fuera de éste; por lo tanto, estamos determinados y moralmente obligados a competir y vencer, a
eliminar y destruir al diferente, oponente, enemigo (los sinónimos en términos imperiales son
terrorista, populista radical, palestino, iraquí, iraní, sunita, shiita, libanés, chavista, evomoralista,
rafaelcorreista, sandinista…, pero también el oponente sigue siendo la naturaleza: sus ríos, mares,
playas, veredas, flora, fauna,…toda una cantera disponible para su depredación y
mercantilización…), frente al cual toda estrategia –integradora o desintegradora, violenta o
consensual, santificadora o maleficadora- es válida para asegurar la mayor cuota de ganancia
económica posible.
Según el razonamiento anterior, no hay salida al mercado. Todos estamos felizmente condenados
al mercado, no importa si somos empresarios, distribuidores, consumidores o excluidos, todos
deseosos de llegar a tener el derecho a ser explotados por aquellos a quienes se les asigna y
reconoce ese poder y son la fuente civilizatoria que nos condena a la felicidad y a sus normas de
urbanidad y decencia.
Quienes no tengan la capacidad de asumir esta lógica, son estigmatizados como derrotados,
perdedores, subversivos, amorales, corruptos, narcotraficantes y, por lo tanto, absolutamente
prescindibles y, más todavía merecedores del único destino al que están predestinados: la muerte,
el exterminio, el holocausto. Y como en la lógica del capital la derrota, la pérdida, la carencia son
hipótesis negadas, adquiere sentido crucial la siguiente situación que largamente extraigo de
Bauman (2000:99):

“George Hazeldon, … tiene un sueño: una ciudad diferente de las ciudades comunes, en las que los
extraños de aspecto amenazante emergen de las esquinas oscuras, salen sigilosamente de las calles
sórdidas y se amontonan en los barrios bajos. La ciudad soñada por Hazeldon es más bien una versión
actualizada, de alta tecnología, de la ciudad medieval, protegida por gruesas murallas, almenas, fosos y
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puentes levadizos, una ciudad aislada de los riesgos y los peligros del mundo; una ciudad hecha a medida de
individuos que desean controlar y monitorear su propia proximidad … una mezcla de claustro y
fortaleza.
…la parte del "claustro" ha sido imaginada (como una) ciudad de diversión y gozo compulsivos en la
que la felicidad es el único mandamiento...La parte de "fortaleza", sin embargo, es genuina. Heritage
Park, la ciudad que Hazeldon está a punto de construir…se diferenciará de otras ciudades por su ais-
lamiento: cercas eléctricas de alto voltaje, vigilancia electrónica de los accesos, barreras y guardias
armados.
…Adentro, habrá todo lo que una buena vida necesita para ser completa y totalmente satisfactoria: …
tendrá sus propios negocios, iglesias, restaurantes, teatros, áreas de recreación, bosques, parque central,
lagos llenos de salmones, campos de juego, pistas de aerobismo, campos de deporte y canchas de
tenis... y lugares vacíos para agregar cualquier cosa que una vida decente demande en el futuro, según los
cambios de la moda…”

Ahora bien, si la globalización capitalista o el capitalismo globalizado es un fenómeno particular


del capital, un proceso, un producto humano o cuasihumano, una condición epocal, una profecía
autocumplida o lo que sea, en todo caso, resulta ser un hecho postulado como inexorable al que
todo el mundo tiene que dejarse integrar porque si no, de todas maneras será capitalistizado,
globalizado (según la lógica de los globalizadores y globalizadoras, no importa si uno creé en ella
o no, pues de hecho ya estamos globalizados tanto como también posmodernizados e
imperializados. Es la lógica teológica realizada por medios económicos y que las y los deistas
fervorosos le aplican bondadosamente a las personas queridas cuando descubren que estas son
ateas: “no importa si creés en Dios; él de todas maneras te ama” o anticapitalistas: “pero de que
tenés que consumir…si no…”). ¿Qué importa cuál sea el propósito y la finalidad de la
globalización si la única recompensa posible es permanecer en ella? La globalización te ama,
pero no a más del 25% de la población mundial que usufructúa los beneficios de ese árbol de la
vida tan caro a la mito-cosmobiogonía judeocristiana.
Así lo anecdotiza Richard Rorty en la siguiente cita:

“Destacamentos enteros de jóvenes empresarios pletóricos de fuerza vital ocupan las cabinas
delanteras de los jets transoceánicos, mientras que las traseras están repletas con un contrapeso de
profesores panzones como yo, que vuelan para asistir a conferencias interdisciplinarias celebradas en
lugares agradables…este cosmopolitismo cultural recientemente adquirido se limita al 25% más rico
de los estadounidenses” (Bauman 2004:57).

Entre las víctimas de esta lógica se encuentra alrededor del 80% de la humanidad, que ha sido
liberada de toda sustentabilidad, de toda posibilidad de intercambio o, lo que es lo mismo pero al
revés, condenada a la impiedad de la exclusión, al esclavaje y a la servidumbre.
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No sé si existen estudiantes y colegas que pudieran encontrarse dentro del 25% hiperprivilegiado
por la globalización. Tampoco conozco el número de los que estando dentro del 80%
megaexcluido quisieran pertenecer a dicho 25%. Lo que sí me parece estar bastante claro es que
la idea del progreso unilineal y ascendente postulado por el teleologismo positivista-
evolucionista, quedó irrecuperablemente cuestionada cuando el liberalismo mercantilista clásico
y neoclásico dejó de ser creible y, por ello:
1) Primeramente, debió ceder el paso al keynesianismo y al denominado estado de bienestar
-que en nuestra América sólo existió como ilusión de una armonía que se reputó al papel de
colchón amortiguador de los antagonismos entre la clase alta y la clase baja, eficientemente
desempeñado por una clase media pacata, arribista e individualista, aunque muchos colegas,
académicos, analistas, cientistas y humanistas, siguen creyendo que el denominado modelo
de clase media sí continúa existiendo aunque con quebrantos de salud, y otros, continúan
añorando aquella ilusión de armonía.
2) Posteriormente, ya transvertizado en neoliberalismo, pretendió legitimarse sobre los hombros
del declive y consecuente deslegitimación del estado latinoamericano en su versión cepalina,
pero en esencia, como reacción ante el ascenso de los movimientos populares y el incremento
de la conciencia política frente a la cual el imperio no tenía argumentos válidos. Por ello optó
por la instauración de las dictaduras militares de las cuales la de Pinochet fue y sigue siendo
la más quirúrgica y brutalmente exitosa para la estrategia imperial 2. Esto por cuanto tras
diecinueve años de dictasuave (término socarrón acuñado por el mismo Pinochet) y unos
diecisiete de la denominada concertación entre demócratas cristianos y socialistas tipo Blair,
como Lagos y Bachelet, observamos que las fuerzas políticas populares contestatarias
continúan estando excluidas del sistema político, que el relativo éxito macroeconómico no se
traduce en justicia redistributiva pues Chile ostenta el segundo lugar después de Brasil y el
décimosegundo del mundo con la distribución del ingreso más injusta (PNUD 2004);
asimismo, visualizamos una sociedad de control tutelada por la casta militar y policial: los
únicos supraciudadanos que, además, usufructúan sin control alguno el producto de ciertas
2 Sin pretender en modo alguno argumentar a favor de los autoritarismos, totalitarismos, dictaduradismos y dictasuavismos, evoco la historia de Costa Rica cuya estabilidad política y trayectoria

institucional liberal –y hoy neoliberal bastante similar a la realidad chilena pero por otros medios (el ejército no son los milicos sino los maestros) y mediando otras circunstancias históricas- sólo
pudo ser lograda mediante cuatro dictaduras (civiles: una de ellas antimperialista a mediados del siglo diecinueve, y militares: contribuyentes a la clausura del poder militar) durante el siglo

diecinueve, las cuales sentaron, paternalista y beneméritamente, los cimientos del estado costarricense del cual hoy nos enorgullecemos, máxime considerando que Costa Rica es el segundo país
en el mundo junto a Suiza, que no cuenta con un ejército militar (aunque sí cuenta con una policía que fue capaz de hacerle la guerra a los sandinistas en su época y también con un ejército de

maestros que socializan eficientemente desde la niñez a los ciudadanos que necesita el modelo político socialdemócratacristiano costarricense, hoy neoliberalizado) que, por voluntad popular y a
contrapelo de su gobierno, ha instaurado la figura del referendo como condición sine qua non para la firma el TLC o ALCA.
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exportaciones (vgr., 10% del monto bruto de las ventas del cobre), lo que les da mayor
suprautonomía.
Concluyo este apartado diciendo que la relación capital-trabajo está, por decir lo menos, en
drástica reconversión global. Carlos Marx ya lo decía hace más de cien años: el capitalismo no
produce riquezas, sólo ganancias cuyas cifras astronómicas pertenecen a las megaempresas
trasnacionales. Y, preguntamos, si el sistema global sólo produce ganancias que no
necesariamente significan creación de riqueza, ¿cuál es la razón para que se le considere
insustituible?
Varios intentos de respuestas han sido propuestos por las muchedumbres que vienen participando
en los Foros Sociales Mundiales y para las cuales una globalización no capitalista es posible.
¿Cómo no va a ser posible mundializar la solidaridad y la fraternidad, los estados sociales de
justicia y de derecho, la democracia participativa y protagónica como valores universales, el
control social de los capitales especulativos y la creación de instancias democráticas, plurales y
multipolares de gobernación mundial?, ¿cómo no va a ser posible la universalización del cuidado
amoroso de nuestra Madre Tierra tanto como la valoración y el desbloqueo de los poderes
morales y creadores de los pueblos y naciones tanto como de las dimensiones técnicas, poéticas,
estéticas y espirituales, que son consustanciales a la materialidad propia del ser humano?, ¿cómo
no va a ser posible universalizar el impulso vital, el elam creador, el sentimiento oceánico, el
sentimiento cósmico, la necesidad de infinito, la necesidad de absoluto, la necesidad de un ideal
a las que se refirieron respectivamente José Vasconcelos en La raza cósmica (1925) y José
Carlos Mariátegui en El alma matinal (1928)?
Finalmente, ¿cómo no va a ser posible universalizar la integración entre los pueblos y naciones
del sur, que desde hace algún tiempo viene siendo construido epistemológicamente?, ¿cómo no
va a ser posible construir sueños tales como el de pertenecer a un mundo inefable que ofrezca la
seguridad absoluta de que ya nadie puede caerse de él (Freud 1975:7-11), o el de construir un
mundo en el que los pueblos y naciones puedan comenzar a construir sus propios proyectos de
inmortalidad por sus propias obras, o el de una sociedad en la que el gobierno hecho estado y el
estado hecho gobierno asegure a todos sus miembros la mayor suma de democracia, justicia,
seguridad social y felicidad, tal como lo quiso hacer realidad nuestro Libertador Simón Bolívar
para la Patria Grande de nuestra América?
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(…)
Los años noventa del siglo pasado y el septenio actual son testigos de nuevos y profundos
cambios en la cartografía política, social, cultural y económica latinoamericana. Algo ha
comenzado a cambiar para siempre en nuestra América. El neoliberalismo en tanto ideología
legitimadora del capitalismo, ha quedado deslegitimado en diversos países: la República
Bolivariana de Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Ecuador y Nicaragua.
La derrota del ALCA o TLC por el ALBA (la Alternativa Bolivariana para la América liderada
por la República Bolivariana de Venezuela) y el proyecto en marcha de la integración de la Patria
Grande, una de cuyas cristalizaciones fundamentales ha sido el repotenciamiento del Mercado
Común del Sur (MERCOSUR) y la creación reciente de la Unión de Naciones del Sur
(UNASUR) y una serie de instrumentos jurídicos, financieros (Banco del Sur) y energéticos
(Petroamérica, Petrocaribe) sobre la base del pensamiento, la praxis y el testimonio de vida de
Simón Bolívar y la libre autodedeterminación de los pueblos, ha vuelto a poner sobre la palestra
de la discusión el papel de las multitudes étnicopopulares, a las que se vienen sumando amplios
sectores de clases medias y altas, que han construido –valgan los términos sicoanalíticos-
registros imaginarios, simbólicos y reales distintos a los de los años sesenta y setenta del siglo
pasado.
Es así como las clases, pueblos y naciones que hoy configuran –valga la redundancia-
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muchedumbres multitudinarias de carácter étnicopopular, han venido construyendo
organicidades con las nuevas fuentes de constitucionalidad, legitimidad, legalidad,
institucionalidad, estatalidad y nacionalidad; de allí que los momentos co-constitutivos de la
sociedad concebida en su conjunto más inclusivo imaginable: la nación, el gobierno, el sistema
político, el régimen jurídico-político, el escenario electoral, el mercado, la sociedad civil y el
estado mismo, han venido dejando de ser espacios declarativos o, mejor dicho, no-lugares para
aquellas multitudes, para ser ocupados como escenarios concretos de organización democrática
protagónica y de forja cotidiana de nuevas formas incipientes de hacer geopolítica, geojusticia,
geoeconomía, geocultura, geociencia…y geotrabajo social.

3 No se trata de la muchedumbre solitaria a que se refiriera el clásico crítico norteamericano, David Riesman en su The lonly crowd, propia de la sociedad de masas de los años cincuenta del siglo

pasado la cual, al igual que el estado de bienestar, nunca se produjeron en nuestra América La redundancia insinuada se engarza en la provocación epistémica que significa esta comunicación:
las multitudes en nuestra América no están solitarias; son muchedumbres multitudinariamente significadas por su carácter étnicopopular y su carácter latinoiberoindoafrocaribeño.
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No se trata de un salto cuantitativo ni cualitativo lineal ni regresivo ni ascendente, posible de ser


medible o ubicable en la cuadrícula cartesiana o susceptible de soluciones racionalistas y
economicistas extraíbles del portafolio tecnológico de la ciencia moderna.
Se trata, ni más ni menos, de la constatación de que ya no es posible llegar a ningún lugar
prestablecido ni utópico abstracto que se pudiera ubicar en algún futuro intemporal, sino,
simplemente de la construcción, en el aquí y ahora de nuestra América, de nuevos puntos de
partida, nuevos escenarios de actuación y apropiación de los presentes, de los pasados y de los
futuros que nos pertenecen, de adueñamiento de nuestros mundos de vida como posibilidad de
advenimiento de una nueva alborada, de un nuevo amanecer cuya escenificación no es posible
realizar sin el protagonismo de los pueblos, etnias y naciones especialmente
iberoindoafrocaribeños, que durante quinientos y más años han sufrido la expoliación, el
genocidio, la expropiación, la imposición de identidades que no les pertenecen y cuyo malestar
contra la cultura del imperio y la muerte, está planteándole a los trabajadores sociales y a las
trabajadoras sociales, a los académicos, a las universidades, a lo científicos, tecnólogos y
humanistas un inédito desafío, de tal envergadura y estructuralidad como nunca antes se nos ha
presentado en la historia continental, incluso considerando la importancia crucial que tuvieron los
movimientos sociales de los años sesenta y setenta del siglo pasado y la denominada
reconceptualización del servicio social conosureño.
Se trata de la construcción de nuevos puntos de partida, nuevos escenarios de actuación y
apropiación de nuestros mundos de vida, de creación de nuevos lenguajes y formas de
pensamiento geopolítico que nos están permitiendo deconstruir lo establecido, lo consagrado, lo
ritualizado, lo perverso -causa de nuestro malestar y nuestras quejas- lo que viene significando
que de lo que se trata en nuestra América total y profunda, es de un cambio en la geometría del
poder, en las reglas del juego político y en la producción de imágenes societales, lo que tiene
implicaciones genoestructurales en el cartograma geopolítico latinoamericano y mundial.
Es lo que –nos parece- está revolucionando a la globalización neoliberal en su fase imperial, que
está siendo defragmentada y resituada en una perspectiva que no enfoca punto final alguno, pues
los pueblos y naciones de nuestra América no están tratando de llegar a ningún lugar. Sólo
quieren construir, significar, encarnar una nueva forma de aproximación al conocimiento y a la
apropiación de lo real, a la construcción de sistemas políticos anunciadores de una tendencia
definida a que los estados estadocéntricos y las sociedades estadofóbicas den paso a estados
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sociocéntricos, es decir socialmente centrados y, como reverso de la misma moneda, sociedades


sociocéntricas de estado, es decir, sociedades integrales e inclusivas dispuestas a apropiarse del
estado y la historia que les pertenece.
Y esta característica está apuntando a la discusión –todo un desafío para los trabajadores sociales
y las trabajadoras sociales- sobre los estados éticos, sociales de derecho y de justicia cuyo sujeto
ya no es el sujeto cosificado de la carencia, sino el sujeto de derecho, el sujeto de dignidad, el
sujeto de reconocimiento en el otro y por el otro, el sujeto de aspiración, el sujeto que quiere
inclaudicablemente autoafirmar su condición humana, su libre voluntad de compromiso con la
realización plena de su deber ser (Barrantes 2005).

(…)
Resulta vox populi entre estudiantes y colegas que el trabajo social, de factura
angloeuronorteamericana, se encubó y tiene aún a inicios del siglo veintiuno, sus desarrollos más
notables en el transcurso, primeramente, de la larga crisis del capitalismo liberal y,
posteriormente, del no menos largo proceso de reconstitución del estado liberal-abstencionista
hacia formas de estado providencial, de bienestar o intervencionista, en relativa correspondencia
con el redespliegue globalizante del sistema capitalista de segundaposguerra, y de las
consecuentes estrategias de articulación de la modernidad dependiente con la modernidad
euroyanquicéntrica.

Es dentro de estos gloriosos años pero al final de ellos y preanunciándose sintomáticamente la


ofensiva neoliberal sobre la base de la derrota teórica del cepalismo por parte de los teóricos del
neoliberalismo, encarnados en los años sesenta del siglo veinte por los Chigagos´s Boys, se
produjo el auge efímero del movimiento académico de tendencias que hoy conocemos como
reconceptualización del servicio social conosureño, que no resultó en reconceptualizacion de
TODO el trabajo social de nuestra América, ni resultó en productos .

También es sabido que, con diversos matices propios de la especificidad de cada país, en
América Latina resulta ser paradigmática –aunque con desarrollos desiguales- la historia de la
demanda del funcionariado que primeramente se conoció como visitadoras y servidoras sociales,
seguidamente asistentes sociales y posteriormente trabajadoras sociales. Es así que desde los
años veinte hasta los años cincuenta del sigo veinte, la institucionalización del trabajo social
estuvo directamente ligada a la crisis del modelo agroexportador y de los estados oligárquicos, en
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especial cuando a éstos les llegaba -progresiva o abruptamente- el momento de modernizarse e


intervenir activamente en la economía y en la cuestión o problemática social, como respuesta a
las demandas de las clases asalariadas y no asalariadas.
Una vez reconstituidos los estados oligárquicos y posoligárquicos en modernos estados
desarrollistas de factura cepalina, el trabajo social quedó articulado orgánicamente a la práctica
estadocéntrica del asistencialismo, del bienestarismo y de la modernidad dependiente que se
legitimó definitivamente a partir de los años sesenta, constituyéndose a la heterogénea gama de
visitadoras, servidoras, asistentes y trabajadoras sociales en forjadoras de un trabajo socialmente
necesario: el de la intermediación instrumental de las relaciones de las agencias oficiales de
política socioasistencial con la creciente población excluida de los frutos del crecimiento
económico.
Posteriormente y luego de la larga noche neoliberal que intentó construir sociedades estadofóbi-
cas, la relación del trabajo social con el estadocentrismo se vio afectada y reconfigurada de ma-
nera tal que diversos grupos de trabajadores sociales y trabajadoras sociales quedaron expulsados
del alero protector del estado y autorreferenciados en sus propios mundos de sobrevivencia y de
vida, se vieron compulsados a ejercer el trabajo social que les era posible dentro de los límites
que les estaban dados: el del fragmento, la no praxis, el no discurso sistémico, el microfunda-
mento sin macroexplicación.
De allí la plétora de nuevos espacios, nuevas demandas de servicios y competencias profesiona-
les, nuevas añoranzas y formas de ejercicio profesional y nuevas formas de pensar, vivir y
reaprender el arte de ejercer su oficio sin agendas de debates prestablecidos y sin fraguas de
modelos alternativos de intervención-acción-implicación social.
No obstante que la práctica del trabajo social en diversos sectores aún lleva la marca de la
desarticulación propia del divide-y-vencerás neoliberal, es posible pensar que, al influjo de los
nuevos tejidos sociales y vasos comunicantes que se vienen construyendo en diversos países,
quizás nuestras competencias teóricas, técnicas, políticas y éticas (mediatizadas aún por las
estructuras sicosociales y simbólico-culturales que la larga noche neoliberal creó en diversos
sectores poblacionales a los cuales pertenecen no pocos trabajadores sociales y trabajadoras
sociales en diversos países) nos permitan poner las prácticas sociales de sobrevivencia y de vida,
de investigación y acción que se realizan en el campo problemático que es el trabajo social
mismo, no sólo a tono con el actual cambio de época, sino, constituir dichas prácticas en acordes
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de la obra que pueblos, naciones y multitudes están componiendo y ejecutando creativamente al


ritmo de las alternativas potenciadas por la diferencia poscolonial y posimperial.
Adquieren sentido entonces las preguntas siguientes que no intento responder aquí, pues forman
parte de investigaciones que sugiero como temas de tesis, trabajos de ascenso y sistematización
de trabajos de campo: ¿qué pasa con el trabajo social que se institucionalizó al alero del moderno
estado bienestarista, desarrollista, asistencialista si éste ya no es (quizás nunca lo fue) lo que
quiso ser?, ¿determina la crisis de dichos estados algún tipo de crisis en el trabajo social y sus
prácticas diferenciales?, ¿existe alguna relación entre ambas crisis?, ¿cómo nos representamos los
trabajadores sociales y las trabajadoras sociales los ámbitos constituyentes del trabajo social?,
¿qué buscamos, cuál es nuestra ambición o aspiración?, ¿a qué tipo de poder aspiramos: el de la
sabiduría, el de la ciencia, el de la técnica, el práctico-instrumental?, ¿a qué racionalidad, a qué
problemáticas intentamos responder? Finalmente, ¿cómo nos representamos la relación con otros
profesionales y cientistas que se ocupan también de la intervención social y están implicados en
el proceso mismo de satisfacción de carencias y potenciamiento de aspiraciones sociales?
(Barrantes 2005).
Se trata de preguntas que se han desprendido de una creencia ingenua: que la realidad contiene su
propia pregunta y su propia respuesta, que los hechos tal cuales son hablados por la verdad
apriorística que está contenida en la génesis misma de la realidad real. Nuestras preguntas no
inducen respuestas adecuadas ni llevan éstas pregrabadas en su seno; sólo engendran respuestas
que si bien llevan más la marca de nuestras propias interrogaciones, no por ello dejan de
configurar el espectro de la cuestión que suscita nuestra reflexión.
De allí que consideramos que nuestro reto no es darle continuidad ni conclusión a lo que quedó
pendiente o a hacer realidad hoy, lo que pudo haber sido y no fue de las tendencias
reconceptualizadoras –muchos de cuyos corazoncitos aún palpitan con bríos y algunos con no
pocas añoranzas-, sino que, dentro del proyecto continental que nuestros pueblos y naciones han
puesto en marcha de cara al siglo veintiuno, nuestro desafío es refundar, resignificar,
resemantizar el campo problemático que es el trabajo social, y si logramos trabajar el punto que
nos separa y divide de las propuestas societales de innegable sentido étnico-popular, que están
estremeciendo los cimientos oligárquicos, modernos y hasta posmodernos de gran parte de
nuestros países, estaremos colocándonos en situación de poder comenzar a dar inicio a un nuevo
trabajo social, mejor dicho un TRABAJO SOCIETAL, uno que desde mi tesis de licenciatura (Barrantes
13

1979) y hasta hace poco tiempo llamé EL TRABAJO SOCIAL QUE ESTABA POR HACERSE EN NUESTRA AMÉRICA
LATINA, y que hoy feminizo y denomino, a manera de provocación fraterna pero sin concesiones
éticas, políticas ni intelectuales, LA TRABAJOSOCIETALOGÍA QUE ESTÁ SIENDO PUESTA EN ESCENA EN

ALGUNOS LUGARES DE NUESTRA AMÉRICA.


Con éste y otros términos significamos no necesariamente una propuesta rebuscada de cambio de
nombre del trabajo social, sino un cambio de su sentido que apunte a un proyecto de
fundamentación de una nueva concepción y práctica del trabajo social. Se trata de una
provocación epistémica a la que le hemos asignado una doble función:
1. Llamar la atención sobre la libertad que cada uno de nosotros tiene, más allá o más acá de los
discursos modernos, globalizados, tecnocráticos, neoliberales e imperiales de la universidad y
de la ciencia, de querer asumir el compromiso implicado en la propuesta de refundación del
trabajo social como arte, oficio, profesión, disciplina y práctica social, sea, realizar la doble
ruptura onto-epistemológica que, permitiendo deconstruir la arrogante hegemonía de la
ciencia (neo)moderna pero sin perder la promesa que ella genera y frustra al mismo tiempo,
está significada en la producción, circulación y consumo de conocimientos y saberes, que
siendo prácticos no dejen de ser esclarecidos y siendo sabios no dejen de estar socialmente
producidos, pero fundamentalmente democráticamente distribuidos (Sábato, 1955; Santos,
1996; Morin, 1994) en el proceso mismo de creación, traducción y satisfacción de
necesidades (carencias y aspiraciones) sociales (individuales y colectivas) y sistémicas (la
sociedad considerada en su conjunto más inclusivo).
2. Endogenizar –refundamentándolas en las prácticas pensantes del trabajo social- la doxa y la
episteme, la mayéutica y la fronesis, el logos y la nosis, la ontología y la hermenéutica y, a
riesgo de ser reiterativo, de lo que se trata hoy en esta alborada de nuestra América de siglo
veintiuno, es de un proyecto ético-estético y geo-bio-político de producción de conocimientos
y saberes a partir de las cuestiones que, desde las raíces profundas de su sabia doxa
multiétnica y pluricultural, mestiza y sincrética, nuestros pueblos y naciones han colocado en
la agenda de discusión nacional, internacional, local y global.
¿Cuáles son los desafíos implicados en el hecho descrito en el párrafo anterior y en los procesos
de cambio de época de los que estamos siendo arte y parte, así sea que seamos o no capaces de
soportarlos? Para los efectos de esta comunicación puntualizamos los siguientes:
14

1. Relanzar, resemantizar y revalorar la relación ontocognocitiva del trabajo social consigo


mismo, con las comunidades productoras de conocimientos y saberes y con el clima político-
cultural e ideológico-simbólico de la época que recién estamos comenzando a transitar a inicios
del siglo veintiuno.
2. Transformar las leyes de ejercicio del trabajo social y de creación de colegios de
trabajadores sociales, a los fines de que dejen de ser instrumentos meramente gremialistas,
reivindicacionistas, corporatistas, economicistas y representacionistas.
3. Refundamentar ética, ontológica, epistemológica y hermenéuticamente el trabajo social y
remitir sus inagotables formas de ejercicio científico, técnico, profesional, académico y
fundamentalmente ecosocial y biopolítico a las nuevas plataformas de vida democrática
participativa y protagónica.
4. Relanzar la figura unitaria pero plural, democrática y transdisciplinariamente integralizadora
de los colegios nacionales de trabajadores sociales, instaurando en el ejercicio del trabajo societal
mismo la ética de la eficiencia, de la efectividad y del redespliegue de las capacidades
innovativas de trabajadores sociales y trabajadoras sociales sobre la base de su involucramiento
en los asuntos que les concierne como ciudadanos, académicos, estudiantes y profesionales.
5. Instaurar novedosos dispositivos de poder compartido en los colegios de trabajadores sociales
tales como los observatorios nacionales de política social y las redes sociales de participación y
contraloría social, mediante los que podrían vincularse orgánicamente al proceso constituyente
de sus respectivos países.
6. Instaurar afinamientos éticos, políticos, académicos y científicos que fortalezcan y
promuevan, por un lado, el desarrollo decidido del trabajo social en tanto práctica societal
disciplinaria, interdisciplinaria, multidisciplinaria y transdisciplinaria de la intervención-acción-
implicación societal, y, por otro lado, la dignificación, regulación y relanzamiento del ejercicio
de los diplomados, bachilleres universitarios y técnicos medios y superiores y licenciados en
trabajo social con posgrados o sin estos; asimismo, de los profesionales que realizan el trabajo
social por otros medios: técnicos y licenciados en promoción social, educación social,
orientación social, mediación social y familiar, terapia social, gerencia social, gestión social y
local, pedagogía social, desarrollo humano y otras carreras que son consustanciales al trabajo
societal.
15

7. Optimizar la formación y capacitación, el facultamiento y la habilitación integral de los


trabajadores sociales y las trabajadoras sociales para ejercer su oficio de manera competente,
agregarle valor a su praxis profesional y, por ende, a las capacidades innovativas de las
organizaciones de trabajadores sociales y trabajadoras sociales.
8. Innovar formas de abrir los encapsulamientos que mantienen bloqueada la invención
indómita de amplios grupos de trabajadores sociales y de trabajadoras sociales; ello a fin de, por
un lado, constituir al trabajo social en una práctica social transdisciplinaria multilateralmente
alimentada por los conocimientos de la ciencia-técnica y los saberes étnico-populares, y por otro
lado, construir los fundamentos de una onto-epistemo-hermenéutica del acompañamiento a
multitudes, clases, pueblos y naciones (sujetos individuales y colectivos que incluyen a
trabajadores sociales y trabajadoras sociales) en sus proyectos de reproducción social e
individual pero esencialmente de sus estrategias de vida y apropiación de las realidades que les
pertenece (Zemelman 1995, De Sousa 1996; Follari 1998). Dicha epistemología la referimos
especialmente a lo siguiente (Barrantes 2002; 2006):
a) Los modos en que las sociedades alimentan recíprocamente la satisfacción de carencias y el
potenciamiento de aspiraciones sociales con el desiderato humanizador del vínculo social y
con la protección y fortalecimiento de la biodiversidad y la autosustentabilidad del globo
terráqueo.
b) El debate fraterno pero sin concesiones éticas, políticas ni intelectuales entre verdades,
conocimientos y saberes, como base de creación y redespliegue de sociedades sociocráticas
de estado social, de democracia participativa y protagónica, derecho y de justicia.
c) La construcción de una cultura de paz, justicia, multietnicidad, pluriversalidad e integración
fraterna sobre bases eco-geo-políticas fundamentales del desarrollo endógeno y
autosustentable.
d) La construcción de mundos de vida fundados en la práctica cotidiana del bien-estar, bien-ser,
bien-tener, bien con-vivir, de la solidaridad, cooperatividad, fraternidad, equidad y justicia y
de las normas que regulan y potencian la convivencia pacífica en sociedad.
e) La construcción de bienestares y plenitudes individuales y colectivas que se basen en el
ejercicio inalienable de la democracia, la libertad de conciencia y de pensamiento, del
derecho a la propiedad individual, social y colectiva, a la diferencia, a la autonomía, a la
soberanía y al disenso.
16

A Modo de Inconclusión
Siguiendo nuestra propia subjetividad hemos realizado un breve recorrido que nos ha servido para
proyectar espectros de una problemática crucial para los trabajadores sociales y las trabajadoras
sociales, sin pretender llegar a respuestas, mucho menos contundentes, en coherencia con nuestro
pensamiento abductivo.
Quizás por ello mismo, hayamos ofrecido la impresión de complicar más que facilitar la
comprensión de los desafíos implicados en la convocatoria del Seminario Internacional convocado
por la Escuela de Trabajo Social de la Universidad de Santo Domingo con la cooperación de la
Escuela de Trabajo Social de la Universidad Ryerson de Toronto.
En realidad se trata de un no-texto pues el verdadero está por ser escrito por quienes decidan
apropiarse de él, lo rescriban y relancen de cara al desafío que tenemos de reinventar al mismo
tiempo el futuro de cada uno de nuestros países y, por ende, de la trabajosocietalogía que seamos
capaces de pensar en vinculación sinérgica con los proyectos de vida que los pueblos y naciones de
nuestra América están, unos, intentando y, otros, poniendo efectivamente en marcha.
Quedo a disposición de quienes tengan a bien alimentar mi esfuerzo reflexivo. Sin cartabones.
Sin paradigmas, pero no sin principios. Muchas gracias.

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