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FIDEL CASTRO
Luis Fernández Moyano
La ingenuidad política campeaba por Venezuela, faltando pocos días para que la Gran
Caracas viviera uno de los más feroces motines de su historia, que arrasaría con los
negocios de electrodomésticos y carnicerías de la ciudad amenazando con convertirlo en
un Vietnam tropical, cuando por la puerta grande de Maiquetía entrara al país el mismo
sujeto que hacía apenas dos décadas enviara a sus mejores soldados a asaltar el Poder y
ensangrentar la recién nacida democracia venezolana: el comandante Fidel Castro Ruz.
Lo invitaba a su asunción de mando el mismo que lo enfrentara en los años sesenta,
junto a Rómulo Betancourt y Raúl Leoni: Carlos Andrés Pérez. Perdido su olfato
político y convertido en manso cordero, el viejo policía invitaba al peor asaltante de
nuestra frágil democracia. Lo creía domesticado por la derrota. Como para mostrarse
magnánimo y enviarle una seña de condescendencia a la ultra izquierda y al
establecimiento intelectual de Venezuela. Que a la primera ocasión lo echaría por la
borda.
Ésta no perdió la ocasión de montarle un gran sarao y jurarle su amor eterno en uno
de los más vergonzosos manifiestos de sometimiento y traición a la democracia
firmados en nuestro país por sus intelectuales desde las luchas de Independencia.
Muchos de ellos ni siquiera imaginaban que ese mismo personaje se apoderaría del
país veinte años después. Y que se verían en la triste condición de perseguidos por
el títere de los hermanos Castro.