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LA ALFABETIZACIÓN: OTRA MANERA DE EXISTIR

Jorge Arce Hernández

Elogio al Aprendizaje

Bertol Brecht

¡Aprende las cosas elementarias!


¡Para aquellos a quienes les ha llegado la hora nunca es demasiado tarde!
Aprende el abecedario. No bastará,
¡pero apréndelo! ¡No dejes que te desanimen!
¡Comienza! Debes saber todo.
Tienes que ser dirigente.

¡Aprende, hombre en el asilo!


¡Aprende, hombre en la prisión!
¡Aprende, mujer en la cocina!
¡Aprende, tú que tienes 60 años!
Tienes que ser dirigente.
¡Busca la escuela, tú que no tienes casa!

¡No tengas miedo de preguntar, camarada!


No dejes que te induzcan a nada.
¡Investiga por ti mismo!
Lo que no sepas tú mismo no lo conoces.
Examina los detalles a fondo;
eres tú el que paga las consecuencias.
Pon tu dedo en cada detalle, pregunta: ¿Cómo llegó esto aquí?
Tienes que ser dirigente.

Las palabras, como en el texto de Brecht, representan el mundo; la posibilidad


de sumergirnos en la aventura de la vida con herramientas profundas para
conocernos, interactuar con los otros y proyectarnos de forma efectiva y
significativa en la comunidad.

Así, la vida podría pensarse como la posibilidad de compartir nuestras


historias, con nosotros y con los demás. Como dice Jerome Bruner, narrarnos a
través de la vida nos construye como seres individuales y colectivos, y
construye también nuestros contextos culturales. Y ahí está el verdadero
sentido de las palabras, en esas narraciones que se constituyen en la forma de
contarnos, de armarnos como un rompecabezas, de encontrar nuestro camino
y el de los horizontes culturales en los que nos hacemos humanos.

El mundo que nos habita, y en el que deambulamos como personajes de


múltiples escenas, se organiza alrededor de referentes de lenguaje que
atraviesan cada rincón de la vida cotidiana. Las palabras son la fuente y el
motivo del desarrollo humano, la conexión con lo real pero también el puente
con lo imaginario; representan, en otras “palabras”, la posibilidad de ser y
hacer.
Y en esta historia nuestra de todos los días se llevan a cabo dos procesos
complementarios, uno detrás de otro y después de forma simultánea: la
oralidad y la escritura, que suceden de la misma forma en el consolidación de
la cultura histórica y en el aprendizaje de cada persona.

La oralidad y el acercamiento a los contextos

La oralidad es una manera privilegiada de mantener una relación estrecha con


el contexto vital, de contactarse con lo inmediato y de transmitir las herencias
culturales. Ésta fue la forma en que se desarrollaron por muchos siglos las
dinámicas de construcción y transmisión del lenguaje.

A través de la oralidad se gestaron las estructuras sociales y las herramientas


de interacción, y hoy que comparte espacios con la escritura, sigue siendo
indispensable dentro de la conformación de las comunidades y de
comunicación; más en el caso de jóvenes y adultos que no saben leer y
escribir.

Por ello debe ser parte integral de la alfabetización, como base y como
generadora, como enlace con el contexto y los intereses, como elemento
didáctico de confianza y reconocimiento para quienes están aprendiendo.

Esta es una de las razones para que las intervenciones en las comunidades
alrededor de la alfabetización se deban orientar al encuentro con los
beneficiarios. No son ellos lo que debe salir de sus comunidades, son las
acciones las que deben entrar a ellas, acercándose de esta manera a sus
contextos vitales, y con ello, a sus oralidades, a esas formas particulares de
ver el mundo, de narrarse dentro de él y de construirse a través de la palabra.

La reescritura de la vida

El lugar vital de las palabras, desde donde se construye el ser humano, se


fortalece en el momento en que aparecen las primeras grafías, en el año 3.500
a. de C. entre los sumerios, en un intento de separar el lenguaje de los
contextos, de hacerlo representativo, superando la memoria de las culturas
orales.

Entonces, como lo plantea Walter Ong en su libro “Oralidad y Escritura”, la


escritura se convierte en una tecnología que reestructura el pensamiento y lo
lleva a un nivel superior, permitiendo procesos fundamentales como la
abstracción, la reflexión, la posibilidad de ampliar la conciencia, de pensar el
mundo y a nosotros mismos más allá de lo concreto.

Saber leer y escribir representa un paso inmensurable para el desarrollo


personal y social. Y ahí es donde se origina la situación que viven las personas
analfabetas: la exclusión de esta posibilidad de crecer como seres humanos,

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potenciando sus habilidades, profundizando en sus conocimientos y en sus
procesos superiores de pensamiento; lo que también causa que queden por
fuera de las acciones propiciadas y realizadas a través de los códigos sociales
establecidos, empobreciendo sus interacciones culturales y entorpeciendo sus
dinámicas cotidianas.

Adquirir las competencias básicas de lectura y escritura, más allá de la


adquisición de las habilidades de construcción y organización de signos para
producir e interpretar textos, es una entrada a la cultura, y con ello, al
fortalecimiento de las herramientas de interacción y de aquellas que permiten
la construcción y reconstrucción permanente de los contextos vitales. En ese
sentido, se complementa el ciclo iniciado por la oralidad: mientras ésta
fortalece la relación con el contexto, la escritura favorece su transformación
para el mejoramiento de la calidad de vida.

Por ello, la alfabetización debe ser considerada como el primer derecho


fundamental, necesario para el ejercicio de una ciudadanía responsable,
productiva y significativa; como medio de comunicación, de conocimiento del
mundo y de las leyes; necesaria para la construcción de una convivencia
significativa, desde el fortalecimiento de la organización interna personal.

La alfabetización es, ante todo, una necesidad prioritaria y una responsabilidad


social de todos, en especial de aquellos que tienen la fortuna de
comprometerse en una acción que pueda llevar a otros a disfrutar de la
maravillosa aventura de la escritura. Esto se reflejará en la posibilidad de
establecer mejores condiciones de vida para las comunidades, las familias y,
por supuesto, para cada uno de los personajes de esta obra en construcción.

Y en ese punto, en el que se inauguran los caminos para alcanzar los sueños,
en el que se reconstruyen los proyectos, las ganas y los asombros, se ratifica
que los temores y las inseguridades de quienes se acercan siendo adultos a la
palabra escrita sólo se combaten, parafraseando a Maurice Sendak, mirando
fijamente a los ojos de aquello que nos atemoriza. Para todos aquellos que así
lo han hecho, la alfabetización se ha convertido en otra manera de existir.

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