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Durante el periodo de la Guerra Fría así como durante otros periodos de guerra
se utilizo el deporte como un escaparate de las naciones. Los Juegos Olímpicos de los
años 1956, 1980 y 1984 son claros ejemplos de cómo se explotaba dicho escaparate.

En estos años la Guerra Fría se encontraba en pleno apogeo los Juegos


Olímpicos habían de servir para proclamar la conformidad o desacuerdo con
determinadas decisiones políticas. De esta forma y con lo significativo de los escenarios
en los que se iban a acoger los juegos que mejor forma que los continuos boicots para
caldear el ambiente y protestar pos la situación. Di versos países renunciaron a
participar en los Juegos Olímpicos de Melbourne de 1956 a fin de expresar su
disconformidad con los hechos de Hungría

Un escenario importante entro en juego con los Juegos celebrados en Moscú,


1980. Estos JJOO quedaron marcados por la decisión del presidente estadounidense
Jimmy Carter de no enviar a sus deportistas
si no se retiraban retiraban de Afganistán
en el plazo de un mes. Aquella decisión
tuvo resonancia en otros países, como la
República Federal de Alemania, Japón,
China, Canadá y Kenia.

La friolera de 38 países no se
presentaron a los JJOO. Otros, como Gran
Bretaña, Italia, Australia o Francia,
participaron desfilando sin su bandera ni su
himno, que sustituyeron por la enseña y el
himno olímpico. Fueron dieciocho los
comités olímpicos nacionales, entre ellos
España, que no desfilaron bajo su bandera,
ni estaba previsto que se escucharan las 6
notas de sus respectivos himnos
nacionales, en el caso de que lograsen
alguna medalla de oro. De estos dieciocho,
quince desfilaron bajo la bandera del COI y
dos, España y Portugal, lo hicieron bajo la bandera olímpica nacional. Australia, por su
parte, desfiló en la ceremonia de apertura bajo la bandera del COI y en la entrega de
medallas con su bandera nacional. Asimismo, diez comités olímpicos no estuvieron
presentes en la ceremonia de apertura.

Desde luego eran muchas las formas de manifestar la posesión de ideas políticas
diferentes, pero estas nunca deberían haber perjudicado a los propios deportistas, que
habían dedicado su esfuerzo y un gran sacrificio a llegar en las mejores condiciones a la
competición olímpica, celebrada cada cuatro años. Pero, las decisiones de los dirigentes
de distintos países, que en muchos casos desconocían el mundo del deporte (aunque se
aprovechasen de su trascendencia mundial) e ignoraban los principios olímpicos, se
superponían a los intereses de los propios deportistas. Hubo casos contradictorios como
el de Gran Bretaña, cuyos deportistas acudieron a Moscú; mientras que, su primera
ministra, Margaret Thatcher ordenó, al personal de la Embajada Británica en Moscú,
que ignorase la Olimpiada y evitase todo contacto con los deportistas británicos. Era
una forma de no perjudicar a sus deportistas, defendiendo sus convicciones políticas.
Hubo otro incidente de carácter político, suscitado por el gobierno
estadounidense, que afectó al normal desarrollo de esta edición de los Juegos
Olímpicos; ya que, la bandera estadounidense debía ondear en la ceremonia de clausura
de los Juegos de Moscú. El protocolo exigía que estuviese presente la bandera del país
que debía organizar la próxima Olimpiada y la de 1984 estaba concedida a Los Ángeles
(Estados Unidos). El problema era que el Gobierno de Washington había indicado tanto
al de Moscú como al COI que no quería ver su bandera aparecer durante estos Juegos.
Este nuevo problema situaba los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984 como una de
las más politizadas de la historia. La solución fue aportada por Juan Antonio Samaranch
que, al objeto de evitar nuevos problemas de índole político, propuso que se izase la
bandera de Los Ángeles, en una interpretación un tanto subjetiva del protocolo
olímpico; pero que resolvió el problema suscitado, con aparente satisfacción de todos
los implicados.

Otro hecho deportivo a destacar en el periodo de Guerra Fría es el partido


disputado en Hamburgo de 1974 entre la República Federal Alemana y la República
Democrática Alemana

Tras la Segunda Guerra Mundial, Alemania quedó dividida en dos entidades


políticas bajo la influencia de las dos superpotencias. Al oeste, la República Federal
Alemana seguía los designios del libre mercado capitalista. Al este, la República
Democrática Alemana formaba el último eslabón del glacis defensivo que la Unión
Soviética había creado en Europa del Este, instaurando allí un sistema comunista.

Aunque la RDA desde el principio empezó a aportar destacadas figuras en


deportes como el atletismo, la gimnasia o la halterofilia, sus clubes de fútbol se vieron
diezmados por la huída de muchos jugadores a AlemaniaOccidental, hasta que la
construcción del muro de Berlín en 1961 cortó de cuajo esta dinámica. Por eso, cuando
ambas Alemanias quedaron emparejadas en el mismo grupo del Mundial de 1974 que
iba a disputarse en la RFA, las apuestas estaban claramente del bando occidental.

Los dos equipos llegaron al encuentro lejos de su mejor forma. Los locales
habían ganado sus dos primeros partidos y tenían la clasificación en el bolsillo, pero
desarrollando un juego
bastante pobre que
provocó el enfado de
los aficionados. Por su
parte los orientales se
habían complicado la
clasificación empatando
con Chile (1-1) tras
superar a Australia (2-
0), por lo que la victoria
era su única esperanza
de pasar a la segunda
fase. Pese al mal juego
de Alemania Federal,
nadie pensaba que los
comunistas iban a vencerle en su cancha y en µsu¶ deporte. Además, el seleccionador
occidental era Helmut Schön. Nacido en el este, se vio obligado a viajar hasta el oeste
en 1950 para desplegar sus teoremas futbolísticos sin trabas en el Hertha de Berlín.

Una gran generación de futbolistas liderada por Beckembauer y Müller, parecía


argumento más que suficiente para vencer con facilidad aquel encuentro, pero desde el
inicio del partido la RDA se agazapó en defensa y los locales se iban estrellando una y
otra vez en la fuerte zaga oriental. El gol no llegaba y el público empezaba a
impacientarse.

Y la impaciencia se tornó en desesperación cuando un pase largo desde el


centro del campo lo aprovechaba Sparwasser para deshacerse de sus marcadores y batir
a Sepp Maier en el minuto 77. Tras el silencio sepulcral en las gradas, empezaron los
silbidos y abucheos. El marcador ya no se movió, con lo que Alemania Oriental ganaba
la batalla de Hamburgo y se clasificaba para segunda ronda.

Un dato un tanto curioso sobre la influencia de la guerra en el deporte es que las


peores batallas se vivieron en el Ajedrez, el 11 de julio de 1972 en un lugar frío y lejano
llamado Reykjavik, en Islandia Robert James Fischer, de Estados Unidos, frente al
campeón mundial, Boris Spassky, de la Unión Soviética, disputaban mucho más que un
título de ajedrez. La Guerra Fría se materializaba en piezas blancas y negras.

Dos meses después, Bobby


Fischer se convertía en el primer
estadounidense en alcanzar el título de
campeón mundial de ajedrez y con su
triunfo rompía una hegemonía de 35
años.

Desde 1937 todos los


campeones de ajedrez habían nacido en
la Unión Soviética: Alekhine (luego
nacionalizado francés), Botvínnik,
Smyslov, Tal, Petrosián Y Spassky.

Otro dato curioso es lo que se bautizo como la diplomacia del ping pong, El 10
de abril de 1971 nueve jugadores estadounidenses, cuatro funcionarios y dos de sus
cónyuges, acompañados por diez periodistas, cruzaron un puente desde Hong Kong
hasta China continental y dieron paso a la era de la "diplomacia del ping-pong". La
aventura de ocho días señaló un deseo común de relajar las viejas tensiones entre
Washington y Pekín.

Ese mismo día, el 14 de abril, Estados Unidos levantó el embargo comercial


contra China, que databa de 20 años. Las relaciones entre Estados Unidos y China se
interrumpieron en octubre de 1949, cuando tropas comunistas a las órdenes de Mao
Zedong derrocaron al gobierno nacionalista del general Chiang Kai-shek. Chiang y su
gobierno se refugiaron en Taiwán y en los veintidós años posteriores a la toma del poder
por los comunistas no se permitió la entrada en China continental de ningún grupo
estadounidense.

Estados Unidos y China ya habían entablado negociaciones entre bastidores a


medida que cada país trataba de mejorar relaciones, ante un trasfondo de agresión
soviética. En 1971, el asesor de Seguridad Nacional Henry A. Kissinger realizó dos
visitas secretas a China para establecer un acercamiento y ese verano, tras la buena
voluntad generada por la diplomacia del ping-pong, el presidente Richard M. Nixon
anunció que él también viajaría a China el año siguiente para iniciar conversaciones
oficiales con la finalidad de normalizar las relaciones entre los dos países.

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