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GRUPO DE CONFIRMACIÓN

“TALITA KUM”

Guía para Animadores


-Con anexo teórico-

Encuentro N°18

Fecha: 26 de marzo de 2011

Temas: Oración: La oración de Jesús. Jesús enseña a orar. El Padre nuestro.


Transfiguración. Adoración al Santísimo

Objetivos:
 Descubrir la oración en sus diferentes aspectos y como base de la
vida Cristiana (1)
 Reflexionar sobre cómo rezaba Jesús y cómo podemos imitarlo.
 Profundizar sobre lo que implica cada frase del “Padre nuestro”
 Conocer lo sucedido en la Transfiguración de Jesús, como muestra de
la gloria de Dios.
 Meditar sobre nuestra oración y como mejorarla
 Entender qué es la Adoración al Santísimo y cuál es su importancia.

Lecturas

Biblia:
- Transfiguración de Jesús (Lc. 9, 28-36)
- Padre Nuestro (Mt. 6, 9-15)
- “Cuando dos o más de ustedes...” (Mt. 18,19-20)
- Orar sin desanimarse (Lc. 18, 1-8)

Catecismo
- La oración en la vida cristiana. Resumen Art. 2590 a 2597
- Jesús ora, enseña a orar, escucha la oración. Art 2599 a 2616
- Tipos de oración. Resumen. Art. 2644 a 2649

Anexo:
- Oración
- Oración de Jesús
- Transfiguración
- Adoración al Santísimo

(1) Explicar las diferentes formas de orar y entender la misa como la oración por
excelencia.
LA ORACIÓN

¿Qué es orar? : Orar es toda forma de acordarnos de Dios. Cuando pensamos en El, en su
inmensidad, en su poder... estamos orando. Cuando le pedimos ayuda a Dios porque estamos
afligidos, necesitados, oprimidos...estamos orando. Cuando le damos gracias por la salud
restablecida, por la lluvia, por el sol...estamos orando. Cuando repetimos, con atención, el Padre
Nuestro o Ave María, estamos orando. Es fácil dirigirle la palabra a Dios. Somos hijos suyos y
naturalmente nos encaminamos hacia El. Pero también es fácil olvidarnos de El cuando todo nos
rueda bien y parece que nos arreglamos solos. También es fácil olvidarse de Dios cuando el
ambiente que nos rodea contradice nuestras aspiraciones religiosas. Sin embargo es de vital
importancia el mantenerse en contacto con Dios.

Necesidad de la oración: Aunque nos resulte trabajoso, sobre todo a los comienzos, es necesario
dirigir diariamente la palabra a Dios. Quien no reza se asemeja a la persona que hace esfuerzos para
dejar de respirar: busca la muerte. La oración es para el alma como la respiración para la vida del
cuerpo. Otra comparación: Si tenemos un ventilador, girará mientras esté conectado a la red de
electricidad y en el momento en que lo desenchufemos, se detendrá. Algo semejante ocurre con
nosotros: tenemos realmente vida plena cuando estamos unidos a Dios y dejamos de vivir, en parte,
cuando cortamos nuestra relación con Dios.

Cristo y la oración: Si leemos el Evangelio nos sorprenderá la cantidad de veces que Jesús invita
a la gente a que haga oración. Ya desde el comienzo de su vida de predicación, Jesús se retira
cuarenta días al desierto para hacer oración y ayuno. Luego, durante todo el tiempo en que se
dedicó a enseñar y curar enfermos, todas las noches se retiraba a hacer oración. Y finalmente es
apresado en el Huerto de los Olivos justo en el lugar donde acostumbraba a hacer oración cuando
estaba en la ciudad de Jerusalén.

¿Cuánto tiempo dedicar a la oración?: ¿Cuánto tiempo le dedicamos a una persona que
queremos? ¿Cuánto tiempo conversamos con los amigos o compañeros?... También tenemos que
dedicarle un tiempo a Jesús. No basta un minuto, no dos, ni tres. ES preciso dedicarle a Dios por lo
menos un cuarto de hora por día, en forma exclusiva. Esos quince minutos que le dediquemos a
Dios, cada día, pueden tener lugar en nuestra casa o cuando nos trasladamos hasta el lugar de
trabajo. No importa el lugar donde recemos ni tampoco la hora. Puede ser de mañana, de tarde o de
noche, lo importante es que nos hagamos el firme propósito de dedicarle, como mínimo, quince
minutos diarios al dueño de todo el Universo y Señor de todos los hombres.

Preparación a la oración: Santa Teresa dice que antes de orar tenemos que dedicar unos instantes
a considerar a quién vamos a hablar, quiénes somos nosotros y qué vamos a decirle o pedirle a Dios.
Tenemos que ubicarnos, mentalmente, en nuestra verdadera estatura junto a Dios: somos muy
pequeños a su lado. Pero, termina Santa Teresa: "Hay que aclarar que nuestro humilde Maestro
escucha a cualquiera que le hable con sinceridad, aunque no sepa expresarse bien y no llegue a
darse entera cuenta de los debidos respetos. En realidad prefiere las entrecortadas palabras de un
humilde obrero, más que los elegantes razonamientos de los sabios y letrados carentes de
humildad."
LA ORACIÓN DE JESÚS

Todo hijo conversa con su padre. Jesús, por supuesto, hablaba con su Padre. Y como la visión que
él tenía de Dios era nueva, su forma de orar tenía que ser también en cierto sentido nueva. La forma
en que Jesús oró dependió en todo de su fe y de su experiencia de Dios. Así nos pasa a todos. Jesús
y sus discípulos pertenecían a un pueblo que sabía orar. Su herencia litúrgica era muy rica. A pesar
de ello, en tiempos de Jesús la oración en muchos casos se había vuelto bastante formularia y estaba
dirigida a un Dios lejano, exigente y alejado de los problemas corrientes de la gente. En este mundo
hace su entrada Jesús con una nueva manera de orar. Veamos la oración de Jesús distinguiendo tres
niveles: la oración litúrgica normal de todo judío piadoso, su oración personal en momentos de
importancia y ciertas oraciones especiales que concentran lo más profundo de su vida.

 La oración litúrgica ordinaria: Jesús tomaba parte normalmente en el culto sabático y oraba
junto con la comunidad (Lc 4,16). Por sus palabras se nota que conocía bien las Escrituras y las
oraciones usadas en su época. En su predicación con frecuencia usaba frases inspiradas en ellas. La
oración de la mesa, antes y después de comer, parece cosa normal para él (Mt 14,19; 15,36; 26,26-
27). Seguramente no hubo día en su vida en el que no observara los tres ratos de oración, según lo
mandaban las costumbres piadosas de la época. Varias veces le vemos participar en las romerías
religiosas. Sin duda alguna él participaba en la oración de su pueblo, pero, como vemos en el
siguiente apartado, supo también denunciar y corregir todo tipo de falsificación de la oración.

 La oración personal: Jesús no se contentó con la herencia litúrgica: su oración rompe los
moldes de las costumbres piadosas de su época. Toda la vida de Jesús se realiza en un clima de
oración. Su vida pública comienza con una oración en el bautismo (Lc 3,21) y un largo retiro de
oración en soledad (Mt 4,1-11). Y termina también con una oración (Mt 27,46; Mc 15,34; Lc
23,46). Jesús aparece orando en los momentos de decisiones históricas importantes, como al elegir a
los doce (Lc 6,12-13), al enseñar el padrenuestro (Lc 11,1), antes de curar al niño epiléptico (Mc
9,29). Ora por personas concretas, por Pedro (Lc 22,32), por los niños (Mc 10,16), por los verdugos
(Lc 23,34). A veces se retiraba de su actividad pública para dedicar largos ratos para conversar con
su Padre. Para ello se le ve irse a un huerto apartado o a un descampado. Allá pasa horas enteras
(Mc 1,35; 6,46; 14,32). E incluso noches enteras (Lc 6,12) "El acostumbraba retirarse a lugares
despoblados para orar" (Lc 5,16). Jesús no se apartaba de la costumbre ambiental solamente en lo
referente a la frecuencia y a la longitud de sus ratos de oración. Las oraciones oficiales de su época
se rezaban en hebreo, idioma que no entendía la gente sencilla. El rezaba en arameo, la lengua del
pueblo, como nuestro guaraní. Ya vimos cómo se dirigía a Dios con la palabra familiar "Abbá". Y
su oración típica, el padrenuestro, se la entrega a la comunidad en su lengua materna, el arameo.
Con eso, Jesús saca a la oración del círculo exclusivo de la liturgia sagrada, y la pone en medio de la
vida.

 Oraciones en momentos decisivos Pocas veces se nos habla en los Evangelios del contenido de
la oración de Jesús. Pero hay dos casos especiales en los que nos vamos a fijar, la oración de acción
de gracias y la oración del huerto, pues reflejan dos momentos importantes en su existencia. Se trata
de una oración expresada por Jesús en un momento decisivo de su actividad. cuenta de ello, Jesús se
alegra y da gracias, aceptando y alabando este designio del Padre, como algo inesperado y
maravilloso. La oración del huerto es en unmomento serio de crisis, pues siente amenazado el
sentido de la totalidad de su vida. Y en este momento decisivo, Jesús va a la oración. Así sucedió ya
en las tentaciones del desierto (Lc 4,1-13), Y vuelve a aparecer en la oración de Jesús en la cruz .
LA TRANSFIGURACIÓN DE JESÚS

El relato de la transfiguración nos cuenta un momento crucial de encuentro revelador de Jesús con
Pedro, Santiago y Juan. Ellos sintieron muy cerca la gloria de Jesús. Jesús se transfiguró delante de
ellos (Mt 17,2) pues su rostro brilló como el sol. Nuestro refrán dice que la cara es el espejo del
alma. Lo que ese rostro revela está en relación con la identidad mesiánica de Jesús, expresada por
Pedro anteriormente (Mt 16,16) al decir «tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente» y está en
relación también con la predicción de su destino recogida en los dos anuncios de su pasión (Mt
16,21; 17,22-23) que enmarcan la transfiguración. El blanco brillante de la luz pertenece al lenguaje
apocalíptico y significa la pertenencia al mundo divino (Dn 7,9; Ap 1,14; 2,17) El diálogo de Jesús
con Moisés y Elías resalta la importancia de Jesús. Moisés era el guía liberador del pueblo de la
esclavitud de Egipto y mediador de la ley de Dios. Elías era el profeta que ha reconducido al pueblo
desde el culto idolátrico a Baal al culto del Dios verdadero. Uno y otro han sufrido el rechazo y la
persecución, lo mismo que Jesús. Según la tradición judía, ambos personajes fueron arrebatados al
cielo. Al estar hablando con ellos Jesús, se expresa que éste está al nivel de la gloria celestial. Jesús
es la plenitud de la ley y los profetas.

A los discípulos que hablan con Jesús la nube también luminosa los cubrió (Éx 24,16). Ellos están
envueltos en la teofanía que revela que Jesús es el Hijo amado de Dios. Recurriendo al Dt 18,15 se
subraya la necesidad de escuchar a Jesús. El miedo provocado en los discípulos es la reacción
normal de las escenas de revelación en el AT. Pero las palabras de Jesús a sus discípulos son
propias de un oráculo de salvación: «No temáis» (cf. Mt 28,5.10). San Pablo desde la cárcel exhorta
a Timoteo: «Sufre conmigo por el Evangelio, con la fuerza de Dios. El nos salvó y nos llamó a una
vida consagrada [...] Jesús ha aniquilado la muerte e iluminado la vida inmortal por medio del
Evangelio» (Tim 1, 8b-10). El Evangelio es el instrumento de transfiguración de la vida del apóstol
y el sufrimiento por el Evangelio una seña de identidad del discípulo. Lo que realmente transfigura
al hombre revistiéndolo de gloria es escuchar la palabra de Dios, es concentrar nuestra atención sólo
en Jesús, es contactar con Jesús que nos resucita en medio de los temores de la vida y es
comprender el destino del Hijo del Hombre en la Pasión.

Podría parecer que la transfiguración es un acontecimiento exclusivo de Jesús, pero no es así, pues
lo que en Jesús es una realidad que revela su identidad divina y su destino mesiánico de gloria que
pasa por la Pasión hasta la cruz, en los creyentes es una realidad dinámica de transformación
continua del ser para vivir como hijos de Dios. Pablo exhorta a los cristianos a no amoldarse a los
criterios de este mundo sino a transformar la vida con la renovación de nuestra mente, por la entrega
de la vida, como único sacrificio agradable a Dios (Rm 12,2). Los creyentes nos vamos
transfigurando en imagen de Dios por obra del Espíritu (2 Cor 3,18) Siempre es el mismo verbo:
Transfigurar En el salmo 50 invocamos al Espíritu: «Renuévame por dentro con Espíritu firme, no
me quites tu santo espíritu, afiánzame con espíritu generoso», para que en nosotros se realice la
transfiguración de nuestra mente y de nuestro espíritu, quebrantado y humillado, mediante la
configuración de la nueva personalidad con Cristo, especialmente a través del amor a los rostros
más desfigurados del mundo. Dejemos que nuestra cara sea también el espejo de un alma
transfigurada y trastocada por la gloria de Jesús.
LA ADORACIÓN AL SANTÍSIMO

¿Qué es Adoración? Alabar es hablar bien de alguien, expresar admiración por alguien, hacer
cumplidos, recomendar, felicitar, aplaudir, elogiar.

Adorar es expresar reverencia, tener un sentimiento de temor, inclinarse delante del objeto de
adoración, rendir homenaje.

La adoración es la forma más elevada de alabanza. Por lo general, empezamos a alabar y acabamos
adorando.

La palabra adoración se deriva de una palabra del inglés antiguo que significa "reconocer el valor o
dignidad de" y "reaccionar de manera apropiada ante", tal dignidad.

1. Una Actitud: Adorar es primero que nada una actitud del corazón. Es la ocupación reverente del
corazón humano hacia su Creador. Una meditación profunda sobre la grandeza y la dignidad de
Dios. Es saborear la admiración que sentimos hacia Dios. Es una sensación interna de temor y
respeto hacia el Todopoderoso.

2. Un Fluir: es un FLUIR de esos pensamientos y emociones que fluyen espontáneamente. No


tienen que ser impulsados ni forzados.

3. Un Derramamiento: es el DERRAMAMIENTO del alma en profundas expresiones de


reverencia, temor, maravilla y adoración.

¿Qué significado tiene esta expresión de piedad popular y qué importancia tiene para
nosotros, los católicos?

En la Última Cena, Jesús convirtió el pan y el vino en su cuerpo y su sangre, y les pidió a sus
discípulos: “hagan esto en conmemoración mía”. Cuando los católicos participamos en este sagrado
misterio, y respondemos “amén”, cuando se nos da a comer el pan y a tomar el vino en la Eucaristía,
profesamos nuestra firme creencia de que estamos recibiendo el cuerpo, la sangre, el alma y la
divinidad de Jesucristo, no un símbolo.

La Adoración Eucarística tiene lugar cuando el Santísimo Sacramento –una hostia consagrada se
expone en una posición de honor para alabarlo y adorarlo. La hostia se guarda en un receptáculo
llamado custodia y se expone sobre el altar, donde todos puedan concentrarse en la presencia de
Cristo al rezarle. Al honrar y alabar al Santísimo, los fieles reciben gracia, misericordia y caridad.

La Adoración al Santísimo, es reconocer que Dios Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, es el
único Dios, es reconocerle como Ser Supremo, Creador, Salvador y Señor de todo. Este acto es
similar a la adoración que hicieran los pastores o los reyes magos al niño Jesús. Es ofrecernos en
cuerpo, mente y alma a su voluntad, a su proyecto y Plan de amor para la humanidad. Es un
momento de encuentro personal o comunitario, donde nos encontramos frente a Él y en profunda
oración agradecemos su bondad, su amor, su infinita misericordia; por ello le ofrecemos los dones
que nos ha dado para ser utilizados de acuerdo a su voluntad en la venida de su Reino desde los más
humildes; y le pedimos nos permanezca firmes en este caminar junto a nuestros seres queridos y a
sus pastores en la tierra.

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