Você está na página 1de 4

1

Escrito por Maite Filippi


“Comprender y transformar la enseñanza”
Sacristán y Pérez Gómez

Las funciones sociales de la escuela: de la reproducción a la reconstrucción


crítica del conocimiento y la experiencia.

1- Educación y socialización

La configuración social de la especie es un factor decisivo tanto de la


hominización como de la humanización del hombre. En tal sentido, la escuela cumple
una ineludible función socializadora. Puesto que las disposiciones adaptativas de la
especie al medio no se fijan ni biológica ni genéticamente, los grupos humanos ponen
en marcha mecanismos y sistemas externos de transmisión para garantizar la
pervivencia de las conquistas históricas en las nuevas generaciones. A este proceso de
adquisición de las conquistas sociales, es decir, a este proceso de socialización, se lo
suele denominar proceso educativo.
Con las grandes deficiencias del mundo respecto del gran desarrollo histórico de
las comunidades, la complejización de las estructuras, la diversificación de las
funciones y tareas cotidianas, los procesos de socialización directa, como la familia y
los grupos de iguales, se vuelven insuficientes. Frente a ello surgen distintas formas de
especialización en el proceso de educación o socialización secundaria: tutor, preceptor,
academia, escuela laica, etc.
Ahora bien, el proceso de socialización de las nuevas generaciones no es tan
simple. La tendencia conservadora lógica de toda comunidad a reproducir valores,
comportamientos, ideas, instituciones y relaciones que han sido útiles para la
supervivencia del grupo humano, choca con otra tendencia también lógica, la del
cambio, la de modificar los caracteres de dicha formación social que se muestren
desfavorables para algunos de sus miembros.

2- Carácter plural y complejo de socialización en la escuela

Podemos hablar de dos objetivos o funciones del proceso de socialización en la


escuela:
La incorporación futura en el mundo del trabajo; y la intervención futura en la
vida pública.
Con respecto a la primera, parece claro para la mayoría de los autores y
corrientes que el objetivo básico de la socialización en la escuela es preparar a los
alumnos para su incorporación futura en el mundo del trabajo. El problema surge
cuando nos cuestionamos: ¿cómo se realiza tal proceso?, ¿qué consecuencias tiene para
proveer la igualdad de oportunidades o la movilidad social?, ¿cómo reproduce o
reafirma las diferencias sociales de los individuos y grupos?
No es, pues, fácil definir dicho procedimiento en sociedades postindustriales
donde existen diferentes puestos de trabajo autónomos y asalariados, y en donde el
desarrollo económico requiere de grandes cambios. Por lo tanto, no sólo se requiere del
desarrollo de ideas, conocimientos, destrezas y capacidades formales, sino también de
una formación de disposiciones, actitudes, intereses y pautas de comportamiento capaz
de adecuarse a las exigencias de los puestos de trabajo y a sus formas de organización.
2

La segunda función es la formación del ciudadano para su intervención en la


vida pública. Pero sucede que esta preparación en sociedades democráticas en cuanto a
la esfera política, y gobernadas por la ley del mercado en la esfera económica, comporta
notables contradicciones que marcan a las sociedades desarrolladas. El mundo de la
economía requiere exigencias diferentes a las demandadas por la esfera política, en
sociedades formalmente democráticas donde todos los individuos son, por derecho,
iguales ante la ley y las instituciones. En la esfera económica lo que prima no son los
derechos humanos, sino los de la propiedad.
La escuela se enfrenta, entonces, a demandas contradictorias para el proceso de
socialización. Las exigencias para una eficaz incorporación al mundo civil son
requerimientos muy distintos a los necesarios para la incorporación sumisa y
disciplinada del mundo laboral.
Ocurre que en el trasfondo común de tales exigencias tan dispares, descansa una
ideología flexible, laxa y ecléctica, que asume y acepta la disociación de ámbitos, y que
se justifica apelando a la fuerza para la aceptación de lo que existe, de statu quo. De este
modo, se terminan aceptando las características de una sociedad desigual y
discriminatoria, resultados inevitables de las diferencias individuales en cuanto a las
capacidades y esfuerzos que se valoran en la escuela. Ésta termina legitimando el orden
existente y se convierte en válvula de escape de las contradicciones y desajustes
sociales. Este proceso va minando las posibilidades de los más desfavorecidos social y
económicamente, en un medio que alienta la competitividad en detrimento de la
solidaridad desde los primeros momentos del aprendizaje escolar.

3- Los mecanismos de socialización en la escuela

Se suele describir el proceso de socialización de las nuevas generaciones llevado


a cabo en la escuela como un proceso de inculcación y adoctrinamiento ideológico. En
este sentido, la escuela, cumple la función de imponer la ideología dominante mediante
ideas y mensajes, la selección y organización del aprendizaje, etc. Los alumnos,
asimilando los contenidos del curriculum, terminan configurando sus ideas y
representaciones subjetivas conforme a la aceptación del orden real como algo natural,
conveniente e inevitable. Pero los alumnos no sólo aprenden teorías, disposiciones y
conductas a través del currículum, sino también como consecuencia de sus interacciones
sociales establecidas en el centro y en el aula. El contenido curricular suele, por ello,
convertirse en un aprendizaje académico para pasar los exámenes y luego olvidarse;
mientras que el aprendizaje obtenido por la interacción social, extiende su valor aún más
allá del marco escolar.
Por lo tanto, para el análisis y la comprensión de los mecanismos de
socialización en la escuela, se requiere del estudio de las fuentes y factores tanto
académicos como sociales que influyen en la configuración del pensamiento y de las
acciones de los alumnos. Ambos componentes están íntimamente ligados. En este
sentido, algunos aspectos del desarrollo del curriculum son muy importantes para
entender tales mecanismos. Algunos de ellos son: la selección y organización de los
contenidos; el modo y el sentido de la organización de tareas académicas; ordenamiento
del espacio y del tiempo en el aula y el centro; formas y estrategias de valoración de las
actividades; mecanismos de distribución de recompensas para la motivación extrínseca,
la competencia y la colaboración, etc.

4- Contradicciones en el proceso de socialización en la escuela


3

El proceso de socialización entendido como reproducción de la cultura


dominante con miras a la preparación de las generaciones jóvenes para el mundo del
trabajo y civil, no es un proceso lineal ni mecánico, sino que está lleno de
contradicciones y resistencias tanto individuales como grupales.
En primer lugar, la vida del aula puede describirse como un escenario vivo de
interacciones donde se intercambian diferentes ideas, valores e intereses, a menudo
enfrentados. Según Fernández Enguita, la escuela es un escenario de conflictos
permanentes, resultado de un proceso de negociación informal entre lo que el profesor o
la institución quieren que los alumnos hagan y lo que éstos están dispuestos a hacer.
El profesor cree gobernar la vida del aula ignorando la riqueza de los
intercambios comunes y latentes que se dan en ella. De este modo, los alumnos crean
sus propias estructuras culturales y las utilizan para defenderse de las imposiciones de la
escuela. De esto se deduce que en la escuela, como en cualquier institución social
surcada de diferentes intereses, existen espacios relativamente autónomos que tienden a
desequilibrar la tendencia a la reproducción del statu quo.
En segundo lugar, el proceso como preparación para el mundo del trabajo
encuentra fisuras referidas a las características plurales y contradictorias entre los
diferentes ámbitos del mercado del trabajo. La escuela homogénea en su estructura,
propósitos y funcionamiento, difícilmente puede provocar el desarrollo de ideas,
actitudes y pautas de conducta tan diferenciadas para satisfacer las exigencias del
mundo tanto del trabajo burocrático (disciplina, sumisión, estandarización), como las
del trabajo autónomo (iniciativa, riesgo, diferenciación).
En tercer lugar, la correspondencia de la socialización escolar con las exigencias
del ámbito laboral, dificultan la relación con las demandas de otras esferas de la vida
social, como la vida política, la esfera del consumo y la de las relaciones sociales en
sociedades democráticas. Pues, mediante la transmisión ideológica, el alumno empieza
a interiorizar ideas y conductas que se corresponden con la aceptación de un mundo
disociado entre el derecho y la realidad fáctica.
Así, bajo la idea de la igualdad de oportunidades, la escuela desarrolla un
proceso de clasificación, exclusión de las minorías y de ubicación diferenciada para el
mundo del trabajo y de la participación social.

5- Socialización y humanización: la función educativa de la escuela

La función educativa de la escuela desborda la función de reproducción de la


cultura dominante. En la escuela tiene lugar la misma tensión dialéctica que aparece en
cualquier formación social: la tendencia de reproducción del statu quo (proceso de
socialización) y la tendencia al cambio para el enriquecimiento de la condición humana
(proceso de humanización).
Esta función se apoya en el conocimiento público (la ciencia, la filosofía, el
aarte, la cultura, etc.) para provocar el desarrollo del conocimiento privado de cada
alumno. Este conocimiento es una poderosa herramienta que permite analizar y
comprender las características y consecuencias del proceso de socialización reproductor.
Es decir, que permite identificarlo y desenmascararlo mediante un debate público y
abierto.
La función educativa en la sociedad postindustrial, debe concretarse en dos ejes
de intervención complementarios: a- mediante la organización del desarrollo de la
función compensatoria de las desigualdades, a través de la atención y el respeto a la
4

diversidad; b- facilitando la reconstrucción del conocimiento y de la experiencia que el


alumno asimila en su vida anterior y paralela a la escuela.

a- Desarrollo radical de la función compensatoria

Con el objetivo de lograr una política que permita compensar las consecuencias
individuales de la desigualdad social, debe sustituirse la lógica de la homogeneidad por
una lógica de la diversidad. Esta función compensatoria debe llevarse a cabo con un
modelo didáctico flexible y plural que permita que el acceso a la cultura pública se
acomode a los intereses, ritmos, motivaciones y capacidades de quienes se encuentran
más distantes de los códigos y características en que se expresa.
La función compensatoria requiere de una lógica de diversidad pedagógica
dentro del marco de una escuela comprensiva y común para todos. Es necesario, para
ello, trabajar con cada alumno desde su situación real, y no desde el nivel homogéneo
de la supuesta mayoría, respetando los ritmos de cada individuo para asegurar la
formación del ciudadano, el desarrollo cognitivo, actitudinal y conductual.
El reto de la escuela contemporánea ha de ser paliar los efectos de la desigualdad
y preparar a cada individuo para luchar y defenderse en el escenario social. Por otra
parte, es preciso, para una sociedad verdaderamente democrática, fomentar la pluralidad
de las formas de vivir, pensar y sentir, estimulando el pluralismo como expresión
genuina de la riqueza de una comunidad humana y de la tolerancia social.

b- La reconstrucción del conocimiento y la experiencia

El otro objetivo de la tarea educativa es provocar la reconstrucción de


conocimientos, actitudes y pautas de conducta que los alumnos asimilan en prácticas
sociales de su vida previa y paralela a la escuela. Para ello es preciso tener en cuenta la
importancia de los medios de comunicación masiva en las sociedades actuales, que
ofrecen múltiples informaciones de los más variados ámbitos de la realidad.
Sin embargo, tanto el mundo de las relaciones sociales como la esfera de los
medios de comunicación, cumplen una función más cercana a la reproducción de la
cultura dominante, que la reelaboración crítica y reflexiva de la misma. Por ello, la
función educativa debe orientarse a provocar la organización racional de la información
fragmentada recibida y la reconstrucción de preconcepciones acríticas. Es preciso, para
su cumplimiento, transformar la vida del aula y de la escuela de modo tal que en ellas
puedan vivenciarse prácticas sociales que induzcan a la solidaridad, la colaboración, la
experimentación compartida, y relaciones que estimulen la búsqueda, el contraste, la
crítica, la iniciativa y la creación.

Você também pode gostar