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Introducción
Año 1776; la Independencia de los Estados Unidos, año 1969; llegada del hombre a la
luna. Alguien hubiese pensado por aquel último cuarto del siglo XVIII que el hombre
pisaría la luna, y menos en relativamente tan escasa cantidad de años para tan magna
hazaña.
Hasta hace muy pocos años ubicar y comunicarse con una persona era complejo, difícil,
hoy la telefonía celular ha conformado una red de tal magnitud que es posible
comunicarse al instante con cualquiera en cualquier lugar del mundo.
El mundo cambia, y cada vez con mayor rapidez. Cómo bien hizo mención el
investigador Ricardo Ferrero haciendo alusión a “Alicia en el país de las maravillas”:
“Hay que correr muchísimo para quedarse en el mismo lugar. Si quieres llegar a algún
lado, deberás correr el doble”.
Sólo basta como una última mención, recordar donde estaba la República Popular China
hace treinta años atrás, y donde lo está hoy en materia tecnológica, económica y
productiva. Otro tanto podemos decir de los cambios acaecidos en igual lapso en lo que
fuera la URSS. Alguien hubiere pensado en empresarios chinos comprando la unidad de
negocios de IBM para la fabricación de computadoras personales (PC), o en la
disolución del bloque soviético y la conformación de una Bolsa de Valores nada menos
que en Moscú.
El mundo avanza y cambia muy rápidamente, y cada vez con mayor aceleración. De tal
forma que los países, empresas y personas que no puedan acomodarse a los cambios
quedarán irremediablemente fuera de carrera y de contexto. Muchas profesiones,
industrias, trabajos, productos y servicios que existían hace veinte años atrás hoy ya no
existen. Cada cinco años los conocimientos se anticuan y son reemplazados por nuevos
conceptos. Dormirse, significa llegar a despertar en un mundo al cual no se va a
reconocer.
Qué ocurre en las empresas ante los sucesos relatados, es lo que ahora nos cabe
preguntarnos? Sólo, basta ver que empresas de primer nivel han reducido recientemente
y en poco tiempo sus plazos de diseño y desarrollo de productos de 60 ó 48 meses a tan
sólo 10, para darnos cuenta de la magnitud de los cambios acaecidos. Ello da lugar a
ciclos de vida de productos cada vez más breves, razón por la cual las empresas carentes
de flexibilidad y capacidad de respuesta están y estarán siendo marginadas de los
nuevos procesos productivos. Nunca como ahora es tan cierto que el tiempo vale oro.
Vivimos una era de nuevas especulaciones, de ventanas abiertas aunque las puertas
todavía permanezcan cerradas. No debemos volver la espalda al futuro, queriendo que
las cosas continúen como han sido hasta ahora, necesitamos enfrentarnos a una realidad
cambiante.
Sí se contempla una gráfica que compara la velocidad para viajar en distintas épocas de
la humanidad veremos al inicio cual era esa velocidad 500 años antes de Cristo y luego
la correspondiente a los sucesivos períodos, en ella se observará un muy leve aumento,
casi insignificante, pero en los últimos cinco centímetros la línea empieza a crecer
súbitamente. Cuando los transportes por caballos fueron superados por el tren a vapor,
éste fue superado por los automóviles, éstos fueron a su vez superados por los aviones y
éstos últimos por los cohetes. A su vez cada sistema de transporte mecánico fue
superándose así mismo. El cambio rápido se acomoda muy bien al esquema de “más,
sólo que mejor”. Algo mucho más potente está tomando lugar en materia de
comunicaciones e informática, donde la información es transmitida cada vez más
rápidamente y los datos son procesados en fracciones de tiempo cada vez menores.
Al compás de los cambios tecnológicos la vida se ha hecho más veloz para los
individuos, quienes esperan también respuestas más rápidas. Viajes más rápidos,
atención más rápida, servicios más rápidos, información más rápida, comunicación más
rápida, todo más rápido. Ya nadie está dispuesto a esperar más tiempo de lo que
considera aceptable.
Es en este nuevo contexto donde la creatividad y la innovación toman una nueva forma
y se convierten en bases fundamentales del cambio y de la competitividad de las
empresas. En un mundo donde todo tiende a imitarse rápidamente, los creativos,
generadores de innovación en materia de procesos, productos y servicios, serán los que
saquen ventajas. Así, la suma de ventajas acumulativas es la nueva consigna en
materia estratégica.
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De éstas dos primeras secciones llegamos a la conclusión de que el tiempo vale cada día
más, y por lo tanto debe ser aprovechado al máximo. De que forma? Generando la
mayor cantidad de innovaciones en la menor cantidad de tiempo, de manera tal de
alejarse de la competencia.
Estos productos diferentes son “de alto valor agregado y lo que agrega valor es el
ingenio y el conocimiento”. Es decir, son innovaciones.
Creatividad
Para muchos la creatividad se refiere a la manera de pensar que tiene la gente, o sea a la
mayor o menor inventiva con que enfocan los problemas. Pero pensar imaginativamente
es sólo una parte de la creatividad, pues para que ella tenga lugar se necesita además
pericia y motivación. Así pues, la creatividad es el resultado de combinar tres
elementos, la capacidad de pensar creativamente sumado a la pericia y la motivación.
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La pericia comprende todo lo que una persona sabe y puede hacer en el campo más
amplio de su trabajo. La pericia constituye lo que el economista y psicólogo Herbert
Simon denomina la “red de posibles desplazamientos”, el espacio intelectual que utiliza
para explorar y solucionar problemas. Cuanto mayor sea este espacio, mejor.
El pensamiento creativo se refiere a cómo las personas enfocan los problemas y sus
soluciones, su capacidad para reunir las ideas existentes formando nuevas y especiales
combinaciones. La capacidad en sí depende en gran medida de la personalidad así como
de la manera de pensar y de trabajar de la persona. Su creatividad se verá incrementada
si combina en su razonamiento conocimientos de campos aparentemente dispares.
La pericia y el pensamiento creativo son materias primas de cada individuo; sus propios
recursos naturales, pero hay un tercer factor que determina lo que hace realmente la
gente, y ese factor es la motivación.
• Reto: De todas las cosas que los directores pueden hacer para estimular la
creatividad, una de las más eficaces consiste en asignar a cada persona el
cometido idóneo para ella. Los directores pueden asignar a cada persona trabajos
que encajen con su pericia y su capacidad de pensamiento creativo y que
fomenten la motivación intrínseca. Las compaginaciones perfectas amplían las
capacidades de los empleados, pero la magnitud de esa ampliación es crucial: no
tan pequeña que se sientan aburridos pero tampoco tan grandes que se sientan
abrumados y amenazados por una pérdida de control.
Las lecciones que dejan los resultados obtenidos por las empresas de alta
competitividad es que fomentar la creatividad es algo que está en manos de los
directivos. La creatividad requiere que los directivos cambien radicalmente su forma de
conformar los grupos de trabajo e interactuar con ellos. Ello implica un cambio de la
cultura organizacional, lo cual genera importantes recompensas.
Los riesgos de no hacerlo puede ser todavía mayores. Cuando se mata la creatividad,
una organización pierde una poderosa arma competitiva: la nuevas ideas. Perdiendo al
mismo tiempo la energía y el compromiso de su gente.
Innovación
La innovación suele definirse como una idea o grupo de ideas, transformadas en algún
producto o proceso, vendido o usado. Otra definición más rigurosa dice que la
innovación es el proceso que va desde un conocimiento hasta un producto en el
mercado.
El gran objetivo es generar innovaciones que logren crear ventajas competitivas, para lo
cual es menester percibir aquellas oportunidades de mercado totalmente nuevas, o bien
servir a un sector de mercado del que otras organizaciones han hecho caso omiso.
Cuando los competidores responden con lentitud, tal innovación proporciona una
ventaja competitiva. Una innovación debe aspirar al liderazgo desde el principio, de lo
contrario es poco probable que sea suficientemente innovadora. “Quien no utiliza
nuevos remedios debe esperar nuevos males; pues el tiempo es el mayor innovador”.
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Existen, por supuesto, innovaciones que surgen de una inspiración genial. Sin embargo,
la mayoría de las innovaciones y, en especial, las que tienen éxito, resultan de una
búsqueda consciente e intencionada de oportunidades de innovar, que tan sólo se hallan
en una cuantas situaciones.
Pensamiento al revés
A la larga, en la perspectiva de la historia, como bien acota Charles Handy, parece ser
que la gente realmente influyente en los últimos 100 años no han sido Hitler, Churchill,
Stalin o Gorbachev, sino Freud, Keynes y Einstein, hombres que no modificaron nada
excepto nuestra forma de pensar, pero que con ello han cambiado todo. El pensamiento
creativo al revés de tales personas es la premisa fundamental de éste trabajo. Nuevas
formas de pensar acerca de cosas familiares pueden liberar nuevas energías y hacer
posible todo género de cosas. El pensamiento al revés no cambia nada salvo la manera
en que pensamos, lo cual puede constituir una diferencia gigantesca.
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La resistencia al cambio
En el arte y la ciencia, el innovador sólo tiene que persuadir a una persona: a sí mismo.
Cambiar de opinión tiene su parte de tensiones. En cuestiones de creencias, como decía
William James, todos somos sumamente conservadores y sólo bajo presión
abandonamos viejas opiniones. Pero la innovación en una empresa se enfrenta con una
ardua tarea: el innovador debe persuadir a otros de que cambien sus opiniones y/o sus
manera de ver las cosas.
El beneficiarse del viejo orden adopta formas mucho más serias que hacer dinero con él.
Los intereses creados son variables. Pueden ser personales: dedicar una mente y una
carrera en un sistema particular de creencias. Pueden ser institucionales: las ideas
encarnadas en instituciones se vuelven especialmente difíciles de abandonar. Pueden ser
sociales: la entrega a un sistema de creencias que protege el poder de un grupo o clase.
Cualesquiera que sean sus formas, los intereses creados rechazan las líneas de
pensamiento que son inquietantes para la persona, la disciplina, la institución o los
arreglos de poder existentes.
El famoso economista austriaco Joseph Schumpeter nos dice que toda medida contra la
rutina despierta dudas. El individuo que deja de lado los canales establecidos carece de
datos persuasivos para justificar el desafío a las reglas. Mientras antes el precedente
había proporcionado la guía autorizada, ahora el éxito de todo depende de la intuición,
la capacidad de ver cosas de un modo que luego resulta verdadero, aunque no pueda
demostrarse en el momento, y de captar el hecho esencial descartando el que no lo es,
aunque uno no pueda dar ninguna explicación de los principios con arreglo a los cuales
se hace. Pocos están dispuestos a abandonar suposiciones a las que se adhiere por
adoptar riesgos admitidos.
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Schumpeter también subraya la venganza que se toma el entorno social contra aquellos
que quieren hacer algo nuevo. Todo grupo se resiente ante la herejía por parte de sus
miembros. En cuestiones económicas y empresariales, esta resistencia se manifiesta ante
todo en los grupos amenazados por la innovación, luego en la dificultad para ganar
consumidores.
En la gestión del cambio lo que más pesa no son las limitaciones materiales, sino
mentales. Como bien se ha dicho “no hay nada más difícil de abrir que una mente
cerrada”.
Conclusiones
No podemos mirar hacia el futuro como una continuación del pasado. Las cosas que nos
llevaron a donde hoy estamos no nos van a ayudar a mantenernos allí. Pero, por otra
parte, sin no sabemos de dónde venimos nos será difícil poder avanzar.
C. K. Prahalad nos expone que lo que hace que una compañía sobreviva durante mucho
tiempo es su habilidad para cambiar. Siendo el cambio algo inevitable para mantener la
continuidad. Si la continuidad es necesaria en la sociedad, entonces el cambio es un
prerrequisito; si no cambiamos, morimos.
En esencia, competir por el futuro significa mantener una continuidad asegurando que la
compañía esté constantemente creando nuevas fuentes de utilidades. Ello requiere el
compromiso de crear nuevos negocios y nuevos productos.
Las empresas van a tener que empezar a desaprender mucho de su pasado. No es fácil
desaprender u olvidar el pasado, pero deberán hacerlo. Si las empresas quieren escapar
de la atracción gravitacional del pasado, tienen que estar dispuestas a cuestionar sus
propias ortodoxias, regenerar sus estrategias básicas y volver a replantear sus supuestos
más fundamentales sobre cómo van a competir.
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Las empresas competitivas están siempre mirando hacia delante y no hacia atrás.
Continuamente cambian las reglas de competición en vez de seguir las reglas ya
establecidas. Definen nuevas maneras de hacer negocios, son pioneras en concepto de
nuevos productos, construyen nuevas habilidades básicas, crean nuevos mercados,
establecen nuevos estándares y cuestionan sus propios supuestos.
Llegar donde otros han llegado es necesario para continuar en el juego, pero para
triunfar será menester poseer la habilidad de crear fundamentalmente nuevos juegos.
Así pues los que tengan éxito tendrán ventajas únicas en el siglo XXI porque dominarán
la imaginación, el espíritu y la inteligencia de las personas de una forma que ninguna
organización tradicional nunca antes pudo lograr.
Bibliografía
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