ADORACION APASIONADA adoración dirige los corazones a Dios a la vez que extiende las
manos hacia otras personas.
Las personas se reúnen conscientemente como el Cuerpo de
Cristo con deseo y esperanza; se encuentran con Cristo a través de
los cánticos, oraciones, las Escrituras, la predicación y la Santa Cena,
y responden al permitir que el Espíritu de Dios forme sus vidas.
Las personas buscan una adoración que es auténtica, viva,
creativa y fácil de comprender, donde puedan experimentar la
presencia de Dios que cambia vidas. La adoración describe esos
momentos en los que nos reunimos deliberadamente para
encontrarnos con Cristo en Dios. Cultivamos nuestra relación con
Dios y con las demás personas. No procuramos forzar a Dios en
nuestras vidas; buscamos incorporar nuestras vidas en la de Dios.
Dios utiliza la adoración para transformar vidas, sanar almas
heridas, renovar la esperanza, motivar decisiones, provocar cambio,
inspirar compasión, y un unir de las personas entre sí. Dios por
medio de Cristo busca activamente relacionarse con nosotros(as) a
través de la adoración.
Desde los registros más antiguos de la fe, las personas se han
reunido para cantar, orar, escuchar la Palabra y compartir una
comida sencilla. La adoración da aliento de vida a la comunidad de
seguidores de Cristo, forma identidad, y proporciona el lugar de
aprendizaje común para la fe y para escuchar a Dios. Las personas
expresan su amor a Dios, le sirven y experimentan el amor y la
gracia de Dios dados gratuitamente. La adoración forma
comunidades, moldea almas, corrige el interés propio y vincula a las
personas unas con otras y todos con Dios. La adoración define lo
que es ser pueblo de Dios.
En la adoración, las personas practican el más grande
mandamiento que Jesús nos enseno: “Amaras al Señor tu Dios con
todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu
mente; y a tu prójimo como a ti mismo(a).” (Lucas 10:27) La
A través de la adoración, Dios perdona pecados, restaura
relaciones y cambia vidas. La adoración es el ambiente más propicio
para experimentar una renovada relación con Dios; a ésto le
llamamos “justificación”, en la cual la persona se ha dado cuenta de
ha sido perdonada, amada y aceptada por Dios.
La adoración es el ambiente óptimo de la iglesia para la
conversión, sea esta rápida, dramática, memorable, o marcada por
pequeños cambios que se dan gradualmente. Dios espera que las
vidas de las personas se transformen; podemos notarlo porque
cuando salimos de la experiencia de la adoración, usualmente
decimos que somos o nos sentimos diferentes. Podríamos decir que
cada domingo se transforma en una pequeña “Semana Santa”, donde
entre otras cosas, practicamos y experimentamos la resurrección de
nuestras almas.
Estas definiciones describen la adoración en comunidad, un
tiempo delante de Dios junto a otras personas. Sigue un patrón
específico en cuanto a estructura, palabras, acciones, ritmo y
movimiento. La adoración también incluye devociones privadas,
oraciones personales, meditación y lectura de las Escrituras. Ambas,
la adoración comunitaria y la devoción privada, dependen una de la
otra; se complementan y refuerzan una a la otra.
La adoración cambia mentes, abre corazones, equipa y
anima, cambia comportamientos. En cada experiencia de adoración
apelamos al intelecto y al corazón: el intelecto porque aprendemos el
contenido y la práctica de la fe, de Dios, de Jesús y Su Gracia; al
corazón porque llegamos a la intimidad del ser humano para que
experimente la misericordia, la esperanza y el perdón, y sienta el
Espíritu de Dios obrando y transformando.
La adoración es un ejercicio de fe, es una práctica voluntaria
e intencional, es el lenguaje con el que se entienden y se conectan el
Espíritu de Dios y nuestras almas.