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Se trata del general Ricardo Antonio Vargas Briceño, quien gracias a los buenos
oficios de su nodriza no salió en la infame expulsión del 29 de octubre de 2008 cuando
el ministro camarada Juan Manuel, los generales Fredy Padilla de León y Suárez
Bustamante, junto al guerrillero Carlos Franco (quien actuaba como Director de
Derechos Humanos), empezaron a hacer rodar el maquiavélico plan comunista para
desmoralizar las tropas que, para entonces, asestaban duros golpes a la
narcoguerrilla.
La idea original era expulsar 29 oficiales el día 29 de octubre. Por alguna extraña
superstición numerológica, la orden era hacer coincidir el número de destituidos con la
fecha de la destitución. Así que repartieron la tarea entre algunos oficiales afines a
Padilla y La Machaca, diciéndoles que escogieran a los sacrificados, o que miraran ³a
dedo´, entre los oficiales con más resultados para darlos de baja.
Para quienes conocen el mecanismo de ascensos y bajas del servicio, es muy extraño
±por no decir ilegal- el procedimiento con el que se actuó. Cualquier ascenso y baja
necesita, como requisito insustituible, ser discutido en una ³Junta Asesora de
Generales y almirantes´ compuesta por todos los generales y almirantes que se
encuentren en Bogotá para el momento de ser convocada la Junta. Y ésta debía ser
presidida por el Comandante general Fredy Padilla de León.
Pero no fue así. A las pretensiones del combito de Santos, Padilla, Carlos Franco, la
Machaca y Sergio Jaramillo, les salió al paso el nombramiento del general Oscar
González como reemplazo del general Montoya. Luego vino la historia que todos
conocen: los esfuerzos vergonzosos de Suárez Bustamante para aferrarse a la línea
de mando, y su posterior baja forzada.
Pero dejó su huevito. Y ese es, lo repetimos- el general Ricardo Antonio Vargas
Briceño, segundo comandante del ejército.
Es una percepción personal, pero tengo para mí que la Machaca dejó un huevo que
hará muchos más estragos y considerablemente más fétidos que el exhosto de quien
lo puso.