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La Enseñanza esotérica de la Fraternidad Blanca Universal

Omraam Mikhaël Aïvanhov

LOS DOS PRINCIPIOS


CONTENIDOS EN LA BOCA

113-E

EDICIONES PROSVETA

Los dos principios contenidos en la boca


Traducción del francés

Conferencia improvisada

Lectura de una página del Maestro Pedro Danov:


«Hasta que no alcance la perfección, el hombre inevitablemente pecará. No hay que temer el
cometer errores, sino el no corregirlos. Corrigiéndolos, aprendemos, adquirimos conocimientos y
experiencia. Una de las razones por las cuales la gente comete faltas, es la ausencia de calor en
sus sentimientos. Eso es precisamente lo que los divide en buenos y malos. Para ser bueno, el
hombre debe tener cierta calidez dentro de sí. ¿A qué se debe este calor? A los sentimientos.
Quien no lo posee no es bueno. De la misma forma que el hombre rico depende de la cantidad de
oro que hay en su bolsillo, así también la bondad del hombre está determinada por la cantidad de
calor que producen sus sentimientos. Aquel que puede utilizar el calor de su corazón para
ennoblecer sus sentimientos es considerado como un hombre de corazón. En otras palabras,
cuantas más calorías produce su corazón, mayor es la bendición que reciben. Por lo tanto, si
quieren gozar de buena salud y tener buenos sentimientos, deben utlizar las leyes del calor; si no
las comocen y no las ponen en práctica, se mutilarán a sí mismos. El hombre, a pesar de los
sermones que oiga, a pesar de la moral que se le predique, si no tiene este conocimiento, será
como un címbalo que resuena. Cristo dijo: «Yo soy la luz del mundo». Por tanto, aquel que puede
transformar su calor en luz, puede decir con Cristo: «Yo soy la luz».

En esta pagína, el Maestro Pedro Danov nos habla del calor y de la luz, nos dice cómo
transformar el calor en luz. Es muy simple, extremadamente simple. Habrán leído en los libros
que los salvajes, para hacer fuego, tomaban dos trozos de madera y los frotaban hasta obtener una
cierta cantidad de calor; después, al seguir haciéndolo, llegaban a producir llamas, es decir, luz.
¿Acaso ahora no podemos hacer lo mismo? Dirán: «No, no. Tenemos cajas de fósforos.» – dejen
tranquilos a los fósforos y a la electricidad; se les pide producir el calor y la luz en ustedes
mismos. Para producirlos se verán obligados a comer o a moverse. Cuando tenemos frío,
hacemos movimientos físicos para calentarnos. Todo el mundo ha observado eso, pero aunque lo
hemos observado, no hemos comprendido que el origen es el movimiento. Hace falta el
movimiento. Ponemos los músculos o el estómago en movimiento, y entonces se produce calor y
luz en el cerebro: comenzamos a reflexionar.
Como ven, el punto de partida es el movimiento. Así, pues, se debe comenzar por la voluntad,
por hacer alguna cosa, por habituarse a hacer ejercicios y movimientos para que luego despierte
el calor del corazón. Cuando el calor del corazón se extiende, una parte se transforma en luz y
comenzamos a comprender. Dirán: «Pero yo no quiero, no me gusta nada, no me gusta meditar,
no quiero a Dios, no quiero a nadie». – Eso no importa, vamos, pónganse de rodillas, pónganse
como si estuvieran meditando, como si rezáran. – Pero es que no tengo ganas, me duermo. – No
importa, contínuan durante años, durante siglos y un buen día dirán: «Hay algo que se está
despertando.» es el corazón, comenzarán a sentir, y enseguida comenzarán a comprender. Esto es
lo que se les enseña aquí, en la Fraternidad Blanca Universal. Hay que hacer algo, eso es todo.
Enseguida vendrán las sensaciones, los sentimientos, el corazón comenzará a moverse: el calor es
eso, y el calor, por sí solo, se transforma parcialmente en luz.

Cuando tenía dieciséis o diecisiete años, no conocía esas cosas, no había tiempo de estudiar y
de comprender, solamente sentía un calor que me quemaba, un fuego que se había encendido en
mí, eso es todo. Y así, desde mis dieciséis a mis veinte años, se produjeron multitud de
acontecimientos que no estaban muy claros en mi cabeza. Ocurrían cosas, naturalmente; sentía un
ímpetu, un fuego interno, pero me faltaba la filosofía, el conocimiento para comprenderlo. Ahora
bien, un día en Turnovo – tenía entonces veinte años – el Maestro, que tenía cuarenta años más
que yo (exactamente treinta y seis), me dijo: «Una parte de tu fuego se ha convertido en luz». En
esa época no comprendí nada; me hicieron falta años para comprender lo que me había querido
decir. Yo no sabía cómo se había transformado en luz este calor; no dependía de mi propia
conciencia, era mecánico, automático, inconsciente. Ahora se los explico y ven que está claro. Si
podemos inconscientemente transformar una parte de nuestro amor, de nuestro calor, de nuestro
ardor en luz, aún más lo podemos hacer con conocimiento de causa, sabiendo que son procesos
químicos, físico, naturales, que se producen en el plano físico, y que existen los mismos procesos
en al ámbito del alma.
Y ahora, ¿qué consejo puedo darles? El consejo más simple; que sigan así, tranquilamente.
Aunque no tengan ningún anhelo, ningún deseo, ningún impulso, si quieren llegar a ser alguien,
subconscientemente sienten que quedándose estancados, en la pereza, en la holgazanería, no
llegarán a nada. Ustedes quieren imitar a ciertas personas que están avanzadas, que han llegado
muy lejos y que son muy afortunadas espiritualmente hablando porque trabajan mucho, pero no
saben cómo hacerlo. Sin embargo es muy fácil: es necesario hacer algo. Leer algunos libros,
arrodillarse para rezar o ir a algún sitio para ayudar a alguien, eso ya es hacer algo. Hacer
ejercicios de respiración, levantarse de la cama y venir a la Roca para contemplar la salida del
sol, eso ya es hacer algo. Como ven, es necesario comenzar por el principio, y el principio es el
movimiento, es la actividad. Por eso, la enseñanza espiritual sitúa el movimiento al comienzo de
todo, pero el movimiento que viene de arriba.
Podemos comprender el movimiento de muchas maneras. Por eso, la mayoría de pensadores y
filósofos que se han planteado el problema del «principio», parecen haberse expresado de forma
distinta sobre el tema. Todo el mundo se sabe las primeras palabras del Evangelio de san Juan:
«En el principio era el Verbo». Pero antes de san Juan, los Griegos ya habían reflexionado sobre
este problema. Para Hesíodo, por ejemplo, el Amor es que está al principio, para Anaxágoras, es
el Pensamiento, para Aristóteles es la Inteligencia... Scopenhauer, en «El mundo como voluntad y
representación», muestra que al principio de todo está la Voluntad. Goethe, en «Fausto», vuelve
a emplear la frase de san Juan «En el principio era el Verbo», y tratando de profundizar su
sentido, después de haber propuesto: «En el principio era el Espíritu»... «En el principio era la
Fuerza»... acaba por escribir «En el principio era la Acción». Pero importa poco si se pone al
principio el Amor, la Fuerza, el Pensamiento, la Inteligencia, el Espíritu o la Acción; todo es
verdad, porque, cada cual expresa un aspecto de la realidad. Uno de estos aspectos, el más
accesible porque está más cerca de nosotros, es el movimiento. Por lo demás, el pensamiento es
un movimiento, el amor es un movimiento, la palabra es un movimiento.

Ahora les mostraré un ejemplo muy sencillo. Consideremos el padre, la madre y el hijo. Si el
padre representa la inteligencia y la madre el amor, el hijo representa el movimiento; el hijo no
hace más que moverse, no tiene inteligencia, ni amor, pero se mueve, siempre se está moviendo.
Se puede representar esta idea mediante un esquema:

inteligencia amor

movimiento

Pero pueden también invertir y poner el movimiento arriba y la inteligencia y el amor abajo.

movimiento

inteligencia amor

Por lo tanto, en el principio era el Movimiento, en el principio era el Amor, en el principio era
la Inteligencia, en el principio era el Verbo; todo es verdad.
Escuchen ahora el razonamiento que voy a presentarles para ampliar su comprensión.
Consideremos la expresión: «En el principio era el Verbo» o «En el principio era la Palabra».
¿Para qué hay que hablar? Para otros seres que escuchan y tienen que ponerse en camino para
ejecutar un proyecto. Así pues, la palabra que Dios pronunció al principio se dirigía a otras
criaturas, a través de las cuales El quería ejecutar, realizar un proyecto, «En el principio era la
Palabra». Sí, pero la palabra era un movimiento. Dios pusó al aire en movimiento, pero antes de
producir este movimiento tenía un plan en Su mente y al mismo tiempo tenía el deseo, el Amor
de crear. Así, antes de la Palabra, antes del Verbo, existían otros dos principios en Dios: Su
Inteligencia y Su Amor, y el resultado es el Verbo, el movimiento, el hijo de esa Inteligencia y de
ese Amor.
Ahora para comprobarles que es verdad y que antes del hijo (el Verbo) están el padre y la
madre, vamos a ver cómo produce el hombre el Verbo. ¿Lo hace mediante sus brazos, sus
piernas, sus orejas, su nariz o mediante su vientre? No, lo hace mediante su boca. Pero la boca,
¿de qué está hecha? De la lengua y de los labios; y cuando la lengua y los dos labios se ponen en
movimiento la boca produce la palabra. ¿Qué es la lengua? Es el principio masculino. ¿Qué son
los labios? Son el principio femenino. Así, el principio masculino y el principio femenino
producen al hijo, es decir, a la palabra. ¿Ya ven la formidable ciencia que está contenida ahí? Y
¿por qué los filósofos no han reflexionado en esto? No se han preguntado de donde proviene la
palabra ni cómo se ha formado, para poder, precisamente, descubrir por analogía que Dios poseía
en Él los dos principios mediante los cuales creó a su Hijo, el Verbo... y el Verbo ha puesto en
movimiento a todas las criaturas, porque la palabra no es algo sin sentido, la palabra no deja de
tener su razón de ser, se dirige a alguien, a alguna cosa. Así todo resulta coherente, se trata de la
verdadera ciencia: todo concuerda. Pero ahora, en la mente de muchos pensadores, de muchos
escritores, todo está en desorden, nada concuerda, no se trata de una ciencia. Les dicen: «En el
principio era el Verbo y el Verbo era Dios». Eso es todo, pero no queda claro, lo repiten sin
explicarlo nunca y sin embargo, en realidad está clarísimo. Cuando san Juan escribió: «En el
principio era el Verbo...» conocía su profundidad, pero aquellos que vinieron después
modificaron su sentido.
El Verbo es, pues, un movimiento, es un niño. Observen a un niño cuando nace. Pone a todo el
mundo en movimiento: al padre, a la madre, a la tía, al tío... No hace nada más que moverse, pero
todos están ahí, contemplándole, tocándole, acariciándole, alzándole. Moviliza a toda la familia e
incluso a varias familias. ¿Cómo puede ser eso? El niño no es inteligente, ni sabio, pero es capaz
de movilizar al mundo entero e incluso sucede que los periódicos hablan de él y muestran su foto.
Adviertan que no han observado como es debido.
Es necesario estudiar y comprender bien. He ahí adónde los llevo, pero eso no es todo; si
profundizo, los llevaré muy lejos. De la misma manera que Dios ha creado el mundo por la
Palabra, así también en el plano físico, abajo, los hombres crean la vida. Pero hay que
comprender que en la boca los dos principios están juntos, siempre unidos. Si se contentan con
abrir la boca, no pueden pronunciar una sola palabra, sólo emitirán algunos sonidos. Si desean
verdaderamente hablar, es necesario que los labios y la lengua se asocien para producir todos los
sonidos. Intenten hablar sin mover la lengua y los labios; no lo conseguirán. He ahí el misterio:
en Dios los dos principios están juntos, unidos, jamás están separados, por eso Dios crea sin
descanso. Mientras que en los humanos los dos principios están separados, son independientes;
pero como para crear la vida es necesario juntarlos, se producen toda clase de dificultades y de
complicaciones. Todas las criaturas que no tienen los dos principios dentro de sí no son divinas,
les falta algo, siempre tienen que someterse, buscar, pactar, transigir y no encuentran la plenitud.
Todas las criaturas que no tienen los dos principios, es decir, el amor y la sabiduría dentro de sí,
no están en la verdad, no pueden mover el mundo. Sin embargo los seres que han realizado los
dos principios dentro de sí: el principio del amor y el principio de la sabiduría, esos están en la
verdad y poseen la fuerza. Y, ¿quiénes son esos seres? Son los verdaderos Maestros, los
verdaderos Iniciados que han comprendido a Santísima Trinidad del Amor, la Sabiduría y la
Verdad, y que saben cómo producir y trabajar, cómo moverse, cómo pensar y sentir. Son seres
que se parecen a Dios, que representan y reflejan a Dios, son conductores de Dios y viven en la
plenitud. He ahí los modelos a seguir; son como la boca. La lengua y los labios no están
separados, por tanto, pueden producir el verbo, y el verbo, o sea la palabra, significa la vida, la
plenitud.
Fue dicho: «En el principio era el Verbo y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios...
Todas las cosas han sido creadas por Él y nada de lo que ha sido creado lo ha sido sin Él. En Él
estaba la vida y la vida era la luz de los hombres. La luz resplandece en las tinieblas, pero las
tinieblas no la recibieron». Es decir, las tinieblas no han comprendido lo que es el Verbo... Nada
puede hacerse sin el poder del Verbo, y Dios puso la materia en movimiento por el poder del
Verbo. Por otra parte, si estudian el sonido, la palabra, la música, tienen la propiedad de alcanzar
la materia para modelarla, para darle forma, y precisamente por eso la palabra es creadora. Pero,
¿en quién? En los seres que tienen una palabra llena de sentido, llena de Amor: los Magos. Los
Magos son Iniciados, criaturas que poseen ante todo una ciencia y después mucho amor, mucho
calor para poder dar vida a esa ciencia. Por eso, cuando hablan, las palabras que pronuncian están
llenas de esa luz y de ese calor que emana de ellos, y así las palabras se vuelven poderosas, se
realizan en la materia. La palabra no puede ser realizadora, no puede actuar sobre la materia para
darle forma si no está llena de amor y de inteligencia. Palabras vacías, palabras insensatas,
palabras en el aire no pueden producir nada. ¿Lo ven? Esto nos obliga a comprender y a estudiar
por qué nuestras palabras producen efectos en el mundo entero, en toda la creación, en el mundo
visible y en el mundo invisible, por qué ponen en marcha a los hombres, a los ángeles, a los
arcángeles, a los espíritus y a los elementos. Es necesario que en esta palabra haya inteligencia,
luz, pero que haya también calor, mucho amor, la plenitud del amor. En ese momento las
palabras se vuelven poderosas. ¿Queda claro ahora?
Así, si hablan con sus amigos, con su marido, con su mujer, con sus hijos sin obtener
resultados, se debe simplemente a que sus palabras todavía no son muy inteligentes, muy
luminosas, muy cálidas. Así pues, es necesario continuar, continuar frotando los dos trozos de
madera.
«Y ¿por qué? –dirán ustedes – hacen falta siempre dos trozos de madera? Uno sólo ¿no es
suficiente? – No, no han comprendido; son necesarios dos trozos de madera: uno masculino, otro
femenino, y juntos producen calor. El calor es su hijo. Cuando el calor aumenta, se transforma en
luz, pero siempre es su hijo. Podemos considerar el movimiento, el calor, la luz como el hijo.
Pero también como el padre o la madre; eso depende. Por eso, les he dicho que con relación a la
tierra, el sol es masculino, pero que con relación a otro sol, al sol invisible, al sol negro que actúa
sobre él, el sol es femenino.
Me pregunto cómo me podrían comprender y que es lo que ahora han comprendido. Cuando
menos quédense con esto: mediante el movimiento pueden producir calor en ustedes, y al
aumentar el calor se convertirán en una llama, en una luz. El calor todavía no es la luz; muchas
cosas están calientes pero no iluminan. Es necesario que el calor sobrepase una cierta intensidad
para convertirese en llama. Luz y calor son, en el fondo, manifestaciones de la misma energía.
Como la física nos enseña, en realidad no hay mas que una energía, y esa es la fuerza que
produce todas las otras cosas. Así pues, podemos decir: «En el principio era la Energía y ella fue
la que produjo todo lo demás...» Y será verdad. No importa que digan: «En el principio era el
Verbo...» «En el principio era el Movimiento...» «En el principio era la Inteligencia, el Logos».
Todo es verdad. Pero ¿qué es el Logos? Es el Espíritu Solar, el Cristo, y el Cristo, según la
Cábala, es Hochmah, el segundo Sefirot, el que salió del Padre, de Kether. Hochmah, la primera
gloria, es el Verbo, porque todos los elementos, las veintidós letras por las cuales todo ha sido
creado, se encuentran en Hochmah. El Verbo está constituido por los sonidos, por las letras, que
son veintidós en la lengua hebraica. Hochmah representa el alfabeto, es decir, los elementos por
los que formamos las palabras, las frases, los poemas y los libros. Así pues, la creación no es
otra cosa que un poema hecho mediante veintidós letras y esas veintidós letras, justamente son el
Verbo. El es la materia de ese poema. Así pues, el Cristo, que es el Verbo, el Logos, está hecho
de veintidós elementos, veintidós letras, y con la combinación de esos veintidós elementos, Dios
hizo el poema de la Creación. La Creación es un libro.
Para tener una idea más clara sobre esto, podemos referirnos al idioma búlgaro. Gloria en
búlgaro se dice «slava». «Slava na Tebe, Gospodi»: (Gloria a Ti, Señor) la gloria, es el Cristo; la
primera gloria que ha salido de Dios, es el Cristo. Y el Verbo, la palabra, en búlgaro se dice:
«slovo». Así, «slava» y «slovo» tienen el mismo origen. El primer Sefirot que salió del Padre es
el Cristo, es su Hijo, es el Verbo, los veintidós elementos por los que todo ha sido creado. Nada
ha podido ser creado sin el Verbo, es decir, sin estas veintidós letras.
¿Comprenden ahora, mis aqueridos hermanos y hermanas, que todos ustedes, todos nosotros,
llevamos en nosotros mismos, en nuestra boca, todos los símbolos de la sabiduría eterna? Todo el
mundo tiene una boca, pero por esa boca continuamos quejándonos en lugar de agradecer, de
agradecer día y noche el tener una boca – y además una lengua – y de esforzarnos en no hacer
tonterías con esta lengua, de la que se ha dicho que no tiene huesos pero que los tritura. Cuando
el hombre no es inteligente ni sabio, ni razonable, ni bueno, tritura los huesos de los demás con
su lengua; mueve su lengua y salpica a todo el mundo, desune las familias, hace ahorcar a las
personas, las mata y siempre lo hace con la boca, con la lengua. En fin, hay que comprender que
Dios nos ha dado una cosa preciosa: la boca y la lengua. Es necesario concienciarse y decir:
«Señor Dios, perdóname por no haber comprendido hasta ahora los tesoros que Tú has puesto en
mi boca, por no haber comprendido que pronunciando palabras puedo imitarte, volverme como
Tú y ser cada día un reflejo de Ti. Yo no me he dado cuenta y con mis palabras he dicho
tonterías, he dicho cosas insensatas, herido a la gente, perturbado a las criaturas y lo he arruinado
todo, justamente con este instrumento que Tú me has dado. En lugar de hacer el bien, consolar,
aliviar, dirigir y guiar a los seres, en lugar de vivificarles y resucitarles, en lugar de llevarles y
proyectarles hacia Ti, Señor, les he derribado y rebajado. Perdóname, Señor, enséñame a utilizar
mi boca y mi lengua para hacer el bien, para iluminar, para dar calor a los demás, y no sólo para
comer y beber sin saber porqué».
La boca es un órgano sumamente extraordinario, tan poderoso, que deberíamos velar para que
no saliesen de él palabras venenosas sino constructivas, educativas y vivificantes. E incluso si
aparentamos reprender, censurar, enojarnos, nuestro fin debe ser el de construir, restablecer y
educar a los demás. En ese momento, el hombre se aproxima al futuro del que les hablé el otro
día, un provenir indescriptiblemente bello, pero a condición de que se ponga a trabajar con la
boca y con la lengua. Si esto no fuera verdad, no estaría escrito en los Evangelios que
construimos nuestro futuro con las palabras que proferimos. Está dicho: «Por tus palabras te
justificarás y por tus palabras serás condenado». Es decir, tu futuro será bueno o malo, luminoso
o tenebroso, celeste o infernal, según las palabras que hayas proferido durante tu existencia. *
¡Qué ciencia poseían los seres que escribieron estos libros!
Las palabras tienen tal importancia para la construcción de nuestro futuro que hay que
reflexionar y meditar sobre ello durante toda la vida. Hay que tomar en consideración la
importancia de la palabra, y al abrir la boca, vigilar que sea siempre para el bien. No les he dicho
que usen palabras dulzonas, no les he dicho que sean melosos, no; les he dicho: «vayan, griten,
canten con tal que sea siempre para bien». Si su inteligencia es tal que son capaces de escoger las
formas de manifestarse y su fin es hacer el bien, entonces regañen, griten, amenazen, tienen todo
el derecho y no los juzgaría por eso, pero si quieren criticar, destruir, si quieren introducir la
duda, la escisión, la sospecha o si quieren desviar a alguien que cree en Dios, que cree en la
reencarnación, aniquilar su fe y su amor, ¡tengan cuidado! Aunque lo hagan con dulzura, gentil y
amablemente, un día serán juzgados. Está dicho: ¡No tienen derecho! Y vean ahora cuánta gente
actúa de esta manera, con sus palabras o con sus escritos. Ahora bien, ¿qué es la escritura? Es la
palabra expuesta en forma geométrica, visiblemente, no mediante el sonido sino mediante
símbolos. Por tanto, es equivalente y esas gentes serán juzgadas por sus libros. Entonces, es
necesario tomar conciencia de todas esas realidades; es vasto, inmenso ¡tanto mejor! Hay que
vivir y estar alegres durante toda la eternidad: esto no terminará nunca. Así pues, utilizen

*
Leer la conferencia «La pureza en la palabra».
conscientemente la boca y la lengua, pues la boca supone a los dos: cuando decimos «la boca» no
queremos decir solamente los labios o la lengua, sino la lengua y los labios simultáneamente.
Si voy más lejos, me pregunto si no los escandalizaré; pero quisiera mostrarles que todo es
coherente. Que todo es cierto, que existe una analogía, una correspondencia absolutamente
verídica. El sol habla y su verbo es la vida, la luz que cae aquí sobre nosotros, sobre la tierra,
sobre las plantas y sobre los animales; porque el sol invisible que actúa sobre el sol visible da la
luz, y esta luz produce el calor que llega hasta nosotros. Ahora supongamos que la lengua sea el
padre, los dos labios la madre y la palabra el hijo; entonces, lo que el padre da a la madre es el
verbo que vitaliza, que anima. Ustedes mismos comprenderán lo que es la luz solar y también lo
que el padre da a la madre para tener un hijo. Gracias a este niño hay otro niño, y hay un nombre
científico para esto que encontrarán ustedes mismos. Así pues, de la misma manera que el sol
invisible actúa sobre el sol visible y que este fertiliza la tierra, al igual que el hombre fertiliza a la
maujer, de igual manera la palabra fertiliza las almas y los corazones. Es la misma ley. En ese
momento, el que habla se convierte en el padre, el que escucha se convierte en madre y nacen los
hijos. ¿Pueden los hombres convertirse en madres? Naturalmente que sí. Hay un cambio de
polarización. Cuando es la mujer quien habla se convierte en hombre, y el marido que la escucha
se convierte en mujer porque es receptivo, y así nacen los hijos. Los hijos son los sentimientos,
las emociones, los pensamientos, los movimientos. Están viendo que hay que aplicar el mismo
principio en todas las circunstancias, en todas las regiones, en todos los ámbitos. Siempre se trata
de lo mismo, infaliblemente. Es necesario saber hacer malabarismos.
Ahora, con respecto a ustedes, yo soy un hombre, un padre, y ustedes son mujeres. Que los
hermanos me perdonen y no se lo tomen a mal. Los hombres no aprecian mucho que se les diga:
«Eres una mujer». Quieren ser siempre hombres, pero he ahí que si quieren ser siempre hombres
serán desgraciados, no conocerán la plenitud. Es necesario que los hombres cambien, que se
vuelvan mujeres, y que las mujeres se vuelvan hombres. ¡Vamos! ¡Un poco de flexibilidad! ¿Por
qué esta rigidez? ¿Por qué esta cristalización? Que los hermanos se vuelvan hermanas y las
hermanas hermanos. No exteriormente, naturalmente, sino dentro, simbólicamente. Cuando hay
un lado emisivo y un lado recpetivo, nace un hijo. Algo se produce entre ambos, y lo que se
produce es el hijo. Ahora, por tanto, yo soy el hombre y todos ustedes son mujeres; les hablo y mi
palabra produce efectos sobre ustedes: unas veces produce alegría, otras esperanza, tristeza o
irritación... estos son los niños. Así, yo soy creador de niños. ¿Qué hay de extraordinario en ello?
¿Por qué los cristianos se turban? No hay porqué rasgarse las vestiduras. Pero, diréis: «nosotros
no estamos educados así.» Me da igual; es así.
De ahora en adelante traten de ampliar un poco su manera de ver las cosas. Si se quedan
estancados en ciertos conceptos no comprenderán nunca la plenitud de la vida, porque todo es
coherente. «Lo que está abajo es como lo que está arriba, y lo que está arriba es como lo que está
abajo». Todo el mundo repite estas palabras y nadie comprende nada. Cuando digo: «Nadie
comprende nada», quiero decir la mayoría, la muchedumbre, porque algunos sí comprenden. Pero
no nos detenemos sobre lo que dijo después Hermes Trismegisto: «Para producir el milagro de
una sola cosa.» Nos guiamos siempre en: «Lo que está abajo es como lo que está arriba, y lo que
está arriba es como lo que está abajo». Y no sabemos, por otra parte, lo que significa la palabra
«abajo» ni lo que significa la palabra «arriba». Para comprender las palabras abajo y arriba, es
necesario reemplazarlas por otras palabras. Hay que poner en su lugar imágenes, criaturas,
existencias o mundos. ¿Quépodemos entonces poner en lugar de la palabra «abajo»? ¿Qué es
«abajo»? «Abajo» puede ser el sexo, la tierra, el infierno, la mujer o la materia. Y «arriba» puede
ser el cerebro, el cielo, el hombre, el espíritu. Sobre este punto, como ven, Hermes Trismegisto
guardó el secreto; no precisó, y a ustedes les corresponde descubrirlo. Pero lo más extraodrinario
es que añadió «para producir el milagro de una sola cosa».
Así pues, lo bajo y lo alto hacen algo juntos, producen una sola cosa: el hijo. ¿Y qué es esta
cosa? Tampoco lo explicó. Como ven, la lengua y los dos labios son dos cosas que están ahí para
hacer el milagro de una sola cosa, que puede ser el Verbo. Lo que es cierto es que se precisan dos
para producir esta cosa única: el principio masculino y el principio femenino, lo que está arriba y
lo que está abajo. Aquel que está abajo es exactamente como aquel que está arriba; la única
diferencia está en la posición. Y ¿para qué? Para producir el milagro de una sola cosa: el hijo. Las
maravillas de una sola cosa. Ustedes dirán: «Usted nos lo ha revelado todo». Nada de eso. No les
he revelado nada todavía, sólo estoy rozando una de las formas, un aspecto del problema.
Mis queridos hermanos y hermanas, no pueden pasar su vida sin ver nada. Sin comprender
nada, durmiendo, en la inconsciencia, automáticamente. Vayan y vivan ahora una vida sensata.
Dejen todo lo que les estorba. Dejen las sensaciones y los sentimientos que no les aportan nada.
Tomen lo esencial y ¡a trabajar! Es necesario trabajar con el movimiento, es necesario ejercitarse,
meditar, respirar para producir finalmente ese aliento, ese amor, y enseguida llegarán la luz y la
comprensión. Sólo se comprende con el tiempo; no se den prisa en comprender. Muchos dicen:
«Primero quiero que me lo expliquen y después comprometeré». ¿Es eso lo que hacen los padres
por sus hijos? Al niño se le dice: «Tienes que hacer esto o aquello». Y si el niño dice: «Papá,
quiero comprender primero y después lo haré», tendrá que esperar años y años para comprender y
no hará nunca nada. Primeramente hay que hacer, antes de comprender.
No esperen comprenderlo todo para compormeterse y ponerse a trabajar. Ya comprenderán
después. Así es como yo lo he hecho. Yo no lo comprendía todo, pero me puse a trabajar y
después se hizo la luz poco a poco. ¿De qué valen su lógica, su razonamiento y su comprensión?
Deben abandonar muchas de las ideas que tienen en la cabeza, sintonizar con nuestra filosofía.
Pónganse en movimiento y verán cómo todo mejora. Dejen sus ideas y tomen las de la
Enseñanza. Eso es todo. Hagan el trabajo y enseguida se hará la luz. Es sencillo, está claro. Pero
se aferran demasiado a sus ideas personales, y entonces dan vueltas inutilmente alrededor del
mismo punto; pasan los años y todavía están en el mismo punto. Desechen todas las viejas
concepciones heredadas y conviértanse en mujeres. Vuélvanse mujeres, es decir, sean receptivos.
Por un momento, conviértanse en mujeres y verán los resultados; de pronto se producirán
cambios extraordinarios. Sé que muchos místicos y religiosos se turbarán, pero ¿qué quieren? Lo
que les digo, ¡es tan cierto! Si una mujer se opone, un hombre no podrá nunca fertilizarla y no
habrá hijo; es necesario que ella acepte de buena gana. Y si también ustedes interiormente con el
pensamiento, se oponen a todo lo que les dsigo, no podré fertilizarlos. Pero cuando ustedes son
los que hablan, cuando cantan, me vuelvo una mujer, vibro y también nacen hijos en mi. ¿Por qué
turbarse si las cosas ocurren así en la vida? Que no nos hayamos dado cuenta, es posible, pero
que las cosas ocurren así, es absolutamente cierto.
Un día les explicaré cómo en la naturaleza los dos principios emisivo y receptivo, trabajan por
todas partes de la misma manera, pero bajo difrentes formas. Y todos los problemas en la vida se
volverán para ustedes extremadamente sencillos y claros.

Que la luz y la paz sean con ustedes.

Le Bonfin, 14 de Julio de 1966.

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