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Conócete a Ti Mismo

Por Walter Albersheim, F.R.C.

Revista El Rosacruz – Febrero 1978

La máxima "Conócete a Ti mismo" fue afirmada como la esencia de la


sabiduría por varios escritores de todas las épocas, como Chaucer,
Shakespeare y Cervantes. Podemos remontarnos al sabio griego Tales de Mileto
y el oráculo délfico sobre cuya puerta estaba escrita.

El conocimiento de uno mismo es muy importante porque representa la


diferencia entre las mentes animal y humana. Los animales no son autómatas
sin alma. Ellos pueden sentir, amar y odiar, pensar y aprender, como todo
dueño de un perro puede demostrar.

El conocimiento del mundo exterior es necesario para la supervivencia,


pero incluso en su forma humana, no es muy diferente de los impulsos
instintivos adquiridos a través de las eras de evolución para la supervivencia
del más capaz. El conocimiento de uno mismo es una palanca con la que el
hombre (y por intermedio de este, el Cosmos) comprende su propia naturaleza
y esencia. ¡Decidamos, pues, obedecer el gran mandamiento! ¿Más, dónde
comenzar? ¿Qué deberíamos aprender para saber eso?

El Cuerpo

Lejos de ser un enemigo y obstáculo para el alma, nuestro cuerpo es una


máquina maravillosa y útil, y ciertamente una parte de nosotros mismos.
Tenemos que llegar a conocer lo que hace que sea sano o enfermo, fuerte o
débil, relajado o angustiado. Todo esto es enseñado por las normas de higiene,
la dieta y el ejercicio, con y sin apoyo místico.

Es bien sabido que el ejercicio físico ha sido mejorado por el arte hindú
del Hatha Yoga, que enseña el control del cuerpo para propósitos espirituales.
Los Rosacruces practican técnicas algo similares que son menos vigorosas y
prolongadas y llevan más rápidamente, al control, la comprensión y el
conocimiento del cuerpo. Los Rosacruces aprenden a comienzos de su curso de
estudios, a concentrar su conciencia, en orden ascendente, en varias partes,
miembros y órganos del cuerpo. A través de esta técnica, aprenden a sentir,
estimular o relajar cualquiera de los cientos de músculos, incluso aquellos que
normalmente son considerados bajo el control del llamado sistema nervioso
involuntario. Como parte de este sistema, el control de la respiración ayuda a
revitalizar el cuerpo.

La Mente
El conocimiento y el control de nuestro cuerpo son conquistas
provechosas, más aun las propias palabras conocimiento y control indican que
no somos sólo cuerpos vivientes, sino también mentes conscientes. Nuestra
mente no es lo mismo que el cerebro, como piensan algunos materialistas. El
cerebro es una parte de nuestro cuerpo que sirve como un agente e
instrumento de la mente y, en otras palabras, sabia y maravillosamente hecho:
un computador mucho más complejo que las grandes máquinas de
computación que el hombre recientemente ha inventado y construido. Al igual
que todos los ordenadores, el cerebro puede subdividirse en mecanismos de
operación y control, y una memoria que recibe y almacena las entradas con
informaciones necesarias para la operación de forma significativa.

La memoria de un ordenador se estima en millones de unidades básicas,


pero el cerebro humano conserva muchos miles de millones de impresiones en
toda una vida. Hay razones para pensar que a menos que sea físicamente
destruido, nuestro cerebro no "olvida" cualquier acontecimiento o pensamiento
que nos ha tomado una atención considerable. La dificultad reside en "la
memoria", es decir, el acceso a los elementos que desea recordar. Mejorar el
acceso y control, son parte importante del conocimiento de nosotros mismos.
El estudio místico lleva a ese dominio a través de las técnicas de relajación,
visualización y meditación.

Como antes afirme, nuestro cerebro es un maravilloso instrumento de la


mente, no su mente. Negar tal cosa sería lo mismo que acreditar que un
ordenador piensa cuando hace difíciles operaciones lógicas y matemáticas bajo
el control y la orientación de un programador humano. Para los monistas y
materialistas, no hay diferencia entre el cuerpo, el cerebro y la mente, de
hecho, los fenómenos de la mente a menudo son menospreciados o negados,
como si fuesen algo que nos debería avergonzar.

El místico introspectivo “sabe" o por lo menos "siente" de otra manera.


Para él, el pensamiento y la conciencia, es decir, la mente, es parte tan básica y
fundamental del conocimiento, como la materia o el cuerpo. Para él, el cuerpo y
la mente pueden ser aspectos de la misma y única esencia universal que
impregna el Cosmos, teniendo, diferentes polaridades y, por tanto, diferentes
cualidades.

Las Emociones

Comprender la mente y el cuerpo como partes distintas en nuestro Ser,


representa un paso importante en el conocimiento de nosotros mismos tal
como se recomienda por el Oráculo (Apolo, Delfos), pero una introspección
ulterior revela que el simple pensamiento comprensivo es ineficiente y que la
acción es inducida por un tercer elemento de nuestro ego llamado instinto,
impulso o emoción. Ciertamente, las emociones pueden ser condicionadas
físicamente.
Así como el cerebro enfermo puede perturbar la mente, la rabia puede
llevar a la ira incontrolable. Los antiguos reconocían cuatro temperamentos
básicos en el hombre, y creían que correspondían con el predominio de uno de
los cuatro fluidos corporales.

Los Rosacruces afirman que el funcionamiento de nuestras glándulas


endocrinas, pueden ayudar u obstaculizar los estados místicos. La interacción
entre las emociones y el cuerpo se lleva a cabo en ambos sentidos y tiene un
claro valor en la supervivencia. En momentos de peligro, nuestro miedo o ira
produce una descarga de adrenalina que nos permite luchar o correr, mientras
que la hormona secretada por nuestras glándulas sexuales, despierta el deseo
de procrear la especie. En cualquier caso, la emoción es el agente que induce a
la adopción de medidas por el cuerpo y la mente.

Necesidad de Mayor Conocimiento

El filósofo que es consciente de la distinción e interacción del cuerpo, del


intelecto y las emociones, en verdad es sabio, sabio de acuerdo con el Oráculo
de Delfos, como cuando llamo a Sócrates el más sabio de los hombres. ¿Por
qué, entonces, desprecio ese sabio la alabanza del Oráculo, confesando que su
única sabiduría era la comprensión de su total ignorancia?

Si somos sinceros, debemos admitir que, si bien la raza humana ha


acumulado mucho conocimiento de detalles desde la época de Sócrates, aún no
entendemos la naturaleza Ser. Los ingenieros eléctricos, por ejemplo, saben
cómo el canalizar el agua, como la combustión o la energía atómica y
transformarla en energía eléctrica, convertida en alto voltaje y llevada a los
lejanos consumidores, más no saben qué es la electricidad.

Los bioquímicos saben cómo nuestra capacidad hereditaria es codificada


en la "doble hélice" de moléculas del ADN. Conocen bastante acerca de las
células animales y vegetales, su desarrollo, declive, y la resistencia a la
infección. No importa, sin embargo, cuántos secretos de la vida puedan
descifrar, no saben qué es la vida.

Todos actuamos, planeamos y pensamos, pero no sabemos qué es la


voluntad o el pensamiento, de lo contrario ninguno de nosotros creeríamos que
una computadora puede pensar y planificar. Por supuesto, un elemento básico
nos falta en el conocimiento de nosotros mismos, y deberemos buscar otros
conceptos que hasta ahora no han sido considerados.

El Concepto del Alma

Algunos anticuados afirmaran triunfantes que somos ignorantes, porque


despreciamos el alma de Dios, que creó la materia y la mente, el cuerpo y el
alma. Antes de estar de acuerdo con esas declaraciones de dualismo total,
indaguemos si la carencia no puede estar en esos conceptos excesivamente
tímidos del cuerpo, la mente y los impulsos interiores. Es posible que el alma
este contenida en otros elementos de nosotros mismos, si ampliamos
suficientemente nuestro punto de vista.

Concepto más amplio de Si

¡Comencemos con nuestro cuerpo! A primera vista, parece una masa


sólida de materia bien definida por el peso, tamaño y forma. De hecho,
sabemos que la sustancia de nuestro cuerpo está constantemente
transformándose por la nutrición, la respiración y la eliminación.

A la luz de la ciencia moderna, este cuerpo nuestro compacto consiste de


alrededor de cien mil millones de células individuales y activas. Cada célula, a
su vez, se compone de miles de millones de moléculas que pueden subdividirse
aún más en átomos, formados por protones, neutrones, electrones, y así
sucesivamente. Cuando investigamos que consiste de partículas elementales
como los electrones, no encontramos más que energía condensada y
polarizada. Cuando dos partículas de polaridades opuestas chocan, su
naturaleza corpuscular cuántica desaparece en un instante de "ondas" de
energía vibratoria.

De la misma manera que las partículas son simples patrones de energía,


también lo son las moléculas, células, y nuestro cuerpo como un todo. De
hecho, todo el universo físico es un simple patrón de energía. Llegamos a la
conclusión que desde el punto de vista material no hay división y separación
entre las partículas más pequeñas y el universo en su conjunto.

Pues bien, ¿donde entra la mente? Sabemos, con el peso total del
conocimiento interior, que poseemos mente y consciencia. En palabras del
filósofo Descartes: "pienso, luego existo".

¿Como definimos y delimitamos el atributo del pensamiento o de


conciencia? Físicamente, no podemos localizarlo, incluso si son conceptos
primitivos o identificados con el cerebro. Los ejercicios místicos confirman que
el esta difuso en todo nuestro cuerpo y puede ser concentrada en cualquiera de
sus partes. Sabemos que los animales son conscientes, y podemos concluir que
al menos, rudimentos de conciencia se extienden hasta los organismos
unicelulares y tal vez incluso más bajos, los cristales, las partículas
elementales, y los patrones de energía. En este caso, debemos atribuir cierta
intensidad de consciencia a las células individuales de nuestro cuerpo y
nuestro nivel más alto de conciencia como ser humano es el punto focal de la
célula compleja de conciencia, un patrón, en lugar de una entidad compacta.
Debemos tener cuidado, sin embargo, para interpretar los patrones
mentales en sentido espacial. Incluso en nuestro cuerpo, no podemos localizar
la sede de la mente. De acuerdo con la profunda filosofía de Kant, el tiempo y el
espacio son considerados formas del intelecto humano y no se aplican a la
mente.

Si no podemos establecer un límite para el dominio de la mente en la


parte inferior de la escala, lo mismo se aplica a la parte superior y mayor.
Podemos, así, imaginar dos "patrones" difusos en todo el universo: la energía
física y poder mental. El misticismo Rosacruz considera ambos, como aspectos
diferentes de una Fuerza difusa.

De la mente, pasamos a los impulsos emocionales. Una vez más, la


introspección nos dirá que tenemos deseos, pasiones, aversiones y temores.
Desde el punto de vista materialista, pueden considerarse como expresiones
del deseo de sobrevivir, impulso básico de la evolución. A despecho de las
interpretaciones que nada explican, tenemos la certeza de estos impulsos en
nosotros mismos, y los observamos en los animales que nos rodean. Hemos
llegado a percibir una conducta intencional en plantas y organismos
unicelulares. Debemos suponer impulsos similares en las células de nuestro
cuerpo, ellos son fuertemente señalados a nuestra atención por un dolor de
muelas o las células heridas de la piel.

Si nosotros, en este particular, no vemos ningún límite mínimo a las


expresiones emocionales de la voluntad y la preferencia, ¿no debemos
extrapolarlo a los límites máximos y conferir voluntad al universo, un Cosmos
intencional? ¿Cuales pueden ser los deseos e impulsos del mundo como un
todo?

Se ha declarado correctamente que el universo, sea que lo simbolicemos


como un Dios omnipotente, eterno y omnipresente, no tiene enemigos para
derrotar o muerte que temer. Por lo tanto, no necesita de planes o "grandes
propósitos". ¿Y aun así, creemos que él es más pobre en satisfacción emocional
que nosotros, sus partes, físicamente tan insignificantes?

Como seres humanos somos capaces de prestar auxilio desinteresado y


amar a otros seres. Podemos también amar y apreciar cosas que
aparentemente no tiene ningún uso práctico, como los colores de una
magnífica puesta de sol o una pequeña flor, el armonioso sonido de una
sinfonía y el canto de un pájaro. Si nosotros, las partes, podemos
comprometernos en aumentar la belleza, la armonía y la felicidad en el mundo,
¿no podemos asignar una disposición similar a un Ser Mayor del Universo?
Debemos, naturalmente, recordar que la interpretación de la estructura del
tiempo y del espacio está modelada por nuestra limitada mente humana, y que
aquello que percibimos como una evolución lenta, puede ser fija por siempre en
la mente eterna del universo.

Si creemos, sin embargo, como seres humanos, que la Mente Mayor


disfruta de todo lo bueno, de toda la armonía del universo, entonces debemos
también creer que ella conoce la distribución de todo el sufrimiento de todos
los seres. Si somos hijos de la luz, algo dentro de nosotros proclama que la
alegría y el amor exceden el valor de la tristeza y el mal, que la vida es valiosa y
también inevitable.

Pasamos algún tiempo tratando de interpretar el mandato del Oráculo, y


verificamos que por nosotros mismos, deberemos descubrir, comprender el
mundo entero. Como seres humanos somos incapaces de esos conocimientos,
nuestros poderes, sin embargo, se tornan infinitos cuando nos lanzamos a las
profundidades de la Conciencia Cósmica y el amor, que todo lo abarcan. Esa
meta suprema del misticismo es el significado real de la exhortación délfica:
"Conoce el Universo como a ti mismo".

Traducción: Pablo C. Delgado Guerra F.R.C.

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