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Julio Calderon
Coordinador Regional, PNUE, Mexico
HAMBRE, POBREZA Y BIODIVERSIDAD
Hoy más que nunca cobran gran vigencia las palabras de Indira Gandhi en la Conferencia de las
Naciones Unidas sobre el Ambiente Humano celebrada en 1972 en Estocolmo, cuando señaló
que la “pobreza es la peor forma de contaminación”, y los pobres aunque son los que menos
aportan a la contaminación global, son quienes más la sufren y haciendo nuestro el comentario
de Geoffrey Lean en la publicación Nuestro Planeta cuando comenta: , “…para completar el
pensamiento de la Sra. Gandhi, la eliminación de la pobreza podría ser una de las mejores
formas de protección ambiental.”1
Para cada uno de los términos que encabezan este escrito se han definido ya sea de manera
individual para cada uno de ellos o de manera conjunta un sinnúmero de estudios y diagnósticos
que los describen exhaustivamente como conceptos o bien plantean el problema existente al
analizar su interrelación.
Es cierto que nosotros, los humanos hemos sido los responsables de la crisis ecológica por la que
atraviesa el planeta y que somos los seres vivos con mayor capacidad de alterar los ecosistemas
del mundo, pero esta misma capacidad de destrucción puede ser aplicada para garantizar nuestra
supervivencia en el planeta de la única manera posible: garantizando la subsistencia y
preservación de la biodiversidad.
Las llamadas Metas de Desarrollo del Milenio que fueron acordadas en la Cumbre del Milenio
en septiembre del año 2000, se refieren específicamente en la meta 1 y la meta 7 a los temas de
hambre, pobreza y la sostenibilidad ambiental:
1
Geoffrey Lean, Our Planet, UNEP
2
• Incorporar los principios de desarrollo sostenible en las políticas y los
programas nacionales; revertir la pérdida de recursos del medio ambiente.
• Reducir a la mitad el porcentaje de personas que carecen de acceso al agua
potable para el año 2015.
• Mejorar considerablemente la vida de por lo menos 100 millones de habitantes de
tugurios para el año 2020.2
Es necesario recalcar que somos una especie integrante de la biodiversidad global, no podemos y
no debemos desde ningún punto de vista, considerarnos intrusos o un contaminante más dentro
del ecosistema. Afortunadamente esta “visión” que considera al ser humano casi como un
extraterrestre dentro del planeta y como un destructor nato, está cambiando, dando paso a aquella
en donde somos protagonistas de la conservación de la biodiversidad es decir de nuestra propia
supervivencia.
En la visión de organismos como el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente
(PNUMA), la humanidad es el centro de todos los esfuerzos y uno de los enfoques que se
promueve para asegurar la sostenibilidad ambiental y el continuo incremento de la calidad de
vida de la población es el manejo integrado de ecosistemas, el cual se basa en el “manejo
integrado de la tierra, el agua y los recursos vivos, promoviendo su conservación y uso
sostenible de una manera equitativa.”
El manejo integrado de ecosistemas es opuesto a la tendencia predominante en el pasado y aún
hoy día en algunos casos, en donde se consideraba a los componentes de la biodiversidad como
protegidos o no protegidos en el sentido de que estuviesen “cerrados” o “abiertos” al consumo.
A través del enfoque de manejo integrado buscamos un balance adecuado entre la conservación
de la biodiversidad y el uso sostenible de la misma.
2
Naciones Unidas, Metas de Desarrollo del Milenio
3
y el agua, generación y mantenimiento de suelos, absorción y detoxificación de
contaminantes de origen humano, satisfacción de necesidades culturales y espirituales, y
provisión de oportunidades para la investigación, por mencionar algunos.
Se han definido una serie de principios que caracterizan el manejo integrado de ecosistemas; uno
de ellos señala que los objetivos del manejo de la tierra, el agua y los recursos vivientes son tema
de interés social. Diferentes sectores de la sociedad ven a los ecosistemas en función de sus
propias necesidades económicas, culturales y sociales. Los pueblos indígenas y otras
comunidades locales que viven en esas tierras son actores importantes y sus derechos e intereses
deben ser reconocidos. Tanto la diversidad cultural como biológica son componentes centrales
de este enfoque por lo que las políticas de manejo deben tomar esto en consideración. Los
ecosistemas deben ser manejados por sus valores intrínsecos y por los beneficios tangibles e
intangibles para los humanos de una forma justa y equitativa.
Para que este manejo sea efectivo, es importante trabajar en la creación de capacidades,
principalmente al nivel de las comunidades locales que serán las principales responsables del
manejo de la biodiversidad.
Con este nuevo enfoque se integra la información social y económica junto a la información
ambiental, uniendo así de manera explícita las necesidades humanas a la capacidad biológica de
los ecosistemas de satisfacer esas necesidades, reconociendo así el lugar del ser humano dentro
de los ecosistemas.
La falta de una adecuada valoración económica de los servicios de los ecosistemas (por lo
general una sub-estimación de su valor real) ha sido tradicionalmente una de las prácticas de
manejo prevaleciente en el pasado. Luego entonces un elemento esencial de este nuevo enfoque
está en apoyar a las comunidades, gobiernos y al sector empresarial para que se asignen valores
económicos más realistas a los servicios y productos de los ecosistemas y así poder incorporarlos
en sus procesos de planificación.
Existen numerosos ejemplos que demuestran que las comunidades locales son en muchos casos
los administradores más eficientes de los ecosistemas, por lo que garantizando y reforzando su
participación, puede lograrse una distribución más equitativa de los beneficios y costos de la
utilización del ecosistema.
Las políticas hacía la administración de las áreas protegidas también requieren, al ser abordadas
bajo este enfoque, de una readecuación, ya que se persigue como ya se ha mencionado, el
4
integrar las actividades humanas con las metas de conservación a mediano y largo plazo. Los
sistemas de áreas protegidas deben contar entonces con estrategias de manejo que incluyan
actividades humanas sostenibles, es decir compatibles con las capacidades específicas del
ecosistema.
Es sumamente importante el poder trabajar junto a las comunidades rurales e indígenas para
definir y adoptar nuevas vías de desarrollo rural sostenible que posibiliten su inserción en la
economía y el mejoramiento de su calidad de vida.
El manejo sostenible de la flora y la fauna silvestre es una alternativa concreta y viable que si es
bien llevada contribuye a solucionar muchas de las necesidades económicas de las comunidades
locales y a la vez se garantiza la conservación de los ecosistemas, pues siempre se trabaja en base
a niveles de intervención que puedan ser sostenidos por los ecosistemas.
La fauna silvestre puede ser aprovechada como fuente de alimento de manera racional por las
comunidades, como materia prima para la elaboración de diversos artículos y constituye un
elemento de gran valor para el turismo ecológico.
La flora silvestre también es susceptible de una explotación sostenible, no solo como madera
sino también como muchos otros subproductos del bosque y también al igual que la fauna, por su
valor escénico para las actividades turísticas.
Además del potencial que tiene para las comunidades locales la utilización sostenible de la
biodiversidad, actividades como el agro-turismo, turismo ecológico, agricultura orgánica,
agricultura biodinámica, por mencionar algunas podrían constituirse en una opción real y
concreta para luchar contra los crecientes niveles de pobreza y de presión sobre los recursos
naturales.
Todas estas actividades deben ir acompañadas de una clara voluntad política que permita el
contar con un cuerpo de leyes y normas que las promuevan o en el caso de contar con políticas y
leyes en estos temas, trabajar para lograr su efectiva implementación. Por ejemplo el contar con
los mecanismos necesarios que permitan una comercialización justa para las comunidades y
grupos involucrados, en donde sean estas comunidades y no intermediarios los que se lleven los
mayores beneficios económicos de estas actividades.
A través de una adecuada legislación los gobiernos pueden también promover incentivos
económicos que estimulen la participación de la empresa privada en asociación con las
3
Raquel Ugarte de Peca Montenegro, en Hacía una Región sin Pobres Rurales
5
comunidades locales para emprender actividades comerciales rentables para todos los
participantes y a la vez compatibles con la conservación de los recursos naturales.
Entre las iniciativas en las que podría involucrarse el sector privado están el pago por servicios
ambientales, (p.ej agua limpia), préstamos bancarios para el pago por estos servicios (p.ej.
préstamos de pequeña escala a pequeños propietarios), incrementar la participación del gobierno
en asociaciones con el sector privado, apoyo del sector privado capacitando a las comunidades
para el establecimiento y desarrollo de pequeñas empresas sostenibles.4
Este problema fue señalado en la pasada reunión sobre Pobreza Urbana y Medio Ambiente
recientemente celebrada, en Rio de Janeiro, en la cual se señala entre las dificultades
identificadas: “La cooperación interinstitucional se dificulta por la discontinuidad
administrativa, por las diferencias político – partidarias entre los diferentes niveles de gobierno
y por las disputas internas de poder a un mismo nivel gubernamental…” lo que evidencia y
reafirma la necesidad de introducir y estimular la cooperación entre los diferentes sectores.5
Es posible salir del círculo vicioso pobreza – hambre – destrucción de la biodiversidad, contamos
con las herramientas para hacerlo, pero no contamos con mucho tiempo, es preciso emprender
acciones multisectoriales y con una amplia participación de todos los sectores de la sociedad
involucrados de forma que garanticemos soluciones sostenibles y no parches o “ayudas”
parciales que en la mayoría de los casos tienden a empeorar la situación.
Los organismos internacionales deben trabajar de la mano con los gobiernos orientando y
promoviendo la armonización de políticas tanto a nivel nacional como internacional, junto a una
clara determinación y voluntad política para actuar que conduzcan a una programación e
implementación efectiva de las acciones necesarias (planes, programas, proyectos) para la
reducción y eventual eliminación de la pobreza, el hambre y la preservación de la biodiversidad
del planeta.
4
Engaging the Private Sector, Jeff McNeely
5
Pobreza Urbana y Medio Ambiente (Primera Reunión de la Comisión 2 de Metropolis), Rio de Janeiro, 7 al 9 de
mayo de 2003.
6
Discurso de la Sra. Elizabeth Dowdeswell, , at the World Summit for Social Development, Copenhagen, 7 March,
1995