Você está na página 1de 50
“ANO DE LA INVERSION PARA EL DESARROLLO RURAL Y LA SEGURIDAD ALIMENTARIA” LEM? 31146 “JOSE ANTONIO ENCINAS” Li * Cholito en los Andes magicos Oscar Colchado Lucio OSCAR COLCHADO LUCIO Nacié en Huallanca, Ancash [Peri] en 1947. Es un reconocido poeta, cuentista y novelista peruano. Ha obtenido importantes premios en narrativa y poesia como: Premio de Cuento José Maria Arguedas (1978); Premio Nacional de Poesia José Maria Eguren (1980); Premio de Cuenco Copé (1983); Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil - Aplij (1985); Premio Latinoamericano de Cuento Cicla-87; Premio Nacional de Educaci6n Horacio (1995); Premio Nacional de Novela Federico Villareal (1996); Premio Internacional de cuentos "Juan Rulfo" (2002). ha publicado buena cantidad de titulos para nifios y adultos. Entre sus libros de literatura infantil y juvenil destacan los de la seria "Cholito", ademas de "jViva Luis Pardo!" y un manojo de leyendas. oes 1. ENCUENTRO CON EL ICHIC OLLCO Encontré al ichic ollco, ese enanito que dicen que es hijo del supay [quechua: diablo], el diablo, leyendo sentadito sobre la rueda del molino de don Andrés un librito llamado "Blanca Nieves y los Siete enanitos", con bonitos dibujos en la pasta que llamaron mi atencién. Tan distraido estaria, digo yo, que ni la sombra de mi cuerpo asomandose por la puerta, le hicieron reparar. Bonito nomas, para no espantarlo, queriendo saber si habia mas dibujos adentro, me acerqué. Y como ni levanté la cabeza siquiera, con cuidado noms a su ladito logré sentarme. -- Y... amigo - le dije -, gqué te cuentas? Ahorita desaparece botando azufre como su padre o dejando su excremento humeante, como dicen que deja, pensé. Pero nada. Como si estuviera ausente de! mundo, siguié leyendo, sin tomarme en cuenta. Yo asomé los ojos al libro todo curioso. Para mi sorpresa, no habia dibujos; solo unas letras pequefitas, raras, en qué idioma nomas sera pues... -~- TU eres el ichic ollco 0 duende que dicen? -- le hablé al rato, aburrido ya, después de haberme estado gustando de su pelito colorado, como la candela, y de sus orejas grandes, medio puntiagudas. Y, como en el comienzo, siguié leyendo, sin hacerme caso; a veces sonriendo, otras veces medio serio o asombrado. -- Tanto te gusta leer, oy? - me acuerdo que le dije, malhumorado, levantandome, pensando que no me contestaria. -- Si, pues, me gusta leyer, y qué... -- habl6 por fin, medio ofendido. EI molino estaba parado, a pesar que el chorro de agua que lo hacia girar seguia bajando por el cascarén de eucalipto sin que lo hubieran desviado. "Leyer", si, habia dicho leyer, y eso me acuerdo que en la escuela la sefiorita Amelia, mi profesora, nos habia dicho que estaba mal hablado. Creyendo hacerle un bien, le dije entonces: -- No se dice leyer, oy, sino leer. Me mir6é nomas medio de costado, con mala cara. Chaposas eran sus m@jillas, rosaditas. "De lo que se quema en el infierno seguro", pensé. Como el agua se estaba desparramando debido a que el ichic lo tenia bien pisado el eje, segun me di cuenta recién, me fui a desviarlo. iA pucha! duro estaba ese fierro que hacia desviar el agua. Tanto batallé hasta que por fin... De don Andrés, el duefio, no habia ni noticias. Cuando volvi de nuevo donde el ichic, éste ni cuenta se daba que ya no. entraba agua al molino. Bien puesto su pie sobre el eje, seguia lee y lee. -- A pucha, oy -- le dije, yo que soy un aburrido para leer --, gqué pues no te cansas hasta ahora? Sin alzar la vista me respondid: -- {TU qué sabes lo que estoy leendo...! Rei nomas en mis adentros, acordandome nuevamente de las advertencias de la sefiorita Amelia. -- Oy, ichic -- le dije --, no te ensefian en el infier..., digo en la escuela, que no se dice leendo sino leyendo? -- jTotal! -- abrié los brazos soltando el libro; recién me fijé en sus ojos: eran azulitos --, primero me dices que no se dice leyer sino leer y cuando digo leendo me sales que se dice leyendo... Tii me estas fregando. Asi diciendo se metié bajo la rueda del molino y desaparecié. Ese mismo ratito llamaron de afuera y yo sali a ver. Era dofia Agustina, su mama de Antenor, que buscaba a don Andrés. Diciéndole que no estaba, me meti de nuevo. Bajo la rueda del molino, todavia humeando, ahora que no habia agua, encontré su excremento del ichic y al lado un papelito escrito con muki-muki, esa tierra de color que por ahi cerca abundaba, donde se leia: "Te necesito urgente. Buscame al otro lado de la pirca [muro de piedra] donde acaba su maizal de don Andrés." A lo mejor me quiere ensefiar algin tesoro, diciendo, me encaminé ese ratito, rapido rapido noméas. 2. AL OTRO LADO DE LA PIRCA Ya junto a la pirca, que era mas o menos altita, noté que crecian en su encima, aparte de musgo, carhuacashas, esas feas espinas coloradas que cuando se plantan en el cuerpo de uno asi nomas no salen. Con cuidado nomas trepé. Un vientecito helado, que hizo flamear mi poncho y casi lo hace volar mi sombrero, silbando subia de la quebrada. Reparé a todos lados esperando verlo al ichic de un momento a otro. Pero nada. Silbé. Igual nomas. Abajo en la hoyada, de un montecito a otro, volaban de rato en rato las bubas, esos pajaritos medio plomizos que nadie los come porque contagian enfermedades. Sélo esos habian. Liamé con todas mis fuerzas: -- jlchic ollco666!... Algunas bubas se espantaron. Subié con mas fuerza el vientecito conversaldn y en eso, seria el eco de mi voz 0 el ichic mismo quién sabe, of como que me respondia. Entonces, para mas seguridad, decidi bajar; a lo mejor algo le estara pasando al pobre ichic diciendo. Bonito nomas por un sitio que me parecié bajo, decidi descolgarme, pero... jah, pucha!, cuando me solté, no habia cuando llegar al suelo. 4Qué?..., dije sintiendo que me iba y me iba, asi paradito. Asustado miré hacia arriba y vi como las crestas de la cordillera se iban haciendo altas, cada vez mas altas, y que la pirca no habia sido pirca, sino las macizas paredes de la cordillera... Hasta que por fin cai al suelo, sin hacerme dafo felizmente, cuando ya pensaba que me iba a un abismo sin fin. Cuando como tonteado me levanté, lo primerito que hice fue mirar donde estaba. Un hermoso temple, lleno de vegetacién, con quebraditas que bajaban sonando hacia algtin rio seguro, aparecié delante mio. Miré si por la montafia podria subir a mi pueblo: era imposible. De pura roca, cortada como con machete, no habia casi de qué agarrarse. Tendria yo que dar un rodeo, buscar el camino... ;Pucha!, me dio rabia ese ichic. De matarlo era. Pero ya estaba yo, fregado. Esa seria su venganza de lo que le corregi, jmal agradecido! 3. LA MANSION DEL SUPAY Una casa alta, de dos pisos, una mansién mejor dicho, de lisas paredes blancas, fue lo que descubri cuando me hallaba deambulando, esperanzado en hallarlo al ichic para que me ensefiara el camino de vuelta. Vaya por fin, dije alegrandome. Ya me estaba asustando de no ver rastros de personas en todo ese tiempo. Un hombre estaba arrecostado sobre una baranda, como contemplando sus dominios. En vez de poncho llevaba puesto una capa roja que flameaba apenas con el poco vientito que debja correr alli arriba. Sera el sefior de estas tierras, pensé. Ni bien me acerqué lleno de respeto a saludarlo, cuando lo noté que sus cejas estaban erizadas de fea manera y, al parecer, me estaba esperando. -- Con que tu fuiste el que molest6 a mi nifio alla arriba, no? -- hablo haciendo rechinar sus dientes. -- ¢Su hijo, sefior? - dije sin acordarme del ichic, cuando en eso lo veo al enano que por una de las ventanas de la segunda planta estaba que me acaba la lengua -. No, sefior - dije un poco temeroso dandome cuenta recién que ese hombre era el mismo supay -, no quise molestarlo; sélo porque lo corregi nomas se enojé. -- ,Corregir? zY ti qué tienes que corregir a nadie? -- hablo siempre amargo --, gy ati quién te corrige? Calladito me quedé sin responderle. -- Pues ahora te has fregado -- me dijo, ese ratito en que su mujer seguro y una muchacha buenamoza, su hija, se asomaron a la baranda a curiosear --. No vas a salir de aca si antes no haces lo que te voy a ordenar. Qué ser, sefior? -- diciendo me quedé ahi aguardando. -- Ven por aca - me dijo --. Sube. Subi por la escalera, de mala gana, maldiciéndolo en mi dentro al ichic, que ahora jugaba resbalandose por una baranda. Cuando llegué ante el supay, la mujer y la muchacha ya se habfan entrado. -- Ves esas gavillas hacinadas en esa parva? -- dijo sefalando lo que a primera vista cre/ que era un cerro, y junto al cual se alzaba una pirca. -- Si--le respondi. -- Pues bien; mafiana quiero verlo trillado y llenado el trigo en esa pila de sacos que ves ahi. Cual, sefior? -- Eso que est ahi junto a la parva. Entonces recién me di cuenta que lo que yo crei pirca en un comienzo, eran los sacos de lona que estaban puestos unos encima de otros.

Você também pode gostar