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Vamos a pasar a desarrollar el estudio del aparato digestivo (ver act iniciales). Lo primero que hay que destacar es su
principal función: hacer la digestión.
• Digestión: es la transformación de los alimentos en sustancias más simples que el organismo puede asimilar.
• La lengua que mueve los alimentos, los mezcla con la saliva y forma el bolo alimenticio.
• Estómago: es un ensanchamiento del tubo digestivo, produce unos movimientos que baten los alimentos y los
mezclan con los jugos gástricos.
• Intestino delgado: tuvo muy largo, en donde las sustancias aprovechables pasan a la sangre.
• Intestino grueso: tuvo al que van las sustancias que el organismo no asimila y se expulsan al exterior.
• Ano: orificio por donde se expulsan las sustancias que el organismo no necesita.
El aparato digestivo se localiza a lo largo del cuerpo, desde la boca al ano, pasando así desde la cabeza al final del tronco.
Vamos a ver el proceso desde que el alimento entra en la boca hasta que son expulsadas por el ano las sustancias que no
nos sirven.
El alimento entra en la boca, donde los dientes lo trituran, cortan y mastican, a la vez se va mezclando con la saliva
(segregada por las glándulas salivares). Es la lengua quien ayuda a mezclar la saliva con los alimentos, creando así el bolo
alimenticio. Este bolo baja por la faringe y el esófago hasta llegar al estómago. Allí permanece el tiempo necesario para que
se realice la digestión (más o menos unas 2 horas).
El estómago produce jugos gástricos que se mezclan con le bolo hasta convertirlo en una papilla, que pasa al intestino
delgado. Allí se produce la última transformación de los alimentos. La papilla, ya en el intestino delgado, se mezcla con los
jugos intestinales, con la bilis procedente del hígado y con el jugo pancreático. Estos jugos descomponen la papilla y la
transforman en sustancias nutritivas, que son absorbidas por las paredes del intestino delgado. Allí pasan a la sangre que
las distribuye por todo el cuerpo. La parte que no ha sido absorbida sigue hasta el intestino grueso donde se transforman los
excrementos que se expulsan por el ano. (ver acta 5, 6, 7, 8 y 9)
• Úlceras - herida abierta o sin cicatrizar en el cuerpo de una persona, localiza por ejemplo en el estómago.
• Corte de digestión -parada del proceso de digestión que se puede producir cuando nos tiramos de golpe al agua.
• Gastrointeritis -inflamación simultánea de la membrana mucosa del estómago y de la de los intestinos. Produciendo
diarrea y vómitos.
Una parte muy importante del aparato digestivo son los DIENTES: (act iniciales)
Los dientes de los niños se llaman dientes de leche, a los 5 o 6 años de edad se van cayendo y comienzan a salir los
definitivos, que serán ya para toda la vida. En total tendremos 32 dientes: 8 incisivos, 4 caninos, 8 premolares y 12 molares.
Para poder conservarlos bien es muy importante lavárselos tras cada comida, para que no queden restos y aparezcan
caries. (ver act 11).
¿Te has fijado alguna vez en las marcas que dejan tus dientes cuando muerdes una manzana? ¿Son todos iguales? Para
ver que no probaremos con una, y después leeremos este texto: (ver act 12)
“Me llamo incisivo y vivo con mis padres en una bonita casa de dos pisos llamada boca. Con nosotros viven mis bisabuelos
los molares, mis abuelos los premolares, y mis padres, los caninos.
En casa todos tenemos una tarea, mis bisabuelos y mis abuelos trituran, mis padres desgarran, y mis hermanos y
yocortamos todo lo que entra en casa.
La familia que vive en el piso de abajo está compuesta por el mismo número de miembros. Entre todos formamos un
equipo.”
Dentro del estudio de los dientes, destacamos la parcela dedicada a la higiene dental, que nos enseñar nuestros padres en
casa y nuestros profesores en el colegio.
Como ya hemos dicho antes es muy importante que nos lavemos los dientes después de comer, con un buen cepillo y un
poco de pasta de dientes. Si los cuidamos bien nos durarán muchos años y masticaran bien la comida para que nuestro
aparato digestivo no tendrá que trabajar demasiado.
Debemos ser constantes en nuestra higiene dental, es necesario cepillarse los dientes por lo menos dos veces al día, para
que no nos aparezcan caries que debiliten la capa que envuelve los dientes y tengamos que ir al dentista a que nos la
arregle.
• Cepillar los dientes de arriba a abajo desde las encías, por delante y por detrás.
Los medios de comunicación son el canal que mercadólogos y publicistas utilizan para transmitir un
determinado mensaje a su mercado meta, por tanto, la elección del o los medios a utilizar en una campaña
publicitaria es una decisión de suma importancia porque repercute directamente en los resultados que se
obtienen con ella.
Por ello, tanto mercadólogos como publicistas deben conocer cuáles son los diferentes tipos de medios de
comunicación, en qué consisten y cuáles son sus ventajas y desventajas, con la finalidad de que puedan
tomar las decisiones más acertadas al momento de seleccionar los medios que van a utilizar.
En primer lugar, cabe señalar que los medios de comunicación se dividen, de forma general, en tres grandes
grupos (según los tipos de medios de comunicación que engloban):
• Medios Masivos: Son aquellos que afectan a un mayor número de personas en un momento dado [1].
También se conocen como medios medidos [2].
• Medios Auxiliares o Complementarios: Éstos afectan a un menor número de personas en un
momento dado [1]. También se conocen como medios no medidos [2].
• Medios Alternativos: Son aquellas formas nuevas de promoción de productos, algunas ordinarias y
otras muy innovadoras [3].
En segundo lugar, cada uno de éstos grupos incluye una diversidad de tipos de medios de comunicación, como
se podrá ver en detalle a continuación:
1. Medios Masivos: Dentro de este grupo se encuentran los siguientes tipos de medios de comunicación:
o Televisión: Es un medio audiovisual masivo que permite a los publicistas desplegar toda su
creatividad porque pueden combinar imagen, sonido y movimiento.
Según Lamb, Hair y McDaniel, las emisoras de televisión abarcan la televisión de cadena o red
(ABC, CBS, NBC y Fox Network), las estaciones independientes, la televisión por cable y un relativo
recién llegado, la televisión satelital de emisión directa [3].
Sus principales ventajas son: Buena cobertura de mercados masivos; costo bajo por exposición;
combina imagen, sonido y movimiento; atractivo para los sentidos [4].
Entre sus principales limitaciones se encuentran: Costos absolutos elevados; saturación alta;
exposición efímera, menor selectividad de público [3].
o Radio: Es un medio "solo-audio" que en la actualidad está recobrando su popularidad.
Según Lamb, Hair y McDaniel, escuchar la radio ha tenido un crecimiento paralelo a la población
sobre todo por su naturaleza inmediata, portátil, que engrana tan bien con un estilo de vida rápido [3].
Además, según los mencionados autores, los radioescuchadores tienden a prender la radio de
manera habitual y en horarios predecibles. Los horarios más populares son los de "las horas de
conducir", cuando los que van en su vehículo constituyen un vasto auditorio cautivo [3].
Sus principales ventajas son: Buena aceptación local; selectividad geográfica elevada y demográfica;
costo bajo [4]. Además, es bastante económico en comparación con otros medios y es un medio
adaptable, es decir, puede cambiarse el mensaje con rapidez [1].
Sus principales limitaciones son: Solo audio; exposición efímera; baja atención (es el medio
escuchado a medias); audiencias fragmentadas [4].
o Periódicos: Son medios visuales masivos, ideales para anunciantes locales.
Sus principales ventajas son: Flexibilidad; actualidad; buena cobertura de mercados locales;
aceptabilidad amplia; credibilidad alta [4]. Además, son accesibles a pequeños comerciantes que
deseen anunciarse [1].
Entre sus principales limitaciones y desventajas se encuentran: Vida corta; calidad baja de
reproducción; pocos lectores del mismo ejemplar físico [4] y no es selectivo con relación a los grupos
socioeconómicos [1].
o Revistas: Son un medio visual "masivo-selectivo" porque se dirigen a públicos especializados
pero de forma masiva, lo que les permite llegar a más clientes potenciales.
Según Laura Fischer y Jorge Espejo, son de lectura confortable además de que permiten la
realización de gran variedad de anuncios: [1]
o Faxes.
o Carritos de compras con vídeo en las tiendas comerciales.
o Protectores de pantallas de computadoras.
o Discos compactos.
o Kioscos interactivos en tiendas departamentales.
o Anuncios que pasan antes de las películas en los cines y en los videocasetes rentados.
Además, según los mencionados autores, casi cualquier cosa puede convertirse en un vehículo para
exhibir publicidad [3]. Por ejemplo, los elevadores (ascensores) incluirán o ya incluyen pantallas para
exhibir noticias, información y publicidad para captar la atención de trabajadores de altos ingresos en los
grandes edificios de oficinas.
EL TELÉFONO. EL NACIMIENTO DE UN NUEVO MEDIO
DE COMUNICACIÓN, 1877-1936.
Autores:
Ángel Bahamonde Magro. Catedrático de Historia
Contemporánea. Universidad Carlos III Madrid.
Luis Enrique Otero Carvajal. Profesor Titular de Historia
Contemporánea UCM.
Publicado en: Bahamonde Magro; A., Martínez Lorente, G. y Otero
Carvajal, L. E.: Las comunicaciones en la construcción del Estado
contemporáneo en España. 1700-1936. Madrid, Ministerio de Obras
Públicas, Transportes y Medio Ambiente, 1993. ISBN: 84-7433-949-9.
ÍNDICE
Los orígenes del teléfono y la consolidación de un sistema mundial
de telecomunicaciones.
La aparición del teléfono en España. 1877-1936.
Concesiones y empresas telefónicas en España, 1897-1924. La
Compañía Peninsular de Teléfonos.
La creación de la Compañía Telefónica Nacional de España.
A modo de recapitulación.
La expansión del teléfono en Europa fue más lenta que en los Estados Unidos. Las razones que explican
este hecho son variadas. De una parte, desde 1880 Estados Unidos mostraba una mayor pujanza
industrial que el Viejo Continente. Las oportunidades para el desarrollo de nuevas industrias eran
mayores debidas a las grandes dimensiones del mercado estadounidense y a la juventud de su
estructura industrial, que mostraba una mayor flexibilidad que las consolidadas estructuras industriales
europeas a la hora de movilizar capitales para nuevos proyectos industriales. De otra, la pugna
tecnológica establecida entre los aparatos de Bell y Edison retrasaron la decisión europea sobre la
elección del sistema telefónico. Finalmente, el celo de los gobiernos respecto del control de los nuevos
sistemas de comunicaciones provocó una considerable demora respecto del modelo a adoptar: estatal
o privado, que dio origen a una contradictoria legislación que retrasó el despegue de las respectivas
redes telefónicas.
En 1900 la estadística de los aparatos telefónicos revela con claridad la superioridad de los Estados
Unidos respecto de cualquier otro país: un aparato por cada 60 personas frente a un teléfono por 115
personas en Suecia; uno por 129 en Suiza; uno por 397 en Alemania; uno por 1.216 en Francia, o uno
por 2.629 en Italia.
Desde los orígenes del teléfono dos grandes fenómenos se desarrollan de manera íntimamente
relacionados: su tendencia a constituirse en red universal de comunicaciones y la preponderancia
tecnológica, financiera e industrial de los Estados Unidos. Ya en el acta de creación de la ATT en 1885
se señalaba el objetivo futuro de enlazar telefónicamente los Estados Unidos con Canadá y México. Esta
inicial aspiración fue una realidad plena a la altura de 1930, momento en el que existía una consolidada
red telefónica internacional, que diseñaba los primeros pasos de un mercado mundial de las
telecomunicaciones, avanzando por la senda abierta por la red telegráfica internacional. De la misma
manera que la red mundial telegráfica había sido hegemonizada por Gran Bretaña, símbolo e
instrumento de su preponderancia internacional durante la segunda mitad del siglo XIX hasta el
estallido de la Gran Guerra, el predominio de los Estados Unidos en la construcción de la red telefónica
mundial anticipaba el papel primordial que dicha nación iba a desempeñar de manera indiscutible con el
estallido de la Segunda Guerra Mundial. En el período de entreguerras los Estados Unidos no sólo
lograron superar su antigua dependencia en las conexiones telegráficas internacionales respecto de
Gran Bretaña, sino que mediante su hegemonía en la industria telefónica consiguió afianzarse a
posiciones de liderazgo en el naciente mercado mundial de las telecomunicaciones. El emblema de esta
hegemonía fue laInternational Telephone and Telegraph (ITT), creada en 1920 por los hermanos Hernand
y Sosthenes Behn. Una pequeña empresa que había sido constituida para la explotación de las redes
telefónicas de Cuba y Puerto Rico, acabó, en un espacio de tiempo no superior a quince años, en la
empresa líder de las telecomunicaciones internacionales. Su momento de despegue fue en 1925 cuando
la ATT, como consecuencia de la aplicación de las leyes antitrust de los Estados Unidos, se vio obligada
a vender a la ITT la International Western Electric, que monopolizaba la comercialización del sistema
Bell en el exterior de los Estados Unidos, por 30 millones de dólares gracias a un préstamo del National
City Bank y la Banca Morgan. Tras este acuerdo transcendental, la ITT contó con el apoyo financiero
del National City Bank y de la Banca Morgan, con lo que la expansión internacional de la ITT, iniciada
con la toma del control de la CTNE, fue inmediata y espectacular, sobre todo en Latinoamérica y
Europa. "De una pequeña compañía con ambiciones regionales, se convirtió en un complejo totalmente
integrado operador de redes y fabricante de material. Behn pudo desde entonces a la Ericsson y a la
Siemens allá donde quisiera". Así en Europa la ITT penetró con fuerza, además del caso español, en
Francia y en Alemania. Este último país sirvió de plataforma para su penetración en la Europa
danubiana. En suma una hegemonía estadounidense del mercado mundial de las telecomunicaciones
que enseguida demostró su importante derivación política, sobre todo a partir de 1945 cuando el
concepto free flou of information se convirtió en la doctrina oficial estadounidense en materia de
telecomunicaciones.
La primera reglamentación del servicio telefónico se debe al primer gobierno largo de Sagasta. El
decreto del 16 de agosto de 1882 habilitó al ministro de la Gobernación para conceder a particulares o
compañías el establecimiento y explotación de redes telefónicas con destino al servicio público. La
legislación aprobada creaba un marco repleto de lastres que dificultaron el despegue del servicio, por la
discrecionalidad de los poderes públicos a la hora de otorgar las concesiones. La filosofía
gubernamental quedaba puesta de manifiesto en las bases del decreto: limitaciones técnicas, las redes
urbanas no podían sobrepasar los diez kilómetros; el nuevo servicio era considerado como una renta
para el Estado, que se reservaba el 5 por ciento de la recaudación total; el gobierno se reservaba el
derecho de regulación de las tarifas y tasas, y la concesión quedaba circunscrita a un plazo máximo de
20 años, como contrapartida se establecían exenciones fiscales a los concesionarios.
La participación de la Dirección General de
Correos y Telégrafos en el origen del servicio
telefónico en España es esencial, tanto en los
experimentos iniciales como en la aprobación del
reglamento y en la selección de las diferentes
ofertas presentadas por los concesionarios. La
Dirección General de Correos y Telégrafos creó
en Madrid, en 1882, una red telefónica oficial que
enlazaba las principales dependencias estatales
que con escasos recursos consiguió un
funcionamiento eficaz, siendo puesta como
ejemplo por los partidarios de que el teléfono
fuera por cuenta del Estado. El decreto de 11 de
agosto de 1884 reservaba al Estado la explotación
del servicio telefónico, valiéndose de los
funcionarios del Cuerpo de Telégrafos. En la exposición del decreto elaborada por el ministro Romero
Robledo se justificaba la conveniencia del carácter estatal del servicio: las graves dificultades sufridas
para la puesta en servicio; el caos telefónico de Barcelona, ocasionado por la cantidad de concesiones
otorgadas; el temor de dejar en manos privadas un medio tan poderoso; lo rentable que sería para el
Tesoro, y el ejemplo de Europa.
El Reglamento que desarrollaba el decreto dividía las redes en urbanas e interurbanas. A pesar de la
naturaleza estatal del servicio se autorizaba a particulares y ayuntamientos a tender redes, de manera
subsidiaria, siempre y cuando no existieran las del Estado, pero con la condición de unirlas a las redes
estatales cuando se instalaran, pasando entonces a la categoría de simples abonados. Las cuotas de
abono anual descendieron un 40 por ciento respecto del reglamento de 1882, pasando de 1.000 a 600
pesetas.
La penuria de las arcas del Estado impidió el desarrollo de una red telefónica amplia y eficaz. La Ley de
Contabilidad existente, francamente anacrónica, imposibilitó la financiación de las partidas
presupuestarias. En junio de 1885, después de las dos primeras reglamentaciones, el número de
abonados en España era el que muestra el cuadro número 60.
En noviembre de 1885 la nueva ascensión al poder del partido liberal significó un cambio en el marco
legal del servicio telefónico. En aras de la libertad económica, el 13 de junio de 1886 un decreto volvía al
sistema de concesiones a la iniciativa privada; incluso en la exposición de motivos se llegaba a tachar
al Estado como obstáculo perpetuo al desarrollo del teléfono. En 1890 Francisco Silvela aprobó una
nueva reorganización de los servicios telefónicos, esta vez de carácter mixto. Las experiencias de Gran
Bretaña, Francia e Italia rescatando la explotación del teléfono de manos de los concesionarios
particulares en favor del Estado fue uno de los argumentos básicos para el nuevo rumbo legislativo.
Consciente de las limitaciones económicas del Estado, la posición defendida por Francisco Silvela trató
de conciliar los intereses particulares -hegemónicos en 1882 y 1886- y los del Estado -monopolizadores
en 1884- (cuadro nº 61). El decreto establecía una sistematización del servicio telefónico, que perseguía
salir del marasmo en el que se encontraba mediante la definición de las diferentes modalidades de las
instalaciones: redes telefónicas, públicas o privadas; líneas interurbanas, públicas o privadas; líneas
secundarias, conectadas con las estaciones telegráficas, y líneas particulares. Las privadas debían
satisfacer un canon al Estado por su concesión y explotación que variaba en función de las
características de la concesión. La iniciativa privada se liberó de trabas al poder concursar en la
instalación de líneas interurbanas a gran distancia, bajo la condición del pago de un canon cuyo importe
variaba dependiendo de la importancia de la línea. Como desarrollo de este nuevo marco legal el 18 de
marzo de 1891 un nuevo decreto publicó las bases de la subasta para la construcción y explotación de
las líneas interurbanas.
El decreto de 1891 dividió la Península en cuatro zonas telefónicas, a efectos de la concesión y subasta
de las redes interurbanas, delimitadas por líneas imaginarias con centro en Madrid. La red
del NORDESTE, comprendida entre las líneas ideales Madrid-Bilbao y Madrid-Valencia, que contemplaba
la obligación de unir telefónicamente, en el plazo de un año, las ciudades de Bilbao, San Sebastián,
Vitoria, Pamplona, Zaragoza, Barcelona y Valencia. La red del SURESTE, limitada por los ejes Madrid-
Valencia y Madrid-Málaga, debía conectar en iguales condiciones las ciudades de Alicante, Albacete,
Murcia, Cartagena, Almería y Granada. La red del SUROESTE, comprendida entre Madrid-Málaga y
Madrid-Cáceres, enlazaría Madrid con Málaga, Sevilla, Córdoba y Cádiz. La red del NOROESTE, debía
conectar Madrid con Avila, Valladolid, Salamanca, Burgos, Santander y La Coruña. Los derechos de las
conexiones internacionales con Francia y Portugal correspondían a las redes Nordeste y Suroeste,
respectivamente.
Este ambicioso proyecto no se cumplió. Solamente la Red del Nordeste a cargo de la Compañía
Peninsular de Teléfonos se llevó a cabo, el resto quedó en simple proyecto. Si el Estado no tenía
capacidad económica para asumir los costes del proyecto, el capital privado nacional tampoco se sintió
incentivado para invertir en unas redes telefónicas que no se presentaban rentables en la mayor parte
de España.
En vez de revertir al Estado los derechos y explotación de las tres zonas restantes, y como reflejo de las
contradicciones en que se moverán los partidos alternantes en materia telefónica, salieron de nuevo a
pública subasta entre personas o entidades españolas. Modificaron algunas condiciones pero
mantuvieron la política de que el capital privado construyese las redes y las explotase hasta la
finalización del contrato en que pasarían a manos del Estado. Se amplió la red del Nordeste, incluyendo
la conexión con Francia, y se mantuvo la red del Noroeste. En julio de 1909 la construcción de la red
internacional Madrid-Zaragoza-San Sebastián-Irún, y en diciembre del mismo año la variante Zaragoza-
Barcelona-Gerona-Port Bou unió la red telefónica española con la europea. En el cuadro 62 se aportan
algunos datos comparativos de las tres redes.
Los sucesivos decretos y reglamentos acrecentaron el caos telefónico en España. Líneas aisladas unas
de otras, materiales no homogeneizados, tarifas diferentes, diversidad de tipos de canon, explotación a
cargo de empresas privadas (sometidas a diferente legislación), amén de amplísimas zonas sin servicio
componían el mosaico telefónico de la España de finales de siglo.
En el bienio 1908-1909, durante el gobierno conservador presidido por Maura, y siendo ministro de la
Gobernación Juan de la Cierva, vieron la luz una serie de leyes y reglamentos con los que se intento
cambiar el marco legislativo y lograr un servicio telefónico eficaz. El objetivo no se cumplió, ya que una
de las premisas fundamentales para ello, como era la unificación de toda la red telefónica del Estado, no
quedaba contemplada a corto plazo. El decreto de 17 de septiembre de 1908 autorizó la participación de
los ayuntamientos en las subastas de las redes telefónicas urbanas con el derecho de tanteo sobre el
mejor licitador. Al amparo de esta norma, comenzaron a funcionar dos explotaciones consideradas
modélicas: la concesión por 35 años en favor de la Diputación de Guipúzcoa, mediante la ley de 25 de
noviembre de 1908, y la otorgada al Ayuntamiento de San Sebastián de 1º de diciembre para explotar la
red urbana. La política seguida por la red de San Sebastián, dirigida por Juan Echaine, fue la de
conectar con las redes interurbanas y telegráficas y ampliar sus servicios: telegramas internacionales y
giros telegráficos. La buena gestión realizada por esta red fue imitada por otros ayuntamientos sin
conseguir los mismos resultados. El 27 de octubre de 1923, Martínez Anido, Subsecretario de
Gobernación, transmitió la real orden autorizando la explotación a perpetuidad de la red telefónica
urbana de San Sebastián en favor del Ayuntamiento de dicha capital.
El interés por el incremento de la demanda influyó más que el progreso técnico en el continuo descenso
de los precios telefónicos desde la primera reglamentación de 1882 hasta finales del siglo XIX. A partir
de 1900 se estabilizaron los precios, aunque se mantuvo la disparidad de las tarifas entre unas redes y
otras. Esta estabilización de las tarifas se realizó a partir de unos precios prohibitivos para la mayoría de
la sociedad española, sobre todo por lo elevado de la cuantía de la cuota de enganche, hecho que
explica la lenta difusión del servicio telefónico en nuestro país y las dificultades para alcanzar el óptimo
de socialización. En los cuadros 75, 76 y 77 en el apéndice al final del capítulo donde se exponen las
diferentes tarifas en vigor en 1897, 1910 y 1923 respectivamente. En el cuadro número 64 se muestra la
evolución de las tarifas telefónicas más usuales entre 1882 y 1910.
Si a ello añadimos el caos telefónico existente entre 1882 y 1924, sólo resuelto en parte desde 1915 con
la preponderancia de la Compañía Peninsular y su explotación de las redes interurbanas, tendremos el
marco explicativo completo de las dificultades de la introducción de la telefonía en España, a diferencia
de lo ocurrido con la telegrafía. A este respecto cabría añadir las diferencias sustantivas de la telegrafía
y el teléfono. La primera, para su pleno desarrollo necesitaba fundamentalmente de la construcción de
la red telegráfica nacional. Tendidas las líneas con una o varias estaciones telegráficas, según las
dimensiones de las localidades y las demandas de los sectores político, económico y periodístico, el
servicio telegráfico era plenamente operativo.
Sin embargo, el teléfono para su pleno desarrollo necesitaba no sólo del tendido de las redes
interurbanas sino también y fundamentalmente del desarrollo de las redes urbanas, basadas en el
tendido de las líneas telefónicas particulares, lo que significaba un incremento considerable de los
costes respecto del tendido telegráfico, estando directamente ligado a los niveles de renta de la
sociedad. Cuotas de enganche cuya media inferior alcanzaba en 1897 las 149,86 pesetas y en 1923 las
81,56 pesetas resultaban inalcanzables para la mayoría de la sociedad española de la época. En estas
condiciones resultaba previsible la dificultad para la consolidación de la red telefónica española. Las
empresas concesionarias, dada su fragmentación y escasa capitalización eran incapaces de impulsar
una política tarifaria a la baja, acrecentada esta incapacidad por la incertidumbre de la renovación de las
concesiones por el Estado y los reducidos plazos de las mismas, todo lo más veinte años. Ni siquiera la
Compañía Peninsular estaba en condiciones de ofrecer una reducción significativa de las tarifas que
supusiera una ampliación potencial de la demanda telefónica vía reducción de costes de la conexión.
El Estado era asimismo incapaz de financiar la construcción y expansión de la red telefónica nacional.
Los costes de financiación necesarios para la socialización del teléfono, mediante una sostenida
política tarifaria reducida, eran de tal magnitud que escapaban a las posibilidades presupuestarias
estatales. La posición de la Dirección General de Correos y Telégrafos partidaria de la unificación de las
redes y su explotación por el Estado estaba condenada al fracaso. La incautación por parte de
Telégrafos de redes caducadas o mal explotadas como en Ciudad Real, Sevilla o Valdepeñas eran
sucesos aislados. El control e inspección, que por ley le correspondía ejercer sobre todos los
concesionarios, eran más teóricos que reales. La explotación del telefonema (telegrama interurbano
cursado por teléfono) por las compañías privadas a pesar de atentar contra el monopolio telegráfico del
Estado tuvo que ser consentido. Las tendencias estatalizadoras del servicio telefónico de algunos
gobiernos de la Restauración estaban, por tanto, condenadas de antemano. En el cuadro 65 se presenta
un resumen de la evolución del servicio telefónico entre 1885 y 1934.
En 1917, Francos Rodríguez presentó su proyecto de Ley de Telefonía Nacional, para superar la
situación de indeterminación en que estaba sumido el servicio telefónico. Con un coste previsto de 67
millones de pesetas, reproducía el modelo francés y el de las redes de Guipúzcoa y San Sebastián.
Perseguía los siguientes objetivos: la unificación de los servicios telefónicos; la intervención de las
comunicaciones telefónicas por parte del Estado; la ampliación de la capacidad de las líneas, y la
conclusión del plan de líneas, extendiendo el servicio a capitales como Soria, Cuenca, Teruel y
Albacete, mediante la fundación de un Instituto Nacional de la Telefonía, encargado de la creación,
gestión y desarrollo de la red telefónica nacional, bajo criterios unificadores a partir del rescate de las
concesiones existentes conforme fueran caducando y el fin de la política de concesiones, siguiendo el
modelo francés en el que la administración de telégrafos y teléfonos aparecían estrechamente
vinculadas. El proyecto finalmente no prosperó. La solución vino de la mano de la constitución de
la Compañía Telefónica Nacional de España en 1924 que, con el contrato suscrito con el Estado y la
penetración del capital extranjero de origen norteamericano, a través de la International Telephone and
Telegraph Corporation (ITT), pudo resolver las dificultades que atravesaba el servicio telefónico español
desde su nacimiento en 1882, tras las primeras experiencias pioneras de 1877.
Una de las principales razones que indujeron a Primo de Rivera a autorizar la entrada de la ITT en
España, en 1924, fue la necesidad de encontrar capital suficiente para la explotación y el desarrollo de
las nuevas tecnologías. Los hechos se sucedieron con una rapidez inusual en este tipo de operaciones.
El 19 de abril de 1924 se constituyó en Madrid la Compañía Telefónica Nacional de España (CTNE), en
régimen de sociedad anónima, con un capital de 2.000 acciones de 500 pesetas nominales cada una. El
11 de mayo, el Directorio Militar dictó una Real Orden, sin carácter de concurso, nombrando una
Comisión encargada de estudiar los proyectos libremente presentados para reorganizar el servicio
telefónico. Se presentaron además de la CTNE, la Sociedad de Teléfonos Ericsson y la N.A.T. Electric
Works. Dicha Comisión informó negativamente sobre los tres proyectos.
La CTNE estaba, al igual que anteriormente los concesionarios, exenta de todo tipo de contribuciones o
impuestos directos. Además, disfrutaba de un amplísimo derecho de expropiación de terrenos y
propiedades basado en el principio de la utilidad pública, así como del derecho de todas las
servidumbres necesarias, según la base sexta. De acuerdo con la base segunda el Estado se
comprometía a entregar a la CTNE, cuando esta lo solicitara, las instalaciones y propiedades explotadas
por el Estado. Las bases cuarta y quinta concedían a la Compañía amplísimos poderes para la
adquisición o incautación de las instalaciones y propiedades de todos o de cualquiera de los
concesionarios, así como la explotación de las redes de los particulares. La base séptima regulaba el
canon que debía abonar la CTNE. El Estado participaba de los ingresos de la Compañía, a través del
derecho a percibir anualmente un canon del 10 por ciento de los beneficios netos de la Compañía,
definido en la base vigésimo cuarta. En ningún caso el canon sería menor del 4 por ciento de los
ingresos brutos de la CTNE. Si se compara este canon con los aplicados a los antiguos concesionarios
(entre un 33,75 por ciento y un 10 por ciento de los beneficios brutos) se comprende el trato de favor
que recibió la CTNE, así como el descenso tan acusado que sufrieron los ingresos del Tesoro Público
en concepto de servicio telefónico a partir de 1925 (Ver cuadros 68 y 69).
El contrato del 25 de agosto de 1924 otorgaba a la CTNE una amplísima capacidad de actuación para
hacerse con el control de la red telefónica nacional. En la base cuarta se estipulaba que "La Compañía
queda autorizada para adquirir, por medio de negociaciones directas, las instalaciones y propiedades
de todos o cualesquiera de los concesionarios telefónicos... Tales adquisiciones por parte de la
Compañía tendrán el efecto de terminar las concesiones,... Además el Estado, cuando y a medida que lo
solicite la Compañía, se incautará de todas o de cualesquiera de dichas instalaciones y propiedades...
Todas las instalaciones y propiedades telefónicas que adquiera el Estado posteriormente a la entrada
en vigor de este contrato, sea según los términos de las respectivas concesiones o por incautación,
transacción o en cualquier otra forma, serán entregadas inmediatamente a la Compañía." La base quinta
reafirmaba los poderes otorgados a la CTNE al poner en sus manos un derecho de incautación
prácticamente ilimitado: "Para llevar a efecto las incautaciones cuando sean pedidas por la Compañía
con arreglo a la base anterior, ésta podrá a su opción, en cualquier caso, convenir con el concesionario
sobre la valoración... Las incautaciones pedidas por la Compañía podrán ser efectuadas sin el previo
convenio con el concesionario. En tal caso, el Estado procederá a la valoración de la propiedad del
concesionario."
Entre septiembre y diciembre de 1924 la CTNE se hizo cargo, mediante el pago de las correspondientes
indemnizaciones, de las concesiones de las redes de Zaragoza, Málaga, Almería, Córdoba, Santander y
Granada. El proceso continuó en años posteriores de manera que en 1930 sólo quedaban seis
concesiones arrendadas fuera del ámbito de la CTNE, correspondientes a los municipios de Berga,
Castro-Urdiales, Guardiola, Jaén, Melilla y San Sebastián con un total de 6.376 abonados, de los que
4.764 pertenecían a la red municipal de San Sebastián, además de la red provincial de Guipúzcoa.
De la misma manera que la Compañía Peninsular no pudo oponerse a su absorción por la CTNE,
la Compañía Española de Teléfonos Ericsson, constituida el 5 de diciembre de 1922, tuvo que ceder a la
CTNE la concesión de la red telefónica de la ciudad de Valencia.
El monopolio de la CTNE fue la base para la racionalización del servicio telefónico español, sentando las
bases para su definitivo despegue. Los años siguientes a la implantación de la CTNE significaron un
avance espectacular en el número de teléfonos instalados, en la incorporación de nuevas tecnologías
(en 1930 el 64 por ciento de los teléfonos eran automáticos) y en la unificación de todas las redes
telefónicas, excepto las de Guipúzcoa y San Sebastián (Ver cuadro 70). Con una tasa de crecimiento
para el período 1925-1936 de un 233,28 por ciento, equivalente a una tasa anual media del 11,78 por
ciento, se pasó de los 102.943 teléfonos de 1925 a los 343.092 de 1936. De 0,45 teléfonos por cada cien
habitantes en 1925 se llegó a 1,40 teléfonos en 1935 (ver cuadro nº 71). El teléfono había dejado de ser
un objeto de lujo, de uso más anecdótico que cotidiano, para convertirse en un medio de comunicación
básico. La armonización de los sistemas telefónicos, la racionalización de la red y la conexión de las
redes urbanas facilitaron su expansión y primera socialización. Los principales usuarios en esta época
fueron además del Estado, las empresas y los medios de comunicación. Las clases pudientes
introdujeron paulatinamente el teléfono en sus hogares. A la altura de 1935 este proceso había
culminado, sobrepasándose el umbral de socialización. El número de teléfonos, centrales telefónicas,
conferencias interurbanas e internacionales así lo ponen de manifiesto (ver cuadro nº 70).
El crecimiento sostenido del parque telefónico español a raíz de la constitución de la CTNE se sustanció
en un incremento continuado de los ingresos de la Compañía (tal como refleja el cuadro nº 72), con una
tasa de crecimiento entre 1926 y 1935 del orden del 152 por ciento y del 51,09 para el período
comprendido entre 1930 y 1935. El crecimiento de la actividad de la CTNE encontró correlato en
sucesivas ampliaciones de su capital social, pasando de los 115 millones de agosto de 1924 a los 600
millones de pesetas de septiembre de 1933. En el lapso de apenas nueve años la CTNE se había
convertido en una de las principales empresas del país. Su continuada expansión fue posible por las
favorables condiciones contenidas en el contrato firmado el 25 de agosto de 1924 entre la CTNE y el
Estado, por el que la Compañía se hacía con el monopolio del servicio telefónico español.
El proyecto de ley declaraba nulo el contrato de 1924 y definía la red telefónica de utilidad nacional, a la
par que la expropiaba en favor del Estado, dando un plazo de seis meses para la redacción y
presentación en Cortes de una ley de bases. El proyecto de ley provocó un gran debate en la sociedad
española, dentro y fuera de las Cortes, así como en la prensa nacional e internacional. Por fin, el seis de
diciembre de 1932 las Cortes zanjaron el asunto con el mantenimiento del contrato de la CTNE. El
desarrollo del servicio telefónico español estaba tan íntimamente asociado a la CTNE y, a través de ella,
a la ITT que la nacionalización resultaba inviable dada la dependencia de la industria telefónica española
al capital extranjero.
Sin embargo, como consecuencia de haber finalizado el plazo de 10 años reflejado en la base
duodécima del contrato del 25 de agosto de 1924, se publicó un decreto que ponía fin al servicio de
telefonemas a cuenta de la CTNE. Con ello se pretendía al menos eliminar alguna de las excepcionales
condiciones de las que gozaba la CTNE, haciendo retornar al control del Estado el servicio de
telefonemas en concordancia con el carácter estatal del servicio telegráfico. Los ingresos que por ese
concepto dejo de percibir la Compañía fueron considerables tal como se puede apreciar en el cuadro
número 73.
A modo de recapitulación.
A la altura de 1936 la red telefónica española había creado su estructura fundamental. El teléfono se
extendía a lo largo y ancho del país. El impulso dado por la CTNE fue esencial, sin embargo la columna
vertebral de la red telefónica había sido construida, a pesar de las dificultades legislativas y de
financiación, en la etapa inmediatamente anterior a 1924, esfuerzo simbolizado en la Compañía
Peninsular. Podemos establecer tres fases claramente diferenciadas. La primera se prolongó desde
1882 a 1909. En ella, los vaivenes legislativos, la competencia del telégrafo, la escasa capitalización de
los concesionarios y la debilidad de la demanda influyeron decisivamente en el ralentizado transcurrir
del teléfono. La segunda etapa, desde 1909 a 1924, contempló un desarrollo más sostenido de la red
telefónica. Aunque persistían los problemas anteriores, la consolidación de la Compañía Peninsular
impuso un mayor nivel de racionalización al mercado telefónico, con una política de captación de
concesiones, de absorción de empresas de limitado futuro y, sobre todo, con la construcción y
explotación de la red interurbana, capaz de articular todo el conjunto. La tercera fase corresponde al
monopolio de la CTNE y su vinculación a la ITT. Independientemente del juicio político que merezca el
contrato de 1924, la creación de la nueva sociedad aseguró la superación de futuros estrangulamientos
tecnológicos de un servicio que empezaba a traspasar los umbrales de la socialización, mediante el
incremento sostenido de una demanda circunscrita a las instituciones políticas, al mundo empresarial y
periodístico, además de las clases acomodadas. Puede calcularse que aproximadamente el ocho por
ciento de las familias españolas, principalmente ubicadas en los núcleos urbanos, poseían teléfono en
la antesala de la guerra civil