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“Tienen que estar preparados para saber dar razón de sus creencias y de su esperanza"
(1ª Pedro 3,15)

" Ustedes ya están limpios gracias a la Palabra que les he anunciado. Si permanecen
en mí, y mi palabra permanece en ustedes pidan lo que quieran y lo conseguirán. La
gloria de mi Padre esta en que den mucho fruto y sean mis discípulos" ( Jn 15, 3). 7-8)

Para permanecer en Cristo y que sus palabras permanezcan en nosotros es necesario,


entonces, conocer su palabra, y la palabra de Dios no "esta" contenida en la Biblia, la
Palabra de Dios "es" la Biblia.

Cuentan que un novicio le dijo a San Arsenio: "Padre, es que yo leo la Biblia y no me
queda casi nada". El santo entonces mandó al joven a sacar agua de un profundo
pozo con un canasto empolvado y sucio. Después de una hora le preguntó: ¿ Has
logrado sacar agua?- Nada, nada, respondió el discípulo- Todo se sale por las
rendijas del canasto.

¿Y el canasto cómo ha quedado? preguntó el maestro. - Ah, el canasto sí ha quedado


totalmente limpio, sin polvo y sin basura-. -Mira, le dijo San Arsenio: "Eso es lo que
hace en tu vida la lectura de las Sagradas Escrituras, aunque no se te quede casi
nada en tu memoria, la Palabra Divina te va manteniendo el alma pura y limpia y va
alejando de ti la mancha del pecado y la basura de los vicios"
INDICE
Pág

UNIDAD l
INTRODUCCIÓN 6

1. LA SAGRADA ESCRITURA 7
1.1 LA BIBLIA EN LA FE DE LA IGLESIA 7
1.1.1 La Palabra de Dios escrita por inspiración del Espíritu Santo 7
1.1.2 Principales afirmaciones del Magisterio de la Iglesia acerca de la S.E. 8

2. GENERALIDADES DE LA BIBLIA 12
2.1 ORIGEN DEL NOMBRE BIBLIA 12
2.2. DIVISIÓN DE LA BIBLIA 12
2.2.1 Libros del Antiguo Testamento 12
2.2.2 Libros del Nuevo Testamento 13
2.3 LOS ESCRITORES, LUGAR, LENGUA Y FECHA DE COMPOSICIÓN DE LA BIBLIA 13
2.3.1 Autores 13
2.3.2 Lugar 13
2.3.3 Lengua 15
2.3.4 Fecha 15
2.3.5 Versiones 16
2.3.6 Nomenclatura de los Libros 16

UNIDAD ll
1. REVELACIÓN 19
1.1 SIGNIFICADO DEL TÉRMINO 19
1.2 MOTIVO Y FINALIDAD DE LA REVELACIÓN 19
1.3 MODOS DE LA REVELACIÓN 20
1.4. ETAPAS 20
1.4.1 La Creación 20
1.4.2 Abrahán e Israel 20
1.4.3 Jesucristo 21

2. INSPIRACIÓN 22
2.1. DEFINICIÓN 22
2.1.1 Libro de Dios, Libro de Hombres 22
2.1.2 ¿Qué nos enseña el Magisterio? 22
2.2 PROPIEDADES DE LA SAGRADA ESCRITURA 23
2.3. RELACIÓN ENTRE TRADICIÓN Y SAGRADA ESCRITURA 25
2.3.1 Tradición 25
2.3.2 Objeciones 25

3. MAGISTERIO 31
3.1. DEFINICIÓN 31
3.1.1 Depósito de la Fe 31
3.1.2 Los Dogmas de la Fe 31

UNIDAD lll
1. EL CANON DE LOS LIBROS SAGRADOS 34

3
1.1 DEFINICIÓN DE CANON 34
1.2. CANONICIDAD 34
1.2.1 Canon Bíblico 34
1.2.2 Los Libros Apócrifos 34
1.3. CLASES DE CÁNONES 35
1.3.1 El canon de los Judíos 35
1.3.2 El canon de los Protestantes 35
1.3.3 El canon de los Católicos 35
1.3.4 El Canon de los Ortodoxos 35
1.4 ¿Por qué la Biblia protestante tiene menos libros que la católica? 35

2. HISTORIA DE LOS CÁNONES 37


2.1 EL CANON JUDÍO 37
2.2 EL CANON DEL NUEVO TESTAMENTO 37
3. CRITERIOS DE CANONICIDAD 39
3.1 LA TRADICIÓN APOSTÓLICA Y EL CANON DEL ANTIGUO TESTAMENTO 39

4. FORMACIÓN DE LOS LIBROS SAGRADOS 40


4.1. LA FORMACIÓN DEL ANTIGUO TESTAMENTO 40
4.1.1 El Éxodo 40
4.1.2 La Historia del Reino de Judá 40
4.1.3 La Historia del Reino de Israel 41
4.1.4 Los primeros profetas 41
4.1.5 El último periodo del Reino de Judá 41
4.1.6 El destino de Babilonia 41
4.1.7 El Dominio Persa 42
4.1.8 El dominio Griego 42
4.2. LA FORMACIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO 42
4.2.1 La Resurrección 42
4.2.2 Las Palabras de Jesús 43
4.2.3 La predicación apostólica 43
4.2.4 Los cuatro Evangelios 44
4.2.5 Las cartas apostólicas 44

5. LA VERDAD BÍBLICA 46
5.1 DOCTRINA DEL MAGISTERIO DE LA IGLESIA 46

CONCLUSIÓN 47

UNIDAD lV
1. LA BIBLIA NO ES UN LIBRO FÁCIL 49
1.2. CIENCIAS DE INTERPRETACIÓN BÍBLICA 49
1.2.1 Exégesis 49
1.2.2 Hermenéutica 49

2 LOS GÉNEROS LITERARIOS 51

3 CRITERIOS CATÓLICOS DE INTERPRETACIÓN 53

4 LOS SENTIDOS BÍBLICOS 54

5. UN POSIBLE ORDEN DE LECTURA DE LA BIBLIA 56


5.1 UNA IDEA CENTRAL PARA CADA UNO DE LOS LIBROS SAGRADOS 58

6 LECTURA DE LA BIBLIA COMO HISTORIA DE SALVACIÓN 61

EJERCICIOS CON LA PALABRA 62

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En la condescendencia de su bondad, Dios, para revelarse a los hombres, les
habla en palabras humanas: "La Palabra de Dios, expresada en lenguas
humanas, se hace semejante al lenguaje humano, como la Palabra del eterno
Padre, asumiendo nuestra débil condición humana, se hizo semejante a los
hombres" (DV 13).

OBJETIVO GENERAL

Descubrir la Sagrada Escritura como Palabra humana


y Palabra de Dios al mismo tiempo.

5
INTRODUCCION

D
ios es el autor de la Sagrada Escritura. "Las verdades reveladas por Dios, que están contenidas
y se manifiestan en la Sagrada Escritura, se consignaron por inspiración del Espíritu Santo."
Él ha inspirado a los autores humanos de los libros sagrados.

Esto no significa que sea una palabra humana que se diluye en la palabra divina, como una gota de agua se
diluye en un vaso de vino, ni tampoco una palabra divina que permanezca en una palabra humana como una
gota de aceite en un vaso de agua. Tampoco son palabras humanas que se conviertan en palabras divinas, ni
palabras divinas que se revistan de forma humana. Son palabra humana y son palabra de Dios.

Nos puede servir para comprender mejor esta situación el misterio de la Encarnación. Por un lado decimos
que Jesús es el Hijo Eterno del Padre que se encarnó, y decimos a la vez que es el Redentor. Lo que
afirmamos son dos sentidos distintos (que afectan al origen y a la misión) de una realidad. De la misma
manera afirmamos de la Sagrada Escritura que está inspirada por Dios y que es Palabra de Dios. Las dos
expresiones no significan lo mismo: la inspiración hace referencia al origen: la escritura no tiene origen en la
mera voluntad humana, la noción de Palabra de Dios mira a lo que es la Sagrada Escritura en la Iglesia.

A estas nociones apunta esta primera unidad, que consta de dos capítulos; también abordaremos los nombres
que se le dan a la Sagrada Escritura.

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1. L A SAGRADA ESCRITURA
L
a Biblia es el libro más leído en la historia de la humanidad. Ella ha servido como una autoridad en el plano
ético; por ejemplo las normas de conductas en sus narraciones y sentencias. Su influjo ha llegado hasta el
arte, la literatura, la música, el teatro, el cine.

Aún así la Biblia no es un libro de historia ordinaria, ni un libro de ciencias que nos va a enseñar como se
formó el mundo etc. Es un libro espiritual que nos enseña quién es Dios y qué quiere de nosotros para que
seamos felices

Es por eso y ante todo, un documento religioso. Religioso, porque el destinatario es el hombre, que tiene
esa capacidad de trascender el espacio y el tiempo y buscar las realidades que puedan ofrecer una respuesta a
las limitaciones que experimenta en sí mismo. ¿De dónde venimos? ¿Qué relación tenemos con la naturaleza
y el mundo que nos rodea? ¿Existimos por casualidad o hay algún ser inteligente que ha diseñado un proyecto
del que formamos parte? ¿Todo se termina con la muerte por la aniquilación? ¿Qué es la vida? ¿Vale la pena
vivirla? ¿Dónde se encuentra la plena felicidad? Podrá alcanzarse alguna vez? ¿Cuál es el camino para llegar
a ella? Todo esto son preguntas religiosas.
Pero con todo esto la Biblia no se presenta como una solución verdadera, sino como una revelación
verdadera. Ciertamente puede responder a las preguntas que le formula el hombre religioso, pero se presenta
como una donación de Dios al hombre por la que le ofrece una doctrina y antes una cita a la que no puede
llegar el hombre por sus propias fuerzas.

Si uno abre la Biblia por diversas páginas y lee un poco, descubre enseguida que en ese libro que amplían
todo tipo descrito y de géneros literarios: relatos de historia e historias ejemplares, narraciones épicas y
narraciones irónicas, cantos de agradecimiento y lamentaciones, sentencias y código de leyes, etc... Es decir,
más que un libro deberíamos decir que es una biblioteca, pues Biblia es una palabra griega que significa
"Libros".
De tal manera, que si queremos leer historia, no acudimos a nuestra biblioteca a la sección de ficción, al leer
la Biblia tiene que saber uno que está leyendo.
Se puede afirmar por tanto, que la Biblia es el libro de lo verdaderamente importante en la historia del
mundo: LA HISTORIA DEL COMPROMISO DE DIOS CON LOS HOMBRES, mejor aún, es la
HISTORIA DE AMOR ENTRE DIOS Y LOS HOMBRES

La Biblia enseña, sobre todo, el compromiso de Dios con su obra. Este compromiso es lo que llamamos
alianza o testamento. Y éste es también un nombre bajo el que conocemos estos libros, ya que hablamos del
antiguo testamento y del nuevo testamento. La Biblia narra la historia de los pactos de Dios con los hombres
para salvarlo: el pacto con Noé, con Abrahán, y sobre todo, con el pueblo de Israel. Finalmente, el pacto
definitivo con todos los hombres en Cristo. En conclusión decimos que la Biblia nos da un mensaje de FE.

Y aunque es cierto que Dios comunicó un mensaje en tiempos pasados, nos obstante su mensaje va dirigido a
todos los hombres, pues como dice la misma Escritura: pues la Promesa es para vosotros y para vuestros
hijos, y para todos los que están lejos, para cuantos llame el Señor Dios nuestro.» (Hch 2, 39)

1.1. LA BIBLIA EN LA FE DE LA IGLESIA


1.1.1 La Palabra de Dios escrita por inspiración del Espíritu Santo. La Biblia no tiene su origen en los
hombres sino en Dios. Pero, al mismo tiempo, se deja notar también que los escritos no son escritos
oraculares, sino escritos plenamente humanos. Pero eso lo sabemos sólo desde la fe. Por eso, para
comprender, en una primera aproximación que es la Biblia, tenemos que situarla en un contexto más amplio.
Y el contexto, es la obra de Dios que se manifiesta en la Iglesia y en el misterio de la encarnación de la
Palabra de Dios.

La Fe cristiana no es una religión del "libro”, de una palabra anquilosada en la escritura sino de una religión
de la Palabra de Dios que se ha encarnado en un momento concreto de la historia humana y que permanece
viva y llena de vitalidad para siempre. El punto básico de referencia para el pensamiento y la actuación de un
cristiano no es un texto de escrito sino una persona viva: Jesucristo una persona divina, de carne y hueso.
Verdadero Dios y verdadero hombre. Y una persona viva en la que se desvela el "misterio" escondido en
Dios desde el principio: el designio benevolente del padre que da a su Hijo amado y envía al espíritu Santo
para la salvación del mundo. "Por Cristo, la palabra hecha carne, y con el espíritu Santo, pueden los hombres
llegar hasta el padre y participar de la naturaleza divina" (DV 2)

El “misterio” de la Escritura es, pues, inseparable en la fe cristiana del “misterio” de Cristo y de la Iglesia o
tal vez mejor, los misterios de la Iglesia y de la Escritura son dos aspectos complementarios del misterio del
Dios que encuentran su razón de ser y su plenitud en el misterio de Cristo, del que son inseparables.

La Biblia es con las matizaciones antes aludidas, un libro humano. Que como todo el libro, puede ser leído
desde varios puntos de vista.
Asimismo es posible acceder a la lectura de este libro desde una perspectiva religiosa aunque orientada por
unas categorías teológicas distintas a las empleadas por la Iglesia.

Sin embargo, la Iglesia lee ante todo la Biblia como Sagrada Escritura, esto es, como ese libro humano en el
que escucha la Palabra de Dios, en el que se encierra ese misterio que manifiestan los designios divinos y
que no se desvela en plenitud si no es a la luz del “misterio” de Cristo y de la Iglesia.

1.1.2 Principales afirmaciones del Magisterio de la Iglesia acerca de la S. E. La historia de la Iglesia


primitiva enseña, y cada vez con más fuerza, que en los primeros tiempos de la vida cristiana el punto
principal de referencia no estaba en un texto escrito y normativo sino en un espíritu, a la luz del cual se
afrontaban los nuevos retos que se planteaba a los discípulos de Jesús en su expansión por todo el mundo
entonces conocido. Con una excelente creatividad se fueron encontrando formulaciones, modos de expresión
y normas de funcionamiento que fueron capaces de ofrecer propuestas adecuadas a las diversas culturas y
circunstancias en las que se predicaba el mensaje recibido, a la vez que expresaban con plena fidelidad ese
mensaje. Esa realidad ha quedado bien reflejada en el nuevo testamento, cuya composición fue inspirada por
el Espíritu Santo en esas precisas condiciones históricas. En el cual quedan lógicamente reflejada esa
variedad de presentaciones que, no obstante, respeta la unidad fundamental de un mensaje que tiene su origen
en una sola persona: Jesucristo.

En el mundo judío en donde vivió Jesucristo se reconocía la escritura un valor ejemplar y normativo para
orientar la conducta de acuerdo con las normas establecidas por Dios mismo tanto Jesús como sus discípulos
asumieron la legitimidad de ese modo de leer la Biblia y utilizaron los relatos contenidos en la Biblia en su
instrucción moral y para iluminar las conciencias de sus oyentes. Además, en la medida en que se iban
desplazando los apóstoles el misterio de Cristo y especialmente a la luz de los acontecimientos pascuales,
fueron percatándose de que estas escrituras de Israel iban cobrando un nuevo sentido que permitía entenderlas
en plenitud: pasajes oscuros que antes no era posible entender plenamente, aclaraban y manifestaban un
sentido coherente con la realidad en que las que estaban siendo testigos en la vida y obra de Jesús y en su
propia actividad personal en el seno de la Iglesia naciente.

La Biblia se utilizaba entonces como una colección de libros sagrados de Israel que ofrecía modelos
ejemplares para el comportamiento y que preanunciaban de un modo misterioso la culminación del
8
designio salvífico de Dios que se alcanzó en la obra de Jesucristo, a la vez que lo narraba desde sus
orígenes. Los momentos decisivos del misterio pascual a realizar lo que ya había sido anunciado en los libros
sagrados. Así se expresa San Pablo: "pues os transmití en primer lugar, lo que yo mismo recibí: que Cristo
murió por nuestros pecados, según las escrituras; que fue sepultado el que resucitó al tercer día, según las
escrituras" (l Co 15,3-4)

Como sucede con tantos otros temas, esa labor de reflexión y clarificación se iría realizando a lo largo de la
historia, y con frecuencia a raíz de problemas que fueron surgiendo en la vida de la Iglesia. Es así como el
concilio de Nicea va aclarando con respecto a la escritura que todos esos misterios de la vida de Jesucristo,
que culminan con el misterio pascual, acontecieron así según las escrituras, esto es, según el designio de Dios
que las mismas manifiestan: las escrituras dan testimonio de Cristo.

Unos años después, el concilio de Constantinopla, manteniendo la fórmula anterior añadió en el símbolo
Niceno-Constantinopolitano una nueva precisión que tiene de algún modo relación con la escritura y que dice
que el espíritu Santo "habló por los profetas"

a- El carácter sagrado canónico de los libros del antiguo y el nuevo testamento concilio de Florencia
El concilio dice lo siguiente:
“La Iglesia confiesa a un solo e idéntico Dios como autor del antiguo y nuevo testamento, esto es,
de la ley y los profetas y del evangelio, puesto que los santos del uno y otro testamento han hablado bajo la
inspiración del mismo espíritu Santo. De ellos recibe venera los libros que se contiene bajo los siguientes
títulos:..."

Y sigue a esas palabras una lista que coincide con el canon de los libros sagrados que después se sería fijado
definitivamente con el concilio de Trento. Así podríamos concluir que es el mismo Dios el autor del antiguo y
nuevo testamento en resumen tenemos que Dios es el autor de la Sagrada Escritura, los hombres santos de
unos y otro testamento han hablado bajo la inspiración del Espíritu Santo, y hay una colección de libros que
la iglesia recibe y venera como sagrado.

b- El canon de las escrituras. Concilio de Trento


El sacrosanto consiguió ecuménico general de Trento, legítimamente reunido en el Espíritu Santo, bajo la
presidencia de los mismos delegados de la sede apostólica, siempre tiene presente el deber de conservar en
la Iglesia, una vez quitados de en medio los errores, la propia pureza del Evangelio que, prometido
anteriormente por los profetas en las escrituras santas, y nuestro Señor Jesucristo Hijo de Dios, primero
anunció con su boca y después mandó fuese predicado a toda criatura por sus apóstoles como fuente de toda
verdad salvífica y de toda norma moral. Y puesto que el concilio sabe que esta verdad y normativa está
contenida en los libros sagrados y las tradiciones no escritas que, recogidas por los apóstoles de la boca del
mismo Cristo, o de los mismos apóstoles, bajo el dictado del Espíritu Santo, entregadas como de mano en
mano, llegaron hasta nosotros, siguiendo el ejemplo de los padres ortodoxos, con igual piedad y veneración
acoge y venera a todos los libros tanto del Antiguo como del nuevo Testamento, puesto que el único Dios es
autor de ambos, así como las mismas tradiciones tanto las que se refieren a las cosas de fe como a las
costumbres, ya que las retiene como dictadas oralmente por Cristo o por el Espíritu Santo, y conservadas en
la Iglesia Católica por una sucesión no interrumpida. Para evitar dudas acerca de los libros reconocidos
por éste consiguió, éste ha creído oportuno añadir un elenco a este decreto. Son los siguientes:..."

En este caso el peso de la definición recae sobre el canon o lista de los libros en los que, junto con las
tradiciones apostólicas, se contiene esta verdad y normativa que procede del mismo Cristo en exposición de
motivos se hace algunas precisiones de mucho interés:

1- En el culmen de la Escritura se encuentra "nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios " cuyo Evangelio fue
"prometido anteriormente por los profetas en las escrituras santas", anunciado "con su boca" y
encomendada su predicación a los apóstoles.

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2- Esos libros no tienen como objeto ser difundidos como libros de la historia antigua ni por su valor literario,
sino "como fuente de toda verdad salvífica y de toda norma moral".
3- Ese canon "acoge y venera a todos los libros tanto del antiguo como del nuevo testamento". La
determinación de los libros que se incluyeron en esta lista no fue realizada atendiendo a otras razones sino a
las tradiciones que se remontan a los apóstoles.

Se puede decir, pues, que este decreto del concilio de Trento marca con notable profundidad los aspectos de
referencia básicos en la fe de la Iglesia acerca del canon de las escrituras. No se plantea, en cambio,
directamente ninguna reflexión acerca del misterio mismo de la escritura

c- La Sagrada Escritura en el contexto de la revelación divina concilio Vaticano l


La definición de este concilio es muy similar a la definición de Trento:
"esta revelación sobrenatural, según la fe de la Iglesia Universal, proclamada por el Santo sínodo de Trento,
está contenida en los libros sagrados ya una tradición no escrita, que, recibida por los apóstoles de la boca
de Cristo transmitida casi de mano en mano desde los mismos apóstoles bajo el dictado del Espíritu Santo,
ha llegado hasta nosotros. Estos libros de la antigua y del nuevo testamento, en toda su integridad y con
todas sus partes, tal y como sólo él hincados en el decreto de se consiguió y como se encuentran en la
antigua visión latina de la vulgata, deben ser aceptados como sagrados y canónicos. La Iglesia los considera
como tales no porque, compuestos por obra de un hombre hayan sido después aprobados por su autoridad,
ni tampoco porque solamente contenga en la revelación sin error, sino porque escritos inspirando del
espíritu Santo tienen a Dios como autor y como tales han sido entregados a la Iglesia".

El núcleo central de estas palabras lo constituye la afirmación del carácter "sagrado" y ser "canónicos" de
la escritura, en la que, junto con la tradición no escrita, se contiene en la revelación sobrenatural. Estos libros
son, pues, elementos constitutivos del proceso de la revelación sobrenatural, y en este marco es en el que
cobran todo su valor. También se puede resaltar que continúa utilizándose la expresión de que Dios es
"autor" de los mismos, y por primera vez en un documento del magisterio solemne se habla explícitamente
de que la acción inspiradora del Espíritu Santo recaiga sobre la puesta por escrito de esos libros.

50 años después el papa Pío II y en su encíclica Divino Afflante Spiritu responde a una polémica suscitada
sobre todo en Italia por quienes pretendían que el magisterio condenase los esfuerzos de la exégesis científica
porque veían en ellos un grave peligro para ley 10 y para las almas. El papa León Xll también en su encíclica
Providentissimus Deus. Ambas rechazan la ruptura entre lo humano y lo divino, entre la investigación
científica y la mirada de la fe, y entre el sentido literal y el sentido espiritual. Aparecen como por tanto,
plenamente en armonía con el misterio de la Encarnación."

d- Analogía entre la Escritura y el misterio del Verbo Encarnado Concilio Vaticano II


El concilio Vaticano II en su constitución dogmática de y dar un habría de recoger todas aportes aportaciones
significativas que hasta ese momento se habían hecho en la enseñanza de la iglesia acerca de los libros
sagrados, sancionando con su autoridad algunas aclaraciones sobre las mismas. Los textos más significativos
acerca del misterio de la escritura son los siguientes:

Las verdades reveladas por Dios, que se contienen y manifiestan en la Sagrada Escritura, se consignaron
por inspiración del Espíritu Santo. La santa Madre Iglesia, según la fe apostólica, tiene por santos y
canónicos los libros enteros del Antiguo y del Nuevo Testamento con todas sus partes, porque, escritos bajo
la inspiración del Espíritu Santo (cf. Jn., 20, 31; 2 Tim., 3, 16; 2 Pe., 1, 19-20; 3, 15-16), tienen a Dios como
autor, y como tales se le han confiado a la misma Iglesia. Pero en la redacción de los libros sagrados Dios
eligió a hombres, y se valió de ellos que usaban sus propias facultades y fuerzas, de forma que, obrando El
en ellos y por ellos, escribieron, como verdaderos autores, todo y sólo lo que El quería.

Puesto que todo lo que los autores inspirados o hagiógrafos afirman debe tenerse como afirmado por el
Espíritu Santo, hay que confesar que los libros de la Escritura enseñan firmemente, con fidelidad y sin error,
la verdad que Dios quiso consignar en las sagradas letras para nuestra salvación. Así, pues, "toda la
Escritura (es) divinamente inspirada y útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar en la
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justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y preparado para toda obra buena" (2 Tim., 3, 16-17
gr.). 11.

Habiendo, pues, hablado Dios en la Sagrada Escritura por medio de hombres y a la manera humana 12.

Porque las palabras de Dios expresadas con lenguas humanas se han hecho semejantes al habla humana,
como en otro tiempo el Verbo del Padre Eterno, tomando la carne de la debilidad humana, se hizo semejante
a los hombres. 13.

La Iglesia ha venerado siempre las Sagradas Escrituras al igual que el mismo Cuerpo del Señor, no dejando
de tomar de la mesa y de distribuir a los fieles el pan de vida, tanto de la palabra de Dios como del Cuerpo de
Cristo… 21.

Estos puntos marca la orientación de toda la reflexión teológica sobre la sagrada escritura por tanto hay que
tener en cuenta lo siguiente:

1- El contexto propio para entender el misterio de la sagrada escritura es la revelación divina. Y ésta no se
entiende necesariamente como locución, sino como encuentro.
2- Dios es "autor" de toda la escritura, antiguo y nuevo testamento, que constituyen una unidad.
3- La escritura ha sido compuesta por hombres elegidos por Dios, en pleno uso de sus facultades y talentos,
que son "verdaderos autores" de la misma.
4- Se puede profundizar en él y "misterio" de la escritura a la luz de la economía sacramental: signos
sensibles y eficaces de realidades invisibles. La sagrada escritura es un misterio análogo al "misterio" de
Cristo y de la iglesia, es inseparable de ambos.

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2. G E N E R A L I D A D E S DE LA BIBLIA

2.1 ORIGEN DEL NOMBRE BIBLIA


El término proviene de una antigua ciudad llamada Biblos que era donde se fabricaba el papiro que se
utilizaba para hacer los libros, al traducirse al latín comenzó a utilizarse el termino femenino y singular de La
Biblia. En la actualidad Biblia significa " El libro santo escrito bajo la inspiración y dirección de Dios.

A la Biblia se le llama también:


El Libro sagrado: 2 Mac 7, 23
La Escritura: Lc 4, 21
Las Escrituras: Mc 14, 49
Las Sagradas Letras: 2 Tm 3,15
Santas Escrituras: Rm 1, 2
Testamento: 1 Co 3, 14

Este último nombre se utiliza sobre todo cuando nos referimos a las dos partes en que está dividida la Biblia.
A la primera parte que nos habla de la espera de Cristo la llamamos ANTIGUO TESTAMENTO. A la
segunda parte, que nos habla de la presencia de Cristo la llamamos NUEVO TESTAMENTO.

2.2. DIVISION DE LA BIBLIA

La S. Biblia se divide en dos grandes partes: El Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. La


palabra Testamento significa un Pacto o una Alianza, que Dios hizo con los hombres.

El Antiguo Testamento comprende lo sucedido desde la creación del mundo, hasta que llego el tiempo de la
venida del hijo de Dios, y contiene los Pactos o Alianzas (Testamentos) que Dios hizo con los primeros
hombres por ejemplo: Noé, Abrahán, Moisés, David y el pueblo de Dios, y la historia de los éxitos que
obtuvieron los que cumplieron esos pactos y los fracasos de los que no los cumplieron.

El Nuevo Testamento contiene lo que sucedió desde el Nacimiento del hijo de Dios en Belén, sus
enseñanzas, su vida, pasión, muerte, resurrección y ascensión. Y además la historia de los primeros tiempos
de la Iglesia, historia de los Apóstoles, las cartas de algunos de ellos y el libro del Apocalipsis que trata sobre
el fin de los tiempos.

Los libros de la S. Biblia son 73. En el Antiguo Testamento 46, y en el Nuevo Testamento 27. Los
protestantes solo aceptan 65, pues no algunos como Tobías, Ester, Macabeos, Sabiduría y Eclesiástico.

Los santos padres, quienes vivieron después de los apóstoles, llaman a la Biblia: Los Libros Santos, Las
Divinas Letras, La Palabra Divina, la Palabra Eterna.

2.2.1 Libros del Antiguo Testamento


El Canon* comprende para el Antiguo Testamento 46 escritos, divididos de la siguiente manera:

Pentateuco: Equivale a la Torá (ley) de los judíos.

12
Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio,

Libros Históricos:
Josué, Jueces, los dos libros de Samuel, los dos libros de los Reyes, los dos libros de las Crónicas, Esdras
y Nehemías, y los dos libros de los Macabeos

Libros Narrativos:
Tobías, Judit, Ester, Rut.

Libros Proféticos:
Isaías, Jeremías, Baruc, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc,
Sofonías, Ageo, Zacarías, Malaquías.

Libros Poéticos:
Cantar de los Cantares, Lamentaciones, Salmos.

Libros Sapienciales:
Job, Proverbios, Eclesiastés, Eclesiástico, Sabiduría.

2.2.2 Libros del Nuevo Testamento


El canon* para el Nuevo Testamento, consta de 27 libros divididos de la siguiente manera:

Libros Históricos:
Los Evangelios de: Mateo, Marcos, Lucas, Juan y los Hechos de los Apóstoles.

Cartas:
Romanos, la primera y segunda a los Corintios, a los Gálatas, a los Efesios, a los Filipenses, a los
Colosenses, la primera y segunda a los Tesalonicenses, la primera y segunda a Timoteo, a Tito, a
Filemón, la Epístola a los Hebreos,.
Cartas católicas: primera y segunda de Pedro, las tres Epístolas de Juan, Judas, Santiago.

Libros Apocalípticos:
Apocalipsis.

*Canon. La cuestión sobre la canonicidad de los libros lo veremos en las próximas unidades. Por el
momento que nos quede claro que la Iglesia acepta como textos sagrados: 46 libros del Antiguo Testamento
y 27 del Nuevo Testamento.

2.3. LOS ESCRITORES SAGRADOS, LUGAR, LENGUA Y FECHA DE COMPOSICIÓN


DE LA BIBLIA

2.3.1 Autor(es). La Biblia está compuesta por varios autores. Al ser escrita en el transcurso de más de mil
años, se puede entender entonces que aunque Dios es siempre el mismo autor principal de ésta, son muchas
las personas que sirvieron como instrumentos de Dios muchas épocas y lugares.
Los autores humanos de la Biblia son por ejemplo: reyes, príncipes, campesinos y letrados, pescadores y
obreros, sacerdotes y profetas, agricultores y doctores, caminantes y poetas.

Todos estos autores humanos han recibido el influjo de Dios y han sido movidos por Él para que escribieran.
Esta acción de Dios en los hombres y mujeres que redactaron la Biblia la llamamos: Inspiración Bíblica.

13
2.3.2 Lugar. Cada libro de la Biblia fue escrito en una época y un lugar determinado, con una visión del
mundo acorde con ese tiempo y esa cultura. Sus autores aunque estaban siempre bajo inspiración divina,
seguían siendo ellos mismos, gente de su tiempo con personalidad propia. Es decir que cada uno escribió
como sabía: utilizó su propio lenguaje y se valió de los ejemplos de su lugar y de su época.

No nos cuentan la historia como los historiadores de hoy, sino que lo hacen como predicadores que quieren
hacer ver la presencia de Dios en la historia de los hombres.

Palestina, que es la tierra donde vivió Jesús, es el sitio en el cual se escribió la mayor parte de la Biblia pues
allí vivía el pueblo de Israel.

Babilonia fue otro de los lugares en donde se escribieron algunas partes del Antiguo Testamento, porque en
el siglo Vl a C. el pueblo de Israel fue sacado a la fuerza de su tierra y llevado por el imperio babilónico a
otros sitios, es lo que llamamos el Exilio.

También en Egipto algunos lugares fueron escenarios de la Escritura, de parte de los libros del Antiguo
Testamento, porque algunos judíos, después del destierro, se fueron a vivir a Egipto.

En el Asia Menor, Siria, Grecia e Italia, fueron escritas partes del Nuevo Testamento donde había muchas
comunidades cristianas.

Es lógico entonces, pensar que si la Biblia fue escrita por muchas personas y en lugares diferentes en donde
las costumbres, la cultura, la religión, la situación económica, la vida social y la actividad política son
variadas, hayan influenciado en la manera de presentar el mensaje bíblico, dejando así una huella en la Biblia.

2.3.3 Lengua. Las lenguas en que fue escrita la Biblia son: el Hebreo, Arameo y Griego.
El Hebreo: Se le denomina la lengua santa por ser la lengua del pueblo de Israel. En esta lengua se escribió
casi todo el Antiguo Testamento.

El Arameo: Era una lengua casi exclusivamente religiosa. Era más antigua que el Hebreo. En esta lengua se
escribió poco: sólo algunos capítulos de Esdras, Daniel, Jeremías y Génesis.

En Griego. Se escribió todo el Nuevo Testamento. También algunos libros del Antiguo Testamento. Este
griego bíblico era hablado por el pueblo, muy sencillo, llamado Koiné (griego del pueblo)

2.3.4 Fecha. Como venimos diciendo, la S. Biblia no fue escrita en una época determinada sino a lo largo de
muchas épocas. Se comenzó a escribir aproximadamente hacia el año 1250 años antes de Cristo, en tiempos
de Moisés, y se terminó de escribir poco antes de morir el último Apóstol, San Juan, unos 100 años después
de Cristo.
Tenemos que recordad que la Biblia, antes de ser escrita, primero fue contada y narrada en conversaciones
familiares y celebrada por el pueblo en manifestaciones de culto a Dios. Los creyentes buscaban
constantemente no dejar a Dios a un lado, sino colocarlo en el centro de sus vidas y ordenarlas de acuerdo a
su voluntad.

Es importante tener en cuenta que al principio no había escritura tal como hoy existe. El mensaje de Dios se
transmitía ante todo de forma hablada. Lo que importaba era que las personas tomaran conciencia de que
eran el pueblo de Dios.,
Por eso recordaban a sus hijos lo que había ocurrido en el pasado y les contaban los acontecimientos más
importantes. Antiguamente muchos de los contenidos bíblicos como por ejemplo: proverbios, leyes,
historias, salmos, profecías y otros contenidos más, eran aprendidos de memoria y luego transmitidos.
Posteriormente fueron escritos, es el caso siguiente:
Queden en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy.
Se la repetirás a tus hijos, les hablarás de ellas tanto si estás en casa como si
vas de viaje, así acostado como levantado; las atarás a tu mano como una

14
señal, y serán como una insignia entre tus ojos; las escribirás en las jambas de
tu casa y en tus puertas. ( Deut 6, 6-9)

2.3.5 Versiones. Cuando las lenguas originales de la Biblia no se usaban tanto, surgió la necesidad de
traducir la Biblia a otros idiomas. Esa necesidad se sintió primero entre los judíos que se dispersaron por el
mundo (llamados judíos de la diáspora) pues al entrar en contacto con el mundo griego comenzaban a hablar
el griego, surge así la urgencia de traducir la Biblia al griego para vivir y mantener su fe. Surge así la llamada
traducción de “los 70”, que es la traducción del Antiguo Testamento del hebreo al griego. Esta versión se
realizó entre los siglos lV y l antes de Cristo. Era especialmente para los judíos que estaban fuera de su
territorio en el mundo de los griegos y de los romanos (greco-romano) y que habían olvidado el arameo y
hebreo y sólo entendían el griego.

Esta Biblia se le denomina también Alejandrina y tiene gran importancia para nosotros los cristianos porque
fue la que usaron los apóstoles y los primeros cristianos.
Se le denomina “de los 70” porque fueron 70 ancianos sus traductores.

La Vulgata. En el año 382 el Papa San Dámaso encargo a San Jerónimo para que iniciara la traducción de la
Biblia del griego al latín. Esta Biblia salió a la luz en el año 405 en Belén y la Iglesia la reconoció de manera
solemne como la versión oficial de la Iglesia para la Liturgia ene l concilio de Trento.

Por otra parte, las traducciones al español, hay muchas, por ejemplo está la de Jerusalén, Nacar-Columga, la
Latinoamérica.

A todo esto es lo que se le denomina Versiones, es decir, son todas aquellas traducciones de los textos
originales de la Biblia a otras lenguas.

Finalmente, cabe destacar que la Biblia, en su división por capítulos y versículos es muy posterior. Así por
ejemplo la separación por capítulos se le debe a Esteban Langton en el año 1226, y por versículos a Robert
Estiene en 1551.

2.3.6 Nomenclatura de los Libros.

ANTIGUO TESTAMENTO
Génesis Gn Job Jb
Éxodo Ex Salmos Sal
Levítico Lv Proverbios Pr
Números Nm Eclesiastés o Qohélet Qo
Deuteronomio Dt Cantar Ct
Josué Jos Sabiduría Sb
Jueces Jc Eclesiástico o Sirácida Si
Rut Rt Isaías Is
I Samuel 1S Jeremías Jr
II Samuel 2S Lamentaciones Lm
I Reyes 1R Baruc Ba
II Reyes 2R Ezequiel Ez
I Crónicas 1 Cro Daniel Dn
II Crónicas 2 Cro Oseas Os
Esdras Esd Joel Jl
Nehemías Ne Amós Am
Tobías Tb Abdías Ab
Judit Jdt Jonás Jon
Ester Est Miqueas Mi
I Macabeos 1M Nahún Na
II Macabeos 2M Habacuc Ha
15
Sofonías So
Ageo Ag
Zacarías Za
Malaquías Ml

NUEVO TESTAMENTO
Mateo Mt
Marcos Mc
Lucas Lc
Juan Jn
Hechos Hch
Romanos Rm
I Corintios 1 Co
II Corintios 2 Co
Gálatas Ga
Efesios Ef
Filipenses Flp
Colosenses Col
I Tesalonicenses 1 Ts
II Tesalonicenses 2 Ts
I Timoteo 1 Tm
II Timoteo 2 Tm
Tito Tt
Filemón Flm
Hebreos Hb
Santiago St
I Pedro 1P
II Pedro 2P
I Juan 1 Jn
II Juan 2 Jn
III Juan 3 Jn
Judas Judas
Apocalipsis Ap

16
LA PALABRA DE DIOS

DA TESTIMONIO DE SI MISMA

El cielo y la tierra pasarán,


pero mis palabras no pasarán.
Las palabras de Yahveh son palabras sinceras, Mc 13,31
plata pura, de ras de tierra, siete veces purgada.
Sal 12,7

Ciertamente, es viva la Palabra de Dios y eficaz, y


más cortante que espada alguna de dos filos.
Penetra hasta las fronteras entre el alma y el
Para mis pies antorcha es tu palabra, espíritu, hasta las junturas y médulas; y escruta los
luz para mi sendero. Sal 119,105 sentimientos y pensamientos del corazón. Hb 4,12

Pero él dijo: « Dichosos más bien los que oyen


la Palabra de Dios y la guardan. »
Lc 11,28

Se presentaban tus palabras, y yo las devoraba; era


tu palabra para mí un gozo
y alegría de corazón, porque se me
llamaba por tu Nombre Yahveh, Dios Sebaot. Jr
15,16
M
uchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los
Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo a quien instituyó
heredero de todo, por quien también hizo los mundos
Heb 1: 1-2

OBJETIVO GENERAL

Descubrir la Sagrada Escritura como: REVELADA por Dios bajo la


INSPIRACIÓN del Espíritu Santo; a la vez que, acogida, custodiada y
explicada por el MAGISTERIO de la Iglesia
1. R E V E L A C I Ó N

1.1 SIGNIFICADO DEL TERMINO

Del latín re-velare, es decir: quitar el velo que oculta algo, descubrir una realidad que ha permanecido oculta.
Así la revelación es la manifestación que Dios ha hecho a los hombres de Sí mismo y de aquellas otras
verdades necesarias o convenientes para la salvación eterna.
"Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el
cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se
hacen consortes de la naturaleza divina" (DV 2).

Esta Revelación -también llamada Doctrina cristiana o Depósito de la fe- se encuentra en la Sagrada
Escritura y en la Tradición.

1.2 MOTIVO Y FINALIDAD DE LA REVELACION

El motivo de la Revelación divina, tanto en su vertiente natural como sobrenatural, es el AMOR DE DIOS,
Amor con que Dios ama su propia grandeza. Dios, al contemplarla, se siente como movido a comunicarla, a
explicitarla, más allá de su propio Ser y Vida. Del motivo se deriva la finalidad. Es la realización de la
grandeza divina bajo formas creadas. Con respecto a la Revelación sobrenatural es necesario afirmar que su
finalidad radica solamente en la realización bajo formas finitas de lo más íntimo de la vida divina, de la vida
del Amor Uno y Trino.
"Reino de Dios" llama la Sagrada Escritura a esta finalidad. Reino de Dios, que es tanto como decir "Reinado
de Dios, Señorío de Dios".
El desarrollo de la grandeza divina bajo formas finitas y creadas comporta para las criaturas una cierta
participación en esa misma grandeza.

La Revelación divina, al tender hacia la realización del Reino de Dios, tiende también hacia la participación
de las criaturas en la vida divina de amor. Es, pues, una tendencia hacia la plenitud vital y bienaventurada de
las criaturas. EL Amor -motivo de la Revelación-, aunque es amor de Dios a su propia majestad y
grandeza, es al mismo tiempo amor a la criatura. En este sentido santo Tomás (Com. S. Juan, 14, 4) dice:
«Es el amor quien realiza la Revelación de los misterios». La Revelación de Dios se deriva del amor y está
al servicio del amor. No se trata en la Revelación de un enriquecimiento doctrinal o de un mero
enriquecimiento de la razón. Tiende siempre a hacer que la criatura participe de la Vida divina. No violenta
nunca la voluntad de las criaturas libres, sino que respeta su libertad: es una llamada que las inclina a que
libremente se entreguen a Dios, al Amor, al cual tienen libre acceso.

Por tanto, Dios, que "habita una luz inaccesible" (1 Tm 6,16) quiere comunicar su propia vida divina a los
hombres libremente creados por él, para hacer de ellos, en su Hijo único, hijos adoptivos (cf. Ef 1,4-5). Al
revelarse a sí mismo, Dios quiere hacer a los hombres capaces de responderle, de conocerle y de amarle
más allá de lo que ellos serían capaces por sus propias fuerzas. (Cat 52)

1.3 MODOS DE LA REVELACION


19
Dios se revela por etapas, pasos o mementos, dados de manera progresiva para que el hombre capte más
fácilmente su actuar en la historia. A esta manera de actuar se le conoce como pedagogía divina.
S. Ireneo de Lyon habla en varias ocasiones de esta pedagogía divina bajo la imagen de un mutuo
acostumbrarse entre Dios y el hombre: "El Verbo de Dios ha habitado en el hombre y se ha hecho Hijo del
hombre para acostumbrar al hombre a comprender a Dios y para acostumbrar a Dios a habitar en el
hombre, según la voluntad del Padre" Cat 53b

El designio divino de la revelación se realiza a la vez "mediante acciones y palabras", íntimamente ligadas
entre sí y que se esclarecen mutuamente (DV 2). Este designio comporta una "pedagogía divina" particular:
Dios se comunica gradualmente al hombre, lo prepara por etapas para acoger la Revelación sobrenatural
que hace de sí mismo y que culminará en la Persona y la misión del Verbo encarnado, Jesucristo. Cat 53a

1.4. ETAPAS

El Señor tiene diferentes modos de revelarse. Todos los modos de Revelación tienen un carácter común: EL
HISTÓRICO. Dios, interviniendo mediante acciones y palabras, se revela en un tiempo determinado de la
Historia de los hombres, en un tiempo que podemos datar con exactitud cronológica.

Dios, creándolo todo y conservándolo por su Verbo, da a los hombres testimonio perenne de sí en las cosas
creadas, y, queriendo abrir el camino de la salvación sobrenatural, se manifestó, además, personalmente a
nuestros primeros padres ya desde el principio" (DV 3). Los invitó a una comunión íntima con él
revistiéndolos de una gracia y de una justicia resplandecientes. Cat 54

1.4.1 La Creación. Decimos en el credo: Creo en un sólo Dios Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de
la Tierra. Hace alusión a Dios, como Creador del universo. Todopoderoso, significa que todo viene de El.
En, En el principio creó Dios los cielos y la tierra Gen. 1, 1ss, se destaca claramente la idea de que Dios es el
Creador del mundo y que crea en el tiempo (en el sentido de que las creaturas no son eternas: tuvieron un
principio en el tiempo).

Con la aparición del hombre culmina el acto creador; Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a
imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó. Gén 1, 27.

Esta creación aunque quedó dañada por la caída original, no obstante, la revelación no fue interrumpida por
el pecado de nuestros primeros padres, pues, Dios, "después de su caída alentó en ellos la esperanza de la
salvación con la promesa de la redención, y tuvo incesante cuidado del género humano, para dar la vida
eterna a todos los que buscan la salvación con la perseverancia en las buenas obras" (DV 3). Cat 55

1.4.2 Abrahán e Israel. Dios no deja solo al hombre sino que con amor paternal lo busca de modo que
“para reunir a la humanidad dispersa, Dios elige a Abrahán llamándolo "fuera de su tierra, de su patria y
de su casa" (Gn 12,1), para hacer de él "Abrahán", es decir, "el padre de una multitud de naciones" (Gn
17,5): "En ti serán benditas todas las naciones de la tierra" (Gn 12,3 LXX; cf. Ga 3,8). Cat 59

Dios para la manifestación de su Palabra y de su obra escogió un pueblo determinado el judío, como
órgano instrumental de la Revelación. La Historia de este pueblo ha tenido necesariamente que ser distinta
de la de otros pueblos. El pueblo judío sintió como una verdadera carga esta misión y se rebeló contra ella,
probándonos con su resistencia que la Revelación no constituye la esencia de un pueblo, sino que es un don
divino que viene de arriba. Yo os haré mi pueblo, y seré vuestro Dios; y sabréis que yo soy Yahveh, vuestro
Dios, que os sacaré de la esclavitud de Egipto. Éx 6:7

20
“El pueblo nacido de Abrahán será el depositario de la promesa hecha a los patriarcas, el pueblo de la
elección (cf. Rom 11,28), llamado a preparar la reunión un día de todos los hijos de Dios en la unidad de loa
Iglesia (cf. Jn 11,52; 10,16); ese pueblo será la raíz en la que serán injertados los paganos hechos creyentes
(cf. Rom 11,17-18.24)”. Cat 60

Dios poco a poco va formando a su pueblo, de modo que “después de la etapa de los patriarcas, Dios
constituyó a Israel como su pueblo salvándolo de la esclavitud de Egipto. Estableció con él la alianza del
Sinaí y le dio por medio de Moisés su Ley, para que lo reconociese y le sirviera como al único Dios vivo y
verdadero, Padre providente y juez justo, y para que esperase al Salvador prometido (cf. DV 3). Cat 62.
Después lo sigue instruyendo y preparando a través de los profetas para que acoja la Revelación plena y
definitiva: Jesucristo.

1.4.3 Jesucristo. Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio
de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo a quien instituyó heredero de
todo, por quien también hizo los mundos…” Hb 1,1-2

El carácter histórico de la Revelación divina alcanzó en el plano de la Historia su máximo de intensidad con
Cristo. Dios, mediante Cristo, intervino en la Historia humana no sólo obrando y hablando, sino como sujeto
que obra y habla. Es evidente que Dios hubiera podido revelarse de otra manera. Hubiera podido por ejemplo,
iluminar directamente a todos los hombres. Hubiera podido, para ser órganos de la Revelación, escoger a las
comunidades naturales instituidas en la Creación: cada una de las familias o cada uno de los pueblos, sin
establecer diferencias entre ellos, de suerte que cada uno de los individuos hubiese recibido la Revelación en
virtud de su pertenencia a la familia o al pueblo dado. Dios hubiera podido hacer instrumentos directos de la
Revelación a los representantes natos de esas comunidades naturales: padre, madre o Rey. En su sabiduría
misteriosa, que el hombre no podrá nunca escudriñar, Dios ha escogido otros caminos.

"La economía cristiana, como alianza nueva y definitiva, nunca cesará y no hay que esperar ya ninguna
revelación pública antes de la gloriosa manifestación de nuestro Señor Jesucristo" (DV 4). Sin embargo,
aunque la Revelación esté acabada, no está completamente explicitada; corresponderá a la fe cristiana
comprender gradualmente todo su contenido en el transcurso de los siglos. Cat 66

En resumen tenemos Cat 68-73


 Por AMOR, Dios se ha revelado y se ha entregado al hombre.
 Dios se ha revelado al hombre comunicándole gradualmente su propio Misterio mediante obras y
palabras.
 Más allá del testimonio que Dios da de sí mismo en las cosas creadas, se manifestó a nuestros
primeros padres. Les habló y, después de la caída, les prometió la salvación (cf. Gn 3,15), y les
ofreció su alianza.
 Dios selló con Noé una alianza eterna entre El y todos los seres vivientes (cf. Gn 9,16). Esta alianza
durará tanto como dure el mundo.
 Dios eligió a Abrahán y selló una alianza con él y su descendencia. De él formó a su pueblo, al que
reveló su ley por medio de Moisés. Lo preparó por los profetas para acoger la salvación destinada a
toda la humanidad.
 Dios se ha revelado plenamente enviando a su propio Hijo, en quien ha establecido su alianza para
siempre. El Hijo es la Palabra definitiva del Padre, de manera que no habrá ya otra Revelación
después de El.

21
2. I N S P I R A C I Ó N

2.1. DEFINICION

La inspiración bíblica es una GRACIA ESPECÍFICA que concede el Espíritu Santo, por la cual el escritor
sagrado es MOVIDO a poner por escrito las cosas que DIOS QUIERE COMUNICAR a los demás
hombres.

Técnicamente, la palabra "inspiración" no aparece en la Sagrada Escritura. El término que es traducido


"inspiración" es theopneustos, pero "inspiración" no es la mejor traducción del mismo. "Insuflada por
Dios" es la traducción literal, pero así solamente aparece en 2 Tm. 3,16. "Inspiración" es un término técnico
en teología católica. Un libro inspirado es aquel del cual Dios es su autor principal. Las Sagradas Escrituras
Apostólicas caen en esta categoría porque a pesar de que Dios las escribió mediante la acción humana, El
eligió lo que dice finalmente.

2.1.1 Libro de Dios, libro de hombres. Si bien la Biblia fue inspirada por Dios de una forma única y
exclusiva, eso no significa que haya caído del cielo. A fuerza de repetir que ella contiene la Palabra de Dios,
existe el riesgo de olvidar que fue escrita por hombres diferentes y a lo largo de muchos siglos. A la vez que
un Libro "divino", la Biblia es un Libro "humano". Como hemos dicho, el Espíritu Santo inspiró a los
autores sagrados, pero no para que fueran simples taquígrafos de lo que Él les dictaba. Al contrario, se valió
de ellos como de instrumentos vivos y conscientes, respetando la personalidad de cada uno, el idioma que
hablaban y su originalidad literaria. Por lo tanto, cada uno de ellos dejó en sus escritos un sello propio y
un matiz particular.

De hecho, los Libros inspirados fueron compuestos originariamente en diversas lenguas (Hebreo, Arameo,
Griego).
Un ejemplo puede aclarar esto. El que ejecuta una obra musical está condicionado por las características del
instrumento utilizado. También Dios condicionó su Palabra a los que Él eligió para escribirla. Una adecuada
lectura de la Biblia exige que se tenga bien presente esta realidad sin que eso oscurezca el sello divino que
está presente en cada una de sus páginas. La Biblia es Palabra de Dios "escrita" por los hombres y palabra
de los hombres "inspirada" por Dios.

El Concilio Vaticano II lo expresa de una manera sumamente elocuente: "Las palabras de Dios, al ser
expresadas por lenguas humanas, se hicieron semejantes a la manera humana de hablar, así como un día la
Palabra del eterno Padre se hizo semejante a los hombres, asumiendo la carne de la debilidad humana" (DV
13).

Por más que cueste comprenderlo, los cristianos aceptamos que, al hacerse hombre en Jesucristo, Dios se
haya sometido a todas las limitaciones propias de la naturaleza humana. ¿Por qué no vamos a aceptar también
que Dios se haya valido de las limitaciones e imperfecciones del lenguaje humano para transmitirnos su
mensaje divino? En el fondo, se trata del misterio de la "humanidad" de Dios que quiso salvar a los hombres
"poniéndose a su altura".
2.1.2 ¿Qué nos enseña el Magisterio?. El catecismo nos recuerda que Dios es el autor de la Sagrada
Escritura. "Las verdades reveladas por Dios, que se contienen y manifiestan en la Sagrada Escritura, se
consignaron por inspiración del Espíritu Santo". Cat 105

También la Dei Verbum nos dice: "La santa Madre Iglesia, fiel a la base de los apóstoles, reconoce que
todos los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, con todas sus partes, son sagrados y canónicos, en
cuanto que, escritos por inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor, y como tales han sido
confiados a la Iglesia" (DV 11).

Dios nos habla de muchas y muy diversas maneras. Lo hace a través de la naturaleza, de los acontecimientos
y de nuestra conciencia. Pero su Palabra nos llega especialmente en los libros bíblicos. Ahí se conserva su
Palabra escrita. Es la Palabra del Padre celestial, que "sale al encuentro de sus hijos y entabla conversación
con ellos", según una feliz expresión del Concilio Vaticano II.

Dios ha inspirado a los autores humanos de los libros sagrados. "En la composición de los libros sagrados,
Dios se valió de hombres elegidos, que usaban de todas sus facultades y talentos; de este modo obrando
Dios en ellos y por ellos, como verdaderos autores, pusieron por escrito todo y sólo lo que Dios quería" (DV
11). Cat 106

Los libros inspirados enseñan la verdad. "Como todo lo que afirman los hagiógrafos, o autores inspirados, lo
afirma el Espíritu Santo, se sigue que los libros sagrados enseñan sólidamente, fielmente y sin error la
verdad que Dios hizo consignar en dichos libros para salvación nuestra" (DV 11). Cat 107

"La Iglesia siempre ha tenido y tiene las Sagradas Escrituras juntamente con la Tradición, como la regla
suprema de su fe, ya que, inspiradas por Dios y consignadas por escrito de una vez para siempre, ellas
comunican inmutablemente la Palabra del mismo Dios". (DV 21)

2.2 PROPIEDADES DE LA SAGRADA ESCRITURA

Según lo que hemos venido comentando podemos entonces verificar tres propiedades de la Biblia que son:

- La Unidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, y entre todas las partes de todos los libros.
- La Inerrancia (no contiene errores en lo que atañe a nuestra salvación) y la Veracidad (contiene
las verdades necesarias para nuestra salvación).
- La Santidad (procede de Dios, enseña una doctrina santa y nos conduce a la santidad).

Para leer y comentar


1 Mac. 12. 9 2 Tim. 3. 14 - 4. 2
Flp. 2. 5-11 2 Ped. 1.19-21; 3. 15-16
-

23
2.3. RELACION ENTRE TRADICION Y SAGRADAS ESCRITURAS

2.3.1 Tradición. Etim.: Latín traditio, entregar, de tradere. Literalmente, la tradición es la enseñanza que
se comunica de una generación a otra. La palabra de ningún modo significa leyenda o relato mitológico, ni
tampoco prácticas y costumbres exteriores, que pueden cambiar con el paso del tiempo y las circunstancias,
como podrían ser la manera de revestirse los sacerdotes para las celebraciones, ciertas formas de devoción
popular, rúbricas litúrgicas, etc.

Tradición, con "T" mayúscula se refiere a la Palabra revelada por Dios que se transmite en la Iglesia. Como
tal, "Tradición" tiene dos significados estrechamente relacionados entre si. "Tradición" es toda la
revelación, desde el comienzo de la historia hasta el final de la era Apostólica, transmitida por los fieles de
generación en generación y preservada por la guía divina del Espíritu en la Iglesia instituida por Cristo.
Y por otro lado, la Sagrada Tradición, más técnicamente, se refiere, dentro de la revelación, a aquella parte
que no está contenida en las Sagradas Escrituras porque no se escribió hasta más tarde. Esto lo conocemos
como el DEPÓSITO DE LA FE, de la revelación, el cual está compuesto por las Sagradas Escrituras
(Biblia) y la Tradición Apostólica.

Por tanto, cuando decimos "SAGRADA TRADICIÓN" entendemos las enseñanzas y la autoridad docente
de Jesús y, después de Él, de los Apóstoles a quienes envió a enseñar (Mt 28:19-20). “La Tradición
(mayúscula) de que hablamos aquí es la que viene de los apóstoles y transmite lo que estos recibieron de las
enseñanzas y del ejemplo de Jesús y lo que aprendieron por el Espíritu Santo. En efecto, la primera
generación de cristianos no tenía aún un Nuevo Testamento escrito, y el Nuevo Testamento mismo atestigua
el proceso de la Tradición viva. Cat 83

Las "tradiciones" teológicas, disciplinares, litúrgicas o devocionales nacidas en el transcurso del tiempo en
las Iglesias locales, constituyen formas particulares en las que la gran Tradición recibe expresiones
adaptadas a los diversos lugares y a las diversas épocas. Sólo a la luz de la gran Tradición aquellas pueden
ser mantenidas, modificadas o también abandonadas bajo la guía del Magisterio de la Iglesia.

2.3.2 Objeciones. A- ¿La Tradición Apostólica es inspirada? Lo es en un sentido, pero en otro no lo es.
Cuando Dios reveló inicialmente sus doctrinas a los apóstoles determinó la forma en la cual esas
enseñanzas vinieron a ellos, de manera que la entrega original fue inspirada. Pero Dios no señaló
directamente la manera en que los apóstoles expresarían esas enseñanzas a otros. Los apóstoles
podían expresar una doctrina individual de Dios en variedad de formas. Así que mientras la entrega
original de la Tradición Apostólica fue inspirada, las palabras con las cuales han llegado a nosotros
no lo son.

"LAS MISMÍSIMAS PALABRAS" DE DIOS Y LA "PROPIA VOZ" DE DIOS


Una distinción que ayuda es aquella que los eruditos de la Biblia hacen entre las ipsisima verba y la ipsisima
vox de una persona. Las ipsisima verba de alguien son las palabras que él ha usado realmente. La ipsisima
vox de una persona es su verdadera voz -lo que dice, aún si es expresado con palabras diferentes. Por
ejemplo, si el padre Antonio viene y me dice, "Por favor informe a la comunidad que la conferencia terminará
a las 9:30," entonces estaría entregando su ipsisima verba si digo, "El Padre Antonio dice -comillas- La
conferencia terminará a las 9:30 -cierro comillas." Pero estaría expresándome con su ipsisima vox si digo, "El
padre Antonio me dijo que estaremos terminando a eso de las nueve y media." No estaría hablando con su
ipsisima verba porque no usé sus palabras exactas, pero lo estaría con su ipsisima vox porque precisamente
conté lo dicho por él, si bien de una manera diferente. Para aplicar esto a las Sagradas Escrituras Apostólicas
y a la Tradición Apostólica, podríamos decir que las SAGRADAS ESCRITURAS APOSTÓLICAS NOS
DAN LA IPSISIMA VERBA DE DIOS, MIENTRAS QUE LA TRADICIÓN APOSTÓLICA NOS
PROPORCIONA LA IPSISIMA VOX DE DIOS. Ambas revelan la palabra de Dios: una lo hace mediante
el uso de las exactas palabras que Dios determinó; la otra expresando lo mismo en otras palabras.

B ¿Por qué se necesita si no es inspirada?


Esto es importante porque con frecuencia no podemos comprender lo que quiere decirnos una persona hasta
escuchar la idea enunciada de manera diferente. Esa es la respuesta a la pregunta de una persona que quisiera
saber, "¿Por qué emplear la Tradición Apostólica si la Sagrada Escritura es inspirada?" Porque nos brinda
una segunda forma por la cual los pensamientos de Dios se expresan, haciéndolos más inteligible para
nosotros --algo que necesitábamos desesperadamente toda vez que la Sagrada Escritura advierte que los
pensamientos de Dios son superiores a los nuestros.
También la necesitamos porque la forma en la cual las mismísimas Palabras de Dios se consignaron en la
Sagrada Escritura está adecuada al contexto de culturas antiguas -aquellas de los Hebreos y Griegos- y como
resultado necesitamos reexpresar los pensamientos de las Sagradas Escrituras de una manera más
contemporánea. Este es, por ejemplo, el propósito básico de una glosa a la Biblia -una reexpresión de las
enseñanzas de la Sagrada Escritura en una manera más entendible para gente de nuestra cultura.

C ¿Por qué confiar si no es Inspirada?


El hecho de que la Tradición Apostólica sea una segunda manera por la cual las enseñanzas de Dios son
manifestadas también es la respuesta a la cuestión, "¿Por qué confiar en la Tradición Apostólica si no es
inspirada?" Porque las cosas no necesitan ser inspiradas para ser fidedignas, sólo necesitan ser verdaderas.
La veracidad es necesaria para confiar, no la inspiración. Cuando me visto en las mañanas yo no necesito
una revelación inspirada de la divinidad diciéndome dónde están mis zapatos. Sencillamente necesito conocer
la verdad acerca de dónde están ellos. En cuanto sé esto, puedo seguir adelante y vestirme. Cuanto más
entonces debo creer en la autoridad de la Tradición de los Apóstoles, comoquiera que expresan las
enseñanzas de Dios, si bien con palabras diferentes. En teología no tengo que poseer la verdad establecida en
las propias Palabras de Dios antes de creerla. Solamente necesito saber que Dios la enseña, sin importar
cómo la expresa. Así las cosas, en la doctrina de la Trinidad no preciso que la Biblia diga "Dios es Trinidad,
esto es, el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo son tres Personas quienes son un solo Dios." Si lo necesitara,
estaría en problemas porque no hay ninguna declaración directa acerca de la Trinidad en las Sagradas
Escrituras. Todo lo que requiero saber es que esa doctrina está implícita en las Sagradas Escrituras, aún si las
palabras exactas no se utilizan. En la Tradición Apostólica, todo lo que necesito conocer es que existe algo
que es la Tradición Apostólica, en lugar de la tradición de los hombres. Una vez que lo sé, puedo confiar en
ella.

D- ¿"Unión Injustificada"?
Alguien dirá, "¿No está usted uniendo injustificadamente la Sagrada Escritura con la Tradición Apostólica si
la una es inspirada y la otra no?" De ninguna manera. A pesar de que la Tradición Apostólica no es
inspirada, es infalible. Dios no puede enseñar un error, así que cualquier cosa que enseñó a los apóstoles
es automáticamente infalible. Se sigue que la Tradición Apostólica es infalible. Sólo tengo que ser capaz de
identificarla.
Además, está 2 Cor 6, 14, el versículo que se refiere a las uniones desigualmente constituidas, está hablando
del matrimonio. Un crítico puede establecer un paralelo con este pasaje, pero veamos si la analogía del
matrimonio funciona. a mujer no están unidos de manera injusta solamente porque la esposa sea menos que
su esposo en un sentido. Si vamos a servirnos de esta analogía del matrimonio, usémosla por completo: la
Tradición Apostólica y la Sagrada Escritura están casadas, con la Sagrada Escritura llevando la guía y la
Tradición Apostólica jugando un papel sustentador, interpretativo, exactamente como un hombre y una
mujer casados, el hombre llevando la guía y la mujer jugando un papel saludable, de soporte, explicando e
interpretando los deseos del esposo para los niños cuando las propias explicaciones de él no han sido
hechas con completa claridad para ellos. Esta es una doctrina católica llamada prima Scriptura. La Sagrada
Escritura Apostólica tiene primacía sobre la Tradición Apostólica (y la Iglesia también, véase Dei Verbum
11). Miramos a ella primero y principalmente porque es inspirada, dándonos la ipsisima verba de Dios. Pero
también miramos la Tradición Apostólica para ayudarnos a entender la Sagrada Escritura Apostólica,
comoquiera que comunica la ipsisima vox de Dios. Como Católico no creo en sola scriptura, pero sí
firmemente en la prima scriptura.

E- Un mandato permanente
2Tes 2, 15 ordena a sus lectores a mantenerse firmes en las Tradiciones Apostólicas, tanto orales como
escritas. Este es un mandato permanente del Nuevo Testamento. Como se ha hecho notar muchas veces en los
círculos Reformados, una vez Dios da un mandato este es obligatorio hasta que es específicamente revocado.
Si Dios no revocó las ceremonias Mosaicas, tales como la circuncisión, la comida, las leyes de separación,
ellas podrían seguir siendo obligatorias para nosotros. 2 Tes 2,15 es un mandato permanente de la palabra de
Dios y debe ser obedecido a menos que se den instrucciones específicas para desatenderlo en otra parte. Así
que si un crítico quiere sostener que 2 Tes 2,15 no es obligatorio más para nosotros, debe indicarnos los
versículos que digan que estas Tradiciones Apostólicas dejarán de ser obligatorias en algún momento. Pero
no puede hacerlo. Si la Tradición Apostólica era obligatoria entonces, es obligatoria ahora. La única pregunta
es cómo podemos identificar las Tradiciones Apostólicas, y el papel es cumplido por la Iglesia, quien como la
novia viva de Cristo continúa para reconocer e identificar para sus hijos la auténtica voz de su esposo.

F- El Argumento del cambio de Modelo


Todos debemos admitir que no se usó la sola scriptura mientras la Biblia estaba siendo escrita todavía. En el
Antiguo Testamento hubo profetas entregando la palabra de Dios, y si preguntáramos a una persona, "¿Ha
recibido todo su conocimiento de Dios sólo de la Sagrada Escritura?" Podría decir, "Desde luego que no. Si
Dios habla cualquier cosa, bien a través de las Sagradas Escrituras o bien a través de un profeta, tengo que
escucharlo. Estoy obligado por la Palabra de Dios sin importar la vía a través de la cual llega." La posición
de una persona en los tiempos Bíblicos podría de este modo ser sola verba, no sola scriptura.

En el periodo del Nuevo Testamento estuvieron las Escrituras del Antiguo Testamento, unos pocos profetas
neotestamentarios, y la Tradición de los Apóstoles, todos los cuales eran obligatorios.
Si preguntamos a un creyente del Antiguo Testamento, "¿Ha recibido todo su conocimiento de Dios sólo de
la Sagrada Escritura?" El podría decir, "Desde luego que no. Debo atender la palabra de Dios sin importar
cómo me ha llegado, bien en las Sagradas Escrituras o bien en la Tradición de los apóstoles!" Su posición,
como la de los católicos, puede asimismo ser sola verba, no sola scriptura. De este modo alguien que niegue
la posición católica tiene que admitir que el principio utilizado en los tiempos bíblicos no era sola scriptura.
Para mostrar que sola scriptura es obligatoria ahora, aun considerando que no lo era entonces, el crítico tendrá
que mostrar que el Nuevo Testamento enseña que existe un cambio descomunal de modelo al final de la
época apostólica. Debe presentar versículos que declaren que las Tradiciones Apostólicas serán todas
apuntadas de modo que ahora sólo hay una fuente de Tradición Apostólica. Pero no puede hacer esto. No hay
tales versículos. Además, desde que las Tradiciones Apostólicas llegaron más allá de las Sagradas Escrituras
Apostólicas no tienen que ser materialmente diferentes de aquellas en las Sagradas Escrituras Apostólicas,
sino simplemente reafirmaciones o interpretaciones auténticas de la Sagrada Escritura Apostólica, un
crítico debería probar la proposición imposible de que ninguna interpretación auténtica de las Sagradas
Escrituras ha sido transmitida desde la época apostólica. Y simplemente no puede hacerlo.

G- Sin la Tradición no se puede probar que la Biblia sea inspirada por Dios
Fundamentalistas y evangélicos de todo tipo dicen que la Biblia es la única regla de fe por la cual debe
guiarse el creyente. Es el único y suficiente manantial -según ellos- del cual brota toda la verdad infalible y
necesaria para nuestra salvación. Nada debe ser agregado a la Biblia, nuestra teología se nutre tan sólo de
ella. Toda la verdad cristiana se encuentra en sus páginas. Todo lo que no sea la Biblia es o bien erróneo o
bien innecesario, y puede obstaculizar el acceso a Dios.

Los católicos, por su parte, dicen que la Biblia no es la única y suficiente regla de fe para los creyentes y que
no hay ningún texto bíblico que sugiera lo contrario. Es más, la Biblia incluso indica que ella misma no debe
ser tomada exclusivamente como regla de fe. Según la Biblia, la auténtica regla de nuestra fe es la Sagrada
Escritura más la Tradición Apostólica, tal cual se comunica en el Magisterio viviente de la Iglesia Católica,
a la cual fue encomendada la enseñanza oral de Jesucristo y los Apóstoles, juntamente con la autoridad para
interpretar las Escrituras correctamente.
En el documento sobre la revelación divina del Concilio Vaticano II Dei Verbum (del latín "la Palabra de
Dios") se explica de la siguiente manera la relación entre la Tradición y el Magisterio: "Existe una conexión y
comunicación muy estrechas entre la sagrada Tradición y la sagrada Escritura, pues ambas, brotando de la
misma fuente divina, en cierta manera convergen en una unidad y tienden hacia el mismo fin. Porque la
sagrada Escritura es la palabra de Dios tal como ha sido consignada por escrito bajo la inspiración del
Espíritu Santo, mientras que la sagrada Tradición, encomendada a los sucesores de los Apóstoles, entrega a
todas las generaciones en toda su pureza la palabra de Dios que fue confiada por Cristo y el Espíritu Santo
a los Apóstoles".
"De esa manera, guiados por la luz del Espíritu de la verdad, estos sucesores en su predicación pueden
preservar la palabras de Dios fielmente, explicarla, difundirla. Por lo tanto la Iglesia extrae su certeza sobre
las cosas que han sido reveladas no solamente de la sagrada Escritura. Y así, tanto la sagrada Tradición
como la sagrada Escritura deben ser aceptadas y veneradas con la misma devoción y reverencia."

Pero los evangélicos y fundamentalistas protestantes, que ponen toda su confianza en la teoría de Martín
Lutero sola scriptura (del latín "Sólo la Biblia"), nos citan machaconamente algunos versículos para
argumentar su posición. El primero de la lista es este: "Estas cosas han sido escritas para que creáis que Jesús
es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre" (Juan 20: 31). Otro pasaje es:
"Toda Escritura es inspirada por Dios y provechosa para la enseñanza, para argumentar, para la corrección y
para entrenar en la justicia, de modo que el hombre de Dios pueda estar equipado y preparado para toda obra
buena" (2Tim 3: 16-17). Estos versos demuestran, según los protestantes, la verdad de la teoría sola scriptura.
Pero la realidad no es tan así, replican los católicos. En primer lugar, el versículo citado de San Juan se refiere
a las cosas que se contienen en ese libro (se puede leer Juan 20:30, el versículo inmediatamente precedente,
para ver el contexto del asunto en cuestión). De probar alguna cosa, en todo caso probaría no la teoría de la
sola scriptura (sólo la Biblia), sino más bien la teoría solo Iohannes (sólo San Juan)!

En segundo lugar, el verso del Evangelio de San Juan nos dice tan sólo que la Biblia fue compuesta para
ayudarnos a creer que Jesús es el Mesías; de ningún modo nos dice que la Biblia es lo único que necesitamos
para hacer teología, y ni siquiera nos dice que la Biblia sea necesaria para creer en Cristo. Y que nadie se
escandalice por esto, ya que los primeros cristianos ciertamente no podían acudir al Nuevo Testamento para
creer en Jesús, ya que entonces -y por varios siglos- no había tal cosa como Nuevo Testamento escrito. Los
primeros cristianos aprendían su fe por la predicación oral, no por la escrita. Hasta no hace mucho tiempo la
Biblia era inalcanzable para la mayoría de los fieles, o bien porque no todos sabían leer, o bien porque la
imprenta no había sido inventada aún. Todos estos fieles aprendieron de la enseñanza oral, entregada de
generación en generación, por la Iglesia.

Lo mismo puede decirse de 2Tm 3,16. Una cosa es decir que todos los escritos inspirados "son útiles" para
determinado fin, y otra cosa muy distinta es decir que solamente los escritos inspirados son útiles para ese fin.
Además, hay un punto de capital importancia que habla en contra del argumento de los protestantes
evangélicos y fundamentalistas; se trata de un contradicción que surge de sus propias interpretaciones de este
verso. John Newman lo explicó muy bien en 1884 en su trabajo "La Inspiración en relación con la
Revelación".

El argumento de Newman
Escribía entonces el Cardenal Newman: "Es evidente que este texto -2 Tim 3,16- no conlleva consigo
ninguna prueba de que la Sagrada Escritura, sin la Tradición, es la única regla de fe. Porque si bien la Sagrada
Escritura es útil para los cuatro fines que enumera el citado texto, sin embargo aquí no se nos dice que sea
ella sola sea suficiente. El mismo Apóstol requiere la ayuda de la Tradición (2Tes 2, 15). Es más, el Apóstol
se esta refiriendo aquí a las Escrituras que Timoteo aprendió en su infancia. Pero nosotros sabemos que gran
parte del Nuevo Testamento no había sido escrito durante la infancia de Timoteo; incluso algunas de las
cartas de los Apóstoles no habían sido escritas al día en que Pablo le escribe este texto a Timoteo, y ninguno
de los libros del Nuevo Testamento había sido puesto aún en la lista de libros inspirados. Pablo se refiere,
evidentemente, a las Escrituras del Antiguo Testamento, y si este texto se toma como lo hacen los
protestantes, entonces más bien probaría que los Escritos del Nuevo Testamento no son necesarios como
regla de nuestra fe".

Además de todo lo dicho, la citación que hacen los protestantes de 2 Tim 3;16 esta fuera de contexto. Cuando
leemos este pasaje en contexto, descubrimos que la referencia que Pablo hace de las Escrituras no es sino una
parte de la exhortación a que Timoteo tome como guía la Tradición y la Escritura. Los dos versos que vienen
antes del texto citado dicen: "Pero tú continúa en lo que has aprendido y has creído firmemente, sabiendo de
quién lo has aprendido, y cómo, desde tu infancia, conoces los escritos sagrados que pueden instruirte para la
salvación por medio de la fe en Jesucristo" (2Tm 3;14-15).

Pablo le dice a Timoteo que permanezca firme en lo que aprendió, y esto por dos motivos: el primero porque
sabía de quién lo había aprendido, del mismo Pablo, y segundo, porque había sido instruido en las Escrituras.
El primero de estos motivos es obviamente una referencia a la tradición apostólica, la enseñanza oral que
Pablo había dado a Timoteo. De modo que los protestantes deben sacar de contexto 2 Tim 3:16 para llegar a
la conclusión sola scriptura. Pero cuando leemos el texto en contexto se ve claro que nos está enseñando la
importancia de la tradición apostólica.
La Biblia niega que ella sola sea suficiente regla de fe. Pablo dice que mucha de la enseñanza cristiana debe
ser encontrada en la tradición, que es entregada de manera oral (2Tm 2; 2). El nos enseña a "permanecer
firmes y conservar las tradiciones que han recibido de nosotros, ya sea de palabra o por carta" (2 Tes 2:15)
Esta enseñanza oral fue aceptada por los cristianos de la misma manera como aceptaron las enseñanzas
escritas que recibieron posteriormente. Jesús les había dicho a sus discípulos: "El que a vosotros oye, a mí me
oye; el que a vosotros desprecia, a mí me desprecia" (Lc 10;16). La Iglesia, en la persona de los Apóstoles,
recibió de Cristo la autoridad para enseñar, como su representante. El los envió diciéndoles: "Id y haced
discípulos de todas las naciones" (Mt 28:19)
¿Y como debería realizarse este mandato de Cristo? Por medio de la predicación, de la instrucción oral. "La
fe viene de lo que se ha oído, y se oye por la predicación de Cristo" (Rom 10:17). La Iglesia estaría siempre
disponible como viviente maestra. Es un craso error limitar la "palabra de Cristo" a tan sólo la palabra
escrita, o bien sugerir que todas sus enseñanzas se reducen a lo que posteriormente fue escrito. La Biblia
nunca sugiere cosa parecida.

La enseñanza oral duraría hasta el fin de los tiempos: "La palabra del Señor dura para siempre, y esa palabra
es la buena nueva que os ha sido predicada" (1 Pe 1:25). Notemos que la palabra ha sido "predicada", es
decir, transmitida oralmente. Esto debería continuarse por siempre, y en ningún momento se habla de un
recuento escrito destinado a suplantarlo. La Biblia "complementa" la predicación oral, no la "suplanta".
Esto aparece más evidente aún cuando el Apóstol Pablo dice a Timoteo: "Lo que de mí has oído frente a
muchos testigos, entrégalo a hombres fieles que a su vez podrán enseñar a otros" (2 Tim 2:2). Aquí vemos los
primeros eslabones en la cadena de la Tradición Apostólica que ha llegado intacta hasta nuestros días. Pablo
instruyó a Timoteo para que entregue las enseñanzas orales (tradiciones) que él había recibido del Apóstol. A
su vez, Timoteo debería continuar la cadena entregando a otros para que estos entregaran las enseñanzas a
otros más. Pablo daba estas instrucciones no mucho tiempo antes de su muerte (2 Tim 4:6-8), a manera de un
testamento, sobre cómo debía conducir él su ministerio.

Pablo nos enseña qué cosa sea la Tradición: "Porque yo les he transmitido, como de capital importancia,
aquello mismo que yo he recibido, que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras... Por tanto,
tanto si fui yo o ellos, esto es lo que predicamos, esto es lo que habéis creído" (1 Cor 15:3.11). El Apóstol
alaba a quienes conservan la Tradición: "Los alabo porque me recuerdan en todo momento y mantienen las
tradiciones tal como yo se las entregué" (1 Cor 11:2)
Los primeros cristianos "se entregaban a la enseñanza de los Apóstoles" (Hch 2:42) mucho antes de que
existiera un Nuevo Testamento. La plenitud de la enseñanza de Cristo se encontraba, ya desde un principio,
en la Iglesia como en la viviente encarnación de Cristo, no en un libro. La Iglesia docente, con sus tradiciones
orales y apostólicas, era autoritativa. El mismo Pablo trae una cita de las palabras de Jesús que se conocía por
tradición oral solamente: "Es mejor dar que recibir" (Hch 20:35). Este dicho de Jesús no está en los
Evangelios y de alguna manera llegó a Pablo. Sin duda que los mismos Evangelios son tradición oral que fue
puesta por escrito (Lc. 1:1-4). Es más, Pablo no cita solamente a Jesús: también cita antiguos himnos
litúrgicos, como por ejemplo Ef 5:14. Estas y otras enseñanzas fueron dadas a los cristianos "por el Señor
Jesús" (1 Tes 4:2)
Los fundamentalistas dicen que Jesús condena la tradición. Nos advierten que Cristo dijo: "¿Porqué traspasan
los mandamientos de Dios por causa de vuestras tradiciones?" (Mt 15:3). S. Pablo también escribe: "Mirad
que nadie os esclavice mediante la vana falacia de una filosofía, fundada en tradiciones humanas, según los
elementos del mundo y no según Cristo" (Col 2:8). Pero estos versos condenan tradiciones humanas erróneas,
no las verdades que fueron entregadas oralmente por los Apóstoles a la Iglesia. Estas verdades son las que
forman parte de la Tradición (con T mayúscula, para distinguirla de las tradiciones meramente humanas).

"Los mandamientos de los hombres"


Consideremos Mt 15:6-9, citado frecuentemente por fundamentalistas y evangélicos: " Así habéis anulado la
Palabra de Dios por vuestra tradición. Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías cuando dijo: 'Este pueblo
me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas
que son preceptos de hombres”.
Veamos atentamente lo que nos dice Jesús: Ciertamente no estaba condenando todas las tradiciones, sino
aquellas que anulaban la palabra de Dios. En este caso se trataba de un ardid de los fariseos para usar de lo
que ofrendaban al templo como excusa para no tener que ayudar a sus ancianos padres. Haciendo así
anulaban el mandamiento "Honra a tu padre y a tu madre" (Ex 20:12). En otro lugar Jesús manda a sus
Apóstoles a guardar las tradiciones que no están contra los mandamientos de Dios. "Los escribas y fariseos se
sientan en la cátedra de Moisés; haced todo lo que ellos os digan, pero no lo que hagan, porque ellos predican
pero no hacen lo que predican" (Mt 23:2-3).
Lo que los fundamentalistas y evangelistas, desafortunadamente, hacen con mucha frecuencia es ver la
palabra "tradición" en Mt 15:3 o Col 2:8 o en algún otro lado, y concluir que la palabra "tradición" debe
tenerse por despreciable. Haciendo así se olvidan que en otros lados el mismo término se usa en sentido
distinto, como en 1 Cor 11:2 y 2 Tes 2:15, donde "tradición" es lo que se debe creer. Jesús no condenó toda
tradición; condenó las tradiciones erróneas, sean doctrinas o prácticas, que minan las verdades cristianas.
Las demás tradiciones, como nos pide el Apóstol, deben conservarse firmemente. San Pablo manda a los
Tesalonicenses a que se adhieran a todas las tradiciones que él les había dado, de palabra o por carta.

H- Qué enseñanzas son apostólicas y cuales no.


A las preguntas de ¿Cómo puedo saber qué tradiciones son apostólicas y cuáles son meramente humanas?
¿Cómo sabemos que lo que nos enseña la Iglesia Católica es de origen apostólico? Lo sabemos porque Cristo
prometió que las puertas del infierno no prevalecerían contra su Iglesia (Mt 16:18). La Iglesia de Cristo es
indefectible y sus enseñanzas oficiales infalibles. Porque Cristo, a través de Pedro, le entregó su poder de
enseñar (Mt 16:19, 28:28-20). Fue Cristo quien hizo a la Iglesia "la columna y el fundamento de la verdad" (1
Tim 3:15).

Estas enseñanzas han sido entregadas a la Iglesia (es decir a sus maestros auténticos, los obispos en
comunión con el Papa). Es necesario para los cristianos creer y seguir firmemente esta Tradición, lo mismo
que la Biblia (Lc 10:16). La verdad de la fe fue confiada primeramente a los líderes de la Iglesia (Ef 3:15),
quienes con Cristo son considerados el fundamento de la Iglesia (Ef 2:20). La Iglesia ha sido guiada por el
Espíritu Santo, que la preserva de todo error (Jn 14:16).
Es lo que nos afirma la DV 7 cuando dice:
“Dispuso Dios benignamente que todo lo que había revelado para la salvación de todos los hombres
permaneciera íntegro para siempre y se fuera transmitiendo a todas las generaciones. Por eso, Cristo Señor,
en quien se consuma la revelación total de Dios altísimo (cf. 2 Cor., 1, 30; 3, 16; 4, 6), mandó a los
Apóstoles, comunicándoles los dones divinos, que el Evangelio, que prometido antes por los Profetas, El
completó y promulgó con su propia boca, lo predicaran a todos los hombres como fuente de toda verdad
salvadora y de toda ordenación de las costumbres. Esto lo realizaron fielmente tanto los Apóstoles, que en la
predicación oral transmitieron con ejemplos e instituciones lo que habían recibido por la palabra, por la
convivencia y por las obras de Cristo, o habían aprendido por la inspiración del Espíritu Santo, como los
Apóstoles y varones apostólicos que, bajo la inspiración del mismo Espíritu Santo, escribieron el mensaje de
la salvación.
Mas, para que el Evangelio se conservara constantemente íntegro y vivo en la Iglesia, los Apóstoles dejaron
como sucesores suyos a los Obispos, "entregándoles su propio cargo de magisterio". Por consiguiente, esta
sagrada Tradición y la Sagrada Escritura de ambos Testamentos son como un espejo en que la Iglesia
peregrina en la tierra contempla a Dios, de quien todo lo recibe, hasta que le sea concedido el verlo cara a
cara, tal como es (cf. 1 Jn., 3, 2).

Así, pues, la predicación apostólica, que está expuesta de un modo especial en los libros inspirados, debía
conservarse hasta el fin de los tiempos por una sucesión continua. De ahí que los Apóstoles, comunicando lo
que ellos mismos han recibido, amonestan a los fieles que conserven las tradiciones que han aprendido o de
palabra o por escrito (cf. 2 Tes., 2, 15), y que combatan por la fe que se les ha dado una vez para siempre
(cf. Jud., 3)[11]. Ahora bien, lo que enseñaron los Apóstoles encierra todo lo necesario para que el Pueblo
de Dios viva santamente y aumente su fe, y de esta forma la Iglesia, en su doctrina, en su vida y en su culto
perpetúa y transmite a todas las generaciones todo lo que ella es, todo lo que cree. DV 8

Esta Tradición, … progresa en la Iglesia con la asistencia del Espíritu Santo puesto que va creciendo en la
comprensión de las cosas y de las palabras transmitidas, ya por la contemplación y el estudio de los
creyentes, que las meditan en su corazón (cf. Lc., 2, 19 y 51), ya por la percepción íntima que experimentan
de las cosas espirituales, ya por el anuncio de aquellos que con la sucesión del episcopado recibieron el
carisma cierto de la verdad. DV8

Las enseñanzas de los Santos Padres testifican la presencia vivificante de esta Tradición, cuyos tesoros se
comunican a la práctica y a la vida de la Iglesia creyente y orante. Por esta Tradición conoce la Iglesia el
Canon íntegro de los libros sagrados, y la misma Sagrada Escritura se va conociendo en ella más a fondo y
se hace incesantemente operante; y de esta forma Dios, que habló en otro tiempo, habla sin intermisión con
la Esposa de su amado Hijo; y el Espíritu Santo, por quien la voz del Evangelio resuena viva en la Iglesia y
por ella en el mundo, lleva a los creyentes a toda verdad y hace que la palabra de Cristo habite en ellos
abundantemente (cf. Col., 3, 16).

Igualmente el catecismo nos enseña que “… La Tradición y la Sagrada Escritura "están íntimamente unidas
y compenetradas. Porque surgiendo ambas de la misma fuente, se funden en cierto modo y tienden a un
mismo fin" (DV 9). Una y otra hacen presente y fecundo en la Iglesia el misterio de Cristo que ha prometido
estar con los suyos "para siempre hasta el fin del mundo" (Mt 28,20). Cat 80.

Por eso “La Tradición recibe la palabra de Dios, encomendada por Cristo y el Espíritu Santo a los
apóstoles, y la transmite íntegra a los sucesores; para que ellos, iluminados por el Espíritu de la verdad, la
conserven, la expongan y la difundan fielmente en su predicación" Cat 81

De ahí resulta que la Iglesia, a la cual está confiada la transmisión y la interpretación de la Revelación "no
saca exclusivamente de la Escritura la certeza de todo lo revelado. Y así se han de recibir y respetar con el
mismo espíritu de devoción" (DV 9). Cat 82

Esta interpretación de la Sagrada Escritura y Tradición ha sido confiada al Magisterio de la Iglesia, veamos
su relación con lo anterior.
3. M A G I S T E R I O

3.1. DEFINICION

Establecida por tanto la relación que hay entre la Biblia y la Tradición como la afirma la DV: “Así, pues, la
Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura están íntimamente unidas y compenetradas. Porque, procediendo
ambas de la misma fuente divina, se funden en cierto modo y tienden a un mismo fin. Ya que la Sagrada
Escritura es la palabra de Dios en cuanto se consigna por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo, y la
Sagrada Tradición transmite íntegramente a los sucesores de los Apóstoles la palabra de Dios a ellos
confiada por Cristo Señor y por el Espíritu Santo, para que, a la luz del Espíritu de la verdad, con su
predicación fielmente la guarden, la expongan y la difundan. Por eso la Iglesia no obtiene su certeza acerca
de todas las verdades reveladas solamente de la Sagrada Escritura. Por lo cual, se han de recibir y venerar
ambas con un mismo espíritu de piedad. DV 9; queda entonces por delimitar el oficio del Magisterio de la
Iglesia.

Entendemos como Magisterio vivo de la Iglesia como “El oficio de interpretar auténticamente la
palabra de Dios, oral o escritura, encomendado a la Iglesia, el cual lo ejercita en
nombre de Jesucristo" (DV 10), es decir, a los obispos en comunión con el sucesor de
Pedro, el obispo de Roma. Cat 85

Cabe destacar que "El Magisterio no está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar
puramente lo transmitido, pues por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha
devotamente, lo custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este único depósito de la fe saca todo lo
que propone como revelado por Dios para ser creído" (DV 10). Cat 86

Este Magisterio se acoge porque “Los fieles, recordando la palabra de Cristo a sus Apóstoles: "El que a
vosotros escucha a mi me escucha" (Lc 10,16; cf. LG 20), reciben con docilidad las enseñanzas y directrices
que sus pastores les dan de diferentes formas. Cat 87

3.1.1 Depósito de la Fe. La guarda de la Palabra de Dios y de la Tradición apostólica es lo que llamamos
depósito de la fe. “…La Sagrada Tradición, pues, y la Sagrada Escritura constituyen un solo
depósito sagrado de la palabra de Dios, confiado a la Iglesia…. DV 10.

Es evidente, por tanto, que la Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el
designio sapientísimo de Dios, están entrelazados y unidos de tal forma que no tiene consistencia el uno sin
el otro, y que juntos, cada uno a su modo, bajo la acción de un único Espíritu Santo, contribuyen eficazmente
a la salvación de las almas.

3.1.2 Los Dogmas de la Fe. En general tendríamos las siguientes consideraciones sobre lo que significa
dogma:
1. Proposición que se asienta por firme y cierta y como principio innegable de una ciencia.
2. Doctrina de Dios revelada por Jesucristo a los hombres y testificada por la Iglesia.
3. Fundamento o puntos capitales de todo sistema, ciencia, doctrina o religión.
Por tanto, los dogmas son aquellas doctrinas que la Iglesia propone para ser creídas como formalmente
reveladas por Dios. Los dogmas pertenecen al depósito de la fe de una manera irreversible.

Una doctrina se reconoce como dogma por una de las siguientes razones:

1- Ha sido solemnemente definida como tal por el Magisterio de la Iglesia. Esto puede ocurrir en un
Concilio Ecuménico o por un pronunciamiento ex cathedra del Papa. (Ejemplo: La Inmaculada Concepción
de María)
2- Ha sido enseñada como tal por la Tradición invariable de la Iglesia y no requiere ser proclamada
dogmáticamente. (Ejemplo: La condena al aborto)

Negar algún dogma significa negar la misma fe, pues supone negar la autoridad de Dios, que lo ha
revelado.

De tal manera que “El Magisterio de la Iglesia ejerce plenamente la autoridad que tiene de Cristo cuando
define dogmas, es decir, cuando propone, de una forma que obliga al pueblo cristiano a una adhesión
irrevocable de fe, verdades contenidas en la Revelación divina o también cuando propone de manera
definitiva verdades que tienen con ellas un vínculo necesario.” Cat 88

Hay en todo esto una extraordinaria unidad en la Iglesia pues “existe un vínculo orgánico entre nuestra vida
espiritual y los dogmas. Los dogmas son luces en el camino de nuestra fe, lo iluminan y lo hacen seguro. De
modo inverso, si nuestra vida es recta, nuestra inteligencia y nuestro corazón estarán abiertos para acoger
la luz de los dogmas de la fe (cf. Jn 8,31-32). Cat 89

Finalmente, recordemos que la fe cristiana no es una "religión del Libro". El cristianismo es la religión de la
"Palabra" de Dios, "no de un verbo escrito y mudo, sino del Verbo encarnado y vivo" (S. Bernardo, hom.
miss. 4,11). Para que las Escrituras no queden en letra muerta, es preciso que Cristo, Palabra eterna del Dios
vivo, por el Espíritu Santo, nos abra el espíritu a la inteligencia de las mismas (cf. Lc 24,45). Cat 108

32
Canonicidad y Verdad Bíblica

OBJETIVO GENERAL

Profundizar en los criterios de Canonicidad


Verdad de los Libros Sagrados.
1. EL CANON EN LOS LIBROS SAGRADOS

1.1 DEFINICIÓN DE CANON


La palabra canon se deriva de kanon, vocablo griego que significa «tallo de caña» o «caña». Era el
instrumento con el que se medían las longitudes; por eso pasó a significar «medida», «regla» o «modelo».
Posteriormente pasó a usarse para indicar "ley" o "norma", de hablar, de obrar o de conducta. También
tiene el sentido de "índice" o "catálogo". En el NT se emplea cuatro veces, siempre por San Pablo; en la carta
a los Gálatas (6,16) tiene el sentido de "norma de vida cristiana".

Dios es la verdad, por lo tanto no puede engañarse ni engañarnos. Es así su palabra inspirada, que trata de
llevar a los hombres hacia su salvación, no puede tener ningún error.

1.2. CANONICIDAD

1.2.1 Canon Bíblico. El Canon bíblico es el catálogo de los sesenta y tres libros del Antiguo y del Nuevo
Testamentos que forman la Biblia y que la Iglesia ha declarado como divinamente inspirados.

Ya desde el año 400 San Agustín, gran doctor, declaró que la Iglesia Católica acepta como Libros Inspirados
por Dios los 73 Libros que hoy contiene nuestra Biblia, y ningún otro.

En 1546 el Concilio de Trento declaró que el Canon o Lista oficial de Libros de la S. Biblia son los 73 libros
que contiene la Biblia Católica.

El Concilio Vaticano (1962-65) volvió a declarar que los 73 libros de la Biblia Católica son todos y cada uno,
inspirados por Dios, en todas sus partes.

1.2.2 Los Libros Apócrifos. Un "libro apócrifo" es aquél que, teniendo un argumento o título semejante a
los libros inspirados, no tiene un autor cierto y no está incluido en el canon Bíblico fijado por la Iglesia,
porque no fue divinamente inspirado y por contener algunos errores.

Tienen un cierto valor, porque muestran ideas religiosas y morales más o menos difundidas en tiempos
cercanos a Jesucristo, o porque recogen datos de la Tradición que no se encuentran en los Evangelios; por
ejemplo, los nombres de los padres de la Santísima Virgen, su Presentación en el Templo, etc. Hay
"apócrifos" tanto del AT como del NT y suelen clasificarse también según su género literario: "evangelios",
"cartas o epístolas", "libros proféticos", "apocalípsis", etc.
La palabra «apocrifo» tiene una historia compleja y significativa que va acompañando a la historia misma del
canon. El término griego apokrypha, de la raíz kryphein (ocultar), ha sufrido a lo largo de esa historia una
traslación en su sentido: oculto-falso-extracanónico.
En su sentido primitivo significa cosas ocultas, o más exactamente libros ocultos o secretos. Es verdad que
para los judíos el adjetivo «oculto» aplicado a los libros sagrados no tenía un sentido peyorativo, porque se
aplicaba muchas veces a los libros que por el mal estado en que se encontraban tenían que retirarse del uso; o
también los libros cuya calidad de escritura estaba en discusión.

En la primitiva Iglesia, el vocablo apokrypha apareció por vez primera, con su significado actual, en tiempos
de San Ireneo, durante los años del conflicto de la Iglesia con los herejes, especialmente los gnósticos, porque
se presentaban como una «doctrina oculta o secreta». Toda esta literatura fue combatida por los Santos Padres
en los siglos II y III; y así el término apócrifo se convirtió en sinónimo de "herético" (bastardo, corrompido,
34
falso). Años después, apareció otro uso para el vocablo «apócrifo»: la Iglesia clasificó entre los libros
«secretos», además de los «apócrifos» gnósticos, a los libros judíos que los maestros de la sinagoga habían
excluído de sus Escrituras y que gozaron durante un tiempo de gran popularidad entre los cristianos; se
trataba sobre todo de obras de "apocalipsis", con una forma y fondo claramente esotéricos y que hoy se les
suele llamar pseudo-epígrafes del AT(20). En suma, el término «apócrifo» recogido por los católicos se refiere,
en general, a la literatura judía y cristiana extrabíblica.

1.3. CLASES DE CÁNONES

1.3.1 El canon de los Judíos o corto: ellos solo aceptan 39 Libros del Antiguo Testamento. No aceptan
ningún Libro del Nuevo Testamento.

1.3.2 El canon de los Protestantes: Ellos aceptan 39 Libros del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo. Total:
66 Libros.

1.3.3 Canon de los Católicos: Aceptamos todos los 46 Libros del Antiguo Testamento y todos los 27 Libros
del Nuevo Testamento.

1.3.4 Canon de los Ortodoxos: (o sea los 200 millones de cristianos del Medio Oriente). Ellos aceptan como
los Católicos, todos los 73 Libros de la Biblia.

Los 39 Libros del Antiguo Testamento que aceptan los cristianos y los judíos se llaman Veterocanónicos o
Protocanónicos. Y los 7 libros del Antiguo que sólo aceptan los católicos y ortodoxos, se llaman
Deuterocanónicos. (Tobías, Judit, Eclesiástico, lo. Y 2o. Macabeos, Sabiduría, Ester y Baruc).

1.4 ¿POR QUÉ LA BIBLIA PROTESTANTE TIENE MENOS LIBROS QUE LA


CATÓLICA?

Hay que recordar que la Biblia se compone de muchos libros que se escribieron a lo largo de muchos siglos.
Los libros que faltan a las Biblias protestantes son siete: Tobías, Judit, Ester, I y II Macabeos, Sabiduría,
Eclesiástico (también llamado "Sirac") y Baruc. Estos libros son llamados "Deuterocanónicos". Es por eso
que las Biblias protestantes están incompletas.
Los Judíos hicieron una traducción oficial de los Libros Sagrados al griego, a la que llamaron la
"Septuagésima" (c.100AC), incluye todos los libros arriba mencionados. Pero los judíos en el siglo I de la era
cristiana discutían sobre cuales libros debían considerarse sagrados. La controversia era en parte porque los
libros Deuterocanónicos fueron los últimos en escribirse y por eso la lengua original que utilizaron los
autores fue el griego y no el hebreo, usado en el resto de A.T.
Los judíos en Jamnia (100 DC) determinaron cuales eran sus libros sagrados pero no excluyeron a los
deuterocanónicos definitivamente. El canon judío no se fijó hasta mas de cien años después. Aun entonces,
los libros "deuterocanónicos" siguieron siendo leídos y respetados por los judíos.
No hay duda de que la Iglesia apostólica del primer siglo aceptó los libros deuterocanónicos como parte de su
canon (libros reconocidos como Palabra de Dios). Por ejemplo, Orígenes, Padre de la Iglesia (m.245), afirmó
que los cristianos usaban estos libros aunque algunos líderes judíos no los aceptaban oficialmente.

La lista de los 27 libros del NT y de los 46 del A.T. (incluyendo los deuterocanónicos) fue oficialmente
declarada como el canon completo de Sagradas Escrituras por la Iglesia Católica en los sínodos de Hipona
(393), Cartago I y II (397 y 419). La carta del Papa S. Inocencio I en el 405, también oficialmente lista estos
libros.

35
Finalmente, el concilio de Florencia (1442) definitivamente estableció la lista oficial de 46 libros del A.T. y
los 27 del N.T.

En el 1534, Martín Lutero tradujo la Biblia al alemán y agrupó los siete libros deuterocanónicos bajo el título
de "apócrifos", señalando: "estos son libros que no se tienen por iguales a las Sagradas Escrituras y sin
embargo son útiles y buenos para leer."
Lutero también se tomó la libertad de agrupar los libros del Nuevo Testamento de la siguiente manera:
-libros sobre la obra de Dios para la salvación: Juan, Romanos, Gálatas, Efesios, I Pedro y I Juan
-otros libros canónicos: Mateo, Marcos, Lucas, Hechos, el resto de las cartas de Pablo, II Pedro y II de Juan
-los libros no canónicos: Hebreos, Santiago, Judas, Apocalipsis y libros del Antiguo Testamento.

Aunque, gracias a Dios, los mismos protestantes aceptaron el Nuevo Testamento completo, no fue así con el
Antiguo ya que descartaron los siete libros deuterocanónicos.
Según los 39 Artículos de Religión (1563) de la Iglesia de Inglaterra, los libros deuterocanónicos pueden ser
leídos para "ejemplo de vida e instrucción de costumbres", pero no deben ser usados para "establecer ninguna
doctrina" (Artículo VI). Consecuentemente, la Biblia, versión King James (1611) imprimió estos libros entre
el N.T. y el A.T. Pero Juan Lightfoot (1643) criticó este orden alegando que los "malditos apócrifos"
pudiesen ser así vistos como un puente entre el A.T. y el N.T. La Confesión de Westminster (1647) decidió
que estos libros, "al no ser de inspiración divina, no son parte del canon de las Escrituras y, por lo tanto, no
son de ninguna autoridad de la Iglesia de Dios ni deben ser en ninguna forma aprobados o utilizados mas que
otros escritos humanos."
La Iglesia Católica, en el Concilio de Trento (1546), confirmó el canon de Florencia y decretó que los libros
deuterocanónicos deben ser tratados "con igual devoción y reverencia". El Catecismo de la Iglesia Católica
reafirma la lista completa de los Libros Sagrados, incluyendo los deuterocanónicos.

36
2. HISTORIA DE LOS CANONES

2.1 EL CANON JUDÍO

Después de la destrucción de Jerusalén, los responsables religiosos se preocuparon de asegurar la continuidad


de la fe de aquellos que se dispersarían por todo el mundo. Para ello era esencial el concretar oficialmente o
canónicamente la lista de los libros en los que se reconocía la fe de Israel. Así se hizo a finales del s. I d. C.
Esto provocó una primera distinción entre libros canónicos y libros apócrifos. Este trabajo se realizó en
Palestina. En Alejandría, donde vivían unos 100.000 judíos, en torno a esas mismas fechas, se llevaba a cabo
una famosa traducción de la Biblia al griego, conocida con el nombre de los LXX (por creer que la habían
realizado setenta sabios), y destinada a todos los judíos de lengua griega.

También aquí se intentó clarificar cuáles eran los libros inspirados y cuáles no. Si hoy comparamos ambas
listas, vemos que no hay coincidencia. Mientras la traducción de los LXX coloca entre los libros inspirados a
Sabiduría, Eclesiástico, Baruc, Daniel 3,23-90 y 13-14, Judit, Tobías, 1/2 Macabeos y Ester 10,4-16,24, estos
mismos libros son ignorados como canónicos por los judíos de Palestina. Así lo deducimos de las distintas
traducciones de la Biblia en hebreo y por Flavio Josefo, quien, siguiendo la corriente de los fariseos, hace un
elenco de todos los libros inspirados dejando a un lado los anteriormente citados.
Esto hace que en los libros del Antiguo Testamento se pueda establecer una doble categoría: protocanónicos
y deuterocanónicos. Protocanónicos son aquellos que desde un primer momento (protos en griego significa
primero) fueron admitidos como revelados. En cambio, deuterocanónicos son aquellos que fueron aceptados
sólo en un segundo momento (deuteros significa segundo).

Los motivos por los que los judíos de Palestina, a quienes se debe la fijación del canon de libros del Antiguo
Testamento, redujeron el número de libros inspirados son varios. El primero de ellos y, sin duda el más
importante, es la ausencia, a partir del s. V, de un profeta que asegurase el carácter divino de los escritos
más recientes, o confirmase el carácter sagrado de escritos antiguos sobre los cuales no se habían
pronunciado los profetas precedentes. Esta es la razón que señala Flavio Josefo (cf. Contra Apionem, 1, 8).
Otros motivos, aducidos por los fariseos, son: que un libro no puede ser sagrado si no está escrito en la
lengua sagrada (hebreo o arameo) y si no está escrito en Palestina, única tierra sagrada capaz de recibir las
revelaciones de Dios. Como los llamados deuterocanónicos no reúnen estas condiciones, los fariseos no
dudaron en rechazarlos. Esto tuvo sus consecuencias para los cristianos. Los que vivían en Palestina, en
contacto con las comunidades judías, adoptaron el canon hebreo palestino, mientras que los que vivían en el
mundo griego y hablaban la lengua griega adoptaron el canon alejandrino. Esta diferencia ha continuado
hasta hoy. Las Iglesias protestantes han recogido la tradición palestina, también conocida como antioquena.
Sus Biblias sólo citan las obras llamadas protocanónicas, y consideran como apócrifos los textos
suplementarios conservados en el segundo canon, el de Alejandría, seguido por las Iglesias católica y
ortodoxa.

2.2 EL CANON DEL NUEVO TESTAMENTO

El Nuevo Testamento no ha planteado tantos problemas. Muy pronto, los primeros cristianos coleccionaron y
difundieron los escritos en los que se expresaba su fe, separándolos de aquellos que no la contenían. De este
modo, los libros canónicos se diferenciaron claramente de los apócrifos.

A los textos del AT, la Iglesia ha unido estrechamente los escritos que a su juicio nos transmiten el testimonio
de los apóstoles sobre los hechos y enseñanzas de Jesús, y aquellos otros escritos que recogen las
instrucciones dadas por los mismos apóstoles para la constitución de la Iglesia naciente. «Esta doble serie de
escritos ha recibido, seguidamente, el nombre de Nuevo Testamento. En este proceso, numerosos factores han
37
jugado un papel: la certeza de que Jesús --y los apóstoles con Él-- habían reconocido el AT como Escritura
inspirada, y de que el misterio pascual constituía su cumplimiento; la convicción de que los escritos del NT
provienen auténticamente de la predicación apostólica --lo cual no implica que hayan sido todos ellos
compuestos por los apóstoles mismos--; la constatación de su conformidad con la regla de fe, y de su uso en
la liturgia cristiana; en fin, la de su acuerdo con la vida eclesial de las comunidades y de su capacidad de
nutrir esa vida».

Los libros del NT, como ya expusimos, se escribieron entre los años 50 y 100 de nuestra era y sobre su canon
ha habido siempre una tradición constante y firme. Después de la muerte del último apóstol, san Juan, cesó
toda revelación pública y no aparece ya ningún otro libro inspirado o canónico. Sobre el canon
neotestamentario no hay declaraciones directas de la Iglesia apostólica.
El siglo I no ofrece, pues, enseñanzas magisteriales sobre el carácter sagrado de todos los libros del NT,
porque los Apóstoles y san Pablo eran el canon viviente, que había plasmado la fe y la vida personal y
comunitaria de la Iglesia primitiva.

De todos modos, con algunos escritos hubo ciertas dudas sobre su canonicidad, lo que hizo que entraran a
formar parte del canon de libros inspirados sólo en un segundo momento. Es el caso de Hebreos, Santiago, 2
Pedro, 2/3 Juan, Judas y el Apocalipsis. Las causas de esta aceptación tardía son múltiples: la circulación de
muchos apócrifos, la brevedad excesiva y el poco valor doctrinal de algunos de estos escritos, el mal uso que
de ellos hacían grupos heréticos (especialmente de Hebreos y Apocalipsis), y las dificultades de
comunicación entre una Iglesia y otra.
Por este hecho, y por razones de tipo doctrinal, Lutero atribuyó a estos escritos un papel secundario,
colocándolos después de los otros libros, que él consideraba «los verdaderos, seguros y más importantes
libros del Nuevo Testamento». Aunque su postura fue seguida, en un principio, por algunas Iglesias
reformadas, hoy, sin embargo, la casi totalidad de esas Iglesias no tienen dificultad alguna en aceptar esos
libros como inspirados.

Los testimonios históricos muestran que entre finales del siglo I y finales del siglo II se hizo paulatinamente
la selección y el catálogo de los libros inspirados. En la segunda mital del siglo II, se llega a formar un
«corpus» de cuatro Evangelios y otro paulino de, al menos, 10 cartas; los demás escritos del canon del NT
aún no se consideraban importantes. Donde primero se llevó a cabo esta codificación fue al parecer en Roma,
como lo atestigua el famoso Canon de Muratori, de fines del siglo II, descubierto en 1740.

38
3. CRITERIOS DE CANONICIDAD
El dato revelado, definido por la Iglesia, es ciertamente el criterio supremo e infalible para conocer la
inspiración y la canonicidad de los libros de la Biblia. La proposición del Magisterio eclesiástico es necesaria
porque la inspiración y canonicidad de un libro es un hecho sobrenatural, que sólo se puede conocer por
revelación divina, a través de la Iglesia.
La definición dogmática del canon bíblico se encuentra en el Concilio de Trento, en su sesión IV del 8 de
abril de 1546. En esa sesión se condenaron los errores protestantes, porque rechazaban la canonicidad de
algunos libros pertenecientes al canon fijado desde antiguo por la tradición apostólica. El Concilio atiende a
dos criterios fundamentales: 1) El uso o costumbre de leer tales libros en la Iglesia Católica; 2) la presencia
de esos libros en la versión latina oficial de la Vulgata. En realidad ambos datos se refieren a un único
criterio: la práctica de la Iglesia. El Magisterio posterior considera que en última instancia es la tradición
apostólica la razón última y más convincente: «Por la misma tradición conoce la Iglesia el canon íntegro de
los libros sagrados». Entonces, parece razonable preguntarnos: ¿Qué criterios usó de hecho la tradición viva
de la Iglesia?

Resumidamente podemos destacar tres criterios objetivos que guiaron a la Iglesia para reconocer cuáles son
los escritos inspirados del NT: el origen apostólico, la ortodoxia y la catolicidad.
a- Ante todo, el criterio del origen apostólico. Se consideraron canónicos aquellos escritos que se remontaban
al círculo de los apóstoles o de sus colaboradores próximos (Mateo, Lucas). La canonicidad de Apc y Heb se
discutió precisamente porque se dudaba si tales escritos había que considerarlos obra de san Juan y de san
Pablo respectivamente.

b- La ortodoxia, que pertenece al «sensus fidelium» de los primeros siglos; es decir, la conformidad de los
escritos en cuestión con la predicación auténtica y con el auténtico anuncio acerca de Cristo, de su vida y de
su mensaje.

c- La catolicidad de los escritos: los libros que todas o casi todas las Iglesias consideraban inspirados, como
testimoniaba su uso litúrgico, fueron incluidos en el canon; en cambio, los aceptados sólo por Iglesias
aisladas quedaron excluidos del mismo.

3.1 LA TRADICIÓN APOSTÓLICA Y EL CANON DEL ANTIGUO


TESTAMENTO
Los cristianos siempre veneraron esos textos sagrados, que recibieron como una preciosa herencia trasmitida
por el pueblo judío, es decir, los considera «Sagradas Escrituras», «inspiradas» por el Espíritu de Dios, que
«no pueden ser abolidas». Podemos concluir que los Apóstoles admitían el canon completo del AT, incluidos
los "deuterocanónicos".
En la época postapostólica y mucho tiempo después, la versión de los LXX siguió siendo el texto bíblico
oficial de la Iglesia para el AT; algunas excepciones locales y pasajeras no invalidan este dato
importantísimo. Es verdad que en los siglos III, IV y V un grupo no muy numeroso de autores manifiesta
ciertas reservas con respecto a los libros deuterocanónicos, pero se trata de una negación más bien teórica; en
la práctica se sirven también de estos escritos del AT como si fuesen inspirados y canónicos.

De cualquier modo, la fijación definitiva del canon del AT aparece ya en el siglo IV, con la declaración del
Concilio regional de Hipona (año 393), en el que intervino el propio San Agustín. Se reconoce así mismo la
lista hecha por el Papa Dámaso en Roma (381) y que luego fue retomada por el Papa Gelasio (492-496),
conocida como el “Decreto de Gelasio”.
Posteriormente, el canon de los libros inspirados consta en la declaración del Concilio ecuménico de
Florencia (1441) y en la definición infalible del Concilio ecuménico de Trento (1546).
Vaticano l ratifica dogmáticamente la virtud “sagrada y canónica” de los Libros Inspirados y añade: “la
Iglesia considera sagrados y canónicos esos Libros del Antiguo y Nuevo Testamento, no porque hayan sido
aprobados por ella después de haber sido escritos con sólo trabajo humano; ni únicamente porque contienen

39
sin error la revelación; sino porque, escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, tiene por autor a Dios, y
como tales fueron entregados a la Iglesia.”

40
4. FORMACIÓN DE LOS LIBROS SAGRADOS
El proceso de formación de los libros sagrados fue muy lento. A veces entre los hechos y su narración han
transcurrido muchos años, e incluso siglos. Este es el caso, especialmente, de los libros del AT, pero, como se
verá, también en el NT el proceso fue bastante largo. Veamos.

4.1. LA FORMACIÓN DEL ANTIGUO TESTAMENTO

4.1.1 El Éxodo. Es el punto de partida. Es sin duda, el acontecimiento fundante del pueblo de Israel. La
salida de Egipto fue siempre considerada por Israel como el momento más destacado de su historia, como un
acontecimiento que se sitúa en otro plano distinto de los demás. El pueblo existía ya desde Abrahán, pero
sólo en promesa. El éxodo es realmente el momento en que Israel es creado como pueblo. Sacado «de la
servidumbre al servicio», Israel descubre a Dios como liberador y salvador, el que le sacó de la casa de la
esclavitud. Y desde esa experiencia se sabe pueblo elegido y consagrado. Por ser el momento fundacional del
pueblo, es también el acontecimiento fundamental y ejemplar de su historia. Por esas dos características, el
recuerdo del éxodo atraviesa toda la literatura bíblica (cf. Jos 24,6; Dt 6,21; 8,14; 13,6; 26,8; Sal 77; 78; 105,
1 Re 8,53), y será arranque y meta de cualquier aspiración del pueblo de Dios. Y con el éxodo, la alianza,
como fuerza motriz del pueblo elegido a lo largo de todas sus vicisitudes históricas. Estos acontecimientos se
transmitieron de generación en generación, de padres a hijos, durante siglos, sin la mediación de la
escritura, de viva voz. Y al lado de ellos, y de modo casi anárquico, surgen los mishpatín y los torot (juicios y
leyes), que, junto con los cantos, himnos, recuerdos.... van echando las bases de lo que luego sería el AT y
particularmente el Pentateuco. Algo que, nacido del vivir cotidiano de Israel, iba constituyendo la normativa
de su comportamiento.

También éstos fueron retenidos primero en la mente y sólo más tarde fueron consignados en brevísimos
escritos o colecciones legales, que posibilitaran, a un tiempo, su conservación y su uso en la vida de cada
día. Estas colecciones, por contener «juicios y decisiones», fueron conocidas en su conjunto por debarim,
palabras o preceptos divinos.

4.1.2 La historia del reino de Judá. En el s. X a. C., asistimos al primer intento serio de poner por escrito las
tradiciones antiguas de Israel. Este intento nace en la corte de Salomón, organizada al estilo de la del Faraón,
y en la que los escribas ocupaban un lugar destacado.

La Biblia habla de dos libros que se han perdido, redactados en este período: El Libro del justo y el Libro de
las guerras de Yahvé. En este período se escribe también una Historia del arca (1 Sm 2-5) y la de la sucesión
de David (2 Sm 9-20). Se recogen algunos poemas: El Canto del arco y la elegía de Abner (2 Sm 1,3),
algunos Salmos y algunos de los refranes recogidos, más tarde, en el libro de los Proverbios. Sobre todo, se
comienza la historia sagrada judía, que llamamos tradición yahvista, por designar a Dios con el nombre de
Yahvé, y que corrientemente se designa con la letra J. Esta tradición quiere ser un respaldo teológico a la
dinastía davídica, en la cual se realizan las promesas de Dios a los patriarcas. El rey, hijo de David e hijo
de Dios, es el lugarteniente de la divinidad y garante de la unidad política y religiosa de la nación. Pero al
mismo tiempo, el yahvista deja bien claro que el rey no es un monarca absoluto, sino que está al servicio de
Dios y de su pueblo.
La presencia de esta tradición se puede palpar en los libros del Génesis y del Éxodo, y a ella pertenecen
relatos tan conocidos como: la redacción más antigua del decálogo (cf. Ex 34,14-26), el relato de la creación
del mundo y del hombre (cf. Gn 2,4b-25), el relato del pecado (cf. Gn 3,1-24), la historia de Abel (cf. Gn 4,1-
16), el relato del diluvio (cf. Gn 7-9), la historia de Babel (cf. Gn 11,1-9). Dentro de este cuadro tenebroso, el
yahvista vislumbra la acción salvífica de Dios: el «protoevangelio» (cf. Gn 3,15), la salvación de Noé (cf. Gn
8,15-22) y la vocación de Abrahán (cf. Gn 12,1ss). También pertenecen a él el relato de las plagas de Egipto
(cf. Ex 7-10;12,21-27), el «signo» de las codornices y del maná (cf. Ex 16), el relato del becerro de oro (cf.
Ex 32) y el de la renovación de la alianza (cf. Ex 34,1-28).

41
4.1.3 La historia del reino de Israel. Con la muerte de Salomón, hacia el ano 931, la unidad nacional se
viene abajo. El reino se divide. Ante la torpeza de Roboán, hijo de Salomón, las diez tribus del norte se
separan arrastradas por un aventurero llamado Jeroboán. En adelante, el reino de Judá, al sur, y el de Israel, al
norte, llevarán una existencia por separado.
La ruptura hizo que el norte desarrollara sus propias tradiciones e incluso sus propias concepciones
teológicas, basadas en tradiciones antiguas, las mismas del sur, pero con orientación distinta. Es la historia
sagrada del norte, conocida con el nombre de tradición elohista, por utilizar el nombre de Elohim para Dios,
e indicada con la letra E. A su trabajo se deben los relatos más importantes de alianza que encontramos en
el AT: la alianza con Abrahán (cf. Gn 15), la renovación de la alianza con Josué (cf. Gn 24) y, muy
particularmente, la alianza del Sinaí (cf. Ex 19-24). En la historia patriarcal mostrará especial interés por
Jacob y por José. Muy presente en el libro del Génesis y del Éxodo, la tradición elohísta se encuentra también
presente en Números y Deuteronomio. En el norte, las crisis políticas son continuas. En poco más de dos
siglos, nueve dinastías ocuparán el trono. La crisis religiosa es todavía mayor. La política de alianza con los
países vecinos lleva a los reyes a adoptar los cultos y las costumbres paganas.

4.1.4 Los primeros profetas. En medio de este caos, se deja oír la voz de los profetas. Primero Elías, hacia el
año 875, y Eliseo, su sucesor, reaccionarán enérgicamente contra la invasión de cultos paganos y la
inmoralidad. Luego, un siglo más tarde hacia el 750, Amós y Oseas. El primero, campesino ilustrado de la
tierra de Judá, condenó, en el santuario de Betel, la injusticia social y la depravación moral y espiritual del
reino del norte. Atacó sin reservas un culto vacío y anunció una catástrofe muy próxima. Con todo, mantuvo
su esperanza de ver al Señor cumplir sus promesas gracias al «resto». El segundo, Oseas, hará la primera
relectura de la historia del pueblo elegido bajo la forma de un drama de amor. Es el profeta testigo por
excelencia de la promesa y de la fidelidad de Dios. Mientras tanto, en el sur también se dejó oír la voz de la
profecía, con lsaías y Miqueas. Isaías predica en Jerusalén entre el 740 y el 700. La guerra siro-efraimita fue
la ocasión de los principales oráculos de Isaías (1-39), invitando a la confianza en Dios, contra las alianzas
políticas. Miqueas, campesino que sufre en su propia carne la injusticia de los ricos, logra hacer una
magnífica síntesis de los tres profetas de aquel momento: la justicia, predicada por Amós; la ternura de Dios,
anunciada por Oseas, y la confianza en Dios, invitación hecha por Isaías.

4.1.5 El último período del reino de Judá (721-587). En el 721 a. C., el reino del norte es destruido por
Asiria. Los que pudieron escapar se refugiaron en el sur, llevando consigo los documentos sagrados. Es
entonces cuando se da una primera fusión entre la tradición yahvista y la elohísta. Eran los días del rey
Ezequías, gran protector de la sabiduría proverbial y bajo cuya dirección los escribas reales reunieron una
primera colección de proverbios y que hoy encontramos en Prov 25-29. El siglo VII es un siglo de intensa
actividad en la formación de los libros sagrados. En él se forma Isaías 1-39, conocido con el nombre de
Protoisaías, y asistimos al nacimiento de la tradición deuteronomista, indicada con la letra D. Judá ha caído
en la idolatría, en el sincretismo y en el culto vacío. Los pocos fieles al yahvismo habían sido perseguidos y
obligados a vivir en la clandestinidad. Desde ella se lleva a cabo una profunda revisión de la historia del
pueblo, desde antes de la entrada en la tierra prometida. De esta revisión, una cosa aparece clara: la necesidad
de volver a la observancia de la ley (deuteronomio significa precisamente «segunda ley»). Así se lo hacen
saber al pueblo en tiempos de Josías (639-609), y así es aceptado por éste (cf. 2 Re 22-23; 2 Car 34-35). Entre
los siglos VII y VI hemos de situar la actividad profética de Macún, quien predice, hacia el año 660, la ruina
de Nínive; de Sofonías, profeta de los pobres de corazón, que predica al principio del reinado de Josías, y
constata que en el pueblo no hay nadie que sea justo, por lo que la cólera divina no se hará esperar; de
Habacuc, que predica en torno al 600, y ve en los babilonios los instrumentos de Dios destinados a castigar a
los asirios por haber oprimido a Israel; y, sobre todo, de Jeremías. Este profeta vivió el drama que cayó sobre
su pueblo en el 597 y luego en el 587. Intentó evitarlo invitando al pueblo a la vuelta a Dios (cf. 1-6), y
cuando no lo logró, quiso darle un sentido a la catástrofe. En este período tiene lugar la redacción del
Protoisaías y también la del Código de santidad (Lv 17-26).

4.1.6 El destierro en Babilonia (587-538). El destierro será una buena ocasión para que el pueblo siga
reflexionando sobre la propia historia, en la línea del Deuteronomio. Los resultados de este análisis los
encontramos, además de en Deuteronomio, también en Josué, Jueces, Samuel y Reyes. En todos ellos hay una
llamada seria a la conversión, una invitación a reconocer la propia culpa para recibir el don de Dios, un don
que el pueblo puede esperar confiadamente, fundado en la fidelidad de Dios a las promesas hechas a los
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patriarcas. Cuando en el s. VI la historia deuteronomista fue redactada, predicaba Ezequiel, quien, recogidos
los acentos amenazadores de Jeremías, intenta destruir las falsas ilusiones del pueblo; y el Deuteroisaías (Is
40-55), predicador incansable de esperanza. En este mismo período se ponía por escrito la predicación
profética preexílica. Asistimos también al nacimiento de la tradición sacerdotal, indicada con la letra P (de
Priester, sacerdote en alemán). Desterrado, el pueblo corre el peligro de desaparecer, como había sucedido
siglo y medio antes con los israelitas del norte, deportados en Asiria. ¿Quiénes le permitirán resistir la
prueba? Además de Ezequiel y el Deuteroisaías, serán los sacerdotes de Jerusalén los que sostendrán la fe de
los desterrados. Para ello inventaron nuevas formas de práctica religiosa: el sábado, para santificar el tiempo;
la circuncisión, que marca la pertenencia al pueblo; y las sinagogas-asambleas, lugares para orar y meditar la
palabra de Dios. Los sacerdotes releen la historia pasada para descubrir en ella una respuesta a las cuestiones
angustiosas que estaban planteándose: ¿qué lugar tienen las naciones en el proyecto de Dios?; ¿por qué el
silencio de Dios? La respuesta global de los sacerdotes es: La promesa de Dios sigue siendo válida. Hay que
esforzarse en cumplir los preceptos de la ley. Lo mismo que la historia yahvista, la sacerdotal va desde la
creación hasta la muerte de Moisés. A ella se deben relatos como: el relato de la creación (cf. Gn 1,1-2,4), la
alianza de Noé y el diluvio (cf. Gn 6-9), la alianza con Abrahán (cf. Gn 17), la esclavitud en Egipto (cf. Ex
1,13-14; 2,23-24), la vocación de Moisés (cf. Ex 6), los aspectos litúrgicos de la celebración pascual (cf. Ex
12,1-20), el paso del mar (cf. Ex 14).

4.1.7 El dominio persa (538-333). En el período posexílico se escuchan los oráculos de Ajo y el primer
Zacarías (1-8), que apoyan la reconstrucción de la casa de Dios; Malaquías, que criticará fuertemente la
injusticia del pueblo; Abdías, que contiene un mensaje de esperanza para el reino deshecho de Judá; Joel,
predicador del «día del Señor», el día en que Dios despojará al hombre de su pecado; y el Tritoisaías (56-55),
que invita al gozo por la vuelta a la tierra prometida. Pero esta época está marcada sobre todo por la
influencia de los escribas y de los sabios. Algunos escribas, como Esdras, releen las Escrituras, las reúnen
en libros organizados, Pentateuco, y las completan con Crónicas, Esdras y Nehemías. Los sabios, por su
parte, recogen las reflexiones anteriores y empiezan a producir grandes obras como Rut, Jonás, Proverbios y
Job. También es ahora (s. IV-III) cuando se empieza a reunir los Salmos en colecciones, que muy pronto
formarán un único libro.

4.1.8 El dominio griego (333-63). Muy cercano ya el NT, cuando Israel se encuentra bajo el dominio griego,
predica el llamado Deuterozacarías (9-14), que proclama de nuevo la esperanza mesiánica: gracias al ungido
con el óleo sagrado, Dios restablecerá un día su reino. La helenización provocará varias reacciones, y muchos
libros sagrados se hacen eco de esa situación: Qohelet (Eclesiastés), Sirácida (Eclesiástico), Tobías, Cantar de
los Cantares, Baruc, Sabiduría. Por su parte, la persecución de Antíoco y la epopeya de los macabeos suscitan
el nacimiento de Ester, Judit, I y 2 Macabeos, así como el desarrollo de la corriente apocalíptica, que tiene
como representante en el AT a Daniel. Finalmente, en este período se componen los últimos Salmos y se
traduce la Biblia al griego: los Setenta.

4.2. LA FORMACIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO

Con el NT, la Biblia se hace cristiana. El hecho esencial que lo distingue del Antiguo es el lugar eminente
que en él ocupa Jesús de Nazaret, en quien los cristianos reconocieron muy pronto al Mesías, el Cristo,
anunciado por el Deuterozacarías. En la formación del NT, al igual que en la del AT, podemos distinguir
varias etapas.

4.2.1 La Resurrección. Es el punto de partida. Para comprender la formación del NT, hay que partir de un
acontecimiento absolutamente extraordinario y fundamental, que puso en marcha todo lo demás: la
resurrección. La experiencia pascual lo transformó todo. La pasión, la vida pública, e incluso la infancia,
cobrarán nuevo significado. Es muy distinto contar la vida de una persona al filo de cada día, o referirla
después de que un acontecimiento extraordinario ha manifestado todas sus riquezas. La resurrección, aquel
«sí» de Dios a la vida y actitudes de Jesús, revela a los creyentes la verdadera identidad de Jesús y a dónde
conducía su existencia. Bajo la luz de la resurrección es cómo se relee toda la vida de Jesús. Otro factor
importante en la formación del Nuevo Testamento es la lectura de la Escritura en clave cristológica. Como
judíos que eran, los discípulos no dejaron de meditar la palabra de Dios que daba sentido a sus vidas y
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recogía todas sus esperanzas mesiánicas. La escucha constante y asidua de la Escritura es la que les lleva a
descubrir en el Resucitado al Mesías que tenía que venir. Entonces se da un doble movimiento. Por una parte,
la Escritura ilumina la vida de Jesús y, por otra, la vida de Jesús aclara el sentido de las Escrituras. Teniendo
en cuenta estos dos factores determinantes, podemos distinguir, en la formación de los libros del Nuevo
Testamento, los siguientes momentos:

4.2.2 Las palabras de Jesús. Es evidente que es la persona de Jesús, sus palabras y sus hechos, la que está en
la base de nuestros textos. Jesús ha recibido como misión principal la de «anunciar la buena noticia a los
pobres, el proclamar la liberación a los oprimidos» (Lc 4,18-19). Jesús no escribió nada, su misión la
realizará a través de su vida y de su enseñanza (cf. Mc 2,2; 4,33;8,32), lo que le convertirá en «maestro» (cf.
Mc 4,38;5,35;9,17.38;10,17), en torno al cual hay siempre un grupo de discípulos (cf. Mt 10,1-4; Mc 3,13-19;
Lc 6,12-16). El carácter carismático de su persona suscita entusiasmo y admiración (cf. Mc 1,21-22; Mt
7,28ss; Lc 4,21-22.32), y las técnicas que utiliza en su predicación favorecen la fácil retención. Si a esto
añadimos la novedad de su predicación (cf. Mt 12,46ss; Lc 11,27-28) y la autoridad con que la propone (cf.
Mt 7,29; Mc 1,27), comprenderemos que los oyentes conservaran en su mente y corazón las enseñanzas de
Jesús. El evangelio tiene pues su origen en Jesús mismo, se identifica con él. El es el evangelio del Padre a
los hombres. Sin este hombre, «poderoso en obras y palabras» (Lc 24,19), sería imposible hablar de
evangelio y de Nuevo Testamento.

4.2.3 La predicación apostólica. Entre los oyentes de Jesús encontramos dos grupos bien distintos. Unos que
le seguían sólo por el provecho que sacaban del taumaturgo de Nazaret (cf. Jn 6,26). Otros que mantenían una
gran familiaridad con él (cf. Mc 3,32). A éstos les eligió «para que estuvieran con él y mandarles a predicar»
(Mc 3,14). Después del escándalo de la cruz, que motivó la negación y el abandono de todos, gracias a la
experiencia pascual se les abrieron los ojos, ciegos por el miedo (cf. Lc 24,31) y comenzaron a dar solemne
testimonio, no sólo entre ellos mismos (cf. Lc 24,34), sino también ante todos los hombres (cf. Hch 2,22ss).
Los discípulos no tienen todavía nada escrito, pero tienen una buena nueva: ¡Dios ha resucitado a Jesús! Esto
es lo que viven, la fe que profesan (cf. 1 Tes 4,14;1 Do 5,3; Hch 2, 23.32;3,14-15;4,10), y lo que desde un
principio comenzaron a predicar. Este anuncio en un principio se hizo de viva voz. Los «servidores de la
palabra» transmitieron de palabra lo que habían visto y oído (cf. Lc1,2). Pero a medida que va aumentando la
comunidad y disminuye el número de los testigos oculares, se siente la necesidad de poner por escrito esos
recuerdos. Esa necesidad aumenta por exigencias de la vida misma de la comunidad: el culto, la catequesis y
la predicación misional. Lo específico del culto cristiano residía en la fracción del pan y en la enseñanza
apostólica (cf. Hch 2,42). Al lado de la celebración de la eucaristía, están los ritos bautismales, que según
parece revestían especial solemnidad (cf. Hch 2,41;8,3639;9,18;10,47-48). Con estos dos ritos esenciales, los
primeros cristianos obedecen el mandato del Señor: «Haced esto en memoria mía» (Lc22,19;1 Do 11,24). En
ese contexto se mantiene vivo el recuerdo del Señor y, a la vez que se transmiten los dichos y hechos de
Jesús, éstos sufren las influencias del culto, como es fácil comprobar por el relato de la institución eucarística
(cf. 1 Do 11,2325). Poco a poco, por razones de practicidad, se originan las primeras colecciones de relatos,
como el de la cena y la pasión.
De la existencia de la catequesis también nos informan los Hechos: «Perseveraban en oír la enseñanza de los
apóstoles» (2,42). Los paganos debían ser instruidos en el conocimiento de las Escrituras y en los dichos y
hechos de Jesús para poder abrazar la fe (cf. Hch 8,24-40). También los neófitos debían seguir profundizando
en la fe ya abrazada (cf. Lc 24,25-27). Esta instrucción y esta constante reflexión en los contenidos de la fe
hace que con frecuencia se pase del acontecimiento en sí mismo, relatado incidentalmente, a su profunda
inteligencia. Los acontecimientos, entonces, son presentados no como simples informaciones impersonales,
sino en la transfiguración pascual. De este modo, la negación de Pedro no es sólo una falta de fidelidad
humana a su Maestro, sino una ruptura de fe con el Salvador (cf. Mt 26,34ss), y la huida de los discípulos no
es una simple cobardía, sino que están faltos de fe, «están escandalizados» (cf. Mt 26,56).

Siempre en un contexto catequético se va formulando la fe de los primeros cristianos. El «Maestro» que


duerme tranquilamente en popa mientras la barca corre peligro (cf. Mc 4,38; Lc 8,24) pasa a ser «Señor» (cf.
Mt 8,25), y el miedo de los discípulos al ver a Jesús caminando sobre las aguas (cf. Mc 6,51) se convierte en
profesión de fe (cf. Mt 14,33). Por otra parte, a los bautizados se les planteaban numerosas cuestiones: ¿Hay
que seguir observando el sábado? ¿Qué es lo esencial de la vida cristiana?... Para responder a estas preguntas,
los apóstoles no tenían más que una sola referencia: ¿Qué hacía o decía Jesús? Nacen así los relatos sobre la
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predicación de Jesús y sobre sus milagros. El creyente, iluminado por el comportamiento o las palabras de
Jesús, sabe cómo resolver los problemas de la vida de cada día: el ayuno (cf. Mt 9,14-17), las leyes de la
purificación (cf. Mt 15,110), el tributo al templo (cf. Mt 17,24-27)... En todo esto, los cristianos encuentran
fuerza y luz para seguir el camino de fidelidad a Jesús.

Finalmente, los cristianos estaban en medio de un ambiente cada vez más hostil, al que querían llegar para
ganarlo a Cristo. La predicación misionera es una exigencia vital. En ese contexto es lógico que se recordasen
y luego se pusiesen por escrito las controversias de Jesús con sus adversarios (cf. Mt 7,29; 22,14-16; Mc
1,22) y todo aquello que les ayudase en su acción misionera, particularmente los milagros. La intención
misionera se ve especialmente en el relato de la tempestad calmada (cf. Mt 8,23-27), o del caminar sobre las
aguas (cf. Mt 14,24-33). Al mismo tiempo, los relatos sobre Jesús se fueron agrupando naturalmente. Les
resultaba práctico tener una colección de milagros (cf. Mt 8,1-9,34) y otra de parábolas (cf. Mc 4,1-34). E
incluso les venía muy bien un lugar geográfico que les sirviese de catalizador: en Cafarnaún se recordaba
mejor lo que había dicho y hecho Jesús en aquella ciudad (cf. Ia jornada de Cafarnaún en Mc). Mientras esto
sucedía, por necesidades de predicación, se iba formando un cierto esquema para contar la vida de Jesús: el
bautismo de Juan, el ministerio en Judea, el ministerio en Galilea, y el ministerio en Jerusalén (cf. Hch 10,37-
41) A todo este material, muy pronto se intentó darle una forma unitaria. Son las tradiciones que están en la
base de nuestros evangelios canónicos y que conocemos con el nombre de «triple tradición», utilizada por
Mateo, Marcos y Lucas, y la «doble tradición», utilizada por Mateo y Lucas.

4.2.4 Los cuatro evangelios. Se llega así a la redacción de los cuatro evangelios canónicos. El trabajo de los
evangelistas no consistió simplemente en recoger los materiales existentes y enlazar entre sí los distintos
relatos. Cada evangelista ha descubierto en su propia comunidad un aspecto del rostro de Cristo, y fue ése
el rostro que se esforzó en dibujarnos. Al mismo tiempo, cada uno de ellos es consciente de las necesidades
de su comunidad, y para responder a ellas escribe su evangelio. Esto es lo que hace que los evangelistas
ordenen, adapten e interpreten los materiales recibidos.

Ordenan el material. Así lo dice expresamente el prólogo del evangelio de Lucas (cf. 1,3). Basta comparar
un evangelista con otro para darnos cuenta de que cada uno tiene su esquema, su orden. Un esquema y un
orden que suponen una determinada interpretación (cf. Mt 18, 12-14 y Lc 15, 1-7).
Adaptan los materiales. La comunidad es el instrumento por el que los evangelistas conocen el evangelio,
pero a su vez el evangelio está narrado en función de una determinada comunidad. De ahí que los
evangelistas adapten el material recibido a las necesidades de la comunidad (cf. Mt 5,3 y Lc 6,20).

Finalmente, interpretan todo a la luz de la muerte y resurrección del Señor (cf. Lc 24,6-8; Jn 2,22; 12,26).
Es al final de todo este proceso cuando los cuatro evangelistas escribieron los cuatro evangelios canónicos:
Marcos hacia el año 70, Mateo y Lucas hacia el año 80 y Juan hacia el año 95. Los cuatro evangelios, cuyo
origen hay que buscarlo ciertamente en Jesús de Nazaret, recogían la fe-vida de una comunidad que a su vez
los asumía como textos para sus catequesis y su evangelización.

4.2.5. Las cartas apostólicas. Mientras tanto, Pablo había escrito ya varias cartas, que son los primeros
escritos del NT. Dichas cartas presentan las varias etapas del desarrollo doctrinal y moral del mensaje
cristiano, adaptado a las circunstancias y necesidades de las comunidades destinatarias. En ellas se recoge
desde la primera proclamación del evangelio hasta cuestiones teológicas complejas, surgidas por la necesidad
de profundizar en la fe y de aclarar el mensaje auténtico y sus implicaciones frente a desviaciones, errores o
polémicas intra y extracomunitarias. A través de estas cartas, podemos distinguir cuatro etapas en el
pensamiento de Pablo o, lo que es lo mismo, en el desarrollo teológico de la primitiva Iglesia.

Una primera etapa está marcada por la esperanza. En las 1 y 2 Tesalonicenses, redactadas en Corinto entre el
50 y el 52, Pablo hace vivir a sus cristianos en la esperanza de la venida próxima de Jesús.

En un segundo momento, la preocupación de Pablo es esclarecer el significado de la salvación por Jesucristo


en la Iglesia. De esto se ocupa en las cartas a los Corintios, redactadas en torno al año 56; en la carta a los
Gálatas, enviada a la comunidad en plena crisis por los años 56-57; en la carta a los Romanos, que podría ser

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de los años 57-58, y en la carta a los Filipenses, escrita durante un período pasado en la cárcel, no sabemos si
hacia el año 56 ó 61-63.
En las cartas a los Colosenses, Efesios y Filemón, escritas durante la cautividad (61-63), Pablo desarrolla el
tema de Jesucristo, señor del mundo y de la historia. Las cartas 1 y 2 Timoteo y Tito, independientemente de
si han sido escritas por Pablo o sus discípulos, recogen el testamento de Pablo y en ellas se muestra una gran
preocupación por guardar el depósito de la fe. Por los años 60 se escriben la carta de Santiago y la 1 Pedro.
En torno al año 70 pudo haber sido escrita la carta a los Hebreos, y un poco más tarde la carta de Judas, 1, 2 y
3 Juan y Apocalipsis. Finalmente, a comienzos del s. II, se escribió la carta 2 Pedro, que es el último escrito
del Nuevo Testamento.
En resumen podemos decir que la formación del Nuevo Testamento parte del Evangelio Viviente (Jesús), el
Evangelio Predicado (por los apóstoles) y el Evangelio Escrito (por los evangelistas)

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5. LA VERDAD BÍBLICA
Es evidente para todos de que la Biblia al ser Palabra de Dios no contiene errores en sus escritos. No
obstante, algunos quieren hacer aparecer contradicciones o errores en la misma al confrontarla con las
ciencias, la historia o la moral.

El concilio Vaticano ll, en la Dei Verbum 11, afirmó la veracidad bíblica, es decir, que está ausente de todo
error. Esto implica:
a- Siendo la Biblia inspirada por Dios, toda su doctrina es también Palabra de Dios.
b- Entre la Biblia y la ciencia no debe haber real oposición. (GS 36; EN 78)
Por tanto, en razón de la inspiración nada puede ni debe encontrarse en la Sagrada Escritura que repugne a la
VERDAD y a la SANTIDAD de Dios.

En la Biblia la verdad está fundada en una experiencia religiosa, en la vivencia y en el contacto con Dios, no
es tanto una verdad filosófica. Así para el Antiguo Testamento, la verdad es la fidelidad a la Alianza (Is
65,16). Para el Nuevo Testamento, es la plenitud de la revelación en Cristo ( 2 Cor 1,20).

Algunos textos bíblicos que nos ayudan sobre el tema de la Verdad:

Solidez, fidelidad ( 2 Tm 1,12)


Camino a la meta (Jn 14,6)
Palabra de Dios (2 Sm 7,28; Jn 17,17)
Aceptación y Liberación (Jn 8,32)
Proclamación, compromiso, convicción (2Tm 2,3-6)
Jesucristo (Jn 18,37-38; 2 Cor 1,20).

5.1 DOCTRINA DEL MAGISTERIO DE LA IGLESIA

Vaticano l (1870): Costituciòn Dei Filius. Declara que no puede existir contradicción alguna entre la ciencia y
la revelaciòn divina, ya que ambas proceden de una misma fuente que es Dios.

Providentissimus Deus León Xlll (1893): “No existe desacuerdo real entre la teología y ciencia cuando
ambas se mantienen en sus límites, ellas son dos páginas de un mismo libro, o mejor, dos libros de un mismo
autor: Dios. Dios sólo reveló al hagiógrafo la verdad salvadora y no nociones de tipo científico. El autor
sagrado, se ha fijado solamente en los fenómenos históricos-sensibles, los fenómenos sensibles son vehículos
de la revelación y no la revelación misma.”

Dei Verbum 11: “Como todo lo que afirman los hagiógrafos o autores inspirados lo afirma el Espíritu
Santo, se sigue que los libros Sagrados enseñan sólidamente y sin error la verdad que Dios quiso consignar
en dichos libros para nuestra salvación”

Concluimos por tanto, que la Biblia, por estar inspirada por Dios, dice la verdad, aunque las apariencias nos
hagan creer otra cosa. Basta profundizar su doctrina para que nos convenzamos de ello.

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CONCLUSIÓN
El Espíritu Santo que asiste a la Iglesia la lleva a reconocer los libros inspirados por Dios: el único criterio
válido universal, claro e infalible, es la revelación divina conservada en la Tradición viva de la Iglesia, y
propuesta infaliblemente por el Magisterio eclesiástico. Es un criterio universal, porque es aplicable a todos
y cada uno de los libros; es también infalible por apoyarse en la infalibilidad de la Iglesia; y, finalmente, es
un criterio claro ya que todos los hombres, para cuya salvación han sido escritos los libros sagrados, pueden
conocer sin ningún género de dudas qué libros forman la Biblia. Conviene subrayar, una vez más, que todo
este proceso histórico de definición del canon no es ajeno a la asistencia que el Espíritu Santo presta a la
Iglesia.

«Juntamente con la sagrada Tradición la Iglesia ha tenido siempre y sigue teniendo las Sagradas Escrituras
como regla suprema de su fe». La Iglesia de todos los siglos puede reconocer en su tradición viva los libros
que la ponen en contacto directo con la tradición apostólica, y en estos mismos libros reconoce como en un
espejo su propio rostro. En la Escritura verifica la Iglesia, siglo tras siglo, su propia identidad y su fidelidad al
Evangelio. Los escritos canónicos tienen, por tanto, «un valor salvífico y teológico completamente diferente
al de los otros textos antiguos. Si estos últimos pueden arrojar mucha luz sobre los orígenes de la fe, no
pueden nunca sustituir la autoridad de los escritos considerados como canónicos, y por tanto fundamentales
para la comprensión de la fe cristiana».
Los Géneros Literarios

OBJETIVO GENERAL

AVERIGUAR LA INTENCIÓN DE LOS AUTORES SAGRADOS


DESDE SU CONTEXTO A TRAVÉS DE LOS GÉNEROS
LITERARIOS
1.LA BIBLIA NO ES UN LIBRO FÁCIL

Sin ninguna duda, en las últimas décadas se ha producido un gran despertar bíblico entre lo católicos. La
lectura de la Biblia va dejando de ser algo reservado a nuestros hermanos de las otras Iglesias o grupos
cristianos. Prueba de esto es la multiplicación de ediciones católicas de la Biblia en todos los idiomas y más
concretamente en castellano. Además se multiplican los círculos y encuentros de iniciación y reflexión
bíblica.

Sin embargo, el entusiasmo inicial por la lectura de la Biblia se transforma no pocas veces en una especie de
decepción. "Yo leo la Biblia pero no la entiendo": esta es una expresión que suele estar en labios de
personas muy sinceras y llenas de buena voluntad. Como consecuencia, a menudo se abandona aquella
lectura.

Hay que reconocer que la Biblia no es un Libro fácil. No lo fue nunca y tampoco lo es ahora. En mayor o
menor grado a todos nos pasa lo que le sucedió a aquel funcionario de la reina de Etiopía que volvía de
Jerusalén leyendo al profeta Isaías: ¿Cómo lo Puedo entender, si Nadie me lo explica?".

Una traducción inteligible es muy importante y es lo que se ha intentado con la versión titulada "El Libro del
Pueblo de Dios". Pero no basta. Necesitamos que nos inicien y nos guíen en la lectura de la Biblia. O sea, que
nos hagan entrar en el mundo de la Biblia, que fue escrita -sobre todo el Antiguo Testamento- en épocas y
ambientes tan distintos de los nuestros.

Entonces, ¿será la Biblia sólo para "iniciados"? Sí y no. No, si entendemos por "iniciados" a una minoría
selecta con muchos conocimientos intelectuales. Sí, si nos referimos a una iniciación por lo menos elemental,
semejante a la que se necesita para manejar un automóvil o desempeñarse en cualquier trabajo.

1.2. CIENCIAS DE INTERPRETACIÓN BÍBLICA

Las dos ciencias que más ayudan para lograr entender bien la Biblia son la EXEGESIS y la
HERMENEUTICA. Estas dos ciencias son muy importantes porque, si no estudiamos bien qué quiere decir
la Biblia, podemos hacer decir al libro Santo, cosas que él nunca pretendió enseñar.

1.2.1 La Exégesis. Proviene del término griego exegesis, que significa explicación, interpretación, y deriva
del verbo exegeomai, es decir, dirigir, sacar fuera y por extensión, explicar, exponer, narrar.
De este modo la Exégesis consiste en tratar de comprender qué quiso decir el autor, aplicando las reglas que
la hermenéutica la ofrece para una correcta interpretación del pasaje, en este caso, bíblico.

Su finalidad, nos dice el papa Pío Xll en la encíclica “Divino Afflante Spiritu”; será “… hallar y exponer el
verdadero sentido de los Libros Sagrados y, al hacerlo, deberá tener siempre presente que lo que más
ahincadamente ha de procurar es ver y definir cuál es el sentido de las palabras de la Biblia, que llaman
sentido literal.”
Así por ej. Si estudia el Género Literario que se llama ETIOLOGIA, se descubre que algunas narraciones de
la Biblia son para explicar el nombre de ciertas personas, de ciertos sitios o de algunos pueblos: por ej.
ISAAC significa: El Hijo de la sonrisa, porque su madre sonrió de escepticismo cuando el ángel dijo que iba
a tener un hijo, etc.

1.2.2 Hermenéutica. La Hermenéutica bíblica es la ciencia que trata de las normas o reglas para
interpretar rectamente los Libros Sagrados.
Estudia QUE QUIERE DECIR ESE MENSAJE DE LA BIBLIA: HOY: EN ESTE MOMENTO
HISTORICO. Es como un volver a repensar, a re-comprender lo que dice la Biblia, para saber qué nos quiere
decir para este tiempo actual.
La Hermeneútica es muy importante, porque si sólo se estudiara la Exégesis (qué quisieron decir los autores
de la Biblia en ese tiempo) el Sagrado Libro se convertiría en un objeto de museo, sin actualidad. Pero
mirando esos mensajes con la luz de la cultura actual, de acuerdo con la sensibilidad y los criterios con que
vive la gente de este tiempo nuestro, entonces sí que se convierte en una lectura apasionante que impresiona e
influye poderosamente en la vida de quien lo lee.

La Hermenéutica ha tenido tres épocas:


1º. En los primeros siglos lo que se preguntaban los lectores era: "¿Esto sí es verdad?". ¿Sí se ha
cumplido y se cumple?
2º. En la Edad Media lo que más preocupaba a los lectores de la S. Biblia era: "¿Esto qué me quiere
decir a mí personalmente?" ¿Qué mensaje trae para mi alma?
3o. En la Edad actual lo que el lector se pregunta al leer la S. Biblia es: "¿Ésto sí en verdad es eficaz?".
(Hoy lo que no demuestre eficacia no lo acepta la gente de ninguna manera).

Por eso la Hermenéutica moderna no sólo se contenta con tratar de probar a la gente que la Sagrada Escritura
sí es VERDAD, y sí trae un MENSAJE PERSONAL para cada uno, sino que se esfuerza por convencer al
hombre actual que la LECTURA BIBLICA SI ES EFICAZ para traer a cualquier persona toda la paz, la
felicidad y la santidad que aspira obtener en esta vida.

Debemos de tener una disposición de fe y amor, intención recta, piedad y humildad para leer, estudiar y
aceptar lo que Dios nos dice.

En las unidades anteriores hemos venido insistiendo de una u otra forma que la Biblia no tiene errores, que
estos vienen de la interpretación o traducción equívoca, que hacen algunos.

Dios, que es la VERDAD, no puede engañarse ni engañarnos. Su palabra, por tanto, inspirada, no puede tener
ningún error, porque desea llevarnos a todos a la salvación.

La existencia del error iría en contra del fin de la inspiración, que es conducir a la humanidad a Dios, al que
no se llega por otro camino que el de la verdad, a esto se le llama inerrancia bíblica.
Todo aquello que el escritor sagrado afirma, enuncia o insinúa, debe ser considerado como afirmado,
enunciado o insinuado por Dios, que no puede engañarnos.

Es preciso ante un aparente error bíblico:


1. Saber si el texto original ha sido traducido fielmente.
2. Determinar el sentido exacto de las palabras.

Por ejemplo: Hay un pasaje del Evangelio en donde se habla de "HERMANOS" de Jesucristo, aquí la
traducción correcta es "PARIENTES", pues la palabra en arameo para hermanos, parientes o del mismo
pueblo se usa la misma palabra.

En otro pasaje se habla de la "CASA" de David, en vez de decir "ESTIRPE".

Es por esto la importancia de no interpretar la Biblia a nuestro propio criterio, nos alejaríamos muy rápido del
verdadero y estricto sentido del mensaje de Cristo.
Tampoco pueden tomarse al pie de la letra los antropomorfismos (consiste en atribuir a Dios cualidades
humanas, ejemplo: sentidos y partes del cuerpo humano, faz, boca, ojos o pasiones y sentimientos como:
dolor, cólera, alegría, etc.)

Tampoco pueden tomarse al pie de la letra las metáforas (que son comparaciones), ejemplo: "la lámpara del
cuerpo es el ojo..." (Mt 6,21). Ni las hipérboles o exageraciones como comparar a la descendencia de

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Abrahán con las arenas del mar. Todas estas son figuras de lenguaje muy usadas sobre todo en la literatura
oriental.

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2. LOS GÉNEROS LITERARIOS
La verdad de Dios escrita por los hombres, se expresa en forma de verdades humanas, que son expuestas y
aceptadas por el magisterio de la Iglesia. Este mismo magisterio es el único que tiene autoridad para dar la
explicación o interpretación, ya que le hombre solo puede caer en toda clase de errores.

No nos debemos fijar sólo en las palabras en sí, sino en el sentido que el autor les ha querido dar. Pues si se
toma siempre el significado de las palabras tal y como hoy nos suenan, tendría muchos errores, tomarla así, al
pie de la letra, sería ignorar los principios más elementales de los géneros literarios que se dan en todas las
literaturas.

El Concilio Vaticano dijo: "Géneros literarios son los modos de hablar de que se sirven los escritores de
una determinada época, para expresar sus pensamientos". (D. V. 12).

En la Biblia hay muchos Géneros Literarios, o sea, maneras especiales de decir las cosas y de narrar los
acontecimientos. Y es muy importante conocer en qué Género Literario está escrito un pasaje de la Biblia,
para entender qué es lo que allí el autor quiere decir y significar. Por ej. Si el pasaje está escrito en Género
Épico (épico o epopeya es la narración de hechos muy gloriosos) usará números grandiosos y exagerados:
"Los israelitas eran tan numerosos como las arenas del mar" (lº R 5). La plata en tiempos de Salomón era tan
abundante en Jerusalén como las piedras (1º R 10). Sobre la Fama de Salomón.

Si el autor de un libro de la Biblia usa el Género Apocalíptico (Apocalipsis es: Descubrir lo que va a
suceder), usará muchos símbolos (por ej. Ap 6 para significar algo que es completo) y muchas imágenes, para
poder contar las cosas sin que los no iniciados las comprendan. En esto son clásicos los libros de Daniel y el
Apocalipsis de San Juan.

Por eso, más bien que tomar a la letra ciertos pasajes HAY QUE ESTUDIAR QUE SIMBOLISMOS USA
EL AUTOR Y QUE FUE LO QUE QUISO ENSEÑAR CON ESO. Si no lo hacemos así, corremos el
peligro de no entender ciertos relatos o de entenderlos mal. Por ej. la Creación del hombre, etc.
Los israelitas usaban sistemas distintos de los nuestros para narrar los hechos. Esos son los Géneros Literarios
que debemos conocer para poder entender qué es lo que la Biblia dice.

Uno de los géneros literarios más conocidos del Antiguo Testamento es el "histórico", hasta el punto que
todo el Antiguo Testamento se concibió como una "Historia Sagrada". De hecho las dos principales obras
literarias articuladas de la Biblia - y no meras recopilaciones de obras independientes- Son dos obras
"históricas": la "deuteronómica" (Josué, Jueces, Samuel y Reyes) y la del "Cronista" (Crónicas, Esdras y
Nehemías).

También la obra literaria de mayor importancia y la más antigua o sea los textos de la tradición llamada
"yahvista" -porque en ella se designa a Dios con el nombre de "Yahvé"- es una obra "histórica". Eso no
quiere decir que todo lo que se narra en ella sea "histórico". Al contrario, contiene los famosos relatos de la
creación del mundo y del hombre, que sirven de introducción a la historia auténtica a la manera de "mitos"
que expresan lo que nunca fue y siempre es".
Más aún, cuando se habla del género "histórico" de estas obras literarias de la Biblia, no se debe entender
dicha expresión en el sentido que se le da actualmente.

Lo que pretenden esos textos no es simplemente relatar las cosas que sucedieron en otra época.

Las exposiciones históricas más importantes de la Biblia tienen otra finalidad. Son escritos aleccionadores y
programáticos, que muestran más bien lo que hay que hacer "ahora". El pasado se narra para que pueda
pensarse en los errores que hay que evitar y en las medidas que se deben adoptar: es una "historia profética".
Desde luego a través de esta gran obra histórica del Antiguo Testamento nos han llegado muchas noticias del
pasado, pero el propósito del autor no era tanto este sino más bien ofrecer un "programa" de gobierno y de
reformas.

Esto se nota sobre todo en la obra del "Cronista", cuyo propósito era poner de relieve que la misión esencial
de la comunidad religiosa de Israel consistía en dar gloria a Dios en el Templo de Jerusalén. En el fondo, la
obra del Cronista es una "reinterpretación" de la historia de Israel.

Sin embargo, no todos los escritos "históricos" del Antiguo Testamento tienen este objetivo "programático".
Otros intentan mostrar cómo se ha llegado a una determinada institución o situación discutible del presente
por ejemplo, cómo Salomón llegó a ser el legítimo sucesor de David. Este tipo de escritos están mucho más
cerca del estilo actual de los libros de historia y sirven de fuentes muy valiosas para el historiador.

De todas maneras, la Biblia contiene y es una "historia sagrada" en el sentido más profundo de la palabra: es
la "Historia de la Salvación", la historia de la fidelidad de Dios más allá de las infidelidades de los hombres.

Otro de los géneros literarios de la Biblia es el de los relatos "didácticos" o "doctrinales" con apariencias
históricas, entre los que se destacan los libros de Tobías, Judit y Ester. Estos tres Libros pueden considerarse
una especie de "novelas históricas", cuya finalidad era levantar el ánimo de Israel en los momentos de
desaliento y cuando el pueblo estaba más expuesto a dejarse arrastrar por el paganismo circundante.

En el Nuevo Testamento lo que más se asemeja a estos relatos doctrinales son las célebres "parábolas" que,
junto con las fábulas, también se encuentran en el Antiguo Testamento, diseminadas en varios de sus Libros.

Otro caso de relato "doctrinal" es el 2do. libro de los Macabeos con la diferencia de que su autor no lo
compuso sobre la base de alusiones bíblicas como las anteriores, sino de extractos de una obra histórica que
se perdió.

El Jurídico, que contiene colecciones de preceptos, normas o costumbres. Su intención es la de regular la


Alianza con Dios y las relaciones mutuas.

Otros géneros literarios de la Biblia son el "proverbial" (Proverbios), el de los "poemas didácticos"
(Sabiduría), el de los "diálogos sapienciales" (Job), el de las "súplicas individuales o colectivas" (Salmos), el
de los "Himnos" Salmos.

Aclaremos que en un mismo Libro se mezclan a veces diversos géneros literarios, y tengamos en cuenta que
un mismo hecho puede ser narrado con diversos géneros literarios. Un ejemplo de esto es lo que sucede con
el "Oráculo profético" de 2 Sam. 7. 4-17, que está en el origen de la esperanza mesiánica de Israel y tiene un
hermoso paralelo poético en Sal. 89. 20-38.

A estos géneros, hay que agregar el de los "oráculos proféticos" -iniciados casi siempre con la expresión:
"Así habla el Señor"- que no sólo se encuentran en las "colecciones proféticas sino también en otros Libros,
incluidos los Salmos.
El Epistolar. Es el género propio de las cartas. En ellas se encuentran exposiciones doctrinales y
exhortaciones dirigidas a colectividades o individuos. Su intención es adoctrinar, exhortar, corregir, en una
palabra, evangelizar a distancia.

También encontramos en la Biblia el género "apocalíptico", muy extendido entre los judíos desde el siglo II
a.C. hasta el II d.C. Se caracteriza por sus "revelaciones", sobre todo acerca del porvenir, y en él abundan las
visiones simbólicas, las alegorías enigmáticas, las imágenes sorprendentes y las especulaciones numéricas.

Su aparición se explica por las duras condiciones de vida del Judaísmo tardío, que despertaron un gran anhelo
de tiempos mejores y de liberación nacional. El prototipo de este género literario en el Antiguo Testamento es
el libro de Daniel, así como en el Nuevo Testamento lo es el célebre Apocalipsis.

54
3. CRITERIOS CATÓLICOS DE INTERPRETACIÓN

En la Sagrada Escritura, Dios habla al hombre a la manera de los hombres. Por tanto, para interpretar bien la
Escritura, es preciso estar atento a lo que los autores humanos quisieron verdaderamente afirmar y a lo que
Dios quiso manifestarnos mediante sus palabras (cf. DV 12,1). (Cat 108)

Para descubrir la intención de los autores sagrados es preciso tener en cuenta las condiciones de su tiempo y
de su cultura, los "géneros literarios" usados en aquella época, las maneras de sentir, de hablar y de narrar en
aquel tiempo. "Pues la verdad se presenta y se enuncia de modo diverso en obras de diversa índole histórica,
en libros proféticos o poéticos, o en otros géneros literarios" (DV 12,2). (Cat 109)

Pero, dado que la Sagrada Escritura es inspirada, hay otro principio de la recta interpretación, no menos
importante que el precedente, y sin el cual la Escritura sería letra muerta: "La Escritura se ha de leer e
interpretar con el mismo Espíritu con que fue escrita" (DV 12,3). (Cat. 110)

El Concilio Vaticano II señala tres criterios para una interpretación de la Escritura conforme al Espíritu que
la inspiró (cf. DV 12,3):

1º. Prestar una gran atención "al contenido y a la unidad de toda la Escritura". En efecto, por muy
diferentes que sean los libros que la componen, la Escritura es una en razón de la unidad del designio de
Dios, del que Cristo Jesús es el centro y el corazón, abierto desde su Pascua (cf. Lc 24,25-27. 44-46). (Cat
112)

El corazón (cf. Sal 22,15) de Cristo designa la sagrada Escritura que hace conocer el corazón de Cristo. Este
corazón estaba cerrado antes de la Pasión porque la Escritura era oscura. Pero la Escritura fue abierta después
de la Pasión, porque los que en adelante tienen inteligencia de ella consideran y disciernen de qué manera
deben ser interpretadas las profecías (S. Tomás de A. Expos. in Ps 21,11).

2º. Leer la Escritura en "la Tradición viva de toda la Iglesia". Según un adagio de los Padres, …"La
Sagrada Escritura está más en el corazón de la Iglesia que en la materialidad de los libros escritos". En efecto,
la Iglesia encierra en su Tradición la memoria viva de la Palabra de Dios, y el Espíritu Santo le da la
interpretación espiritual de la Escritura

3º. Estar atento "a la analogía de la fe" (cf. Rom 12,6). Por "analogía de la fe" entendemos la cohesión
de las verdades de la fe entre sí y en el proyecto total de la Revelación. (Cat113)
4 LOS SENTIDOS BÍBLICOS
En la Sagrada Escritura, como tiene un carácter divino y uno humano, se dan dos sentidos, uno literal y otro
espiritual.
No basta, para conocer la verdad de la Biblia, saber lo que en ella se dice materialmente. Unas mismas
palabras materiales pueden tener significados muy diversos, según el uso del lenguaje.

Así como el Hijo de Dios se hizo hombre, un hombre concreto. Encarnándose en un cuerpo humano
determinado. Con las características propias de una raza: la judía. Acomodándose a las
formas de vivir propias de su época. Pudo haber elegido cualquier otra raza y cualquier otro tiempo; pero si
decide encarnarse ha de hacerlo de un modo concreto, puesto que no existe el hombre universal, sino
hombres determinados.
De la misma manera, la Palabra de Dios se encarna en la palabra humana.

En la palabra concreta, con el vocabulario, la sintaxis y los giros propios de la lengua y de la época en que fue
escrita, con las diferencias propias de los distintos autores que la transcribieron. Lo mismo se emplea el estilo
poético de Isaías que el lenguaje sobrio del evangelista Marcos. Es necesario conocer la manera de pensar y
de hablar de aquellos hombres para poder interpretar correctamente la Palabra de Dios.

En el lenguaje común de los hombres no siempre se afirma de la misma manera. Es más, hay veces que una
afirmación se expresa con una pregunta, una duda, una exageración o hipérbole. Por
ejemplo, una madre puede pedir silencio a su hijo diciendo:
-ya te he dicho que te calles;
-¿no te he dicho que te calles?
-no sé cómo hay que decirte que te calles;
-te he dicho mil veces que te calles...
La afirmación directa, la pregunta, la duda, la hipérbole son distintas maneras de significar lo mismo. Estas
mismas maneras de afirmar se encuentran en la Biblia:
-Os aseguro que cielos y tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (Mt 24, 35).
-¿Quién de vosotros podrá acusarme de pecado? (Jn 8,46).
-No recuerdo si bauticé a alguno más... (1 Cor 1,14-16).
-Es un país de gigantes: a su lado parecemos saltamontes. Sus ciudades tienen unas murallas que llegan hasta
el cielo (Núm 13, 33).

Según un gran estudioso de la Biblia, estrictamente hablando, en el Antiguo Testamento no habría más que
dos "sentidos": el "literal" y el llamado "típico", "figurativo" o "cristológico". Este consiste en considerar
a los personajes centrales -Adán, Noé, los Patriarcas, Moisés, David, los Profetas- y los hechos
fundamentales de la historia bíblica -el Diluvio, el llamado de Dios a Abrahán, el paso del Mar Rojo, la
Alianza del Sinaí- como "tipos" o "figuras" de Cristo y de su obra salvadora. Es lo que se hace en numerosos
Pasajes del Nuevo Testamento.

Y aún sin apartarse del sentido "literal", Dios puede decirnos mucho más de lo que dice la "letra". Un
ejemplo característico de este sentido "más pleno" o "implícito" es el del oráculo de Isaías: "La joven está
embarazada y dará a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de Emanuel". En su sentido "literal" histórico,
este texto se refiere al nacimiento del hijo de un rey de la dinastía de David. San Mateo, por su parte, le da un
nuevo sentido al aplicarlo a Jesús, el "Hijo de David" por excelencia y, como nadie, "Dios con nosotros".

Para facilitar nuestra comprensión sobre los sentidos nos guiaremos por el orden que tiene el catecismo
Católico.
Según una antigua tradición, se pueden distinguir dos sentidos de la Escritura: el sentido literal y el sentido
espiritual; este último se subdivide en sentido alegórico, moral y anagógico. La concordancia profunda de
los cuatro sentidos asegura toda su riqueza a la lectura viva de la Escritura en la Iglesia. (Cat 114)
A- El SENTIDO LITERAL. Es el que intentó y expresó el autor inspirado y se desprende directamente del
texto, ejemplo: "Yo llamé a mi hijo de Egipto". Se refiere al regreso de los hebreos a Egipto.
Es el sentido significado por las palabras de la Escritura y descubierto por la exégesis que sigue las reglas de
la justa interpretación. … Todos los sentidos de la Sagrada Escritura se fundan sobre el sentido literal. (Cat
115)

B- EL SENTIDO ESPIRITUAL. Gracias a la unidad del designio de Dios, no solamente el texto de la


Escritura, sino también las realidades y los acontecimientos de que habla pueden ser signos. Cat 116
Este sentido puede ser típico o pleno. El sentido típico se encuentra en hechos y personas del A.T. que
anuncian o prefiguran hechos o personas del N.T., ejemplo: "La estancia de Jonás por tres días en el vientre
de la ballena, es figura de los tres días que pasó Cristo en el sepulcro antes de su Resurrección.

El sentido pleno es una ampliación del sentido literal superior al que tuvo el autor al escribir el libro
inspirado pudo escribir un hecho o una profecía de un modo obscuro y más tarde al cumplirse el hecho, se
revela de una manera clara con toda su profunda dimensión, ejemplo: en el Salmo 22, 17-18, dice el salmista:
"Me cerca una turba de malvados, han taladrado mis pies y mis manos y puedo contar todos mis huesos".
Este salmo fue escrito muchos años antes de la crucifixión del Señor, pero no se aclaró hasta que se
cumplieron en la persona de Cristo.

El sentido Espiritual se subdivide en:

a- El sentido alegórico. Podemos adquirir una comprensión más profunda de los acontecimientos
reconociendo su significación en Cristo; así, el paso del Mar Rojo es un signo de la victoria de Cristo y por
ello del Bautismo (cf. 1 Cor 10,2). (Cat 116)

Antiguamente, este término tenía un significado más amplio que el actual y se refería a cualquier otro sentido
que no fuera el "literal". En tal caso, el sentido "alegórico" correspondería al "típico", "figurativo" o
"cristológico". En la actualidad, por alegórico se entiende más bien todo lo que es "simbólico". Esto
supuesto, es evidente que la Escritura está llena de "alegorías" que, con frecuencia, pertenecen al sentido
"literal". Pensemos en las parábolas y demás expresiones simbólicas tan comunes en el lenguaje oriental.

No hay duda de que, a menudo, lo "alegórico" logra expresar la realidad mucho mejor que lo "discursivo".
Sin embargo, en ciertas épocas existió una exagerada tendencia "alegorizante", que casi prescindía del sentido
"literal", o bien, lo dejaba en la sombra. Es un riesgo que siempre existe. Por eso conviene recordar lo que
enseña santo Tomás de Aquino, el gran teólogo del siglo XIII: "En el sentido 'espiritual' no se contiene
nada necesario para la fe, que también no lo presente la Escritura en su sentido 'literal'".

Asimismo, muchas veces se habla del sentido "acomodaticio" de los textos bíblicos. Con todo, más que un
sentido "de" la Escritura, la "acomodación" es un sentido dado "a" la Escritura, cuando se la aplica a tal o
cual persona o situación concreta dentro de la catequesis, la liturgia o la predicación. Este uso de la Biblia es
válido, pero siempre dentro de un cierto límite. O sea, con tal que el uso no se convierta en "abuso",
utilizándose la Biblia en forma arbitraria y fantasiosa.

b- Moral. Los acontecimientos narrados en la Escritura pueden conducirnos a un obrar justo. Fueron escritos
"para nuestra instrucción" (1 Cor 10,11; cf. Hb 3-4,11).

c- Anagógico. Podemos ver realidades y acontecimientos en su significación eterna, que nos conduce (en
griego: "anagoge") hacia nuestra Patria. Así, la Iglesia en la tierra es signo de la Jerusalén celeste (cf. Ap
21,1-22,5).
Un dístico medieval resume la significación de los cuatro sentidos: La letra enseña los hechos, la alegoría lo
que has de creer, el sentido moral lo que has de hacer, y la anagogia a dónde has de tender.

Para leer y comentar


Is. 7. 10-17; Mt. 1. 18-23 Rom. 5. 12-21
57
1 Cor. 10.1-13 1 Ped. 3. 18-22

5 UN POSIBLE ORDEN DE LECTURA DE LA BIBLIA


¿Cómo debemos o es más conveniente leer la Biblia? ¿El qué orden? Por lo pronto, no es necesario y
tampoco conveniente, leerla de corrido desde el principio al fin. Ningún método es absoluto, pero siempre es
útil seguir alguno, como el que se propone a continuación.

Supuesto que Cristo es el centro de toda la Biblia, para leerla "cristianamente" conviene comenzar por los
Evangelios, y entre ellos por el de Marcos, siguiendo por el de Mateo y luego, por el de Lucas junto con el
libro de los Hechos de los Apóstoles. O bien, se puede comenzar por los Hechos de los Apóstoles -llamado el
"Evangelio del Espíritu"- que es el "diario" de la Iglesia, en cuyo seno nacieron los Evangelios, y luego, leer
los tres primeros Evangelios, llamados "sinópticos".

A continuación, pueden leerse las Cartas paulinas, dando prioridad a las de Pablo a los cristianos de
Tesalónica, Galacia, Roma, Efeso y Corinto (1ra.). Y entre las Cartas "católicas", la de Santiago y la 1ra. de
Pedro.

Finalmente, habría que leer el Evangelio y la 1ra. Carta de Juan, dejando para más adelante la lectura del
Apocalipsis.

Así resulta más fácil introducirse en el Antiguo Testamento, comenzando más bien por el Éxodo, llamado el
"Evangelio de la Antigua Alianza", porque anuncia la liberación del Pueblo de Israel, que es el hecho más
importante de la historia de ese Pueblo y el prototipo de la salvación cristiana. El Éxodo es como la llave para
interpretar todo el Antiguo Testamento. Los hechos ocurridos antes y después del Éxodo, tienen en él su
punto de referencia. Y Moisés, su principal protagonista, lo es también del resto del Antiguo Testamento. Los
capítulos principales de este Libro son 1-18 (La misión de Moisés y la marcha a través del desierto), 19-20
(La Alianza del Sinaí) y 32-34 (Ruptura y renovación de la Alianza).

A continuación, conviene leer el Deuteronomio, que contiene una visión profética del Éxodo y gira alrededor
de la Alianza de Dios con su Pueblo. Sus capítulos principales son 4-11 (Exhortación al cumplimiento de la
Alianza) y 27-30 (Celebración y sanción de la Alianza y promesas al pueblo fiel).

El Levítico y los Números se pueden saltear en una primera lectura de la Biblia. O bien, del Levítico bastará
leer los Caps. 19 y 25, que contienen diversas leyes sociales, el Cap. 23, donde se enumeran las fiestas
litúrgicas de Israel, y el Cap. 26, que contiene las promesas de bendición y de maldición prometidas a los
fieles y a los pecadores. Y de los Números, la bendición de 6. 22-27, el relato de la marcha de los israelitas
-Caps. 10-14 y 16-17- los relatos del agua brotada de la roca y de la serpiente de bronce -Caps. 20-21- y tal
vez los oráculos de Balaam de los Caps. 22-25.

A esta altura, conviene leer el Génesis, a partir del Cap. 12, donde comienza a narrarse la historia de los
Patriarcas -Abrahán, Isaac y Jacob- los "Padres grandes" del Pueblo elegido. Ahí se encuentra el principio de
la "revelación" de Dios a los hombres. Se pueden saltear los Caps. 36 y 46. En cuanto a los 11 primeros
capítulos del Génesis, pertenecen más bien a la "prehistoria bíblica" o "prehistoria de la Salvación", y
conviene leerlos después de los escritos de los Profetas.

Del libro de Josué, el sucesor de Moisés, bastará leer en un primer momento los Caps. 1-3 y 6-8 (La
ocupación de la Tierra prometida) y 22-24 (Primeros pasos para la unificación de las tribus y últimas
advertencias de Josué). Del libro de los Jueces, que se refiere a un período anárquico y primitivo de Israel,
conviene leer el Cap. 2, donde se expone la interpretación que hay que dar a los capítulos siguientes, y los
Caps. 3-4, 6-8, 11 y 13-16, donde se relatan las hazañas legendarias de los principales Jueces, entre los que
sobresale Sansón.

58
En la lectura de los libros de Samuel -el último de los "Jueces"- se pueden saltear los Caps. 5-7 del 1ro. de
esos Libros y 21-24 del 2do. Y en el 1er. libro de los Reyes, también se pueden dejar de leer los Caps. 4 y 7.
El período de la monarquía -relatado en estos cuatro Libros- constituye el momento culminante del primer
tiempo de la "Historia de la Salvación". La figura central de este período es el rey David. A continuación se
podrían leer los libros de las Crónicas, que son una reinterpretación de la historia de Israel.

En cuanto a las "colecciones proféticas", conviene comenzar por Amós, el profeta de la justicia y el primero
cuyos escritos se conservan. Luego Oseas, el primero que expresa la relación de Dios con su Pueblo en
términos conyugales. A continuación, Miqueas, otro gran defensor de los derechos de los oprimidos, cuya
predicación produjo una gran impresión en Jerusalén.

La lectura de la 1ra. parte del libro de Isaías, el gran profeta de la esperanza mesiánica -el profeta "clásico",
muy citado en el Nuevo Testamento- completa este primer contacto con los escritos proféticos del siglo VIII
a.C., que es la "edad de oro" del profetismo bíblico. Pueden saltearse los Caps. 13-23. Esta 1ra. parte de Isaías
se puede leer simultáneamente con el 2do. libro de los Reyes, Caps. 15-20.

Como el gran representante del siglo VII a.C., hay que leer a Jeremías, el profeta que, después de llamar
inútilmente al pueblo a la conversión, anuncia una "Nueva Alianza" en la que Dios escribiría su Ley en el
corazón de los hombres. Pueden saltearse los Caps. 46-52. Conviene hacer la lectura de este profeta
simultáneamente con la del 2do. libro de los Reyes, Caps. 21-25, y pueden leerse a continuación las
Lamentaciones que llevan el nombre de Jeremías.

Después, se puede leer Ezequiel, uno de los exiliados de la primera deportación a Babilonia, que profetizó en
el siglo VI a.C., y anunció la caída de Jerusalén del 587. Contiene muchos gestos simbólicos, visiones y
parábolas. Sus grandes temas han sido recogidos por san Juan en su Evangelio. Conviene saltear los Caps.
25-32 y 40-48.

A esta altura, corresponde leer la 2da. parte del libro de Isaías, que pertenece a un profeta anónimo del siglo
VI a.C. y contiene un mensaje de esperanza a los exiliados en Babilonia, anunciándoles su próxima
liberación. Por eso se lo llama el "Libro de la consolación de Israel", y en él se encuentran los célebres
"Cantos del Servidor del Señor", que son una sorprendente anticipación de la figura y la obra de Jesús.
También es importante leer la 3ra. parte, escrita a la vuelta del exilio, donde se advierte una perspectiva
marcadamente universalista y se insiste en las características de la verdadera religiosidad.

De los Profetas más tardíos, se puede leer la 2da. parte del libro de Zacarías, que se atribuye a ese profeta del
siglo VI a.C., aunque fue escrita en el siglo IV. Es uno de los libros del Antiguo Testamento más citados en
los Evangelios y contiene un importante anuncio mesiánico.

En una primera lectura de la Biblia, se puede pasar por alto los libros de los otros profetas -Joel, Abdías,
Nahúm, Habacuc, Sofonías, Ageo, Malaquías- pero conviene leer el libro de Jonás, que encierra una profunda
lección sobre la misericordia de Dios y el alcance universal de la salvación. También se puede saltear el libro
de Baruc y la Carta de Jeremías.
Aquí conviene leer los 11 primeros capítulos del Génesis, que son el fruto de la reflexión y la experiencia del
Pueblo de Dios a lo largo de su historia, salteando las genealogías de los Caps. 10 y 11.

Finalmente, se puede leer Esdras y Nehemías, que nos describen los esfuerzos de restauración después del
exilio y el nacimiento del Judaísmo. Y luego, los libros de los Macabeos, donde se relata la resistencia del
Pueblo judío contra la dominación griega en el siglo II a.C.

Los demás Libros del Antiguo Testamento se pueden leer según el gusto, la inclinación o la necesidad
espiritual de cada uno.

Del libro de Job, que trata tan hondamente sobre el eterno problema del sufrimiento humano, se pueden
saltear los Caps. 28 y 32-37.

59
Los Proverbios y el Eclesiástico son verdaderos tratados de comportamiento humano inspirados en el "temor
de Dios", aunque basados en una moral más o menos utilitaria y con notables influencias de otras obras
sapienciales del paganismo. El libro de la Sabiduría es una alabanza de la Sabiduría de Dios, que actúa en la
creación y en la historia y por momentos se presenta como una verdadera persona.

El Eclesiastés nos ayuda a reflexionar, no sin cierto escepticismo, sobre la vanidad de todas las cosas
humanas. El Cantar de los Cantares anuncia el amor de Dios por su Pueblo bajo la forma del amor
apasionado de una pareja y, a la vez, exalta la dignidad del amor conyugal.

Tobías, Judit y Ester nos ofrecen valiosas enseñanzas religiosas en forma de relatos más o menos ficticios. El
libro de Rut, una extranjera que llega a ser abuela de David y, por lo tanto, antepasada de Cristo, tiene un
especial encanto y, lo mismo que el libro de Jonás, refleja la tendencia universalista que contrarrestaba el
particularismo dominante después del exilio.

Finalmente, el libro de Daniel -llamado el "Apocalipsis" del Antiguo Testamento- alimenta la fe y la


esperanza en la lucha contra todas las fuerzas opuestas al Reino de Dios y nos introduce a la lectura del
célebre Apocalipsis del Nuevo Testamento, que es el gran Libro de la esperanza cristiana.

En cuanto a los Salmos, su recitación debe acompañar toda la lectura de la Biblia. Algunos de ellos evocan
poéticamente la gesta del Exodo -114; 136- y otros resumen la "Historia de la Salvación", desde Abrahán
hasta la entrada en la Tierra prometida y la elección de David -78; 105; 106-, o bien, celebran los privilegios
de la dinastía de David -89-. Varios de ellos se refieren a la ruina de Jerusalén y al exilio de sus habitantes
-74; 78; 137- y otros son de carácter sapiencial -1; 37; 72; 119- Tienen especial importancia los Salmos
llamados "reales" -2; 72; 110- que el Nuevo Testamento o la tradición cristiana aplicaron a Jesucristo, el Rey
Mesías. Entre los Salmos explícitamente de "alabanza", merecen destacarse los siguientes: 8; 96-99; 103;
104; 112; 115; 117; 135; 145-150. Los Salmos 65-67; 116; 118 y 138 figuran entre los principales de "acción
de gracias". Entre los Salmos "penitenciales" ocupan un lugar de primer orden el 51 y el 130, que son
frecuentemente utilizados en la liturgia.

"Las páginas de ambas Alianzas se confirman mutuamente. En Jesucristo se cumplieron las promesas de las
figuras proféticas y el sentido de los preceptos de la Ley: con su presencia, El enseña la verdad de la profecía,
y por su gracia, hace posible la práctica de los mandamientos." (San León Magno, s. V).

5.1 UNA IDEA CENTRAL PARA CADA UNO DE LOS LIBROS SAGRADOS

Los subtítulos que sugerimos a continuación están inspirados y a veces tomados de los que figuran en una
versión francesa de la Biblia con abundantes comentarios.

ANTIGUO TESTAMENTO

La Ley
Génesis: Orígenes del universo y nacimiento de un Pueblo
Éxodo: De la esclavitud a la libertad
Levítico: Un Pueblo santo para el Señor
Números: En marcha hacia la tierra prometida
Deuteronomio: La Alianza, regalo y compromiso

Josué: Una conquista lenta y difícil


Jueces: Los líderes carismáticos de Israel
Samuel: La creación de un reino para el Señor
Reyes: De la gloria a la ruina

Los Profetas: Las colecciones proféticas


60
Isaías: La fe en medio de los acontecimientos
Jeremías: El anuncio de una Nueva Alianza
Ezequiel: Un corazón nuevo y un espíritu nuevo
Oseas: El amor fiel y apasionado de Dios a su Pueblo
Joel: La llegada del "Día del Señor"
Amós: Alegato en favor de la justicia social
Abdías: La reacción violenta de un profeta
Jonás: Una religión sin fronteras
Miqueas: Contra los abusos de los opresores del pueblo
Nahúm: El derrumbe de un imperio
Habacuc: La respuesta de Dios a la queja de un profeta
Sofonías: El "Resto" fiel de los "pobres del Señor"
Ageo: La reconstrucción del Templo y de la Comunidad
Zacarías: Visiones simbólicas y anuncios mesiánicos
Malaquías: Un culto divino renovado

Los demás Escritos: Canon hebreo


Salmos: La alabanza y la súplica de un Pueblo
Job: El sufrimiento de los justos y la justicia de Dios
Proverbios: Máximas sapienciales para la vida
Rut: Una extranjera, antepasada del Mesías
Cantar de los Cantares: El más bello canto de amor
Eclesiastés: La vanidad de las cosas terrenas
Lamentaciones: Un Pueblo que llora sus culpas
Ester: Las situaciones que se revierten
Daniel: Los imperios humanos y el Reino de Dios
Esdras y Nehemías: Del exilio a la patria

Crónicas: El Pueblo elegido relee su Historia

Lo demás Escritos: Deuterocanónicos


Ester (suplementos griegos): Una súplica que llega al cielo
Judit: El coraje de una mujer
Tobías: Un modelo de familia creyente
Macabeos: La lucha por la liberación nacional
Sabiduría: El diálogo entre dos culturas
Eclesiástico: Un tratado de moral judía
Baruc: Por el arrepentimiento a la conversión
Carta de Jeremías: Una crítica mordaz contra la idolatría
Daniel (suplementos griegos): El canto de las criaturas

NUEVO TESTAMENTO

Los Evangelios
Mateo: El cumplimiento de las profecías
Marcos: ¿Quién es Jesús?
Lucas: La Buena Noticia anunciada a los pobres
Juan: El Camino, la Verdad y la Vida

Los Hechos de los Apóstoles: El "evangelio" del Espíritu Santo

Las Cartas apostólicas: Paulinas

Romanos: La justificación por la fe en Jesucristo


61
1ra. Corintios: El crecimiento y las crisis de una comunidad
2da. Corintios: Una carta polémica y confidencial

Gálatas: La libertad cristiana


Efesios: El misterio de Cristo y de la Iglesia
Filipenses: La alegría que nace de la fe
Colosenses: La preeminencia absoluta de Cristo
1ra. a los Tesalonicenses: La esperanza activa del cristiano
2da. a los Tesalonicenses: El riesgo de evadirse del mundo
1ra. a Timoteo: Directivas y recomendaciones pastorales
2da. a Timoteo: El testamento espiritual del Apóstol
A Tito: Instrucciones sobre el gobierno de la Iglesia
A Filemón: En favor de un esclavo fugitivo
Hebreos: El Sacerdocio y el Sacrificio de la Nueva Alianza

Las Cartas apostólicas: "Católicas"


Santiago: Las obras propias de la fe
1ra. de Pedro: Una catequesis bautismal
2da. de Pedro: A la espera del "Día del Señor"
Juan: Exhortación a vivir en la verdad y el amor
Judas: Prevención contra los falsos maestros

El Apocalipsis: El triunfo definitivo del Reino le Dios

62
6 LECTURA DE LA BIBLIA COMO HISTORIA DE LA SALVACIÓN

Otra manera es leer la Biblia como Historia de Salvación. A través de los hechos, géneros literarios y personajes
bíblicos, es fácil detectar una trama que revela los rasgos característicos, o si preferimos, el estilo de la obra
salvadora de Dios, iniciada en el Antiguo Testamento y consumado en el Nuevo.

Sus principales manifestaciones son las siguientes, tomadas y adaptadas del libro "Tu Palabra me de Vida" (J. M.
Martín Moreno).

1. Dios salva creando el universo


2. Dios salva destruyendo el mal
3. Dios salva congregando a la humanidad
4. Dios salva eligiendo un Pueblo
5. Dios salva liberando a su Pueblo
6. Dios salva entrando en Alianza con su Pueblo
7. Dios salva conduciendo a su Pueblo a la Tierra prometida
8. Dios salva reinando sobre su Pueblo
9. Dios salva habitando en medio de su Pueblo
10. Dios salva implantando la justicia en su Pueblo
11. Dios salva comunicando la sabiduría a su Pueblo
12. Dios salva perdonando a su Pueblo
13. Dios salva manteniendo la esperanza de su Pueblo
14. Dios salva prometiendo y enviando al Salvador de su Pueblo
15. Dios salva anunciando e infundiendo el Espíritu en su Pueblo

Tomando estos títulos como puntos de referencia, se pueden buscar los textos de la Sagrada Escritura que ponen
más de relieve el "común denominador" y las diversas formas del accionar de Dios.

Recuerda: "Querer comprender la Escritura más de lo que se puede, es exponerse a estar privado para
siempre del conocimiento de la verdad. Hacer de la Escritura materia de discusión, es condenarse a no
tenerla nunca de alimento." (San Gregorio Magno, s. VI)

Salmos para orar


1- 8-15-16-19-22- 23-24-25-27-30- 33-34-37-39-40-42- 49
50-51-57-62-63-65-66-67-71-72-73-78-80-84- 85-86-89-90
1-92-94-95-98-100-103-104-105-113-114-115-116-117-118
119-120-122-130-131-136-138-139-143-145-146-147-148-150

De alabanza 8; 19(2-7); 33; 66(1-12); 103; 104; 113; 114; 115; 117; 145; 146; 147; 148; 150

De acción de gracias 22 (23-32); 30; 34; 40(2-11); 57(7-12); 65; 66(13-20) 67; 116; 118; 136; 138
De súplica 16; 22(1-22); 25; 39; 40(12-18); 57(2-6); 71; 80; 85; 86

De arrepentimiento 51

De confianza 23; 27; 42; 62; 63; 91; 130; 131

De meditación 1; 19(8-15); 37; 49; 50; 73; 78; 89; 94; 105; 119

De la realeza del Señor 72; 98

Para recitar especialmente de mañana 15; 24; 84; 92; 95(1-7); 100
Para recitar especialmente de noche 90; 95(8-11); 121; 122; 139; 143

64
EJERCICIOS CON LA PALABRA

1. "Yo leo la Biblia, pero no la entiendo" Hch. 8. 26-40

a) ¿Cuáles son, según el texto leído, los pasos del proceso de nuestro encuentro personal con Cristo?

b) ¿Qué parte del texto proclamado coincide con una de las principales dificultades para leer la Biblia?

c) ¿Qué estamos haciendo y qué podemos hacer nosotros para ayudar a los demás a superar dicha dificultad?

d) ¿Cuáles son las principales razones para que leamos y fomentemos la lectura frecuente de la Sagrada
Escritura?

2. Palabra de Dios y palabra de los hombres. 2 Tim. 3. 14 - 4. 2

a) ¿A qué Testamento se refiere san Pablo cuando habla a Timoteo de las Sagradas Escrituras, y qué
consecuencia podemos sacar de esto?

b) ¿Cómo no debe y cómo debe entenderse la inspiración de Dios dentro de los textos de la Biblia?

c) ¿Cómo se puede percibir y en qué textos se pone más de manifiesto el carácter humano de la Escritura?

d) ¿Qué comparaciones conviene utilizar para dar a entender cómo lo humano condiciona lo divino en la
Biblia?

3. Jesucristo, centro de toda la Escritura. Lc. 24. 13-35

a) ¿En qué parte del texto se afirma explícitamente que Jesucristo es el centro de toda la Escritura?

b) ¿En qué forma la Ley de Moisés y los Profetas se refieren a Jesucristo: sólo en algunos textos
determinados o en su conjunto?

c) ¿Qué otros textos, aparte del que leímos hoy, nos presentan a Jesucristo como centro de toda la Biblia?

d) ¿Cómo reconocemos que en Jesucristo se cumple el Antiguo Testamento: por la evidencia absoluta o
mediante la fe?

4. La Biblia es un Libro y una Biblioteca. Ex. 15. 1-21

a) ¿A qué género literario pertenece este texto del Éxodo, y cómo incide ese género en la comprensión del
texto?

b ¿A qué géneros pertenecen los libros de los Reyes, Jeremías, los Salmos, Jonás, Cantar de los Cantares y
Daniel?

c) ¿Que géneros literarios encontramos en los libros del Nuevo Testamento y cuáles son los más conocidos?

d) ¿Hay diferencia entre lo "exacto" y lo "verdadero", o bien, para que algo sea "verdadero" tiene que ser
"exacto"?
5. Cómo nació y se formó la Biblia
Leer el Prólogo del Eclesiástico

a) ¿Qué se desprende de este Prólogo del Eclesiástico en relación con los dos ordenamientos posibles de los
libros del Antiguo Testamento?

b) ¿Qué valor tienen y cuales son las ventajas o desventajas de cada uno de estos ordenamientos?

c) ¿Cuáles son los Libros "deuterocanónicos" y por qué las Iglesias evangélicas no los reconocen como
inspirados?

d) ¿Cuándo el Judaísmo y la Iglesia terminaron de definir el elenco ("canon") de los Libros inspirados?

6. Del Antiguo al Nuevo Testamento. Heb. 1. 1-4

a) ¿Podemos afirmar, según el texto leído hoy, que existe continuidad o bien ruptura entre los libros de ambos
Testamentos?

b) ¿Cómo fueron naciendo y cuáles son los primeros textos que llegaron a constituir el Nuevo Testamento?

c) ¿Cuáles son las características comunes de los tres primeros Evangelios y las propias de cada uno, y en qué
se diferencian del de Juan?

d) ¿Cuál es el anuncio central de la predicación de Jesús y el de la Iglesia primitiva ("Kerigma"), qué relación
hay entre ellos?

7. Los diversos "sentidos" de la Biblia. 1 Cor. 10. 1-13

a) ¿Cómo se manifiestan los diversos "sentidos" bíblicos en el texto de esta Carta de san Pablo?

b) ¿Por qué el sentido "literal" no agota todo lo que Dios quiere decirnos en los textos bíblicos?

c) ¿Cuáles son los otros "sentidos" según una clasificación tradicional y a cuáles se los suele reducir?

d) ¿En qué textos del Nuevo Testamento se hace referencia a Cristo prefigurado por Adán, Abrahán, Moisés
y David?

8. La Sagrada Escritura y la Iglesia. Mt. 28. 16-20

a) ¿Como el texto recién leído nos ayuda a comprender la relación que existe entre la Sagrada Escritura y la
Iglesia?

b) ¿Está contenido "explícitamente" en la Biblia todo lo que creemos y practicamos los cristianos?

c) ¿Podemos hacer una lectura puramente individual de la Biblia o debemos leerla dentro de la fe de la
Iglesia?

d) ¿Qué utilidad tienen las introducciones y notas aclaratorias en orden a una mejor comprensión y vivencia
de la Palabra bíblica?
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9. Cómo hay que leer la Palabra de Dios. Lc. 10. 38-42

a) ¿Qué relación existe entre el texto evangélico de hoy y la manera cómo debe leerse la Sagrada Escritura?

b) ¿Hay que leer necesariamente todas las partes de cada Libro bíblico, o en una primera lectura es preferible
seleccionarlas?

c) ¿Qué riesgos hay que tratar de evitar en la lectura bíblica y qué lugar debe ocupar en ella la oración?

d) ¿Qué valor especial tiene la lectura de los textos bíblicos dentro de la celebración eucarística y cómo debe
realizarse su lectura?

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