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Enamorarse puede producir el efecto de una dosis de droga. Si el enamoramiento se prolonga más de seis
meses, puede llegar a ser patológico e incluso podría llevar a padecer algunos desórdenes mentales.
Mientras perdemos la razón, se acelera nuestro corazón, pensamos de manera obsesiva y recurrente
-prácticamente sin poder ni querer hacer otra cosa- en la persona querida, sufrimos altibajos emocionales,
nos desprendemos de nuestras inhibiciones, sentido del ridículo y sentido común y nuestro nivel de
tolerancia a la tontería se eleva en grado superlativo.
Algunas investigaciones recientes en las Universidades de California y de Nueva York (EE.UU.) sugieren
que ese hermoso, pero pasajero, estado en el que a la mayoría nos gustaría sumirnos reiteradamente,
también guarda ciertos paralelismos con algunas dolencias e incluso con adicciones a ciertas drogas.
El doctor Hagop Akiskal, un psiquiatra de origen sirio reconocido en Estados Unidos por sus
investigaciones sobre la influencia de la evolución y la bioquímica en las relaciones humanas, ha estudiado
a las personas enamoradas, descubriendo que sus niveles de serotonina, una sustancia del sistema nervioso,
eran similares a las de las personas aquejadas de un trastorno obsesivo-compulsivo o incluso a las que
padecían depresión.
Según Akiskal, quien recuerda que las pasiones amorosas han sido
definidas como una locura temporal por pensadores como Platón y
San Agustín, "el enamoramiento tiene varios síntomas
característicos: la persona no puede dormir, no puede concentrarse en otros temas y sólo tiene una obsesión:
la persona de la cual se halla enamorada".
En opinión de este investigador de la mente humana, quien trabaja en la Universidad de California, en San
Diego, "a los seis meses se puede seguir con la misma pareja, pero habría que sospechar que puede existir
algún trastorno patológico si siguen los síntomas del enamoramiento extremo. Conviene que este estado
sólo dure pocos meses, porque, si no, se sufre demasiado".
Por su parte, otra investigación impulsada por el psicólogo Arthur Aron de la Universidad de Nueva York
(EE.UU.) ha comprobado que el comienzo del enamoramiento puede producir en el organismo humano "el
mismo efecto que el recibir una dosis de cocaína, droga que es un poderoso estimulante del sistema nervioso
y además suprime el hambre en quien la consume".
Cuando una persona se enfrenta a estas y otras situaciones, de placer o bienestar, en su sangre se liberan
después las hormonas oxitocina y vasopresina, que estimulan el desarrollo del contacto emocional entre los
individuos enamorados.
La oxitocina surge cuando dos personas se miran a los ojos durante un lapso prolongado, se funden en un
abrazo o mantienen relaciones sexuales, mientras que la vasopresina interviene en la formación de los
vínculos emocionales en los hombres.