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EL DISCIPULADO Y LA PERSPECTIVA HEBREA

El diccionario Webster en inglés añade que un discípulo también


puede ayudar a diseminar esas enseñanzas. Tristemente, la
mayoría de las iglesias opinan que las personas pueden ser
discípulos con una simple aceptación intelectual. Según esa
idea, lo único requerido para ser un discípulo de Yeshúa (Jesús)
es creer en lo que Él enseñó. Pero si pudiésemos retroceder al
tiempo del primer siglo, cuando Jesús caminaba por la tierra de
Israel como “el Maestro,” acompañado por un grupo de fieles
seguidores llamados discípulos, descubriríamos una definición
muy diferente. Para poder comprender ese significado,
debemos primero comprender la identidad de Yeshúa.

Yeshúa era judío. Fue criado en un hogar con padres que observaban las tradiciones y las leyes
judías. Vivía en una tierra de nacionalidad judía llamada Israel y hablaba el idioma hebreo, entre
otros más. Era parte de una comunidad robusta y activa, identificada por su relación con el Dios
de Abraham, Isaac y Jacob. Comenzó su vida como cualquier otro bebé judío, siendo
circuncidado al octavo día. Su madre probablemente guardó sus paños de cuna y le hizo un
bordado especial para dárselo como regalo cuando cumpliera los 12 años. Durante sus primeros
ocho años, Yeshúa se mantendría cerca del lado de María (realmente Miriam), observando cómo
vivía una persona que seguía fielmente al único Dios verdadero.

Cada viernes por la tarde, Yeshúa se sentaría silenciosamente mientras María recibía el shabat
(el sábado), y se reiría de gozo mientras su padre José (Yosef) contaba una y otra vez las
historias de los antepasados. A los seis años, probablemente comenzó a asistir a la escuela en
la sinagoga, habiendo ya aprendido el alef-bet (abecedario hebreo) y memorizado muchos
versos de las Escrituras. Cuando Yeshúa cumplió los ocho años, debió comenzar a recibir una
intensa instrucción vocacional por parte de Su padre, y Sus días estarían repletos de sabiduría
de la Torá (los primeros cinco libros de la Biblia) y de Sus maestros de la ley. Celebraría cada
día festivo y viajaría a Jerusalén con Su familia durante los peregrinajes requeridos. A los trece
años, probablemente se graduaría de la escuela en la sinagoga para asistir a un Beit Midrash
(escuela de enseñanza más adelantado), donde estudiaría bajo los grandes maestros de Su
tiempo, aprendiendo y debatiendo con ellos el significado de las Escrituras. Al cumplir los 30
años, debió haber cumplido el requisito del mikvá, ritual de inmersión en agua para purificación
ceremonial antes de entrar al Templo, y luego comenzaría Su ministerio como Maestro.

Como un maestro itinerante típico del primer siglo dentro del


judaísmo, Yeshúa seleccionó a Sus discípulos, quienes eran
hombres judíos con el mismo trasfondo y cultura que Él, y los unió
en una relación dinámica y de profundo compromiso. Dejando todo
atrás, Sus discípulos viajaron con Él constantemente, observando
Su cada movimiento y reacción. En un contexto de amor y lealtad, le
atendían y cuidaban: procuraban y preparaban Su alimento; le
daban compañerismo y protección; y lo guardaban de problemas y
de demasiada presión por parte de los miles que le agolpaban en
busca de sanidad y de Su sabiduría. A cambio de ese servicio,
referido como shimush en hebreo, los discípulos recibían continua
instrucción basada en la Torá. La destreza más importante para un
discípulo exitoso era la imitación. Los caminos y las veredas de
Israel se convirtieron en el salón de clase en ese proceso de Su
discipulado. Requería unos oídos atentos, un corazón ardiente y un
agudo sentido de observación, por medio de los cuales absorbían la
persona de su Maestro. El discípulo no tan sólo aprendía el texto
oral de la Torá, sino también su énfasis, la articulación y los gestos que lo acompañaban. No era
simplemente creer y asentir mentalmente con su Maestro, sino llegar a ser como su Maestro.

Con el Permiso de la Real Academia Española…

Nuestra anterior definición de la palabra “discípulo” obviamente no da a entender el verdadero


significado de la palabra ni del concepto, según aplicaba a Yeshúa y Sus primeros discípulos.
¿Pero cómo se llegó a alejar tanto de esa definición original? Y si aplicaba a los primeros
discípulos de Yeshúa en aquellos días, ¿debe aplicarse a los discípulos actuales?

¿Será que la Iglesia ha fracasado en reconocer la verdadera seriedad del compromiso en


ser discípulo de Yeshúa?

Todo es Cuestión de Cómo se Percibe al Mundo…

Yeshúa y Sus discípulos eran obviamente hombres de grandes pasiones y metas, de una
historia y herencia en común, además de unas normas religiosas y culturales muy parecidas.
Reaccionaban e interactuaban con el mundo según era la costumbre de su tiempo y lugar. En
otras palabras, percibían al mundo de una manera parecida. De hecho, era una percepción
basada en cientos de años de relación entre Israel y el único Dios verdadero, y en la aplicación
de Sus instrucciones. Conocida como la mentalidad hebrea, era la misma que la de Isaías,
Jeremías, el rey David y otros héroes de la fe en tiempos bíblicos.

Entretejida en esa perspectiva del mundo está la rica y bella


herencia del pensamiento bíblico. Claramente, el Nuevo
Testamento nos dice que hemos sido adoptados como hijos en la
familia de Abraham, el padre del pueblo judío y nuestro padre por
adopción (Rom. 4:16). Por medio de nuestra relación con Yeshúa
HaMashíaj (Jesucristo), Su historia se hace nuestra historia, Su
familia se hace nuestra familia, y Su herencia se hace nuestra
herencia. Desde esa perspectiva, no hemos simplemente recibido
la adopción como hijos, sino también hemos recibido otras cosas:
nuestro concepto de la necesidad de salvación; la realización de
nuestra relación con el único Dios verdadero; nuestras Escrituras,
meticulosamente copiadas de generación en generación y
dirigidas a una audiencia judía; y Yeshúa mismo, nuestro Mesías
judío. Cuán crucial es, por lo tanto, que esa perspectiva sea nuestra perspectiva. Si hemos de
reclamar un parentesco con Abraham y el pueblo judío, seguramente debemos pensar y ver la
vida como ellos la veían.

Si no pensamos en hebreo, entonces…

Desafortunadamente, la perspectiva hebraica hace tiempo ha desaparecido del cristianismo del


siglo 21. Nuestra mentalidad cultural ha sido forjada y alimentada por un sistema diferente
llamado helenismo. Ese es un término utilizado mucho por historiadores cuando hacen referencia
al tiempo entre la muerte de Alejandro el Grande (323 a.C.) hasta la muerte de Cleopatra y la
incorporación de Egipto al imperio romano en el año 30 a.C. La palabra “helenismo” también
indica, más generalmente, la tradición cultural de la población de habla griega en el imperio
romano y/o la influencia de la civilización griega sobre Roma, Cartago, India y otras regiones,
que nunca formaron parte del imperio de Alejandro.

El helenismo, o la perspectiva griega, afectó profundamente a los judíos del primer siglo en
Israel, pero no tan profundamente como a los de la diáspora (fuera de la tierra de Israel). En
Israel, muchos se hicieron helenistas externamente cuando aceptaron esa cultura más liberal,
adoptaron nombres griegos, etc., pero la esencia de su judaísmo permaneció intacta. Sin
embargo, en la diáspora, el pensamiento de Sócrates y Aristóteles llegó a ser una fuerte
amenaza. En Alejandría, Egipto, los judíos y los griegos se entremezclaron libremente,
compartiendo pensamientos e intercambiando ideas. Cuando apareció el cristianismo, muchos
de los griegos helenistas se convirtieron al Señor Jesús, y en poco tiempo se hicieron más
numerosos que los creyentes judíos, quienes originalmente habían constituido una secta más
dentro del judaísmo. La primera escuela de teología cristiana fue establecida en Alejandría, y la
filosofía griega inmediatamente comenzó a introducirse en los principios bíblicos. La
interpretación literal de las Escrituras dio lugar a la alegoría, abriendo una puerta a incontables
herejías, entre ellas el antisemitismo. La relación personal y comunitaria que había existido entre
la primera iglesia y el Dios de Abraham, Isaac y Jacob se transformó en doctrina sistemática
intelectualizada. Para el tercer siglo, esa helenización de la iglesia hizo que el cristianismo se
alejara de sus raíces judaicas y creara un abismo entre cristianos y judíos que todavía existe
1,700 años después.

Miremos a nuestro padre Abraham

En su libro Our Father Abraham [Nuestro Padre Abraham], el autor


Dr. Marvin Wilson escribe: “Pablo declara que ‘los gentiles son
coherederos [con Israel] y miembros del mismo cuerpo’ (Ef. 3:6b,
LBLA). Por lo tanto, los gentiles tienen una nueva historia – la historia
de Israel es ahora también su historia. Al escribir a una iglesia
predominantemente gentil en Corinto, Pablo establece que los
antiguos israelitas son los antepasados de los corintios cuando dice
que ‘nuestros padres todos estuvieron bajo la nube y todos pasaron
por el mar’ (1 Cor. 10:1, LBLA). Por lo tanto, en la primera iglesia, los
judíos y los gentiles sostenían que tenían los mismos antecedentes
que los hebreos de la antigüedad. Todos los judíos poseen como
antecedente a Abraham, quien es padre de la nación hebrea. Por
eso, el Señor exhortó a través de su profeta: ‘…Mirad la roca de
donde fuisteis tallados, y la cantera de donde fuisteis excavados. Mirad a Abraham, vuestro
padre…’ (Is. 51:1-2, LBLA).”

No es menos importante que la iglesia moderna comprenda y se conecte a esa historia como los
anteriores corintios. No es demasiado tarde para que removamos nuestros filtros helenísticos por
medio de los cuales miramos al mundo y leemos las Escrituras, para que comencemos a
desarrollar una perspectiva verdaderamente bíblica y hebraica. Para ello, debemos estar
dispuestos a explorar la mente de los autores reflejada en las Escrituras, y penetrar su mundo y
su cultura. Debemos mirar a la roca de la cual fuimos tallados. A continuación, podremos
identificar las mayores áreas de conflicto entre las perspectivas hebraicas y griegas en nuestro
esfuerzo por pensar más bíblicamente:

Teocentrismo

Para el antiguo hebreo, Dios es el principio y el fin de todas las cosas. Entendían que la vida es
un regalo de Dios, al igual que toda cosa que nos acontezca. La vida debe ser abrazada y
disfrutada como tributo a Él. Dios está firmemente en el centro de todas las cosas, y todo lo
demás es periférico. Sin embargo, los griegos eran antropocéntricos, poniendo al hombre en el
centro de todas las cosas. El individualismo era aplaudido, y cada persona se veía a sí misma
como el centro del universo. No es difícil encontrar esa misma perspectiva en la iglesia hoy día,
donde cada cual se ve a sí mismo como el centro, y a Dios como el siervo que tiene que
obedecer nuestra voluntad.

Monoteísmo
El principio fundamental del judaísmo se encuentra en Deuteronomio 6:4, conocido como
el “Shemá”. Esta es la declaración que la identifica como religión: “Escucha, oh Israel, el SEÑOR
es nuestro Dios, el SEÑOR uno es.” Dios llamó a Abraham para que saliese de la tierra de Ur, y
por medio de él creó un nuevo grupo poblacional a través del cual se revelaría al mundo. Los
judíos serían un ejemplo vivo de un pueblo con quien Dios establecería un pacto. Llevarían el
manto especial de monoteísmo frente a las naciones. En el momento que Dios habló con
Abraham en Ur, existían numerosas tribus en el Medio Oriente, todas las cuales eran politeístas.
Existían cientos de dioses. Cada ciudad-estado tenía sus propios templos y sistemas de
sacrificio, además de sus propios sacerdotes. Esos líderes religiosos extraían enormes ofrendas
de su gente con la intención de apaciguar a los dioses, asegurar una buena cosecha, procurar
favor sobre un hijo, obtener fertilidad, etc. La vida era una larga y ardua lucha por agradar a los
dioses. Dentro de ese ambiente politeísta, Dios se presentó a Abraham. Habló con Abraham
como un hombre habla con su amigo, y éste creyó a Dios. Debido a la fe de Abraham y de sus
descendientes, el concepto del monoteísmo ha subsistido a través de las edades.

Sensualidad vs. Espiritualidad

Los griegos veneraban el cuerpo humano. La belleza física era valorada sobre todas las cosas.
El nudismo era común en su arte y ciertos lugares públicos, como en los eventos deportivos. El
hebreo, sin embargo, no valoraba el hombre exterior más que el interior. La espiritualidad, que se
expresaba en una dinámica relación con Dios y la comunidad, era el centro de la adoración judía.
El cuerpo humano era apreciado y cuidado como un regalo de Dios, pero era tratado con
modestia y respeto, siendo un vehículo por medio del cual se realizaba la adoración a Dios.

Conocimiento

Desde tiempos bíblicos, el pueblo judío ha considerado que la búsqueda del conocimiento es
una de las metas supremas en esta vida. Su capacidad para transmitir ese conocimiento de
generación en generación ha sido esencial para mantener su herencia religiosa y sobrevivir
como pueblo judío a lo largo de la historia. Las siguientes frases son ejemplo de los dichos que
se encuentran en el Talmud judío (que es una colección de tradiciones y comentarios):

“El que enseña a un niño es como si lo hubiese creado.


El mundo existe por el aliento de los niños que estudian.
Sin el aprendizaje judío, no podríamos ser judíos.”

El propósito del aprendizaje dentro de esa perspectiva hebraica es que la persona se prepara
para una vida de servicio y obediencia en el conocimiento de Dios. La Torá fue dada por Dios a
Su pueblo como una serie de instrucciones sobre cómo vivir en Su voluntad. El pueblo judío
tenía que estudiarla, abrazarla, y vivirla en cada circunstancia de su vida. Una mera comprensión
no era suficiente, porque ese conocimiento requería una respuesta. De hecho, la meta
fundamental de la educación hebraica es la formación de discípulos, la transmisión de
enseñanzas e instrucciones de Dios para que Su pueblo le honre y le obedezca.

El griego, por otra parte, procuraba el conocimiento sólo por el hecho de poseer conocimiento.
Su deseo era obtener información y comprensión, y no instrucción que lo condujera a la
obediencia. La diferencia entre la perspectiva hebraica y griega respecto al aprendizaje es
resumida por Norman Snaith: “El objetivo y propósito del sistema hebraico es ‘da’ath elohim’
(conocimiento de Dios), mientras que el objetivo y propósito del sistema griego es ‘gnothi
seauton’ (conocimiento propio). Entre ambos existe la mayor diferencia posible. No existe
acuerdo entre estos dos en términos equitativos. Son polos opuestos en actitud y método. El
sistema hebreo comienza con Dios; la única verdadera sabiduría es el conocimiento de Dios. El
temor a Dios es el principio de la sabiduría. Por ende, el hombre nunca se podrá conocer, saber
quién es, ni comprender su relación con el mundo a menos que primero
aprenda de Dios y sea sumiso a Su voluntad soberana. El sistema griego, por
el contrario, comienza con la comprensión del hombre y procura alcanzar la
comprensión de la naturaleza de Dios utilizando lo que denomina la naturaleza humana más
elevada. Según la Biblia, el hombre no tiene una naturaleza más elevada a menos que haya
nacido del Espíritu.”

Forma vs. Función

Según hemos discutido en este estudio, la relación entre Dios y Su pueblo era una interacción
vital, dinámica y enérgica. Dios llamó a Sus hijos para que caminen con Él, que hablen con Él, y
que le sigan. Él se reveló a Sí mismo no a través de ideas abstractas, sino por actos e
intervenciones tangibles, visibles y milagrosas. Por esa razón, el judaísmo pone gran énfasis en
la función, mientras que el helenismo enfatiza la estructura y la apariencia. El hebreo pregunta:
“¿Cómo practico mi fe? ¿Cómo vivo según mi pacto con Dios? ¿Cómo actúo?” Mientras que la
perspectiva griega del cristianismo occidental tiende a interesarse en teoría religiosa, el judaísmo
se interesa en acciones de rectitud y justicia. Mientras los cristianos preguntan: “¿Cómo uno
piensa acerca de ese verso bíblico?”, el judío pregunta: “¿Cómo uno vive según ese verso
bíblico?” Los cristianos tienden a pensar en su relación con Dios en términos de fe, lo que
frecuentemente implica un ejercicio intelectual. Fe, para ellos, es un asentimiento mental. Sin
embargo, el hebreo no se preocupa tanto por tener fe, sino por ser fiel, confiable, firme,
constante y estable. En la perspectiva hebraica, la fe y la acción no pueden separarse.

Dualismo

El filósofo griego Platón introdujo a la humanidad el concepto del dualismo. Enseñó que existen
dos diferentes mundos simultáneamente. El mundo material es el mundo visible. Es imperfecto, y
su fuente es maligna e inferior. El mundo espiritual, por otro lado, es el mundo invisible. Su
fuente es el alma humana, y es un lugar superior. Por tal razón, los humanos deben anhelar
librarse de sus cuerpos físicos y subyugarlos de manera que sus almas puedan alcanzar el
ámbito espiritual. Dado que el alma está aprisionada por un cuerpo maligno, el alma sólo podrá
escapar al reino espiritual a través de la muerte. En contraste, el hebreo reconoce al mundo
como el lugar en que puede hallar a Dios. El mundo fue creado por Dios para tener comunión
con Sus hijos y demostrarles Su amor. No existe esa dualidad en la perspectiva hebraica, sino
una unidad entre el cuerpo y el alma. El hebreo no tiene un alma, sino que es un alma. El hebreo
tampoco acepta el ascetismo, el rechazo del orden físico para mortificar la carne. Éste cree que
Dios creó al mundo y lo llenó de experiencias buenas para Sus hijos, las cuales deben ser
recibidas con gozo y gratitud. Cualquier otra cosa es un insulto al Creador.

El dualismo ocasionó que la Iglesia decidiera que el matrimonio es una relación maligna y carnal.
Decía que el hombre sólo debe casarse si no tiene control sobre sus pasiones pecaminosas. Por
esa razón, el celibato es el estilo de vida predilecto. Por el contrario, la perspectiva hebraica
acepta que el matrimonio es un medio por el cual Dios presenta su verdadera esencia al mundo.
El judaísmo enseña que el hombre no puede ser completo sin la mujer, y la paternidad y
maternidad es el llamado más elevado de Dios. La unión física entre el hombre y la mujer es un
don santo y una bendición que debe producir sincero gozo.

Para ser un Discípulo…

“Venid a mí, todos los que estáis cansados y cargados, y yo os haré descansar” (Mat. 11:28). El
amor a Dios, el amor a la Torá, y el verdadero discipulado deben ser razón para que nos
alegremos y que no sean una carga. El Señor no quiere que Su pueblo sea ignorante de las
cosas que nos puedan acercar a Él en comunión más perfecta. Estamos viviendo en un tiempo
maravilloso, un tiempo cuando la historia, la arqueología, el estudio del Talmud y el estudio de la
Biblia se están uniendo, y nos permiten ver un pasado que otras generaciones no pudieron ver.
Los eruditos judíos y cristianos están trabajando juntos para darnos una mirada más profunda
acerca de los tiempos de Jesús. Nos ayudan a remover el filtro helenístico y ver la vida por ojos
hebraicos. Yeshúa llama a los cristianos para que participemos de la misma clase de relación
interactiva, vibrante y emocionante que disfrutaban Sus primeros discípulos. Nos llama para que
seamos Sus discípulos a estilo hebraico, para que se cumpla lo siguiente: “Según el Talmud, el
mundo entero es deudor del verdadero discípulo de la Torá. Cuando el mundo mira al tal, el que
se esfuerza en la Torá sólo por apegarse a la Torá, ésto es lo que ven: ven a un amigo, un ser
amado, amante del Poderoso y amante de la humanidad. Está vestido de humildad y reverencia.
Es justo, piadoso, recto y fiel. Es un hombre de paz. Por medio de él, el mundo recibe consejo,
conocimiento sólido, comprensión y fortaleza. La Torá le da la capacidad para discernir
justamente; todos los secretos de la Torá le son revelados. Es como una fuente de agua que no
se seca, como un río que fluye continuamente con vigor constante. Es modesto, tiene
longanimidad y es perdonador, pero es grande y exaltado sobre todas las cosas.”

Ministerio Bar-Enosh.

Wilfredo Torres
904 collinswood dr west
Jacksonville, Florida 32225

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